¿Qué significa honrar a los padres hoy en día? | Veronica Valero

En un mundo que valora el individualismo, pensar en el mandamiento de honrar a los padres es muy importante. Esto desafía las tendencias culturales de hoy. 

Sin embargo, este principio bíblico sigue siendo muy importante hoy en día. No es solo una regla antigua, sino un criterio clave que Dios estableció para el bienestar de las familias y las sociedades.

“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da”(Éxodo 20:12, NBLA).

Este mandamiento, ubicado estratégicamente como puente entre nuestros deberes hacia Dios y hacia el prójimo, destaca la importancia que el Creador otorga a las relaciones familiares. 

No es casualidad que el Señor vincule directamente el respeto a los padres con la obediencia a Él mismo. La honra a los padres refleja que entendemos la autoridad divina y establece el fundamento para todas las demás relaciones sociales.

El mandamiento de honrar a los padres es el único acompañado de una promesa específica. Nos invita a explorar su significado profundo y aplicación cotidiana.

El fundamento bíblico de honrar a los padres

El mandamiento de honrar a los padres aparece inicialmente en Éxodo 20:12 como parte del decálogo entregado a Moisés en el monte Sinaí. Es tan importante que se repite en Deuteronomio 5:16 para enfatizar la promesa: 

Este principio no quedó sólo en el Antiguo Testamento; en el Nuevo, el apóstol Pablo lo reafirma en Efesios 6:1-3

“Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra”. Efesios 6:1-3

Pablo identifica específicamente este mandamiento como “el primer mandamiento con promesa”, y subraya así su carácter único y su continuidad en la era cristiana.

La promesa de este mandamiento —”para que te vaya bien y tengas larga vida”— no es una fórmula mágica. Es un principio espiritual. Las sociedades que honran a los mayores son más estables. Las familias que respetan a las generaciones mayores tienen más bienestar. Las personas que agradecen a quienes les dieron la vida son más equilibradas ante los desafíos.

La Biblia establece así que la honra a los padres no es opcional ni temporal, sino un principio permanente del diseño divino para las relaciones humanas.

¿Qué implica honrar?

La honra a los padres va mucho más allá de la simple obediencia infantil. La palabra hebrea “kavod” significa “honrar”. Esta palabra está relacionada con “peso” o “gravedad”. Esto sugiere que debemos dar a nuestros padres una gran importancia.

Debemos valorarlos y tratarlos con la dignidad que merecen. Esta concepción abarca dimensiones mucho más profundas que el simple cumplimiento temporal de instrucciones concretas.

Honrar implica respeto expresado en palabras y actitudes. Significa cuidado práctico, especialmente en la vejez o enfermedad. Incluye gratitud por la vida recibida y los sacrificios realizados. Es también dignificación al tratar a los padres como personas de valor inherente, independientemente de sus logros o limitaciones.

Es importante entender que el mandamiento de honrar a los padres no es solo para una etapa de la vida. No se dirige solo a los niños pequeños que están bajo la autoridad de sus padres. Este mandamiento se refiere a una actitud que cambia con el tiempo. Evoluciona según las circunstancias de los hijos y de los padres.

La Biblia nos ofrece varios ejemplos de esta honra. Por ejemplo, José, a pesar de su posición de poder y autoridad en Egipto, honró a su padre, Jacob, al traerlo a vivir con él y cuidarlo en su vejez. 

Rut demostró extraordinaria honra hacia su suegra Noemí, cuando la acompañó y le proveyó de alimento y protección en circunstancias extremadamente difíciles. Y Jesús mismo, incluso desde la cruz, se aseguró de que su madre María fuera cuidada encomendándola al discípulo amado.

La honra, por lo tanto, es una actitud del corazón que se traduce en acciones concretas de respeto, cuidado y valoración.

Honrar en momentos difíciles

Una pregunta que surge frecuentemente es cómo honrar a padres que han sido abusivos, han estado ausentes o han tomado decisiones que han lastimado a sus hijos o familias. 

Aquí es crucial establecer que honrar no equivale necesariamente a aprobar conductas incorrectas. La honra no requiere sumisión a influencias negativas ni justificación de comportamientos dañinos.

El evangelio ofrece un enfoque redentor para estas situaciones complejas. El poder de Cristo nos ayuda a ver la diferencia entre la persona y sus acciones. La persona fue creada a imagen de Dios, pero sus acciones pueden estar manchadas por el pecado. 

Por eso, podemos honrar a los padres y establecer límites saludables. También podemos ofrecer perdón sin aceptar el abuso. Además, podemos buscar la reconciliación cuando sea posible, sin ponernos en situaciones dañinas.

La honra en momentos difíciles puede incluir orar por los padres que nos han lastimado. También implica hablar de ellos con respeto ante otros, evitando la difamación. Buscar ayuda profesional para sanar heridas es importante. Debemos confiar en que Dios puede redimir incluso las historias familiares más dolorosas. 

El mandamiento de honrar a los padres no anula otros principios bíblicos como la protección de los vulnerables o la búsqueda de la verdad y la justicia.

En estas situaciones, recordemos que nuestro Padre celestial entiende bien el dolor de las relaciones rotas. Él puede guiarnos sobre cómo honrar de manera saludable, incluso desde la distancia si es necesario.

La honra hoy en día

En el contexto contemporáneo honrar a los padres adquiere expresiones concretas según nuestra etapa de vida. Como adultos, la honra incluye cuidado emocional (mantener vínculos significativos), apoyo económico cuando sea necesario (1 Timoteo 5:8), y presencia genuina (tiempo de calidad, no solo por obligación).

En la vida diaria, la honra se muestra en nuestro lenguaje. Esto incluye cómo hablamos con nuestros padres y de ellos con otros. También se refleja en nuestras actitudes, como tener paciencia con sus limitaciones o diferencias generacionales. Además, se ve en nuestras decisiones, al pensar en cómo nuestras elecciones les afectan.

Un aspecto fundamental del mandamiento de honrar a los padres es transmitirlo a las nuevas generaciones. Enseñamos esta norma principalmente con nuestro ejemplo. Cuando nuestros hijos nos ven honrar a sus abuelos, ellos aprenden. 

Los honramos llamándolos, visitándolos y hablando bien de ellos. También consideramos sus consejos y los cuidamos en momentos difíciles. Así, ellos aprenderán a tratarnos a nosotros en el futuro.

Es importante crear oportunidades para que las generaciones se conecten, compartan historias y construyan recuerdos significativos. Las familias que honran sus raíces suelen tener un sentido más profundo de identidad y pertenencia. El mandamiento con promesa se convierte así en un legado intergeneracional.

En una cultura que a menudo margina a los ancianos o idolatra la juventud, vivir el mandamiento de honrar a los padres ofrece un poderoso testimonio contracultural. Cuando las comunidades cristianas cuidan y valoran a los mayores, muestran un aspecto importante del carácter de Dios. Dios se identifica como Padre y honra la función de ser padre en su ley.


El mandamiento de honrar a los padres trasciende su estructuración legal y nos revela un principio espiritual de profundo alcance. Honrar a nuestros padres es reconocer el orden establecido por Dios, valorar nuestras raíces, y participar en un ciclo de bendición intergeneracional. Es el único mandamiento acompañado específicamente de una promesa, lo cual su importancia para el bienestar individual y colectivo.

Este principio bíblico nos plantea un reto tanto personal como práctico: ¿De qué manera honro a mis padres actualmente? ¿Mis palabras, actitudes y comportamientos reflejan la importancia que Dios da a esta relación? ¿He dejado que los conflictos, desacuerdos o simplemente la falta de atención debiliten mi compromiso con este mandamiento?

La invitación está abierta para redescubrir la honra a los padres no como una obligación cultural anticuada, sino como un acto vital de fe y obediencia. Cualquiera que sea tu relación con tus padres, el principio bíblico sigue siendo válido.

