¿Enseña la Biblia el pecado mortal y el venial?

¿Enseña la Biblia el pecado mortal y el venial?

La Iglesia Católica Romana divide el pecado en dos categorías, pecado mortal y pecado venial. El tema del pecado tal como lo enseña la Biblia es uno de los aspectos más importantes para entender la vida con Dios y lo que significa conocerle. En nuestro caminar en la vida, debemos saber cómo responder bíblicamente a nuestro propio pecado y a las manifestaciones de la pecaminosidad de la humanidad que enfrentamos en cada momento, día tras día. Las consecuencias de no tener una comprensión bíblica del pecado y, por lo tanto, no responder al pecado como corresponde, son devastadoras por encima de lo imaginable. Una interpretación incorrecta del pecado puede llevarnos a una eternidad separados de Dios en el infierno. Pero ¡alabado sea el glorioso nombre de nuestro Dios y Salvador Jesucristo! En Su Santa Palabra, Dios ha mostrado claramente lo que es el pecado, cómo nos afecta personalmente y cómo debemos enfrentarlo. Por lo tanto, al tratar de entender los conceptos de pecado mortal y venial, busquemos las respuestas definitivas en la Palabra de Dios, que es todo lo que necesitamos.

Para saber si la Biblia enseña los conceptos de pecado mortal y venial, nos serán de gran utilidad algunas descripciones básicas. Los conceptos de pecado mortal y venial son esencialmente católicos romanos. Los cristianos evangélicos y protestantes pueden o no estar familiarizados con estos términos. Las definiciones prácticas de los pecados mortales y veniales podrían ser las siguientes: Pecado Mortal es «pecado que causa muerte espiritual,» y Pecado Venial es «pecado que puede ser perdonado.» El pecado venial se usa siempre en contraposición al pecado mortal. Los pecados mortales son aquellos pecados que excluyen a las personas del reino; los pecados veniales son aquellos pecados que no excluyen a las personas de él. El pecado venial difiere del pecado mortal en el castigo que conlleva. El pecado venial merece un castigo temporal que se paga con la confesión o con el fuego del purgatorio, mientras que el pecado mortal merece la muerte eterna.

En el Catecismo de la Iglesia Católica se encuentra esta descripción del pecado mortal: «Para que un pecado sea mortal, deben cumplirse simultáneamente tres condiciones: ‘Pecado mortal es aquel cuyo objetivo es un asunto grave y que, además, se comete con pleno conocimiento y deliberado consentimiento'». De acuerdo con el Catecismo, «el asunto grave se especifica en los Diez Mandamientos». El Catecismo afirma además que el pecado mortal «produce la pérdida del amor y la privación de la gracia de santificación, es decir, del estado de gracia. Si no se redime mediante el arrepentimiento y el perdón de Dios, provoca la exclusión del reino de Cristo y la muerte eterna del infierno».

En cuanto al pecado venial, el Catecismo afirma lo siguiente: «Se comete pecado venial cuando, en un asunto menos grave, no se observa la norma prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en un asunto grave, pero sin total conocimiento o sin pleno acuerdo. El pecado venial debilita la caridad; manifiesta un afecto desordenado por los bienes de la creación; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y en la práctica del bien moral; merece pena temporal. El pecado venial intencionado y sin arrepentimiento nos predispone poco a poco a cometer el pecado mortal. Sin embargo, el pecado venial no nos pone en oposición directa con la voluntad y la amistad de Dios; no rompe la alianza con Dios. Con la gracia de Dios es un pecado humanamente reparable. ‘El pecado venial no priva al pecador de la gracia de la santificación, de la amistad con Dios, del amor y, por consiguiente, del gozo eterno'».

En pocas palabras, el pecado mortal es una violación intencional de los Diez Mandamientos (de pensamiento, palabra u obra), que se comete con pleno conocimiento de la gravedad del asunto, y tiene como consecuencia la pérdida de la salvación. La salvación se puede recuperar mediante el arrepentimiento y el perdón de Dios. El pecado venial puede ser una violación de los Diez Mandamientos o un pecado de naturaleza menor, pero se comete sin intención y/o sin pleno consentimiento. Aunque perjudica la relación con Dios, el pecado venial no implica que se pierda la vida eterna.

Bíblicamente, los conceptos de pecado mortal y venial presentan varios problemas: en primer lugar, estos conceptos presentan una imagen antibíblica de cómo Dios ve el pecado. La Biblia afirma que Dios será justo e imparcial a la hora de castigar el pecado y que en el día del juicio algunos pecados merecerán mayor castigo que otros (Mateo 11:22, 24; Lucas 10:12, 14). Sin embargo, el hecho es que todos los pecados recibirán el castigo de Dios. La Biblia enseña que todos pecamos (Romanos 3:23) y que la justa compensación por el pecado es la muerte eterna (Romanos 6:23). Más allá de los conceptos de pecado mortal y venial, la Biblia no afirma que algunos pecados merezcan la muerte eterna mientras que otros no. Todos los pecados son mortales en cuanto que un solo pecado hace que el culpable merezca la separación eterna de Dios.

El Apóstol Santiago explica este hecho en su carta (Santiago 2:10): «Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos (LBLA)». Notemos el uso que hace de la palabra «tropieza». Significa equivocarse o caer en el error. Santiago está pintando un cuadro de una persona que está tratando de hacer lo correcto y, sin embargo, tal vez sin querer, comete un pecado. ¿Cuál es la consecuencia? Dios, a través de su siervo Santiago, afirma que cuando una persona comete un pecado, aunque sea involuntario, es culpable de quebrantar toda la ley. Una buena ilustración de este hecho es imaginarse una ventana grande y entender que esa ventana es la ley de Dios. No importa si una persona lanza una piedrita muy pequeña a través de la ventana o varias piedras grandes. El resultado es el mismo: la ventana se rompe. De la misma manera, no importa si una persona comete un pecado pequeño o varios pecados grandes. El resultado es el mismo–la persona es culpable de quebrantar la ley de Dios. Y el Señor declara que no dejará impune al culpable (Nahum 1:3).

En segundo lugar, estos conceptos presentan una imagen antibíblica del pago que hace Dios por el pecado. En ambos casos de pecado mortal y venial, el perdón de la transgresión depende de que el ofensor haga algún tipo de restitución. En el Catolicismo Romano, esta restitución puede consistir en confesarse, hacer una oración determinada, recibir la Eucaristía u otro ritual similar. La idea básica es que para que el perdón de Cristo se aplique al infractor, éste debe realizar alguna obra, y entonces se concede el perdón. El pago y el perdón de la transgresión dependen de las acciones del ofensor.

¿Es esto lo que la Biblia enseña con respecto al pago por el pecado? La Biblia enseña claramente que el pago por el pecado no se encuentra ni se basa en las acciones del pecador. Considere las palabras de 1 Pedro 3:18, «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu». Fíjate en la redacción: «Cristo padeció una sola vez por los pecados». Este pasaje enseña que para la persona que está creyendo en Jesucristo, todos sus pecados han sido resueltos en la cruz. Cristo murió por todos ellos. Esto incluye los pecados que el creyente cometió antes de la salvación y los que ha cometido y cometerá después de la salvación.

Colosenses 2:13 y 14 confirma este hecho: «Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, [Dios] os dio vida juntamente con él [Cristo], perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz». Dios «nos ha perdonado todas nuestras transgresiones». No sólo los pecados del pasado, sino todos ellos. Los clavó en la cruz y los quitó de en medio. Cuando Jesús, en la cruz, dijo: «Consumado es» (Juan 19:30), estaba afirmando que había cumplido todo lo necesario para conceder el perdón y la vida eterna a los que creyeran en Él. Por eso Jesús dice en Juan 3:18 que «el que cree en Él [Jesús] no es condenado». Pablo declara este hecho en Romanos 8:1: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» ¿Por qué los creyentes no son juzgados? ¿Por qué no hay condenación para los que están en Cristo Jesús? Es porque la muerte de Cristo satisfizo la justa ira de Dios contra el pecado (1 Juan 4), y ahora los que confían en Cristo no soportarán la pena de ese pecado.

Mientras que los conceptos de pecado mortal y venial ponen en manos del infractor la responsabilidad de obtener el perdón de Dios por una determinada transgresión, la Biblia enseña que en la cruz de Cristo se perdonan todos los pecados del creyente. La Biblia enseña de palabra (Gálatas 6:7 y 8) y con el ejemplo (2 Samuel 11-20) que cuando un cristiano se involucra en el pecado, puede cosechar consecuencias temporales, físicas, emocionales, mentales y/o espirituales. No obstante, el creyente nunca tiene que volver a obtener el perdón de Dios debido al pecado personal porque la Palabra de Dios declara que la ira de Dios hacia el pecado del creyente fue satisfecha completamente en la cruz.

Tercero, estos conceptos presentan una imagen antibíblica del trato que Dios tiene con Sus hijos. Claramente, según el Catolicismo Romano, una de las consecuencias de cometer un pecado mortal es que le quita la vida eterna al ofensor. Asimismo, según este concepto, Dios concederá de nuevo la vida eterna mediante el arrepentimiento y las buenas obras.

