Cómo la ideología de género está dañando la academia – Ana Ávila

Lucía es amante de la ciencia,1 pero sobre todo del Señor de la ciencia. Desde pequeña ha disfrutado conocer cómo funciona el cosmos y hoy pasa sus días mirando el cielo con asombro. Disfruta contemplar la gloria de Dios, a veces a través de la ventana (Sal 19:1) y a veces en una hoja de cálculo. Hace poco recibió su magíster en una de las casas académicas más importantes de Chile y tiene el deseo de continuar con su educación. Pero no está segura.

Su amor por el saber no ha disminuido; dejar de aprender no es una opción. La pregunta es cómo seguir. ¿Valdrá la pena invertir los siguientes cinco años de su vida en un doctorado o será mejor dedicarse al estudio independiente? Si yo tuviera la opción, sin duda me matricularía en el doctorado, pensé. Pero luego escuché una de sus razones para dudar y me dejó helada: «Mi universidad crea monstruos».

Hay un conjunto de ideas que han capturado el alma mater de Lucía, así como a muchas otras instituciones en Latinoamérica y en el resto del mundo. Sus defensores pregonan que la identidad de género es algo separado del sexo. Afirman que ser hombre o mujer no se determina por la biología, sino por el sentir interno de ser hombre o mujer. En la mayoría de personas, se dice, ese sentimiento interno corresponde con las características biológicas que uno esperaría encontrar en un hombre o en una mujer, pero en algunas no. La conclusión «lógica» de todo esto es que cualquier ser humano es mujer por el simple hecho de sentirse mujer y hombre por el simple hecho de sentirse hombre, independientemente de su biología.

Un pensador necesita a otros pensadores que respondan a sus ideas extrañas, refutándolas en el error y afirmándolas en la verdad

Las ideas extrañas no son algo nuevo en la academia. Siempre han existido pensadores que intentan romper el statu quo para promover una nueva manera de concebir el mundo. Con todo, si un pensador desea ser fiel en el avance del conocimiento, el cual en teoría es el propósito de la academia, necesita a otros pensadores que respondan a sus ideas extrañas, refutándolas en el error y afirmándolas en la verdad.

Pero hoy, cuando de «género» se trata, eso es prácticamente imposible.

La presión para callar
«No puedes decir nada en contra», me dijo Lucía. «Conozco a varios profesores que no están de acuerdo con esas ideas, pero prefieren evitar dar a conocer su postura para no meterse en problemas». ¿De qué temen? De los «monstruos», es decir, los jóvenes activistas iracundos, fanáticos y agresivos dedicados a la propagación por medio de la violencia de esta manera de concebir el género. Ante cualquier objeción, disparan sus armas —manifestaciones, vandalismo o turbas de redes sociales— para humillar al disidente, tachándolo de transfóbico y promotor de un «discurso de odio».

Para ver las consecuencias de todo esto solo tenemos que mirar lo que sucede en el llamado «mundo desarrollado». Los avances económicos de estos países los convierten en punta de lanza, para bien y para mal, y el resto de las naciones solemos seguir sus pasos en materia política y social sin hacer demasiadas preguntas. La buena noticia es que no tenemos que hacerlo. Debemos examinarlo todo con cuidado, reteniendo lo bueno mientras nos abstenemos de toda forma de mal (1 Ts 5:21-22).

Latinoamérica puede decidir seguir a los países «desarrollados» o mirar las consecuencias de sus ideas y decidir cambiar el rumbo

Evaluemos, por ejemplo, el caso del Dr. Jordan Peterson, profesor y psicólogo clínico canadiense. Peterson saltó a la fama en 2016, tras oponerse en público a una ley que podría ser usada para obligar a las personas a referirse a otros usando sus pronombres de preferencia (hablar de una mujer biológica usando «él» o de un hombre biológico usando «ella»). Desde entonces, Peterson ha argumentado abiertamente en contra del discurso popular sobre el género, a veces de maneras que podrían caracterizarse como abrasivas.2 A nadie le sorprenderá saber que Jordan Peterson es una figura pública polémica, amado por muchos y odiado por tantos más.