Puede que tengas una relación cercana o lejana. Tal vez sea buena o tensa. Incluso puede que solo los recuerdes si ya han partido. La promesa sigue: “para que te vaya bien y tengas larga vida en la tierra”.

Vivir este mandamiento con promesa puede transformar a nuestras familias y nuestra comprensión de la autoridad, la gratitud y el valor inherente de cada persona creada a imagen de Dios.

Deje que Dios cambie su mentalidad | Amy Simpson

Deje que Dios cambie su mentalidad
Cuando se trata de la preocupación, sí —todo está en su cabeza. Pero hay algo que usted puede hacer al respecto.

Amy Simpson

Hubo un tiempo en el que casi no podía controlar mis emociones. Por haber crecido en un hogar afectado por la esquizofrenia de mi madre, aprendí a ocultar bien mis sentimientos —la única manera que conocía para manejarlos. Cuando sucedían cosas malas o recibía comentarios negativos, me desplomaba rápidamente en el desánimo, la depresión y la autocompasión. Era sorprendente la rapidez con que podía pasar de estar bien, a estar realmente mal.

Las cosas han cambiado. Yo he cambiado.

Un consejero cristiano me ayudó a entender el poder de mis “distorsiones cognitivas” —los mensajes falsos y negativos que habitualmente me enviaba a mí misma. Yo solía decirme: Eres una fracasada. Siempre lo arruinas todo. Eres una inútil. A veces, ni siquiera ponía estos mensajes en palabras; simplemente dirigía ese odio hacia mí misma. No me daba cuenta de que estaba maltratando mi propia alma. Y debido a que me enviaba estos mensajes tan a menudo, mi espíritu creía que eran ciertos.

Hoy, mi espíritu cree algo diferente. Empecé a decirme mensajes basados en la verdad bíblica. También comencé a leer más la Biblia, a asumir riesgos en la comunión cristiana y a acercarme a los demás para cultivar amistades sustentadoras. Puedo ver ahora que aquellos mensajes viejos eran falsos, y cuando vienen a mi mente, los reconozco y me digo a mí misma la verdad: Mi vida tiene propósito. Soy una hija de Dios. Mi Dios es mucho más capaz que yo, y Él me ama.

El temor y la ansiedad son capacidades normales, saludables y productivas dadas por Dios, pero no están destinadas a ser estados permanentes de nuestro ser.
Este cambio en el diálogo que tengo conmigo misma afectó no solamente mi manera de pensar, ha transformado mi vida. Ahora soy menos propensa a deprimirme, estoy más tranquila y siento más amor por los demás. Y además, no me preocupo tanto, como solía hacerlo antes. Cuando empiezo a preocuparme recuerdo que Dios me ha transformado en una persona nueva al transformar mi vieja manera de pensar.

Romanos 1.2 es un versículo muy citado, pero muchas veces nos centramos solamente en no ser moldeados por el mundo, en vez de ser transformados por completo. No le hemos dado suficiente atención a esta transformación que se produce cuando hay una renovación de nuestra mente. No se trata simplemente de un cambio de alma o de corazón. Como dice la Nueva Traducción Viviente: “Dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar”.

La ciencia está apenas ahora logrando entender lo que dice la Biblia, la cual nos enseña lo que es posible en Jesucristo.

Nuestros cerebros cambiantes
Mi historia es una de las muchas evidencias que demuestran la eficacia de la terapia cognoscitiva-conductual. De acuerdo con la Asociación Nacional de Terapeutas Cognoscitivos-Conductuales, “la terapia cognoscitiva-conductual se basa en la idea de que nuestras conductas y nuestros sentimientos son creados por pensamientos, no por factores externos, como las personas, las situaciones y los acontecimientos. El beneficio de esta verdad es que podemos cambiar nuestra manera de pensar y sentirnos mejor, aunque la situación no cambie”. En vez de vivir a merced de fuerzas externas, tenemos una opción. Y la manera más eficaz de modificar nuestras conductas y patrones emocionales habituales es dejar que Dios cambie nuestra forma de pensar.

Ilustración por Aubrey Longley-Cook

Además de las ciencias sociales, las ciencias físicas apoyan fuertemente cada vez más este concepto. La ciencia ha transformado nuestro entendimiento de la capacidad del cerebro de cambiar por medio de la neuroplasticidad, pues nuestro cerebro es moldeable mucho más allá de la infancia; lo que quiere decir que puede cambiar —y de hecho es así— toda nuestra vida.

“La plasticidad cerebral es un proceso físico”, afirma el Dr. Michael Merzenich, un reconocido neurocientífico y experto en el tema de la plasticidad cerebral. “La materia gris puede, en realidad, encogerse o volverse más gruesa, y las conexiones neuronales del sistema nervioso formarse y refinarse o (a la inversa) debilitarse y partirse. Los cambios en el cerebro físico se manifiestan como cambios en nuestras capacidades. A menudo, la gente piensa que la infancia y la juventud son los períodos de crecimiento del cerebro. . . pero la investigación reciente ha demostrado que, bajo circunstancias adecuadas, un cerebro de más edad también puede crecer”.

Gracias a la neuroplasticidad, cambiar nuestros pensamientos (así como nuestras conductas y experiencias) nos lleva a formar nuevas conexiones sinápticas, a fortalecer las ya existentes y a debilitar otras. Estas conexiones nuevas y modificadas dan como resultado cambios en nuestra conducta. En su libro Soft Wired [Moldeable], el Dr. Merzenich escribe: “Así como es posible desarrollar una habilidad (como silbar, hacer piruetas o identificar el canto de las aves), las rutas neurales responsables de la realización exitosa de esta nueva habilidad se vuelven más fuertes, rápidas, fiables y específicas —o más especializadas”.

Esto es tan cierto para la preocupación habitual como para cualquier otra cosa.

La preocupación es un problema
Muchos de nosotros necesitamos esta clase de cambio. En una encuesta realizada en el 2010 por la Asociación Americana de Psicología, el 40% de las personas dijeron que, en el mes anterior, el estrés las había llevado a comer en exceso o a comer alimentos poco saludables. Casi un tercio de ellas dijeron que habían pasado por alto una comida por causa del estrés, y más del 25% dijeron que no habían podido dormir. Otra encuesta reveló que más del 60% de los trabajadores estadounidenses se preocupan por la posibilidad de perder sus empleos; dentro de este grupo, el 32% dijo que se preocupaban “mucho” por esto. Los padres comúnmente se preocupan por sus hijos, y las grandes preocupaciones comienzan cuando los niños son pequeños. La preocupación no es solo común en nuestra sociedad; también está entretejida en nuestra cultura —algo que esperan las personas responsables, un accesorio en boga cuya ausencia se ve como sospechosa.

Nuestro mundo ofrece abundantes razones para que nos afanemos. Pero los seguidores de Cristo somos llamados a vivir y a pensar de una manera diferente del angustiado mundo que nos rodea.
A menudo confundimos la preocupación con otros dos estados de ánimo: el temor y la ansiedad. Los tres son utilizados a menudo de manera paralela, pero son diferentes. El temor y la ansiedad son capacidades normales, saludables y productivas dadas por Dios, pero no están destinadas a ser estados permanentes de nuestro ser.

El temor es una respuesta a una amenaza (real o imaginaria). La ansiedad suele aparecer en previsión de lo que sucederá o podría suceder.

A diferencia de la ansiedad normal, la preocupación no es una respuesta física involuntaria, sino un patrón de conducta que elegimos. Se origina dentro de nosotros. Es una decisión que tomamos que nos mantiene en la ansiedad diseñada para protegernos del peligro inmediato, no para sacarnos adelante en la vida cotidiana. Para algunos, permanecer en estado de ansiedad no es una opción. Es un trastorno que ocurre cuando el proceso biológico saludable y útil del cuerpo trabaja en exceso. El trastorno de la ansiedad es, en esencia, demasiado de algo bueno; le sucederá al 29% de nosotros en algún momento de nuestra vida. Es muy diferente a la participación voluntaria en la preocupación, y requiere tratamiento con medicinas, ayuda psicológica, o ambas.

