El gobierno y la guerra by John MacArthur

El gobierno y la guerra
Serie: Comentarios MacArthur

“Porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:4).

No está mal que los cristianos esperen recibir de sus gobiernos protección de la vida y la propiedad. Pablo aprovechó la función que el gobierno tiene de promover lo bueno cuando usó su ciudadanía romana para asegurar un juicio justo al apelar a César (Hch. 25:11). El apóstol también experimentó la protección de la ley romana mientras estuvo en Éfeso en su tercer viaje misionero. Cuando una multitud fue incitada en su contra por Demetrio el platero, el escribano de la ciudad protegió a Pablo bajo su custodia y advirtió a la muchedumbre que no se alborotaran: «Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir» (Hch. 19:38-39). . . .

Artículo Fuente: https://www.sermonaudio.com/sermons/52913181871


¿Hasta cuándo, Señor? | Sinclair Ferguson

¿Hasta cuándo, Señor?
Sinclair Ferguson

1 ¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
Con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;
4 Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.
Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.
5 Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová, Porque me ha hecho bien.
Salmo 13
En el verano de 1851, un equipo de búsqueda encontró el cuerpo sin vida del misionero inglés Allen Gardiner, escondido en la barca en la que se había refugiado durante sus últimos días. Él y sus compañeros habían naufragado en la Tierra del Fuego. Al final, lo que les quedaba de provisiones se les acabó; la muerte llegó, de manera lenta pero inevitable, a cada uno de ellos.
Conocemos algunos de los pensamientos de Allen Gardiner durante aquellos días por medio de unas cartas que había dejado para su familia, y de cosas que había escrito en su diario personal, que se encontró junto a su cadáver. En una de las últimas fases, estaba desesperado por beber agua; la angustia nacida de aquella sed, escribió, era “casi insoportable”. Lejos de su hogar y de sus seres queridos, murió solo, aislado, debilitado, físicamente quebrantado. ¡No precisamente nuestra idea del final de una “vida cristiana victoriosa”!
Debió de ser bajo circunstancias parecidas como se escribió el Salmo 13. Se trata de una conmovedora lamentación. Pertenece al mundo de los montes y la niebla y el obsesionante sonido de la gaita llevado por el aire en el melancólico silencio. Con tales cánticos, los quebrantados de corazón derraman el alma, y a veces sus quejas, ante Dios.
Tinieblas y penumbra rodean a David. Su visión está nublada. Se encuentra en un túnel. Esto lo podría soportar si tan sólo pudiera ver luz. Pero no ve ninguna. Tiene los ojos entenebrecidos (v. 3). No puede ver ni hacia dónde va, ni hacia dónde le lleva la vida. Él es lo que Isaías describe como “el que anda en tinieblas y carece de luz”, que ha de aprender a confiar “en el nombre de Jehová” y apoyarse “en su Dios” (Is. 50:10).

LAMENTACIÓN
En los cánticos de lamentación en el Antiguo Testamento, predominan dos preguntas.
La primera es: “¿Por qué?” ¿Por qué me ha pasado esto? ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?
La segunda es la pregunta que se repite una y otra vez en este salmo: “¿Hasta cuándo?” David hace esta pregunta cuatro veces en los dos primeros versículos del Salmo 13. Está al borde de la desesperación. No ve ningún futuro. Siente que no puede soportarlo por más tiempo. Ya está al límite. Cuatro veces, con cuatro preguntas diferentes, clama a Dios: “¿Hasta cuándo?”
A primera vista, las preguntas parecen ser expresiones de amargo desafío. Y más es así por cuanto llega a escribirlas. Nosotros, los cristianos modernos, ¡tendríamos un poco más cuidado al expresarnos! Sólo el tener pensamientos así sería lo suficientemente malo; ¡expresarlos por escrito sería hasta peligroso! Pero David ya con esto nos está enseñando una lección importante. Estaba diciendo en términos muy concretos cuál era su dificultad. Y sus preguntas son al mismo tiempo el diagnóstico de su problema. Para cuando tenía escritos dos versículos, ya había dicho claramente cuál era ese problema suyo. En casos así, el diagnóstico es la mitad del remedio.
El desánimo tiene algunos elementos siniestros. Es omnipresente; afecta a todo en nuestras vidas. Y sin embargo, es a la vez un sentimiento general difícil de definir que parece disuadirnos de examinar sus raíces demasiado profundamente, no sea que la experiencia nos resulte demasiado dolorosa. Se trata de una aflicción espiritual que tiene su propio sistema de inmunidad. David, al comenzar a expresarse por escrito, ya había empezado a vencer al desánimo, identificando sus causas y enfrentándose con él cara a cara:
¿Se habrá olvidado Dios de mí para siempre?
¿Estará Dios escondiéndome su rostro?
¿Por qué lucho con mis pensamientos y tengo tristeza en mi
corazón todos los días?
¿Por qué sigue triunfando mi enemigo sobre mí?
En un sentido, éstas no son cuatro preguntas diferentes, sino más bien cuatro facetas de una misma gran pregunta: ¿Por qué será que siento que Dios me ha abandonado?
¿Pero ves lo importante que es hacer estas preguntas, y aun expresarlas por escrito? Ahora David tiene algo con lo cual trabajar. Antes no estaba haciendo más que luchar al azar en la oscuridad.
¿Cuáles eran sus problemas?
El primero era éste: ¿Por qué será que Dios parece haberse olvidado de mí?
A veces hablamos de lo que es disfrutar de la sensación de la presencia de Dios en nuestras vidas. Es una de las grandes bendiciones de la experiencia cristiana. Dios está con nosotros y cada día somos conscientes de que está cerca.
La experiencia de David era todo lo contrario. Ya no tenía más esa sensación de la presencia de Dios, sino una deprimente sensación de la ausencia de Dios. Le parecía como si Dios se hubiera olvidado de él.
Nos olvidamos de alguien cuando nuestro verdadero interés está en otra parte. La persona de quien nos hemos olvidado ha perdido su anterior significado para nosotros. Cuando somos nosotros las personas olvidadas, tendemos a sentirnos rechazados, pasados de largo, humillados. Se nos ha hecho sentirnos pequeños e insignificantes. Y esto nubla la manera como nos miramos y afecta a todo lo que hacemos. Es deprimente.
Sin embargo, sentirte olvidado por Dios es devastador, sobre todo si crees, como creía David, que has sido hecho a su imagen para disfrutar de su presencia.
Esto lo expresa David en su clamor a continuación: “¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?”
Olvidarse puede ser sin querer: tal vez un simple despiste. Pero esconderse es otra cosa; es un acto deliberado de evitar a alguien. El Dios a quien David miraba como Aquel de cuya vida y ser él era el mismo reflejo como de un espejo, parecía haberse apartado de él. El Señor estaba escondiéndole el rostro. David sentía que se amenazaba su misma existencia. ¿Cómo podría la vida tener significado alguno si Dios estaba apartando su rostro?
Y había algo aún peor: cuando Dios esconde su rostro, no sabemos qué está mirando, ni qué está planeando.
Éste era el problema de David: había perdido del todo el sentido de lo que Dios estaba haciendo. No podía ver la sonrisa en su cara ni vislumbrar siquiera su infalible propósito de gracia. No tenía pistas en su experiencia que le pudieran animar o ayudarle a pensar: “¡Ahora puedo vislumbrar lo que el plan de Dios tiene que ser!”
Peor aún que esto, David no podía ver luz al final del túnel. Ni siquiera sabía si había un final del túnel. Dios se había olvidado de él y se había escondido de él: ¡a pesar de que había advertido a su pueblo que nunca le hiciera eso a Él! Hasta más tarde se iba a revelar como un Dios que no puede olvidarse de su pueblo:
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz,
para dejar de compadecerse del hijo de su vientre?
Aunque olvide ella,
yo nunca me olvidaré de ti.
He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida
(Is. 49:15, 16).
David subraya hasta dónde se le habían hundido los ánimos. “¿Me olvidarás para siempre?”
Si la respuesta a la pregunta: “¿Hasta cuándo, Señor?” fuese “brevemente”, o “hasta que pase esto o aquello” a lo mejor podríamos soportarlo. El saber que los días de oscuridad van a llegar a su fin nos da suficiente luz como para ayudarnos a seguir adelante. Pero la oscuridad de David parecía continuar para siempre.
Nuestras experiencias más dolorosas son así: tristezas, cargas, decepciones que tendremos que llevar con nosotros durante el resto de nuestras vidas. Son irreversibles.
Por ejemplo, cuando muere alguien a quien amamos profundamente, entendemos lo que dio a entender David cuando dijo que tenía tristezas en su corazón “cada día” (v. 2). Al apartarse de nosotros aquel misericordioso olvido que es el sueño, tal vez a mitad de la noche, o cuando poco a poco nos vamos despertando por la mañana temprano, nos preguntamos qué es esa sensación de melancolía, difícil de definir, carcomiendo nuestro espíritu por dentro. Y entonces nos acordamos: otro día sin él. Ahora todos los días son días sin ella. Y nos sobrecoge el dolor que parece no tener horizonte. ¿Lo podremos soportar?
Los dolores menos agudos también nos hacen experimentar algo de esto: ambiciones frustradas; la pérdida de un trabajo; un romance roto; una situación difícil que no puede resolverse. Cada día, la tristeza llena nuestros corazones y deja su sombra sobre todo lo que hacemos. ¿Será así para siempre? Nosotros también nos hacemos la pregunta de David; no tenemos más confianza de la que tenía él para poder seguir adelante. No es de extrañar que David se pregunte: “¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma…?” (v. 2).
En el lenguaje del Antiguo Testamento, “los consejos” son una actividad de la mente, mientras que “el alma” es donde están asentadas las emociones. Así que, “los consejos” y “el alma” en realidad no van juntos de manera natural. No pensamos con los sentimientos, sino con la mente. Por eso, la mayoría de las traducciones modifican las palabras de David con el fin de procurar que la afirmación quede más coherente: “¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón?” (NVI).
No obstante, tal vez la incoherencia misma de estas palabras sea significativa. La mente y las emociones a menudo se confunden cuando nos encontramos sobrecogidos por la angustia y desorientados. Esto es parte de nuestro problema: pensamos con nuestros sentimientos o, para ser más preciso, dejamos que nuestros sentimientos piensen por nosotros.
Reconocemos esto en otras experiencias de prueba, especialmente en relación con la tentación.
La tentación apela a los sentidos, a las emociones, a los deseos. Algo nos atrae, e incita nuestro deseo de hacerlo, o de tenerlo. Y antes de que sepamos dónde estamos, nuestros sentimientos están diciéndoles a nuestras mentes qué pensar. Fue así con Eva en el huerto de Edén (Gn. 3:6), y con David cuando fue atraído hacia el pecado con Betsabé (2 S. 11:2).
La tristeza, las pruebas, las decepciones pueden obrar todas ellas de la misma manera, confundiendo nuestra manera de pensar y sobrecogiéndonos. Esto, parece ser, era lo que David experimentaba. Era incapaz de pensar en una manera de salir de su oscuro túnel. Sus pensamientos estaban confusos por razón de sus sentimientos.
David se sentía derrotado: “¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?” (v. 2). Ya no era cuestión de resistir; se trataba de cuánto tiempo duraría la derrota. Sentía como si ya no le quedara recurso alguno. Se acercaba la desesperación total.
No sabemos quién o qué era el “enemigo” de David. Los eruditos han hecho varias sugerencias. Pero aquí, al igual que en otros sitios, David no especifica.
Algunos han pensado que David estaba pensando en algún individuo, o algún grupo, como es el caso después en el versículo 4; otros han pensado que el enemigo aquí probablemente es la muerte (cf. v. 3) y que el salmo fue compuesto en el transcurso de alguna enfermedad casi fatal. Agustín de Hipona pensaba que “el enemigo” era espiritual y que se refería al diablo o a “los hábitos sensuales de la vida”. Es cierto que para algunos de nosotros, son éstos, más que otros problemas, los que nos producen desesperación. Nos sentimos vencidos por el pecado, tal vez por algún pecado en particular, y sentimos demasiado poco eso de que Cristo “quebranta el poder del pecado ya borrado, y pone en libertad a los presos” (Charles Wesley).
David no especificó. A lo mejor quiso que otros vieran que las lecciones que él aprendía a través de su experiencia eran de aplicación a otros cuyo “enemigo” era diferente del suyo.
Luz en el túnel
Éstas son palabras oscuras. Pero ya hemos notado algo que David mismo no ha notado. En el acto mismo de lamentar que Dios le haya abandonado, está al comienzo de un importante avance espiritual.
Para empezar, ¡ha llegado a hablarle, cara a cara, al Dios a quien acusa de haberse olvidado de él y de esconderse de él!
Además, identifica específicamente sus dificultades. Mientras que admite que está pensando con sus sentimientos, el hecho de que lo reconozca indica que ya está funcionando una mente bíblica.
Hay mucho que aprender de esto. Es cierto que es más fácil reconocer este proceso en otros que en nosotros mismos. Pero es vital que reconozcamos lo que está pasando aquí. Cuando empezamos a hablarle a Dios acerca del hecho de que nos ha abandonado, ya no estamos en nuestro punto más bajo; ha empezado a subir la marea; estamos de nuevo en un camino ascendente.
Existen analogías de esto en el área de la salud física. El saber que estás enfermo es, hablando en términos generales, estar más cerca de un remedio que el estar enfermo sin saberlo. Además, un paciente que nos parece a nosotros estar gravemente enfermo puede ser que, de hecho, esté camino de recuperarse.
Recuerdo hablar con un cirujano que había operado a mi madre. Ella había tenido una trombosis en los Estados Unidos y poco después la llevaron en avión a su Escocia natal (también la mía). Pero dentro de pocos días la llevaron corriendo al hospital donde le tuvieron que practicar una operación quirúrgica para salvarle la vida de una enfermedad que antes no se le había diagnosticado.
Tal era la condición física de mi madre después de la trombosis que los cirujanos no estaban seguros si aguantaría la operación; sin embargo, sin operarla, moriría seguro.
Algún tiempo después, uno de los cirujanos habló conmigo. Comentó el estado de mi madre sin decir nada claro, pero luego dijo: “Desde luego que en su estado general no sabemos si podrá durar siete u ocho…” Yo acababa de verla; pensé que la última palabra de la frase podría ser “días”. A mí me parecía enferma sin posibilidades de recuperarse. Se me hundió el corazón.
El cirujano terminó la frase: “…siete u ocho años.” Me quedé sobrecogido tanto de gozo como de asombro; ¡viviría! A mis ojos, faltos de formación y de experiencia médicas, su estado parecía fatal, pero de hecho ya estaba camino de recuperarse.
Lo mismo era cierto para David. A los ojos de cualquiera que no tuviera una preparación, su estado parecía fatal; de hecho él mismo pensaba así. Pero el caso era que ya estaba en vías de recuperación. El decirle a Dios que te ha abandonado, el saber que has estado pensando con las emociones: éstas son señales de vida, no de muerte; de esperanza y no de desesperación. ¡Si hasta estás hablándole a Dios mismo acerca de ello como si supieras que a Él le importa!

PETICIÓN
¿Cuál fue la respuesta a la sensación que tenía David de que Dios le había abandonado? Hay tres frases imperativas que nos dicen que él sabía cuál era la respuesta: Mira, Respóndeme, Alumbra mis ojos (v. 3).
Había sentido que Dios se había olvidado; ahora ruega que Dios le mire. Sin ser oído, pide una respuesta; en la oscuridad, aún cree que Dios le puede dar luz.
La exhortación de David a Dios es más significativa de lo que pueda parecer a primera vista. Parece estar reflexionando conscientemente sobre la maravillosa bendición que Aarón y sus hijos habían de pronunciar sobre el pueblo:
Jehová te bendiga, y te guarde;
Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;
Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz
(Núm. 6:24–26, énfasis añadido).
De hecho, lo que David está haciendo es pedirle a Dios que dé las bendiciones que ha prometido; le está rogando que sea fiel a su propia palabra, que haga lo que ha dicho.
Aun si nosotros no somos más que observadores de la experiencia de David, y no la compartimos, ésta es una lección importante: aprender las promesas de Dios anticipadamente. Cuando llega el tiempo de crisis o de oscuridad, es tarde para empezar entonces a aprenderlas. Almacena la Palabra de Dios, como la ardilla almacena nueces para el invierno; porque llegará sin falta el invierno de la vida, cuando necesites que las promesas de Dios te sirvan de ancla para el alma.
¿Sientes que Dios está muy lejos de ti, y echas en falta la sensación de su presencia en tu vida? Sé un poco de tu experiencia. Aquí tienes un ancla que yo a menudo he utilizado: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Stgo. 4:8). Es una promesa; Él no dejará de cumplirla. No podrá resistir la insistencia de sus hijos: “Padre, lo prometiste.”
¿Ves lo que David estaba haciendo? Estaba pensando en las promesas de Dios con su mente, en vez de concentrarse en sus propios sentimientos respecto a su situación.
Por fin se estaba agarrando a algo fuera de sí mismo. Antes, toda su atención había estado fijada en la angustia dentro de su corazón; estaba mirando la tormenta. La tormenta aún seguía alrededor de él, pero ahora estaba asido al ancla de la promesa de Dios y estaba seguro. Quizá nada de susituación hubiera cambiado; pero ahora estaba empezando a saber que la promesa de bendición por parte de Dios le guardaría en medio de la tormenta.
Esto lo expresa también de otra manera: “Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte” (v. 3). Aquí está pidiendo más que simplemente la preservación de su vida. Está reconociendo que, aunque haya estado rodeado de dificultades y aunque le asedie la debilidad, su mayor necesidad no es que estas cosas sean quitadas de él. Puede ser, después de todo, que le sean un medio de bendición.
No, lo que le importa más bien a David es tener una visión clara y una comprensión segura de los caminos del Señor con sus hijos. Está pidiendo en oración iluminación divina para que aprenda a ver sus circunstancias no con los ojos de la carne, sino con la visión que da la fe.
Un notable ejemplo de esto se encuentra en la experiencia que tuvo el apóstol Pablo de estar en la cárcel. Desde cualquier punto de vista, aquello parecía algo desastroso para la extensión del Reino de Dios. Muchos de sus amigos se desanimaron por causa de ello: “Si esto es lo que le ocurre al gran evangelista, ¿qué esperanza hay para los demás?” Pero el Señor le dio a Pablo luz a sus ojos, hasta que brillaron de asombro y de deleite ante lo que Dios estaba haciendo:
Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el Pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor (Fil. 1:12–14).
Sus circunstancias no habían cambiado; aún estaba en la cárcel. Pero su situación entera se había iluminado. Ahora, en vez de ver sus circunstancias como una barrera a su servicio, las veía como la esfera ordenada por Dios para ese servicio. ¡Su encarcelamiento había de servir de instrumento de evangelización! ¿Cómo, si no, se podía llevar el Evangelio a los de la guardia del Pretorio? Éstos nunca hubieran ido a oír predicar al Apóstol; ¡ahora, como guardianes suyos, no podían evitar el tener que escucharle!
Es esto lo que pide en oración David también: “Señor, si no puedo disfrutar de una perspectiva divina en cuanto a mi situación, estoy como muerto: ¡Alumbra mis ojos!”
Luego David añade otra preocupación suya en su oración aquí. Si el Señor no le ayuda, entonces su enemigo dirá: “Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara” (v. 4). “Resbalar”, aquí, conlleva la idea de ser sacudido hasta los cimientos y derrumbarse.
En la mayoría de los salmos de lamentación hay alguna referencia a los enemigos del escritor, aunque, como hemos visto, rara vez se les identifica específicamente. Nunca se les menciona por un mero deseo vengativo personal. Son los enemigos del rey puesto por Dios. Es el Reino que Dios va edificando el que ellos están atacando, y son los propósitos de Dios a los que se están oponiendo.
Lo mismo es cierto aquí en el Salmo 13. David es consciente de que lo que está en juego en su propia vida es el honor del Reino de Dios. Vive en un mundo en el que muchos se regocijarían al ver el nombre de Dios deshonrado por la humillación de uno de su pueblo. De ahí que le ruegue a Dios que se dé a conocer.

