“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” — Génesis 1:1
Toda la Escritura comienza con una afirmación gloriosa: Dios es el origen de todo. Antes del tiempo, antes de la materia, antes del ser humano, Dios ya era. El relato no intenta probar Su existencia; simplemente la declara. En una sola frase, se nos muestra la majestad del Creador que habla, y el universo obedece. Génesis 1:1 nos recuerda que todo lo que existe proviene de Dios y existe para Su gloria. Nada es fruto del azar. Cada átomo, cada estrella, cada vida, fue formada por la voluntad soberana del Señor. En el principio, no hay caos fuera del control divino: hay orden, propósito y gracia en acción.
En 1968, durante la misión del Apolo 8, los astronautas dieron la vuelta a la luna por primera vez. Mientras contemplaban la Tierra suspendida en la oscuridad del espacio, uno de ellos, William Anders, tomó una Biblia y leyó al micrófono: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”Millones escucharon aquellas palabras desde el espacio. En ese momento, la humanidad, que había alcanzado un logro tecnológico sin precedentes, reconoció su pequeñez frente a la inmensidad de un Creador eterno.
La creación no solo muestra poder, sino intención redentora. Juan 1:3 nos dice que “todas las cosas por Él fueron hechas”, refiriéndose a Cristo. Desde el primer versículo de la Biblia, el Hijo eterno está obrando. Esto significa que el mundo no es un accidente; fue diseñado para reflejar la gloria del Hijo. La belleza de la naturaleza, el orden del universo y la vida misma son ecos de Su sabiduría. Sin embargo, este mundo caído nos recuerda que el hombre, al apartarse de su Creador, trajo la maldición del pecado. Pero aun así, Dios sigue buscando y llamando a pecadores por medio de Su Espíritu. El mismo Dios que dio forma al vacío del principio, hoy forma nueva vida en quienes confían y creen en Cristo……
Señor ayúdanos a comprender que cada amanecer, cada respiración, cada detalle de nuestra existencia nos grita: “Dios está en control”. En tiempos de incertidumbre, de prueba debemos recordar que Dios “en el principio” ya tenía un plan perfecto para nosotros, el cual si confiamos y perseveramos en la Fe de Dios nos traerá paz, una paz que busca y anhela el hombre, pero que no la encuentra en nada, ni nadie fuera de Dios.
Así como el universo no surgió sin propósito, tampoco tu vida es un accidente. Eres parte de la historia que Dios escribe con gracia. El mismo poder que hizo los cielos actúa en ti, moldeando tu carácter conforme a la imagen de Cristo.
Génesis 1:1 no solo abre la Biblia, abre también nuestro entendimiento: la vida comienza con Dios y solo encuentra sentido en Él. Cuando el alma reconoce su origen en el Creador, encuentra salvación, dirección, propósito y descanso. Todo empieza —y termina— en Dios…….
Padre amado, gracias por recordarme que Tú eres el principio y el fin. Nada en mi vida escapa de Tu control. Así como diste forma al vacío del universo, forma hoy mi corazón conforme a Tu voluntad. Hazme descansar en Tu poder creador y en la gracia de Cristo, que renueva todas las cosas. Porque en tiempo favorable me escuchaste, y en el día de la salvación me socorriste. ¡He aquí ahora el tiempo más favorable! ¡He aquí ahora es el día de salvación!», lo ruego en el nombre de Jesús, Amén.
«Recuerda que una mente renovada y un corazón firme en Cristo pueden transformar cualquier vida.»
Somos el Ministerio Alimentemos El Alma.
«Que la Gracia y la Paz de Cristo estén con todos ustedes hoy y siempre.»
En un mundo que valora el individualismo, pensar en el mandamiento de honrar a los padres es muy importante. Esto desafía las tendencias culturales de hoy.
Sin embargo, este principio bíblico sigue siendo muy importante hoy en día. No es solo una regla antigua, sino un criterio clave que Dios estableció para el bienestar de las familias y las sociedades.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da”(Éxodo 20:12, NBLA).
Este mandamiento, ubicado estratégicamente como puente entre nuestros deberes hacia Dios y hacia el prójimo, destaca la importancia que el Creador otorga a las relaciones familiares.
No es casualidad que el Señor vincule directamente el respeto a los padres con la obediencia a Él mismo. La honra a los padres refleja que entendemos la autoridad divina y establece el fundamento para todas las demás relaciones sociales.
El mandamiento de honrar a los padres es el único acompañado de una promesa específica. Nos invita a explorar su significado profundo y aplicación cotidiana.
