¿Enseña la Biblia el pecado mortal y el venial?

¿Enseña la Biblia el pecado mortal y el venial?

La Iglesia Católica Romana divide el pecado en dos categorías, pecado mortal y pecado venial. El tema del pecado tal como lo enseña la Biblia es uno de los aspectos más importantes para entender la vida con Dios y lo que significa conocerle. En nuestro caminar en la vida, debemos saber cómo responder bíblicamente a nuestro propio pecado y a las manifestaciones de la pecaminosidad de la humanidad que enfrentamos en cada momento, día tras día. Las consecuencias de no tener una comprensión bíblica del pecado y, por lo tanto, no responder al pecado como corresponde, son devastadoras por encima de lo imaginable. Una interpretación incorrecta del pecado puede llevarnos a una eternidad separados de Dios en el infierno. Pero ¡alabado sea el glorioso nombre de nuestro Dios y Salvador Jesucristo! En Su Santa Palabra, Dios ha mostrado claramente lo que es el pecado, cómo nos afecta personalmente y cómo debemos enfrentarlo. Por lo tanto, al tratar de entender los conceptos de pecado mortal y venial, busquemos las respuestas definitivas en la Palabra de Dios, que es todo lo que necesitamos.

Para saber si la Biblia enseña los conceptos de pecado mortal y venial, nos serán de gran utilidad algunas descripciones básicas. Los conceptos de pecado mortal y venial son esencialmente católicos romanos. Los cristianos evangélicos y protestantes pueden o no estar familiarizados con estos términos. Las definiciones prácticas de los pecados mortales y veniales podrían ser las siguientes: Pecado Mortal es «pecado que causa muerte espiritual,» y Pecado Venial es «pecado que puede ser perdonado.» El pecado venial se usa siempre en contraposición al pecado mortal. Los pecados mortales son aquellos pecados que excluyen a las personas del reino; los pecados veniales son aquellos pecados que no excluyen a las personas de él. El pecado venial difiere del pecado mortal en el castigo que conlleva. El pecado venial merece un castigo temporal que se paga con la confesión o con el fuego del purgatorio, mientras que el pecado mortal merece la muerte eterna.

En el Catecismo de la Iglesia Católica se encuentra esta descripción del pecado mortal: «Para que un pecado sea mortal, deben cumplirse simultáneamente tres condiciones: ‘Pecado mortal es aquel cuyo objetivo es un asunto grave y que, además, se comete con pleno conocimiento y deliberado consentimiento'». De acuerdo con el Catecismo, «el asunto grave se especifica en los Diez Mandamientos». El Catecismo afirma además que el pecado mortal «produce la pérdida del amor y la privación de la gracia de santificación, es decir, del estado de gracia. Si no se redime mediante el arrepentimiento y el perdón de Dios, provoca la exclusión del reino de Cristo y la muerte eterna del infierno».

En cuanto al pecado venial, el Catecismo afirma lo siguiente: «Se comete pecado venial cuando, en un asunto menos grave, no se observa la norma prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en un asunto grave, pero sin total conocimiento o sin pleno acuerdo. El pecado venial debilita la caridad; manifiesta un afecto desordenado por los bienes de la creación; impide el progreso del alma en el ejercicio de las virtudes y en la práctica del bien moral; merece pena temporal. El pecado venial intencionado y sin arrepentimiento nos predispone poco a poco a cometer el pecado mortal. Sin embargo, el pecado venial no nos pone en oposición directa con la voluntad y la amistad de Dios; no rompe la alianza con Dios. Con la gracia de Dios es un pecado humanamente reparable. ‘El pecado venial no priva al pecador de la gracia de la santificación, de la amistad con Dios, del amor y, por consiguiente, del gozo eterno'».

En pocas palabras, el pecado mortal es una violación intencional de los Diez Mandamientos (de pensamiento, palabra u obra), que se comete con pleno conocimiento de la gravedad del asunto, y tiene como consecuencia la pérdida de la salvación. La salvación se puede recuperar mediante el arrepentimiento y el perdón de Dios. El pecado venial puede ser una violación de los Diez Mandamientos o un pecado de naturaleza menor, pero se comete sin intención y/o sin pleno consentimiento. Aunque perjudica la relación con Dios, el pecado venial no implica que se pierda la vida eterna.

Bíblicamente, los conceptos de pecado mortal y venial presentan varios problemas: en primer lugar, estos conceptos presentan una imagen antibíblica de cómo Dios ve el pecado. La Biblia afirma que Dios será justo e imparcial a la hora de castigar el pecado y que en el día del juicio algunos pecados merecerán mayor castigo que otros (Mateo 11:22, 24; Lucas 10:12, 14). Sin embargo, el hecho es que todos los pecados recibirán el castigo de Dios. La Biblia enseña que todos pecamos (Romanos 3:23) y que la justa compensación por el pecado es la muerte eterna (Romanos 6:23). Más allá de los conceptos de pecado mortal y venial, la Biblia no afirma que algunos pecados merezcan la muerte eterna mientras que otros no. Todos los pecados son mortales en cuanto que un solo pecado hace que el culpable merezca la separación eterna de Dios.

El Apóstol Santiago explica este hecho en su carta (Santiago 2:10): «Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos (LBLA)». Notemos el uso que hace de la palabra «tropieza». Significa equivocarse o caer en el error. Santiago está pintando un cuadro de una persona que está tratando de hacer lo correcto y, sin embargo, tal vez sin querer, comete un pecado. ¿Cuál es la consecuencia? Dios, a través de su siervo Santiago, afirma que cuando una persona comete un pecado, aunque sea involuntario, es culpable de quebrantar toda la ley. Una buena ilustración de este hecho es imaginarse una ventana grande y entender que esa ventana es la ley de Dios. No importa si una persona lanza una piedrita muy pequeña a través de la ventana o varias piedras grandes. El resultado es el mismo: la ventana se rompe. De la misma manera, no importa si una persona comete un pecado pequeño o varios pecados grandes. El resultado es el mismo–la persona es culpable de quebrantar la ley de Dios. Y el Señor declara que no dejará impune al culpable (Nahum 1:3).

En segundo lugar, estos conceptos presentan una imagen antibíblica del pago que hace Dios por el pecado. En ambos casos de pecado mortal y venial, el perdón de la transgresión depende de que el ofensor haga algún tipo de restitución. En el Catolicismo Romano, esta restitución puede consistir en confesarse, hacer una oración determinada, recibir la Eucaristía u otro ritual similar. La idea básica es que para que el perdón de Cristo se aplique al infractor, éste debe realizar alguna obra, y entonces se concede el perdón. El pago y el perdón de la transgresión dependen de las acciones del ofensor.

¿Es esto lo que la Biblia enseña con respecto al pago por el pecado? La Biblia enseña claramente que el pago por el pecado no se encuentra ni se basa en las acciones del pecador. Considere las palabras de 1 Pedro 3:18, «Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu». Fíjate en la redacción: «Cristo padeció una sola vez por los pecados». Este pasaje enseña que para la persona que está creyendo en Jesucristo, todos sus pecados han sido resueltos en la cruz. Cristo murió por todos ellos. Esto incluye los pecados que el creyente cometió antes de la salvación y los que ha cometido y cometerá después de la salvación.

