Viviendo como una iglesia – Clase 11: El servicio

Viviendo como una iglesia

Clase 11: El servicio

Serie:Viviendo como una Iglesia

  1. Introducción
    El día de hoy, pasamos al tema del servicio en la iglesia. Con servicio, me refiero a invertir tu tiempo, tus dones, tus recursos, tu energía y todo lo que tienes por el bien de la iglesia. El servicio de Cristo para con nosotros es el ejemplo de esto. Marcos 10:45: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».

Ahora Jesús nos llama a tomar nuestra cruz y seguirle. Nuestro servicio a otros entonces debería ser el resultado del derroche de amor de nuestros corazones por el amor que Dios nos ha demostrado en Cristo. Eso es lo que desencadena el ministerio; un derroche de gozo cuando comprendemos la increíble misericordia que Cristo nos has mostrado.

Hoy consideraremos cómo Dios nos ha llamado a servirnos unos a otros en la iglesia a través de nuestros diversos dones, y cómo ese servicio contribuye a la unidad en el cuerpo. Esta unidad es una parte importante de nuestro testimonio: ¡Una comunidad llena de personas que se sirven gozosamente debe sobresalir en nuestro mundo! Comenzaremos con una teología del servicio, y luego estudiaremos cuatro formas en las que el servicio puede contribuir a la unidad. En el camino, haré una pausa y reflexionaremos en las diferentes formas en las que el servicio puede malinterpretarse y fracasar en glorificar a Dios. Mi esperanza es que nuestra discusión esta mañana nos aliente a servirnos más y más para la gloria de Dios y por nuestro bien.

  1. Una teología del servicio
    Permíteme comenzar describiendo una teología del servicio que vemos en diferentes pasajes de la Escritura, y empezaremos viendo un pasaje en 1 Pedro 4:10, leemos: «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». Y luego en el versículo 11, leemos: «Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo».

Estos dos versículos en 1 Pedro son como una especie de resumen acerca de la teología del servicio o del ministerio dentro de la iglesia, y contiene cinco simples, pero importantes puntos: (1) cada cristiano ha recibido un don (esto no es solo algo para el liderazgo y el personal de la iglesia mientras que el resto observa pasivamente); (2) el don es resultado de la gracia de Dios; (3) somos responsables de usar ese don; (4) debemos usarlo por el bien de los demás y para la gloria de Dios; y (5) debemos servir conforme al poder de Dios. Por tanto, como cristiano, hay una manifestación especial de la gracia de Dios en la que puedes edificar a otros en la fe, y glorificar a Dios.

¿Cuál es el propósito de tu servicio? En Efesios 4:12, Pablo dice que estos dones son dados «a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios». Lo que Pablo está enfatizando aquí es la meta de fortalecer todo el cuerpo, no solo las partes. Debemos ministrarnos unos a otros no solo con la idea de ayudarnos a crecer mutuamente, sino también de que todo el cuerpo crezca en unidad. Dios nos da dones a todos, de acuerdo con su gracia, para ser ejercidos en su poder, no principalmente como un medio de realización para cada uno de nosotros como individuos, sino para el crecimiento de su iglesia, para que podamos crecer en unidad. Ese será nuestro enfoque el día de hoy.

Y ese es también nuestro primer punto de cómo podemos servir erróneamente. La persona que se siente con derecho a servir únicamente de la manera en que siente que ha sido dotada, y que teme no poder «realizarse» como cristiano si no sirve de esa forma, ha malinterpretado este pasaje. El propósito del servicio es el fortalecimiento del cuerpo, no nuestra realización personal. Y, por tanto, eso significa que servimos donde el cuerpo necesita ser fortalecido. El hecho de que Dios nos dé dones para usarlos sirviendo a los demás no busca limitarnos en lo que hacemos, nos capacita para hacer lo que debe hacerse. Podemos estar equivocados acerca de qué don o dones creemos que Dios nos ha dado. Es mucho mejor ponernos manos a la obra y empezar a servir, que sentarnos y preguntarnos cuál es nuestro don. Porque la meta del servicio es la unidad. Descubrimos nuestros dones mientras servimos.

  1. ¿Cómo deberíamos servir de una manera que promueva la unidad?
    Dado el objetivo de la unidad, ¿cómo debería ser nuestro servicio en la iglesia? ¿Y qué debería ser lo que nos motive a servir en la congregación? Permíteme mencionar cuatro respuestas a esas preguntas.

Primero, debemos servir con el poder que Dios da y con gran alegría.
Nuestra meta no debe ser meras buenas obras, sino buenas obras con un espíritu que proviene de una gozosa dependencia en la ayuda de Dios, eso es lo que glorifica a Dios en particular. De vuelta a 1 Pedro 4:11, leemos: «Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da».

Así que imagina que dos personas están considerando si deberían venir para ayudar a limpiar la iglesia. Una de ellas dice: «Oh, supongo que iré. Vale unos cuantos puntos extra con los líderes. Además, soy muy bueno en esa clase de cosas, podré impresionar a la gente allí». Él va, allí se queja de las herramientas y habla sin parar acerca de sus capacidades. Trabaja, pero no lo hace confiando en el poder de Dios, y su actitud carece de un espíritu alegre y agradecido. Su deseo de impresionar a otros es una forma del temor al hombre. No está sirviendo para glorificar a Dios.

Pero considera a la segunda persona que también espera ayudar con la limpieza. Ha estado muy enfermo últimamente. Piensa para sí: «Oh, cómo me encantaría ayudar a limpiar la iglesia. Tal vez podría animar a quienes se encuentran abatidos. O quizá podría llevarles café». Entonces se pone a orar. Y resulta que después se siente lo suficientemente bien para ir a ayudar con la limpieza. Hace lo que puede con un trapo y una escoba, y lo hace bien. Pero, sobre todo, exuda un gozo y un sentido de gratitud que promueve la unidad y glorifica a Dios.

Ahora bien, estos ejemplos son algo extremos, pero espero que resalten que lo que le importa a Dios no es simplemente que usemos nuestros dones, sino cómo los usamos, confiando alegremente en él. Esa es la actitud que deberíamos tener cuando dedicamos nuestro tiempo, dinero o energía a la iglesia. En 2 Corintios 9:7, versículo que habla acerca de dar financieramente, leemos: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre».

Este versículo también aplica a nuestro servicio, ya que con mucha frecuencia no servimos con alegría, sino simplemente por culpa. Servimos por obligación; algo contra lo que habla este versículo. Pero la Biblia nos exhorta a servir, no como un deber, sino porque es una oportunidad fantástica para participar en la edificación del pueblo de Dios.

Forma #2 de servir mal: Servir por culpa en lugar de servir por gratitud. Piensa en lo que el servicio motivado por la culpa dice acerca de las cosas de Dios. Dice que no son más valiosas que otras cosas en nuestra vida, pero lo haremos de todos modos porque tenemos que hacerlo. La diferencia entre dejar que la tía Helga te bese cuando eres niño (porque se supone que debes hacerlo) y soportar con alegría un largo viaje para visitar a tus seres queridos cuando eres adulto (porque la recompensa vale la pena).

Ahora bien, esto puede hacer surgir una pregunta en nuestras mentes: ¿Qué pasa si no tenemos esta actitud? ¿Qué pasa si nuestro corazón es frio en nuestro servicio o está parcialmente motivado por la culpa o el temor al hombre? ¿Debería abstenerme de dar mi tiempo y mis recursos? ¿Sería hipócrita si continuara sirviendo?

La respuesta es no. No deberíamos dejar de servir en la iglesia a pesar de que nuestra alegría no siempre sea grande o nuestros motivos perfectamente puros. La Escritura nos ordena entregarnos. Y aunque debemos esforzarnos por servir con un corazón alegre y agradecido, también debemos reconocer que somos pecadores y no podemos hacerlo perfectamente. Así que, al igual que todo lo demás en la vida cristiana, lo hacemos imperfectamente pero, Dios mediante, seguimos creciendo en esta área mientras servimos. Debemos orar a Dios para que nos ayude a servir gozosamente con su poder, y para que nuestros motivos sean cada vez más puros.

Segundo, debemos servir sabiendo que el servicio de todos es necesario y valioso.
Un obstáculo para que el cuerpo de Cristo funcione como debería es que los miembros se sientan inútiles e insignificantes, lo que podría hacer que sientan envidia de los demás o amargura hacia Dios. Pablo rechaza directamente esta idea de inutilidad en 1 Corintios12, donde nuevamente usa esta maravillosa ilustración de un cuerpo con muchos miembros.
Pablo explica que la existencia misma del cuerpo de Cristo depende de la diversidad de dones que el Espíritu Santo ha dado a la iglesia. Socavamos esa diversidad que el Espíritu da cuando nos comparamos con otras personas. Así, en el versículo 17 dice: «Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?». Y luego dice en el versículo 19: «Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?» El cuerpo no existiría.

Más importante aún, en respuesta al reclamo de inutilidad, Pablo apunta a la soberanía de Dios en el asunto. En el versículo 18 dice: «Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso». En su soberanía, Dios diseñó todas las partes del cuerpo, y lo hizo para nuestro mayor bienestar.