¿Acaso la Biblia enseña que una persona verdaderamente salva por Dios a través de Cristo puede perder su salvación y recuperarla? Evidentemente no lo enseña. Una vez que una persona ha puesto su fe en Cristo para perdón de pecados y vida eterna, la Biblia enseña que esa persona está eternamente segura–no puede perderse. Consideremos las palabras de Jesús en Juan 10:27-28: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano». Pensemos también en las palabras de Pablo en Romanos 8:38-39: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

Reflexionando sobre el hecho de la total satisfacción de la ira de Dios hacia nuestro pecado en la muerte de Cristo, nuestros pecados no pueden separarnos del amor de Dios. En amor, Dios decide tomar la muerte de Cristo como pago por los pecados de los creyentes y no los tiene en cuenta contra el creyente. Así, cuando el creyente comete un pecado, el perdón de Dios en Cristo ya está presente y, aunque el creyente pueda experimentar consecuencias de su propio pecado, el amor y el perdón de Dios nunca están en peligro. En Romanos 7:14-25, Pablo afirma claramente que el creyente luchará con el pecado durante toda su existencia terrenal, pero que Cristo nos salvará de este cuerpo de muerte. Y por tanto, «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). Mientras que el concepto de pecado mortal enseña que una persona puede perder su salvación a través del pecado personal, la Biblia enseña que el amor y el favor de Dios nunca se apartarán de Sus hijos.

Algunos afirman que 1 Juan 5:16-17 es una prueba del concepto de pecado mortal y venial. En ese pasaje Juan dice: «Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte». Consideramos que la «muerte» que se menciona aquí es la muerte física, no la muerte eterna en el infierno. Cuando una creyente continua en pecado sin arrepentirse, eventualmente llegara al punto en que Dios decida removerlo de este mundo. Dios a veces purifica Su iglesia removiendo a aquellos que obstinadamente lo desobedecen. El «pecado que lleva a la muerte» no resulta en la pérdida de la salvación, sino en la pérdida de la vida terrenal (ver 1 Corintios 11:30).

La gracia de Dios no sólo redime al creyente de toda acción contraria a la ley, sino que también lo guía a una vida santa y hace que sea celoso de las buenas obras. Esto no significa que el creyente nunca peque, sino que su pasión será honrar a Dios debido a la gracia de Dios obrando en la vida del creyente. El perdón y la santidad son dos lados de la misma moneda de la gracia de Dios–van juntos. Aunque a veces un creyente puede tropezar y caer en pecado–quizás hasta de una manera muy grave–el camino principal y la dirección de su vida será de santidad y pasión por Dios y Su gloria. Si uno sigue los conceptos de pecado mortal y venial, él o ella puede ser engañado a ver el pecado con una actitud frívola, pensando que él o ella puede pecar a voluntad y simplemente buscar el perdón de Dios en un momento determinado según su deseo personal. La Biblia nos enseña que el verdadero creyente nunca verá el pecado con ligereza y se esforzará, en la fortaleza de la gracia de Dios, por vivir una vida santa.

Basándonos en esta verdad bíblica, los conceptos de pecado mortal y venial no son bíblicos y deberíamos rechazarlos. En la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, el problema de nuestro pecado está completamente resuelto, y no necesitamos mirar más allá de esa asombrosa demostración del amor de Dios por nosotros. Nuestro perdón y nuestra buena relación con Dios no dependen de nosotros, ni de nuestros defectos, ni de nuestra fidelidad. El verdadero creyente debe fijar sus ojos en Jesús y vivir a la luz de todo lo que Él hizo por nosotros. El amor y la gracia de Dios son realmente asombrosos. Vivamos a la luz de la vida que tenemos en Cristo. Por el poder del Espíritu Santo, que seamos victoriosos sobre todo pecado, ya sea «mortal», «venial», intencional o no intencional.

Fuente: https://www.gotquestions.org/Espanol/pecado-mortal-venial.html

El gobierno y la guerra by John MacArthur

El gobierno y la guerra
Serie: Comentarios MacArthur

“Porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:4).

No está mal que los cristianos esperen recibir de sus gobiernos protección de la vida y la propiedad. Pablo aprovechó la función que el gobierno tiene de promover lo bueno cuando usó su ciudadanía romana para asegurar un juicio justo al apelar a César (Hch. 25:11). El apóstol también experimentó la protección de la ley romana mientras estuvo en Éfeso en su tercer viaje misionero. Cuando una multitud fue incitada en su contra por Demetrio el platero, el escribano de la ciudad protegió a Pablo bajo su custodia y advirtió a la muchedumbre que no se alborotaran: «Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir» (Hch. 19:38-39). . . .

Artículo Fuente: https://www.sermonaudio.com/sermons/52913181871


¿Qué es el cesasionismo? | Got Questions

¿Qué es el cesasionismo?

El cesasionismo es la creencia de que los “dones milagrosos” de las lenguas y la sanidad ya han cesado – que el fin de la era apostólica marcó el fin de los milagros asociados con esa era. La mayoría de los cesasionistas creen que, mientras que Dios puede y aún realiza milagros hoy en día, el Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para llevar a cabo señales milagrosas.

Los registros bíblicos muestran que los milagros se produjeron durante determinados períodos específicos con el propósito de autentificar un nuevo mensaje de Dios. A Moisés se le concedió realizar milagros para autentificar su ministerio ante el faraón (Éxodo 4:1-8). Elías realizó milagros para autentificar su ministerio ante Acáb (1 Reyes 17:1;18:24). Los apóstoles realizaron milagros para autentificar su ministerio ante Israel (Hechos 4:10, 16).

El ministerio de Jesús también fue marcado por milagros, a los que el apóstol Juan llama “señales” (Juan 2:11). Lo que Juan quería decir es que los milagros eran la prueba de la autenticidad del mensaje de Jesús.

Después de la resurrección de Jesús, mientras la Iglesia se establecía y el Nuevo Testamento estaba siendo escrito, los apóstoles lo demostraban con “señales” tales como las lenguas y el poder para sanar. “Así que las lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos.” (1 Corintios 14:22, un verso que dice claramente que el don nunca fue para edificar a la iglesia).

El apóstol Pablo predijo que el don de lenguas acabaría (1 Corintios 13:8). Aquí exponemos seis pruebas de que ya han cesado:

1) Los apóstoles, a través de quienes vinieron las lenguas, fueron únicos en la historia de la iglesia. Una vez que su ministerio fue concluido, la necesidad de señales que lo autentificaran dejó de existir.

2) Los dones de milagros (o señales) solo son mencionados en las primeras epístolas, tales como 1 Corintios. Los libros posteriores, tales como Efesios y Romanos, contienen pasajes detallados sobre los dones del Espíritu, pero los dones de milagros ya no son mencionados, aunque Romanos menciona el don de la profecía. La palabra griega traducida como “profecía” significa “declarar” y no necesariamente incluye la predicción del futuro.

3) El don de lenguas era una señal para el Israel incrédulo de que la salvación de Dios ahora estaba disponible para otras naciones. Ver 1 Corintios 14:21-22 e Isaías 28:11-12.

4) El don de lenguas era inferior al de la profecía (predicar). Predicar la Palabra de Dios edifica a los creyentes, mientras que las lenguas no lo hacen. Se les dice a los creyentes que procuren profetizar más que hablar en lenguas (1 Corintios 14:1-3).

5) La historia indica que las lenguas cesaron. Las lenguas ya no son mencionadas en absoluto por los Padres Post-apostólicos. Otros escritores tales como Justino Mártir, Orígenes, Crisóstomo y Agustín, consideraron que las lenguas fueron algo que sucedió solo en los primeros días de la Iglesia.

6) Observaciones actuales confirman que el milagro de las lenguas ha cesado. Si el don estuviera aún vigente, no habría necesidad de que los misioneros asistieran a escuelas de idiomas. Los misioneros podrían viajar a cualquier país y hablar cualquier lenguaje fluidamente, así como los apóstoles fueron capaces de hacerlo en Hechos 2. Respecto al don de sanidad, vemos en las Escrituras que la sanidad estaba asociada con el ministerio de Jesús y los apóstoles (Lucas 9:1-2). Y vemos que al finalizar de la era apostólica, la sanidad, al igual que las lenguas se volvieron menos frecuentes. El apóstol Pablo, quien resucitó a Eútico (Hechos 20:9-12), no sanó a Epafrodito (Filipenses 2:25-27), ni a Trófimo (2 Timoteo 4:20), ni a Timoteo (1 Timoteo 5:23), ni aún a sí mismo (2 Corintios 12:7-9). Las causas del “fracaso en sanar” de Pablo son: 1) el don nunca tuvo como propósito sanar a todo cristiano, sino el autentificar el apostolado (2 Corintios 2:12; Hebreos 2:4); y 2) la autoridad de los apóstoles ya había sido probada suficientemente, no habiendo ya más necesidad de milagros posteriores.

Las razones arriba expuestas son la evidencia para el cesasionismo. De acuerdo a 1 Corintios 13:13-14, haríamos bien en “seguir el amor,” el mejor de todos los dones. Si debiéramos desear dones, hemos de desear declarar la Palabra de Dios, para que todos sean edificados.