Colosenses 2:13 y 14 confirma este hecho: «Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, [Dios] os dio vida juntamente con él [Cristo], perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz». Dios «nos ha perdonado todas nuestras transgresiones». No sólo los pecados del pasado, sino todos ellos. Los clavó en la cruz y los quitó de en medio. Cuando Jesús, en la cruz, dijo: «Consumado es» (Juan 19:30), estaba afirmando que había cumplido todo lo necesario para conceder el perdón y la vida eterna a los que creyeran en Él. Por eso Jesús dice en Juan 3:18 que «el que cree en Él [Jesús] no es condenado». Pablo declara este hecho en Romanos 8:1: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» ¿Por qué los creyentes no son juzgados? ¿Por qué no hay condenación para los que están en Cristo Jesús? Es porque la muerte de Cristo satisfizo la justa ira de Dios contra el pecado (1 Juan 4), y ahora los que confían en Cristo no soportarán la pena de ese pecado.

Mientras que los conceptos de pecado mortal y venial ponen en manos del infractor la responsabilidad de obtener el perdón de Dios por una determinada transgresión, la Biblia enseña que en la cruz de Cristo se perdonan todos los pecados del creyente. La Biblia enseña de palabra (Gálatas 6:7 y 8) y con el ejemplo (2 Samuel 11-20) que cuando un cristiano se involucra en el pecado, puede cosechar consecuencias temporales, físicas, emocionales, mentales y/o espirituales. No obstante, el creyente nunca tiene que volver a obtener el perdón de Dios debido al pecado personal porque la Palabra de Dios declara que la ira de Dios hacia el pecado del creyente fue satisfecha completamente en la cruz.

Tercero, estos conceptos presentan una imagen antibíblica del trato que Dios tiene con Sus hijos. Claramente, según el Catolicismo Romano, una de las consecuencias de cometer un pecado mortal es que le quita la vida eterna al ofensor. Asimismo, según este concepto, Dios concederá de nuevo la vida eterna mediante el arrepentimiento y las buenas obras.

¿Acaso la Biblia enseña que una persona verdaderamente salva por Dios a través de Cristo puede perder su salvación y recuperarla? Evidentemente no lo enseña. Una vez que una persona ha puesto su fe en Cristo para perdón de pecados y vida eterna, la Biblia enseña que esa persona está eternamente segura–no puede perderse. Consideremos las palabras de Jesús en Juan 10:27-28: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano». Pensemos también en las palabras de Pablo en Romanos 8:38-39: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

Reflexionando sobre el hecho de la total satisfacción de la ira de Dios hacia nuestro pecado en la muerte de Cristo, nuestros pecados no pueden separarnos del amor de Dios. En amor, Dios decide tomar la muerte de Cristo como pago por los pecados de los creyentes y no los tiene en cuenta contra el creyente. Así, cuando el creyente comete un pecado, el perdón de Dios en Cristo ya está presente y, aunque el creyente pueda experimentar consecuencias de su propio pecado, el amor y el perdón de Dios nunca están en peligro. En Romanos 7:14-25, Pablo afirma claramente que el creyente luchará con el pecado durante toda su existencia terrenal, pero que Cristo nos salvará de este cuerpo de muerte. Y por tanto, «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). Mientras que el concepto de pecado mortal enseña que una persona puede perder su salvación a través del pecado personal, la Biblia enseña que el amor y el favor de Dios nunca se apartarán de Sus hijos.

Algunos afirman que 1 Juan 5:16-17 es una prueba del concepto de pecado mortal y venial. En ese pasaje Juan dice: «Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte». Consideramos que la «muerte» que se menciona aquí es la muerte física, no la muerte eterna en el infierno. Cuando una creyente continua en pecado sin arrepentirse, eventualmente llegara al punto en que Dios decida removerlo de este mundo. Dios a veces purifica Su iglesia removiendo a aquellos que obstinadamente lo desobedecen. El «pecado que lleva a la muerte» no resulta en la pérdida de la salvación, sino en la pérdida de la vida terrenal (ver 1 Corintios 11:30).

La gracia de Dios no sólo redime al creyente de toda acción contraria a la ley, sino que también lo guía a una vida santa y hace que sea celoso de las buenas obras. Esto no significa que el creyente nunca peque, sino que su pasión será honrar a Dios debido a la gracia de Dios obrando en la vida del creyente. El perdón y la santidad son dos lados de la misma moneda de la gracia de Dios–van juntos. Aunque a veces un creyente puede tropezar y caer en pecado–quizás hasta de una manera muy grave–el camino principal y la dirección de su vida será de santidad y pasión por Dios y Su gloria. Si uno sigue los conceptos de pecado mortal y venial, él o ella puede ser engañado a ver el pecado con una actitud frívola, pensando que él o ella puede pecar a voluntad y simplemente buscar el perdón de Dios en un momento determinado según su deseo personal. La Biblia nos enseña que el verdadero creyente nunca verá el pecado con ligereza y se esforzará, en la fortaleza de la gracia de Dios, por vivir una vida santa.

Basándonos en esta verdad bíblica, los conceptos de pecado mortal y venial no son bíblicos y deberíamos rechazarlos. En la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, el problema de nuestro pecado está completamente resuelto, y no necesitamos mirar más allá de esa asombrosa demostración del amor de Dios por nosotros. Nuestro perdón y nuestra buena relación con Dios no dependen de nosotros, ni de nuestros defectos, ni de nuestra fidelidad. El verdadero creyente debe fijar sus ojos en Jesús y vivir a la luz de todo lo que Él hizo por nosotros. El amor y la gracia de Dios son realmente asombrosos. Vivamos a la luz de la vida que tenemos en Cristo. Por el poder del Espíritu Santo, que seamos victoriosos sobre todo pecado, ya sea «mortal», «venial», intencional o no intencional.

Fuente: https://www.gotquestions.org/Espanol/pecado-mortal-venial.html

¿Cómo debería ver el socialismo un cristiano?

¿Cómo debería ver el socialismo un cristiano?

La mayoría de los filósofos a través de los siglos, han creído que la historia está formada por ideas, la búsqueda de la realidad actual, o la razón humana. Pero hay un filósofo famoso que, por el contrario, sostuvo que el factor de impulso detrás de toda la historia humana, es la economía. Carlos Marx nació de padres judíos alemanes en 1818 y recibió su doctorado a la edad de 23 años. Entonces se embarcó en una misión para probar que la identidad humana está ligada al trabajo de una persona y que los sistemas económicos controlan totalmente a la persona. Argumentando que es por su trabajo que la humanidad sobrevive, Marx creía que las comunidades humanas son creadas por la división del trabajo.