¿Qué significa esto para nosotros? Debemos servir en la iglesia donde podamos; debemos agradecer a Dios por los dones que nos ha dado; y no deberíamos sentirnos inútiles o descontentos simplemente porque no estamos sirviendo de alguna manera o capacidad en particular. Existen muchas formas de servir en la iglesia que son fundamentales para la salud de la congregación.

Ahora, no solo me refiero al uso de los dones espirituales, sino también acerca de nuestro uso de los dones físicos que Dios nos dio. Algunos miembros son especialmente ricos en tiempo; otros en recursos; otros en sus relaciones. Quienes tienen mucho tiempo pueden edificar al cuerpo particularmente a través de actos de servicio. Así, los miembros solteros que tienen más tiempo pueden ayudar más fácilmente a otros miembros a mudarse, por ejemplo, a ayudarles a cuidar de sus hijos, o ir a un viaje misionero a corto plazo. Aquellos que son ricos en recursos, pueden ayudar específicamente apoyando a la iglesia financieramente. Quienes son ricos en relaciones pueden edificar a la congregación ayudando a otros a encontrar amigos, discipulando a los adolescentes, proveyendo un hogar lejos de casa para los estudiantes universitarios. Y las habilidades y oportunidades que tenemos para servir pueden cambiar en diversas temporadas de la vida.

Si eres madre con hijos pequeños, es posible que te sientas exhausta y desanimada por no tener el tiempo para discipular a mujeres o servir como voluntaria en la iglesia como solías hacerlo. ¡Quiero decirte que eso está bien! Ahora estás en una etapa en la que Dios te ha llamado a servirle amando e instruyendo a tus hijos. Sé que a menudo oramos los domingos por la noche para que los miembros tengan buenas oportunidades para evangelizar, para que compartan el evangelio con el ateo que conocen en el autobús, o con el budista que se sienta junto a ellos en el trabajo. No te desesperes si sientes que has perdido esas oportunidades ahora que trabajas mayormente en casa, ¡es posible que el Señor te haya dado 2 o 4 pequeños ateos que tengas que evangelizar todo el día! Es bueno desear seguir sirviendo en la iglesia incluso si tus circunstancias de la vida han cambiado. Ora por eso, y observa cómo Dios podría abrir una puerta para servir de nuevas maneras en cualquier temporada de la vida.

Forma #3 de servir mal: Dejar de servir por no creer que nuestra contribución sea importante. Nunca debemos creer que el servicio a Dios es valioso principalmente por el resultado temporal, sino por lo que el sacrificio dice acerca lo que vale Dios para nosotros. ¿Qué dijo Jesús que era más valioso, las dos monedas de cobre de la viuda o los miles que dieron los ricos?

Pero eso plantea otra pregunta. ¿Significa esto que no podemos desear o buscar obtener otros dones espirituales? Si Dios es el que nos da dones de acuerdo a su buena voluntad, ¿lo deshonramos al pedirle dones que no tenemos ahora?

La Escritura enseña que es algo bueno procurar sinceramente los dones espirituales que todavía no tenemos. En 1 Corintios 14:1, Pablo instruye a los corintios a que procuren los dones espirituales, especialmente el don de profecía. ¿Es posible desear dones espirituales sin tener en cuenta los que sí tenemos? ¿O codiciando aquellos que otros tienen? Creo que sí lo es. Este es el equilibrio entre el contentamiento en la provisión misericordiosa y soberana de Dios, y el anhelo de peticiones santas en oración. Por tanto, deberíamos estar contentos con los dones que Dios nos ha dado, pero también podemos aspirar más.

Tercero, debemos usar nuestros dones con humildad.
Este es realmente el otro lado de nuestro segundo punto. En 1 Corintios 12:14-20, Pablo anima a aquellos miembros que podrían sentir que no tienen nada con lo que contribuir. Pero luego en los versículos 21 al 26, les advierte a quienes han recibido dones de mayor responsabilidad, a ejercer esos dones con humildad. Por lo que en el versículo 21 leemos: «Ni el ojo puede decirle a la mano: No te necesito». Quienes ocupan puestos de mayor responsabilidad o visibilidad en la iglesia no deben enseñorear su autoridad sobre otros ni cumplir con sus deberes con aires de superioridad. La unidad en la diversidad es imposible sin la humildad de Cristo. Y el lugar en el que más se necesita, es en aquellos que parecen tener mayor responsabilidad o prominencia en la iglesia. Cuando esto no sucede, las personas pueden volverse territoriales por un ministerio, o celosos y desconfiados de cualquiera que sugiera cambios. Los resultados son devastadores para la unidad de la iglesia.

Nuestro llamado es reconocer y honrar el servicio de todos los miembros sin importar cuán visible o invisible, importante o insignificante pueda parecer ese servicio. Una excelente forma de hacer esto es reconociendo el servicio de los demás, especialmente en las áreas del ministerio que están detrás de escena. Envía una tarjeta de ánimo, o agradécele a alguien verbalmente por su trabajo, ya sea dirigiendo el sistema del sonido, publicando los sermones en la página web, o trabajando como monitor de sala.

Forma #4 de servir mal: ¿Alguna vez te quejaste de que otros en la iglesia no están haciendo lo que les corresponde hacer? ¿De dónde viene esa actitud? Tal vez de un pobre entendimiento de las limitaciones bajo las que otros trabajan. Quizá de un corazón orgulloso que confunde el valor personal con la cantidad de servicio. A lo mejor de suponer que otros están desatendiendo deliberadamente su servicio, en lugar de darles compasivamente el beneficio de la duda, de que tal vez no conozcan cuánta alegría proviene de servir. En todo esto, la solución es la humildad. Reconoce que no eres mejor que nadie por servir. Todos somos merecedores del juicio de Dios por igual y, sin embargo, él nos ha rescatado para que ahora podamos servirle.

Cuarto, debemos servir para glorificar a Dios, por nuestro bien y por el bien de los demás.
Ya hemos tocado algo de este punto, pero quiero abordarlo explícitamente. Nuestro servicio en la iglesia produce varios beneficios: para nosotros, para los demás y, más importante, para la gloria de Dios.

Cuando servimos fielmente, Dios recibe la gloria porque simplemente le estamos devolviendo lo que le pertenece. El Salmo 24:1 dice: «De Jehová es la tierra y su plenitud», incluyendo el poder y el tiempo que nos da. Esa es la razón por la que para pensar en el servicio, tienes que pensar en todo tu estilo de vida. Lo que hacemos con cada hora, no solo los domingos durante la iglesia, dice algo de nuestra perspectiva de Dios y lo que él significa para nosotros.

Servir también beneficia directamente a otros. Hacerle a alguien una comida proporciona sustento. Darle a alguien un aventón hace posible que crezca bajo la predicación de la Palabra. Servir en el stand de libros ayuda a un sinfín de personas a beneficiarse de recursos útiles. Todo esto es obvio, pero haz una pausa y piensa en ello. ¿Quieres dar alegría a otras personas en su vida cristiana? Cuando te comprometes a servir de cierta manera, y te esfuerzas por mantener ese compromiso, a pesar de que el mismo limite tu tiempo y tus fuerzas, estás trabajando directamente para que otros crezcan en su gozo y conocimiento de Cristo.

Sin embargo, eso no es todo, ¡nuestro servicio también tiene beneficios para nosotros! Nos ayuda a apreciar el supremo acto del servicio que Cristo hizo por nosotros. Nos enseña que hay más bendición en dar que en recibir: una vida de servicio es simplemente una vida más feliz que una vida de egoísmo. El servicio nos hace menos egocéntricos, pero irónicamente, al hacerlo, Dios ha determinado que esta es la forma de vivir una vida de satisfacción y contentamiento. Cuando estructuramos nuestra vida para que servir sea una prioridad, nos obliga a depender más de Dios y de su poder.

Forma #5 de servir mal: La persona que sirve solo un poco porque su corazón ha sido atrapado por el mundo, y cree la mentira de que la autoindulgencia y el enfocarse en sí mismo da más alegría. Sus prioridades mixtas lo alejan de la mayor satisfacción que hay en la abnegación.

Forma #6 de servir mal: La persona que sirve hasta el punto que es aceptable para quienes lo rodean en lugar de apostar todo en el poder de Dios.

  1. Persevera en hacer el bien
    Finalmente, permíteme culminar brindando dos puntos de aplicación para nosotros en relación con el servicio en la iglesia.

Persevera en el servicio por medio del poder de Cristo
Primero, persevera en tu servicio mediante el poder de Cristo. Pablo le dijo a sus lectores en 2 Tesalonicenses 3:13: «Y vosotros, hermanos no os canséis de hacer bien». ¿Por qué? Porque esto pasa con frecuencia. Las personas se cansan de servir. Cuando pasan los años y se asienta el cansancio, podemos sentir la tentación de retirarnos o de parar por completo. O tal vez has perdido de vista la meta más grande de servir a Dios; habiendo estado tan atrapado en los detalles y el ajetreo del ministerio, has descuidado tu relación con Dios. Quizá ahora estás confiando en tus propias fuerzas.

