¿Qué es la SALVACIÓN?

Desde Cochabamba, Bolivia, nos escribe un amable oyente para hacernos la siguiente consulta: ¿Qué es la SALVACIÓN? ¿Cómo podemos obtener la SALVACIÓN? ¿Tiene que ver con las OBRAS? ¿Por qué si o por qué no?

Gracias por su consulta. De acuerdo a su amplio significado, la palabra salvación representa la obra total de Dios por medio de la cual rescata al hombre de la ruina eterna y la sentencia por el pecado y le confiere las riquezas de su gracia, incluyendo la vida eterna ahora y la gloria eterna en los cielos. La salvación es de Jehová, según el testimonio de Jonás 2:9 donde dice: Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; 

 Pagaré lo que prometí. 

 La salvación es de Jehová.

Esto significa que cada aspecto de la salvación es una obra de Dios a favor del hombre y no es en ningún sentido una obra del hombre a favor de Dios. Usted hace la pregunta: ¿Cómo podemos obtener la salvación? La Biblia habla de varios pasos. En primer lugar, es necesario reconocer que todo ser humano es pecador. Para hacerlo personal, tengo que reconocer que yo soy pecador. Note lo que dice Romanos 3:22-23 Porque no hay diferencia,

Rom 3:23  por cuanto todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios,

La salvación es para los que nos reconocemos pecadores, no para los que se dan de justos. En segundo lugar, es necesario reconocer que estamos en peligro de recibir castigo eterno a causa de nuestro pecado. Romanos 6:23 dice: Porque la paga del pecado es muerte,  mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

La paga o el castigo o e resultado del pecado es muerte. Esto no sólo significa muerte física, sino una eterna separación de Dios en un lugar de tormento en fuego llamado infierno. Hablando a personas que jamás arreglaron su problema de pecado con Dios, el Señor Jesús dijo que algún día van a escuchar el fatídico veredicto que aparece en Mateo 25:41 Entonces dirá también a los de la izquierda:  Apartaos de mí,  malditos,  al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

El infierno o el fuego eterno no fue preparado para el hombre sino para el diablo y sus ángeles. Pero cuando una persona sale de este mundo sin haber recibido perdón de pecados, pasará en ese lugar por la eternidad. Hasta aquí todas son malas noticias. Pero luego vienen las buenas noticias. En tercer lugar, Dios ama al pecador y ha hecho todo lo necesario para que el pecador pueda ser perdonado de su pecado. Juan 3:16 dice: Porque de tal manera amó Dios al mundo,  que ha dado a su Hijo unigénito,  para que todo aquel que en él cree,  no se pierda,  mas tenga vida eterna.

El amor de Dios por el pecador es de tal calidad que no escatimó a su propio Hijo unigénito, sino que lo entregó para que reciba el castigo por el pecado, de modo que todo pecador que cree en su Hijo no reciba el castigo que merece por ser pecador sino que reciba vida eterna. Por amor, el unigénito Hijo de Dios tomó el lugar de todo pecador para recibir el castigo por el pecado. Esta fue la razón por la cual siendo puro y sin mancha, el Hijo de Dios tuvo que sufrir pena de muerte como si fuera el peor de los criminales. Estando en el clímax de su tormento en la cruz, poco antes de expirar, el Señor Jesús exclamó: Consumado es, anunciando al mundo visible y al mundo invisible, que la obra para poder salvar de condenación a todo pecador estaba completa. El Señor Jesucristo pagó mi deuda por mi pecado cuando murió en la cruz del Calvario. En cuarto lugar, para obtener el beneficio de la obra del Señor Jesucristo al morir en lugar del pecador, el pecador necesita recibir por la fe al Señor Jesucristo como Salvador. El Señor Jesucristo murió por todo el mundo, pero no todo el mundo es salvo, porque no todo el mundo recibe por la fe al Señor Jesucristo como Salvador. Note lo que dice Juan 1:12-13  Mas a todos los que le recibieron,  a los que creen en su nombre,  les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

Joh 1:13  los cuales no son engendrados de sangre,  ni de voluntad de carne,  ni de voluntad de varón,  sino de Dios.

Cuando el pecador reconoce su estado espiritual delante de Dios, cuando toma conciencia del peligro en que está si sale de este mundo sin el perdón de su pecado, cuando reconoce que Dios le ama y que el Hijo de Dios recibió el castigo que el pecador merece, el pecador debe dar un paso de fe recibiendo al Señor Jesucristo como su único y personal Salvador. Si da este paso de fe, este pecador deja de ser un pecador condenado y pasa a ser un pecador perdonado. En estas condiciones, por el solo hecho de haber recibido a Cristo como Salvador y por haber creído en su nombre, el pecador perdonado es hecho hijo de Dios con todos los privilegios y responsabilidades que esto conlleva. Esta es la manera como un pecador llega a ser salvo, amable oyente. En todo este proceso, Usted habrá notado que no hay lugar para las obras por parte del pecador para obtener su salvación. La Biblia es clara al afirmar que la salvación no resulta de hacer obras. Observe lo que dice Efesios 2:8-9. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios;

Eph 2:9  no por obras,  para que nadie se gloríe.

Gracia significa favor no merecido. Por gracia sois salvos significa que la salvación es algo que el pecador no merece. Esta salvación se la obtiene por medio de la fe. Todo es cuestión de creer a Dios. La salvación por gracia y la fe para beneficiarse de salvación por gracia es un don o un regalo de Dios. El problema del hombre es que es pecador por naturaleza, el hombre es pecador desde el instante mismo que es concebido. Salmo 51:5 dice: He aquí,  en maldad he sido formado, 

 Y en pecado me concibió mi madre.

Un ser que es pecador desde su concepción, no puede de ninguna manera aspirar a ser aceptado por Dios. Todas las obras que pueda hacer un hombre pecador por naturaleza, no son lo suficientemente buenas para que Dios premie a ese pecador con la salvación. Por eso es que a los ojos de Dios, las buenas obras de un hombre pecador son consideradas como trapos de inmundicia. Note lo que dice Isaías 64:6  Si bien todos nosotros somos como suciedad,  y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia;  y caímos todos nosotros como la hoja,  y nuestras maldades nos llevaron como viento.

La Biblia es muy franca al hablar de la esencia del hombre pecador. Es como suciedad. En estas condiciones, nuestras justicias, o nuestras mejores obras son como trapo de inmundicia. Los trapos de inmundicia son los paños que utilizaban las mujeres de aquella época durante su período menstrual. Así es como ve Dios a las buenas obras de los hombres, cuando los hombres tratan de obtener la salvación por medio de ellas. De manera que, amable oyente, la salvación no es el resultado de las buenas obras del hombre, como por ejemplo ser parte de alguna religión, o participar en los ritos de alguna religión, o hacer algún sacrificio en bienestar del prójimo, o abstenerse de cometer algún pecado. Sin embargo, amable oyente, las buenas obras tienen su lugar en la Biblia, no para obtener la salvación, sino como resultado o fruto o producto de la salvación. Es interesante notar que después de afirmar que la salvación es por gracia por medio de la fe, la Biblia dice que los que por la fe hemos recibido a Cristo como Salvador, hemos sido creado para hacer buenas obras. Permítame leer Efesios 2:10 Porque somos hechura suya,  creados en Cristo Jesús para buenas obras,  las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Los creyentes, quienes hemos recibido la salvación por gracia, por medio de la fe, aparte totalmente de las obras, somos hechura de Dios. La palabra “hechura” es la traducción de una palabra de la cual proviene nuestra palabra “poema” Los creyentes somos el poema de Dios, creados en Cristo Jesús con el propósito de hacer buenas obras. Estas buenas obras han sido preparadas de antemano por Dios para que los creyentes las hagamos. Por esto amable oyente, los creyentes no somos salvos por buenas obras sino para buenas obras.

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Charles Spurgeon

 Charles Haddon Spurgeon

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Charles Haddon Spurgeon nació el 19 de Junio de 1834, en Kelveden, en el condado de Essex, Inglaterra. Desde muy tierno su madre le encaminó en las cosas de Dios, pero no fue sino hasta el 6 de Enero de 1950 cuando Charles H. Spurgeon lavó sus pecados en la sangre preciosa de Cristo.

Inmediatamente después de haber recibido a Cristo como su Salvador se bautizó y comenzó de inmediato a trabajar por el Señor enseñando una clase de niños en la escuela dominical, repartiendo tratados y visitando a los pebres. “No hay mejor tiempo para trabajar que las primeras horas del día, ni mejor tiempo para servir al Señor que los días tempranos de la juventud” solía decir. Se levantaba muy temprano para leer la palabra de Dios y para orar y luego pasaba el resto del día en sus estudios.

A los dieciséis años se inscribió en una escuela de predicadores y predicó su primer sermón en una casa rural cerca de Cambridge. La fama del muchacho predicador se extendió rápidamente. Pronto estaba predicando en capillas, casas, reuniones al aire libre, en trece poblados diferentes alrededor de Cambridge. Esto lo hacía por las tardes, después de cumplir con sus deberes escolares.

A los dieciocho años aceptó su primer pastorado en Waterbeach, a diez kilómetros de Cambridge. Allí permaneció dos años y medio. Cuando tenía diecinueve años, Spurgeon predicó en la Unión de Escuelas Dominicales en Cambridge. Los dirigentes, todos personas de mayor edad que él, lo criticaron severamente, diciendo que a él no le correspondía tratar de enseñar a sus mayores. Le dijeron que debía haberse quedado en su iglesia, por lo menos hasta que tuviera edad como para que le creciera la barba. No obstante, como resultado de ese mensaje recibió una invitación de parte de una iglesia en Londres.

El joven Spurgeon quedó tan sorprendido al recibir la invitación de una iglesia tan grande que escribió una carta diciéndoles que seguramente se habían equivocado. A vuelta de correo le vino la respuesta: La invitación es para Ud. mismo. No hay ningún error. Todavía perplejo hizo arreglos para predicar en la iglesia de la calle New Park el 18 de Diciembre de 1853. Fue recibido fríamente, y eso le hizo sentirse tentado, al último momento, de evadir la tarea.

