Las características de los inconversos | Diego Louis

Las características de los inconversos

Diego Louis

Hace unas semanas terminé de leer un libro titulado Una guía segura al cielo escrito por el joven puritano Joseph Alleine (1634 – 1668). Una de las costumbres más bellas que tenemos en nuestra iglesia local es la de preguntarnos unos a otros qué libros espirituales estamos leyendo y cuáles son las enseñanzas aprendidas en el mismo. Hace unos días me escribió un hermano muy amado diciendo: “Diego ¿Qué has estado leyendo últimamente? Cuéntame lo que estás meditando.” En un contexto así es más fácil crear una cultura de lectura espiritual.

Por eso, amado lector, quiero extender esa práctica contigo, y compartirte sobre un capítulo específico de este precioso escrito: las características de los inconversos. Debes saber que el libro del escritor ingles es un ruego continuo a las almas para que se vuelvan a Cristo, a su vez es como una argumentación minuciosamente estructurada para convencer al lector sobre su necesidad de arrepentimiento. Si un incrédulo lee estas páginas quedará sin excusas para creer. Si un cristiano lo hace, quedará sin excusas para hablar.

¿Por qué escribir un artículo sobre esto?

Dejo que Alliene responda:
“Poco fruto habrá mientras nos mantengamos en las alturas de las afirmaciones generales; la eficacia está en el cuerpo a cuerpo. A David no le despierta las insinuaciones alegóricas del profeta en la distancia. Natán se ve obligado a acercarse a él y decirle con franqueza: «Tú eres aquel hombre». […] Y debido a que se saben libres de esa hipocresía manifiesta que adopta la religión como una máscara para engañar a los demás, confían en su propia sinceridad y no sospechan de otra hipocresía mas cercana, en la que reside el mayor peligro y en virtud de la cual el hombre engaña su propia alma.”

El escritor quiere enseñarnos a ser específicos al denunciar el pecado y la hipocresía en nuestra evangelización. Y al cristiano profesante lo impele a realizar un minucioso examen de conciencia y corazón. ¡Ah, querido lector, no sea que mientras lees estas páginas estás engañado y la única prueba que tienes de tu conversión es tu convicción! Porque de ser así aún no has visto el reino de Dios.

Las señales externas del inconverso
El puritano inglés elige dos textos para desenmascarar la hipocresía de aquellos que dicen ir al cielo mientras caminan por las calles del infierno. Según Alliene los apóstoles pasan sentencia de muerte sobre los siguientes hombres. Te ruego que prestes atención lector, no sea que tú te encuentres en la lista:

“¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 6:9-10). “Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (Ap. 21:8)

Hay personas que, sin duda alguna, son inconversas. No importan cuánto lean, oren, alaben y diezmen a Dios. No importa que manejen la jerga cristiana o se vistan modestamente. No importa la posición que ocupan en la congregación, si dirigen, predican o participan del coro. Tiene las señales apostólicas de un inconverso impresa en sus frentes.

Los inmorales. Personas que desatan sus pasiones sexuales unas con otras fuera del matrimonio. La impureza sexual es la mancha más grande de nuestra generación. Si solo estuviese este punto en la lista ¿Cuántas personas del mundo evangélico de América Latina estarían calificadas como almas hipócritas que se engañan así mismas sobre la conversión?
Los idólatras. Somos adoradores por esencia. Podemos adorar el sexo, el dinero, el poder, incluso la tecnología. Idolatría es pensar, disfrutar, amar, escoger y servir cualquier otra cosa que no sea Dios. El puritano dice: “para ellos las puertas del Reino le están cerradas.”
Los borrachos. “No solo los que beben hasta perder el juicio, sino los que son fuertes para mezclar bebidas. El Señor llena Su boca de ayes contra estos, declarando que no heredarán el Reino”.
Los mentirosos. Práctica común del hombre en todas las edades. Por cosas grandes y pequeñas. Pero Dios es veraz. Y por tanto declara que ellos tendrán su parte en el lago de fuego junto a su padre el diablo, el padre de las mentiras.
Los blasfemos. Individuos que usan su lengua como espadas y desprenden veneno de su boca. Quienes hacen de las palabras golpes. Joseph dice: “el fin de estos, de no mediar un arrepentimiento profundo e inmediato, es la destrucción próxima, y una condenación segura e inevitable”.
Los difamadores. ¡Ay del chismoso! ¡Ay del suelto de lenguas! ¡Ay del que se enreda en telarañas interminables tejidas por las redes sociales! Alliene dice: “los murmuradores gustan de calumnias a su vecino y ensuciar su reputación todo lo posible o apuñalarlo secretamente por la espalda”.
Los ladrones, avaros y estafadores. Esto se puede aplicar a los ricos cuando oprimen a los pobres. O al hombre que engaña a su hermano en cuanto tiene la oportunidad de sacarle ventaja económica. El joven inglés suena muy descontento en este punto: “¡Escucha despilfarrador; escucha comerciante fraudulento, escucha tu sentencia! Dios te cerrará la puerta con toda certeza, y convertirá tus tesoros de injusticia en los tesoros de ira, y hará que tu plata y tu oro ilícitos te atormenten como metal candente sobre tu carne”.
Los homosexuales. Este punto no es original del libro, pero debemos incluirlo. ¿A dónde hemos llegado qué hay personas que dicen ser cristianas mientras practican la relación sexual con individuos del mismo sexo? ¡Y hay supuestos ministros y consejeros que las reciben en las bancas de sus iglesias sin llamarlas al arrepentimiento! Sodoma y Gomorra fueron destruidas con fuego, y lo mismo le espera a esta generación de hombres y mujeres corrompidas por la revolución sexual a menos que se arrepientan y crean en Jesucristo para ser limpiados y sanados. Utilizar algo tan sagrado como el amor, la gracia y el perdón de pecados como excusa para dar rienda suelta a la práctica pasiva o activa del homosexualismo, ha sido uno de los engaños más perversos del hombre moderno.
Los que frecuentan y aman malas compañías. Bajo este punto podemos interpretar que Alliene se refiere a los que consultan con hechiceros, o forman parte de un grupo de estafadores, o se asocian con asesinos. La mayoría de estos pecados necesitan un grupo de gente para llevarse a cabo a nivel mundial. Por ejemplo, si pensamos en el asesinato masivo causado por el aborto, sabemos que en ciertos casos participan un cuerpo médico, los padres de la mujer y la madre del feto. “Dios ha declarado que será el Destructor de todos ellos”.
Los que viven descuidando a diario la adoración a Dios. Aquí puede que el puritano se refiera a los cobardes e incrédulos que abandonaron la fe por temor o vergüenza, quienes no perseveraron hasta el fin. “Quienes no escuchan la Palabra, ni oran a Dios, ni se preocupan por las almas de sus familiares”.
Las señales internas del inconverso
¿Como vas amado lector? ¿Estás cómodo en nuestro viaje? Bien, déjame decirte que el puritano está empecinado con nosotros, y no tiene intenciones de dejar nuestras almas en paz. Luego de semejante descripción, el autor pasa a puntualizar una serie de señales internas del inconverso. Sé que es duro, pero necesitamos examinarnos de manera profunda para disipar todo tipo de engaño en lo tocante a la salvación. Sigue atento, porque quizás te escurriste de la primer lista ¿pero podrás hacerlo de la segunda con limpia conciencia?

