Advertencia a Quienes Rechazan el Evangelio | Charles Spurgeon

El Púlpito del Tabernáculo Metropolitano
Advertencia a Quienes Rechazan el Evangelio
NO. 1593
Sermón predicado el domingo 17 de Abril de 1881
por Charles Haddon Spurgeon
En el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres.

“A ellos había dicho: ‘Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso.’ Pero ellos no quisieron escuchar.”—Isaías 28:12.

Isaías fue sin duda uno de los predicadores más elocuentes, y sin embargo no se pudo ganar ni los oídos ni los corazones de quienes le escuchaban, pues está escrito: “ellos no quisieron escuchar.” Más allá de toda duda Isaías era plenamente evangélico; pues como el Dr. Watts afirma con toda verdad, él habló más de Jesucristo que todos los demás profetas, y sin embargo su mensaje de amor era tratado como si fuese un cuento inútil. Su doctrina era tan clara como la luz del día, y sin embargo los hombres no la entendían. Por eso Isaías preguntaba con gran tristeza: “¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehovah?” No era culpa del predicador que Israel rechazara sus advertencias: toda la culpa se acumulaba del lado de esa nación desobediente y rebelde.
El pueblo al que Isaías predicó con denuedo era un pueblo de borrachos en un doble sentido. Se encontraban sometidos al vino, y este vicio se encontraba tan generalizado que Isaías dice: “Pero también éstos han errado a causa del vino, y han divagado a causa del licor. El sacerdote y el profeta han errado a causa del licor; han sido confundidos a causa del vino. Han divagado a causa del licor; han errado en su visión y han titubeado en sus decisiones. Todas las mesas están llenas de vómito repugnante, hasta no quedar lugar limpio.”
¿Qué cosa puede hacer más áspera la punta de la espada del Evangelio que la intoxicación o el exceso? Cuando un hombre es dado al vino ¿cómo puede morar en él el Espíritu de Dios? ¿Cómo puede ser posible que la verdad penetre en un oído que se ha vuelto sordo a causa del vicio degradante? ¿Cómo puede ser posible que la palabra de Dios obre en una conciencia que ha sido remojada y ahogada en el aguardiente? Una exhortación: si algunos de ustedes son dados a la borrachera, aléjense de este destructor antes que sus ataduras se vuelvan fuertes y el vicio los encadene sin esperanza. No debe sorprendernos que el predicador sea derrotado si su ardiente celo tiene que competir con las bebidas alcohólicas. Cuando Baco hace rodar el barril de vino y lo pone contra la puerta es muy difícil que podamos entrar, aunque lo pidamos en el nombre del Rey Jesús. Los hombres no están en condiciones de oír cuando el barril y las botellas son sus ídolos. No es del todo sorprendente que el Evangelio sea despreciado por quienes han permitido que el enemigo entre por sus bocas para robarles el cerebro.
El pueblo al que habló Isaías también estaba borracho en otro sentido, es decir, intoxicado por el orgullo. Su país era fructífero, y su ciudad principal, Samaria, estaba ubicada en la cima de una colina, como una bella diadema que coronaba la tierra, y ellos se gozaban en la gloriosa belleza que remataba al fértil valle. Ellos mismos eran valientes, y en medio de ellos habían muchos hombres destacados cuya fortaleza hacía batir en retirada al enemigo. Por esta razón ellos confiaban en repeler a cualquier invasor, y así sus corazones estaban muy tranquilos. Además, ellos decían: “Somos un pueblo inteligente; no necesitamos ninguna enseñanza, o si no podemos evitar que nos den clases, estas deben ser de alta calidad. Somos personas con un intelecto cultivado, escribas instruidos y no necesitamos y que profetas como Isaías vengan a aburrirnos con el sonido de sus campanitas, repitiendo: “mandato tras mandato, mandato tras mandato; línea tras línea,” como si fuéramos niños en la escuela.
Además, nosotros somos bastante buenos. ¿Acaso no adoramos a nuestro Dios bajo la forma de becerros de oro de Belial? ¿Acaso no respetamos los sacrificios y los días de fiesta? Así hablaban quienes eran los más religiosos del pueblo, mientras que todos los demás se gloriaban en su vergüenza. Como estaban intoxicados por el orgullo no era probable que quisieran oír el mensaje del profeta, que les pedía que se volvieran de sus malos caminos. Aun así, el que se considera justo según su propia estima es muy difícil que alguna vez acepte la justicia de Cristo. El que se jacta de que puede ver nunca pedirá que sus ojos sean abiertos. El que afirma que nació libre, y que nunca fue esclavo de nadie, es muy difícil que acepte la libertad de Cristo. El orgullo es la red con la que mejor pesca el diablo, agarrando muchos más peces que por cualquier otro medio, con la excepción de dejar las cosas para después. La destrucción de quienes son orgullosos es un hecho; pues ¿quién puede ayudar al hombre que rechaza cualquier ayuda, y cuál es la probabilidad que haya arrepentimiento de su pecado o fe en Cristo en el hombre que no sabe que ha pecado, o que cree que si ha pecado puede fácilmente limpiar la mancha?
Las dos formas de emborracharse son igualmente destructivas, y les ruego que presten atención a este hecho. Ya sea que la intoxicación sea del cuerpo o del alma, ambas tienen consecuencias muy perjudiciales. Muchos se sienten satisfechos si hablo contra la borrachera del cuerpo, y yo me siento obligado a hacerlo con mi mayor convicción, pues es un mal monstruoso. Pero les suplico a ustedes que viven en sobriedad y que tal vez se abstienen del alcohol de manera total, que teman a la otra intoxicación. Pues si cualquiera de nosotros se intoxicara de orgullo a causa de su propia sobriedad, sería trágico para nuestras almas. Aunque seamos abstemios y nos neguemos a nosotros mismos, no tenemos por qué gloriarnos por ello. Deberíamos avergonzarnos en gran manera de nosotros mismos si no lo fuéramos. No nos emborrachemos de orgullo puesto que no somos borrachos. Pues si somos tan vanos y necios, tan cierto es que moriremos a causa del orgullo como habríamos muerto a causa del alcohol.
En verdad me da mucho gusto cuando un hombre deja de tomar; pero soy mucho más feliz cuando al mismo tiempo renuncia a la confianza en sí mismo; pues, si no, puede aún permanecer tan obsesionado como para rehusar el Evangelio y perecer a causa de su propio rechazo voluntario de la misericordia. Que el Espíritu Santo nos libre a todos de esa triste condición. Confieso que la falta de éxito de Isaías me está motivando esta mañana. Cuando él dice: “Pero ellos no quisieron escuchar,” siento mucho consuelo en relación a quienes no prestan ninguna atención a mis exhortaciones. Tal vez no tengo más culpa que la que tenía Isaías.
De cualquier forma, si Isaías continuó exhortando, aun cuando exclamó: “¿Quién ha creído nuestro anuncio?” con mucha más razón yo, que soy muy inferior a Isaías, debo continuar y perseverar en la predicación del mensaje de mi Señor mientras mi lengua se mueva. Tal vez Dios les dé el arrepentimiento a los obstinados, y los oídos puedan ser abiertos y los corazones puedan ser ablandados. Por tanto, intentémoslo de nuevo, y publiquemos otra vez las buenas nuevas de paz. Si el Espíritu bendito está con nosotros no llevaremos el llamado del Evangelio en vano, sino que los hombres volarán a Cristo como palomas a sus ventanas.
Primero, deseo hablar esta mañana sobre la excelencia del Evangelio; en segundo lugar, sobre las objeciones que se le presentan; y en tercer lugar, la respuesta de Dios a esas objeciones.
I. Consideremos LA EXCELENCIA DEL EVANGELIO tal como es presentada en el pasaje que estamos considerando. Esta Escritura no alude de manera fundamental al Evangelio, sino al mensaje que Isaías tenía que presentar, que era por una parte el mandamiento de la ley y por la otra la promesa de gracia: pero la misma regla es válida para todas las palabras del Señor; y ciertamente cualquier excelencia que se encuentra en el mensaje del profeta se encuentra de manera más abundante en el testimonio más completo del Evangelio en Cristo Jesús.
Cuando queremos aplicar ese pasaje a nosotros, y al referirlo al ministerio del Evangelio en nuestros días, la excelencia del Evangelio está, primero, en su objeto; es excelente en su propósito, pues es una revelación del descanso. Nosotros, como embajadores de Cristo, somos enviados a proclamarles a ustedes aquello que les dará alivio, paz, quietud, reposo. Es cierto que debemos comenzar con ciertas verdades que causan turbación y pena; pero nuestro objetivo es cavar los cimientos en los que se pueden poner luego las piedras del descanso. El mensaje del Evangelio que surgió de la boca de su propio autor es este: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.” En Belén los ángeles cantaban: “¡y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!”
El propósito del Evangelio no es poner ansiosos a los hombres, sino más bien calmar sus ansiedades; no es llenarlos con una controversia sin fin, sino llevarlos a toda la verdad. El Evangelio da descanso a la conciencia por el completo perdón del pecado por medio de la sangre expiatoria de Cristo. Descanso al corazón, al proporcionar un objeto para los afectos digno de su amor. Y descanso al intelecto al enseñarle certezas que pueden ser aceptadas sin ningún cuestionamiento.
Nuestro mensaje no consiste en cosas adivinadas por nuestros sentidos, ni producidas por la conciencia del hombre interior a través del estudio, ni desarrolladas por medio de la argumentación por medio de la razón humana. Nuestro mensaje trata con certezas reveladas, que son verdaderas de manera absoluta e infalible, y sobre esas certezas nuestro entendimiento puede descansar tan plenamente como un edificio descansa sobre unos cimientos de roca.
La palabra del Señor viene para dar descanso a los creyentes en relación al presente, diciéndoles que Dios ordena todas las cosas para su bien; y en cuanto al futuro, ilumina todo tiempo venidero y también la eternidad con promesas. Remueve la piedra de la entrada del sepulcro, aniquila la destrucción, y revela resurrección, inmortalidad, y vida eterna por medio de Jesucristo, el Salvador. El hombre que oye el mensaje del Evangelio, y lo recibe en su alma, conocerá la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, que guardará su corazón y su mente por Jesucristo. El que cree este Evangelio, no será conmovido por el terror; no será ni avergonzado ni confundido por toda la eternidad. Es cierto que ya siendo un creyente, su mente puede ser turbada a veces; sin embargo, esto no es el resultado del Evangelio, sino de lo que hay todavía dentro de él y que el Evangelio promete eliminar.
Tendrá descanso en Cristo, tendrá “tranquilidad y seguridad para siempre.” Está escrito: “¡Y éste será la paz!” “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” Este mensaje, que Isaías tenía que dar, diciendo: “Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso,” son la buenas noticias que se nos dice que debemos predicar con palabras más sencillas aún, diciéndoles a ustedes que en Cristo Jesús, el sacrificio de expiación, en el grandioso plan de gracia a través del Mediador, hay descanso para el cansado, dulce descanso para las almas que tienen un peso encima, descanso para ti si vienes y te arrojas a los pies del bendito Salvador. Nuestro mensaje autorizado de parte del Señor Dios es una revelación de descanso. El Señor ha prometido a las mentes obedientes que habitarán en tranquilos lugares de descanso.
Más que eso, es la causa del descanso. “Este es el reposo; dad reposo al cansado.” El Evangelio de nuestra salvación no es solamente un mandamiento a descansar, sino que trae con él, el don del descanso. El Señor dice: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” Cuando el Evangelio es admitido en el corazón crea una profunda calma, silenciando todo el tumulto y la lucha de la conciencia, eliminando el temor de la ira divina, aplacando toda rebelión en contra de la voluntad suprema, y trayendo al espíritu una profunda y bendita paz por medio de la energía del Espíritu Santo. Oh, que podamos conocer y poseer esta paz de Dios. El Evangelio, entonces, es un mensaje que habla de paz, y que también establece la paz. El que lo envía es: “el Señor y dador de paz,” y su poder eficaz acompaña al mensaje donde este es predicado con fidelidad y aceptado con honestidad, estableciendo la paz en las secretas cámaras del alma.
Este descanso está especialmente preparado para los cansados. “Este es el reposo; dad reposo al cansado.” Si has tratado durante muchos años de encontrar la paz sin ningún éxito, he aquí la perla de gran precio que has estado buscando; si has estado trabajando duro y esforzándote para guardar la ley pero has fracasado, aquí hay algo más que la justicia que tu conciencia ha estado anhelando. En Jesús crucificado encontrarás todas las cosas, “a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención.”
Oh ustedes, que están cansados con su ronda de placeres mundanos, hartos, con náuseas provocadas por las vanidades y engaños de la mente carnal, vengan aquí y encuentren el verdadero gozo. Oh ustedes que están consumidos por la ambición, hundidos en el desengaño, amargados por la infidelidad de aquellos en quienes confiaron, vengan y confíen en Jesús y estén tranquilos. A todos los cansados, cansados, cansados, aquí hay descanso, aquí está el refrigerio. Jesús lo dice expresamente: “Venid a mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.”
Si sus espaldas ya no pueden soportar el peso, si sus corazones están a punto de reventar, si su vista está fallando a causa de un cansado mirar y esperar, vengan al Salvador tal como son, porque Él será el descanso de ustedes. Desalentados y abatidos, condenados, y arrojados a las puertas del infierno por su propia conciencia, sin embargo si miran a Jesús el descanso será de ustedes. No pueden alejarse demasiado del Poderoso Redentor. No pueden estar tan perdidos para que el Salvador no pueda encontrarlos. No pueden estar tan ennegrecidos para que Su sangre no pueda limpiarlos. No pueden estar tan muertos para que el Espíritu no pueda darles la vida. Este es el descanso que Él da a quienes están cansados. Oh, es un bendito, bendito mensaje que Dios ha enviado a los hijos de los hombres. ¿Cómo es posible que ellos lo rechacen?
Además de traernos el descanso, el mensaje de misericordia apunta a un lugar de descanso: “Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso.” Si quien está descansado se vuelve a cansar, el Buen Pastor le dará un lugar de descanso. Si se extravía, el Señor lo restaurará. Si se debilita, Él lo revivirá. Sí, Él ha comenzado su obra de gracia que renueva, y la va a continuar renovando el corazón día a día, mezclando la voluntad con Su voluntad, y haciendo que el hombre completo se goce en Él. Sé que aquí hay miembros del pueblo de Dios que están desalentados y sedientos. Ustedes tienen una invitación especial, al igual que aquellos que nunca han venido antes, pues si este es el reposo para los cansados es también el lugar de descanso para los desalentados. Si el pecador puede venir y encontrar paz en Cristo, con mucha más razón puedes tú, que aunque te has alejado de Él como una oveja perdida, no has olvidado Sus mandamientos. Vengan, ustedes que están desalentados, vengan a Jesús otra vez, pues este es el reposo y este es el lugar de descanso.
Ahora observen con un gozo especial que Isaías no vino a este pueblo para hablar de descanso en términos que no eran claros, diciendo: “No existe ninguna duda que hay un reposo que puede ser encontrado en alguna parte en esa bondad de Dios sobre el cual es razonable hacer conjeturas.” No; él pone su dedo exactamente sobre la verdad, y dice: “Este es el reposo, y este es el lugar de descanso.” Nosotros también en este día, cuando venimos a ustedes con un mensaje de parte de Dios, venimos con una enseñanza definida, y poniendo nuestra mano sobre el Cordero de Dios inmolado exclamamos: “Este es el reposo y este es el lugar de descanso.” Hablamos de sustitución, de la muerte de Cristo en lugar del pecador, del sacrificio vicario, de que Cristo fue contado como uno de los transgresores, y de que nuestro pecado fue puesto sobre nuestra Garantía y fue llevado por Él, y Él nos quitó el pecado, de tal manera que nunca será mencionado en contra nuestra, nunca más. Proclamamos en el nombre de Dios que cualquiera que crea en Cristo Jesús tiene vida eterna: este es el reposo, y este es el lugar de descanso.
Se decía de un cierto predicador de la escuela moderna que él enseñaba que nuestro Señor Jesucristo hizo esto o lo otro que de alguna manera u otra estaba conectado con el perdón del pecado: esta es la predicación de un gran número de nuestros teólogos intelectuales. Pero nosotros no conocemos a un Cristo así, ni es esta la doctrina por la cual hemos obtenido el reposo para nuestras almas. Dios ha revelado una verdad fija y positiva, y es nuestro deber declararla de manera clara y sin tener ninguna duda. Nuestra proclamación es: “Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”: este es el reposo y este es el lugar de descanso. Isaías tenía que predicar al pueblo algo definitivo, algo positivo y sin embargo ellos no quisieron escuchar. Tal vez si hubiera profetizado conjeturas y sueños lo hubieran escuchado.
Tampoco predicó un reposo de carácter egoísta. Dicen que enseñamos a los hombres a alcanzar paz y reposo para ellos mismos, y que estén de manera confortable sin importarles lo que ocurra a los demás. Sus gargantas arrojan puras mentiras: ellos saben muy bien que no es así y forjan estas falsedades porque su corazón es falso. ¿Acaso no estamos pidiéndoles constantemente a los hombres que alcen su mirada, que dejen de verse a sí mismos y amen a los otros como Cristo los ha amado? Las palabras y los hechos para el bien de otros demuestran que no nos gozamos en el egoísmo. Detestamos la idea que la seguridad personal es la consumación de los deseos de un hombre religioso, pues creemos que la vida de gracia es la muerte del egoísmo.
Esta es una de las glorias del Evangelio, que “Este es el reposo; dad reposo al cansado.” Tan pronto como hayas aprendido el secreto divino se convertirá en tus manos en una gracia bendita con la cual, tú también, te puedes convertir en dador de reposo por la gracia de Dios. Con esta lámpara puedes iluminar a todos los que están en tinieblas conforme Dios te ayude. Ese algo secreto que tu propio corazón posee te permitirá comunicar buen consuelo a muchos corazones cansados, y esperanza a muchas mentes desesperadas. “Este es el reposo; dad reposo al cansado. Este es el lugar de descanso.” Pero esto es cierto únicamente en cuanto al Evangelio, y solamente en relación a él. Si te alejas de Jesucristo, y de su expiación, y del grandioso plan de gracia de Dios, no puedes llevar el reposo a los demás, y además, no hay ningún reposo para ti. Esta es, pues, la excelencia del Evangelio, que propone un bendito reposo para los hombres.
La otra excelencia del Evangelio, acerca de la cual voy a hablar ahora, reside en su manera.
En primer lugar, considero que una gran excelencia del Evangelio es que viene con autoridad. Lean el versículo nueve. Aun los que aman las objeciones reconocieron su autoridad, pues se refirieron al mensaje del profeta como “conocimiento” y “doctrina.” El Evangelio no pretende ser un esquema especulativo o una teoría filosófica que se va a adecuar a nuestro siglo pero que explotará en el siguiente. No; decimos lo que conocemos, no lo que soñamos o imaginamos. Decimos lo que sabemos. Hermanos míos, si el Evangelio de Jesucristo no es un hecho, no me atrevería a pedirles que lo crean, pero si es un hecho, entonces no es mi “opinión,” ni “mi punto de vista” según dicen algunas personas. Es un grandioso hecho del tiempo y de la eternidad que es y debe ser verdadero para siempre.
Cristo fue el sustituto de los hombres, y se ha convertido en la salvación de Dios para los hijos de los hombres; este es el testimonio de Dios. No estamos adivinando, estamos expresando conocimiento. La palabra que en este lugar es traducida como “doctrina” significa, en el hebreo “mensaje” y es la misma palabra usada en el pasaje, “¿Quién ha creído nuestro anuncio?” cuya mejor traducción sería “¿Quién ha creído nuestro mensaje?” El Evangelio viene a los hombres como un mensaje de Dios, y quien lo predica correctamente no lo predica como un pensador que expresa sus propios pensamientos; él expresa lo que ha aprendido, y actúa como la lengua de Dios, repitiendo lo que encuentra en la palabra de Dios por el poder del Espíritu de Dios.
El Evangelio que yo he ideado es tal vez inferior al que has ideado tú, y tu reflexión y la mía, y todo el producto resultante generado y acumulado por los pensadores, sería adecuado solamente para hacer una hoguera en el jardín, juntamente con el resto de la basura. Pero si recibimos y aceptamos un mensaje directo de Dios, entonces esta es su principal excelencia. Yo le pido a Dios que ustedes se deleiten en el Evangelio porque nos viene de Dios, y nos dice una verdad sin mezcla con absoluta certeza. Si creemos en él entonces seremos salvos, y el que no cree en él merece la condenación pronunciada en su contra. No hay ni esperanza ni ayuda en ello; esta es una alternativa inevitable: cree en el Evangelio y vivirás, si lo rechazas serás destruido.