Marx estudió historia y concluyó que la sociedad por cientos de años se había basado en la agricultura. Pero en la opinión de Marx, la Revolución Industrial cambió todo eso, porque aquellos que habían trabajado libremente para sí mismos, ahora eran forzados por la economía a trabajar en fábricas. Esto, consideró Marx, les despojó de su dignidad e identidad, porque su trabajo definía quiénes eran, y ahora, eran reducidos a meros esclavos controlados por un poderoso capataz. Esta perspectiva significaba que la economía del capitalismo era el enemigo natural de Marx.

Marx dedujo que el capitalismo enfatizaba la propiedad privada, y, por lo tanto, reducía la propiedad a unos cuantos privilegiados. Dos «comunidades» separadas surgieron en la mente de Marx: los empresarios, o la burguesía; y la clase trabajadora, o el proletariado. De acuerdo a Marx, la burguesía usa y explota al proletariado con el resultado de que una persona gana lo que otra persona pierde. Además, Marx creía que los empresarios influían en los legisladores para asegurar que sus intereses se defendieran a costa de la pérdida de dignidad y los derechos de los trabajadores. Por último, Marx consideraba que la religión era el «opio de las masas» que usaban los ricos para manipular a la clase obrera; al proletariado se le promete que un día tendrán recompensas en el cielo, si se mantienen trabajando diligentemente donde Dios los haya colocado (subordinados a la burguesía).

En la utopía terrenal que Marx visualizó, la gente colectivamente es dueña de todo y todos trabajan para el bien común de la humanidad. El objetivo de Marx era terminar con la posesión de la propiedad privada a través de otorgar al estado la propiedad de todos los medios de producción económica. Una vez que la propiedad privada era abolida, Marx consideraba que esto elevaría la identidad de una persona y el muro que supuestamente el capitalismo había construido entre propietarios y clase obrera, sería derribado. Todos se valorarían unos a otros, y trabajarían juntos por una meta compartida.

Hay al menos cuatro errores en el pensamiento de Marx. En primer lugar, su afirmación de que la ganancia de una persona se produce a expensas de otra, es un mito. La estructura del capitalismo deja suficiente lugar para que todos eleven su estándar de vida, a través de la innovación y la competencia. Es absolutamente factible para varias personas competir y tener éxito en un mercado de consumidores que solicite sus bienes y servicios.

Segundo, Marx estaba equivocado en su creencia de que el valor de un producto está basado en la cantidad de trabajo que se le ha invertido. La calidad de un bien o servicio, simplemente no puede ser determinada por la cantidad de esfuerzo invertido por un trabajador. Por ejemplo, un maestro ebanista puede hacer un mueble con más rapidez y belleza de lo que pudiera hacerlo un carpintero no calificado, y por tanto su trabajo tendrá mucho más valor (y justamente) en un sistema económico como el capitalismo.

Tercero, las teorías de Marx, necesitan un gobierno que esté libre de corrupción y niegue la posibilidad de un elitismo dentro de sus filas. Si la historia nos ha enseñado algo, es que el poder corrompe a la humanidad caída, y un poder absoluto corrompe absolutamente. Una nación o gobierno puede matar la idea de Dios, pero alguien más tomará el lugar de Dios. Ese alguien es a menudo un individuo o grupo que comienza a gobernar sobre el pueblo y busca mantener su posición privilegiada a cualquier costo.

Cuarto, y el más importante, Marx estaba equivocado en que la identidad de una persona está ligada al trabajo que desempeña. Aunque la sociedad secular ciertamente impone esta creencia en casi todos, la Biblia dice que todos tienen igual valor, porque todos fueron creados a la imagen de un Dios eterno. Es ahí donde radica intrínsecamente el verdadero valor humano.

¿Tenía razón Marx? ¿Es la economía el catalizador que impulsa la historia de la humanidad? No, lo que dirige la historia de la humanidad es el Creador del universo, quien controla todo, incluyendo el ascenso y caída de cada nación. Además, Dios también controla a quien pone a cargo de cada nación, como dice la Escritura, «… para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres» (Daniel 4:17). Más aún, es Dios quien le da a una persona la habilidad en el trabajo, y la riqueza que proviene de ello, no el gobierno: «He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios» (Eclesiastés 5:18-19).

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¿Hay algo que Dios no pueda hacer?

En una noche clara, mira las estrellas en el cielo. Génesis 1 registra que Dios las creó. ¡Imagina el poder de una sola estrella! Pero no se trata sólo de un poder sin procesar. Hay inteligencia y diseño en nuestro universo hasta en la más pequeña cadena de ADN, incluso en la más pequeña partícula subatómica. El poder y la sabiduría de Dios están más allá de nuestra comprensión. Por eso el Señor le dijo a Abraham en Génesis 18:14, «¿Hay para Dios alguna cosa difícil?» Por eso el SEÑOR le dijo a Moisés cuando Moisés preguntó cómo Dios podía proveer carne a varios millones de israelitas en el desierto, «¿Es el brazo del Señor demasiado corto?» (Números 11:23). Por eso Jonatán le dijo a su paje de armas que el SEÑOR no necesitaba muchos soldados para obtener una victoria (1 Samuel 14:6).

Jeremías 32:17 afirma: «¡Ah, Señor DIOS! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti». Incluso en el reino espiritual, aquellos que parecen estar más lejos de la salvación no son imposibles de alcanzar para Él (Marcos 10:25-27). Y por muy grande que sea Su poder, Su amor y Su misericordia son igual de grandes… hasta el punto de que estuvo dispuesto a enviar a su propio Hijo a morir en la cruz del Calvario para pagar la pena de una humanidad pecadora. Hizo esto para que Él, en completa justicia, pudiera perdonar a aquellos que se alejaran de la autosuficiencia y el pecado para confiar en Cristo y en Su obra completa. Juan 3:16, un versículo familiar, afirma el gran amor de Dios: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna». Este amor no era sólo para la gente «buena» (no hay ninguna), sino para nosotros… un pueblo caído, pecador, poco amado y rebelde (Romanos 3:10-23) y, aun así, eligió llenarnos de Su amor (Romanos 5:6-10) cuando no lo merecíamos.

Lo único que Dios no puede hacer es actuar en contra de Su propio carácter y naturaleza. Por ejemplo, Tito 1:2 afirma que Él no puede mentir. Ya que Él es santo (Isaías 6:3; 1 Pedro 1:16), no puede pecar. Debido a que Él es justo, no puede simplemente pasar por alto el pecado. Debido a que Cristo pagó la pena por el pecado, ahora es capaz de perdonar a aquellos que se vuelven a Cristo (Isaías 53:1-12; Romanos 3:26).

Verdaderamente nuestro Dios es un Dios maravilloso… inmutable, eterno, ilimitado en poder, en majestad, en conocimiento, en sabiduría, en amor, en misericordia y en santidad. Sin embargo, somos muy parecidos a los israelitas que, incluso después de ver a Dios desplegar Su poder y Su amor reiteradamente, dudaron tanto de Su amor como de Su poder al enfrentarse cara a cara en cada nueva prueba de sus vidas (por ejemplo, Números 13-14). Que Dios nos ayude a honrarlo al depender y confiar en Él en la próxima «crisis» que enfrentemos, ya que Él es «nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmo 46:1).

