«El ejemplo no es lo primero en la vida, es lo único». A través de esta frase, el famoso médico misionero y autor, Albert Schweitzer, declaró claramente la importancia y el poder del ejemplo. ¿Cuántos de nosotros que leímos esto, hemos sido influenciados por la vida poderosa de algún pastor, anciano u otro cristiano que vimos al principio de nuestras vidas? Si menciono «un pastor fiel», ¿qué imagen aparece en tu mente? Si menciono «un cristiano fiel», ¿en quién piensas?
La declaración de Schweitzer, por supuesto, es una exageración. Muchas otras cosas están involucradas en una vida fiel, pero ellas mismas se combinan en el ejemplo que alguien establece.
«Mentoreo» y «formación» pueden sonar como conceptos nuevos, pero no lo son. Parece que, de la manera en que Dios nos creó, esto ha estado en su mente. Hizo a los humanos a su imagen. Debemos seguir su ejemplo e imitar su carácter. En la encarnación de Cristo, Dios vino en la carne de manera que pudiéramos entenderlo y relacionarnos con él, y, como dijo Pedro, «dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas» (I Pedro 2:21). )
Podemos también participar en este ministerio de establecimiento y seguimiento de ejemplos. Dios ha creado humanos para nacer y madurar en compañía de otros humanos en la familia. No somos autogenerados, ni instantáneamente aparecemos como personas maduras. Dios planeó que los padres amorosos fueran parte de la forma en que los humanos crecerían.
Esta es también la forma en que Dios tuvo la intención de darse a conocer en este mundo caído. En el Antiguo Testamento Dios llamó a Abraham y a sus descendientes a ser un pueblo santo, especial y distinto en el mundo. Debían ser especiales para que el mundo tuviera una imagen de una sociedad que reflejara el carácter de Dios, que encarna sus preocupaciones y valores. Cuando Dios le dijo a su pueblo en Levítico 19 que debían «ser santos porque yo, el Señor su Dios, soy santo», no estaba hablando meramente a un individuo, a Moisés, Aarón o Josué.
Él ciertamente les estaba hablando, nosotros vemos en Lv. 19: 1 que Dios instruyó específicamente a Moisés para que dijera esto a toda la asamblea de Israel. Las leyes que luego les dio tenían mucho que ver con las relaciones, la equidad, la justicia y las interacciones sociales. Demuestra que a medida que estas personas se preocupan por los demás —los perdidos y los menos importantes, por los extranjeros y los jóvenes—, mostrarían algo del carácter de su justo y misericordioso Creador.
El fracaso de Israel en este ministerio de modelar a otros es uno de los principales cargos de Dios contra la nación en el Antiguo Testamento. Entonces en Ezequiel 5, el papel de Israel se convierte en instruir a las naciones con un ejemplo negativo. El Señor le dice a Israel: «Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella…Y te convertiré en soledad y en oprobio entre las naciones que están alrededor de ti, a los ojos de todo transeúnte.
Y serás oprobio y escarnio y escarmiento y espanto a las naciones que están alrededor de ti, cuando yo haga en ti juicios con furor e indignación, y en reprensiones de ira. Yo Jehová he hablado» (5: 5, 14-15). Una y otra vez en Ezequiel, Dios dice que él hace lo que hace con la nación de Israel por amor de su propio nombre, es decir, que la verdad acerca de él sea conocida entre los pueblos del mundo.
Este testimonio corporativo de sí mismo es lo que Dios también ha querido a través de la iglesia en el Nuevo Testamento. En Juan 13, Jesús dijo que el mundo debía saber que somos sus discípulos por el amor de Cristo que tenemos el uno por el otro. Pablo escribió a la iglesia de Efeso: « Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz»(Efesios 5: 8).
En nuestras vidas como cristianos, individualmente, y el efecto multiplicado en nuestras vidas juntos como iglesias, sostenemos la luz de la esperanza de Dios en este mundo oscuro y desesperado. Por nuestras vidas como cristianos, nos enseñamos unos a otros y al mundo que nos rodea acerca de Dios. Si nos amamos, mostramos algo de lo que es amar a Dios. Y, por otro lado, «Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (I Juan 4:20). En nuestra santidad, mostramos la santidad de Dios. Estamos llamados a dar a las personas la esperanza de que haya otra forma de vivir, que las vidas de frustración egoísta de nuestras naturalezas caídas y el mundo que nos rodea conspiran para alentarnos a seguir.
Amigos pastores y ancianos, ¿qué enseñan nuestras iglesias al mundo que mirar sobre Dios? ¿Les estamos enseñando que Dios está limitado a nuestra humanidad? ¿Les estamos enseñando que él tolera el pecado y la infidelidad, vidas ensimismadas de mezquindad y discordias? ¿Cuán en serio hemos llevado a nuestra gente a tomar la gran tarea y el privilegio que tenemos de ser la vitrina pública, el escaparate, el anuncio de, la página web del carácter de Dios para su Creación?
Qué gran privilegio nos ha dado y qué poco lo consideramos. Pensamos que si conseguimos más personas en nuestra iglesia, eso de alguna manera niega nuestra responsabilidad a aquellos que ya están nombrados como miembros. Pero, ¿qué testimonio está proporcionando cada uno de ellos en este momento? ¿Cuántos de sus malos testigos hay que esforzarse por superar para que las personas vean el buen testimonio que Dios está proporcionando a través de aquellos que se han convertido verdaderamente y lo están demostrando?
El ejercicio completo de la disciplina de la iglesia no se trata finalmente de vindicación o venganza. Esos son asuntos para Dios, no perdonamos a pecadores como nosotros (Deuteronomio 32:35, Romanos 12:19). Pero tenemos la preocupación de presentar un buen testimonio a otros de cómo es Dios. Debemos ser ejemplares en nuestras vidas y conducta. ¿Ha notado que en sus epístolas pastorales, Pablo parece particularmente preocupado por la reputación que un anciano tendría con los que están fuera de la iglesia? Si bien puede haber una serie de razones para esto, uno debe ser sin duda el papel representativo del anciano de la iglesia para el mundo.
Esto, entonces, también es lo que debe ser la iglesia como un todo. Es por eso que Pablo estaba tan enojado en I Corintios 5. ¿Y has notado exactamente a quién Pablo le levanta la voz? Él no regañó al hombre que estaba en el enlace sexual pecaminoso; ¡más bien él reprendió tajantemente a la iglesia que toleraría tal pecado entre sus miembros! Sabemos la triste verdad de que algunos de nosotros demostraremos estar perdidos en el pecado, aunque hayamos hecho una buena profesión de fe al principio. Confiamos en que al menos algunos vivirán para arrepentirse y regresar, pero no esperamos que la iglesia corporativamente incumpla su responsabilidad de representar bien a Dios defendiendo la santidad y contra el pecado. Fue este el tema — muy parecido al pecado de Israel idólatra en el Antiguo Testamento —, que fue el foco de la aguda reprimenda de Pablo a la iglesia de Corinto.
Amigos, ¿qué diría el apóstol Pablo de su iglesia y la mía? ¿Cuánta falta de asistencia toleramos en nombre del amor? ¿Cuántas relaciones adúlteras o divorcios no bíblicos permitimos pasar desacreditados en nuestras iglesias, pero que gritan al mundo, diciendo «no somos diferentes de lo que son ustedes»? ¿Cuántas personas divisivas permitimos desgarrar a la iglesia por pequeños problemas, o cuántos evangelios falsos permitimos que se les enseñe?
Queridos hermanos, si leen esto como pastor, anciano, líder, maestro o compañero de una iglesia, piensen en la gran responsabilidad que tenemos. Considera cómo podemos dar un mejor testimonio de Dios: ¿es ignorando el pecado en nuestro medio, o trabajando para restaurar amorosamente a los que están atrapados en el pecado, como Pablo instruye en Gálatas 6:1? ¿Qué refleja mejor al Dios que adoramos? ¿La misericordia de Dios alguna vez oscureció su santidad en su palabra? ¿Qué tal en su iglesia? ¿Cuál es nuestra mayordomía en este asunto?
Presta atención al ejemplo que estableces para el mundo que te rodea. Dios tiene un gran plan para su pueblo y para su mundo; él nos llama a mostrar eso por nuestras palabras y nuestras vidas. ¿Estás haciendo eso? que Dios nos ayude a cada uno de nosotros a serle fiel en este gran llamado.
NECESITAMOS LA TEOLOGÍA BÍBLICA CÓMO ENCONTRAR EL MENSAJE CENTRAL DE LA HISTORIA
Cuando yo —Nick— estaba en la escuela primaria, uno de mis compañeros presentó un resumen de una historia escrita por C. S. Lewis que hablaba de cuatro niños, un león que era rey, una bruja blanca y una tierra mágica que estaba oculta y a la cual se accedía a través de un armario. ¡La historia me cautivó! Así pues, compré el libro Las crónicas de Narnia y lo leí con placer. Pero años más tarde, después de mi conversión a Cristo, me di cuenta de que había pasado por alto la obvia intención del autor de dirigir a sus lectores hacia Cristo. Es posible leer una historia, encontrarla interesante y, aun así, perderte por completo su mensaje central. Por ejemplo, podrías poner una atención desmedida en el escenario o en los personajes secundarios. Podrías leer solamente párrafos aislados o saltar sin rumbo de un lugar a otro. Incluso podrías tratar de confeccionar la trama de la historia o su moraleja desde diversas secciones desconectadas. Pero si haces algo así, lo más probable es que malinterpretes la historia, la figura del héroe y los temas principales. La Biblia es una historia divinamente inspirada y narra dicha gran historia —también llamada metanarrativa— a través de una colección de historias, canciones, poesía, dichos sapienciales, evangelios, cartas y literatura apocalíptica. En conjunto, estos estilos diversos cuentan la historia verídica de la obra redentora de Dios en el mundo. La Biblia contiene sesenta y seis libros escritos por diferentes autores. Dichos autores fueron inspirados por el Espíritu Santo, quien usó la personalidad y el contexto propio de cada uno de ellos para entregarnos el canon de las Escrituras, el cual contiene un único mensaje y tema principal. Los creyentes reconocen la autoridad divina de las Escrituras e incluso leen y estudian diariamente la Biblia durante años. Y aun así, muchos siguen sin captar su mensaje principal. En Juan 5:39–40, Jesús se dirige a algunas personas en la misma situación y les dice: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí; y no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Es posible honrar las Escrituras y aun así leerlas y usarlas incorrectamente al no ver el gran panorama que Dios ha diseñado. Afortunadamente, el Autor de la Biblia nos ha dejado un buen número de pistas que señalan claramente el tema central de su historia. Aquí tienes una pista formidable ofrecida por Jesucristo mismo: Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en Su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto (Lc 24:44–49). Jesús explica dos cosas en este pasaje. En primer lugar, hace la impactante afirmación de que todas y cada una de las partes del Antiguo Testamento —desde el Pentateuco hasta los Profetas y los Salmos— hablan de Su persona. En resumen, Jesús se identifica a Sí mismo como el Mesías prometido. En segundo lugar, dice que Sus discípulos serán testigos de estas cosas a todas las naciones; es decir, a todos los pueblos en todos los lugares. Dicho de forma sencilla, ¡no entenderás la metanarrativa bíblica hasta que comprendas que todo en ella gira alrededor de Jesús! Desde Génesis hasta Apocalipsis, Jesucristo es el Héroe y el mensaje central de dicha historia. Y aún más, ¡no entenderás quién es Jesús a menos que comprendas cómo el gran panorama bíblico se centra en Él! Jesús es la clave de la interpretación bíblica, y esto significa que aquel que lea cuidadosamente la Biblia lo encontrará al principio de dicha historia, en el medio y al final. Dios nos ha revelado en las Escrituras los propósitos del Rey, los planes del Rey y las promesas del Rey. A medida que estos temas se van desarrollando en la historia bíblica, debemos prestarles atención y leerlos tal y como Jesús dice que debemos hacerlo. La historia de Dios es una gran historia. En realidad, es la más grandiosa de todas y está centrada en Su plan de redención a través de la persona y obra de Jesucristo. Pero para interpretar la Biblia fielmente, necesitamos las herramientas adecuadas. La disciplina de la teología bíblica es una de dichas herramientas.
La teología bíblica nos ayuda a captar el propósito principal de la Biblia Algunas personas tratan la Palabra de Dios como si fuera una colección de historias independientes, una selección de dichos sabios y consejería e, incluso, un libro de cocina universal con recetas para tener “una buena vida” esparcidas a lo largo de sus sesenta y seis libros. Pero este tipo de enfoque falla en revelar el propósito central de las Escrituras. El Dios trino explica en la Biblia quién es Él, cómo es Él y de qué manera obra en toda la historia a través de Su Espíritu Santo y Su Hijo, Jesucristo el Rey, y de qué manera debemos glorificarle en este mundo. La teología bíblica nos permite captar este propósito principal al considerar cada pasaje de las Escrituras a la luz de toda la Biblia de forma que podamos entender cómo cada parte de las Escrituras se relaciona con Jesús.
La teología bíblica nos ayuda a proteger a la iglesia y a guiarla Para interpretar las Escrituras correctamente debemos saber dónde encaja cada libro en la narrativa general de la Biblia. Y conocer dicha narrativa general nos ayudará a leer y comprender con exactitud cada evento, personaje o lección que se nos ha entregado como parte de la Palabra progresivamente revelada de Dios. Al entender la historia de las Escrituras en su conjunto, podemos definir quién es Jesús y qué es Su evangelio. Dios ha prometido rescatar a un pueblo de cada nación, tribu y lengua para Su propia gloria a través de su Hijo y por Su Espíritu Santo. Estas personas redimidas son miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia. ¿Qué se supone que debe ser y hacer la Iglesia de Cristo? Jesús les dijo a aquellos que se habían arrepentido de sus pecados y confiado solo en Él —Sus discípulos— que las Escrituras declaran que se tiene que predicar “en Su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc 24:47). Por tanto, es necesario que la proclamación de Jesús sea el motor misional de la iglesia para discipular a las naciones. De esta manera, la teología bíblica protege a la iglesia del error letal de proclamar un evangelio falso y la guía a que la proclamación del verdadero evangelio sea el punto central de su misión de alcanzar al mundo, y que todo sea para alabanza de la gloria de Dios.
La teología bíblica nos ayuda en nuestros esfuerzos evangelísticos Compartir las buenas nuevas con aquellos que no están familiarizados con el cristianismo requiere mucho más que explicar “las cuatro leyes espirituales” o “la ruta de Romanos”1. Las personas necesitan entender en primer lugar que la doctrina cristiana implica la transformación total de nuestra mentalidad. Cuando evangelizamos, debemos empezar con Dios y la creación para entender qué es lo que salió mal. A partir de ahí, seremos capaces de comprender lo que Dios ha estado haciendo a lo largo de la historia, lo cual a su vez nos permitirá descubrir porqué envió a Jesús y porqué importa en la actualidad. Solo estaremos capacitados para entender lo que Dios está haciendo ahora mismo y lo que hará en el futuro cuando entendamos correctamente y en su contexto adecuado estos eventos del pasado.
La teología bíblica nos ayuda a leer, comprender y enseñar la Biblia como Jesús dijo que debemos hacerlo El propio Jesús dice en Lucas 24 que Él es la clave para interpretar las Escrituras. Así que, si no leemos las Escrituras de forma que nos guíen a Jesús, entonces no captaremos el mensaje central de la Biblia y, como resultado, enseñaremos a otros a cometer el mismo error.
CUANDO LAS IGLESIAS NO CAPTAN EL MENSAJE CENTRAL En conclusión, si no entendemos el mensaje central de la narrativa bíblica produciremos evangelios e iglesias falsas. Veamos algunos ejemplos de dicha clase de errores y cómo la teología bíblica nos ayuda a evitarlos.
La iglesia del “evangelio de la prosperidad” Permítenos presentarte a Jonathan. Este hermano lee su Biblia diariamente y ora a menudo, pero nunca ha leído un libro de las Escrituras por completo. Si miras su Biblia, notarás que Jonathan ha resaltado versículos en el Antiguo Testamento y subrayado páginas en el Nuevo. Su esposa —Rebeca— ha memorizado una impresionante selección de versículos bíblicos y se los está enseñando uno por uno a sus hijos. Jonathan, Rebeca y su joven familia son parte de una iglesia local en una ciudad africana (aunque podríamos estar hablando de cualquier ciudad en Asia, Europa o Estados Unidos). Cuando le pedí a Rebeca que me recitara uno de los versículos que había memorizado, ella recitó Marcos 11:24: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Entonces ella dijo: “Eso es lo que hizo Abraham, y eso es lo que yo hago”. Yo —Robert— me quedé un poco preocupado y decidí contactar a uno de sus pastores. Cuando le pregunté cuál era el mensaje principal de la Biblia, él dijo: “Oh, eso es fácil. Dios envió a Jesús para dar la vida abundante de fe a todos los que creen. Dios nos da ahora esa vida llena de las riquezas y bendiciones ganadas por Jesús si tan solo tenemos fe. Nosotros podemos crear nuestras propias bendiciones cuando oramos como el padre Abraham oró”.
La iglesia del “evangelio patriótico” Mientras visitaba a algunos creyentes en otra ciudad, esta vez en Estados Unidos, yo —Robert— les pedí que me dijeran cuál es el mensaje de la Biblia. Su respuesta fue algo así: Bueno, Estados Unidos es una nación cristiana, la nación escogida de Dios al igual que lo es Israel, una ciudad asentada sobre un monte. Dios ha bendecido a esta nación, pero como dice en 2 Crónicas 7:14: “si se humillare Mi pueblo, sobre el cual Mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren Mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces Yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. Continuaron diciendo: En nuestra iglesia todo se centra en Dios y en nuestra patria. Se supone que esta es una nación cristiana, ¡pero ahora nos dicen que no podemos tener los diez mandamientos en las paredes de nuestras escuelas públicas! Si los estadounidenses se dedicaran a ser gente buena y honesta como Abraham, Moisés o David, entonces todos tendríamos prosperidad y disfrutaríamos de la seguridad y la paz que otorga la bendición de Dios.
La iglesia de “la lata de comida” Juan se acaba de trasladar a la ciudad y es parte de una red de iglesias dedicadas a servir a los pobres. Su trabajo principal es administrar el banco de comida. La iglesia de Juan desea obedecer el mandato bíblico de hacer justicia, amar misericordia y humillarse ante su Dios (Miq 6:8). Juan admite que el enfoque que su congregación pone en la enseñanza tiene mucho más que ver en actuar en base a lo que debemos hacer por Dios, que en el mensaje de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. Juan reflexiona que: “Deberíamos centrarnos en aliviar a los que sufren dondequiera que nos encontremos. Nuestra iglesia es conocida por alimentar “a uno de estos mis hermanos más pequeños”. ¿Qué puede tener eso de malo?”.