Otra excelencia del Evangelio en cuanto a su manera es que fue entregado con gran sencillez. Isaías lo presentó así: “Mandato tras mandato, línea tras línea; un poquito allí, un poquito allí.” Es gloria del Evangelio que sea tan sencillo. Si fuera tan misterioso que nadie pudiera entenderlo salvo los doctores en teología (no sé cuántos haya aquí presentes hoy, supongo que no más de una docena, más o menos) qué triste caso sería para los que no lo somos. Si fuera tan profundo que debemos obtener un título en la universidad antes de poder entenderlo, cuán miserable evangelio sería ese, como para burlarse del mundo. Pero es divinamente sublime en su sencillez, y por esta razón la gente común lo escucha con alegría. Tal como el versículo parece sugerirlo, el Evangelio es adecuado para quienes han dejado de ser amamantados, y aquellos que son casi bebés pueden beber de esta leche que no es adulterada de la Palabra. Muchos niñitos han entendido lo suficiente la salvación de Jesucristo para gozarse en ella, y hay en el cielo niños de dos o tres años de edad, que antes de entrar allí, dieron buen testimonio de Cristo a sus seres queridos que se maravillaron de sus palabras. De la boca de los pequeños y de los que todavía maman has establecido la fortaleza.
El Cristianismo ha sido llamado la religión de los niños, y su fundador dijo que nadie puede recibirlo excepto como un niño. Bendigo a Dios por un Evangelio sencillo, pues es adecuado para mí, y para otros muchos miles de personas cuyas mentes no pueden presumir ni de grandeza ni de genio. También es adecuado para los hombres de intelecto, y solamente los hipócritas son los que disputan con el Evangelio. El hombre que carece de amplitud de mente o de profundidad de pensamiento, es el hombre que objeta la sabiduría de Dios. Una criatura astuta, apenas un poco superior a un idiota, cepillará su cabello hacia atrás, se pondrá sus lentes, arqueará sus cejas, y corregirá la Palabra infalible. Pero un hombre que realmente posee una mente capaz es usualmente como un niño y como Sir Isaac Newton, se goza sentándose a los pies de Jesús. Las mentes grandes aman el Evangelio sencillo de Dios, pues encuentran en él, el reposo de toda la ansiedad y del cansancio producidos por las preguntas y las dudas.
Es algo excelente que el Evangelio sea enseñado gradualmente. No es forzado de una sola vez en las mentes de los hombres, sino que viene así: “Mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.” Dios no hace brillar su eterna luz del día en una llamarada de gloria sobre ojos débiles, sino que hay al principio un tenue amanecer y una tierna luz entra con suavidad en esos débiles ojos, y así vemos gradualmente.
El Evangelio es repetido: si no lo vemos de una vez viene de nuevo a nosotros, pues es: “Mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.” Día a día, de domingo a domingo, libro tras libro, un texto después de otro, una impresión espiritual tras otra impresión espiritual, la ternura divina nos hace sabios para salvación. Es grandiosa la excelencia del método del Evangelio.
Nos es traído y somos hechos capaces de comprender de manera que se adapta a nuestra capacidad. El Evangelio nos es explicado, por decirlo así, con labios balbucientes (vean el versículo 11) tal como las madres enseñan a sus hijitos en un lenguaje que les es propio. A mí no me gustaría hablar desde el púlpito como las madres hablan a sus bebés; sin embargo, ellas usan el mejor lenguaje para el bebé, las palabras precisas que un pequeñito puede entender. Vemos, en gran parte de la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento, cómo Dios condesciende a hacer a un lado su propia forma de hablar y adopta el lenguaje de los hombres. No sé con qué lenguaje el Padre conversa con Su Hijo, pero a nosotros nos habla de manera que podamos entender. “Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos.” Pero Él se inclina hacia nosotros y nos explica su mente con tipos y ordenanzas, que son una especie de lenguaje infantil adaptado a nuestra capacidad. En el Evangelio de Juan encontramos un lenguaje infantil y ¡cuánta profundidad, cuánto amor! Querido lector o persona que me escuchas, si tú no entiendes la palabra de Dios no es porque Él no presente Su palabra de manera sencilla, sino a causa de la ceguera tu corazón y la condición obsesiva de tu espíritu. Ten cuidado de no emborracharte con el vino del orgullo, sino que trata de aprender, pues el propio Dios no ha oscurecido Su consejo con misteriosas palabras, sino que ha puesto Su mente ante ti tan claramente como el sol en los cielos. “Mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.”
II. Lamentablemente mi tiempo se ha terminado y necesito mucho más espacio para poder hacer justicia a mi tema. En segundo lugar, tengo que referirme ahora a LAS OBJECIONES QUE SE LE PRESENTAN AL EVANGELIO.
Antes que nada déjenme decirles que no tienen absolutamente ningún sentido. Que los hombres pongan objeciones al Evangelio es una pieza de locura sin sentido, porque objetan aquello que les promete reposo. Sobre todas las cosas del mundo esto es lo que nuestros atribulados espíritus necesitan: el reposo es lo que más desea nuestro corazón: y el Evangelio viene y dice: “Yo os haré descansar.” ¿Y los hombres rechazan esa bendición? ¡Definitivamente esto es lamentable! ¡Cómo! ¿Estando enfermo tú insultaste al único médico que te podía curar? ¿Cómo pudiste ser tan insensato? Estabas endeudado y ¿efectivamente rechazaste la ayuda de un amigo generoso que te hubiera dado todo lo que necesitabas? “No,” respondes, “no somos tan insensatos.” Pero oh, la intensa insensatez, la desesperada locura de los hombres, que cuando el Evangelio coloca el reposo ante ellos no quieren escuchar, sino que dan la media vuelta y se van.
No hay ningún sistema de doctrina bajo el cielo que pueda dar descanso a la conciencia de los hombres, un descanso que vale la pena tener, excepto el Evangelio. Y hay miles de nosotros que damos testimonio que vivimos diariamente gozando la paz que viene al creer en Jesús, y sin embargo nuestro honesto reporte no es creído, más aún, no quieren oír la verdad. Ahora bien, si Dios viniera y exigiera algo de ti, podría entender tu rechazo. Me he enterado de una pobre mujer que cerraba con llave su puerta, y cuando escuchó que alguien tocaba no respondió, comportándose como si no estuviera en casa. Su ministro la vio un par de días después que la había visitado, y le dijo: “Pasé a visitarte el otro día; quería ayudarte, pues sé que eres muy pobre; pero nadie respondió cuando toqué.” “Oh,” dijo ella, “lo siento mucho, yo pensé que era mi casero que venía por la renta.” Ella no abrió a su benefactor pensando que era su acreedor. El Señor no está pidiendo en el Evangelio lo que se le debe, ni te está pidiendo nada a ti, sino que se acerca a ti con el perfecto reposo en su mano, exactamente lo que necesitas, y sin embargo tú cierras la puerta de tu corazón cuando Él llega. Oh no hagas eso. Sé sabio, y no le hagas más al insensato. Que Dios te ayude a ser sabio por tu propio bien eterno. Has pasar adelante a tu Dios con todos sus dones celestiales.
A continuación, las objeciones en contra del Evangelio son premeditadas, tal como se dice aquí: “Este es el lugar de descanso. Pero ellos no quisieron escuchar.” Cuando los hombres dicen que no pueden creer en el Evangelio, pregúntenles si quieren oírlo con paciencia en toda su sencillez. No, responden ellos, no quieren oírlo. El Evangelio es tan difícil de creer, afirman ellos. ¿Quieren venir a escuchar su predicación completa? ¿Quieren leer los evangelios cuidadosamente? Oh, no, no se pueden tomar esa molestia. Si así lo desean, que así sea. Pero un hombre que no quiere ser convencido, no debe culpar a nadie si permanece en el error. Aquel que no quiere oír lo que el Evangelio tiene que decir no debe sorprenderse que las objeciones se aglomeren en su mente. El Evangelio pide a los hombres que le presten atención; el Señor dice: “Inclinad vuestros oídos y venid a mí; escuchad, y vivirá vuestra alma,” pues “la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo;” cuán triste es que no quieran oír el mensaje de amor de Dios. Es una objeción premeditada al Evangelio, entonces, cuando los hombre rehúsan incluso oír lo que el Evangelio tiene que decir, o si lo oyen con el oído externo, no le prestan toda la atención que requieren sus verdades.
Tales objeciones son perversas, porque son rebelión contra Dios, y un insulto a su verdad y su misericordia. Si este Evangelio es de Dios, estoy obligado a recibirlo: no tengo ningún derecho a buscarle objeciones ni hacer preguntas filosóficas ni de otro tipo. Me corresponde decir: “¿Dios dice esto y eso? Entonces es verdad y yo me someto.” ¿El Señor pone así ante mí un camino de salvación? Correré con gozo en él.
Pero este pueblo presentaba objeciones que eran el resultado de su orgullo. Ellos objetaban la sencillez de la predicación de Isaías. Decían: “¿Quién es él? No lo deberían escuchar: nos habla como si fuésemos niños. Más bien vayan a escuchar a aquel Rabí que es un estudioso y por consiguiente es refinado y culto. En cuanto a este hombre, no está capacitado para enseñar a nadie excepto a los que acaban de ser destetados y ya no se les da el pecho; pues con él nada más oímos: “mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí.” El profeta es tan rastrero que sus sermones pueden ser adecuados sólo para las sirvientas y para las ancianas, y gente así, pero definitivamente no son para los intelectuales. Además, repite lo mismo siempre. Puedes ir cuando quieras y estará tocando siempre la misma cuerda de su instrumento musical.” Dicen esto casi con salvajismo, pues como el viejo Trapp dice: “Mientras más embotado esté el cerebro más afilados estarán los dientes para destrozar al predicador.”
¿Acaso no han escuchado que muchas personas afirman en estos días en relación al predicador del Evangelio verdadero, que siempre está predicando acerca de la gracia soberana o acerca de la sangre de Cristo, o exclamando a todo pulmón: “Cree, cree y serás salvo”? Ellos se burlan diciendo: “Es la misma cantinela de siempre.” Yo no soy un experto en el hebreo, pero los estudiosos expertos en esa lengua nos dicen que el pasaje traducido “mandato tras mandato, línea tras línea,” era para ridiculizar al profeta, y sonaba como una burla rimada con la que se burlaban de Isaías. Ustedes se reirían si yo les leyera el pasaje en el hebreo original de acuerdo al sonido con que, muy probablemente, era pronunciado. Ellos decían: “Isaías predica así: ‘Tzav latzav, tzav latzav; kav lacar, kav lacar: zeeir sham, zeeir sham.’ ” Las palabras tenían toda la intención de caricaturizar al predicador, aunque no sugieren esa idea cuando son traducidas como: “mandato tras mandato, línea tras línea, línea tras línea.” Pero en el hebreo si tienen ese significado claro.
Hay personas en estos tiempos que, cuando se predica el Evangelio de manera sencilla y clara, exclaman: “Queremos un pensamiento progresivo, queremos …” la verdad es que no saben lo que quieren. Se parecen a aquella congregación cuyos miembros, cuando escuchaban la predicación de un cierto Obispo de Londres, no le prestaban la menor atención. Entonces el buen hombre tomó su Biblia escrita en hebreo y les leyó cinco o seis versículos en hebreo, y de inmediato todos estaban atentos. Entonces, él les llamó la atención diciéndoles: “Verdaderamente, percibo que cuando les predico doctrina sana a ustedes no les importa, pero cuando leo algo en un idioma que ustedes no entienden, de inmediato abren sus oídos.” La pretensión de poseer un refinamiento especial se sustenta escuchando una conversación que es incomprensible.
Demasiadas personas quisieran tener un mapa para ir al cielo que fuera diseñado de manera tan misteriosa que les sirviera de excusa para no guiarse por él. Multitudes se deleitan con las oraciones en latín, mientras que otros prefieren no orar en ninguna lengua sino solamente emitir ruidos nasales. Hay miles y miles de personas que prefieren música y espectáculo, procesiones y pompas ya que prefieren un gozo sensual por sobre la instrucción espiritual. Conocemos a ciertas personas que prefieren un Evangelio empañado; les encanta que la sabiduría humana encierre a la sabiduría de Dios. Este era el tipo de objeción que prevalecía en los días de Isaías y todavía está de moda. ¿Acaso no escuché a alguien que decía: “¿Por qué tú mismo no predicas nada que no sea la fe, la expiación, la gracia inmerecida, y cosas parecidas? Necesitamos novedades y las buscaremos en otra parte.” Pueden hacerlo si así lo prefieren; yo no voy a cambiar mi nota en tanto Dios me preserve.
III. El tercer punto será una advertencia a quienes no tienen ningún gusto por la verdad de Dios: consideremos LA RESPUESTA DIVINA PARA ESTAS PERSONAS QUE OBJETAN. El Señor los amenaza, primero, con la pérdida de aquello que despreciaron. Él les ha enviado un mensaje de descanso y ellos no quieren recibirlo, y por lo tanto, en el versículo veinte, les advierte que a partir de ese momento, no tendrán reposo: “La cama es demasiado corta para estirarse sobre ella, y la manta es demasiado estrecha para envolverse en ella.” Todos aquellos que obstinadamente rechazan el Evangelio, y siguen filosofías y especulaciones, serán premiados con el descontento interno. Pregúntales: “¿Han encontrado el reposo!” “Oh, no,” dicen ellos, “estamos más lejos de él que nunca.” “Pero ustedes esperaban que prestando atención a esta doctrina filosófica ustedes serían felices.” Ellos responden: “Oh, no, todavía estamos buscando.” Pregunten a los predicadores de ese tipo de doctrinas si ellos mismos han encontrado un ancla, y como regla responderán: “No, no, estamos buscando la verdad; estamos cazándola, pero todavía no la hemos alcanzado.” Con toda probabilidad nunca van a alcanzarla, pues van por el camino equivocado.
El Evangelio está destinado a dar reposo a la conciencia, al alma, al corazón, a la voluntad, a la memoria, a la esperanza, al temor, sí, al hombre entero, pero cuando los hombres se ríen de una fe única, ¿cómo pueden alcanzar el reposo? Querido amigo, si no has encontrado el descanso no has captado el Evangelio entero; y debes ir otra vez al principio fundamental de la fe en Jesús, pues este es el reposo y este es el lugar de descanso. Esta es la condenación del incrédulo, que nunca va a encontrar un lugar permanente, sino que como el judío errante vagará por siempre. Si abandonas la cruz habrás abandonado el eje de todas las cosas y habrás descuidado la piedra de toque y el fundamento firme, y por lo tanto serás como cualquier objeto que rueda con el viento. “¡No hay paz para los malos!”, dice mi Dios. “Los impíos son como el mar agitado que no puede estar quieto y cuyas aguas arrojan cieno y lodo.” Más aún, el Señor los amenaza y les dice que serán castigados con endurecimiento gradual del corazón. Lean el versículo trece. Ellos decían que el mensaje de Isaías era “mandato tras mandato, línea tras línea, un poquito allí, un poquito allí,” y la justicia les responde: “Por lo cual, la palabra de Jehovah para ellos será: ‘Mandato tras mandato, mandato tras mandato; línea tras línea, línea tras línea; un poquito allí, un poquito allí; para que vayan y caigan de espaldas y sean quebrantados, atrapados y apresados.” Vean el versículo trece. Una caída de espaldas es la peor de todas. Si un hombre cae de bruces puede de alguna manera protegerse y levantarse de nuevo, pero si cae de espaldas, cae con todo su peso, y se encuentra desprotegido. Los que tropiezan por causa de Cristo, la piedra que es un seguro fundamento, serán quebrantados.
Cuando aquellos que se oponen esperan recuperar su posición, se encuentran atrapados por sus hábitos, enredados en la red del gran cazador, y tomados por el destructor. Esta vertiginosa carrera hacia abajo es experimentada a menudo por quienes comienzan objetando el Evangelio sencillo: objetan más y más y luego se convierten en abiertos enemigos, para su ruina eterna. Si los hombres no quieren aceptar el Evangelio del reposo tal como el Señor lo ha diseñado, Él no va a adaptarlo a sus gustos, sino que va a permitir que ejerza su inevitable influencia sobre quienes se oponen, convirtiéndose en olor de muerte para muerte. Si les disgusta hoy, les disgustará más mañana; si rechazan su energía hoy, lo rechazarán más obstinadamente conforme pase el tiempo, y su poder no se manifestará para iluminar o consolar o dar forma a sus corazones.
Esto es algo terrible; y lo que es peor, si acaso puede serlo, es que a esto seguirá una creciente incapacidad de entender: “¡Ciertamente, con balbuceo de labios y en otro idioma hablará Dios a este pueblo!” Puesto que no quieren escuchar una predicación sencilla, Dios hará que la sencillez misma parezca balbuceo de labios para ellos. Los hombres que no pueden tolerar un lenguaje sencillo, se volverán al fin incapaces de entenderlo. Ustedes saben, mi hermanos, cuánta gente hay hoy, incapaz de entender al Salvador. El Salvador dijo: “Esto es mi cuerpo”: y de inmediato ello concluyen que un pedazo de pan es transformado en el cuerpo de Cristo. El Salvador manda a los creyentes que sean bautizados en su muerte, y de inmediato ellos proclaman que el agua del bautismo regenera a los niños. No quieren entender eso que es tan claro como el sol. Toman literalmente las ilustraciones de nuestro Señor, y cuando Él habla literalmente ellos se imaginan que está usando una metáfora. Si los hombres no quieren entender no entenderán. Un hombre podría cerrar sus ojos durante tanto tiempo que luego ya no podría abrirlos. En la India hay muchos devotos que mantienen sus brazos en alto por tanto tiempo que ya no pueden bajarlos nunca más. Tengan cuidado para que no venga sobre ustedes, que rechazan el Evangelio, una total imbecilidad de corazón.
Si acusan a la palabra de Dios de ser cosa de niños ustedes se volverán aniñados, tal como les ha sucedido a muchos grandes filósofos de nuestro tiempo; si ustedes afirman que es simple y la rechazan por causa de su sencillez, ustedes mismos se convertirán en unos tontos; si ustedes dicen que está muy por debajo de ustedes sucederá que ustedes estarán debajo de ella y ella los triturará y los convertirá en polvo.
Finalmente, va esta advertencia para quienes objetan el Evangelio, diciendo que independientemente del refugio que elijan ellos, les va a fallar por completo. Así dice el Señor: “Pondré el derecho por cordel y la justicia por plomada. El granizo barrerá el refugio del engaño, y las agua inundarán su escondrijo.” Se desploman las grandes piedras del granizo que destrozan todo; caen las amenazas de la palabra de Dios haciendo pedazos todas las falsas esperanzas aduladoras de los impíos. Entonces viene la ira activa de Dios como una inundación irresistible que barre con todo aquello en lo que se apoyaba el pecador, y él, en su obstinada incredulidad, es arrastrado como por una inundación, hacia esa total destrucción, esa miseria eterna, que Dios ha declarado que será la porción de quienes rechazan a Jesucristo vivo. ¡Tengan mucho cuidado, ustedes que desprecian! ¡El tiempo dirá la verdad!
Me he esforzado al máximo en esta ocasión para presentar ante ustedes, en lenguaje sencillo, la impiedad escondida en el rechazo del Evangelio del reposo. Que el Espíritu de Dios nos conceda que cualquier persona que lee este mensaje y que hasta este momento ha sido indiferente a ese Evangelio lo acepte de inmediato. Corazón cansado, pruébalo; espíritu abatido, pruébalo; prueba lo que puede hacer la fe en Jesús.
Ven y confía en Jesús, y comprueba que trae paz a tu alma. Si Jesús te falla avísame, pues no lo voy a ensalzar más si no cumple Sus promesas. Él nunca puede desechar ni abandonar a un corazón creyente. Oh, si puede haber dulce paz, y calma, y una esperanza gozosa, y alegría, y fuerza, y vida por medio de la fe como la de un niño en el testimonio de Dios concerniente a su querido Hijo, ruego a Dios que obtengan ese tesoro de inmediato. Si tienen alguna objeción en contra del predicador que ahora les dirige la palabra, rueguen a Dios para que predique mejor; y si ya lo han hecho y todavía les disgusta, vayan y escuchen a otro predicador contra quien no tengan objeciones personales, pues para mí sería un motivo de aflicción ser una interferencia en el camino de cualquier corazón ansioso. Me temo sin embargo que tú estás siendo alumbrado por tu propia luz. Oh hombre, actúa como un hombre y oye el Evangelio con sinceridad. ¡Oh justicia propia! ¿te destruirás a ti misma? ¡Oh orgullo! Bájate de esa nube. ¡Oh borrachera! Abandona la copa. ¡Oh pecador endurecido! Que Dios te ayude a dejar tu pecado. Ven y confía hoy en Jesucristo. Que Dios te permita hacerlo por su Espíritu Santo, en nombre de Cristo. Amén.