Si este es el caso, recuerda que nuestra fortaleza para servir viene de Cristo que está en nosotros. Él nos ha dado su Espíritu. Para llevar fruto, debemos habitar en Cristo, la vid. Así como los alimentos proveen la energía que se necesita para nuestro bienestar físico, pasar tiempo en la Palabra de Dios y en la oración proporciona la nutrición espiritual que nos motiva a servir. Cuando nos recordamos una y otra vez el carácter de Dios, su bondad, su paciencia, lo que ha hecho por nosotros en Cristo, obtenemos nuevas fuerzas para servirle. Si desatendemos nuestro amor por Jesús, entonces no es de sorprender que nuestro servicio se convierta en otra tarea, incluso una carga. Por tanto, enciende tu corazón y tu mente para servir con la verdad de la gracia y la magnificencia de Dios.

Forma #7 de servir mal: Agotarnos sirviendo en nuestras propias fuerzas en lugar de renovarnos en nuestra relación con Dios. Te animo a que estructures tu vida para que sirvas de una manera sustentablemente sacrificial. Eso podría sonar contradictorio, porque el sacrificio no debería ser fácil. Pero lo que quiero decir es que, al sacrificarte busca posicionarte de modo que puedas continuar con una actitud de completa dependencia en Cristo que no produzca cansancio, sino que te conduzca a un estilo de vida contento y lleno de entrega para la gloria de Dios mientras descansas en él.

Oportunidades de servir en CHBC.
Finalmente, mientras piensas en perseverar de esa manera, quiero tomar un minuto para hablar de las oportunidades de servicio en CHBC. Una excelente forma de conocer esas oportunidades se encuentra en la sección de miembros de la página web, hay una página completa en la que todos los diáconos han enumerado las formas en que puedes ser voluntario en sus ministerios. Obviamente otra manera es esperar las oportunidades que se anuncian en el servicio los domingos por la noche o en el boletín electrónico semanal. Aquí tienes una lista de algunos ejemplos:

Dar un aventón a los ancianos; discipular a estudiantes universitarios; ser hospitalarios; escribir tarjetas de aliento; enseñar la sana doctrina, ayudar en el grupo de jóvenes; planear bodas; cuidar de los niños y muchas, muchas otras formas que vienen todo el tiempo.

Debo señalar que algunos de los ministerios más poderosos en CHBC no están conectados a un ministerio formal, sino a uno informal y relacional. Invitar a personas a cenar; o hablar con alguien que no conoce a muchas personas después del servicio por la mañana es una gran forma de hacer que se sientan bienvenidos. Formar relaciones con quienes luchan con entablar amistades es un gran ministerio, y uno que probablemente podríamos hacer mejor en nuestra iglesia. Mi sugerencia es comenzar con el ministerio de fomentar y alentar relaciones profundas, lo que requiere de tiempo, y luego, si todavía tienes tiempo, también involúcrate en otras prácticas ministeriales.

  1. Conclusión
    Durante casi doscientos años, el pueblo de Dios ha servido fielmente a Dios en esta iglesia. Impulsados por nuestro amor a Dios y nuestro deseo de glorificarlo. ¡Alabado sea Dios por lo mucho que esto ha servido de ejemplo en nuestra iglesia! Entre nosotros tenemos ejemplos del servicio fiel por parte de los miembros durante décadas. Jim Cox ha estado aquí desde los 90, anunciando y recogiendo fielmente las ofrendas. Por supusto, Maxine Zopf es conocida por su ministerio de oración. Los Reedys han estado organizando convivios regulares para promover la comunión durante años, y lo hacen alegremente sin mucho reconocimiento. Somos una congregación que está obligada a servir porque el Señor Jesucristo nos ha servido de manera suprema.

Viviendo como una iglesia – Clase 10: El estímulo

Viviendo como una iglesia

Clase 10: El estímulo

Serie:Viviendo como una Iglesia

  1. Introducción
    El estímulo es algo bueno. Como cristianos, sabemos que es algo que debemos hacer. Pero también es algo que puede ser vago. ¿Es solo otra palabra para «ser agradable»? Quiero iniciar la clase con una pregunta: ¿Cuáles son algunas de las metas del verdadero estímulo, de acuerdo con la Escritura? ¿Por qué deberíamos estimularnos unos a otros?

Escucha cuál era el objetivo de Pablo para el estímulo en Colosenses 1:28: «a quien Cristo anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre». Estamos llamados a la misma meta, presentar a otros perfectos en Cristo. Leemos en Hebreos 10:24-25: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca». Ese mismo sentimiento se refleja en nuestro pacto congregacional. «Caminaremos juntos en amor fraternal, como miembros de la iglesia de Cristo; nos cuidaremos y supervisaremos en amor, nos amonestaremos y oraremos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo amerite». Por tanto, aquí tienes una definición de estímulo: Cuidar de otra persona lo que, por lo general, implica hablarle con la verdad bíblica, con el objetivo de que esa persona crezca en la piedad. Digo «por lo general» porque es posible que puedas estimular o animar a alguien sin palabras, compartiendo una comida, por ejemplo, pero, hablando bíblicamente, el estímulo generalmente tiene algo de contenido, y ese contenido debe provenir de la Palabra de Dios.

Qué responsabilidad tan grande: el estímulo en aras de la santidad. Estamos juntos en una lucha de vida o muerte contra el mundo, la carne y el diablo. Y nuestro llamado es ayudarnos mutuamente a cruzar la meta con la gracia de Dios. Dios es quien nos preserva, pero utiliza medios para hacerlo. Uno de esos medios es el cuerpo de Cristo.

Parte de cumplir con ese llamado implica confrontar el pecado explícito, como discutimos la semana pasada. Pero la vida cristiana abarca mucho más que eso. Conlleva miles de decisiones diarias que forman la trama de nuestras vidas. Necesitamos que nos den ánimo si esa historia va a ser una de gozosa confianza en Cristo hasta nuestro último día. Y, por tanto, el estímulo es trascendental para nuestra unidad como iglesia. Cuando nos alentamos unos a otros en Cristo, eso asegura que estamos unidos en torno a Cristo y no a otras cosas. Cuando nuestra unidad sufre, debemos estar bien capacitados en el arte del estímulo para que podamos recordarnos unos a otros lo que realmente importa, y ayudarnos a superar las semillas de la división.

Permíteme presentar un breve bosquejo para nuestro tiempo. Comenzaremos examinando lo que hace que el estímulo sea difícil de hacer bien. A continuación, veremos la clase de relaciones que se necesitan para hacer que esto suceda. Y, finalmente, una guía práctica acerca de cómo podemos expresar un estímulo empapado en el evangelio en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

  1. El desafío del estímulo
    Así que primero, ¿qué hace que esto sea difícil? Dos cosas que debemos saber cuando intentamos estimular a los demás:

Antes que todo:

A. Nuestra lucha es una del corazón: Implica los deseos centrales que motivan nuestras decisiones y acciones diarias. Y, como dijo el profeta Jeremías: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?» (17:9). Los deseos malignos del corazón son lo que Santiago señala como la causa de la tentación (1:14) y el conflicto (4:1). Entonces, cuando encontramos que nuestros hermanos y hermanas en la iglesia están tomando decisiones que no se alinean con su identidad en Cristo, sabemos que el problema no es principalmente externo, sino la consecuencia de los deseos pecaminosos de sus corazones.

Esto es importante porque con mucha frecuencia, cuando estamos en relaciones con otros cristianos y vemos cosas en sus vidas que deshonran a Cristo, nuestra meta a menudo es hacer que se comporten de manera diferente. «Si tan solo no pasara tanto tiempo con esas personas». «Si tan solo gastara su dinero de otro modo». «Si tan solo cambiara a un trabajo que le diera más tiempo con su familia». Pero como sabemos demasiado bien, la conducta no es la raíz del problema. Algunas implicaciones de esto son las siguientes:

Primero, solo Dios puede cambiar el corazón. Nosotros somos sus instrumentos. Así, al involucrarnos en la vida de otras personas, debemos recordar que la oración es nuestra mejor herramienta, que la culpa y la coerción no pueden corregir los profundos problemas del corazón, y que nuestra desesperación por que Dios actúe aumenta la gloria que merece. Puede haber momentos buenos y apropiados para ayudar a otros a cambiar su comportamiento; por ejemplo, responsabilizar a alguien por un pecado habitual. Pero un mejor comportamiento no es nuestra meta final. En última instancia, nos preocupamos por los problemas del corazón.
Otra implicación, cuando alentamos a los demás, debemos recordar que nuestros corazones también son propensos a divagar. No es coincidencia que inmediatamente luego de que Pablo nos exhorta a restaurar a quienes están atrapados en el pecado en Gálatas 6:1, nos advierte acerca de nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia. Nuestros corazones son más oscuros y malvados de lo que podremos llegar a comprender.
Por último, la importancia del corazón nos recuerda que nuestra meta no es ayudar a otros a sentirse felices y realizados. Hay muchas maneras de lograr eso y, trágicamente, nunca llegar a los problemas de nuestro corazón. Nuestro objetivo al estimular a los demás es que sean transformados en sus deseos para buscar a Cristo por encima de todo lo demás, que al final, es lo que conduce al gozo verdadero y duradero.
Por tanto, el primer desafío que enfrentamos al luchar por animar a nuestros hermanos y hermanas es el engaño del corazón, de su corazón y el nuestro.