¿Qué es teología cristiana?

La palabra «teología» proviene de dos palabras griegas que significa «Dios» y «palabra». Al combinarlas, la palabra «teología» significa «el estudio de Dios». La teología cristiana es el estudio de lo que la biblia enseña y lo que los cristianos creen. Muchos creyentes consideran la teología cristiana como algo que trae división, o algo que hay que evitar. ¡En realidad, la teología cristiana debería unir! La palabra de Dios enseña la verdad y debemos estar unidos tras esa verdad. Sí, hay desacuerdos y disputas en la teología cristiana. Sí, hay libertad para discrepar sobre aspectos que no son importantes de la teología cristiana. Por otra parte, hay muchas cosas en las cuales los cristianos deberían estar unidos. Una teología cristiana basada en la biblia nos permitirá comprender mejor a Dios, la salvación y nuestra misión en este mundo.

Para algunos, la palabra «teólogo» evoca imágenes de ancianos malhumorados examinando minuciosamente polvorientos volúmenes de textos antiguos en habitaciones con muy poca luz, estudiando cosas que están completamente lejos de la vida real. Nada podría estar más lejos de la verdad. Segunda Timoteo 3:16-17 nos dice que toda la escritura es inspirada por Dios, literalmente fue hablada por Dios, y es indispensable para nosotros porque nos hace completos y sin faltarnos absolutamente nada. Ser un teólogo, es ser uno que busca el rostro de Dios para encontrar al creador del universo y a su hijo Jesucristo, y abrazarlo como el señor de nuestras vidas, de modo que él se convierta en el centro de nuestros deseos, afectos y conocimiento. Esta intimidad se extiende a todos los aspectos de nuestras vidas, estremeciéndonos con sus bendiciones, consolándonos en tiempos de pérdida, fortaleciéndonos en nuestras debilidades y sosteniéndonos hasta el fin de nuestras vidas cuando lo veamos cara a cara. La escritura es la historia de Dios, y entre más estudiemos su palabra, mejor le vamos a conocer.

A continuación se presentan las diferentes categorías de la teología cristiana. El entender lo que la biblia dice acerca de las diferentes áreas de la teología cristiana, es clave para el crecimiento espiritual y la efectividad en la vida cristiana.

Teología propiamente dicha / Paterology – el estudio de Dios el padre.

Cristología – el estudio de la persona y la obra de Jesucristo.

Pneumatología – el estudio de la persona y la obra del Espíritu Santo.

Bibliología – el estudio de la palabra de Dios.

Soteriología – el estudio de la salvación a través de Jesucristo.

Antropología cristiana – el estudio de la naturaleza de la humanidad.

Hamartiología – el estudio de la naturaleza y los efectos del pecado.

Angelología – el estudio de los ángeles.

La demonología cristiana – el estudio de los demonios.

Eclesiología – el estudio de la naturaleza y la misión de la iglesia.

Escatología – el estudio de los tiempos finales / los últimos días.

GotQuestion.org es un ministerio de siervos voluntarios dedicados y preparados, que tienen el deseo de asistir a otros en su entendimiento de Dios, la Escritura, la salvación y otros tópicos espirituales. Somos cristianos protestantes, conservadores, evangélicos, fundamentalistas y sin denominación. Nos consideramos como un ministerio paralelo al de la iglesia, trabajando hombro con hombro con la iglesia para ayudar a la gente a encontrar respuestas a sus preguntas de índole espiritual.

Yo soy un católico, ¿por qué debo considerar el convertirme en cristiano?

Primero, por favor comprende que no intentamos ofenderte en la redacción de esta pregunta. Verdaderamente recibimos preguntas de católicos, tales como; “¿Cuál es la diferencia entre católicos y cristianos?” En conversaciones cara a cara con católicos, literalmente hemos escuchado, “Yo no soy cristiano, soy católico” Para muchos católicos, el término “cristiano” y “protestante” son sinónimos. Con todo lo expuesto, el intento de este artículo es que los católicos estudien lo que dice la Biblia acerca de ser un cristiano, y quizás consideren que la fe católica no es la mejor representación de lo que describe la Biblia.

La diferencia clave entre católicos y cristianos es la visión que se tiene de la Biblia. Los católicos ven la autoridad de la Biblia al mismo nivel de la autoridad de la Iglesia y la tradición. Los cristianos ven la Biblia como la suprema autoridad para la fe y la práctica. La pregunta es, ¿cómo se presenta la Biblia a sí misma? 2 Timoteo 3:16-17 nos dice, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” La Escritura, por sí misma, es suficiente para que el cristiano sea enteramente preparado para toda buena obra. Este texto nos dice que la Escritura no es “solo el principio”, o “solo las bases”, o el “cimiento para una más completa tradición eclesiástica.” Por el contrario, la Escritura es perfecta y totalmente suficiente para todo en la vida cristiana. La Escritura puede enseñarnos, reprendernos, corregirnos, entrenarnos, y equiparnos. Los cristianos bíblicos no niegan el valor de las tradiciones de la iglesia. Más bien, los cristianos sostienen que para que una tradición de la iglesia sea válida, debe estar basada en una clara enseñanza de la Escritura, así como estar en concordancia con la misma. Amigo católico, estudia la Palabra de Dios por ti mismo. En la Palabra de Dios encontrarás la descripción y la intención de Dios para Su iglesia. 2 Timoteo 2:15 dice, “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.”

Una segunda diferencia clave entre católicos y “cristianos bíblicos” es el entendimiento de la manera en que podemos aproximarnos a Dios. Los católicos tienden a aproximarse a Dios a través de intermediarios, tales como María o los santos. Los cristianos se aproximan a Dios directamente, ofreciendo oraciones a nadie más que a Dios mismo. La Biblia proclama que nosotros podemos aproximarnos al trono de Gracia de Dios confiadamente (Hebreos 4:16). La Biblia es perfectamente clara en que Dios desea que le oremos a Él, que tengamos comunicación con Él, que le pidamos a Él las cosas que necesitamos (Filipenses 4:6; Mateo 7:7-8; 1 Juan 5:14-15). No hay necesidad de mediadores o intermediarios, porque Cristo es nuestro único y solo mediador (1 Timoteo 2:5), y tanto Cristo como el Espíritu Santo, están ya intercediendo a nuestro favor (Romanos 8:26-27; Hebreos 7:25). Amigo católico, Dios te ama íntimamente y ha provisto una puerta abierta para una comunicación directa a través de Jesucristo.