Artículo Fuente: https://www.gotquestions.org/Espanol/Cesasionismo.html

¿Biblia física o Biblia en el teléfono? | Josué Barrios

¿Biblia física o Biblia en el teléfono?
Josué Barrios

Hace poco me preguntaron en una entrevista cuál es mi opinión en el debate de si es mejor leer la Biblia en física o leerla más bien en el teléfono. Es una pregunta tan común cuando hablamos de la vida cristiana en la era digital, que me gustaría compartir mi respuesta en este artículo, esperando ser útil.

La Biblia en el teléfono: un regalo
Para empezar, es una bendición increíble que en nuestros teléfonos podamos acceder al instante a cientos de versiones de la Biblia en decenas de idiomas. Esta es una evidencia de cómo Dios obra por medio de Su iglesia para que Su Palabra llegue hasta lo último de la tierra. En nuestros países ya alcanzados por el evangelio, y con cierta historia de influencia cristiana, nadie puede decir que la Biblia es inaccesible o que hay escasez de traducciones. ¿Estamos agradeciendo a Dios por eso?

Más aún, hay cosas que podemos hacer con la Biblia en el teléfono que no podemos hacer —al menos no fácilmente— con la Biblia en físico. Podemos buscar palabras con facilidad, consultar comentarios bíblicos confiables, escuchar los capítulos en vez de leerlos, usar etiquetas para recordar o guardar versículos sobre temas relacionados.

También podemos ir con rapidez al griego o el hebreo para entender mejor una palabra, y consultar varias versiones al mismo tiempo mientras las comparamos, por mencionar tan solo algunas cosas que podemos hacer. Estas herramientas y opciones digitales son valiosas en el estudio de la Biblia. Acudo a ellas con frecuencia cuando preparo sermones, aunque prefiero hacerlo en mi laptop y no tanto en mi teléfono.

Todo esto para decir que vivimos en tiempos privilegiados. Sin duda, hay ciertas ventajas en la Biblia digital para ciertos tipos de lectura (investigación, estudios, traducciones, etc.). En nuestro amor por la Biblia física, no menospreciemos el regalo de la Biblia digital. No obstante, cuando se trata de mi lectura personal diaria —ese momento del día en que me acerco a la Palabra para escuchar a Dios y derramar mi corazón delante de Él — prefiero un millón de veces más la Biblia en físico. También la prefiero cuando se trata de llevar la Biblia a la iglesia.

¿Por qué prefiero la Biblia física?
No todo son ventajas cuando hablamos de la Biblia en el teléfono. Estas son mis razones para recomendar priorizar la Biblia física para la lectura diaria y personal, y también para el uso en la iglesia:

1) Retenemos mejor lo que leemos, y realizamos una lectura más inmersiva, cuando leemos en físico.

Leer la Biblia en el teléfono, tablet o laptop hace que sea más fácil leerla como leemos todo lo demás en una pantalla, en especial cuando navegamos en internet: «escaneando» en vez de profundizando y meditando. (Si lees inglés, te recomiendo el libro Reader, Come Home, de Maryanne Wolf, quien habla profundiza en este asunto). Me pregunto si esta es una de las razones principales por las que el cristianismo es muy superficial en gran parte de la iglesia de hoy.

2) Cuando leemos la Biblia en el teléfono, es más fácil distraernos.

Puede que recibamos notificaciones que desvíen nuestra atención a las tareas que tenemos por hacer, o a lo que otras personas están haciendo o diciendo. Es tentador cerrar la aplicación de la Biblia para abrir las redes sociales o ver si tenemos algo nuevo en WhatsApp.

Podemos incluso distraernos con notificaciones y anuncios publicitarios dentro de la misma aplicación que usemos para la lectura bíblica, consumiendo publicidad sobre un nuevo libro devocional o podcast cristiano, o lo que sea. Por supuesto, no todas las aplicaciones para leer la Biblia son así, pero muchas poseen esta característica.

3) Muchas aplicaciones populares para leer la Biblia se han convertido prácticamente en redes sociales.

En ellas podemos compartir nuestros versículos favoritos de la lectura diaria, nuestros comentarios al respecto, y darnos «me gusta» entre nosotros cuando llevamos buenas rachas de lecturas o nos gusta alguna reflexión que escribimos mientras leímos la Palabra.

¿Cuál es el problema aquí? Que de repente nuestra lectura de la Biblia se trata menos de lo que Dios dice en su Palabra, y más de escuchar o reflexionar en lo que nosotros decimos u opinamos sobre ella. Entonces somos tentados a profundizar menos en la Escritura, y más bien enfocarnos en tener algo para compartir, comparar nuestras lecturas con las de otras personas, distraernos con lo que otros dicen, o perseguir también golpes de dopamina como en las redes sociales.

En estas aplicaciones para leer la Biblia, es fácil olvidar que Jesús nos llama a que nuestra vida de oración sea primeramente en secreto. Es fácil caer en la trampa de compartir nuestras oraciones y pensamientos sobre la Biblia en público para ser alabados por las personas, al ser considerados más espirituales (Mt 6:1-8).

4) Leer la Biblia en el teléfono puede llevarnos a restarle valor a la Palabra.

Me refiero a que cuando leemos la Biblia en los mismos dispositivos en los que consumimos mucho contenido trivial o inferior en importancia (videos, memes, música, etc.), podemos llegar a ver la Biblia —de manera subconsciente— como más contenido de ese tipo. El medio es el mensaje, decía Marshall McLuhan.

Cuando se trata de la lectura de la Biblia, no podemos ignorar que leerla en el teléfono nos va a llevar a verla como vemos otras cosas en nuestros teléfonos, tal como explico con más detalle en mi libro Espiritual y conectado. En especial cuando reconocemos que en nuestros teléfonos y las redes sociales lo que se prioriza por lo general es el entretenimiento.

Por supuesto, esto no impedirá que la Palabra de Dios siga siendo la Palabra de Dios. Dios todavía puede usarla poderosamente. Además, alabo a Dios por algunas aplicaciones de lectura bíblica diseñadas de manera preciosa para transmitir hasta cierto punto la trascendencia y belleza de la Palabra. Pero de nuevo, no podemos ignorar los efectos en nuestros corazones de trivializar sutilmente la Biblia debido al medio en que la leemos .

5) Por último, leer la Biblia física hace más evidente a otros que estamos leyendo la Biblia.

Esto es importante en la iglesia local. Si leo la Biblia en mi teléfono, otras personas (o incluso mi hijo) pueden suponer que estoy en Instagram o WhatsApp. El predicador, al ver a las personas viendo con atención las pantallas de sus dispositivos, no puede tener certeza de que sus oyentes en verdad están siguiendo el sermón.

En contraste, cuando llevamos la Biblia en físico a la iglesia, podemos comunicar mejor que queremos escuchar a Dios. De una manera sutil, podemos ser de aliento para nuestros hermanos y para el predicador, animándonos a leer la Palabra con mayor atención y entrega.

Recomendación final
Así que si vas a leer la Biblia en el teléfono en vez de leerla en física, mi consejo es que tengas estas cosas en cuenta y seas cuidadoso de cómo lo hagas.

Escoge con sabiduría cuál aplicación usarás (recomiendo Bible Study, de OliveTree) y con quienes tendrás contacto en ella si tiene funciones sociales. Escoge un círculo de contactos que sea cercano, a quienes conozcas en persona. Ten cuidado de buscar la aprobación de los demás o presumir tu espiritualidad al compartir lo que reflexionas o lees en la Palabra. Minimiza las distracciones que puedas tener en la aplicación o tu dispositivo. En especial, busca leer la Biblia por encima de las reflexiones devocionales escritas por alguien más, por más útiles que puedan ser.

Pero sobre todo, prioriza la lectura en físico de la Palabra en tu vida devocional para tu crecimiento espiritua l. De hecho, recomiendo mucho leerla antes de usar tu teléfono en las mañanas. Por supuesto, siempre será mejor leer la Biblia en digital que no leer la Biblia en absoluto. Pero ¿por qué conformarnos con la Biblia digital para la lectura personal cuando podemos leer la Biblia en físico y tener lecturas más atentas que nos cambien de maneras más profundas?

Artículo fuente: https://josuebarrios.com/biblia-fisica-telefono/

Lo que Satanás puede y no puede hacer | Peter Masters

Lo que Satanás puede y no puede hacer

By Dr Peter Masters

Con el Calvario ante Él, el Señor pronunció estas notables palabras – “Ahora es el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. Se refería a su inminente sufrimiento en la cruz del Calvario, que llevaría a cabo de inmediato para la salvación de su pueblo y el juicio de Satanás. Desde el momento del Calvario Satanás sería frenado en su poder, un enemigo derrotado, todavía capaz de obrar mucha maldad hasta el día final, pero severamente limitado.

Pero, ¿cómo fue exactamente expulsado Satanás por la muerte de Cristo? Sabemos que la muerte de Cristo salvó a un gran número de personas de la muerte eterna, y al hacerlo, salvó a la raza humana de extinguirse. Desde la Caída del hombre en el jardín del Edén ni una sola persona viviría una vida perfecta, ni nada que se le pareciera. Por lo tanto, toda la raza humana estaría condenada, dejando a Satanás triunfante y victorioso. Al tentar a Adán y Eva habría frustrado totalmente el propósito de Dios al crear la raza humana, y Dios parecía haber fracasado en su designio. Satanás podría alardear a través del tiempo como el asesino y conquistador de la raza humana, y, en cierto sentido, el conquistador de su Creador.