Para quienes nos sentimos tentados a preocuparnos (¿y a quién no le sucede?), el mundo ofrece abundantes razones para que nos afanemos. Pero los seguidores de Cristo somos llamados a vivir y a pensar diferente al angustiado mundo que nos rodea. La preocupación voluntaria contradice directamente la orden de Dios en cuanto a la manera en que debe vivir su pueblo. Si no tenemos cuidado, esa preocupación puede llevarnos a tener una conducta pecaminosa. De ahí las palabras de Jesús: “No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt 6.34). Este mismo mensaje se encuentra a lo largo de toda la Biblia, afirmando un estilo de vida contracultural de fe y confianza, desde Génesis hasta Apocalipsis.

La preocupación puede dañar nuestro cuerpo y nuestra mente. Puede causar dificultad para respirar; palpitaciones del corazón; dolor y daño en la espalda, el cuello y los hombros; tensión muscular; náuseas; dolores de cabeza; y otros problemas físicos. En su esclarecedor libro The God-Shaped Brain [El cerebro moldeado por Dios], el psiquiatra cristiano Timothy R. Jennings describe los efectos de la preocupación continua sobre nuestros cerebros. Cuando vivimos en un estado de temor, ansiedad y preocupación, nuestras neuronas no funcionan tan bien como debieran, y no se producen nuevas neuronas saludables en la misma cantidad.

Pero el daño no se limita a nuestro cuerpo. Daña también nuestras relaciones con otras personas. Al igual que todos los patrones pecaminosos, la preocupación crea una barrera en nuestra relación con Dios. Nos mantiene enfocados en nosotros mismos, en nuestros planes y en nuestros problemas. Nos mantiene con la mirada fija en el futuro, en lo que solo le pertenece a Dios, y aferrados a las personas y a las cosas que son exclusivas de Él. Es por eso que enfrentar la preocupación tiene que incluir la transformación espiritual. La preocupación voluntaria, al final, no puede ser vencida a base de pura fuerza de voluntad —su solución tiene sus raíces en quién es Dios.

Solución: La fe
En su libro publicado en el 2009, How God Changes Our Brain [La manera en que Dios cambia nuestro cerebro], Andrew Newberg y Mark Robert Waldman utilizaron la neurociencia para afirmar este asombroso concepto: la fe en la actividad de Dios —y la actividad religiosa en sí— cambia físicamente nuestro cerebro. “La fe apacigua nuestra ansiedad y nuestros temores, y puede incluso mitigar la creencia en un Dios airado”, escriben. “Lo hermoso de la historia de Job es que le recuerda al angustiado creyente que Dios es, al final, compasivo. Y desde la perspectiva de la medicina y de la neurociencia, la compasión puede sanar el cuerpo y también el alma”.

Cambiar la preocupación significa cambiar lo que creemos acerca de Dios y acerca de nosotros mismos.
El descubrimiento de la neuroplasticidad es una afirmación asombrosa de la convicción cristiana de permitir que Dios nos transforme mediante la renovación de nuestra mente. Esta convicción afirma también el poder del cambio cognoscitivo.

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” nos dice Proverbios 4.23. El Señor Jesús mismo habló de la verdadera fuente de nuestra conducta: “¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre” (Mt 15.17-20). De la misma forma, Pablo dijo a la iglesia en Roma: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Ro 8.5, 6).

Ninguna técnica terapéutica es capaz de transformarnos como lo hace el Espíritu Santo. Reconocer que se producen cambios neurológicos cuando hay un cambio en nuestra manera de pensar, no disminuye el misterio o el poder de la obra de Dios en nosotros. Pero sí tenemos una opción —podemos dar la bienvenida a esta obra de transformación, o rechazarla. Dios, en su gracia, nos da la libertad de creer.

Cambiar la preocupación significa cambiar lo que creemos acerca de Dios y acerca de nosotros mismos. Si no creemos que Dios es más grande y mejor que nosotros, tenemos todas las razones del mundo para preocuparnos. Pero si creemos que Él es todopoderoso, digno de confianza, justo y bueno, no tiene sentido malgastar nuestra vida viviendo preocupados, sino más bien creyendo y aceptando lo que sabemos que es verdad acerca de Dios, y de quienes somos, como hijos suyos.

Fuente: https://www.encontactoglobal.org/lea/articles/deje-que-dios-cambie-su-mentalidad

El yugo desigual en el matrimonio | D.L. Moody

El yugo desigual en el matrimonio.

D.L.Moody

Creo que el yugo desigual en el matrimonio es la puerta por la cual entran más desgracias a nuestros hogares que por ninguna otra.

Muchas esposas cristianas prometen acompañar y/o apoyar a sus esposos incrédulos en cualquier deseo de su vano corazón con tal de que ellos vayan a la iglesia el domingo.

La esposa cree que de esta manera logrará la conversión del esposo, pero mi experiencia ha sido que, en noventa y nueve casos de cada cien, la mujer pierde su testimonio y es rebajada hasta el nivel del marido.

¿Cómo pueden los hijos de Dios esperar bendiciones, si en contra del mandamiento divino se casan con personas impías?

No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? 2 Corintios 6:14 RVR1960

¿Dónde está su fe?

Jueves 8 Junio

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6

Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Salmo 62:8

¿Dónde está su fe?

Leer Lucas 8:22-25

La escena descrita en Lucas 8, a menudo llamada «Tormenta en el mar», ha inspirado a muchos pintores famosos: Jesús y sus discípulos son representados en una barca zarandeada por el tormentoso mar. Mientras Jesús descansa y duerme plácidamente, los discípulos, aferrados a las cuerdas de la barca, aparecen con rostros aterrorizados por la situación angustiosa.

¿No es esta una ilustración de nuestro comportamiento cuando pasamos por momentos difíciles? Esta escena también nos recuerda que el creyente nunca está solo, especialmente cuando se enfrenta a las pruebas de la vida. Así como Jesús estaba con sus discípulos en medio de la tormenta, también está con nosotros. Al estar cerca de ellos, oyó, vio su angustia e intervino: “Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza” (Lucas 8:24). Estaban asustados, pero pronto se calmaron por la intervención y presencia de su Maestro, quien les dijo: “¿Dónde está vuestra fe?”.

¿Acaso el Señor no tiene que hacernos esta pregunta muy a menudo? Los acontecimientos más pequeños, como los más importantes, están en manos del Dios que nos ama. Él desea que sus redimidos no tengan miedo, sino que estén tranquilos y convencidos de su fidelidad, incluso en medio de las tormentas de la vida.

Confiemos plenamente en él, echando todas nuestras preocupaciones sobre él, porque él cuida de nosotros (1 Pedro 5:7).

2 Reyes 9 – Romanos 14 – Salmo 68:28-35 – Proverbios 16:31-32

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Qué hacer cuando tu hijo es adicto a los videojuegos | Melanie Hempe

Qué hacer cuando tu hijo es adicto a los videojuegos

Melanie Hempe

Estábamos en la carretera, llevando a nuestro hijo mayor de vuelta de su primer año en la universidad, cuando el momento de claridad llegó.

«Mamá, he estado en la cama durante la última semana», dijo Adam. «No salí de mi dormitorio. No terminé mis clases. Ese videojuego me hizo algo».

Nunca olvidaré el shock que sentí. ¿Qué quieres decir con «ese juego me hizo algo»?

En ese momento, seis años de conflicto de repente tenían sentido. Por fin me di cuenta: nuestro hijo estaba atrapado en su mundo virtual y no podía salir.

Problema
Debí haberme dado cuenta de las señales de advertencia en la escuela secundaria, cuando Adam empezó a dejar los deportes y los pasatiempos para jugar más a los videojuegos. También empezó a preferir su mundo de juegos a pasar tiempo con nosotros o ir a la iglesia. Yo odiaba mi nuevo trabajo como mamá policía de los videojuegos, poniendo el temporizador de la cocina y lidiando con constantes conflictos sobre su tiempo de juego.