La ignorancia. “Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote; como has olvidado la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos.” (Os. 4:6). “Cuántas pobres almas mata este pecado en la sombra mientras creen fervientemente en su buen corazón y en que se hallan rumbo al cielo.”
La renuencia de seguir a Cristo. “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lc. 14:26). “Habrá quienes hagan muchas cosas, pero nunca llegan a entregarse por entero a Cristo, ni a someterse completamente a Él. Necesitan disfrutar de ese dulce pecado; no quieren sufrir prejuicio alguno; mantienen ciertas excepciones para su vida, su libertad o sus posesiones.
El formalismo religioso. “El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano».” (Lc 18:11-12). “¡Qué temible situación cuando la religión de una persona solo sirve para endurecerla y engañar a su propia alma!”
La prevalencia de motivos erróneos en el desempeño de los deberes santos. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, lo hacéis hijo del infierno dos veces más que vosotros.” (Mt. 23:15). “Cuando la principal motivación de un hombre en sus deberes religiosos es de orden carnal —como contentar su conciencia, alcanzar una gran reputación religiosa, hacer acto de ostentación ante los demás, demostrar sus propios dones y talentos, evitar el reproche de que es una persona profana, etc— es algo indicativo de un corazón en un estado erróneo.
Confiar en su propia justicia. “Dicen: «Quédate donde estás, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú».” (Is. 65:5). “Este es un mal que destruye las almas. Cuando se confía en la justicia propia lo que se hace es rechazar la de Cristo.”
La predominancia del amor al mundo. “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.” (1 Jn. 2:15). “Este es un síntoma inequívoco de un corazón sin santificar. Sí, este pecado tiene tal potencial de engaño que muchas veces, cuando todo el mundo percibe la mundanalidad y la codicia de una persona, ella misma es incapaz de verlas, sino que tiene tantas excusas y pretextos para sus inclinaciones mundanales que se ciega a sí misma en el autoengaño.”
Persistencia en la malicia y la envidia contra quienes los agravian o injurian. “Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y vosotros sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.” (1 Jn. 3:15). ¡Ah, la falta de perdón! “Cuántos hay en apariencia religiosos, pero mantienen vivo el recuerdo de los agravios acumulando resentimientos, devolviendo mal por mal y deseando la desgracia a quienes los agravian.”
Orgullo sin mortificar. “Ojos soberbios” (Pr. 6:17). Cuando se prioriza la aprobación del hombre, se busca la gloria personal, se espera el aplauso humano y queremos ser estimados sobre los demás, según Alliene, es seguro que la persona sigue en su pecado.
La prevalencia del amor al placer. “Cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan solo en las cosas terrenales.” (Fil. 3:19). Aquí el puritano describe a las personas que conceden todo tipo de libertad a sus apetitos carnales. Alguien que no le niega placeres a su estómago, sus ojos, sus sentidos.
La seguridad carnal. “Y curan a la ligera el quebranto de mi pueblo, diciendo: «Paz, paz», pero no hay paz.” (Jer. 6:14). ¡Cómo han sufrido las pobres almas en Latinoamérica cuando se instaló la práctica de la oración del pecador! “Solo recibe a Jesús en tu corazón, Él te ama, déjalo entrar y serás salvo.” Luego el pecador se vuelve sobre sus pecados como el chancho al barro, gira sobre sus maldades como la puerta sobre sus quiciales. Por eso dice el joven escritor: “son muchos los que dicen «paz y seguridad» cuando la destrucción repentina está a punto de sobrevenirles”.
Es bueno, de tanto en tanto, hacer tronar el corazón del hombre religioso. Hace bien, en ocasiones, que el Señor de un azote de cuerdas en Su templo. Estoy seguro que pudiste captar la seriedad de la cuestión. Por lo tanto, concluyamos este artículo con una nota sobria para nuestras almas. Joseph Alliene nos advierte:

“Pecador, considera diligentemente si no te cuentas entre ninguno de estos, porque si ese es el caso, estás en hiel de amargura y presión de maldad; porque todos estos llevan las señales externas e internas de los inconversos, y son indudablemente hijos de la muerte. Y si es así, el Señor se apiade de nuestras pobres congregaciones. Qué pequeño remanente habrá una vez que estos pecadores hayan sido depurados.”

Diego Louis
Diego Louis, está casado con Sofia y tiene dos hijos. Luisiana y Simon. Vive en Buenos. Aires, Argentina y se congrega en la Unión de Centros Bíblicos en la localidad de Ezeiza.

Letargo espiritual

Viernes 14 Julio
Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Lucas 12:34
De la abundancia del corazón habla la boca.
Mateo 12:34
Letargo espiritual
Para muchos de nosotros, lo más importante en la vida está ligado a la salud, la familia, los bienes materiales, el dinero… En los tiempos de la Roma imperial, el pueblo pedía «pan y circo». Mientras tanto, los cristianos vivían con el temor constante de ser arrestados, y solo podían reunirse en la oscuridad de las catacumbas. Para ellos, lo más importante era permanecer unidos al Señor y no negarlo. Muchos estaban dispuestos, si era necesario, a enfrentarse a la muerte por fidelidad a Cristo.

Recordando los sufrimientos de esos mártires, estaremos de acuerdo en que nosotros estamos lejos de ese estado de piedad. Sin embargo, como esos creyentes del comienzo del cristianismo, tenemos una vida nueva, la que Dios nos ha dado a través de nuestro Señor. Entonces, ¿por qué esta diferencia entre los primeros cristianos y nosotros?

Escuchemos al apóstol Pablo, quien fue perseguido por causa de su Señor, recordar lo que animaba su vida cristiana: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). ¿Mi vida da testimonio de que he «muerto» y vivo con Cristo? ¿Es esto lo más importante para mí, y lo que es evidente para los que me rodean y no tienen esperanza? “Es ya hora de levantarnos del sueño” (Romanos 13:11), para brillar “como luminares en el mundo” (Filipenses 2:15).

“Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3).

Miqueas 3-4 – Lucas 4:16-44 – Salmo 83:9-18 – Proverbios 19:13-14

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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Angustia interior (1)

Lunes 12 Junio

Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

1 Timoteo 2:3-4

Angustia interior (1)

Al final de una conferencia, un joven se dirigió al predicador y le dijo:

–Mi caso le parecerá desesperado, pues soy un incrédulo y escéptico.

–¿Qué espera de mí, respondió el predicador, si no cree en la Biblia, si no reconoce a Jesucristo como el Hijo de Dios, y si duda de la existencia de Dios?

–Lo escuché hablar esta noche y sentí que usted cree en algo. Yo no creo en nada y soy extremadamente infeliz. ¿Podría mostrarme cómo creer y ser feliz como usted? Ayúdeme por favor. Soy estudiante de derecho, pero me siento tan infeliz que no consigo estudiar. Estoy ansioso y turbado. Hace un rato, pasando por este lugar, oí el órgano y entré para disfrutar de la hermosa música. La curiosidad me obligó a quedarme para escuchar lo que usted iba a decir. Una cosa me quedó clara: usted cree en algo o en alguien, y eso lo hace feliz. Lo envidio, y por eso le estoy hablando. ¿Qué debo hacer, qué debo estudiar?

–¡Solo la Biblia!

–¿De qué sirve leerla, si no creo que es la Palabra de Dios?

Entonces el predicador abrió su Biblia y leyó: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).

(mañana continuará)

“Siendo renacidos, no de simiente corrupti- ble, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Por- que: toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:23-25).

2 Reyes 13 – Efesios 1 – Salmo 69:29-36 – Proverbios 17:5-6

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¿POR QUÉ ALGUIEN SE CONVIERTE EN CRISTIANO? | Tim Keller

Muchos dicen que los cristianos que mantienen las doctrinas históricas y tradicionales están detrás de los tiempos, son demasiado exclusivos y están “en el lado equivocado de la historia”. Dos libros recientes que ponen en duda este punto de vista son del historiador y biblista Larry Hurtado, Destructor de los dioses: La distinción de los primeros cristianos en el mundo romano (Baylor University Press, 2016) y ¿Por qué en la Tierra se hizo cristiano alguien en los primeros tres siglos? (Marquette University Press, 2016).