La iglesia que protege la inmoralidad Básicamente, la teología bíblica ayuda a los fieles discípulos de Cristo a reconocer y refutar las interpretaciones erróneas de las Escrituras que contradicen la narrativa general de la Biblia. Cristina es una joven estudiante universitaria que proviene de un hogar creyente. Se le ha enseñado la Biblia desde pequeña y conoce bien el panorama general de su historia. Incluso ha completado un año de estudios en el griego neotestamentario. Su cosmovisión es completamente cristiana, pero recientemente se quedó desconcertada al conocer a creyentes practicantes que eran abiertamente homosexuales y también muy amables, generosos y cariñosos. Y ella se pregunta: “¿Cómo puede la Biblia estar en contra de tales personas?”. Cristina ha leído artículos de estudiosos bíblicos que ponen en entredicho la traducción de los textos clave que se usan para explicar porqué la práctica homosexual es pecaminosa. Llegado a este punto, no puede evitar preguntarse: “Dado que no hay versículos bíblicos que prohíban explícitamente el matrimonio entre personas del mismo sexo, ¿qué pasa si dos mujeres se aman genuinamente?”.
CONCLUSIÓN Estos son tan solo algunos de los problemas con los que se pueden encontrar los creyentes y las iglesias locales, y la teología bíblica les ayudará a corregirlos. Pero existen más. A lo largo de este libro, veremos cómo la teología bíblica nos ayuda a entender correctamente la gran historia de la Biblia colocando al Rey Jesús en el principio, el centro y el final de la verídica y singular historia que encontramos en las Escrituras. Pero nos estamos adelantando demasiado. Comencemos por responder esta pregunta: ¿Qué es la teología bíblica?
Roark, N., & Cline, R. (2019). La teología bíblica: Cómo la iglesia enseña fielmente el evangelio (M. Dever & J. Leeman, Eds.; A. Molero & R. Molero, Trads.; pp. 15-24). Poiema Lectura Redimida.
Algunas personas creen que el evangelio solo es útil para la evangelización, un mensaje que solo los incrédulos necesitan oír. Pero la Biblia enseña que los seguidores de Jesús necesitan continuar escuchando el evangelio aún después de haber nacido de nuevo. Los cristianos deben meditar sobre el evangelio todos los días en su lectura personal de la Biblia, y los pastores deben predicar el evangelio en cada sermón. Necesitamos escuchar regularmente de la vida, muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Jesús, así como el llamado a arrepentirnos de nuestros pecados y acudir a Jesús con fe.
Aquí tienes ocho razones por las que necesitamos escuchar las verdades del evangelio todos los días:
1. Para evocar alabanzas y agradecimiento a Dios. Dios nuestro Padre es quien debería estar en los titulares de las noticias cada día. En lugar de dar por sentado su increíble obra de salvación por nosotros, debemos reflexionar diariamente en lo que ha hecho en Cristo y ofrecerle la adoración y el agradecimiento que tanto merece (Romanos 11:33-36; Apocalipsis 5).
2. Para recordarnos nuestra identidad en Cristo. Escuchar el evangelio cada día y cada semana nos ayuda a centrarnos en Cristo (Col. 3:1-4; 1 Co. 15:1-11). Olvidamos fácilmente quién es verdaderamente Cristo y quiénes somos nosotros en él. Las buenas nuevas despejan la niebla del olvido y nos recuerda lo que Dios ha hecho en la historia y en su pueblo.
3. Para sostenernos.Meditar en la Palabra de Dios y la verdad del evangelio arraiga nuestra fe, nos hace fructíferos, nos alimenta, nos refresca, nos hace crecer y nos mantiene firmes en medio de las pruebas (Salmo 1; Juan 6:22-59; Judas 20-21).
4. Para guardarnos del pecado.El evangelio nos santifica porque por medio de él crecemos en el amor a nuestro Padre y deseamos complacerle con nuestra vida. El evangelio es un tesoro más grande que cualquier recompensa temporal, un placer más grande que cualquier pecado que podamos disfrutar. Saber que no hay nada bueno que podamos hacer que haga que Dios nos ame más en Cristo nos da la libertad de amarle y obedecerle en lugar de aprovecharnos de su gracia (ver todo Romanos 6).
5. Para motivarnos a hacer buenas obras. La resurrección de Jesucristo nos libera para que ya no invirtamos nuestra vida en nosotros, sino en aquellos que nos rodean (Ti. 2:11-14; Ef. 2:1-10).
6. Para protegernos de la desesperación.Ningún pecado que cometamos hace que Dios nos ame menos. El evangelio nos libera de la desesperación. Nada puede separarnos del amor de Cristo, que se nos ha mostrado por medio del evangelio de la Cruz (Ro. 8:31-39).
7. Para animar a los que nos rodean.Cuando se nos recuerda el evangelio, somos más propensos a compartir una palabra de aliento con otros a lo largo de día. Esta palabra de aliento a su vez, los edifica en el evangelio y ministra la verdad a sus corazones (2 Ti. 2:1-7).
8. Para derribar nuestro orgullo. Una sobria reflexión sobre nuestro pecado y lo que Dios ha hecho por nosotros en el evangelio destruye nuestro orgullo y cultiva un espíritu de humildad ante el Señor y los demás (Juan 3:16, 5:24; Ti. 3:1-7).
Escrito por Cameron Smart, Cameron Smart es un plantador de iglesias en Asia Central 9Marcas El ministerio 9Marcas existe para equipar con una visión bíblica y recursos prácticos a líderes de iglesias para que la gloria de Dios se refleje a las naciones a través de iglesias sanas.
Por qué conocer a tu rebaño es algo crítico para la predicación significativa Por Jared C. Wilson
El predicador se paseó por el escenario, mirando seriamente a la congregación. Era el momento de su invitación semanal. Él pidió a los que respondieron que levantaran la mano. Ninguna mano fue levantada. Pero no tenía ninguna manera de saber esto porque estaba en una pantalla de video.
Me encontraba a mi mismo en el local más cercano de esta iglesia con diferentes locales por una asignación del pastor, un hombre que recientemente que contrató para hacer un trabajo independiente de investigación para él. Visitar uno de sus muchos servicios remotos estaba supuesto a ayudarme a obtener «algo» de su ministerio. Y ciertamente lo hizo. Pero no podía evitar ser golpeado por el sentimiento de que esta forma de hacer ministerio no podía ayudar al predicador a «conocer» su congregación.
No sé lo que piensas sobre los lugares con videos o el modelo de locales múltiples de crecimiento de iglesia en general, pero esta experiencia y otras sólo ha afirmado algunas de las preocupaciones que tengo por la desconexión entre el predicador y el rebaño, y dilema en aumento en todo tipo de iglesias, grandes y pequeñas.
En realidad, este dilema no sólo está limitado a las iglesias que tienen diferentes locales o que trabajan a partir de la presentación de videos. Los pastores de iglesias en crecimiento de todos los tamaños lucharán continuamente con conocer sus congregaciones. Y la tentación de aislarse cada día más aumenta cuando es añadida complejidad a una iglesia en crecimiento.
Y por supuesto, es imposible que aún un predicador de una iglesia pequeña sea el mejor amigo de todo el mundo en su iglesia, y es imposible que los predicadores de grandes iglesias conozcan bien a todo el mundo. Pero el predicador cuyo ministerio está enfocándose cada vez más en la predicación y menos en el pastorado, ¡está socavando la tarea a la cual trata de dedicar más de su tiempo! La buena predicación requiere un pastorado de cerca. El ministerio de la predicación no puede estar divorciado del ministerio del cuidado de las almas; de hecho, la predicación es realmente una extensión del cuidado de almas. Más importantes.
La predicación significativa tiene en mente los ídolos de las personas Cuando viajo a predicar a servicios de iglesias y conferencias, una de las primeras preguntas que regularmente le hago al pastor que me invita es «¿Cuáles son los ídolos de tu gente?» Quiero poder no sólo llegar y «hacer lo mío», sino también servir a este pastor y su congregación hablando lo mejor que pueda hacia cualquiera de las esperanzas y sueños que él puede identificar en su iglesia que no están devocionalmente unidas a Cristo como su mayor satisfacción. Tristemente, algunos pastores no saben cómo responder la pregunta.
Cuando Pablo entró a Atenas, vio que la ciudad estaba llena de ídolos (Hechos 17:16). Dicho esto, él no sólo vio esto como un problema filosófico sino espiritual que personalmente lo atribulaba. Y cuando él habló del mismo, lo hizo de manera tan específica refiriéndose a su devoción como el «dios no conocido» (17:23). Y cada vez que Pablo se dirigía a iglesias específicas en sus cartas, notarás que los tipos de pecados y mentiras a las que se dirigía eran muy específicos. Él no habló sobre generalidades. Él sabía lo que estaba sucediendo en esas iglesias.
Claro, esto no significa que comiences a avergonzar o exponer a las personas desde el púlpito. Pero sí significa que estás lo suficientemente en medio de la vida congregacional como para hablar en términos familiares. Hasta que un pastor no ha pasado tiempo de calidad con personas de su congregación, los ídolos que su predicación debe combatir con el evangelio serán meramente teóricos. Todos los seres humanos tienen algunos ídolos universales en común. Pero las comunidades donde las iglesias están localizadas, las congregaciones como una subcultura en sí mismas, y aún los grupos y las demografías específicas de las congregaciones tienden a transitar en ídolos patrones de pecados más específicos.
Conocer de antemano las esperanzas equivocadas a nivel financiero, de carrera y familiares de tu congregación te ayudará a saber cómo predicar. Te ayudará a escoger los textos correctos y hacer el énfasis correcto al explicar esos textos. Esto es lo que hace de la predicación un ministerio, y no simplemente un ejercicio.
La predicación significativa tiene a las personas que sufren como su enfoque Puedo decirte de primera mano que mi predicación cambió después que comencé a estrechar la mano de las personas mientras morían y escuchaba el corazón de las personas mientras lloraban. Hasta que no has escuchado suficientes personas compartir sus pecados, temores, preocupaciones y heridas, tu predicación puede ser excelente y apasionada, pero no será todo lo que puede ser—profunda.
Muchos predicadores llevan la carga de la Palabra de Dios al púlpito, y esto es algo bueno. Recibir el manto pesado de la predicación llena de la gloria de Cristo, tener la carga de proclamar el favor del Señor en el evangelio es una tarea noble, digna y maravillosa. Pero el predicador también debe sentir el peso de su gente en ese púlpito. Debe subir a predicar luego de haber estado en el valle con ellos. Su manuscrito debería estar lleno de las lágrimas de su gente.
Conocer los sufrimientos que afligen a su gente de manera regular, evitará que el predicador se convierta en un tono sordo para su congregación. Él no será ligero en los lugares equivocados. Esto afectará todo tipo de ilustración que utilice, los tipos de historias que cuente, y—más importante aún—las disposiciones con las que maneja la Palabra. He visto predicadores hacer bromas sobre cosas con las que personas de su congregación estaban luchando. Y he sido ese predicador. Estamos para quitar cargas, pero con nuestras palabras no cuidadosas terminamos añadiéndole a éstas.
Predicador, ¿tienes un corazón genuino para tu gente? No me refiero a «¿eres tu alguien enfocado en las personas?» Me refiero a, ¿sabes lo que sucede en la vida de tu congregación, y esto te motiva y te atribula? ¿Has llorado con los que lloran? Si no es así, con el tiempo tu predicación lo mostrará. Piensa en Moisés, atribulado por los pecados de su pueblo (Éxodo 32:32). O en las lágrimas abundantes de Pablo (Hechos 20:31, 2 Corintios 2:4, Filipenses 3:18, 2 Timoteo 1:4). Piensa también en la compasión de Cristo, vista en los corazones de las personas (Mateo 9:36). Puedes creer que puedes trabajar en estos sentimientos sin conocer realmente tu congregación, pero no es lo mismo, especialmente no para ellos. No es lo mismo para ellos de la misma manera que cuando escuchas una palabra emocionante de un modelo a seguir no es lo mismo que escuchar una palabra emocionante de su padre. Predicador, no prediques tu texto sin llevar las verdaderas cargas de tu gente en tu corazón.
La predicación significativa tiene nombre de personas en la oración Cada predicador fiel ora por su sermón. Ora para que la Palabra de Dios no retorne vacía (Isaías 55:11). Oran para que las personas sean receptivas. Oran para que las almas sean salvas y las vidas cambiadas. Estas son oraciones buenas. Y mejor aún es el sermón preparado y compuesto de oraciones de John Smith y Julie Thompson y la familia Cunninghan en los labios del predicador. Mejor aún es el sermón por el cual se ora sobre los escritos por la salvación de Tom Johnson y el arrepentimiento de Lewis y la sanidad de Mary Alice.
Repitas veces Pablo le dice a la gente bajo su cuidado que él los recuerda en sus oraciones (Efesios 1:6, 2 Timoteo 1:3, Filemón 1:4). Y debido a que él está frecuentemente mencionando nombres, sabemos que no lo hace de manera general. Y aunque Pablo no estaba pastoreando una congregación de cerca sino que servía mayormente como un misionero plantador de iglesia, trabajó duro para conocer a las personas que ministraba desde la distancia y buscaba visitarlas lo más frecuentemente posible. ¡Cuánto más debería el pastor de la iglesia local desarrollar relaciones con su gente! Él debería conocer sus nombres y llevar sus nombres en oración al cielo.
Es importante conocer a quién estás predicando. Es importante saber que la dama sonriente y que está asintiendo cerca del frente tiene una tendencia a no recordar nada de lo que has dicho. Cuándo sabes estas cosas, puedes orar por tu gente de una manera más profunda, personal y pastoral. Tu predicación será mejor. Será más real. No solo será algo que viene de tu mente y tu boca, sino de tu corazón, tu alma y tus agallas.
Claro, todo esto sume que estás interesado en este tipo de predicación. Si ves la predicación como algo que simplemente provee un «recurso espiritual» para las mentes interesadas y una charla para aquellos con inclinaciones religiosas y no como algo que ofrece un testimonio profético a partir de la Palabra de Dios revelada a los corazones de la gente, entonces puedes ignorar todos los puntos descritos anteriormente.
Un joven de veintitantos años está sentado en la banca de la iglesia, cautivado por el poder del sermón de su pastor. La exégesis es precisa, las ilustraciones impactantes, el celo palpable, y él está absorto en la Palabra de Dios. Todo cobra sentido cuando piensa: «Esto es lo que quiero ser. Esto es lo que quiero hacer con mi vida. Quiero ser pastor».
¡Alabado sea Dios!
La iglesia siempre necesita más pastores, y cuando un joven expresa un deseo sincero de realizar esa noble tarea (1 Ti. 3:1), la iglesia debería celebrarlo.
¿Pero qué pasa si este joven aspira a algo que no entiende? ¿Qué pasa si —de forma bastante errada— piensa que ser pastor es sólo predicar grandes sermones, dirigir grandes reuniones, estudiar, escribir y orar cuarenta horas a la semana?
Mi objetivo con este artículo no es asustar a los jóvenes para que se alejen del ministerio, sino darles una visión más clara de cómo es la vida del pastorado y desafiarlos a que consideren el costo antes de entrar en ella (Lc. 14:28-29). El ministerio pastoral es un ministerio de sacrificio, la mayor parte del cual es imprevisto.
Este es mi llamado al aspirante a pastor: hermano, considera el costo.
CONSIDERA EL COSTO EMOCIONAL
Jesús, el gran pastor, lloró por el rebaño (Lc. 19:41). Su ministerio conllevó una profunda angustia emocional (Lc. 22:44).
No somos mayores que nuestro Señor (Jn. 15:20). El ministerio evangélico implicó un costo emocional para Jesús, y también lo hará para nosotros. Las deserciones de la fe te sacudirán. El bloqueo mental te cansará. Las ovejas que muerden te frustrarán, te entristecerán y te herirán. Y como Jesús te ama, te humillará (2 Co. 12:7-10). El ministerio pastoral no es fácil; no se supone que deba serlo.
La buena noticia es que Dios mostrará su poder en tu debilidad emocional. Pero no te equivoques, el ministerio te pasará factura emocional (2 Co. 11:28, Fil. 2:28). Si no lo hace, algo anda mal.
CONSIDERA EL COSTO FAMILIAR
Tener una familia que sirva a tu lado en el ministerio será, en muchos sentidos, una bendición (1 Co. 9:5). Sin embargo, los aspirantes a pastores deben saber que su familia experimentará el costo del ministerio con ellos.
Poco de tu vida familiar permanecerá intacta por las pruebas y dificultades del ministerio. Esto no es teórico. Me refiero a tu esposa e hijos. Ser hijo de un pastor, incluso en una iglesia sana, tiene sus desafíos. Ser esposa de un pastor, incluso en una iglesia realmente sana, puede ser bastante difícil. Aunque recibas la mayoría de los impactos directos, es casi seguro que tu familia recibirá parte de los disparos.
Sin duda, la proximidad de la familia de un pastor a la iglesia trae bendiciones únicas. Pero no existe tal cosa como una bendición absoluta en un mundo caído. Incluso en las iglesias donde la «esposa del pastor» no se considera un cargo, y donde a los hijos de los pastores se les permite ser simplemente niños, tu familia experimentará la vida en la iglesia local de manera diferente a todos los demás, y a veces dolorosamente.
CONSIDERA EL COSTO ESPIRITUAL
Mi amigo Shai Linne dice que Satanás tiene flechas de fuego especiales para los pastores. Creo que tiene razón, sobre todo si eres el pastor que más predica.
Incluso en iglesias con responsabilidades de predicación compartidas, el pastor principal será el que imparta la mayor parte de la enseñanza pública, lo que significa que sus palabras serán sometidas sistemáticamente a un mayor escrutinio por parte de la congregación. Hablará más, lo que significa que sus errores ministeriales recibirán mayor exposición. El ministerio en el púlpito del pastor titular representará, en cierto sentido, la posición doctrinal de la iglesia, lo que significa que será un pararrayos para la controversia, los desacuerdos y los ataques.
Los pastores deben soportar las críticas como Moisés (Nú. 12:1), las falsas acusaciones como José (Gé. 39:11-20), el abandono y la traición como Pablo (2 Ti. 4:10), y deben asumir la cruz del amor sacrificial como Jesús (Jn. 13:34).
CONSIDERA EL COSTO FÍSICO
Probablemente has visto las fotos comparativas de presidentes al comienzo de su primer mandato y al final de su segundo mandato. En la primera foto, el recién nombrado presidente luce joven, viril y fuerte; en la segunda foto, el veterano presidencial se ve demacrado, cansado y viejo. Los trabajos duros desgastan el cuerpo. Ser pastor es como muchas otras bendiciones en un mundo caído: muy bueno pero muy duro.