¿Era normal que un adolescente estuviera horas y horas felizmente encorvado sobre una pantalla en el oscuro sótano? Mis amigas me decían: «Al menos no se mete en problemas. Al menos siempre sabes dónde está». Recuerdo pensar que era un estándar muy bajo. Pero era mi primer hijo, y parecía estar aprendiendo mucho en esa pantalla; al menos, eso es lo que él me decía.

Si sientes que algo va mal en la relación de tu hijo con las pantallas, no ignores esa persistente advertencia interior

Sus hábitos frente a la pantalla empeoraron en noveno grado, cuando su escuela, como muchas otras, dio un computador portátil a cada estudiante. Ese fue un punto de inflexión para nuestra familia, porque perdimos toda capacidad de ayudarle a controlar su tiempo frente a la pantalla. Un día, mientras caminaba por el pasillo de la escuela para reunirme con el consejero y hablar del problema, me crucé con una fila de chicos que jugaban a Call of Duty en sus portátiles regaladas. Me pregunté cómo lo estarían afrontando otros padres.

El resto del tiempo que Adam pasó en la secundaria estuvo lleno de conflictos: el tira y afloja de intentar manejar la vida con su inmanejable obsesión por los juegos. Nos alegramos de que fuera a la universidad; suponíamos que superaría su hábito juvenil y por fin empezaría su vida. Pero nos equivocamos. En el viaje de vuelta a casa, me di cuenta de que nos enfrentábamos a algo más serio que un mal hábito. Tenía todos los síntomas de una adicción.

Investigación
Mi formación es en enfermería, así que me sumergí a fondo en la investigación cerebral relacionada con el uso de videojuegos. Hablé con médicos y neurocientíficos de todo el país y aprendí que la adicción a los videojuegos incluye un componente neuroquímico bien definido. Las resonancias magnéticas muestran que la adicción a los videojuegos es neurológicamente similar a cualquier otra adicción. Al igual que las apuestas y las drogas, el juego secuestra la vía de recompensa de la dopamina. La sobreproducción de dopamina durante el juego desencadena una serie de acontecimientos neuroquímicos que conducen a un anhelo por más. Esto, a su vez, provoca un deterioro del autocontrol y disfunciones en las actividades cotidianas y las relaciones interpersonales, factores determinantes de cualquier adicción.

Adam no exageraba: el juego le había «hecho algo» a su cerebro.

Pasé de pensar en términos de límites parentales —como fijar un toque de queda o no permitir películas de clasificación R— a comprender las implicaciones emocionales y espirituales más profundas de un niño perdido en el mundo virtual. El juego no era un rito de iniciación neutral. Por el contrario, como todas las actividades adictivas, podría potencialmente arrastrar a un niño lejos de los cimientos de su vida familiar y espiritual. Se convierte en el dios de su propio universo en su escapada diaria. Con el tiempo, el mundo virtual puede llegar a ser tan auténtico y tan inmersivo que la necesidad de su familia, de Dios y del gozo natural disminuye.

Redención
Incluso cuando los tiempos eran oscuros y me sentía aislada en esta lucha, sabía que en el fondo había un propósito mayor. 2 Corintios 1:3-5 nos dice que Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos consolar a los que están en cualquier tribulación con el consuelo que hemos recibido de Dios. Me prometí a mí misma que nunca olvidaría el dolor de esta etapa de mi vida para poder ayudar a otras familias a evitar lo que le ocurrió a mi hijo mayor.

Gracias a Dios, nuestra historia está llena de redención. En primer lugar, casi doce años después, a Adam le va bien: sirvió cinco años en el ejército estadounidense y se graduó de la licenciatura. Ahora está terminando la carrera de Derecho y es portavoz de ScreenStrong, una organización sin ánimo de lucro que creamos para salvar a los niños del camino que él tomó. Adam les cuenta que desearía poder recuperar las más de diez mil horas que pasó jugando y perdiéndose en el mundo virtual.

En segundo lugar, a raíz de lo que vivió Adam, mi esposo y yo cambiamos la forma de abordar la tecnología con su hermana y sus hermanos gemelos más pequeños, creando para ellos una infancia libre de videojuegos y teléfonos inteligentes.

¿Radical? Sí. Pero nuestra hija se desenvolvió bien en la escuela secundaria sin teléfonos inteligentes ni redes sociales. Nunca se vio arrastrada al drama de las guerras de mensajes de texto de secundaria ni a las tentaciones de los adolescentes mayores en las redes sociales. Los gemelos están progresando en la escuela secundaria, manteniendo relaciones cara a cara con muchos grupos de amigos, entrenadores y profesores. En lugar de jugar a Fortnite durante cuatro horas diarias, compiten en béisbol y en carreras a campo traviesa, forman parte del consejo estudiantil y disfrutan tocando el violín y el piano. Todas estas son actividades que Adam perdió por el tiempo que invirtió mirando una pantalla con el control del juego en la mano.

A menudo me preguntan si ellos se sienten excluidos. No, mis hijos están muy unidos a sus amigos y a nuestra familia. Este camino ha dado lugar a mucha alegría en nuestro hogar.

En tercer lugar, Dios ha usado la historia de Adam para llegar a muchas familias. Ahora paso mi tiempo ayudando a otras madres y padres que están luchando con problemas de tiempo de pantalla en sus hogares. La educación sobre los efectos de las pantallas en el cerebro se convierte en la luz que brilla en los lugares oscuros. Los padres pueden comprender los efectos del uso excesivo de las pantallas en el desarrollo del niño y tomar las mejores decisiones para su familia. A través de la comunidad, los padres dejan de sentirse aislados y avergonzados. ¿Cuál es el resultado? Se restablecen las relaciones.

Sigamos avanzando
No hay que avergonzarse de cometer errores; nosotros cometimos muchos. Como padres, luchamos por vivir en la tensión entre la soberanía de Dios sobre cada centímetro cuadrado de la creación (citando a Abraham Kuyper) y nuestra responsabilidad de ser fieles administradores de nuestras vidas y guardianes de nuestros hijos.

¿Cómo podemos hacer esto bien? Los elementos adictivos y provocativos de los videojuegos son tan poderosos que creo que es peligroso permitir que entren en nuestros hogares como una actividad valorada durante la infancia y luego esperar que nuestros hijos prosperen. Preparar a nuestros hijos para el fracaso no es protegerlos, no es sabio y no honra a nuestro Creador.

La solución no consiste en privar a nuestros hijos de la diversión, sino en devolverles el gozo profundo de la vida real

Nuestra responsabilidad como padres es proteger a nuestros hijos de los elementos adictivos de la cultura que les hacen daño. Hazte algunas preguntas: ¿Está aumentando el uso de juegos en tu casa con el paso del tiempo? ¿El tiempo dedicado a los juegos está desplazando a los deportes y las aficiones sanas? ¿Están empeorando las notas y las relaciones de su hijo? ¿Su juego lo está distanciando de Dios y de su familia?

Si sientes que algo va mal en la relación de tu hijo con las pantallas, no ignores esa persistente advertencia interior, como hice yo durante mucho tiempo.

Adam me dijo una vez: «Mamá, nunca herirás mis sentimientos si compartes mi historia. Por favor, advierte a todas las familias que puedas».

Todas las familias se enfrentan al maremoto de la tecnología digital en la infancia, pero no todas tienen por qué verse arrastradas por ella. No podemos inmunizar a nuestros adolescentes con controles parentales o más conversaciones. No podemos cambiar el proceso de desarrollo infantil: son inteligentes pero no maduros. No podemos obligar a los niños a ser «sabios» con el tiempo de pantalla, ya que no son adultos con un córtex frontal totalmente conectado.