Pero Cristo vino como representante de Su pueblo, y de todas las maneras concebibles obedeció a Su Padre, incluso hasta la muerte de cruz. Y a través de esa obediencia perfecta que culminó en el Calvario, Su pueblo (y por lo tanto la raza  humana) fue salvado de la condenación. Por Su justicia y expiación, una raza humana constante fue comprada, para que una tierra glorificada pudiera ser atestada por personas rescatadas. La raza humana ya no sería un concepto fallido, y el diseño de Dios sería restaurado y redimido.

El aparente triunfo de Satanás fue aplastado, dejándolo susceptible de juicio y freno. Ya no podría alejar a la gente de la Verdad.

El freno del poder de Satanás después del Calvario se revela claramente en el Nuevo Testamento. El Salvador habló, por ejemplo, de cómo “por el dedo de Dios ” expulsó a los demonios, para señalar que el reino había llegado (Lucas 11.20). Este era un lenguaje de juicio, que se refería a una limitación del poder satánico que operaba desde ese momento.

Los propios demonios sabían que Cristo pondría fin a su libertad, y esto se ve en sus gritos angustiados cuando el Señor los expulsó. La posesión era común en tiempos de Cristo, pero Su ministerio marcó el fin de la libertad demoníaca para ocupar las almas humanas a voluntad. Somos conscientes de que hoy en día todavía hay algunos informes de posesión demoníaca al estilo del Nuevo Testamento, pero solo cuando las personas han invitado voluntariamente (y enérgicamente) a los demonios a sus vidas mediante una profunda participación en prácticas ocultas. (Ignoramos las afirmaciones no auténticas de posesión demoníaca hechas dentro del movimiento carismático). Satanás a través de sus demonios ya no puede entrar sin invitación en las almas humanas para poseerlas desde la obra de Cristo, siendo éste un aspecto de la “expulsión” de Satanás.

Otra de las limitaciones de Satanás es que no se le permite revelarse o mostrarse, viéndose obligado a trabajar totalmente en secreto y con sigilo. Es un enemigo despiadado de todas las almas humanas, pero la no aparición es una contención significativa de su poder. Aprendemos en 2 Tesalonicenses 2 que Satanás debe contentarse con una persona designada, el hombre de pecado, que aparecerá en su nombre al final de los tiempos, solo para ser inmediatamente destruido por el resplandor de la venida de Cristo.

Satanás es ahora un vagabundo espiritual, poderoso, sí, con una vasta hueste de ángeles caídos a sus órdenes, pero debe tentarnos desde “fuera”, y asegurarse de tener nuestra cooperación para todo lo que quiere que hagamos. Ciertamente es el príncipe de este mundo, pero un príncipe sin palacio ni derechos, un príncipe desposeído y condenado.

Esta limitación de Satanás también se menciona en el libro del Apocalipsis, capítulos 12 y 20, el último de los cuales nos dice que Satanás sería atado durante la era cristiana para que no pudiera engañar más a las naciones manteniéndolas en una oscuridad espiritual total. Todas las naciones serían penetradas por el Evangelio de Cristo.

Leemos en Efesios 4.8 que en el Calvario Cristo llevó cautiva la cautividad, atando a una multitud de cautivos: el diablo y sus demonios. En Colosenses 2.15 se nos dice que Cristo “despojó a los principados y a las potestades”, exhibiéndolos públicamente y triunfando sobre ellos. En otras palabras, les quitó poderes y los contuvo, términos usados para describir el freno o limitación del diablo y sus huestes. Sin embargo, repetimos que sigue siendo hasta el último día un enemigo peligroso y maligno de las almas, y por esta razón necesitamos saber todo lo que podamos sobre sus poderes y limitaciones.

Poderes de los ángeles

Sabemos mucho de Satanás por el hecho de que es un ángel, aunque caído. Como tal, fue creado sin cuerpo ni aspecto físico, pues los ángeles no tienen cuerpo, a menos que Dios los revista de una apariencia temporal para enviarlos como mensajeros o testigos al mundo, como en el caso de los ángeles que se sentaron en la tumba de Cristo. Es evidente que los ángeles tienen una apariencia en el Cielo, pero normalmente no son visibles a los ojos humanos en la Tierra.

Los ángeles son inmortales solo por el permiso y el poder sustentadores de Dios. Leemos en las Escrituras que tienen misteriosas diferencias de “rango”, por lo que hay ángeles superiores. Aunque son espíritus, actúan en dimensiones de tiempo y espacio, pues no son infinitos ni están fuera del tiempo, como Dios.

Es evidente que los ángeles tienen una inteligencia poderosa, y aunque llegará el día en que los creyentes, como personas glorificadas en el Cielo, serán mayores que los ángeles, mientras estemos en la Tierra no tenemos sus poderes mentales. Ellos ‘sobresalen en fuerza’, dice la Escritura, lo que los coloca por encima de las personas en la Tierra en capacidad.

Los ángeles tienen un gran conocimiento, pero éste tiene un límite. Así, por ejemplo, se nos dice en Efesios 3.10 que contemplan maravillados desde el Cielo la conversión y santificación de los hombres en la Tierra, maravillándose de cada caso y aprendiendo acerca de la “multiforme sabiduría de Dios”. La era del Evangelio ha sido una inmensa educación para los ángeles más elevados.

Esto demuestra también que los ángeles no pueden adivinar el futuro, aparte de conocer la Palabra de Dios, como también nosotros podemos conocerla. Cuando las profecías del Antiguo Testamento comenzaron a cumplirse con la venida de Cristo, observaron con asombro estos acontecimientos, cosas que “anhelan mirar los algeles” (1 Pedro 1.12). En esto no se parecen a Dios, cuyo conocimiento es infinito, y que conoce continuamente todas las cosas que suceden a lo largo de la historia eterna.

Está claro que los ángeles tienen poder para comunicarse entre sí. No pueden crear nada ni matar a nadie a voluntad, aunque a veces pueden ser designados por Dios como Sus agentes para poner fin a la vida. Incluso Satanás se muestra buscando el permiso expreso de Dios para infligir enfermedades y quitar la vida en el libro de Job. Los ángeles no pueden hacer estas cosas por sí mismos. Los ángeles no pueden cambiar las sustancias terrenales, alterando un elemento en otro, ni pueden alterar o anular las leyes de la naturaleza, excepto bajo la dirección de Dios. Están sujetos a estas limitaciones. De esto se deduce que los ángeles no pueden hacer milagros a menos que Dios les dé poder para ello.

Como ángeles caídos, Satanás y sus huestes demoníacas comparten todas estas limitaciones. Y aquí hay otra limitación, común tanto a los ángeles buenos como a los malos, y que es de gran importancia para nosotros en nuestra batalla contra el diablo. Los ángeles no pueden escudriñar nuestros corazones ni leer nuestros pensamientos. No pueden entrar en lo más recóndito de nuestros pensamientos. Un viejo adagio cristiano dice: “Los demonios pueden hablar al alma, pero no escudriñar el corazón”. Más adelante hablaremos de la incapacidad de Satanás para leer los pensamientos.

Todas estas limitaciones quedan claras en la Biblia, que atribuye solo a Dios inteligencia y conocimientos infinitos, poder para crear y poner fin a la vida, obrar milagros y escudriñar los corazones. Estas cosas son exclusivas de Él. De hecho, el diablo y sus demonios son más limitados que los ángeles buenos, porque Dios nunca nombraría o delegaría en ellos su propio poder de hacer maravillas. Se nos enseña en 2 Tesalonicenses 2.9, que cuando el hombre de pecado sea revelado, quien operará bajo el gobierno de Satanás, sus milagros y maravillas serán ‘maravillas mentirosas’, o engaños, falsedad. Satanás y sus demonios no pueden realizar verdaderos milagros.

Satanás, no hace falta decirlo, es totalmente malvado. Se le describe como un espíritu inmundo y el jefe de la vasta hueste de espíritus inmundos y caídos. Sin embargo, después de el Calvario, no puede determinar irresistiblemente las acciones de los seres humanos, anulando su libertad y responsabilidad, a menos que se hayan sometido totalmente a él y hayan cooperado con él en oposición a Dios, de modo que estén “cautivos a la voluntad de El” (2 Timoteo 2.26). E incluso tales personas no están más allá de la redención.

Satanás no puede obligarnos a hacer nada. No puede dictarnos de tal manera que estemos obligados a cumplir sus órdenes, sino que debe obrar mediante el engaño y la persuasión. Por lo tanto, es erróneo decir: “Satanás me obligó a hacerlo”. Puede instarnos, sugerirnos cosas, presionarnos y mentirnos sobre el resultado, pero no puede obligarnos a hacer nada. Nunca debemos atribuir a Satanás poderes que pertenecen exclusivamente a Dios Todopoderoso; y aunque debemos ser muy conscientes de su poder, nunca debemos temerle como si fuera invencible.