Los madrugones y las noches en vela son demasiado frecuentes. Una apretada agenda ministerial fácilmente deja de lado el tiempo para hacer ejercicio con regularidad. Comer (o no comer) por estrés es habitual.
Puede que nos guste pensar que nuestros cuerpos son de hierro fundido, pero la Escritura nos dice que son más bien vasijas de barro (2 Co. 4:7), que se agrietan con demasiada facilidad bajo una presión constante.
CONCLUSIÓN Business time El joven que se siente intimidado por el ministerio público del púlpito debe saber que el pastor que predica a la iglesia también debe pastorearla.
Ser pastor en la iglesia de Dios es una vocación noble y una vida bien empleada (1 Ti. 3:1). Sin embargo, el aspirante a pastor nunca debe olvidar que el llamado pastoral es un llamado a sufrir.
Es mi oración que cualquier joven que lea este artículo se levante, por la gracia de Dios, y abrace tal llamado, sabiendo que esta aflicción ligera y momentánea producirá una gloria futura incomparable (Ro. 8:18, 1 P. 5:10).
Sean DeMars es pastor de la Iglesia de la 6ta. Avenida en Decatur, Alabama. Anteriormente sirvió a los pueblos de Perú predicando, enseñando y viviendo la Palabra de Dios. Puedes encontrarlo en Twitter en @SeanDemars.
Introducción Uno de los hermosos aspectos de la obra de Dios al salvar a su iglesia es que él llama a toda clase de personas a la comunión. Personas con trasfondos formales y tradicionales y personas con una tendencia un poco más informal. Gente que creció escuchando a Bach, samba brasileña, a los Beatles, o a Beggie, todos ellos unidos a Jesús.
Esto puede generar algunos desafíos cuando nos reunimos para adorar. Déjame preguntarte: ¿De qué manera afecta la adoración corporativa a nuestra unidad?
No solo hoy la adoración tiene el potencial para causar división. Cuando Jesús conoció a la mujer samaritana en el pozo en el Evangelio según San Juan, capítulo 4, ella lo invitó a debatir acerca de la adoración, ¿debería el pueblo de Dios adorar en Jerusalén o en los montes gemelos Gerizim y Ebal en Samaria? Jesús responde enseñándole lo que es la adoración. Dice que Dios está buscando adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad (vv. 23-24).
¿Entonces, cuál es nuestra meta el día de hoy? No podemos abordar todo lo que hay que decir acerca de la adoración. Pero a medida que nos acercamos al final de nuestro seminario del tema de nuestra vida juntos como iglesia y de la importancia de nuestra unidad, deberíamos considerar cómo podemos ayudarnos unos a otros hacia este objetivo final de adorar a Cristo. De muchas maneras, la adoración que glorifica a Dios es uno de los frutos más dulces y valiosos de la unidad de la que hemos estado discutiendo. Y al mismo tiempo, la adoración verdadera fomentará naturalmente la unidad.
Comenzaremos definiendo qué es la adoración y la adoración corporativa, y luego veremos cuatro formas en las que dicha adoración tiene un rol único que desempeñar en nuestra vida como congregación.
Definición de la adoración Primero veamos una definición de la adoración. La adoración es un concepto amplio en la Biblia, no existe una palabra griega principal que corresponda a nuestra palabra en español para «adoración», pero hay muchos términos diferentes. Cuando examinamos el Nuevo Testamento en específico, queda claro que la adoración implica mucho más que ir a la iglesia un domingo por la mañana, ciertamente mucho más que la alabanza en forma de canto. Como escribe Pablo en 1 Corintio 10:31: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios». A los romanos, escribe: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (12:1). Cristo, el cordero perfecto, es el único sacrificio suficiente para nosotros. De manera que los sacrificios que ofrecemos en el nuevo pacto no son ofrendas quemadas, como en el Antiguo Testamento, sino la sumisión de cada aspecto de nuestras vidas para la gloria de Dios.
Por tanto, ¿cómo podríamos definir la adoración? D. A. Carson tiene una extensa definición de la adoración, la cual se encuentra en el reverso de tu folleto. Sería útil leerla luego, pero por ahora, veamos la definición menos detallada de David Peterson: Adorar es «comprometerse con Dios en los términos que él propone y en la forma que solo él hace posible». Eso abarca todo tipo de adoración: nuestros afectos, nuestras acciones, nuestra obediencia, nuestras relaciones, y eso incluye nuestra adoración corporativamente, nuestros tiempos de adoración a Dios y de mutua edificación.
La adoración se centra en Dios. Es la respuesta correcta a la majestad del carácter de Dios, un Dios que es digno de adoración. La adoración implica mucho más que solo saber intelectualmente cómo es Dios, y se deleita en la perfección de sus atributos.
La adoración se centra en Cristo. Nuestra adoración a Dios solo es posible gracias a la muerte y resurrección de Cristo. Sin el sacrificio de Jesús en nuestro lugar no podríamos entrar en la presencia de Dios y, por tanto, no podríamos esperar la imagen que tenemos del cielo en la Biblia. Vemos esta adoración «Cristocéntrica» muy claramente en Apocalipsis 5. Dios está sentado en el trono, sosteniendo un libro que está sellado. Solo el León de la tribu de Judá, que también es el cordero, puede abrir ese libro; solo él es digno. Y leemos que él (Cristo) estaba de pie en medio del trono, siendo uno con Dios (v. 6). Entonces Cristo es alabado como el que fue inmolado, quien es digno de tomar el libro y de abrir sus sellos. Desde ese punto en el libro de Apocalipsis, la adoración se dirige «al que está sentado en el trono, y al Cordero».
Y la adoración es empoderada por el Espíritu Santo. Antes de enseñarnos a cantar unos a otros, a agradecer en nuestros corazones a Dios, Pablo nos llama en Efesios 5:18 a ser llenos del Espíritu. Jesús enseña que el ministerio del Espíritu entre nosotros es uno que lo glorifica, Juan 16:14: «Él Espíritu me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber».
Así que, ¿qué es un entendimiento bíblico de la adoración? Permíteme sugerir tres cosas en resumen:
A. Es la respuesta correcta a Dios. La adoración es algo que se ordena a todos, y es una reacción natural y correcta a la gloria de Dios. B. Abarca toda nuestra vida. No es solo cantar una alabanza a Dios. Implica tanto nuestra adoración como nuestras acciones. La adoración no termina con lo que decimos, sino que incluye lo que hacemos. C. Se deleita en la belleza de Dios y de Cristo. No se deleita en la experiencia de la adoración. En nuestra cultura evangélica, la adoración a menudo se refiere a las emociones que experimentamos al (quizá) cerrar nuestros ojos y cantar a Dios, y podemos quedar más atrapados en esa experiencia que en el Dios que se supone es el origen de esa experiencia. En cambio, deberíamos enfocar nuestros corazones y nuestras mentes en Dios y en Cristo cuando adoramos. Por tanto, si la adoración tiene mucha pasión, pero no hay un pensamiento genuino entonces no es verdadera adoración. Lo contrario también es cierto, si la adoración solo se trata de pensar en las cosas correctas, sin la intención de provocar afectos hacia Dios, también es demasiado falsa.
Definición de la adoración corporativa Entonces, ya hablamos algo acerca de lo que es y no es la adoración. ¿Y la adoración corporativa, —el tiempo en el que nos reunimos como congregación públicamente con el fin de alabar a Dios? En base a lo que acabo de describir como adoración, podrías pensar que nuestro picnic como iglesia forma parte de la adoración corporativa, al fin y al cabo, hacemos todas las cosas para la gloria de Dios, y las hacemos juntos como congregación. Pero claramente hay algo más para la adoración como cuerpo que solo eso.
Afortunadamente, Dios nos ha orientado a través de la Escritura acerca de lo que pasa cuando una congregación se reúne en público con el propósito de adorar a Dios. En el Nuevo Testamento, vemos que se ordena a la iglesia que ore (Colosenses 4:2-4, 1 Timoteo 2:1-2), que lea la Palabra públicamente (1 Timoteo 4:13; Colosenses 4:15, 16), que escuche la predicación y la enseñanza (Hechos 2:42, 1 Timoteo 4:13), que bautice a los creyentes (Mateo 28:19) y que comparta la Cena del Señor (Hechos 2:42; 1 Corintios 11); se le ordena a animarse entre sí y alabar a Dios con cánticos (Efesios 5:19, Hebreos 13:15), y que dé de sus finanzas (1 Corintios 16:1-2). 1 Corintios 14:26 es claro: cada una de estas cosas que hacemos juntos, deben hacerse «para edificación de la iglesia».
Estas son cosas que el Nuevo Testamento nos enseña que hagamos cuando nos reunimos, ya sea por mandato o por ejemplo. ¿Pero qué hay de otras cosas? Podrías encontrar que hacer una larga caminata en las montañas puede ser una excelente forma de animar a tu corazón y tu mente para que alaben a Dios. ¿Qué pasa si cada dos semanas decidiéramos como iglesia ir a caminar el domingo por la mañana en lugar de reunirnos en el edificio? Nos estaríamos congregando, como se nos ordena en Hebreos 10, versículo 25, y estaríamos adorando a Dios. ¿Sería eso adorar corporativamente? Ciertamente no encajaría en el típico patrón de lo que la Biblia presenta para definir lo que la iglesia hace en el tiempo único en el que nos reunimos para adorar.
Esto nos lleva a un importante tema en la Escritura que vale la pena mencionar: Dios ha definido cómo deberíamos acercarnos a él corporativamente, por lo que es posible ofrecer adoración erróneamente.
Dios es infinito, sabio, omnisciente; nosotros somos finitos y pecaminosamente interesados en nuestra propia gloria. No podemos conocerle a menos que él se revele a nosotros, y no podemos entender qué tipo de adoración le complacerá a menos que él nos los dé a conocer.
Así, la Biblia deja muy en claro cómo debemos adorar a Dios, específicamente cuando lo adoramos juntos en público. Por ejemplo, en el segundo mandamiento (Éxodo 20:4), Dios prohíbe la adoración a través de imágenes, dejando claro que solo él reglamenta la forma en que se le servirá. Las consecuencias de este principio se aclaran cuando las personas construyen y adoran al becerro de oro, probablemente pensado como una representación de Dios, pero obviamente sin agradarle al Señor. Y luego, cuando Nadab y Abiú ofrecieron «fuego extraño» al Señor, un tipo de devoción «que él nunca les mandó», Dios los mató (Levítico 10:1-3). Jesús rechaza la adoración de los fariseos, citando de Isaías: «En vano me honran, enseñando con doctrinas mandamientos de hombre» (Marcos 7:7).
La Escritura es clara acerca de las maneras en que debemos acercarnos a él cuando nos reunimos públicamente. Dios así lo ha establecido para que nuestra adoración no se confunda con otras religiones y dioses; lo hace para que seamos bendecidos, ya que él sabe lo que es mejor para nosotros.
Todo esto para decir, cuando consideramos la adoración corporativa, debemos entender que la Biblia no nos da libertad para que improvisemos, sino que regula los elementos de la adoración y el contenido de nuestra adoración. Por supuesto, las formas de esos elementos de adoración pueden cambiar con el tiempo; en una generación es posible que cantemos a cappella; en otra podemos cantar con una guitarra y un retroproyector. Otro punto a destacar: la adoración corporativa es adoración pública. Es el tiempo en el que toda la iglesia se reúne, los inconversos son invitados y bienvenidos para aprendan acerca del verdadero Dios como vemos en 1 Corintios 14. A través de su adoración corporativa, una congregación proclama a Dios ante un mundo que le observa.
Entonces, en resumen, la adoración corporativa consiste en reunirnos públicamente como iglesia para acercarnos a Dios de acuerdo a sus instrucciones en la Escritura.
Una implicación clave de esto es que en el centro de nuestra adoración corporativa está la predicación expositiva. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios, y comprender lo que ella dice, es la cúspide de relacionarnos con Dios mientras él se da a conocer a su pueblo. El canto es, sin duda, parte de nuestra adoración, y es útil para enfocar nuestros pensamientos y conectar nuestras emociones. Pero la exposición de la Palabra de Dios es el centro de las reuniones de la iglesia.
La unidad en la adoración corporativa Habiendo definido la adoración corporativa, pasemos al punto #4 y consideremos esta pregunta: ¿Cómo mantenemos la unidad en la adoración corporativa a pesar de nuestras distintas preferencias? Filipenses 2:2 nos dice que como iglesia debemos tener: «un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento» (NVI). Entonces, ¿cómo abordamos la adoración corporativa cuando cada uno de nosotros tiene sus preferencias, gustos y aversiones con respecto a las formas de adoración corporativa como la música o el estilo del servicio? Continuando en Filipenses 2:3-4, leemos: «No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás» (NVI). Estamos llamados a someternos unos a otros por amor a Cristo, a amarnos unos a otros y servirnos mutuamente de esta manera, como lo hacemos en muchos otros aspectos de la vida de la iglesia.
La razón por la que hago hincapié en este punto es porque a muy menudo hoy, encontramos una extraña contradicción. La adoración corporativa es el único tiempo en el que centramos más conscientemente nuestra atención como un cuerpo en la gloria de Dios. Y, sin embargo, con mucha frecuencia la adoración corporativa es el aspecto de la vida de la iglesia que provoca mayor egoísmo.
¡Ese no debería ser el caso! Si piensas en la adoración corporativa como algo que solo involucra a Jesús y a ti, entonces ciertamente estarás decepcionado si no es tu estilo preferido. Necesitamos pensar en la adoración corporativa como algo que hacemos juntos como una familia, por amor los unos a los otros y hacia Dios. ¿Cómo aprendemos a pensar de esa manera?
Algo que puede ayudar es ver el domingo por la mañana como un sentido de nuestra desesperada necesidad por él. La adoración no se trata fundamentalmente acerca de nosotros; se trata de ver y disfrutar a Dios junto con la comunidad de la fe. Dejemos de lado el hambre porque nuestras preferencias personales sean suplidas, en cambio, anhelemos una conexión más profunda con nuestra congregación y un entendimiento de nuestro gran Dios.
Cuatro perspectivas de cómo podría verse esto:
A. Primero, el sacrificio. La adoración corporativa glorifica a Dios porque lo hacemos unidos, y esto implica sacrificio, al igual que muchas otras áreas de nuestra vida como iglesia.
B. Segundo, el crecimiento. Necesitamos recordar que en amor, podemos aprender a usar estilos y tradiciones de adoración que al principio pueden parecer extraños, para luego crecer en nuestro aprecio por ellos
C. Tercero, ser considerados. Debemos tener presente la importancia de no hacer cosas que distraerían a los demás en la congregación de adorar. Eso implica todo desde lo que usamos hasta cómo hablamos de las canciones con otros. Significa no burlarse de las canciones de una manera que impida que otros las usen para adorar; ¡eso significa que quienes escogen las canciones deben tener cuidado de no elegir canciones que sean fáciles de burlar!
D. Cuarto, la honestidad. Solo puede ayudar a nuestra unidad si somos honestos acerca de un par de cosas. Por un lado, nuestra iglesia tiene una cultura en particular. No puedes escapar de eso. Adoramos en castellano. Hemos tratado de dar prioridad al acompañamiento simple, para que el sonido de las voces de las personas sea lo más prominente. Valoramos las canciones con buen contenido de muchos siglos diferentes, por lo que gran parte de nuestra música se siente anticuada para algunos. Es bueno ser sinceros al respecto. También es bueno reconocer honestamente que esto significa que a algunas personas les costará adaptarse a la forma en que adoramos aquí. Para otros se siente cómoda, como la iglesia de la abuela; pero para otros se siente como una iglesia en Marte. Nos amamos bien si somos conscientes de que algunas personas pueden tener que sacrificar más sus preferencias, y si les escuchamos mientras lidian con eso y oramos por ellos en eso.
La adoración corporativa como una plataforma para la unidad Ya hemos hablado acerca de cómo podemos trabajar en pro de la unidad en nuestra adoración corporativa; teniendo en cuenta nuestro tiempo, me gustaría discutir cuatro formas en las que nuestra adoración corporativa ayuda a nuestra unidad y a nuestro testimonio.
A. La adoración corporativa refleja nuestra unidad que glorifica a Dios. Primero, la adoración corporativa es una oportunidad para reflejar la unidad que tenemos en Cristo. Es maravilloso cuando podemos estar solos en la mañana y adorar a Dios por alguna faceta de su carácter durante nuestros tiempos devocionales. ¡Pero hay algo especial cuando nos reunimos públicamente y adoramos a Dios juntos! Como nos recuerda Pedro, esta es una de las razones por las que Dios unió a judíos y a gentiles en la iglesia: ahora, dice: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9).
Esta es la razón por la que Jesús insiste tanto en que lidiemos con las áreas de desunión antes de la adoración. Dice en el Sermón del Monte: «Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda» (Mateo 5:23-24).
Pablo hace eco de esta enseñanza cuando habla acerca de la Cena del Señor. Dice: «Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí» (1 Corintios 11:29). ¿Qué significa no discernir el cuerpo del Señor? Pablo estaba hablando acerca de cómo los corintios celebraban la Cena del Señor en desunión, humillando a los pobres entre ellos. El cuerpo de Cristo al que se refiere es la iglesia. La unidad debe estar presente si queremos ofrecer un sacrificio de alabanza agradable a Dios, y cuando la unidad está presente, la adoración corporativa es el precioso desborde de la gloria de Dios. Por tanto, debemos regularmente, no solo en preparación para la Cena del Señor, examinar nuestras relaciones con los demás, así como nuestra relación con Dios.
B. Nos ayudamos unos a otros a adorar Una de las grandes ventajas que tenemos cuando adoramos juntos como iglesia es que podemos ayudarnos mutuamente a comprender la gloriosa hermosura de nuestro Dios, y ayudarnos a expresar nuestra respuesta en alabanzas y agradecimientos alegres. Así, la adoración corporativa brinda una plataforma en la que podemos servirnos unos a otros.
Esto sucede en la estructura de nuestros servicios de adoración, cuando los músicos nos ayudan a cantar; cuando predican hombres que han estudiado arduamente para preparar un mensaje de la Palabra de Dios, y cuando nuestras voces y expresiones nos animan mutuamente a lo largo del servicio. El autor de Hebreos nos dice: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras» (Hebreos 10:24). Eso ciertamente incluye ayudarnos unos a otros a adorar.
Ahora bien, además de lo que acabo de mencionar, ¿de qué manera podemos ayudarnos a adorar a Dios cuando nos reunimos como congregación? Lo diré en forma de pregunta: ¿Cómo ayudas a los demás a adorar?