El fundamento bíblico de honrar a los padres
El mandamiento de honrar a los padres aparece inicialmente en Éxodo 20:12 como parte del decálogo entregado a Moisés en el monte Sinaí. Es tan importante que se repite en Deuteronomio 5:16 para enfatizar la promesa:
Este principio no quedó sólo en el Antiguo Testamento; en el Nuevo, el apóstol Pablo lo reafirma en Efesios 6:1-3:
“Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra”. Efesios 6:1-3
Pablo identifica específicamente este mandamiento como “el primer mandamiento con promesa”, y subraya así su carácter único y su continuidad en la era cristiana.
La promesa de este mandamiento —”para que te vaya bien y tengas larga vida”— no es una fórmula mágica. Es un principio espiritual. Las sociedades que honran a los mayores son más estables. Las familias que respetan a las generaciones mayores tienen más bienestar. Las personas que agradecen a quienes les dieron la vida son más equilibradas ante los desafíos.
La Biblia establece así que la honra a los padres no es opcional ni temporal, sino un principio permanente del diseño divino para las relaciones humanas.
¿Qué implica honrar?
La honra a los padres va mucho más allá de la simple obediencia infantil. La palabra hebrea “kavod” significa “honrar”. Esta palabra está relacionada con “peso” o “gravedad”. Esto sugiere que debemos dar a nuestros padres una gran importancia.
Debemos valorarlos y tratarlos con la dignidad que merecen. Esta concepción abarca dimensiones mucho más profundas que el simple cumplimiento temporal de instrucciones concretas.
Honrar implica respeto expresado en palabras y actitudes. Significa cuidado práctico, especialmente en la vejez o enfermedad. Incluye gratitud por la vida recibida y los sacrificios realizados. Es también dignificación al tratar a los padres como personas de valor inherente, independientemente de sus logros o limitaciones.
Es importante entender que el mandamiento de honrar a los padres no es solo para una etapa de la vida. No se dirige solo a los niños pequeños que están bajo la autoridad de sus padres. Este mandamiento se refiere a una actitud que cambia con el tiempo. Evoluciona según las circunstancias de los hijos y de los padres.
La Biblia nos ofrece varios ejemplos de esta honra. Por ejemplo, José, a pesar de su posición de poder y autoridad en Egipto, honró a su padre, Jacob, al traerlo a vivir con él y cuidarlo en su vejez.
Rut demostró extraordinaria honra hacia su suegra Noemí, cuando la acompañó y le proveyó de alimento y protección en circunstancias extremadamente difíciles. Y Jesús mismo, incluso desde la cruz, se aseguró de que su madre María fuera cuidada encomendándola al discípulo amado.
La honra, por lo tanto, es una actitud del corazón que se traduce en acciones concretas de respeto, cuidado y valoración.
Honrar en momentos difíciles
Una pregunta que surge frecuentemente es cómo honrar a padres que han sido abusivos, han estado ausentes o han tomado decisiones que han lastimado a sus hijos o familias.
Aquí es crucial establecer que honrar no equivale necesariamente a aprobar conductas incorrectas. La honra no requiere sumisión a influencias negativas ni justificación de comportamientos dañinos.
El evangelio ofrece un enfoque redentor para estas situaciones complejas. El poder de Cristo nos ayuda a ver la diferencia entre la persona y sus acciones. La persona fue creada a imagen de Dios, pero sus acciones pueden estar manchadas por el pecado.
Por eso, podemos honrar a los padres y establecer límites saludables. También podemos ofrecer perdón sin aceptar el abuso. Además, podemos buscar la reconciliación cuando sea posible, sin ponernos en situaciones dañinas.
La honra en momentos difíciles puede incluir orar por los padres que nos han lastimado. También implica hablar de ellos con respeto ante otros, evitando la difamación. Buscar ayuda profesional para sanar heridas es importante. Debemos confiar en que Dios puede redimir incluso las historias familiares más dolorosas.
El mandamiento de honrar a los padres no anula otros principios bíblicos como la protección de los vulnerables o la búsqueda de la verdad y la justicia.
En estas situaciones, recordemos que nuestro Padre celestial entiende bien el dolor de las relaciones rotas. Él puede guiarnos sobre cómo honrar de manera saludable, incluso desde la distancia si es necesario.
La honra hoy en día
En el contexto contemporáneo honrar a los padres adquiere expresiones concretas según nuestra etapa de vida. Como adultos, la honra incluye cuidado emocional (mantener vínculos significativos), apoyo económico cuando sea necesario (1 Timoteo 5:8), y presencia genuina (tiempo de calidad, no solo por obligación).