Recuperación
¿Ves lo que ha ocurrido? Ha comenzado la recuperación de David. Vuelve a leer las referencias personales en los dos primeros versículos: me… [tú]; [tú]… mí; [yo]… mi; mi; mi… mí. David ha llegado a obsesionarse (aunque sea comprensible) consigo mismo y con sus propios pensamientos y sentimientos.
Sin embargo, ahora ha habido un cambio. Está en juego el Reino: el Reino de Dios. David le habla a Dios en voz alta para que éste le libre del enemigo y defienda su propia gloria divina. Empieza a ver luz al final del túnel y a perder esa sensación de estar absorto en sí mismo. ¡Lejos de acusar a Dios de olvidarse de él, ahora está suplicándole a Dios que se acuerde de su propio Reino!
No nos debería extrañar que esta transición se efectuara en el contexto de la oración. ¿Has llegado a estar tan desanimado alguna vez que hayas tenido que arrastrarte fuera de la cama para ir a tener un tiempo de oración en la iglesia, o después de un día agotador hacer un gran esfuerzo para ir a la reunión semanal de oración, o aun para tener ese tiempo devocional a solas con el Señor? Luego, al emprender el trabajo de la oración, te has encontrado, sin ninguna decisión consciente por parte tuya, absorto en las necesidades de la Iglesia, la obra del Reino, y la gloria de Dios. Viniste muy cansado, y desanimado; te fuiste sintiéndote estimulado y lleno de gozo. Dios estuvo contigo, y lo supiste.
Pues algo así ocurrió en la vida de David. Cuando leemos los versículos 5 y 6, encontramos a David como otro hombre:
Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
Cantaré a Jehová,
Porque me ha hecho bien.
David ha empezado a ver por sí mismo lo que ya ha estado claro para nosotros como observadores: que en el mismo proceso de articular su experiencia de la oscuridad, ha estado dando elocuente expresión a su fe viva.
Como prueba de ello, a lo largo del salmo se ha dirigido a Dios utilizando el gran nombre del pacto de éste: Jehová. Se trata del nombre Yahveh, que Dios le reveló a Moisés en lazarza ardiente (Éx. 3:13–15).
Este nombre es significativo. Es el nombre divino del pacto. Eso se lo subrayó a Moisés cuando le recordó que era el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Es también el nombre cuyo significado se manifestó con claridad en los acontecimientos del Éxodo: Dios es un Dios clemente y poderoso, un Dios que redime, provee y guía; es un Dios que vence cualquier oposición a su propósitos.
Justo el Dios al que David necesitaba, ¡lo tenía! Sin embargo, tan desanimado estaba que tardó en darse cuenta de lo que siempre había sido verdad. Hasta clama a Él de la manera más íntima: “oh Jehová [el nombre del pacto] Dios mío.” Pero es sólo al ir terminando el salmo cuando empieza a apreciar plenamente lo que esto significa. Al hacerlo, sale como un hombre transformado. Palabras tales como estar angustiado (NVI) y tristezas luego dan lugar a otros verbos tales como confiar, alegrarse y cantar.
¿De qué se había acordado ahora David que antes había estado en peligro de olvidar? Menciona tres cosas:

  1. La misericordia (o, gran amor, NVI) del Señor lleva a David a “confiar” en Él, fiarse de Él y descansar en Él. La palabra que se utiliza aquí es una de las más hermosas del Antiguo Testamento. Significa el amor del pacto, el amor al que Dios se compromete voluntariamente. Es lo que George Adam Smith, un erudito del Antiguo Testamento escocés de una generación anterior, solía llamar “amor leal”, o “amor de lealtad”.
    Dios es fiel. Es el que nunca falla. Descansad en Él; confiad en Él.
  2. La salvación del Señor hace que el corazón de David “se alegre”. Por muy grandes que sean sus dificultades, posee algo aún más grande que ellas; y por mucho tiempo que puedan durar, su salvación durará aún más.
    Pablo expresa esto cuando escribe que, habiendo sido justificados,
    nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
    y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza (Ro. 5:2b–4 LBLA).
    Aquí, el apóstol traza dos líneas que conducen a la gloria de Dios:
    Por el hecho de que Dios ha prometido salvar a aquellos que confían en Él, aprendemos a regocijarnos en nuestra esperanza de compartir su gloria. Pero, de un modo paralelo, nuestros sufrimientos crean el contexto de la fe que persevera y del carácter espiritual genuino; y ese carácter asimismo produce la esperanza de la gloria de Dios.
    El saber que ya hemos sido perdonados nos hace regocijarnos; y la certeza de la salvación futura nos hace regocijarnos más aún. E hizo lo mismo para David.
  3. La bondad del Señor le hace “cantar”. A esto debemos volver. Es una característica eminente de los salmos. Al pueblo de Dios le cuesta creer que Él es bueno, a la luz de lo que parece ser tanta evidencia en contra. Pero al llegar David a penetrar las nubes del pesimismo y casi de la desesperación que han estado suspendidas encima de su cabeza, respira el aire puro de la bondad del Señor. Ahora ve que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro. 8:28).
    Allen Gardiner, con cuyo nombre comenzó este capítulo, hizo lo mismo. Pese a las terribles condiciones en las que murió, parece haber experimentado un sentimiento nuevo y más profundo de la bondad de Dios. Se puso a escribir pasajes de su amada Biblia. Uno de estos pasajes era el Salmo 34:10:
    Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
    pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien (énfasis añadido).
    En su debilidad pudo escribir una última anotación en su diario, con escritura muy débil. Fue ésta: “Estoy sobrecogido por un sentimiento de la bondad de Dios.”
    También lo estuvo David.
    Antes de dejar este breve salmo, o aun cualquier salmo, hay algo de lo cual debemos acordarnos. Jesucristo debió de aprender de memoria este salmo y cantarlo, y debió de hacerlo suyo.
    No es difícil ver lo aplicable que el Salmo 13 le sería a Jesús durante los días de su ministerio. Él supo lo que era que la vida diera la impresión de que Dios se había olvidado de Él; Él tuvo motivos de sobra para pedirle a su Padre que le protegiera de sus enemigos. Él confió en el amor constante de su Padre. Él experimentó la liberación y la salvación de Dios, tanto de los enemigos como de la muerte. Cuántas veces se acostaría por la noche pensando: “Padre, tú me has hecho bien.”
    Jesús ha estado donde nosotros estamos. Él sabe, entiende; Él también lo ha sentido, y te puede ayudar. Así que, pon en práctica lo que Isaías te anima a hacer cuando dice:
    El que anda en tinieblas y carece de luz,
    confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios (Is. 50:10).

Ferguson, S. B. (2000). ¿Abandonado por Dios? (A. J. Birch, Trad.; Primera edición, pp. 18-32). Editorial Peregrino.

Viviendo como una iglesia – Clase 10: El estímulo

Viviendo como una iglesia

Clase 10: El estímulo

Serie:Viviendo como una Iglesia

  1. Introducción
    El estímulo es algo bueno. Como cristianos, sabemos que es algo que debemos hacer. Pero también es algo que puede ser vago. ¿Es solo otra palabra para «ser agradable»? Quiero iniciar la clase con una pregunta: ¿Cuáles son algunas de las metas del verdadero estímulo, de acuerdo con la Escritura? ¿Por qué deberíamos estimularnos unos a otros?

Escucha cuál era el objetivo de Pablo para el estímulo en Colosenses 1:28: «a quien Cristo anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre». Estamos llamados a la misma meta, presentar a otros perfectos en Cristo. Leemos en Hebreos 10:24-25: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca». Ese mismo sentimiento se refleja en nuestro pacto congregacional. «Caminaremos juntos en amor fraternal, como miembros de la iglesia de Cristo; nos cuidaremos y supervisaremos en amor, nos amonestaremos y oraremos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo amerite». Por tanto, aquí tienes una definición de estímulo: Cuidar de otra persona lo que, por lo general, implica hablarle con la verdad bíblica, con el objetivo de que esa persona crezca en la piedad. Digo «por lo general» porque es posible que puedas estimular o animar a alguien sin palabras, compartiendo una comida, por ejemplo, pero, hablando bíblicamente, el estímulo generalmente tiene algo de contenido, y ese contenido debe provenir de la Palabra de Dios.

Qué responsabilidad tan grande: el estímulo en aras de la santidad. Estamos juntos en una lucha de vida o muerte contra el mundo, la carne y el diablo. Y nuestro llamado es ayudarnos mutuamente a cruzar la meta con la gracia de Dios. Dios es quien nos preserva, pero utiliza medios para hacerlo. Uno de esos medios es el cuerpo de Cristo.

Parte de cumplir con ese llamado implica confrontar el pecado explícito, como discutimos la semana pasada. Pero la vida cristiana abarca mucho más que eso. Conlleva miles de decisiones diarias que forman la trama de nuestras vidas. Necesitamos que nos den ánimo si esa historia va a ser una de gozosa confianza en Cristo hasta nuestro último día. Y, por tanto, el estímulo es trascendental para nuestra unidad como iglesia. Cuando nos alentamos unos a otros en Cristo, eso asegura que estamos unidos en torno a Cristo y no a otras cosas. Cuando nuestra unidad sufre, debemos estar bien capacitados en el arte del estímulo para que podamos recordarnos unos a otros lo que realmente importa, y ayudarnos a superar las semillas de la división.

Permíteme presentar un breve bosquejo para nuestro tiempo. Comenzaremos examinando lo que hace que el estímulo sea difícil de hacer bien. A continuación, veremos la clase de relaciones que se necesitan para hacer que esto suceda. Y, finalmente, una guía práctica acerca de cómo podemos expresar un estímulo empapado en el evangelio en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

  1. El desafío del estímulo
    Así que primero, ¿qué hace que esto sea difícil? Dos cosas que debemos saber cuando intentamos estimular a los demás:

Antes que todo:

A. Nuestra lucha es una del corazón: Implica los deseos centrales que motivan nuestras decisiones y acciones diarias. Y, como dijo el profeta Jeremías: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (17:9). Los deseos malignos del corazón son lo que Santiago señala como la causa de la tentación (1:14) y el conflicto (4:1). Entonces, cuando encontramos que nuestros hermanos y hermanas en la iglesia están tomando decisiones que no se alinean con su identidad en Cristo, sabemos que el problema no es principalmente externo, sino la consecuencia de los deseos pecaminosos de sus corazones.

Esto es importante porque con mucha frecuencia, cuando estamos en relaciones con otros cristianos y vemos cosas en sus vidas que deshonran a Cristo, nuestra meta a menudo es hacer que se comporten de manera diferente. «Si tan solo no pasara tanto tiempo con esas personas». «Si tan solo gastara su dinero de otro modo». «Si tan solo cambiara a un trabajo que le diera más tiempo con su familia». Pero como sabemos demasiado bien, la conducta no es la raíz del problema. Algunas implicaciones de esto son las siguientes:

Primero, solo Dios puede cambiar el corazón. Nosotros somos sus instrumentos. Así, al involucrarnos en la vida de otras personas, debemos recordar que la oración es nuestra mejor herramienta, que la culpa y la coerción no pueden corregir los profundos problemas del corazón, y que nuestra desesperación por que Dios actúe aumenta la gloria que merece. Puede haber momentos buenos y apropiados para ayudar a otros a cambiar su comportamiento; por ejemplo, responsabilizar a alguien por un pecado habitual. Pero un mejor comportamiento no es nuestra meta final. En última instancia, nos preocupamos por los problemas del corazón.
Otra implicación, cuando alentamos a los demás, debemos recordar que nuestros corazones también son propensos a divagar. No es coincidencia que inmediatamente luego de que Pablo nos exhorta a restaurar a quienes están atrapados en el pecado en Gálatas 6:1, nos advierte acerca de nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. Nuestros corazones son más oscuros y malvados de lo que podremos llegar a comprender.
Por último, la importancia del corazón nos recuerda que nuestra meta no es ayudar a otros a sentirse felices y realizados. Hay muchas maneras de lograr eso y, trágicamente, nunca llegar a los problemas de nuestro corazón. Nuestro objetivo al estimular a los demás es que sean transformados en sus deseos para buscar a Cristo por encima de todo lo demás, que al final, es lo que conduce al gozo verdadero y duradero.
Por tanto, el primer desafío que enfrentamos al luchar por animar a nuestros hermanos y hermanas es el engaño del corazón, de su corazón y el nuestro.

B. Filosofías huecas y engañosas
Un segundo enemigo es el pensamiento del mundo. Tengo en mente las palabras de Pablo en Colosenses 2:8: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo». Para emplear esta terminología, todos somos filósofos. Todos nosotros, todo el tiempo, estamos creando filosofías del significado de nuestras vidas. ¿Qué importa? ¿Por qué suceden estas cosas? ¿Para qué vale la pena vivir? Y aunque generalmente sabemos las respuestas a esas preguntas, somos fácilmente engañados por las filosofías humanas y mundanas en lugar de basarnos en la verdad.

Y las personas que tratamos de animar, por un lado, tienen al mundo gritando a través de un megáfono en su oído. Y nosotros también. Nuestra filosofía guía debería descansar en la verdad del evangelio, pero incluso como cristianos, nuestras vidas a menudo son inconsistentes con esta verdad. En su libro How People Change (Cómo cambia la gente), Timothy Lane y Paul Tripp llaman a esto la «brecha del evangelio». Una brecha entre lo que sabemos que es verdadero en el evangelio y nuestra manera de vivir.

Y ellos señalan que esa brecha no queda vacía. Nosotros, y las demás personas en nuestra iglesia, con frecuencia operamos con una mezcla de la verdad del evangelio y otras filosofías que, aunque suenan bíblicas, tienen en su núcleo los valores de este mundo. Los autores identifican siete de estas filosofías sustitutivas. Voy a examinarlas, y al hacerlo, quiero que pensemos en dónde podríamos reconocerlas como ciertas en nuestros corazones, o cómo otros que conoces podrían adoptar algunas de estas filosofías falsas.

La primera es el «formalismo». Participo en reuniones regulares y en ministerios de la iglesia, y siento que mi vida está bajo control. Puede que pasé mucho tiempo en la iglesia, pero eso tiene poco impacto en mi corazón y en mi estilo de vida. Es posible que me vuelva prejuicioso e impaciente con quienes no funcionan igual que yo. El cristianismo es estar en el lugar correcto, siguiendo las corrientes correctas.
El segundo es el «legalismo», primo cercano del formalismo. Vivo por las reglas, reglas que creo para mí, reglas que creo para otros. Me siento bien si puedo mantener mis reglas. Y me vuelvo arrogante y amargado cuando los demás no pueden cumplir con los estándares que establezco para ellos. No hay gozo en mi vida porque no hay gracia que ser celebrada.
El siguiente es el «misticismo», la incesante búsqueda de una experiencia emocional con Dios. Vivo por los momentos en los que me siento cerca de él. Pero si no tengo ningún éxtasis emocional, asumo que Dios no me ama o que él no es real.
El «activismo» es cuando me emociono con el cristianismo principalmente como una forma de arreglar este mundo roto. Baso mi relación con Dios en lo mucho que hecho para mitigar la pobreza, pero mi corazón está lejos.
Luego está el «biblicismo», que reduce el evangelio a un dominio del conocimiento bíblico y teológico. Conozco mi biblia de memoria, pero no dejo que me domine. Y me impaciento con quienes tienen menos conocimiento.
El sexto es el «evangelio terapéutico». Puedo hablar mucho acerca de cómo Dios es el único que sana y ayuda a quienes están heridos. Sin embargo, sin darme cuenta, he convertido a Cristo en un terapeuta más que en un salvador. Veo el pecado de las personas entre sí como un problema más grave que mi pecado contra Dios, y trato al cristianismo solo como una manera de solucionar mis problemas, para tener una vida feliz.
Por último, está lo que llamamos «socialismo». El compañerismo y las amistades íntimas que encuentro en la iglesia pueden convertirse en un ídolo, el cuerpo de Cristo reemplazando a Cristo. Y el evangelio queda reducido a una comunidad de relaciones cristianas.
Siete filosofías antievangélicas, todas ellas basadas en verdades a medias, las cuales somos propensos a creer, que es exactamente por lo que necesitamos ser alentados. El estimulo sirve para corregir filosofías defectuosas de lo que es el cristianismo. Recuerdo que, cuando era niño, recibí lecciones de piano, y a menudo mi profesora me detenía cuando la posición de mi mano no era la correcta. Cuando nos estimulos bíblicamente, actuamos como la profesora de piano que, con gentileza y regularidad, ayuda a su estudiante a reconocer y eliminar los malos hábitos teológicos que han entrado. Ella no solo corrige la mala postura, sino que modela la forma correcta de tocar. Como esa profesora, debemos exponer las concepciones falsas, y ayudarnos a deleitarnos en la verdad. Como dice Pablo: «Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5).

Ese es el desafío: luchar contra los deseos del corazón, reconociendo que nadamos en un mar de filosofías mundanas que desafían las verdades cristianas fundamentales de lo que somos. Si eso es a lo que nos enfrentamos, a continuación, deberíamos meditar en el contexto para el cambio, con lo que me refiero a las clases de relaciones que promueven el estimulo hacia la santidad.

  1. El contexto para el cambio
    Santiago 5:16: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados». Hay dos cosas que necesitamos en la iglesia para tener una cultura de estimulo sana: la disposición de revelar nuestras luchas y la disposición de escuchar y ayudar cuando otros revelan sus luchas. Nada de lo que diga en esta clase será útil si no estás dispuesto a revelar tus luchas a los demás, y si no eres lo suficientemente cercano a otros para saber cuándo y cómo necesitan ayuda.

Aquí tienes algunos comentarios acerca de lo que podemos hacer para cultivar este tipo de contexto en la iglesia: Al compartir nuestras luchas, permíteme animarnos a aprovechar la oportunidad, siempre que sea apropiado, de abrazar el «ministerio de la dependencia». No hay nada piadoso en tropezarte solo con tus luchas porque eres demasiado orgulloso para dejar que otros te ayuden. Da a los demás la oportunidad de ministrarte. Una de las cosas más amables que podemos hacer por quienes están batallando y considerando unirse a nuestra iglesia, es dejar en claro que la iglesia está llena de personas iguales a ellos porque está llena de todos nosotros.

Y, al servir a quienes comparten sus luchas contigo, cuando alguien es honesto con nosotros, estamos llamados a tomarlo en serio. Algo que ayuda es abstenernos de ofrecer soluciones trilladas que hagan parecer que solo un completo tonto tendría ese problema. «¿Luchas con la depresión? Solo lee más tu Biblia, y pasa más tiempo en el sol, entonces te sentirás bien». Lo que podría parecerte simple podría ser la batalla de toda una vida para alguien más. Cuando alguien te habla acerca de una lucha, es como si te hubieran ofrecido una joya. Puede estar dura y sin forma, pero ahora tienes la mayordomía de escuchar y ayudar a pulir esa joya para que se convierta en un reflejo de la obra santificadora de Dios.

Esos son solo algunos pensamientos acerca del contexto de las relaciones que debemos construir. Relaciones que sean honestas y relaciones que reciban a personas con dificultades.

Y eso nos lleva al siguiente punto: 4. Cómo estimular a personas con luchas.

Los cristianos que nos rodean luchan contra la carne y luchan contra las filosofías huecas y engañosas que los rodean. Se nos exhorta a animarles y enseñarles. ¿Cómo hacemos eso?

La respuesta es que depende de la persona. Pero la Escritura nos enseña sabiamente cómo abordar este asunto. Escucha 1 Tesalonicenses 5:14: «Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos» (NVI).

Cuando encontramos la lucha de un hermano o hermana en Cristo, es útil repasar esas tres categorías en tu mente. ¿Son holgazanes, u ociosos como dice la Reina Valera 1960? ¿Están desanimados y desmotivados? ¿Son débiles y necesitan que alguien les ayude a llevar su carga? ¿Y cómo podemos hacer esto pacientemente?

Sin importar la categoría en la que se encuentren, quiero sugerir tres cosas que deberíamos hacer. Primero, muéstrales lo que dice la Escritura. Eso no significa simplemente arrojarles un versículo. Por lo general, para decir la verdad a alguien de una manera que pueda escuchar, primero debemos demostrar que lo amamos y necesitamos saber quién es y a qué se enfrenta. Entonces, una vez que lo hagamos, queremos comunicar la verdad de la Palabra de Dios, quizá recordándole un patrón en la historia de la salvación, tal vez de que Dios siempre demuestra ser fiel. O simplemente estudiando un pasaje de la Escritura con él o ella. Pero muéstrales lo que la Biblia dice.

Segundo, ayúdales a meditar en las buenas noticias. Háblales de los diferentes aspectos de lo que Cristo ha hecho, y sé específico. Para la persona que batalla con la culpa y la vergüenza, Cristo ha tomado nuestra culpa para que podamos disfrutar de la reconciliación con el Padre. Para alguien que experimenta la soledad, Cristo nos ha adoptado en la familia del Padre. Para la persona que lucha contra la tentación constante y el pecado que reside en nosotros, Cristo nos ha hecho nuevas criaturas y nos has llenado con su Espíritu Santo. Sabemos estas cosas como cristianos, pero muy a menudo necesitamos conectar estas verdades con las situaciones que enfrentamos cada día.

Tercero, identifica las evidencias de la gracia de Dios en sus vidas. Reconoce cualquier fruto que el Espíritu Santo esté obrando en ellos, y háblales acerca de ello. Si alguien siente la tentación de dudar si realmente es cristiano, esto puede ayudarle a asegurarse de que Dios verdaderamente lo está transformando. Esto es lo que hizo Pablo en muchas epístolas. Cuando le escribió a los corintios, aunque tenía mucho por lo que reprenderlos, inició su carta diciendo: «Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia» (1 Corintios1:4-5).

