A Su imagen y semejanza | Génesis 1:26–27

A Su imagen y semejanza
Devocional 2/10
Serie: “Génesis: Los comienzos de la Gracia”
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”— Génesis 1:26–27

Estas palabras coronan el relato de la creación.
Después de llenar los cielos y la tierra de vida, Dios hace algo único: forma al hombre y a la mujer a Su imagen.
No somos fruto del azar, sino el reflejo intencional de un Dios personal, santo y lleno de amor.
Ser creados “a Su imagen” significa que fuimos hechos para reflejar Su carácter, Su bondad y Su gloria en todo lo que hacemos.

En 2018, durante los incendios forestales en California, un fotógrafo captó una escena conmovedora:
un bombero, cubierto de ceniza, sostenía entre sus brazos a un pequeño venado que había rescatado del fuego.
Aquel gesto de compasión se volvió símbolo de esperanza en medio del desastre.
Y es que esa capacidad de cuidar, de sentir misericordia y actuar con amor,
es parte de la imagen de Dios impresa en cada ser humano.
Aun en medio del caos, cuando la creación gime bajo el peso del pecado,
Dios sigue revelando destellos de Su imagen en actos de bondad y gracia (Romanos 8:22).

Ser creados a imagen de Dios significa que fuimos hechos para reflejar quién es Él.
Amamos porque Él nos amó primero — “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19).
Perdonamos porque Él nos perdonó — “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32).
Y servimos porque Cristo vino a servir — “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Marcos 10:45).

El pecado no destruyó por completo esa imagen divina, pero la distorsionó.
Desde la caída, el hombre busca identidad en lo creado en vez de en el Creador.
Pero Cristo, “la imagen del Dios invisible” — Colosenses 1:15 — vino para restaurar esa semejanza perdida.
Y por medio de Su Espíritu, somos transformados cada día “de gloria en gloria” — 2 Corintios 3:18 — hasta reflejar Su carácter plenamente.Tu valor no depende de lo que haces, ni de lo que tienes, sino de quién te hizo.
El mundo mide la dignidad por logros o apariencias, pero la Palabra de Dios enseña que toda vida tiene valor porque lleva Su imagen.Tratar a otros con respeto, amar sin condiciones y cuidar de la creación es honrar al Creador que nos formó.
Y si estás en Cristo, esa imagen está siendo renovada cada día por Su gracia y Su Espíritu Santo (Efesios 4:24).

El ser humano fue creado para reflejar la gloria de su Creador.
Fuimos formados para mostrar Su amor, redimidos para anunciar Su gracia
y transformados para vivir conforme a Su verdad.
Tu existencia tiene sentido solo cuando tu vida apunta a Él.
Fuiste creado para reflejar a Cristo.

Señor, gracias porque me creaste a Tu imagen y semejanza.
Aunque el pecado ha manchado lo que soy, en Cristo me haces nuevo.
Restaura en mí Tu reflejo, y que mi vida muestre Tu amor y Tu gracia.
Porque en tiempo favorable me escuchaste, y en el día de la salvación me socorriste. ¡He aquí ahora el tiempo más favorable! ¡He aquí ahora es el día de salvación!», lo ruego en el nombre de Jesús, Amén.

«Recuerda que una mente renovada y un corazón firme en Cristo pueden transformar cualquier vida.» AEA
Somos el Ministerio Alimentemos El Alma.
Que la gracia y la paz de Cristo estén con todos ustedes hoy y siempre.

¿Por qué celebramos la Reforma el 31 de octubre | Josué Barrios

¿Por qué celebramos la Reforma el 31 de octubre

Josué Barrios

Audio: https://media.thegospelcoalition.org/audio/COALICION/PODCAST/ARTICULOS_TGC/A224-Por_que_celebramos_la_Reforma_el_31_de_octubre.mp3

Para saber por qué el 31 de octubre celebramos el día de la Reforma, necesitamos volver casi 500 años al pasado y conocer un poco la historia de Martín Lutero.

Lutero fue un monje atormentado por la santidad de Dios y su propio pecado. Él buscaba la reconciliación con Dios a través de sus esfuerzos personales. Vivía en la ciudad de Wittenberg en Alemania, donde recibió su doctorado en teología en 1512, y empezó a enseñar la Biblia como profesor, cargo que mantuvo hasta el día de su muerte.

En 1517, la vida de la pequeña ciudad de Wittenberg empezaría a cambiar. Aquel año, el Papa León X autorizó reducciones en el castigo por los pecados a las personas que diesen dinero para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. La forma en que se vendían y promocionaban estas reducciones, conocidas como indulgencias, resultó escandalosa para Lutero. «Tan pronto caiga la moneda a la cajuela, el alma del difunto al cielo vuela», exclamaba en público Juan Tetzel, el principal encargado de la venta de indulgencias.

95 tesis que hicieron historia

El 31 de octubre del año 1517, Lutero clavó 95 tesis al respecto en la puerta de la iglesia del castillo en Wittenberg. Todos los que fueron a la iglesia al día siguiente, el Día de los Santos según el calendario, vieron las tesis. Era normal clavar avisos en las puertas de la iglesia, pero aquel martillo cambiaría la historia.

Las tesis estaban en latín, la lengua de los estudiosos. Lutero quería un debate académico y no una revuelta pública. En sus tesis argumentó que el arrepentimiento requerido por Dios para el perdón de los pecados involucra una actitud interna en la persona, y no consistía solo en un acto exterior sacramental (como realizar un pago a la iglesia).

El monje agustino no actuó como un reformador en ese momento. No lo era. Más bien actuó como un católico que quería ver a su iglesia cada vez mejor. Pero, desde el punto de vista humano, los eventos salieron de control.

Algunas personas tomaron esas tesis y, gracias a la imprenta, en cuestión de días estaban siendo conversadas en toda Alemania. A gente muy poderosa no le gustó lo que Lutero enseñó (empezando por Juan Tetzel), y lo acusaron de hereje. Muchas otras personas estaban de acuerdo con las tesis. Así, Lutero se vio envuelto en diversos debates que, en la soberanía de Dios, lo presionaron a examinar conforme a la Biblia los cimientos del catolicismo romano.

Por ejemplo, Johann Eck, uno de los oponentes más formidables de Lutero, expresó en un debate en 1519 que el verdadero asunto de disputa era sobre autoridad: o el papa tiene la última palabra, o la tiene la Biblia. Lutero no había considerado eso con detenimiento hasta entonces. Así, Eck fue usado por Dios para conducir a Lutero a profundizar en lo que serían sus convicciones reformadas. El Señor tenía en mente una reforma, y usó hasta a los enemigos de ella para llevarla a cabo.

Redescubriendo la Palabra y el evangelio

La vida de Lutero fue transformada al conocer que la Palabra de Dios es la autoridad sobre todas las cosas

 

Estudiando la Palabra de Dios, la vida de Lutero fue transformada al conocer que ella es la autoridad sobre todas las cosas (no la tradición o el papa), y que el evangelio enseña que somos salvos totalmente por gracia, por la fe sola en Cristo Jesús, y no como enseñaba Roma. El evangelio revela el amor de Dios y nos libera de la carga insoportable de pretender ganarnos nuestras salvación. Así nos conduce a obedecer a Dios en libertad y gratitud.

Lutero se convirtió en un reformador que, por la gracia de Dios, transformó al mundo. Más y más hombres fueron transformados por la misma Palabra, y esto dio inició a la Reforma protestante. Aunque antes de él hubieron algunos hombres con convicciones similares, históricamente se recuerda el 31 de octubre del 1517 como el día que lo inició todo.

Este redescubrimiento del evangelio es considerado como el avivamiento en la Iglesia más importante en la historia luego de los días apostólicos de la Iglesia temprana. Este evento marcó el surgir del protestantismo y la separación de los protestantes de la iglesia falsa de Roma. Como ha dicho el historiador Carl Trueman: «La Reforma representa un movimiento de colocar a Dios, tal como Él se revela en Cristo, en el centro de la vida y pensamiento de la Iglesia». Este movimiento impactó al mundo, porque cuando la Iglesia se fortalece en la verdad, brilla con más intensidad y su influencia crece en la sociedad.

Recordando la Reforma

La mayoría de los cristianos no imaginan que sin la Reforma protestante, no solo el verdadero evangelio tal vez no hubiese llegado a nosotros, sino que incluso no habrían Biblias en nuestro idioma, y quizá hasta seríamos analfabetas. ¡Así de importante fue este mover de Dios!

Mientras hayan personas perdidas en sus pecados, y existan congregaciones afirmando un falso evangelio, no viviendo para la gloria de Dios y rechazando la autoridad de las Escrituras, todavía hay necesidad de proclamar el evangelio y defender la autoridad de la Palabra.

Hay mucho más para decir sobre la Reforma protestante. Lo cierto es que hoy es un día para recordarla, dar gracias al Señor por ella y preservar su Palabra para nosotros hoy, reflexionando sobre la necesidad que tenemos de ser más y más avivados por Él.


Algunos párrafos de este artículo están tomados de la biografía breve Martín Lutero: Confianza en el poder de la Palabra.

Este artículo fue originalmente publicado en JosueBarrios.com.

Josué Barrios sirve como Director Editorial en Coalición por el Evangelio. Ha contribuido en varios libros y es el autor de Espiritual y conectado: Cómo usar y entender las redes sociales con sabiduría bíblica. También es el editor general del libro Líder de jóvenes: 12 marcas para impactar a las nuevas generaciones. Posee una licenciatura en periodismo y tiene una Maestría en Estudios Teológicos del Southern Baptist Theological Seminary. Vive con su esposa Arianny y sus hijos en Córdoba, Argentina, y sirve en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer. Puedes leerlo en josuebarrios.com, donde su blog es leído por decenas de miles de lectores todos los meses. También puedes seguirlo en Youtube y unirte a su newsletter Sábados de sabiduría y descargar gratis su libro Enfocado en Cristo.

Fuente: https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/celebramos-la-reforma-31-octubre/

Avergonzados de Jesús | John MacArthur

Avergonzados de Jesús
by John MacArthur

No estoy seguro de si usted ha notado, como yo, lo difícil que es para los creyentes en televisión o ante el público decir el nombre Jesús. Incluso líderes evangélicos bien conocidos evitan ese nombre al hablarle a un público numeroso, y evitan mencionar “cruz”, “pecado”, “infierno” y otros términos fundamentales de la fe. Hablan mucho de la fe de una manera general y poco comprometedora, pero esquivan cualquier afirmación que les exija adoptar una posición.

En los días que siguieron al ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, muchos estadounidenses instintivamente buscaron valor y solaz en Cristo. Pero incluso en ese entonces, en un servicio en la Catedral Nacional de Washington, D.C, que se transmitió en vivo a todo el mundo, un ministro cristiano elevó una oración en el nombre de Jesús, pero “respetando a todas las religiones”. ¿A todas las religiones? ¿A los druidas? ¿A los que adoran a los gatos? ¿A las brujas? Un ministro cristiano de una iglesia cristiana no debe sentirse obligado a condicionar ni a pedir disculpas por orar al único Salvador verdadero.

Pablo dio una afirmación impresionante en Romanos 1:16-17:

“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío, primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”.

¿Por qué dijo Pablo: “No me avergüenzo del evangelio?” ¿Quién se va a avergonzar de noticias buenas como estas? Si alguien encuentra la cura para el SIDA, ¿lo abrumaría la vergüenza como para no proclamarla? Si alguien descubriera una cura para el cáncer, ¿sentiría tan terrible vergüenza como para no poder abrir la boca? ¿Por qué es tan difícil mencionar la cruz?

Aunque el mensaje de salvación que Pablo proclamaba era el mensaje más maravilloso e importante de la historia, el público y las autoridades lo habían tratado de manera humillante por predicarlo vez tras vez. Ya por aquel entonces en su ministerio, lo habían apresado en Filipos (Hechos 16:23-24), lo habían obligado a salir corriendo de Tesalónica (Hechos 17:10), lo habían hecho escabullirse de Berea (Hechos 17:14), se habían reído de él en Atenas (Hechos 17:32), lo habían tildado de loco en Corinto (1 Corintios 1:18, 23) y lo habían apedreado en Galacia (Hechos 14:19). Tenía muchas razones para avergonzarse, pero su entusiasmo por el evangelio no disminuía. Jamás, ni por un momento, consideró diluirlo para hacerlo más atractivo al público.

En algún momento u otro de nuestra vida como creyentes, todos hemos sentido vergüenza y hemos mantenido nuestra boca cerrada cuando debimos haberla abierto. O, llegada la oportunidad, nos hemos escondido detrás de algún mensaje inocuo tipo “Jesús te ama y quiere que seas feliz”. Si usted nunca se ha sentido avergonzado por proclamar el evangelio, probablemente nunca lo ha proclamado claramente, en su totalidad, tal como Jesús lo proclamó.

¿Por qué no puede el creyente ejecutivo de negocios testificar ante su junta administrativa? ¿Por qué el catedrático universitario creyente no puede pararse ante la facultad entera y proclamar el evangelio? Todos queremos que nos acepten, y sabemos, como Pablo lo descubrió tantas veces, que tenemos un mensaje que el mundo rechazará; y que mientras más nos aferremos a ese mensaje, más hostil se volverá el mundo. Así es como empezamos a sentir vergüenza. Pablo superó eso por la gracia de Dios y el poder del Espíritu, y dijo: “No me avergüenzo”. Es un ejemplo contundente para nosotros, porque sabemos el precio de la fidelidad a la verdad: el rechazo del público, la cárcel y, al final, la ejecución.

La naturaleza humana en realidad no ha cambiado gran cosa en toda la historia; la vergüenza y el honor eran asuntos muy serios en el mundo antiguo, tal como lo son hoy. Allá por el siglo IX antes de Cristo, el poeta épico Homero escribió: “El bien principal era que hablaran bien de uno, y el mal mayor, que hablaran mal de uno en la sociedad”. En el siglo I de nuestra era, el apóstol Pablo ministraba en una cultura sensible a la vergüenza, que buscaba el honor, y sin sentir vergüenza alguna, predicaba un mensaje ofensivo respecto de una persona a quien habían avergonzado en público. Era un mensaje muy hiriente. Era escandaloso. Era necio. Era insensato. Era anacrónico.

Sin embargo, como dice 1 Corintios 1:21, “agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. Era este escandaloso, hiriente, necio, ridículo, extraño, absurdo mensaje de la cruz el que Dios usaba para salvar a los que creen. Las autoridades romanas ejecutaron a su Hijo, el Señor del mundo, por un método reservado solo para las heces de la sociedad; sus seguidores tendrían que ser lo suficientemente fieles como para arriesgarse a sufrir el mismo fin vergonzoso.

(Adaptado de Difícil de Creer)

Fuente: https://www.gracia.org/library/blog/GAV-B232407

La forma en que quiero sufrir | John Piper

La forma en que quiero sufrir
Por qué amo al apóstol Pablo

El apóstol Pablo no dejó que su sufrimiento por Jesucristo lo pusiera en contra de Él o lo alejara de su misión.