Los primeros cristianos fueron ampliamente ridiculizados, especialmente por las élites culturales, excluidos de los círculos de influencia y de negocios, y a menudo perseguidos y condenados a muerte. Hurtado dice que las autoridades romanas eran excepcionalmente hostiles hacia ellos, en comparación con otros grupos religiosos.

¿Por qué? Se esperaba que la gente tuviera sus propios dioses, pero que también estuvieran dispuestos a mostrar honor a todos los demás dioses. Casi todas las casas, todas las ciudades, todos los gremios profesionales y el propio Imperio tenían sus propios dioses. Ni siquiera podías ir a una comida en una casa grande o a cualquier evento público sin que se esperara que hicieras algún ritual para honrar a los dioses de ese grupo o lugar en particular. No hacerlo era muy insultante, al menos, para la casa o la comunidad. También era peligroso, ya que se pensaba que tal comportamiento podía traer la ira de los dioses. En particular, se consideraba traición no honrar a los dioses del imperio, en cuya autoridad divina se basaba su legitimidad.

Los cristianos, sin embargo, veían todos estos rituales y tributos como idolatría. Estaban comprometidos a adorar a su Dios exclusivamente. Aunque los judíos tenían el mismo punto de vista, en general eran tolerados, ya que eran un grupo racial distinto, y su peculiaridad se veía como una función de su etnia. El cristianismo, sin embargo, se extendió por todos los grupos étnicos, y la mayoría de ellos eran antiguos paganos que de repente, después de la conversión, se negaron a honrar a los otros dioses. Esto creó enormes problemas sociales, haciendo que fuera perturbador o imposible que los cristianos fueran aceptados en la mayoría de las reuniones públicas. Si un individuo en una familia o un sirviente se convertía en cristiano, de repente se negaban a honrar a los dioses de la casa.

La propagación del cristianismo fue vista como subversiva para el orden social, una amenaza para el modo de vida de la cultura. Se pensaba que los cristianos eran demasiado exclusivos para ser buenos ciudadanos.

Pero a la luz de los enormes costos sociales de ser cristiano en los primeros tres siglos, ¿por qué alguien se hizo cristiano? ¿Por qué el cristianismo creció tan exponencialmente? ¿Qué ofrecía el cristianismo que era mucho mayor que los costos? Hurtado y otros han señalado tres cosas.

En primer lugar, los cristianos fueron llamados a un “proyecto social” único que ofendió y atrajo a la gente. Los cristianos prohibieron tanto el aborto como la práctica de la “exposición infantil”, en la que los bebés no deseados eran simplemente desechados. Los cristianos eran una contracultura sexual en el sentido de que se abstenían de cualquier sexo fuera del matrimonio heterosexual. Esto estaba en medio de una cultura que pensaba que, especialmente para los hombres casados, el sexo con prostitutas, esclavos e hijos estaba perfectamente bien.

Además, los cristianos eran generosos con su dinero de manera inusual, particularmente con los pobres y necesitados, y no sólo con su propia familia y grupo racial. Otra diferencia sorprendente es que las comunidades cristianas son multiétnicas, ya que su identidad común en Cristo es más fundamental que sus identidades raciales y, por lo tanto, crean una diversidad multiétnica sin precedentes para una religión. Finalmente, los cristianos creían en la no represalia, perdonando a sus enemigos, incluso a aquellos que los estaban matando.

Segundo, el cristianismo ofrecía una relación de amor directa y personal con el Dios Creador. La gente alrededor de los cristianos quería el favor de los dioses, y las religiones orientales hablaban de experiencias de iluminación, pero una verdadera relación de amor con Dios era algo que nadie más estaba ofreciendo.

Tercero, el cristianismo ofrecía la seguridad de la vida eterna. Todas las demás religiones ofrecían alguna versión de la salvación a través del esfuerzo humano, y por lo tanto nadie podía estar seguro de la vida eterna hasta la muerte. Pero el evangelio nos da la base para una plena seguridad de la salvación ahora porque es por gracia no por obras y por la obra de Cristo no por la nuestra.

Espero que ya puedan ver la relevancia de estos estudios. La iglesia primitiva fue vista como demasiado exclusiva y una amenaza para el orden social porque no honraría a todas las deidades; hoy en día los cristianos están siendo vistos nuevamente como exclusiva y una amenaza para el orden social porque no honrará todas las identidades. Sin embargo, la iglesia primitiva prosperó en esa situación. ¿Por qué?

Una razón era que los cristianos eran ridiculizados como demasiado exclusivos y diferentes. Y sin embargo, muchos se sintieron atraídos por el cristianismo porque era diferente. Si una religión no es diferente de la cultura circundante, si no critica y ofrece una alternativa a ella, muere porque se le considera innecesaria. Si los cristianos de hoy fueran también famosos y estuvieran marcados por la castidad social, la generosidad y la justicia, la multietnicidad y la construcción de la paz, ¿no sería convincente para muchos? Irónicamente, los cristianos estaban “fuera de lugar” con la cultura del sexo para empezar, y no fue la iglesia sino la cultura la que finalmente cambió.