Lo que haremos ahora es examinar tres casos de estudio, ejemplos de cómo podría ser esto para cada una de las tres categorías que Pablo presenta en 1 Tesalonicenses 5:14. En cada uno, daré algunos antecedentes de la persona hipotética, y luego discutiremos juntos un par de preguntas.

A. Amonesta a los holgazanes
Empezaremos con esa primera categoría: letra A, «amonesten a los holgazanes».

Digamos que, para comenzar, estás hablando con Sue, que no se aparta del camino de la tentación. Ella ha encontrado que siente la tentación de amar las cosas de este mundo, y ver cierto programa de televisión parece dejarla siempre descontenta con la vida que Dios le ha dado. Pero realmente le gusta, y se divierte hablando con amigos en el trabajo la mañana siguiente después de que se transmite el programa. Le has advertido cómo es posible que ese programa esté desempeñando un rol más destructivo en su vida del que podría imaginar, y aunque confiesa que, por lo general, el programa la hace sentirse pecaminosamente descontenta, no ha dejado de verlo. Está ociosa y se siente indiferente para con su alma.

Dos preguntas: Primero, ¿dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Sue? Está alrededor de lo que realmente significa arrepentirse verdaderamente. Como dijo Pablo: «Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:2). ¿Comprende ella cómo es el arrepentimiento para el cristiano? Lo que significa tomar las palabras de Jesús seriamente: «Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti» (Mateo 5:30).

Segundo, ¿qué le dirías a Sue? Habla con ella acerca de la diferencia entre la tristeza del mundo y la tristeza que es según Dios en 2 Corintios 7. Es posible que lamente ver el programa de televisión, pero que no esté arrepentida. «Pero la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte» (v. 10). Adviértele acerca de las consecuencias del pecado en su vida. Positivamente, anímala en la alegría y el contentamiento que proviene de buscar las cosas del Señor (Sal. 119:1-3), y de saber que es alguien que no merece el amor de Dios, pero que lo ha recibido por su gracia (Romanos 5:8).

B. Estimula a los desanimados
Ese fue un ejemplo de advertir a los que son ociosos. Pensemos en la letra B, «estimulen a los desanimados».

Para este ejemplo, piensa en Joe. Está en sus veintitantos, y todavía intenta descifrar qué hacer con su vida. Trabaja en un trabajo sin futuro, no se siente particularmente útil en la iglesia, le gustaría estar casado (algo así), pero no está ni cerca… y ha estado luchando durante varios años con los propósitos de Dios para su vida. Siente que está a punto de rendirse, aunque no sabe en realidad lo que significaría «rendirse». Pero suena dramático. Rara vez sirve a otros, pero dice que le gustaría, simplemente no cree que tenga algo con lo que contribuir. Pero cuando mira a todos los ancianos, siente que son todos «súper cristianos» y que él es solo un don nadie. Nadie realmente lo conoce, o se preocupa por él.

Discutamos las mismas preguntas. ¿Dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Joe? Podría estar en varios lugares. De una manera extraña, podría haber caído en el legalismo, habiendo comenzado con el Espíritu, ahora piensa en su objetivo en términos de esfuerzos humanos. Considera que su valor está directamente relacionado con su productividad, o su falta de la misma, y eso lo ha desanimado. Así que recuérdale que su valor ante Dios se basa en la obra culminada de Cristo, no en la suya.

¿Qué le dirías a Joe para alentarlo? Ayúdale a entender que su responsabilidad está arraigada en las oportunidades que Dios le ha dado. Su valor no proviene de la aprobación de los demás. Comparte con él la gloriosa esperanza que Dios le ha dado a todos los que somos sus hijos: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3). Háblale de cómo todos los cristianos en la iglesia tenemos dones para cuidarnos unos a otros (1 Corintios 12:25).

C. Ayuda a los débiles
Pasemos a la última de las tres partes de este versículo: «ayuden a los débiles». ¿Quiénes son los débiles? De cierto modo, todos los somos. Pero hay algunos entre nosotros que son débiles de formas que los hacen especialmente vulnerables espiritualmente. Esto podría venir a través de ciertas circunstancias en la vida que hacen que cada día sea difícil seguir confiando en Dios.

Para nuestro ejemplo, veamos a Max. Max ha sido diagnosticado con depresión clínica. Es incapaz de hacer la cantidad de bien que antes podía. Lucha terriblemente con su relación con Dios ahora que muchas de las emociones de la fe con las que contaba, sin darse cuenta, son pocas y distantes entre sí. Pero su mente es más susceptible a ese espiral descendente de depresión, y hay un lado físico de su condición que es difícil de escapar. En esta situación, aunque no siempre es necesario, su doctor le ayuda en el lado físico de las cosas con medicamentos, sin embargo, Max está desanimado y abatido de muchas maneras. Max está débil.

Primera pregunta: ¿Cuáles podrían ser algunas de las brechas en el entendimiento del evangelio de Max? Considera cuál es su debilidad. Podría estar débil en la fe. Parece que sus emociones presentes durarán para siempre y, por tanto, las promesas de Dios parecen tan distantes como inexistentes. Ayúdale a aprender a confiar en Dios más que en él mismo. Eso es, al fin y al cabo, una esencia del evangelio. O quizá la ayuda que necesita es el recordatorio constante de que hay cristianos en su vida que lo aman, y cuyo amor está arraigado en algo mucho más seguro, el amor de Cristo.

Segunda pregunta: ¿Cuáles son algunas de las cosas que harías o dirías para animar a Max? Comparte con él el evangelio de esperanza. Ayúdale a ver cómo sus sufrimientos están produciendo perseverancia, carácter y, finalmente, esperanza (Romanos 5:3-5). Recuérdale los motivos que tiene para confiar en la bondad de Dios aun cuando se pregunta por qué está sufriendo de esta manera (2 Corintios 12:8-10).

 Especialmente en esta categoría de los que son débiles, no podemos contentarnos con simplemente dispensar la verdad a las personas y sentir que nuestro trabajo está hecho. En ocasiones tenemos que estar tranquilos y escuchar, o simplemente estar presentes con ellos mientras sufren. Otras veces debemos orar por ellos, suplir sus necesidades físicas y brindar comunión. No solo debemos predicar la verdad, sino hacer estas cosas, y al hacerlas, crear oportunidades para predicar la verdad.

Sé paciente con todos
Por último, Pablo dice: «sean pacientes con todos». Ya sea alguien que está físicamente débil, alguien que está frustrantemente obstinado, alguien que piensa que está bien y que no necesita tu estímulo, nuestra postura es la paciencia. Tu trabajo nunca es condenar, o avergonzar a alguien por lo lento que es su crecimiento. Y la paciencia verdadera proviene de saber cuán paciente ha sido nuestro Padre celestial con nosotros. Ser paciente es deleitarte en servir a tus hermanos y hermanas porque son reflejos del carácter de Dios, y porque la gratitud por la paciencia de Dios se encuentra en lo más profundo de tu alma.

Amamos porque él nos amó primero. Nuestro amor proviene de su amor y debe reflejar su amor. Por eso, debemos trabajar para presentarnos perfectos en Cristo.

Por CHBC
Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos

Dios conoce dónde vives | Nancy DeMoss Wolgemuth

Dios conoce dónde vives
Temporada: Apocalipsis: Pérgamo | Comprometiendo la verdad

Débora: Aún si estás en circunstancias muy difíciles, Dios está contigo, ayudándote a perseverar. Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.

Nancy DeMoss Wolgemuth: No puedes decir: «Dios no entiende lo que tengo que aguantar», o «yo sé lo que la Biblia dice, pero seguramente Dios no espera que alguien en mis circunstancias obedezca esto». Él sí sabe. Él sí entiende, y sí espera que seamos fieles, a pesar de dónde moremos.

Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 26 de mayo de 2023.

Aún en esta época de comunicación electrónica, ¿no es emocionante recibir una carta física? Siete iglesias del primer siglo recibieron cartas dictadas por Jesús mismo. Esas cartas tienen mucho que decirnos hoy en día. Nancy las ha estado describiendo en varias series a lo largo de las semanas pasadas. Hoy iniciamos una nueva serie, ahora sobre la carta a la iglesia de Pérgamo, titulada Comprometiendo la verdad.

Nancy: Al continuar con nuestra serie de estudios sobre las cartas a las siete iglesias en el libro de Apocalipsis, llegamos a la primera de dos cartas que creo que son especialmente complicadas y difíciles de entender. He estado sumergida en estos pasajes por varias semanas, podría decir que meses, y una amiga me dijo la semana pasada mientras ella preparaba su corazón para venir a esta sesión de grabación, que ella abrió su Biblia en Apocalipsis capítulo 2 y leyó los pasajes y al final dijo: «Bueno, ¿de qué se trata todo esto»? Y quizás tú estás pensando lo mismo al empezar con estos pasajes. Pero estoy orando que el Señor nos dé entendimiento, sabiduría y habilidad para poder aplicar estos pasajes a nuestros corazones.

En Apocalipsis capítulo 1, en el versículo 19, encuentras este resumen, este bosquejo muy básico y muy simple del libro de Apocalipsis. Donde dice que Jesús le dijo al apóstol Juan: «Escribe, pues…las cosas que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de estas». Aquí tenemos dos categorías de las cosas que hay en el libro de Apocalipsis –los capítulos 2 y 3, las cosas que son. Esas cosas hacen referencia a las iglesias en Apocalipsis, y para dar un poco de contexto, las cosas que están sucediendo en ese momento en las iglesias. Pero luego está el resto del libro de Apocalipsis, empezando en el capítulo 4, son las cosas que han de suceder después de esto, las cosas futuras, más adelante.

Bueno, cuando piensas en estudiar el libro de Apocalipsis, es un libro que ha intrigado a mucha gente por muchos siglos, y a mucha gente le emociona estudiar la parte del libro que habla del futuro, las cosas que han de suceder después de esto. Quieren saber, ¿qué son las copas y los juicios? ¿Es verdad que hay un milenio? ¿Qué tan largo es? ¿Qué son todas estas cosas? ¿Cómo concuerda todo? ¿Qué es la gran Babilonia?

Es importante estudiar estas cosas. Espero algún que Dios nos conceda hacer un viaje por todo el libro de Apocalipsis aquí en Aviva Nuestros Corazones. Pero también creo que el enfoque en esas cosas futuras, puede ser como un escape, porque es más fácil enfocarnos en cosas que ahora mismo no existen. Realmente no estamos equipadas para enfrentar o para tratar con las cosas que están por venir. No estamos preparadas para esas cosas que están por venir hasta que tratemos con las cosas que son. Por eso quise que empezáramos con estas cartas a las iglesias, porque estas son las cosas que son.

Y hoy llegamos a la carta para la tercera iglesia en Asia, Apocalipsis capítulo 2. Déjame leer la carta, empezando en el versículo 12, y luego en los próximos días vamos simplemente a ir frase por frase y ver lo que tiene para decir a nuestros corazones en el día de hoy. Apocalipsis capítulo 2, versículo 12: «Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo», o algunas de sus traducciones podrían decir: «Pérgamos», que es lo mismo que Pergamum.

«Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: “El que tiene la espada aguda de dos filos, dice esto, ‘Yo sé dónde moras: donde está el trono de Satanás. Guardas fielmente mi nombre y no has negado mi fe, aun en los días de Antipas, mi testigo, mi siervo fiel, que fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás. Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que mantienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer actos de inmoralidad. Así tú también tienes algunos que de la misma manera mantienen la doctrina de los nicolaítas.

Por tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe”» (vv.12-17).

Bueno, todo esto es un poco abrumador. Puede que tiendas a querer pasar por encima del pasaje al leerlo o al escucharlo, pero sabes, al estudiar la Escritura tenemos que recordar, primero que la Escritura es inspirada por Dios. Es de provecho. La necesitamos. Así que necesitamos este pasaje.

También tienes que recordar que no hay atajos para entender y estudiar la Palabra de Dios. Entonces, si quieres enterarte de lo que significa este pasaje, puedes hacer exactamente lo que yo he estado haciendo en estas últimas semanas y meses: leerlo y releerlo y releerlo y reflexionar y tomar cada frase y compararla con pasajes similares en otras partes de la Escritura. Así es más o menos la manera en la que vamos a caminar por este pasaje en los días que vienen.

Bueno, para poner esta carta a la iglesia de Pérgamo en contexto, recuerda que la primera iglesia, fue la iglesia de Éfeso, que fue alabada por tener una doctrina correcta y por tratar con los falsos maestros, pero ¿recuerdas qué le faltaba a la iglesia en Éfeso? Le faltaba el amor. Les faltaba corazón, pasión por Cristo.

En contraste con esto, las iglesias en Pérgamo y Tiatira, la tercera y la cuarta iglesia, fueron alabadas por varias virtudes cristianas, incluyendo el amor en el caso de Tiatira, pero tenían problemas doctrinales que necesitaban corregir. Entonces el énfasis en estas cartas es acerca de la verdad, que determina la manera en que vivimos. La doctrina, las creencias, determinan nuestra conducta, nuestro comportamiento.

El amor y la verdad –hay una tendencia en nuestras iglesias a enfatizar una y a descuidar la otra, pero necesitamos las dos. Y la Escritura habla sobre hablar la verdad en amor. Pablo les dice a los Filipenses: «Quiero que crezcan en amor y discernimiento». Tanto la verdad como el amor son señales de una iglesia fiel, señales de un creyente fiel, un hijo de Dios; y de los problemas que confrontaron estas siete iglesias. Estos son dos de los primeros problemas –en el caso de Éfeso, el amor, y en el caso de Pérgamo y Tiatira la verdad.

La Escritura dice: «Escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo». Ahora, hablemos por un momento acerca de Pérgamo. Se me hace fascinante ir de regreso y aprender sobre estas ciudades y las iglesias en estas ciudades, porque nos ayuda a entender el contexto en el que hubieran recibido estas cartas.

Como hemos visto, las siete iglesias, estas siete ciudades, están en la secuencia que un cartero habría viajado y hubiera llevado las cartas de una iglesia a la siguiente. Van más o menos como en un círculo, empezando con Éfeso y terminando en Laodicea. Entonces llegamos ahora a Pérgamo, que está a unos 88 kilómetros al norte de Esmirna, que era la ciudad anterior.

Pérgamo era la capital en la provincia romana de Asia, e históricamente pudo haber sido la ciudad más grandiosa en Asia. Estaba obsesionadacon las riquezas, con la moda. Nada más piensa en las grandes capitales de los países del mundo hoy en día. Era también una ciudad universitaria.

Tenía una biblioteca famosa que contenía más de 200,000 libros. Bueno, eso es mucho para cualquier biblioteca, pero en especial si piensas en el hecho de que estos libros tenían que ser escritos o copiados a mano. Era una ciudad académica.

Era también una ciudad que estaba entregada a la idolatría y a la adoración de muchos dioses paganos. A través de esta ciudad podías ver cientos de templos devotos a sectas y a la adoración a los ídolos. Era un centro de adoración a César o de adoración imperial. Pérgamo presumía el templo más antiguo de adoración al emperador en Asia Menor, y recuerda que los césares demandaban ser adorados como Dios.

Igual que los faraones de Egipto en el Antiguo Testamento, el César romano decía: «Yo soy Dios. Alábenme como a Dios». Entonces cuando consideras a los dioses paganos y a esta adoración imperial, te das cuenta que este era un lugar especialmente difícil y peligroso para los cristianos. Por causa de su significado político, como la capital de la provincia, y por la presencia de tantos soldados romanos en la ciudad, era especialmente peligroso para los cristianos. De hecho, las primeras ejecuciones de cristianos en el Imperio Romano tal vez se llevaron a cabo en Pérgamo.

Leemos acerca de una de ellas en esta misma carta. La razón era que los cristianos rehusaban inclinarse a César. Rehusaban creer en el sistema de adoración pagana. Un comentario que leí acerca de este pasaje decía: «En Pérgamo, un cristiano estaba en peligro los 365 días del año», entonces ser un cristiano era una profesión seria y peligrosa en esos días.

Bueno, a esta iglesia, la Escritura le dice: «El que tiene la espada aguda de dos filos, dice esto». Como hemos visto, la descripción de Jesús, quien está mandando estas cartas… En cada una de estas cartas, su descripción es tomada de la imagen de Jesús que se nos da en Apocalipsis capítulo 1; entonces hay diferentes maneras en las que Jesús es descrito en Apocalipsis 1. En cada una de estas cartas, Jesús escoge una o más de estas características en las que esa iglesia en particular debe enfocarse. En este caso las palabras son: el que tiene la espada aguda de los filos.

Bueno, y si regresas a Apocalipsis capítulo 1, la imagen original de Jesús ahí, dice: «De su boca salió una espada aguda de dos filos» (v.16). Es difícil imaginarse una espada saliendo de tu boca. Te imaginas una espada en tu mano, pero esta es una imagen de la Palabra de Dios, del poder de la Palabra de Cristo.

Es interesante que Cristo se revele a su iglesia de esta manera, porque Jesús se revela a sí mismo a cada iglesia de la manera en la que él sabía que necesitaban verlo. Recuerda, por ejemplo, como se dijo anteriormente a Éfeso. Decía: «El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto» ( Apoc. 2:1). Jesús dice: «Yo soy el que te sostiene. Yo camino en medio de ustedes». Cuando le habló a Esmirna, la iglesia sufriente, Él dijo: «El primero y el último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida, dice esto» (Apoc. 2:8).

Ahora, cuando llegamos a Pérgamo, no da una descripción reconfortante. Su descripción no les da ánimo. Dice: «El que tiene la espada aguda de dos filos, dice esto» (Apoc. 2:12).

Esas son palabras de pelea. Son palabras de amenaza, y en esta descripción de Jesús, quien está mandando esta carta, vemos un aviso de desastre inminente. El juicio viene si algo no cambia en esta iglesia.

Cuando llegas al final del libro de Apocalipsis, en el capítulo 19 ves un versículo similar que habla sobre Jesús cuando viene como un rey conquistador. Dice: «De su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones» (v. 15). Se presenta aquí como un juez, como uno que va a ejecutar juicio contra las naciones paganas y malvadas que no quieren arrepentirse. Pero en este caso, la espada de Jesús en su boca, no es para tratar con las naciones paganas, sino para tratar con la iglesia, para tratar con gente en la iglesia que está creyendo enseñanzas que los estaban llevando a un comportamiento impío.

Como dijimos, la espada es un símbolo. Es una imagen de la Palabra de Cristo, de la verdad de la Palabra de Dios. Es la Palabra de Dios que revela los errores doctrinales y que rectifica las cosas en la iglesia.

Ahora, Jesús les dice en el versículo 13 a los creyentes en Pérgamo: «Yo sé dónde moran». ¿Dónde es eso? Donde está el trono de Satanás. «Yo sé dónde moras, donde está el trono de Satanás», y luego al final del versículo 13 dice, «donde mora Satanás».

Bueno, los cristianos en Pérgamo escucharon esta descripción. «Yo sé dónde moras, donde mora Satanás, donde está el trono de Satanás». Puede ser que esto les trajera a la mente el altar de Zeus, que era un altar o un asiento gigante de 13 metros de altura, un altar al dios pagano Zeus. Este trono, este asiento, estaba en una ladera, elevado sobre la ciudad de Pérgamo; entonces tal vez cuando ellos pensaban en el trono de Satanás, es posible que pensaran en este altar de Zeus.

O tal vez pensaban en el trono de César, figurativamente. César u otros dioses paganos, todos representaban una amenaza satánica y diabólica para la iglesia. O puede que pensaran en uno de los dioses principales que se alababan en Pérgamo, el dios llamado Asclepio.

Bueno, quizás tú no sepas nada acerca de este dios. Yo no sabía nada tampoco. Pero Asclepio era conocido como el dios de la medicina y de la sanidad. A veces le llamaban Asclepio el salvador. El símbolo de este dios de la medicina y de la sanidad era una serpiente. En este templo había cientos de serpientes no venenosas que se deslizaban libremente sobre el piso.

Se suponía que estas serpientes eran encarnaciones del dios mismo. Así que la gente enferma iba y pasaba la noche en el piso de este templo, y si una de las serpientes se deslizaba junto a él en la oscuridad y lo tocaba, se pensaba que la persona enferma había sido tocada por el dios mismo y sería sanada. Bueno, ¿qué te parece este punto de vista de la medicina?

Los cristianos que conocían el Antiguo Testamento entendían que esa serpiente era un emblema de Satanás. Entonces cuando Jesús dice: «Yo sé dónde moras, donde está el trono de Satanás», tal vez pensaban en esto, en uno de esos dioses paganos simbolizados por una serpiente. De todas maneras, sabemos, y vemos ilustrado en este pasaje, que Satanás es un enemigo muy real.