Spurgeon, C. H., & Román, A. (2008). Sermones de Carlos H. Spurgeon. Logos Research Systems, Inc.

Biblia y Homosexualidad | Cristianismo Primitivo

Biblia y Homosexualidad
LO QUE LA PALABRA DE DIOS -LA BIBLIA- DICE SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD

«La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí»
(Isaías 3:9)

El propósito de este breve estudio no es «machacar» a los homsexuales, sino exponer lo que la Biblia declara sobre la Homosexualidad, y hacerlo sin rodeos. Dios ama a las personas y quiere que éstas sean salvas y libres, pero me siento en la responsabilidad de responder como cristiano ante las demandas del lobby gay, que en este tiempo están rebasando los límites de lo aceptable:

El Gobierno socialista español fue uno de los primeros en legalizar estas uniones equiparándolas al matrimonio con derecho a adopción de niños (de hecho las llama «matrimonio» cuando el origen etimológico del término es la expresión «matri-monium», es decir, el derecho que adquiere la mujer que lo contrae para poder ser madre dentro de la legalidad.)

Pero ya no se trata de que esta o aquella «iglesia» protestante nombre como obispos a homosexuales declarados y practicantes, o a que algún cura católico romano «salga del armario» como dicen ellos….

…algunos homosexuales ya no se conforman con tratar de hacer que aceptemos como natural su conducta sexual, ellos quieren más: Aunque suene a ciencia ficción quieren que se legalice la pederastia con una asociación que ellos llaman «Asociación para el amor entre hombre y niño» -en inglés las siglas son NAMBLA- (busque el término en internet). Les han recibido hasta en la ONU (Dicen que por error y entre otras asociaciones homosexuales, pero en todo caso les recibieron).

Desde hace décadas ciertos grupos homosexuales como NAMBLA han pedido la legalización de la pederastia.

Lo que nos parecía imposible, hoy comienza a ser una realidad.

Ellos -de esta asociación- incluso tienen como una página WEB donde reclaman este derecho -por si alguien no me cree: ver su web en http://www.nambla.org/ (No hay fotos obscenas, copie el enlace en su navegador para ver dicha web). La foto de la derecha es la de estos criminales de NAMLA en el día del orgullo gay en una ciudad de USA con una pancarta reclamando el derecho a mantener relaciones sexuales con niños.

Lo que hace unos años nos parecía impensable: la promoción de la pedofilia; es ya una realidad en los días del orgullo «gay» en ciudades como Madrid.

En la moderna Suecia o en el Reino Unido recientemente se han encarcelado (por breves periodos de tiempo, por el momento) a pastores protestantes por decir en público lo que la Biblia dice sobre la homosexualidad.

Leyes se proponen y aprueban para la corrupción de menores: pedofilia, cambio de sexo sin consentimiento de los padres, etc.

¿CUÁL FUE EL EL PECADO DE SODOMA?

«Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Yahveh en gran manera.» (Génesis 13:13)

«Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente. Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos! Lot salió a la puerta y, cerrándola detrás de sí, les dijo: Por favor, amigos míos, no cometan tal perversidad» (Génesis 19:4-7)

«Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, y de los campos de Gomorra; las uvas de ellos son uvas ponzoñosas, Racimos muy amargos tienen. Veneno de serpientes es su vino, y ponzoña cruel de áspides.» (Deuteronomio 32:32-33)

LA ACEPTACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD: SIGNO DE LA DECADENCIA MORAL DE UNA SOCIEDAD
«He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité» (Ezequiel 16:49-50).

La corrupción de menores es un delito tipificado en la legislación de varios países. Esta conducta antijurídica e imputable, es infraccional del Derecho penal.

Se entiende por corrupción de menores, la manipulación o abuso de incapaces por parte del autor del delito, quien hace participar a la víctima de forma prematura u obscena, en actividades de naturaleza sexual que perjudican el desarrollo de su personalidad.

En la actualidad, el artículo 183 bis del Código Penal dispone que «el que, con fines sexuales, determine a un menor de dieciséis años a participar en un comportamiento de naturaleza sexual, o le haga presenciar actos de carácter sexual, aunque el autor no participe en ellos, será castigado con una pena de prisión de seis meses a dos años». El citado precepto establece agravación de la pena –de uno a tres años- cuando se hubiera hecho presenciar al menor abusos sexuales.

LOS SEGUIDORES DE DIOS NO DEBEN ACEPTAR LAS DEMANDAS HOMOSEXUALES
Nos referimos a no aceptar como seguidores de Jesús, esta práctica como algo «natural» o una «alternativa». Debemos sin embargo tratar con respeto a las personas homosexuales y no insultarlas, menospreciarlas ni burlarnos de ellos.

Otra cosa es nuestra perspectiva de sus prácticas sexuales: Tolerancia cero.

«Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Yahveh Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram» (Génesis 14:22)

Los delitos relacionados con la pederastia se sancionan con una pena de tres meses a un año de prisión (…) A diferencia de lo que ocurre con el racismo o el terrorismo, en España no está tipificado el delito de la apología de la pedofilia.

LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO DE SODOMA: PRÓXIMO JUICIO DE DIOS
Antes del juicio de Dios (que siempre llega, tarde o temprano), Éste da la oportunidad de que nos arrepintamos: tanto del pecado de la homosexualidad o de cualquier otro en el que hayamos caído. Para eso Jesús murió en la cruz: para salvar también a los afeminados y a los homosexuales. ¡Ay de nosotros si despreciamos una salvación tan grande!

«Entonces Yahveh le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo» (Génesis 18:20)

«Luego le advirtieron a Lot: ¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor, y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla» (Génesis 19: 12-13)

«Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste» (Lucas 17:28-29)

LO QUE DICE LA LEY DE DIOS
«No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación» (Levítico 18:22)

Comentario: Si se lee este pasaje de Levítico en su contexto se verá que se incluye la homosexualidad entre pecados abominables para Dios como el incesto, el bestialismo -relaciones con animales- etc. Es pues falso que la Biblia sea neutral respecto a la práctica homosexual.

«Cualquiera que practique alguna de estas abominaciones será eliminado de su pueblo» (Levítico 18:29)

Comentario: Con «eliminado de su pueblo» debemos entender que la práctica homosexual es incompatible con el ser cristiano. No podemos aceptar como miembro en la iglesia a alguien que siga practicando sin remordimientos, repulsa y arrepentimiento, la práctica homosexual.

EL JUICIO DE LA LEY DE DIOS SOBRE ESTE PECADO
«Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno» (Génesis 19:28)

«Si alguien se acuesta con otro hombre como quien se acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán condenados a muerte, de la cual ellos mismos serán responsables» (Levítico 20:13)

Comentario: No es el Dios de la Vida quien condena a muerte (al infierno eterno) al homosexual, es su propio pecado el que le condena y que le hace responsable y reo de muerte ante la Ley del Dios Santo.

El Dios de la Vida quiere que el homosexual como cualquier otro pecador (Todos lo somos) se arrepienta de su pecado, vaya a Jesús (no a una religión) y viva.

«La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque amontonaron mal para sí» (Isaías 3:9)

Comentario: ¿No es esto lo que pasa hoy en día con el pecado de la homosexualidad y el lesbianismo? Publican desvergonzadamente y sin disimulo a los 4 vientos su pecado para convencer a esta decadente y cauterizada moralmente sociedad de que les acepte.

No doble sus rodillas ante esta avalancha mediática.

