5 mitos sobre la atención a enfermos terminales | Kathryn Butler

Nota editorial: Esta artículo pertenece a una serie de 21 artículos relacionados con los mitos acerca de los temas más relevantes de la teología y la vida cristiana. Puedes leerla en este enlace. Esta serie fue publicada originalmente en inglés porCrossway. A continuación 5 mitos sobre la atención a enfermos terminales:

Mito #1: No hay razón para hablar de la atención a enfermos terminales hasta que surge la necesidad. ¿Quién quiere hablar de la muerte?
Pocas cosas detienen tanto una conversación como el tema de la muerte. Es la consecuencia vulgar de la caída, la paga del pecado digna de nuestro desprecio (Ro. 6:23). Nadie siente placer al hablar de ella. Sin embargo, la administración de las vidas que Dios nos ha dado es importante incluso hasta el final (1 Cor. 6:19-20), y con mucha frecuencia, la muerte inminente nos priva de dar una opinión cuando más necesitamos hablar. Una enfermedad grave altera la conciencia. La asistencia respiratoria por medio de un respirador requiere que se coloque un tubo de silicona en nuestras cuerdas vocales, y para tolerar ese tubo, necesitamos sedantes que nos prohíben comunicarnos. Dadas estas dificultades cuando nos golpea la tragedia, somos pocos los que podemos articular nuestras prioridades, mucho menos tomar en cuenta la voluntad de Dios en oración. Si posponemos hablar sobre la atención a enfermos terminales “hasta que surja la necesidad”, corremos el riesgo de sufrir excesivamente y no hablar del tema. Nuestro silencio con respecto a la atención a enfermos terminales también puede amontonar una carga aplastante en nuestros seres amados. Si los doctores no pueden comunicarnos las decisiones médicas, se acercarán a quienes sean más allegados, y muchos de ellos no se sienten preparados para cumplir ese papel. Los seres queridos padecen altas tasas de depresión, ansiedad, duelos complicados e incluso, estrés postraumático hasta un año después del fallecimiento de un familiar en una unidad de cuidados intensivos. Las conversaciones acerca de los enfermos terminales son incómodas y difíciles. Pero en esta era de tecnología médica compleja son esenciales, con ramificaciones que van más allá de nosotros mismos.

Mito #2: La Biblia nos manda a prolongar la vida a toda costa
El Señor nos confía la vida y nos pide que la valoremos. Él nos creó a Su imagen con el fin de administrar Su creación y para servirle (Gén. 1:26; 2:19-20), y la Biblia claramente nos enseña a atesorar la vida y a esforzarnos por glorificarle en todo (Éx. 20:13; 1 Co. 10:31; Rom. 14:8). La santidad de la vida mortal ordena que, cuando se lucha con una gama de opciones médicas, debemos considerar los tratamientos que sostengan la vida que sirvan para curar. Sin embargo, la santidad de la vida no rechaza la certeza de la muerte (Rom. 5:12, 6:23). Pese a que la Biblia nos guía a buscar tratamientos que ofrezcan esperanza de recuperación, no nos impone aceptar intervenciones que prolonguen la muerte o que inflijan sufrimiento sin beneficio alguno. “Hacer todo lo posible” por salvar una vida puede ser lo correcto. Pero cuando se hace sin discernimiento, este enfoque puede imponer un sufrimiento innecesario cuando la oración compasiva es más importante. Finalmente, si nos cegamos a nuestra propia mortalidad, rechazamos la resurrección. Pasamos por alto que nuestros tiempos están en Sus manos (Sal. 31:15; 90:3) y desechamos el poder de Su gracia en nuestras vidas, la verdad de que Dios obra en todas las cosas —incluso, la muerte— para el bien de quienes le aman (Jn. 11; Ro. 8:28).

Mito #3: Dios debe sanarme si oro con el fervor suficiente
Dios sí sana y puede hacerlo. En mi experiencia como médico, Él usó la recuperación improbable de un paciente para atraerme hacia Él. Durante Su ministerio, Jesús realizó sanidades milagrosas que glorificaron al Padre y profundizaron la fe (Mt. 4:23; Lc. 4:40). La Biblia nos alienta a orar con sinceridad (Lc. 18:1-8; Fil. 4:4-6), y si el Espíritu nos mueve a orar por la sanidad, sea de nosotros mismos o de nuestro prójimo, debemos hacerlo con fervor. No obstante, mientras oramos, debemos atender a una diferencia importante; aunque Dios puede sanarnos, jamás debemos presuponer que debe hacerlo. La muerte nos alcanza a todos. Cuando Cristo regrese, ninguna enfermedad manchará la creación de Dios (Apoc. 21:4), pero mientras tanto, esperamos y gemimos mientras nuestros cuerpos se marchitan. Podemos percibir la sanidad como nuestro mayor bien, pero la sabiduría de Dios sobrepasa aun el más impresionante de los alcances de nuestro entendimiento (Is. 55:8). Dios puede hacer milagros. Las montañas se derriten ante Él, y le puso límites al mar (Sal. 97:5, Job 38:8-11). Y pese a que los milagros pudieran cumplir nuestro anhelo más desesperado, es posible que éste no esté alineado con Su perfecta y divina voluntad. En el huerto de Getsemaní, mientras la agonía del mundo caía sobre Él, Jesús oró para tener una salida, pero también terminó Su oración con: “No mi voluntad, sino la tuya” (Mt. 26:39). Al igual que los discípulos de Cristo, busquemos acercarnos a nuestro Padre con la misma confianza y humildad.

Mito #4: Está mal quitarle la asistencia respiratoria a un ser querido
Dios nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y a ministrar al afligido (Mt. 22:39; Jn. 13:34; 1 Jn. 3:16-17). De la misma manera que Dios nos amó, debemos extendernos empatía y misericordia unos a otros (Lc. 6:36; 1 Ped. 3:8; 1 Jn. 4:7; Ef. 5:1-2). La misericordia no justifica la eutanasia activa ni el suicidio asistido por un médico, los cuales son medidas con un objetivo singular de terminar con la vida. Sin embargo, sí nos guía a alejarnos de las intervenciones agresivas y dolorosas si tales medidas son inútiles o si el tormento que imponen supera cualquier beneficio. En muchos casos al final de la vida, la tecnología induce el sufrimiento, sin ofrecer esperanza de recuperación. Pese a que nuestro objetivo es preservar la vida que Dios nos ha dado, las Escrituras no nos obligan a perseguir tenazmente medidas si éstas causan agonía sin esperanza de sanidad. Si las medidas agresivas sólo servirán para prolongar la muerte, el cambio de enfoque, como el de alejar al ser querido de la sanidad y darle algo de alivio, puede reflejar la compasión cristiana. Cuando un ser querido no logra recuperarse de una enfermedad grave y terminal, quitarle el respirador puede reducir el dolor y el malestar, mientras la enfermedad se lo lleva a casa para estar con el Señor. Por pesadas que puedan ser estas situaciones en nuestros corazones, si se las considera en oración y discernimiento, pueden cumplir nuestro llamado a amarnos unos a otros (Jn. 13:34–35).

Mito #5: No hay esperanza junto al lecho del que muere
Aun cuando nos atrapa una enfermedad mortal, aun cuando distorsiona nuestras vidas hasta dejarlas irreconocibles, nuestra identidad en Cristo —amados, redimidos, hechos nuevos— permanece. Como cristianos, descansamos en la seguridad de una esperanza viva que persiste aún en nuestros últimos momentos sobre la tierra: “Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo” (1 Ped. 1:3, Sal. 23:4). Nos regocijamos que, por medio de la resurrección de Cristo, “la muerte ha sido sorbida en victoria» (1 Cor. 15:54–55). Más grande es el amor de Dios por nosotros, tan asombrosamente perfecto es Su sacrificio, que nada podrá separarnos de Él. Como lo escribió Pablo: “Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Rom. 8:38–39). Este mundo roto no es el fin. Cristo ha vencido el pecado, y como tal, nuestra muerte transitoria se marchita ante la certeza de una vida renovada. Descansamos seguros en la promesa de Cristo: “El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» (Jn. 11:25–26). El amor de Dios por nosotros en Cristo Jesús sobrepasa todo entendimiento, y ningún respirador, monitor o enfermedad temible podrán arrancarnos de Su mano.

Kathryn Butler es una cirujana de trauma y cuidados críticos convertida en escritora y madre de familia. Es autora de «Glimmers of Grace»: A Doctor’s Reflections on Faith, Suffering, and the Goodness of God. Ella y su familia viven al norte de Boston.

Fuente: https://volvamosalevangelio.org/5-mitos-sobre-la-atencion-a-enfermos-terminales/

Del pánico a la paz | June Hunt

El temor
Del pánico a la paz
por June Hunt
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.
(Isaías 41:10)
I. DEFINICIONES
A. ¿Qué es el temor?
El temor puede ser su amigo o su enemigo. Cuando se encuentra en medio de una feroz tormenta, literal o figurada, el temor puede convertirse en una fuerza paralizante que lo conducirá a las profundidades de la oscuridad… o un catalizador que lo impulse a alcanzar alturas insospechadas. Cuando una tormenta se aproxima, el temor puede ser el candado que cierre su mente… o una ruidosa alarma que lo induzca a buscar un lugar seguro. ¿Qué papel juega el temor en su vida? Es un inmovilizador o un energizante,… ¿es su amigo o enemigo? La reacción que tenga al enfrentar el temor es lo que identifica el papel que éste juega en su vida. En vez de paralizarse por el miedo, use el temor como un medio para confiar su vida al Señor. Acuda a Dios como el único que le provee seguridad. Él promete estar con usted, y no sólo eso, sino que también lo guiará a través del proceso de su temor.
“No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”.
(Isaías 43:1–2)