Pero podemos estar más informados y ser más diligentes a la hora de alinear las actividades de nuestros hijos con nuestros valores. Podemos evitar proactivamente las luchas frente a la pantalla y centrarnos en relaciones sanas. La solución no consiste en privar a nuestros hijos de la diversión, sino en devolverles el gozo profundo en el compromiso con la vida real. Dios creó un mundo para que lo exploren y aventuras para que las vivan en la vida real. Apuntemos hacia Su dirección.

Mantengamos allí también nuestra mirada. Recordemos que Dios es quien nos da nuevas misericordias cada mañana (Lm 3:22-23), sabiduría cuando se la pedimos (Stg. 1:5) y resistencia y ánimo que podemos compartir con otros (Ro 15:5).

La adicción a los videojuegos es real; no tengas miedo de buscar ayuda de padres que han salido del otro lado de sus luchas contra las pantallas. Hay esperanza. Por la gracia de Dios, puedes recuperar a tus hijos y reconectar a tu familia.

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
Nota del editor:
Amy C. Eytchison contribuyó a este artículo.

Melanie Hempe (BSN, Emory University) es la fundadora de ScreenStrong, una organización nacional sin ánimo de lucro que trabaja con las familias para eliminar la dependencia infantil de las pantallas. Ha escrito tres libros para padres y presenta un podcast semanal, ScreenStrong Families. Su trabajo ha aparecido en Psychology Today, The Wall Street Journal, Thrive-Global, A&E Network, CBS, NPR, CNN, el documental Screened Out y diversos medios de comunicación y televisión. Vive en Carolina del Norte con su esposo y sus cuatro hijos.

Consejos de una madre puritana

Estos extractos son tomados del diario de Elizabeth Jollie, la esposa del reverendo Timothy Jollie, quien fue el ministro de la congregación no conformista en Sheffield desde 1681 hasta 1714.

La señora Jollie era la hija del reverendo James Fisher, el pastor expulsado de Sheffield que murió en 1666 cuando Elizabeth tenía 19 años de edad. Habiendo predicado aceptablemente por un año a la congregación de New Hall, Timothy Jollie fue ordenado en el ministerio en abril de 1681 y poco después, el 2 de julio, él y Elizabeth Fisher estaban casados. El diario de Elizabeth muestra que ella no era una mujer común ya que, aunque no era robusta físicamente, poseía un carácter y fe puritanos y era ayudante de su esposo en su familia, la iglesia y la academia Attercliffe. Su carácter pronto fue puesto a prueba, ya que en 1682 Timothy Jollie fue forzado a irse de Sheffield para escapar de ser arrestado debido al Acta de las Cinco Millas de Carlos II de Inglaterra.

El diario comienza en 1683 cuando su primera hija Betty tenía cerca de un año. La señora Jollie parece haber tenido temores sobre su propia seguridad y salud, y estaba ansiosa por dejar constancia de las persecuciones que sufría su esposo, así como por guardar consejos espirituales maternos para su hija en los años siguientes. Al principio, describe cómo esperaba el nacimiento de Betty en los tiempos del Acta de las Cinco Millas, pero que “agradó al Señor el ordenar que su querido padre viniera a casa y se quedara mientras yo trabajaba de miércoles hasta el día del Señor. Luego de esto, él se quedó conmigo algunas semanas y luego fue forzado a retroceder, e ir de la casa de un amigo a la del otro, y algunas veces venía a casa y luego se iba de nuevo. El 19 de enero de 1683, vino a casa y la noche siguiente fue llevado en una muy violenta manera. No le permitirían hablar conmigo”.

Los siguientes dos años conllevaron encarcelamiento, adversidad y mudanza de una casa a la otra por la familia Jollie. En la incertidumbre de la vida, Elizabeth cuidó a la pequeña e indefensa Betty y escribió palabras de consejo espiritual que ayudarían a la siguiente generación de su familia a mantener la herencia del puritanismo que ella tanto amaba. Ella escribe:

“Y ahora, mi querida hija, te dejo pocas cosas sin saber si viviré para tener la oportunidad de hablarte; concretamente:

  1. En cualquier lugar que el Señor por Su providencia te ponga, asegúrate de que Su honor sea la primera y más grande preocupación. Busca primero el reino de Dios, etc.
  2. Sé diligente en hacer tu tarea tanto como sepas.
  3. Nunca te apresures en moverte a un nuevo lugar y condición. Siempre ora al Señor por dirección y pide el consejo de amigos fieles.
  4. Asegúrate, si alguien te confía algo que debe ser guardado en secreto, de ser fiel o habrás primero deshonrado a Dios; segundo, perdido una buena conciencia; tercero, perdido a tu amigo; y cuarto, dado un mal ejemplo.
  5. Si alguien te ha mostrado benevolencia, no le devuelvas con mal después.
  6. No te inclines a escuchar historias contadas por aquellos con los que vives.
  7. No te apresures en creer todo lo que escuchas sin buenos fundamentos para hacerlo.
  8. No te entrometas innecesariamente en los asuntos de otras personas. Ten cuidado de ser una entrometida.
  9. Ten cuidado de contar historias de otros. El Señor me ha hecho ver el gran mal de esto.
  10. Pruébalos conversando antes de confiar en ellos.
  11. Si vives para ser capaz de dar consejos, asegúrate de evaluar bien el asunto y escuchar las circunstancias antes de dar tu opinión.
  12. Asegúrate de ser cuidadosa de hablar algo de alguien o con alguien de lo que luego tengas que arrepentirte.
  13. Sin importar con quién estés, asegúrate de temer de ti misma. Vigila tus pensamientos, palabras, acciones y ojos.
  14. Pasa mucho tiempo leyendo las Escrituras. Pídele a Dios que te ayude a entenderlas.
  15. Asegúrate de rogar al Señor seriamente que te ayude, que tu conversación tanto hacia Dios como hacia los hombres sea sin culpa e inofensiva, como corresponde al Evangelio”.

Habiendo dado a su hija palabras de consuelo en cuanto al vivir cristiano, la señora Jollie reflexionó, no solo acerca de la incertidumbre de la vida, sino también acerca de las dificultades que Betty podría enfrentar en guardarse. Recordando que todos sus bienes habían sido confiscados y los reducidos medios de los no conformistas en general, le aconseja a Betty cómo conducirse en un empleo:

“Mi querida hija, no sé qué porción de este mundo el Señor te dé, pero si no tienes con qué mantenerte, te aconsejaría, antes que ser de carga a alguno de tus amigos, ir a servir si puedes encontrar un buen lugar.

  1. Asegúrate de ir con una familia creyente y también donde puedas expandir tu conocimiento en relación a los asuntos externos de este mundo, y también donde puedas tener algo con qué suplir tus necesidades.
  2. Asegúrate de aprender tu labor, que nadie tenga motivos para hablar mal de ti.
  3. Sé fiel a tu confianza en palabra y hecho. Si tus pares son infieles, repruébalos y aconséjales hacer su labor. Si no te escucharan, díselo a tu amo o ama. Ten cuidado de no ser parte de su pecado con tu silencio.
  4. Si tus pares te hablaran con palabras delicadas, ten cuidado. Pruébalos antes de confiar en ellos.
  5. Ten cuidado ante cualquier carroza encantada3. Está más atenta que nunca en compañía de hombres. No pongas tentaciones delante de ti de ninguna manera. Si te presentan una tentación, aborrécela y sé más que cuidadosa en cómo te rodeas de su compañía.
  6. Si tienes mucho trabajo, asegúrate de siempre apartar tiempo para tu tiempo con Dios en oración y lectura de las Escrituras. Atiende a la oración familiar y a escuchar la Palabra leída. Colosenses 3. 1 Pedro 2.
  7. Está muy dispuesta a aprender aquellas cosas que quieres entender.
  8. Está dispuesta a que te marquen tus errores y ten cuidado ante cualquier respuesta inapropiada tuya”.