«Porque se aumentó la iniquidad de la hija de mi pueblo más que el pecado de Sodoma, que fue destruida en un momento, sin que acamparan contra ella compañías» (Lamentaciones 4:6)

EL TRAVESTISMO ES ABOMINACIÓN ANTE DIOS:
«No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Yahvé tu Dios cualquiera que esto hace» (Deuteronomio 22:5)

EL LESBIANISMO ES UNA PASIÓN CONTRA LA NATURALEZA Y VERGONZOSA
«Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza» (Romanos 1:26)

LA HOMOSEXUALIDAD RECIBE EN SI MISMA CASTIGO
Comentario: Creo que no debemos pensar, como algunos energúmenos creen, que el castigo particular de Dios contra este pecado sea el SIDA u otra enfermedad similar que afecta a tantos inocentes (en ese caso todos deberíamos estar afectados por una enfermedad, porque todos somos pecadores ante Dios los unos lavados por la sangre de Cristo y los otros no-).

Estas enfermedades que se han propagado en un principio por causa de prácticas sexuales contra-naturaleza no son comparables con el venidero juicio de Dios cuando estemos ante Su Santo Trono para ser juzgados.

Personalmente, en tiempos peores para esta enfermedad y afortunadamente pasados gracias a los avances médicos, he visitado en hospitales a homosexuales afectados de SIDA a los que sus amigos «Gays» habían abandonado. ¡Que triste entonces ver que las falsas luces de éste mundo que perece se habían convertido en sombras, y las risas en lágrimas! Los homosexuales en lo profundo de sus corazones sufren por su pecado más de lo que podemos imaginar.

«y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Romanos 1:27)

LA HOMOSEXUALIDAD O EL SER AFEMINADO EXCLUYE DEL REINO DE DIOS
Comentario: La Biblia tacha a la homosexualidad como depravada hasta el extremo porque niega la imagen de Dios a la que el hombre ha sido creado. Niega el plan de Dios para la sociedad por medio de la institución de la familia (fundada por Dios aún antes que la iglesia). Creo que es por esto y no otra cosa que es un pecado especialmente desagradable a Sus santos ojos.

«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1ª Corintios 6:9-11)

LA HOMOSEXUALIDAD ES ENEMIGA DEL EVANGELIO
Comentario: Ya es el tiempo en que en algunos países europeos, los homosexuales que reclaman para si mismos tolerancia y que no la tienen para los que pensamos que sus prácticas no son «normales» y sí contra-natura, están promoviendo leyes que envían a la cárcel a los pocos mártires (confesores de la Palabra de Dios) modernos que denuncian y hablan claramente de este pecado.

«Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito» (1ª Timoteo 1:8-11)

LA HOMOSEXUALIDAD ES CASTIGADA CON DESTRUCCIÓN
«condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente» (2ª Pedro 2:6)

LA HOMOSEXUALIDAD ES CASTIGADA CON FUEGO ETERNO
«como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno» (Judas 1:7)

HAY LIBERACIÓN Y PERDÓN DEL PECADO DE LA HOMOSEXUALIDAD
«¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis (…) ni los afeminados, ni los que se echan con varones (…) heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios» (1ª Corintios 6:9-11)

Se hace necesario decir aquí, en justicia, que de los alrededor de 80 países del mundo donde la homosexualidad está penada, ninguno de ellos es «cristiano». En 8 de ellos está penada con la muerte (todos ellos musulmanes), en otros 8 se les puede condenar a cadena perpetua, y en el resto es ilegal y está penada con penas más o menos duras. El cristiano no aprueba el pecado homosexual, pero debe entender que el homosexual está necesitado como cualquier otro hombre pecador, de la liberación de su pecado que solo Jesús puede dar.

SI ERES HOMOSEXUAL -¡Y HAS LLEGADO HASTA AQUÍ!- DEBES SABER QUE…
No eres más o menos pecador que el autor de esta Web. La única diferencia entre el mejor cristiano y el peor de los pecadores la hace Jesús de Nazaret. Tu pecado, y el mío, sea cual sea, no es sino una manifestación del pecado que hay en el corazón de todos nosotros.

El ser «más o menos bueno» o ser un homosexual practicante o un hombre que va a la iglesia cada domingo intentando cumplir los mandamientos de la Ley de Dios no nos libra:

«Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho trasgresor de la ley.» (Santiago 2:10,11).

Cuando incumplimos o transgredimos uno solo de estos mandamientos (en tu caso al ser homosexual y en el del que escribe esto pecados vergonzosos de otra índole) nos hacemos culpables ante toda la Ley de Dios, (por ejemplo: como el que cumple todas y cada una de las leyes de un país salvo una: robar bancos) y merecedores del castigo que Él en Su Santidad ha decretado para el pecado:

«Porque la paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23)

Hay un lugar terriblemente real destinado a los que mueren en sus pecados, sean homosexuales o «cristianos» de nombre:

«Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga» (Marcos 9:43-48)

Ahora bien, hubo Uno: Jesús, que cumplió perfectamente la Ley:

«Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino Uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.» (Hebreos 4:14-16).

Ese es Jesús, el Buen Jesús. Él pagó en la cruz el precio que merecían tus y mis pecados, por eso Él es el Salvador:

«El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Romanos 4:25)

Por eso dice la Biblia:

«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:16-18).

Jesús murió por culpa nuestra. Dios no nos perdona de cualquier modo o porque le apetezca: nos perdona porque ya castigó nuestros pecados en Su Hijo, que tomó el pecado también de los homosexuales en la cruz. Ahora si te arrepientes (cambias de vida) y te vuelves a Él te digo que hay esperanza para ti, Dios te puede dar limpieza, pureza y una nueva vida, porque Dios dice en Su Palabra:

«Venid luego, dice El Señor, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.» (Isaías 1:18)

A ti, que no sabes de qué están hechos sus próximos 5 minutos de vida, que estás desesperado, que buscas verdadera libertad, te toca decidir ahora dónde quiere pasar una eternidad. Solo tienes que arrepentirte de tus pecados y entregarle tu vida entera a Jesucristo. Así de sencillo: entregarle tú tu vida llena de miserias a Jesús y a cambio Él Te dará una nueva vida -Su Vida- de perdón y plenitud.

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mateo 11: 28-30)

Si esto te ha hecho reflexionar te aconsejo que busques una buena iglesia genuinamente cristiana -no de la religión tradicional y «popular» ni uno de esos grupos «locos» que hay por ahí- y pidas poder hablar con el responsable (te recomiendo una iglesia bautista y si es reformada mejor). En el improbable caso de que no te hicieran caso o te tratasen mal, no te desanimes: sigue buscando y mira a Jesús, no a los hombres. Si no sabes si cerca de ti hay una escríbeme y trataré de ayudarte. (Para contactar hágalo a la dirección de correo: autorcristianismoprimitivo@gmail.com)

Quizás mañana sea tarde…

Artículo Fuente: https://www.cristianismo-primitivo.org/otros-estudios/biblia-y-homosexualidad

EL ARREPENTIMIENTO | R.C.Sproul

EL ARREPENTIMIENTO

R.C. Sproul

El mensaje principal de Juan el Bautista, que fue el heraldo de Jesús, era “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Este llamado al arrepentimiento era una apelación urgente a los pecadores. Nadie que se niegue a arrepentirse puede entrar en el reino de Dios. El arrepentimiento es un requisito previo, una condición necesaria para la salvación.
En la Escritura, el arrepentimiento significa “sufrir un cambio de mentalidad”. Este cambio de mentalidad no es un simple cambio de opiniones menores, sino un cambio completo en la dirección de nuestras vidas. Implica un giro radical del pecado a Cristo.
El arrepentimiento no es la causa de un nuevo nacimiento o regeneración; es el resultado del fruto de la regeneración. Aunque el arrepentimiento comienza con la regeneración, constituye una actitud y una acción que debe ser repetida a lo largo de la vida cristiana. Como continuaremos pecando, se nos llama a arrepentimos al ser convencidos de pecado por el Espíritu Santo.
Los teólogos distinguen dos tipos de arrepentimiento. El primero es llamado atrición. La atrición es un arrepentimiento falso o espurio. Comprende el remordimiento causado por un temor al castigo o la pérdida de una bendición. Cualquier padre ha comprobado la atrición en un hijo cuando lo descubre con las manos en la masa. El niño, temiendo la paliza, grita: “Lo siento, ¡por favor no me pegues!” Estas plegarias junto con algunas lágrimas de cocodrilo no suelen ser signos de un remordimiento genuino por haber actuado mal. Fue el tipo de arrepentimiento que exhibió Esaú (Génesis 27:30–46). Se lamentaba no por haber pecado sino por haber perdido su primogenitura. La atrición, entonces, es el arrepentimiento motivado por un intento de obtener un boleto que nos saque del infierno o de evitar el castigo.
La contrición, en cambio, es el arrepentimiento verdadero y piadoso. Es genuino. Comprende un remordimiento profundo por haber ofendido a Dios. La persona contrita confiesa su pecado de manera abierta y completa, sin intentar buscar excusas o justificarlo. Este reconocimiento del pecado viene acompañado de una voluntad por hacer una restitución siempre que sea posible y una resolución de abandonar el pecado. Este es el espíritu que exhibió David en el Salmo 51. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí … Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:10, 17).
Cuando le ofrecemos a Dios nuestro arrepentimiento en un espíritu de verdadera contrición, Él nos promete perdonarnos y restaurarnos a la comunión con Él. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Resumen

  1. El arrepentimiento es una condición necesaria para la salvación.
  2. El arrepentimiento es el fruto de la regeneración.
  3. La atrición es un arrepentimiento falso motivado por el temor.
  4. La contrición es un arrepentimiento verdadero motivado por el remordimiento piadoso.
  5. El arrepentimiento verdadero conlleva la plena confesión, la restitución, y la resolución de abandonar el pecado.
  6. Dios promete el perdón y la restauración a todos los que se arrepienten en verdad.
    Pasajes bíblicos para la reflexión
    Ezequiel 18:30–32
    Lucas 24:46–47
    Hechos 20:17–21
    Romanos 2:4
    2 Corintios 7:8–12

Sproul, R. C. (1996). Las grandes doctrinas de la Biblia (pp. 221-222). Editorial Unilit.

El gobierno y la guerra by John MacArthur

El gobierno y la guerra
Serie: Comentarios MacArthur

“Porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Romanos 13:4).

No está mal que los cristianos esperen recibir de sus gobiernos protección de la vida y la propiedad. Pablo aprovechó la función que el gobierno tiene de promover lo bueno cuando usó su ciudadanía romana para asegurar un juicio justo al apelar a César (Hch. 25:11). El apóstol también experimentó la protección de la ley romana mientras estuvo en Éfeso en su tercer viaje misionero. Cuando una multitud fue incitada en su contra por Demetrio el platero, el escribano de la ciudad protegió a Pablo bajo su custodia y advirtió a la muchedumbre que no se alborotaran: «Que si Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules hay; acúsense los unos a los otros y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir» (Hch. 19:38-39). . . .

Artículo Fuente: https://www.sermonaudio.com/sermons/52913181871


El pecado que mora en nosotros | Charles Spurgeon

El pecado que mora en nosotros

Charles Spurgeon

De la revista “The Sword & Trowel” 2020 No. 2

“Entonces respondió Job a Jehová, y dijo: He aquí que yo soy vil” (Job 40:3-4)

Sin duda, si algún hombre tenía el derecho de decir, “yo no soy vil”, era Job; pues según el testimonio del propio Dios, él era un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Sin embargo, este eminente santo, cuando recibió suficiente luz, debido a su cercanía con Dios, para darse cuenta de su propia situación, exclamó: “He aquí que yo soy vil”.

La Santa Escritura enseña la doctrina de que cuando un hombre es salvo por la gracia divina, no es completamente purificado de la corrupción de su corazón. Cuando nosotros creemos en Jesucristo, todos nuestros pecados son perdonados; sin embargo, el poder del pecado no cesa, sino que permanece en nosotros, y es así hasta el día en que muramos, aunque la nueva naturaleza que Dios imparte en nuestras almas lo debilita y lo mantiene dominado.

Todos los ortodoxos sostienen la doctrina de que los deseos de la carne y la maldad de la naturaleza carnal todavía habitan en la persona regenerada. Ahora bien, yo sostengo que en cada cristiano existen dos naturalezas. Hay una naturaleza que no puede pecar, porque es nacida de Dios: una naturaleza espiritual, que viene directamente del Cielo, tan pura y tan perfecta como el propio Dios, quien es su autor. Y existe también en el hombre esa antigua naturaleza que, por la caída de Adán, se ha vuelto completamente vil, corrupta, pecadora y diabólica.

En el corazón del cristiano todavía permanece una naturaleza que no puede hacer lo que es correcto, tal como no podía antes de la regeneración, y que es tan malévola como lo era antes del nuevo nacimiento: tan pecadora, tan completamente hostil a las leyes de Dios, como siempre lo fue. Una naturaleza que, como lo dije antes, es restringida y sujetada en una gran medida por la nueva naturaleza, pero que no es eliminada y nunca lo será hasta que este tabernáculo de nuestra carne sea derribado, y nos elevemos a aquella tierra en la que nunca entrará nada que contamine.

Los justos aún tienen una naturaleza malvada
Job dijo: “He aquí que yo soy vil”, pero no siempre lo supo, pues a lo largo de toda la larga controversia, él se había declarado justo y recto. Él había dicho: “Mi justicia tengo asida, y no la cederé”.

Pero, ¿qué pasó cuando Dios vino a razonar con él?, tan pronto como escuchó la voz de Dios en el torbellino, y oyó la pregunta: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” de inmediato puso su dedo sobre sus labios, y no respondió nada más a Dios, sino que dijo simplemente: “He aquí que yo soy vil”.

Posiblemente algunas personas podrían decir que Job era la excepción a la regla, y que otros santos no tenían en ellos tal motivo para una humillación. Pero nosotros les recordamos a David, y les sugerimos que lean el salmo penitencial cincuenta y uno, donde David declara que fue formado en iniquidad y que en pecado lo concibió su madre. Confesaba que había pecado en su corazón, y le pedía a Dios que creara en él un corazón limpio y que renovara un espíritu recto dentro de él. En muchos otros lugares en los Salmos, David continuamente reconoce y confiesa que no está completamente libre de pecado; que la víbora malvada todavía se enrolla alrededor de su corazón.

Considera también a Isaías, por favor. Allí le tienes, en una de sus visones, diciendo que era un hombre inmundo de labios, y habitando en medio de un pueblo que tenía labios inmundos.

Pero más específicamente, bajo la dispensación del Evangelio, tienes a Pablo, en ese memorable séptimo capítulo de Romanos, declarando que él veía otra ley en sus miembros, que se rebelaba contra la ley de su mente, y que lo llevaba cautivo a la “ley del pecado”. Sí, oímos esa notable confesión de deseo combativo e intensa agonía. “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”.

¿Creen ustedes que resultarán ser mejores santos que Job?

  ¿Se imaginan que la confesión que era apropiada para la boca de David es demasiado ruin para ustedes? ¿Son ustedes tan orgullosos que no podrían exclamar con Isaías, yo también “soy hombre inmundo de labios”? O más bien, ¿ha crecido tanto su orgullo, que se atreven a exaltarse a ustedes mismos por encima del laborioso Apóstol Pablo, y creen que, en ustedes, es decir, en su carne, habita alguna cosa buena? 

      Si se consideran perfectamente puros de pecado, oigan la palabra de Dios: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Si decimos que no tenemos pecado, le hacemos a Dios mentiroso. Pero realmente no necesito demostrar esto, amados, porque estoy seguro que todos ustedes, que saben, aunque sea un poco, acerca de la experiencia de un hijo vivo de Dios, han descubierto que, en sus mejores y más felices momentos, el pecado todavía habita en ustedes, y que cuando quieren servir a su Dios de la mejor manera, el pecado frecuentemente obra en ustedes con muchísima más furia.

Observen la facilidad con la que son llevados por sorpresa al pecado. Se levantan por la mañana, y se dedican mediante una ferviente oración a Dios, pensando en el día tan feliz que tienen por delante. Apenas han terminado de decir su oración, cuando algo viene a contrariar su espíritu y sus buenas resoluciones son arrojadas a los cuatro vientos, y dicen: “este día, que pensé que iba a ser muy feliz, ha sufrido un terrible revés, no puedo vivir para Dios como quisiera”. Tal vez han pensado: “subiré al piso de arriba y le voy a pedir a mi Dios que me guarde”. Bien, en general ustedes han sido guardados por el poder de Dios, pero repentinamente viene algo, el mal carácter de pronto les ha sorprendido, su corazón fue tomado por sorpresa, cuando no esperaban un ataque.