Los propósitos de Satanás

En el Nuevo Testamento, Satanás recibe varios nombres que arrojan luz sobre su forma de actuar y sus objetivos. Satanás significa adversario, y también se le llama acusador de los hermanos, enemigo de las almas de los hombres y diablo, que significa calumniador. Se le llama Abadón y Apolión, nombres que significan destructor de almas, y se le describe como dragón, indicando su gran ferocidad, y también como serpiente, expresando su astucia y sutileza.

Se le denomina padre de la mentira, indicando el método que siempre ha empleado, y también asesino de almas, príncipe de los demonios y príncipe de este mundo que guía las mentes de los incrédulos abiertas al ateísmo y dispuestas a mostrar hostilidad a Dios. Se le llama el tentador, y un ángel de luz que hace que el mal parezca bueno, y sugiere la justificación de acciones egoístas, codiciosas y otras acciones equivocadas.

Satanás fue expulsado del Cielo por desafiar a Dios, y le odia con todo su ser, oponiéndose y frustrando Sus planes si puede, y alejando a las almas de Él. Satanás es intensamente celoso de los seres humanos y también los odia. Actúa para tentar a pecar tanto a los perdidos como a los salvos, esforzándose especialmente por llevar al pueblo de Dios al error y al fracaso. Si Satanás puede entrar en las iglesias, insertando falsas enseñanzas y hundiendo a los creyentes en el pecado, ¡cómo triunfa! Por lo tanto, busca constantemente desacreditar a la iglesia y al Evangelio a los ojos del mundo, y también frustrar y obstaculizar la obra del Evangelio tentando a los creyentes a la mundanalidad, la pereza y la indiferencia ante la difícil situación de las almas perdidas.

Satanás está siempre trabajando para erosionar la fe de los creyentes y echar a perder su seguridad, paz y alegría. Lo hace mediante un proceso de desgaste, haciendo que los creyentes cedan poco a poco a las dudas y tentaciones, hasta que ha obtenido la victoria sobre ellos. También inspira a los falsos profetas y a los obreros del mal, poniendo en sus mentes ideas que no son bíblicas, y triunfando allí donde no justifican todas las cosas por la Palabra.

Él controla a las personas que se oponen al Evangelio, cegando sus mentes y, a través de ellas, moldeando la sociedad. Cuando vemos el mundo de hoy, gobernado por un humanismo secular agresivo y vengativo, con la inmoralidad legalizada y fomentada, y leyes aprobadas para castigar a los que se oponen a estas cosas, vemos la mano orquestadora de Satanás. ¡Cuán similar es el “guion” que justifica estas cosas en todas partes del mundo! Satanás es “el príncipe de la potestad del aire”.

Contra los cristianos utiliza estrategias y trampas astutas, llamadas “asechanzas del diablo” y “lazo del diablo”. Esto último significa que sorprenderá a los creyentes con tentaciones repentinas, si es capaz de hacerlo.

Hay tres fuentes de tentación, pues el diablo no es el único tentador. Según la Escritura, el mundo nos atrae con hábitos, prácticas y galas pecaminosas. Luego nos tienta nuestro propio corazón: nuestros apetitos y deseos pecaminosos siempre deseosos de hacer o poseer cosas. Y luego nos tienta el diablo, que también aprovecha y amplifica las dos primeras formas de tentación.

Las limitaciones de Satanás

¿Cómo vencer al diablo? Dice Santiago: “Someteos, pues, a Dios. Resistid al diablo, y huirá de vosotros “. Es asombroso que este ser poderoso y maligno huya de los creyentes débiles. Es poderoso e invisible para nosotros; nos tentará y sugerirá cosas malas constantemente, y está armado con una astucia inimaginable. Sin embargo, si sabemos cómo resistirle, huirá de nosotros. Antes de esbozar el modo de resistirle, podemos animarnos comparando sus poderes con sus limitaciones.

Satanás puede acusarnos, pero no condenarnos. A veces nos recordará nuestros pecados, y nos hará caer muy bajo para que casi perdamos nuestra seguridad, pero entonces corremos a Dios confiando solo en la gracia, y Él nos fortalece. Satanás ciertamente puede acusar, pero no puede condenar al que está en Cristo, porque él no tiene poder ni voz en cómo el Señor ve a Su pueblo.

Puede tentarnos a pecar, como hemos dicho, pero no puede hacernos pecar. Puede incitarnos y presionarnos, pero nunca obligarnos. Puede quitarnos el gozo y la paz dándonos pensamientos perturbadores, pero no puede quitarnos la salvación, ni poseernos jamás. Los maestros carismáticos dicen que el diablo puede poseer, u oprimir a un creyente, pero ambos vervos en su uso significan virtualmente la misma cosa, y ambos son equivocados. Satanás puede molestarnos, pero nunca poseernos, porque el principio de 2 Corintios 6.15 y otras escrituras nos enseñan que Cristo y Satanás no pueden coexistir en un alma.

Satanás puede hacerse pasar por un ángel de luz, y citar las Escrituras en nuestro oído, como intentó hacer incluso con el Señor en Su tentación. Pero no puede resistir que sustituyamos el pensamiento citando una promesa de las Escrituras.

Puede oírnos y vernos, pero no leer nuestros pensamientos. Por su profundo conocimiento de la naturaleza y el comportamiento humanos, y por observarnos de cerca, es capaz de discernir o adivinar muchas de nuestras reacciones ante la tentación, y de interactuar aparentemente con nosotros, pero no puede ver nuestros corazones. Si le hablamos (y no deberíamos hacerlo), ya sea de palabra o de pensamiento, nos “oirá”, y algunos de nuestros pensamientos pueden ser muy “fuertes” y obvios para él, como el odio a alguien, y un gran orgullo, pero de la manera ordinaria no puede leer nuestras mentes. Si el temperamento de una persona está subiendo, o si está mirando las cosas con lujuria, el diablo es muy astuto, y leerá las señales y sabrá lo que está pasando. Pero nunca pienses que puede entrar en la mente y leer nuestros pensamientos desde dentro. Muchos cristianos profundamente introspectivos y de mente seria han sido dolorosamente atormentados por la idea de que el diablo tiene un telescopio justo en sus pensamientos. 

Puede introducir pensamientos en nuestra cabeza desde el exterior, pero no puede hacer que se queden, a menos que se lo permitamos albergando esos pensamientos. Satanás puede provocar rupturas entre esposos y esposas y entre amigos, y no estamos pensando aquí en faltas graves como el adulterio, sino en asuntos cotidianos.

Él puede disparar en la mente pensamientos hostiles, y por esto romper temporalmente las relaciones, pero no puede hacer nada para impedir la reconciliación piadosa en respuesta a la oración. Puede llevarnos a la cuneta si se lo permitimos, pero solo si se lo permitimos, porque no puede obligarnos a una caída desastrosa.

Satanás nos vigila, por medio de su hueste de demonios asignados para seguirnos y notar cada omisión del deber espiritual, cada oración descuidada, cada lectura perdida de la Palabra de Dios, cada ignorar un sermón, cada demora en llevar a cabo una buena obra, y cada acto de mundanalidad o de conducta no comprometida. Bajo escrutinio estarán las cosas que miramos y en las que nos ocupamos, y por estas cosas el tentador determinará nuestra vulnerabilidad a la tentación, y planificará el próximo asalto contra nosotros.

Cada día Satanás, por medio de sus demonios, obstaculizará nuestro trabajo espiritual poniendo distracciones en nuestro camino. Cuando comenzamos a orar, nuestra atención puede ser atraída por cualquier número de asuntos, interesantes, preocupantes o seductores, para desviarnos del trono de la gracia. Pero, una vez más, no puede tener éxito a menos que se lo permitamos.

Resistir al diablo

“Resistid al diablo, y huirá de vosotros”, dice Santiago. Cuando el diablo obstaculiza nuestras oraciones, o inunda nuestras mentes con beneficios mundanos, o con ideas deprimentes, o con pensamientos negativos sobre otras personas o nuestra iglesia, entonces debemos resistirle activamente. El negativismo crítico debe ser siempre rechazado enérgicamente. Cuando él llena nuestros pensamientos con ensoñaciones de deseo, o con un amor por la facilidad, estas escenas de autoindulgencia deben ser resistidas y expulsadas. Debemos cambiar nuestro pensamiento, pidiendo ayuda a Dios.

Pero, ¿cómo podemos estar seguros de que el diablo huirá? ¿Es débil? Al contrario, es muy poderoso. ¿Es cobarde? Claro que no; no nos tiene miedo. ¿Es que yo soy fuerte y puedo vencerle? No, desde luego que no. Entonces, ¿por qué huirá si me resisto a él? ¿Es porque no tiene resistencia y solo puede molestarme durante unos minutos? No, él y sus hordas tienen tenacidad para resistir hasta el último día.

Huirá de nosotros porque si nos sometemos a Dios, y oramos pidiendo ayuda, y realmente deseamos hacer lo correcto, entonces Cristo lo alejará. Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? Basta una mirada del poderoso Salvador del mundo, y Satanás se acobardará y se irá. Si dependemos de Cristo, Él lo alejará. Para los creyentes probados y azotados por la tormenta, las palabras de Isaac Watts describen perfectamente el acto decisivo de Cristo al rechazar al maligno:

Pero el infierno volará ante Tu reprensión,
Y Satanás esconderá la cabeza;
Conoce los terrores de Tu mirada,
Y oye Tu voz con pavor.