  • El temor es un a fuerte reacción emocional a un peligro percibido e inminente que se caracteriza por una reacción de pleito, huida o parálisis.
  • El temor puede ser real o imaginario, racional o irracional, normal o anormal.
  • El temor actúa como mecanismo protector que nuestro Creador colocó en cada uno de nosotros para activar todos nuestros sistemas físicos cuando enfrentamos un peligro real. El temor produce secreción de adrenalina en el cuerpo, la cual nos impulsa a la acción y que a menudo se llama la reacción de “ataca o huye”.
  • El temor es una emoción natural diseñada por Dios. Sin embargo, no fue diseño divino que cayéramos presas del pánico, pues eso es vivir en un estado de temor. La palabra griega de la cual se traduce el “temor” es deilia, que denota cobardía y timidez y en la Biblia jamás se usa en forma positiva. Vivir con una mentalidad basada en el temor o con un espíritu de temor no proviene de Dios.
    “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”
    (2 Timoteo 1:7)
    B. ¿Qué es la ansiedad?
    La ansiedad es prima hermana del temor. En el mundo de la psiquiatría y sicología, la ansiedad es como un paraguas que cubre diversos grados de ansiedad y temor, desde el más leve hasta el más extremo. ¡Periódicamente sentimos ansiedad! Pero mientras la ansiedad se pueda controlar y no se vuelva extrema o excesiva, no interferirá con nuestras actividades normales diarias. La palabra en español “ansiedad” se deriva del vocablo latín angere que significa “ahorcar o ahogar”. Los que viven en continua ansiedad experimentarán que las preocupaciones e inquietudes de la vida ahogan el deseo de aplicar en forma personal la palabra de Dios a su vida.
    “Pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa”.
    (Marcos 4:19)
  • La ansiedad es la intranquilidad o preocupación por una amenaza o de algo desconocido y se caracteriza por preocupación extrema o temor interminable.
  • La ansiedad señala un resultado incierto, la premonición de que algo va a pasar, pero no hay seguridad de ello; o el temor de que algo pasará, pero no se sabe si pasará o no.
  • La ansiedad excesiva involucra una sobrestimación de la probabilidad de un peligro y una exageración de su grado de “algo horripilante”.
  • La ansiedad evoluciona en desorden cuando se vuelve tan intensa, que ocupa la totalidad de los pensamientos, sentimientos y acciones impidiendo que la persona viva normalmente. Cualquiera que padece desorden de ansiedad se siente aislado, solo y diferente, como si fuera la única persona en todo el mundo que ha sido atacada por “esta cosa tan terrible”.
    Desórdenes de ansiedad
  • Fobias
  • Desórdenes de pánico
  • Desórdenes obsesivo-compulsivos
  • Ansiedad por enfermedad
  • Desórdenes de estrés postraumático
  • Desorden agudo de estrés
  • Desorden de ansiedad generalizado
  • Ansiedad producida por ingerir sustancias
    Dios no desea que estemos ansiosos en exceso, inquietos, aprensivos y preocupados. Él quiere que estos síntomas nos sirvan de señal y advertencia de que estamos permitiendo que las preocupaciones del mundo nos agobien.
    “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día”.
    (Lucas 21:34)
    C. ¿Qué es un ataque de pánico?
    “¡Temor,… palpitaciones cardíacas… mareo… temblores… terror! ¿Cómo que no tengo nada malo? Doctor, sé lo que sentí, ¡sentí que me moría!”
    Y así continúa la conversación del paciente con el doctor porque sufrió un ataque de pánico. Además, el paciente acude a otros médicos con la esperanza de que le den un diagnóstico correcto para saber cómo se llama la temible enfermedad que padece. Sin embargo, después de varias visitas a los médicos y de practicarse una serie de análisis, no obtiene respuesta satisfactoria. “Quizá son sus nervios” es el comentario. No, es un ataque de pánico escalofriante… y se siente horrible.
    “Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto”.
    (Salmos 55:5)
  • Un ataque de pánico es un episodio breve y repentino de temor intenso con una variedad de síntomas físicos (tales como palpitaciones cardíacas y mareo) que ocurre sin la intervención de amenaza externa alguna.
  • La primera vez que se sufre un ataque de pánico, a menudo es una experiencia salida de la nada que sucede al estar realizando cualquier actividad normal, como una caminata al aire libre. De pronto le viene una racha de sensaciones de temor, pero duran por unos cuantos segundos o pocos minutos.
  • Un ataque de pánico no necesita del estímulo inicial para que vuelva a suceder y provoque otro ataque de pánico. El ataque de pánico suele suceder por sí mismo porque se alimenta del temor de volver a padecerlo.
  • Un ataque de pánico es temor fuera de control.
    “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía”.
    (Job 3:25)
    D. ¿Que es una fobia?
    La fobia es la forma más extrema del temor. Los que sufren fobias tienen un temor irracional por un objeto o una situación que no representa una amenaza real. Su cuerpo está en continuo estado de alerta. A menudo presenta comportamientos para evitar y evadir el objeto de su temor. Por tanto, sus actividades están controladas por el temor, las experiencias de su vida están excesivamente limitadas por el temor y disminuye su calidad de vida en gran manera por causa de su miedo.
    “Me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos”.
    (Job 4:14)
  • La fobia es un constante temor irracional a ciertos objetos o situaciones.
  • La palabra fobia viene de la palabra griega phobos, que quiere decir “temor, huir, terror”.En el Nuevo Testamento la palabra que se traduce “temor” generalmente es phobos, que en el idioma griego primero tuvo el significado de “huir” y luego se usó para referirse a “aquello que provoca que alguien salga huyendo”.
  • Una fobia difiere del temor en que…
    —La fobia es claramente excesiva e irracional (fuera de proporción comparada con el grado real de la amenaza).
    —La fobia se asocia con comportamientos diseñados para evitar algo (haciendo cosas diferentes deliberadas para evitar el temor).
    —La fobia se asocia con una menor calidad de vida (reduce el gozo en la vida).
  • Un desorden fóbico es un temor irracional constante que inhibe la capacidad de desempeñarse en forma normal. Si la fobia no produce efectos negativos considerables en su estilo de vida, entonces no es un desorden. El desorden fóbico puede tener tanto poder sobre la vida de una persona que lo lleva al punto de que sus pensamientos, percepciones y acciones de toda su vida se ven afectados.
    “De todas partes lo asombrarán temores, y le harán huir desconcertado”.
    (Job 18:11)
    E. ¿Cuántas clases de fobias existen?
    El tipo de fobia que experimenta una persona está determinado por el objeto o enfoque de su temor. Existen tres tipos principales de fobias que son dolorosas y atemorizantes para el que las padece. Típicamente la persona tratará de evitar cualquier pensamiento u objeto de estímulo que provoque el ataque de pánico.
    “Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro, y el temblor estremece mi carne”.
    (Job 21:6)
  • Fobias específicas (que anteriormente se llamaban fobias simples)
    Temor de un objeto o situación específica
    —Este tipo de fobia es experimentar un temor persistente en la presencia de o en el encuentro anticipado del objeto o situación que provoca temor.
    —Algunos ejemplos de objetos a los que se les teme son: elevadores, arañas, cuchillos, serpientes, gatos, fuego, insectos
    —La zoofobia es el temor a los animales y se caracteriza por un sentido de peligro aun cuando está en presencia de animales inofensivos.
    —Algunos ejemplos de situaciones temibles: volar, las alturas, la oscuridad, conducir por puentes o a través de los túneles
    —La acrofobia es el temor a las alturas y se caracteriza por sentir inseguridad extrema y de caer aunque no haya peligro de que eso suceda.
    —La claustrofobia es el temor a los espacios cerrados y se caracteriza por un sentido de asfixia en un ambiente cerrado.
  • Fobias sociales (comúnmente se llama desorden de ansiedad social)
    Temor a hacer el ridículo
    —Ese tipo de fobia se caracteriza por un temor paralizante de que se le considere tonto o de que se le juzgue por ser torpe en una situación social.
    —Ejemplos: Temor persistente a situaciones sociales tales como iniciar o mantener una conversación, comer en público, ir a una fiesta; también un temor constante de aparecer en público como el pánico escénico o temor a hablar en público.
  • Agorafobia (literalmente, “Temor de espacios abiertos”)
    Temor del temor (En espacios abiertos)
    —Esa fobia es el temor a sufrir un ataque de pánico en un lugar abierto del cual sería difícil o vergonzoso escapar. Se produce como resultado de varios ataques de pánico y es el temor de volver a sufrirlo. Por lo tanto, la persona evita cualquier situación que pudiera provocarlo.…
    —Ejemplo: Tener tanto temor de sufrir un ataque de pánico en un lugar público o en un lugar desconocido que se vuelve un ermitaño y no quiere salir ni de su propio cuarto.
    “Porque tuve temor de la gran multitud, y el menosprecio de las familias me atemorizó, y callé, y no salí de mi puerta”
    (Job 31:34)
    II. CARACTERÍSTICAS
    A. ¿Cuáles son los síntomas de un temor normal vs. uno anormal?
    En la Biblia encontramos que durante su vida, David corrió mucho peligro. Sus éxitos militares le ganaron la feroz envidia y los celos temibles del Rey Saúl. Por lo tanto, Saúl invirtió toda su energía en matar a su adversario… para eliminar la amenaza de su trono. David tenía temor normal y justificado, pero la persona que padece un temor anormal puede identificarse con la angustia que David padeció.
    “Mi corazón está dolorido dentro de mí, y terrores de muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto. Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría. ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto”.
    (Salmos 55:4–7)
    Diferencias entre…
  • Temor normal
    ¿Por qué nos daría Dios la emoción del temor si sería perjudicial para nosotros? La respuesta se encuentra en la pregunta: ¿Si en este momento me sorprendiera un malhechor con cuchillo en mano, querría contar con los beneficios del temor? Entre sus beneficios se incluyen…
    —Aprensión (proceder con precaución)
    —Respiración agitada (para llevar más oxígeno a todo el cuerpo)
    —Mayor energía (para tener fuerza y reaccionar de inmediato)
    —Incremento en el ritmo cardíaco (para que la sangre dé energía a los músculos)
    —Estar más alertas (para estar prestos ante el peligro)
    —Pensamientos rápidos (para tener opciones a tomar en cuenta)
    —Contracción de músculos (para prepararnos y reaccionar con “atacar o huir”)
    —Incremento de la transpiración (para enfriar el cuerpo y evitar el sobrecalentamiento)
    —Pupilas dilatadas (para incrementar la visión, especialmente de noche)
    —Agudeza de los sentidos (para prepararnos a enfrentar el objeto que nos produce temor)
    —Menor sensación de sueño (para ayudarnos a tener más tiempo de estar alertas ante el temor)
    —Aumenta el habla (para ayudarnos a comunicar el problema)
  • Temor anormal
    En el caso del temor anormal, el nivel de temor es desproporcionado con la situación real, es más, podrían no estar relacionadas. El temor anormal puede provocar un ataque de pánico. La persona experimenta ataque de pánico cuando padece cuatro o más de los siguientes síntomas y alcanzan un máximo dentro de los siguientes 10 minutos o menos. (El cuerpo no puede mantener la reacción de “ataca o huir” por más de ese período de tiempo).
    —Dolor o molestia en el pecho (sentir que está padeciendo un ataque cardíaco)
    —Escalofríos o bochornos (sentir que debe ir al hospital)
    —Sensación de ahogo, dificultad al tragar (sentir que la garganta se le cierra)
    —Manos frías, sensación de hormigueo (siente entumecimiento)
    —Sensación de retraimiento (siente que está perdiendo contacto con la realidad o consigo mismo)
    —Mareo, dolor de cabeza (siente que se va a desmayar)
    —Temor de perder el control (siente que se va a volver loco)
    —Hiperventilación, dificultad para respirar (sentir que se desvanece)
    —Nauseas, diarrea, dolor abdominal y calambres (sentir que tiene una enfermedad que amenaza su vida)
    —Ritmo cardíaco acelerado, presión alta (siente que se le va a salir el corazón)
    —Sudor, transpiración excesiva (siente que es una vergüenza para todos los que están cerca)
    —Terror de morir (siente que va a morir)
    —Temblores y estremecimientos (siente que no hay salida)
    La gente que experimenta temor anormal no teme tanto al objeto de su temor, sino a los síntomas del mismo. Y en realidad su temor aumenta. Experimenta el mismo temor que tuvo Job.
    “Se han revuelto turbaciones sobre mí; combatieron como viento mi honor, y mi prosperidad pasó como nube”.
    (Job 30:15)
    B. ¿Cuáles son algunas de las características de la ansiedad?
    Todos experimentamos ansiedad, pero no todos la experimentamos de la misma manera, por la misma razón, o al mismo grado. ¡Por lo regular queremos evitar la ansiedad como si fuera una plaga! Sin embargo, no debemos temer a la ansiedad, sino entenderla y usarla para motivarnos a confiar más y más en Dios.
    “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”.
    (Juan 14:1)
  • Ansiedad moderada—preocupación normal que puede ser saludable y de ayuda.
    —Nos motiva y nos conduce a mayor eficiencia.
    —Nos fuerza a salir de nuestra zona de comodidad.
    —Nos ayuda a evitar situaciones peligrosas.
    —Nos puede ayudar a aprender a vivir en dependencia del Señor.
    —Observe cómo el salmista le puso música a estas palabras cuando se volvió al Señor …
    “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma”. (Salmos 94:19)
  • Ansiedad intensa—obsesión anormal que es más profunda y problemática.
    —Hace que disminuya nuestra concentración.
    —Nos hace olvidadizos.
    —Obstaculiza nuestras actividades diarias.
    —Bloquea nuestra comunicación con los demás.
    —Observe cómo Salomón, siendo el hombre más sabio de toda la tierra dijo:
    “Quita, pues, de tu corazón el enojo”. (Eclesiastés 11:10)
    III. CAUSAS
    A. ¿Cuáles son las causas comunes del temor?
    Algunas situaciones que no provocan temor en la mayoría de la gente, pero sí provocan gran temor en ciertas personas. ¿Qué hace la diferencia? La percepción. La percepción de la persona que siente el temor. Su percepción de una situación afecta tanto el grado de su temor (cuánto miedo va a sentir), como su respuesta ante el temor (qué hará por causa de ese temor). Note las emociones cambiantes de los discípulos de Jesús cuando vieron algo que nunca antes habían visto (Mateo 14:26–33).
  • Temor: “Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven”.
    Fe: “Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús”.
  • Temor: “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento”.
    Fe: “Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”.
  • Amenaza percibida contra la seguridad
    —Seguridad económica: “Si no me va bien en esta presentación, podría perder mi trabajo; y no podré mantenerme a mí mismo ni a mi familia”.
    —Seguridad física: “Si me voy muy lejos de la casa podría verme involucrado en un accidente y lastimarme, quedar paralítico o incluso morir”.
    —Salud física: “Si no soy cuidadoso con lo que toco, como o bebo, puedo enfermarme y no podré trabajar, entonces perderé mi trabajo”.
    —Posesiones: “Si pierdo mi casa, no tendré donde vivir y no podré sobrevivir en las calles”.
    La solución: Aprenda que su seguridad se encuentra en su relación personal con el Señor.
    “En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?” (Salmos 56:11)
  • Amenaza percibida contra mi significancia
    —Identidad: “Si pierdo mi puesto en el trabajo, voy a perder todo por lo que he trabajado y entonces, ¿qué razón tendré para vivir?”
    —Auto-estima: “Si paso esa vergüenza frente a todos mis compañeros, jamás podré volver a trabajar porque estaré demasiado apenado”.
    —Reputación: “Si alguien se entera de mi manera compulsiva de lavar, no podré volver a ver a nadie a la cara”.
    —Auto-realización: “Si no logro graduarme y alcanzar todas las metas de mi vida, seré un fracaso”.
    La solución: Sepa que su vida significa tanto para Dios que él decidió salvarlo.
    “He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí”. (Isaías 12:2)
  • Amenaza percibida contra el amor
    —Relaciones más cercanas: “Si pierdo a mi esposo(a), no sé que voy a hacer o cómo podré seguir viviendo”.
    —Talentos y habilidades: “Si no puedo actuar en el escenario, perderé a todos mis admiradores y a mis amigos y entonces estaré completamente solo(a)”.
    —Atractivo físico: “Si me pongo más vieja y gorda, mi esposo dejará de amarme”.
    —Posición en una relación: “Si no hago un mejor papel que los nuevos empleados, perderé el respeto de mis colegas”.
    La solución: Sepa que Dios lo ama más allá de cualquier comparación.
    “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen”. (Salmos 103:11)
    B. ¿Cuáles son los factores que contribuyen al temor irracional?
    El temor no surge en un vacío. Algo ha hecho que usted se deje controlar por el temor y algo que dispara el temor. Esa experiencia sucedió en el pasado y lo que detona el temor sucede en el presente. Para actuar con sabiduría y saber por qué el temor lo controla en el presente, es importante hallar la verdad acerca del pasado de ese temor.
    “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”.
    (Salmos 51:6)
  • Experiencias previas
    —Experiencias traumáticas:
    Abuso o violación sexual infantil
    Accidente automovilístico
    Muerte de un ser querido o de una mascota amada
    —Formas en que otras personas asustan a los demás:
    Un padre que profería amenazas de violencia
    Hermanos que lo amenazaron con violencia
    Otras personas que lo amenazaron con violencia
    —El sentido de auto-estima que no se ha desarrollado:
    Rechazo, crítica o ridiculizarlo
    Bajo rendimiento académico
    Falta de habilidades atléticas
    —Padres que mostraban excesivo temor:
    “Mi tía tenía un trastorno de pánico”.
    “Mi padre se mostraba constantemente preocupado”.
    “Mi madre era temerosa y sobreprotectora”.
    Reconozca la razón de su temor y dígase a sí mismo la verdad acerca de su pasado y su presente.
    “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”.
    (1 Corintios 13:11)
  • Carga emocional excesiva
    —Negación de los propios sentimientos:
    “Debo ocultar mi dolor”.
    “Debo negar mis desilusiones”.
    “Debo rechazar la ira”.
    —Mentalidad que busca complacer a los demás:
    “Debo evitar que alguien se enoje”.
    “Debo hacer que todos estén felices”.
    “Debo hacer que todos estén en paz conmigo”.
    —Estrés interno:
    “Tengo mucha ansiedad oculta”.
    “No puedo reconocer las situaciones estresantes”.
    “No tengo manera de ventilar mis emociones”.
    —Ambiente estricto o perfeccionista en el hogar o de parte de otras autoridades:
    “Nunca agradé a mis padres”.
    “Nunca fui lo suficientemente bueno”.
    “Fui objeto de castigos severos”.
    Reconozca la razón de su temor y permita que el Señor le ayude a sanar sus heridas.
    “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
    (1 Pedro 5:6–7)
  • Tratar de evitar una situación amenazadora
    —Rehusándose a enfrentar sus temores:
    “Tiendo a minimizar mi temor”.
    “Creo que en algún momento dejaré de sentir temor”.
    “Creo que puedo evitar situaciones atemorizantes”.
    —No dando oportunidad para el cambio:
    “No busco ayuda o alguien con quien hablar”.
    “No estoy tratando de entender por qué tengo tanto temor”.
    “No trato de aprender a confrontar mi temor”.
    —Seguir reforzando los temores:
    “Me ajusto a mis temores en lugar de confrontarlos”.
    “Todo lo que hago se alinea con mi temor”.
    “No voy a ningún lugar donde se eleve mi nivel de ansiedad”.
    —Robusteciendo los modelos de pensamiento negativos:
    “El temor domina mis decisiones”.
    “Tiendo a evaluarlo todo a través de la lente del temor”.
    “El temor domina todos mis pensamientos”.
    Reconozca la causa de su temor y deje que el Señor le ayude a enfrentar sus temores.
    “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”.
    (Isaías 41:13)
  • El pesimismo
    —Suponer que la vida es una amenaza:
    “Siempre espero hostilidad y odio contra mí”.
    “Siempre espero que habrá resistencia y obstáculos en mi camino”.
    “Siempre espero que habrá peligro y desastre”.
    —Da por hecho que pasará lo peor:
    “Asumo que siempre habrá rechazo y me ridiculizarán”.
    “Asumo que siempre me lastimarán y tendré dolor”.
    “Asumo que siempre habrá frustración y fracaso”.
    —Creer que nunca podrá cambiar:
    “He dejado de pensar que la vida podría ser normal”.
    “Pienso que el temor siempre me controlará”.
    “Asumo que Dios no puede ayudarme”.
    —Pensar que no se puede controlar la situación:
    “Cuando tengo temor me siento impotente”.
    “Cuando tengo temor me siento incapaz”.
    “Cuando tengo temor no puedo pensar con claridad”.
    Reconozca la razón de su temor y repítase a sí mismo la verdad de que …
    “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
    (Filipenses 4:8)
    C. ¿Cuáles son las causas físicas del temor y la ansiedad?
    Mucha gente se frustra consigo misma cuando siente temor. Trata de convencerse a sí misma de que no tiene ansiedad, pero no lo consigue. Mientras tanto, no sabe que sus sentimientos son el resultado y la respuesta a algo físico que está sucediendo, como una enfermedad o un medicamento. Sin importar cuál sea la aflicción que está padeciendo, recuerde que el Padre celestial lo ama, lo escucha y le ayudará.
    “Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó”.
    (Salmos 22:24)
  • Evalúe su condición médica
    —En el mundo de la medicina hay una clasificación llamada desorden de ansiedad debido a una condición médica general e indica claramente que la falta de salud física de una persona contribuye a la ansiedad, temor y aun a ataques de pánico.
    —Las áreas de mayor preocupación que necesita evaluar son el corazón, los sistemas endocrino y respiratorio y su condición metabólica y neurológica. (Debe identificar cualquier deficiencia de vitamina B, niacina, pirodoxina calcio, o magnesio).
  • Evalúe si ha estado expuesto a sustancias tóxicas
    —Los profesionales denominan una de las causas de la ansiedad como “desorden de ansiedad inducido por alguna sustancia”.
    —Cualquier exposición a toxinas, todas las drogas, medicamentos, vitaminas y minerales, sean legales o ilegales con o sin receta médica debe evaluarse, tanto como las sustancias que se encuentran en los alimentos (como la cafeína y el azúcar).
    Si está sufriendo cierto grado de ansiedad que interfiere con su vida normal…
    —Primero, hágase un examen médico completo. (Dígale al doctor que se siente inusualmente ansioso. Sea específico). Reconozca que la gente puede estar predispuesta genéticamente a sufrir ataques de pánico.
    —Si no recibe la ayuda adecuada, busque una segunda opinión de otra especialidad médica como un siquiatra que se especialice en desórdenes de ansiedad.
    “El corazón del entendido adquiere sabiduría; Y el oído de los sabios busca la ciencia”.
    (Proverbios 18:15)
    D. ¿Cuáles son las causas del temor excesivo?
    El antídoto para el temor es el amor de Dios. La presencia de un temor sobrecogedor es la ausencia de confianza en el carácter del Dios de la Biblia y en la seguridad de su amor por usted. Si su percepción de Dios es que él no es “para usted,” estará a merced de sus propios recursos en los cuales apoyarse y en su propia filosofía de la vida para confortarlo y sostenerlo. La manera en que responde ante el temor a menudo está directamente relacionada con lo que usted cree acerca de Dios y lo que cree de sus promesas respecto a usted y su vida.
    “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”
    (Romanos 8:31)
    “Tu reino es reino de todos los siglos, y tu señorío en todas las generaciones”.
    (Salmos 145:13)
  • El temor nos domina cuando olvidamos lo que Dios ha hecho por nosotros y que tenemos a nuestra disposición su poder.
    —Ejemplo bíblico: (Lea 1 Samuel 17:1–51)
    El ejército israelita estaba paralizado por el temor y huyeron de la presencia de Goliat, el gigante filisteo que retó a la nación de Israel. Sin embargo, un joven pastor llamado David corrió a enfrentarlo en la batalla. Con una pequeña piedra mató al gigante y el ejército filisteo estaba devastado. ¿Qué era lo que David sabía acerca de Dios que le permitió enfrentarse a Goliat cuando todos los demás soldados huyeron? David lo explica así:
    “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”. (1 Samuel 17:37)
    “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel”.
    (1 Samuel 17:45–46)
  • El temor nos domina cuando olvidamos que Dios nos ha comprado y que le pertenecemos.
    —Ejemplo bíblico: (Lea Gálatas 2:1–21)
    Mientras Pablo y Pedro estuvieron en Antioquía comían con los gentiles hasta que algunos miembros del concilio de Jerusalén llegaron. Entonces Pedro se apartó de los gentiles. Tenía temor de que los judíos circuncisos se enojaran con él por relacionarse con los gentiles incircuncisos. Sin embargo, Pablo no sólo siguió comiendo con ellos, sino que reprendió a Pedro por su hipocresía. ¿Qué sabía Pablo acerca de su relación con Dios que le dio valor ante esos hombres de tanto prestigio? El dio su razón cuando escribió que:
    “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gálatas 2:20)
    “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres”. (1 Corintios 7:23)
  • El temor nos domina cuando olvidamos que Dios es nuestro ayudador.
    —Ejemplo bíblico: (Lea 1 Samuel 13:5–7 y 1 Samuel 13:15–14:23)
    El ejército de Israel era mucho menor que el del enemigo y se encontraba esparcido y escondido por el temor de la llegada de los filisteos. Sin embargo, Jonatán el hijo del rey de Israel y su paje de armas atacaron a un destacamento filisteo. Esa acción provocó que Dios hiciera que todo el ejército entrara en pánico y huyera del ejército israelí. ¿Qué convicción tenía Jonatán acerca de Dios, que le dio valor para atacar al enemigo mientras que al mismo tiempo los demás huían presas del temor? Las palabras de labios de Jonatán nos explican esa confianza.
    “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6)
    “De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre’ ” (Hebreos 13:6)
  • El temor nos domina cuando olvidamos que Dios es nuestro Consolador.
    —Ejemplo bíblico: (Lea Juan 12:1–43)
    Muchos de los judíos que seguían a Jesús habían puesto su fe en él. Y muchos de los líderes judíos también creían en él pero no abiertamente. Cedieron ante el temor de perder el favor de los fariseos y que se les denegara la entrada a la sinagoga. ¿Qué era lo que los que confesaban a Jesús abiertamente sabían acerca de Dios que les impulsaba a actuar con base en su fe y no en el temor? Las palabras de Isaías nos dan la respuesta.
    “Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes”. (Isaías 51:7)
    “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?” (Isaías 51:12)
  • El temor nos domina cuando olvidamos que Dios es soberano sobre nuestras vidas y que él nos protege.
    —Ejemplo bíblico: (Lea Hechos 27:1–44)
    Pablo y todos los que iban con él en el barco perdieron toda esperanza de sobrevivir cuando se vieron sorprendidos por el vendaval de un fuerte huracán. Sin embargo, después de 14 días de luchar contra los vientos y la lluvia, Pablo animó a los hombres y les aseguró que el ángel de Dios le había dicho que el barco se perdería, pero que todos sobrevivirían. ¿Qué era lo que Pablo sabía acerca de Dios que le dio tanto valor y confianza en medio de circunstancias de vida o muerte? Pablo conocía los salmos del Rey David.
    “Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar”. (Salmos 46:2)
    “No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en Jehová”. (Salmos 112:7)
    E. ¿Qué nos dice Dios acerca de un temor saludable?
    A través de toda la Biblia, Dios repite una frase una y otra vez: “No temáis… no temáis… no temáis”. Él nos dice que no debemos temer a la gente o las cosas. Pero sí dice: “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás” (Deuteronomio 6:13). Este temor no se refiere al “miedo” ni sugiere que debamos tener temor de Dios. El significado de este tipo de temor es de reverencia y admiración. Debemos temerle, reverenciarle, porque él es el único y todopoderoso Dios, que tiene el poder de cambiarnos de adentro hacia fuera y hacernos la persona que él quiso que fuéramos cuando nos creó.
    Cuatro puntos del plan de dios
    El primer paso para experimentar libertad del temor en nuestra vida es reconocer que Dios es digno de nuestra reverencia. El segundo paso es someter nuestra vida… y nuestros temores… a su autoridad al recibir a su Hijo Jesús como Salvador y Señor.