Eso no significa que haya sufrido poco o ligeramente. De hecho sufrió mucho y fuertemente. “Cinco veces he recibido de los judíos treinta y nueve azotes. Tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado” (2 Corintios 11:24–25, LBLA). Pensemos en cómo funcionaría nuestra propia mente si atravesáramos frecuentemente esa clase de sufrimiento.

Pablo se ha dedicado solamente a obedecer a Jesucristo. El resultado de su fidelidad al Cristo resucitado y todopoderoso fue que lo lastimasen una y otra vez en el camino de la obediencia ¿Cómo responderías tu? He conocido a cristianos profesos que se amargaron tanto por las dificultades en sus vidas que se terminaron alejando de la fe cristiana.

¿Quién es la causa decisiva?
Algunos pueden estar pensando: esa gente necesita que les enseñen que Dios no les causó esas miserias y que no deben alejarse de Él como si lo hubiera hecho. Pero Pablo no estaba de acuerdo con eso. Estaba muy empapado del Antiguo Testamento. Sabía como eran las cosas en realidad, sabía lo que pasó, por ejemplo, con Job.

A buen seguro Satanás fue el autor principal de las miserias de Job. Fue él quien se presentó ante Dios y desató las muertes de sus hijos y la miseria de sus llagas (ver Job 1:6–19; 2:7). Pero cuando Job expresó su propio entendimiento de lo que le había pasado, le atribuyó la causa decisiva a Dios: “El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21, LBLA). “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Y en ambos casos, en la muerte de sus hijos y en las horribles llagas, el escritor del libro dijo: “Job no pecó con sus labios” (Job 1:22; 2:10).

Cuando todo estuvo dicho y hecho, en el último capítulo del libro de Job, el inspirado escritor dice de la familia de Job: “se condolieron de él y lo consolaron por todo el mal que el Señor había traído sobre él” (Job 42:11). Así que podemos hacer a un lado la idea de que Pablo pensaba que todos sus sufrimientos eran fortuitos, demoníacos o causados por la mano del hombre. Él sabía que provenían de Jesucristo mismo, quién le había avisado que vendrían (en Hechos 9:16).

Cuando surgen los problemas
Volvamos a mi sugerencia de ponernos en el lugar de Pablo y tratemos de imaginar cómo nos sentiríamos si pasáramos por sus despiadados sufrimientos, y cómo funcionaría nuestra mente.

Puedo imaginar a alguien en el lugar de Pablo decir “mira, Jesús, te he dedicado mi vida. Te he escuchado decir que tu yugo es fácil y tu carga ligera (en Mateo 11:30). Me has prometido paz y contentamiento (en Filipenses 4:7, 11-13). Pero casi cada vez que intento dar testimonio de ti ¿qué obtengo? Dolor. Esta no es la recompensa que espero de un líder fuerte y bondadoso. Esta no es la forma en que pensé que tratarías a tus fieles seguidores. Así que, a menos que utilices tu poder para hacer mi vida más fácil y no más difícil, habré terminado con esto del cristianismo”.

Jesús predijo que habría conversos en apariencia que responderían así. Dijo que “no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales; entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen” (Marcos 4:17).

Jesús les dijo a sus seguidores que el abuso era de esperar: “Seréis entregados aun por padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros” (Lucas 21:16). “Les enviaré profetas y apóstoles, y de ellos, matarán a algunos y perseguirán a otros” (Lucas 11:49). Y cuando Jesús transformó por completo la vida de Pablo en el camino de Damasco y le dio una misión de vida, lo dijo explícitamente: “Porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre” (Hechos 9:16).

Así que cuando Pablo sufrió en el camino de la fiel obediencia a Jesús, no lo acusó de haberlo estafado, no criticó sus formas o murmuró en contra de su sabiduría soberana. Sin embargo, si pidió liberación. A veces llegó (en Hechos 22:25-29), a veces no.

La pasión por Jesucristo durante el sufrimiento
Una vez en particular, cuando la liberación del sufrimiento no llegó y Pablo estaba pasando por un momento duro, lo llamó “una espina en la carne” (2 Corintios 12:7) y dijo:

“Tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:8-9).
¿Qué te parece esto? Es una respuesta sorprendente de Jesús ¿Cómo hubieras reaccionado a estas palabras? ¿Dirías “¡Tu poder! ¡Tu poder se perfecciona en mi debilidad! Jesús, por amor de Dios, ¡es mi cuerpo el que está sufriendo! ¿Y tu poder obtiene la gloria? ¿Qué tal algo de gracia y liberación?”?

Es aterrador pensar en cuántos cristianos en el rico oeste responden de esta manera al sufrimiento en sus vidas. Se enojan con Dios. Y si supieran que el diseño de Dios es magnificar la gloria de su gracia en el sufrimiento de ellos, estarían furiosos con Dios y con quien sugiriera tal cosa.

Complacerse en la angustia
Esa misma furia arroja el mayor alivio en la respuesta que Pablo le dio a Jesús cuando le dijo que no iba a quitar su espina. Él dijo:

Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:9-10)
¿Podemos imaginar ese sentimiento? ¡Gustosamente! después de haber rogado liberación tres veces y que te digan que no, decir “muy gustosamente me gloriaré” en las debilidades que me trajo esta espina.

Eso es lo mucho que Pablo amaba a Jesucristo. Eso es lo mucho que vivió por la gloria de Jesucristo. Si Jesucristo dice que su gloria brillará aún mas a través del sufrimiento de Pablo, entonces Pablo, increíblemente, se regocija en su sufrimiento. Así funciona su corazón. Su valor supremo es aumentar la gloria de Cristo, por eso se complace en persecuciones y angustias.

Esta es la clase de persona que más admiro, la clase de persona que quiero ser, la clase de persona que amo.

John Piper (@JohnPiper) is founder and teacher of desiringGod.org and chancellor of Bethlehem College and Seminary. For 33 years, he served as pastor of Bethlehem Baptist Church, Minneapolis, Minnesota. He is author of more than 50 books, including Desiring God: Meditations of a Christian Hedonist and most recently Foundations for Lifelong Learning: Education in Serious Joy.

Advertencia a Quienes Rechazan el Evangelio | Charles Spurgeon

El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
Advertencia a Quienes Rechazan el Evangelio
NO. 1593
Sermón predicado el domingo 17 de Abril de 1881
por Charles Haddon Spurgeon
En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

“A ellos había dicho: ‘Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso.’ Pero ellos no quisieron escuchar.”—Isaías 28:12.