B. Filosofías huecas y engañosas
Un segundo enemigo es el pensamiento del mundo. Tengo en mente las palabras de Pablo en Colosenses 2:8: «Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo». Para emplear esta terminología, todos somos filósofos. Todos nosotros, todo el tiempo, estamos creando filosofías del significado de nuestras vidas. ¿Qué importa? ¿Por qué suceden estas cosas? ¿Para qué vale la pena vivir? Y aunque generalmente sabemos las respuestas a esas preguntas, somos fácilmente engañados por las filosofías humanas y mundanas en lugar de basarnos en la verdad.

Y las personas que tratamos de animar, por un lado, tienen al mundo gritando a través de un megáfono en su oído. Y nosotros también. Nuestra filosofía guía debería descansar en la verdad del evangelio, pero incluso como cristianos, nuestras vidas a menudo son inconsistentes con esta verdad. En su libro How People Change (Cómo cambia la gente), Timothy Lane y Paul Tripp llaman a esto la «brecha del evangelio». Una brecha entre lo que sabemos que es verdadero en el evangelio y nuestra manera de vivir.

Y ellos señalan que esa brecha no queda vacía. Nosotros, y las demás personas en nuestra iglesia, con frecuencia operamos con una mezcla de la verdad del evangelio y otras filosofías que, aunque suenan bíblicas, tienen en su núcleo los valores de este mundo. Los autores identifican siete de estas filosofías sustitutivas. Voy a examinarlas, y al hacerlo, quiero que pensemos en dónde podríamos reconocerlas como ciertas en nuestros corazones, o cómo otros que conoces podrían adoptar algunas de estas filosofías falsas.

La primera es el «formalismo». Participo en reuniones regulares y en ministerios de la iglesia, y siento que mi vida está bajo control. Puede que pasé mucho tiempo en la iglesia, pero eso tiene poco impacto en mi corazón y en mi estilo de vida. Es posible que me vuelva prejuicioso e impaciente con quienes no funcionan igual que yo. El cristianismo es estar en el lugar correcto, siguiendo las corrientes correctas.
El segundo es el «legalismo», primo cercano del formalismo. Vivo por las reglas, reglas que creo para mí, reglas que creo para otros. Me siento bien si puedo mantener mis reglas. Y me vuelvo arrogante y amargado cuando los demás no pueden cumplir con los estándares que establezco para ellos. No hay gozo en mi vida porque no hay gracia que ser celebrada.
El siguiente es el «misticismo», la incesante búsqueda de una experiencia emocional con Dios. Vivo por los momentos en los que me siento cerca de él. Pero si no tengo ningún éxtasis emocional, asumo que Dios no me ama o que él no es real.
El «activismo» es cuando me emociono con el cristianismo principalmente como una forma de arreglar este mundo roto. Baso mi relación con Dios en lo mucho que hecho para mitigar la pobreza, pero mi corazón está lejos.
Luego está el «biblicismo», que reduce el evangelio a un dominio del conocimiento bíblico y teológico. Conozco mi biblia de memoria, pero no dejo que me domine. Y me impaciento con quienes tienen menos conocimiento.
El sexto es el «evangelio terapéutico». Puedo hablar mucho acerca de cómo Dios es el único que sana y ayuda a quienes están heridos. Sin embargo, sin darme cuenta, he convertido a Cristo en un terapeuta más que en un salvador. Veo el pecado de las personas entre sí como un problema más grave que mi pecado contra Dios, y trato al cristianismo solo como una manera de solucionar mis problemas, para tener una vida feliz.
Por último, está lo que llamamos «socialismo». El compañerismo y las amistades íntimas que encuentro en la iglesia pueden convertirse en un ídolo, el cuerpo de Cristo reemplazando a Cristo. Y el evangelio queda reducido a una comunidad de relaciones cristianas.
Siete filosofías antievangélicas, todas ellas basadas en verdades a medias, las cuales somos propensos a creer, que es exactamente por lo que necesitamos ser alentados. El estimulo sirve para corregir filosofías defectuosas de lo que es el cristianismo. Recuerdo que, cuando era niño, recibí lecciones de piano, y a menudo mi profesora me detenía cuando la posición de mi mano no era la correcta. Cuando nos estimulos bíblicamente, actuamos como la profesora de piano que, con gentileza y regularidad, ayuda a su estudiante a reconocer y eliminar los malos hábitos teológicos que han entrado. Ella no solo corrige la mala postura, sino que modela la forma correcta de tocar. Como esa profesora, debemos exponer las concepciones falsas, y ayudarnos a deleitarnos en la verdad. Como dice Pablo: «Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:5).

Ese es el desafío: luchar contra los deseos del corazón, reconociendo que nadamos en un mar de filosofías mundanas que desafían las verdades cristianas fundamentales de lo que somos. Si eso es a lo que nos enfrentamos, a continuación, deberíamos meditar en el contexto para el cambio, con lo que me refiero a las clases de relaciones que promueven el estimulo hacia la santidad.

  1. El contexto para el cambio
    Santiago 5:16: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados». Hay dos cosas que necesitamos en la iglesia para tener una cultura de estimulo sana: la disposición de revelar nuestras luchas y la disposición de escuchar y ayudar cuando otros revelan sus luchas. Nada de lo que diga en esta clase será útil si no estás dispuesto a revelar tus luchas a los demás, y si no eres lo suficientemente cercano a otros para saber cuándo y cómo necesitan ayuda.

Aquí tienes algunos comentarios acerca de lo que podemos hacer para cultivar este tipo de contexto en la iglesia: Al compartir nuestras luchas, permíteme animarnos a aprovechar la oportunidad, siempre que sea apropiado, de abrazar el «ministerio de la dependencia». No hay nada piadoso en tropezarte solo con tus luchas porque eres demasiado orgulloso para dejar que otros te ayuden. Da a los demás la oportunidad de ministrarte. Una de las cosas más amables que podemos hacer por quienes están batallando y considerando unirse a nuestra iglesia, es dejar en claro que la iglesia está llena de personas iguales a ellos porque está llena de todos nosotros.

Y, al servir a quienes comparten sus luchas contigo, cuando alguien es honesto con nosotros, estamos llamados a tomarlo en serio. Algo que ayuda es abstenernos de ofrecer soluciones trilladas que hagan parecer que solo un completo tonto tendría ese problema. «¿Luchas con la depresión? Solo lee más tu Biblia, y pasa más tiempo en el sol, entonces te sentirás bien». Lo que podría parecerte simple podría ser la batalla de toda una vida para alguien más. Cuando alguien te habla acerca de una lucha, es como si te hubieran ofrecido una joya. Puede estar dura y sin forma, pero ahora tienes la mayordomía de escuchar y ayudar a pulir esa joya para que se convierta en un reflejo de la obra santificadora de Dios.

Esos son solo algunos pensamientos acerca del contexto de las relaciones que debemos construir. Relaciones que sean honestas y relaciones que reciban a personas con dificultades.

Y eso nos lleva al siguiente punto: 4. Cómo estimular a personas con luchas.

Los cristianos que nos rodean luchan contra la carne y luchan contra las filosofías huecas y engañosas que los rodean. Se nos exhorta a animarles y enseñarles. ¿Cómo hacemos eso?

La respuesta es que depende de la persona. Pero la Escritura nos enseña sabiamente cómo abordar este asunto. Escucha 1 Tesalonicenses 5:14: «Hermanos, también les rogamos que amonesten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayuden a los débiles y sean pacientes con todos» (NVI).

Cuando encontramos la lucha de un hermano o hermana en Cristo, es útil repasar esas tres categorías en tu mente. ¿Son holgazanes, u ociosos como dice la Reina Valera 1960? ¿Están desanimados y desmotivados? ¿Son débiles y necesitan que alguien les ayude a llevar su carga? ¿Y cómo podemos hacer esto pacientemente?

Sin importar la categoría en la que se encuentren, quiero sugerir tres cosas que deberíamos hacer. Primero, muéstrales lo que dice la Escritura. Eso no significa simplemente arrojarles un versículo. Por lo general, para decir la verdad a alguien de una manera que pueda escuchar, primero debemos demostrar que lo amamos y necesitamos saber quién es y a qué se enfrenta. Entonces, una vez que lo hagamos, queremos comunicar la verdad de la Palabra de Dios, quizá recordándole un patrón en la historia de la salvación, tal vez de que Dios siempre demuestra ser fiel. O simplemente estudiando un pasaje de la Escritura con él o ella. Pero muéstrales lo que la Biblia dice.