La diferencia más crucial entre católicos y “cristianos bíblicos” está en el tema de la salvación. Los católicos ven la salvación casi enteramente como un proceso, mientras que los cristianos ven la salvación de dos formas; como un estado y un proceso. Los católicos se ven a sí mismos como “siendo salvados”, mientras que los cristianos se ven a sí mismos como “habiendo sido salvados”. 1 Corintios 1:2 nos dice, “… a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…” Las palabras “santificados” y “santos” vienen de la misma raíz griega. Este verso establece ambas cosas, que los cristianos son santificados y llamados a ser santos. La Biblia presenta la salvación como un regalo que es recibido al momento en que una persona pone su fe en Jesucristo como su Salvador (Juan 3:16). Cuando una persona recibe a Cristo como Salvador, él / ella es justificada, (declarada justa – (Romanos 5:9), redimida (rescatada de la esclavitud del pecado – 1 Pedro 1:18), reconciliada, (logrando la paz con Dios – Romanos 5:1), santificada (puesta aparte para los propósitos de Dios – 1 Corintios 6:11), y renacida como una nueva creación (1 Pedro 1:23; 2 Corintios 5:17). Cada una de estas características son hechos consumados que son recibidos al momento de la salvación. Los cristianos son entonces llamados a vivir y practicar (llamados a ser santos), lo que ya es una realidad, posicionalmente (santificados).

El punto de vista católico es que la salvación se recibe por fe, pero entonces ésta debe ser “mantenida” por buenas obras y participación en los Sacramentos. Los cristianos bíblicos no niegan la importancia de las buenas obras o que Cristo nos llama a observar las ordenanzas en memoria de Él y en obediencia a Él. La diferencia es que el punto de vista cristiano es que estas cosas son el resultado de la salvación, y no un requerimiento para la salvación, o un medio para mantener la salvación. La salvación es una obra completa, comprada por el sacrificio expiatorio de Jesucristo (1 Juan 2:2). Como resultado, todos nuestros pecados son perdonados y se nos promete la vida eterna en el cielo, al momento en que recibimos el regalo que Dios nos ofrece – la salvación a través de Jesucristo (Juan 3:16).

Amigo católico, ¿deseas esta “salvación tan grande” (Hebreos 2:6)? Si es así, todo lo que debes hacer es recibirla (Juan 1:12), a través de la fe (Romanos 5:1). Dios nos ama y nos ofrece la salvación como un regalo (Juan 3:16). Si recibimos Su gracia, por fe, tenemos la salvación como nuestra eterna posesión (Efesios 2:8-9). Una vez salvados, nada podrá separarnos de Su amor (Romanos 8:38-39). Nada puede arrebatarnos de Su mano (Juan 10:28-29). Si deseas esta salvación, si deseas obtener el perdón de todos tus pecados, si deseas tener la seguridad de tu salvación, si deseas tener acceso directo al Dios que te ama – recíbela y es tuya.

Esta es la salvación por la que Jesús murió para concedérnosla y la que Dios ofrece como un regalo.

Monergismo vs. sinergismo ¿Cuál doctrina es la correcta?

Este tema ha sido intensamente debatido dentro de la iglesia por siglos.

No es exagerado decir que este debate concierne la esencia misma del Evangelio. Primero, vamos a definir los dos términos. Cuando hablamos de monergismo vs. sinergismo, teológicamente hablando, estamos hablando acerca de quién realiza nuestra salvación. El monergismo, que proviene de una palabra griega compuesta que significa “trabajar solo”, es la creencia de que solo Dios efectúa nuestra salvación. Esta doctrina es sostenida primeramente por las tradiciones calvinistas y reformistas y están estrechamente unidas a lo que se conoce como las “doctrinas de la gracia”. El sinergismo, que también proviene de una palabra griega compuesta, significa “trabajar juntos”, y es la creencia de que Dios trabaja junto con nosotros para efectuar la salvación. Mientras que el monergismo está estrechamente asociado con Juan Calvino, el sinergismo está asociado con Jacob Arminio, y sus opiniones han influido grandemente en el panorama evangélico moderno. Calvino y Arminio no son los creadores de estos puntos de vista, pero son los proponentes más conocidos del Calvinismo y el Arminianismo.

Estas dos posturas fueron fuertemente debatidas a principios del siglo XVII, cuando los seguidores de Arminio publicaron Los Cinco Artículos de la Reconvención (FAR – por sus siglas en inglés), un documento que declara en qué parte su teología difiere de la de Calvino y sus seguidores. El punto crucial en este debate, está entre la doctrina calvinista de la elección incondicional, contra la doctrina arminiana de la elección condicional. Si uno cree que la elección es incondicional, entonces uno se inclinará a la doctrina monergística de la salvación. Por el contrario, si uno sostiene que la elección está basada en el conocimiento previo de Dios de quién va a creer en Él, entonces uno se inclinará hacia la perspectiva sinergista.

El punto de vista de una elección incondicional se establece en la Confesión de Fe de Westminster, “A aquellos que Dios ha predestinado para vida, desde antes que fuesen puestos los fundamentos del mundo, conforme a su eterno e inmutable propósito y al consejo y beneplácito secreto de su propia voluntad, los ha escogido en Cristo para la gloria eterna. Dios los ha predestinado por su libre gracia y puro amor, sin previsión de su fe o buenas obras, de su perseverancia en ellas o de cualquiera otra cosa en la criatura como condiciones o causas que le muevan a predestinarlos; y lo ha hecho todo para alabanza de su gloriosa gracia” (CFW III.5, énfasis añadido). Como podemos ver, la elección incondicional enseña que la decisión de Dios de los elegidos, está basada en el beneplácito de Su voluntad y nada más. Además, Su opción en la elección, no se basa en Su presciencia de la fe de una persona o de alguna buena obra, o de la perseverancia de esa persona en la fe o en buenas obras.

Hay dos pasajes bíblicos clásicos que apoyan esta doctrina. El primero es Efesios 1:4-5, “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”. De acuerdo con este pasaje, fuimos elegidos por Dios para estar en Cristo – santos y sin mancha – antes de la creación del mundo, y esta elección estaba basada en “el puro afecto de su voluntad”. El otro pasaje es Romanos 9:16, “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. La elección de Dios no depende de nada de lo que hagamos o creamos, sino que se hace únicamente a discreción de la misericordia de Dios.

La esencia del calvinismo, y el argumento monergístico, es que Dios está en el negocio de salvar realmente a las personas y no solo hacer que se salven. Puesto que toda la gente nace en pecado, y por su naturaleza caída (total depravación), ellos siempre rechazarán a Dios; Él debe actuar salvando a los elegidos sin ninguna condición previa de parte de ellos, como la fe. A fin de otorgar las bendiciones de salvación y vida eterna a los elegidos, Dios debe primero expiar sus culpas (expiación limitada). Entonces, esta gracia y salvación se debe aplicar a los elegidos, y así, el Espíritu Santo aplica los efectos de la salvación a los elegidos, por medio de la regeneración de sus espíritus y llevándolos a la salvación (gracia irresistible). Finalmente, aquellos a quien Dios ha salvado, Él los preservará hasta el final (perseverancia de los santos). De principio a fin, la salvación (en todos sus aspectos) es una obra de Dios, y solo de Dios – ¡monergismo! El punto es que textualmente la gente está siendo salvada – los elegidos. Considera Romanos 8:28-30. En este pasaje, vemos que hay un grupo de gente a quienes Dios llama “… conforme a su propósito”. Estas personas son identificadas como “los que aman a Dios”. Estas personas también son aquellas que en los vv. 29-30 son conocidas de antemano, predestinadas, llamadas, justificadas y glorificadas. Es Dios quien está moviendo a este grupo de gente (los que aman a Dios, los elegidos) desde el conocimiento previo a la glorificación, y ninguno se pierde en el camino.