Sin embargo, una vez que estuvo frente a la congregación se sintió más tranquilo. La asistencia no era muy numerosa. Había más o menos unas 80 personas presentes. La fama del maravilloso joven campesino se propagó el mismo día. Antes de que Spurgeon abandonara el recinto, había recibido la invitación de volver. Tan grande fue el éxito de su ministerio que el 25 de Enero fue invitado a ocupar el púlpito por seis meses, con miras a aceptar el pastorado permanentemente.

Antes de que se cumplieran los seis meses, los diáconos de la iglesia convocaron a una sesión especial, durante la cual la congregación acordó invitar a Spurgeon para que fuera su ministro permanente. Era un predicador tan popular que la gente se aglomeraba inclusive en las calles laterales para escuchar sus mensajes. El templo fue ampliado vez tras vez, pero al poco tiempo, nuevamente resultaba estrecho para la gente que concurría.

Cuando llegó a la iglesia de la calle New Park, en 1854, la membresía era de 232. Para fines de 1891 había bautizado a 14.460 personas y la membresía de la iglesia era de 5311.

Un domingo por la noche, cuando el salón estaba lleno hasta el tope, y había otras diez mil personas afuera, alguien dio alarma de incendio. Un terrible pánico se apoderó de la gente, y siete personas murieron atropelladas. Otras veintiocho quedaron gravemente heridas. Esta experiencia conmovió profundamente a Spurgeon. Quedó tan afligido, que pasó llorando toda la noche y todo el día siguiente.

No obstante, como consecuencia de ello, se convirtió en un predicador sobresaliente, y todo Londres quería oírle. Durante los siguientes tres años predicó a multitudes de más de diez mil personas todos los domingos. A la edad de veintidós años era el predicador más popular de su día. Se ha dicho que Charles Spurgeon tenía más de tres mil quinientos sermones distintos. Los sermones dominicales eran reproducidos en forma impresa y se vendían profusamente.

Además de sus tareas regulares como pastor y predicador, Spurgeon publicó un sermón por semana, comenzando en 1855 y también fundó un seminario para pastores. Su calidad como predicador dotado le valió el apodo de El Príncipe de los Predicadores. Estableció un círculo de escuelas dominicales e iglesias, era presidente de una sociedad para la distribución de Biblias y tratados, y estableció el orfanato de Stockwell con diez casas en las que podía acomodar a unos quinientos niños.

Spurgeon predicó su último sermón el 7 de Junio de 1891, tenía solamente cincuenta y seis años de edad, pero estaba sumamente extenuado. El 31 de Enero de 1892, después de cuarenta años en el ministerio, Charles Haddon Spurgeon se fue para estar con su Señor.

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El afán y las preocupaciones

Phil Marquart solía decir: Dichoso es el hombre que está muy ocupado como para preocuparse en el día y muy soñoliento como para preocuparse en la noche. George Muller también decía: El comienzo de la ansiedad es el final de la fe. El comienzo de la fe verdadera es el final de la ansiedad. Interesante. Todo tiene que ver con la preocupación, o la ansiedad, o el afán. Términos sinónimos para indicar ese estado de agitación, inquietud o zozobra de ánimo que se produce por el mal presagio en algún asunto. La ansiedad entonces tiene que ver con asuntos o cosas que todavía no han pasado, pero pensamos que pueden pasar. Como bien ha dicho Vance Havner: La preocupación es el interés que pagamos por adelantado por problemas que nunca llegan. ¿Se ha puesto alguna vez inquieta o inquieto por algo que todavía no ha pasado, pero tiene temor de que pueda pasar? Entonces Usted ha estado preocupado o en ansiedad. Es muy fácil dejarse aplastar por este gigante llamado ansiedad. Pero la vida auténticamente cristiana se caracteriza por vivir libres de la ansiedad. Si nuestras vidas están entregadas a la ansiedad, corremos ciertos riesgos. Primero, la pérdida del gozo en la vida cristiana. La Biblia dice que Jesús vino a darnos una vida abundante. En Juan 10:10 leemos: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Así es amable oyente. Jesús vino a su vida para darle una vida abundante. Las preocupaciones echan a perder este estilo de vida que Jesús vino a darnos. Si Usted es una persona propensa a preocuparse, no será extraño que no esté disfrutando de la vida que Jesús vino a darle. Segundo, las preocupaciones nos hacen perder la perspectiva de la vida. En cierta ocasión, siendo muy de noche, Jesús se acercó a sus discípulos caminando sobre el mar, mientras ellos estaban en una barca sacudida por el fuerte oleaje. Cuando los discípulos le vieron, dice el texto bíblico que se turbaron. Otra manera de decir que se dejaron dominar por la preocupación. En este estado de nervios, perdieron la noción de la realidad y todos arribaron a una conclusión absurda. Dando voces de miedo gritaron: Es un fantasma. Habían perdido la perspectiva de la vida. Estaban viendo las cosas distorsionadamente.

Cuando estamos preocupados vemos las cosas distorsionadamente. Es uno de los peligros de vivir en ansiedad. Tercero, las preocupaciones nos pueden echar a perder la salud. En un examen realizado a 500 pacientes en una clínica oftálmica Británica, se confirmó que más de un tercio de los problemas con la vista fueron el resultado de tensión emocional. El Dr. Leonard S. Fosdick de la Universidad North-western ha comprobado de una manera concluyente que la preocupación restringe el flujo de la saliva, lo cual, disminuye el efecto de neutralización de los ácidos naturales de la boca, con los consiguientes problemas dentales. Las preocupaciones están íntimamente ligadas a problemas digestivos, problemas cardíacos e inclusive contribuye a la pérdida del cabello y las manchas en la piel. ¿Quién puede entonces decir que las preocupaciones no afectan la salud? Es riesgoso abandonarse a las preocupaciones. Produce pérdida del gozo en la vida cristiana, pérdida de la perspectiva de la vida y pérdida de la salud. Al ver a las preocupaciones de esta manera, estoy seguro que todos estaremos de acuerdo en que es necesario librarnos de las preocupaciones lo antes posible. Para ello, lo primero que necesitamos hacer es reconocer que la ansiedad es pecado. En esencia el pecado es todo aquello que niega algo que Dios es o ha dicho. La ansiedad niega las promesas de Dios. Por ejemplo, en Salmo 55:22 leemos: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo.” La promesa de Dios es que él nos va sustentar y que no nos va a dejar caídos para siempre, siempre y cuando echemos sobre él nuestras preocupaciones. Pero cuando nos dejamos controlar por la ansiedad estamos en un sentido negando esta palabra de Dios, diciendo: Dios no tiene poder para sustentarme cuando me venga una adversidad. Esto es pecado. La ansiedad también niega la sabiduría de Dios. Mateo 6:7-8 dice: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.” El Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad, aun antes de que pensemos en pedir o hagamos el pedido con nuestros labios. Pero cuando nos dejamos controlar por la ansiedad, estamos en un sentido diciendo: Dios no sabe lo que me va a pasar mañana, o la próxima semana, o el próximo año. Por eso yo tengo el derecho de preocuparme hoy.

Ignoramos que para Dios no hay accidentes. Para Dios no hay sorpresas. Albert Eisten solía decir: Dios no juega a los dados. Para Dios no existe la suerte. Dios no sólo sabe lo que va a pasar en el futuro, sino que él mismo diseña lo que va a pasar en el futuro, de modo que no hay motivo alguno para vivir preocupados pensando qué será de nosotros en el futuro. La ansiedad también niega el poder de Dios. Lucas 1:37 dice: “porque nada hay imposible para Dios” Estas palabras fueron dichas por el ángel Gabriel a María la virgen, con ocasión del anuncio del nacimiento de Jesús. El poder de Dios no tiene límite. Pero cuando nos dejamos embargar de las preocupaciones, estamos negando el poder de Dios, pensando que si nos pasa algo, Dios no podrá hacer nada para salvarnos. La ansiedad es pecado porque niega las promesas de Dios, niega la sabiduría de Dios y niega el poder de Dios. Si queremos librarnos de la ansiedad, además de reconocerla como pecado, debemos, en segundo lugar, confesar ese pecado y apartarnos de él. Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” No justifique su ansiedad. Confíesela a Dios como pecado. Diga a Dios que Usted ha atentado contra Dios al negar sus promesas, su sabiduría y su poder. Póngase de acuerdo con Dios en cuanto a que la ansiedad es pecado. Luego decida apartarse de la ansiedad. En tercer lugar, dependa del poder de Dios para vencer la ansiedad. Filipenses 4:6 dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.” No es sencillo librarse de la ansiedad. Se necesita ayuda sobrenatural. La ayuda sobrenatural viene de Dios. En lugar de abandonarse a la ansiedad, ore a Dios por las cosas que le producen ansiedad. Ponga su ansiedad sobre Dios. Como resultado, Dios mismo le dará el poder para librarse de la ansiedad.