Segundo, ayúdales a meditar en las buenas noticias. Háblales de los diferentes aspectos de lo que Cristo ha hecho, y sé específico. Para la persona que batalla con la culpa y la vergüenza, Cristo ha tomado nuestra culpa para que podamos disfrutar de la reconciliación con el Padre. Para alguien que experimenta la soledad, Cristo nos ha adoptado en la familia del Padre. Para la persona que lucha contra la tentación constante y el pecado que reside en nosotros, Cristo nos ha hecho nuevas criaturas y nos has llenado con su Espíritu Santo. Sabemos estas cosas como cristianos, pero muy a menudo necesitamos conectar estas verdades con las situaciones que enfrentamos cada día.

Tercero, identifica las evidencias de la gracia de Dios en sus vidas. Reconoce cualquier fruto que el Espíritu Santo esté obrando en ellos, y háblales acerca de ello. Si alguien siente la tentación de dudar si realmente es cristiano, esto puede ayudarle a asegurarse de que Dios verdaderamente lo está transformando. Esto es lo que hizo Pablo en muchas epístolas. Cuando le escribió a los corintios, aunque tenía mucho por lo que reprenderlos, inició su carta diciendo: «Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia» (1 Corintios1:4-5).

Lo que haremos ahora es examinar tres casos de estudio, ejemplos de cómo podría ser esto para cada una de las tres categorías que Pablo presenta en 1 Tesalonicenses 5:14. En cada uno, daré algunos antecedentes de la persona hipotética, y luego discutiremos juntos un par de preguntas.

A. Amonesta a los holgazanes
Empezaremos con esa primera categoría: letra A, «amonesten a los holgazanes».

Digamos que, para comenzar, estás hablando con Sue, que no se aparta del camino de la tentación. Ella ha encontrado que siente la tentación de amar las cosas de este mundo, y ver cierto programa de televisión parece dejarla siempre descontenta con la vida que Dios le ha dado. Pero realmente le gusta, y se divierte hablando con amigos en el trabajo la mañana siguiente después de que se transmite el programa. Le has advertido cómo es posible que ese programa esté desempeñando un rol más destructivo en su vida del que podría imaginar, y aunque confiesa que, por lo general, el programa la hace sentirse pecaminosamente descontenta, no ha dejado de verlo. Está ociosa y se siente indiferente para con su alma.

Dos preguntas: Primero, ¿dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Sue? Está alrededor de lo que realmente significa arrepentirse verdaderamente. Como dijo Pablo: «Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Romanos 6:2). ¿Comprende ella cómo es el arrepentimiento para el cristiano? Lo que significa tomar las palabras de Jesús seriamente: «Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti» (Mateo 5:30).

Segundo, ¿qué le dirías a Sue? Habla con ella acerca de la diferencia entre la tristeza del mundo y la tristeza que es según Dios en 2 Corintios 7. Es posible que lamente ver el programa de televisión, pero que no esté arrepentida. «Pero la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte» (v. 10). Adviértele acerca de las consecuencias del pecado en su vida. Positivamente, anímala en la alegría y el contentamiento que proviene de buscar las cosas del Señor (Sal. 119:1-3), y de saber que es alguien que no merece el amor de Dios, pero que lo ha recibido por su gracia (Romanos 5:8).

B. Estimula a los desanimados
Ese fue un ejemplo de advertir a los que son ociosos. Pensemos en la letra B, «estimulen a los desanimados».

Para este ejemplo, piensa en Joe. Está en sus veintitantos, y todavía intenta descifrar qué hacer con su vida. Trabaja en un trabajo sin futuro, no se siente particularmente útil en la iglesia, le gustaría estar casado (algo así), pero no está ni cerca… y ha estado luchando durante varios años con los propósitos de Dios para su vida. Siente que está a punto de rendirse, aunque no sabe en realidad lo que significaría «rendirse». Pero suena dramático. Rara vez sirve a otros, pero dice que le gustaría, simplemente no cree que tenga algo con lo que contribuir. Pero cuando mira a todos los ancianos, siente que son todos «súper cristianos» y que él es solo un don nadie. Nadie realmente lo conoce, o se preocupa por él.

Discutamos las mismas preguntas. ¿Dónde está la brecha en el entendimiento del evangelio de Joe? Podría estar en varios lugares. De una manera extraña, podría haber caído en el legalismo, habiendo comenzado con el Espíritu, ahora piensa en su objetivo en términos de esfuerzos humanos. Considera que su valor está directamente relacionado con su productividad, o su falta de la misma, y eso lo ha desanimado. Así que recuérdale que su valor ante Dios se basa en la obra culminada de Cristo, no en la suya.

¿Qué le dirías a Joe para alentarlo? Ayúdale a entender que su responsabilidad está arraigada en las oportunidades que Dios le ha dado. Su valor no proviene de la aprobación de los demás. Comparte con él la gloriosa esperanza que Dios le ha dado a todos los que somos sus hijos: «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1:3). Háblale de cómo todos los cristianos en la iglesia tenemos dones para cuidarnos unos a otros (1 Corintios 12:25).

C. Ayuda a los débiles
Pasemos a la última de las tres partes de este versículo: «ayuden a los débiles». ¿Quiénes son los débiles? De cierto modo, todos los somos. Pero hay algunos entre nosotros que son débiles de formas que los hacen especialmente vulnerables espiritualmente. Esto podría venir a través de ciertas circunstancias en la vida que hacen que cada día sea difícil seguir confiando en Dios.

Para nuestro ejemplo, veamos a Max. Max ha sido diagnosticado con depresión clínica. Es incapaz de hacer la cantidad de bien que antes podía. Lucha terriblemente con su relación con Dios ahora que muchas de las emociones de la fe con las que contaba, sin darse cuenta, son pocas y distantes entre sí. Pero su mente es más susceptible a ese espiral descendente de depresión, y hay un lado físico de su condición que es difícil de escapar. En esta situación, aunque no siempre es necesario, su doctor le ayuda en el lado físico de las cosas con medicamentos, sin embargo, Max está desanimado y abatido de muchas maneras. Max está débil.

Primera pregunta: ¿Cuáles podrían ser algunas de las brechas en el entendimiento del evangelio de Max? Considera cuál es su debilidad. Podría estar débil en la fe. Parece que sus emociones presentes durarán para siempre y, por tanto, las promesas de Dios parecen tan distantes como inexistentes. Ayúdale a aprender a confiar en Dios más que en él mismo. Eso es, al fin y al cabo, una esencia del evangelio. O quizá la ayuda que necesita es el recordatorio constante de que hay cristianos en su vida que lo aman, y cuyo amor está arraigado en algo mucho más seguro, el amor de Cristo.

Segunda pregunta: ¿Cuáles son algunas de las cosas que harías o dirías para animar a Max? Comparte con él el evangelio de esperanza. Ayúdale a ver cómo sus sufrimientos están produciendo perseverancia, carácter y, finalmente, esperanza (Romanos 5:3-5). Recuérdale los motivos que tiene para confiar en la bondad de Dios aun cuando se pregunta por qué está sufriendo de esta manera (2 Corintios 12:8-10).

 Especialmente en esta categoría de los que son débiles, no podemos contentarnos con simplemente dispensar la verdad a las personas y sentir que nuestro trabajo está hecho. En ocasiones tenemos que estar tranquilos y escuchar, o simplemente estar presentes con ellos mientras sufren. Otras veces debemos orar por ellos, suplir sus necesidades físicas y brindar comunión. No solo debemos predicar la verdad, sino hacer estas cosas, y al hacerlas, crear oportunidades para predicar la verdad.

Sé paciente con todos
Por último, Pablo dice: «sean pacientes con todos». Ya sea alguien que está físicamente débil, alguien que está frustrantemente obstinado, alguien que piensa que está bien y que no necesita tu estímulo, nuestra postura es la paciencia. Tu trabajo nunca es condenar, o avergonzar a alguien por lo lento que es su crecimiento. Y la paciencia verdadera proviene de saber cuán paciente ha sido nuestro Padre celestial con nosotros. Ser paciente es deleitarte en servir a tus hermanos y hermanas porque son reflejos del carácter de Dios, y porque la gratitud por la paciencia de Dios se encuentra en lo más profundo de tu alma.

Amamos porque él nos amó primero. Nuestro amor proviene de su amor y debe reflejar su amor. Por eso, debemos trabajar para presentarnos perfectos en Cristo.

Por CHBC
Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos

Viviendo como una iglesia – Clase 9: La disciplina en la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 9: La disciplina en la iglesia

  1. Introducción
    El tema central que recorre esta clase es la tensión que existe entre el gran propósito de Dios para la iglesia —que nosotros seamos la manifestación de su gloria en la tierra— y nuestro pecado. Gran parte de lo que hemos discutido ha sido cómo pueden los cristianos propensos al pecado glorificar a Dios por medio de su amor y unidad juntos. Pero hay veces en las que el pecado ataca a nuestra iglesia y quienes caen en él no se arrepienten. Esos son tiempos difíciles para la unidad de la iglesia.