En apoyo al argumento sinergístico, volvamos nuestra atención a los Cinco Artículos de la Reconvención: “Que Dios, por un eterno e inmutable propósito en Jesucristo Su Hijo, antes de la fundación del mundo, ha determinado, que de la raza caída de hombres pecadores, salvaría en Cristo, por amor a Cristo, y a través de Cristo, a quienes, a través de la gracia del Espíritu Santo, han de creer en éste Su hijo Jesús, y han de perseverar en esta fe y obediencia de la fe, a través de esta gracia, incluso hasta el final; y, por otra parte, dejar al incorregible e incrédulo en el pecado y bajo la ira, y condenarlos como alejados de Cristo, según la palabra del Evangelio en Juan 3:36: ‘El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él’. Y también de acuerdo a otros pasajes de la Escritura” (CAR, Artículo I, énfasis añadido). Aquí vemos que la salvación es condicional a la fe y perseverancia del individuo. Lo que hace la elección condicional, es colocar el factor determinante de nuestra salvación directamente sobre nosotros, en nuestra capacidad de elegir a Jesús y permanecer en Él. Ahora, los arminianos afirmarán que nuestra capacidad de elegir a Jesús es el resultado de una gracia universal que Dios da primeramente a todas las personas, que compensa los efectos de la caída, y le permite al hombre decidir aceptar o rechazar a Cristo. En otras palabras, Dios debe hacer algo incluso para posibilitar la elección de la salvación, pero al final es nuestra elección la que nos salva. La referencia bíblica que proporciona el Artículo I, ciertamente afirma que aquellos que creen tienen vida eterna y quienes se resisten a creer no tienen vida eterna, así que parecería que hay algún apoyo bíblico para esta doctrina. Por tanto, el argumento sinergista asegura que Dios hace posible la salvación, pero es nuestra elección la que la hace efectiva.

Así que, mientras que el monergismo asegura que Dios es una condición necesaria y suficiente para nuestra salvación, el sinergismo estará de acuerdo en que Dios es una condición necesaria, pero negará Su suficiencia. Nuestro libre albedrío más la actividad de Dios es lo que la hace suficiente. Lógicamente hablando, debemos ser capaces de ver el error en el argumento sinergista – que realmente Dios no salva a nadie. Esto coloca la responsabilidad de la salvación en nosotros, porque somos nosotros quienes tenemos que hacer realidad esa salvación al poner nuestra fe en Cristo. Si Dios realmente no salva a nadie, entonces es posible que nadie vaya a salvarse. Si Dios verdaderamente no salva a nadie, ¿cómo podemos explicar pasajes tan poderosos como Romanos 8:28-30? Todos los verbos griegos en ese pasaje son ariosto/indicativo, significando que la acción ahí descrita está completa; no hay ninguna potencialidad implicada en este pasaje. Desde la perspectiva de Dios, la salvación ha sido efectuada. Más adelante, el Artículo IV de la Reconvención dice que la gracia de Dios es resistible, y el Artículo V afirma que aquellos que han elegido la gracia de Dios, también pueden caer de esa gracia y “regresar a este mundo impío” convirtiéndose en “desprovistos de la gracia”. Esta postura contradice la clara enseñanza de la Escritura respecto a la seguridad eterna del creyente.

Si ese es el caso, ¿cómo entonces respondemos al apoyo bíblico de la elección condicional (cfr. Juan 3:36)? No se niega que la fe sea necesaria para hacer la salvación “efectiva” en nuestra vida, pero ¿qué lugar tiene la fe en el orden de la salvación? (Ordo Salutis)? Nuevamente, si consideramos Romanos 8:29-30, vemos una progresión lógica de la salvación. La justificación, que normalmente se ve cuando consideramos la salvación por fe, es la cuarta en esa lista, precedida por el conocimiento previo, la predestinación y el llamamiento. Ahora, el llamado puede dividirse en lo siguiente: regeneración, evangelismo, fe y arrepentimiento. En otras palabras, el “llamado” (referido como “llamado eficaz” por los teólogos reformados), primero debe incluir haber nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo (Juan 3:3). Después viene la predicación del Evangelio (Romanos 10:14-17), seguido por la fe y el arrepentimiento. Sin embargo, antes de que cualquiera de esto ocurra, lógicamente debe estar precedido por el conocimiento previo y la predestinación.

Esto nos trae a la pregunta de la presciencia. Los arminianos afirmarán que la presciencia se refiere a que Dios conoce la fe de los elegidos. Si ese es el caso, entonces la elección de Dios ya no está basada en el “puro afecto de su voluntad,” sino más bien en nuestra disposición de haberlo elegido, independientemente de nuestra condición caída, la cual, de acuerdo a Romanos 8:7 es hostil hacia Dios, e incapaz de hacerlo. La visión arminiana de la presciencia también contradice la clara enseñanza de los pasajes arriba mencionados en apoyo a la elección incondicional (Efesios 1:4-5 y Romanos 9:16). Este punto de vista esencialmente le roba a Dios Su soberanía y coloca la responsabilidad de la salvación directamente sobre los hombros de las criaturas que son totalmente incapaces de salvarse a sí mismas.

En conclusión, el peso de la evidencia lógica y el peso de la evidencia bíblica, apoya la creencia monergística de la salvación – Dios es el autor y consumador de nuestra salvación (Hebreos 12:2). “Aquel que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6). El monergismo no solo tiene un profundo impacto en la forma en que uno ve la salvación, sino también el evangelismo. Si la salvación está basada únicamente en la gracia salvadora de Dios, entonces no hay razón para que nos gloriemos, y toda la gloria le pertenece únicamente a Él (Efesios 2:8-9). Además, si Dios realmente salva a la gente, entonces nuestros esfuerzos evangelísticos deben dar fruto, porque Dios ha prometido salvar a los elegidos. ¡El monergismo es sinónimo de dar mayor gloria a Dios!

¿Por qué mueren las personas?

¿Por qué mueren las personas?

Las personas mueren a causa de lo que se denomina el «pecado original», es decir la desobediencia de Adán y Eva en el jardín del Edén. Dios había advertido a la primera pareja que si transgredían su ley, esto resultaría en su muerte (Génesis 2:17), y eso fue lo que sucedió. «La paga del pecado es muerte» (Romanos 6:23a).

Adán y Eva fueron estaban destinados a habitar con Dios para siempre, así que probablemente ni siquiera sabían lo que significaba «morir». Desafortunadamente, en algún momento de la eternidad pasada, el pecado invadió el reino celestial de los ángeles, y Satanás tentó a Eva y ella cayó en pecado. Eva dio el fruto a su esposo, y él la siguió en el pecado. Ese pecado trajo la muerte al mundo, mientras que la humanidad se separaba de la fuente de la vida.