  1. El poder obstructor del pecado que mora en nosotros
    ¿Qué hace el pecado que aún mora en nuestros corazones? Respondo que, primeramente, la experiencia les dirá que este pecado ejerce el poder de reprimir toda cosa buena. Ustedes han sentido que cuando quieren hacer el bien, el mal ha estado presente en ustedes. Como una carroza que podría deslizarse velozmente cuesta abajo, pero que le han puesto un obstáculo en sus llantas.

O como el pájaro que quisiera remontarse al cielo, ustedes han descubierto que sus pecados son como los barrotes de una jaula que les impide elevarse hacia el Altísimo. Ustedes han doblado su rodilla en oración, pero la maldad ha distraído sus pensamientos. Han intentado cantar, pero han sentido que “los hosannas se languidecen en sus lenguas”. Alguna insinuación de Satanás ha encendido el fuego, como una chispa en la yesca, y casi ha ahogado su alma con su abominable humo. Ustedes quisieran desempeñar sus santos deberes con toda prontitud. Pero el pecado que tan fácilmente los cerca, enreda sus pies, y cuando se están acercando a la meta, los hace tropezar y caen, para la deshonra y dolor de ustedes.

  1. El poder atacante del pecado que mora en nosotros
    Pero, en segundo lugar, ese pecado que habita en nosotros hace algo más que eso: no solo nos impide seguir adelante, sino que incluso a veces nos ataca. No es solamente que yo lucho con el pecado que aún habita en mí, sino que ese pecado algunas veces me embiste. Ustedes notarán que el Apóstol dice: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Ahora, esto comprueba que él no estaba atacando a su pecado, sino que ese pecado lo estaba atacando a él.

Mi corazón sigue siendo tan malo cuando ningún mal emana de él, como cuando lo único que sus acciones producen son cosas viles. Un volcán es siempre un volcán, aun cuando dormita, no confíe en él. Un león es un león, aunque juegue como un cachorro y una serpiente es una serpiente, aun cuando la puedas tocar por un momento mientras dormita. Todavía hay veneno en ella cuando sus escamas azules nos atraen.

La nueva naturaleza siempre debe luchar y pelear conta la vieja naturaleza, incluso cuando no están luchando ni peleando no hay tregua entre ellas.

  Cuando la nueva naturaleza y la vieja naturaleza no están en conflicto, siguen siendo enemigas. No debemos confiar en nuestro corazón en ningún momento, e incluso cuando dice cosas hermosas, debemos llamarlo mentiroso. 

Cuando pretenda ser de lo mejor, de todas formas, debemos recordar que su naturaleza es continuamente mala. No voy a mencionar detalladamente las acciones del pecado que habita en nosotros, pero es suficiente hacerles recordar algo de su propia experiencia, para que vean que es acorde a la experiencia de los hijos de Dios, porque ustedes pueden ser tan perfectos como Job y, sin embargo, tendrán que decir: “He aquí que yo soy vil”.

  1. El peligro del pecado que mora en nosotros
    Después de mencionar las acciones del pecado que habita en nosotros, permítanme citar, en tercer lugar, el peligro que corremos debido a esos malvados corazones. Son pocas las personas que piensan qué cosa tan solemne es ser cristiano.

Un peligro al que estamos expuestos debido al pecado que habita en nosotros surge del hecho que el pecado está en nosotros y, por lo tanto, tiene un gran poder sobre nosotros.

Si un capitán controla una ciudad, puede protegerla por mucho tiempo de los constantes ataques de los enemigos que están fuera. Pero si hubiera un traidor dentro de sus puertas; si hubiera alguien que está a cargo de las llaves, y que puede abrir cada puerta y dejar entrar al enemigo el arduo trabajo del comandante tiene que duplicarse, porque no solo tiene que vigilar los enemigos que están fuera, sino de los enemigos que están dentro también. Y aquí radica el peligro del cristiano. Yo podría pelear con el maligno. Yo podría vencer cada pecado que me tentara, si no fuera porque tengo un enemigo dentro.

Como dice Bunyan en su libro “La Guerra Santa”, el enemigo trató de introducir algunos de sus amigos dentro de la Ciudad del Alma Humana, y descubrió que sus compatriotas dentro de las murallas le hacían mucho más bien que todos los que estaban fuera. Lo que más deben temer es la traición de su propio corazón. Y, además, cristianos, recuerden cuántos aliados tiene su naturaleza malvada.

La vida de gracia encuentra pocos aliados “bajo el Cielo”, pero el pecado original tiene aliados por todos lados.

  Mira al infierno allá abajo y los encontrarán allí, demonios listos para soltar los perros del infierno contra su alma. Mira al mundo y ve “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”. Mira a su alrededor y ve todo tipo de hombres buscando, si es posible, sacar al cristiano de su estabilidad. Mira a la iglesia y encuentra toda clase de falsas doctrinas listas a inflamar la concupiscencia, y descarriar al alma de la sinceridad de su fe. 

    La vieja naturaleza es tan fuerte en su vejez como lo era en la juventud. Es tan capaz de hacernos desviar cuando nuestra cabeza está cubierta de canas, como lo hacía en nuestra juventud.

Hemos oído decir que crecer en la gracia hará nuestras corrupciones menos poderosas, pero yo he visto a muchos santos ancianos de Dios y les he hecho la pregunta, y ellos han respondido: “No”. Sus deseos han sido esencialmente tan fuertes aún después de muchos años en el servicio de su Señor, como lo eran al principio, aunque más sometidos por el nuevo principio que existe dentro de ellos.

Pese a todas las victorias anteriores y todos los montones y montones de pecados que haya eliminado, sería dominado si la misericordia todopoderosa no me preservara. ¡Cristiano! ¡Ten cuidado del peligro! No hay ningún hombre en combate con tanto peligro de recibir un tiro, como lo están ustedes por su propio pecado. Ustedes cargan en su alma a un traidor infame, aun cuando les hable bellamente no deben confiar en él. Ustedes tienen en su corazón un volcán dormido, pero es un volcán con una fuerza tan terrible que todavía puede sacudir toda su naturaleza. Y a menos que sean cautelosos y sean guardados por el poder de Dios, tienen un corazón que los puede conducir a cometer los pecados más diabólicos y los crímenes más infames. ¡Tengan cuidado, tengan cuidado, cristianos!

  1. Descubrir el pecado que mora en nosotros
    Y ahora llego al cuarto punto que es el descubrimiento de nuestra corrupción. Job dijo: “He aquí que yo soy vil”. Esa expresión “he aquí” implica que él estaba asombrado. El descubrimiento fue inesperado. El pueblo de Dios para por momentos determinados en los que aprenden por experiencia que son viles. Escucharon al ministro cuando afirmaba el poder de la lujuria innata, pero tal vez sacudieron la cabeza y dijeron: “yo nunca haría tal cosa”, pero después de poco tiempo descubrieron, por alguna luz celestial más clara, que después de todo, ello era verdad.

Job no había tenido nunca un descubrimiento de Dios como el que tuvo en este momento. No es tanto cuando estamos abatidos, o cuando nos falta fe, que conocemos nuestra vileza, aunque descubramos algo de ella en ese momento, sino cuando por la gracia de Dios somos ayudados a subir la montaña, cuando nos acercamos a Dios, y cuando Dios se nos revela a nosotros, que sentimos que no somos puros ante sus ojos. Percibimos algunos destellos de su elevada majestad. Vemos el brillo de sus vestiduras, “oscuras, con luz insufrible”. Después de haber sido deslumbrados por esa visión, viene una caída; “He aquí”, dice el creyente: “Soy vil. Nunca lo habría sabido si no hubiera visto a Dios”.

Sin duda muchos de ustedes todavía pensarán que lo que digo concerniente a su naturaleza maligna no es cierto, y tal vez puedan creer que la gracia ha despedazado su naturaleza malvada. Pero entonces si suponen eso, saben muy poco acerca de la vida espiritual. No pasará mucho tiempo antes de que se den cuenta que el viejo Adán es tan fuerte en ustedes como siempre; hasta el día de su muerte se mantendrá una guerra en su corazón, en la cual la gracia prevalecerá, pero no sin suspiros y gemidos y agonías y luchas y una muerte diaria. Esta es la manera en la que Dios nos muestra nuestra vileza.

  1. La batalla contra el pecado que mora en nosotros
    En quinto lugar, si todo esto es cierto, ¿cuáles son nuestros deberes? Permítanme hablarles solemnemente a quienes son herederos de la vida eterna, deseando como su hermano en Cristo Jesús, urgirles a algunos deberes que son sumamente necesarios. En primer lugar, si todavía hay una naturaleza maligna en ustedes, cuán equivocado sería suponer que ya ha hecho todo su trabajo.

Hay algo de lo cual yo tengo mucha razón de quejarme de algunos de ustedes. Antes de su bautismo eran extremadamente fervientes. Siempre asistían a los medios de la gracia y siempre los veía por aquí. Pero hay algunos, algunos aquí presentes ahora, que apenas pasaron ese Rubicón, comenzaron a partir de ese momento a disminuir en celo, pensando que la obra estaba hecha.

Les digo solemnemente que sé que hay algunos que eran personas de oración, cuidadosas, devotas, viviendo muy cerca de su Dios, hasta que se unieron a la iglesia. Pero desde ese momento en adelante, ustedes han decaído paulatinamente. Ahora realmente me parece que existe la duda de si esas personas son cristianas. Les digo que tengo serias dudas acerca de la sinceridad de algunos de ustedes.

Si yo veo que un hombre se vuelve menos ferviente después del bautismo, pienso que no tenía ningún derecho de ser bautizado; pues si hubiera tenido un sentido adecuado del valor de esa ordenanza, y se hubiera sido dedicado adecuadamente a Dios, no habría vuelto a los caminos del mundo. Me siento muy dolido, cuando veo a uno o a dos individuos que una vez caminaron muy consistentemente con nosotros, pero que ahora comienzan a alejarse.

No encuentro ninguna falla en la gran mayoría de ustedes en lo concerniente a su firme adherencia a la Palabra de Dios. Bendigo a Dios, porque han sido sostenidos firme y sólidamente por Dios. No los he visto ausentes de la casa de oración, ni creo que su celo haya decaído. Pero hay unos pocos que han sido tentados por el mundo y descarriados por Satanás, o que, por algún cambio en sus circunstancias, o por tener que alejarse alguna distancia, se han vuelto fríos y ya no son diligentes en la obra del Señor.

Mis queridos amigos, si conocieran la vileza de su corazón, verían la necesidad de ser tan fervientes ahora como una vez lo fueron.

 ¡Oh!, si cuando fueron convertidos su vieja naturaleza hubiera sido cortada, no habría necesidad estar alerta ahora. Si todos sus deseos hubieran desaparecido completamente, y toda la fuerza de la corrupción estuviera muerta en ustedes, no habría necesidad de la perseverancia, pero es precisamente porque tienen corazones malvados que los exhorto a que sean tan diligentes como lo fueron alguna vez, que acudan al don de Dios que está en ustedes, y que se cuiden tanto como lo hicieron alguna vez.

No se imaginen que la batalla terminó; esta solamente ha sido la primera señal de la trompeta convocando a la guerra. Ese llamado ha cesado, y piensan que la batalla ya pasó. Les digo que la pelea apenas acaba de comenzar. Las huestes apenas están avanzando, y ustedes se acaban de poner su atuendo de guerra. Tienen muchos conflictos por venir. Sean diligentes, de lo contrario ese su primer amor se extinguirá y saldrán de nosotros, probando que no eran de nosotros.

Tengan cuidado, mis queridos amigos, de no resbalar, es lo más fácil del mundo, y sin embargo es la cosa más peligrosa del mundo. Tengan mucho cuidado de no abandonar su primer celo; eviten enfriarse en el menor grado. Ustedes fueron una vez ardientes y diligentes, sigan siendo ardientes y diligentes, y dejen que el fuego que una vez ardió dentro de ustedes, todavía los anime. Sean todavía hombres de poder y vigor, hombres que sirven a su Dios con diligencia y celo.

Nuevamente, si su naturaleza maligna todavía está dentro de ustedes, ¡cuán alertas deben estar! El diablo nunca duerme; su naturaleza malvada nunca duerme, usted nunca debería dormir. “Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad”. Estas son las palabras de Jesucristo, y no hay nada que se necesite repetir como esa palabra “velad”. No hay nada mejor que podamos hacer sino velar.

Tienen corrupción en su corazón: vigilen la primera chispa, para que no incendie su alma. “No durmamos como los demás”. Pueden dormir junto al cráter de un volcán, si quieren hacerlo. Pueden dormir con la cabeza inclinada hacia la boca de un cañón. Pueden dormir, si les place, en medio de un terremoto o en una casa con plagas. Pero les suplico, no se duerman mientras tengan un corazón malvado. Vigilen sus corazones. Ustedes pueden pensar que son buenos, pero serán su ruina, si la gracia no lo impide. Vigilen diariamente. Vigilen perpetuamente; vigílense a sí mismos, no sea que pequen.

Sobre todo, mis queridos hermanos, si nuestros corazones ciertamente están todavía llenos de vileza, cuán necesario es que nosotros todavía demostremos fe en Dios. Si debo confiar en mi Dios al comenzar mi camino, por todas las dificultades que debo enfrentar, si esas dificultades no son disminuidas, debo confiar en Dios de la misma manera que lo hice antes. ¡Oh!, amados, entreguen sus corazones a Dios. No se vuelvan autosuficientes. La autosuficiencia es la red de Satanás.

Vivan entonces diariamente, una vida de dependencia de la gracia de Dios. No se constituyan ustedes mismos como si fueran un caballero independiente. No empiecen sus propias actividades como si pudieran hacer todas las cosas por sí mismos, sino que vivan siempre confiando en Dios. Tienen tanta necesidad de confiar en Él ahora, como siempre la han tenido.

Artículo Fuente : https://metropolitantabernacle.org/articles/el-pecado-que-mora-en-nosotros/?lang=es

La parábola de los obreros de la viña | Matthew Henry, & Francisco Lacueva

La parábola de los obreros de la viña

Matthew Henry, & Francisco Lacueva

Versículos 1–16
Esta parábola de los obreros de la viña tiene por objeto:
I. Presentar ante nosotros el reino de los cielos (v. 1). Las leyes de este reino no están envueltas en parábolas, sino expuestas con toda claridad, como en el Sermón del monte (caps. 5–7). Es el concepto del reino lo que necesita ser ilustrado más que los deberes del reino; por eso, las parábolas tenían por objeto ilustrar lo primero.
II. En particular, presentar ante nosotros una ilustración de lo que dijo al final del capítulo anterior, acerca del reino de los cielos: Muchos primeros serán últimos; y últimos, primeros (19:30). La parábola nos demuestra:

  1. Que Dios no es deudor de nadie; una gran verdad; y que muchos que comienzan tarde, y no parecen prometer mucho en la piedad, llegan a veces, con la bendición de Dios, a mejores resultados en cuanto al conocimiento, la gracia y el servicio, que otros cuya entrada fue muy temprana y que parecían prometer mucho. Juan es más ágil de piernas y llega antes al sepulcro; pero Pedro tiene más arrojo y entra antes en el sepulcro (hay otra razón, que se comentará en Jn. 20:4–6). Así muchos que son últimos serán primeros. Esto debe servir de advertencia a los discípulos para que velen y mantengan vivo su celo; de lo contrario, sus buenos comienzos les servirán de poco; parecían primeros, pero serán últimos. A veces, personas que se han convertido siendo muy mayores aventajan a quienes se han convertido en su juventud. Nos muestra también que la recompensa será dada a los creyentes, no según el tiempo en que se hayan convertido, ni según la edad en que se convirtieron, sino según la medida de estatura o edad espiritual que hayan alcanzado en la plenitud de Cristo (Ef. 4:13). Los que sufran martirio en los últimos días tendrán el mismo galardón que los mártires de la primera era de la Iglesia, aunque éstos sean más célebres; y los ministros fieles de hoy, el mismo que nuestros primeros padres en la fe. Dos aspectos principales aparecen en la parábola: el contrato con los trabajadores, y el ajuste de cuentas con ellos.
    (A) El contrato lo tenemos en los versículos 1–7; y, como siempre, hemos de preguntar quién los contrata: Un hombre, padre de familia. Dios es el gran Padre de familia; como tal, tiene trabajo por hacer, y criados que lo han de hacer. Dios contrata obreros por amabilidad hacia ellos, para salvarlos del ocio y de la miseria, y así les paga por trabajos para ellos mismos. ¿Dónde los contrata? En la plaza del mercado, donde, hasta que Dios los emplea en Su servicio, están de pie desocupados (v. 3) y parados (v. 6). El alma humana está presta para ser contratada al servicio de alguien, pues fue creada para trabajar, como todas las demás criaturas. Aunque el hombre fue creado para ser el vicegerente de Dios en la creación no es un ser autónomo, pues es un ser relativo, ya que tiene fuera de sí el principio y la meta de su existencia. Por tanto, ha de servir a un amo siempre: o al pecado para muerte, o a la justicia para vida (Ro. 6:15–23). El diablo, con sus tentaciones, alquila esclavos para su hacienda, a fin de que apacienten cerdos (Lc. 15:15). Dios, con su Evangelio, contrata siervos para su viña, para que la cultiven y la cuiden; es trabajo de «paraíso». Hemos de escoger entre esos dos trabajos. Hasta que somos empleados por Dios para su servicio, estamos todo el día desocupados (comp. 2 P. 1:8). La llamada del Evangelio es proclamada a los que están en la plaza del mercado desocupados. La plaza del mercado es lugar de concurrencia; es lugar de juego para los muchachos (11:16), de negocio, de ruido y de prisas. ¡Salgamos de ese lugar! ¿Para qué los contrata? Para trabajar en su viña. La viña de Dios es la Iglesia (Jn. 15:1 y ss.). Él la planta (15:13), la riega y le pone cerca o vallado, y todos somos llamados a colaborar con Él. Cada uno de nosotros tiene su viña, o parcela personal, que cuidar (Cnt. 1:6). Es de Dios, y tenemos que cultivarla y guardarla para Él. En este trabajo no debemos ser haraganes y negligentes, sino trabajadores diligentes. La obra de Dios no admite frivolidades. Para ir al Infierno, no es menester trabajar; se puede ir allá por medio de la ociosidad; pero el que desee ir al Cielo, tiene que trabajar. ¿Cuál será el jornal de los obreros? En primer lugar, un denario (v. 2). Un denario era el jornal de un día para un obrero; es decir, el jornal suficiente para el mantenimiento diario (de una jornada). Esto no significa que la recompensa de Dios a nuestra obediencia sea por obras, o como deuda; sino que hay un galardón puesto delante de nosotros, y que es suficiente. En segundo lugar, lo que sea justo (vv. 4–7). Dios nos asegura que no retraerá su mano a nadie por el servicio que cumplimos para Él; nadie pierde jamás nada por trabajar para Dios. ¿Para cuánto tiempo son contratados? Para un día. Un día es una porción bien determinada de nuestra vida: Las gracias y las misericordias de Dios son nuevas cada mañana (Lm. 3:22–23); el pan de cada día, nos mandó el Señor pedir (6:11), porque cada día tiene sus propios problemas y peculiares dificultades (6:34). El galardón es para toda la eternidad, pero el trabajo es para un día, y para cada día suministra Dios nuevo vigor (v. Is. 40:31). Esto debería estimularnos a ser diligentes en nuestro trabajo, pues es poco el tiempo seguro que se nos da para trabajar (comp. 2 Co. 6:1–2). Igualmente habría de animarnos con respecto a las dificultades del trabajo; las sombras se van alargando, se acerca la sombra de muerte (Sal. 23:4), viene la noche, cuando nadie puede trabajar (Jn. 9:4). Entonces será la hora del descanso, y la hora del galardón (Ap. 14:13). ¡Haya fe y paciencia, que esta vida se acaba pronto!
    Los obreros son contratados en diferentes horas del día. Aunque esto tenga una aplicación acomodada a las diferentes edades de la vida de una persona, lo que el Señor quiere dar a entender aquí es que Dios es soberano en sus dones y en asignar oportunidades a cada persona y, al mismo tiempo, que premiará la fidelidad en el servicio a Su causa, independientemente de la edad en que cada persona comience a trabajar para Él y de la duración de dicho servicio. Algunos son llamados a trabajar en la madrugada de su vida (o de la Iglesia, etc.); éstos deben ponerse a trabajar cuanto antes, para no desperdiciar tiempo de la jornada que tienen por delante. Otros son llamados en la flor y en la madurez de su vida: a las nueve de la mañana, al mediodía o a las tres de la tarde. El poder de la divina gracia se muestra en la conversión de algunos, cuando están en medio de los placeres de la vida o en todo el vigor de sus fuerzas, como le sucedió a Pablo. Dios tiene trabajo para todas las edades; no hay tiempo impropio para volverse a Dios. ¡Bástenos con el tiempo pasado al servicio del pecado! Id también vosotros a mi viña (v. 4). Dios no rechaza a nadie que quiera contratarse con Él para trabajar. Otros, en fin, son contratados hacia la hora undécima (v. 5), a las cinco de la tarde, cuando está próximo a ponerse el sol de la vida temporal, y sólo queda una hora para las doce del día (Jn. 11:9). Pero, «mientras hay vida, hay esperanza», como dice el proverbio. Hay esperanza para los pecadores viejos, pues también ellos pueden llegar a un verdadero arrepentimiento. Y también se espera de los pecadores viejos, no sólo que se conviertan, sino también que sean usados por el Señor para Su servicio, pues no hay nada demasiado difícil para la gracia omnipotente de Dios, aunque una persona sea muy vieja y haya contraído hábitos inveterados. Nicodemo puede aún nacer de nuevo aunque sea viejo (Jn. 3:3–5). Pero que ninguno piense que, por ser aún muy joven, puede demorar su conversión o su servicio al Señor hasta que sea viejo. Es cierto que algunos fueron llamados a la hora undécima, pero téngase en cuenta que eso fue porque nadie les había contratado (v. 7). Pero, cuando Dios llama insistentemente (2 Co. 5:20; 6:1–2), es una temeridad hacerse el desentendido y permanecer en el ocio o en el vicio.
    (B) Luego viene el ajuste de cuentas con los obreros, el cual se llevó a cabo, como de costumbre, al caer la tarde (v. 8). La llegada de la noche es el tiempo de ajustar cuentas. Los obreros fieles recibirán su galardón al morir; hasta entonces, es necesario esperar pacientemente. Los ministros de Dios son llamados a la viña para hacer su trabajo; la muerte los llama de la viña para que reciban su recompensa; y quienes recibieron una llamada eficaz para ir a la viña, recibirán una llamada gozosa para salir de ella. No vienen a recoger su galardón sino cuando son llamados, debemos esperar a que Dios nos llame al descanso, y contar el tiempo con el reloj de nuestro Amo. El pago es el mismo para todos: Recibieron cada uno un denario (vv. 9–10). Aunque en el Cielo hay diversos grados de gloria, la felicidad es igualmente perfecta para todos; cada vaso estará lleno hasta rebosar, aunque no todos los vasos tendrán la misma capacidad. El dar el pago del jornal de un día entero a los que habían trabajado menos de la décima parte del día, está destinado a mostrar que Dios distribuye sus recompensas según su gracia soberana, y no como deuda. Al no estar bajo la Ley, sino bajo la gracia, unos servicios tan breves, llevados a cabo con sinceridad, no sólo serán aceptos, sino premiados ricamente por esta gracia libre y soberana.
  2. La ofensa que recibieron por ello los que habían sido contratados de madrugada: Murmuraban contra el padre de familia (v. 11. Lit. refunfuñaban o gruñían). Esto no quiere dar a entender que, en el Cielo, exista descontento alguno de esta clase, sino que es aquí, en la Tierra, donde puede darse esta clase de descontento (¿Veía Cristo en Pedro algo de este espíritu mercenario? 19:27). No cabe duda de que este era el espíritu de los fariseos respecto de los pecadores y publicanos, como aparece al final de la parábola del Hijo Pródigo (Lc. 15:28–30); lo mismo puede decirse de los judíos, en general, con relación a los gentiles (Jon. 4:1; Hch. 11:13). Cuando este disgusto atañe a las cosas espirituales, implica tan mala disposición de ánimo, que resulta incompatible con un corazón verdaderamente regenerado. Estos obreros quejosos se querellaban, no de que les diese a ellos menos de lo que les pertenecía, sino de que hiciese a los demás iguales a ellos. Se jactan de sus buenos servicios: Estos últimos han trabajado una sola hora y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor abrasador (v. 12). No sólo habían cobrado lo mismo al trabajar la undécima parte del tiempo, sino que habían trabajado durante lo fresco del día. Somos inclinados siempre a pensar que recibimos menos favores de la mano de Dios que los demás, y que hacemos más méritos para recibirlos que los demás. A los que hacen o sufren en el servicio de Dios más que los demás, les resulta difícil mantenerse en humildad y no tildar a los demás de cobardes, de carnales, de amigos de componendas y hasta de apóstatas. Del espíritu del «puritano» al del fariseo no hay más que un paso. ¡Gracias a Dios, muchos puritanos no dan ese paso!
  3. Respuesta del amo. El padre de familia expone a los descontentos tres razones de su modo de proceder:
    (A) Amigo, no te hago injusticia (v. 13). No había razón alguna para pensar que el amo hubiese faltado a la justicia con los que fueron contratados los primeros. Le llama amigo (lit. compañero o camarada), para enseñarnos a usar mansedumbre y buenos modales, incluso cuando tenemos que apelar a razones muy fuertes en nuestro trato con los demás. Es absolutamente verdadero que Dios no perjudica a nadie. En cualquier cosa que Dios nos haga o retire de nosotros, no nos daña. Si Dios da a otros alguna gracia que a nosotros no nos da, lo hace en su bondad soberana hacia otros, pero sin hacernos injusticia a nosotros. Y nosotros no deberíamos hallar nada malo en que Dios se muestre más generoso con alguien, cuando eso no significa ninguna injusticia hacia nosotros. Para convencer al quejoso de que no le hacía injusticia, apela al contrato que había concertado con él: «¿No te concertaste conmigo en un denario? Ya tienes lo pactado». Bueno es que consideremos con frecuencia en qué términos hemos entrado al servicio de Dios. Los mundanos parecen concertarse con Dios para que les pague en este mundo (6:1–6; 16–21). Han escogido su porción en esta vida (Sal. 17:14). Los creyentes se han concertado con Dios para una recompensa de vida eterna, y deben recordar que han dado su consentimiento a este contrato. Así, pues, el amo le dice al murmurador: Toma lo que es tuyo y vete (v. 14). Si lo aplicamos a lo que es nuestro por donación, por libre regalo de Dios, nos acostumbraremos a contentarnos con lo que tenemos. Si Dios se muestra, en algún aspecto, más generoso con otros que con nosotros, no podemos quejarnos, puesto que nos ha dado, y nos sigue dando, mucho más de lo que merecemos. Dios reafirma su libertad soberana y dice: Pero quiero dar a este último como a ti.
    (B) Estaba disponiendo de lo que era suyo. Así como antes había afirmado su justicia, ahora afirma su soberanía: ¿No me es lícito hacer con lo mío lo que quiera? (v. 15). Dios puede dar o retirar su favores, según le plazca. Lo que Dios tiene, es Suyo; y esto le justificará en todas las disposiciones de Su providencia. Cuando Dios nos quita algo que nos es muy querido, debemos acallar nuestro descontento con las frases del paciente Job: Jehová me lo dio, y Jehová me lo quitó; sea bendito el nombre de Jehová (Job 1:21). Estamos en sus manos, como el barro en las manos del alfarero, y no somos quiénes para contender con Él (Ro. 9:20).
    (C) El murmurador no tenía razón de quejarse de que los últimos hubiesen recibido el mismo pago, al haber venido tan tarde, pues no habían venido antes por la sencilla razón de que no habían sido llamados antes. Si el amo les daba lo mismo que a él, habiéndoles llamado después que a él, la bondad del amo hacia los últimos no era un agravio hacia él, por tanto, no había razón para que tuviese envidia: ¿O tienes tú envidia (lit. ¿O es maligno tu ojo? Esta expresión indica celos u odio) porque yo soy bueno? Así que la envidia es un ojo maligno. El ojo es, con frecuencia, la puerta de entrada y la de salida de este pecado; por los ojos entra el desagrado al contemplar el bien de los demás, y por los ojos sale el deseo del mal de los demás, con la agravante de rebotar contra Dios: Porque yo soy bueno. Por eso, así como Dios es Amor (1 Jn. 4:8, 16), y al ser infinitamente bueno, hace el bien y se deleita en el bien, el envidioso siente odio, hace el mal y se deleita en el mal de otros, y viola directamente los dos mandamientos en que se resume la Ley; va contra el amor a Dios, a cuya voluntad debería someterse, y contra el amor al prójimo, en cuyo bien debería regocijarse. Como decía Bossuet, «es tan mala la envidia que vuelve el corazón del revés, al odiar el bien del prójimo y querer su mal» (comp. 1 Co. 13:4–6). Como ha escrito uno de nuestros clásicos, «amarilla pintan a la envidia, porque muerde pero no come». Esta frase es más profunda de lo que parece a primera vista, y no es una mera metáfora, pues el envidioso perturba su propia función biliar; es un atrabiliario (atra bilis = hiel negra); no es extraño que el vulgo hable de «hacer mala sangre».
  4. Finalmente, tenemos la aplicación de la parábola, al repetir la frase que la ocasionó: Así, los últimos serán los primeros; y los primeros, últimos (v. 16. Comp. 19:30). Para obviar, y acallar, la jactancia de ellos, Cristo les dice que es posible que sean aventajados por los que habrán de sucederles en la profesión de la fe cristiana, al ser así inferiores a ellos en gracia, santidad y conocimiento. En los siglos xvi, xviii y xix, han existido, en la Iglesia avivamientos con los que muchas congregaciones disfrutaron de mayor salud espiritual que la mayoría de las congregaciones de la Iglesia primitiva ¿Podemos esperar algo parecido en estos últimos días? No hay señales de tal cosa, sino de grandes apostasías de la verdadera fe y de gran enfriamiento del amor. ¿No es precisamente esto lo que predijo el Maestro?
    La segunda parte del versículo 16 será comentada en 22:14, que es su verdadero lugar.

Henry, M., & Lacueva, F. (1999). Comentario Bı́blico de Matthew Henry (pp. 1159-1161). Editorial CLIE.

¿Qué es el cesasionismo? | Got Questions

¿Qué es el cesasionismo?

El cesasionismo es la creencia de que los “dones milagrosos” de las lenguas y la sanidad ya han cesado – que el fin de la era apostólica marcó el fin de los milagros asociados con esa era. La mayoría de los cesasionistas creen que, mientras que Dios puede y aún realiza milagros hoy en día, el Espíritu Santo ya no utiliza a individuos para llevar a cabo señales milagrosas.

Los registros bíblicos muestran que los milagros se produjeron durante determinados períodos específicos con el propósito de autentificar un nuevo mensaje de Dios. A Moisés se le concedió realizar milagros para autentificar su ministerio ante el faraón (Éxodo 4:1-8). Elías realizó milagros para autentificar su ministerio ante Acáb (1 Reyes 17:1;18:24). Los apóstoles realizaron milagros para autentificar su ministerio ante Israel (Hechos 4:10, 16).

El ministerio de Jesús también fue marcado por milagros, a los que el apóstol Juan llama “señales” (Juan 2:11). Lo que Juan quería decir es que los milagros eran la prueba de la autenticidad del mensaje de Jesús.

Después de la resurrección de Jesús, mientras la Iglesia se establecía y el Nuevo Testamento estaba siendo escrito, los apóstoles lo demostraban con “señales” tales como las lenguas y el poder para sanar. “Así que las lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos.” (1 Corintios 14:22, un verso que dice claramente que el don nunca fue para edificar a la iglesia).

El apóstol Pablo predijo que el don de lenguas acabaría (1 Corintios 13:8). Aquí exponemos seis pruebas de que ya han cesado:

1) Los apóstoles, a través de quienes vinieron las lenguas, fueron únicos en la historia de la iglesia. Una vez que su ministerio fue concluido, la necesidad de señales que lo autentificaran dejó de existir.

2) Los dones de milagros (o señales) solo son mencionados en las primeras epístolas, tales como 1 Corintios. Los libros posteriores, tales como Efesios y Romanos, contienen pasajes detallados sobre los dones del Espíritu, pero los dones de milagros ya no son mencionados, aunque Romanos menciona el don de la profecía. La palabra griega traducida como “profecía” significa “declarar” y no necesariamente incluye la predicción del futuro.