Podríamos escoger ignorar el pecado, y amenazar el llamado distintivo de la iglesia de Cristo. Por otro lado, podríamos actuar con dureza como fariseos, destruyendo nuestra unidad. Afortunadamente, la Biblia ha arrojado la sabiduría que a nosotros nos falta en relación con este tema. Nos referimos al enfoque de la Biblia como la disciplina en la iglesia, una respuesta bíblica al pecado impenitente. Y, lejos de las percepciones de los juicios de brujas y de las cartas rojas, la disciplina es algo inherentemente positivo: se ordena en la Escritura por nuestro bien. Significa que cuidamos los unos de los otros al hablar la verdad en amor acerca de nuestro pecado. Significa que protegemos a la iglesia del pecado impenitente grave que no honra a Cristo. Trágicamente, el mundo a menudo puede burlarse del comportamiento de la iglesia. «¡Él es un líder en la iglesia, pero es peor que nosotros!». La disciplina es la herramienta normal de Dios para preservar la reputación de Cristo en su iglesia al aclarar que Cristo no aprueba tal pecado.

El modelo para la disciplina en la iglesia es la disciplina que nuestro amoroso Padre celestial ejerce al lidiar con nosotros. El libro de Hebreo nos dice: «Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (Hebreos 12:6). La meta de la disciplina es la justicia. «Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).

El día de hoy, consideraremos cómo la Biblia nos enseña a practicar la disciplina en la iglesia, y hacer esto bien fortalece la unidad en la congregación y protege la reputación de Cristo. También hablaremos acerca de cómo nosotros, como miembros, tenemos la responsabilidad de estar involucrados en el proceso de disciplina.

No obstante, antes de seguir avanzando, necesitamos algo de claridad en cuanto a ciertos conceptos.

  1. Dos clases de disciplina
    En realidad existen dos tipos de disciplina: la disciplina formativa y la disciplina correctiva. Por lo general, cuando hablamos de «la disciplina en la iglesia» nos referimos a la segunda. Pero la primera es mucho más común.

Por tanto, veamos primero la «disciplina formativa». Consiste en guiar a las personas hacia la madurez en Cristo a través de la instrucción y la enseñanza positiva. Por ejemplo, cuando se predica la Palabra y somos confrontados, o cuando nos alentamos unos a otros, esa es la disciplina formativa (cf. Efesios 4:11-12; Hebreos 10:24-25; Colosenses 3:16). La disciplina formativa es importante porque Dios la usa para prevenir el pecado que necesitaría de la disciplina correctiva.

Por otro lado, la «disciplina correctiva» consiste en corregir el pecado en la vida de un creyente. Desde confrontarnos mutuamente hasta la excomulgación formal. Es donde tenemos que decir: «Hey, Tom, creo que estabas equivocado al decir eso». O incluso, finalmente, según la enseñanza de Jesús: «María, sé que dices ser cristiana, pero debemos tratarte como a un no cristiano, porque no dejas de mentir». Esa es la disciplina correctiva.

  1. El propósito de la disciplina correctiva
    Hoy nos centraremos en la segunda de estas clases de disciplina, la disciplina correctiva. ¿Por qué la ejercemos? Principalmente porque la Biblia nos dice que lo hagamos. Pero también nos da algunas metas específicas al hacerlo.

Primero, el bien de la persona disciplinada. La disciplina es amorosa porque nos advierte y corrige nuestro pecado, y nos beneficiamos de eso. Y para la persona que vive en pecado impenitente, deja en claro que sus acciones no respaldan una profesión de fe en Cristo.

Segundo, el bien de los demás cristianos que ven la grave naturaleza del pecado y sus consecuencias.

Tercero, la salud de la iglesia como un todo. Da un alto al pecado que podría causar discordia y conflicto, o confusión para cristianos menos maduros acerca de lo que significa seguir a Jesús.

Cuarto, el testimonio corporativo de la iglesia. La disciplina en la iglesia protege nuestro testimonio corporativo ante un mundo que nos observa. Las personas se dan cuenta de que existe una comunidad de creyentes cuyas vidas son diferentes a las del mundo. Ellos pueden fácilmente desacreditar nuestro mensaje cuando nuestro comportamiento es igual al de la gente que nos rodea.

Todo en contribución a la meta principal de la disciplina en la iglesia: dar a conocer la excelencia de nuestro Redentor.

  1. ¿Cómo ejercemos la disciplina correctiva en la iglesia?
    Pasaremos el resto de nuestro tiempo hablando acerca de cómo podemos ejercer la disciplina correctiva en la iglesia por nuestro bien y para la gloria de Dios. Para ello, abordaremos las preguntas que verás en tu folleto.

A. ¿Qué pasa si alguien peca contra ti?
Entonces, ¿qué haces si un creyente peca contra ti? ¿Cómo deberías reaccionar? ¿Le dices por qué estás enojado, y luego le das el trato de la indiferencia? Veamos qué dice Jesús.

Mateo 18:15-17:

«Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia.; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano».

Paso #1: Ve con el ofensor
Primero deberíamos ir y hablar con quien que pecó contra nosotros (llamaré esa persona el ofensor). Si se niega a escuchar, debemos llevar con nosotros a una o dos personas más. Si continúa rehusándose, debemos comunicarlo a la iglesia, la cual debe expulsarlo si se niega a arrepentirse.

Considerando esto más detalladamente, hablemos acerca del primer paso. En la mayoría de los casos, esa primera conversación resolverá el problema. La persona se arrepentirá o te darás cuenta de que estabas equivocado. ¿Cómo podemos prepararnos para una conversación como esa?

Primero, ora por esa persona. Ora para que Dios le ayude a crecer espiritualmente; para que desee conocer más a Dios. Esto suavizará tu corazón hacia él o ella en preparación para su plática.

Segundo, asegúrate de tener una buena razón para ir al ofensor. Algunos pecados son objetivos. «¡Él me golpeó!». Otros no tanto. «¡Se ha comportado soberbiamente!». Podemos hablar con otro creyente acerca de cualquiera de estas categorías. Pero mientras menos objetivo sea un pecado, más necesitaremos estar listos para explicar nuestra preocupación, pero luego soltar el problema si la persona no está de acuerdo. No te apresures en decir: «¡Eres soberbio! Arrepiéntete o lo diré a la iglesia». En cambio, podrías intentar decir: «Hermano, considerando las palabras que estás escogiendo, realmente temo que estés hablando con soberbia. ¿Crees que eso podría ser cierto?».

Tercero, examina tu corazón para asegurarte de que tus motivos sean los correctos; asegúrate de no ir al ofensor enojado, con deseo de venganza, con aires de superioridad o alguna otra actitud pecaminosa (cf. Romanos 12:19). Asegúrate de que tu deseo sea la reconciliación de la relación por el bien del ofensor, por tu bien y para la gloria de Dios. Como dice Jesús, confiesa tu pecado. Y entonces podrás ver más claramente el pecado de tu hermano (Mateo 7:5).

Cuarto, ten mucho cuidado al hablar con otras personas acerca del pecado del ofensor. Aquí vemos que Jesús va a hablar con él. No con su mejor amigo, o con su esposa. Habla con él. Está bien pedir a otros que te aconsejen acerca de cómo tener esa conversación si tienes que hacerlo. Pero ten mucho cuidado y no permitas que la conversación se convierta en un chisme. Y recuerda que, incluso cuando necesites el consejo de otra persona, casi siempre puedes obtener su consejo sin mencionar el nombre del ofensor.

Finalmente, cuando hables con el ofensor, recuerda actuar y hablar con un espíritu de gentileza, humildad y amor. La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego.

Todas estas cosas harán que el paso de acercarse al ofensor sea más efectivo, y preserva y protege la unidad de la iglesia al evitar obstáculos tales como el orgullo y las habladurías.

Ahora, antes de pasar al siguiente paso en Mateo 18, permíteme establecer dos puntos extra acerca de este primer paso en Mateo.

Primero, podrías preguntarte: ¿Debo acudir a mi hermano por cada pequeña ofensa? Ciertamente no. El amor cubre multitud de pecados. Proverbios nos dice que pasar por alto una ofensa es algo glorioso y demuestra paciencia y tolerancia (cf. Proverbios 19:11). Así que, ¿cuándo deberías ir? Aquí tienes dos preguntas que debes hacerte.

a. ¿La ofensa ha causado la ruptura de su relación? ¿Piensas frecuentemente en ello? ¿Te hace sentir diferente hacia esa persona por más que un momento de pasada? ¿Es difícil para ti perdonar? Si la respuesta es sí a cualquiera de estas preguntas, entonces es probable que debas ir y hablar con el ofensor.

b. ¿Cuál es el peligro de este pecado para el ofensor? Recuerda lo que Santiago escribe: «sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados» (5:20). ¿El pecado del que estamos hablando pone en peligro la capacidad del ofensor de reflejar a Cristo al mundo que lo rodea? ¿Es una señal de problemas más graves, o podría causarlos?