1 El propósito de Dios para usted… es la salvación.

—¿Qué movió a Dios a enviar a su Hijo a la tierra? ¿Condenarla? No, ¡lo envió para demostrarnos su amor por medio de la salvación!
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. (Juan 3:16–17)
—¿Cuál fue el propósito de Jesús al venir al mundo? ¿Hacerlo todo perfecto y quitar todo el pecado? No, ¡vino a perdonar nuestros pecados, darnos el poder para obtener la victoria sobre éste y ayudarnos a vivir una vida plena!
“Yo [Jesús] he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. (Juan 10:10)

2 Su problema… es el pecado.

—¿Qué es el pecado? El pecado es vivir de manera independiente de las normas de Dios, sabiendo lo que es correcto, pero decidiendo hacer lo malo.
“Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. (Santiago 4:17)
—¿Cuál es la consecuencia del pecado? La muerte espiritual; es decir, la separación espiritual de Dios.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 6:23)

3 La provisión divina para usted… es el Salvador.

—¿Hay algo que pueda quitar la paga del pecado? Sí. Jesús murió en la cruz para pagar personalmente por nuestros pecados.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5:8)
—¿Cuál es la solución para ya no estar separados de Dios? Creer en Jesucristo como el único camino a Dios el Padre.
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (Juan 14:6)

4 Su decisión… es someterse.

—Deposite su fe en (descanse en) Jesucristo como su Señor y Salvador personal y deje de confiar en las “buenas obras” como medio para ganar el favor de Dios.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. (Efesios 2:8–9)
—Entregue a Cristo el control de su vida, y confíe su vida en sus manos.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:24–26)
En el mismo momento en que decida creer en él y depositar su vida a Cristo, él le dará su Espíritu para que resida dentro de usted. El Espíritu de Cristo le dará su poder para vivir la vida plena y libre de temor que Dios quiere para usted, así que puede decirle una oración simple pero de corazón sincero como la que sigue:
Oración para la salvación
“Dios, quiero entablar una relación personal contigo. Reconozco que muchas veces he decidido seguir mi propio camino y no el tuyo. Por favor, perdona mis pecados. Jesús, gracias por morir en la cruz por mis pecados. Entra a mi vida y sé mi Señor y Salvador. En vez de ser controlado por el temor, te doy el control de mi vida a ti para vivir por fe. En tu santo nombre hago esta oración. Amén”.
¿Qué puede esperar ahora?
Si hizo esta oración con toda sinceridad, ¡escuche lo que Dios tiene que decirle!
“Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”.
(Deuteronomio 31:8)
F. La raíz del problema de ser controlado por el temor
Creencia incorrecta:
“Como no puedo controlar mis temores, la mejor solución es tratar de evitar cualquier situación de temor”.
Creencia correcta:
Puedo enfrentar mi temor en la fortaleza del Señor y de esa manera no me dejaré dominar por el temor. Cristo vive en mí y al centrar mi atención en su perfecto amor y perfecta verdad, experimentaré su perfecta paz en medio de cualquier situación que me atemorice.
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. (1 Juan 4:18)
IV. PASOS PARA ENCONTRAR LA SOLUCIÓN
A. Versículo clave para Memorizar
“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.
(Isaías 41:10)
B. Pasaje clave para leer y meditar
Salmos 23
“Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”.
(Salmos 23)
Cuando empeore su temor, puede intercambiar el pánico por la paz recordando Salmos 23.