Algunas posibles respuestas a considerar:
Podemos discutir el texto del sermón con otros en preparación al domingo por la mañana. Podemos cantar en voz alta y con alegría. Podemos asistir regularmente a la Cena del Señor, y participar de ella dignamente. Podemos conversar acerca del sermón y del servicio como un todo después de la iglesia. Podemos expresar nuestra alegría unos a otros durante el servicio. Podemos dar la bienvenida a quienes no conocemos. Podemos fomentar una cultura de oración al reflexionar sobre las oraciones de los domingos por la mañana con otros así como lo haríamos con el sermón. Podemos apagar el teléfono, no conversar en voz alta durante el servicio, sentarnos en medio de la banca y hacia el frente, llegar temprano, salir tarde, escuchar a los servidores, agradecer a los voluntarios durante el servicio… etc.
La adoración corporativa es edificante Tercero, la adoración corporativa es una oportunidad para nosotros de edificarnos mutuamente. Te sorprendería descubrir en la Escritura que Dios no es el único a quien nos dirigimos durante los tiempos de adoración corporativa. Pablo escribe a los efesios, por ejemplo: «Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón» (Efesios 5:19) (NVI).
Cuando cantamos el domingo por la mañana, o leemos la Palabra u oramos, no solo nos comunicamos con Dios, sino también entre nosotros. ¿Por qué es eso importante? Porque necesitamos que se nos recuerde las infinitas grandiosas verdades de la Escritura, temas a los que a menudo recurrimos en nuestros tiempos de adoración corporativa, que Dios nos creó, que él es perfectamente justo, que hemos pecado contra él, y que Jesús murió como nuestro sustituto en la cruz. Escuchamos estas verdades en el sermón, pero también ayuda a nuestros corazones escucharlas en las voces y en los rostros comprometidos de nuestros hermanos y hermanas a nuestro alrededor.
Así que, permíteme compartir algunas sugerencias específicamente en el área del canto acerca de cómo podemos usar nuestras canciones para edificarnos mutuamente:
A. Medita en el significado de las palabras cuando cantes, y piensa no solo en cómo esas verdades se aplican a ti, sino también a otros en la iglesia. B. De manera natural y agradable para ti, y sin distraer a los demás, considera cómo tu lenguaje corporal puede animar a otros al cantar, quizá sonriendo en ciertas secciones, mirando a tu alrededor de vez en cuando. C. Canta en voz alta junto con tus hermanos. D. Esfuérzate por cantar como parte de un todo, incluso si no eres músico, escucha cómo cantan los demás, y combina tu voz con la de ellos. Escuchar a los demás es una excelente forma de aprender las canciones y de mejorar tu canto. E. Si es posible, canta en partes. La riqueza y la llenura de la música emerge cuando las diferentes partes, que están impresas en el boletín, se cantan. Y quién sabe, podrías estar al lado de alguien que nunca ha sido lo suficientemente audaz para cantar una parte, y le ayudarás a dar ese paso.
La adoración corporativa brinda una probada del cielo Finalmente, la adoración corporativa nos ofrece una probada de cómo será el cielo. El cielo es el lugar en el que toda la comunidad del pueblo de Dios morará junto a él eternamente, alabando su nombre y deleitándose en su gloria. Entonces, la adoración corporativa es una imagen de esa experiencia que podemos apreciar en esta vida. El autor de Hebreos pinta un hermoso cuadro en el capítulo 12: «Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto» (Hebreos 12:22-24).
Cuando nos reunimos para adorar el domingo por la mañana, obtenemos un destello de la gloria de esa congregación final en el cielo. Allí es cuando el cielo se siente más real y estimamos las cosas de Dios como valiosas. Necesitamos la imagen que la adoración corporativa brinda del cielo porque, a pesar de la corrupción de este mundo, el cielo es nuestro verdadero hogar. En el cielo, estaremos perfectamente unidos con Cristo. Por lo que la unidad que experimentamos cuando adoramos corporativamente en esta vida nos señala la unidad suprema que conoceremos en él en ese día.
Introducción El día de hoy, pasamos al tema del servicio en la iglesia. Con servicio, me refiero a invertir tu tiempo, tus dones, tus recursos, tu energía y todo lo que tienes por el bien de la iglesia. El servicio de Cristo para con nosotros es el ejemplo de esto. Marcos 10:45: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».
Ahora Jesús nos llama a tomar nuestra cruz y seguirle. Nuestro servicio a otros entonces debería ser el resultado del derroche de amor de nuestros corazones por el amor que Dios nos ha demostrado en Cristo. Eso es lo que desencadena el ministerio; un derroche de gozo cuando comprendemos la increíble misericordia que Cristo nos has mostrado.
Hoy consideraremos cómo Dios nos ha llamado a servirnos unos a otros en la iglesia a través de nuestros diversos dones, y cómo ese servicio contribuye a la unidad en el cuerpo. Esta unidad es una parte importante de nuestro testimonio: ¡Una comunidad llena de personas que se sirven gozosamente debe sobresalir en nuestro mundo! Comenzaremos con una teología del servicio, y luego estudiaremos cuatro formas en las que el servicio puede contribuir a la unidad. En el camino, haré una pausa y reflexionaremos en las diferentes formas en las que el servicio puede malinterpretarse y fracasar en glorificar a Dios. Mi esperanza es que nuestra discusión esta mañana nos aliente a servirnos más y más para la gloria de Dios y por nuestro bien.
Una teología del servicio Permíteme comenzar describiendo una teología del servicio que vemos en diferentes pasajes de la Escritura, y empezaremos viendo un pasaje en 1 Pedro 4:10, leemos: «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». Y luego en el versículo 11, leemos: «Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo».
Estos dos versículos en 1 Pedro son como una especie de resumen acerca de la teología del servicio o del ministerio dentro de la iglesia, y contiene cinco simples, pero importantes puntos: (1) cada cristiano ha recibido un don (esto no es solo algo para el liderazgo y el personal de la iglesia mientras que el resto observa pasivamente); (2) el don es resultado de la gracia de Dios; (3) somos responsables de usar ese don; (4) debemos usarlo por el bien de los demás y para la gloria de Dios; y (5) debemos servir conforme al poder de Dios. Por tanto, como cristiano, hay una manifestación especial de la gracia de Dios en la que puedes edificar a otros en la fe, y glorificar a Dios.
¿Cuál es el propósito de tu servicio? En Efesios 4:12, Pablo dice que estos dones son dados «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios». Lo que Pablo está enfatizando aquí es la meta de fortalecer todo el cuerpo, no solo las partes. Debemos ministrarnos unos a otros no solo con la idea de ayudarnos a crecer mutuamente, sino también de que todo el cuerpo crezca en unidad. Dios nos da dones a todos, de acuerdo con su gracia, para ser ejercidos en su poder, no principalmente como un medio de realización para cada uno de nosotros como individuos, sino para el crecimiento de su iglesia, para que podamos crecer en unidad. Ese será nuestro enfoque el día de hoy.
Y ese es también nuestro primer punto de cómo podemos servir erróneamente. La persona que se siente con derecho a servir únicamente de la manera en que siente que ha sido dotada, y que teme no poder «realizarse» como cristiano si no sirve de esa forma, ha malinterpretado este pasaje. El propósito del servicio es el fortalecimiento del cuerpo, no nuestra realización personal. Y, por tanto, eso significa que servimos donde el cuerpo necesita ser fortalecido. El hecho de que Dios nos dé dones para usarlos sirviendo a los demás no busca limitarnos en lo que hacemos, nos capacita para hacer lo que debe hacerse. Podemos estar equivocados acerca de qué don o dones creemos que Dios nos ha dado. Es mucho mejor ponernos manos a la obra y empezar a servir, que sentarnos y preguntarnos cuál es nuestro don. Porque la meta del servicio es la unidad. Descubrimos nuestros dones mientras servimos.
¿Cómo deberíamos servir de una manera que promueva la unidad? Dado el objetivo de la unidad, ¿cómo debería ser nuestro servicio en la iglesia? ¿Y qué debería ser lo que nos motive a servir en la congregación? Permíteme mencionar cuatro respuestas a esas preguntas.
Primero, debemos servir con el poder que Dios da y con gran alegría. Nuestra meta no debe ser meras buenas obras, sino buenas obras con un espíritu que proviene de una gozosa dependencia en la ayuda de Dios, eso es lo que glorifica a Dios en particular. De vuelta a 1 Pedro 4:11, leemos: «Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da».
Así que imagina que dos personas están considerando si deberían venir para ayudar a limpiar la iglesia. Una de ellas dice: «Oh, supongo que iré. Vale unos cuantos puntos extra con los líderes. Además, soy muy bueno en esa clase de cosas, podré impresionar a la gente allí». Él va, allí se queja de las herramientas y habla sin parar acerca de sus capacidades. Trabaja, pero no lo hace confiando en el poder de Dios, y su actitud carece de un espíritu alegre y agradecido. Su deseo de impresionar a otros es una forma del temor al hombre. No está sirviendo para glorificar a Dios.
Pero considera a la segunda persona que también espera ayudar con la limpieza. Ha estado muy enfermo últimamente. Piensa para sí: «Oh, cómo me encantaría ayudar a limpiar la iglesia. Tal vez podría animar a quienes se encuentran abatidos. O quizá podría llevarles café». Entonces se pone a orar. Y resulta que después se siente lo suficientemente bien para ir a ayudar con la limpieza. Hace lo que puede con un trapo y una escoba, y lo hace bien. Pero, sobre todo, exuda un gozo y un sentido de gratitud que promueve la unidad y glorifica a Dios.
Ahora bien, estos ejemplos son algo extremos, pero espero que resalten que lo que le importa a Dios no es simplemente que usemos nuestros dones, sino cómo los usamos, confiando alegremente en él. Esa es la actitud que deberíamos tener cuando dedicamos nuestro tiempo, dinero o energía a la iglesia. En 2 Corintios 9:7, versículo que habla acerca de dar financieramente, leemos: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre».
Este versículo también aplica a nuestro servicio, ya que con mucha frecuencia no servimos con alegría, sino simplemente por culpa. Servimos por obligación; algo contra lo que habla este versículo. Pero la Biblia nos exhorta a servir, no como un deber, sino porque es una oportunidad fantástica para participar en la edificación del pueblo de Dios.
Forma #2 de servir mal: Servir por culpa en lugar de servir por gratitud. Piensa en lo que el servicio motivado por la culpa dice acerca de las cosas de Dios. Dice que no son más valiosas que otras cosas en nuestra vida, pero lo haremos de todos modos porque tenemos que hacerlo. La diferencia entre dejar que la tía Helga te bese cuando eres niño (porque se supone que debes hacerlo) y soportar con alegría un largo viaje para visitar a tus seres queridos cuando eres adulto (porque la recompensa vale la pena).
Ahora bien, esto puede hacer surgir una pregunta en nuestras mentes: ¿Qué pasa si no tenemos esta actitud? ¿Qué pasa si nuestro corazón es frio en nuestro servicio o está parcialmente motivado por la culpa o el temor al hombre? ¿Debería abstenerme de dar mi tiempo y mis recursos? ¿Sería hipócrita si continuara sirviendo?
La respuesta es no. No deberíamos dejar de servir en la iglesia a pesar de que nuestra alegría no siempre sea grande o nuestros motivos perfectamente puros. La Escritura nos ordena entregarnos. Y aunque debemos esforzarnos por servir con un corazón alegre y agradecido, también debemos reconocer que somos pecadores y no podemos hacerlo perfectamente. Así que, al igual que todo lo demás en la vida cristiana, lo hacemos imperfectamente pero, Dios mediante, seguimos creciendo en esta área mientras servimos. Debemos orar a Dios para que nos ayude a servir gozosamente con su poder, y para que nuestros motivos sean cada vez más puros.
Segundo, debemos servir sabiendo que el servicio de todos es necesario y valioso. Un obstáculo para que el cuerpo de Cristo funcione como debería es que los miembros se sientan inútiles e insignificantes, lo que podría hacer que sientan envidia de los demás o amargura hacia Dios. Pablo rechaza directamente esta idea de inutilidad en 1 Corintios12, donde nuevamente usa esta maravillosa ilustración de un cuerpo con muchos miembros. Pablo explica que la existencia misma del cuerpo de Cristo depende de la diversidad de dones que el Espíritu Santo ha dado a la iglesia. Socavamos esa diversidad que el Espíritu da cuando nos comparamos con otras personas. Así, en el versículo 17 dice: «Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?». Y luego dice en el versículo 19: «Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?» El cuerpo no existiría.
Más importante aún, en respuesta al reclamo de inutilidad, Pablo apunta a la soberanía de Dios en el asunto. En el versículo 18 dice: «Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso». En su soberanía, Dios diseñó todas las partes del cuerpo, y lo hizo para nuestro mayor bienestar.
¿Qué significa esto para nosotros? Debemos servir en la iglesia donde podamos; debemos agradecer a Dios por los dones que nos ha dado; y no deberíamos sentirnos inútiles o descontentos simplemente porque no estamos sirviendo de alguna manera o capacidad en particular. Existen muchas formas de servir en la iglesia que son fundamentales para la salud de la congregación.
Ahora, no solo me refiero al uso de los dones espirituales, sino también acerca de nuestro uso de los dones físicos que Dios nos dio. Algunos miembros son especialmente ricos en tiempo; otros en recursos; otros en sus relaciones. Quienes tienen mucho tiempo pueden edificar al cuerpo particularmente a través de actos de servicio. Así, los miembros solteros que tienen más tiempo pueden ayudar más fácilmente a otros miembros a mudarse, por ejemplo, a ayudarles a cuidar de sus hijos, o ir a un viaje misionero a corto plazo. Aquellos que son ricos en recursos, pueden ayudar específicamente apoyando a la iglesia financieramente. Quienes son ricos en relaciones pueden edificar a la congregación ayudando a otros a encontrar amigos, discipulando a los adolescentes, proveyendo un hogar lejos de casa para los estudiantes universitarios. Y las habilidades y oportunidades que tenemos para servir pueden cambiar en diversas temporadas de la vida.
Si eres madre con hijos pequeños, es posible que te sientas exhausta y desanimada por no tener el tiempo para discipular a mujeres o servir como voluntaria en la iglesia como solías hacerlo. ¡Quiero decirte que eso está bien! Ahora estás en una etapa en la que Dios te ha llamado a servirle amando e instruyendo a tus hijos. Sé que a menudo oramos los domingos por la noche para que los miembros tengan buenas oportunidades para evangelizar, para que compartan el evangelio con el ateo que conocen en el autobús, o con el budista que se sienta junto a ellos en el trabajo. No te desesperes si sientes que has perdido esas oportunidades ahora que trabajas mayormente en casa, ¡es posible que el Señor te haya dado 2 o 4 pequeños ateos que tengas que evangelizar todo el día! Es bueno desear seguir sirviendo en la iglesia incluso si tus circunstancias de la vida han cambiado. Ora por eso, y observa cómo Dios podría abrir una puerta para servir de nuevas maneras en cualquier temporada de la vida.
Forma #3 de servir mal: Dejar de servir por no creer que nuestra contribución sea importante. Nunca debemos creer que el servicio a Dios es valioso principalmente por el resultado temporal, sino por lo que el sacrificio dice acerca lo que vale Dios para nosotros. ¿Qué dijo Jesús que era más valioso, las dos monedas de cobre de la viuda o los miles que dieron los ricos?
Pero eso plantea otra pregunta. ¿Significa esto que no podemos desear o buscar obtener otros dones espirituales? Si Dios es el que nos da dones de acuerdo a su buena voluntad, ¿lo deshonramos al pedirle dones que no tenemos ahora?
La Escritura enseña que es algo bueno procurar sinceramente los dones espirituales que todavía no tenemos. En 1 Corintios 14:1, Pablo instruye a los corintios a que procuren los dones espirituales, especialmente el don de profecía. ¿Es posible desear dones espirituales sin tener en cuenta los que sí tenemos? ¿O codiciando aquellos que otros tienen? Creo que sí lo es. Este es el equilibrio entre el contentamiento en la provisión misericordiosa y soberana de Dios, y el anhelo de peticiones santas en oración. Por tanto, deberíamos estar contentos con los dones que Dios nos ha dado, pero también podemos aspirar más.
Tercero, debemos usar nuestros dones con humildad. Este es realmente el otro lado de nuestro segundo punto. En 1 Corintios 12:14-20, Pablo anima a aquellos miembros que podrían sentir que no tienen nada con lo que contribuir. Pero luego en los versículos 21 al 26, les advierte a quienes han recibido dones de mayor responsabilidad, a ejercer esos dones con humildad. Por lo que en el versículo 21 leemos: «Ni el ojo puede decirle a la mano: No te necesito». Quienes ocupan puestos de mayor responsabilidad o visibilidad en la iglesia no deben enseñorear su autoridad sobre otros ni cumplir con sus deberes con aires de superioridad. La unidad en la diversidad es imposible sin la humildad de Cristo. Y el lugar en el que más se necesita, es en aquellos que parecen tener mayor responsabilidad o prominencia en la iglesia. Cuando esto no sucede, las personas pueden volverse territoriales por un ministerio, o celosos y desconfiados de cualquiera que sugiera cambios. Los resultados son devastadores para la unidad de la iglesia.
Nuestro llamado es reconocer y honrar el servicio de todos los miembros sin importar cuán visible o invisible, importante o insignificante pueda parecer ese servicio. Una excelente forma de hacer esto es reconociendo el servicio de los demás, especialmente en las áreas del ministerio que están detrás de escena. Envía una tarjeta de ánimo, o agradécele a alguien verbalmente por su trabajo, ya sea dirigiendo el sistema del sonido, publicando los sermones en la página web, o trabajando como monitor de sala.
Forma #4 de servir mal: ¿Alguna vez te quejaste de que otros en la iglesia no están haciendo lo que les corresponde hacer? ¿De dónde viene esa actitud? Tal vez de un pobre entendimiento de las limitaciones bajo las que otros trabajan. Quizá de un corazón orgulloso que confunde el valor personal con la cantidad de servicio. A lo mejor de suponer que otros están desatendiendo deliberadamente su servicio, en lugar de darles compasivamente el beneficio de la duda, de que tal vez no conozcan cuánta alegría proviene de servir. En todo esto, la solución es la humildad. Reconoce que no eres mejor que nadie por servir. Todos somos merecedores del juicio de Dios por igual y, sin embargo, él nos ha rescatado para que ahora podamos servirle.
Cuarto, debemos servir para glorificar a Dios, por nuestro bien y por el bien de los demás. Ya hemos tocado algo de este punto, pero quiero abordarlo explícitamente. Nuestro servicio en la iglesia produce varios beneficios: para nosotros, para los demás y, más importante, para la gloria de Dios.
Cuando servimos fielmente, Dios recibe la gloria porque simplemente le estamos devolviendo lo que le pertenece. El Salmo 24:1 dice: «De Jehová es la tierra y su plenitud», incluyendo el poder y el tiempo que nos da. Esa es la razón por la que para pensar en el servicio, tienes que pensar en todo tu estilo de vida. Lo que hacemos con cada hora, no solo los domingos durante la iglesia, dice algo de nuestra perspectiva de Dios y lo que él significa para nosotros.