Otra razón por la que el cristianismo prosperó fue porque ofrecía cosas que ninguna otra cultura o religión ni siquiera afirmaba tener – una relación de amor con Dios y la salvación por gracia libre. Es lo mismo hoy en día. Ninguna otra religión ofrece estas cosas, ni tampoco el secularismo. Tampoco puede la opción “espiritual pero no religiosa” capturarlos realmente. Estas son todavía “ofertas de valor” únicas y pueden elevarse a una población espiritualmente hambrienta y sedienta.

La iglesia primitiva seguramente parecía que estaba en el “lado equivocado de la historia”, pero en cambio cambió la historia con una adherencia obstinada al evangelio bíblico. Esa debería ser también nuestra aspiración.

Tim Keller es el pastor senior de Redeemer Presbyterian Church (PCA) en Manhattan, Nueva York. También es el cofundador y vice presidente de The Gospel Coalition.

¿Por qué predicar? | Brad Wheeler

La semana pasada invertí cerca de 25 horas preparando el mensaje del domingo por la mañana de nuestra iglesia. El pasaje que prediqué fue 1 Samuel 9-11. Este sermón cubrió una porción extensa. Durante él, leí todo el pasaje y luego hablé por 40 minutos explicando el significado y aplicándolo a los corazones de los presentes. Este tipo de sermón puede ser llamado expositivo. Yo no vivo en la Inglaterra anterior a la época de la Ilustración, ni ofrecí el sermón en homenaje a la “Predicación Puritana” en nuestro calendario anual de la iglesia. Honestamente, nuestro pastor principal detesta esos calendarios anuales, pero ese es otro tema.

¿Por qué gastar todo este tiempo estudiando detenidamente la Palabra de Dios? ¿Y por qué como congregación nos dedicamos una hora a mi monólogo (que a veces debe ser soportado dolorosamente)? Me han hecho este tipo de preguntas antes. También he sido reprendido por amigos bien intencionados. Preguntan cosas como: “¿Por qué destacar la predicación sobre otras partes del servicio de adoración? ¿Acaso esto no refleja su prejuicio occidental hacia el discurso racional y ordenado? Nadie va a recordar el 95% de lo que dices de todos modos”. En otras palabras, ellos dicen, “¡Deja de perder tu tiempo y no nos hagas perder el nuestro!”.

Sin embargo, antes de renunciar a la Escritura en pro de las bellas artes en su reunión dominical, permítanme ofrecerles algunas razones por las que la predicación no sólo debe estar presente, sino ser primordial en la vida de su iglesia local.

El pueblo de Dios se reúne para escuchar la Palabra de Dios
Tal vez no me creas, pero por naturaleza no disfruto sentarme para escuchar a alguien hablar conmigo. Prefiero el cine, escuchar un solo de batería o ver una pieza de arte. Pero el patrón consistente en la Escritura es que el pueblo de Dios se reúne alrededor de la Palabra de Dios. Tenemos que permanecer en silencio, mientras Él habla.

Cuando Dios estableció su pacto con su pueblo en el Éxodo, utilizó palabras y ordenó a su pueblo que se reuniese y oyera esas palabras (Éx. 24:7). Si bien Israel tenía sus enemigos en la carrera rumbo a la Tierra Prometida, Dios les mandó detenerse y marchar 20 millas hacia el norte hasta el lugar donde están dos acantilados opuestos. Allí, con las montañas escarpadas proporcionando un anfiteatro natural, “Josué leyó todas las palabras de la ley, la bendición y la maldición, conforme a todo lo que está escrito en el Libro de la Ley. No hubo ni una palabra de todo lo que había ordenado Moisés que Josué no leyera delante de toda la asamblea de Israel, incluyendo las mujeres, los niños y los extranjeros que vivían entre ellos” (Jos. 8:34-35).

¿No te parece curioso que con el plan de conquistar un territorio se presente esta situación donde se lee un libro? Ahora bien, la guerra que se avecinaba no era una guerra común ni la gente de este pueblo era gente común. La palabra que los creó como nación continuaba siendo la palabra que los definía como pueblo de Dios. Años más tarde, cuando Josías condujo a su pueblo de regreso al Señor, lo hizo mediante la lectura: “Y subió el rey a la casa del Señor con todos los hombres de Judá, los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes, los Levitas y todo el pueblo, desde el mayor hasta el menor, y leyó en su presencia todas las palabras del Libro del Pacto que había sido hallado en la casa del Señor” (2 Cr. 34:30). Cuando el pueblo de Dios se reunió como un todo después del exilio, Nehemías no les enseñó una rutina de ejercicios, tampoco les enseñó a pintar con los dedos ni les pidió hacer una obra dramatizada. En cambio, colocó a Esdras sobre una plataforma de madera (Neh. 8:4) y mientras el pueblo permanecía en sus lugares (8:7), Esdras y los escribas “leyeron en el Libro de la Ley de Dios, interpretándolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura” (8:8).

El ministerio público de Jesús en Lucas comenzó entrando en la sinagoga, recogiendo el rollo de Isaías, leyéndolo, y enseñando de él (Lc. 4:14-22). En Hechos 2 el pueblo no se salvó al ver un gran dirigible con palabras “cristianas” o algún otro truco, sino a través de la exposición pública que hizo Pedro de Joel 2. En Hechos 6 se establecieron diáconos no para que los apóstoles pudieran tener más tiempo para estudiar lo último en técnicas de teatro o de vestidos de moda, sino para que pudieran tener la libertad de predicar la Palabra de Dios (Hch. 6: 2). Pablo exhorta a Timoteo a predicar la palabra (2 Ti. 4:2).