Desde ese momento, cada ser humano producido por una mujer con la ayuda de un hombre, ha producido hijos en pecado. Esta naturaleza pecaminosa trae consigo la muerte. «Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Romanos 5:12).

Génesis 3 describe la maldición que Dios proclamó sobre el mundo. La maldición incluyó estas palabras para Adán: «hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás» (Génesis 3:19). La muerte física del cuerpo es de lo que Dios habló aquí. La muerte física no ocurrió inmediatamente para Adán y Eva, pero, a causa de su pecado, los animales inocentes murieron (Génesis 3:21).

La muerte espiritual fue el otro tipo de muerte que el pecado de Adán y Eva trajo; sus espíritus fueron separados del Espíritu de Dios; su relación estaba rota. Esta muerte espiritual se produjo inmediatamente después de que comieron el fruto prohibido, y esto produjo temor y vergüenza (Génesis 3:10). La muerte espiritual, al igual que la muerte física, se transmitió a sus descendientes (Efesios 2:1).

Desde Adán, la raza humana ha trabajado bajo «la ley del pecado y de la muerte» (Romanos 8:2). Dios, en su bondad, envió a su hijo para abolir la ley del pecado y de la muerte, y para establecer «la ley del Espíritu que da vida» (Romanos 8:2). 1Corintios 15:20-26 dice, «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados…Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte».

¿Qué es la gloria de Dios?

La gloria de Dios es la belleza de Su espíritu. No es una belleza estética o material, sino una belleza que emana de Su carácter, de todo lo que Él es. Santiago 1:10 hace un llamado al hombre rico para que se “gloríe en su humillación,” indicando una gloria que no tiene que ver con la riqueza, el poder o la belleza material. Esta gloria puede coronar a un hombre o llenar la tierra. Es vista dentro de un hombre y en la tierra, pero no es de ellos; es de Dios. La gloria del hombre es la belleza del espíritu del hombre, la cual es falible y eventualmente pasajera, y por lo tanto es humillación – como lo dice el verso. Pero la gloria de Dios, la cual es manifiesta en el conjunto de todos Sus atributos, jamás se desvanece. Es eterna.

Isaías 43:7 dice que Dios nos creó para Su gloria. En contexto con otros versos, puede decirse que el hombre “glorifica” a Dios porque a través del hombre, la gloria de Dios puede ser vista en cosas tales como el amor, la música, el heroísmo, etc. – cosas pertenecientes a Dios que nosotros llevamos en “vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Somos los vasos que “contienen” Su gloria. Todas las cosas que somos capaces de hacer y de ser, encuentran su fuente en Él. Dios interactúa con la naturaleza de la misma manera. La naturaleza exhibe Su gloria. Su gloria es revelada en la mente del hombre a través del mundo material en muchas formas, y con frecuencia de diferentes maneras para diferentes personas. Una persona puede quedar cautivada por la vista de las montañas, y otra persona puede amar la belleza del mar. Pero quién está detrás de ambos (la gloria de Dios) le habla a ambas personas y las conecta con Dios. De esta manera, Dios es capaz de revelarse a Sí mismo a todos los hombres, sin importar su raza, herencia o lugar. Como dice el Salmo 19:1-4. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.”

El Salmo 73:24 llama “gloria” al mismo cielo. Solía ser común escuchar a los cristianos hablar de la muerte como ser “recibido en la gloria,” la cual es una frase tomada de este Salmo. Cuando el cristiano muere, él será llevado a la presencia de Dios, y en Su presencia estará naturalmente rodeado por la gloria de Dios. Seremos llevados al lugar donde literalmente reside la belleza de Dios – la belleza de Su Espíritu estará allí, porque Él estará allí. Nuevamente, la belleza de Su Espíritu (o la esencia de Quien Es Él) es Su “gloria.” En ese lugar, Su gloria no necesitará venir a través del hombre o la naturaleza, en vez de ello será vista claramente, así como lo dice 1 Corintios 13:12, “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.”

En el sentido terrenal/humano, la gloria es una belleza o vitalidad que descansa sobre lo material de la tierra (Salmo 37:20, Salmo 49:17), y en ese sentido, es pasajera. Pero la razón de su desvanecimiento es porque las cosas materiales no perduran. Éstas se marchitan y mueren, porque la gloria que se encuentra en ellas pertenece a Dios, y vuelve a Él cuando el deterioro o la muerte se adueñan de lo material. Piensa en el hombre rico que mencionamos antes. Los versos dicen, “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación, pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.” ¿Qué significa esto? El verso está advirtiendo al hombre rico, que se dé cuenta que su riqueza, poder y belleza proceden de Dios, y que se humille al recapacitar en que es Dios quien hizo lo que él es, y le dio todo cuanto tiene. Y el estar consciente de que él perecerá como la hierba, lo traerá a la conclusión de que la gloria procede de Dios. Que Dios es la fuente, el manantial de donde emanan todas las pequeñas glorias.

Puesto que la gloria procede de Dios, Él no permitirá establecer la afirmación de que la gloria proviene del hombre, o de los ídolos del hombre, o de la naturaleza. En Isaías 42:8, vemos un ejemplo del celo de Dios por Su gloria. Este celo por Su propia gloria es de lo que Pablo está hablando en Romanos 1:21 cuando habla sobre las maneras en las que la gente adora a la criatura en vez de al Creador. En otras palabras, ellos miran al objeto a través del cual procede la gloria de Dios, y en vez de dar a Dios el crédito por ello, ellos adoran a ese animal, o árbol u hombre como si la belleza que poseyeran se hubiera originado dentro de ellos. Este es el corazón mismo de la idolatría y es un hecho muy común. Todo aquel que haya vivido, ha cometido este error en uno u otro momento. Todos nosotros hemos “cambiado” la gloria de Dios a favor de la “gloria del hombre.”

Este es el error que mucha gente continúa haciendo: confiando en cosas terrenales, en relaciones terrenales, en sus propios poderes, talentos o belleza, o en la bondad que ven en otros. Pero cuando estas cosas se desvanecen y caen como lo harán inevitablemente (siendo sólo contenedores temporales de la gloria mayor), esta gente cae en la desesperación. Lo que todos necesitamos considerar es que la gloria de Dios es constante, y que los que viajamos a través de la vida, la veremos manifestada aquí y allá, en esta persona, o ese bosque, o en una historia de amor o heroísmo, ficticia o no, o en nuestras propias vidas. Pero al final, todo eso regresa a Dios. Y el único camino a Dios es a través de Su Hijo, Jesucristo. Es en Él donde encontraremos la fuente misma de toda la belleza en el cielo, si estamos en Cristo. Nada será una pérdida para nosotros. Todas esas cosas que se desvanecieron en la vida, las encontraremos nuevamente en Él.

¿Qué es el misticismo cristiano?

¿Qué es el misticismo cristiano?