Él se opone a Dios
Se opone al pueblo de Dios
Se opone al reino de Dios
Satanás está detrás de las cosas que estamos viendo en el mundo que no le agradan a Dios.
«Tú moras donde está el trono de Satanás». ¿Un trono es una imagen de qué? Es una imagen de autoridad, un asiento de autoridad. Es un recordatorio de que Satanás reina sobre otros ángeles caídos que están bajo su control. Ellos reciben órdenes de él. Él les dice lo qué deben hacer, y entonces ellos llevan a cabo sus propósitos en el mundo aun mientras los santos ángeles llevan a cabo los propósitos de Dios en este mundo.

En ese sentido, Satanás tiene un trono en este mundo desde donde da órdenes, y les da direcciones a aquellos que siguen sus mandatos. Satanás establece, yo creo, una base de operaciones en los diferentes tiempos y en los diferentes lugares. Es posible que su trono no esté nada más en un lugar. Puede que se mueva de un lugar a otro, en un sentido, que haga residencia. Tome autoridad y establezca sus operaciones, su asiento, en diferentes tiempos y en diferentes lugares.

El asiento de Satanás es frecuentemente el asiento de poder e influencia mundial y de orgullo académico. Estas son cosas que existían en Pérgamo, y son cosas que hacen que Satanás diga muchas veces: «Déjame tomar el control aquí. Aquí puedo encontrar una base de operaciones. Puedo cumplir mis propósitos por medio de estas cosas que alimentan la carne en lugar del espíritu» –el poder y la sabiduría del mundo.

Entonces Pérgamo era un lugar donde Satanás ejercía autoridad, y había fuerzas potentes en acción en contra de Dios. Bueno, ese es el punto. Jesús les está diciendo a las personas en Pérgamo: «Yo sé dónde moras».

Pero ahora quiero que consideremos la palabra, morar, por un momento. Hay una palabra que generalmente se usa en el Nuevo Testamento, en el idioma griego, y esa palabra significa «estadía, estancia», «tener una residencia temporal». A los escritores del Nuevo Testamento les encantaba usar esta palabra para los cristianos porque querían recordarles que este mundo no era su hogar.

Este mundo es un lugar de estancia temporal, pero esa no es la palabra que se usa aquí. Cuando Jesús dice: «Yo sé dónde moras», Él usa una palabra diferente, una palabra que se refiere a una residencia permanente, establecida, no es un lugar de vivienda temporal, sino una residencia permanente. Lo que Jesús está diciendo es: «Yo sé que están viviendo en un territorio hostil y que esta no es una posición temporal o de corto plazo. Es temporal en el esquema final de las cosas, pero tienes que vivir ahí por un buen tiempo. Están ahí y no a corto plazo».

Por cierto, él usa la misma palabra cuando dice: «Este es el lugar donde mora Satanás». Satanás no está ahí a corto plazo tampoco. Satanás ha tomado esa ciudad como su residencia y planea quedarse ahí. Tú moras, tú vives en esa ciudad, y te tienes que quedar ahí.

Entonces es de suponer que va a haber conflicto cuando tienes cristianos con lealtad a Cristo, viviendo en una ciudad, y también tienes a Satanás viviendo en la misma ciudad. La implicación es que no hay escape. No puedes salirte. No puedes simplemente empacar tus maletas y dejar esta ciudad, abandonar esta ciudad donde están obrando todas estas fuerzas en contra de Dios

Estás, en cierto sentido, atorada ahí. No puedes huir, pero este es el lugar al que has sido llamada para vivir y demostrar tu fe en Cristo en el lugar donde mora Satanás, donde él ha establecido su trono, ahí es donde debes demostrar lo que significa ser cristiana, una verdadera cristiana, hija de Dios.

Amigas, Jesús sabe dónde moran. Él sabe dónde viven. Él conoce las circunstancias, la situación en la que se encuentran. Él sabe a lo que se enfrentan, los desafíos que enfrentan donde viven. Él sabe que algunas de estas circunstancias no van a ser a corto plazo, que no vas a salir de ellas fácilmente. Estás morando en esa situación.

Podría ser tu matrimonio. Podrían ser problemas en tu hogar de origen. Podría ser tu trabajo, tu escuela. Tal vez tienes un compañero de cuarto que es ateo o un profesor que se burla de tu fe. Tal vez en tu trabajo o tu comunidad estás rodeada de estilos de vida, de influencias y valores paganos y profanos.

Puedes sentirte como que literalmente moras en el trono de Satanás. Es donde mora Satanás. Es un lugar difícil donde vivir. Es difícil quedarte en ese matrimonio. Satanás mora ahí y ha establecido una base de operaciones, tal vez aun por medio de familiares inmediatos, pero quiero recordarte que Cristo lo sabe. Él sabe dónde moras, y te puede dar la gracia para enfrentar esos poderes de Satanás y para conquistar en el nombre de Cristo.

De hecho, Jesús va más allá y dice de estos creyentes en Pérgamo: «A pesar del hecho de que moras donde mora Satanás, donde está el trono de Satanás», versículo 13: «Guardas fielmente mi nombre y no has negado mi fe, aun en los días de Antipas, mi testigo, mi siervo fiel, que fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás». Lo que Él les está diciendo es: «Tu guardas mi nombre». No negaste mi fe. A pesar del lugar donde moras, a pesar de la presión de la cultura y de las circunstancias difíciles y de las fuerzas poderosas en contra de Dios que están operando a tus alrededores, y a pesar de lo que has visto que les pasó a otros creyentes fieles, tú te has mantenido».

Les recuerda de alguien que ellos conocían. No sabemos quién era Antipas. No se habla de él en otro lugar en la Escritura, pero la tradición dice que era el obispo de Pérgamo y que lo mataron y fue cocinado hasta la muerte en un envase de bronce calentado en extremo, muy muy caliente. Él es llamado «mi siervo fiel». Algunas traducciones dicen «mi mártir fiel».

De hecho, la palabra griega aquí es, martus, M-A-R-T-U-S. Es una palabra que significa testigo, uno que testifica sobre lo que ha experimentado y visto, pero en la iglesia del primer siglo, muchos de los que testificaron de su fe en Cristo fueron asesinados por su fe en Él. Esos testigos llegaron a ser mártires. Ser un testigo puede ser costoso –económicamente, para tu reputación, tu carrera, tus amigos, y tal vez aún podrías perder la vida. Entonces Antipas fue un testigo fiel todo el camino hasta la meta final, hasta la muerte.

¿No es precioso que Jesús le diera el mismo título que se confirió a Sí mismo en Apocalipsis 1 donde dice: «Cristo Jesús, el testigo fiel» (v. 5)? Antipas, él ganó esa misma designación, al igual que Cristo, un testigo fiel. Entonces en esta carta a la iglesia en Pérgamo, se nos recuerda que la vida cristiana no es un día de campo. Vivimos en un territorio que está ocupado por el enemigo. Estamos en una batalla, y algunos pagarán un precio alto por ser fieles a Cristo.

Lo que nos anima aquí es que por la gracia de Dios, es posible sostenerte en Cristo y aferrarte a tu fe, aun cuando vives en el territorio de Satanás. No puedes decir: «Dios no entiende lo que tengo que aguantar», o «yo sé que la Biblia dice eso, pero seguramente Dios no espera que alguien en mis circunstancias obedezca eso». Él sí sabe. Él sí entiende, y sí espera que seamos fieles, sin importar dónde moremos.

Jesús hizo posible que estos creyentes del primer siglo fueran fieles, y Él te va a capacitar para ser fiel, aun donde Satanás ha establecido su base de operaciones. Déjame recordarte que tu testimonio fiel en ese lugar de oscuridad le va a dar un golpe a Satanás y a su reino, y como resultado vas a exaltar y a glorificar el nombre de Cristo.

Débora: Dios conoce dónde vives. Este es un mensaje que provee consuelo y que demanda una responsabilidad. Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado enseñando sobre la carta escrita a la iglesia en Pérgamo, que encontramos en el libro de Apocalipsis. Ella ha estado abordando las 7 cartas a las 7 iglesias en Apocalipsis a lo largo de estas semanas.

Satanás frecuentemente ataca a la iglesia de dos formas, la aniquila o la adapta. Aprende más sobre estos ataques opuestos en el siguiente episodio de Aviva Nuestros Corazones.

Fijando nuestros ojos en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.

Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.

Lunes 28 Agosto
Murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Porque Jehová nos aborrece, nos ha sacado de tierra de Egipto… las ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo; y también vimos allí a los hijos de Anac.
Deuteronomio 1:27-28
Argumentos sin sentido
¡Qué rara prueba de odio! ¡Cuán altamente absurdos son los argumentos de la incredulidad! Si verdaderamente los hubiera odiado, nada más sencillo que haberlos dejado morir entre los hornos de ladrillos de Egipto, bajo el látigo de los crueles capataces de Faraón. ¿Por qué tomarse tanto trabajo con ellos? ¿Para qué esas diez plagas mandadas sobre el país de sus opresores? ¿Por qué, si los aborrecía, no permitió que las aguas del mar Rojo los sepultaran, como sepultaron a sus enemigos? En una palabra: ¿por qué todas esas maravillosas liberaciones?

¡Ah! Si no hubiesen estado poseídos por un espíritu de ciega e insensata incredulidad, tantas evidentes y magníficas pruebas de amor los hubiesen conducido directamente a una conclusión totalmente opuesta a la que osaron expresar. No hay nada bajo el cielo más irracional que la incredulidad; no hay nada más lógico, claro y justo que la sencilla confianza de una fe sencilla, como la de un niño.

La incredulidad no solo es un razonador ciego e insensible, sino también un murmurador oscuro y pesimista. No considera el lado bueno de las cosas. Siempre está del lado equivocado, porque pone a Dios a un lado y solo mira a las circunstancias. La fe habría dicho: “Bien; aunque las ciudades estén amuralladas hasta el cielo, Dios está por encima de ellas porque está en el cielo. Si la tierra estuviese cubierta de ciudades amuralladas desde Dan hasta Beerseba, y si los gigantes fuesen tan numerosos como las hojas del bosque, serían como el tamo de las eras ante Aquel que ha prometido dar para siempre la tierra de Canaán a la descendencia de Abraham, su amigo”.

C. H. Mackintosh
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Viviendo como una iglesia – Clase 9: La disciplina en la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 9: La disciplina en la iglesia

  1. Introducción
    El tema central que recorre esta clase es la tensión que existe entre el gran propósito de Dios para la iglesia —que nosotros seamos la manifestación de su gloria en la tierra— y nuestro pecado. Gran parte de lo que hemos discutido ha sido cómo pueden los cristianos propensos al pecado glorificar a Dios por medio de su amor y unidad juntos. Pero hay veces en las que el pecado ataca a nuestra iglesia y quienes caen en él no se arrepienten. Esos son tiempos difíciles para la unidad de la iglesia.

Podríamos escoger ignorar el pecado, y amenazar el llamado distintivo de la iglesia de Cristo. Por otro lado, podríamos actuar con dureza como fariseos, destruyendo nuestra unidad. Afortunadamente, la Biblia ha arrojado la sabiduría que a nosotros nos falta en relación con este tema. Nos referimos al enfoque de la Biblia como la disciplina en la iglesia, una respuesta bíblica al pecado impenitente. Y, lejos de las percepciones de los juicios de brujas y de las cartas rojas, la disciplina es algo inherentemente positivo: se ordena en la Escritura por nuestro bien. Significa que cuidamos los unos de los otros al hablar la verdad en amor acerca de nuestro pecado. Significa que protegemos a la iglesia del pecado impenitente grave que no honra a Cristo. Trágicamente, el mundo a menudo puede burlarse del comportamiento de la iglesia. «¡Él es un líder en la iglesia, pero es peor que nosotros!». La disciplina es la herramienta normal de Dios para preservar la reputación de Cristo en su iglesia al aclarar que Cristo no aprueba tal pecado.

El modelo para la disciplina en la iglesia es la disciplina que nuestro amoroso Padre celestial ejerce al lidiar con nosotros. El libro de Hebreo nos dice: «Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:6). La meta de la disciplina es la justicia. «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).

El día de hoy, consideraremos cómo la Biblia nos enseña a practicar la disciplina en la iglesia, y hacer esto bien fortalece la unidad en la congregación y protege la reputación de Cristo. También hablaremos acerca de cómo nosotros, como miembros, tenemos la responsabilidad de estar involucrados en el proceso de disciplina.

No obstante, antes de seguir avanzando, necesitamos algo de claridad en cuanto a ciertos conceptos.

  1. Dos clases de disciplina
    En realidad existen dos tipos de disciplina: la disciplina formativa y la disciplina correctiva. Por lo general, cuando hablamos de «la disciplina en la iglesia» nos referimos a la segunda. Pero la primera es mucho más común.

Por tanto, veamos primero la «disciplina formativa». Consiste en guiar a las personas hacia la madurez en Cristo a través de la instrucción y la enseñanza positiva. Por ejemplo, cuando se predica la Palabra y somos confrontados, o cuando nos alentamos unos a otros, esa es la disciplina formativa (cf. Efesios 4:11-12; Hebreos 10:24-25; Colosenses 3:16). La disciplina formativa es importante porque Dios la usa para prevenir el pecado que necesitaría de la disciplina correctiva.

Por otro lado, la «disciplina correctiva» consiste en corregir el pecado en la vida de un creyente. Desde confrontarnos mutuamente hasta la excomulgación formal. Es donde tenemos que decir: «Hey, Tom, creo que estabas equivocado al decir eso». O incluso, finalmente, según la enseñanza de Jesús: «María, sé que dices ser cristiana, pero debemos tratarte como a un no cristiano, porque no dejas de mentir». Esa es la disciplina correctiva.

  1. El propósito de la disciplina correctiva
    Hoy nos centraremos en la segunda de estas clases de disciplina, la disciplina correctiva. ¿Por qué la ejercemos? Principalmente porque la Biblia nos dice que lo hagamos. Pero también nos da algunas metas específicas al hacerlo.

Primero, el bien de la persona disciplinada. La disciplina es amorosa porque nos advierte y corrige nuestro pecado, y nos beneficiamos de eso. Y para la persona que vive en pecado impenitente, deja en claro que sus acciones no respaldan una profesión de fe en Cristo.

Segundo, el bien de los demás cristianos que ven la grave naturaleza del pecado y sus consecuencias.

Tercero, la salud de la iglesia como un todo. Da un alto al pecado que podría causar discordia y conflicto, o confusión para cristianos menos maduros acerca de lo que significa seguir a Jesús.

Cuarto, el testimonio corporativo de la iglesia. La disciplina en la iglesia protege nuestro testimonio corporativo ante un mundo que nos observa. Las personas se dan cuenta de que existe una comunidad de creyentes cuyas vidas son diferentes a las del mundo. Ellos pueden fácilmente desacreditar nuestro mensaje cuando nuestro comportamiento es igual al de la gente que nos rodea.

Todo en contribución a la meta principal de la disciplina en la iglesia: dar a conocer la excelencia de nuestro Redentor.

  1. ¿Cómo ejercemos la disciplina correctiva en la iglesia?
    Pasaremos el resto de nuestro tiempo hablando acerca de cómo podemos ejercer la disciplina correctiva en la iglesia por nuestro bien y para la gloria de Dios. Para ello, abordaremos las preguntas que verás en tu folleto.

A. ¿Qué pasa si alguien peca contra ti?
Entonces, ¿qué haces si un creyente peca contra ti? ¿Cómo deberías reaccionar? ¿Le dices por qué estás enojado, y luego le das el trato de la indiferencia? Veamos qué dice Jesús.

Mateo 18:15-17:

«Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia.; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano».

Paso #1: Ve con el ofensor
Primero deberíamos ir y hablar con quien que pecó contra nosotros (llamaré esa persona el ofensor). Si se niega a escuchar, debemos llevar con nosotros a una o dos personas más. Si continúa rehusándose, debemos comunicarlo a la iglesia, la cual debe expulsarlo si se niega a arrepentirse.

Considerando esto más detalladamente, hablemos acerca del primer paso. En la mayoría de los casos, esa primera conversación resolverá el problema. La persona se arrepentirá o te darás cuenta de que estabas equivocado. ¿Cómo podemos prepararnos para una conversación como esa?

Primero, ora por esa persona. Ora para que Dios le ayude a crecer espiritualmente; para que desee conocer más a Dios. Esto suavizará tu corazón hacia él o ella en preparación para su plática.

Segundo, asegúrate de tener una buena razón para ir al ofensor. Algunos pecados son objetivos. «¡Él me golpeó!». Otros no tanto. «¡Se ha comportado soberbiamente!». Podemos hablar con otro creyente acerca de cualquiera de estas categorías. Pero mientras menos objetivo sea un pecado, más necesitaremos estar listos para explicar nuestra preocupación, pero luego soltar el problema si la persona no está de acuerdo. No te apresures en decir: «¡Eres soberbio! Arrepiéntete o lo diré a la iglesia». En cambio, podrías intentar decir: «Hermano, considerando las palabras que estás escogiendo, realmente temo que estés hablando con soberbia. ¿Crees que eso podría ser cierto?».

Tercero, examina tu corazón para asegurarte de que tus motivos sean los correctos; asegúrate de no ir al ofensor enojado, con deseo de venganza, con aires de superioridad o alguna otra actitud pecaminosa (cf. Romanos 12:19). Asegúrate de que tu deseo sea la reconciliación de la relación por el bien del ofensor, por tu bien y para la gloria de Dios. Como dice Jesús, confiesa tu pecado. Y entonces podrás ver más claramente el pecado de tu hermano (Mateo 7:5).

Cuarto, ten mucho cuidado al hablar con otras personas acerca del pecado del ofensor. Aquí vemos que Jesús va a hablar con él. No con su mejor amigo, o con su esposa. Habla con él. Está bien pedir a otros que te aconsejen acerca de cómo tener esa conversación si tienes que hacerlo. Pero ten mucho cuidado y no permitas que la conversación se convierta en un chisme. Y recuerda que, incluso cuando necesites el consejo de otra persona, casi siempre puedes obtener su consejo sin mencionar el nombre del ofensor.

Finalmente, cuando hables con el ofensor, recuerda actuar y hablar con un espíritu de gentileza, humildad y amor. La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.

Todas estas cosas harán que el paso de acercarse al ofensor sea más efectivo, y preserva y protege la unidad de la iglesia al evitar obstáculos tales como el orgullo y las habladurías.

Ahora, antes de pasar al siguiente paso en Mateo 18, permíteme establecer dos puntos extra acerca de este primer paso en Mateo.

Primero, podrías preguntarte: ¿Debo acudir a mi hermano por cada pequeña ofensa? Ciertamente no. El amor cubre multitud de pecados. Proverbios nos dice que pasar por alto una ofensa es algo glorioso y demuestra paciencia y tolerancia (cf. Proverbios 19:11). Así que, ¿cuándo deberías ir? Aquí tienes dos preguntas que debes hacerte.

a. ¿La ofensa ha causado la ruptura de su relación? ¿Piensas frecuentemente en ello? ¿Te hace sentir diferente hacia esa persona por más que un momento de pasada? ¿Es difícil para ti perdonar? Si la respuesta es sí a cualquiera de estas preguntas, entonces es probable que debas ir y hablar con el ofensor.

b. ¿Cuál es el peligro de este pecado para el ofensor? Recuerda lo que Santiago escribe: «sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados» (5:20). ¿El pecado del que estamos hablando pone en peligro la capacidad del ofensor de reflejar a Cristo al mundo que lo rodea? ¿Es una señal de problemas más graves, o podría causarlos?

El segundo punto que quiero señalar en respuesta a la pregunta: «¿Cuándo debería ir?», es que Jesús nos dice que comencemos una conversación, sea que nosotros seamos los ofensores o los ofendidos. Mateo 18 le dice a la persona perjudicada que debe procurar la reconciliación. Pero Mateo 5:23-24 dice que si crees que alguien resiente algo contra ti, es decir, si eres el ofensor, entonces también es tu obligación hablar. Mateo 5 incluso dice que si mientras intentas adorar a Dios, recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, debes detenerte, y buscar reconciliarte. ¡Jesús se preocupa mucho por tus relaciones en la iglesia! Esa es la razón por la que es fundamental que examinemos nuestras relaciones con los demás antes de llegar a la mesa del Señor. Cuando hay conflicto, tanto el ofensor como la persona que ha sido agraviada deben iniciar la reconciliación. Es casi como si nos tropezáramos unos con otros apresurándonos para reconciliarnos. ¡Qué gran ilustración!

Paso #2: Toma contigo a uno o dos hermanos
De vuelta a Mateo 18. Si la persona ofensora no escucha, y es evidente que ha pecado, debemos llevar con nosotros a una o dos personas más. Esto con dos propósitos: En primer lugar, es más probable que el ofensor escuche a una tercera parte neutral que a la persona a quien ha ofendido. Esta otra persona también sirve para dar testimonio de lo que ocurrió en la reunión en caso de que la disciplina avance al próximo paso.