Tras múltiples «cancelaciones» en Internet, la situación se puso difícil para Peterson en enero de 2023. «El Colegio de Psicólogos de Ontario quiere retenerme para que me comporte correctamente. Esto debería preocupar a todos», escribió en un editorial (en inglés). Sus críticas en Twitter sobre transexualidad, política y el COVID, ocasionaron que el Colegio le ordenara llevar un curso de comunicación en redes sociales. Peterson explicó:

Debo pagarlo yo (unos cientos de dólares por hora) y durante un periodo de tiempo que determinarán únicamente quienes me reentrenarán y se beneficien de ello. ¿Cómo se determinará esto? Cuando esos mismos reeducadores —esos expertos— se hayan convencido de que he aprendido la lección y me comportaré correctamente en el futuro.

Peterson se rehusó a acatar la orden del Colegio. Mientras escribo esto, está por verse si eso representa que su licencia para practicar psicología clínica en Ontario sea removida.

Un hombre que ha vendido millones de copias de sus libros y que llena teatros alrededor del mundo puede darse el lujo de perder su licencia. Si llega a suceder, el impacto emocional será duro, pero al final del día Peterson estará bien. ¿Pero qué pasa con el resto de los profesionales de su campo en Canadá? Ellos han aprendido la lección: «di lo que el Colegio quiera o no digas nada».

Si no estás de acuerdo con que las personas «transicionen», usando operaciones u hormonas para modificar su cuerpo de manera permanente, no digas nada.

Si no crees que una mujer transgénero es exactamente lo mismo que una mujer biológica, no digas nada.

Si crees que alguien puede aprender a sentirse más cómodo en su cuerpo, a pesar de que siente que es del sexo opuesto, no digas nada.

Los profesionales de la salud en Canadá ya no tienen la libertad de decir algo que vaya contra la narrativa central del nuevo discurso de género. Hacerlo es arriesgarse a perder su carrera profesional y a dejar de llevar alimento a su familia. Sí, Jordan Peterson estará bien, pero el resto de Canadá sufrió una pérdida terrible.

¿Esperaremos a que eso nos suceda también?

La esperanza de permanecer
Las ideologías surgen cuando las cosmovisiones se imponen sobre otros a través de la violencia o la coerción. Enfrentarse a ellas siempre representa un costo.

Alice von Hildebrand, por ejemplo, fue profesora de filosofía durante treinta y siete años, a partir de 1947, en Hunter College, Estados Unidos: desde el principio de su carrera se opuso al relativismo y pagó el precio por ello. Fue rechazada por sus colegas, relegada a enseñar por las noches las clases que nadie más quería impartir y recibió la titularidad académica solo después de catorce años de enseñanza.

En su libro Memorias de un feliz fracaso, la Dra. Von Hildebrand relata sus luchas en el mundo académico, mostrando que no es nuevo que este sea un campo de batalla: «La libertad académica se limitó a los relativistas, subjetivistas y ateos», escribió. «Aquí no hay “pluralismo sano”» (loc. 715).

Lucía entiende esto, pero no pierde la esperanza. «Cuando hablamos en privado, con una o dos personas, podemos tener buenos intercambios acerca del tema», me dijo. «Muchas personas están dispuestas a escuchar. Es cuando se reúne la turba que las cosas se ponen difíciles».

Oremos para que Dios levante académicos valientes para examinarlo todo, retener lo bueno y desechar la maldad

Latinoamérica puede decidir seguir a los países «desarrollados» o mirar las consecuencias de sus ideas y decidir cambiar el rumbo. Oremos para que muchos ojos sean abiertos; para que los que restringen la verdad (como nosotros lo hacíamos antes) corran a Cristo en arrepentimiento.

Oremos para que Dios levante académicos valientes para examinarlo todo, retener lo bueno y desechar la maldad. Apoyemos a quienes ya lo están haciendo o quieren equiparse para entrar en esta lucha. Nuestros hijos lo necesitan. En las palabras de la Dra. Von Hildebrand:

Religiosa, moral, humana y políticamente, [nuestras naciones] solo puede[n] esperar sobrevivir si se mantiene[n] firme[s] en el terreno de la verdad y da[n] a sus hijos el pan del que están hambrientos. Esta es la gran tarea de la educación (loc. 2047).