3) El don de lenguas era una señal para el Israel incrédulo de que la salvación de Dios ahora estaba disponible para otras naciones. Ver 1 Corintios 14:21-22 e Isaías 28:11-12.

4) El don de lenguas era inferior al de la profecía (predicar). Predicar la Palabra de Dios edifica a los creyentes, mientras que las lenguas no lo hacen. Se les dice a los creyentes que procuren profetizar más que hablar en lenguas (1 Corintios 14:1-3).

5) La historia indica que las lenguas cesaron. Las lenguas ya no son mencionadas en absoluto por los Padres Post-apostólicos. Otros escritores tales como Justino Mártir, Orígenes, Crisóstomo y Agustín, consideraron que las lenguas fueron algo que sucedió solo en los primeros días de la Iglesia.

6) Observaciones actuales confirman que el milagro de las lenguas ha cesado. Si el don estuviera aún vigente, no habría necesidad de que los misioneros asistieran a escuelas de idiomas. Los misioneros podrían viajar a cualquier país y hablar cualquier lenguaje fluidamente, así como los apóstoles fueron capaces de hacerlo en Hechos 2. Respecto al don de sanidad, vemos en las Escrituras que la sanidad estaba asociada con el ministerio de Jesús y los apóstoles (Lucas 9:1-2). Y vemos que al finalizar de la era apostólica, la sanidad, al igual que las lenguas se volvieron menos frecuentes. El apóstol Pablo, quien resucitó a Eútico (Hechos 20:9-12), no sanó a Epafrodito (Filipenses 2:25-27), ni a Trófimo (2 Timoteo 4:20), ni a Timoteo (1 Timoteo 5:23), ni aún a sí mismo (2 Corintios 12:7-9). Las causas del “fracaso en sanar” de Pablo son: 1) el don nunca tuvo como propósito sanar a todo cristiano, sino el autentificar el apostolado (2 Corintios 2:12; Hebreos 2:4); y 2) la autoridad de los apóstoles ya había sido probada suficientemente, no habiendo ya más necesidad de milagros posteriores.

Las razones arriba expuestas son la evidencia para el cesasionismo. De acuerdo a 1 Corintios 13:13-14, haríamos bien en “seguir el amor,” el mejor de todos los dones. Si debiéramos desear dones, hemos de desear declarar la Palabra de Dios, para que todos sean edificados.

Artículo Fuente: https://www.gotquestions.org/Espanol/Cesasionismo.html

¿Qué es el continuismo? | Got Questions

¿Qué es el continuismo?

Por favor, tengan en cuenta que, como ministerio, GotQuestions.org no está de acuerdo con el continuismo. El siguiente artículo está escrito por alguien que está de acuerdo con el continuismo. Pensamos que valdría la pena tener un artículo que presente el continuismo de forma positiva, ya que es bueno que nuestros puntos de vista sean cuestionados, motivándonos a seguir buscando en las Escrituras para asegurarnos de que nuestras creencias son bíblicamente sólidas.

El continuismo es la creencia de que todos los dones espirituales, incluyendo las sanidades, las lenguas y los milagros, todavía operan hoy en día, al igual que en los días de la iglesia primitiva. Un continuista cree que los dones espirituales han «continuado» sin cesar desde el día de Pentecostés y que la iglesia de hoy tiene acceso a todos los dones espirituales mencionados en la Biblia.

Cuando el Espíritu Santo vino como Jesús había prometido (Hechos 1:8; 2:1-4), Él llenó a los creyentes y les dio dones sobrenaturales que les permitieron servir a Dios con poder y eficacia. Estos dones espirituales se enumeran en Romanos 12:6-8, Efesios 4:11, y 1 Corintios 12:7-11, 28, y el continuismo dice que todos los dones continúan hasta el día de hoy. Estos dones varían de una persona a otra de acuerdo a lo que el Espíritu considere necesario (1 Pedro 4:10). Primera de Corintios 12:4-6 dice: «Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo». Los continuistas afirman que no hay evidencia en las escrituras de que alguno de estos dones espirituales ya no esté operando.

El punto de vista opuesto se llama cesacionismo, que enseña que algunos de los dones «cesaron» y ya no están operando hoy en día. El asunto en el cesacionismo no es si todavía hay dones presentes, sino cuáles. Los cesacionistas señalan versículos como 1 Corintios 13:10 y al hecho de que los dones milagrosos parecen estar estrechamente ligados al ministerio de los apóstoles y a la verificación de la revelación de Dios (Hechos 2:22; 14:3; 2 Corintios 12:12) como prueba de que los dones milagrosos del Espíritu han cesado.

Como en cualquier doctrina, existen extremos en ambos lados. Algunos cesacionistas creen que todos los dones espirituales desaparecieron con la finalización de la era apostólica. Otros cesacionistas menos extremos sostienen que sólo los «dones de señales» — sanidades, milagros y lenguas — se han terminado. Por el lado de los continuistas extremos, hay quienes enseñan que las lenguas siempre deben seguir a la salvación o a la llenura del Espíritu Santo. También puede haber un énfasis erróneo en los dones y no en la persona de Jesucristo. Algunos incluso afirman que cada creyente puede estar equipado con cualquier don de milagro si tiene suficiente fe. Sin embargo, este concepto se refuta claramente en 1 Corintios 12:11, donde se dice que el Espíritu «reparte a cada uno en particular como él quiere». Pablo trató este mismo tema en la iglesia de Corinto: «¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas?» (1 Corintios 12:29-30). La respuesta a estas preguntas es «no».

Los continuistas creen que la instrucción bíblica sobre los dones espirituales es tan relevante hoy como cuando fue escrita. Sostienen que no hay razón bíblica para creer lo contrario y que los cesacionistas son los que tienen la responsabilidad de demostrarlo. Los creyentes de ambas posturas pueden acordar estar en desacuerdo, aunque ambas perspectivas deben tener en cuenta la oración de Jesús en Juan 17:22-23: «La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado». Independientemente de que sean continuistas o cesacionistas, todos los creyentes nacidos de nuevo son parte del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:27). Cuando permitimos que cualquier tema no fundamental cause división y disensión, no estamos prestando atención a algo importante para nuestro Señor.

Anexo sobre los argumentos cesacionistas comunes y las respuestas de los continuistas

Los cristianos que sostienen que no hay fundamentos bíblicos para el cesacionismo, a veces son llamados «continuistas». Estos creyentes consideran que su posición es bíblicamente consistente y que el cesacionismo no tiene fundamento bíblico. Los siguientes son algunos de los argumentos comunes del cesacionismo y las respuestas continuistas:

  1. Escritura

Los cesacionistas frecuentemente citan 1 Corintios 13:8-10 para apoyar la idea de que algunos dones cesaron cuando llegó «lo perfecto». Algunos creen que «lo perfecto» se refiere a la finalización de la Biblia. Esta posición sostiene que una vez que la Biblia fue completada ya no había necesidad de obras milagrosas del Espíritu Santo por parte de los creyentes. Sin embargo, el versículo 12 aclara la definición de ese «perfecto»: «Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido». Como no podemos ver la Biblia cara a cara, ni tampoco puede «conocernos», los continuistas consideran este pasaje como una referencia a la segunda venida de Jesús. En ese momento no habrá necesidad de los dones del Espíritu Santo, incluyendo el don del conocimiento (versículo 8), ya que estaremos en la presencia física de Jesús mismo.

Otro versículo que se cita a menudo es 2 Corintios 12:12. Los cesacionistas sostienen que los dones de milagros como las lenguas, la sanidad, la profecía y los milagros, fueron reservados para que los apóstoles validaran su autoridad. Sin embargo, la Biblia incluye relatos de personas que no eran apóstoles en la iglesia primitiva y que realizaron milagros y sanidades, como Esteban (Hechos 6:8) y Felipe (Hechos 8:6-7). Los dones de lenguas y la profecía se extendieron entre todos los que estaban llenos del Espíritu Santo (Hechos 10:46; 19:6; 1 Corintios 14:5, 39; Gálatas 3:5). Pablo incluyó estos dones milagrosos cuando se dirigió a la iglesia de Corinto (1 Corintios 12:4-11, 28). El continuismo argumenta que si las lenguas, la sanidad y los milagros estaban limitados a los apóstoles, estos dones no habrían sido incluidos en las instrucciones de Pablo al cuerpo de la iglesia muchos años después de Pentecostés. Pablo declaró, «Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis» (1 Corintios 14:5). De esto podemos deducir que Pablo no consideró esos dones sólo para los apóstoles. Las extraordinarias manifestaciones de poder que demostraron los apóstoles (Hechos 15:12) quizá se debieron al hecho de que Jesús mismo había dado a los doce este poder por ser Sus únicos mensajeros (Lucas 9:1). Sus capacidades milagrosas no estaban necesariamente relacionadas con los dones espirituales otorgados a todos los creyentes llenos del Espíritu.

  1. Terminología
    El término «dones de señales» a menudo se utiliza para indicar que Dios dio ciertas habilidades a los apóstoles como «señales» para validar su apostolado. Algunos teólogos han cuestionado esta expresión, afirmando que, aunque la Biblia habla de señales de un verdadero apóstol, esto no indica que ciertos dones espirituales sean una señal que apunte al apostolado. Los continuistas creen que cuando el Nuevo Testamento se refiere a «señales», indica que las habilidades sobrenaturales son dadas por Dios a quien Él elige para cumplir Su propósito (Éxodo 7:3; Romanos 15:18-19; Hebreos 2:4; 1 Corintios 12:11). El término «dones de señales» nunca se usa como una categoría separada que pertenezca a los dones del Espíritu Santo.

La profecía es otro término que ha generado desacuerdos. Los cesacionistas citan ejemplos de algunos continuistas que han comparado sus revelaciones personales con las Escrituras. Sin embargo, la mayoría de los continuistas están de acuerdo con los cesacionistas en que ninguna otra revelación dada a los seres humanos nunca estará a la altura del canon completo de las Escrituras. Sin embargo, los continuistas no ven nada en la Escritura que indique que el Dios relacional que nos ha dado la Escritura ya no se comunica con Su pueblo. El don de la profecía puede incluir el hablar la verdad de la Palabra de Dios, pero también puede incluir la revelación sobrenatural que Dios da a Sus siervos para impactar a otros de una manera profunda. El apóstol Pablo animó a la iglesia, diciendo: «procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis» (1 Corintios 14:1).3.

  1. Lenguas
    El tema de hablar en lenguas ha sido una causa de malentendidos para muchos cristianos. Su abuso y mal uso en algunos círculos ha alimentado aún más la convicción de los cesacionistas de que este don no está ni activo ni es necesario. Algunos incluso atribuyen este fenómeno a la actividad demoníaca o a la histeria emocional. También sostienen que, si las lenguas siguieran siendo un don legítimo, todo misionero recibiría este don y evitaría años de estudio de idiomas.

Como respuesta, los continuistas están de acuerdo en que parte de lo que se dice que es inspirado por el Espíritu no es más que sensacionalismo alimentado por las emociones. Satanás y los seres humanos caídos siempre han falsificado las obras milagrosas de Dios y todavía lo hacen (Éxodo 7:10-11; Hechos 8:9, 11; Apocalipsis 13:14). Sin embargo, la presencia de lo falso no niega lo auténtico. En Hechos 16:16, Pablo y Silas fueron importunados por una muchacha poseída por un demonio con el don de la profecía. El hecho de que su habilidad sobrenatural fuera de Satanás y no de Dios no hizo que Pablo llegara a la conclusión de que todos los dones proféticos eran del diablo (1 Corintios 14:1). En Mateo 7:21-23, Jesús predijo que muchos afirmarían conocerlo porque hacían milagros en Su nombre. Que hubiese impostores no implicaba que todos los que hacían milagros fuesen falsos.

Los continuistas sugieren que parte de la confusión sobre este tema es que puede haber dos tipos de «lenguas» mencionadas en Hechos y en las cartas a los Corintios. El don que vino el día de Pentecostés permitió a los apóstoles hablar en las lenguas de los presentes. Esto permitió que el evangelio se extendiera rápidamente por toda la región (Hechos 2:6-8). Sin embargo, en 1 Corintios 14, Pablo parece estar hablando de un propósito diferente para las lenguas. Todo el capítulo catorce es una instrucción para la iglesia acerca de los propósitos y el uso de este don, el cual puede ser para adorar a Dios (1 Corintios 14:2, 14-16, 28).

El apoyo bíblico para esta postura se encuentra en Hechos 10:45-46 cuando Cornelio recibió el Espíritu Santo. Él comenzó a alabar a Dios en lenguas, aunque no había nadie presente que necesitara escuchar el evangelio en otros idiomas. Otro ejemplo se encuentra en Hechos 19:6-7. Doce hombres de Éfeso recibieron el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas, aunque no había nadie presente que necesitaba oírlo. La iglesia de Corinto incluía regularmente lenguas en sus servicios de adoración, sin que hubiera indicios de que siempre estuvieran presentes aquellos que necesitaban escuchar un mensaje en su idioma.

En 1 Corintios 14:28, Pablo continúa su instrucción sobre el uso de las lenguas en la adoración congregacional: «Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios». Esto parece indicar que las lenguas también pueden ser un medio para orar «en el espíritu», lo cual da otra perspectiva a pasajes como 1 Corintios 14:14-15 y 28, Romanos 8:26, Efesios 6:18 y Judas 1:20. Pablo nunca reprendió a los corintios por usar este don (1 Corintios 14:39) sino sólo por usarlo mal y generar caos (versículos 23 y 39). Al final del capítulo catorce, Pablo les instruye a no «prohibir el hablar en lenguas». sino que todo debe hacerse de manera adecuada y ordenada» (1 Corintios 14:39-40).

  1. Historia de la Iglesia
    El cesacionismo afirma el apoyo histórico, declarando que no hay indicios de que los dones de milagros continuaron después de la muerte de los apóstoles. Sin embargo, los continuistas sostienen que el registro de la iglesia no está de acuerdo. Citan los siguientes ejemplos:

Justino Mártir (100-165 d.C.), historiador de la iglesia primitiva, declaró que «los dones proféticos permanecen con nosotros hasta el presente». Ahora es posible ver entre nosotros mujeres y hombres que poseen dones del Espíritu de Dios».

Ireneo (125-200 d.C.) dijo: «También oímos a muchos hermanos en la iglesia que poseen dones proféticos y que a través del Espíritu hablan todo tipo de idiomas. . . . Incluso los muertos han resucitado y han permanecido entre nosotros durante muchos años».

Novato (210-280 d.C.) dijo, «Este es el [Espíritu Santo] que coloca profetas en la iglesia, instruye a los maestros, dirige las lenguas, da poderes y sanidades, hace obras maravillosas».

Agustín (354-430 d.C.) se cita con frecuencia como un padre de la iglesia primitiva que rechazó la idea del continuismo. Esto fue cierto desde el principio. Sin embargo, tiempo después, fue tan impactado por las sanidades y milagros que observó de primera mano, que escribió en La Ciudad de Dios, «Estoy tan urgido de terminar este trabajo, que no puedo registrar todos los milagros que veo».

Estudiosos de la Biblia más recientes como John Wesley, A. W. Tozer, R. A. Torrey y J. P. Moreland también estaban convencidos de que todos los dones del Espíritu siguen activos en el mundo hoy en día, y de hecho operan en algunos de esos dones.

  1. Argumentos del silencio
    Los cesacionistas señalan que sólo las primeras cartas de Pablo contenían referencias a los dones de milagros. Las epístolas posteriores como la de Efesios no los mencionan. Su conclusión es que estos dones deben haber «desaparecido» después de que la iglesia se estableciera definitivamente. Sin embargo, los continuistas señalan que este es un argumento de silencio, lo cual es una falacia lógica. La falta de referencia a un tema no implica de ninguna manera que la instrucción anterior haya cambiado. Puede significar que los dones de milagros no estaban causando perturbaciones en Éfeso como en Corinto, y otros asuntos eran más importantes para que Pablo les prestara atención. Las listas de dones que se encuentran en Romanos 12:6-9, 1 Corintios 12:4-11 y 1 Pedro 4:10-11 no son idénticas y posiblemente la intención no era que fueran exhaustivas.