Es el Salvador Quien lo derrotó en el Calvario, y Quien lo ha sometido a juicio, remitido al día final. Por medio de Cristo, que ha expulsado al príncipe de este mundo, podemos resistir la tentación, estar a salvo y ver cómo Satanás huye de nosotros. Es poderoso, odioso y astuto, pero también está atado, limitado y sometido a Cristo, ya sea ahora o cuando regrese el Salvador.

De nuevo, las palabras de Watts son perfectas para animarnos en los mares de la tentación:

Aunque todas las huestes de la muerte,
Y poderes del infierno desconocidos,
Pongan sus más espantosas formas
De furor y malicia,
Estaré a salvo; pues Cristo despliega
Superior poder y gracia guardiana.

¿Qué dice la biblia acerca de la hipocresía?

¿Qué dice la biblia acerca de la hipocresía?

En esencia, la «hipocresía» se refiere al acto de afirmar creer en algo, pero actuar de una manera diferente. La palabra bíblica se deriva del término griego que se usa para «actor» (literalmente, «uno que usa una máscara»), en otras palabras, alguien que finge ser lo que no es.

La biblia considera la hipocresía un pecado. Hay dos formas en que se puede presentar la hipocresía: La hipocresía que dice creer en algo y luego actuar de manera contraria a esa creencia, y la hipocresía de mirar por encima del hombro a los demás sabiendo que nosotros mismos somos imperfectos.

El profeta Isaías denunció la hipocresía en su tiempo: «Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado» (Isaías 29:13). Siglos más tarde, Jesús citó este versículo, apuntando a la misma condenación de los líderes religiosos de Su día (Mateo 15:8-9). Juan el Bautista llamó «generación de víboras» a las multitudes hipócritas que venían a él para ser bautizadas, y les advirtió que «produjeran frutos dignos de arrepentimiento» (ver Lucas 3:7-9). Jesús igualmente tomó una postura firme contra la santurronería; llamó a los hipócritas «lobos vestidos de ovejas» (Mateo 7:15), «sepulcros blanqueados» (Mateo 23:27), «serpientes» y «generación de víboras» (Mateo 23:33).

No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestros hermanos (1 Juan 2:9). El amor debe ser «sin fingimiento» (Romanos 12:9). Un hipócrita puede parecer justo externamente, pero es una fachada. La verdadera justicia proviene de la transformación interna del Espíritu Santo y no de un ajuste externo a un conjunto de reglas (Mateo 23:5; 2 Corintios 3:8).

Jesús abordó la otra forma de hipocresía en el sermón del monte: «¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mateo 7:3-5). Jesús no está enseñando en contra del discernimiento o de ayudar a otros a vencer el pecado; al contrario, Él nos está diciendo que no seamos tan orgullosos y convencidos de nuestra propia bondad, al punto de criticar a los demás desde una posición de arrogancia. Deberíamos hacer una introspección primero y corregir nuestros propios defectos antes de ver la «paja» en los demás (cf. Romanos 2:1).

Jesús en Su ministerio terrenal tuvo muchos enfrentamientos con los líderes religiosos de la época, los fariseos. Estos hombres eran bien versados en las escrituras y celosos para cumplir cada letra de la ley (Hechos 26:5). Sin embargo, al adherirse al cumplimiento de la ley, buscaban activamente deficiencias que les permitía quebrantar el espíritu de la ley. Asimismo, mostraron una falta de compasión hacia sus semejantes y a menudo demostraban en exceso su supuesta espiritualidad con el fin de recibir elogios (Mateo 23:5-7; Lucas 18:11). Jesús denunció su comportamiento en términos muy claros, señalando que «la justicia, la misericordia y la fe» son más importantes que buscar una perfección basada en estándares incorrectos (Mateo 23:23). Jesús dejó en claro que el problema no era con la ley, sino con la forma en que los fariseos la implementaron (Mateo 23:2-3). Hoy en día, la palabra fariseo se ha convertido en sinónimo de hipócrita.

Debe notarse que la hipocresía no es lo mismo que tomar una posición contra el pecado. Por ejemplo, no es hipocresía enseñar que la embriaguez es un pecado, a menos que el que enseña contra la embriaguez se emborracha todos los fines de semana, eso sería hipocresía.

Como hijos de Dios, estamos llamados a esforzarnos por la santidad (1 Pedro 1:16). Debemos «aborrecer lo malo» y «seguir lo bueno» (Romanos 12:9). Nunca debemos insinuar una aceptación del pecado, especialmente en nuestras propias vidas. Todo lo que hacemos debe ser coherente con lo que creemos y lo que somos en Cristo. La actuación es para el teatro, no para la vida real.

Permisos de publicación autorizados por el Ministerio Got Questions para Alimentemos El Alma

Tomado de GotQuestions.org. Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: https://www.gotquestions.org/Espanol/

¿Qué hace que un cristiano sea reformado? | Marty Foord

¿Qué hace que un cristiano sea reformado?

Marty Foord

«Reformado» es una palabra que todo el mundo utiliza de muchas maneras. Pero ¿qué es realmente un cristiano «reformado»?

Históricamente, «reformado» se refiere a una tradición dentro del cristianismo que surgió a raíz de la Reforma del siglo XVI. Espero aclarar lo que significa para ayudarnos a entender algo de lo que ocurrió en la propia Reforma y su importancia para nosotros hoy.

El problema con las etiquetas
Las etiquetas como «reformado» pueden ser utilizadas de forma inapropiada. Algunos cristianos utilizan «reformado» para intimidar a otros. Por ejemplo, algunos la usan para excluir: «Tú no eres realmente reformado porque no crees en la expiación limitada». Otros usan la etiqueta para reclamar superioridad: «Nosotros los reformados afirmamos la gracia de Dios en la salvación, a diferencia de ustedes los arminianos».

Sin embargo, las etiquetas tienen su valor. Nos ayudan a clasificar la información para comprenderla mejor. Tanto «pino» como «eucalipto» son árboles. Pero sus etiquetas nos ayudan a entender las diferencias entre dos tipos de árbol, contribuyendo así a su cuidado y florecimiento. De la misma manera, una etiqueta como «reformado» nos ayuda a identificar las características únicas de una rama dentro de la tradición cristiana y a evaluar si su énfasis y su lectura de las Escrituras favorecen nuestro amor y servicio a Dios.

El problema con “calvinista”
Muchos utilizan la etiqueta «calvinista» como sinónimo de «reformado». Pero esto plantea dos problemas. En primer lugar, «calvinista» fue originalmente un término peyorativo, por lo que carecía de un significado preciso. Con el paso de los años ha ido acumulando aún más carga, lo que ha enturbiado aún más su significado. En segundo lugar, y lo que es más importante, ningún cristiano reformado de los siglos XVI o XVII consideraba que Juan Calvino definiera su tradición en su totalidad. Se le consideraba una figura entre otras como Ulrico Zwinglio, Martín Bucero, Enrique Bullinger, Juan Ecolampadio y Pedro Mártir Vermiglio, que ayudaron a fundar la tradición reformada. Sí, Calvino fue un gigante entre ellos. Pero sus escritos no fueron ni confesionales ni regulativos para los reformados. Calvino no es suficiente.

El problema con el “TULIP”
Muchos sostienen que los llamados cinco puntos del calvinismo son lo que define a un cristiano «reformado». Los cinco puntos son supuestamente un resumen del Sínodo de Dort (1618-1619) utilizando el acrónimo TULIP por sus siglas en inglés: Total depravity (depravación total), Unconditional election (elección incondicional), Limited atonement (expiación limitada), Irresistible grace (gracia irresistible) y final Perseverance (perseverancia de los santos).

Pero hay dos dificultades al utilizar los cinco puntos de esta manera. En primer lugar, el Sínodo de Dort no fue un intento de definir la tradición reformada en su conjunto, sino de resolver una controversia particular (la Remonstranza) en una tradición reformada ya existente. En 1979-1980 hubo una disputa sobre por qué el cricket australiano se jugaba con una bola ocho. Se decidió oficialmente que el cricket en todo el mundo utilizaría una bola seis. Esta controversia resolvió un elemento dentro del juego del críquet. No definió el juego en su totalidad. Por lo tanto, el críquet no puede definirse simplemente como «una bola seis». Es mucho más que eso. Así es la relación de Dort (TULIP) con la tradición reformada. No definió la totalidad de la tradición, sino que resolvió un elemento de la misma. De modo que, los cinco puntos del calvinismo por sí solos no determinan si una persona es reformada.