Isaías fue sin duda uno de los predicadores más elocuentes, y sin embargo no se pudo ganar ni los oídos ni los corazones de quienes le escuchaban, pues está escrito: “ellos no quisieron escuchar.” Más allá de toda duda Isaías era plenamente evangélico; pues como el Dr. Watts afirma con toda verdad, él habló más de Jesucristo que todos los demás profetas, y sin embargo su mensaje de amor era tratado como si fuese un cuento inútil. Su doctrina era tan clara como la luz del día, y sin embargo los hombres no la entendían. Por eso Isaías preguntaba con gran tristeza: “¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehovah?” No era culpa del predicador que Israel rechazara sus advertencias: toda la culpa se acumulaba del lado de esa nación desobediente y rebelde.
El pueblo al que Isaías predicó con denuedo era un pueblo de borrachos en un doble sentido. Se encontraban sometidos al vino, y este vicio se encontraba tan generalizado que Isaías dice: “Pero también éstos han errado a causa del vino, y han divagado a causa del licor. El sacerdote y el profeta han errado a causa del licor; han sido confundidos a causa del vino. Han divagado a causa del licor; han errado en su visión y han titubeado en sus decisiones. Todas las mesas están llenas de vómito repugnante, hasta no quedar lugar limpio.”
¿Qué cosa puede hacer más áspera la punta de la espada del Evangelio que la intoxicación o el exceso? Cuando un hombre es dado al vino ¿cómo puede morar en él el Espíritu de Dios? ¿Cómo puede ser posible que la verdad penetre en un oído que se ha vuelto sordo a causa del vicio degradante? ¿Cómo puede ser posible que la palabra de Dios obre en una conciencia que ha sido remojada y ahogada en el aguardiente? Una exhortación: si algunos de ustedes son dados a la borrachera, aléjense de este destructor antes que sus ataduras se vuelvan fuertes y el vicio los encadene sin esperanza. No debe sorprendernos que el predicador sea derrotado si su ardiente celo tiene que competir con las bebidas alcohólicas. Cuando Baco hace rodar el barril de vino y lo pone contra la puerta es muy difícil que podamos entrar, aunque lo pidamos en el nombre del Rey Jesús. Los hombres no están en condiciones de oír cuando el barril y las botellas son sus ídolos. No es del todo sorprendente que el Evangelio sea despreciado por quienes han permitido que el enemigo entre por sus bocas para robarles el cerebro.
El pueblo al que habló Isaías también estaba borracho en otro sentido, es decir, intoxicado por el orgullo. Su país era fructífero, y su ciudad principal, Samaria, estaba ubicada en la cima de una colina, como una bella diadema que coronaba la tierra, y ellos se gozaban en la gloriosa belleza que remataba al fértil valle. Ellos mismos eran valientes, y en medio de ellos habían muchos hombres destacados cuya fortaleza hacía batir en retirada al enemigo. Por esta razón ellos confiaban en repeler a cualquier invasor, y así sus corazones estaban muy tranquilos. Además, ellos decían: “Somos un pueblo inteligente; no necesitamos ninguna enseñanza, o si no podemos evitar que nos den clases, estas deben ser de alta calidad. Somos personas con un intelecto cultivado, escribas instruidos y no necesitamos y que profetas como Isaías vengan a aburrirnos con el sonido de sus campanitas, repitiendo: “mandato tras mandato, mandato tras mandato; línea tras línea,” como si fuéramos niños en la escuela.
Además, nosotros somos bastante buenos. ¿Acaso no adoramos a nuestro Dios bajo la forma de becerros de oro de Belial? ¿Acaso no respetamos los sacrificios y los días de fiesta? Así hablaban quienes eran los más religiosos del pueblo, mientras que todos los demás se gloriaban en su vergüenza. Como estaban intoxicados por el orgullo no era probable que quisieran oír el mensaje del profeta, que les pedía que se volvieran de sus malos caminos. Aun así, el que se considera justo según su propia estima es muy difícil que alguna vez acepte la justicia de Cristo. El que se jacta de que puede ver nunca pedirá que sus ojos sean abiertos. El que afirma que nació libre, y que nunca fue esclavo de nadie, es muy difícil que acepte la libertad de Cristo. El orgullo es la red con la que mejor pesca el diablo, agarrando muchos más peces que por cualquier otro medio, con la excepción de dejar las cosas para después. La destrucción de quienes son orgullosos es un hecho; pues ¿quién puede ayudar al hombre que rechaza cualquier ayuda, y cuál es la probabilidad que haya arrepentimiento de su pecado o fe en Cristo en el hombre que no sabe que ha pecado, o que cree que si ha pecado puede fácilmente limpiar la mancha?
Las dos formas de emborracharse son igualmente destructivas, y les ruego que presten atención a este hecho. Ya sea que la intoxicación sea del cuerpo o del alma, ambas tienen consecuencias muy perjudiciales. Muchos se sienten satisfechos si hablo contra la borrachera del cuerpo, y yo me siento obligado a hacerlo con mi mayor convicción, pues es un mal monstruoso. Pero les suplico a ustedes que viven en sobriedad y que tal vez se abstienen del alcohol de manera total, que teman a la otra intoxicación. Pues si cualquiera de nosotros se intoxicara de orgullo a causa de su propia sobriedad, sería trágico para nuestras almas. Aunque seamos abstemios y nos neguemos a nosotros mismos, no tenemos por qué gloriarnos por ello. Deberíamos avergonzarnos en gran manera de nosotros mismos si no lo fuéramos. No nos emborrachemos de orgullo puesto que no somos borrachos. Pues si somos tan vanos y necios, tan cierto es que moriremos a causa del orgullo como habríamos muerto a causa del alcohol.
En verdad me da mucho gusto cuando un hombre deja de tomar; pero soy mucho más feliz cuando al mismo tiempo renuncia a la confianza en sí mismo; pues, si no, puede aún permanecer tan obsesionado como para rehusar el Evangelio y perecer a causa de su propio rechazo voluntario de la misericordia. Que el Espíritu Santo nos libre a todos de esa triste condición. Confieso que la falta de éxito de Isaías me está motivando esta mañana. Cuando él dice: “Pero ellos no quisieron escuchar,” siento mucho consuelo en relación a quienes no prestan ninguna atención a mis exhortaciones. Tal vez no tengo más culpa que la que tenía Isaías.
De cualquier forma, si Isaías continuó exhortando, aun cuando exclamó: “¿Quién ha creído nuestro anuncio?” con mucha más razón yo, que soy muy inferior a Isaías, debo continuar y perseverar en la predicación del mensaje de mi Señor mientras mi lengua se mueva. Tal vez Dios les dé el arrepentimiento a los obstinados, y los oídos puedan ser abiertos y los corazones puedan ser ablandados. Por tanto, intentémoslo de nuevo, y publiquemos otra vez las buenas nuevas de paz. Si el Espíritu bendito está con nosotros no llevaremos el llamado del Evangelio en vano, sino que los hombres volarán a Cristo como palomas a sus ventanas.
Primero, deseo hablar esta mañana sobre la excelencia del Evangelio; en segundo lugar, sobre las objeciones que se le presentan; y en tercer lugar, la respuesta de Dios a esas objeciones.
I. Consideremos LA EXCELENCIA DEL EVANGELIO tal como es presentada en el pasaje que estamos considerando. Esta Escritura no alude de manera fundamental al Evangelio, sino al mensaje que Isaías tenía que presentar, que era por una parte el mandamiento de la ley y por la otra la promesa de gracia: pero la misma regla es válida para todas las palabras del Señor; y ciertamente cualquier excelencia que se encuentra en el mensaje del profeta se encuentra de manera más abundante en el testimonio más completo del Evangelio en Cristo Jesús.
Cuando queremos aplicar ese pasaje a nosotros, y al referirlo al ministerio del Evangelio en nuestros días, la excelencia del Evangelio está, primero, en su objeto; es excelente en su propósito, pues es una revelación del descanso. Nosotros, como embajadores de Cristo, somos enviados a proclamarles a ustedes aquello que les dará alivio, paz, quietud, reposo. Es cierto que debemos comenzar con ciertas verdades que causan turbación y pena; pero nuestro objetivo es cavar los cimientos en los que se pueden poner luego las piedras del descanso. El mensaje del Evangelio que surgió de la boca de su propio autor es este: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.” En Belén los ángeles cantaban: “¡y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!”
El propósito del Evangelio no es poner ansiosos a los hombres, sino más bien calmar sus ansiedades; no es llenarlos con una controversia sin fin, sino llevarlos a toda la verdad. El Evangelio da descanso a la conciencia por el completo perdón del pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo. Descanso al corazón, al proporcionar un objeto para los afectos digno de su amor. Y descanso al intelecto al enseñarle certezas que pueden ser aceptadas sin ningún cuestionamiento.
Nuestro mensaje no consiste en cosas adivinadas por nuestros sentidos, ni producidas por la conciencia del hombre interior a través del estudio, ni desarrolladas por medio de la argumentación por medio de la razón humana. Nuestro mensaje trata con certezas reveladas, que son verdaderas de manera absoluta e infalible, y sobre esas certezas nuestro entendimiento puede descansar tan plenamente como un edificio descansa sobre unos cimientos de roca.
La palabra del Señor viene para dar descanso a los creyentes en relación al presente, diciéndoles que Dios ordena todas las cosas para su bien; y en cuanto al futuro, ilumina todo tiempo venidero y también la eternidad con promesas. Remueve la piedra de la entrada del sepulcro, aniquila la destrucción, y revela resurrección, inmortalidad, y vida eterna por medio de Jesucristo, el Salvador. El hombre que oye el mensaje del Evangelio, y lo recibe en su alma, conocerá la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, que guardará su corazón y su mente por Jesucristo. El que cree este Evangelio, no será conmovido por el terror; no será ni avergonzado ni confundido por toda la eternidad. Es cierto que ya siendo un creyente, su mente puede ser turbada a veces; sin embargo, esto no es el resultado del Evangelio, sino de lo que hay todavía dentro de él y que el Evangelio promete eliminar.
Tendrá descanso en Cristo, tendrá “tranquilidad y seguridad para siempre.” Está escrito: “¡Y éste será la paz!” “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” Este mensaje, que Isaías tenía que dar, diciendo: “Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso,” son la buenas noticias que se nos dice que debemos predicar con palabras más sencillas aún, diciéndoles a ustedes que en Cristo Jesús, el sacrificio de expiación, en el grandioso plan de gracia a través del Mediador, hay descanso para el cansado, dulce descanso para las almas que tienen un peso encima, descanso para ti si vienes y te arrojas a los pies del bendito Salvador. Nuestro mensaje autorizado de parte del Señor Dios es una revelación de descanso. El Señor ha prometido a las mentes obedientes que habitarán en tranquilos lugares de descanso.
Más que eso, es la causa del descanso. “Este es el reposo; dad reposo al cansado.” El Evangelio de nuestra salvación no es solamente un mandamiento a descansar, sino que trae con él, el don del descanso. El Señor dice: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” Cuando el Evangelio es admitido en el corazón crea una profunda calma, silenciando todo el tumulto y la lucha de la conciencia, eliminando el temor de la ira divina, aplacando toda rebelión en contra de la voluntad suprema, y trayendo al espíritu una profunda y bendita paz por medio de la energía del Espíritu Santo. Oh, que podamos conocer y poseer esta paz de Dios. El Evangelio, entonces, es un mensaje que habla de paz, y que también establece la paz. El que lo envía es: “el Señor y dador de paz,” y su poder eficaz acompaña al mensaje donde este es predicado con fidelidad y aceptado con honestidad, estableciendo la paz en las secretas cámaras del alma.
Este descanso está especialmente preparado para los cansados. “Este es el reposo; dad reposo al cansado.” Si has tratado durante muchos años de encontrar la paz sin ningún éxito, he aquí la perla de gran precio que has estado buscando; si has estado trabajando duro y esforzándote para guardar la ley pero has fracasado, aquí hay algo más que la justicia que tu conciencia ha estado anhelando. En Jesús crucificado encontrarás todas las cosas, “a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención.”
Oh ustedes, que están cansados con su ronda de placeres mundanos, hartos, con náuseas provocadas por las vanidades y engaños de la mente carnal, vengan aquí y encuentren el verdadero gozo. Oh ustedes que están consumidos por la ambición, hundidos en el desengaño, amargados por la infidelidad de aquellos en quienes confiaron, vengan y confíen en Jesús y estén tranquilos. A todos los cansados, cansados, cansados, aquí hay descanso, aquí está el refrigerio. Jesús lo dice expresamente: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.”
Si sus espaldas ya no pueden soportar el peso, si sus corazones están a punto de reventar, si su vista está fallando a causa de un cansado mirar y esperar, vengan al Salvador tal como son, porque Él será el descanso de ustedes. Desalentados y abatidos, condenados, y arrojados a las puertas del infierno por su propia conciencia, sin embargo si miran a Jesús el descanso será de ustedes. No pueden alejarse demasiado del Poderoso Redentor. No pueden estar tan perdidos para que el Salvador no pueda encontrarlos. No pueden estar tan ennegrecidos para que Su sangre no pueda limpiarlos. No pueden estar tan muertos para que el Espíritu no pueda darles la vida. Este es el descanso que Él da a quienes están cansados. Oh, es un bendito, bendito mensaje que Dios ha enviado a los hijos de los hombres. ¿Cómo es posible que ellos lo rechacen?
Además de traernos el descanso, el mensaje de misericordia apunta a un lugar de descanso: “Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso.” Si quien está descansado se vuelve a cansar, el Buen Pastor le dará un lugar de descanso. Si se extravía, el Señor lo restaurará. Si se debilita, Él lo revivirá. Sí, Él ha comenzado su obra de gracia que renueva, y la va a continuar renovando el corazón día a día, mezclando la voluntad con Su voluntad, y haciendo que el hombre completo se goce en Él. Sé que aquí hay miembros del pueblo de Dios que están desalentados y sedientos. Ustedes tienen una invitación especial, al igual que aquellos que nunca han venido antes, pues si este es el reposo para los cansados es también el lugar de descanso para los desalentados. Si el pecador puede venir y encontrar paz en Cristo, con mucha más razón puedes tú, que aunque te has alejado de Él como una oveja perdida, no has olvidado Sus mandamientos. Vengan, ustedes que están desalentados, vengan a Jesús otra vez, pues este es el reposo y este es el lugar de descanso.
Ahora observen con un gozo especial que Isaías no vino a este pueblo para hablar de descanso en términos que no eran claros, diciendo: “No existe ninguna duda que hay un reposo que puede ser encontrado en alguna parte en esa bondad de Dios sobre el cual es razonable hacer conjeturas.” No; él pone su dedo exactamente sobre la verdad, y dice: “Este es el reposo, y este es el lugar de descanso.” Nosotros también en este día, cuando venimos a ustedes con un mensaje de parte de Dios, venimos con una enseñanza definida, y poniendo nuestra mano sobre el Cordero de Dios inmolado exclamamos: “Este es el reposo y este es el lugar de descanso.” Hablamos de sustitución, de la muerte de Cristo en lugar del pecador, del sacrificio vicario, de que Cristo fue contado como uno de los transgresores, y de que nuestro pecado fue puesto sobre nuestra Garantía y fue llevado por Él, y Él nos quitó el pecado, de tal manera que nunca será mencionado en contra nuestra, nunca más. Proclamamos en el nombre de Dios que cualquiera que crea en Cristo Jesús tiene vida eterna: este es el reposo, y este es el lugar de descanso.
Se decía de un cierto predicador de la escuela moderna que él enseñaba que nuestro Señor Jesucristo hizo esto o lo otro que de alguna manera u otra estaba conectado con el perdón del pecado: esta es la predicación de un gran número de nuestros teólogos intelectuales. Pero nosotros no conocemos a un Cristo así, ni es esta la doctrina por la cual hemos obtenido el reposo para nuestras almas. Dios ha revelado una verdad fija y positiva, y es nuestro deber declararla de manera clara y sin tener ninguna duda. Nuestra proclamación es: “Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”: este es el reposo y este es el lugar de descanso. Isaías tenía que predicar al pueblo algo definitivo, algo positivo y sin embargo ellos no quisieron escuchar. Tal vez si hubiera profetizado conjeturas y sueños lo hubieran escuchado.
Tampoco predicó un reposo de carácter egoísta. Dicen que enseñamos a los hombres a alcanzar paz y reposo para ellos mismos, y que estén de manera confortable sin importarles lo que ocurra a los demás. Sus gargantas arrojan puras mentiras: ellos saben muy bien que no es así y forjan estas falsedades porque su corazón es falso. ¿Acaso no estamos pidiéndoles constantemente a los hombres que alcen su mirada, que dejen de verse a sí mismos y amen a los otros como Cristo los ha amado? Las palabras y los hechos para el bien de otros demuestran que no nos gozamos en el egoísmo. Detestamos la idea que la seguridad personal es la consumación de los deseos de un hombre religioso, pues creemos que la vida de gracia es la muerte del egoísmo.
Esta es una de las glorias del Evangelio, que “Este es el reposo; dad reposo al cansado.” Tan pronto como hayas aprendido el secreto divino se convertirá en tus manos en una gracia bendita con la cual, tú también, te puedes convertir en dador de reposo por la gracia de Dios. Con esta lámpara puedes iluminar a todos los que están en tinieblas conforme Dios te ayude. Ese algo secreto que tu propio corazón posee te permitirá comunicar buen consuelo a muchos corazones cansados, y esperanza a muchas mentes desesperadas. “Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso.” Pero esto es cierto únicamente en cuanto al Evangelio, y solamente en relación a él. Si te alejas de Jesucristo, y de su expiación, y del grandioso plan de gracia de Dios, no puedes llevar el reposo a los demás, y además, no hay ningún reposo para ti. Esta es, pues, la excelencia del Evangelio, que propone un bendito reposo para los hombres.
La otra excelencia del Evangelio, acerca de la cual voy a hablar ahora, reside en su manera.
En primer lugar, considero que una gran excelencia del Evangelio es que viene con autoridad. Lean el versículo nueve. Aun los que aman las objeciones reconocieron su autoridad, pues se refirieron al mensaje del profeta como “conocimiento” y “doctrina.” El Evangelio no pretende ser un esquema especulativo o una teoría filosófica que se va a adecuar a nuestro siglo pero que explotará en el siguiente. No; decimos lo que conocemos, no lo que soñamos o imaginamos. Decimos lo que sabemos. Hermanos míos, si el Evangelio de Jesucristo no es un hecho, no me atrevería a pedirles que lo crean, pero si es un hecho, entonces no es mi “opinión,” ni “mi punto de vista” según dicen algunas personas. Es un grandioso hecho del tiempo y de la eternidad que es y debe ser verdadero para siempre.
Cristo fue el sustituto de los hombres, y se ha convertido en la salvación de Dios para los hijos de los hombres; este es el testimonio de Dios. No estamos adivinando, estamos expresando conocimiento. La palabra que en este lugar es traducida como “doctrina” significa, en el hebreo “mensaje” y es la misma palabra usada en el pasaje, “¿Quién ha creído nuestro anuncio?” cuya mejor traducción sería “¿Quién ha creído nuestro mensaje?” El Evangelio viene a los hombres como un mensaje de Dios, y quien lo predica correctamente no lo predica como un pensador que expresa sus propios pensamientos; él expresa lo que ha aprendido, y actúa como la lengua de Dios, repitiendo lo que encuentra en la palabra de Dios por el poder del Espíritu de Dios.
El Evangelio que yo he ideado es tal vez inferior al que has ideado tú, y tu reflexión y la mía, y todo el producto resultante generado y acumulado por los pensadores, sería adecuado solamente para hacer una hoguera en el jardín, juntamente con el resto de la basura. Pero si recibimos y aceptamos un mensaje directo de Dios, entonces esta es su principal excelencia. Yo le pido a Dios que ustedes se deleiten en el Evangelio porque nos viene de Dios, y nos dice una verdad sin mezcla con absoluta certeza. Si creemos en él entonces seremos salvos, y el que no cree en él merece la condenación pronunciada en su contra. No hay ni esperanza ni ayuda en ello; esta es una alternativa inevitable: cree en el Evangelio y vivirás, si lo rechazas serás destruido.