La ansiedad y la oración no van nunca de la mano. Por eso alguien lo ha dicho muy bien: Si vas a orar, para qué preocuparte. Pero si vas a preocuparte, para qué orar. En cuarto lugar, es necesario controlar los pensamientos. Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” Ocupe la mente en las cosas de Dios. Piense en las cosas que Dios dice en su palabra. Dígale a Dios que confía plenamente en él, no solo para los asuntos grandes de su vida sino también para los asuntos pequeños. Como resultado, Dios mismo guardará su vida en completa paz. Será una vida libre de ansiedad. En quinto lugar, ponga en orden sus prioridades. Mateo 6:33 dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Lo más importante en la vida de un hijo de Dios debe ser la relación personal con Dios. Cuando Dios ocupa el primer lugar en la vida de una persona, Dios mismo se encarga de que todo lo demás esté en orden. Esto no significa que nunca habrá pruebas o problemas. Las pruebas son parte de la experiencia cristiana. Pero esto no debe ser motivo de ansiedad porque Dios diseña la prueba y Dios da el poder para soportar la prueba. La persona que vive en ansiedad, normalmente es aquella cuya felicidad depende de alguna circunstancia o de alguna situación determinada. Pero si hacemos que la felicidad no dependa de las cosas o las circunstancias, sino de la relación personal con Dios, entonces desaparece la causa para la ansiedad, porque pase lo que pase no afectará nuestra felicidad con Cristo. En esencia, dependa del poder de Dios para mantenerse fuerte ante la tentación de vivir en ansiedad. Isaías 40:29 dice: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.” Somos tan propensos a vivir en ansiedad. La mínima cosa desencadena un torrente de preocupación y ansiedad. A veces hemos pensado que no hay solución a este grave mal. Pero la hay. Para eso debemos echar mano del poder de Dios. En nuestra propia fuerza jamás lograremos librarnos de la ansiedad. Cada vez que comience a preocuparse por algo, recuerde que puede echar esa preocupación sobre el Señor. Él es experto en sobrellevar nuestras preocupaciones.

Una vez que ha entregado una preocupación al Señor, no piense más en eso. Si viene un pensamiento sobre eso a su mente, hable con el Señor: Dígale: Señor este pensamiento que me causa ansiedad no viene de ti, por tanto lo rechazo y lo saco de mi mente. Si lo hace con sinceridad, muy pronto estará disfrutando de una vida libre de ansiedad. No olvide, otra de las características de la vida auténticamente cristiana es vivir sin ansiedad.

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Las Peleas

Pablo Martini
Programa No. 2016-06-14

Qué bendición es para mí estar nuevamente junto a usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Gracias por sus oraciones a favor de este ministerio. Sus ofrendas han sido de gran bendición para nosotros. Estamos estudiando el libro de Santiago. Las peleas son tan antiguas como antigua es la misma humanidad. Un conocido mío que es incrédulo solía decir: No hay nada tan agradable como meterse en una pelea y salir ganando y nada tan desagradable como meterse en una pelea y salir perdiendo. Las peleas ocurren en todo lado y a todo nivel. En cierta ocasión se desató un incendio en una casa en Bruselas, Bélgica. La brigada de bomberos de Denderleeuw recibió un llamado de auxilio y prestamente se dirigió al lugar del siniestro. Pero tan pronto llegaron allí, arribó al mismo tiempo otra brigada de bomberos, la de Aalst, la cual también había sido llamada a sofocar el flagelo. Esto provocó que los comandantes de cada una de las brigadas se pongan a discutir acerca de cual brigada de bomberos tenía el derecho de extinguir el incendio. La discusión terminó en pelea y la brigada de Aalst enrolló sus mangueras y decidió retornar a su cuartel para que la brigada de Denderleeuw se haga cargo de apagar el fuego. Pero los preciosos minutos que se gastaron en la pelea fueron bien aprovechados por el fuego. Vanos fueron los esfuerzos de los bomberos de Denderleeuw por terminar con el flagelo. Las llamas habían tomado cuerpo y amenazaban otras casas de la vecindad. Esto hizo que la brigada de Aalst fuera llamada de regreso para ayudar y aun fue necesaria una tercera brigada para finalmente controlar el incendio. El fuego cedió pero redujo a cenizas todo una casa. Todo porque dos comandantes de bomberos se enfrascaron en una pelea mientras el fuego devoraba una casa. Caso inaudito, pero verídico, amable oyente. El ser humano es tan propenso a pelear. Triste es pensar que ni aun en las iglesias se logra evitar las peleas. Parece que entre los creyentes hubiera aun mayor propensión a pelear que entre los incrédulos. ¿Por qué es que somos tan inclinados a pelear? En el estudio bíblico de hoy veremos algunas razonas para ello.

Si tiene una Biblia, ábrala en Santiago 4:1 a 3. En este pasaje bíblico encontramos el origen de las peleas, la descripción de las peleas y la motivación que conduce a las peleas. En cuanto al origen de las peleas, Santiago 4:1 hace una pregunta: ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? Para entender la problemática de las peleas entre nosotros, es necesario primeramente identificar su origen. Quizá usted me dirá: Bueno, yo peleo porque fui maltratado, física o verbalmente. O yo peleo porque mis derechos han sido violentados. O yo peleo porque un ser querido ha sido atacado. O yo peleo porque estoy siendo tratado injustamente. Todos estos son nada más que motivos para la pelea. Ninguno de ellos es el origen mismo de una pelea. Estos motivos son como síntomas de una enfermedad. Lo importante es definir cuál es la enfermedad. Usted puede experimentar un dolor de cabeza. Eso es el síntoma, pero no necesariamente eso significa que tenga algún problema orgánico en su cabeza. Quizá le duele la cabeza porque tiene un problema con su hígado o con la anemia. Lo importante es descubrir la enfermedad, para atacar la enfermedad mas no el síntoma. Eliminada la enfermedad, automáticamente se eliminará también el síntoma. Santiago nos va a declarar cual es la enfermedad que motiva las peleas. Respondiendo a la pregunta que él mismo hizo, Santiago dice: ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? El origen único y verdadero de toda pelea se remonta a nuestras pasiones. La palabra pasiones significa deseos, placeres, deleites. Las pasiones no son en sí mismas ni buenas ni malas, todo depende de la actitud que tengamos hacia ellas. Se puede desear salud, amistad, familia, trabajo, hogar, educación, libertad, justicia. Pero cuando algo o alguien impide la satisfacción de estos deseos, la tendencia es a pelear hasta conseguir lo que queremos. Así es como una pasión o un deseo o un placer se trastorna en algo totalmente negativo para el creyente. En el evangelio de Lucas, capítulo 8 versículo 14 vemos por ejemplo que los placeres o las pasiones del mundo pueden ahogar la palabra de Dios sembrada en el corazón de una persona. Cuando las pasiones controlan a un creyente se producirá lo inevitable. Santiago dice que las pasiones combaten o luchan en nuestros miembros. Esto se refiere a que las pasiones insatisfechas toman a los miembros del cuerpo y a los miembros de la iglesia para trabarse en un combate abierto y doloroso. De modo que, amable oyente, las peleas no se originan en el exterior de una persona sin en el interior de una persona. En el corazón de la persona. Allí es donde se maquina toda pelea. Para que una persona deje de pelear se necesita un cambio de corazón. Este cambio se inicia cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador y continúa en la medida que la persona rinde el control de su vida a la palabra de Dios y al Espíritu Santo. Veamos ahora la descripción de las peleas. Santiago nos muestra tres maneras como las pasiones combaten en nuestros miembros. Primero, codicia. Santiago 4:2 dice: Codiciáis y no tenéis. Codiciar significa el deseo incontrolable por algo. La conjugación de este verbo indica el hábito de desear apasionadamente. Al hablar de desear apasionadamente, no se está restringiendo el sentido a la inmoralidad, sino que abarca en realidad cualquier campo del convivir de la persona. Una persona puede desear apasionadamente un bien material al punto que esto llega a ser la prioridad número uno en su vida. Esta persona luchará y combatirá contra cualquiera persona o cosa que se interponga en su camino. Lo triste de todo es que a pesar de que peleemos por conseguirlo, no logramos conseguirlo. Es una pelea que no conduce a nada. La segunda manera como las pasiones combaten en nuestros miembros es la envidia. Santiago 4:2 continúa diciendo: Matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar. La envidia es el deseo enfermizo por alcanzar lo que es de otro. Aun el asesinato puede parecer factible con tal de conseguir lo que otro tiene. Igual que en el caso anterior, es una lucha sin posibilidad de victoria, porque el texto dice: No podéis alcanzar. De nada sirve amable oyente luchar motivado por la envidia. No produce ningún buen resultado, sólo peleas por doquier. La tercera manera como las pasiones combaten en nuestros miembros es en guerra abierta. Santiago 4:2 termina diciendo: Combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Cuando un creyente se deja controlar por la codicia o la envidia, pronto arribará a la guerra abierta y sin cuartel contra cualquier cosa que según él esté evitando que pueda obtener lo que desea. Combatís y lucháis sugiera una pelea a lo grande. Y no solamente la codicia que consume interiormente ni la envidia que mata sino una manifestación violenta acompañada de agresión verbal y física. Como en los casos anteriores, también aquí el combate y la lucha no contribuye en absoluto a conseguir lo que se busca. Lo único que consigue es más violencia. Sembrad truenos y cosecharéis tormentas reza el popular dicho. No hay nada de malo en desear algo legítimo. Lo malo está en dejar que ese deseo nos domine y nos conduzca a las peleas para pretender conseguirlo. Los creyentes a quienes escribió Santiago erraron en la forma de conseguir lo que deseaban. Pretendieron conseguirlo con peleas cuando la manera de conseguirlo es orando. Pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís dice el texto. Estoy seguro que estos creyentes oraban y en sus oraciones pedían a Dios lo que deseaban, pero su motivación para pedir lo que querían era enfermiza. Consideremos por tanto la motivación que conduce a las peleas. Santiago 4:3 dice: Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

Los creyentes a quienes escribió Santiago, pedían, pero pedían mal. Esto no significa que no usaban las palabras correctas para pedir o que no sabían la oración clave para conseguir algo. Lo que significa es que lo que pedían partía de una motivación insana. Era para gastar en los deleites. Lo que querían era para auto agradarse, para sobresalir entre los demás, para lograr admiración del resto. Dios jamás honrará un pedido así. Pero cuando lo que se pide es para traer gloria al nombre de Cristo, es decir cuando nos motiva un sincero deseo de hacer la voluntad de Dios, Dios se compromete a responder a las oraciones. 1 Juan 5:14 dice: Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
Como Dios no respondía a estas oraciones egoístas, los creyentes se dedicaron a tratar de conseguir lo que buscaban por medio de las peleas. Hemos visto el origen de las peleas. Es interno, no externo. Hemos visto la descripción de las peleas: Codicia, envidia y guerra abierta. Hemos visto la motivación que conduce a la pelea. Entendiendo la problemática de la pelea, podremos con la ayuda de Dios evitar meternos en peleas. Que Dios nos ayude a ser amables en lugar de contenciosos.