Servir también beneficia directamente a otros. Hacerle a alguien una comida proporciona sustento. Darle a alguien un aventón hace posible que crezca bajo la predicación de la Palabra. Servir en el stand de libros ayuda a un sinfín de personas a beneficiarse de recursos útiles. Todo esto es obvio, pero haz una pausa y piensa en ello. ¿Quieres dar alegría a otras personas en su vida cristiana? Cuando te comprometes a servir de cierta manera, y te esfuerzas por mantener ese compromiso, a pesar de que el mismo limite tu tiempo y tus fuerzas, estás trabajando directamente para que otros crezcan en su gozo y conocimiento de Cristo.
Sin embargo, eso no es todo, ¡nuestro servicio también tiene beneficios para nosotros! Nos ayuda a apreciar el supremo acto del servicio que Cristo hizo por nosotros. Nos enseña que hay más bendición en dar que en recibir: una vida de servicio es simplemente una vida más feliz que una vida de egoísmo. El servicio nos hace menos egocéntricos, pero irónicamente, al hacerlo, Dios ha determinado que esta es la forma de vivir una vida de satisfacción y contentamiento. Cuando estructuramos nuestra vida para que servir sea una prioridad, nos obliga a depender más de Dios y de su poder.
Forma #5 de servir mal: La persona que sirve solo un poco porque su corazón ha sido atrapado por el mundo, y cree la mentira de que la autoindulgencia y el enfocarse en sí mismo da más alegría. Sus prioridades mixtas lo alejan de la mayor satisfacción que hay en la abnegación.
Forma #6 de servir mal: La persona que sirve hasta el punto que es aceptable para quienes lo rodean en lugar de apostar todo en el poder de Dios.
Persevera en hacer el bien Finalmente, permíteme culminar brindando dos puntos de aplicación para nosotros en relación con el servicio en la iglesia.
Persevera en el servicio por medio del poder de Cristo Primero, persevera en tu servicio mediante el poder de Cristo. Pablo le dijo a sus lectores en 2 Tesalonicenses 3:13: «Y vosotros, hermanos no os canséis de hacer bien». ¿Por qué? Porque esto pasa con frecuencia. Las personas se cansan de servir. Cuando pasan los años y se asienta el cansancio, podemos sentir la tentación de retirarnos o de parar por completo. O tal vez has perdido de vista la meta más grande de servir a Dios; habiendo estado tan atrapado en los detalles y el ajetreo del ministerio, has descuidado tu relación con Dios. Quizá ahora estás confiando en tus propias fuerzas.
Si este es el caso, recuerda que nuestra fortaleza para servir viene de Cristo que está en nosotros. Él nos ha dado su Espíritu. Para llevar fruto, debemos habitar en Cristo, la vid. Así como los alimentos proveen la energía que se necesita para nuestro bienestar físico, pasar tiempo en la Palabra de Dios y en la oración proporciona la nutrición espiritual que nos motiva a servir. Cuando nos recordamos una y otra vez el carácter de Dios, su bondad, su paciencia, lo que ha hecho por nosotros en Cristo, obtenemos nuevas fuerzas para servirle. Si desatendemos nuestro amor por Jesús, entonces no es de sorprender que nuestro servicio se convierta en otra tarea, incluso una carga. Por tanto, enciende tu corazón y tu mente para servir con la verdad de la gracia y la magnificencia de Dios.
Forma #7 de servir mal: Agotarnos sirviendo en nuestras propias fuerzas en lugar de renovarnos en nuestra relación con Dios. Te animo a que estructures tu vida para que sirvas de una manera sustentablemente sacrificial. Eso podría sonar contradictorio, porque el sacrificio no debería ser fácil. Pero lo que quiero decir es que, al sacrificarte busca posicionarte de modo que puedas continuar con una actitud de completa dependencia en Cristo que no produzca cansancio, sino que te conduzca a un estilo de vida contento y lleno de entrega para la gloria de Dios mientras descansas en él.
Oportunidades de servir en CHBC. Finalmente, mientras piensas en perseverar de esa manera, quiero tomar un minuto para hablar de las oportunidades de servicio en CHBC. Una excelente forma de conocer esas oportunidades se encuentra en la sección de miembros de la página web, hay una página completa en la que todos los diáconos han enumerado las formas en que puedes ser voluntario en sus ministerios. Obviamente otra manera es esperar las oportunidades que se anuncian en el servicio los domingos por la noche o en el boletín electrónico semanal. Aquí tienes una lista de algunos ejemplos:
Dar un aventón a los ancianos; discipular a estudiantes universitarios; ser hospitalarios; escribir tarjetas de aliento; enseñar la sana doctrina, ayudar en el grupo de jóvenes; planear bodas; cuidar de los niños y muchas, muchas otras formas que vienen todo el tiempo.
Debo señalar que algunos de los ministerios más poderosos en CHBC no están conectados a un ministerio formal, sino a uno informal y relacional. Invitar a personas a cenar; o hablar con alguien que no conoce a muchas personas después del servicio por la mañana es una gran forma de hacer que se sientan bienvenidos. Formar relaciones con quienes luchan con entablar amistades es un gran ministerio, y uno que probablemente podríamos hacer mejor en nuestra iglesia. Mi sugerencia es comenzar con el ministerio de fomentar y alentar relaciones profundas, lo que requiere de tiempo, y luego, si todavía tienes tiempo, también involúcrate en otras prácticas ministeriales.
Conclusión Durante casi doscientos años, el pueblo de Dios ha servido fielmente a Dios en esta iglesia. Impulsados por nuestro amor a Dios y nuestro deseo de glorificarlo. ¡Alabado sea Dios por lo mucho que esto ha servido de ejemplo en nuestra iglesia! Entre nosotros tenemos ejemplos del servicio fiel por parte de los miembros durante décadas. Jim Cox ha estado aquí desde los 90, anunciando y recogiendo fielmente las ofrendas. Por supusto, Maxine Zopf es conocida por su ministerio de oración. Los Reedys han estado organizando convivios regulares para promover la comunión durante años, y lo hacen alegremente sin mucho reconocimiento. Somos una congregación que está obligada a servir porque el Señor Jesucristo nos ha servido de manera suprema.
Introducción El estímulo es algo bueno. Como cristianos, sabemos que es algo que debemos hacer. Pero también es algo que puede ser vago. ¿Es solo otra palabra para «ser agradable»? Quiero iniciar la clase con una pregunta: ¿Cuáles son algunas de las metas del verdadero estímulo, de acuerdo con la Escritura? ¿Por qué deberíamos estimularnos unos a otros?
Escucha cuál era el objetivo de Pablo para el estímulo en Colosenses 1:28: «a quien Cristo anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre». Estamos llamados a la misma meta, presentar a otros perfectos en Cristo. Leemos en Hebreos 10:24-25: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca». Ese mismo sentimiento se refleja en nuestro pacto congregacional. «Caminaremos juntos en amor fraternal, como miembros de la iglesia de Cristo; nos cuidaremos y supervisaremos en amor, nos amonestaremos y oraremos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo amerite». Por tanto, aquí tienes una definición de estímulo: Cuidar de otra persona lo que, por lo general, implica hablarle con la verdad bíblica, con el objetivo de que esa persona crezca en la piedad. Digo «por lo general» porque es posible que puedas estimular o animar a alguien sin palabras, compartiendo una comida, por ejemplo, pero, hablando bíblicamente, el estímulo generalmente tiene algo de contenido, y ese contenido debe provenir de la Palabra de Dios.
Qué responsabilidad tan grande: el estímulo en aras de la santidad. Estamos juntos en una lucha de vida o muerte contra el mundo, la carne y el diablo. Y nuestro llamado es ayudarnos mutuamente a cruzar la meta con la gracia de Dios. Dios es quien nos preserva, pero utiliza medios para hacerlo. Uno de esos medios es el cuerpo de Cristo.
Parte de cumplir con ese llamado implica confrontar el pecado explícito, como discutimos la semana pasada. Pero la vida cristiana abarca mucho más que eso. Conlleva miles de decisiones diarias que forman la trama de nuestras vidas. Necesitamos que nos den ánimo si esa historia va a ser una de gozosa confianza en Cristo hasta nuestro último día. Y, por tanto, el estímulo es trascendental para nuestra unidad como iglesia. Cuando nos alentamos unos a otros en Cristo, eso asegura que estamos unidos en torno a Cristo y no a otras cosas. Cuando nuestra unidad sufre, debemos estar bien capacitados en el arte del estímulo para que podamos recordarnos unos a otros lo que realmente importa, y ayudarnos a superar las semillas de la división.
Permíteme presentar un breve bosquejo para nuestro tiempo. Comenzaremos examinando lo que hace que el estímulo sea difícil de hacer bien. A continuación, veremos la clase de relaciones que se necesitan para hacer que esto suceda. Y, finalmente, una guía práctica acerca de cómo podemos expresar un estímulo empapado en el evangelio en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
El desafío del estímulo Así que primero, ¿qué hace que esto sea difícil? Dos cosas que debemos saber cuando intentamos estimular a los demás:
Antes que todo:
A. Nuestra lucha es una del corazón: Implica los deseos centrales que motivan nuestras decisiones y acciones diarias. Y, como dijo el profeta Jeremías: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (17:9). Los deseos malignos del corazón son lo que Santiago señala como la causa de la tentación (1:14) y el conflicto (4:1). Entonces, cuando encontramos que nuestros hermanos y hermanas en la iglesia están tomando decisiones que no se alinean con su identidad en Cristo, sabemos que el problema no es principalmente externo, sino la consecuencia de los deseos pecaminosos de sus corazones.
Esto es importante porque con mucha frecuencia, cuando estamos en relaciones con otros cristianos y vemos cosas en sus vidas que deshonran a Cristo, nuestra meta a menudo es hacer que se comporten de manera diferente. «Si tan solo no pasara tanto tiempo con esas personas». «Si tan solo gastara su dinero de otro modo». «Si tan solo cambiara a un trabajo que le diera más tiempo con su familia». Pero como sabemos demasiado bien, la conducta no es la raíz del problema. Algunas implicaciones de esto son las siguientes:
Primero, solo Dios puede cambiar el corazón. Nosotros somos sus instrumentos. Así, al involucrarnos en la vida de otras personas, debemos recordar que la oración es nuestra mejor herramienta, que la culpa y la coerción no pueden corregir los profundos problemas del corazón, y que nuestra desesperación por que Dios actúe aumenta la gloria que merece. Puede haber momentos buenos y apropiados para ayudar a otros a cambiar su comportamiento; por ejemplo, responsabilizar a alguien por un pecado habitual. Pero un mejor comportamiento no es nuestra meta final. En última instancia, nos preocupamos por los problemas del corazón. Otra implicación, cuando alentamos a los demás, debemos recordar que nuestros corazones también son propensos a divagar. No es coincidencia que inmediatamente luego de que Pablo nos exhorta a restaurar a quienes están atrapados en el pecado en Gálatas 6:1, nos advierte acerca de nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. Nuestros corazones son más oscuros y malvados de lo que podremos llegar a comprender. Por último, la importancia del corazón nos recuerda que nuestra meta no es ayudar a otros a sentirse felices y realizados. Hay muchas maneras de lograr eso y, trágicamente, nunca llegar a los problemas de nuestro corazón. Nuestro objetivo al estimular a los demás es que sean transformados en sus deseos para buscar a Cristo por encima de todo lo demás, que al final, es lo que conduce al gozo verdadero y duradero. Por tanto, el primer desafío que enfrentamos al luchar por animar a nuestros hermanos y hermanas es el engaño del corazón, de su corazón y el nuestro.
B. Filosofías huecas y engañosas Un segundo enemigo es el pensamiento del mundo. Tengo en mente las palabras de Pablo en Colosenses 2:8: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo». Para emplear esta terminología, todos somos filósofos. Todos nosotros, todo el tiempo, estamos creando filosofías del significado de nuestras vidas. ¿Qué importa? ¿Por qué suceden estas cosas? ¿Para qué vale la pena vivir? Y aunque generalmente sabemos las respuestas a esas preguntas, somos fácilmente engañados por las filosofías humanas y mundanas en lugar de basarnos en la verdad.
Y las personas que tratamos de animar, por un lado, tienen al mundo gritando a través de un megáfono en su oído. Y nosotros también. Nuestra filosofía guía debería descansar en la verdad del evangelio, pero incluso como cristianos, nuestras vidas a menudo son inconsistentes con esta verdad. En su libro How People Change (Cómo cambia la gente), Timothy Lane y Paul Tripp llaman a esto la «brecha del evangelio». Una brecha entre lo que sabemos que es verdadero en el evangelio y nuestra manera de vivir.
Y ellos señalan que esa brecha no queda vacía. Nosotros, y las demás personas en nuestra iglesia, con frecuencia operamos con una mezcla de la verdad del evangelio y otras filosofías que, aunque suenan bíblicas, tienen en su núcleo los valores de este mundo. Los autores identifican siete de estas filosofías sustitutivas. Voy a examinarlas, y al hacerlo, quiero que pensemos en dónde podríamos reconocerlas como ciertas en nuestros corazones, o cómo otros que conoces podrían adoptar algunas de estas filosofías falsas.
La primera es el «formalismo». Participo en reuniones regulares y en ministerios de la iglesia, y siento que mi vida está bajo control. Puede que pasé mucho tiempo en la iglesia, pero eso tiene poco impacto en mi corazón y en mi estilo de vida. Es posible que me vuelva prejuicioso e impaciente con quienes no funcionan igual que yo. El cristianismo es estar en el lugar correcto, siguiendo las corrientes correctas. El segundo es el «legalismo», primo cercano del formalismo. Vivo por las reglas, reglas que creo para mí, reglas que creo para otros. Me siento bien si puedo mantener mis reglas. Y me vuelvo arrogante y amargado cuando los demás no pueden cumplir con los estándares que establezco para ellos. No hay gozo en mi vida porque no hay gracia que ser celebrada. El siguiente es el «misticismo», la incesante búsqueda de una experiencia emocional con Dios. Vivo por los momentos en los que me siento cerca de él. Pero si no tengo ningún éxtasis emocional, asumo que Dios no me ama o que él no es real. El «activismo» es cuando me emociono con el cristianismo principalmente como una forma de arreglar este mundo roto. Baso mi relación con Dios en lo mucho que hecho para mitigar la pobreza, pero mi corazón está lejos. Luego está el «biblicismo», que reduce el evangelio a un dominio del conocimiento bíblico y teológico. Conozco mi biblia de memoria, pero no dejo que me domine. Y me impaciento con quienes tienen menos conocimiento. El sexto es el «evangelio terapéutico». Puedo hablar mucho acerca de cómo Dios es el único que sana y ayuda a quienes están heridos. Sin embargo, sin darme cuenta, he convertido a Cristo en un terapeuta más que en un salvador. Veo el pecado de las personas entre sí como un problema más grave que mi pecado contra Dios, y trato al cristianismo solo como una manera de solucionar mis problemas, para tener una vida feliz. Por último, está lo que llamamos «socialismo». El compañerismo y las amistades íntimas que encuentro en la iglesia pueden convertirse en un ídolo, el cuerpo de Cristo reemplazando a Cristo. Y el evangelio queda reducido a una comunidad de relaciones cristianas. Siete filosofías antievangélicas, todas ellas basadas en verdades a medias, las cuales somos propensos a creer, que es exactamente por lo que necesitamos ser alentados. El estimulo sirve para corregir filosofías defectuosas de lo que es el cristianismo. Recuerdo que, cuando era niño, recibí lecciones de piano, y a menudo mi profesora me detenía cuando la posición de mi mano no era la correcta. Cuando nos estimulos bíblicamente, actuamos como la profesora de piano que, con gentileza y regularidad, ayuda a su estudiante a reconocer y eliminar los malos hábitos teológicos que han entrado. Ella no solo corrige la mala postura, sino que modela la forma correcta de tocar. Como esa profesora, debemos exponer las concepciones falsas, y ayudarnos a deleitarnos en la verdad. Como dice Pablo: «Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5).
Ese es el desafío: luchar contra los deseos del corazón, reconociendo que nadamos en un mar de filosofías mundanas que desafían las verdades cristianas fundamentales de lo que somos. Si eso es a lo que nos enfrentamos, a continuación, deberíamos meditar en el contexto para el cambio, con lo que me refiero a las clases de relaciones que promueven el estimulo hacia la santidad.
El contexto para el cambio Santiago 5:16: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados». Hay dos cosas que necesitamos en la iglesia para tener una cultura de estimulo sana: la disposición de revelar nuestras luchas y la disposición de escuchar y ayudar cuando otros revelan sus luchas. Nada de lo que diga en esta clase será útil si no estás dispuesto a revelar tus luchas a los demás, y si no eres lo suficientemente cercano a otros para saber cuándo y cómo necesitan ayuda.
Aquí tienes algunos comentarios acerca de lo que podemos hacer para cultivar este tipo de contexto en la iglesia: Al compartir nuestras luchas, permíteme animarnos a aprovechar la oportunidad, siempre que sea apropiado, de abrazar el «ministerio de la dependencia». No hay nada piadoso en tropezarte solo con tus luchas porque eres demasiado orgulloso para dejar que otros te ayuden. Da a los demás la oportunidad de ministrarte. Una de las cosas más amables que podemos hacer por quienes están batallando y considerando unirse a nuestra iglesia, es dejar en claro que la iglesia está llena de personas iguales a ellos porque está llena de todos nosotros.
Y, al servir a quienes comparten sus luchas contigo, cuando alguien es honesto con nosotros, estamos llamados a tomarlo en serio. Algo que ayuda es abstenernos de ofrecer soluciones trilladas que hagan parecer que solo un completo tonto tendría ese problema. «¿Luchas con la depresión? Solo lee más tu Biblia, y pasa más tiempo en el sol, entonces te sentirás bien». Lo que podría parecerte simple podría ser la batalla de toda una vida para alguien más. Cuando alguien te habla acerca de una lucha, es como si te hubieran ofrecido una joya. Puede estar dura y sin forma, pero ahora tienes la mayordomía de escuchar y ayudar a pulir esa joya para que se convierta en un reflejo de la obra santificadora de Dios.
Esos son solo algunos pensamientos acerca del contexto de las relaciones que debemos construir. Relaciones que sean honestas y relaciones que reciban a personas con dificultades.
Y eso nos lleva al siguiente punto: 4. Cómo estimular a personas con luchas.
Los cristianos que nos rodean luchan contra la carne y luchan contra las filosofías huecas y engañosas que los rodean. Se nos exhorta a animarles y enseñarles. ¿Cómo hacemos eso?
La respuesta es que depende de la persona. Pero la Escritura nos enseña sabiamente cómo abordar este asunto. Escucha 1 Tesalonicenses 5:14: «Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos» (NVI).