Los eruditos bíblicos predominan en ambos aspectos de este tema. El cesacionismo sostiene que la Palabra inspirada de Dios es todo lo que necesitamos para vivir como Cristo desea que vivamos. Los continuistas afirman que el Espíritu Santo que fue derramado en Hechos 2 aún continúa Su obra, con todos los dones sobrenaturales mencionados en la Escritura. David Martyn Lloyd-Jones, un teólogo del siglo XIX que a menudo se cita como un defensor del cesacionismo, dice esto: «Todo cristiano debe buscar siempre lo mejor y lo más sublime. Nunca debemos contentarnos con nada menos de lo que se describe como posible para el cristiano en el Nuevo Testamento». A esto, ambas partes añadirían, «Amén».

Artículo Fuente: https://www.gotquestions.org/Espanol/continuismo.html

¿Biblia física o Biblia en el teléfono? | Josué Barrios

¿Biblia física o Biblia en el teléfono?
Josué Barrios

Hace poco me preguntaron en una entrevista cuál es mi opinión en el debate de si es mejor leer la Biblia en física o leerla más bien en el teléfono. Es una pregunta tan común cuando hablamos de la vida cristiana en la era digital, que me gustaría compartir mi respuesta en este artículo, esperando ser útil.

La Biblia en el teléfono: un regalo
Para empezar, es una bendición increíble que en nuestros teléfonos podamos acceder al instante a cientos de versiones de la Biblia en decenas de idiomas. Esta es una evidencia de cómo Dios obra por medio de Su iglesia para que Su Palabra llegue hasta lo último de la tierra. En nuestros países ya alcanzados por el evangelio, y con cierta historia de influencia cristiana, nadie puede decir que la Biblia es inaccesible o que hay escasez de traducciones. ¿Estamos agradeciendo a Dios por eso?

Más aún, hay cosas que podemos hacer con la Biblia en el teléfono que no podemos hacer —al menos no fácilmente— con la Biblia en físico. Podemos buscar palabras con facilidad, consultar comentarios bíblicos confiables, escuchar los capítulos en vez de leerlos, usar etiquetas para recordar o guardar versículos sobre temas relacionados.

También podemos ir con rapidez al griego o el hebreo para entender mejor una palabra, y consultar varias versiones al mismo tiempo mientras las comparamos, por mencionar tan solo algunas cosas que podemos hacer. Estas herramientas y opciones digitales son valiosas en el estudio de la Biblia. Acudo a ellas con frecuencia cuando preparo sermones, aunque prefiero hacerlo en mi laptop y no tanto en mi teléfono.

Todo esto para decir que vivimos en tiempos privilegiados. Sin duda, hay ciertas ventajas en la Biblia digital para ciertos tipos de lectura (investigación, estudios, traducciones, etc.). En nuestro amor por la Biblia física, no menospreciemos el regalo de la Biblia digital. No obstante, cuando se trata de mi lectura personal diaria —ese momento del día en que me acerco a la Palabra para escuchar a Dios y derramar mi corazón delante de Él — prefiero un millón de veces más la Biblia en físico. También la prefiero cuando se trata de llevar la Biblia a la iglesia.

¿Por qué prefiero la Biblia física?
No todo son ventajas cuando hablamos de la Biblia en el teléfono. Estas son mis razones para recomendar priorizar la Biblia física para la lectura diaria y personal, y también para el uso en la iglesia:

1) Retenemos mejor lo que leemos, y realizamos una lectura más inmersiva, cuando leemos en físico.

Leer la Biblia en el teléfono, tablet o laptop hace que sea más fácil leerla como leemos todo lo demás en una pantalla, en especial cuando navegamos en internet: «escaneando» en vez de profundizando y meditando. (Si lees inglés, te recomiendo el libro Reader, Come Home, de Maryanne Wolf, quien habla profundiza en este asunto). Me pregunto si esta es una de las razones principales por las que el cristianismo es muy superficial en gran parte de la iglesia de hoy.

2) Cuando leemos la Biblia en el teléfono, es más fácil distraernos.

Puede que recibamos notificaciones que desvíen nuestra atención a las tareas que tenemos por hacer, o a lo que otras personas están haciendo o diciendo. Es tentador cerrar la aplicación de la Biblia para abrir las redes sociales o ver si tenemos algo nuevo en WhatsApp.

Podemos incluso distraernos con notificaciones y anuncios publicitarios dentro de la misma aplicación que usemos para la lectura bíblica, consumiendo publicidad sobre un nuevo libro devocional o podcast cristiano, o lo que sea. Por supuesto, no todas las aplicaciones para leer la Biblia son así, pero muchas poseen esta característica.

3) Muchas aplicaciones populares para leer la Biblia se han convertido prácticamente en redes sociales.

En ellas podemos compartir nuestros versículos favoritos de la lectura diaria, nuestros comentarios al respecto, y darnos «me gusta» entre nosotros cuando llevamos buenas rachas de lecturas o nos gusta alguna reflexión que escribimos mientras leímos la Palabra.

¿Cuál es el problema aquí? Que de repente nuestra lectura de la Biblia se trata menos de lo que Dios dice en su Palabra, y más de escuchar o reflexionar en lo que nosotros decimos u opinamos sobre ella. Entonces somos tentados a profundizar menos en la Escritura, y más bien enfocarnos en tener algo para compartir, comparar nuestras lecturas con las de otras personas, distraernos con lo que otros dicen, o perseguir también golpes de dopamina como en las redes sociales.

En estas aplicaciones para leer la Biblia, es fácil olvidar que Jesús nos llama a que nuestra vida de oración sea primeramente en secreto. Es fácil caer en la trampa de compartir nuestras oraciones y pensamientos sobre la Biblia en público para ser alabados por las personas, al ser considerados más espirituales (Mt 6:1-8).

4) Leer la Biblia en el teléfono puede llevarnos a restarle valor a la Palabra.

Me refiero a que cuando leemos la Biblia en los mismos dispositivos en los que consumimos mucho contenido trivial o inferior en importancia (videos, memes, música, etc.), podemos llegar a ver la Biblia —de manera subconsciente— como más contenido de ese tipo. El medio es el mensaje, decía Marshall McLuhan.

Cuando se trata de la lectura de la Biblia, no podemos ignorar que leerla en el teléfono nos va a llevar a verla como vemos otras cosas en nuestros teléfonos, tal como explico con más detalle en mi libro Espiritual y conectado. En especial cuando reconocemos que en nuestros teléfonos y las redes sociales lo que se prioriza por lo general es el entretenimiento.

Por supuesto, esto no impedirá que la Palabra de Dios siga siendo la Palabra de Dios. Dios todavía puede usarla poderosamente. Además, alabo a Dios por algunas aplicaciones de lectura bíblica diseñadas de manera preciosa para transmitir hasta cierto punto la trascendencia y belleza de la Palabra. Pero de nuevo, no podemos ignorar los efectos en nuestros corazones de trivializar sutilmente la Biblia debido al medio en que la leemos .

5) Por último, leer la Biblia física hace más evidente a otros que estamos leyendo la Biblia.

Esto es importante en la iglesia local. Si leo la Biblia en mi teléfono, otras personas (o incluso mi hijo) pueden suponer que estoy en Instagram o WhatsApp. El predicador, al ver a las personas viendo con atención las pantallas de sus dispositivos, no puede tener certeza de que sus oyentes en verdad están siguiendo el sermón.

En contraste, cuando llevamos la Biblia en físico a la iglesia, podemos comunicar mejor que queremos escuchar a Dios. De una manera sutil, podemos ser de aliento para nuestros hermanos y para el predicador, animándonos a leer la Palabra con mayor atención y entrega.

Recomendación final
Así que si vas a leer la Biblia en el teléfono en vez de leerla en física, mi consejo es que tengas estas cosas en cuenta y seas cuidadoso de cómo lo hagas.

Escoge con sabiduría cuál aplicación usarás (recomiendo Bible Study, de OliveTree) y con quienes tendrás contacto en ella si tiene funciones sociales. Escoge un círculo de contactos que sea cercano, a quienes conozcas en persona. Ten cuidado de buscar la aprobación de los demás o presumir tu espiritualidad al compartir lo que reflexionas o lees en la Palabra. Minimiza las distracciones que puedas tener en la aplicación o tu dispositivo. En especial, busca leer la Biblia por encima de las reflexiones devocionales escritas por alguien más, por más útiles que puedan ser.

Pero sobre todo, prioriza la lectura en físico de la Palabra en tu vida devocional para tu crecimiento espiritua l. De hecho, recomiendo mucho leerla antes de usar tu teléfono en las mañanas. Por supuesto, siempre será mejor leer la Biblia en digital que no leer la Biblia en absoluto. Pero ¿por qué conformarnos con la Biblia digital para la lectura personal cuando podemos leer la Biblia en físico y tener lecturas más atentas que nos cambien de maneras más profundas?

Artículo fuente: https://josuebarrios.com/biblia-fisica-telefono/

LA FE QUE SALVA | R.C. Sproul

Todos Somos teólogos – LA FE QUE SALVA

R.C. Sproul

La fe es central para el cristianismo. En repetidas ocasiones el Nuevo Testamento llama a la gente a creer en el Señor Jesucristo. Hay un conjunto definido de creencias, el cual es parte de nuestra actividad religiosa. En el tiempo de la Reforma, el debate tenía que ver con la naturaleza de la fe que salva. ¿Qué es la fe que salva? A mucha gente, la idea de justificación solo por la fe le sugiere un antinomianismo sutilmente velado que sostiene que la gente puede vivir como guste y quiera mientras que crean en las doctrinas correctas. Sin embargo, Santiago escribió en su epístola: «Hermanos míos, si alguno dice que tiene fe y no tiene obras, ¿de qué sirve? ¿Puede acaso su fe salvarle?… Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma» (2:14, 17). Lutero decía que la clase de fe que justifica es fides viva, una «fe viva», una que inevitable, necesaria e inmediatamente otorga el fruto de justicia. La justificación es solo por la fe, pero no por una fe que está sola. Una fe sin algún resultado de justicia no es fe verdadera.
Para la Iglesia Católica Romana, la fe más las obras da como resultado la justificación. Para el antinomianismo, fe menos obras da como resultado la justificación. Para los reformadores protestantes, fe es igual a justificación más obras. En otras palabras, las obras son el fruto necesario de la verdadera fe. Las obras no cuentan para la declaración de Dios de que somos justos ante sus ojos; no son parte del fundamento para la decisión de Dios de declararnos justos.

ELEMENTOS ESENCIALES DE LA FE QUE SALVA

¿Cuáles son los elementos constituyentes de la fe que salva? Los reformadores protestantes reconocían que la fe bíblica tiene tres aspectos esenciales: notitia, assensus y fiducia.
Notitia se refiere al contenido de la fe, las cosas que creemos. Se trata de ciertas cosas que hay que creer sobre Cristo: él es el Hijo de Dios, es nuestro Salvador, ha provisto la expiación, etc.
Assensus es la convicción de que el contenido de nuestra fe es verdadero. Alguien puede saber sobre la fe cristiana pero creer que no es verdad. Podemos tener algunas dudas mezcladas con nuestra fe, pero tiene que haber un cierto nivel de afirmación y convicción intelectual si vamos a ser salvos. Antes de que alguien pueda realmente confiar en Jesucristo, tiene que creer que Cristo en realidad es el Salvador, que es efectivamente todo lo que él dijo sobre sí mismo. La fe genuina dice que el contenido, la notitia, es verdad.
Fiducia se refiere a la confianza personal. Saber y creer el contenido de la fe cristiana no es suficiente, porque incluso los demonios pueden hacer eso (Santiago 2:19). La fe es efectiva sola­ mente cuando uno confía solo en Cristo para su salvación. Una cosa es dar consentimiento intelectual a una proposición pero otra muy diferente es colocar en esa idea nuestra confianza personal. Podemos decir que creemos en la justificación por la fe, y aun así seguir pensando que vamos a ganarnos el cielo por nuestros logros, por nuestras obras, por nuestra lucha. Es fácil meter en la cabeza la doctrina de la justificación por la fe, pero es difícil meter en la sangre y en la vida la confianza solo en Cristo para nuestra salvación.
Existe otro elemento para fiducia además de la confianza, y es el afecto. Una persona no regenerada nunca vendrá a Jesús porque no quiere a Jesús. En su mente y en su corazón esa persona está fundamentalmente en enemistad con las cosas de Dios. En tanto que una persona es hostil a Cristo no tiene afecto por él. Satanás es un ejemplo de esto. Satanás conoce la verdad, pero la odia. Está totalmente opuesto a adorar a Dios porque no tiene amor por Dios. Por naturaleza todos somos así. Estamos muertos en nuestro pecado. Caminamos según los poderes de este mundo y satisfacemos los deseos de la carne. Hasta que el Espíritu Santo nos cambia, tenemos corazones de piedra. Un corazón no regenerado no tiene afecto por Cristo; no tiene vida y no tiene amor. El Espíritu Santo cambia la disposición de nuestro corazón para que veamos la dulzura de Cristo y lo abracemos. Nadie ama a Cristo de manera perfecta, pero no podemos amarlo ni siquiera un poco a menos que el Espíritu Santo nos cambie el corazón de piedra y lo haga un corazón de carne.

FRUTOS DE LA CONVERSIÓN

Los teólogos tradicionalmente han reconocido varios elementos que acompañan a la fe salvadora. Se los llama «frutos de la conversión». Vamos a revisar algunos de ellos.

Arrepentimiento

Cuando el Espíritu Santo trae a alguien a la fe, esa persona experimenta una conversión. Su vida da un giro de 180 grados. Esta media vuelta se llama «arrepentimiento», y es un fruto inmediato de la fe genuina. Algunos incluyen al arrepentimiento como parte de la fe genuina. Sin embargo, la Biblia distingue entre arrepentirse y creer. No podemos tener afecto por Cristo hasta que reconozcamos que somos pecadores y que necesitamos desesperadamente la obra que él realizó a nuestro favor. El arrepentimiento incluye el odio al pecado, que viene con el nuevo afecto que Dios nos otorga.

No me gusta cuando algunos pastores dicen: «Ven a Jesús y todos tus problemas se resolverán». Mi vida no era complicada antes de llegar a Cristo; las complicaciones comenzaron al conocer a Cristo. Antes de ser cristiano yo iba por una vía de un solo sentido. Hoy todavía enfrento tentaciones de este mundo, pero Dios ha plantado en mi corazón afecto y confianza en Cristo. En otras palabras, nos arrepentimos porque odiamos nuestro pecado. Sí, una parte de nosotros todavía ama al pecado, pero el arrepentimiento verdadero conlleva una tristeza piadosa por haber ofendido a Dios y una decisión firme de deshacerse del pecado. El arrepentimiento no significa la victoria total sobre el pecado. Si la victoria total fuera un requisito nadie podría ser salvo. El arrepentimiento es alejarse del pecado, es una perspectiva diferente del pecado. La palabra griega que se traduce «arrepentimiento» es metanoia, que significa literalmente «cambio de mente». Antes de Cristo racionalizábamos nuestro pecado, pero ahora nos damos cuenta de que el pecado es algo malo; ahora tenemos una opinión diferente acerca del mismo.

Adopción

Cuando Dios nos declara justos en Jesucristo nos adopta en su familia. Su único Hijo verdadero es Cristo, pero Cristo se convierte en nuestro hermano mayor por medio de la adopción. Nadie nace dentro de la familia de Dios. Por naturaleza somos hijos de ira, no hijos de Dios; por lo tanto, Dios no es nuestro Padre por naturaleza. Podemos tener a Dios por Padre solo si nos adopta, y Dios nos adoptará solo por medio de la obra de su Hijo. Pero cuando depositamos nuestra fe y confianza en Cristo, Dios no solo nos declara justos sino que también nos declara sus hijos e hijas por adopción.

Paz

Pablo escribe a los Romanos: «Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…» (5:1). El primer fruto de la justificación es la paz con Dios. Éramos enemigos, pero la guerra ya terminó. Dios declara un tratado de paz con todo aquel que pone su fe en Cristo. Cuando Dios hace esto, no entramos en un tiempo de tregua inestable en el que al momento de nuestra primera falla Dios comience a blandir la espada. Esta paz es una paz inquebrantable y eterna, porque ha sido ganada por la perfecta justicia de Cristo.

Acceso a Dios

Pablo también escribe: . .por medio de quien [Cristo] también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:2). Otro fruto es el acceso a Dios. Dios no permite la entrada a sus enemigos para tener con ellos amistad íntima, pero una vez que hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo tenemos acceso a su presencia y nos gozamos en la gloria de su Ser.

R.C.Sproul (2015). Todos Somos Teólogos; ( pp. 247-251). EDITORIAL MUNDO HISPANO.