Permíteme ofrecer algunas sugerencias acerca de este proceso si alguna vez te encuentras en este escenario. Primero, antes de tomar este paso, considera cuán objetivo es el pecado. ¿Confrontas a la persona porque piensas que invierte mucho dinero o porque crees que actúa con altivez? Solo Dios conoce su corazón. Si se trata de un caso subjetivo como ese, es mejor que entregues el problema y ores al Espíritu Santo para que la confronte. Segundo, si avanzas, asegúrate de que la persona o personas que lleves contigo sean confiables y discretas, imparciales y de buen juicio. Y tercero, comunícale al ofensor lo que estás a punto de hacer. No inicies una conversación sin antes advertirle. Cuarto, ten cuidado de no intentar poner a los testigos de tu lado; los hechos hablan por sí solos.

Paso 3: Dilo a la iglesia
Avanzando al paso #3, si el ofensor sigue negándose a escuchar, la iglesia debe intervenir. Y puede excomulgarlo si se rehúsa a arrepentirse. En Mateo 18, Jesús no específica si se debe hablar con los líderes de la iglesia antes de llevar el asunto a la iglesia. Pero ciertamente el paso inmediato parece apropiado y consistente con estas instrucciones. Al ver estos pasos en Mateo 18, podemos ver a Jesús tratando de involucrar el menor número de personas posible. Pero está dispuesto a hacer que las cosas se hagan públicas si eso es lo que hará que el ofensor despierte. En el estado final, incluso usa a quienes están fuera de la iglesia y al propio Satanás para propiciar providencialmente el arrepentimiento.

B. ¿Qué pasa si ves a un miembro pecar contra otro miembro?
Mateo 18 nos brinda una guía acerca de qué hacer cuando alguien peca contra ti. ¿Pero qué pasa si observas que alguien peca contra otro miembro de la iglesia? ¿Qué deberías hacer?

La respuesta es: «depende». Gálatas 6:1 nos dice: «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre». Y Lucas 17:3 dice: «Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale». Por otro lado, la Biblia también nos advierte que no debemos ser chismosos en busca de oportunidades para señalar las faltas de los demás1 . Todos nosotros somos pecadores, por lo que sería imposible y, honestamente, poco productivo enfocar la atención en cada uno de los pecados que observamos. Por tanto, ¿cómo sabemos cuando es un buen tiempo para abordar a un hermano o hermana por su pecado?

Permíteme ofrecer algunas directrices para tu juicio:

Primero: ¿El pecado deshonra a Dios? ¿Es lo suficientemente visible para que ultraje el nombre de Dios ante los no cristianos?

Segundo: ¿Representa una tentación para otros o establece un mal ejemplo para cristianos más jóvenes?

Tercero: ¿Podría causar discordia y desunión en la iglesia?

Cuarto: ¿Está lastimando gravemente al ofendido al dañar su relación con Dios o en otras formas?

Si una o más de estas respuestas son sí, entonces probablemente sería apropiado hablar con el ofensor acerca del pecado. Mientras menos cercano seas a la persona, más alta será la barrera para hablar con ella. Mientras mejor la conoces, y mientras más confías en su relación, más baja será la barrera.

C. ¿Qué pasa si alguien peca de forma escandalosa?
Con los años, se han establecido muchas diferencias entre el caso de disciplina de 1 Corintios 5, en el que Pablo dice a la iglesia que excomulgue a un hombre por acostarse con la mujer de su padre, y Mateo 18, que acabamos de considerar. En 1 Corintios 5, Pablo no pregunta por el arrepentimiento del hombre; simplemente ordena a la iglesia que lo expulse de la comunión. Entonces, ¿qué ocurre aquí? ¿Existe algún tipo de disciplina «acelerada» que Jesús no describió?

Bueno, algo así. Lo que parece estar sucediendo en 1 Corintios 5, es que el pecado era tan atroz, por encima de lo que era aceptable en esa sociedad, que realmente no había nada que el hombre pudiera decir para convencer a la iglesia de su arrepentimiento. En general, seguimos el principio de «inocente hasta que se demuestre lo contrario». Permaneces en la iglesia hasta que, a través de los pasos de Mateo 18, se haga evidente que no estás arrepentido. Pero en ocasiones, la credibilidad de cualquier declaración de arrepentimiento es tan arriesgada que la iglesia debe moverse rápidamente para expulsarte fuera de su comunión. Por tu bien y por la reputación de Cristo, como vemos en 1 Corintios 5. Entonces, si por la gracia de Dios tu declaración de arrepentimiento se vuelve creíble otra vez, ese interdicto de excomulgación es removido.

D. ¿Cómo me relaciono con alguien que ha sido excomulgado?
Muchas veces esto no será un problema porque la persona que ha sido excomulgada se muda fuera del área, o ya no se asocia con la iglesia o sus miembros. Pero ha habido varios ejemplos en los que nuestra iglesia votó para cancelar la membresía de una persona, y el individuo continúa asistiendo a los servicios de la iglesia luego de haber sido expulsado, lo que es maravilloso. Queremos que eso pase. Queremos que la persona escuche constantemente la Palabra de Dios y se convenza de su pecado. ¿Pero qué pasa si esa persona también empieza a aparecer en eventos sociales de la iglesia, como la cena después del servicio por la noche? ¿Qué debemos hacer?

En 1 Corintios 5:11, leemos que no debemos «juntarnos» con dicha persona. En Mateo 18:17, Jesús dice que debes tratar a la persona como lo harías con un gentil o publicano. ¿Cómo se ve esto en la práctica? Significa que deberías tratar a la persona como si fuera un no creyente. Pero no solo cualquier inconverso; un inconverso que trágicamente cree estar bien. Así que, deberíamos animarle a que asista a la iglesia como acabo de mencionar. Y debemos tratarle con amor y amabilidad cuando le veamos. Pero cuando lo hagamos, deberíamos preocuparnos por instarle a que se arrepienta. Nunca deberíamos actuar como si todo estuviera bien, como lo haríamos con otro cristiano o incluso con un no creyente que sabe que no es cristiano. Esa es la lógica de 1 Corintios 5:11: «con el tal ni aun comáis». Por supuesto, cuando la persona excomulgada es un familiar o un compañero de trabajo, otras obligaciones bíblicas que tenemos con la relación a menudo pueden tener prioridad.

E. ¿Qué pasa si un líder de la iglesia peca?
Finalmente, el último tema que quiero abordar hoy es lo que la Escritura dice acerca del pecado entre los líderes de la iglesia. El pasaje guía para estas situaciones se encuentra en 1 Timoteo 5:19-20: «Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman».

Pablo da una caución especial para proteger a los ancianos de falsos ataques: antes de que una acción disciplinaria sea admitida en contra de un anciano, debe haber dos o tres «testigos». La sabiduría de esto es clara: los líderes de la iglesia a menudo participan en situaciones que podrían dar origen a acusaciones especulativas en su contra.

Con este pasaje en mente, permíteme abordar dos situaciones que podrían surgir en la iglesia: Primero, ¿qué pasa si escuchas rumores de una acusación en contra de un anciano? Segundo, ¿qué ocurre si descubres que un anciano está en pecado?

Rumores de acusación
¿Qué sucede si alguien te dice que ha visto a un anciano pecar o piensa que lo ha hecho? ¿Cuál es tu responsabilidad? Primero y principal, asegurarte de no ser parte de un chisme o de una difamación. Dile que hable con el anciano al respecto. No contigo. Como lo harías en cualquier otra situación. Desanímale activamente a dejar de infamar a ese anciano en una conversación como esa.

Hay dos excepciones a esta regla: Si también has visto ese pecado en especifico y esta persona se te acerca en calidad de testigo conforme a lo establecido en 1 Timoteo 5:19, o si te pide que sirvas como testigo incluso cuando no has sido un testigo presencial. Hablaremos un poco más acerca de eso en breve.

Si ves a un anciano en pecado
Segundo, ¿qué pasa si un anciano peca contra ti, o eres testigo de que un anciano peca? ¿Qué debes hacer? Sencillo, habla con él al respecto. Ten presente que la situación puede no ser lo que aparenta ser. Así que actúa con humildad, recuerda que la persona sirve como anciano porque, al menos en el pasado, la iglesia lo consideró irreprochable. Por lo que es sabio darle el beneficio de la duda. ¿Qué ocurre si no te sientes cómodo acercándote? Tal vez (aunque oro para que esto nunca suceda), ¿ha pecado contra ti de una manera intimidante o abusiva? Está bien acercarse a otro anciano o a otra persona en la iglesia con tu preocupación. Cuando tu intención es mantener el problema en silencio y discreción, e involucrar el menor número de personas posible, no estás violando 1 Timoteo 5:19.

Bien, digamos que discutiste el asunto con el anciano, quizá abriste la Biblia para mostrarle su pecado, pero no se arrepiente. ¿Ahora qué? Recuerda lo que dije anteriormente acerca de cuán objetivo es un pecado. Si se trata de un problema de orgullo, algo de lo que no puedes estar seguro, entonces desiste y ora. Sin embargo, si se trata de algo objetivamente verificable, como un asunto de malversación de fondos o una conducta sexual, por ejemplo, entonces debes proceder con 1 Timoteo 5:19. Digo «debes» porque la disciplina, incluso la disciplina de un anciano, no es opcional en la iglesia. Esta es tu responsabilidad ante Dios. ¿Cuál es el siguiente paso? Hablar con aquellos que sabes que han visto el pecado, y pedirles que confronten al anciano contigo y, si es necesario, informar el problema a otros ancianos. Ellos actuarán como los testigos que se necesitan en 1 Timoteo 5:19.

¿Qué pasa si no hay más testigos? ¿Qué se debe hacer? Toma por ejemplo, una situación hipotética en la que un anciano se acerca inapropiadamente a una mujer en la iglesia, y la mujer es la única testigo. En esas circunstancias, la mujer puede hablar con otro miembro maduro (más convenientemente un anciano) acerca de la situación. Y esto no contradeciría 1 Timoteo 5:19 porque su acusación no sería suficiente por sí sola para iniciar el proceso de disciplina formal que se presenta en ese pasaje. En este asunto, el lenguaje específico aquí es instructivo. Dice: «Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos». En este caso, esta mujer no está acusando formalmente a un anciano ante la iglesia, o pidiendo que otros que acepten una acusación como cierta. Simplemente está pidiendo que alguien más le ayude a establecer si su afirmación es verdadera o no. La confesión de la mujer a otra persona llevaría a una mayor investigación por parte de esta última, y quizá de los ancianos. Pero eso en sí no desencadenaría la disciplina formal de la iglesia.

Para que comience la disciplina formal de la iglesia, la persona que ha sido agraviada debe traer a uno o dos individuos que estén dispuestos a actuar como co-acusadores junto con ella. Las personas que pueden cumplir con el rol de testigos en 1 Timoteo 5:19 incluso si no han sido testigos presenciales, debido a su meticulosa investigación, a su conocimiento del acusado, a su conocimiento del acusador, etc. Puedes imaginar que en un caso como este, por lo general, es mejor acercarse a otros ancianos primero porque es más probable que tengan información acerca de acusaciones previas contra este anciano. Por lo que están en una mejor posición para cumplir ese rol de testigo y co-acusador. Recuerda lo que Pablo dijo a los líderes de la iglesia inmediatamente seguido de estos versículos: «Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad». Palabras muy fuertes. Tus ancianos tienen la responsabilidad única ante Dios de no dejar pasar por alto el pecado en la congregación. Lo segundo que Pablo dijo en 1 Timoteo 5:19-20, es que el pecado cometido por el líder de una iglesia es algo muy grave. El mandato de Pablo de reprender públicamente a un anciano pecador significa que debe hacerse alguna declaración de la naturaleza de la ofensa a la iglesia. ¡Incluso si se arrepiente! Para resumir lo que sucede aquí: los ancianos son más vulnerables a las acusaciones. Por tanto, Pablo nos dice que debemos tener cuidado al determinar su culpabilidad. Pero el pecado por parte de un anciano puede ocasionar gran daño a la iglesia, así que incluso cuando hay arrepentimiento, se trata más públicamente.

Conclusión
Entonces, ¿por qué es importante la disciplina en la iglesia? Porque la iglesia es importante. Y la iglesia solo importa cuando es diferente al mundo. Piensa en las palabras de Jesús en Mateo 5:13 «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo podría volver a ser salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres». La disciplina en la iglesia es la herramienta que Jesús nos dio en Mateo 18 cuando inauguró a la iglesia para mantenernos diferentes del mundo. Nos estimulamos unos a otros hacia el amor y las buenas obras. Protegemos el mensaje del evangelio para la siguiente generación. Pero cuando somos iguales al resto del mundo, todo esto se desvanece en la nada.

Por tanto, trabajemos juntos como iglesia para perseverar en la fe, usando esta herramienta de la disciplina cuando debamos para la gloria de Dios y la salvación de nuestro mundo.

[1] 2 Tesalonicenses 3:11, 1 Pedro 4:15

Viviendo como una iglesia – Clase 5: El gobierno de la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 4: El gobierno de la iglesia

1. Introducción
Quiero iniciar haciendo una pregunta relacionada con quién toma las decisiones en nuestra iglesia. Si eres miembro de CHBC, cuando asistes a las reuniones de miembros, a menudo puede dar la sensación de que los ancianos son quienes toman las decisiones y lideran a la iglesia. Si ese es el caso, ¿cuál es el rol de la congregación en la toma de decisiones?

Eso es en lo que queremos considerar el día de hoy: el gobierno de la iglesia. No estoy seguro de que muchos de nosotros despertamos a mitad de la noche preocupados por el gobierno de la iglesia. Con toda honestidad, el gobierno de la iglesia no es algo en lo que la mayoría de los cristianos piensan. Es como un pistón en el motor de un carro. Sabemos que es importante, pero no pensamos mucho en ello. Sin embargo, si no estuviera allí o estuviera roto, definitivamente lo notaríamos.

Esa es la razón por la que queremos dedicar toda una clase para hablar acerca del gobierno de la iglesia, ya que es una parte fundamental para que la iglesia se mantenga fiel a su misión dada por Dios durante muchas, muchas décadas. Y mientras más conocemos cómo funciona el gobierno de la iglesia, podemos ajustar mejor la manera en la que vivimos como miembros de una congregación para promover la unidad de la misma.

Para comenzar, definamos qué es el gobierno de la iglesia. El gobierno de la iglesia es el sistema a través del cual se toman las decisiones en la iglesia, donde reside la autoridad. Así que, por ejemplo, ¿de la pregunta acerca de qué debería contener nuestra declaración de fe? La forma en la que decidimos esa pregunta depende de nuestro sistema de gobierno. El gobierno de la iglesia puede ser una gran herramienta para la unidad, o un gran oponente de la unidad en la iglesia. Si piensas en quién detenta la autoridad para la toma decisiones en una familia, demuestra cuán crucial es este concepto: cuando los niños quieren comer helado en la cena y quedarse despiertos hasta la 1 de la madrugada, necesitan que se les recuerde que mamá y papá están a cargo, no ellos. Asimismo, necesitamos saber quién detenta la autoridad en la iglesia.

El gobierno de la iglesia es importante porque Dios escribió al respecto en su Palabra. Por lo que él recibe la gloria cuando seguimos sus instrucciones. Y cuando lo hacemos, la autoridad correcta debería proteger y hacer prosperar la unidad de la iglesia.

Dicho eso, permíteme presentar un breve bosquejo para nuestro tiempo esta mañana. Veremos los dos principales oficios de liderazgo en la iglesia dados en la Escritura, los ancianos y los diáconos. Luego estudiaremos el rol de la congregación como la máxima autoridad en la toma de decisiones. Al considerar estos temas, queremos enfocarnos especialmente en la unidad: cómo organizar la iglesia según la Escritura promueve la unidad, y cómo podemos cada uno vivir dentro de esa organización para incrementar el amor y el testimonio de nuestra iglesia.

Los oficios bíblicos en la iglesia
Primero veamos los cargos en la iglesia que se describen en la Biblia: los ancianos y los diáconos.

No pasaré mucho tiempo describiendo estos oficios porque muchos de nosotros estamos familiarizados con ellos y habríamos sido presentados a ellos en las clases de membresía. Sin embargo, para nuestros fines de hoy quiero enfocarnos en el beneficio que estas estructuras de autoridad proveen para la unidad en la iglesia.

A. Los ancianos

Comencemos con el oficio de anciano. El término anciano (o, en griego, presbuteros), se usa de manera intercambiable para supervisor u obispo (Episkopus) y pastor (Poimenas)[1]. (cf. Hechos 20-17-37).

Los ancianos son responsables de la supervisión espiritual de la iglesia. Por eso, en Hechos 20:28, Pablo les dice a los ancianos de Éfeso: «Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre».

Vemos en Hechos 6 que los ancianos deben dedicarse especialmente a la oración y al ministerio del mundo. También son responsables de gobernar el cuerpo de la iglesia. 1 Timoteo 5:17: «Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor»; (cf. 1 Pedro 5:2-5).

Ahora bien, con ese trasfondo en mente, permíteme sugerir cuatro formas de tener un obispado bíblico que promueva y proteja la unidad de la iglesia:

Primero, este modelo de liderazgo delega la autoridad en quienes están más capacitados para ejercerlo. Encomienda los principales deberes de la predicación y la enseñanza, junto con la autoridad para tomar decisiones importantes, a quienes reúnen ciertos requisitos establecidos en 1 Timoteo 3 y Tito 1:6-9 (1 Timoteo 5:17; Hebreos 13:17)[2]. Así como es probable que no le confíes tu cuidado médico a alguien sin un doctorado médico, la iglesia se asegura de que a quienes se les encomiende las responsabilidades más significativas reúnan cierto criterio bíblico que determine su carácter y capacidad de servicio. Esto fomenta la unidad porque reconocemos un estándar común que los ancianos deberían cumplir.

Segundo, el liderazgo de los ancianos coloca la responsabilidad especial por la salud espiritual de la membresía en manos de quienes tienen una responsabilidad especial ante Dios. Así en Hebreos 13:17, leemos que los ancianos: «velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta». Esto quiere decir que si tenemos ancianos piadosos, ellos nos guiarán como hombres que temen a Dios primero, no a nosotros. Dios los responsabiliza de obedecer. Efesios 4:12-13 dice que el trabajo de los pastores es preparar a la iglesia para obras de servicio para que todos podamos llegar a la unidad en la fe.

Una tercera forma en la que el liderazgo promueve la unidad es por medio del mandamiento de Dios para los miembros de «obedecer» a sus pastores y «someterse a su autoridad» (cf. Hebreos 13:17). Cuando nos sometemos juntos a la autoridad, eso fomenta la unidad. ¿Por qué? Piensa en esta postura de sumisión: la sumisión hace que seamos más humildes y menos orgullosos, más respetuosos y menos desafiantes. Al igual que en el hogar, o en nuestra propia relación con Dios, reconocer con humildad la autoridad correcta trae beneficios. Hebreos 13:17 dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; para que lo hagan con alegría y no quejándose, porque esto no es provechoso».

Ahora bien, a muchas personas, principalmente en mi generación, les incomoda la idea de la autoridad en cualquier parte, sin mencionar la iglesia. La autoridad puede ser abusada. Puede ser desviada pecaminosamente. Pero Dios inventó la autoridad. Es por nuestro bien como congregación. También es por el bien de los miembros individualmente, porque aprender a confiar en la autoridad es bueno para nosotros espiritualmente. En la iglesia, cuando la autoridad de los ancianos se usa con el consentimiento de la congregación por su bien, la congregación se beneficiará a medida que Dios edifica a su iglesia.

Como miembros, estamos llamados a someternos; pero, por otro lado, los ancianos están llamados a ejercer su autoridad correctamente. Así, en 1 Pedro 5, dirigiéndose a los ancianos, Pedro les dice: «Apacentad la grey de Dios, no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey» (versículos 2-3). Los ancianos deben caracterizarse por usar su autoridad de una manera que demuestre que entienden que la iglesia no les pertenece a ellos, sino a Cristo. Deben tener un corazón de siervo y exhibir esa misma humildad que exhibió Cristo.

Cuarto y por último, el modelo bíblico del liderazgo de los ancianos promueve la unidad al establecer una pluralidad de ancianos, en lugar de hacer que el liderazgo de la iglesia descanse pesadamente sobre los hombros de un solo hombre. En Hechos 14:23, leemos: «Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído».

(cf. Hechos 14:23; 16:4; 20:17; 21:18; Tito 1:5; Santiago 5:14; Filipenses 1:1.)

Y muchos otros versículos respaldan esta idea de un liderazgo plural. ¿De qué manera el tener varios ancianos fomenta la unidad?