Otra excelencia del Evangelio en cuanto a su manera es que fue entregado con gran sencillez. Isaías lo presentó así: “Mandato tras mandato, línea tras línea; un poquito allí, un poquito allí.” Es gloria del Evangelio que sea tan sencillo. Si fuera tan misterioso que nadie pudiera entenderlo salvo los doctores en teología (no sé cuántos haya aquí presentes hoy, supongo que no más de una docena, más o menos) qué triste caso sería para los que no lo somos. Si fuera tan profundo que debemos obtener un título en la universidad antes de poder entenderlo, cuán miserable evangelio sería ese, como para burlarse del mundo. Pero es divinamente sublime en su sencillez, y por esta razón la gente común lo escucha con alegría. Tal como el versículo parece sugerirlo, el Evangelio es adecuado para quienes han dejado de ser amamantados, y aquellos que son casi bebés pueden beber de esta leche que no es adulterada de la Palabra. Muchos niñitos han entendido lo suficiente la salvación de Jesucristo para gozarse en ella, y hay en el cielo niños de dos o tres años de edad, que antes de entrar allí, dieron buen testimonio de Cristo a sus seres queridos que se maravillaron de sus palabras. De la boca de los pequeños y de los que todavía maman has establecido la fortaleza.
El Cristianismo ha sido llamado la religión de los niños, y su fundador dijo que nadie puede recibirlo excepto como un niño. Bendigo a Dios por un Evangelio sencillo, pues es adecuado para mí, y para otros muchos miles de personas cuyas mentes no pueden presumir ni de grandeza ni de genio. También es adecuado para los hombres de intelecto, y solamente los hipócritas son los que disputan con el Evangelio. El hombre que carece de amplitud de mente o de profundidad de pensamiento, es el hombre que objeta la sabiduría de Dios. Una criatura astuta, apenas un poco superior a un idiota, cepillará su cabello hacia atrás, se pondrá sus lentes, arqueará sus cejas, y corregirá la Palabra infalible. Pero un hombre que realmente posee una mente capaz es usualmente como un niño y como Sir Isaac Newton, se goza sentándose a los pies de Jesús. Las mentes grandes aman el Evangelio sencillo de Dios, pues encuentran en él, el reposo de toda la ansiedad y del cansancio producidos por las preguntas y las dudas.
Es algo excelente que el Evangelio sea enseñado gradualmente. No es forzado de una sola vez en las mentes de los hombres, sino que viene así: “Mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.” Dios no hace brillar su eterna luz del día en una llamarada de gloria sobre ojos débiles, sino que hay al principio un tenue amanecer y una tierna luz entra con suavidad en esos débiles ojos, y así vemos gradualmente.
El Evangelio es repetido: si no lo vemos de una vez viene de nuevo a nosotros, pues es: “Mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.” Día a día, de domingo a domingo, libro tras libro, un texto después de otro, una impresión espiritual tras otra impresión espiritual, la ternura divina nos hace sabios para salvación. Es grandiosa la excelencia del método del Evangelio.
Nos es traído y somos hechos capaces de comprender de manera que se adapta a nuestra capacidad. El Evangelio nos es explicado, por decirlo así, con labios balbucientes (vean el versículo 11) tal como las madres enseñan a sus hijitos en un lenguaje que les es propio. A mí no me gustaría hablar desde el púlpito como las madres hablan a sus bebés; sin embargo, ellas usan el mejor lenguaje para el bebé, las palabras precisas que un pequeñito puede entender. Vemos, en gran parte de la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento, cómo Dios condesciende a hacer a un lado su propia forma de hablar y adopta el lenguaje de los hombres. No sé con qué lenguaje el Padre conversa con Su Hijo, pero a nosotros nos habla de manera que podamos entender. “Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos.” Pero Él se inclina hacia nosotros y nos explica su mente con tipos y ordenanzas, que son una especie de lenguaje infantil adaptado a nuestra capacidad. En el Evangelio de Juan encontramos un lenguaje infantil y ¡cuánta profundidad, cuánto amor! Querido lector o persona que me escuchas, si tú no entiendes la palabra de Dios no es porque Él no presente Su palabra de manera sencilla, sino a causa de la ceguera tu corazón y la condición obsesiva de tu espíritu. Ten cuidado de no emborracharte con el vino del orgullo, sino que trata de aprender, pues el propio Dios no ha oscurecido Su consejo con misteriosas palabras, sino que ha puesto Su mente ante ti tan claramente como el sol en los cielos. “Mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.”
II. Lamentablemente mi tiempo se ha terminado y necesito mucho más espacio para poder hacer justicia a mi tema. En segundo lugar, tengo que referirme ahora a LAS OBJECIONES QUE SE LE PRESENTAN AL EVANGELIO.
Antes que nada déjenme decirles que no tienen absolutamente ningún sentido. Que los hombres pongan objeciones al Evangelio es una pieza de locura sin sentido, porque objetan aquello que les promete reposo. Sobre todas las cosas del mundo esto es lo que nuestros atribulados espíritus necesitan: el reposo es lo que más desea nuestro corazón: y el Evangelio viene y dice: “Yo os haré descansar.” ¿Y los hombres rechazan esa bendición? ¡Definitivamente esto es lamentable! ¡Cómo! ¿Estando enfermo tú insultaste al único médico que te podía curar? ¿Cómo pudiste ser tan insensato? Estabas endeudado y ¿efectivamente rechazaste la ayuda de un amigo generoso que te hubiera dado todo lo que necesitabas? “No,” respondes, “no somos tan insensatos.” Pero oh, la intensa insensatez, la desesperada locura de los hombres, que cuando el Evangelio coloca el reposo ante ellos no quieren escuchar, sino que dan la media vuelta y se van.
No hay ningún sistema de doctrina bajo el cielo que pueda dar descanso a la conciencia de los hombres, un descanso que vale la pena tener, excepto el Evangelio. Y hay miles de nosotros que damos testimonio que vivimos diariamente gozando la paz que viene al creer en Jesús, y sin embargo nuestro honesto reporte no es creído, más aún, no quieren oír la verdad. Ahora bien, si Dios viniera y exigiera algo de ti, podría entender tu rechazo. Me he enterado de una pobre mujer que cerraba con llave su puerta, y cuando escuchó que alguien tocaba no respondió, comportándose como si no estuviera en casa. Su ministro la vio un par de días después que la había visitado, y le dijo: “Pasé a visitarte el otro día; quería ayudarte, pues sé que eres muy pobre; pero nadie respondió cuando toqué.” “Oh,” dijo ella, “lo siento mucho, yo pensé que era mi casero que venía por la renta.” Ella no abrió a su benefactor pensando que era su acreedor. El Señor no está pidiendo en el Evangelio lo que se le debe, ni te está pidiendo nada a ti, sino que se acerca a ti con el perfecto reposo en su mano, exactamente lo que necesitas, y sin embargo tú cierras la puerta de tu corazón cuando Él llega. Oh no hagas eso. Sé sabio, y no le hagas más al insensato. Que Dios te ayude a ser sabio por tu propio bien eterno. Has pasar adelante a tu Dios con todos sus dones celestiales.
A continuación, las objeciones en contra del Evangelio son premeditadas, tal como se dice aquí: “Este es el lugar de descanso. Pero ellos no quisieron escuchar.” Cuando los hombres dicen que no pueden creer en el Evangelio, pregúntenles si quieren oírlo con paciencia en toda su sencillez. No, responden ellos, no quieren oírlo. El Evangelio es tan difícil de creer, afirman ellos. ¿Quieren venir a escuchar su predicación completa? ¿Quieren leer los evangelios cuidadosamente? Oh, no, no se pueden tomar esa molestia. Si así lo desean, que así sea. Pero un hombre que no quiere ser convencido, no debe culpar a nadie si permanece en el error. Aquel que no quiere oír lo que el Evangelio tiene que decir no debe sorprenderse que las objeciones se aglomeren en su mente. El Evangelio pide a los hombres que le presten atención; el Señor dice: “Inclinad vuestros oídos y venid a mí; escuchad, y vivirá vuestra alma,” pues “la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo;” cuán triste es que no quieran oír el mensaje de amor de Dios. Es una objeción premeditada al Evangelio, entonces, cuando los hombre rehúsan incluso oír lo que el Evangelio tiene que decir, o si lo oyen con el oído externo, no le prestan toda la atención que requieren sus verdades.
Tales objeciones son perversas, porque son rebelión contra Dios, y un insulto a su verdad y su misericordia. Si este Evangelio es de Dios, estoy obligado a recibirlo: no tengo ningún derecho a buscarle objeciones ni hacer preguntas filosóficas ni de otro tipo. Me corresponde decir: “¿Dios dice esto y eso? Entonces es verdad y yo me someto.” ¿El Señor pone así ante mí un camino de salvación? Correré con gozo en él.
Pero este pueblo presentaba objeciones que eran el resultado de su orgullo. Ellos objetaban la sencillez de la predicación de Isaías. Decían: “¿Quién es él? No lo deberían escuchar: nos habla como si fuésemos niños. Más bien vayan a escuchar a aquel Rabí que es un estudioso y por consiguiente es refinado y culto. En cuanto a este hombre, no está capacitado para enseñar a nadie excepto a los que acaban de ser destetados y ya no se les da el pecho; pues con él nada más oímos: “mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.” El profeta es tan rastrero que sus sermones pueden ser adecuados sólo para las sirvientas y para las ancianas, y gente así, pero definitivamente no son para los intelectuales. Además, repite lo mismo siempre. Puedes ir cuando quieras y estará tocando siempre la misma cuerda de su instrumento musical.” Dicen esto casi con salvajismo, pues como el viejo Trapp dice: “Mientras más embotado esté el cerebro más afilados estarán los dientes para destrozar al predicador.”
¿Acaso no han escuchado que muchas personas afirman en estos días en relación al predicador del Evangelio verdadero, que siempre está predicando acerca de la gracia soberana o acerca de la sangre de Cristo, o exclamando a todo pulmón: “Cree, cree y serás salvo”? Ellos se burlan diciendo: “Es la misma cantinela de siempre.” Yo no soy un experto en el hebreo, pero los estudiosos expertos en esa lengua nos dicen que el pasaje traducido “mandato tras mandato, línea tras línea,” era para ridiculizar al profeta, y sonaba como una burla rimada con la que se burlaban de Isaías. Ustedes se reirían si yo les leyera el pasaje en el hebreo original de acuerdo al sonido con que, muy probablemente, era pronunciado. Ellos decían: “Isaías predica así: ‘Tzav latzav, tzav latzav; kav lacar, kav lacar: zeeir sham, zeeir sham.’ ” Las palabras tenían toda la intención de caricaturizar al predicador, aunque no sugieren esa idea cuando son traducidas como: “mandato tras mandato, línea tras línea, línea tras línea.” Pero en el hebreo si tienen ese significado claro.
Hay personas en estos tiempos que, cuando se predica el Evangelio de manera sencilla y clara, exclaman: “Queremos un pensamiento progresivo, queremos …” la verdad es que no saben lo que quieren. Se parecen a aquella congregación cuyos miembros, cuando escuchaban la predicación de un cierto Obispo de Londres, no le prestaban la menor atención. Entonces el buen hombre tomó su Biblia escrita en hebreo y les leyó cinco o seis versículos en hebreo, y de inmediato todos estaban atentos. Entonces, él les llamó la atención diciéndoles: “Verdaderamente, percibo que cuando les predico doctrina sana a ustedes no les importa, pero cuando leo algo en un idioma que ustedes no entienden, de inmediato abren sus oídos.” La pretensión de poseer un refinamiento especial se sustenta escuchando una conversación que es incomprensible.
Demasiadas personas quisieran tener un mapa para ir al cielo que fuera diseñado de manera tan misteriosa que les sirviera de excusa para no guiarse por él. Multitudes se deleitan con las oraciones en latín, mientras que otros prefieren no orar en ninguna lengua sino solamente emitir ruidos nasales. Hay miles y miles de personas que prefieren música y espectáculo, procesiones y pompas ya que prefieren un gozo sensual por sobre la instrucción espiritual. Conocemos a ciertas personas que prefieren un Evangelio empañado; les encanta que la sabiduría humana encierre a la sabiduría de Dios. Este era el tipo de objeción que prevalecía en los días de Isaías y todavía está de moda. ¿Acaso no escuché a alguien que decía: “¿Por qué tú mismo no predicas nada que no sea la fe, la expiación, la gracia inmerecida, y cosas parecidas? Necesitamos novedades y las buscaremos en otra parte.” Pueden hacerlo si así lo prefieren; yo no voy a cambiar mi nota en tanto Dios me preserve.
III. El tercer punto será una advertencia a quienes no tienen ningún gusto por la verdad de Dios: consideremos LA RESPUESTA DIVINA PARA ESTAS PERSONAS QUE OBJETAN. El Señor los amenaza, primero, con la pérdida de aquello que despreciaron. Él les ha enviado un mensaje de descanso y ellos no quieren recibirlo, y por lo tanto, en el versículo veinte, les advierte que a partir de ese momento, no tendrán reposo: “La cama es demasiado corta para estirarse sobre ella, y la manta es demasiado estrecha para envolverse en ella.” Todos aquellos que obstinadamente rechazan el Evangelio, y siguen filosofías y especulaciones, serán premiados con el descontento interno. Pregúntales: “¿Han encontrado el reposo!” “Oh, no,” dicen ellos, “estamos más lejos de él que nunca.” “Pero ustedes esperaban que prestando atención a esta doctrina filosófica ustedes serían felices.” Ellos responden: “Oh, no, todavía estamos buscando.” Pregunten a los predicadores de ese tipo de doctrinas si ellos mismos han encontrado un ancla, y como regla responderán: “No, no, estamos buscando la verdad; estamos cazándola, pero todavía no la hemos alcanzado.” Con toda probabilidad nunca van a alcanzarla, pues van por el camino equivocado.
El Evangelio está destinado a dar reposo a la conciencia, al alma, al corazón, a la voluntad, a la memoria, a la esperanza, al temor, sí, al hombre entero, pero cuando los hombres se ríen de una fe única, ¿cómo pueden alcanzar el reposo? Querido amigo, si no has encontrado el descanso no has captado el Evangelio entero; y debes ir otra vez al principio fundamental de la fe en Jesús, pues este es el reposo y este es el lugar de descanso. Esta es la condenación del incrédulo, que nunca va a encontrar un lugar permanente, sino que como el judío errante vagará por siempre. Si abandonas la cruz habrás abandonado el eje de todas las cosas y habrás descuidado la piedra de toque y el fundamento firme, y por lo tanto serás como cualquier objeto que rueda con el viento. “¡No hay paz para los malos!”, dice mi Dios. “Los impíos son como el mar agitado que no puede estar quieto y cuyas aguas arrojan cieno y lodo.” Más aún, el Señor los amenaza y les dice que serán castigados con endurecimiento gradual del corazón. Lean el versículo trece. Ellos decían que el mensaje de Isaías era “mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí,” y la justicia les responde: “Por lo cual, la palabra de Jehovah para ellos será: ‘Mandato tras mandato, mandato tras mandato; línea tras línea, línea tras línea; un poquito allí, un poquito allí; para que vayan y caigan de espaldas y sean quebrantados, atrapados y apresados.” Vean el versículo trece. Una caída de espaldas es la peor de todas. Si un hombre cae de bruces puede de alguna manera protegerse y levantarse de nuevo, pero si cae de espaldas, cae con todo su peso, y se encuentra desprotegido. Los que tropiezan por causa de Cristo, la piedra que es un seguro fundamento, serán quebrantados.
Cuando aquellos que se oponen esperan recuperar su posición, se encuentran atrapados por sus hábitos, enredados en la red del gran cazador, y tomados por el destructor. Esta vertiginosa carrera hacia abajo es experimentada a menudo por quienes comienzan objetando el Evangelio sencillo: objetan más y más y luego se convierten en abiertos enemigos, para su ruina eterna. Si los hombres no quieren aceptar el Evangelio del reposo tal como el Señor lo ha diseñado, Él no va a adaptarlo a sus gustos, sino que va a permitir que ejerza su inevitable influencia sobre quienes se oponen, convirtiéndose en olor de muerte para muerte. Si les disgusta hoy, les disgustará más mañana; si rechazan su energía hoy, lo rechazarán más obstinadamente conforme pase el tiempo, y su poder no se manifestará para iluminar o consolar o dar forma a sus corazones.
Esto es algo terrible; y lo que es peor, si acaso puede serlo, es que a esto seguirá una creciente incapacidad de entender: “¡Ciertamente, con balbuceo de labios y en otro idioma hablará Dios a este pueblo!” Puesto que no quieren escuchar una predicación sencilla, Dios hará que la sencillez misma parezca balbuceo de labios para ellos. Los hombres que no pueden tolerar un lenguaje sencillo, se volverán al fin incapaces de entenderlo. Ustedes saben, mi hermanos, cuánta gente hay hoy, incapaz de entender al Salvador. El Salvador dijo: “Esto es mi cuerpo”: y de inmediato ello concluyen que un pedazo de pan es transformado en el cuerpo de Cristo. El Salvador manda a los creyentes que sean bautizados en su muerte, y de inmediato ellos proclaman que el agua del bautismo regenera a los niños. No quieren entender eso que es tan claro como el sol. Toman literalmente las ilustraciones de nuestro Señor, y cuando Él habla literalmente ellos se imaginan que está usando una metáfora. Si los hombres no quieren entender no entenderán. Un hombre podría cerrar sus ojos durante tanto tiempo que luego ya no podría abrirlos. En la India hay muchos devotos que mantienen sus brazos en alto por tanto tiempo que ya no pueden bajarlos nunca más. Tengan cuidado para que no venga sobre ustedes, que rechazan el Evangelio, una total imbecilidad de corazón.
Si acusan a la palabra de Dios de ser cosa de niños ustedes se volverán aniñados, tal como les ha sucedido a muchos grandes filósofos de nuestro tiempo; si ustedes afirman que es simple y la rechazan por causa de su sencillez, ustedes mismos se convertirán en unos tontos; si ustedes dicen que está muy por debajo de ustedes sucederá que ustedes estarán debajo de ella y ella los triturará y los convertirá en polvo.
Finalmente, va esta advertencia para quienes objetan el Evangelio, diciendo que independientemente del refugio que elijan ellos, les va a fallar por completo. Así dice el Señor: “Pondré el derecho por cordel y la justicia por plomada. El granizo barrerá el refugio del engaño, y las agua inundarán su escondrijo.” Se desploman las grandes piedras del granizo que destrozan todo; caen las amenazas de la palabra de Dios haciendo pedazos todas las falsas esperanzas aduladoras de los impíos. Entonces viene la ira activa de Dios como una inundación irresistible que barre con todo aquello en lo que se apoyaba el pecador, y él, en su obstinada incredulidad, es arrastrado como por una inundación, hacia esa total destrucción, esa miseria eterna, que Dios ha declarado que será la porción de quienes rechazan a Jesucristo vivo. ¡Tengan mucho cuidado, ustedes que desprecian! ¡El tiempo dirá la verdad!
Me he esforzado al máximo en esta ocasión para presentar ante ustedes, en lenguaje sencillo, la impiedad escondida en el rechazo del Evangelio del reposo. Que el Espíritu de Dios nos conceda que cualquier persona que lee este mensaje y que hasta este momento ha sido indiferente a ese Evangelio lo acepte de inmediato. Corazón cansado, pruébalo; espíritu abatido, pruébalo; prueba lo que puede hacer la fe en Jesús.
Ven y confía en Jesús, y comprueba que trae paz a tu alma. Si Jesús te falla avísame, pues no lo voy a ensalzar más si no cumple Sus promesas. Él nunca puede desechar ni abandonar a un corazón creyente. Oh, si puede haber dulce paz, y calma, y una esperanza gozosa, y alegría, y fuerza, y vida por medio de la fe como la de un niño en el testimonio de Dios concerniente a su querido Hijo, ruego a Dios que obtengan ese tesoro de inmediato. Si tienen alguna objeción en contra del predicador que ahora les dirige la palabra, rueguen a Dios para que predique mejor; y si ya lo han hecho y todavía les disgusta, vayan y escuchen a otro predicador contra quien no tengan objeciones personales, pues para mí sería un motivo de aflicción ser una interferencia en el camino de cualquier corazón ansioso. Me temo sin embargo que tú estás siendo alumbrado por tu propia luz. Oh hombre, actúa como un hombre y oye el Evangelio con sinceridad. ¡Oh justicia propia! ¿te destruirás a ti misma? ¡Oh orgullo! Bájate de esa nube. ¡Oh borrachera! Abandona la copa. ¡Oh pecador endurecido! Que Dios te ayude a dejar tu pecado. Ven y confía hoy en Jesucristo. Que Dios te permita hacerlo por su Espíritu Santo, en nombre de Cristo. Amén.