Siendo ella misma la hija del fundador de la Iglesia no conformista en Sheffield, Elizabeth Jollie entendía la importancia de estar ligada a una sociedad “recolectora”. Remarca su experiencia para mostrar que ser un miembro de la congregación New Hall no había sido un procedimiento automático, sino que había implicado un serio ejercicio espiritual. Para ella, el valor del camino de gracia y la participación de la Cena del Señor son claros a medida que continúa con sus consejos:

“Mi querida hija, si el Señor suscitara en tu corazón el deseo de unirte como miembro de alguna comunidad y que entonces participes del bendito mandamiento de la Cena del Señor, asegúrate de que la comunidad esté llamada por, y se haya unido en, el evangelio, y que tenga ordenanzas administradas evangélicamente. Fue mi esfuerzo hacerlo y tanto como el Señor me da entendimiento, me uní a una comunidad que caminó más cerca del evangelio que cualquier otra a la que me podría haber unido.

Aunque debo decir, tuve alta estima de y honré otras comunidades por aquí y allá; sin embargo, pienso que a la que me uní fue la más cercana al camino que Dios nos ha trazado para caminar. Debo decirte que me costó muchas oraciones y lágrimas, y buscar en libros que tocaran ese tema antes que llegara a cualquier base de satisfacción.

  1. Si has encontrado una comunidad en la que te sientes satisfecha con sus buenos fundamentos, asegúrate de estar correctamente calificada de acuerdo al Evangelio para ser miembro de ella antes de unírtele.
  2. Debes ser capaz de dar tal muestra de tu fe que satisfaga a las personas con las que te unas.
  3. Analiza tu deber en lo que debes hacer en tal gran relación, tanto con respecto a Dios, tu alma, y las personas con las que te unes. Debo decir que a mí me costó mucho autoexamen y probar mi corazón, como también pedir consejos de mis amigos. Tuve en ello mucho beneficio y consuelo. Me encontré con grandes pruebas después. Si no hubiese entrado en esa etapa de dificultad, hubiese sido mucho peor para mí. Hay una cosa sobre la que no sería optimista, pero desearía que desarrolles relaciones en la iglesia antes de casarte. Encontré en esto un gran beneficio, ya que tuve mucho que hacer luego. Tengo ahora mucho sobre mí más que nunca”.

A este consejo acerca de la conducta general, trabajo y membresía de la iglesia, la señora Jollie agrega consejos a Betty acerca del matrimonio. Su propio matrimonio feliz hasta su muerte en 1709 había visto tiempos de persecución tanto como de prosperidad, y es un ejemplo elocuente a la verdad de las siguientes palabras:

“Mi querida hija, si el Señor por su providencia te llamara al matrimonio,

  1. Asegúrate de no entrar en esa relación antes de derramar tu caso ante el Señor. Ruega por Su dirección. Puedo decirte desde la experiencia que Su presencia está por sobre todas las comodidades. No te apresures.
  2. Asegúrate de poner tu amor donde Dios ha puesto el Suyo. Ten cuidado del que no es hijo de Dios. Consulta a tu padre. No hagas nada sin Su consejo. Entendí que leer mi deber a menudo me ha ayudado a entenderlo y a inclinarme más a hacerlo. Pero fíjate que está bien no leer desmesuradamente, sino meditar en lo que leímos, asentarlo en la mente y trabajar para entenderlo. Así es como me beneficio más de ello”.

Algunas entradas hasta el año 1696 acerca de las providencias y muertes en la familia siguen a los extractos anteriores, mezclados con exhortación a agradecimiento en oración, y en 1688, “Querida Betty, recuerda la Revolución”.4

Leer un consejo tan santo nos lleva a preguntarnos cómo creció Betty años después. Afortunadamente, tenemos más información de ella del diario de su hermano más joven, Timothy. (Debido a que estaba enferma, se fue a vivir con su familia a Londres y murió allí el 17 de noviembre de 1739, a la edad de 57 años.) Su hermano, Timothy habla de ella en su diario:

“En Su voluntad soberana, el sabio Dios me separó de una muy querida familiar, cuyo ejemplo y habla habían sido muy benéficos para mi familia. Mi querida hermana Elizabeth Jollie sufrió de un desorden asmático por 10 años… Al final, sobrepasó sus fuerzas y ella rindió su alma en las manos del que se la dio el 17 de noviembre. Fue enterrada en Bunhill Fields el 23 de noviembre. Que su ejemplo viva con nosotros. Su devoción no se vio afectada, su religión era uniforme, su conocimiento era considerable y su prudencia, extraordinaria; su carácter inofensivo y obediente se ganó una benevolencia universal”. Betty nunca se casó.

La señora Jollie también escribió un segundo diario acerca de la infancia de su hijo, Timothy, ya mencionado arriba. Fue escrito durante 1706, cuando Timothy tenía 14 años. En el diario, cuenta la liberación providencial de muchas enfermedades infantiles y peligros desde que “eras de 11 días de edad, cuando te ofrecimos en bautismo y tu querido padre te bautizó, y honestamente queremos que puedas responder a Su nombre. Deseamos consagrarte al servicio del Señor para trabajar en Su viña si ese es el llamado con el cual lo honrarás más. Sinceramente deseo que Él incline tu corazón y te haga un fiel obrero para ganar muchas almas para Jesucristo”. Ese deseo fue completado, ya que Timothy Jollie junior estudió en la Academia de su padre Attercliffe, y luego de ser asistente en Upper Chapel, en Sheffield, se convirtió en asistente de Matthew Clarke en Miles Lane Chapel, Cannon Street, Londres, E.C., y luego pastor de esa congregación por 31 años.5

Siendo su salud precaria, la señora Jollie se dedicó a escribir consejos espirituales para su hija menor que hacen eco de lo que le había escrito a Betty hacía tiempo. Con una fe firme que había superado las tormentas de persecución y prosperidad, escribe:

“Mi querida hija, no sé por cuánto tiempo tenga a bien el Señor darme la vida, hay muchas alarmas. Por ello, dejo escrito estas cosas para que cuando mires atrás y veas lo que el Señor ha hecho por ti, admires cómo te ha seguido con su bondad y te ha dado misericordia cuando las necesitabas. También te dejo unas cosas que te puedan ser útiles si eres cautelosa en practicarlas.

  1. Asegúrate de orar a Dios diariamente. Trabaja para obtener el asombro de Él en tu corazón y un verdadero sentido de tus necesidades. Presta atención ante la formalidad y busca aceptación en y a través de Cristo Jesús.
  2. Lee cada día la Palabra de Dios. Hazla el hombre de tu consejo, deja que sea la guía para toda tu vida.
  3. Ocúpate constantemente de la palabra predicada cuando le agradare al Señor el concederte el honor. Presta atención ante las excusas insignificantes que se presenten para desviarte de tu labor.
  4. Presta atención ante la hipocresía y la formalidad en todas las tareas que vayas a realizar.
  5. Abunda en meditar en Dios y en Jesucristo y en la eternidad.
  6. Sé muy cautelosa en realizar tareas pertinentes. Cuanto más practiques esto, más cómoda te sentirás en tu vida.
  7. Mi querida hija, sobre todo, sé ungida en Cristo Jesús, sin el cual no podemos ser felices ni aquí ni en lo venidero.
  8. Ora diariamente que Dios te ayude a amarlo y a amar su palabra y mandamientos y a su pueblo, sin importar quienes sean.
  9. Presta atención ante un espíritu crítico. Trabaja para amar la imagen de Dios, donde sea que la veas.
  10. Trabaja para aquella caridad de la que el apóstol habla en 1 Corintios 13. No tomes la religión por nombre; eso es lo que ha hecho tanto mal en esta pobre nación por la que tenemos motivo para lamentar.