  • Versículo 1: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”.
    Imagine una escena pastoral en el campo con el Señor a su lado. Repítase cinco veces: “Jehová es mi pastor”.
    En cada repetición ponga énfasis en una palabra diferente:
    JEHOVÁ es mi pastor.
    Jehová ES mi pastor.
    Jehová es MI pastor.
    Jehová es mi PASTOR.
    JEHOVÁ ES MI PASTOR.
  • Versículo 2: “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará”.
    Imagine que se encuentra al lado de un río tranquilo.
  • Versículo 3: “Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”.
    Inhale profundamente en repetidas ocasiones y diga cinco veces: “Mi pastor restaura mi alma”.
    En cada repetición ponga énfasis en una palabra diferente:
    MI pastor restaura mi alma.
    Mi PASTOR restaura mi alma.
    Mi pastor RESTAURA mi alma.
    Mi pastor restaura MI alma.
    Mi pastor restaura mi ALMA.
  • Versículo 4: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.
    Reconozca que usted no está esclavizado. Diga lentamente: “No tendré temor porque el Señor está conmigo”. Repítalo cinco veces.
  • Versículo 5: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”.
    Inhale profundamente varias veces y repita despacio: “El Señor es mi protector”. Repítalo cinco veces.
    En cada repetición ponga énfasis en una palabra diferente:
    EL Señor es mi protector.
    El SEÑOR es mi protector.
    El Señor ES mi protector.
    El Señor es MI protector.
    El Señor es mi PROTECTOR.
  • Versículo 6: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”.
    Agradezca al Señor por la manera en que él usará cada situación que le atemoriza para su bien.
    “Querido Dios, gracias por ser mi pastor. Tú me guías, tú me proteges y me das tu paz. Eres el que restaura mi alma. Conoces mis debilidades y las ocasiones en las que he sido presa del temor. Ahora, en mis debilidades decido confiar en tu fortaleza. Tú eres mi Pastor. Decido confiar en tu poder para dejar de temer y ejercer fe. Entrego mi temor a ti y te pido que lo uses para mi bien y recuérdame de mi necesidad perenne de ti. En tu santo nombre. Amén”.
    Si se enfoca en su temor, el pánico lo asaltará.
    Si se enfoca en su pastor, su corazón estará en paz.
    C. Del temor a la fe
    La infidelidad y el temor van de la mano porque el pecado sabotea nuestra relación con Dios. Tan pronto como Adán y Eva fueron infieles a Dios, cambiaron su fe en temor. Su comunión con Dios se vio quebrantada, se volvieron temerosos y se escondieron. Sabían que habían pecado y que merecían el desagrado y disciplina de Dios. Como resultado de ello, la muerte pasó a toda la humanidad. Todos hemos nacido con el estigma de la muerte y todos estamos destinados a ella. Afortunadamente, por la gracia de Dios no tenemos que morir espiritualmente (estar separados de Dios por toda la eternidad).
    “El temor de Jehová es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte”.
    (Proverbios 14:27)
  • Empiece con un temor (reverencia y respeto) saludable de Dios.
    —Crea que Dios lo creó. (Génesis 1:26)
    —Crea que Dios tiene un plan maravilloso para su vida. (Jeremías 29:11)
    —Crea que Dios tiene autoridad sobre usted. (1 Corintios 6:19–20)
    —Crea que Dios le dará las recompensas o consecuencias con base en su decisión de obedecerle o no. (Gálatas 6:7–8)
    “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”.
    (Proverbios 1:7)
  • Acepte que el temor no es parte del plan de Dios para su vida.
    —El temor le impide confiar en Dios.
    —El temor impide que se apropie de la gracia de Dios
    —El temor lo tiene bajo la esclavitud del temor.
    —El temor lo daña física, emocional y espiritualmente.
    “En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?”
    (Salmos 56:4)
  • Sinceramente analice su temor para descubrir el origen real de su fobia.
    —Temor al rechazo… ¿Necesita usted ser amado y aceptado?
    —Temor al fracaso… ¿Necesita usted conocer el significado de su vida?
    —Temor a la pérdida económica… ¿Necesita usted sentirse seguro?
    “El temor del hombre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado”.
    (Proverbios 29:25)
  • Esté consciente del poder que tiene el amor de Dios por usted.
    —El amor de Dios incluye aceptación completa.
    —El amor de Dios nos proporciona el conocimiento de su autoestima.
    —El amor de Dios nos proporciona poder para superar todo temor. (1 Juan 4:18)
    —El amor de Dios nos da seguridad eterna. (Deuteronomio 31:8)
    “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.
    (Jeremías 31:3)
  • Comprométase a desarrollar su fe en Dios.
    —Ingrese a un grupo de estudio de la Biblia. (2 Timoteo 2:15)
    —Dedique tiempo a la meditación diaria y a la oración. (Filipenses 4:6)
    —Sea activo en una iglesia local que enseñe la palabra de Dios. (Hebreos 10:25)
    —Comprométase a memorizar y meditar en la palabra de Dios. (Salmos 119:97)
    —Sea obediente a la dirección de Dios en su espíritu. (1 Tesalonicenses 5:19)
    “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”.
    (Salmos 1:2)
  • Involúcrese con otros creyentes.
    —Tenga comunión con otros cristianos.
    —Esté dispuesto a testificar de la fidelidad de Dios en su vida.
    —Enfóquese en servir a los demás. (Filipenses 4:10)
    —Reconozca que la responsabilidad en todo es de dos vías (la de Cristo y la suya). (Filipenses 4:13)
    “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo”.
    (Proverbios 27:17)
  • Utilice la Palabra de Dios para controlar su imaginación cuando comience a salirse de la voluntad de Dios.
    —“Cuando tenga temor, confiaré en ti”. (Salmos 56:3)
    —“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Salmos 27:1)
    —“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. (Salmos 46:1)
  • Enfrente las situaciones de temor a través de la fe en el poder de Cristo.
    —Cristo siempre está listo para ayudar.
    —Reconozca su presencia real y pídale ayuda. (Filipenses 4:23)
    —Entregue a él su temor y reciba su gran amor.
    —Muestre amor hacia los demás enfocándose en sus necesidades.
    “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.
    (1 Tesalonicenses 5:24)
  • Libérese de su temor y fortalezca su fe.
    —Confíe en Dios cada vez más.
    —Sea pacífico.
    —Sea agradecido.
    —Sea más como Cristo.
    “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias”.
    (Colosenses 2:6–7)
    D. La verdad os hará libres
    Cuando conocemos la verdad y actuamos con base a ella, podemos vencer el temor. La fuente de la verdad es Aquel que dijo ser el Camino, la Verdad y la Vida: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). La fuente donde encontramos la verdad de Dios es su palabra, la Biblia. El primer paso para identificar las mentiras que subyacen tras sus temores es aplicar la verdad y comenzar a reemplazarlas con la verdad.
    “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
    (Juan 8:32).
  • Temor: “¡No puedo evitar este sentimiento de intenso temor!”
    Verdad: Ese sentimiento es una ilusión de mi mente y cuerpo. No se ajusta a la verdad.
    “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado”. (Salmos 27:3)
  • Temor: “Soy un fracaso. Siento que me voy a morir”.
    Verdad: El tiempo de muerte está en las manos de Dios. Confiaré en Dios.
    “Ciertamente sus días están determinados, y el número de sus meses está cerca de ti; le pusiste límites, de los cuales no pasará”. (Job 14:5)
  • Temor: “Yo temo lo que otros piensen de mí”.
    Verdad: Mi paz viene de agradar a Dios, no de agradar al hombre.
    “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables”. (2 Corintios 5:9)
  • Temor: “Estoy desesperado; nunca cambiaré”.
    Verdad: En Cristo, soy una nueva criatura. Dios da esperanza a todos.
    “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)
  • Temor: “Estoy tan nervioso, que no puedo pensar claramente”.
    Verdad: Dios guardará mi mente y me dará paz.
    “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. (Filipenses 4:7)
  • Temor: “Debo estar en control de las cosas para estar seguro”.
    Verdad: Dios está en control de mi vida, él está conmigo paso a paso.
    “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”. (Deuteronomio 31:8)
  • Temor: “Me siento atrapado y no veo la forma de salir”.
    Verdad: Dios siempre provee un avía de escape.
    “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”. (1 Corintios 10:13)
    E. Examínese en cuanto al temor
    Cuando examina su temor y el origen de él, su legitimidad y su patrón, podrá entender su temor y desarrollar una estrategia para resolverlo. Primero, acuda a Dios quien es la fuente de toda sabiduría y haga esta oración desde lo profundo de su corazón…
    “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno”.
    (Salmos 139:23–24)
    Identifique de manera específica su temor, ¿qué es exactamente a lo que le teme? Luego hágase estas preguntas:
  • ¿Está relacionado mi temor con sucesos recientes o se originó en alguna situación específica del pasado?
  • ¿Es el objeto o la circunstancia de mi temor una amenaza real o percibida?
  • ¿Está mi temor asociado equivocadamente con un evento u objeto que no tengo por qué temer?
  • ¿Proviene mi temor de ciertos lugares, gente o cosas que me recuerdan posibles consecuencias que me atemorizan?
  • ¿Está mi temor presente y persistente arraigado en relaciones interpersonales que ya no frecuento o en un estilo de vida que ya no practico?
  • ¿Es el temor que siento resultado de antiguos hábitos de responder con temor con tal de manipular a la gente que me rodea?
    “La ciencia del prudente está en entender su camino; mas la indiscreción de los necios es engaño”.
    (Proverbios 14:8)
    F. Venza la mentalidad de temor
    Si usted nació y creció en un hogar donde reinaba el temor, fácilmente pudo haber desarrollado una mentalidad basada en el temor y desde pequeño y haberse convertido en un adulto controlado por el temor de hacer enojar a alguna persona. En ocasiones, se siente impotente y sin poder confrontar o igualar a alguien de tú a tú. Seguirá a merced de los que lo rodean porque son “maestros de la manipulación” que usan tácticas de temor a menos que usted pueda reconocer la esclavitud en la que se encuentra y acepte el hecho de que Cristo vino al mundo para liberar a los cautivos. Sí, ¡Cristo vino para liberarlo!
    “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos”.
    (Lucas 4:18)
    Cuando sienta temor de una persona o situación:
  • Pregúntese si lo que usted teme va a suceder en realidad.
  • Afirme si lo que teme es algo que realmente es factible que suceda.
  • Reconozca que su fijación en el temor garantizará que vuelva a suceder.
  • Entienda que la mayoría de los temores no tienen nada que ver con lo que está sucediendo en ese momento.
  • Identifique sus traumas pasados que le provocaron temor.
  • Determine qué tan frecuente es el temor que está sintiendo. Pregúntese a sí mismo:
    —¿Qué temor del pasado estoy trayendo al presente?
    —¿Cuándo comencé a tener este temor?
    —¿Qué edad emocional tengo cuando siento este temor?
    —¿Dónde estoy cuando siento este temor?
    —¿Qué está sucediendo cuando tengo este temor?
    —¿Cómo me afecta este temor ahora? ¿A qué costo estoy sintiendo este temor?
  • Dígase a sí mismo: “No voy a dejar que este temor me controle. No permitiré que los temores del pasado me dominen”.
  • Repita esta frase una y otra vez: “Eso sucedió entonces, ahora es diferente… Eso sucedió entonces, ahora es diferente”.
  • Decídase a soltarse de las garras del temor.
  • Haga lo que tenga que hacer para controlar su temor y para dejar de ser temeroso.
  • Decida vivir aquí y ahora, y actúe de forma que no esté basado en su temor.
  • Comparta con alguien de su entera confianza sus temores y sus planes de cambiar.
    “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. (Santiago 5:16)
    G. Domine su temor por medio de la desensibilización
    Si aprende a identificar lo que dispara su temor, podrá controlar esas situaciones y arrebatarles el poder que ejercen sobre usted. Si se expone regular y continuamente a aquello que incita su temor (algo que activa o detona su sentido de temor o peligro) puede desensibilizarse para ya no temerlo. Si su temor es provocado por alguna situación o si está bajo cuidado médico por causa de sus ataques de pánico, puede tener victoria si sigue el siguiente proceso…
    “Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios”.
    (1 Pedro 1:13)
    Del pánico a la paz
    Si usted es demasiado sensible a un objeto o situación, la desensibilización puede ser la clave para la libertad. Repita los siguientes pasos de manera sistemática, uno a la vez. Después de repetir cada uno por un período de una o dos semanas (o hasta que ya no tenga una reacción emocional fuerte), siga con el siguiente paso. Una reacción ligera es posible y podrá pasar al siguiente paso.
  • Aumente gradualmente su exposición al temor.
    Fobia específica—Ejemplo: temor a los aviones
    —Mire fotografías de aviones.
    —Vaya a un aeropuerto para ver cómo despegan y aterrizan los aviones.
    —Tome un vuelo corto con un amigo.
  • Practique cómo afrontar su temor.
    Fobia social—Ejemplo: temor a iniciar una conversación
    —Practique hacer las preguntas de un vendedor.
    —Tome la iniciativa de saludar con una sonrisa.
    —Escuche cuidadosamente lo que dicen las personas.
    —Haga preguntas sencillas acerca de los demás.
    —Haga comentarios breves acerca de usted.
    —Desarrolle interés genuino en otros.
  • Repita cada paso de nuevo hasta que note reacciones positivas.
    Agorafobia—Ejemplo: temor de un ataque de pánico (temor a espacios abiertos)
    —Abra la puerta principal de su casa y déjela abierta.
    —Permanezca parado a un lado de la puerta abierta el mayor tiempo posible.
    —Salga, permanezca en el patio delantero y respire profundamente.
    —Camine dentro de los límites de su propiedad.
    —Dé una vuelta al exterior de la casa.
    —Siéntese en el automóvil dentro de su cochera.
    —Pida a alguien que lo lleve a dar una vuelta en el auto.
    —Maneje el auto alrededor de la cuadra.
    —Vaya a un centro comercial y siéntese en su automóvil en el estacionamiento.
    —Vaya al centro comercial cuando no haya tanta gente y camine por él.
    —Entre a una tienda y salude a un empleado de ventas.
    —Haga una compra pequeña.
    —Cada paso que dé, dígase a sí mismo:
    “El Señor está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. (Salmos 118:6)
    “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará”.
    (Deuteronomio 31:6)
    Nota: En caso de reacciones fóbicas severas, el proceso de desensibilización se usa casi siempre con apoyo médico.
    H. Sugerencias de sentido común para vencer el temor y la ansiedad
    En ocasiones las sugerencias generales para enfrentar el temor se omiten porque son demasiado simples y muy “obvias” para considerarlas. Es como ver un bosque sin apreciar los árboles. Estos consejos podrían ser tan simples que no se les dan importancia, pero pueden ser el fundamento sobre el cual se puede edificar un plan efectivo para vencer el temor y la ansiedad.
    “Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca”.
    (Lucas 6:48)
  • Duerma lo suficiente.
  • Ejercítese con regularidad.
  • Diviértase y descanse lo suficiente.
  • Anímese de continuo.
  • Coma saludablemente y evite el consumo de alcohol y drogas.
  • Viva un día a la vez.
  • Escuche música cristiana.
  • Imagínese lo peor y considere por qué no sería tan malo después de todo.
    “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”.
    (Efesios 3:20)
    I. Qué hacer y qué no hacer para apoyar a otros
    Las personas que se atormentan por sus temores necesitan el ánimo e instrucción de aquellos que se han liberado de las garras del temor a través de su relación con Jesús. La gente miedosa necesita amigos que no temen a nada y que puedan ayudarles y acompañarlos a encontrar el camino a la libertad.
    “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo”.
    (Proverbios 18:24)
    No se impaciente cuando no entienda el temor.
    Sí… Entienda que lo que los temerosos sienten es real.
    “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad”. (Proverbios 14:29)
    No piense que lo está haciendo para llamar la atención.
    Sí… Comprenda que la persona tiene vergüenza y quiere cambiar.
    “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago”. (Romanos 7:15)
    No critique o subestime las declaraciones que se hacen.
    Sí… Sea amable y apoye para reconstruir la confianza en sí mismo.
    “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”. (1 Tesalonicenses 5:11)
    No suponga que usted sabe lo que es mejor.
    Sí… pregunte cómo puede ayudar.
    “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos”. (1 Tesalonicenses 5:14)
    No obligue a la persona a enfrentar una situación peligrosa sin planificarla.
    Sí… Dé instrucciones positivas para el auto-análisis y para realizar ejercicios de relajación.
    “Retén el consejo, no lo dejes; guárdalo, porque eso es tu vida”. (Proverbios 4:13)
    No deje que la persona enfrente la situación fóbica a solas.
    Sí… permanezca cerca y déle seguridad y apoyo.
    “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”. (Eclesiastés 4:9–10)
    No empiece con situaciones difíciles.
    Sí… anime a la persona a enfrentar sus temores poco a poco.
    “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. (Santiago 1:2–3)
    No pregunte a cada rato: “¿Cómo te sientes?”
    Sí… ayude a ver el valor de centrarse en otros intereses.
    “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. (Filipenses 2:4)
    No se muestre decepcionado o enojado si la persona falla.
    Sí… anímela y felicítela por el esfuerzo que está haciendo por vencer su temor.
    “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo”. (Proverbios 3:27)
    No diga, “No seas absurdo, ¡No hay nada que temer!”
    Sí diga… “No importa cómo te sientas, repite esta verdad: ‘Tomaré un paso a la vez’ ”.
    “El sabio de corazón es llamado prudente, y la dulzura de labios aumenta el saber”. (Proverbios 16:21)
    No diga, “Eres un cobarde. ¡Tienes que hacer esto!”
    Sí diga… “Sé que esto es difícil para ti, pero no es peligroso. Tienes el valor de hacer esto”.
    “El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia a sus labios”. (Proverbios 16:23)
    No diga, “Deja de vivir en el pasado. Esto no es tan malo”.
    Sí diga… “Recuerda permanecer en el presente y repite: ‘Eso era entonces, y esto es ahora’ ”.
    “Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos”. (Proverbios 16:24)
    Todas las citas bíblicas están tomadas de la Versión la versión Reina-Valera 1960
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    Traducción: Elizabeth Cantú de Márquez
    Puebla, México
    BIBLIOGRAFÍA
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    Wright, H. Norman. Afraid No More! Wheaton, IL: Tyndale House, 1992.
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Hunt, J. (1990–2011). 100 Claves Bíblicas para Consejería (Vol. 92, pp. 1-27). Esperanza para el corazón.

La FE en CRISTO me está ayudando a sobrellevar el cáncer | Jenna DiPrima

«Tienes cáncer».

Nunca esperé escuchar esas palabras a mis treinta y cinco años y con tres hijos pequeños.

Muchas cosas han pasado por mi mente desde que me diagnosticaron cáncer de mama HER2 positivo en etapa 3, pero un pensamiento principal ha sido mi gratitud por la teología reformada, a veces llamada calvinismo o «teología del Dios grande». Ha sido un refugio para mí en una de las temporadas más difíciles de mi vida.

Temo que la gente piense que la doctrina reformada es solo para pastores o aficionados a la teología, o que se trata solo de hombres muertos con largas barbas y ceños fruncidos. Pero la teología reformada ha sido un salvavidas para mí. Ha sido como un par de brazos fuertes debajo de mí, que me han sostenido durante noches de insomnio, ansiedades inquietantes y días llenos de fatiga y dolor. Me ha dado un lenguaje para clamar a Dios cuando no sabía qué o cómo orar. Me ha dado paz en medio de lo que, de otro modo, me destrozaría. Me ha llevado a un Dios soberano y sabio que hace todas las cosas para mi bien y nunca deja de amar a Sus escogidos.

Estas son tres verdades de la teología reformada experiencial que me están ayudando en mi lucha contra el cáncer. Espero que te ayuden a ti en tu sufrimiento.

1. Dios es glorificado en el sufrimiento de Su pueblo.

El centro de la teología reformada es la gloria de Dios. El propósito principal de toda persona, nos dice el Catecismo Menor de Westminster, es glorificar a Dios y gozar de Él por siempre. Su gloria es la razón por la que todo sucede. Esto incluye el sufrimiento de sus elegidos: abortos espontáneos, matrimonios difíciles, agonía por hijos incrédulos, fatiga o dolor crónicos, noches sin dormir, dolor por pérdidas… todo lo que aflige a Su pueblo.

Esto incluye mi cáncer. Que Dios sea glorificado en ello también.

El diagnóstico me impactó a mí, a mi familia y a mi iglesia. No fue un impacto para Dios. Aquel que me tejió en el vientre de mi madre (Sal 139:13), que conoce el número de cabellos de mi cabeza (Lc 12:7) y que gobierna cada célula de mi cuerpo ha ordenado mi cáncer: Él sostiene los procesos biológicos que lo crearon y sostienen. Él ordenó mi cáncer antes de que yo naciera. Nos encanta decir que «Dios es soberano», pero esa es una frase de cajón si Él no es soberano sobre mi cáncer.

«Viviré para verlo glorificado en mi cáncer, en esta vida o en la próxima, porque Dios es glorificado incluso en el sufrimiento de Su pueblo«

Siendo directa, Dios me dio este cáncer y me lo dio para Su gloria. Viviré para verlo glorificado en mi cáncer, en esta vida o en la próxima, porque Dios es glorificado incluso en el sufrimiento de Su pueblo.

Como John Piper ha dicho famosamente: «Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él». Dios recibe gloria cuando estoy más satisfecha en Él que en mi esposo, mis hijos, un cuerpo sano o cualquier cosa que la muerte pudiera robarme. Cuando Dios me despoja de todo y solo queda Él, mi alma encuentra su más profundo deleite en Él. Dios es visto como completamente suficiente. Se hace ver grande porque lo es.

Si mi sufrimiento traerá gloria a Dios, lo aceptaré. Él es digno.

2. Dios obra todas las cosas para el bien de sus escogidos.

Romanos 8:28 es una promesa preciosa y férrea: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito». (Es aún más preciosa cuando se entiende en su contexto).

En esta línea, John Newton señaló una vez: «Todo lo que Dios envía es necesario; nada que Dios retenga puede ser necesario». Reflexiona sobre ello un momento. Si yo supiera todo lo que Dios sabe, oraría para que me enviara un cáncer porque sabría que sería para mi gozo eterno.

No es necesario que esto tenga sentido para mí para que yo lo crea. No necesitas entender cómo Dios está obrando para tu bien para saber que lo está haciendo. Debemos creer en esta promesa por fe, aun cuando no la veamos.