Cuando encontramos la lucha de un hermano o hermana en Cristo, es útil repasar esas tres categorías en tu mente. ¿Son holgazanes, u ociosos como dice la Reina Valera 1960? ¿Están desanimados y desmotivados? ¿Son débiles y necesitan que alguien les ayude a llevar su carga? ¿Y cómo podemos hacer esto pacientemente?
Sin importar la categoría en la que se encuentren, quiero sugerir tres cosas que deberíamos hacer. Primero, muéstrales lo que dice la Escritura. Eso no significa simplemente arrojarles un versículo. Por lo general, para decir la verdad a alguien de una manera que pueda escuchar, primero debemos demostrar que lo amamos y necesitamos saber quién es y a qué se enfrenta. Entonces, una vez que lo hagamos, queremos comunicar la verdad de la Palabra de Dios, quizá recordándole un patrón en la historia de la salvación, tal vez de que Dios siempre demuestra ser fiel. O simplemente estudiando un pasaje de la Escritura con él o ella. Pero muéstrales lo que la Biblia dice.
Segundo, ayúdales a meditar en las buenas noticias. Háblales de los diferentes aspectos de lo que Cristo ha hecho, y sé específico. Para la persona que batalla con la culpa y la vergüenza, Cristo ha tomado nuestra culpa para que podamos disfrutar de la reconciliación con el Padre. Para alguien que experimenta la soledad, Cristo nos ha adoptado en la familia del Padre. Para la persona que lucha contra la tentación constante y el pecado que reside en nosotros, Cristo nos ha hecho nuevas criaturas y nos has llenado con su Espíritu Santo. Sabemos estas cosas como cristianos, pero muy a menudo necesitamos conectar estas verdades con las situaciones que enfrentamos cada día.
Tercero, identifica las evidencias de la gracia de Dios en sus vidas. Reconoce cualquier fruto que el Espíritu Santo esté obrando en ellos, y háblales acerca de ello. Si alguien siente la tentación de dudar si realmente es cristiano, esto puede ayudarle a asegurarse de que Dios verdaderamente lo está transformando. Esto es lo que hizo Pablo en muchas epístolas. Cuando le escribió a los corintios, aunque tenía mucho por lo que reprenderlos, inició su carta diciendo: «Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia» (1 Corintios1:4-5).
Lo que haremos ahora es examinar tres casos de estudio, ejemplos de cómo podría ser esto para cada una de las tres categorías que Pablo presenta en 1 Tesalonicenses 5:14. En cada uno, daré algunos antecedentes de la persona hipotética, y luego discutiremos juntos un par de preguntas.
A. Amonesta a los holgazanes Empezaremos con esa primera categoría: letra A, «amonesten a los holgazanes».
Digamos que, para comenzar, estás hablando con Sue, que no se aparta del camino de la tentación. Ella ha encontrado que siente la tentación de amar las cosas de este mundo, y ver cierto programa de televisión parece dejarla siempre descontenta con la vida que Dios le ha dado. Pero realmente le gusta, y se divierte hablando con amigos en el trabajo la mañana siguiente después de que se transmite el programa. Le has advertido cómo es posible que ese programa esté desempeñando un rol más destructivo en su vida del que podría imaginar, y aunque confiesa que, por lo general, el programa la hace sentirse pecaminosamente descontenta, no ha dejado de verlo. Está ociosa y se siente indiferente para con su alma.
Dos preguntas: Primero, ¿dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Sue? Está alrededor de lo que realmente significa arrepentirse verdaderamente. Como dijo Pablo: «Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:2). ¿Comprende ella cómo es el arrepentimiento para el cristiano? Lo que significa tomar las palabras de Jesús seriamente: «Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti» (Mateo 5:30).
Segundo, ¿qué le dirías a Sue? Habla con ella acerca de la diferencia entre la tristeza del mundo y la tristeza que es según Dios en 2 Corintios 7. Es posible que lamente ver el programa de televisión, pero que no esté arrepentida. «Pero la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte» (v. 10). Adviértele acerca de las consecuencias del pecado en su vida. Positivamente, anímala en la alegría y el contentamiento que proviene de buscar las cosas del Señor (Sal. 119:1-3), y de saber que es alguien que no merece el amor de Dios, pero que lo ha recibido por su gracia (Romanos 5:8).
B. Estimula a los desanimados Ese fue un ejemplo de advertir a los que son ociosos. Pensemos en la letra B, «estimulen a los desanimados».
Para este ejemplo, piensa en Joe. Está en sus veintitantos, y todavía intenta descifrar qué hacer con su vida. Trabaja en un trabajo sin futuro, no se siente particularmente útil en la iglesia, le gustaría estar casado (algo así), pero no está ni cerca… y ha estado luchando durante varios años con los propósitos de Dios para su vida. Siente que está a punto de rendirse, aunque no sabe en realidad lo que significaría «rendirse». Pero suena dramático. Rara vez sirve a otros, pero dice que le gustaría, simplemente no cree que tenga algo con lo que contribuir. Pero cuando mira a todos los ancianos, siente que son todos «súper cristianos» y que él es solo un don nadie. Nadie realmente lo conoce, o se preocupa por él.
Discutamos las mismas preguntas. ¿Dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Joe? Podría estar en varios lugares. De una manera extraña, podría haber caído en el legalismo, habiendo comenzado con el Espíritu, ahora piensa en su objetivo en términos de esfuerzos humanos. Considera que su valor está directamente relacionado con su productividad, o su falta de la misma, y eso lo ha desanimado. Así que recuérdale que su valor ante Dios se basa en la obra culminada de Cristo, no en la suya.
¿Qué le dirías a Joe para alentarlo? Ayúdale a entender que su responsabilidad está arraigada en las oportunidades que Dios le ha dado. Su valor no proviene de la aprobación de los demás. Comparte con él la gloriosa esperanza que Dios le ha dado a todos los que somos sus hijos: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3). Háblale de cómo todos los cristianos en la iglesia tenemos dones para cuidarnos unos a otros (1 Corintios 12:25).
C. Ayuda a los débiles Pasemos a la última de las tres partes de este versículo: «ayuden a los débiles». ¿Quiénes son los débiles? De cierto modo, todos los somos. Pero hay algunos entre nosotros que son débiles de formas que los hacen especialmente vulnerables espiritualmente. Esto podría venir a través de ciertas circunstancias en la vida que hacen que cada día sea difícil seguir confiando en Dios.
Para nuestro ejemplo, veamos a Max. Max ha sido diagnosticado con depresión clínica. Es incapaz de hacer la cantidad de bien que antes podía. Lucha terriblemente con su relación con Dios ahora que muchas de las emociones de la fe con las que contaba, sin darse cuenta, son pocas y distantes entre sí. Pero su mente es más susceptible a ese espiral descendente de depresión, y hay un lado físico de su condición que es difícil de escapar. En esta situación, aunque no siempre es necesario, su doctor le ayuda en el lado físico de las cosas con medicamentos, sin embargo, Max está desanimado y abatido de muchas maneras. Max está débil.
Primera pregunta: ¿Cuáles podrían ser algunas de las brechas en el entendimiento del evangelio de Max? Considera cuál es su debilidad. Podría estar débil en la fe. Parece que sus emociones presentes durarán para siempre y, por tanto, las promesas de Dios parecen tan distantes como inexistentes. Ayúdale a aprender a confiar en Dios más que en él mismo. Eso es, al fin y al cabo, una esencia del evangelio. O quizá la ayuda que necesita es el recordatorio constante de que hay cristianos en su vida que lo aman, y cuyo amor está arraigado en algo mucho más seguro, el amor de Cristo.
Segunda pregunta: ¿Cuáles son algunas de las cosas que harías o dirías para animar a Max? Comparte con él el evangelio de esperanza. Ayúdale a ver cómo sus sufrimientos están produciendo perseverancia, carácter y, finalmente, esperanza (Romanos 5:3-5). Recuérdale los motivos que tiene para confiar en la bondad de Dios aun cuando se pregunta por qué está sufriendo de esta manera (2 Corintios 12:8-10).
Especialmente en esta categoría de los que son débiles, no podemos contentarnos con simplemente dispensar la verdad a las personas y sentir que nuestro trabajo está hecho. En ocasiones tenemos que estar tranquilos y escuchar, o simplemente estar presentes con ellos mientras sufren. Otras veces debemos orar por ellos, suplir sus necesidades físicas y brindar comunión. No solo debemos predicar la verdad, sino hacer estas cosas, y al hacerlas, crear oportunidades para predicar la verdad.
Sé paciente con todos Por último, Pablo dice: «sean pacientes con todos». Ya sea alguien que está físicamente débil, alguien que está frustrantemente obstinado, alguien que piensa que está bien y que no necesita tu estímulo, nuestra postura es la paciencia. Tu trabajo nunca es condenar, o avergonzar a alguien por lo lento que es su crecimiento. Y la paciencia verdadera proviene de saber cuán paciente ha sido nuestro Padre celestial con nosotros. Ser paciente es deleitarte en servir a tus hermanos y hermanas porque son reflejos del carácter de Dios, y porque la gratitud por la paciencia de Dios se encuentra en lo más profundo de tu alma.
Amamos porque él nos amó primero. Nuestro amor proviene de su amor y debe reflejar su amor. Por eso, debemos trabajar para presentarnos perfectos en Cristo.
Por CHBC Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Introducción El tema central que recorre esta clase es la tensión que existe entre el gran propósito de Dios para la iglesia —que nosotros seamos la manifestación de su gloria en la tierra— y nuestro pecado. Gran parte de lo que hemos discutido ha sido cómo pueden los cristianos propensos al pecado glorificar a Dios por medio de su amor y unidad juntos. Pero hay veces en las que el pecado ataca a nuestra iglesia y quienes caen en él no se arrepienten. Esos son tiempos difíciles para la unidad de la iglesia.
Podríamos escoger ignorar el pecado, y amenazar el llamado distintivo de la iglesia de Cristo. Por otro lado, podríamos actuar con dureza como fariseos, destruyendo nuestra unidad. Afortunadamente, la Biblia ha arrojado la sabiduría que a nosotros nos falta en relación con este tema. Nos referimos al enfoque de la Biblia como la disciplina en la iglesia, una respuesta bíblica al pecado impenitente. Y, lejos de las percepciones de los juicios de brujas y de las cartas rojas, la disciplina es algo inherentemente positivo: se ordena en la Escritura por nuestro bien. Significa que cuidamos los unos de los otros al hablar la verdad en amor acerca de nuestro pecado. Significa que protegemos a la iglesia del pecado impenitente grave que no honra a Cristo. Trágicamente, el mundo a menudo puede burlarse del comportamiento de la iglesia. «¡Él es un líder en la iglesia, pero es peor que nosotros!». La disciplina es la herramienta normal de Dios para preservar la reputación de Cristo en su iglesia al aclarar que Cristo no aprueba tal pecado.
El modelo para la disciplina en la iglesia es la disciplina que nuestro amoroso Padre celestial ejerce al lidiar con nosotros. El libro de Hebreo nos dice: «Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:6). La meta de la disciplina es la justicia. «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).
El día de hoy, consideraremos cómo la Biblia nos enseña a practicar la disciplina en la iglesia, y hacer esto bien fortalece la unidad en la congregación y protege la reputación de Cristo. También hablaremos acerca de cómo nosotros, como miembros, tenemos la responsabilidad de estar involucrados en el proceso de disciplina.
No obstante, antes de seguir avanzando, necesitamos algo de claridad en cuanto a ciertos conceptos.
Dos clases de disciplina En realidad existen dos tipos de disciplina: la disciplina formativa y la disciplina correctiva. Por lo general, cuando hablamos de «la disciplina en la iglesia» nos referimos a la segunda. Pero la primera es mucho más común.
Por tanto, veamos primero la «disciplina formativa». Consiste en guiar a las personas hacia la madurez en Cristo a través de la instrucción y la enseñanza positiva. Por ejemplo, cuando se predica la Palabra y somos confrontados, o cuando nos alentamos unos a otros, esa es la disciplina formativa (cf. Efesios 4:11-12; Hebreos 10:24-25; Colosenses 3:16). La disciplina formativa es importante porque Dios la usa para prevenir el pecado que necesitaría de la disciplina correctiva.
Por otro lado, la «disciplina correctiva» consiste en corregir el pecado en la vida de un creyente. Desde confrontarnos mutuamente hasta la excomulgación formal. Es donde tenemos que decir: «Hey, Tom, creo que estabas equivocado al decir eso». O incluso, finalmente, según la enseñanza de Jesús: «María, sé que dices ser cristiana, pero debemos tratarte como a un no cristiano, porque no dejas de mentir». Esa es la disciplina correctiva.
El propósito de la disciplina correctiva Hoy nos centraremos en la segunda de estas clases de disciplina, la disciplina correctiva. ¿Por qué la ejercemos? Principalmente porque la Biblia nos dice que lo hagamos. Pero también nos da algunas metas específicas al hacerlo.
Primero, el bien de la persona disciplinada. La disciplina es amorosa porque nos advierte y corrige nuestro pecado, y nos beneficiamos de eso. Y para la persona que vive en pecado impenitente, deja en claro que sus acciones no respaldan una profesión de fe en Cristo.
Segundo, el bien de los demás cristianos que ven la grave naturaleza del pecado y sus consecuencias.
Tercero, la salud de la iglesia como un todo. Da un alto al pecado que podría causar discordia y conflicto, o confusión para cristianos menos maduros acerca de lo que significa seguir a Jesús.
Cuarto, el testimonio corporativo de la iglesia. La disciplina en la iglesia protege nuestro testimonio corporativo ante un mundo que nos observa. Las personas se dan cuenta de que existe una comunidad de creyentes cuyas vidas son diferentes a las del mundo. Ellos pueden fácilmente desacreditar nuestro mensaje cuando nuestro comportamiento es igual al de la gente que nos rodea.
Todo en contribución a la meta principal de la disciplina en la iglesia: dar a conocer la excelencia de nuestro Redentor.
¿Cómo ejercemos la disciplina correctiva en la iglesia? Pasaremos el resto de nuestro tiempo hablando acerca de cómo podemos ejercer la disciplina correctiva en la iglesia por nuestro bien y para la gloria de Dios. Para ello, abordaremos las preguntas que verás en tu folleto.
A. ¿Qué pasa si alguien peca contra ti? Entonces, ¿qué haces si un creyente peca contra ti? ¿Cómo deberías reaccionar? ¿Le dices por qué estás enojado, y luego le das el trato de la indiferencia? Veamos qué dice Jesús.
Mateo 18:15-17:
«Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia.; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano».
Paso #1: Ve con el ofensor Primero deberíamos ir y hablar con quien que pecó contra nosotros (llamaré esa persona el ofensor). Si se niega a escuchar, debemos llevar con nosotros a una o dos personas más. Si continúa rehusándose, debemos comunicarlo a la iglesia, la cual debe expulsarlo si se niega a arrepentirse.
Considerando esto más detalladamente, hablemos acerca del primer paso. En la mayoría de los casos, esa primera conversación resolverá el problema. La persona se arrepentirá o te darás cuenta de que estabas equivocado. ¿Cómo podemos prepararnos para una conversación como esa?
Primero, ora por esa persona. Ora para que Dios le ayude a crecer espiritualmente; para que desee conocer más a Dios. Esto suavizará tu corazón hacia él o ella en preparación para su plática.
Segundo, asegúrate de tener una buena razón para ir al ofensor. Algunos pecados son objetivos. «¡Él me golpeó!». Otros no tanto. «¡Se ha comportado soberbiamente!». Podemos hablar con otro creyente acerca de cualquiera de estas categorías. Pero mientras menos objetivo sea un pecado, más necesitaremos estar listos para explicar nuestra preocupación, pero luego soltar el problema si la persona no está de acuerdo. No te apresures en decir: «¡Eres soberbio! Arrepiéntete o lo diré a la iglesia». En cambio, podrías intentar decir: «Hermano, considerando las palabras que estás escogiendo, realmente temo que estés hablando con soberbia. ¿Crees que eso podría ser cierto?».
Tercero, examina tu corazón para asegurarte de que tus motivos sean los correctos; asegúrate de no ir al ofensor enojado, con deseo de venganza, con aires de superioridad o alguna otra actitud pecaminosa (cf. Romanos 12:19). Asegúrate de que tu deseo sea la reconciliación de la relación por el bien del ofensor, por tu bien y para la gloria de Dios. Como dice Jesús, confiesa tu pecado. Y entonces podrás ver más claramente el pecado de tu hermano (Mateo 7:5).
Cuarto, ten mucho cuidado al hablar con otras personas acerca del pecado del ofensor. Aquí vemos que Jesús va a hablar con él. No con su mejor amigo, o con su esposa. Habla con él. Está bien pedir a otros que te aconsejen acerca de cómo tener esa conversación si tienes que hacerlo. Pero ten mucho cuidado y no permitas que la conversación se convierta en un chisme. Y recuerda que, incluso cuando necesites el consejo de otra persona, casi siempre puedes obtener su consejo sin mencionar el nombre del ofensor.
Finalmente, cuando hables con el ofensor, recuerda actuar y hablar con un espíritu de gentileza, humildad y amor. La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.
Todas estas cosas harán que el paso de acercarse al ofensor sea más efectivo, y preserva y protege la unidad de la iglesia al evitar obstáculos tales como el orgullo y las habladurías.
Ahora, antes de pasar al siguiente paso en Mateo 18, permíteme establecer dos puntos extra acerca de este primer paso en Mateo.
Primero, podrías preguntarte: ¿Debo acudir a mi hermano por cada pequeña ofensa? Ciertamente no. El amor cubre multitud de pecados. Proverbios nos dice que pasar por alto una ofensa es algo glorioso y demuestra paciencia y tolerancia (cf. Proverbios 19:11). Así que, ¿cuándo deberías ir? Aquí tienes dos preguntas que debes hacerte.
a. ¿La ofensa ha causado la ruptura de su relación? ¿Piensas frecuentemente en ello? ¿Te hace sentir diferente hacia esa persona por más que un momento de pasada? ¿Es difícil para ti perdonar? Si la respuesta es sí a cualquiera de estas preguntas, entonces es probable que debas ir y hablar con el ofensor.
b. ¿Cuál es el peligro de este pecado para el ofensor? Recuerda lo que Santiago escribe: «sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados» (5:20). ¿El pecado del que estamos hablando pone en peligro la capacidad del ofensor de reflejar a Cristo al mundo que lo rodea? ¿Es una señal de problemas más graves, o podría causarlos?