La señora Elizabeth Jollie murió en 1709 a la edad de 62 años, habiendo ejemplificado Proverbios 31:10-30: “Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Su valor supera en mucho al de las joyas. En ella confía el corazón de su marido, y no carecerá de ganancias. Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida… Abre su boca con sabiduría, y hay enseñanza de bondad en su lengua… Sus hijos se levantan y la llaman bienaventurada… Engañosa es la gracia y vana la belleza, pero la mujer que teme al Señor, ésa será alabada”.

Este artículo fue publicado primero en la edición de mayo de 1977, edición de Banner of Truth Magazine.

Notas

  1. J.E. Manning, A Good Puritan Woman: Pages from the diary of Mrs Timothy Jollie, (Sheffield Independent Press, 1900)
  2. “A Puritan Woman of Sheffield”. Sheffield Local History Archives. Local Notes and Queries, Vol.2, p 48, 1875.
  3. Suave (lujuriosa) conducta.
  4. “La Revolución Gloriosa’ de 1688 que llevó a William y Mary al trono inglés, y causó al católico romano James II escaparse al extranjero.
  5. Gatty’s Joseph Hunter’s Hallamshire (1869), pp 293 et seq., 425.

Soldados De Jesucristo

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Nuestra misión es predicar el evangelio de la gracia de Dios haciendo un llamado al arrepentimiento y fe en Jesucristo.

Expongamos la idolatría detrás de la ideología | Josué Barrios

Expongamos la idolatría detrás de la ideología

Josué Barrios

Debemos ser compasivos con las personas que sufren disforia de género. Sin embargo, es clave reconocer que ellas son bombardeadas por un engaño llamado «ideología de género», que no les brindará la paz que anhelan. También nuestros hijos son parte del objetivo de la agenda de esta ideología que invade nuestros países. Si amamos la verdad y a las personas, hablaremos la verdad en amor a las personas.

Ahora bien, cuando se trata de responder a la ideología de género, debemos reconocer que ella tiene en su bolsillo el cianuro para su suicidio intelectual, por decirlo de alguna manera. Esta es una razón para encarar con seguridad cualquier diálogo con personas que abracen esta ideología. Tan solo considera algunas de las contradicciones en sus doctrinas:

«No hay diferencias significativas entre el hombre y la mujer», pero la misma idea de ser transgénero y «cambiar de sexo» saca a relucir que sí hay diferencias profundas entre el hombre y la mujer.
«El género es independiente de la biología», pero se espera que las personas con disforia alteren su biología para «cambiar de género» mediante el uso de hormonas y mutilaciones irreversibles sobre cuerpos sanos.
Siguiendo el posmodernismo, se afirma que «toda afirmación de verdad (como los conceptos “hombre” y “mujer”) es solo una construcción social», promovida por algunos para mantener su poder en la sociedad mientras las minorías son oprimidas. Pero si toda afirmación de verdad es una construcción social con este fin… ¿No lo son también los postulados de la ideología de género?
El espacio aquí no basta para hablar de más contradicciones en esta ideología, ni para mencionar cuán absurdas pueden llegar a ser sus conclusiones a nivel público. Tan solo mira, por ejemplo, la lista creciente de «géneros» que puedes escoger en la configuración de tu perfil en Facebook, o piensa en el hecho de que «en un mundo donde millones de personas carecen de cuidados de salud básicos, hay naciones ricas que gastan dinero en la “construcción de vaginas” para hombres saludables».1

Más aún, si puedes definir tu género, ¿por qué no definir también tu edad o color de piel? ¿Qué hacemos con alguien que afirma ser de otra edad, raza o especie? Además, si toda identidad y orientación sexual debe ser afirmada, ¿qué hacemos con los intentos de las minorías que buscan justificar la pedofilia y hasta la bestialidad bajo el lenguaje del «amor»? ¿Cuál es el límite a las implicaciones de esta ideología?

Sí, podemos hablar mucho más sobre las contradicciones y los peligros evidentes de la ideología de género. Es necesario que lo hagamos. Sin embargo, el objetivo de este escrito no es hablar principalmente sobre eso. Quiero invitarte a reflexionar con la Biblia en lo que hay detrás de esta ideología.

Si este conjunto de dogmas es tan irracional y tóxico, ¿por qué tantas personas lo aceptan con fanatismo? Además, ¿cómo entender esa propensión nos ayuda a hablar la verdad en amor frente al engaño ideológico?

La ideología como religión
La Biblia enseña que la razón por la que podemos llegar a abrazar ideas irracionales es que no somos criaturas muy racionales después de todo. Debido a nuestro pecado e idolatría —que consiste en poner a otras cosas en el primer lugar que solo Dios merece y creer que eso nos saciará (Ro 1:21-25; Jer 2:13)—, el Señor en Su justicia nos dejó seguir nuestra mente separada de Él, como una forma de juicio: «Y así como ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios, Dios los entregó a una mente depravada» (v. 29). Es por eso que no pensamos tan bien como debiéramos.

Además, un punto clave sobre nuestra humanidad es que Dios no nos hizo seres puramente racionales. Él nos hizo para que seamos más que simples calculadoras. Dios nos creó en amor para compartir Su deleite con nosotros, para que le adoremos y disfrutemos de comunión con Él para siempre. Por eso nos dio la capacidad de tener deseos, pues la adoración sin afectos sería mera hipocresía. Fuimos hechos para amar y adorar a Dios con todo lo que somos (Mt 22:37), lo que implica ser gobernados por el deseo por Dios.

Nuestros anhelos son capaces de sobreponerse a la razón. De hecho, tendemos a justificar y racionalizar las cosas que deseamos

Como fuimos hechos para adorar, se nos hace imposible no adorar algo. Si Dios no está en el centro de nuestras vidas, no podemos evitar desear algo más que llegue a ocupar el primer lugar y que elevemos como dios. Por eso la esencia del pecado es cambiar la gloria de Dios por algo más y convertirlo en lo más importante y deseable.

En palabras de Santiago, «cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte» (1:14-15). Esto significa que el pecado no surge de la nada, sino que tiene su origen en nuestros deseos desordenados (el significado de la palabra griega traducida como «pasión»)

Somos criaturas más orientadas por nuestros deseos que por la mera razón. Es por eso que saber que codiciar está mal no necesariamente acaba con nuestra codicia (cp. Ro 7:7-8). Nuestros anhelos son capaces de sobreponerse a la razón, de manera que «los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne» (Ro 8:5). De hecho, tendemos a justificar y racionalizar las cosas que deseamos. Nuestros ídolos nos gobiernan, estemos conscientes de eso o no. Por eso Jesús habla del pecado como algo esclavizante (Jn 8:34).

En resumen, todo pecado es idolatría. Por tanto, debajo de toda ideología que pone ideas falsas por encima de la verdad también hay idolatría.

Cuando reconocemos esto, no es difícil detectar cuál es el ídolo detrás de la ideología de género: el yo que quiere definir su identidad y elevar sus deseos desordenados por encima de la verdad, asumiendo el lugar de dios en su vida y pretendiendo que eso lo hará feliz. En este sentido, la ideología de género —como toda ideología en realidad— es una forma de religión basada en una fe mal dirigida (¡y vaya que se requiere mucha fe ante tantas contradicciones en sus doctrinas!).

Debajo de toda ideología que pone ideas falsas por encima de la verdad también hay idolatría

Es por este individualismo que, como Tim Keller ha señalado, mientras que en el mundo romano antiguo acusaban a los creyentes: «Ustedes los cristianos son muy exclusivistas; amenazan el orden social porque no honran a todas las deidades», hoy el mundo occidental posmodernista e individualista nos acusa: «Ustedes los cristianos son muy exclusivistas; amenazan el orden social porque no honran todas las identidades».

Por eso el debate sobre la ideología de género se trata en realidad de una guerra espiritual por los corazones de las personas, contra las fuerzas espirituales que mantienen a las personas cautivas voluntariamente a la esclavitud de la idolatría (cp. Ef 6:12, 2 Co 4:3-4; 2 Ti 2:25-26). No podemos librar esta guerra sin tener en cuenta su dimensión espiritual y sin prepararnos con la armadura que Dios nos provee (Ef 6:10-18).