1 Nombre ficticio, para proteger la identidad de la entrevistada.
2 En junio de 2022, por ejemplo, como respuesta al titular «Elliot Page está “orgulloso” de introducir un personaje trans en Umbrella Academy», Peterson tuiteó: «¿Recuerdan cuando el orgullo era un pecado? Y a Ellen Page un médico criminal simplemente le quitó los pechos» (pues Elliot Page es una persona transgénero: mujer biológica que se presenta ante la sociedad como varón. Hasta 2020, su nombre era Ellen Page).


Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.

No eres Dios: Ciencia cognitiva para abrazar tus límites

No eres Dios: Ciencia cognitiva para abrazar tus límites
Ana Ávila

¿Por qué me resulta tan difícil enfocarme? ¿Por qué me toma tanto tiempo aprender y memorizar los conceptos que estudio? ¿Por qué olvido la mayor parte de lo que leo? ¿Por qué estoy tan cansada y tengo mis pensamientos borrosos, incluso cuando dormí bien durante la noche? ¿Qué me pasa?

Mis compromisos teológicos me obligan a examinar mi corazón inmediatamente: busca el pecado, arrepiéntete del pecado, huye del pecado. ¿Soy el perezoso del que habla el libro de Proverbios? ¿Me estoy rebelando en contra de lo que he sido llamada a hacer? ¿Estoy amargada con mi trabajo?

Seguramente algunas veces soy alguna de esas cosas… quizá incluso la mayoría de las veces. Pero no siempre. ¿Qué es lo que siempre soy? Una criatura limitada.

Una ciencia de ciencias
La ciencia cognitiva en realidad no es una ciencia, sino un grupo de ciencias trabajando juntas. ¿La meta? Entender la mente humana; estudiar no solo lo que pensamos, sino cómo pensamos.

Como podrías imaginar (ya que eres un ser humano y posees una mente), entender el funcionamiento cognitivo —nuestro razonamiento, percepción, memoria, la manera en que nos comunicamos y todo lo que sucede dentro de nuestra mente, estemos conscientes de ello o no— no es una tarea sencilla. Diferentes disciplinas —desde la antropología hasta las ciencias informáticas, incluyendo la filosofía, la neurociencia, la psicología y lingüística— contribuyen estudiando desde neuronas individuales hasta datos conductuales.

La ciencia cognitiva tiene el objetivo de proveer una descripción de nuestros procesos mentales desde lo general a lo específico: qué es lo que logra un sistema cognitivo (como el sistema visual, que nos ayuda a reconocer y localizar objetos), cuál es el proceso a través del cual ese sistema cognitivo consigue su objetivo y cuáles son las estructuras cerebrales que permiten que el sistema logre dicha tarea.

No necesito ser fuerte. Necesito admitir que soy débil

La ciencia cognitiva es una empresa bastante reciente (se cristalizó en la década de los setenta) pero ya ha producido ideas en las que vale la pena reflexionar. Una de ellas es la dura realidad de los límites de nuestra mente.

¿Todo es posible?
Durante gran parte del siglo XX, el conductismo —la idea de que solo se debe estudiar la conducta observable y medible— fue la perspectiva dominante en el campo de la psicología. Los conductistas, quienes fueron capaces de enseñar trucos a las palomas y hacer que niños pequeños temieran a los conejos (usando recompensas de comida y acompañando la presentación del animal con un fuertísimo sonido), se animaron por sus descubrimientos acerca del aprendizaje asociativo. Estaban convencidos de que cualquiera podía ser transformado en cualquier cosa:

Entrégame una docena de infantes saludables, bien desarrollados, y mi propio mundo en el que pueda criarlos, y garantizaré tomar cualquiera de ellos al azar y lo entrenaré para convertirse en cualquier clase de especialista que pudiera seleccionar: doctor, abogado, artista, jefe mercante y sí, incluso un mendigo y un ladrón, independientemente de sus talentos, inclinaciones, tendencias, habilidades, vocaciones y la raza de sus ancestros.1

Los conductistas desarrollaron una perspectiva muy optimista de las habilidades humanas. No existía límite para lo que la mente de una persona pudiera lograr. Su credo era que «todas las cosas son posibles para el que tiene el entrenamiento conductual correcto»… un credo que neciamente intento seguir todavía, a pesar de que la evidencia muestra que es engañoso.