El segundo punto que quiero señalar en respuesta a la pregunta: «¿Cuándo debería ir?», es que Jesús nos dice que comencemos una conversación, sea que nosotros seamos los ofensores o los ofendidos. Mateo 18 le dice a la persona perjudicada que debe procurar la reconciliación. Pero Mateo 5:23-24 dice que si crees que alguien resiente algo contra ti, es decir, si eres el ofensor, entonces también es tu obligación hablar. Mateo 5 incluso dice que si mientras intentas adorar a Dios, recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, debes detenerte, y buscar reconciliarte. ¡Jesús se preocupa mucho por tus relaciones en la iglesia! Esa es la razón por la que es fundamental que examinemos nuestras relaciones con los demás antes de llegar a la mesa del Señor. Cuando hay conflicto, tanto el ofensor como la persona que ha sido agraviada deben iniciar la reconciliación. Es casi como si nos tropezáramos unos con otros apresurándonos para reconciliarnos. ¡Qué gran ilustración!
Paso #2: Toma contigo a uno o dos hermanos De vuelta a Mateo 18. Si la persona ofensora no escucha, y es evidente que ha pecado, debemos llevar con nosotros a una o dos personas más. Esto con dos propósitos: En primer lugar, es más probable que el ofensor escuche a una tercera parte neutral que a la persona a quien ha ofendido. Esta otra persona también sirve para dar testimonio de lo que ocurrió en la reunión en caso de que la disciplina avance al próximo paso.
Permíteme ofrecer algunas sugerencias acerca de este proceso si alguna vez te encuentras en este escenario. Primero, antes de tomar este paso, considera cuán objetivo es el pecado. ¿Confrontas a la persona porque piensas que invierte mucho dinero o porque crees que actúa con altivez? Solo Dios conoce su corazón. Si se trata de un caso subjetivo como ese, es mejor que entregues el problema y ores al Espíritu Santo para que la confronte. Segundo, si avanzas, asegúrate de que la persona o personas que lleves contigo sean confiables y discretas, imparciales y de buen juicio. Y tercero, comunícale al ofensor lo que estás a punto de hacer. No inicies una conversación sin antes advertirle. Cuarto, ten cuidado de no intentar poner a los testigos de tu lado; los hechos hablan por sí solos.
Paso 3: Dilo a la iglesia Avanzando al paso #3, si el ofensor sigue negándose a escuchar, la iglesia debe intervenir. Y puede excomulgarlo si se rehúsa a arrepentirse. En Mateo 18, Jesús no específica si se debe hablar con los líderes de la iglesia antes de llevar el asunto a la iglesia. Pero ciertamente el paso inmediato parece apropiado y consistente con estas instrucciones. Al ver estos pasos en Mateo 18, podemos ver a Jesús tratando de involucrar el menor número de personas posible. Pero está dispuesto a hacer que las cosas se hagan públicas si eso es lo que hará que el ofensor despierte. En el estado final, incluso usa a quienes están fuera de la iglesia y al propio Satanás para propiciar providencialmente el arrepentimiento.
B. ¿Qué pasa si ves a un miembro pecar contra otro miembro? Mateo 18 nos brinda una guía acerca de qué hacer cuando alguien peca contra ti. ¿Pero qué pasa si observas que alguien peca contra otro miembro de la iglesia? ¿Qué deberías hacer?
La respuesta es: «depende». Gálatas 6:1 nos dice: «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre». Y Lucas 17:3 dice: «Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale». Por otro lado, la Biblia también nos advierte que no debemos ser chismosos en busca de oportunidades para señalar las faltas de los demás1 . Todos nosotros somos pecadores, por lo que sería imposible y, honestamente, poco productivo enfocar la atención en cada uno de los pecados que observamos. Por tanto, ¿cómo sabemos cuando es un buen tiempo para abordar a un hermano o hermana por su pecado?
Permíteme ofrecer algunas directrices para tu juicio:
Primero: ¿El pecado deshonra a Dios? ¿Es lo suficientemente visible para que ultraje el nombre de Dios ante los no cristianos?
Segundo: ¿Representa una tentación para otros o establece un mal ejemplo para cristianos más jóvenes?
Tercero: ¿Podría causar discordia y desunión en la iglesia?
Cuarto: ¿Está lastimando gravemente al ofendido al dañar su relación con Dios o en otras formas?
Si una o más de estas respuestas son sí, entonces probablemente sería apropiado hablar con el ofensor acerca del pecado. Mientras menos cercano seas a la persona, más alta será la barrera para hablar con ella. Mientras mejor la conoces, y mientras más confías en su relación, más baja será la barrera.
C. ¿Qué pasa si alguien peca de forma escandalosa? Con los años, se han establecido muchas diferencias entre el caso de disciplina de 1 Corintios 5, en el que Pablo dice a la iglesia que excomulgue a un hombre por acostarse con la mujer de su padre, y Mateo 18, que acabamos de considerar. En 1 Corintios 5, Pablo no pregunta por el arrepentimiento del hombre; simplemente ordena a la iglesia que lo expulse de la comunión. Entonces, ¿qué ocurre aquí? ¿Existe algún tipo de disciplina «acelerada» que Jesús no describió?
Bueno, algo así. Lo que parece estar sucediendo en 1 Corintios 5, es que el pecado era tan atroz, por encima de lo que era aceptable en esa sociedad, que realmente no había nada que el hombre pudiera decir para convencer a la iglesia de su arrepentimiento. En general, seguimos el principio de «inocente hasta que se demuestre lo contrario». Permaneces en la iglesia hasta que, a través de los pasos de Mateo 18, se haga evidente que no estás arrepentido. Pero en ocasiones, la credibilidad de cualquier declaración de arrepentimiento es tan arriesgada que la iglesia debe moverse rápidamente para expulsarte fuera de su comunión. Por tu bien y por la reputación de Cristo, como vemos en 1 Corintios 5. Entonces, si por la gracia de Dios tu declaración de arrepentimiento se vuelve creíble otra vez, ese interdicto de excomulgación es removido.
D. ¿Cómo me relaciono con alguien que ha sido excomulgado? Muchas veces esto no será un problema porque la persona que ha sido excomulgada se muda fuera del área, o ya no se asocia con la iglesia o sus miembros. Pero ha habido varios ejemplos en los que nuestra iglesia votó para cancelar la membresía de una persona, y el individuo continúa asistiendo a los servicios de la iglesia luego de haber sido expulsado, lo que es maravilloso. Queremos que eso pase. Queremos que la persona escuche constantemente la Palabra de Dios y se convenza de su pecado. ¿Pero qué pasa si esa persona también empieza a aparecer en eventos sociales de la iglesia, como la cena después del servicio por la noche? ¿Qué debemos hacer?
En 1 Corintios 5:11, leemos que no debemos «juntarnos» con dicha persona. En Mateo 18:17, Jesús dice que debes tratar a la persona como lo harías con un gentil o publicano. ¿Cómo se ve esto en la práctica? Significa que deberías tratar a la persona como si fuera un no creyente. Pero no solo cualquier inconverso; un inconverso que trágicamente cree estar bien. Así que, deberíamos animarle a que asista a la iglesia como acabo de mencionar. Y debemos tratarle con amor y amabilidad cuando le veamos. Pero cuando lo hagamos, deberíamos preocuparnos por instarle a que se arrepienta. Nunca deberíamos actuar como si todo estuviera bien, como lo haríamos con otro cristiano o incluso con un no creyente que sabe que no es cristiano. Esa es la lógica de 1 Corintios 5:11: «con el tal ni aun comáis». Por supuesto, cuando la persona excomulgada es un familiar o un compañero de trabajo, otras obligaciones bíblicas que tenemos con la relación a menudo pueden tener prioridad.
E. ¿Qué pasa si un líder de la iglesia peca? Finalmente, el último tema que quiero abordar hoy es lo que la Escritura dice acerca del pecado entre los líderes de la iglesia. El pasaje guía para estas situaciones se encuentra en 1 Timoteo 5:19-20: «Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman».
Pablo da una caución especial para proteger a los ancianos de falsos ataques: antes de que una acción disciplinaria sea admitida en contra de un anciano, debe haber dos o tres «testigos». La sabiduría de esto es clara: los líderes de la iglesia a menudo participan en situaciones que podrían dar origen a acusaciones especulativas en su contra.
Con este pasaje en mente, permíteme abordar dos situaciones que podrían surgir en la iglesia: Primero, ¿qué pasa si escuchas rumores de una acusación en contra de un anciano? Segundo, ¿qué ocurre si descubres que un anciano está en pecado?
Rumores de acusación ¿Qué sucede si alguien te dice que ha visto a un anciano pecar o piensa que lo ha hecho? ¿Cuál es tu responsabilidad? Primero y principal, asegurarte de no ser parte de un chisme o de una difamación. Dile que hable con el anciano al respecto. No contigo. Como lo harías en cualquier otra situación. Desanímale activamente a dejar de infamar a ese anciano en una conversación como esa.
Hay dos excepciones a esta regla: Si también has visto ese pecado en especifico y esta persona se te acerca en calidad de testigo conforme a lo establecido en 1 Timoteo 5:19, o si te pide que sirvas como testigo incluso cuando no has sido un testigo presencial. Hablaremos un poco más acerca de eso en breve.
Si ves a un anciano en pecado Segundo, ¿qué pasa si un anciano peca contra ti, o eres testigo de que un anciano peca? ¿Qué debes hacer? Sencillo, habla con él al respecto. Ten presente que la situación puede no ser lo que aparenta ser. Así que actúa con humildad, recuerda que la persona sirve como anciano porque, al menos en el pasado, la iglesia lo consideró irreprochable. Por lo que es sabio darle el beneficio de la duda. ¿Qué ocurre si no te sientes cómodo acercándote? Tal vez (aunque oro para que esto nunca suceda), ¿ha pecado contra ti de una manera intimidante o abusiva? Está bien acercarse a otro anciano o a otra persona en la iglesia con tu preocupación. Cuando tu intención es mantener el problema en silencio y discreción, e involucrar el menor número de personas posible, no estás violando 1 Timoteo 5:19.
Bien, digamos que discutiste el asunto con el anciano, quizá abriste la Biblia para mostrarle su pecado, pero no se arrepiente. ¿Ahora qué? Recuerda lo que dije anteriormente acerca de cuán objetivo es un pecado. Si se trata de un problema de orgullo, algo de lo que no puedes estar seguro, entonces desiste y ora. Sin embargo, si se trata de algo objetivamente verificable, como un asunto de malversación de fondos o una conducta sexual, por ejemplo, entonces debes proceder con 1 Timoteo 5:19. Digo «debes» porque la disciplina, incluso la disciplina de un anciano, no es opcional en la iglesia. Esta es tu responsabilidad ante Dios. ¿Cuál es el siguiente paso? Hablar con aquellos que sabes que han visto el pecado, y pedirles que confronten al anciano contigo y, si es necesario, informar el problema a otros ancianos. Ellos actuarán como los testigos que se necesitan en 1 Timoteo 5:19.
¿Qué pasa si no hay más testigos? ¿Qué se debe hacer? Toma por ejemplo, una situación hipotética en la que un anciano se acerca inapropiadamente a una mujer en la iglesia, y la mujer es la única testigo. En esas circunstancias, la mujer puede hablar con otro miembro maduro (más convenientemente un anciano) acerca de la situación. Y esto no contradeciría 1 Timoteo 5:19 porque su acusación no sería suficiente por sí sola para iniciar el proceso de disciplina formal que se presenta en ese pasaje. En este asunto, el lenguaje específico aquí es instructivo. Dice: «Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos». En este caso, esta mujer no está acusando formalmente a un anciano ante la iglesia, o pidiendo que otros que acepten una acusación como cierta. Simplemente está pidiendo que alguien más le ayude a establecer si su afirmación es verdadera o no. La confesión de la mujer a otra persona llevaría a una mayor investigación por parte de esta última, y quizá de los ancianos. Pero eso en sí no desencadenaría la disciplina formal de la iglesia.
Para que comience la disciplina formal de la iglesia, la persona que ha sido agraviada debe traer a uno o dos individuos que estén dispuestos a actuar como co-acusadores junto con ella. Las personas que pueden cumplir con el rol de testigos en 1 Timoteo 5:19 incluso si no han sido testigos presenciales, debido a su meticulosa investigación, a su conocimiento del acusado, a su conocimiento del acusador, etc. Puedes imaginar que en un caso como este, por lo general, es mejor acercarse a otros ancianos primero porque es más probable que tengan información acerca de acusaciones previas contra este anciano. Por lo que están en una mejor posición para cumplir ese rol de testigo y co-acusador. Recuerda lo que Pablo dijo a los líderes de la iglesia inmediatamente seguido de estos versículos: «Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad». Palabras muy fuertes. Tus ancianos tienen la responsabilidad única ante Dios de no dejar pasar por alto el pecado en la congregación. Lo segundo que Pablo dijo en 1 Timoteo 5:19-20, es que el pecado cometido por el líder de una iglesia es algo muy grave. El mandato de Pablo de reprender públicamente a un anciano pecador significa que debe hacerse alguna declaración de la naturaleza de la ofensa a la iglesia. ¡Incluso si se arrepiente! Para resumir lo que sucede aquí: los ancianos son más vulnerables a las acusaciones. Por tanto, Pablo nos dice que debemos tener cuidado al determinar su culpabilidad. Pero el pecado por parte de un anciano puede ocasionar gran daño a la iglesia, así que incluso cuando hay arrepentimiento, se trata más públicamente.
Conclusión Entonces, ¿por qué es importante la disciplina en la iglesia? Porque la iglesia es importante. Y la iglesia solo importa cuando es diferente al mundo. Piensa en las palabras de Jesús en Mateo 5:13 «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo podría volver a ser salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres». La disciplina en la iglesia es la herramienta que Jesús nos dio en Mateo 18 cuando inauguró a la iglesia para mantenernos diferentes del mundo. Nos estimulamos unos a otros hacia el amor y las buenas obras. Protegemos el mensaje del evangelio para la siguiente generación. Pero cuando somos iguales al resto del mundo, todo esto se desvanece en la nada.
Por tanto, trabajemos juntos como iglesia para perseverar en la fe, usando esta herramienta de la disciplina cuando debamos para la gloria de Dios y la salvación de nuestro mundo.
Introducción Hoy hablaremos acerca del liderazgo de la iglesia y, específicamente, acerca de la interacción entre el liderazgo y la congregación. Recordarás que hace unas semanas consideramos los oficios bíblicos de los ancianos y los diáconos. En esa clase, el énfasis recaía en la manera en la que Dios nos ha instruido acerca de la organización en la iglesia para su gloria y por nuestro bien. En contraste, la clase de hoy del tema del liderazgo aborda el lado personal del liderazgo de la iglesia. Concretamente, lo que nosotros, como miembros de la iglesia, podemos hacer para promover la unidad a través de nuestra sumisión y respaldo fiel para con el liderazgo. Mientras que al mismo tiempo hacemos nuestro trabajo como congregación para proteger a la iglesia de errores doctrinales graves.
Permíteme comenzar esta clase con la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos nosotros, como miembros de la iglesia, relacionarnos con nuestros ancianos en formas que promuevan la unidad y glorifiquen a Dios?
Hebreos 13:17 nos dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso». Estas son palabras fuertes: «obedeced», «sujetaos», especialmente en la cultura igualitaria e individualista de hoy.
Pero estas palabras no están allí solo para mantener el orden. Leemos que la sumisión en la iglesia es para nuestro provecho. A través de la sumisión podemos dar ejemplo de la humildad piadosa que debería caracterizarnos. Por medio de la sumisión mantenemos la unidad en medio de los desacuerdos, demostrando que nuestro llamado en Cristo es más importante que los choques de opinión. Finalmente, nuestra confianza o seguridad en quienes nos lideran es mucho más que una simple confianza en el hombre, porque hasta los mejores hombres caen. En cambio, se trata de una confianza en Cristo, que da líderes a su iglesia y trabaja a través de ellos para bendecirnos.
¿Quiere esto decir que debemos decir «sí» a todo? No, de hecho, en el Nuevo Testamento los miembros de la congregación, y no sus líderes, son los responsables de toda enseñanza antibíblica que se filtra en la iglesia. No, en el Nuevo Testamento, en realidad son los miembros de las congregaciones y no solo sus líderes quienes rinden cuentas por la enseñanza no bíblica en la iglesia. Confiar en el liderazgo no significa que debemos considerar las opiniones de nuestros ancianos como verdaderas sin vacilar. Como lo expresó un escritor: «La libertad cristiana se corrompe cuando los laicos se enamoran cada vez más de los decretos de los ancianos y de los mandamientos de los hombres» (Roger Beardmore, ed., Shepherding God’s Flock (Pastoreando el rebaño de Dios) (Harrisonburg, Va: Sprinkle Publications, n.d.) 105-6.).
Empezaremos considerando lo que podemos hacer positivamente para alentar el liderazgo de nuestra iglesia. Haciéndoles trabajar con alegría como leímos en Hebreos 13. Luego dedicaremos el resto de la clase a examinar cómo deberíamos responder cuando discrepamos con el liderazgo de nuestra iglesia. Así que, ¡comencemos!
Haz que los líderes trabajen con alegría y sin quejarse Una de las mejores cosas que podemos hacer para promover la unidad en nuestra iglesia es ayudar a nuestros líderes a ver su trabajo como un deleite dado por Dios. Por supuesto, esto se complica por el hecho de que tanto nosotros como ellos, somos pecadores. Al reconocer todo eso, nuestro llamado en la Escritura como vimos hace unos minutos es: «Obedecerles para que trabajen con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso».
Nunca deberíamos subestimar la conexión entre la actitud de una congregación y la capacidad de sus líderes. Muchas situaciones infelices se resolverían si las congregaciones vieran a sus líderes como compañeros en el gran llamado de la iglesia para reflejar la gloria de Cristo y no como adversarios que vencer. Los líderes son seres humanos, que luchan con la indecisión. Pueden encontrar que las decisiones que deben tomar exceden su sabiduría y experiencia. Pueden luchar con la inseguridad. Pueden ser lastimados y desanimados en su trabajo por la ignorancia o la insensibilidad de los miembros de la iglesia. A menudo, suponemos implícitamente que nuestros líderes deben ser perfectos. Por lo que, cuando vemos señales de su imperfección, ya sea pecado, decisiones cuestionables o características irritantes, sentimos que podemos ridiculizar su liderazgo.
Recuerda que nosotros somos el objeto de la supervisión cuidadosa de los líderes. «Ellos velan por nuestras almas» (Hebreos13:17). Dios valora nuestras almas. Por tanto, él escoge líderes para advertirnos de los peligros espirituales. Así que, ¿cómo podemos ayudarles a cumplir con su labor? Aquí tienes algunas ideas. Como referencia, éstas están basadas en el libro de Wayne Mack y David Swavely llamado Life in the Father’s House: A Member’s Guide to the Local Church (La vida en casa del Padre: La guía de un miembro para la iglesia local).