Spurgeon, C. H., & Román, A. (2008). Sermones de Carlos H. Spurgeon. Logos Research Systems, Inc.

Biblia y Homosexualidad | Cristianismo Primitivo

Biblia y Homosexualidad
LO QUE LA PALABRA DE DIOS -LA BIBLIA- DICE SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD

«La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí»
(Isaías 3:9)

El propósito de este breve estudio no es «machacar» a los homsexuales, sino exponer lo que la Biblia declara sobre la Homosexualidad, y hacerlo sin rodeos. Dios ama a las personas y quiere que éstas sean salvas y libres, pero me siento en la responsabilidad de responder como cristiano ante las demandas del lobby gay, que en este tiempo están rebasando los límites de lo aceptable:

El Gobierno socialista español fue uno de los primeros en legalizar estas uniones equiparándolas al matrimonio con derecho a adopción de niños (de hecho las llama «matrimonio» cuando el origen etimológico del término es la expresión «matri-monium», es decir, el derecho que adquiere la mujer que lo contrae para poder ser madre dentro de la legalidad.)

Pero ya no se trata de que esta o aquella «iglesia» protestante nombre como obispos a homosexuales declarados y practicantes, o a que algún cura católico romano «salga del armario» como dicen ellos….

…algunos homosexuales ya no se conforman con tratar de hacer que aceptemos como natural su conducta sexual, ellos quieren más: Aunque suene a ciencia ficción quieren que se legalice la pederastia con una asociación que ellos llaman «Asociación para el amor entre hombre y niño» -en inglés las siglas son NAMBLA- (busque el término en internet). Les han recibido hasta en la ONU (Dicen que por error y entre otras asociaciones homosexuales, pero en todo caso les recibieron).

Desde hace décadas ciertos grupos homosexuales como NAMBLA han pedido la legalización de la pederastia.

Lo que nos parecía imposible, hoy comienza a ser una realidad.

Ellos -de esta asociación- incluso tienen como una página WEB donde reclaman este derecho -por si alguien no me cree: ver su web en http://www.nambla.org/ (No hay fotos obscenas, copie el enlace en su navegador para ver dicha web). La foto de la derecha es la de estos criminales de NAMLA en el día del orgullo gay en una ciudad de USA con una pancarta reclamando el derecho a mantener relaciones sexuales con niños.

Lo que hace unos años nos parecía impensable: la promoción de la pedofilia; es ya una realidad en los días del orgullo «gay» en ciudades como Madrid.

En la moderna Suecia o en el Reino Unido recientemente se han encarcelado (por breves periodos de tiempo, por el momento) a pastores protestantes por decir en público lo que la Biblia dice sobre la homosexualidad.

Leyes se proponen y aprueban para la corrupción de menores: pedofilia, cambio de sexo sin consentimiento de los padres, etc.

¿CUÁL FUE EL EL PECADO DE SODOMA?

«Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Yahveh en gran manera.» (Génesis 13:13)

«Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos! Lot salió a la puerta y, cerrándola detrás de sí, les dijo: Por favor, amigos míos, no cometan tal perversidad» (Génesis 19:4-7)

«Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, Racimos muy amargos tienen. Veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides.» (Deuteronomio 32:32-33)

LA ACEPTACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD: SIGNO DE LA DECADENCIA MORAL DE UNA SOCIEDAD
«He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité» (Ezequiel 16:49-50).

La corrupción de menores es un delito tipificado en la legislación de varios países. Esta conducta antijurídica e imputable, es infraccional del Derecho penal.

Se entiende por corrupción de menores, la manipulación o abuso de incapaces por parte del autor del delito, quien hace participar a la víctima de forma prematura u obscena, en actividades de naturaleza sexual que perjudican el desarrollo de su personalidad.

En la actualidad, el artículo 183 bis del Código Penal dispone que «el que, con fines sexuales, determine a un menor de dieciséis años a participar en un comportamiento de naturaleza sexual, o le haga presenciar actos de carácter sexual, aunque el autor no participe en ellos, será castigado con una pena de prisión de seis meses a dos años». El citado precepto establece agravación de la pena –de uno a tres años- cuando se hubiera hecho presenciar al menor abusos sexuales.

LOS SEGUIDORES DE DIOS NO DEBEN ACEPTAR LAS DEMANDAS HOMOSEXUALES
Nos referimos a no aceptar como seguidores de Jesús, esta práctica como algo «natural» o una «alternativa». Debemos sin embargo tratar con respeto a las personas homosexuales y no insultarlas, menospreciarlas ni burlarnos de ellos.

Otra cosa es nuestra perspectiva de sus prácticas sexuales: Tolerancia cero.

«Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Yahveh Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram» (Génesis 14:22)

Los delitos relacionados con la pederastia se sancionan con una pena de tres meses a un año de prisión (…) A diferencia de lo que ocurre con el racismo o el terrorismo, en España no está tipificado el delito de la apología de la pedofilia.

LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO DE SODOMA: PRÓXIMO JUICIO DE DIOS
Antes del juicio de Dios (que siempre llega, tarde o temprano), Éste da la oportunidad de que nos arrepintamos: tanto del pecado de la homosexualidad o de cualquier otro en el que hayamos caído. Para eso Jesús murió en la cruz: para salvar también a los afeminados y a los homosexuales. ¡Ay de nosotros si despreciamos una salvación tan grande!

«Entonces Yahveh le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo» (Génesis 18:20)

«Luego le advirtieron a Lot: ¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor, y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla» (Génesis 19: 12-13)

«Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste» (Lucas 17:28-29)

LO QUE DICE LA LEY DE DIOS
«No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación» (Levítico 18:22)

Comentario: Si se lee este pasaje de Levítico en su contexto se verá que se incluye la homosexualidad entre pecados abominables para Dios como el incesto, el bestialismo -relaciones con animales- etc. Es pues falso que la Biblia sea neutral respecto a la práctica homosexual.

«Cualquiera que practique alguna de estas abominaciones será eliminado de su pueblo» (Levítico 18:29)

Comentario: Con «eliminado de su pueblo» debemos entender que la práctica homosexual es incompatible con el ser cristiano. No podemos aceptar como miembro en la iglesia a alguien que siga practicando sin remordimientos, repulsa y arrepentimiento, la práctica homosexual.

EL JUICIO DE LA LEY DE DIOS SOBRE ESTE PECADO
«Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno» (Génesis 19:28)

«Si alguien se acuesta con otro hombre como quien se acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán condenados a muerte, de la cual ellos mismos serán responsables» (Levítico 20:13)

Comentario: No es el Dios de la Vida quien condena a muerte (al infierno eterno) al homosexual, es su propio pecado el que le condena y que le hace responsable y reo de muerte ante la Ley del Dios Santo.

El Dios de la Vida quiere que el homosexual como cualquier otro pecador (Todos lo somos) se arrepienta de su pecado, vaya a Jesús (no a una religión) y viva.

«La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí» (Isaías 3:9)

Comentario: ¿No es esto lo que pasa hoy en día con el pecado de la homosexualidad y el lesbianismo? Publican desvergonzadamente y sin disimulo a los 4 vientos su pecado para convencer a esta decadente y cauterizada moralmente sociedad de que les acepte.

No doble sus rodillas ante esta avalancha mediática.

«Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías» (Lamentaciones 4:6)

EL TRAVESTISMO ES ABOMINACIÓN ANTE DIOS:
«No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Yahvé tu Dios cualquiera que esto hace» (Deuteronomio 22:5)

EL LESBIANISMO ES UNA PASIÓN CONTRA LA NATURALEZA Y VERGONZOSA
«Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza» (Romanos 1:26)

LA HOMOSEXUALIDAD RECIBE EN SI MISMA CASTIGO
Comentario: Creo que no debemos pensar, como algunos energúmenos creen, que el castigo particular de Dios contra este pecado sea el SIDA u otra enfermedad similar que afecta a tantos inocentes (en ese caso todos deberíamos estar afectados por una enfermedad, porque todos somos pecadores ante Dios los unos lavados por la sangre de Cristo y los otros no-).

Estas enfermedades que se han propagado en un principio por causa de prácticas sexuales contra-naturaleza no son comparables con el venidero juicio de Dios cuando estemos ante Su Santo Trono para ser juzgados.

Personalmente, en tiempos peores para esta enfermedad y afortunadamente pasados gracias a los avances médicos, he visitado en hospitales a homosexuales afectados de SIDA a los que sus amigos «Gays» habían abandonado. ¡Que triste entonces ver que las falsas luces de éste mundo que perece se habían convertido en sombras, y las risas en lágrimas! Los homosexuales en lo profundo de sus corazones sufren por su pecado más de lo que podemos imaginar.

«y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Romanos 1:27)

LA HOMOSEXUALIDAD O EL SER AFEMINADO EXCLUYE DEL REINO DE DIOS
Comentario: La Biblia tacha a la homosexualidad como depravada hasta el extremo porque niega la imagen de Dios a la que el hombre ha sido creado. Niega el plan de Dios para la sociedad por medio de la institución de la familia (fundada por Dios aún antes que la iglesia). Creo que es por esto y no otra cosa que es un pecado especialmente desagradable a Sus santos ojos.

«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1ª Corintios 6:9-11)

LA HOMOSEXUALIDAD ES ENEMIGA DEL EVANGELIO
Comentario: Ya es el tiempo en que en algunos países europeos, los homosexuales que reclaman para si mismos tolerancia y que no la tienen para los que pensamos que sus prácticas no son «normales» y sí contra-natura, están promoviendo leyes que envían a la cárcel a los pocos mártires (confesores de la Palabra de Dios) modernos que denuncian y hablan claramente de este pecado.

«Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito» (1ª Timoteo 1:8-11)

LA HOMOSEXUALIDAD ES CASTIGADA CON DESTRUCCIÓN
«condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente» (2ª Pedro 2:6)

LA HOMOSEXUALIDAD ES CASTIGADA CON FUEGO ETERNO
«como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno» (Judas 1:7)

HAY LIBERACIÓN Y PERDÓN DEL PECADO DE LA HOMOSEXUALIDAD
«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis (…) ni los afeminados, ni los que se echan con varones (…) heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1ª Corintios 6:9-11)

Se hace necesario decir aquí, en justicia, que de los alrededor de 80 países del mundo donde la homosexualidad está penada, ninguno de ellos es «cristiano». En 8 de ellos está penada con la muerte (todos ellos musulmanes), en otros 8 se les puede condenar a cadena perpetua, y en el resto es ilegal y está penada con penas más o menos duras. El cristiano no aprueba el pecado homosexual, pero debe entender que el homosexual está necesitado como cualquier otro hombre pecador, de la liberación de su pecado que solo Jesús puede dar.

SI ERES HOMOSEXUAL -¡Y HAS LLEGADO HASTA AQUÍ!- DEBES SABER QUE…
No eres más o menos pecador que el autor de esta Web. La única diferencia entre el mejor cristiano y el peor de los pecadores la hace Jesús de Nazaret. Tu pecado, y el mío, sea cual sea, no es sino una manifestación del pecado que hay en el corazón de todos nosotros.

El ser «más o menos bueno» o ser un homosexual practicante o un hombre que va a la iglesia cada domingo intentando cumplir los mandamientos de la Ley de Dios no nos libra:

«Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho trasgresor de la ley.» (Santiago 2:10,11).

Cuando incumplimos o transgredimos uno solo de estos mandamientos (en tu caso al ser homosexual y en el del que escribe esto pecados vergonzosos de otra índole) nos hacemos culpables ante toda la Ley de Dios, (por ejemplo: como el que cumple todas y cada una de las leyes de un país salvo una: robar bancos) y merecedores del castigo que Él en Su Santidad ha decretado para el pecado:

«Porque la paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23)

Hay un lugar terriblemente real destinado a los que mueren en sus pecados, sean homosexuales o «cristianos» de nombre:

«Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:43-48)

Ahora bien, hubo Uno: Jesús, que cumplió perfectamente la Ley:

«Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino Uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» (Hebreos 4:14-16).