Aunque el análisis conductual fue y sigue siendo valioso (¡nunca refuerces con recompensas los berrinches de tus hijos!), la ciencia cognitiva retó los sueños de la mente humana ilimitada con mucha fuerza. Los experimentos de George A. Miller mostraron que las personas solo podían manejar más o menos siete elementos de información al mismo tiempo. Los estudios de Donald Broadbent revelaron cómo debemos enfocarnos en un canal de información a la vez si vamos a encontrarle sentido a los estímulos que estos canales nos hacen llegar. Lento pero seguro, comenzó a acumularse la evidencia de que nuestras capacidades mentales, así como las físicas, son limitadas.

Tu mente es limitada
Siempre he tenido el delirio de que, si paso el tiempo suficiente entre libros y hago suficientes tarjetas de estudio, seré capaz de saberlo todo. Quizá no completamente todo, pero casi.

Como cristiana, tomo el mandamiento de amar a Dios con toda mi mente muy seriamente, en respuesta al amor de Dios mostrado en la cruz. Esa es la razón por la que me siento decepcionada cuando los versículos que pasé horas memorizando hace quince años desaparecen de mi mente. Me reprocho a mí misma por no captar el nombre de la nueva mujer que se presentó en la iglesia mientras sonaba una canción de fondo muy pegadiza. Me avergüenza que me tome diez horas escribir un artículo en lugar de cinco.

La ciencia cognitiva nos invita a mantener los pies en la tierra, conscientes de nuestros límites naturales como seres humanos

Mi instinto para la santidad (¿o la autojusticia?) me obliga a señalarme a mí misma y a otros que puedan cometer estos mismos errores como pecadores perezosos y centrados en uno mismo. Pero la ciencia cognitiva me invita a detenerme y considerar: ¿No es esto simplemente parte de lo que significa ser un ser humano limitado?

Los recuerdos que no se repasan constantemente se pierden de la memoria a largo plazo. Esa es la razón por la que no puedo recordar los 176 versículos del Salmo 119. Si un canal auditivo está ocupado recibiendo una canción a todo volumen, no va a registrar un nombre. Esa es la razón por la que no sé el nombre de mi nueva conocida. Mi memoria de trabajo solo puede sostener una limitada cantidad de información al mismo tiempo, sin importar lo mucho que me esfuerce. Esa es la razón por la que repasar mis libros y crear algo nuevo me toma el tiempo que me toma.

No me gusta enfrentarme a la realidad de mi debilidad; admitir mis limitaciones cognitivas es humillante. Pero las palabras del apóstol Pablo me hacen recordar que, aunque no lo parece, esto glorifica a Dios: «[Él] me ha dicho: “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí» (2 Co 12:9). No necesito ser fuerte. Necesito admitir que soy débil.

La ciencia cognitiva nos invita a mantener los pies en la tierra, conscientes de nuestros límites naturales como seres humanos. Curiosamente, también nos permite examinar nuestros corazones, los cuales —de acuerdo con la Biblia— no solo representan nuestros afectos posiblemente pecaminosos, sino también los pensamientos y procesos dentro de nuestras mentes.

1 John B. Watson, Behaviorism, 2nd ed. (London: Kegan Paul & Co., 1931), 82. Vía Barrett, Justin L.. Cognitive Science, Religion, and Theology (Templeton Science and Religion Series) p. 174.


Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTube, Instagram y Twitter.

Los anhelos insatisfechos

Los anhelos insatisfechos.
EQUIPO COALICIÓN

¿Qué hacemos cuando nuestros corazones desean algo que el Señor ha decidido no conceder? Tal vez sea un hijo, un esposo, o una carrera. Cualquiera sea nuestro anhelo, Dios puede hacer mucho en nuestras vidas cuando esperamos en Él.

En este programa de Coalición Radio, Patricia Namnún, Ana Ávila y Gabriela de Morales conversan sobre la suficiencia de Cristo en medio de tribulaciones.