 

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La sabiduría de lo alto

Reciba cordiales saludos amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy. Muchas gracias por sus oraciones y por sus ofrendas para este ministerio. Estoy seguro que Dios le recompensará conforme a Sus riquezas en gloria. Estamos estudiando el libro de Santiago. Todos nosotros apreciamos en alto grado la sabiduría. Pero la palabra de Dios nos habla de que existe dos tipos de sabiduría, una verdadera y otra falsa. En el estudio bíblico de hoy vamos a analizar las características de estos dos tipos de sabiduría, de manera que cada uno de nosotros pueda determinar qué tipo de sabiduría posee.

Abramos nuestra Biblia en el libro de Santiago capítulo 3 versículos 13 a 18. En el versículo 13, Santiago introduce el tema con una pregunta. La Biblia dice: ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Mediante esta pregunta, Santiago quiere hacer reflexionar a los lectores de su carta acerca de la necesidad de que un creyente sea sabio y entendido. Varios de los lectores pensaban que eran sabios y entendidos, pero el problema era que ni siquiera comprendían lo que es ser sabio y entendido. Santiago por tanto prosigue diciendo: Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. La sabiduría, amable oyente, no es lo mismo que el conocimiento. Existe una cantidad de creyentes que tienen muchísimo conocimiento bíblico, pero no tienen nada de sabiduría. La sabiduría es la capacidad de aplicar el conocimiento bíblico adquirido para hacer la voluntad de Dios en el diario vivir. De nada le sirve llenar su cabeza de conocimiento bíblico si es incapaz de aplicar lo que sabe a cada situación de su vida. La sabiduría no se mide por versículos o capítulos o libros de la Biblia que se ha memorizado. La sabiduría se mide por acciones de buena conducta. A continuación Santiago nos va a hablar de dos tipos de sabiduría. Una falsa y la otra verdadera. Veamos tres diferencias importantes entre estas dos sabidurías. Primero son diferentes en su procedencia. La sabiduría falsa no proviene de lo alto. Santiago 3:15 dice: porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.

Santiago dice que la sabiduría falsa es terrenal. Esto significa que se origina en la tierra, luego dice que es animal, esto significa que se origina en las bajas pasiones del ser humano y finalmente dice que es diabólica, esto significa que busca los mismos objetivos que Satanás y sus demonios. En contraste, la sabiduría verdadera procede de lo alto. Santiago 3:17 nos habla de ella. La Biblia dice: Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
Esto concuerda con lo que dice Santiago 1:17 donde leemos lo siguiente: Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
El creyente debe mirar a lo alto, al cielo para encontrar la sabiduría que tanto necesita para su diario vivir. Esto tiene sentido porque en el caso del creyente, su ciudadanía está en el cielo, su hogar está en el cielo, su esperanza está en el cielo, su sabiduría debe también provenir del cielo, no de la tierra. Como creyentes que somos, no debemos andar buscando la filosofía de este mundo. Cristo es nuestra sabiduría. 1 Corintios 1:24 dice: mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.
En Jesucristo están también escondidos todos los tesoros de la sabiduría. Colosenses 2:3 dice: en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
El primer paso hacia obtener la sabiduría verdadera es recibir a Cristo como Salvador, luego la sabiduría vendrá por estudiar, meditar y obedecer la palabra de Dios. Pablo instruía a Timoteo diciendo que las Escrituras le pueden hacer sabio para salvación. Finalmente en la oración el creyente encuentra un gran aliado para obtener sabiduría. Santiago 1:5 dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
Una vez que hemos visto la diferencia en la procedencia de la sabiduría falsa y la verdadera, veamos la diferencia en la presentación. La sabiduría falsa tiene su particular modo de presentación. Santiago 3:14 dice: Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;
La sabiduría falsa se presenta con celos amargos. El celo amargo hace referencia a un temor profundo de perder lo que tenemos. Es vivir aferrado a las posesiones o a las personas. Es apretar las cosas con tanta fuerza, como si ni aun la muerte podría hacernos separar de ellas. Otra manera de presentación de la sabiduría falsa es la contención. Esto significa un espíritu divisionista que conduce a la lucha, a la pelea. Un espíritu contencioso hará que fácilmente nos metamos en discusiones y peleas para hacer prevalecer nuestro particular punto de vista. Otra presentación de la sabiduría falsa es la jactancia. Esto se refiere al orgullo, al deseo de ser los primeros en todo, los más admirados, los más famosos. Finalmente la sabiduría falsa se presenta con la mentira. Es como una cadena degradante. El celo amargo degenera en contención, lo cual a su vez degenera en jactancia y esto en su turno degenera en mentira. Así se presenta la falsa sabiduría. Veamos ahora la presentación de la verdadera sabiduría. Santiago 3:17 dice: Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
La sabiduría verdadera se presenta con pureza. Esto enfatiza la importancia de la santidad personal. Dios es santo, por tanto la sabiduría que proviene de él debe buscar la santidad en el creyente. Cuan importante es que los creyentes vivamos vidas santas. Triste ha sido constatar el daño que han causado a la obra de Dios los creyentes que han caído en la inmoralidad. Luego la sabiduría verdadera es pacífica. La sabiduría terrenal conduce a la rivalidad, a la lucha, a la pelea, en cambio la sabiduría de lo alto conduce a la paz. Esta es una paz basada en la santidad, no en comprometer las convicciones personales. Después la sabiduría verdadera es amable. Esto significa una disposición de espíritu para ser razonable sin poner en juego las convicciones por supuesto. La persona amable no provoca peleas deliberadamente, pero tampoco compromete la verdad con tal de mantener la paz. Luego la verdadera sabiduría es benigna. La sabiduría de Dios hace al creyente propenso a toda buena obra, esto es lo que se llama benignidad. La sabiduría del mundo hace al hombre brusco, tosco, terco, pero la sabiduría de Dios lo vuelve pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse. A continuación, la sabiduría verdadera es misericordiosa. Llena de misericordia dice el texto. Estar lleno de algo significa estar controlado por algo. El creyente lleno de misericordia está controlado por la misericordia. Dios en su gracia nos da lo que no merecemos, y en su misericordia no nos da lo que merecemos. Así debemos ser nosotros. Debemos dar a otros lo que no merecen, sin esperar absolutamente nada a cambio. Luego, la sabiduría verdadera es llena de buenos frutos. Los creyentes que son fieles son fructíferos. La sabiduría verdadera cambia la vida de un creyente de tal modo que se torna en un árbol de buenos frutos para beneficio de los demás. La sabiduría verdadera también se presenta con certeza. Sin incertidumbre dice el texto leído. La idea es no andar de allá para acá en cuanto a las decisiones a tomar. Un creyente sin incertidumbre es aquel que está seguro del camino a seguir y con confianza avanza por ese camino sabiendo que está haciendo la voluntad de Dios. Finalmente, la sabiduría verdadera se manifiesta con sinceridad. Sin hipocresía dice el texto. La palabra griega para hipocresía significa literalmente uno que utiliza una máscara para actuar en un teatro. Cuando la sabiduría del mundo controla a un creyente, este se tornará en un hipócrita, pero cuando la sabiduría verdadera controla a un creyente, este se tornará en un creyente sincero, que no esconde nada sino que se presenta abierta y honestamente. Hemos visto la diferencia en la procedencia y la presentación de la sabiduría falsa y la sabiduría verdadera. Finalmente veamos la diferencia del producto de la sabiduría falsa y la sabiduría verdadera. La sabiduría falsa produce problema. Santiago 3:16 dice: Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.
Este es el triste resultado de la sabiduría falsa obrando en los creyentes. Produce celos, peleas, perturbación y todo tipo de pecado. En cambio, veamos cual es el producto de la sabiduría verdadera obrando en los creyentes. Santiago 3:18 dice: Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Cuando la sabiduría de Dios controla a un creyente hay un fruto de justicia, algo agradable, que viene a ser como una semilla que en su tiempo producirá la tan anhelada paz en todo sentido. ¿Cómo respondería si se le haría la misma pregunta que hizo Santiago? ¿Es usted sabio y entendido? A la luz de lo que hemos visto en este pasaje, ¿Qué sabiduría está controlando su vida? Es la falsa que produce problema o es la verdadera que produce bendición. Que Dios nos ayude a todos a ser controlados por la sabiduría que desciende de lo alto.

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Hombre de poca fe

Antes de emitir mis comentarios, le agradezco mucho por tratarme de Reverendo. Siento mucho si le decepciono, pero no soy Reverendo, tampoco soy Doctor, o Master o cualquier otro título. Simplemente soy un hermano en la fe. Hecha esta aclaración, le invito a que me acompañe en la lectura de una parte de ese hermoso relato en el Evangelio según Mateo, en el cual, en obediencia al mandado del Señor Jesús, Pedro desciende de la barca y anda sobre las aguas para ir a Jesús. Leo en Mateo 14:30-31. La Biblia dice: Pero al ver el fuerte viento,  tuvo miedo;  y comenzando a hundirse,  dio voces,  diciendo:  ¡Señor,  sálvame!  Al momento Jesús,  extendiendo la mano,  asió de él,  y le dijo:  ¡Hombre de poca fe!  ¿Por qué dudaste?