Sé que el cáncer forma parte del buen plan de Dios para mí, pero no puedo decir con precisión cómo lo está usando para mi bien. Tal vez me ayude a luchar contra el pecado o a confiar más profundamente en Su gracia. Tal vez me ayude a desligar mi corazón de este mundo presente y enfocarlo hacia el cielo. Tal vez me brinde la oportunidad de dar testimonio de Su gracia y del poder del evangelio. Tal vez sea para la santificación de mi esposo o la salvación de mis hijos. Tal vez sea para edificar a otros en sus sufrimientos (2 Co 1:4). Tal vez sea todas o ninguna de estas cosas. Pero esto sí lo sé: Dios obrará esto para mi bien.

Romanos 8:28 es una promesa que creemos por fe, no por vista. Así que no le exigiré a Dios que me muestre todas las formas en que está obrando antes de creerle. En lugar de eso, confiaré en Su promesa incluso cuando esté a oscuras.

Un día, Dios me mostrará todo lo que estaba haciendo con mi cáncer de mama, y con gusto me maravillaré. Si perteneces a Cristo, Él también está obrando todas las cosas para tu bien.

3. Dios guardará a Su pueblo hasta el fin.

La teología reformada me enseña que Dios completará la obra que ha comenzado en mí y estará conmigo hasta el final. Mi salvación y felicidad eterna no dependen de que yo venza al cáncer, sino de la determinación inmutable de Dios de amarme y salvarme.

«Mi salvación y felicidad eterna no dependen de que yo venza al cáncer, sino de la determinación inmutable de Dios de amarme y salvarme«

No hay nada en el mundo lo suficientemente fuerte como para separarme del amor de Dios: ni el cáncer, ni la caída del cabello, ni las esperanzas incumplidas, ni el tiempo perdido con mis hijos, ni Satanás y sus mil demonios, ni siquiera la muerte misma. Nada puede separarme del amor de Dios en Cristo Jesús, mi Señor (Ro 8:31-39).

Raíces profundas

¿Por qué la teología reformada es importante para mí? Porque estoy en la batalla de mi vida y solo un Dios soberano me sacará adelante. Necesito una doctrina con raíces profundas, una doctrina capaz de manejar las profundas paradojas del dolor. Necesito un Dios bueno y soberano que se glorifique a Sí mismo a través del cáncer, que obre el cáncer para mi bien y que nunca me abandone.

La «teología del Dios grande» es un bálsamo para mi alma. Me ha sostenido la mano cuando lo único que podía hacer era llorar en el sofá. Se ha sentado a mi lado en el cuarto piso de la sala de oncología mientras la quimioterapia goteaba en mi cuerpo. Me ha susurrado promesas en mitad de la noche mientras me desvelaba temiendo el futuro. Ha sido una luz para mí cuando todas las demás luces se apagaron.

La vida cristiana está llena de peligros, dificultades y amenazas. Desarrollemos teología para la oscuridad mientras caminamos bajo el sol. Si vamos a hacerlo, necesitamos una «teología de Dios grande». Necesitamos poder confiar en las alturas de Su gloria y en las profundidades de Su amor por Sus escogidos. Esta seguridad me está sosteniendo en medio del cáncer y te sostendrá a ti en medio de cualquier sufrimiento que se te presente.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Jenna DiPrima (MDiv, Southeastern Baptist Theological Seminary) trabaja para The Pillar Network en Winston-Salem, Carolina del Norte, donde su esposo, Alex, pastorea la Iglesia Emmanuel. Tienen tres hijos de 5, 4 y 2 años.

Artículo tomado de: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/calvinismo-cancer/

Título Original: El calvinismo me está ayudando a sobrellevar el cáncer.

El cristiano y la depresión | CATHERINE SCHERALDI

El cristiano y la depresión
CATHERINE SCHERALDI

Dios creó un mundo bueno, donde reinaba la armonía. Cada cosa creada, cada órgano y sistema, funcionaba como debía ser. Sin embargo, el hecho de que exista un Diseñador perfecto, quien creó perfectamente, no niega el hecho de que también existió una caída.

Génesis 3 narra que la muerte entró al mundo perfecto de Dios, y las enfermedades que antes no existían comenzaron a aparecer. Todos los órganos —el corazón, los pulmones, el hígado, y aun el cerebro— comenzaron a padecer de disfunciones.

Incluyendo la depresión.

La depresión es una de esas enfermedades que surgieron fruto de la caída. La forma de pensar de los seres humanos se trastornó tanto que Pablo nos advierte: “Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro, sino que tanto su mente como su conciencia están corrompidas” (Tit. 1:15).

Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es “un desorden mental común, caracterizado por una persistente tristeza o pérdida de interés en las actividades que normalmente disfrutarías, acompañada por una incapacidad de realizar actividades diarias, por al menos dos semanas”. La depresión es un desorden complejo. Un estudio publicado en 2016 demostró que hay cuatro diferentes subtipos dentro de la depresión persistente, dependiendo de los síntomas. Se estima que la depresión afecta a aproximadamente 300 millones de personas en el mundo, mayormente mujeres. Sabemos que si hay depresión en un miembro de la familia, el riesgo de que otros puedan padecerla aumenta. En personas que ya han padecido de depresión no es raro que esta se repita durante su vida. Podemos observar que esta disfunción tiene un componente genético; sin embargo, la relación entre la mente y el cerebro es compleja; no siempre es fácil saber dónde la termina biología y dónde comienzan los hábitos y conductas pecaminosas.

¿Cristianos deprimidos?
En muchos círculos cristianos existe la creencia de que es imposible para un verdadero creyente deprimirse a menos que esté en pecado, tenga falta de fe o falta de conocimiento bíblico. Sin embargo, un estudio de la Palabra demuestra que varios profetas se deprimieron: algunos por su propio pecado (como David), y otros por el pecado del pueblo (como Moisés). Jeremías se deprimió porque el Señor le reveló lo que le pasaría al pueblo judío… ¡se deprimió porque conoció la realidad!

Al decir que todos los pacientes deprimidos lo están por haber pecado, estamos haciendo mucho daño en los que están deprimidos por razones médicas. Estas personas terminan sintiendo los síntomas típicos de la depresión y además la culpabilidad por “haber pecado”, cuando muchas veces no lo han hecho. Generalizar de esta manera convierte a los acusadores en personas como los amigos de Job, quienes dieron consejos y explicaciones sin entender completamente la situación.

No podemos ver la depresión como toda espiritual, o toda biológica, ya que usualmente es una combinación de ambos componentes. El cuerpo y el alma están entrelazados. La depresión aumenta la oscuridad típica de la mente caída, resultando en un corazón más duro y egocéntrico. Nuestro corazón nos engaña (Jer. 17:9). Sentimos una especie de nube de duda y temor siempre encima, y una neblina que no nos deja ver las cosas como son. Comenzamos a pensar que esto nunca se irá. Los problemas parecen más grandes que las promesas de Dios, y las heridas y el dolor vencen nuestra fe. Como resultado, perdemos de vista que este mundo no es nuestro hogar. En vez de buscar las razones para alabar al Señor, preferimos maldecir nuestra crisis.

Como creyentes, hay muchas razones para tener gozo; sin embargo, seguimos viviendo en un mundo caído. Al conocer a Cristo, el Espíritu Santo ha abierto nuestros ojos y podemos ver la maldad en el mundo que nunca habíamos visto como no creyentes. Dios también nos sensibiliza al dolor y a la maldad, y no podemos ignorarlos, lo que puede convertirnos en el blanco de Satanás. Como si esto no fuera suficiente, el Espíritu Santo está continuamente exponiendo la maldad que no sabíamos que existía en nuestro propio corazón. Como en el caso de Jeremías, la depresión puede ser una respuesta a la realidad cuando uno se da cuenta de la profundidad de la maldad en el mundo y nuestra incapacidad de corregirla. Por eso hemos de aprender a confiar una y otra vez en Jesús, quien venció (Jn. 16:33).

Como médico y alguien que ha padecido de depresión, creo que este padecimiento frecuentemente es un instrumento en las manos de Dios para santificación. Si nada escapa la mano de Dios (Mt. 10:29-33) y Él usa todo para nuestro bien (Ro. 8:28), entonces Él puede utilizar la depresión para formarnos a su imagen.

Qué hacer en medio de la depresión
Y entonces ¿qué debemos hacer? Primero, buscar ayuda. Cristo nos dejó una familia, su Iglesia, porque Él conoce nuestras debilidades y la necesidad que tenemos.

Cuando la depresión es por pecado, la solución es arrepentirnos. Es posible que la depresión sea un llamado de Dios para volvernos al redil y sanarnos, porque el pecado nos esclaviza y nos separa de Dios. Oseas 6:1 nos dice: “Vengan, volvamos al Señor. Pues Él nos ha desgarrado, pero nos sanará; nos ha herido, pero nos vendará”. Sabemos que Jesús, el buen pastor, dejará las 99 ovejas para buscar a aquel que salió del redil (Lc. 15:4-7).

En la mayoría de los casos de depresión no producida por un desbalance químico, la consejería bíblica es suficiente para mejorar. Sin embargo, particularmente cuando la depresión es severa y la persona no responde a la consejería, puede ser que la medicación sea necesaria. Si la depresión es por un desbalance químico, la persona necesita buscar ayuda médica. Aunque la mayoría de las depresiones pueden ser tratadas de manera ambulatoria, las severas pueden requerir ingreso en un hospital. Cualquier persona psicótica (depresión acompañada de alucinaciones o delirios) o con pensamientos suicidas necesita ayuda psiquiátrica inmediata. El paciente psicótico requerirá antipsicóticos combinados con antidepresivos, mientras que las depresiones no psicóticas pueden necesitar antidepresivos e incluso, en algunos casos, antipsicóticos. Para los casos más severos, cuando el tratamiento con fármacos no ha sido exitoso, puede recurrirse a la terapia electroconvulsiva.

Para el creyente, el tratamiento médico siempre debe ser acompañado de consejería bíblica; es en la Palabra donde encontramos la verdad. El medicamento sin consejería bíblica no llega al raíz del problema, y cada vez que se trate de suspender los medicamentos la depresión regresará. En todos los casos, el cuerpo de Cristo debe involucrarse en la vida de la persona deprimida para sobrellevar la carga unos y de otros, como nos lo manda Gálatas 6:2.

Aguardando ansiosamente
Vivimos en un mundo caído, pecaminoso, disfuncional, y lleno de dolor. Romanos 8:22-23 nos dice: “Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”.

El cuerpo humano es una “máquina” inmensamente complicada, creada por un Dios incontenible. Aunque nuestros cuerpos han sido quebrantados por la caída y son afligidos por toda clase de enfermedades físicas y mentales, podemos confiar en que —cuando regrese por los suyos— Dios recreará lo que Él creó.


Nota del editor:
Este artículo fue publicado gracias al apoyo de una beca de la Fundación John Templeton. Las opiniones expresadas en esta publicación son de los autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de la Fundación John Templeton.

​Catherine Scheraldi de Núñez es la esposa del pastor Miguel Núñez, y es doctora en medicina, con especialidad en endocrinología. Está encargada del ministerio de mujeres Ezer de la Iglesia Bautista Internacional. Conduce el programa Mujer para la gloria de Dios, en Integridad y Sabiduría. Puedes seguirla en Twitter.

Tomado de: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/cristiano-la-depresion/

Cómo vivir fielmente con ansiedad | Aaron L. Garriott

Cómo vivir fielmente con ansiedad | Aaron L. Garriott

Por Aaron L. Garriott

Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ansiedad.
La ansiedad es desconcertante y elusiva. Algunas personas han experimentado una ansiedad debilitante que los ha llevado a la parte trasera de una ambulancia, mientras que otras tienen el pensamiento ansioso ocasional que pasa brevemente por sus mentes antes de caer en un sueño tranquilo. Para algunos, la ansiedad puede dificultar la realización de tareas diarias rudimentarias. Para otros, la ansiedad aparece solo unas pocas veces al año y no interrumpe significativamente su vida cotidiana. Cualquiera que sea la forma que tome la ansiedad, los cristianos necesitan saber cómo enfrentarla con directivas bíblicas y sabiduría para nuestros corazones inquietos. Cuando la ansiedad asoma su fea cabeza, ¿qué debemos hacer? Cuando la ansiedad es un compañero constante para el cristiano, ¿cómo permanecemos fieles?

Antes de considerar estas preguntas, vale la pena señalar que nuestros instintos de autopreservación dados por Dios son buenos. Dios creó nuestros cerebros para alertarnos sobre el potencial peligro. Pero nuestros cerebros están sujetos a los efectos de la caída, por lo que nuestros sistemas de detección de peligros a veces pueden desviarnos. Por eso, no toda la ansiedad se debe simplemente a no prestar atención a los mandatos y apropiarse de las promesas de Mateo 6. El Dr. R.C. Sproul observó: «Nuestro Señor mismo dio la instrucción de no estar ansiosos por nada. Aún así, somos criaturas que, a pesar de nuestra fe, somos dadas a la ansiedad y, a veces, incluso a la melancolía». Somos criaturas con un cuerpo y un alma, por lo tanto, somos seres completos y complejos. No somos gnósticos, con un foco solo en lo espiritual a expensas de lo físico. La Biblia no hace eso (ver 1 Re 19; 1 Tim 5:23), así que nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Considera al hombre que apenas sobrevivió a un accidente automovilístico fatal y le resulta increíblemente difícil volver a montarse en un automóvil. ¿Es la raíz de su lucha física o espiritual? La respuesta es ambas. Todo lo que experimentamos como espíritus encarnados es físico y espiritual.

Aprendemos mucho acerca de nuestra experiencia física a través de la investigación científica de la revelación general de Dios en la naturaleza. Dado que toda verdad es verdad de Dios, podemos aceptar libremente los aportes de la investigación científica que estén en sumisión a la Palabra de Dios. Cuando se trata de condiciones como la ansiedad y la melancolía, las investigaciones sugieren claramente que algunas personas tienen una mayor tendencia a trastornos cognitivos y circuitos cerebrales defectuosos. Independientemente de la mezcla específica de causas físicas y espirituales de la ansiedad, las Escrituras ofrecen un camino a seguir. Con ese fin, este artículo se centrará en cómo los cristianos que luchan con la ansiedad pueden vivir fielmente con ella, buscar ser libres de ella y descubrir los propósitos redentores del Señor en y a través de ella.

En la lucha contra la ansiedad, podemos ser nuestro peor enemigo. La ansiedad, el trauma y la melancolía a menudo se perpetúan debido a hábitos no saludables (por ej.: mala alimentación, falta de ejercicio, falta de sueño), patrones de pensamiento no saludables (por ej.: autocompasión, pensamientos no provechosos, emociones sin control) y falta de disciplina (por ej.: ociosidad, aislamiento). Richard Baxter observó: «Las personas que ya son propensas a la melancolía son fácilmente y con frecuencia arrojadas aún más profundamente en ella por medio de patrones indisciplinados de pensamiento o emociones sin control». El cristiano ansioso debe ser vigilante, tal vez más que otros. Debemos vigilar cuidadosamente nuestros patrones de pensamiento (1 Co 4:20; Fil 4:8), hábitos de conducta (1 Tim 4:16) e influencias de enseñanza (2 Tim 4:3-4); dedicarnos a la oración (Fil 4:6), al autocontrol (1 Co 7:5; 9:25; Gal 5:23) y disciplina (1 Co 9:27; Tit 1:8); y medir nuestras emociones, sentimientos y reacciones con el estándar de la Palabra autoritativa de Dios (1 Jn 3:20). Charles Spurgeon, después de haber lidiado con sus propios ataques de ansiedad y desesperación, le recordaba a su pueblo con frecuencia que los sentimientos son volubles: «El que vive de los sentimientos será feliz hoy e infeliz mañana».