Ese es Jesús, el Buen Jesús. Él pagó en la cruz el precio que merecían tus y mis pecados, por eso Él es el Salvador:

«El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Romanos 4:25)

Por eso dice la Biblia:

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:16-18).

Jesús murió por culpa nuestra. Dios no nos perdona de cualquier modo o porque le apetezca: nos perdona porque ya castigó nuestros pecados en Su Hijo, que tomó el pecado también de los homosexuales en la cruz. Ahora si te arrepientes (cambias de vida) y te vuelves a Él te digo que hay esperanza para ti, Dios te puede dar limpieza, pureza y una nueva vida, porque Dios dice en Su Palabra:

«Venid luego, dice El Señor, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.» (Isaías 1:18)

A ti, que no sabes de qué están hechos sus próximos 5 minutos de vida, que estás desesperado, que buscas verdadera libertad, te toca decidir ahora dónde quiere pasar una eternidad. Solo tienes que arrepentirte de tus pecados y entregarle tu vida entera a Jesucristo. Así de sencillo: entregarle tú tu vida llena de miserias a Jesús y a cambio Él Te dará una nueva vida -Su Vida- de perdón y plenitud.

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mateo 11: 28-30)

Si esto te ha hecho reflexionar te aconsejo que busques una buena iglesia genuinamente cristiana -no de la religión tradicional y «popular» ni uno de esos grupos «locos» que hay por ahí- y pidas poder hablar con el responsable (te recomiendo una iglesia bautista y si es reformada mejor). En el improbable caso de que no te hicieran caso o te tratasen mal, no te desanimes: sigue buscando y mira a Jesús, no a los hombres. Si no sabes si cerca de ti hay una escríbeme y trataré de ayudarte. (Para contactar hágalo a la dirección de correo: autorcristianismoprimitivo@gmail.com)

Quizás mañana sea tarde…

Artículo Fuente: https://www.cristianismo-primitivo.org/otros-estudios/biblia-y-homosexualidad

EL ARREPENTIMIENTO | R.C.Sproul

EL ARREPENTIMIENTO

R.C. Sproul

El mensaje principal de Juan el Bautista, que fue el heraldo de Jesús, era “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Este llamado al arrepentimiento era una apelación urgente a los pecadores. Nadie que se niegue a arrepentirse puede entrar en el reino de Dios. El arrepentimiento es un requisito previo, una condición necesaria para la salvación.
En la Escritura, el arrepentimiento significa “sufrir un cambio de mentalidad”. Este cambio de mentalidad no es un simple cambio de opiniones menores, sino un cambio completo en la dirección de nuestras vidas. Implica un giro radical del pecado a Cristo.
El arrepentimiento no es la causa de un nuevo nacimiento o regeneración; es el resultado del fruto de la regeneración. Aunque el arrepentimiento comienza con la regeneración, constituye una actitud y una acción que debe ser repetida a lo largo de la vida cristiana. Como continuaremos pecando, se nos llama a arrepentimos al ser convencidos de pecado por el Espíritu Santo.
Los teólogos distinguen dos tipos de arrepentimiento. El primero es llamado atrición. La atrición es un arrepentimiento falso o espurio. Comprende el remordimiento causado por un temor al castigo o la pérdida de una bendición. Cualquier padre ha comprobado la atrición en un hijo cuando lo descubre con las manos en la masa. El niño, temiendo la paliza, grita: “Lo siento, ¡por favor no me pegues!” Estas plegarias junto con algunas lágrimas de cocodrilo no suelen ser signos de un remordimiento genuino por haber actuado mal. Fue el tipo de arrepentimiento que exhibió Esaú (Génesis 27:30–46). Se lamentaba no por haber pecado sino por haber perdido su primogenitura. La atrición, entonces, es el arrepentimiento motivado por un intento de obtener un boleto que nos saque del infierno o de evitar el castigo.
La contrición, en cambio, es el arrepentimiento verdadero y piadoso. Es genuino. Comprende un remordimiento profundo por haber ofendido a Dios. La persona contrita confiesa su pecado de manera abierta y completa, sin intentar buscar excusas o justificarlo. Este reconocimiento del pecado viene acompañado de una voluntad por hacer una restitución siempre que sea posible y una resolución de abandonar el pecado. Este es el espíritu que exhibió David en el Salmo 51. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí … Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:10, 17).
Cuando le ofrecemos a Dios nuestro arrepentimiento en un espíritu de verdadera contrición, Él nos promete perdonarnos y restaurarnos a la comunión con Él. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Resumen

  1. El arrepentimiento es una condición necesaria para la salvación.
  2. El arrepentimiento es el fruto de la regeneración.
  3. La atrición es un arrepentimiento falso motivado por el temor.
  4. La contrición es un arrepentimiento verdadero motivado por el remordimiento piadoso.
  5. El arrepentimiento verdadero conlleva la plena confesión, la restitución, y la resolución de abandonar el pecado.
  6. Dios promete el perdón y la restauración a todos los que se arrepienten en verdad.
    Pasajes bíblicos para la reflexión
    Ezequiel 18:30–32
    Lucas 24:46–47
    Hechos 20:17–21
    Romanos 2:4
    2 Corintios 7:8–12

Sproul, R. C. (1996). Las grandes doctrinas de la Biblia (pp. 221-222). Editorial Unilit.

El pecado que mora en nosotros | Charles Spurgeon

El pecado que mora en nosotros

Charles Spurgeon

De la revista “The Sword & Trowel” 2020 No. 2

“Entonces respondió Job a Jehová, y dijo: He aquí que yo soy vil” (Job 40:3-4)

Sin duda, si algún hombre tenía el derecho de decir, “yo no soy vil”, era Job; pues según el testimonio del propio Dios, él era un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Sin embargo, este eminente santo, cuando recibió suficiente luz, debido a su cercanía con Dios, para darse cuenta de su propia situación, exclamó: “He aquí que yo soy vil”.

La Santa Escritura enseña la doctrina de que cuando un hombre es salvo por la gracia divina, no es completamente purificado de la corrupción de su corazón. Cuando nosotros creemos en Jesucristo, todos nuestros pecados son perdonados; sin embargo, el poder del pecado no cesa, sino que permanece en nosotros, y es así hasta el día en que muramos, aunque la nueva naturaleza que Dios imparte en nuestras almas lo debilita y lo mantiene dominado.

Todos los ortodoxos sostienen la doctrina de que los deseos de la carne y la maldad de la naturaleza carnal todavía habitan en la persona regenerada. Ahora bien, yo sostengo que en cada cristiano existen dos naturalezas. Hay una naturaleza que no puede pecar, porque es nacida de Dios: una naturaleza espiritual, que viene directamente del Cielo, tan pura y tan perfecta como el propio Dios, quien es su autor. Y existe también en el hombre esa antigua naturaleza que, por la caída de Adán, se ha vuelto completamente vil, corrupta, pecadora y diabólica.

En el corazón del cristiano todavía permanece una naturaleza que no puede hacer lo que es correcto, tal como no podía antes de la regeneración, y que es tan malévola como lo era antes del nuevo nacimiento: tan pecadora, tan completamente hostil a las leyes de Dios, como siempre lo fue. Una naturaleza que, como lo dije antes, es restringida y sujetada en una gran medida por la nueva naturaleza, pero que no es eliminada y nunca lo será hasta que este tabernáculo de nuestra carne sea derribado, y nos elevemos a aquella tierra en la que nunca entrará nada que contamine.

Los justos aún tienen una naturaleza malvada
Job dijo: “He aquí que yo soy vil”, pero no siempre lo supo, pues a lo largo de toda la larga controversia, él se había declarado justo y recto. Él había dicho: “Mi justicia tengo asida, y no la cederé”.

Pero, ¿qué pasó cuando Dios vino a razonar con él?, tan pronto como escuchó la voz de Dios en el torbellino, y oyó la pregunta: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” de inmediato puso su dedo sobre sus labios, y no respondió nada más a Dios, sino que dijo simplemente: “He aquí que yo soy vil”.

Posiblemente algunas personas podrían decir que Job era la excepción a la regla, y que otros santos no tenían en ellos tal motivo para una humillación. Pero nosotros les recordamos a David, y les sugerimos que lean el salmo penitencial cincuenta y uno, donde David declara que fue formado en iniquidad y que en pecado lo concibió su madre. Confesaba que había pecado en su corazón, y le pedía a Dios que creara en él un corazón limpio y que renovara un espíritu recto dentro de él. En muchos otros lugares en los Salmos, David continuamente reconoce y confiesa que no está completamente libre de pecado; que la víbora malvada todavía se enrolla alrededor de su corazón.

Considera también a Isaías, por favor. Allí le tienes, en una de sus visones, diciendo que era un hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo que tenía labios inmundos.

Pero más específicamente, bajo la dispensación del Evangelio, tienes a Pablo, en ese memorable séptimo capítulo de Romanos, declarando que él veía otra ley en sus miembros, que se rebelaba contra la ley de su mente, y que lo llevaba cautivo a la “ley del pecado”. Sí, oímos esa notable confesión de deseo combativo e intensa agonía. “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”.

¿Creen ustedes que resultarán ser mejores santos que Job?

  ¿Se imaginan que la confesión que era apropiada para la boca de David es demasiado ruin para ustedes? ¿Son ustedes tan orgullosos que no podrían exclamar con Isaías, yo también “soy hombre inmundo de labios”? O más bien, ¿ha crecido tanto su orgullo, que se atreven a exaltarse a ustedes mismos por encima del laborioso Apóstol Pablo, y creen que, en ustedes, es decir, en su carne, habita alguna cosa buena? 

      Si se consideran perfectamente puros de pecado, oigan la palabra de Dios: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Si decimos que no tenemos pecado, le hacemos a Dios mentiroso. Pero realmente no necesito demostrar esto, amados, porque estoy seguro que todos ustedes, que saben, aunque sea un poco, acerca de la experiencia de un hijo vivo de Dios, han descubierto que, en sus mejores y más felices momentos, el pecado todavía habita en ustedes, y que cuando quieren servir a su Dios de la mejor manera, el pecado frecuentemente obra en ustedes con muchísima más furia.

Observen la facilidad con la que son llevados por sorpresa al pecado. Se levantan por la mañana, y se dedican mediante una ferviente oración a Dios, pensando en el día tan feliz que tienen por delante. Apenas han terminado de decir su oración, cuando algo viene a contrariar su espíritu y sus buenas resoluciones son arrojadas a los cuatro vientos, y dicen: “este día, que pensé que iba a ser muy feliz, ha sufrido un terrible revés, no puedo vivir para Dios como quisiera”. Tal vez han pensado: “subiré al piso de arriba y le voy a pedir a mi Dios que me guarde”. Bien, en general ustedes han sido guardados por el poder de Dios, pero repentinamente viene algo, el mal carácter de pronto les ha sorprendido, su corazón fue tomado por sorpresa, cuando no esperaban un ataque.

  1. El poder obstructor del pecado que mora en nosotros
    ¿Qué hace el pecado que aún mora en nuestros corazones? Respondo que, primeramente, la experiencia les dirá que este pecado ejerce el poder de reprimir toda cosa buena. Ustedes han sentido que cuando quieren hacer el bien, el mal ha estado presente en ustedes. Como una carroza que podría deslizarse velozmente cuesta abajo, pero que le han puesto un obstáculo en sus llantas.

O como el pájaro que quisiera remontarse al cielo, ustedes han descubierto que sus pecados son como los barrotes de una jaula que les impide elevarse hacia el Altísimo. Ustedes han doblado su rodilla en oración, pero la maldad ha distraído sus pensamientos. Han intentado cantar, pero han sentido que “los hosannas se languidecen en sus lenguas”. Alguna insinuación de Satanás ha encendido el fuego, como una chispa en la yesca, y casi ha ahogado su alma con su abominable humo. Ustedes quisieran desempeñar sus santos deberes con toda prontitud. Pero el pecado que tan fácilmente los cerca, enreda sus pies, y cuando se están acercando a la meta, los hace tropezar y caen, para la deshonra y dolor de ustedes.

  1. El poder atacante del pecado que mora en nosotros
    Pero, en segundo lugar, ese pecado que habita en nosotros hace algo más que eso: no solo nos impide seguir adelante, sino que incluso a veces nos ataca. No es solamente que yo lucho con el pecado que aún habita en mí, sino que ese pecado algunas veces me embiste. Ustedes notarán que el Apóstol dice: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Ahora, esto comprueba que él no estaba atacando a su pecado, sino que ese pecado lo estaba atacando a él.

Mi corazón sigue siendo tan malo cuando ningún mal emana de él, como cuando lo único que sus acciones producen son cosas viles. Un volcán es siempre un volcán, aun cuando dormita, no confíe en él. Un león es un león, aunque juegue como un cachorro y una serpiente es una serpiente, aun cuando la puedas tocar por un momento mientras dormita. Todavía hay veneno en ella cuando sus escamas azules nos atraen.

La nueva naturaleza siempre debe luchar y pelear conta la vieja naturaleza, incluso cuando no están luchando ni peleando no hay tregua entre ellas.

  Cuando la nueva naturaleza y la vieja naturaleza no están en conflicto, siguen siendo enemigas. No debemos confiar en nuestro corazón en ningún momento, e incluso cuando dice cosas hermosas, debemos llamarlo mentiroso. 

Cuando pretenda ser de lo mejor, de todas formas, debemos recordar que su naturaleza es continuamente mala. No voy a mencionar detalladamente las acciones del pecado que habita en nosotros, pero es suficiente hacerles recordar algo de su propia experiencia, para que vean que es acorde a la experiencia de los hijos de Dios, porque ustedes pueden ser tan perfectos como Job y, sin embargo, tendrán que decir: “He aquí que yo soy vil”.

  1. El peligro del pecado que mora en nosotros
    Después de mencionar las acciones del pecado que habita en nosotros, permítanme citar, en tercer lugar, el peligro que corremos debido a esos malvados corazones. Son pocas las personas que piensan qué cosa tan solemne es ser cristiano.

Un peligro al que estamos expuestos debido al pecado que habita en nosotros surge del hecho que el pecado está en nosotros y, por lo tanto, tiene un gran poder sobre nosotros.

Si un capitán controla una ciudad, puede protegerla por mucho tiempo de los constantes ataques de los enemigos que están fuera. Pero si hubiera un traidor dentro de sus puertas; si hubiera alguien que está a cargo de las llaves, y que puede abrir cada puerta y dejar entrar al enemigo el arduo trabajo del comandante tiene que duplicarse, porque no solo tiene que vigilar los enemigos que están fuera, sino de los enemigos que están dentro también. Y aquí radica el peligro del cristiano. Yo podría pelear con el maligno. Yo podría vencer cada pecado que me tentara, si no fuera porque tengo un enemigo dentro.