Por una parte, es más probable que las decisiones tomadas por los ancianos de manera colectiva y no por un solo anciano sean más apoyadas por toda la congregación. Piensa en Proverbios 15:22: «Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman». Contar con una pluralidad de ancianos significa que los ancianos deben ser humildes al relacionarse entre sí, y su humildad debe ser un modelo para toda la iglesia. Por otra parte, una pluralidad de ancianos aumenta la confianza de los miembros en el proceso de toma de decisiones mientras que aligera la carga del pastor de tener que soportar todas las críticas por una decisión.

Además, la pluralidad de ancianos permite que el liderazgo conozca mejor a la congregación. Es más fácil que varios ancianos conozcan y cuiden de diferentes partes de la congregación que un solo pastor. Con una pluralidad de ancianos, es menos probable que los miembros de la iglesia se sientan olvidados, o que sientan que no tienen acceso al liderazgo.

Aplicación:

Entonces, ¿cómo este entendimiento del oficio de anciano cambia la manera en la que vivimos como miembros de la iglesia para que podamos desarrollar nuestra unidad como congregación?

Primero, y esto es obvio, deberíamos obedecer a nuestros ancianos y sujetarnos a su liderazgo. La autoridad de los ancianos en este asunto está vinculada a la fiel enseñanza de la Escritura, por tanto, Hebreos 13:7 dice: «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios».

Ahora, ¿esto significa que un anciano puede decirte que compres un carro azul en vez de uno rojo? No. Los ancianos tienen autoridad para guiar a la congregación al explicar la Palabra de Dios y aplicarla en circunstancias específicas. Ellos brindan sabiduría piadosa sobre principios y verdades bíblicas. Por lo que los miembros deberían obedecerlos. En unas semanas, dedicaremos gran parte de nuestra clase a la pregunta de qué hacer cuando no estamos de acuerdo con ellos. Pero, por lo general, debemos obedecerlos.

Segundo, esfuérzate por hacer que los ancianos trabajen con alegría y no quejándose. Sabemos de Hebreos 12:17 que esto no es bueno. Así que, busca formas de animar a los ancianos y de orar por ellos. Parte de eso implica la percepción que creamos de los ancianos ante los demás, especialmente ante creyentes más nuevos; la manera en la que hablan acerca de los ancianos con otras personas, y la forma en la que se acercan a los ancianos en las reuniones de miembros. Esto no quiere decir que nunca hagamos preguntas de los ancianos o les pidamos que expliquen a qué se refieren, significa que lo hacemos de un modo que supone lo mejor, y ayuda a que otros se alinean a la manera en la que los ancianos lideran.

Tercero, considera las capacidades de quienes son presentados como posibles ancianos. Aunque deberíamos darle gran peso a las recomendaciones que hacemos a los ancianos de un nuevo anciano prospecto, también deberíamos esforzarnos por conocerlos. Si no conoces a un posible anciano, busca la oportunidad entre el tiempo en que la persona es nominada y cuando la congregación vota por él (aproximadamente dos meses), habla con él, hazle preguntas. De hecho, la constitución de nuestra iglesia dice que solo podemos votar en contra de reconocer a un anciano prospecto si hemos hablado con ese anciano con tiempo de antemano acerca de nuestras inquietudes. La razón detrás de ello es simple: Si tienes alguna clase de preocupación por la capacidad de ese individuo de liderar a esta congregación que sea lo suficientemente significativa como para que retengas tu voto, podría ser una buena razón para que los ancianos remuevan la nominación de esa persona.

En todo esto, recuerda que nuestros ancianos sirven como pastores supervisados por el Gran Pastor. No serán perfectos como Jesús lo es. Cuando lideran como Jesús, debemos animarles. Deberíamos seguirles como ellos siguen a Cristo.

B. Los diáconos

La segunda clase de oficio claramente establecida en la Escritura es el oficio de diácono. En el Nuevo Testamento, la palabra diakonos puede traducirse como diácono o servidor, que se refiere al servicio en general. Los diáconos se encargan de los detalles prácticos de la vida de la iglesia tales como la administración, el mantenimiento y el cuidado de los miembros de la iglesia con necesidades físicas (cf. Hechos 6:1-6).

Los requisitos para los diáconos aparecen en 1 Timoteo 3:8-12, y son similares a los requisitos de los ancianos. Sin embargo, existen dos diferencias notorias. A diferencia de los ancianos, los diáconos pueden ser mujeres y hombres. En segundo lugar, en contraste con los ancianos, a los diáconos no se les exige ser aptos para enseñar (cf. 1 Timoteo 3).

Entonces, ¿de qué manera un entendimiento bíblico correcto de la relación entre diáconos y ancianos fomenta la unidad dentro de la iglesia? En Hechos 6, vemos algo de la raíz de la distinción en los roles y las responsabilidad de los diáconos y de los ancianos. En el capítulo 6, versículo 1, leemos que los judíos griegos se quejaban de los judíos hebreos porque sus viudas estaban siendo desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.

Y así, en base a la recomendación de los apóstoles, la iglesia eligió diáconos para hacer que la distribución de la comida entre las viudas fuera más equitativa (versículos 2-5). De allí, vemos tres formas en las que los diáconos contribuyen a la unidad de la iglesia.

Primero, los diáconos cuidan de todos los miembros de la iglesia. Su trabajo entre las viudas en Hechos 6 era importante porque el descuido físico de las viudas griegas estaba causando desunión espiritual. Un grupo de cristianos estaba comenzando a quejarse en contra de otro grupo, y de una forma específicamente peligrosa, entre líneas culturales. Esto parece ser lo que, en particular, llamó la atención de los apóstoles, los diáconos resolvieron la situación y preservaron la unidad.

Segundo, los diáconos en Hechos hicieron posible que los apóstoles dedicaran su tiempo al ministerio de la Palabra y a la oración. En los versículos 2-4 de Hechos 6, leemos:

«Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra».

Actualmente, los diáconos desempeñan el mismo rol en el apoyo del ministerio de los ancianos. Nuestros ancianos a menudo pueden pasar 1 o 2 horas en oración en sus reuniones precisamente porque los diáconos coordinan gran parte del ministerio de la iglesia. Esta es una imagen viva de la unidad: los diáconos procurando servir con humildad mientras que los ancianos enseñan y dirigen, cada uno abrazando el rol que Dios les ha dado.

Finalmente, una tercera manera en la que los diáconos cultivan la unidad es distribuyendo el trabajo en toda la congregación. Esto evita que una cantidad desproporcionada del trabajo caiga solo sobre unos pocos miembros; y permite que todos los miembros tengan la oportunidad de participar en el gozo de servir a los demás.

¿Cuáles son algunas de las implicaciones del trabajo de los diáconos para el resto de nosotros? Un par de comentarios:

Primero, este entendimiento de los diáconos debería orientar nuestra elección de los diáconos. Si los diáconos son quienes deben estimular la unidad, entonces quienes sirven en esta área deberían ser «unidores y no divisores». No deberían preocuparse por proteger su territorio, no deberían ser la clase de personas que siempre están alardeando de sus grandes ideas. No son como una segunda casa de legislatura, compitiendo con los ancianos. En cambio, vienen en nombre de toda la congregación a servir necesidades particulares, sí, pero con el propósito de contribuir a todo el cuerpo.

Segundo, como miembros, debemos apoyar a los diáconos ofreciendo nuestra ayuda en sus distintos ministerios. Al hacerlo, promovemos la unidad en la iglesia al animar a los diáconos, servir a la congregación y ayudar a distribuir el trabajo equitativamente. Hablaremos más detalladamente acerca de servir en la iglesia en la semana 11.

El congregacionalismo
Bien, hasta ahora hemos considerado los oficios de la iglesia establecidos en la Escritura. ¿Pero qué hay de la forma de gobierno de la iglesia? ¿Quiénes deben tener la última palabra en asuntos de la iglesia?

Cuando leemos la Biblia, vemos que es la congregación la que tiene la autoridad suprema en tres asuntos particularmente significativos en la vida de la iglesia: la disciplina, la membresía y la doctrina. Así, el peso de la Escritura respalda una forma de gobierno congregacional (y con ello, me refiero a que la congregación es la corte de apelación final).

Así que, primero, sabemos gracias a Mateo 18 (versículos 15-17), que la congregación tiene la última palabra en asuntos de disciplina. Si un miembro ha pecado contra otro, y se rehúsa a escuchar incluso luego de ser confrontado por otros miembros, Jesús dice en Mateo 18:17: «Dilo a la iglesia».

Asimismo, en 1 Corintios 5, vemos que solo la congregación tiene la autoridad para disciplinar a los miembros. Pablo dice en 1 Corintios 5:4: «En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús». También, en 2 Corintios 2 (versículos 6-8), Pablo insta a toda la iglesia a readmitir a alguien que había sido expulsado previamente de la iglesia en Corinto, y que aparentemente se había arrepentido, así que vemos en este ejemplo que la congregación también posee la máxima autoridad sobre asuntos de membresía.

Por último, este es el caso en relación con asuntos de doctrina. En Gálatas 1:8 Pablo dice a los cristianos en las iglesias, no solo a los pastores: «Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema». Y muchas otras veces en el Nuevo Testamento, se responsabiliza a la iglesia por malas enseñanzas, no a los líderes (cf. 2 Timoteo 4:3-4). Por tanto, la iglesia es finalmente responsable por asuntos doctrinales.

La pregunta para nosotros es: ¿Esta autoridad congregacional ayuda a nuestra unidad como congregación?

Creo que la respuesta es sí. Por un lado, esta autoridad nos da como miembros una gran cantidad de mayordomía en la iglesia local. Hay una responsabilidad, un sentido de que tenemos que responderle a Jesús por la manera en la que desempeñamos nuestro rol. Si la salud de la iglesia dependiera finalmente de los líderes, podríamos sentarnos y relajarnos. Pero si depende de nosotros, deberíamos estar interesados en la salud del cuerpo, lo que debería llevarnos a cuidarnos y amarnos los unos a los otros, y hacer todo lo que podamos para procurar la unidad.

Esta autoridad también fomenta la unidad al permitir que la congregación proteja la pureza del evangelio, que es lo que nos une como cristianos. La congregación sirve como una cerca para proteger a la iglesia contra falsas enseñanzas o disciplinar a un miembro que está en pecado impenitente. Piensa en el observador que está por encima de alguien que está levantando pesas con una carga extremadamente pesada. Si el levantador de pesas está en peligro, el observador ejerce su autoridad, interrumpe el ejercicio y se hace cargo. Al igual que ese observador, la congregación está llamada a salvaguardar el evangelio y asegurarse de que se conserve. Y este arreglo tiene sentido. La historia nos enseña que es más probable que se descarríen algunos líderes de la iglesia que toda una congregación de creyentes regenerados que conocen el evangelio y están llenos del Espíritu Santo[3].

Eso nos lleva a nuestro último tema de hoy: el equilibrio entre el liderazgo de los ancianos y el congregacionalismo. Hemos visto que la Escritura enseña la idea del liderazgo de los ancianos en la iglesia (de hecho, Hebreos 13 declara que los miembros deben obedecer a sus líderes y sujetarse a su autoridad (cf. 1 Timoteo. 5:17)) y, sin embargo, hemos visto que la Escritura delega a la congregación la última palabra en ciertos asuntos de importancia. Esta tensión hace surgir dos preguntas:

La primera es: ¿Qué hay de los otros asuntos que se dan en la vida de la iglesia además de la disciplina, la doctrina, la membresía y las disputas personales? Así que, por ejemplo, en situaciones como: ¿Deberíamos hacer renovaciones en parte del edificio o proveer recursos para un misionero en el extranjero? ¿Debería la congregación tener la última palabra en esta clase de asuntos? Bien, el Nuevo Testamento no aborda esta pregunta. Por lo que, cuánto debería involucrarse una congregación corporativamente en asuntos de presupuesto, misiones, entre otros, es algo que debe tratarse con discreción y prudencia. Nuestra constitución, por ejemplo, exige una votación congregacional para aprobar el presupuesto anual; para escoger a los ancianos, elegir a los diáconos y convocar al pastor principal y a los pastores asociados, entre otras cosas.

La segunda pregunta es: ¿Cómo podemos obedecer el mandamiento bíblico de obedecer y sujetarnos a nuestros líderes y, al mismo tiempo, ejercer nuestra responsabilidad como miembros de guardar la pureza del evangelio?

Bien, una manera útil de pensar en esto es considerar la importancia y la claridad del problema.

Por ejemplo, digamos que el tema acerca de si la Biblia es la Palabra de Dios inspirada, o si solo partes de la Biblia son inspiradas. El asunto es importante y claro, la Biblia en su totalidad es inspirada. Esta es la clase de asunto doctrinal que si los ancianos enseñan algo falso, la congregación no debería posponer. Aquí es donde la congregación tiene el deber de intervenir como el observador para preservar la integridad del mensaje del evangelio.

Por otra parte, ¿qué pasa si la congregación debería aprobar la recomendación de los ancianos de que un posible miembro sea admitido en la membresía? Esto también es algo serio, pero en la mayoría de los casos, no será tan claro para toda la congregación porque no todos los miembros pueden conocer el testimonio de esa persona íntimamente. Esta es la clase de área en la que es más importante para la congregación confiar en los ancianos. En muchos sentidos, es en esta clase de problemas donde los ancianos sirven más particularmente a la iglesia al hacer el trabajo específico de entrevistar y considerar a los posibles miembros. Debido a que la membresía requiere la aprobación congregacional, debemos informar esa decisión lo antes posible, y si tenemos una buena razón para dudar de la recomendación de los ancianos, deberíamos avisarles, pero generalmente, esta es un área en la que debemos confiar en los ancianos.

Entonces, ¿cómo podemos nosotros, como miembros, contribuir a la unidad participando en el proceso de toma de decisiones de la iglesia? Déjame sugerir dos modos de hacerlo:

Primero, deberíamos tomar seriamente la responsabilidad que tenemos de proteger a la iglesia de las falsas doctrinas y del error. Me encanta cómo se describe a los bereanos en Hechos 17:11: «Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así». Si crees que existe un error doctrinal que se esté enseñando desde el pulpito, entonces eres responsable de aprender más al respecto, e ir a hablar con un anciano en persona para averiguar lo que el pastor o los ancianos creen acerca de ese punto. Si alguna vez llegan a alejarse de nuestra declaración de fe, la congregación debe intervenir.

Segundo, deberíamos considerar seriamente los privilegios y las responsabilidades de nuestra membresía, incluyendo nuestro privilegio de votar. Por tanto, deberíamos asistir a las reuniones de los miembros de la iglesia, que se llevan a cabo cada dos meses, y deberíamos participar en las diferentes votaciones que vengan. Esta es otra manera en la que podemos promover la unidad en la congregación. Al votar junto con el resto de la congregación en asuntos importantes tales como la aprobación del presupuesto o la elección de nuevos ancianos, demostramos nuestra conformidad (suponiendo que estamos de acuerdo) con los ancianos y el resto de la iglesia en estos asuntos.

Conclusión
Al reflexionar sobre nuestra autoridad como iglesia, no olvidemos que solo poseemos esta autoridad porque Cristo delegó su autoridad en nosotros. Él venció a la muerte por nuestros pecados y fue levantado a la vida por nuestra justificación. Debemos seguir su ejemplo de humildad al gobernar esta iglesia, su iglesia, para la gloria de Dios.

[1]Aunque algunas iglesias desde el siglo II A.D., han utilizado la palabra «obispo» para referirse a un solo individuo con autoridad sobre muchas iglesias, esto fue una posterior evolución del término y no se encuentra en el Nuevo Testamento.

[2]La Biblia es clara en que únicamente los hombres pueden servir como líderes. En 1 Timoteo 2:11-14, leemos que la mujer no debería enseñar o tener autoridad sobre el hombre. También puedes ver 1 Corintios 14:34-36; 11:2-16. Cualquiera que sea la autoridad exacta de la que Pablo intentó hablar aquí como inapropiada, claramente involucra a las mujeres enseñando.

[3]Históricamente, así es como han funcionado las cosas por lo general. Si el liderazgo nacional de una iglesia con gobierno jerárquico adopta una falsa doctrina, ese error puede ser impuesto en las iglesias locales, creando desunión y disputa entre los miembros de la iglesia. Así que, si bien queda claro que ninguna forma particular de política eclesial previene a las iglesias de equivocarse, políticas más centralizadas parecen tener un peor historial que el congregacionalismo en mantener un testimonio fiel, vital y evangélico. Además, considera lo que sucede cuando una iglesia congregacional cae en un error doctrinal. Con el tiempo, es probable que simplemente muera, no tiene la capacidad de imponer ese error en otras iglesias.

Viviendo como una iglesia – Clase 4: La predicación y la oración

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 4: La predicación y la oración

1.Introducción
La vida de nuestra iglesia debe ser evidentemente sobrenatural. Es decir, cuando las personas dan un vistazo a nuestra iglesia, deberían ver la profundidad y la amplitud de nuestras relaciones, algo que va más allá de lo que pueden explicar solo a través de medios naturales.

Dios ha revelado sus medios normales para hacer lo sobrenatural. En particular, el día de hoy queremos considerar los medios sobrenaturales de Dios para edificar su iglesia por medio de la oración y la predicación.

La predicación es uno de los medios normales de la gracia sobrenatural. Piensa en Romanos 10:17: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». El amor sobrenatural es resultado de la fe sobrenatural, ¿cierto? La predicación es el medio ordinario mediante el cual Dios otorga el don sobrenatural de la fe a su pueblo.

A continuación, como ya mencioné, el otro medio de la gracia que queremos estudiar es la oración. Jesús nos dijo en Juan 14:13: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré». Por tanto, otra manera de ver a Dios obrar sobrenaturalmente en nuestras congregaciones es acercándonos a él en oración sabiendo que en Cristo, Dios escuchará nuestra alabanza, nuestra confesión, nuestro agradecimiento y nuestras súplicas.

Durante el resto de nuestro tiempo quiero que examinemos cada uno de estos medios individualmente. ¿Cómo podemos ser parte de una comunidad en la iglesia con una unidad sobrenatural? Principalmente, escuchando la Palabra de Dios y orando. Comenzaremos con la Palabra de Dios.

  1. La predicación

A. La predicación importa
El hecho de que la predicación es el medio de Dios para llevar a cabo lo sobrenatural no debería sorprendernos. Al fin y al cabo, Dios siempre ha creado a su pueblo con su palabra. En el principio Dios creó todas las cosas por el poder de su palabra. Dios creó al pueblo de Israel por la palabra de su ley en el monte Sinaí. Dios da vida por medio de su palabra, por ejemplo; la visión de Ezequiel de un valle de huesos secos. Allí leemos:

«Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso… Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo» (Ezequiel 37:7, 10).

Imagina a un hombre hablando a huesos secos para que cobraran vida.

La palabra de Dios, hablada a través del profeta Ezequiel, es lo que trae a su pueblo a la vida. Esto es exactamente lo que vemos en el Nuevo Testamento. Jesús, la palabra de Dios hecha carne, enseñó al pueblo de Dios. Es la predicación del evangelio por parte del apóstol Pedro en Hechos 2 lo que primero enciende a la iglesia, y es la enseñanza fiel de los apóstoles la que la sostiene.

La Palabra de Dios es fundamental para la identidad de su pueblo. El cristianismo se trata primariamente de una experiencia espiritual, o de una comunidad cordial o de actos de servicio, aunque ciertamente implica estas cosas. Se trata antes que nada de un mensaje que puede ser respaldado en base a hechos históricos: «que Cristo fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció a Cefas, y después a los doce» (1 Corintios 15:4-5). Esta es la buena noticia: el evangelio. Y predicar ese mensaje es la fuente de nuestra vida como iglesia y de la vida eterna para cada uno de nosotros.

B. Específicamente la predicación expositiva
Puedes predicar y ver que nada sobrenatural acontece. No toda predicación es fiel. Y no todas las personas son oyentes fieles. Solo piensa en toda esa gente que escuchó a Jesús en persona, y después se alejó sin ningún cambio en sus vidas. Por tanto, primero quiero hablar acerca de qué clase de predicación debería verse como normal, y luego qué sucede cuando esa predicación se cruza con la comunidad del pueblo de Dios.

¿Qué clase de predicación creará sobrenaturalmente al pueblo de Dios de la nada? En una palabra, la predicación que es expositiva. Aquella que nos «expone» un pasaje de la Escritura. Cuando decimos que un sermón es «expositivo», queremos decir que está diseñado para explicar un pasaje en particular de la Palabra, de manera que la enseñanza principal del sermón es la enseñanza principal del pasaje.

La alternativa es lo que las personas llaman la predicación «temática», en la cual el predicador determina la enseñanza principal que quiere comunicar, y puede usar o no la enseñanza principal del pasaje bíblico para apoyar ese punto. La predicación temática no es de ninguna manera mala, tenemos sermones temáticos en esta iglesia, ¡nuestro pastor Mark predicó un sermón temático esta mañana! Sin embargo, un programa de predicación que es predominantemente expositivo hará que una congregación crezca mejor y con resultados más duraderos. ¿Por qué? Porque cuando un predicador enseña expositivamente, avanzando a través de sucesivos pasajes de la Escritura semana tras semana, la congregación entiende mejor la Escritura en su contexto general.