Podríamos pensar que la solución a los sentimientos y pensamientos que surgen espontáneamente es simplemente cambiar nuestros sentimientos; deshacernos de estas alarmas incómodas. Pero cambiar nuestros sentimientos no es el objetivo; la obediencia fiel lo es. A veces, esa obediencia fiel implica el largo y doloroso proceso de aprender a ser un espectador desapegado de sentimientos y pensamientos no deseados. Este tipo de perseverancia ardua y fiel sin importar los sentimientos puede ser difícil. Podríamos tener dificultades para levantarnos de la cama por la mañana, reflexionando sobre todo lo que implica el día que tenemos por delante: correos electrónicos constantes, malas noticias potenciales, tareas monótonas, niños necesitados, facturas pendientes que pagar. Con espíritu de oración, confiamos en que el Señor nos sostendrá a medida que damos un paso a la vez. Jesús nos dice: «Bástele a cada día sus propios problemas» (Mt 6:34). A veces, la tarea es suficiente problema. Poniendo un pie delante del otro, seguimos adelante.

Liberarse de la ansiedad que paraliza requiere permanecer en presencia de una incertidumbre dolorosa mientras mantenemos la fe. Específicamente, en la agonía de la angustia producida por la ansiedad, es vital que aprovechemos nuestra unión mística con el Salvador sufriente. Martín Lutero, durante episodios de turbulencia emocional en los que Satanás acusaba su conciencia, se visualizaba a sí mismo sufriendo con Cristo en Su aflicción. Lutero creía que los dardos llameantes del maligno y los angustiosos picos de ansiedad son una ocasión para sufrir en unión con nuestro Salvador, para mortificar los restos del viejo yo y para ser despojados de nuestra necesidad de control y certeza. Durante el ataque angustiante de la ansiedad perturbadora, no cedemos al pánico, sino que trabajamos para comprender objetivamente las respuestas de nuestra mente. El salmista nos recuerda que debemos aquietar nuestras mentes: «Estad quietos, y sabed que yo soy Dios» (Sal 46:10). Nos mantenemos quietos y firmes. Como nos recuerda el viejo himno: «Si se desploma todo aquí, me aferro a Cristo mi mástil». En la tempestad, los cristianos confían y obedecen. Independientemente de si el Señor nos da un alivio total en esta vida, nos esforzamos por ser fieles a pesar de nuestras ansiedades y por arrepentirnos cuando permitimos que la ansiedad gobierne nuestras vidas.

Sin duda, no es fácil analizar cuáles ansiedades son pecaminosas. El puritano John Flavel ofrece una simple prueba de fuego: «Mientras el miedo te despierte a orar […] es útil para tu alma. Cuando solo produce distracción y abatimiento de la mente, es pecado y la trampa de Satanás». Además, debemos examinar qué pensamientos y sentimientos consideramos como verdaderos. Lo más importante, ¿a dónde llevamos nuestras ansiedades? ¿Venimos al Señor con nuestra ansiedad a refugiarnos en Él, o nos sentamos y reflexionamos sobre ella, buscando alivio en nosotros mismos? Dejamos por nuestra cuenta, buscaríamos refugio de la tormenta de ansiedad en los alimentos, tecnología, sustancias u otras cisternas agrietadas. Si sucumbimos a nuestras tendencias internas (conducta evasiva, introspección, autopsias mentales constantes o tácticas de autoayuda), las alarmas de ansiedad solo aumentarán de volumen. Necesitamos una palabra externa.

La ansiedad persistente debe ser enfrentada con promesas, como sugiere John Owen:

Una alma pobre, que ha estado perpleja durante mucho tiempo en la angustia y la ansiedad de la mente, encuentra una dulce promesa, que es Cristo en una promesa adecuada para todas sus necesidades, que viene con misericordia para perdonarlo, con amor para abrazarlo, con Su sangre para purificarlo; y es levantado para apoyarse en cierta medida sobre esta promesa.

¿Descansas en promesas divinas o caes en pánico cuando eres incapaz de ser racional porque la ansiedad ha intensificado su control? El salmista modela un mejor camino: «Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, tus consuelos deleitan mi alma» (Sal 94:19). De hecho, el libro de los Salmos debería ser un jardín frecuentado por el alma agobiada por la ansiedad. El padre de la iglesia primitiva Atanasio argumentó que el salterio es una minibiblia (presagiando a Lutero) y un índice de cada emoción humana posible (presagiando a Calvino). En una carta a su amigo Marcelino, Atanasio escribió: «En el salterio aprendes sobre ti mismo. Encuentras representados en ella todos los movimientos de tu alma, todos sus cambios, sus altibajos, sus fracasos y recuperaciones». Haríamos bien en visitar los salmos, tanto antes de la tumultuosa tormenta de ansiedad como durante su aguacero más fuerte, pues están familiarizados con todos nuestros sentimientos y emociones. Necesitamos el consejo empático del salterio porque el pecado distorsiona nuestras cualidades dadas por Dios y a Satanás le encanta explotar esas distorsiones. Por ejemplo, el deseo apropiado por la excelencia puede transformarse en perfeccionismo, o la responsabilidad en hiperresponsabilidad. Considera cómo Dios creó a las madres para cuidar de manera única a sus hijos. Sin embargo, la madre primeriza que cuida a su recién nacido puede experimentar un miedo abrumador en cada llanto. Esto puede catapultar rápidamente a las madres amorosas a la desesperación bajo el peso de la hiperresponsabilidad y el miedo. Los salmos son correctivos, recordándole a su corazón ansioso y oprimido que el Señor tiene el control en Su trono cuidando de Su pueblo (ver Sal 121:3-4).

El cuidado providencial de Dios por Su pueblo se ve en cada página de la Escritura. Jesús prohíbe la ansiedad excesiva por la vida, porque traiciona con desconfianza el cuidado amoroso de nuestro Padre. La preocupación desmesurada por nuestros asuntos mundanos revela en quién confiamos realmente. Jesús dirige nuestra mirada al cuidado que nuestro Padre celestial por las aves que Él mismo abastece. Y si Él cuida tanto de las aves como de los lirios del campo, de tal manera que exhiben una gloria mayor que la de Salomón, ¿no debemos estar seguros de que Él suplirá todas nuestras necesidades (Mt 6:28-30; ver Rom 8:32)? Jesús nos recuerda además que la ansiedad mundana excesiva es inútil (Mt 6:27). Pero la prohibición de Cristo está acompañada por una alternativa reconfortante, como señala Calvino: «Aunque los hijos de Dios no están libres de trabajo y ansiedad, sin embargo, podemos decir correctamente que no tienen que estar ansiosos por la vida. Pueden disfrutar de un reposo tranquilo debido a su confianza en la providencia de Dios».

En esa sola palabra se encuentra la clave para vivir fielmente con una ansiedad que persiste: providencia. El Catecismo de Heidelberg define la providencia como el «poder todopoderoso y omnipresente de Dios por el cual Él sostiene y gobierna el cielo, la tierra y todas las criaturas como si estuvieran en Su mano […] y todas las cosas no nos vienen por azar, sino de Su mano paternal» (pregunta 27). Entonces, nuestra ansiedad no es por casualidad; no es un accidente. Viene de Su mano paternal. ¿Crees eso? Debemos hacerlo si queremos sofocar las garras del miedo que paraliza. Si se plantea y maneja adecuadamente, la ansiedad ofrece la oportunidad de cultivar la dependencia y la cálida comunión con el Dios de toda consolación (2 Cor 1:3-4). Richard Sibbes propone tiernamente: «Si consideramos de qué amor paternal vienen las aflicciones, cómo ellas no son solo moderadas sino que son endulzadas y santificadas al ser enviadas a nosotros, ¿cómo puede esto hacer otra cosa sino ministrar por medio del consuelo en las mayores y aparentes incomodidades?». Pablo cuenta su aflicción, un aguijón colocado en su carne que Dios se negó a quitar. En cambio, Él consoló a Su siervo: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por tanto, Pablo resolvió gloriarse gozosamente en sus debilidades: «Para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades […] porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12:7-10).

La dolorosa trampa providencialmente llevó a cabo la obra redentora del Señor en y a través del apóstol. Así también nuestras debilidades pueden llevarnos a sentir un mayor amor por el Salvador y un desagrado por las cosas de este mundo. Flavel ofreció esta esperanza al cristiano que siempre está ansioso y abatido: «La sabiduría de Dios ha ordenado esta aflicción sobre Su pueblo para fines y usos misericordiosos. Él la usa para hacerlos más tiernos; vigilantes, atentos y cuidadosos en sus caminos; a fin de que puedan evitar y escapar de tantos problemas como sea posible. Esta es una barrera para evitar que te desvíes. En las grandes pruebas, lo que parece ser una trampa podría ser una ventaja para ti». ¿Ansiedad ventajosa? ¿Cómo? Primero, Flavel continúa: «Las enfermedades del cuerpo y las angustias de la mente sirven para amargar las comodidades y los placeres de este mundo para ti. Hacen que la vida sea menos deseable para ti que para los demás. Hacen que la vida sea más pesada para ti que para otros que disfrutan más de su placer y dulzura». Además, ellos «pueden facilitar la muerte y hacer que tu separación de este mundo sea más fácil para ti. Tu vida es de poco valor para ti ahora, debido a la gravosa carga que arrastras detrás de ti. Dios sabe cómo usar estas cosas en el camino de Su providencia para tu gran ventaja». Segundo, la ansiedad nos impulsa a una comunión más cercana con Dios: «Cuantos mayores sean tus peligros, más frecuentes serán tus acercamientos a Él. Sientes que necesitas brazos eternos debajo de ti para soportar estos problemas más pequeños, que no son nada para otras personas». Tercero, como Pablo enseña, el Señor muestra Su poder a través de nuestras debilidades. Por lo tanto, Flavel concluye: «No dejes que esto te desanime. Las debilidades naturales podrían hacer que la muerte sea menos terrible. Podrían acercarte más a Dios y proporcionarte una oportunidad adecuada para la exhibición de Su gracia en tu momento de necesidad».

De manera contraintuitiva, replantear nuestra perspectiva de la ansiedad acosadora de una carga a una oportunidad apropiada es un gran avance para vivir libres de ansiedad. Cuantas más ansiedades vienen, más oportunidades tenemos de echarlas sobre Aquel que tiene cuidado de nosotros (1 Pe 5:7).

Juan Bunyan, habiendo admitido que «hasta el día de hoy» experimentó ansiedades del corazón, concluye su relato autobiográfico con una perspectiva curiosa:

Estas cosas las veo y siento continuamente, y con las que estoy afligido y oprimido; sin embargo, la sabiduría de Dios los ordena para mi bien. 1. Me hacen aborrecerme a mí mismo. 2. Me impiden confiar en mi corazón. 3. Me convencen de la insuficiencia de toda justicia inherente en mí. 4. Me muestran la necesidad de acudir a Jesús. 5. Me presionan para orar a Dios. 6. Me muestran la necesidad que tengo de velar y estar sobrio. 7. Y me llevan a mirar a Dios, a través de Cristo, para que me ayude, y me sostenga en este mundo.

Esperaríamos que el poderoso puritano inglés terminara su autobiografía con una palabra de triunfo y victoria. En cambio, ¿qué encontramos? El aguijón sigue ahí, pero también el Salvador.

Bunyan, como Lutero y Spurgeon, creía fervientemente que la sabiduría de Dios ordena nuestras aflicciones y debilidades para nuestro bien (Rom 8:28). Las ansiedades dolorosas le dieron una oportunidad adecuada de acudir a Jesús, quien se compadece de nuestras flaquezas (Heb 4:15), nos lleva en Sus brazos (Sal 28:9), y muestra Su gracia suficiente a través de nuestras debilidades (2 Cor 12:9).

Ya sea que la ansiedad sea un invitado ocasional o un compañero constante, no estamos solos en nuestra batalla. El Señor no abandonará Su herencia (Sal 94). Él está siempre presente con Su pueblo, trayendo consuelo a los abatidos y quebrantados de corazón (Sal 34:18). Animémonos unos a otros (1 Tes 5:11); estimulándonos unos a otros al amor y a las buenas obras (Heb 10:24); y llevando las cargas de los demás (Gal 6:2), recordándonos unos a otros que la batalla con el miedo, la ansiedad y la melancolía cesará. Hasta entonces, nos esforzamos por la gracia de Dios por ser fieles, templados y esperanzados, porque se acerca el día en que el hueco en el estómago producido por la ansiedad será un recuerdo lejano, y también lo serán los restos de la desconfianza pecaminosa. De hecho, las lágrimas, el dolor, el duelo y la noche misma ya no existirán (Ap 21:4; 22:5).

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Aaron L. Garriott
Aaron L. Garriott es editor principal de Tabletalk Magazine, profesor adjunto residente en la Reformation Bible College de Sanford, Fla., y graduado del Reformed Theological Seminary en Orlando, Fla.

¿Puede un cristiano tener una enfermedad mental?  

Este artículo es una adaptación de A Christian Guide to Mental Illness: Answers to 30 Common Questions (Guía cristiana para las enfermedades mentales: respuestas a 30 preguntas comunes)  de Tom Karel y David Murray. Traducido por el equipo Ezer con autorización de crossway.org

Causas de las enfermedades mentales

Algunos cristianos creen que los cristianos no pueden tener enfermedades mentales. Si un cristiano profesante está deprimido, ansioso o bipolar, piensa que es porque no es un verdadero cristiano, o que hay algún pecado terrible del que no se ha arrepentido, o que necesita arrepentirse de la depresión o cualquiera que sea el problema. Casi la mitad (48 por ciento) de los evangélicos creen que las enfermedades mentales graves se pueden superar solo con la oración y el estudio de la Biblia. 1

El resultado de esta condena de las enfermedades mentales como pecado es que muchos cristianos no admiten que tienen una enfermedad mental, no hablan de ello y no buscan ayuda. Si se acercan, a menudo se volverán al mundo secular en lugar de a la iglesia, porque sienten que allí obtendrán más comprensión, simpatía y ayuda. Sin embargo, los enfoques seculares a veces pueden conducir a más dificultades y complicaciones espirituales. Si queremos superar estos desafíos, necesitamos entender tres razones por las que los cristianos pueden sufrir de enfermedades mentales.

Los cristianos pueden tener enfermedades mentales simplemente porque son humanos

Los cristianos tienen cuerpos rotos. El cuerpo de un cristiano está tan caído y débil como el cuerpo de cualquier otra persona. Eso significa que pueden tener ataques cardíacos, diabetes, Alzheimer y, sí, enfermedades mentales. Sus cerebros pueden romperse, su química y electricidad pueden funcionar mal, sus hormonas pueden estar desequilibradas, etc.

Los cristianos viven en un mundo quebrantado. Los cristianos no están protegidos de los efectos de vivir en un mundo caído. Tenemos accidentes, nos maltratan, nos hacen daño, nos mienten. La gente nos lastima, algunos intencionalmente, otros sin querer. Vemos y escuchamos eventos e historias tristes y dolorosas que nos traumatizan. Perdemos a seres queridos. Nuestras familias se separan. Se ha demostrado que el trauma cambia la forma, el tamaño y la funcionalidad del cerebro y otros sistemas corporales que están relacionados con la forma en que pensamos y sentimos.

Los cristianos se estresan. Estamos diseñados para funcionar durante períodos cortos de tiempo bajo alto estrés y luego volver a un funcionamiento tranquilo y más relajado. Pero cuando nuestros cuerpos y mentes están bajo estrés durante largos períodos de tiempo, nuestro sistema de respuesta al estrés dado por Dios (nuestro «sistema de respuesta de lucha o huida», como se señaló anteriormente) puede funcionar mal. Cuando nos enfrentamos a algún tipo de amenaza (real o percibida, física o emocional), una pequeña estructura en la parte posterior de nuestro cerebro (la amígdala) toma el control para responder y sobrevivir a la amenaza percibida. Esto funciona muy bien cuando nos enfrentamos a una amenaza externa (por ejemplo, un animal peligroso). Nuestros cuerpos responden, como fueron diseñados, para eliminar o retirarse de la amenaza. O luchamos para ponernos a salvo o huimos de la amenaza. Una vez que hemos llegado a un lugar seguro, la función de supervivencia de la amígdala ya no es necesaria y se relaja; Ahora la parte frontal del cerebro (el pensamiento racional y tranquilo) puede volver a tomar el control; El cuerpo y el cerebro pueden relajarse.