El segundo punto que quiero señalar en respuesta a la pregunta: «¿Cuándo debería ir?», es que Jesús nos dice que comencemos una conversación, sea que nosotros seamos los ofensores o los ofendidos. Mateo 18 le dice a la persona perjudicada que debe procurar la reconciliación. Pero Mateo 5:23-24 dice que si crees que alguien resiente algo contra ti, es decir, si eres el ofensor, entonces también es tu obligación hablar. Mateo 5 incluso dice que si mientras intentas adorar a Dios, recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, debes detenerte, y buscar reconciliarte. ¡Jesús se preocupa mucho por tus relaciones en la iglesia! Esa es la razón por la que es fundamental que examinemos nuestras relaciones con los demás antes de llegar a la mesa del Señor. Cuando hay conflicto, tanto el ofensor como la persona que ha sido agraviada deben iniciar la reconciliación. Es casi como si nos tropezáramos unos con otros apresurándonos para reconciliarnos. ¡Qué gran ilustración!

Paso #2: Toma contigo a uno o dos hermanos
De vuelta a Mateo 18. Si la persona ofensora no escucha, y es evidente que ha pecado, debemos llevar con nosotros a una o dos personas más. Esto con dos propósitos: En primer lugar, es más probable que el ofensor escuche a una tercera parte neutral que a la persona a quien ha ofendido. Esta otra persona también sirve para dar testimonio de lo que ocurrió en la reunión en caso de que la disciplina avance al próximo paso.

Permíteme ofrecer algunas sugerencias acerca de este proceso si alguna vez te encuentras en este escenario. Primero, antes de tomar este paso, considera cuán objetivo es el pecado. ¿Confrontas a la persona porque piensas que invierte mucho dinero o porque crees que actúa con altivez? Solo Dios conoce su corazón. Si se trata de un caso subjetivo como ese, es mejor que entregues el problema y ores al Espíritu Santo para que la confronte. Segundo, si avanzas, asegúrate de que la persona o personas que lleves contigo sean confiables y discretas, imparciales y de buen juicio. Y tercero, comunícale al ofensor lo que estás a punto de hacer. No inicies una conversación sin antes advertirle. Cuarto, ten cuidado de no intentar poner a los testigos de tu lado; los hechos hablan por sí solos.

Paso 3: Dilo a la iglesia
Avanzando al paso #3, si el ofensor sigue negándose a escuchar, la iglesia debe intervenir. Y puede excomulgarlo si se rehúsa a arrepentirse. En Mateo 18, Jesús no específica si se debe hablar con los líderes de la iglesia antes de llevar el asunto a la iglesia. Pero ciertamente el paso inmediato parece apropiado y consistente con estas instrucciones. Al ver estos pasos en Mateo 18, podemos ver a Jesús tratando de involucrar el menor número de personas posible. Pero está dispuesto a hacer que las cosas se hagan públicas si eso es lo que hará que el ofensor despierte. En el estado final, incluso usa a quienes están fuera de la iglesia y al propio Satanás para propiciar providencialmente el arrepentimiento.

B. ¿Qué pasa si ves a un miembro pecar contra otro miembro?
Mateo 18 nos brinda una guía acerca de qué hacer cuando alguien peca contra ti. ¿Pero qué pasa si observas que alguien peca contra otro miembro de la iglesia? ¿Qué deberías hacer?

La respuesta es: «depende». Gálatas 6:1 nos dice: «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre». Y Lucas 17:3 dice: «Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale». Por otro lado, la Biblia también nos advierte que no debemos ser chismosos en busca de oportunidades para señalar las faltas de los demás1 . Todos nosotros somos pecadores, por lo que sería imposible y, honestamente, poco productivo enfocar la atención en cada uno de los pecados que observamos. Por tanto, ¿cómo sabemos cuando es un buen tiempo para abordar a un hermano o hermana por su pecado?

Permíteme ofrecer algunas directrices para tu juicio:

Primero: ¿El pecado deshonra a Dios? ¿Es lo suficientemente visible para que ultraje el nombre de Dios ante los no cristianos?

Segundo: ¿Representa una tentación para otros o establece un mal ejemplo para cristianos más jóvenes?

Tercero: ¿Podría causar discordia y desunión en la iglesia?

Cuarto: ¿Está lastimando gravemente al ofendido al dañar su relación con Dios o en otras formas?

Si una o más de estas respuestas son sí, entonces probablemente sería apropiado hablar con el ofensor acerca del pecado. Mientras menos cercano seas a la persona, más alta será la barrera para hablar con ella. Mientras mejor la conoces, y mientras más confías en su relación, más baja será la barrera.

C. ¿Qué pasa si alguien peca de forma escandalosa?
Con los años, se han establecido muchas diferencias entre el caso de disciplina de 1 Corintios 5, en el que Pablo dice a la iglesia que excomulgue a un hombre por acostarse con la mujer de su padre, y Mateo 18, que acabamos de considerar. En 1 Corintios 5, Pablo no pregunta por el arrepentimiento del hombre; simplemente ordena a la iglesia que lo expulse de la comunión. Entonces, ¿qué ocurre aquí? ¿Existe algún tipo de disciplina «acelerada» que Jesús no describió?

Bueno, algo así. Lo que parece estar sucediendo en 1 Corintios 5, es que el pecado era tan atroz, por encima de lo que era aceptable en esa sociedad, que realmente no había nada que el hombre pudiera decir para convencer a la iglesia de su arrepentimiento. En general, seguimos el principio de «inocente hasta que se demuestre lo contrario». Permaneces en la iglesia hasta que, a través de los pasos de Mateo 18, se haga evidente que no estás arrepentido. Pero en ocasiones, la credibilidad de cualquier declaración de arrepentimiento es tan arriesgada que la iglesia debe moverse rápidamente para expulsarte fuera de su comunión. Por tu bien y por la reputación de Cristo, como vemos en 1 Corintios 5. Entonces, si por la gracia de Dios tu declaración de arrepentimiento se vuelve creíble otra vez, ese interdicto de excomulgación es removido.

D. ¿Cómo me relaciono con alguien que ha sido excomulgado?
Muchas veces esto no será un problema porque la persona que ha sido excomulgada se muda fuera del área, o ya no se asocia con la iglesia o sus miembros. Pero ha habido varios ejemplos en los que nuestra iglesia votó para cancelar la membresía de una persona, y el individuo continúa asistiendo a los servicios de la iglesia luego de haber sido expulsado, lo que es maravilloso. Queremos que eso pase. Queremos que la persona escuche constantemente la Palabra de Dios y se convenza de su pecado. ¿Pero qué pasa si esa persona también empieza a aparecer en eventos sociales de la iglesia, como la cena después del servicio por la noche? ¿Qué debemos hacer?

En 1 Corintios 5:11, leemos que no debemos «juntarnos» con dicha persona. En Mateo 18:17, Jesús dice que debes tratar a la persona como lo harías con un gentil o publicano. ¿Cómo se ve esto en la práctica? Significa que deberías tratar a la persona como si fuera un no creyente. Pero no solo cualquier inconverso; un inconverso que trágicamente cree estar bien. Así que, deberíamos animarle a que asista a la iglesia como acabo de mencionar. Y debemos tratarle con amor y amabilidad cuando le veamos. Pero cuando lo hagamos, deberíamos preocuparnos por instarle a que se arrepienta. Nunca deberíamos actuar como si todo estuviera bien, como lo haríamos con otro cristiano o incluso con un no creyente que sabe que no es cristiano. Esa es la lógica de 1 Corintios 5:11: «con el tal ni aun comáis». Por supuesto, cuando la persona excomulgada es un familiar o un compañero de trabajo, otras obligaciones bíblicas que tenemos con la relación a menudo pueden tener prioridad.

E. ¿Qué pasa si un líder de la iglesia peca?
Finalmente, el último tema que quiero abordar hoy es lo que la Escritura dice acerca del pecado entre los líderes de la iglesia. El pasaje guía para estas situaciones se encuentra en 1 Timoteo 5:19-20: «Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman».

Pablo da una caución especial para proteger a los ancianos de falsos ataques: antes de que una acción disciplinaria sea admitida en contra de un anciano, debe haber dos o tres «testigos». La sabiduría de esto es clara: los líderes de la iglesia a menudo participan en situaciones que podrían dar origen a acusaciones especulativas en su contra.

Con este pasaje en mente, permíteme abordar dos situaciones que podrían surgir en la iglesia: Primero, ¿qué pasa si escuchas rumores de una acusación en contra de un anciano? Segundo, ¿qué ocurre si descubres que un anciano está en pecado?

Rumores de acusación
¿Qué sucede si alguien te dice que ha visto a un anciano pecar o piensa que lo ha hecho? ¿Cuál es tu responsabilidad? Primero y principal, asegurarte de no ser parte de un chisme o de una difamación. Dile que hable con el anciano al respecto. No contigo. Como lo harías en cualquier otra situación. Desanímale activamente a dejar de infamar a ese anciano en una conversación como esa.