Permíteme explicar esto dando tres ventajas específicas de la predicación expositiva:

– Cuando el pastor predica una serie de pasajes, fundamentando cada sermón en la enseñanza principal de un pasaje de la Escritura (en lugar de un tema), la palabra de Dios marca la pauta para el sermón. En lo práctico, la predicación expositiva obliga al predicador a abordar versículos que puedan incomodarle o que no encajan tan claramente con su teología.

– La predicación expositiva es una mejor forma de enseñar la Biblia. Cuando el pastor predica un pasaje de la Escritura en contexto, tomando la enseñanza del pasaje como la enseñanza del mensaje, él y la congregación a menudo escuchan cosas de parte de Dios que desconocían cuando el pastor empezó a estudiar el pasaje.

– Y tercero, la predicación expositiva le enseña a los miembros de la congregación cómo leer y estudiar la Biblia por sí mismos. Cuando el sermón semana tras semana enseña a la iglesia a ser expositores y aplicadores fieles de la Palabra de Dios, la Biblia se filtrará en cada aspecto de la vida en comunidad.

C. Predicación = La Palabra de Dios + el pueblo de Dios

Pero si solo nos detenemos allí, aun no habremos trazado todo lo que la predicación hace en la iglesia. Porque predicar no consiste solo en exponer la Palabra de Dios; consiste en exponer la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Así que, ¿qué ocurre cuando la Palabra de Dios se topa con el pueblo de Dios? He aquí tres cosas a considerar.

– La aplicación
Más obviamente, aplicamos la Palabra de Dios. Considera el peso de la responsabilidad que descansa sobre nuestros hombros, los que tenemos el privilegio escuchar predicaciones centradas en el evangelio cada semana. Oro para que en el Último Día nosotros en esta iglesia veamos el fruto de dicha predicación en nuestras vidas.

Hay algunas cosas que podemos hacer para aplicar mejor los sermones. Podemos leer el mensaje en nuestros tiempos devocionales. Podemos orar por el predicador y por nuestra aplicación. Podemos tomar notas.

Pero incluso por encima de esas cosas, deberíamos meditar sobre la aplicación del sermón como un esfuerzo colectivo en vez de uno individual.
Una buena pregunta a considerar es: ¿Trabajas de manera fiel y humilde para ayudar a aplicar la verdad que recibiste en las vidas de tus hermanos y hermanas en Cristo? ¿Conocen tu vida lo suficientemente bien, y conoces tú las suyas, que puedes ayudarles a aplicar un sermón de una forma que quizá ellos no hayan pensado? Aquí tienes algunas ideas de cómo podrías hacer esto: (1) habla después del servicio/en el almuerzo acerca del sermón; (2) desarrolla puntos de aplicación en un grupo pequeño; (3) en relaciones de discipulado; (4) en devocionales familiares. (5) En lugar de intentar recordar páginas de apuntes de cada sermón, escoge una o dos cosas cada semana que aplicarás en oración a tu vida, y habla con otras personas al respecto. Dios nos da un banquete todas las semanas. Pongámoslo en práctica.

– La contextualización
Pero eso no es lo único que ocurre cuando la predicación se lleva a cabo en el contexto de la comunidad. La Palabra se aplica a necesidades específicas de nuestra congregación; a nuestros defectos; a la forma en la que Dios se ha estado moviendo entre nosotros; con nuestra demografía particular en mente.

– La autoridad
La predicación en una iglesia debería explicar, interpretar y aplicar la Escritura. Así que en cierto sentido su autoridad descansa sobre la Escritura. Pero sabemos que como seres humanos pecaminosos, podemos fallar en explicar e interpretar la infalible Palabra de Dios. La predicación va más allá de eso. Verás, la predicación en la iglesia está respaldada por el testimonio unánime de toda una comunidad de cristianos, cada uno con sus propios pecados, pero cada uno habitado por el Espíritu vivificador de Dios. Cuando la iglesia funciona como debería, entonces las palabras predicadas un domingo por la mañana son confirmadas tácitamente por los Ancianos, y finalmente por la congregación en general. Si un predicador comenzara a predicar lo que la iglesia considera contrario a la Escritura, entonces los miembros tienen el deber de actuar.

Mark lo ha dicho muchas veces: «Si comienzo a predicar un evangelio diferente, despídanme».

La congregación es la autoridad final en dichos asuntos doctrinales, vemos eso claramente en Gálatas 1 cuando Pablo demanda a la iglesia en general el exigir una verdadera predicación, y lo vemos puesto de forma negativa en 2 Timoteo 4:3, cuando Pablo advierte a Timoteo que algunos pueden empezar a exigir enseñanzas falsas, y así podemos tener gran confianza en la verdad de lo que escuchamos predicado en una iglesia sana porque está respaldada por el testimonio de una comunidad de cristianos. Mientras más conoces a la comunidad de una iglesia, más puedes confiar en su predicación. Una buena predicación producirá una buena comunidad.

Podemos ser parte de la comunidad sobrenatural de la iglesia local por medio de la predicación, cuando escuchamos un buen sermón, lo aplicamos a nosotros y a otros, y apoyamos la predicación correcta. Pero también sucede a través de la oración, que es el siguiente punto para el resto de nuestro tiempo juntos.

  1. La oración
    Quiero usar el resto de nuestro tiempo para pensar acerca de la oración en lo que se refiere a la iglesia local.

Creo que todos entendemos que la oración es importante. Pero cuando reflexionamos sobre la oración, lo primero que nos llega a la mente, al menos en mi caso, es la oración privada. No obstante, la Biblia también llama muy claramente a los cristianos a orar juntos. Piensa en la oración del Padre Nuestro que Jesús nos da en Mateo 6:

«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal».

Cuando Jesús nos dio un modelo para la oración, lo hizo de una forma que la encomienda incluso más para nuestro tiempo juntos como cuerpo que para nuestro uso privado. Una de las principales maneras en las que podemos orar como congregación es cuando nos reunimos como iglesia. Así que empecemos examinando por qué la oración congregacional es tan importante.

A. ¿Por qué es importante la oración corporativa?

– Dios usa nuestra oración juntos para hacer avanzar su reino.
Oramos juntos porque, sencillamente, tenemos que hacerlo. Oramos por necesidad, porque necesitamos que Dios actúe. Así como lo vemos en el libro de Hechos. Allí, la iglesia primitiva tuvo una serie de obstáculos que vencer, incluyendo la persecución, pero continuó expandiéndose. En varias ocasiones vemos que cuando la iglesia enfrentaba persecución, se reunía para orar. Así, en Hechos 4, leemos que Pedro y Juan salieron de la cárcel y la iglesia se reunió para escuchar su informe. Creerías que con sus líderes en prisión, las personas orarían por su cuenta en lugar de arriesgarse a reunirse. Pero la oración corporativa era lo suficientemente importante que los creyentes se reunían para orar juntos, alabar a Dios por su soberanía y pedirle valentía ante las amenazas. Lucas nos dice: «Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios» (Hechos 4:31).

Y esto no se limita a las circunstancias particulares de la iglesia primitiva. A lo largo de la historia hemos visto la obra de Dios especialmente activa cuando su pueblo se reúne para orar.

– Dios se glorifica a través de la unidad de nuestra oración.
Como hemos escuchado en clases anteriores, la unidad entre el pueblo de Dios da gloria a Dios. Esa es la razón por la que en Efesios, capítulo 4, Pablo llama a toda la iglesia a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Orar juntos es una manera de cumplir este mandamiento al congregarnos visiblemente como el pueblo de Dios para orar.

La unidad que demostramos cuando buscamos a Dios juntos en oración es particularmente extraordinaria.

Dos cosas a observar en particular: (a) orar juntos es un medio de la gracia de Dios en el cual crecemos espiritualmente cuando escuchamos a otros comprometerse con la oración; y (b) la oración corporativa también puede servir como un testimonio poderoso para los no cristianos que ven el amor y el compromiso que los cristianos tienen entre sí en sus oraciones.

– La oración corporativa nos une.
La oración corporativa no solo se beneficia de nuestra unidad; en realidad nos ayuda a crear la unidad. Cuando oramos juntos, estamos, de cierto modo, dejando atrás nuestros deseos egoístas y nos enfocamos en Dios y en los demás. Así, por ejemplo, los domingos por la noche, oramos unos a otros de varias formas: agradecemos a Dios por su gracia en la vida de las personas; oramos por la salud física de otros; por su bienestar espiritual; oramos por sus ministerios, etc. Tanto orar por otros, como escuchar a otros orar por nosotros, naturalmente nos acerca más a medida que aprendemos más unos de otros y, al sentir el efecto de esas oraciones en la obra hecha por el Espíritu Santo. Escucharás a personas describir el servicio de oración como nuestro tiempo familiar. Y una razón fundamental por la que esta descripción es que tenemos ese tiempo de oración unida juntos.

Aquí tienes una idea de cómo podemos respaldar esa unidad: considera si hay peticiones de oración o testimonios acerca de la gracia de Dios que podrías compartir con la congregación que podría acercarnos y ayudarnos como cuerpo a maravillarnos ante el poder y la misericordia de nuestro Dos. Piensa en la oración corporativa como un servicio a esta congregación. Para algunos de nosotros, eso podría sentirse un poco extraño. Somos personas bastante privadas que pensamos que si otras personas oran por nosotros eso sería una carga. No obstante, la Biblia no ve las cosas de esta manera. Hay un pasaje grandioso en 2 Corintios 1 en el que Pablo comparte una situación particularmente difícil.

«Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aun nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos» (2 Corintios 1:8-11).

Ese último versículo da en el clavo: «para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos». ¿Era una carga para estos creyentes orar por Pablo? Absolutamente no. Era una bendición animarlo y compartir el gozo de su continua liberación en Dios. ¿Qué hubiese pasado si Pablo hubiese decidido que sus problemas eran una molestia para la iglesia? Deberíamos agradecer a Dios que no lo hizo.

Por tanto, piensa cómo puedes compartir tus necesidades con otros para que puedan acercarse como creyentes y ser alentados por la increíble obra de Dios. ¿Estás luchando con tu fe? ¿Estás luchando en el trabajo? ¿Estás luchando en tu matrimonio? ¿Estás luchando con la evangelización? Recuerdo que cuando un hermano en esta iglesia compartió un domingo por la noche que estaba batallando con su fe en Dios, su honestidad fue un buen ejemplo para nosotros, y cuando la iglesia lo cubrió en oración, fuimos capaces de alabar a Dios mientras nuestras oraciones eran contestadas. Deja que otros te acerquen a nuestro Señor en oración. Es un privilegio para ellos.

– La oración corporativa nos enseña cómo orar
Me pregunto si alguna vez has notado que nuestros servicios por la mañana siguen el mismo esquema que muchos cristianos usan en sus tiempos devocionales. Siguen el camino del evangelio: vemos la santidad de Dios, nuestro pecado, la obra de Cristo en la cruz y nuestra respuesta. Y nuestra oración corporativa sigue el modelo CASA: Confesión, Adoración, Súplica y Agradecimiento, aunque no siempre en ese orden. ¿Por qué? Porque oramos juntos en parte para enseñarnos cómo orar. Permíteme que explique a lo que me refiero.

Es una buena disciplina solo enfocarnos en alabarle. Por lo que nuestras oraciones de alabanza nos enseñan qué significa centrar nuestra mirada únicamente en la hermosura de Dios y deleitarnos en él. Asimismo, la confesión es incómoda, y rápidamente pasamos a pedirle a Dios que nos cambie. Pero cuando hacemos eso, perdemos la oportunidad de explorar nuestros corazones y reconocer lo que realmente hay allí. Tener un tiempo extendido solo para confesar el pecado hace que la seguridad del perdón que leemos en la Biblia, y el cántico que entonamos en respuesta, sea mucho más alegre. Y también podemos aprender de las oraciones de súplica y agradecimiento. En la oración de súplica, por ejemplo, Mark orará por mucho más que solo nuestras necesidades, que es donde sentimos la tentación de enfocarnos. Él ora por nuestro gobierno, por la iglesia perseguida, por las misiones, por la evangelización, por nuestra iglesia, y termina orando por los puntos de su sermón. Si lo sigues cuidadosamente mientras somos guiados en oración, espero que eso mejore tu propia vida de oración.

– Ora por tu iglesia
Antes de culminar nuestro tiempo juntos, permíteme darte algunas consideraciones de cómo puedes orar diariamente por tu iglesia. Espero que a medida que estas cosas se vuelvan parte de tu rutina diaria, veas grandes cosas suceder en tu iglesia.

– Ora por el predicador.
Piensa en Pablo al escribirle a los efesios: «[Oren] por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar» (Efesios 6:19-20). Si el gran apóstol Pablo necesitó que oraran por él para predicar, ciertamente nuestros predicadores también lo necesitan.

– Ora por el directorio de membresía.
Sé que has escuchado esto antes. Y sé que implica orar por muchas personas que no conoces. Pero la buena noticia es que al orar por ellos, los conocerás más rápido. Y así como Pablo oró por los cristianos en Roma que nunca llegó a conocer, orar diariamente por personas con las que no tienes una conexión en particular solo porque son miembros de tu iglesia, honra a Dios maravillosamente.

– Ora por tu iglesia como un todo.
La cultura de nuestra iglesia está conformada por los hábitos, expectativas y comportamientos que llegan a caracterizarla como iglesia. Es posible que hayas notado que Mark hace que oremos por muchas cosas diferentes los domingos por la noche, como orar para que podamos tener una unidad verdadera en nuestra diversidad. Para que podamos entablar relaciones trasparentes entre nosotros, para que podamos ver la hospitalidad como una parte importante de seguir a Cristo. Todo esto en base a una lista que elaboré hace algunos años en mi esfuerzo por capturar las diferencias de la cultura que Dios ha edificado en nuestra iglesia.

  1. Conclusión
    ¿De qué manera esperamos que lo sobrenatural obre en nuestra iglesia? Celebramos la predicación regular de la Palabra de Dios, y oramos. Esos son los medios que Dios usa naturalmente para hacer lo que es sobrenatural. Sus medios normales de gracia.

Cerremos en oración.

Viviendo como una iglesia – Clase 2: La membresía

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 2: La membresía

Introducción
Me gustaría iniciar con una pregunta: ¿En qué se diferencia el compromiso que contraemos con otras personas en la iglesia de los otros compromisos que hacemos en la vida?

La semana pasada empezamos considerando la gloria de la iglesia. Nuestra iglesia está compuesta de personas cuyo conocimiento, amor y paciencia es limitado. Tenemos diferentes personalidades, diferentes expectativas, diferentes trasfondos, diferentes maneras de comunicarnos y diferentes prioridades. Mezclas todo eso y parece que es probable que termines en problemas. Pero gracias al poder del evangelio, en realidad obtienes una proclamación colectiva de la gloria de Dios.

¿Cómo es eso posible? Es posible cuando nos amamos unos a otros con un compromiso que es evidentemente sobrenatural. ¿Cómo es ese compromiso? Responderemos esa pregunta en el transcurso en dos semanas. El día de hoy, estudiaremos la profundidad de ese compromiso. Y la siguiente semana veremos la amplitud del mismo, amar a aquellos con los que tenemos poco en común, excepto Jesús.

Así que consideremos la profundidad de este compromiso. Una aclaratoria: En resumidas cuentas, realmente esta es una clase que trata acerca de la membresía de la iglesia. Podrías estar pensando: «Ya soy miembro. Me convenciste. ¿Debería irme ahora?». ¡No! Es mi deseo que al explicar lo que es la membresía, y cómo se diferencia de otros compromisos, seamos renovados y podamos recordar la dulzura única del profundo compromiso que tenemos entre nosotros en esta iglesia. Y lo que aprendamos nos ayudará a ser mejores miembros de la iglesia. Para ello, quiero dedicar algo de tiempo para hacer una distinción entre el compromiso natural de este mundo, que denominaremos: «COMPROMISO BASADO EN LA COMODIDAD», y el compromiso de la membresía de la iglesia, al que llamaremos: «COMPROMISO BASADO EN EL LLAMADO».

El compromiso basado en la comodidad
El compromiso es algo que nuestro mundo entiende. Los fanáticos de Redskins están comprometidos con los Redskins. Las personas se comprometen con sus trabajos, con sus destinos favoritos para vacacionar, con sus países. Y las personas se comprometen con sus iglesias. Pero la razón exacta por la que las personas se comprometen con sus iglesias puede variar un poco.

Diría que es común para las iglesias hacer que las personas se comprometan con ellas de la misma manera que lo harían con cualquier otra cosa en el mundo, a través de un compromiso basado en la comodidad. Permíteme ilustrar esto con un ejemplo secular: cómo podrías comprometerte en comprar productos de la marca Apple. Al principio, una computadora Mac es solo otra computadora y un iPad es solo otra pantalla. Pero tal vez termines pidiendo prestado la computadora Mac de un amigo para revisar un correo y te das cuenta de que la pantalla no se cuelga tanto como lo hace en tu computadora. Difícilmente podrías considerarte un usuario de Mac comprometido en este punto, pero estás intrigado. Así que cuando tu computadora finalmente muere, haces algunas compras en línea y decides darle a Mac una oportunidad, incluso si cuesta un poco más. Después tus amigos comienzan a notar que estás usando una computadora Mac, y los que parecen más emocionados son personas bastante geniales. Luego de que te acostumbras a ella, encuentras que realmente te gusta la manera en la que funciona y lo intuitivo que es todo. También la forma en que encajas mejor cuando trabajas en una cafetería. De repente, te das cuenta de que has estado hablando mucho acerca de tu computadora porque tu tía te da un iPad como regalo de navidad, que se convierte en una parte inseparable de tu cerebro. Antes de que lo notes, estás yendo a convenciones de Mac, vistes a tus hijos con trajes de Apple, y te preguntas cómo habías podido vivir sin tener todos tus dispositivos sincronizados.

¿Y cómo pasó? Ciertamente no sucedió todo de una sola vez y, de hecho, ni siquiera buscabas convertirte en un fanático de la marca Apple. Pero mientras más te adentrabas, más atractivo parecía todo, hasta que ya estabas en lo profundo.

Para muchos cristianos, así es como luce la iglesia. Comienzan enfatizando que no tienen ninguna expectativa con la iglesia, y la anuncian como un gran lugar para prosperar moralmente, educar a sus hijos, encontrar una comunidad, sentirse seguros, cómodos y atendidos. Luego te unes a un grupo pequeño y conoces a algunas personas que te agradan. En algún punto en el camino te conviertes en un miembro, pero la membresía no es el objetivo en sí. La meta es que dentro de algunos años, realmente te hayas comprometido con tu iglesia principalmente porque te gusta y lo ves como algo fácil.

Eso es lo que llamamos un compromiso basado en la comodidad. Funciona para los consumidores; funciona para las iglesias.

El modelo expuesto, sea la marca Apple o una iglesia, es el compromiso visto como un proceso. Con el tiempo, ves que la iglesia local suple tus necesidades y comienzas a sentirte más cómodo allí. Y mientras más cómodo te sientes, te comprometes más a profundidad. Así, suavizamos el camino a nuestras iglesias y resaltamos los beneficios de estar más involucrados. Con suerte, podremos atraer a las personas como consumidores y con el tiempo verlas convertirse en proveedores. Este es el compromiso basado en la comodidad, y se trata un proceso. Se caracteriza por un amplio, general e impreciso trato de la Palabra de Dios… y como podrás imaginar, a menudo puede llegar a fomentar el testimonio cristiano lo cual es muy débil.

El compromiso basado en el llamado
No obstante, no denigremos el compromiso basado en la comodidad en general, es natural correr hacia lo que es cómodo. Sin embargo, deberíamos hacer una diferencia entre dicho compromiso y lo que aspiramos en nuestras iglesias. El compromiso basado en el llamado se diferencia porque tiene una profundidad y una riqueza que el compromiso basado en la comodidad no puede reproducir. Consideremos algunas de estas diferencias:

A. El Nuevo Testamento describe a todos los cristianos como profundamente comprometidos con su iglesia local de maneras que son significativas, a veces dolorosas y bastante deliberadas. Toma las palabras de 1 Juan como un ejemplo: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4:19-20).

Para Juan, el amor entre los creyentes es una señal de la fe salvadora. Compara eso con el compromiso basado en la comodidad, y verás que la Biblia nos llama a amar a los demás, la comodidad exige que nos amemos a nosotros y prioriza nuestras preferencias.

B. Una pregunta interesante de diagnostico que puedes hacerte es: ¿Por qué vas, y sigues yendo a la iglesia? ¿Qué te motiva a pasar gran parte de tu fin de semana en ese lugar? El compromiso basado en la comodidad podría señalar razones sociales, personales y profesionales. El compromiso basado en el llamado se enfoca en la obediencia a Dios y en un deleite en su iglesia como uno de sus principales motivadores.