Cuando una media verdad se toma como una verdad absoluta, se convierte en una falsedad

El segundo problema con usar los cinco puntos del calvinismo es que este resumen en inglés de un documento en latín, con su acrónimo TULIP, no logra transmitir los matices de Dort. Los «cinco puntos» y el acrónimo «TULIP» se desarrollaron cientos de años después de Dort, y eliminan importantes distinciones hechas en Dort. Tomemos, por ejemplo, el tercer punto, el más controversial: la «expiación limitada». Ningún teólogo de los siglos XVI y XVII utilizó jamás la palabra «limitada» en referencia a la muerte de Cristo. Todos los teólogos reformados estaban de acuerdo en que, en cierto sentido, la expiación tenía una suficiencia infinita a la vez que, en otro sentido, una eficacia solo para los elegidos. Estas dos afirmaciones permitían diversas posturas sobre el alcance de la expiación, pero excluían la postura arminiana (o remonstrante). Así pues, el eslogan «expiación limitada» no transmite las afirmaciones suficientes y eficientes de Dort. Y cuando una media verdad se toma como una verdad absoluta, se convierte en una falsedad.

Acerca de ser reformado
¿Qué hace, entonces, que un cristiano sea reformado? Si la tradición reformada surgió de la tradición cristiana protestante (en la Reforma), en primer lugar debemos saber cómo definir la tradición cristiana y, en segundo lugar, la tradición protestante.

Cristianismo católico

La tradición cristiana también se conoce como «católica», en el sentido de universal y no romana. Históricamente, el cristianismo católico se expresa en el Credo Niceno. Fue redactado en los concilios de Nicea (325 d. C.) y Constantinopla (381 d. C.) contra la herejía arriana. Este credo contiene un resumen del evangelio trinitario. Establece los límites de las creencias de la tradición cristiana que engloba a protestantes, católicos romanos, ortodoxos orientales, y a la antigua Iglesia de Oriente. Dado que las tradiciones no trinitarias, como los Testigos de Jehová y el mormonismo, no pueden afirmar el Credo Niceno, no pueden ser llamadas cristianas.

Cristianismo protestante

La tradición protestante dentro del cristianismo surgió en la Reforma del siglo XVI encabezada por Martín Lutero. Los reformadores se llamaban a sí mismos «evangélicos» mucho antes de que se utilizara el término «protestante», para mostrar que el evangelio (euangelion) era fundamental para su comprensión de las Escrituras y la teología.

La tradición protestante suele distinguirse por las clásicas «solas»: Escritura sola, gracia sola, Cristo solo, fe sola. Afirma que solo la Escritura es la autoridad suprema (no la única) para los creyentes, y que la salvación es por la gracia sola de Dios debido a la obra sola de Cristo recibida por la fe (o confianza) sola. En oposición a esto, el catolicismo romano defiende la autoridad suprema de la Escritura y la tradición, así como la salvación por la fe y por las buenas obras del creyente (incluso si son impulsadas por el Espíritu).

Cristianismo reformado

Sin embargo, en la Reforma surgieron dos tradiciones dentro del campo protestante: la luterana y la reformada. Lo que originalmente distinguía a ambas no era la predestinación, sino la Cena del Señor. Lutero y sus seguidores sostenían que el cuerpo y la sangre de Cristo estaban físicamente presentes en el pan y el vino (la presencia real). Mientras que representantes reformados como Zwinglio, Bullinger y Calvino negaban esto. Pero «la presencia real» era tan importante para Lutero y sus seguidores que llevó a una separación oficial entre luteranos y reformados.

Los límites de las creencias de la tradición luterana se definieron oficialmente en el Libro de la Concordia (1580), una colección de confesiones importantes y afirmaciones luteranas. Sin embargo, como la tradición reformada abarcaba varias comunidades geográficas distintas (en Francia, Escocia, Inglaterra, Renania y los Países Bajos, por nombrar algunas), cada grupo elaboró su propia confesión. De ahí que la tradición reformada se caracterice por una serie de confesiones: la Confesión Gálica (o Francesa) (1559), la Confesión Escocesa (1560), la Confesión Belga (1561), los Treinta y Nueve Artículos (1563), el Catecismo de Heidelberg (1563) y la Segunda Confesión Helvética (1566). A estas confesiones fundacionales se añadió el Sínodo de Dort (1618/9), que resolvió una controversia particular en una tradición ya existente. Posteriormente se refinó con las grandes confesiones del siglo XVII, como la Confesión de Fe de Westminster (1647) para los presbiterianos, la Declaración de Saboya (1658) para los congregacionalistas y la Confesión de Fe Bautista de Londres (1689) para los bautistas reformados.

Así pues, un cristiano es reformado si es capaz de afirmar una o varias de sus principales confesiones. Podemos diagramar esto de la siguiente manera:

Cuando definimos la tradición reformada de este modo, se derivan varias implicaciones importantes. En primer lugar, ser reformado no tiene que ver únicamente con la predestinación. Las confesiones reformadas fundacionales incluyen también una comprensión particular, por ejemplo, de la iglesia, del ministerio y de los sacramentos, gran parte de lo cual se ha perdido para muchos que dicen ser reformados.

En segundo lugar, los que pertenecen a la tradición reformada son libres de discrepar sobre muchas cuestiones sobre las que las confesiones reformadas divergen o no definen. Por ejemplo, tanto los bautistas como los paidobautistas pueden ser reformados. Los presbiterianos, congregacionalistas y episcopales pueden ser reformados. En cuanto al alcance de la expiación, los seguidores de John Owen, Moïse Amyraut y John Davenant encajan en la tradición reformada. Los que niegan o afirman el llamado «pacto de obras» son reformados en conjunto. Tanto los que afirman la simple como la doble predestinación son reformados. Todos estos debates son intramuros o dentro de la propia tradición reformada.

En tercer lugar, las doctrinas exclusivas de la tradición reformada no tienen tanto peso como las que definen la catolicidad. Por ejemplo, la doctrina nicena de la Trinidad es mucho más importante que las opiniones sobre «la presencia real» de Cristo en la Cena (que no carecen de importancia).

Publicado originalmente en The Gospel Coalition Australia. Traducido por Equipo Coalición.
Marty Foord es profesor de Teología en el Evangelical Theological College Asia de Singapur. Antes de que existiera la World Wide Web, trabajaba en informática. Pero entró en el ministerio anglicano en 1996. Marty está casado con Jenny, y le encanta pasar tiempo con ella. A Marty y Jenny les encanta servir juntos al pueblo de Dios en la iglesia local.

¿Cómo debería ver el socialismo un cristiano?

¿Cómo debería ver el socialismo un cristiano?

La mayoría de los filósofos a través de los siglos, han creído que la historia está formada por ideas, la búsqueda de la realidad actual, o la razón humana. Pero hay un filósofo famoso que, por el contrario, sostuvo que el factor de impulso detrás de toda la historia humana, es la economía. Carlos Marx nació de padres judíos alemanes en 1818 y recibió su doctorado a la edad de 23 años. Entonces se embarcó en una misión para probar que la identidad humana está ligada al trabajo de una persona y que los sistemas económicos controlan totalmente a la persona. Argumentando que es por su trabajo que la humanidad sobrevive, Marx creía que las comunidades humanas son creadas por la división del trabajo.

Marx estudió historia y concluyó que la sociedad por cientos de años se había basado en la agricultura. Pero en la opinión de Marx, la Revolución Industrial cambió todo eso, porque aquellos que habían trabajado libremente para sí mismos, ahora eran forzados por la economía a trabajar en fábricas. Esto, consideró Marx, les despojó de su dignidad e identidad, porque su trabajo definía quiénes eran, y ahora, eran reducidos a meros esclavos controlados por un poderoso capataz. Esta perspectiva significaba que la economía del capitalismo era el enemigo natural de Marx.

Marx dedujo que el capitalismo enfatizaba la propiedad privada, y, por lo tanto, reducía la propiedad a unos cuantos privilegiados. Dos «comunidades» separadas surgieron en la mente de Marx: los empresarios, o la burguesía; y la clase trabajadora, o el proletariado. De acuerdo a Marx, la burguesía usa y explota al proletariado con el resultado de que una persona gana lo que otra persona pierde. Además, Marx creía que los empresarios influían en los legisladores para asegurar que sus intereses se defendieran a costa de la pérdida de dignidad y los derechos de los trabajadores. Por último, Marx consideraba que la religión era el «opio de las masas» que usaban los ricos para manipular a la clase obrera; al proletariado se le promete que un día tendrán recompensas en el cielo, si se mantienen trabajando diligentemente donde Dios los haya colocado (subordinados a la burguesía).

En la utopía terrenal que Marx visualizó, la gente colectivamente es dueña de todo y todos trabajan para el bien común de la humanidad. El objetivo de Marx era terminar con la posesión de la propiedad privada a través de otorgar al estado la propiedad de todos los medios de producción económica. Una vez que la propiedad privada era abolida, Marx consideraba que esto elevaría la identidad de una persona y el muro que supuestamente el capitalismo había construido entre propietarios y clase obrera, sería derribado. Todos se valorarían unos a otros, y trabajarían juntos por una meta compartida.

Hay al menos cuatro errores en el pensamiento de Marx. En primer lugar, su afirmación de que la ganancia de una persona se produce a expensas de otra, es un mito. La estructura del capitalismo deja suficiente lugar para que todos eleven su estándar de vida, a través de la innovación y la competencia. Es absolutamente factible para varias personas competir y tener éxito en un mercado de consumidores que solicite sus bienes y servicios.