El relato es preciso. No hay donde confundirse. Pedro debe haber bajado de la barca, debe haberse afirmado con sus pies sobre el mar embravecido y debe haber puesto su mirada sobre el Señor Jesús. Mientras tenía puesta su mirada sobre el Señor Jesús todo estaba bien, podía caminar sobre las aguas turbulentas. Pero en algún momento, sucedió lo que textualmente dice el pasaje bíblico leído: Pero al ver el fuerte viento. De aquí se deduce que Pedro debió haber quitado la mirada del Señor Jesús y debió haberla puesto sobre el fuerte viento. No se puede ver al Señor Jesús y al fuerte viento a la vez. Así es como se aprecia en el relato. Por eso dije lo que Usted oyó en el programa en cuestión. Lo que hizo Pedro fue suficiente para que tenga miedo y comience a hundirse. Como es lógico, Pedro buscó ayuda y debe haber clamado a gritos: ¡Señor, sálvame! El Señor Jesús no hizo otra sino extender su mano y tomar firmemente a Pedro. Fue entonces cuando el Señor Jesús reprochó a Pedro diciendo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Ciertamente que en su reproche el Señor Jesús no dijo a Pedro: ¿Por qué quitaste la mirada de mí? Lo que pasó es que la poca fe de Pedro le hizo dudar y esa duda le hizo quitar su mirada del Señor Jesús y ponerla en el fuerte viento. La poca fe mía o de cualquier persona, se manifiesta en abrir la puerta a las dudas y esas dudas nos hacen ver a los problemas como poderosos gigantes que están prestos a aplastarnos. Gracias a Dios que Usted está aprendiendo a crecer en su fe. Eso alejará las dudas de su vida. Eso le motivará a confiar más en Dios en medio de las tempestades de la vida. Que el Señor le bendiga.

También desde Lima Perú, se ha comunicado con nosotros por Internet, para hacernos la siguiente consulta: Tengo dudas acerca del ayuno, vigilias de oración, santa cena y bautismo en agua. ¿Se debe practicar todo esto en la iglesia hoy en día? ¿No es que la iglesia está bajo un nuevo pacto y esas cosas eran propias del viejo pacto?

Gracias por su consulta. El nuevo pacto, es el nuevo acuerdo de Dios con los hombres, basado en la muerte de Cristo. El antiguo pacto es el acuerdo de Dios primordialmente con Israel, basado en lo que Dios comunicó a Moisés en el monte Sinaí. Los pactos se ratificaban con sangre. El pacto antiguo se ratificó con la sangre de animales sacrificados. Note lo que dice Éxodo 24:8 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová,  y todas las leyes;  y todo el pueblo respondió a una voz,  y dijo:  Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.  Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová,  y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte,  y doce columnas,  según las doce tribus de Israel.  Y envió jóvenes de los hijos de Israel,  los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová.  Y Moisés tomó la mitad de la sangre,  y la puso en tazones,  y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar.  Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo,  el cual dijo:  Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho,  y obedeceremos.  Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo,  y dijo:  He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.

Por contraste, el nuevo pacto se ratificó con la preciosa sangre de Cristo. Poco antes de morir en la cruz, el Señor Jesús estaba reunido con sus discípulos en lo que se conoce como la última cena. Allí, el Señor Jesús hizo referencia al nuevo pacto y note lo que dijo. Se encuentra en Mateo 26:27-28. La Biblia dice: Y tomando la copa,  y habiendo dado gracias,  les dio,  diciendo:  Bebed de ella todos;  porque esto es mi sangre del nuevo pacto,  que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

Este hecho hace que en todo sentido el nuevo pacto sea superior al antiguo pacto. Cuando Cristo derramó su sangre en la cruz, es decir murió en la cruz, se ratificó el nuevo pacto. Desde ese momento está en vigencia el nuevo pacto. La iglesia disfruta de los beneficios del nuevo pacto. Con esto en mente, veamos cuáles eran algunas de las prácticas de la iglesia en el primer siglo. No olvide que la iglesia está bajo el nuevo pacto. Sin el nuevo pacto no puede haber iglesia de Cristo, simplemente. Allí notaremos que los creyentes solían ayunar. Leo en Hechos 13:1-3. La Biblia dice: Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía,  profetas y maestros:  Bernabé,  Simón el que se llamaba Niger,  Lucio de Cirene,  Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca,  y Saulo.  Ministrando éstos al Señor,  y ayunando,  dijo el Espíritu Santo:  Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.  Entonces,  habiendo ayunado y orado,  les impusieron las manos y los despidieron.

La iglesia en Antioquia está a punto de dar inicio a un gran esfuerzo misionero. ¿Quiénes serían los escogidos para ir como misioneros? Este era un asunto muy serio. Por eso es que los líderes de la iglesia buscaron la dirección de Dios, ¿de qué manera? Orando y ayunando. El ayuno era parte de la vida de la iglesia primitiva. Ahora consideremos las vigilias de oración. Leo en Hechos 12:3-5. La Biblia dice: Y viendo que esto había agradado a los judíos,  procedió a prender también a Pedro.  Eran entonces los días de los panes sin levadura.  Y habiéndole tomado preso,  le puso en la cárcel,  entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno,  para que le custodiasen;  y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua.  Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel;  pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.

Pedro estaba preso en la cárcel. ¿Qué hacía mientras tanto la iglesia? El texto dice que hacía sin cesar oración a Dios por él. Se trata de una vigilia de oración. Cuando llegó la noche la iglesia seguía orando al Señor. Esa misma noche, Dios respondió a la oración de la iglesia y Pedro fue liberado milagrosamente. Al quedar libre, Pedro se dirigió a la casa de María, la madre de Juan Marcos y ¿qué es lo que encontró allí? Pues a la iglesia en vigilia de oración. El texto en Hechos 12:12 dice que Pedro halló a muchos reunidos orando. La iglesia primitiva tenía la práctica de hacer vigilias de oración. Ahora, consideremos el bautismo en agua y la santa cena, o la cena del Señor. Cuando nació la iglesia de Cristo en el día de Pentecostés después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, Pedro predicó un poderoso mensaje de salvación y como tres mil personas recibieron al Señor Jesús como su Salvador. Había nacido la iglesia de Cristo, bajo el nuevo pacto. Veamos qué es lo que esta naciente iglesia practicaba. Se encuentra en Hechos 2:41-42. La Biblia dice: Así que,  los que recibieron su palabra fueron bautizados;  y se añadieron aquel día como tres mil personas.  Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles,  en la comunión unos con otros,  en el partimiento del pan y en las oraciones.

La naciente iglesia tenía dentro de su práctica al menos las cinco actividades que menciona este pasaje bíblico. Primero, bautizaban en agua. Esto se ajusta a lo que el Señor Jesús dijo en Mateo 28:19-20. Segundo, perseveraban en la doctrina de los apóstoles. Esto tiene que ver con conocer y practicar lo que por revelación de Dios recibieron los apóstoles de Cristo. Tercero, perseveraban en la comunión unos con otros. Esto significa hacer práctico el hecho que todos los creyentes comparten tantas cosas que tienen en común. Cuarto, perseveraban en el partimiento del pan. Esto significa que tenían como costumbre realizar la santa cena, o la cena del Señor. Hasta donde se puede saber, celebraban la cena del Señor todas las veces que se reunían como iglesia. Quinto, perseveraban en las oraciones. Como iglesia clamaban en oración al Señor. Allí lo tiene, amable oyente, la iglesia de Cristo, la cual está bajo el nuevo pacto, tenía la costumbre de ayunar, hacer vigilias de oración, celebrar la santa cena o la cena del Señor y bautizar en agua a los que recibían a Cristo como Salvador. Algunas de estas prácticas son exclusivas de la iglesia bajo el nuevo pacto, porque Israel jamás las hizo en el antiguo pacto, prácticas tales como celebrar la cena del Señor y bautizar en agua en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Bajo el pacto antiguo, los judíos practicaban el ayuno y las oraciones.

 

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La Lengua

a1Qué bendición saludarle amiga, amigo oyente. Muchas gracias por su sintonía. Gracias también por sus oraciones y sus ofrendas para este Ministerio. Su contribución es vital para la continuidad de esta obra del Señor. Estamos estudiando el libro de Santiago. Una pequeña y hermosa familia vivía en un pueblecito de Dakota del Norte en Estados Unidos. La joven esposa no se había estado sintiendo del todo bien a raíz del nacimiento de su segundo bebé. Pero a pesar de esto, los vecinos eran testigos del calor humano que había en sus corazones cuando todos los días, al atardecer, esposa e hijos salían a la puerta de la casa a esperar al esposo y padre, quien venía de su trabajo. Todo era felicidad en ese hogar aun hasta bien entrada la noche. Cuando el clima era propicio, el papá y los hijos se divertían en el patio mientras la mamá los miraba con una sonrisa desde una ventana. Pero cierto día se echó a correr un rumor infundado entre el pueblo. La gente comenzó a hablar en cuanto a que el esposo estaba siendo infiel con su esposa. Como era de esperarse, el rumor llegó a oídos de la esposa y obviamente fue demasiado para ella en las circunstancias que estaba viviendo por su frágil salud. Total que en un fatídico día, al atardecer, el esposo llegó a la casa. No había nadie que lo reciba en la puerta de la casa, no se escuchaba las risas de los niños, no había el fragante aroma a comida que salía de la cocina, solamente una extraña sensación que se clavó como un puñal en el corazón del atribulado esposo. Bajó al sótano y allí encontró a sus tres seres queridos colgados inertes de una misma viga. La enfermedad y el desánimo habían hecho que la joven esposa quite la vida a sus tiernos hijos y después ella mismo se quite la vida de la misma manera. En los días subsiguientes, salió a la luz la verdad de lo ocurrido. Una lengua chismosa, una historia falsa y una terrible tragedia. Cuánto daño puede causar la lengua. En el estudio bíblico de hoy, Santiago se va a referir al problema de la lengua suelta.