Podría seguir mencionando ejemplo tras ejemplo. Lo que miras te emociona, pero lo que escuchas te capacita. No necesitamos obras teatrales con las puertas del cielo y las llamas del infierno. El pueblo de Dios necesita reunirse para escuchar la predicación de la Palabra de Dios.

Predicar la Palabra de Dios enseña a tu gente cómo leer la Palabra de Dios
No hace mucho tiempo, David Wells lamentó que los evangélicos ya no tienen valor de ser protestantes. Hoy en día, luchamos por el valor de ser, en un sentido, históricamente cristianos. A medida que la ola cultural de género y sexualidad cae sobre nosotros los cristianos, algunos no tenemos nada que decir porque no creemos que la Biblia tiene algo que decir al respecto, o no sabemos lo que dice, o se ha convertido en poco más que una colección de cuentos morales, una versión religiosa de las fábulas de Esopo que tenemos que reinterpretar para que encaje con nuestras costumbres culturales.

Pero mantener la Palabra de Dios en el centro de la vida de su iglesia local, especialmente mediante la predicación de textos consecutivos de la Escritura, le enseña a tu gente a leer la Biblia. No necesitan una clase de hermenéutica en un seminario para conseguir esto. Lo que necesitan es una predicación fiel. Lo que necesitan es escuchar una predicación que conecte la historia redentora que nos presenta la Biblia. Desde la creación del universo por la palabra de Dios hasta el sacrificio y el regreso del Segundo Adán. Una predicación que explique tanto el rechazo que sufrió Jesús de parte de la nación de Israel como la sumisión a Jesús del nuevo Israel de Dios.

Al inicio de mi vida cristiana formé parte de iglesias que amaban la Palabra de Dios, sin embargo, no la trataban como una montaña de la que se extrae oro, sino más bien como una colina con un par de rocas que se puede recoger y observar con cierto interés. Fue sólo cuando aterricé en una iglesia que extrae oro de la palabra, que conecta con cuidado ricos temas bíblicos y muestra cómo todo apunta a Cristo, que comencé a abordar el Antiguo Testamento con confianza y aliento. Mantener la Palabra de Dios como el centro de tu predicación y enseñanza, no sólo ayudará a las personas a saber leer, sino que les dará el estímulo para sumergirse en ella por sí mismas.

Predicar la Palabra de Dios cambia la vida de los oyentes una semana a la vez

¿De qué sirven todos esos sermones, si olvidamos la mayor parte de lo que hemos escuchado poco después? Bueno, no nos olvidamos de todo lo que oímos. Confío en que la mayoría de nosotros podemos recordar sermones que han desafiado nuestra vida, han cambiado la manera en que pensamos acerca de Dios, el matrimonio, el dinero, etc., y nos cambiaron para siempre. Así que no debemos menospreciar todo el esfuerzo de predicar un sermón.

Pero más importante aún es saber que la palabra semanal en nuestros mensajes del Día del Señor tienen como intención ¡darnos fuerza para llegar al próximo domingo! En el ritmo semanal de Dios, parece que Él entiende que viene el próximo domingo, que estamos hambrientos y tenemos que ser alimentados una vez más.

Mis sermones y tus sermones no tienen que permanecer en la mente de nuestros oyentes por toda la eternidad. No predicamos con la intención cambiar sus vidas en ese sentido. Más bien, esos sermones tienen el propósito de sostenerlos hasta la próxima semana. Una semana a la vez. Hasta llegar el cielo. Allá la Palabra hecha carne morará con nosotros para siempre y no habrá más necesidad de sermones.

Brad Wheeler es Pastor Asociado de Capitol Hill Baptist Church en Washington, D. C.

Evangelio de la 🚫PROSPERIDAD🚫| Paul Washer

Predicando la Palabra de Dios ✞

Paul Washer Se convirtió al cristianismo y experimentó el nuevo nacimiento mientras estudiaba para ser abogado en leyes petroleras en la Universidad de Texas. Tras terminar la carrera, inicio estudios en el Seminario Teológico Bautista Southwestern seminario perteneciente a la Convención Bautista del Sur y obtuvo una Maestría en Divinidad. Poco tiempo después de su graduación Paul salió de Estados Unidos y se mudó a Perú para servir como misionero.

¿Eres un verdadero CRISTIANO? | Paul Washer

Predicando la Palabra de Dios

Serie: Sana Doctrina

Paul Washer Se convirtió al cristianismo y experimentó el nuevo nacimiento mientras estudiaba para ser abogado en leyes petroleras en la Universidad de Texas. Tras terminar la carrera, inicio estudios en el Seminario Teológico Bautista Southwestern seminario perteneciente a la Convención Bautista del Sur y obtuvo una Maestría en Divinidad.

Poco tiempo después de su graduación Paul salió de Estados Unidos y se mudó a Perú para servir como misionero.

Video tomado del Ministerio Grace en Español: https://www.youtube.com/watch?v=4YBzn…

2 Corintios 4:5-18 Reina-Valera 1960

Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

¿Puede un cristiano perder la salvación?