Segundo, Marx estaba equivocado en su creencia de que el valor de un producto está basado en la cantidad de trabajo que se le ha invertido. La calidad de un bien o servicio, simplemente no puede ser determinada por la cantidad de esfuerzo invertido por un trabajador. Por ejemplo, un maestro ebanista puede hacer un mueble con más rapidez y belleza de lo que pudiera hacerlo un carpintero no calificado, y por tanto su trabajo tendrá mucho más valor (y justamente) en un sistema económico como el capitalismo.

Tercero, las teorías de Marx, necesitan un gobierno que esté libre de corrupción y niegue la posibilidad de un elitismo dentro de sus filas. Si la historia nos ha enseñado algo, es que el poder corrompe a la humanidad caída, y un poder absoluto corrompe absolutamente. Una nación o gobierno puede matar la idea de Dios, pero alguien más tomará el lugar de Dios. Ese alguien es a menudo un individuo o grupo que comienza a gobernar sobre el pueblo y busca mantener su posición privilegiada a cualquier costo.

Cuarto, y el más importante, Marx estaba equivocado en que la identidad de una persona está ligada al trabajo que desempeña. Aunque la sociedad secular ciertamente impone esta creencia en casi todos, la Biblia dice que todos tienen igual valor, porque todos fueron creados a la imagen de un Dios eterno. Es ahí donde radica intrínsecamente el verdadero valor humano.

¿Tenía razón Marx? ¿Es la economía el catalizador que impulsa la historia de la humanidad? No, lo que dirige la historia de la humanidad es el Creador del universo, quien controla todo, incluyendo el ascenso y caída de cada nación. Además, Dios también controla a quien pone a cargo de cada nación, como dice la Escritura, «… para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres» (Daniel 4:17). Más aún, es Dios quien le da a una persona la habilidad en el trabajo, y la riqueza que proviene de ello, no el gobierno: «He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios» (Eclesiastés 5:18-19).

Permisos de publicación autorizados por el Ministerio Got Questions para Alimentemos El Alma

Tomado de GotQuestions.org. Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: https://www.gotquestions.org/Espanol/

¿Quiénes eran los cuáqueros? | ​Sugel Michelén

¿Quiénes eran los cuáqueros?

Sugel Michelén

El movimiento de los cuáqueros surge en Inglaterra en el siglo XVII. Fue fundado por George Fox (1624-1691), hijo de un tejedor, conocido en su comunidad como un hombre de indudable rectitud cristiana. Su madre también era una mujer reconocida por su piedad, de manera que Fox recibió una profunda formación religiosa que lo movió a procurar desde su juventud una vida cristiana coherente, apartada de la mundanalidad que se percibía en aquellos días en Inglaterra entre muchos que profesaban la fe.

Aunque Fox creía que la Biblia es la Palabra de Dios, también creía que era un libro cerrado para cualquiera que lo leyera sin una obra de iluminación de parte del Espíritu de Dios, a la que él llamaba la Luz Interior.

Fox congregó alrededor de sí a un grupo de seguidores que fueron conocidos originalmente como «Hijos de Verdad», y luego como «Hijos de Luz». Ellos creían que algo dentro de ellos les decía lo que estaba bien y lo que estaba mal, y que los movía de la falsedad a la verdad, de lo impuro a lo puro. El historiador Justo L. González dice al respecto:

Esta luz es una semilla que existe en todos los seres humanos, y es el verdadero camino que debemos seguir para encontrar a Dios. La doctrina calvinista de la corrupción total de la humanidad le parecía una negación del amor de Dios y de su propia experiencia. Al contrario, decía él, en toda persona queda una luz interna, por muy eclipsada que esté por el momento. A su vez, esto quiere decir que, gracias a ella, los paganos pueden salvarse. Pero esa luz no ha de confundirse con el intelecto ni con la conciencia. No se trata de una razón natural, como la de los deístas, ni tampoco de una serie de principios de conciencia que señalen hacia Dios. Se trata más bien de algo que hay en nosotros que nos permite reconocer y aceptar la presencia de Dios. Es por la luz interna que reconocemos a Jesucristo como quien es; y es también gracias a ella que podemos creer y entender las Escrituras. Luego, en cierto sentido, la comunicación con Dios mediante la luz interna es anterior a todo medio externo.

En cuanto a las iglesias existentes en Inglaterra en aquellos días, Fox no aceptaba ninguna de ellas, así como tampoco ninguno de sus credos ni de su teología. Tampoco creía en las escuelas teológicas ni en el entrenamiento formal para el ministerio.

Algunos creen que el nombre de «cuáqueros» se derivó de una frase que Fox pronunció ante un magistrado inglés, a quién Fox exhortó a temblar ante la Palabra del Señor. Otros piensan que se trata más bien de una referencia al entusiasmo que manifestaban en sus primeros días los seguidores de Fox y que los llevaba a temblar de emoción. Pero ellos preferían llamarse a sí mismos como «Sociedad de Amigos», basados en el texto de Juan 15:15.

Sus lugares de reunión eran excesivamente simples. No tenían púlpito. No cantaban… Se sentaban y esperaban en silencio a que el Espíritu los moviera. Si no había movimiento del Espíritu en cierto lapso de tiempo, ellos partían sin pronunciar ninguna palabra. Pero el Espíritu podía mover a uno de los «amigos» presentes, sea hombre o mujer, así como a varios a la vez. En ese caso, aquellos que eran movidos se levantaban y daban sus mensajes.

Este movimiento tuvo un crecimiento sorprendente, por cuanto habían muchos en Inglaterra que se sentían inconformes y disgustados por la tibieza y la mundanalidad que manifestaban muchas iglesias en aquellos días. El grupo de los cuáqueros era de apenas sesenta personas en 1654. Cuatro años más tarde, el número ascendió a treinta mil. Aunque fueron severamente perseguidos, no solo crecieron en Inglaterra, sino que llevaron sus doctrinas a Europa, África y América.

Una versión de este contenido apareció primero aquí.
​Sugel Michelén (MTS) es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Ha sido por más 35 años uno de los pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en República Dominicana, donde tiene la responsabilidad de predicar regularmente la Palabra de Dios. Es autor de varios libros, incluyendo De parte de Dios y delante de Dios y El cuerpo de Cristo. El pastor Michelén y su esposa Gloria tienen 3 hijos y 5 nietos. Puedes seguirlo en Twitter.

¿Debería un cristiano tener armas?

¿Debería un cristiano tener armas?

Debido al creciente nivel de violencia que existe en nuestro mundo y la exaltación de paz en las escrituras, hay mucho debate entre los cristianos sobre si es correcto que un cristiano tenga armas. Sin embargo, un estudio minucioso en la biblia, nos permite recibir información acerca de prácticas históricas que sustentan este tema hoy en día.

Tenemos el ejemplo de los apóstoles, que poseían armas. La noche en que Jesús fue traicionado, Él les pidió a Sus seguidores que llevaran espadas. Ellos tenían dos y Jesús afirmó que eran suficientes (Lucas 22:37-39). Cuando Jesús estaba siendo arrestado, Pedro cortó la oreja de uno de los siervos del sumo sacerdote (Juan 18:10). Jesús sanó al hombre instantáneamente (Lucas 22:51) y le dijo a Pedro que guardara su espada (Juan 18:11). No se condenó a Pedro por tener una espada, lo que se condenó fue el uso particular que había hecho de ella.

En otra ocasión, los soldados vinieron a Juan el Bautista para ser bautizados. Cuando le preguntaron qué tenían que hacer para vivir para Dios, Juan les dijo, «No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario» (Lucas 3:14). Juan no les dijo que dejaran sus armas.

Y luego está David, quien alababa a Dios: «Quien adiestra mis manos para la batalla, Y mis dedos para la guerra» (Salmo 144:1). El antiguo testamento contiene muchos otros ejemplos de hombres piadosos que poseían y utilizaban armas, normalmente en el contexto de la guerra.

La biblia no prohíbe que un cristiano posea un arma, pero sí ofrece algunos principios a tener en cuenta. Primero, los cristianos están llamados a ser pacificadores (Mateo 5:9). Un cristiano que piense en comprar un arma, debería considerarlo en oración, si es que eso le ayudaría a mantener la paz.

Segundo, un cristiano sólo debería tener un arma con el propósito de honrar a Dios (1 Corintios 10:23). Usar un arma para cazar, para el deber militar o policial, o para la legítima defensa personal, puede honrar a Dios. Aun así, una persona debe reflexionar sobre sus motivos para poseer un arma en particular.

En tercer lugar, un cristiano debe acatar las leyes locales y esto incluye las regulaciones sobre las armas. Romanos 13 es claro en cuanto a que hay que obedecer las autoridades gobernantes ya que son impuestas por Dios. Además, debemos orar por los gobernantes que supervisan nuestras comunidades y nación (1 Timoteo 2:1-2).

Finalmente, no hay nada pecaminoso en poseer un arma de fuego u otras armas. Un arma puede ser útil e incluso necesaria en algunos contextos; por otra parte, los cristianos deberían considerar cuidadosamente el motivo y el propósito de poseer un arma, y ajustarse a las regulaciones locales.

Permisos de publicación autorizados por el Ministerio Got Questions para Alimentemos El Alma

Tomado de GotQuestions.org. Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: https://www.gotquestions.org/Espanol/