A. Cree en Jesucristo y camina en obediencia El primer punto es obvio, pero siempre vale la pena mencionarlo. Podemos alentar a nuestros líderes creyendo en el evangelio y caminando en obediencia a la Palabra de Dios. Piensa en la declaración de 3 Juan 4: «No tengo yo mayor gozo que éste, el oír que mis hijos andan en la verdad».
Da gozo ver la mano de Dios obrar en los miembros para conformarlos cada vez más a la imagen de Cristo. Da gozo ver al pueblo de Dios usar sus dones para la edificación del cuerpo. Da gozo ver a los miembros compartir el amor de Cristo entre sí. Da gozo ver a los santos perseverar en la fe en tiempos difíciles.
Por supuesto, ¿cómo podrán los líderes de la iglesia sentirse alentados por nuestro deleite y crecimiento en Cristo si no lo manifestamos? ¡Deja que los ancianos sepan lo que Cristo está haciendo en tu vida! Y cuando te pregunten cómo estás, diles. Lo que Cristo está haciendo en tu vida, y la forma en la que necesitas oración y consejo.
B. Cultiva y preserva la unidad en el cuerpo Pablo escribió acerca de esto a los filipenses cuando dijo: «Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa» (Filipenses 2:1-2). Cuando los ancianos buscan candidatos para el diaconado, buscan a alguien que tenga un efecto «amortiguador» y esclarecedor en situaciones susceptibles. Y eso no es algo solo para los diáconos; es algo a lo que todos estamos llamados a hacer. Después de todo, como escribió Santiago: «Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (Santiago 3:18). Esa clase de congregación es de gran estimulo para sus líderes.
Ahora bien, ¿cómo podemos promover la unidad actuando como «amortiguadores»? De esto se ha tratado todo este seminario, por lo que algunas de estas sugerencias sonarán familiares. Pero es bueno refrescar nuestras mentes con estas cosas.
Primero, trata a los demás con amor. Recuerda lo que Pedro escribe: «Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados» (1 Pedro 4:8). Segundo, y en ese mismo sentido, recuerda en medio del desacuerdo que aunque nuestras opiniones son temporales, las personas con quienes discrepamos son eternas. En medio de una discusión, ten cuidado de no tentar a un hermano o hermana a pecar enojado o con resentimiento. Tercero, anima a otros a confiar en los líderes. Sí, los líderes no son perfectos. Pero aun así deberíamos inclinarnos hacia la confianza y no hacia el cinismo. Cuando alguien se nos acerca con una preocupación por la decisión de un líder de la iglesia, y nosotros sabemos el motivo de esa decisión, podemos explicarlo. Si no lo sabemos, o si una mejor explicación no alivia su inquietud, deberíamos sugerirle rotundamente que hable directamente con ese líder de la iglesia en vez de hacer que las cosas se agraven. C. Ora por los líderes de la iglesia En 2 Corintios 1:10-11, Pablo escribe: «En quien Cristo esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos». Este pasaje nos recuerda dos razones por las que debemos orar regularmente por los líderes de la iglesia. En primer lugar, ellos han recibido un deber formidable: actuar en su humanidad para pastorear una congregación de personas pecaminosas. Pero además, debemos orar por los líderes de la iglesia para que podamos regocijarnos y agradecer a Dios cuando nuestras oraciones sean contestadas. Entonces estaremos asombrados por su poder y experimentaremos la alegría que es nuestra en Cristo.
D. Expresa tu amor por ellos. Más adelante en 2 Corintios, Pablo describe cómo esto lo hizo sentir. Dice: «Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito; y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aún más» (7:5-7).
Qué increíble giro el que Pablo describe aquí. De «ningún reposo tuvo nuestro cuerpo» a «me regocijé aún más». Considera el hecho de que tu ánimo podría ser el consuelo de Dios para un líder que está luchando con el desánimo. Y si no eres el tipo de persona efusiva que a menudo hace comentarios alentadores, tus palabras podrían hundirse incluso más profundamente.
E. Busca su consejo y acepta con gratitud su reprensión El consejo de los líderes de la iglesia, solicitado o no, debería ser una parte valiosa de nuestras vidas. Parte de su trabajo como pastores es identificar y abordar los problemas en nuestras vidas antes de que se vuelvan dañinos. Dos comentarios al respecto: Primero, recuerda que para que su consejo o reprensión sea específico y bien concebido, nuestros líderes deben saber lo que sucede en nuestras vidas. Es un buen hábito asegurarnos de que al menos un líder de nuestra iglesia esté consciente de nuestras luchas, de futuras decisiones importantes y de lo que nos desanima. Así que, habla regularmente con los líderes de la iglesia, tanto con los ancianos como con los miembros del personal y los líderes de un grupo pequeño.
Y, por supuesto, ve la reprensión piadosa como una consideración cuidadosa. Como leemos en Proverbios 9:8: «No reprendas al escarnecedor; para que no te aborrezca. Corrige al sabio, y te amará».
Ora para que Dios nos ayude a crecer en la madurez de Cristo para que podamos reaccionar positivamente a la reprensión cuando se nos presente, y no de manera defensiva.
F. Cree lo mejor de su carácter y de sus decisiones En 1 Tesalonicenses 5:12-13, Pablo escribe: «Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros». Permíteme leerte un párrafo del libro que mencioné anteriormente de Mack y Swavely, ya que captura bien este punto de la Escritura.
«Aunque siempre somos propensos a darnos ‘el beneficio de la duda’, nuestra naturaleza pecaminosa siente la fuerte tendencia a ser desconfiada, escéptica e incluso cínica para con los demás. Esto es especialmente cierto con nuestros líderes. Muchos miembros desarrollan el hábito de disfrutar ‘quemar al pastor’ en su almuerzo, pero el amor bíblico según 1 Corintios 13:7: ‘Todo lo sufre, todo lo espera’. Un miembro amoroso supondrá lo mejor de sus líderes y confiará en ellos hasta que algunas palabras o acciones claras le hagan preocuparse legítimamente por su sabiduría o intenciones».
Debemos confiar en nuestros líderes si no hay razones claras para lo contrario. Y no deberíamos esforzarnos por suponer sus intenciones a no ser que exista un fin elemental para ello. Con mucha frecuencia, no nos molesta lo que se hace, sino el porqué se hace. Lo que, claro está, es totalmente presuntivo a menos que la persona nos diga por qué hizo algo.
A menudo, desconocemos el porqué de las decisiones que se toman. Es peligroso confiar demasiado en nuestra opinión de lo que debería haberse hecho, sin conversar con los líderes de la iglesia. Y es riesgoso suponer razones pecaminosas del porqué se hicieron las cosas. Solo Dios conoce el corazón del hombre, nunca deberíamos creer que nosotros conocemos sus motivos.
Este es el lugar apropiado para hablar de la crítica piadosa hacia los líderes de nuestra iglesia. Nuestros líderes son seres humanos. Son imperfectos como el resto de nosotros. Debemos recordar ser humildes, amorosos y amables al acercarnos a un líder con una crítica apropiada y constructiva. Debemos tener cuidado de no ser excesivamente críticos o directos con comentarios negativos con mucha frecuencia. Pero también deberíamos recordar que hay ocasiones en las que es necesario algo de crítica piadosa, y no deberíamos renunciar a nuestra responsabilidad en esta área. Recuerda esta sección de nuestro pacto congregacional: «Caminaremos juntos en amor fraternal, como miembros de la iglesia de Cristo; nos cuidaremos y supervisaremos en amor, nos amonestaremos y oraremos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo amerite».
Aplica tanto para los líderes de la iglesia como para los miembros de la iglesia, ¿cierto? Debemos trabajar arduamente por cultivar una cultura en la que la crítica amorosa y considerada sea dada con prudencia y aceptada libremente. Recuerda Proverbios 25:11: «Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene».
Por tanto, seis formas en las que podemos obedecer el mandamiento bíblico de respetar a quienes nos sirven como líderes, especialmente los ancianos, y ayudarles a trabajar con alegría: (1) camina en obediencia a Cristo; (2) cultiva y preserva la unidad; (3) ora por los líderes de la iglesia; (4) expresa tu amor por ellos; (5) busca su consejo y acepta su reprensión, y (6) confía en su carácter y decisiones.
Y no puedo culminar esta sección sin señalar lo provechoso que es cuando el cuerpo de la iglesia hace esto. El cuidado y el amor que los miembros tienen por sus líderes es asombroso y evidente. ¡Alabado sea Dios por su gracia en eso!
¿Qué hacemos cuando no estamos de acuerdo? La segunda parte de nuestra clase es lo que deberíamos hacer cuando no estamos de acuerdo con los líderes de la iglesia. Permíteme decir desde el principio que hablaremos dentro de unas pocas semanas acerca de lo que debemos hacer cuando un anciano está en pecado.
Inevitablemente habrá veces para todos nosotros en la que los ancianos tomen decisiones con las que no estemos de acuerdo. Nuestra respuesta puede marcar la diferencia entre promover la unidad o fomentar el disentimiento.
Es posible que hayas visto un útil diagrama ser usado en nuestra iglesia antes, con un eje midiendo cuán clara es la respuesta a una pregunta en específico, y el otro midiendo su importancia. Está en tu folleto y me referiré a él el resto de nuestra discusión.
Comenzando en el cuadrante izquierdo superior, tenemos las cosas que están claras en la Escritura, pero que no son importantes. Honestamente, es difícil pensar en algo que encaje en esta categoría. Si Dios decide algo que es lo suficientemente importante como para que quede claro en la Biblia, deberíamos prestar atención.
Avanzando hacia el cuadrante izquierdo inferior, tenemos las cosas que no son importantes ni claras. Por ejemplo, ¿qué marca de fotocopiadora deberíamos comprar? ¿Cuánto debería durar nuestro tiempo de silencio luego de que culmina el servicio? Puede ser bueno tener discusiones sabias acerca de estos temas. Pero una iglesia haría bien en someterse a las decisiones de sus líderes, quienes probablemente están delegando muchas de estas preguntas al personal o a otros miembros de la iglesia. Si tienes algo qué decir acerca de esta clase de temas, hazlo, pero nunca de manera conflictiva.
Y ahora, en los dos cuadrantes derechos es donde las preguntas se ponen más desafiantes. ¿Qué pasa con los asuntos que son bastante importantes, pero nada claros? ¿Deberíamos reconocer a alguien como anciano o comprar una gran propiedad? Es en estas situaciones que la congregación debe escuchar cuidadosamente a los ancianos y darles el beneficio de la duda. Es por ello que Dios los ha puesto para guiarnos.
Ahora bien, eso no quiere decir que algunas de estas decisiones no sean difíciles de aceptar. Entonces, ¿cómo podemos discrepar de manera piadosa acerca de cosas que están lejos de estar claras, pero cuyas implicaciones son importantes para nosotros como iglesia? Aquí tienes algunas sugerencias:
Primero, debemos reconocer que tenemos un importante rol que desempeñar, y es informar a los ancianos. Los ancianos no siempre están conscientes de todas las necesidades de la iglesia ni están perfectamente informados. Como iglesia, creemos en esto tan fuertemente que hemos escrito en nuestra constitución la norma de que ningún miembro de la iglesia puede hablar públicamente contra un anciano o contra un candidato a diácono a no ser que haya hablado antes con un anciano. La razón para esto NO es que los ancianos tratan de controlar tu voto. Se debe simplemente a que si existe una razón por la que estás en contra de la nominación de esta persona, podría ser una buena razón para que los ancianos reconsideren su decisión.
Por tanto, puedes desempeñar un rol útil al informar a los ancianos. Pero luego deberíamos confiar en lo que ellos decidan hacer con esa información.
Segundo, si no estás de acuerdo con una decisión hecha por el liderazgo, siéntate y habla con ellos para entender su razonamiento. Los ancianos están dispuestos a hacerlo. Ellos ven su cuidado espiritual por la congregación como su máximo deber en la iglesia. Así que, date le oportunidad de ser persuadido por ellos, y abordar el asunto con un espíritu enseñable.
Tal vez te preguntes, ¿qué pasa si me siento intimidado por los ancianos? ¿Cómo puedo participar en esta clase de conversación? Bueno, a la larga, puedes contradecir ese sentimiento conociendo mejor a los líderes. A corto plazo, es probable que de todos modos debas hablar con ellos acerca de tu inquietud, aunque a veces tener una conversación primero con otro líder de la iglesia, como el líder de tu grupo pequeño, puede ser sabio.
Incluso si luego de hablar con los ancianos sigues discrepando acerca de un asunto en esta categoría, está bien. No todos los cristianos pensarán siempre del mismo modo. Puedes confiar en ellos y no discrepar al mismo tiempo. Aquí es donde realmente la teoría se pone a prueba en relación con Hebreos 13:17. Una cosa es obedecer a los ancianos cuando estás entusiasmado y crees que tienen una excelente idea. Otra cosa es sujetarte a ellos cuando no estás de acuerdo con su decisión. En el segundo caso, nos sujetamos porque actuamos en fe. Por fe confiamos en que Cristo nos gobierna por su Palabra y Espíritu y a través de sus líderes.
Y en este punto, solo déjame decir que esto es lo que los ancianos están llamados a hacer cuando discrepan entre sí. Están llamados a someterse a la mayoría de los obispos. Habrá un tiempo en el que cada anciano pertenecerá a la minoría en una votación acerca de un determinado tema. En esas circunstancias, ese anciano está llamado a sujetarse a la mayoría, confiando en que Dios está obrando a través los otros ancianos en la votación. Así que, si uno de los ancianos sale perdiendo en una votación, tiene que dejarlo pasar. No debe buscar apoyo moral luego de la votación ni guardar rencor porque el resto del equipo no compartió su punto de vista. Nuestros ancianos hacen lo mejor para ser un ejemplo de sumisión para la congregación.
Tercero, cuida cómo discutes este asunto con otros. Para los temas en esta categoría de importante, pero incierto, nuestra unidad como iglesia glorificará más a Cristo que el tomar decisiones óptimas. No vayas a espaldas de los ancianos, buscando el apoyo de la congregación, para tratar de derrocar su decisión. No te burles de la decisión de los ancianos al conversar con otros, y corras el riesgo de hacer que sea más difícil para ellos confiar en sus líderes. Y sí hablas acerca de tu posición en una reunión de miembros, hazlo con gracia, bondad y humildad. ¿Cuántas veces hemos escuchado acerca de reuniones de los miembros en las iglesias que terminan en gritos y sentimientos de dolor y enojo?
Finalmente, cuando otros intenten menospreciar al liderazgo al conversar contigo, explícales que deberían hablar con los ancianos directamente si tienen una preocupación. Que hay buenas y malas maneras de criticar esas decisiones.
Ahora, consideremos la última categoría en la matriz donde los asuntos son claros y también importantes. Aquí es donde la congregación se convierte en el respaldo final contra las malas decisiones hechas por los ancianos. Es en estos temas de disciplina y doctrina en los que los apóstoles apelan en el Nuevo Testamento a la iglesia para que actúe. ¿La iglesia en Corinto continuaría aceptando en su comunión a un hombre en grave pecado? ¿Las iglesias de Galacia cambiarían los requisitos del evangelio? Aquí la congregación debe actuar. En este punto, la reputación de Cristo será mejor servida si nos apegamos a la respuesta correcta en lugar de a la unidad visible. Pero incluso aquí las preguntas abundan. ¿Cómo se llevaría a cabo esta acción? ¿Y cómo podemos cumplir nuestro rol bíblico como congregación mientras cuidamos gentilmente la reputación de Cristo entre nosotros y las almas de aquellos con quienes no estamos de acuerdo?
La manera en la que esto sucedería es que la congregación votaría a favor de la moción en cuestión por parte de los ancianos, de nuevo si esa moción es claramente antibíblica. En algunas situaciones, también deberían pedir la renuncia de los ancianos. Pero a lo largo de esto, una iglesia debe tener varias cosas en mente.
Primero, una iglesia no es un lugar para campañas y escrutinios secretos. Si un miembro de la congregación siente que los ancianos están cruzando la línea en temas de disciplina o doctrina, él o ella debe ser franco con los ancianos. Incluso al hablar con otros miembros de la iglesia sobre el mejor curso de acción.
Segundo, si existe un problema en esta categoría en la que los ancianos defienden una posición no bíblica, este es un buen momento para buscar el consejo de líderes piadosos de otras iglesias. Preferiblemente aquellos que conozcan bien a la iglesia y a sus líderes. Simplemente el hecho de que la congregación es la autoridad final en asuntos de disciplina y doctrina, de ninguna manera insinúa que no deberían buscar el consejo piadoso en ninguna otra parte.
Tercero, debemos tener mucho cuidado para proteger el nombre de Cristo en medio de lo que bien puede ser un desacuerdo desgarrador. A veces lees una historia en el periódico de que miembros de una iglesia han contactado medios externos por un desacuerdo en su iglesia, probablemente para reunir apoyo y ejercer presión sobre sus oponentes. Qué espantoso. Qué mundano. El apóstol Pablo arremetió contra la iglesia en Corinto por llevar los desacuerdos entre los miembros de la iglesia ante un tribunal civil. Imagínate cómo habría reaccionado ante la trompeta del desacuerdo de toda una iglesia ante el mundo en general. Sin embargo, lo más importante es pensar en cómo Dios ve estas tácticas. La reputación de Cristo debe dominar nuestras mentes. No debemos tomar medidas ni decir algo, independientemente de las circunstancias, que podría llegar a difamar el nombre de Cristo ante los ojos del mundo que nos rodea. Aún más que la unidad de nuestra iglesia, Cristo debe ser nuestro gozo y nuestro tesoro.
Al ver esta última categoría de desacuerdo, oro para que nuestra iglesia nunca tenga que recorrer un camino tan difícil. Pero si ese día llegara, esperemos de la increíble manera en que nos ha perseverado como cuerpo a través de tres siglos diferentes. Y alegrémonos de que los propósitos de Dios triunfan independientemente de nuestro comportamiento.
Conclusión Cerraré con las palabras de un pastor anciano, Edward Griffin, hablando a su iglesia acerca de su jubilación. Estas son palabras que haríamos bien en prestar atención a todos aquellos que Dios nos ha dado como líderes.
«Por tu propio bien, y por el bien de tus hijos, cuida y respeta a quien has elegido para que sea tu pastor. Él ya te ama; y pronto te amará como ‘hueso de su hueso y carne de su carne’. Será igualmente tu deber y tu interés hacer que su trabajo sea lo más agradable posible para él. No exijas demasiado. No demandes visitas demasiado frecuentes. Si pasara, de esta manera, la mitad del tiempo que algunos exigen, deberá descuidar por completo sus estudios, si no se hunde antes bajo la carga. No le reportes todas las cosas desagradables que puedan decir en su contra; ni insinúes constantemente, en su presencia, oposición. Aunque es un ministro de Cristo, considera que tiene los sentimientos de un hombre». Que así podamos glorificar a Cristo a través del cuidado de nuestros líderes.