Le invito a abrir su Biblia en el libro de Santiago, capítulo 3 versículos 1 a 12. En este pasaje bíblico encontramos la responsabilidad de dominar la lengua y la razón para dominar la lengua. La responsabilidad de dominar la lengua se expresa por medio de un mandato. Santiago 3:1 dice: Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
Santiago se dirige a los creyentes en general. Esto lo sabemos porque les dice hermanos míos. Leyendo ligeramente parecería como si Santiago estuviera advirtiendo en contra de ser un maestro, porque dice: No os hagáis maestros muchos de vosotros. Si este fuera el caso, nadie debería ser un maestro, pero el mismo Nuevo Testamento afirma que Dios ha dado a la iglesia a algunos como maestros. Efesios 4:11 dice: Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
De ninguna manera entonces Santiago podría estar advirtiendo en contra de ser un maestro. Lo que Santiago tiene en mente es que nadie debería darse de maestro sin serlo. Aparentemente, entre la comunidad de creyentes a quienes escribía Santiago había muchos que se las daban de maestros sin serlo. La idea es por tanto: Hermanos, cuidado con usar su lengua diciendo que es maestros sin serlo por no estar capacitado para ello. La razón de su advertencia descansa en el hecho que los maestros recibiremos mayor condenación. La mayor condenación provienen del hecho que los maestros podemos causar mucho daño por medio de nuestra lengua. Un maestro que proclame una falsa enseñanza, no sólo acarreará condenación sobre sí mimo sino que también acarreará condenación sobre los que le siguen en el error. Por eso dice el texto que los maestros recibiremos mayor condenación si proclamamos un mensaje errado por supuesto. Una ve que hemos considerado la responsabilidad de dominar la lengua, para no recibir mayor condenación, Santiago pasa a explicar las razones para dominar la lengua. Notamos cuatro razones. Primero porque la lengua experta en ofender. Santiago 3:2 dice: Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Note la declaración inicial en este texto: Todos ofendemos muchas veces. La conjugación en tiempo presente del verbo ofender indica una acción continua. La lengua amable oyente es muy propensa a ofender. Inclusive en ocasiones sin tener la intención de ofender ofendemos por lo que decimos o la manera como lo decimos. Si alguien no ha ofendido nunca con su lengua, entonces aquel es un varón perfecto. No se puede pensar en algún otro sino en el Señor Jesucristo, como aquel que nunca ofendió con su lengua. Una persona que sabe dominar su lengua tendrá también la capacidad de dominar cualquier otra área de su vida. La lengua, sin lugar a dudas es el miembro del cuerpo más difícil de dominar. La segunda razón por qué debemos dominar la lengua es porque la lengua es pequeña pero poderosa. Para ilustrar este hecho, Santiago nos provee de tres comparaciones. Primero un freno controlando a un caballo. Santiago 3:3 dice: He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
El freno del caballo, es algo pequeño en relación con el cuerpo del caballo, sin embargo tiene el poder de dirigirlo. Segundo el timón guiando un barco. Santiago 3:4 dice: Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
El trasatlántico Queen Elisabeth pesa 83,600 toneladas. Sin embargo, su timón pesa nada más que 140 toneladas. ¿Ve la proporción? Sin embargo, el timón permite que quien gobierna la nave dirija la nave por donde él quiera. Tercero, una chispa de fuego. Santiago 4:5 dice: Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
Los más grandes incendios forestales se han iniciado por turistas descuidados que han dejado vestigios de una hoguera en un bosque. Ante este cuadro, Santiago dice: Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. Qué poderosa que es la lengua, puede causar verdaderos desastres si la dejamos sin control. Tenemos la responsabilidad de dominar la lengua porque es propensa a ofender y porque es pequeña pero poderosa. La tercera razón es porque es necesaria a pesar de ser peligrosa. Para ilustrar esto Santiago nos provee de dos comparaciones. Primero con el fuego. Santiago 3:6 dice: Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
La lengua descontrolada es un mundo de maldad. Encierra la maldad misma. Una lengua descontrolada como el fuego nos consume y enciende fuego en toda la creación. Ella mismo es inflamada por el infierno, en el sentido que Satanás y sus demonios sacan mucho provecho de la pervertida labor de la lengua. Segundo, con una bestia indomable. Santiago 3:7-8 dice: Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
Jas 3:8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
Las bestias por más salvajes que sean pueden ser domadas por el hombre, pero no así la lengua. Ningún hombre puede decir que ha logrado domar su lengua en un 100%. La falta de docilidad de la lengua le hace más rebelde que el más salvaje de los animales, por eso dice el texto que es como si fuera una animal lleno de veneno mortal. La cuarta y última razón porque debemos dominar la lengua es porque la lengua es beneficiosa pero variable. Santiago 3:9-10 dice: Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
Jas 3:10 De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
Con la lengua podemos disfrutar del privilegio de bendecir a Dios. Cuan beneficioso es esto para nosotros, pero a la vez, con la misma lengua podemos maldecir a los hombres. Cuan denigrante es esto para nosotros. Para que veamos lo absurdo de este comportamiento de la lengua, Santiago dice lo siguiente en Santiago 3:11-12 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
Jas 3:12 Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Es de lo más absurdo que con la misma lengua que bendecimos al Señor maldigamos a sus criaturas o a su creación. La responsabilidad de dominar la lengua y las razones para dominar la lengua. ¿Cómo auto evaluaría su lengua a la luz de este pasaje bíblico? ¿Tiene a su lengua bajo control? ¿Qué hace cuando alguien viene a usted con algún chisme o un rumor? ¿Tiene la costumbre de prestar atención a los chismes o a los rumores, para después tener de qué conversar con sus amigos? Cuidado con los chismes, cuidado con los rumores, cuidado con las calumnias, cuidado con hablar a gritos, cuidado con quejarse, cuidado con difamar, cuidado con maldecir, cuidado con mentir. Cuidado con exagerar.

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Libro de Santiago

a1Es un gozo estar nuevamente con usted, amiga, amigo oyente. Bienvenida, bienvenido al estudio bíblico de hoy en el Libro de Santiago. Antes de ir al pasaje bíblico para nuestro estudio de hoy, me gustaría agradecer a todos nuestros amables oyentes que nos apoyan por medio de sus oraciones y sus ofrendas. Que el Señor les recompense conforme a las riquezas de su gracia. Romanos 3:28 dice: Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Este texto afirma que la manera de ser justificados o declarados justos delante de Dios es por medio de la fe en la persona y obra del Señor Jesucristo quien murió en la cruz por nuestro pecado. Esto es sin duda una gran bendición para todos nosotros. En nuestro estudio bíblico último vimos que si el hombre quisiera justificarse delante de Dios por medio de la ley, tendría que guardar con absoluta perfección toda la ley, lo cual es imposible para el hombre. Es grandioso por tanto que podamos ser declarados justos por la sola fe. Pero tristemente, la justificación por fe ha dado pie para que algunos piensen que las obras no tienen ninguna importancia en la vida de un creyente. Muchos piensan que pueden ser salvos por fe y a la vez vivir como les venga en gana. La palabra de Dios sin embargo da a las buenas obras la importancia que deben tener. La palabra de Dios muestra claramente que aunque no somos justificados por buenas obras, somos justificados para buenas obras. Efesios 2:10 dice: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Este es el lugar que corresponde a las buenas obras en la vida de un creyente. Son la evidencia de una fe genuina. En el pasaje bíblico de hoy veremos más sobre lo que es una fe genuina.

Le invito a abrir su Biblia en el libro de Santiago, capítulo 2 versículos 14 a 26. En este pasaje bíblico tenemos la fe genuina expresada, la fe genuina explicada y la fe genuina ejemplificada. Consideremos primeramente la fe genuina expresada. Santiago 2:14 dice: Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?