Sin embargo, cuando una persona se siente bajo una amenaza constante, cuando no hay alivio de la amenaza, el estrés o la presión, la amígdala permanece activada. Se apodera de los centros de placer del cuerpo y el cerebro (sistema límbico), produciendo cantidades excesivas y continuas de las sustancias químicas del estrés, la adrenalina y el cortisol. Eventualmente, estas sustancias químicas atacan los órganos internos y la salud general de la persona. Si bien estos productos químicos están bien en dosis cortas y pequeñas, cuando se mantienen durante mucho tiempo pueden llegar a ser extremadamente peligrosos para nuestra salud física y mental.2 El estrés también puede desencadenar una vulnerabilidad subyacente a la enfermedad mental que puede no haberse activado en circunstancias más tranquilas.

Esperamos que estés empezando a ver que los cristianos son tan humanos como todos los demás y, por lo tanto, sufren y se estresan como todos los demás. Pero usted podría preguntarse, ¿alguna vez la enfermedad mental llega a los creyentes como resultado de un pecado personal?

Los cristianos pueden tener enfermedades mentales porque son pecadores

El pecado personal puede causar depresión a través del daño físico y espiritual. Pero hay dos razones adicionales por las que los cristianos en particular pueden experimentar enfermedades mentales. Primero, está el castigo divino que está reservado para los hijos de Dios, ¡como lo descubrió el rey David cuando cometió adulterio y asesinato!  El Salmo 32 y el Salmo 51 revelan la depresión y la ansiedad que David sintió mientras vivía en pecado no confesado. Si Dios nos castigara con enfermedades mentales cada vez que pecamos, ¡todos estaríamos deprimidos todo el tiempo! Afortunadamente, en su misericordia, no hace eso. Sin embargo, si nuestro pecado es especialmente grave o no nos arrepentimos obstinadamente de él, Dios puede afligir nuestras mentes y emociones para llamar nuestra atención y hacernos buscar su misericordia y gracia. La disciplina de Dios, entonces, es enseñarnos lo malo que es el pecado y atraernos de vuelta a Él. Así que, aunque doloroso en ese momento, en última instancia es por nuestro bien.

Los cristianos son tan humanos como todos los demás y, por lo tanto, sufren y se estresan como todos los demás.

En segundo lugar, la ausencia de virtudes y gracia cristianas también pueden dañar nuestro estado de ánimo y nuestra mente. Por ejemplo, si no estamos orando, si no estamos leyendo nuestras Biblias, si no estamos creciendo conscientemente en la fe, el amor, la esperanza, la paciencia, la confianza y la adoración centrados en Dios, estos déficits pueden eventualmente causar daño mental, emocional y espiritual. La preocupación y la ansiedad ocuparán el lugar de la confianza y la seguridad; la independencia y el dominio propio reemplazarán la dependencia y el control de Dios; trabajar para ser aceptado por Dios tomará el lugar de confiar en Cristo para ser aceptado por Dios; y una identidad secular reemplazará a una identidad cristiana. Todos estos reemplazos conllevan costos emocionales y mentales que, con el tiempo, pueden resultar en enfermedades mentales.

«Pero, seguramente», podría decirse, «¿los cristianos tienen menos enfermedades mentales que los no cristianos?» A veces, es todo lo contrario.

Los cristianos pueden tener enfermedades mentales porque son cristianos

Si bien los cristianos tienen más recursos para combatir las enfermedades mentales que los no cristianos, también pueden ser más vulnerables a ellas que los no cristianos. Podemos verlo de tres maneras.

Los cristianos son especialmente blancos del diablo. Aunque el diablo ataca a todas las personas, odia especialmente al pueblo de Dios (Génesis 3:15). Los odia porque solían ser suyos y quiere recuperarlos. Quiere destruir su felicidad en Cristo. Por lo tanto, los ataca con mayor ferocidad y hará todo lo que esté en su poder para dañarlos. Luchar contra tal guerra espiritual es caliente y estresante. Nos afecta de muchas maneras, incluso en nuestros pensamientos, emociones e incluso en nuestros cuerpos. El diablo nos tienta y nos prueba de maneras que no tienta ni prueba a los no cristianos.

Los cristianos son especialmente conscientes de su pecado. Uno de los efectos del Espíritu Santo en nuestras vidas es mostrarnos nuestra pecaminosidad. Vemos el mal en nuestros propios corazones más que nunca. Eso puede ser aterrador y deprimente, especialmente si no aplicamos el evangelio a estas experiencias oscuras y desalentadoras. También nos sentimos abatidos por nuestra debilidad frente a la tentación y por el poco progreso que estamos haciendo en la vida cristiana.

Los cristianos se ven especialmente afectados por todo el pecado y el sufrimiento en el mundo. Cuando somos llevados a Cristo por su gracia, y a medida que nos volvemos más como Cristo, somos enternecidos en nuestros corazones y hechos más sensibles al mal en el mundo. Vemos los pecados de las personas bajo una nueva luz, especialmente los pecados de los seres queridos, y nos afligimos por el desorden que causa el pecado. Vemos tragedias, guerras, terrorismo con mayor agonía debido al sufrimiento infligido, y especialmente porque la gente está siendo arrastrada a la eternidad sin el evangelio.

Notas:

1-«Salud mental: la mitad de los evangélicos creen que la oración puede curar las enfermedades mentales», Lifeway Research, 17 de septiembre de 2013, https://research.lifeway.com/2013/09/17/mental-health -la mitad de los evangélicos creen que la oración puede curar las enfermedades mentales/.
2-Anjali Chandra, «Lucha o huida: cuando el estrés se convierte en nuestro peor enemigo», Harvard Science Review 20, no. 1 (3 de diciembre de 2015), https://issuu.com/harvardsciencereview/docs /hsrfall15invadersanddefenders. https://harvardsciencereview.org/2015/12/03/fight-or-flight -cuando-el-estrés-se convierte-en-nuestro-peor-enemigo/.

Mira tu enfermedad a la luz del evangelio | Gabriela de Morales

Las personas que me conocen o me han visto hablar saben que la mitad de mi cara está paralizada. Esto se debe a la parálisis de Bell. Llevo algunos años con ella y ahora estoy mejor. No estoy totalmente curada, pero estoy en un punto en el que no mejorará y (Dios mediante) no empeorará.

Esta parálisis hace que las tareas cotidianas sean más difíciles para mí: cerrar mi ojo derecho, comer, beber, hablar, sonreír, etc. Aun así, la peor parte de mi enfermedad fue el aspecto espiritual y las personas que me dijeron que Dios (o el karma) me estaba castigando. Esto desafió la forma en que veía la salud y la enfermedad.

Si te pregunto cuál es tu opinión sobre la enfermedad o la salud, ¿cómo responderías? Cualquier profesional de la salud sabe que la salud no es exactamente lo contrario a la enfermedad. Es más complejo que eso. La Organización Mundial de la Salud afirma que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no simplemente la ausencia de enfermedades o debilidad”.

Deberíamos querer estar sanos y luchar por el bienestar en todas estas áreas de nuestras vidas. Pero la salud tiene que ser más que eso. Como personas cambiadas por el evangelio, debemos considerar otro aspecto: la esfera espiritual.

Recordar el evangelio
El evangelio cambia la forma en que vemos la enfermedad, y se demuestra cuando nos hacemos preguntas como: ¿por qué Dios me permitiría estar enfermo? ¿Por qué Dios permitiría que mi hijo se enfermara?

Nuestro Señor gobierna y conoce toda la historia. Es decir, a Dios no le sorprende nuestra enfermedad.

Cuando estás enfermo, o alguien a tu alrededor lo está, debemos recordar que Dios ideó su plan de salvación antes de la creación y sabe su final. Nuestro Señor gobierna y conoce toda la historia. Es decir, a Dios no le sorprende nuestra enfermedad. No le sorprende el resultado de tus últimos exámenes de laboratorios, lo que encontró el cirujano, o el hecho de que el tratamiento no funcionó.

Solo cuando comprendemos la profundidad evangelio y cómo Dios logró nuestra redención para su gloria, podemos ver cómo Él puede usar nuestra salud o enfermedad, incluso la enfermedad final —la muerte— para alabanza de su Nombre. Vemos varios ejemplos de esto en las Escrituras (por ej.: Jn. 9, 11).

La verdad del evangelio no disminuye el valor de los pensamientos y las emociones que experimentamos durante la enfermedad. Sin embargo, el evangelio nos permite ver la gloria de Dios como algo mucho más valioso para nosotros que nuestra propia salud, ya que esta gloria es el propósito y fin de todas las cosas (Ro. 11:36).

Nuestra naturaleza humana caída rechaza esto con facilidad. Lo sé por experiencia. Mientras luchaba con mi parálisis, fue difícil para mí entender por qué Dios la permitió. Fue una lucha emocional mientras lidiaba con la vanidad y el miedo al hombre. Fue una lucha física debido a los inconvenientes y el dolor que causó. Fue una lucha espiritual mientras batallaba con ira, depresión, y vergüenza.

Pero cuando me recordaron el evangelio una y otra vez, no me quedó duda de que esta parálisis era lo mejor para mí porque, en última instancia, era lo que más le daba gloria a Dios y era algo que Él usaría para hacerme más como Jesús (Ro. 8:28-29). Fue una demostración de Dios cuidando mi corazón en una situación que mi carne clasificó como mala. Mi parálisis glorificó a Dios porque Él la usó para llevarme a atesorarlo más profundamente.

Un lugar para la medicina
Esto no significa que no haya buscado formas de mejorar mi salud. ¡Lo intenté todo!

Al creer en el evangelio, también acepto las otras verdades que la Biblia nos cuenta sobre el Dios que nos salvó. Por ejemplo, que Dios es el Creador. Al ser portadores de su imagen, podemos ver cómo la medicina es una expresión de la creatividad e inteligencia que Dios nos da. Así como podemos alegrarnos y darle gloria a Dios por diferentes tipos de tecnología, podemos hacer lo mismo con los tratamientos médicos.

Algunos dirían que buscar tratamiento y medicina puede verse como una falta de fe en la soberanía de Dios y, por lo tanto, es pecaminoso. Sin embargo, ¿analizamos nuestros corazones cuando buscamos tratamientos? El uso de la medicina en sí no es pecaminoso, pero la forma en que nos relacionamos con ella puede serlo. ¿Buscamos tratamiento porque es en lo que hemos puesto nuestra mayor esperanza? ¿O buscamos tratamiento porque creemos que es algo que Dios puede usar para su gloria?

Aunque Dios puede usar mucho a los médicos (y esto es algo importante para mí, pues soy médico), nosotros estamos limitados de una manera en que Dios no lo está (ver Ec. 8, 1 R. 17). No debemos confiar únicamente en la comprensión o habilidad humana. Cuando abordamos el tratamiento y la medicina a través del lente del evangelio, reconocemos que no podemos depositar toda nuestra esperanza en ellos.

Ten tu esperanza en Jesús
La realidad es que algunos de nosotros no seremos sanados de las cosas que nos aquejan en esta vida. He tenido parálisis facial durante años y no recuperaré el uso de la parte afectada en este lado de la eternidad. Otros padecen enfermedades que no les permiten tener hijos. Otros tienen enfermedades incapacitantes que no les permiten vivir mucho tiempo, o los restringen a una silla de ruedas. Todo esto parece una lista sombría de ejemplos, pero aquí podemos ver más de la hermosura del evangelio.

Debido al evangelio, la sanidad suprema vendrá para aquellos que confían en el Señor Jesucristo.

Sabemos que, debido al evangelio, la sanidad suprema vendrá para aquellos que confían en el Señor Jesucristo. Dios le reveló a Juan un tiempo en el que eventualmente no habrá más dolor, lágrimas, o muerte (Jn. 11, Ap. 21). En esto radica nuestra esperanza. No en nuestra propia salud. No en medicamentos o cirugías que nos liberen del dolor. Está en lo que Dios prometió: el bienestar completo de quienes profesan su Nombre y confían en Él.

Mientras cuidamos nuestra salud y la de nuestros seres queridos, mantengamos nuestros ojos en el evangelio mientras consideramos lo que realmente significa “estar bien”. A medida que el evangelio nos ayuda a reconocer que los médicos y la atención que brindan no son la solución definitiva, nos recuerda que Dios sí es la solución definitiva.

Si el tema recurrente de nuestras vidas es vivir para la gloria de Dios, podemos reconocer que Dios puede sanar milagrosamente a los pacientes, usar profesionales de la salud para sanar, o permitir una enfermedad porque está trabajando para hacernos más como su Hijo de maneras que no entendemos por ahora.

Esto es lo que debemos recordar en medio de la enfermedad: sin importar el caso, nuestra carne y nuestros corazones fallarán, pero Dios es nuestra fuerza y ​​porción para siempre (Sal. 73:26). Y tenemos acceso a Él, nuestra fuerza, por el evangelio. ¡Aleluya!

Gabriela de Morales es bióloga, médico y consejera genética. Sirve a las mujeres de Iglesia Reforma y escribe para Mitos Rotos.

Biología del Género | Georgia Purdom

Biología del Género
por Dr. Georgia Purdom

Con 112 opciones de género, nuestra cultura necesita desesperadamente una lección en biología básica.

La sociedad moderna nos dice que podemos elegir nuestro género, que el género se basa en el sentimiento subjetivo, y que el género es “fluido”. Según un blog de Tumblr1 (diciembre 14, 2020) hay 112 géneros que incluyen los siguientes:

Apconsugénero – género en el que uno sabe lo que no es, pero no sabe lo que sí es; el género permanece oculto para la propia persona
Heliogénero – género cálido y ardiente
Perigénero – se identifica con un género, pero no como un género
Verangénero – género que cambia al momento de ser identificado
Aunque estos supuestos géneros pueden parecer absurdos, lo que nos muestran es que hay gente muy confundida y en gran necesidad de la verdad de la Palabra de Dios, y de un poco de biología básica.

¿Hay diferencia entre sexo y género?
En su intento por usurpar los datos y hechos biológicos, los revolucionarios sexuales buscan separar al género del sexo definiéndolos como dos aspectos separados de la persona. Un trabajo reciente sobre este tema afirmaba: “El sexo es una característica biológica determinada específicamente por los cromosomas sexuales… El género, por otra parte, es algo que se define social, cultural, y personalmente”.2

Otro artículo brindaba una definición similar de sexo para afirmar luego: “El concepto de género…es muy diferente al del sexo biológico. La identidad de género es un sentimiento subjetivo de “ser masculino” o “ser femenino”.3 (O, si seguimos las definiciones de género del blog de Tumblr ¡quizá sea algo completamente distinto!). Pero ¿qué dicen los expertos médicos que escriben los diccionarios médicos?

Siguen definiendo al género y al sexo como sinónimos. La edición actual del Diccionario de Ciencias Médicas de Stedman define al género como “categoría a la que pertenece un individuo según él mismo u otros, sobre la base del sexo” [itálicas añadidas]. Y se define al sexo como “carácter o cualidad biológica que distingue al varón de la mujer”.4

El Diccionario Enciclopédico Médico Taber define el género como “el sexo de un individuo (es decir, varón o mujer)” y al sexo como “1. Características que diferencian al macho de la hembra en la mayoría de las plantas y animales. 2. Género”.5 Queda claro a partir de la perspectiva médica y científica que son lo mismo. Solo aquellos que desean hacer lo que es justo ante sus propios ojos (Jueces 21:25) desean diferenciar estos términos para justificar su pecado.

La Palabra de Dios tampoco separa al género del sexo. Génesis 1:27 se refiere a la creación del varón y la hembra (sexo) y en Génesis 2 leemos en mayor detalle sobre la creación del hombre y la mujer (género). Se utilizan pronombres masculinos y femeninos (ej. ella, él) para vincular al varón con el hombre y a la hembra, con la mujer a lo largo del relato de la creación de Génesis. El sexo está directamente conectado con el género. Además, cuando Dios terminó su creación, declaró que todo lo que había hecho era “bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Por lo tanto, el diseño de Dios es de solo dos géneros/sexos, y este diseño está confirmado en nuestra biología.