El motivo de nuestra comunidad debería decir algo acerca de nuestra fe en Cristo. Nuestro compromiso como miembros de una iglesia deberá distinguirse del compromiso del mundo. Nuestras interacciones deberían parecerse más a las de Cristo y menos a las de nuestros compañeros de trabajo, amigos o vecinos.

El compromiso basado en el llamado se compromete primero, y luego hace preguntas sobre los beneficios recíprocos. El compromiso basado en el llamado busca la unidad de Cristo y crece con la diversidad como trasfondo.

C. Tercera distinción: La relación. Solía asistir a una iglesia en Sydney. Era una gran iglesia que dedicaba gran parte de su tiempo a pensar en formas de alcanzar a tanta gente como fuera posible. Querían atraer a las personas sin importar lo que hiciera falta. Realmente tenían buenas intenciones, el problema era que sin compromiso habían muy pocas relaciones profundas, ciertamente no existía una cultura de comunidad o un enfoque en un discipulado personal. Todo era superficial, ya sabes, es más cómodo de esa manera, y al final así es como florecerían la relaciones auténticas… desafortunadamente ese no era el caso.

Insólitamente, es con la formalidad de la membresía que se forman las relaciones profundas. Esto no significa que una relación verdadera no pueda darse sin la membresía de la iglesia, pero prácticamente… con cada miembro nuevo que se aprueba en nuestra membresía queda tan claro como el día a quiénes estamos llamados a amar, queda claro a quiénes debemos proteger, queda claro con quiénes debemos iniciar una relación en nuestra iglesia local. Ellos se han comprometido de manera obvia y pública con nuestra congregación, y nosotros nos hemos comprometido con ellos de la misma forma.

Una iglesia que se edifica en torno a la membresía es evidentemente diferente. Requiere de un compromiso significativo. Decides prometer amar a un grupo de cristianos de manera profunda y sacrificial incluso antes de realmente conocerlos bien. Así, tu compromiso no se basa en sentimientos de apego, de comodidad o de pertenencia, aunque esperamos que esas cosas se den eventualmente, sino que es un compromiso que haces simplemente porque es parte de seguir a Jesús. Puedes encontrar relaciones auténticas en una congregación que se toma en serio la membresía de la iglesia.

Por tanto, esta idea del compromiso basado en el llamado es un compromiso mutuo sencillamente porque forma parte de ser llamados a la familia de Dios. Comprometerse con otros creyentes por medio de la iglesia local es lo que caracteriza a un cristiano. Observa nuevamente el pasaje que leí en 1 Juan. Dice que toda persona amada por Dios, salvada por Dios, ama a otros cristianos en respuesta.

Eso quiere decir que tenemos que dejar de ver el compromiso con la iglesia local como un proceso y debemos comenzar a verlo como un acontecimiento. El acontecimiento es nuestra salvación y el compromiso es algo que se deriva inevitablemente. Eso no significa que todos nuestros compromisos con la iglesia local deben ser significativos, hay mucho espacio para el crecimiento. Quiere decir que hacemos un compromiso por adelantado, por lo que significa ser cristiano.

En ese sentido, encontrarás mucho del compromiso basado en la comodidad en iglesias cuyo compromiso se basa en el llamado. No hay nada de malo con el compromiso basado en la comodidad, el problema surge cuando se convierte en nuestro principal enfoque para hacer vida en la iglesia. Si esperamos facilitar nuestro caminar en la iglesia y ver que el compromiso basado en la comodidad surta efecto con el tiempo, tendremos una comunidad consumista, con relaciones superficiales, para nada diferente al mundo. En cambio, deberíamos reconocer que Dios nos llama a comprometernos de manera profunda y significativa con una iglesia local cuando nos llamó a la salvación. Si esa es nuestra actitud hacia la iglesia, encontraremos una comunidad que sea honesta acerca de lo que significa ser cristiano y que sirva como un rico catalizador para las relaciones cristianas.

El compromiso que es significativo
¿Cuáles son algunos de los componentes elementales de este compromiso del que hemos estado hablando? ¿Cómo es? Aquí tienes cuatro partes básicas a considerar:

A. El compromiso sacrificial. Romanos 12:13-16 nos dice que compartamos «las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad… Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros». Si mi esposa y yo no podemos tener hijos, debería alegrarme cuando otro miembro de la iglesia quede embarazado. Si acabo de conseguir un nuevo empleo, debería acompañar en su tristeza a la hermana que perdió el suyo. Debería dar mi dinero, mi tiempo y mi hogar para cuidar de otros en mi iglesia, simplemente porque ellos forman parte del pueblo de Dios. Amar de esta manera no es únicamente para un grupo de cristianos élite; esto es lo que significa ser cristiano.

B. El compromiso de reunirnos. Hebreos 10:25 nos dice que la vida cristiana consiste en no dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino en exhortarnos; y tanto más, cuando vemos que aquel día se acerca. Ser cristiano implica reunirnos con otros cristianos regularmente. El autor de Hebreos no visualiza otra categoría de cristianos.

C. El compromiso de esimularnos mutuamente. Utilizando ese mismo pasaje, el versículo 24 nos dice que debemos considerarnos unos a otros «para estimularnos al amor y a las buenas obras», algo que claramente se lleva a cabo por medio del versículo 25. Y esa clase de estimulo en el libro de Hebreos implica mucho más que una sacudida de manos momentanea al cruzar la puerta. Como vemos en el capítulo 3, el estimulo es el antídoto para la incredulidad. Estimular significa fortalecer la fe de otros. Un cristiano no solo está comprometido con su bienestar espiritual, también se compromete a ayudar a otros a luchar por la fe.

D. El compromiso de protegernos mutuamente. Mateo 18. Jesús dice que si un hermano peca contra mí, debo hablar con él al respecto. Si no se arrepiente, debo llevar conmigo a uno o dos hermanos. Y si todavía sigue sin arrepentirse, debo comunicarselo a la iglesia. «Y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano». En otras palabras, expulsalo de la iglesia. La última barrera para el autoengaño en este mundo es la iglesia local. Nadie más puede decirme tan fuertemente que la fe que profeso con mi boca se contradice con mi vida. Y es interesante que esta autoridad no se otorga al pastor, o a los ancianos, sino a la iglesia. Por supuesto, protegernos mutuamente del autoengaño de la inmoralidad o de la falsa doctrina es algo que hacemos bajo un liderazgo sabio y amoroso. Pero finalmente, el Nuevo Testamento delega la responsabidad de cuidarnos unos a otros a toda la iglesia.

Cristiano, Dios te ha llamado a hacer estas cosas: Amar a otros cristianos sacrificialmente. Reunirte con ellos con regularidad. Estimularlos a la fe. Y protegerlos del pecado y del autoengaño. Hacer estos compromisos no es algo que debamos dejarselo a los cristianos maduros; es lo que la Biblia supone que todo cristiano debe hacer. Así es la profundidad de este compromiso.

Si nos detenemos aquí, seguimos sin entender completamente la profundidad del compromiso que debemos encontrar en la iglesia local. Porque el compromiso bíblico en una iglesia no solo es importante, también se formaliza.

El compromiso que es formal
¿Es el compromiso cristiano en la iglesia local relativamente fluido y amorfo? ¿O nos llama la Escritura a formalizarlo? Para responder esa pregunta, observa cuidadosamente la manera en la que Pablo describe a la iglesia en 1 Corintios 5. Él explica que la iglesia no tiene la responsabilidad de juzgar a los pecadores impenitentes en el mundo, pero sí posee esa responsabilidad dentro de la iglesia. «Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará» (5:12-13a).

Lo que quiero que notes es la linea que separa lo que está «afuera» y lo que está «dentro» de la iglesia. De un lado de la línea están los que se llaman a sí mismos creyentes y someten esa profesión al juicio de la iglesia. Del otro lado, están los que no han hecho tal compromiso. Así que algunas personas hoy día hablan acerca de tener una comunidad definida en su núcleo en lugar de una comunidad definida por sus límites. En vez de obsesionarnos por quién está «dentro» y quién está «afuera», solo enséñale a las personas y anímalas, sin importar su estado espiritual, a buscar más de la buena comida espiritual. El problema es que, eso parece contradecir la forma en la cual el Nuevo Testamento describe a la iglesia.

También vemos esto cuando la Biblia habla acerca de los líderes de la iglesia. Debemos someternos a nuestros líderes (cf. Hebreos 13:17) porque ellos un día rendirán cuentas por nosotros. Pero si la afiliación con una iglesia no es de ninguna manera formal, ¿cómo saben estos líderes por quién habrán de rendir cuentas? ¿Y cómo podemos decidir nosotros a quiénes someternos?

Ya sea al lidiar con la disciplina o el liderazgo en la iglesia, queda claro en la Biblia que el compromiso con la iglesia tiene cierto nivel de formalidad. Los creyentes saben con quién se están comprometiendo; la iglesia y sus líderes saben de quiénes son responsables. Esto es lo que llamamos membresía de la iglesia, usando la ilustración de Pablo de la iglesia como un cuerpo y de nosotros como sus miembros. Ahora, ¿qué diferencia hace esta formalidad? Es importante por dos razones:

A. El compromiso formal sirve como una afirmación del compromiso informal. Encuentro que la analogía del matrimonio es útil aquí. Así es como Tim Keller describe la aplicación marital de esta verdad:

Cuando la Biblia habla acerca del amor, lo mide principalmente no en base a cuánto deseas recibir, sino en base a cuánto estás dispuesto a dar de ti a alguien. ¿Cuánto estás dispuesto a perder por el bien de esta persona? ¿A cuánto de tu libertad estás dispuesto a renunciar? ¿Cuánto de tu valioso tiempo, emociones y recursos estás dispuesto a invertir por esta persona? Y por eso, los votos matrimoniales no solo son útiles, también sirven como una prueba. En muchos casos, cuando una persona le dice a otra: «Te amo, pero no arruinemos esto casándonos», esa persona realmente está diciendo: «No te amo lo suficiente para cerrar todas mis opciones. No te amo lo suficiente para entregarme a ti por completo». Decir: «No necesito un pedazo de papel para amarte», es decir básicamente: «Mi amor por ti no ha alcanzado el nivel del matrimonio»[1].

Cierto. Existen todo tipo de discontinuidades entre el matrimonio y la membresía de la iglesia. Pero una de las formas en las que ambos son similares es en la interrelación del compromiso formal e informal. Si alguien dice que desea cumplir todos los mandamientos de la Biblia que implican el «unos a otros» en el contexto de su iglesia, pero se niega a comprometerse formalmente a hacerlo a través de la membresía, ¿qué clase de compromiso realmente pretende hacer? Usando las palabras de Keller, su amor por su iglesia no ha alcanzado el nivel de la membresía. El compromiso formal deja en claro quién verdaderamente toma la decisión de amar a su iglesia como lo describe la Escritura.

B. El compromiso formal hace visible el compromiso informal. La membresía en una iglesia local anuncia que esa persona ha hecho compromisos informales bastante importantes, lo cual ayuda a desarrollar relaciones mucho más rápidamente. Alguien podrá tener todo el deseo de amarte a la manera de Romanos 12, Hebreos 10 y 1 Corintios 5. Pero si no es miembro de tu iglesia, no tienes forma de saberlo. Cuando la membresía es significativa, hace que el compromiso informal sea visible para que las relaciones puedan crecer a un ritmo más acelerado.

Sugerencias prácticas
Pasemos el resto de nuestra clase examinando detenidamente maneras en las que esta visión bíblica del compromiso puede ser más práctica.

A. Únete a una iglesia. Algunos de nosotros, o algunos de nuestros amigos, todavía sopesan si la membresía realmente importa. En esas conversaciones, creo que es útil regresar a lo que significa ser cristiano. Seguir a Jesús es amar a otros que siguen a Jesús. Eso es lo que ocurre inevitablemente cuando somos perdonados de nuestros pecados. No se trata solo de una disposición general de amor, sino de un compromiso específico de amar a un grupo específico de cristianos, a una iglesia local.

B. Invierte en las relaciones. Luego están aquellos de nosotros que nos unimos, pero aparte de aparecer cada domingo para los servicios, unirse a la iglesia realmente no cambia nuestras vidas. Como ya hemos visto en esta clase, relacionarse con una iglesia local de manera bíblica significa confesar nuestros pecados para que otros puedan ayudarnos a luchar por la fe. Significa confesar nuestras batallas para que otros puedan ayudarnos de forma práctica. Signfica hacer preguntas complicadas y, en ocasiones, incómodas al cuidar de nuestros hermanos y hermanas. Y significa que la oración forma parte integral de cada relación.

¿Cómo podemos saber cuando esto no pasa? Te daré cuatro categorías:

El miembro casual que asiste con regularidad, pero que no hace mucho más que eso. Sus amigos más cercanos no están en la iglesia. (Comprometido).
El miembro fuerte parece involucrado, al menos en términos de servir a los demás. Pero por una presunción que le hace pensar que él o ella nunca está en necesidad, nunca deja que las personas le ayuden. (Vulnerable).
El miembro estático empieza con buenas relaciones en la iglesia, pero cuando los meses se convierten en años y los años en décadas, esas relaciones nunca se expanden. Y en una iglesia tan dinámica como la nuestra, esa comunidad congelada casi siempre deja de ser una comunidad (Activo).
El miembro consumidor tiene relaciones, pero queda claro desde una perspectiva mundana por qué cada relación sería importante para él o ella. No aspira, como dije anteriormente, a amar a otros de una manera que sea extraña al mundo, simplemente porque ha sido amado por Cristo. (Dado).
C. Comprométete a amar a todo el cuerpo. Creo que existe un verdadero peligro para nosotros en una era que está definida por el consumidor y, sin embargo, obsesionada con la comunidad. Podríamos estar en una comunidad real y satisfactoria en una subcultura de la iglesia, y nunca salir para comprometernos con la iglesia más ampliamente. Eso no quiere decir que necesitamos tener relaciones profundas con todos y cada uno de los miembros de la iglesia. Deberíamos encontrar que nuestras relaciones no están confinadas a un grupo pequeño en particular, o a un tipo de personalidad, o trasfondo étnico o profesión.

Si todos tomamos la iniciativa de incluir en nuestras amistades a personas que son muy diferentes a nosotros, veremos que en vez de una iglesia conformada por subculturas impenetrables, tendremos una iglesia donde las redes de relaciones se extienden y ensanchan para cubrir a toda la congregación.

Una diferencia verdaderamente práctica entre una comunidad basada en el llamado y una comunidad basada en la comodidad es que la comunidad que se basa en el llamado nos expande para formar relaciones que no son cómodas. Y eso es necesario para que esa red relacional sea tan inclusiva como debe ser.

Conclusión
Si observas cómo el Nuevo Testamento describe a la iglesia local, este es un pilar que sostiene a una comunidad bíblica: la profundidad del compromiso. Nuestra cultura nos dice que nos comprometamos solo hasta donde nos sintamos cómodos. Bueno, al igual que esa versión distorcionada del matrimonio, el compromiso basado en la comodidad en la iglesia no funciona muy bien. Es posible que atraiga a una multitud rápidamente, pero no produce mucha profundidad. Y sin profundidad, fracasa en ser el faro de luz sobrenaturalmente atractivo en un mundo de tinieblas. Incluso aunque ese modelo de compromiso de ser luz parece el mejor para alcanzar a este mundo para Cristo, a la larga, se suaviza en comparación a una comunidad verdaderamente sobrenatural. Por tanto, debemos aspirar a un compromiso basado en el llamado, donde nos comprometemos a amar a todas las personas desconocidas en una nueva glesia simplemente porque han sido llamadas por Dios para salvación, y llamadas por Dios para ser amadas. Y con eso como fundamento, las relaciones florecerán.

Ese es uno de los pilares: la profundidad del compromiso. El segundo es la amplitud del compromiso, el cual es nuestro tema para la próxima semana.

[1] Keller, Tim. The Meaning of Marriage (El significado del matrimonio), New York: Dutton. Print. Pág. 78.

¿Qué es el evangelio? | Ray Ortlund

Nota del editor: Esta publicación es la primera parte de la serie Las Buenas Nuevas,  publicada por la Tabletalk Magazine.

En cierto sentido, toda la Biblia es el evangelio. Al leerla desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos la vasta extensión del maravilloso mensaje de Dios para la humanidad.

Pero muchos leen toda la Biblia y su comprensión del evangelio difiere ampliamente, no están claros, o simplemente están equivocados. Algunos hablan del evangelio en términos del favor de Dios derramando prosperidad financiera. Otros describen una utopía política en el nombre de Cristo. Y otros hacen hincapié en seguir a Cristo, proclamar Su reino o buscar la santidad. Algunos de estos temas son bíblicos, pero ninguno de ellos es el evangelio.

Afortunadamente, encontramos pasajes bíblicos que nos dicen, explícita y claramente, qué es el evangelio. Por ejemplo, el apóstol Pablo explica lo que es “de primera importancia” dentro del mensaje bíblico:

Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano. Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Cor 15:1-4).
Pablo les recuerda a los creyentes de Corinto el mensaje del evangelio y su relevancia integral para ellos. Ellos lo recibieron; ellos están cimentados en él; ellos están siendo salvados por él. Estos beneficios, sagrados y poderosos, fluyen en su vida diaria mientras se aferran a la Palabra del evangelio que Pablo les dio. Los corintios no merecen tal bendición, pero el evangelio anuncia la gracia de Dios en Cristo para los que no la merecen. El único fracaso catastrófico de los corintios sería la incredulidad. Con tantas cosas buenas que decir sobre el evangelio, no es de extrañar que Pablo lo califique como “de primera importancia” en sus prioridades.

¿Qué es, entonces, el evangelio? Primeramente, el evangelio es la buena noticia de Dios: que “Cristo murió por nuestros pecados”. La Biblia dice que Dios creó a Adán sin pecado, apto para gobernar sobre una creación buena (Gen 1). Entonces, Adán se separó de Dios y arrastró a toda la humanidad con él a la culpa, la miseria y la ruina eterna (capítulo 3). Pero Dios, en Su gran amor por nosotros, unos rebeldes ahora totalmente indignos de Él, envió un mejor Adán, que vivió la vida perfecta que nunca hemos vivido y murió la muerte criminal que no queremos morir. “Cristo murió por nuestros pecados” en el sentido de que, en la cruz, Él expió los crímenes que hemos cometido contra Dios, nuestro Rey. Jesucristo, muriendo como nuestro sustituto, absorbió en Sí mismo toda la ira de Dios contra la verdadera culpa moral de Su pueblo. No dejó deuda sin pagar. Él mismo dijo: “Consumado es” (Jn 19:30). Y siempre diremos: “¡El Cordero que fue inmolado es digno!” (Ap 5:12).

Segundo, el evangelio dice: “Él fue sepultado”. Esto hace énfasis en que los sufrimientos y la muerte de Jesús fueron completamente reales, extremos y definitivos. La Biblia dice: “Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra” (Mt 27:66). Después de matarlo, Sus enemigos se aseguraron de que todos supieran que Jesús estaba más muerto que una piedra. No solo la muerte de nuestro Señor fue tan definitiva como la muerte puede ser, sino que también fue humillante: “Se dispuso con los impíos Su sepultura” (Is 53:9). En Su asombroso amor, Jesús se identificó por completo con pecadores enfermos como nosotros, sin omitir nada.

Tercero, el evangelio dice: “Él fue resucitado al tercer día”. Hace años, escuché a S. Lewis Johnson decirlo de esta manera: “La resurrección es el ‘¡Amén!’ de Dios al ‘¡Consumado es!’ de Cristo. Jesús fue “resucitado para nuestra justificación” (Rom 4:25). Su obra en la cruz logró expiar nuestros pecados, de manera obvia. Además, por Su resurrección, Cristo “fue declarado Hijo de Dios con poder”, es decir, nuestro Mesías triunfante que reinará para siempre (Rom. 1: 4). Solo el Cristo resucitado puede decirnos: “No temas, Yo soy el primero y el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Ap 1:17-18). Aquel que vive conquistó la muerte y ahora está preparando un lugar para nosotros: un cielo nuevo y una tierra nueva, donde todo Su pueblo vivirá gozosamente con Él para siempre.

Este es el evangelio de la inmensa gracia de Dios hacia pecadores como nosotros. Cualquier otra cosa que se pudiese decir, solamente nos diría más sobre la poderosa obra de Jesucristo. Permanezcamos firmes en la Palabra que se nos predicó. Si creemos en este evangelio, no creeremos en vano.

Publicado originalmente en la Tabletalk Magazine.
Ray Ortlund
El Dr. Ortlund es pastor principal de Immanuel Church en Nashville, Tenn., presidente de Renewal Ministries, y autor de varios libros, incluyendo When God Comes to Church.