Antes de que esta pregunta sea respondida, se debe definir el término “cristiano”. Un “cristiano” no es una persona que haya dicho una oración, o pasado al frente, o que haya crecido en una familia cristiana. Mientras que cada una de estas cosas pueden ser parte de la experiencia cristiana, no son éstas las que “hacen” que una persona sea cristiana. Un cristiano es una persona que ha recibido por fe a Jesucristo y ha confiado totalmente en Él como su único y suficiente Salvador y, por lo tanto, tiene el Espíritu Santo (Juan 3:16; Hechos 16:31; Efesios 2:8-9).

Así que, con esta definición en mente, ¿puede un cristiano perder la salvación? Quizá la mejor manera de responder a esta importante y crucial pregunta, es examinando lo que la Biblia dice que ocurre en la salvación, y entonces estudiar lo que implicaría perder la salvación.

Un cristiano es una nueva criatura. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Un cristiano no es simplemente una versión «mejorada» de una persona; un cristiano es una criatura completamente nueva. Él está “en Cristo”. Para que un cristiano perdiera la salvación, la nueva creación tendría que ser destruida.

Un cristiano es redimido. “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19). La palabra “redimido” se refiere a una compra que ha sido hecha, un precio que ha sido pagado. Fuimos comprados y Cristo pagó con Su muerte. Para que un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que revocar Su compra por la que pagó con la preciosa sangre de Cristo.

Un cristiano es justificado. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). “Justificar” significa “declarar justo”. Todos los que reciben a Jesucristo como Salvador son “declarados justos” por Dios. Para que un cristiano perdiera la salvación, Dios tendría que retractarse de lo dicho en Su Palabra y “cancelar” lo que Él declaró previamente. Los absueltos de culpa tendrían que ser juzgados de nuevo y declarados culpables. Dios tendría que revertir la sentencia dictada por el tribunal divino.

A un cristiano se le promete la vida eterna. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16). La vida eterna es una promesa de vida para siempre en el Cielo con Dios. Dios hace esta promesa – “cree, y tendrás vida eterna”. Para que un cristiano perdiera la salvación, la vida eterna tendría que ser definida nuevamente. Si a un cristiano se le ha prometido vivir para siempre, ¿cómo entonces puede Dios romper esta promesa, quitándole la vida eterna?

Un cristiano es marcado por Dios y sellado por el Espíritu. «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» (Efesios 1:13-14). En el momento de la fe, el nuevo cristiano es marcado y sellado con el Espíritu, a quien se le prometió que actuaría como depósito para garantizar la herencia celestial. El resultado final es que la gloria de Dios es alabada. Para que un cristiano pierda la salvación, Dios tendría que borrar la marca, retirar el Espíritu, cancelar el depósito, romper Su promesa, revocar la garantía, guardar la herencia, renunciar a la alabanza y disminuir Su gloria.

A un cristiano se le garantiza la glorificación. “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:30). De acuerdo a Romanos 5:1, la justificación es nuestra al momento de la fe en Cristo. Según Romanos 8:30, la glorificación viene con la justificación. Todos aquellos a quienes Dios justifica, se les promete la glorificación. La glorificación se refiere a un cristiano recibiendo un perfecto cuerpo glorificado en el Cielo. Si un cristiano pudiera perder la salvación, entonces Romanos 8:30 sería un error, porque Dios no puede garantizar la glorificación para todos aquellos a quienes Él predestinó, llamó, y justificó.

Un cristiano no puede perder la salvación. La mayoría, si no todo, de lo que la Biblia dice que nos sucede cuando recibimos a Cristo, sería invalidado si la salvación se perdiera. La salvación es el don de Dios, y los dones de Dios son «irrevocables» (Romanos 11:29). Un cristiano no puede ser creado sin una nueva creación. Los redimidos no pueden ser recomprados. La vida eterna no puede ser temporal. Dios no puede renegar de Su Palabra. Las Escrituras dicen que Dios no puede mentir (Tito 1:2).

Las objeciones más frecuentes a la creencia de que un cristiano no puede perder la salvación son; (1) ¿qué hay de aquellos que son cristianos y continuamente viven una vida inmoral sin arrepentirse? – y – (2) ¿qué pasa con aquellos que son cristianos, pero luego rechazan la fe y niegan a Cristo? El problema con estas dos objeciones es la suposición de que todos los que se dicen ser “cristianos” han nacido de nuevo. La Biblia declara que un verdadero cristiano ya no continuará viviendo una vida inmoral sin arrepentirse (1 Juan 3:6). (2) La Biblia también declara que alguien que se separa de la fe, demuestra que realmente nunca fue un cristiano (1 Juan 2:19). Puede haber sido religioso, puede haber aparentado, pero nunca nació de nuevo por el poder de Dios. «Por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7:16). Los redimidos de Dios pertenecen al «que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7:4).

Nada puede separar a un cristiano del amor del Padre (Romanos 8:38-39). Nada puede arrebatar a un cristiano de la mano de Dios (Juan 10:28-29). Dios garantiza la vida eterna y mantiene la salvación que Él nos ha dado. El Buen Pastor busca la oveja perdida y, «cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos» (Lc 15:5-6). El cordero es encontrado, y el Pastor soporta alegremente la carga; nuestro Señor asume toda la responsabilidad de llevar al perdido a casa sano y salvo. Judas 24-25 enfatiza aún más la bondad y fidelidad de nuestro Salvador: “Y Aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”.