Como dice Bunyan en su libro “La Guerra Santa”, el enemigo trató de introducir algunos de sus amigos dentro de la Ciudad del Alma Humana, y descubrió que sus compatriotas dentro de las murallas le hacían mucho más bien que todos los que estaban fuera. Lo que más deben temer es la traición de su propio corazón. Y, además, cristianos, recuerden cuántos aliados tiene su naturaleza malvada.

La vida de gracia encuentra pocos aliados “bajo el Cielo”, pero el pecado original tiene aliados por todos lados.

  Mira al infierno allá abajo y los encontrarán allí, demonios listos para soltar los perros del infierno contra su alma. Mira al mundo y ve “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”. Mira a su alrededor y ve todo tipo de hombres buscando, si es posible, sacar al cristiano de su estabilidad. Mira a la iglesia y encuentra toda clase de falsas doctrinas listas a inflamar la concupiscencia, y descarriar al alma de la sinceridad de su fe. 

    La vieja naturaleza es tan fuerte en su vejez como lo era en la juventud. Es tan capaz de hacernos desviar cuando nuestra cabeza está cubierta de canas, como lo hacía en nuestra juventud.

Hemos oído decir que crecer en la gracia hará nuestras corrupciones menos poderosas, pero yo he visto a muchos santos ancianos de Dios y les he hecho la pregunta, y ellos han respondido: “No”. Sus deseos han sido esencialmente tan fuertes aún después de muchos años en el servicio de su Señor, como lo eran al principio, aunque más sometidos por el nuevo principio que existe dentro de ellos.

Pese a todas las victorias anteriores y todos los montones y montones de pecados que haya eliminado, sería dominado si la misericordia todopoderosa no me preservara. ¡Cristiano! ¡Ten cuidado del peligro! No hay ningún hombre en combate con tanto peligro de recibir un tiro, como lo están ustedes por su propio pecado. Ustedes cargan en su alma a un traidor infame, aun cuando les hable bellamente no deben confiar en él. Ustedes tienen en su corazón un volcán dormido, pero es un volcán con una fuerza tan terrible que todavía puede sacudir toda su naturaleza. Y a menos que sean cautelosos y sean guardados por el poder de Dios, tienen un corazón que los puede conducir a cometer los pecados más diabólicos y los crímenes más infames. ¡Tengan cuidado, tengan cuidado, cristianos!

  1. Descubrir el pecado que mora en nosotros
    Y ahora llego al cuarto punto que es el descubrimiento de nuestra corrupción. Job dijo: “He aquí que yo soy vil”. Esa expresión “he aquí” implica que él estaba asombrado. El descubrimiento fue inesperado. El pueblo de Dios para por momentos determinados en los que aprenden por experiencia que son viles. Escucharon al ministro cuando afirmaba el poder de la lujuria innata, pero tal vez sacudieron la cabeza y dijeron: “yo nunca haría tal cosa”, pero después de poco tiempo descubrieron, por alguna luz celestial más clara, que después de todo, ello era verdad.

Job no había tenido nunca un descubrimiento de Dios como el que tuvo en este momento. No es tanto cuando estamos abatidos, o cuando nos falta fe, que conocemos nuestra vileza, aunque descubramos algo de ella en ese momento, sino cuando por la gracia de Dios somos ayudados a subir la montaña, cuando nos acercamos a Dios, y cuando Dios se nos revela a nosotros, que sentimos que no somos puros ante sus ojos. Percibimos algunos destellos de su elevada majestad. Vemos el brillo de sus vestiduras, “oscuras, con luz insufrible”. Después de haber sido deslumbrados por esa visión, viene una caída; “He aquí”, dice el creyente: “Soy vil. Nunca lo habría sabido si no hubiera visto a Dios”.

Sin duda muchos de ustedes todavía pensarán que lo que digo concerniente a su naturaleza maligna no es cierto, y tal vez puedan creer que la gracia ha despedazado su naturaleza malvada. Pero entonces si suponen eso, saben muy poco acerca de la vida espiritual. No pasará mucho tiempo antes de que se den cuenta que el viejo Adán es tan fuerte en ustedes como siempre; hasta el día de su muerte se mantendrá una guerra en su corazón, en la cual la gracia prevalecerá, pero no sin suspiros y gemidos y agonías y luchas y una muerte diaria. Esta es la manera en la que Dios nos muestra nuestra vileza.

  1. La batalla contra el pecado que mora en nosotros
    En quinto lugar, si todo esto es cierto, ¿cuáles son nuestros deberes? Permítanme hablarles solemnemente a quienes son herederos de la vida eterna, deseando como su hermano en Cristo Jesús, urgirles a algunos deberes que son sumamente necesarios. En primer lugar, si todavía hay una naturaleza maligna en ustedes, cuán equivocado sería suponer que ya ha hecho todo su trabajo.

Hay algo de lo cual yo tengo mucha razón de quejarme de algunos de ustedes. Antes de su bautismo eran extremadamente fervientes. Siempre asistían a los medios de la gracia y siempre los veía por aquí. Pero hay algunos, algunos aquí presentes ahora, que apenas pasaron ese Rubicón, comenzaron a partir de ese momento a disminuir en celo, pensando que la obra estaba hecha.

Les digo solemnemente que sé que hay algunos que eran personas de oración, cuidadosas, devotas, viviendo muy cerca de su Dios, hasta que se unieron a la iglesia. Pero desde ese momento en adelante, ustedes han decaído paulatinamente. Ahora realmente me parece que existe la duda de si esas personas son cristianas. Les digo que tengo serias dudas acerca de la sinceridad de algunos de ustedes.

Si yo veo que un hombre se vuelve menos ferviente después del bautismo, pienso que no tenía ningún derecho de ser bautizado; pues si hubiera tenido un sentido adecuado del valor de esa ordenanza, y se hubiera sido dedicado adecuadamente a Dios, no habría vuelto a los caminos del mundo. Me siento muy dolido, cuando veo a uno o a dos individuos que una vez caminaron muy consistentemente con nosotros, pero que ahora comienzan a alejarse.

No encuentro ninguna falla en la gran mayoría de ustedes en lo concerniente a su firme adherencia a la Palabra de Dios. Bendigo a Dios, porque han sido sostenidos firme y sólidamente por Dios. No los he visto ausentes de la casa de oración, ni creo que su celo haya decaído. Pero hay unos pocos que han sido tentados por el mundo y descarriados por Satanás, o que, por algún cambio en sus circunstancias, o por tener que alejarse alguna distancia, se han vuelto fríos y ya no son diligentes en la obra del Señor.

Mis queridos amigos, si conocieran la vileza de su corazón, verían la necesidad de ser tan fervientes ahora como una vez lo fueron.

 ¡Oh!, si cuando fueron convertidos su vieja naturaleza hubiera sido cortada, no habría necesidad estar alerta ahora. Si todos sus deseos hubieran desaparecido completamente, y toda la fuerza de la corrupción estuviera muerta en ustedes, no habría necesidad de la perseverancia, pero es precisamente porque tienen corazones malvados que los exhorto a que sean tan diligentes como lo fueron alguna vez, que acudan al don de Dios que está en ustedes, y que se cuiden tanto como lo hicieron alguna vez.

No se imaginen que la batalla terminó; esta solamente ha sido la primera señal de la trompeta convocando a la guerra. Ese llamado ha cesado, y piensan que la batalla ya pasó. Les digo que la pelea apenas acaba de comenzar. Las huestes apenas están avanzando, y ustedes se acaban de poner su atuendo de guerra. Tienen muchos conflictos por venir. Sean diligentes, de lo contrario ese su primer amor se extinguirá y saldrán de nosotros, probando que no eran de nosotros.

Tengan cuidado, mis queridos amigos, de no resbalar, es lo más fácil del mundo, y sin embargo es la cosa más peligrosa del mundo. Tengan mucho cuidado de no abandonar su primer celo; eviten enfriarse en el menor grado. Ustedes fueron una vez ardientes y diligentes, sigan siendo ardientes y diligentes, y dejen que el fuego que una vez ardió dentro de ustedes, todavía los anime. Sean todavía hombres de poder y vigor, hombres que sirven a su Dios con diligencia y celo.

Nuevamente, si su naturaleza maligna todavía está dentro de ustedes, ¡cuán alertas deben estar! El diablo nunca duerme; su naturaleza malvada nunca duerme, usted nunca debería dormir. “Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad”. Estas son las palabras de Jesucristo, y no hay nada que se necesite repetir como esa palabra “velad”. No hay nada mejor que podamos hacer sino velar.

Tienen corrupción en su corazón: vigilen la primera chispa, para que no incendie su alma. “No durmamos como los demás”. Pueden dormir junto al cráter de un volcán, si quieren hacerlo. Pueden dormir con la cabeza inclinada hacia la boca de un cañón. Pueden dormir, si les place, en medio de un terremoto o en una casa con plagas. Pero les suplico, no se duerman mientras tengan un corazón malvado. Vigilen sus corazones. Ustedes pueden pensar que son buenos, pero serán su ruina, si la gracia no lo impide. Vigilen diariamente. Vigilen perpetuamente; vigílense a sí mismos, no sea que pequen.

Sobre todo, mis queridos hermanos, si nuestros corazones ciertamente están todavía llenos de vileza, cuán necesario es que nosotros todavía demostremos fe en Dios. Si debo confiar en mi Dios al comenzar mi camino, por todas las dificultades que debo enfrentar, si esas dificultades no son disminuidas, debo confiar en Dios de la misma manera que lo hice antes. ¡Oh!, amados, entreguen sus corazones a Dios. No se vuelvan autosuficientes. La autosuficiencia es la red de Satanás.

Vivan entonces diariamente, una vida de dependencia de la gracia de Dios. No se constituyan ustedes mismos como si fueran un caballero independiente. No empiecen sus propias actividades como si pudieran hacer todas las cosas por sí mismos, sino que vivan siempre confiando en Dios. Tienen tanta necesidad de confiar en Él ahora, como siempre la han tenido.

Artículo Fuente : https://metropolitantabernacle.org/articles/el-pecado-que-mora-en-nosotros/?lang=es

LA FE QUE SALVA | R.C. Sproul

Todos Somos teólogos – LA FE QUE SALVA

R.C. Sproul

La fe es central para el cristianismo. En repetidas ocasiones el Nuevo Testamento llama a la gente a creer en el Señor Jesucristo. Hay un conjunto definido de creencias, el cual es parte de nuestra actividad religiosa. En el tiempo de la Reforma, el debate tenía que ver con la naturaleza de la fe que salva. ¿Qué es la fe que salva? A mucha gente, la idea de justificación solo por la fe le sugiere un antinomianismo sutilmente velado que sostiene que la gente puede vivir como guste y quiera mientras que crean en las doctrinas correctas. Sin embargo, Santiago escribió en su epístola: «Hermanos míos, si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle?… Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma» (2:14, 17). Lutero decía que la clase de fe que justifica es fides viva, una «fe viva», una que inevitable, necesaria e inmediatamente otorga el fruto de justicia. La justificación es solo por la fe, pero no por una fe que está sola. Una fe sin algún resultado de justicia no es fe verdadera.
Para la Iglesia Católica Romana, la fe más las obras da como resultado la justificación. Para el antinomianismo, fe menos obras da como resultado la justificación. Para los reformadores protestantes, fe es igual a justificación más obras. En otras palabras, las obras son el fruto necesario de la verdadera fe. Las obras no cuentan para la declaración de Dios de que somos justos ante sus ojos; no son parte del fundamento para la decisión de Dios de declararnos justos.

ELEMENTOS ESENCIALES DE LA FE QUE SALVA

¿Cuáles son los elementos constituyentes de la fe que salva? Los reformadores protestantes reconocían que la fe bíblica tiene tres aspectos esenciales: notitia, assensus y fiducia.
Notitia se refiere al contenido de la fe, las cosas que creemos. Se trata de ciertas cosas que hay que creer sobre Cristo: él es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador, ha provisto la expiación, etc.
Assensus es la convicción de que el contenido de nuestra fe es verdadero. Alguien puede saber sobre la fe cristiana pero creer que no es verdad. Podemos tener algunas dudas mezcladas con nuestra fe, pero tiene que haber un cierto nivel de afirmación y convicción intelectual si vamos a ser salvos. Antes de que alguien pueda realmente confiar en Jesucristo, tiene que creer que Cristo en realidad es el Salvador, que es efectivamente todo lo que él dijo sobre sí mismo. La fe genuina dice que el contenido, la notitia, es verdad.
Fiducia se refiere a la confianza personal. Saber y creer el contenido de la fe cristiana no es suficiente, porque incluso los demonios pueden hacer eso (Santiago 2:19). La fe es efectiva sola­ mente cuando uno confía solo en Cristo para su salvación. Una cosa es dar consentimiento intelectual a una proposición pero otra muy diferente es colocar en esa idea nuestra confianza personal. Podemos decir que creemos en la justificación por la fe, y aun así seguir pensando que vamos a ganarnos el cielo por nuestros logros, por nuestras obras, por nuestra lucha. Es fácil meter en la cabeza la doctrina de la justificación por la fe, pero es difícil meter en la sangre y en la vida la confianza solo en Cristo para nuestra salvación.
Existe otro elemento para fiducia además de la confianza, y es el afecto. Una persona no regenerada nunca vendrá a Jesús porque no quiere a Jesús. En su mente y en su corazón esa persona está fundamentalmente en enemistad con las cosas de Dios. En tanto que una persona es hostil a Cristo no tiene afecto por él. Satanás es un ejemplo de esto. Satanás conoce la verdad, pero la odia. Está totalmente opuesto a adorar a Dios porque no tiene amor por Dios. Por naturaleza todos somos así. Estamos muertos en nuestro pecado. Caminamos según los poderes de este mundo y satisfacemos los deseos de la carne. Hasta que el Espíritu Santo nos cambia, tenemos corazones de piedra. Un corazón no regenerado no tiene afecto por Cristo; no tiene vida y no tiene amor. El Espíritu Santo cambia la disposición de nuestro corazón para que veamos la dulzura de Cristo y lo abracemos. Nadie ama a Cristo de manera perfecta, pero no podemos amarlo ni siquiera un poco a menos que el Espíritu Santo nos cambie el corazón de piedra y lo haga un corazón de carne.

FRUTOS DE LA CONVERSIÓN

Los teólogos tradicionalmente han reconocido varios elementos que acompañan a la fe salvadora. Se los llama «frutos de la conversión». Vamos a revisar algunos de ellos.

Arrepentimiento

Cuando el Espíritu Santo trae a alguien a la fe, esa persona experimenta una conversión. Su vida da un giro de 180 grados. Esta media vuelta se llama «arrepentimiento», y es un fruto inmediato de la fe genuina. Algunos incluyen al arrepentimiento como parte de la fe genuina. Sin embargo, la Biblia distingue entre arrepentirse y creer. No podemos tener afecto por Cristo hasta que reconozcamos que somos pecadores y que necesitamos desesperadamente la obra que él realizó a nuestro favor. El arrepentimiento incluye el odio al pecado, que viene con el nuevo afecto que Dios nos otorga.