Santiago está expresando lo que es una fe genuina. Básicamente la fe genuina es aquella que se manifiesta en buenas obras. Santiago se dirige a los judíos creyentes y les hace dos preguntas retóricas muy importantes. La primera: ¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? La respuesta es: De nada. De nada aprovecha tener una fe que no se manifiesta en buenas obras. Cuando digo que una fe sin obras de nada aprovecha, estoy diciendo que una fe sin obras no sirve para nada. Tristemente esta es la fe de muchos que se llaman Cristianos en América Latina. Ellos afirman que tienen tanta fe como para hacer todo tipo de sacrificios, pero no obedecen en absoluto lo que Dios dice en su palabra. Viven en pecado constante, en sus vidas no se ve nada de las buenas obra que son evidencia de un fe genuina. Santiago dice a estas personas que su fe no aprovecha para nada, no sirve para nada, porque en realidad no existe. La segunda pregunta retórica que hace Santiago es: ¿Podrá la fe salvarle? La respuesta es un no rotundo. Recordemos que Santiago está hablando de aquella fe que no se manifiesta en buenas obras, es decir de esa fe que no aprovecha para nada. Bueno, si no aprovecha para nada, mal puede esta clase de fe salvar a la persona. Muchos hoy en día afirman que son salvos porque tienen fe en Cristo como Salvador, pero su vida en constante pecado les delata como farsantes, su fe no tiene las buenas obras que son característica de una fe genuina, por tanto en realidad no son salvos. ¿Es usted una persona salva? Si su respuesta es sí, su vida tiene que estar manifestando las buenas obras que Dios preparó de antemano para que ande en ellas. La fe genuina es entonces amable oyente, aquella que se manifiesta en buenas obras. ¿Cuáles serán esas buenas obras? Para responder a esa pregunta, consideremos la fe genuina explicada. En primer lugar, la fe genuina no es indiferente a los demás, sino que da mucha importancia a los demás. Santiago 2:15-17 dice: Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
Jas 2:16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Jas 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
La fe genuina se manifiesta no en indiferencia a los demás, sino en interés por los demás. Santiago presenta el caso de una persona que tienen dos necesidades básicas: vestido y alimentación. De pronto esta persona necesitada se encuentra con un creyente. El creyente constata de alguna manera la necesidad, es decir no es ignorante de la necesidad del hermano. Sin embargo, en lugar de hacer algo para satisfacer la necesidad del hermano, le mira atentamente y se despide de la manera que todo judío lo haría: Id en paz. Después hace un comentario que parece sarcástico: Calentaos y saciaos. Casi podemos ver la escena. El hermano que está en posibilidad de ayudar, se despide del que necesita abrigo y alimento, y dándole unas palmaditas en la espalda le dice: Espero que encuentre algo para abrigarse y algo para comer hasta saciarse. ¿No actuamos nosotros de esta manera muchas veces? ¿Cuántas ocasiones no habremos encontrado a un hermano en necesidad y pudiendo ayudar le hemos dicho: voy a estar orando por usted y espero que Dios le provea para el vestido y el alimento? Cuán hipócrita es esta respuesta a la luz de 1 Juan 3:17 donde dice: Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
Una fe genuina se manifiesta no ignorando a otros sino involucrándonos en satisfacer la necesidad de otros. Si nos mantenemos indiferentes a las necesidades de otros pudiendo ayudar, nuestra fe es hueca, vacía de realidad. Santiago tiene un calificativo para una fe así. Dice que es una fe muerta. ¿Cómo es su fe, amable oyente? ¿Es una fe viva que se manifiesta en satisfacer las necesidades de otros? Una segunda manifestación de un fe genuina es que no es invisible sino evidente. Santiago 2:18 dice: Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
La fe necesita mostrarse de alguna manera. La mejor manera es por medio de las buenas obras. Una fe que no se ve por las buenas obras, es una fe muerta, una fe inexistente. La tercera manifestación de una fe genuina es que no lo hace intelectualmente sino de corazón. Santiago 2:19-20 dice: Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
Jas 2:20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
Los demonios tienen un conocimiento intelectual de Dios pero por su desobediencia a Dios demuestran que no tienen fe en Dios. El hombre también puede tener un conocimiento intelectual de Dios pero estar vacío de fe en Dios. La fe vacía queda en evidencia por la falta de obras. Por esto Santiago concluye esta sección diciendo: Hombre vano o vacío. La falta de buenas obras de su fe comprueban que eres un hombre sin fe. Una de las mejores maneras de aprender es por medio de ejemplos, por esto Santiago habla de la fe genuina ejemplificada nos deja tres ejemplos impactantes de personas que mostraron su fe por sus obras. Primero el caso de Abraham. Santiago 2:21-24 dice: ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
Jas 2:22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
Jas 2:23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Jas 2:24 Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
La historia de Abraham es fascinante. Abraham fue justificado o declarado justo delante de Dios por la sola fe según Génesis 15:6. Más o menos unos 40 años más tarde Abraham ofreció a su hijo Isaac, según Génesis 22. El acto de obedecer a Dios por parte de Abraham al punto de estar dispuesto a sacrificar a su propio hijo fue una demostración de que Abraham poseía una fe genuina. El segundo ejemplo es Rahab. Santiago 2:25 dice: Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
Rahab llegó a conocer a Dios y por la fe creyó a Dios, esto le fue contado por justicia. Más tarde cuando vinieron los espías de Israel, los escondió y así protegió sus idas. Su fe se manifestó por sus obras, mostrando que era una fe genuina. El tercer ejemplo es el espíritu en el cuerpo. Santiago 2:26 dice: Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.
La vida del cuerpo existe mientras el espíritu esté en el cuerpo. Así también la fe existe mientras las buenas obras están presentes. ¿Cómo es su fe amable oyente? ¿Es una fe viva? O es una fe muerta. ¿Puede ver las buenas obras que resultan de su fe viva? Si no existen estas buenas obras de obediencia a la palabra de Dios, es muy posible que su fe está muerta y que en realidad no sea salvo. Si ese es su caso, hoy mismo reconozca su necesidad de salvación y confíe en Cristo como su Salvador.

15. EL MAL GENIO

David Logacho
2016-04-28

a1Saludos cordiales amable oyente. Sea bienvenida, o bienvenido al estudio bíblico de hoy. Muchas gracias por su gentil sintonía. Gracias por sus oraciones y sus ofrendas, sin lo cual sería imposible llevar a cabo esta obra del Señor. Todos nosotros tenemos gigantes que enfrentar en nuestro diario vivir. ¿Cuál es el gigante o a lo mejor los gigantes que ha tenido que enfrentar? Bueno, hemos señalado ya que esos gigantes pueden ser el desánimo, la crítica, el temor, el chisme, la culpa, la dureza de corazón, el complejo de inferioridad, los celos, la soledad, los malos entendidos, la enfermedad y el resentimiento. ¿Ha logrado conquistar a estos gigantes? Quiera el Señor que sí. En nuestros estudios bíblicos anteriores hemos planteado algunas sugerencias para evitar que estos gigantes nos dominen. En el estudio bíblico de hoy, vamos a tratar sobre otro poderoso gigante llamado mal genio. ¿Es usted una persona de mal genio? ¿Conoce a alguien que es de mal genio? Pues siga con nosotros porque tenemos algo importante para compartir con usted.

El mal genio o mal carácter se define como la propensión a explotar ante la más mínima provocación. ¿Conoce a personas que, como afirma el popular dicho, se enojan hasta porque ven volar a una mosca? Pues, esas personas son las que tienen mal genio. Son personas que si usted dice o hace algo, inmediatamente se sienten aludidos y ofendidos e inician un escándalo de grandes proporciones. Personas que se molestan por todo. Por el alto costo de la vida, por lo aburrido de su trabajo, por lo insoportable del clima, por lo abusivas que son las personas, por lo malo que es el gobierno, por el equipo de fútbol que pierde un partido y tantas cosas más. Personas así casi siempre andarán con su ceño fruncido y alguna palabra hiriente en la punta de la lengua. La palabra de Dios cataloga a una persona así como una persona rencillosa, lo cual a su vez significa inclinada a las rencillas o a las peleas. Note por ejemplo lo que dice Proverbios 26:21: El carbón para brasas, y la leña para el fuego; Y el hombre rencilloso para encender contienda.

Muy interesante lo que dice este proverbio. Compara al hombre rencilloso con el carbón y la leña. Así como el carbón y la leña sirven para encender fuego, el hombre rencilloso enciende pleitos en dondequiera que se encuentra. Ahora note, aunque tanto el hombre como la mujer pueden ser rencillosos, la Biblia habla más de la mujer rencillosa que del hombre rencilloso. No sabemos por qué, el Señor lo sabe. Por ejemplo Proverbios 21:9 dice: Mejor es vivir en un rincón del terrado; Que con mujer rencillosa en casa espaciosa.

El terrado hace referencia a un rincón en el techo de una casa. Según lo que dice este proverbio, es preferible vivir en un rincón de un techo con una esposa no rencillosa que en un gran palacio pero con una esposa rencillosa. Sobre el mismo asunto mire lo que dice Proverbios 21:19 Mejor es morar en tierra desierta
Que con la mujer rencillosa e iracunda.

Está por demás cualquier comentario, para saber que realmente es terrible vivir junto a una persona de mal genio. Ahora escuche lo que dice Proverbios 27:15 Gotera continua en tiempo de lluvia; Y la mujer rencillosa, son semejantes.

Algo que me fascina del libro de Proverbios es la forma tan pintoresca de algunas de sus comparaciones. Si alguna vez ha vivido en una casa con goteras, sabrá cuán molestas son. Allí está durmiendo plácidamente. Afuera está lloviendo. De pronto oye el inconfundible ruido de gotas de agua que se estrellan sobre algún lugar de su dormitorio. Tas, tas, tas…Con la esperanza que la gotera no esté sobre su cama se levanta, busca una cubeta y pone allí justo donde caen las molestas gotas para evitar que el agua moje todo su dormitorio. Regresa a su cama esperando que va a volver a dormirse, pero el molesto goteo no le deja dormir. Se las ingenia para atenuar el ruido. Trata diversas formas, pero sin éxito, el ruido de la gotera sigue allí. Cansado y derrotado vuelve a su cama. Ni bien comienza a conciliar el sueño, el ruido ensordecedor de su despertador le anuncia que es hora de levantarse. Sale de mal genio de su cama y en la ofuscación del momento en medio de la tenue penumbra del amanecer mete accidentalmente su pié desnudo en la cubeta donde recogió el agua de la gotera. El frío y el mal genio le provoca una reacción violenta. La cubeta sale volando por los aires. El desastre es total. Es terrible tener una gotera en la casa. Pues bien, igual de terrible es tener una esposa de mal genio según el proverbio que leímos. Ahora bien, el gigante del mal genio es muy hábil para tenernos dominados. Cuando alguien nos hace notar que tenemos mal genio, casi instintivamente buscamos una excusa para justificar nuestro mal genio. Algunos dirán mientras se levantan de hombros: Es que soy así, así he nacido y así he de morir. Otros dirán, es que he tenido una vida dura, con muchos problemas, por eso soy así y no puedo cambiar. No faltarán los que digan: Tengo derecho a estar mal genio, porque así todos me tendrán temor y me respetarán. Si pensamos que algunas de estas excusas son válidas para manifestar mal genio, significa que estamos dominados por el gigante del mal genio. ¿Qué hacer para conquistar a este gigante? En primer lugar, reconocer que Dios no nos ha puesto en este mundo para que andemos de mal genio. En Juan 10:10 el Señor Jesús dijo que Él ha venido al mundo para que los que le seguimos vivamos en abundancia. El mal genio o el mal carácter o el ser rencilloso, como quiera que se lo llame, dista mucho de la vida abundante que el Señor quiere que tengamos. En realidad un creyente mal genio es una afrenta para aquel que vino a darnos vida en abundancia. Si padece de mal genio, amable oyente, no eche mano de ninguna excusa para justificar su mal genio. En humildad reconoce que a causa de su mal genio no está viviendo como Dios quiere que viva y además está haciendo miserable la vida de los que están a su alrededor. En segundo lugar, debe reconocer que el mal genio no se cambia de la noche a la mañana. No es cuestión de revestirse de fuerza de voluntad y hacer la firme promesa de que a partir de determinado momento en adelante va a dejar de ser mal genio. Es posible que a fuerza de voluntad logre estar de buen genio mientras no suceda algo que lo saque de casillas, pero muy pronto reconocerá que la fuerza de voluntad no es tan fuerte como parece para hacernos cambiar el carácter. Por eso, en tercer lugar, dependa del poder del Espíritu Santo para dejar de ser mal genio. El poder del Espíritu Santo se manifiesta en los creyentes llenos del Espíritu Santo. El ser lleno del Espíritu Santo es resultado de conocer y obedecer la palabra de Dios. Por tanto, si quiera dejar de ser mal genio, debe comenzar a invertir más tiempo en la lectura, el estudio y la meditación de la palabra de Dios, acompañándolo en oración. En la medida que sepa lo que Dios dice en su Palabra y lo aplique a su diario vivir estará lleno del Espíritu Santo y en esas condiciones su vida manifestará lo que la Biblia llama el fruto del Espíritu. Veamos que comprende el fruto del Espíritu Santo. Gálatas 5:22-23 dice: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
Gal 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Imagínese una persona que manifiesta amor en lugar de indiferencia, gozo en lugar de tristeza, paz en lugar de ansiedad, paciencia en lugar de explotar ante la más mínima situación adversa, benignidad en lugar de una disposición a la maldad, bondad en lugar de aspereza, fe o confianza en lugar de incertidumbre o desconfianza, mansedumbre en lugar de agresividad, templanza en lugar de ir a cualquier extremo. Esta persona es en realidad todo lo contrario a una persona mal genio, ¿no le parece? Claro que sí. Pero ¿En dónde comenzó todo? Pues en ser lleno del Espíritu Santo. Dominar al gigante del mal genio no es asunto fácil amable oyente, demanda gran esfuerzo e parte del creyente y eso da resultado única y exclusivamente cuando el Espíritu Santo otorga el poder para hacerlo. De modo que, amable oyente, si ha permitido que el gigante del mal genio domine su vida, hoy mismo debe comenzar la batalla para destronarlo. No será fácil, pero tampoco imposible con la ayuda del Señor.