El misticismo cristiano es una palabra difícil de definir. A veces se piensa como en la práctica del conocimiento experiencial de Dios. El término también puede aplicarse al misterio de la eucaristía en el catolicismo romano, así como los supuestos significados ocultos de las escrituras, como en el gnosticismo. La biblia no tiene significados ocultos, ni los elementos de la comunión se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo. Si bien es cierto que los cristianos experimentan a Dios, el misticismo cristiano tiende a elevar el conocimiento experiencial y deleitarse en lo misterioso, centrándose en la mística para el crecimiento espiritual. El cristianismo bíblico se centra en conocer a Dios por medio de Su palabra (la biblia) y la comunión con el Espíritu Santo a través de la oración. El misticismo tiende a ser una práctica individual y subjetiva, mientras que el cristianismo bíblico es una relación particular con Dios y una relación que necesariamente se vive en comunidad. No existe tal cosa como la de un cristiano solitario. No todo lo que se podría considerar «misticismo cristiano» es malo, pero en gran parte es, y un enfoque en el misticismo sin duda puede conducir al error.

El misticismo se puede encontrar en muchas religiones. A menudo involucra el ascetismo de alguna clase y busca la unión con Dios. Es verdad que uno quiere acercarse a Dios, pero la unión mística con Dios es diferente del tipo de intimidad con Dios, a la que están llamados los cristianos. El misticismo tiende a buscar la experiencia y a veces se ve como secreto o elitista. Los cristianos son conscientes y se involucran en las realidades espirituales (Efesios 1:3; 6:10-19) y el cristianismo bíblico comprende la experiencia espiritual, pero la intimidad con Dios está destinada para todos los cristianos y no está velada por cualquier clase de práctica misteriosa. Acercarse a Dios no es nada misterioso o elitista, sino que implica cosas como la oración regular, el estudio de la palabra de Dios, adorar a Dios, y tener comunión con otros creyentes. Nuestros esfuerzos palidecen en comparación con la obra que Dios mismo hace en nosotros. De hecho, nuestros esfuerzos son más una respuesta a Su obra y no algo que se origina en nosotros.

Los cristianos tienen lo que podrían considerarse experiencias místicas. Cuando aceptamos a Jesús como Salvador, el Espíritu Santo habita en nosotros. El Espíritu Santo nos transforma y nos permite vivir el llamado de Dios. A menudo, un cristiano lleno del Espíritu Santo, demostrará gran sabiduría, fe o discernimiento espiritual. Un cristiano lleno del Espíritu Santo también demostrará cosas como el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe y dominio propio (Gálatas 5:22-23). El Espíritu Santo ayuda a que los creyentes entiendan la verdad y la vivan (1 Corintios 2:13-16). Este no es el resultado de prácticas místicas, sino una señal de la permanencia del Espíritu Santo obrando en nosotros. La segunda carta a los Corintios 3:18 habla acerca de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas: «Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor».

El movimiento carismático, con su énfasis en sueños y visiones, sentimientos y experiencias, y la nueva revelación, es una forma de misticismo cristiano. Ya que tenemos toda la palabra de Dios, no estamos llamados a buscar sueños, visiones o revelación extra de parte de Dios. Aunque es posible que hoy en día Dios se revele a sí mismo en sueños y visiones, debemos tener cuidado de la naturaleza subjetiva de los sentimientos e impresiones espirituales.

Es importante recordar que cualquier cosa que un cristiano experimente debe alinearse con la verdad de la biblia. Dios no se contradice a sí mismo. Él no es el autor de la confusión (1 Corintios 14:33). Dios ciertamente está más allá de nuestra comprensión, y hay mucho respecto a Él que es misterioso. Sin embargo, Él se nos ha revelado. En lugar de buscar experiencias místicas, debemos involucrarnos en las cosas que Dios nos ha revelado (Deuteronomio 29:29). Efesios 1:3-14 habla de las bendiciones espirituales en Cristo. En parte, este pasaje dice, «dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra» (v. 9-10). Dios ha revelado el misterio y nos invita a caminar fielmente en Sus caminos mientras completa Su plan (Juan 15:1-17; Filipenses 3:20-21; 2 Corintios 5:16-21).

Segunda de Pedro 1:3-8 resume muy bien nuestro llamado: «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo». Hay misterio, sin embargo, la manera en la que estamos llamados a vivir no es nada misterioso. Estudie la palabra, busque honrar a Dios y permita que Su Espíritu Santo obre dentro de usted.

¿Qué dice la Biblia acerca de la depresión?

¿Qué dice la Biblia acerca de la depresión?

¿Cómo puede un cristiano vencer la depresión?

La depresión es un padecimiento que se ha propagado grandemente afectando a millones de personas, tanto a cristianos como a no cristianos. Quienes sufren de depresión pueden experimentar intensos sentimientos de tristeza, ira, desesperanza, fatiga y una variedad de otros síntomas. Pueden empezar a sentirse inútiles y aún pensar en el suicidio, perdiendo interés en cosas y personas con las que antes disfrutaban. Con frecuencia la depresión es provocada por las circunstancias de la vida, tales como la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, el divorcio o problemas psicológicos como el abuso o la baja autoestima.

La biblia nos dice que estemos llenos de gozo y alabanza (Filipenses 4:4; Romanos 15:11), así que aparentemente Dios propone que vivamos vidas con gozo. Esto no es fácil para alguien que atraviesa por una situación depresiva, pero ésta puede mejorar a través de los dones de Dios en la oración, estudios bíblicos y su aplicación, grupos de apoyo, compañerismo con otros creyentes, confesión, perdón y consejería. Debemos hacer un esfuerzo consciente para no estar absortos en nosotros mismos, sino más bien dirigir nuestros esfuerzos al exterior. Los sentimientos de depresión con frecuencia pueden resolverse cuando el que sufre quita la atención de sí mismo y la pone en Cristo y los demás.

La depresión clínica es una condición física que debe ser diagnosticada por un médico especialista. Puede que no sea causada por circunstancias desafortunadas de la vida, ni los síntomas pueden ser aliviados por voluntad propia. Contrariamente a lo que algunos creen en la comunidad cristiana, la depresión clínica no siempre es causada por el pecado. En ocasiones la depresión puede ser un desorden que necesita ser tratado con medicamentos y/o consejería. Desde luego, Dios es capaz de curar cualquier enfermedad o desorden; sin embargo, en algunos casos, el consultar a un doctor por una depresión, no es distinto a ir a un médico por una herida.

Hay algunas cosas que pueden hacer quienes sufren de depresión, para aliviar su ansiedad. Deben asegurarse de estar firmes en la Palabra, aún cuando no sientan deseos de hacerlo. Las emociones pueden desviarnos, pero la Palabra de Dios permanece firme e inmutable. Debemos mantener firme también nuestra fe en Dios, y acercarnos aún más a Él cuando pasemos por tribulaciones y tentaciones. La biblia nos dice que Dios nunca permitirá en nuestras vidas, aquellas tentaciones que estén más allá de nuestra capacidad para manejarlas (1 Corintios 10:13). Aunque el estar deprimido no es pecado, el cristiano sí es responsable de la manera cómo responda a la aflicción, incluyendo el obtener la ayuda profesional que necesite. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios por medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre” (Hebreos 13:15).