¿La regeneración precede necesariamente a la conversión?

¿La regeneración precede necesariamente a la conversión?
Por Thomas Schreiner

La respuesta a la pregunta es: «sí», pero antes de explicar por qué esto es así, se debe explicar brevemente qué significan los términos «regeneración» y «conversión».

La regeneración significa nacer de nuevo o nacer de lo alto (Jn. 3:3, 5, 7, 8). El nuevo nacimiento es la obra de Dios, de manera que todos los que han nacido de nuevo, «nacen del Espíritu» (Jn. 3:8). O, como dice 1 Pedro 1:3, es Dios quien «nos hizo renacer para una esperanza viva» (1 P. 1:3). El medio que Dios utiliza para otorgar esa nueva vida es el evangelio, porque los creyentes «han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece» (1 P. 1:23; Stg. 1:18). La regeneración, o nacer de nuevo, es un nacimiento sobrenatural. Así como no podemos hacer nada para nacer físicamente —¡simplemente sucede!— tampoco podemos hacer algo para producir nuestro nuevo nacimiento espiritual.

La conversión ocurre cuando los pecadores se vuelven a Dios en arrepentimiento y fe para salvación. Pablo describe la conversión de los tesalonicenses con estas palabras: «porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero» (1 Ts. 1:9). Los pecadores se convierten cuando se arrepienten de sus pecados y se vuelven en fe a Jesucristo, confiando en Él para el perdón de sus pecados.

Pablo afirma que los inconversos están muertos en sus «delitos y pecados» (Ef. 2:1; 2:5). Se encuentran bajo la potestad del mundo, la carne y el diablo (Ef. 2:2-3). Todos nacemos en el mundo como hijos o hijas de Adán (Ro. 5:12-19). Por tanto, todos entramos al mundo siendo esclavos del pecado (Ro. 6:6, 17, 20). Nuestras voluntades están esclavizadas al mal y, por esa razón, no tienen ninguna inclinación o deseo de hacer lo correcto o volverse a Jesucristo. Dios, no obstante, por su increíble gracia «nos dio vida juntamente con Cristo» (Ef. 2:5). Esta es la manera de Pablo de decir que Dios ha regenerado a su pueblo (Tit. 3:5). Él ha soplado aliento de vida en nosotros donde antes no lo había, y el resultado de esta nueva vida es la fe, porque la fe también es «don de Dios» (Ef. 2:8).

Varios textos de 1 Juan demuestran que la regeneración precede a la fe. Los textos son los siguientes:

«Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él» (1 Jn. 2:29).
«Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios» (1 Jn. 3:9).
«Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios» (1 Jn. 4:7).
«Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él» (1 Jn. 5:1).
Podemos hacer dos observaciones a partir de estos textos. En primer lugar, en cada ejemplo, el verbo «nacer» (gennaô) se encuentra en el presente perfecto, denotando una acción que precede a la acción humana de practicar la justicia, evitar el pecado, amar o creer.

En segundo lugar, ningún evangélico diría que antes de nacer de nuevo debemos practicar la justicia, porque tal declaración enseñaría una justicia en base a las obras. Tampoco diríamos que primero debemos evitar el pecado, para luego nacer de Dios, porque tal creencia sugeriría que las obras humanas producen el nacimiento espiritual. Tampoco diríamos que primero debemos demostrar un gran amor por Dios, y luego Él nos hace renacer. No, queda claro que practicar la justicia, evitar el pecado y amar son todas consecuencias o resultados del nuevo nacimiento. Pero si este es el caso, entonces debemos interpretar 1 Juan 5:1 de la misma manera, porque la estructura del versículo es la misma que encontramos en los textos relacionados con practicar la justicia (1 Jn. 2:29), evitar el pecado (1 Jn. 3:9) y amar a Dios (1 Jn. 4:7). Se deduce, entonces, que 1 Juan 5:1 enseña que primero Dios nos da nueva vida, y luego creemos que Jesús es el Cristo.

Vemos la misma verdad en Hechos 16:14. Primero, Dios abre el corazón de Lidia y la consecuencia es que ella presta atención y cree en el mensaje proclamado por Pablo. Asimismo, nadie puede ir a Jesús en fe a no ser que Dios haya obrado en su corazón para atraerlo a la fe en Cristo (Jn. 6:44). Pero todos aquellos que el Padre ha atraído o entregado al Hijo ciertamente pondrán su fe en Jesús (Jn. 6:37).

Dios nos regenera y luego creemos, por consiguiente, la regeneración precede a nuestra conversión. Por tal motivo, damos toda gloria Dios por nuestra conversión, ya que el volvernos a Él es completamente una obra de Su gracia.

Este artículo fue publicado por 9Marcas.
Meditando en las bendiciones del año que termina
Thomas Schreiner es profesor de interpretación del Nuevo Testamento en el Southern Baptist Theological Seminary en Louisville, Kentucky, Estados Unidos, y pastor de predicación en Clifton Baptist Church.