No me gusta cuando algunos pastores dicen: «Ven a Jesús y todos tus problemas se resolverán». Mi vida no era complicada antes de llegar a Cristo; las complicaciones comenzaron al conocer a Cristo. Antes de ser cristiano yo iba por una vía de un solo sentido. Hoy todavía enfrento tentaciones de este mundo, pero Dios ha plantado en mi corazón afecto y confianza en Cristo. En otras palabras, nos arrepentimos porque odiamos nuestro pecado. Sí, una parte de nosotros todavía ama al pecado, pero el arrepentimiento verdadero conlleva una tristeza piadosa por haber ofendido a Dios y una decisión firme de deshacerse del pecado. El arrepentimiento no significa la victoria total sobre el pecado. Si la victoria total fuera un requisito nadie podría ser salvo. El arrepentimiento es alejarse del pecado, es una perspectiva diferente del pecado. La palabra griega que se traduce «arrepentimiento» es metanoia, que significa literalmente «cambio de mente». Antes de Cristo racionalizábamos nuestro pecado, pero ahora nos damos cuenta de que el pecado es algo malo; ahora tenemos una opinión diferente acerca del mismo.

Adopción

Cuando Dios nos declara justos en Jesucristo nos adopta en su familia. Su único Hijo verdadero es Cristo, pero Cristo se convierte en nuestro hermano mayor por medio de la adopción. Nadie nace dentro de la familia de Dios. Por naturaleza somos hijos de ira, no hijos de Dios; por lo tanto, Dios no es nuestro Padre por naturaleza. Podemos tener a Dios por Padre solo si nos adopta, y Dios nos adoptará solo por medio de la obra de su Hijo. Pero cuando depositamos nuestra fe y confianza en Cristo, Dios no solo nos declara justos sino que también nos declara sus hijos e hijas por adopción.

Paz

Pablo escribe a los Romanos: «Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…» (5:1). El primer fruto de la justificación es la paz con Dios. Éramos enemigos, pero la guerra ya terminó. Dios declara un tratado de paz con todo aquel que pone su fe en Cristo. Cuando Dios hace esto, no entramos en un tiempo de tregua inestable en el que al momento de nuestra primera falla Dios comience a blandir la espada. Esta paz es una paz inquebrantable y eterna, porque ha sido ganada por la perfecta justicia de Cristo.

Acceso a Dios

Pablo también escribe: . .por medio de quien [Cristo] también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:2). Otro fruto es el acceso a Dios. Dios no permite la entrada a sus enemigos para tener con ellos amistad íntima, pero una vez que hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo tenemos acceso a su presencia y nos gozamos en la gloria de su Ser.

R.C.Sproul (2015). Todos Somos Teólogos; ( pp. 247-251). EDITORIAL MUNDO HISPANO.

El hombre que no puede salvarse a sí mismo salva a los demás | D.A. Carson

El hombre que no puede salvarse a sí mismo salva a los demás (Mt. 27:41–42)

La burla continúa en los versículos 41 y 42: “De la misma manera se burlaban de Él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos. ‘Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en Él’ ”. ¿Cómo definimos hoy día el verbo “salvar”? Si le preguntáramos al azar a una persona en las calles de la ciudad lo que significa “salvar”, ¿cuál sería la respuesta? Un notario podría decir que es firmar o poner las iniciales de uno al final de un documento para que valga lo enmendado o añadido. El portero del equipo de fútbol salva el partido al evitar que se anote un gol. Un corredor podría pensar en recorrer la distancia entre dos puntos o saltar (“salvar”) una valla en su carrera. Si le preguntáramos a un historiador, podría pensar en hacer la salva a la comida o bebida de los reyes. Las personas que se mencionan en los versículos 41 y 42, desde luego, no se refieren a ninguna de esas cosas. Lo que dicen es que Jesús aparentemente “salvó” a muchas otras personas —sanó a los enfermos, echó fuera demonios, alimentó a los hambrientos, incluso resucitó algunos muertos— pero ahora no era capaz de “salvarse” a sí mismo de la ejecución. No debía ser muy buen Salvador, entonces. Por lo tanto, aun su aseveración formal de que Jesús “salvó” a otros, la pronuncian con ironía en un contexto que le hace aparecer como incapaz. Este supuesto Salvador resultó ser una desilusión y un fracaso y, una vez más, los allí presentes disfrutaron de sus burlas ingeniosas. Nuevamente, los que se burlan dicen más de lo que saben. Mateo sabía, los lectores sabemos y Dios sabe que, en un sentido profundo, si Jesús ha de salvar a los demás, realmente no puede salvarse a sí mismo. Debemos empezar por ver la manera en que el propio Mateo introduce el verbo “salvar”. La primera vez que aparece es en el primer capítulo del libro. Dios le dice a José que el bebé en el vientre de su prometida ha sido engendrado por el Espíritu Santo. Además, le da instrucciones adicionales: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (1:21). “Jesús” es la versión griega de “Josué”, que significa algo así como “YHVH salva”. Al anunciar este significado de manera tan clara al principio de su Evangelio, Mateo les informa a sus lectores sobre la misión de Jesús el Mesías, ya que reporta la razón por la cual Dios mismo le puso nombre: Jesús vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Debemos leer todo el Evangelio de Mateo con este anuncio inicial en mente. Si en Mateo 2, el niño Jesús de cierta manera recapitula el descenso de Israel a Egipto, es su manera de identificarse con ellos porque vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Si experimenta tentaciones por parte de Satanás y vence sobre ellas, es porque debe mostrarse apartado del pecado—por más tentado que esté— para poder salvar a su pueblo de sus pecados. Si en Mateo 5 al 7 —conocido como el Sermón del Monte— Jesús ofrece incomparables y articulados preceptos del reino de los cielos y de cómo éste llena las expectativas del Antiguo Testamento es, en cierta manera, porque la transformación de las vidas de los seres humanos pecaminosos es parte de la misión de Jesús: Él vino a salvar a su pueblo de sus pecados, tanto de la práctica pecaminosa como de la culpa. Si en los capítulos 8 y 9 Mateo presenta una serie de milagros de sanidad y poder repletos de símbolos, es porque revocar la enfermedad y destruir demonios son componentes inevitables de salvar a su pueblo de sus pecados. Es por eso que Mateo 8:17 cita a Isaías 53:4: “Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores”, porque su nombre es Jesús —“YHVH Salva” y vino a salvar a su pueblo de sus pecados—. Si Mateo 10 habla acerca de una misión de entrenamiento, es porque ésta forma parte de la preparación para la extensión del ministerio terrenal de Jesús hacia el futuro, cuando se prediquen las buenas nuevas del evangelio del reino a todo el mundo, porque Jesús vino a salvar a su pueblo de sus pecados. De esta manera podemos analizar todos los capítulos del Evangelio de Mateo y aprender la misma lección una y otra vez: Jesús vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Mateo sabía esto, los lectores lo sabemos y Dios lo sabe. Sabemos que Jesús estuvo colgado en esa cruz maldita porque vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Incluso las palabras de institución de la última cena nos preparan para entender la importancia de la sangre de Jesús vertida en la cruz: “Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados” (26:28). Para usar el lenguaje de Pedro, Jesús murió —el justo por los injustos— para acercarnos a Dios; para usar las palabras del propio Jesús, vino a dar su vida en rescate por muchos. Cuando yo era niño tenía una imaginación muy retorcida, aún más retorcida, sospecho, que ahora. A veces me gustaba leer una historia, detenerme en un punto crucial de la narración y preguntarme cómo se desarrollaría si cambiaran ciertos puntos determinantes. Mi historia bíblica favorita para hacer este ejercicio, un tanto dudoso, era la crucifixión de Jesús. Los que se burlaban gritaban con ironía y sarcasmo: “Salvó a otros ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en Él”. En mi mente me imaginaba a Jesús recobrando sus fuerzas y saltando de la cruz, sano y exigiendo su ropa. ¿Qué pasaría? ¿Cómo se desarrollaría la trama en ese caso? ¿Creerían en Él? En un nivel, por supuesto que sí; ésta sería una demostración de poder extraordinaria y convincente. Seguramente los que antes se burlaban habrían huido rápidamente de la escena. Pero, en el sentido cristiano completo, ¿creerían en Él? ¡Por supuesto que no! Creer en Jesús, en el sentido cristiano, significa confiar plenamente en Él como Aquél que cargó nuestro pecado en su propio cuerpo en ese madero, como Aquél cuya vida, muerte y resurrección —ofrecida en nuestro lugar— nos ha reconciliado con Dios. Si Jesús hubiera saltado de la cruz, los que estaban allí observando no hubieran podido creer en Él en ese sentido, porque Él no se habría sacrificado por nosotros, de manera que no habría nada en lo cual confiar, aparte de nuestra inútil y vacía auto-justificación. De repente, las palabras de burla adquieren un nuevo peso y significado. “Salvó a otros —decían— pero no puede salvarse a sí mismo”. La ironía más profunda es que, en un sentido que ellos no comprendían, estaban diciendo la verdad. Si Él se hubiera salvado a sí mismo, no hubiera podido salvar a los demás; la única manera de salvar a otros era precisamente renunciando a salvarse a sí mismo. En la ironía detrás de la ironía intencional de los que se burlaban, expresaron una verdad que ellos mismos no vieron. El hombre que no puede salvarse a sí mismo salva a otros. Una de las razones por las cuales estaban tan ciegos es que ellos pensaban en términos de restricciones meramente físicas. Cuando decían que “no puede salvarse a sí mismo”, querían decir que los clavos lo sujetaban, los soldados evitaban un rescate y su debilidad e incapacidad garantizaban su muerte. Para ellos, las palabras “no puede salvarse a sí mismo” expresaban una imposibilidad física. Pero aquellos que conocen a Jesús son plenamente conscientes de que ni los clavos ni los soldados podían detener el camino de Emmanuel. La verdad es que Jesús no podía salvarse a sí mismo, no por algún impedimento físico, sino por un imperativo moral. Vino a cumplir la voluntad de su Padre y no iba a permitir que le desviaran de esta misión. Aquél que clamó con angustia en el huerto de Getsemaní: “Hágase tu voluntad y no la mía” estaba comprometido con un mandato moral de parte de su Padre celestial, tanto así que, al final, era impensable desobedecer. No fueron los clavos lo que sujetaron a Jesús a esa horrible cruz; fue su decisión incondicional, por amor a su Padre, de cumplir Su voluntad y, dentro de ese marco, fue su amor por los pecadores como yo. Realmente, no podía salvarse a sí mismo. Quizás parte de nuestra dificultad en comprender esta verdad se debe a que la noción del imperativo moral se ha disipado mucho en el pensamiento occidental. ¿Habéis visto la película Titanic que dirigió James Cameron? Este gran barco estaba lleno de las personas más adineradas del mundo y, según la película, mientras se hundía el barco, los hombres ricos comenzaron a pelear por los pocos e inadecuados botes salvavidas, dando empujones a las mujeres y los niños en su deseo desesperado de sobrevivir. Los marineros británicos sacaron sus pistolas y dispararon al aire gritando: “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Las mujeres y los niños primero!”. En realidad, esto no sucedió así. El testimonio unánime de los sobrevivientes afirma que los hombres se quedaron atrás, animando a las mujeres y a los niños a subir a los botes salvavidas. John Jacob Astor —el hombre más rico del mundo en su época, algo así como Bill Gates en nuestros tiempos— estuvo allí. Arrastró a su esposa hasta uno de los botes, la montó y se retiró del lugar. Alguien le instó a que se metiera en el bote con ella. Él rehusó hacerlo, pues había pocos botes y debían hacer subir primero a las mujeres y a los niños. Se quedó en el barco y se ahogó. El filántropo Benjamin Guggenheim estuvo presente. Viajaba con su amante pero, al percibir que probablemente no sobreviviría, le dijo a uno de sus sirvientes: “Dile a mi esposa que Benjamin Guggenheim conoce su deber” y se quedó en el barco y se ahogó. No hay un solo relato de algún hombre rico que desplazara a las mujeres y los niños en su afán por sobrevivir. Cuando se reseñó la película en el periódico New York Times, el crítico se preguntó por qué el productor y el director de la película habían tergiversado tan descaradamente la historia en este aspecto. Dijo que la escena, tal y como se había planteado, no hubiera sido posible. ¿Marineros británicos sacando pistolas? La mayoría de los policías británicos no llevan pistolas y los marineros británicos definitivamente que tampoco. ¿Por qué, entonces, distorsionaron intencionadamente la historia? Y luego el crítico respondió a su propia pregunta: si el productor y el director hubieran mostrado la realidad, nadie les hubiera creído. Rara vez he leído una acusación más condenatoria hacia el desarrollo de la cultura occidental —particularmente la anglosajona— en el último siglo. Hace cien años, nuestra cultura preservaba bastantes residuos de la virtud cristiana de sacrificarse a uno mismo por el bien de los demás, del imperativo moral que busca el bien ajeno por encima del propio. De manera que tanto cristianos como no creyentes entendían que era honroso —aunque común y corriente— elegir la muerte por el bien de otros. Tan sólo un siglo más tarde dicha acción se ha vuelto tan inverosímil que ha sido necesario tergiversar la historia. Hemos llegado a una etapa en la que no se entiende fácilmente lo que es un imperativo moral, interno y poderoso. No debe sorprendernos, entonces, que haya que explicar y justificar la obligación moral bajo la cual operó Jesús. Más aún, los cristianos de hoy día entenderán que el cristianismo bíblico y auténtico no se trata nunca de normas ni reglas, de una liturgia pública ni de la moralidad privada. El cristianismo bíblico conlleva la transformación de hombres y mujeres, personas que disfrutan de naturalezas regeneradas por el poder del Espíritu de Dios. Queremos agradar a Dios, queremos ser santos, queremos confesar que Jesús es el Señor. En fin, por la gracia asegurada en la cruz de Cristo, nosotros mismos experimentamos algo de ese imperativo moral transformador: aprendemos a odiar y a temerle a los pecados que antes amábamos, ansiamos la obediencia y la santidad que antes detestábamos. Tristemente, somos terriblemente inconsistentes en todo esto, pero hemos probado un poco de los poderes de la era venidera, por lo cual sabemos cómo se siente tener un imperativo moral transformador en nuestras vidas y anhelamos su perfección en el triunfo final de Cristo. Es por esto que los cristianos nos regocijamos en esta doble ironía: el hombre que no puede salvarse a sí mismo salva a los demás.

Carson, D. A. (2011). Escándalo: La Cruz y la Resurrección de Jesús (G. Muñoz, Trad.; 1a Edición, pp. 26-31). Publicaciones Andamio.