¿Hay dos géneros/sexos distintos y definidos?
El complemento normal de los cromosomas humanos son 23 pares – 22 pares de autosomas, y un par de cromosomas sexuales. Las mujeres tienen dos cromosomas X, y los varones tienen un cromosoma X y un cromosoma Y. La región determinante del sexo en el cromosoma Y, SRY (en inglés) es un gen que inhibe el crecimiento anatómico femenino e induce la formación de la anatomía masculina unas 6 a 8 semanas después de la fertilización, en el vientre materno. Eso no significa que hasta ese momento el bebé no tenga género/sexo, sino que no se puede ver en su apariencia externa hasta entonces.

La mayoría de las personas conocen las diferencias anatómicas definidas entre los varones y las mujeres, y la forma en que dichas diferencias hacen que sea posible procrear para los hombres y las mujeres. Pero hay muchas diferencias fisiológicas también. La mayoría de ellas son resultado de las diferencias en las hormonas sexuales (como la testosterona y el estrógeno/progesterona) y sus niveles, que están determinados por las diferencias de los cromosomas sexuales.

Las mujeres convierten más la energía en grasa almacenada, y los varones la convierten más en músculo. Aunque a muchas mujeres no les gusta la grasa corporal, ésta tiene relación directa con la fertilidad ¡así que hay una buena razón para la grasa! Los varones tienen más glóbulos rojos y factores de coagulación, mientras que las mujeres tienen más glóbulos blancos, que producen anticuerpos más rápido, que permiten que se enfermen con menos frecuencia. Eso significa ¡que la gripe a los hombres puede ser muy real! Estas características definidas, diseñadas por la fisiología, tienen sentido porque los hombres suelen participar más en actividades que tienen que ver con el riesgo, la caza, la protección y la guerra, y las mujeres se involucran más en la crianza de los niños y actividades en grupos sociales.

Las diferencias anatómicas y fisiológicas definidas, entre hombres y mujeres, ocupan ahora la primera fila en el debate actual sobre los hombres transgénero (hombres que se identifican como mujeres), que participan en competencias deportivas para mujeres. La biología básica no es algo que se pueda negar, porque los hombres tienen corazones más grandes, pulmones más grandes, y más masa muscular (por nombrar tan solo algunas diferencias) que les otorgan clara ventaja por sobre las mujeres. Por mucho que entrenen las mujeres, probablemente no lleguen a ser capaces de vencer a los hombres. Por lo tanto, la inclusión de hombres transgénero hace que estas competencias deportivas sean muy injustas para las mujeres. Ahora la revolución sexual tendrá que ver cómo se las arregla con los resultados de sus ideas erróneas.

De acuerdo con la biología, la Biblia muestra que Dios creó dos géneros/sexos definidos y muy distintos. En Génesis 1:27 Dios crea al varón y la hembraa su imagen. En Génesis 2:23 Adán expresa sus parecidos, pero también sus diferencias, al darle a la hembra un nombre diferente: Varona -mujer.

Diferencias reales
Los varones y las mujeres tienen muchas diferencias físicas que van más allá de la anatomía reproductiva. Aquí incluimos una pequeña muestra:

GENÉTICA (en todas las células del cuerpo) NIVELES DE HORMONAS ALIMENTO GLÓBULOS EN LA SANGRE
VARÓN VARÓN un cromosoma X
un cromosoma Y más testosterona lo convierte en músculo más glóbulos rojos
y factores coagulantes
MUJER MUJER dos cromosomas X más estrógeno
más progesterona lo convierte en grasa más glóbulos blancos
¿Y qué del género/sexo en los animales?
Según las ideas evolucionistas los humanos somos un animal más, por lo que a veces usan la biología y las conductas del reino animal para justificar algo en los seres humanos. Los revolucionarios sexuales razonan que si algo es normal en los animales, también debiera considerarse normal en los humanos.

Hay dos tipos de hermafroditismo (el ser macho y hembra a la vez) en los animales: el tradicional, y el secuencial. El hermafroditismo tradicional es común en los caracoles, las babosas, los gusanos, y los peces. En este caso el organismo presenta partes anatómicas de macho y hembra a la vez, y/o tanto esperma como óvulos. Este diseño creado por Dios ayuda a los organismos en áreas donde no se halla fácilmente una pareja, para que el organismo pueda seguir reproduciéndose.

El hermafroditismo secuencial describe al organismo (puede ser un pez, un caracol, un crustáceo o una rana) que nace con un sexo pero luego hace la transición al sexo opuesto en algún momento. Por ejemplo, si muere la hembra en una pareja de peces de coral, en lugar de que el macho tenga que dejar la seguridad del coral para encontrar a otra hembra, esperará allí. Si aparece un macho, uno de los dos hará la transición para ser hembra, con el fin de poder reproducirse. No es algo que se basa en un “sentimiento” que lo lleva a ser del sexo opuesto, sino más bien el diseño biológico que Dios ha puesto en ellos como estrategia de supervivencia, para ayudarles en un mundo caído.

Algunos animales (como las serpientes, las lagartijas, peces y aves) actúan como si fueran del sexo opuesto para obtener alguna ventaja temporera. Como resultado se reduce la competencia, y hay mejores oportunidades de encontrar pareja para reproducir, y mejor acceso territorial. Una vez obtenida la ventaja, el animal esencialmente “deja de actuar” de esa manera y se comporta según el sexo con el que nació. También esto es un ejemplo del diseño integrado en el organismo que ayuda a la supervivencia en este mundo actual que sufre los efectos de la caída.

¿Será sabio en verdad argumentar que lo que es normal en los animales también ha de ser normal en los humanos? Hay animales que matan a otros, que matan a sus parejas o crías y tienen conductas violentas los unos hacia los otros. Si quieren ser consistentes los revolucionarios sexuales deben admitir que esas conductas también han de considerarse normales en los seres humanos. Sin embargo, los seres humanos nos diferenciamos de los animales porque fuimos creados a imagen de Dios (Génesis 1:26-27) y se nos otorgó dominio sobre los animales (Génesis 1:28).

¿Qué hay de las anomalías del género/sexo?
Muchas veces se recurre a las anomalías del género/sexo para argumentar que el género y el sexo son diferentes aspectos en las personas. Se dice que la persona genéticamente puede ser de un sexo mientras su aspecto externo puede ser del sexo opuesto. Tenemos que saber que sí existen anomalías, pero eso es porque vivimos en un mundo caído. Jamás debiéramos argumentar a partir de lo infrecuente y anormal, en favor de lo normal y común. Veamos algunas de las anomalías más comunes, pero recordemos que afectan a menos del 0.1% de la población.

Hermafroditismo o intersexo es lo que describe al bebé que nace con tejido ovárico y testicular. Pero en la gran mayoría de estos casos el bebé es genéticamente XX (mujer) o XY (varón), y no ambas cosas a la vez. Se desconoce la causa que subyace a la anormalidad física.
Hiperplasia suprarrenal congénita es lo que resulta de esteroides sexuales insuficientes o excesivas, y que da como resultado un aspecto externo que puede ser el opuesto al de los cromosomas. También en este caso, el bebé es genéticamente solo XX o solo XY.
Síndrome de insensibilidad andrógena, es lo que ocurre en varones genéticos (XY) cuyos tejidos no responden a las hormonas masculinas, y parecen anatómicamente mujeres. (Los varones y mujeres normales tienen tanto testosterona como estrógeno/progesterona, pero los niveles de las hormonas y la respuesta de los tejidos varía, dependiendo de si son varón o mujer).
El síndrome de Turner se da en mujeres que tienen solo un cromosoma X (X0). Sus ovarios suelen degenerarse antes del nacimiento, por lo que no desarrollan características femeninas secundarias, y son infértiles.
El síndrome de Klinefelter se da en varones que tienen dos cromosomas X y un cromosoma Y (XXY). Desarrollan características sexuales secundarias masculinas reducidas, y también suelen ser infértiles.
El varón XX o la mujer XY se dan de manera muy infrecuente (menos del 0.005% de los nacimientos vivos). Es resultado de una translocación (desplazamiento) del gen SRY a un cromosoma X, o a la mutación del gen SRY, respectivamente. Son personas que no exhiben características sexuales secundarias, y son infértiles. El gen SRY si está presente, determina la anatomía masculina o la condición de ser “varón”, (aunque la persona tenga dos cromosomas X); de no ser así, entonces la persona es hembra, “mujer” (aunque la persona tenga un cromosoma X y un cromosoma Y).
En todos estos casos vemos que las personas son varones o mujeres según sean sus cromosomas sexuales (o las porciones de dichos cromosomas) por lo que solo existen dos géneros/sexos. Y toda persona que nace es o varón, o mujer. Muchas veces los padres y los médicos no percibirán que el recién nacido tiene alguno de estos desórdenes. Son desórdenes que presentan situaciones difíciles en un mundo maldecido por el pecado, y los padres, niños y médicos necesitan del apoyo y la compasión de los demás, cuando se enfrentan a decisiones difíciles.

Hay que destacar que los estudios de las personas con anomalías de género/sexo demuestran que en general, no tienen problemas con la identidad de género o la homosexualidad (menos del 1%).6 Por lo tanto, incluso en una situación en la que podría haber una razón legítima biológica subyacente que diera lugar a la confusión en cuanto al género o la atracción sexual, no parece haber relación alguna entre la biología y esas dificultades.

La biología y la Palabra de Dios son claras: solo hay dos géneros/sexos.
La biología y la Palabra de Dios son claras: solo hay dos géneros/sexos. No importa qué es lo que sienta la persona, la realidad es que solo puede ser varón o mujer. Desde la rebelión de Adán todos nacemos siendo pecadores (Salmo 51:5) y todos enfrentamos la lucha contra el pecado, pero tenemos que recordar que: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13). Para quienes tienen dificultades con la identidad de género hay esperanza verdadera. Es la misma esperanza que tenemos todos en este mundo caído: el evangelio de Jesucristo.

La Dra. Georgia Purdom es oradora e investigadora de Respuestas en Génesis. Obtuvo su doctorado en genética molecular de la Universidad del Estado de Ohio y pasó seis años como profesora de biología de la Universidad Nazarena de Mt. Vernon.

LAS CONSECUENCIAS DE LA AMARGURA | Por Jaime Mirón

LAS CONSECUENCIAS DE LA AMARGURA
Para motivar a una persona a cumplir con el mandamiento bíblico “despréndanse de toda amargura…” (Efesios 4:31 NVI), veamos las múltiples consecuencias (todas negativas) de este pecado.
1) El espíritu amargo impide que la persona entienda los verdaderos propósitos de Dios en determinada situación. Job no tenía la menor idea de que, por medio de su sufrimiento, el carácter de Dios estaba siendo vindicado ante Satanás. Somos muy cortos de vista.
2) El espíritu amargo contamina a otros. En uno de los pasajes más penetrantes de la Biblia, el autor de Hebreos exhorta: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (12:15). La amargura nunca se queda sola en casa; siempre busca amigos. Por eso es el pecado más contagioso. Si no la detenemos puede llegar a contaminar a toda una congregación, o a toda una familia.
Durante la celebración de la pascua, los israelitas comían hierbas amargas. Cuando un huerto era invadido por estas hierbas amargas, no se lo podía limpiar simplemente cortando la parte superior de las plantas. Cada pedazo de raíz debía extraerse por completo, ya que de cada pequeña raíz aparecerían nuevos brotes. El hecho de que las raíces no se vean no significa que no existan. Allí bajo tierra germinan, se nutren, crecen, y los brotes salen a la superficie y no en un solo lugar sino en muchos. Algunas raíces silvestres son casi imposibles de controlar si al principio uno no las corta por lo sano. El escritor de Hebreos advierte que la amargura puede quedar bajo la superficie, alimentándose y multiplicándose, pero saldrá a la luz cuando uno menos lo espera.
Aun cuando la persona ofendida y amargada enfrente su pecado de la manera prescrita por Dios, no necesariamente termina el problema de la contaminación. Los compañeros han tomado sobre sí la ofensa y posiblemente se irriten con su amigo cuando ya no esté amargado.
Hace poco un médico muy respetado y supuestamente cristiano había abandonado a su esposa y a sus tres hijos, yéndose con una de las enfermeras del centro médico donde trabajaba. Después de la sacudida inicial, entró en toda la familia la realización de que el hombre no iba a volver. Puesto que era una familia muy unida, se enojaron juntos, se entristecieron juntos, sufrieron juntos y planearon la venganza juntos, hasta que sucedió algo sorprendente: la esposa, Silvia, perdonó de corazón a su (ahora) ex esposo y buscó el consuelo del Señor. Ella todavía tiene momentos de tristeza y de soledad, pero por la gracia de Dios no está amargada. Sin embargo, los demás familiares siguen amargados y hasta molestos con Silvia porque ella no guarda rencor.
3) El espíritu de amargura hace que la persona pierda perspectiva. Nótese la condición del salmista cuando estaba amargado: “… entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti” (Salmo 73:21, 22 BLA). La persona amargada toma decisiones filtradas por su profunda amargura. Tales decisiones no provienen de Dios y generalmente son legalistas. Cuando la amargura echa raíces y se convierte en norma de vida, la persona ve, estima, evalúa, juzga y toma decisiones según su espíritu amargo.
Nótese lo que pasó con Job. En su amargura culpó a Dios de favorecer los designios de los impios (Job 10:3). Hasta lo encontramos a aborreciéndose a sí mismo (Job 9:21; 10:1).
En el afán de buscar alivio o venganza, quien está amargado invoca los nombres de otras personas y exagera o generaliza: “…todo el mundo está de acuerdo…” o bien “nadie quiere al pastor…” Las frases “todo el mundo” y “nadie” pertenecen al léxico de la amargura.
Cuando la amargura llega a ser norma de vida para una persona, ésta por lo general se vuelve paranoica e imagina que todos están en su contra. Un pastor en Brasil me confesó que tal paranoia tomó control de su vida, y empezó a defenderse mentalmente de adversarios imaginarios.
4) El espíritu amargo se disfraza como sabiduría o discernimiento. Es notable que Santiago emplea la palabra “sabiduría” en 3:14–15 al hablar de algunas de las actitudes más carnales de la Biblia. La amargura bien puede atraer a muchos seguidores. ¡Quién no desea escuchar un chisme candente acerca de otra persona! La causa que presentó Coré pareció justa a los oyentes, tanto que 250 príncipes renombrados de la congregación fueron engañados por sus palabras persuasivas. A pesar de que la Biblia aclara que el corazón de Coré estaba lleno de celos amargos, ni los más preparados lo notaron.
5) El espíritu amargo da lugar al diablo (Efesios 4:26). Una persona que se acuesta herida, se levanta enojada; se acuesta enojada, y se levanta resentida; se acuesta resentida, y se levanta amargada. El diablo está buscando a quien devorar (1ª Pedro 5:8). Pablo nos exhorta a perdonar “…para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11). Satanás emplea cualquier circunstancia para dividir el cuerpo de Cristo.
6) El espíritu amargo puede causar problemas físicos. La amargura está ligada al resentimiento, término que porviene de dos palabras que significan “decir de nuevo». Cuando uno tiene un profundo resentimiento, no duerme bien o se despierta varias veces durante la noche, y vez tras vez en su mente repite la herida como una grabadora. Es un círculo vicioso de no dormir bien, no sentirse bien al siguiente día, no encontrar solución para el espíritu de amargura, no dormir bien, ir al médico, tomar pastillas, etc. Algunas personas terminan sufriendo una gran depresión; otros acaban con úlceras u otras enfermedades.
7) El espíritu amargo hace que algunos dejen de alcanzar la gracia de Dios (Hebreos 12:15). En el contexto de Hebreos, los lectores estaban a punto de volver al legalismo y a no valerse de la gracia de Dios para su salvación. La persona amargada sigue la misma ruta porque la amargura implica vivir con recursos propios y no con la gracia de Dios. Tan fuerte es el deseo de vengarse que no permite que Dios, por su maravillosa gracia, obre en la situación.

Mirón, J. (1994). La amargura, el pecado más contagioso (pp. 8-12). Editorial Unilit.