14. EL RESENTIMIENTO

ESTUDIO BÍBLICO GIGANTES AL ACECHO

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14. EL RESENTIMIENTO

David Logacho
2016-04-26

a1Es un gozo saludarle amable oyente. Reciba una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. La Palabra de Dios dice en Génesis 6 que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, había gigantes en la tierra en aquellos días. Seguramente fue de estos gigantes que descendieron los gigantes que mucho tiempo después se encontraron con los doce espías de Israel quienes fueron enviados por Moisés en una misión secreta de reconocimiento de la tierra prometida. Estos gigantes infundieron tanto temor en los israelitas que la mayoría de ellos desistieron de su anhelo de conquistar esa tierra que fluye leche y miel. Qué triste. Estos Israelitas se dejaron dominar por los gigantes y de esa manera no recibieron las grandiosas promesas que Dios les había hecho. Nosotros también amable oyente, podemos dejar de recibir grandiosas promesas de Dios por el solo hecho de dejarnos dominar de algunos gigantes. Los gigantes que amenazan con dominarnos y nos infunden tanto temor no son de carne y hueso como los gigantes del pasado sino que son más bien hábitos o actitudes contra las cuales todos nosotros tenemos que luchar. Ya hemos visto que estos poderosos gigantes pueden ser el desánimo, la crítica, el temor, el chisme, la culpa, la dureza de corazón, el complejo de inferioridad, los celos, la soledad, los malos entendidos y la enfermedad. En el estudio bíblico de hoy vamos a tratar acerca de otro de estos poderosos gigantes.

Los gigantes acerca de los cuales se habla en las Escrituras eran gigantes literales, eran hombres reales. Los gigantes de quienes estamos hablando nosotros son de diferente clase, pero son igualmente reales, igualmente peligrosos, igualmente amenazadores, igualmente poderosos. Nuestros gigantes son aquellas cosas que nos estorban o impiden conseguir lo mejor, nos impiden ser lo que debemos ser, o lo que queremos ser o lo que Dios quiere que seamos. A menudo somos estorbados, arrinconados, asustados, pisoteados o derrotados por estos gigantes. O aprendemos a conquistarlos o terminarán conquistándonos y alejando de nosotros todas las cosas buenas que Dios tiene para nosotros. Los gigantes que enfrentamos no son inofensivos. Nos atacan sin importar lo que seamos o donde estemos. Si no nos mantenemos alerta, nos privarán del mismo gozo del Señor, el cual es nuestra fortaleza, conforme a lo que dice Nehemías 8:10 donde leemos: porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.

Estos gigantes pueden dejarnos maltrechos, gimiendo y con nuestra vida marchita e inútil. Uno de estos gigantes al acecho se llama resentimiento. El resentimiento es el enojo guardado en nuestro corazón ante una persona, cosa o circunstancia que nos causó algún tipo de malestar. Un joven puede vivir resentido contra sus padres porque cuando era niño sus padres no le prodigaron amor. Una esposa puede vivir resentida contra su esposo porque en algún momento éste le agredió física y verbalmente. Cuando el resentimiento no es confrontado franca y honestamente y erradicado de nuestra vida, corre el riesgo de transformarse en rencor que en esencia es resentimiento arraigado y tenaz. El rencor es condenado en la Palabra de Dios. Levítico 19:18 dice: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.

Interesante que el resentimiento y el ulterior rencor son un atentado contra el amor. Por eso Pablo al hablar del perfecto amor dice en 1 Corintios 13:5 que el amor no guarda rencor. Cuando nos rendimos ante el gigante del resentimiento nos afligirá sin misericordia. Sufriremos espiritualmente, porque el resentimiento es un obstáculo en nuestra comunión con Dios. Sufriremos emocionalmente, porque el resentimiento es como vivir con una herida abierta que va infectándose más y más a medida que avanza el tiempo. Sufriremos físicamente, porque el resentimiento es el origen de muchas enfermedades. Según los médicos, una de las causas para las úlceras gastrointestinales es justamente el resentimiento. Así que, amable oyente, es altamente peligroso dejarnos dominar por el gigante llamado resentimiento. Lo prudente es conquistar este poderoso gigante. Si tiene a Cristo en su corazón, está en capacidad de derrotar a este gigante en su vida. Existe un arma mortal que el gigante del resentimiento no puede resistir. Esa arma se llama perdón. Al escuchar esta palabra, a lo mejor se pondrá a la defensiva y dirá: La verdad es que no puedo perdonar a esa persona. Lo que esta persona me hizo es imperdonable. Si supiera lo que me hizo esta persona. Por supuesto que yo no sé lo que alguien le ha hecho amable oyente, pero ¿Quiere saber algo? Cualquier cosa que le hayan hecho es nada en comparación con lo que usted y yo hemos hecho en contra de Dios. Lo que nosotros pecadores hicimos a Dios fue tan grave, que costó la vida de su amado Hijo. Pero lo grandioso es que Dios nos perdonó. Efesios 4:30-32 dice: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.

Eph 4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

Eph 4:32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

A pesar de que nuestra ofensa a Dios fue tan grave, Él nos perdonó en Cristo. Por tanto, dice Pablo, así mismo perdone a todo aquel que le ofende, sin importar la magnitud de la ofensa. El perdón, amable oyente, es el mejor favor que nosotros podemos hacernos a nosotros mismos. El gigante del resentimiento nos aconseja vivir resentidos como una arma para atacar al que nos ofendió. Nuestro resentimiento hacia esa persona será el permanente recordatorio que fuimos agredidos por esa persona. Llegamos a pensar que la persona que nos ofendió estará sufriendo lo indecible por cuanto nosotros estamos resentidos. Pero es todo lo contrario amable oyente. Cuando estamos resentidos nosotros llevamos la peor parte. Ya hemos señalado que el resentimiento es un lujo que no debemos permitirnos porque el precio que tenemos que pagar no se puede cuantificar en lo espiritual, en lo emocional y en lo físico. Si queremos dejar de estar resentidos, debemos perdonar. No estamos diciendo que sea fácil perdonar. El mismo Señor Jesucristo dijo que no sería fácil. Mateo 16:24 dice: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

Sin importar como definamos la cruz en este versículo, no podemos reducirla a algo fácil o simple. Es algo muy difícil, arduo y penoso. Dios quiere que perdonemos a otros igual como Él nos ha perdonado a nosotros. Además amigo oyente, el perdón no es una opción que tenemos los creyentes. Ninguno de los que somos hijos de Dios podemos decir: Si quiero perdono y si no quiero no perdono. El perdón es en realidad un mandato del Señor. Marcos 11:25-26 dice: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.

Mar 11:26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.

El guardar resentimientos, o lo que es lo mismo, el no perdonar es lo mismo que andar en desobediencia a la Palabra de Dios, algo condenado por Dios. De modo que, amable oyente, detrás del entre comillas “no puedo perdonar” en realidad lo que se esconde es un “no quiero perdonar” y el que mantiene esta actitud está en franca y abierta rebeldía contra Dios. Otra cosa que debemos tomar muy en cuenta a la hora de perdonar es que el perdón no necesariamente implica olvidar la ofensa recibida. El perdón es en realidad un compromiso que nos hacemos delante de Dios por el cual nos obligamos a nosotros mismos a nunca jamás tratar al ofensor de la misma manera como el ofensor nos trató a nosotros. Si no tenemos este concepto de perdón, siempre nos encontraremos hurgando en las ofensas del pasado para echar más leña al fuego del conflicto. Una esposa que no tiene esta manera de pensar, encontrará que siempre que discute con su esposo saca a colación problemas que se supone ya fueron arreglados y perdonados. Terminando ya, amable oyente, recuerde que es muy peligroso dejar que nos domine el gigante del resentimiento. Para evitarlo tenemos que echar mano del arma llamada perdón. No es fácil perdonar, pero cuando nos decidimos hacerlo ganaremos un cúmulo de beneficios.