Aquí es donde aparecen las buenas noticias: nuestro Dios es poderoso y lleno de gracia para librar a las personas de la idolatría y traerlas a Él (1 Ts 1:9; 2 Co 4:6). Lo hizo en quienes hemos creído el evangelio; lo puede hacer también en los demás.

Respondamos ante la idolatría
Los activistas de la ideología de género dicen que el debate al respecto en la esfera pública debe estar exento de dogmas de fe y religión; sin embargo, como vimos, su ideología es una forma de religión y tiene dogmas que abraza por fe. No temamos señalar esto en la medida que sea posible. Identifiquemos la idolatría subyacente debajo de la ideología, en vez de enfocarnos solo en conversar sobre lo irracional y dañina que resulta, pues esto nos permite ir a la verdadera raíz del problema y apuntar a la solución que solo está en Jesús.

Nuestro Señor es el Hijo de Dios que vino a este mundo para vivir perfectamente en nuestro lugar, morir en una cruz por nuestros pecados y resucitar victorioso para traer libertad y vida eterna a todo el que cree en Él. En Cristo podemos tener comunión con Dios y empezar a vivir satisfechos en Él para siempre, de manera que podamos decir junto a Pablo que el vivir es Cristo (porque Él es lo más valioso y precioso que tenemos) y el morir es ganancia (porque la muerte solo nos acerca más a Él; Fil 1:21).

Expongamos la idolatría detrás de la ideología de género. Al hacerlo, expongamos también al Salvador que nos hace libres en verdad

Entonces, no nos conformemos con solo señalar las inconsistencias y consecuencias de la ideología de género. Cavemos más profundo. Esta ideología está mal no solo porque es ilógica y hace daño a las personas, sino primeramente porque nos esclaviza como lo hace todo pecado y porque es una forma de rechazar al Dios para el que fuimos hechos y el diseño con el que nos creó en Su voluntad perfecta. Solo Él es el Dios que puede saciarnos en verdad.

Hermanos, expongamos la idolatría detrás de la ideología. Al hacerlo, expongamos también al Salvador que nos hace libres en verdad (Jn 8:34). Esto no es opcional si queremos hablar la verdad en amor a las personas.

1 Sharon James, Gender Ideology: What Do Christians Need to Know? [Ideología de género: ¿Qué necesitan saber los cristianos?] (Christian Focus, 2019), p. 20.


Josué Barrios

Sirve como Director Editorial en Coalición por el Evangelio. Ha contribuido en varios libros y es el autor de Espiritual y conectado: Cómo usar y entender las redes sociales con sabiduría bíblica. Es licenciado en comunicación y cursa una maestría de estudios teológicos en el Southern Baptist Theological Seminary. Vive con su esposa Arianny y su hijo Josías en Córdoba, Argentina, y sirve en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer como líder de jóvenes. Puedes leerlo en josuebarrios.com, donde su blog es leído por decenas de miles de lectores todos los meses. También puedes seguirlo en Youtube, Instagram, Twitter y Facebook, y suscribirte gratis a su newsletter con contenido exclusivo.

La necesidad de un Salvador

Domingo 7 Mayo
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados.
2 Corintios 5:19
Nuestro Salvador Jesucristo… quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.
2 Timoteo 1:10

La necesidad de un Salvador

La complejidad extraordinaria del cuerpo humano muestra la inteligencia del Creador que lo formó. Dios creó a los seres humanos, los ama y quiere tener comunicación con ellos. Sin embargo, esta obra prodigiosa, notable demostración de lo que es la vida, está destinada a morir un día. La Palabra de Dios lo declara, la sentencia de muerte pesa sobre el ser humano desde que desobedeció a su Creador y así el pecado entró en el mundo (Romanos 5:12). Debido al pecado, ¿la única perspectiva para el hombre será entonces la muerte? ¡No! Es cierto que el pecado creó una separación entre Dios y el hombre (Isaías 59:2), pero “Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9).

Era necesario que Jesús muriese para borrar nuestros pecados y darnos una vida nueva, eterna. Jesús permitió, pues, que lo clavasen en la cruz. Y el Padre recibe con amor a todo aquel que por la fe acepta esa salvación perfecta, ofrecida gratuitamente. ¿Comprendemos el valor que nuestra vida tiene para Dios? Es infinito: no hay amor más grande que dar su vida por los que amamos (Juan 15:13). Arrepentirse reconociendo que somos pecadores ante Dios, y aceptar el sacrificio de Jesús por nosotros, es suficiente para obtener el perdón y la vida eterna.

“¿Quiero yo la muerte del impío? dice el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? Echad de vosotros todas vuestras transgresiones… y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo” (Ezequiel 18:23, 31).

1 Reyes 6 – Marcos 8:22-38 – Salmo 54 – Proverbios 15:1-2

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Ni yo te condeno

Miércoles 1 Marzo
Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más. Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Juan 8:11-12

Ni yo te condeno

Leer Juan 8:1-11

Jesús estaba en el templo de Jerusalén y enseñaba a la multitud. Los escribas y los fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio, la pusieron en medio y dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”.

Jesús no respondió nada, sino que se agachó y empezó a escribir en el suelo. Esta posición de humildad caracterizó su vida entre los hombres. Los acusadores insistieron. Entonces Jesús se levantó y dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Luego se agachó nuevamente y continuó escribiendo. ¡Los acusadores fueron confrontados con sus propias conciencias! Habían interrogado a Jesús, y ahora ellos mismos eran interpelados. Querían la ley para esta mujer, y esta misma ley valía también para ellos. Entonces se retiraron uno a uno… reducidos al silencio. ¡Ellos, que señalaban con el dedo el pecado de la mujer, debieron reconocer su verdadero estado moral!

Jesús quedó solo con la mujer. El pasaje precisa que ella permanecía ahí en medio. Fue la única que no huyó y escuchó lo que Jesús dijo aún: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. En Jesús estaba “la verdad”, que manifiesta el pecado del hombre, y “la gracia” que lo quita delante de Dios y libera al culpable. Esta mujer pudo ser liberada de su pecado porque escuchó y creyó lo que Jesús le dijo. Cada uno de nosotros puede recibir esta palabra de Jesús y experimentar la fuerza y todo el bien que ella hace, si la acepta plenamente.

2 Samuel 21 – Hechos 10:1-24 – Salmo 28:1-5 – Proverbios 10:24-25

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Dios está por mí

Lunes 27 Febrero
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Romanos 8:31-32

Dios está por mí

Como Dios es amor, me ama tal como soy, y se ocupa de mí con ternura y fidelidad.

Como es soberano, su amor y su bondad hacia mí se ejercen continuamente, siempre y en todo lugar.

Como Dios es sabio, sabe mejor que yo lo que necesito.

Como Dios es luz, ilumina los lugares sombríos de mi vida para ponerlos en armonía con lo que él es.

Como Dios es omnisciente (lo sabe todo), sabe en dónde estoy con respecto a él. Conoce mis necesidades interiores, mis preocupaciones, mis tristezas, mucho antes de que yo las sienta.

Como es omnipotente (todopoderoso), me protege en toda situación. Puede liberarme de las tentaciones, vengan de donde vengan, y darme la victoria.

Como Dios es omnipresente (está en todo lugar a la vez), está justo donde yo estoy en este momento, para decirme: «Ánimo, aquí estoy, comprendo las heridas que la vida te inflige… ¡Yo puedo darte la calma, la paz y el gozo! ¡Sí, estoy muy cerca de ti, a tu lado!».

Como Dios es misericordioso, da sin exigir nada a cambio, pero se goza al verme apreciar las bendiciones que me brinda.

“Fíate del Señor de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas”.
Proverbios 3:5-6
2 Samuel 19:24-43 – Hechos 9:1-22 – Salmo 27:5-8 – Proverbios 10:20-21

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