En la vida diaria, la honra se muestra en nuestro lenguaje. Esto incluye cómo hablamos con nuestros padres y de ellos con otros. También se refleja en nuestras actitudes, como tener paciencia con sus limitaciones o diferencias generacionales. Además, se ve en nuestras decisiones, al pensar en cómo nuestras elecciones les afectan.
Un aspecto fundamental del mandamiento de honrar a los padres es transmitirlo a las nuevas generaciones. Enseñamos esta norma principalmente con nuestro ejemplo. Cuando nuestros hijos nos ven honrar a sus abuelos, ellos aprenden.
Los honramos llamándolos, visitándolos y hablando bien de ellos. También consideramos sus consejos y los cuidamos en momentos difíciles. Así, ellos aprenderán a tratarnos a nosotros en el futuro.
Es importante crear oportunidades para que las generaciones se conecten, compartan historias y construyan recuerdos significativos. Las familias que honran sus raíces suelen tener un sentido más profundo de identidad y pertenencia. El mandamiento con promesa se convierte así en un legado intergeneracional.
En una cultura que a menudo margina a los ancianos o idolatra la juventud, vivir el mandamiento de honrar a los padres ofrece un poderoso testimonio contracultural. Cuando las comunidades cristianas cuidan y valoran a los mayores, muestran un aspecto importante del carácter de Dios. Dios se identifica como Padrey honra la función de ser padre en su ley.
El mandamiento de honrar a los padres trasciende su estructuración legal y nos revela un principio espiritual de profundo alcance. Honrar a nuestros padres es reconocer el orden establecido por Dios, valorar nuestras raíces, y participar en un ciclo de bendición intergeneracional. Es el único mandamiento acompañado específicamente de una promesa, lo cual su importancia para el bienestar individual y colectivo.
Este principio bíblico nos plantea un reto tanto personal como práctico: ¿De qué manera honro a mis padres actualmente? ¿Mis palabras, actitudes y comportamientos reflejan la importancia que Dios da a esta relación? ¿He dejado que los conflictos, desacuerdos o simplemente la falta de atención debiliten mi compromiso con este mandamiento?
La invitación está abierta para redescubrir la honra a los padres no como una obligación cultural anticuada, sino como un acto vital de fe y obediencia. Cualquiera que sea tu relación con tus padres, el principio bíblico sigue siendo válido.
Puede que tengas una relación cercana o lejana. Tal vez sea buena o tensa. Incluso puede que solo los recuerdes si ya han partido. La promesa sigue: “para que te vaya bien y tengas larga vida en la tierra”.
Vivir este mandamiento con promesa puede transformar a nuestras familias y nuestra comprensión de la autoridad, la gratitud y el valor inherente de cada persona creada a imagen de Dios.
Me atrevo a decirlo así, porque, cuando disfrutas de tu hogar, lo último que quieres es estar hablando a mujeres y hombres desde un escenari La Biblia nos habla y enseña a vivir en familia, en comunidad, compartiendo unos con otros en nuestra iglesia local. Si tienes la oportunidad de en algún momento compartir con muchas mujeres a través de un taller o una conferencia, gloria a Dios, Dios te use y sea glorificado. No estoy peleada con eso. Solo te animaría a ver a tu alrededor, tu casa, tu familia, tu iglesia local. Seguramente podrás ayudar más ahí, ¿por qué estás en el lugar donde estás? Porque todos los miembros del cuerpo se ayudan entre sí, juntos (Ef. 4). Quizás seas el único miembro sano que Dios usará para traer convicción a la vida de una persona más, y esa persona a otra más y a otra más ¡Qué glorioso! Así, juntos, será más sencillo ser luminares en un lugar donde quizá la luz del evangelio no les ha resplandecido. No busquemos plataformas, mujer, usemos los dones y talentos que Dios nos ha dado para impactar en el hogar a los hijos que en un futuro serán quienes hablen el evangelio. No menospreciemos ese lugar glorioso que Dios nos ha dado en el hogar, por querer explotar esos dones y talentos en buscar la fama temporal y banal que trae un escenario. Cuida y guarda tu corazón. Cualquiera puede suplirte en un escenario, pero nadie puede hacerlo en tu hogar. 🌷«No les tengan miedo. Acuérdense del Señor, que es grande y temible, y luchen por sus hermanos, sus hijos, sus hijas, sus mujeres y sus casas». (Neh. 4:14 NBLA). ¡Luchemos por más familias fuertes! Esa es la prioridad. Caminemos uno al lado del otro, conociéndonos, siendo íntegros, hospitalarios, amando al de al lado; esto conlleva tiempo, esfuerzo y mucho amor por las almas de aquellos por quien Cristo también murió. Dios nos ayude y guíe a edificar hogares sólidos, familias fuertes que luchen por más familias fortalecidas en el Señor.