Hay dos excepciones a esta regla: Si también has visto ese pecado en especifico y esta persona se te acerca en calidad de testigo conforme a lo establecido en 1 Timoteo 5:19, o si te pide que sirvas como testigo incluso cuando no has sido un testigo presencial. Hablaremos un poco más acerca de eso en breve.

Si ves a un anciano en pecado
Segundo, ¿qué pasa si un anciano peca contra ti, o eres testigo de que un anciano peca? ¿Qué debes hacer? Sencillo, habla con él al respecto. Ten presente que la situación puede no ser lo que aparenta ser. Así que actúa con humildad, recuerda que la persona sirve como anciano porque, al menos en el pasado, la iglesia lo consideró irreprochable. Por lo que es sabio darle el beneficio de la duda. ¿Qué ocurre si no te sientes cómodo acercándote? Tal vez (aunque oro para que esto nunca suceda), ¿ha pecado contra ti de una manera intimidante o abusiva? Está bien acercarse a otro anciano o a otra persona en la iglesia con tu preocupación. Cuando tu intención es mantener el problema en silencio y discreción, e involucrar el menor número de personas posible, no estás violando 1 Timoteo 5:19.

Bien, digamos que discutiste el asunto con el anciano, quizá abriste la Biblia para mostrarle su pecado, pero no se arrepiente. ¿Ahora qué? Recuerda lo que dije anteriormente acerca de cuán objetivo es un pecado. Si se trata de un problema de orgullo, algo de lo que no puedes estar seguro, entonces desiste y ora. Sin embargo, si se trata de algo objetivamente verificable, como un asunto de malversación de fondos o una conducta sexual, por ejemplo, entonces debes proceder con 1 Timoteo 5:19. Digo «debes» porque la disciplina, incluso la disciplina de un anciano, no es opcional en la iglesia. Esta es tu responsabilidad ante Dios. ¿Cuál es el siguiente paso? Hablar con aquellos que sabes que han visto el pecado, y pedirles que confronten al anciano contigo y, si es necesario, informar el problema a otros ancianos. Ellos actuarán como los testigos que se necesitan en 1 Timoteo 5:19.

¿Qué pasa si no hay más testigos? ¿Qué se debe hacer? Toma por ejemplo, una situación hipotética en la que un anciano se acerca inapropiadamente a una mujer en la iglesia, y la mujer es la única testigo. En esas circunstancias, la mujer puede hablar con otro miembro maduro (más convenientemente un anciano) acerca de la situación. Y esto no contradeciría 1 Timoteo 5:19 porque su acusación no sería suficiente por sí sola para iniciar el proceso de disciplina formal que se presenta en ese pasaje. En este asunto, el lenguaje específico aquí es instructivo. Dice: «Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos». En este caso, esta mujer no está acusando formalmente a un anciano ante la iglesia, o pidiendo que otros que acepten una acusación como cierta. Simplemente está pidiendo que alguien más le ayude a establecer si su afirmación es verdadera o no. La confesión de la mujer a otra persona llevaría a una mayor investigación por parte de esta última, y quizá de los ancianos. Pero eso en sí no desencadenaría la disciplina formal de la iglesia.

Para que comience la disciplina formal de la iglesia, la persona que ha sido agraviada debe traer a uno o dos individuos que estén dispuestos a actuar como co-acusadores junto con ella. Las personas que pueden cumplir con el rol de testigos en 1 Timoteo 5:19 incluso si no han sido testigos presenciales, debido a su meticulosa investigación, a su conocimiento del acusado, a su conocimiento del acusador, etc. Puedes imaginar que en un caso como este, por lo general, es mejor acercarse a otros ancianos primero porque es más probable que tengan información acerca de acusaciones previas contra este anciano. Por lo que están en una mejor posición para cumplir ese rol de testigo y co-acusador. Recuerda lo que Pablo dijo a los líderes de la iglesia inmediatamente seguido de estos versículos: «Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad». Palabras muy fuertes. Tus ancianos tienen la responsabilidad única ante Dios de no dejar pasar por alto el pecado en la congregación. Lo segundo que Pablo dijo en 1 Timoteo 5:19-20, es que el pecado cometido por el líder de una iglesia es algo muy grave. El mandato de Pablo de reprender públicamente a un anciano pecador significa que debe hacerse alguna declaración de la naturaleza de la ofensa a la iglesia. ¡Incluso si se arrepiente! Para resumir lo que sucede aquí: los ancianos son más vulnerables a las acusaciones. Por tanto, Pablo nos dice que debemos tener cuidado al determinar su culpabilidad. Pero el pecado por parte de un anciano puede ocasionar gran daño a la iglesia, así que incluso cuando hay arrepentimiento, se trata más públicamente.

Conclusión
Entonces, ¿por qué es importante la disciplina en la iglesia? Porque la iglesia es importante. Y la iglesia solo importa cuando es diferente al mundo. Piensa en las palabras de Jesús en Mateo 5:13 «Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿cómo podría volver a ser salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres». La disciplina en la iglesia es la herramienta que Jesús nos dio en Mateo 18 cuando inauguró a la iglesia para mantenernos diferentes del mundo. Nos estimulamos unos a otros hacia el amor y las buenas obras. Protegemos el mensaje del evangelio para la siguiente generación. Pero cuando somos iguales al resto del mundo, todo esto se desvanece en la nada.

Por tanto, trabajemos juntos como iglesia para perseverar en la fe, usando esta herramienta de la disciplina cuando debamos para la gloria de Dios y la salvación de nuestro mundo.

[1] 2 Tesalonicenses 3:11, 1 Pedro 4:15

Viviendo como una iglesia – Clase 8: El liderazgo de la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 8: El liderazgo de la iglesia

  1. Introducción
    Hoy hablaremos acerca del liderazgo de la iglesia y, específicamente, acerca de la interacción entre el liderazgo y la congregación. Recordarás que hace unas semanas consideramos los oficios bíblicos de los ancianos y los diáconos. En esa clase, el énfasis recaía en la manera en la que Dios nos ha instruido acerca de la organización en la iglesia para su gloria y por nuestro bien. En contraste, la clase de hoy del tema del liderazgo aborda el lado personal del liderazgo de la iglesia. Concretamente, lo que nosotros, como miembros de la iglesia, podemos hacer para promover la unidad a través de nuestra sumisión y respaldo fiel para con el liderazgo. Mientras que al mismo tiempo hacemos nuestro trabajo como congregación para proteger a la iglesia de errores doctrinales graves.

Permíteme comenzar esta clase con la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos nosotros, como miembros de la iglesia, relacionarnos con nuestros ancianos en formas que promuevan la unidad y glorifiquen a Dios?

Hebreos 13:17 nos dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso». Estas son palabras fuertes: «obedeced», «sujetaos», especialmente en la cultura igualitaria e individualista de hoy.

Pero estas palabras no están allí solo para mantener el orden. Leemos que la sumisión en la iglesia es para nuestro provecho. A través de la sumisión podemos dar ejemplo de la humildad piadosa que debería caracterizarnos. Por medio de la sumisión mantenemos la unidad en medio de los desacuerdos, demostrando que nuestro llamado en Cristo es más importante que los choques de opinión. Finalmente, nuestra confianza o seguridad en quienes nos lideran es mucho más que una simple confianza en el hombre, porque hasta los mejores hombres caen. En cambio, se trata de una confianza en Cristo, que da líderes a su iglesia y trabaja a través de ellos para bendecirnos.

¿Quiere esto decir que debemos decir «sí» a todo? No, de hecho, en el Nuevo Testamento los miembros de la congregación, y no sus líderes, son los responsables de toda enseñanza antibíblica que se filtra en la iglesia. No, en el Nuevo Testamento, en realidad son los miembros de las congregaciones y no solo sus líderes quienes rinden cuentas por la enseñanza no bíblica en la iglesia. Confiar en el liderazgo no significa que debemos considerar las opiniones de nuestros ancianos como verdaderas sin vacilar. Como lo expresó un escritor: «La libertad cristiana se corrompe cuando los laicos se enamoran cada vez más de los decretos de los ancianos y de los mandamientos de los hombres» (Roger Beardmore, ed., Shepherding God’s Flock (Pastoreando el rebaño de Dios) (Harrisonburg, Va: Sprinkle Publications, n.d.) 105-6.).

Empezaremos considerando lo que podemos hacer positivamente para alentar el liderazgo de nuestra iglesia. Haciéndoles trabajar con alegría como leímos en Hebreos 13. Luego dedicaremos el resto de la clase a examinar cómo deberíamos responder cuando discrepamos con el liderazgo de nuestra iglesia. Así que, ¡comencemos!

  1. Haz que los líderes trabajen con alegría y sin quejarse
    Una de las mejores cosas que podemos hacer para promover la unidad en nuestra iglesia es ayudar a nuestros líderes a ver su trabajo como un deleite dado por Dios. Por supuesto, esto se complica por el hecho de que tanto nosotros como ellos, somos pecadores. Al reconocer todo eso, nuestro llamado en la Escritura como vimos hace unos minutos es: «Obedecerles para que trabajen con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso».

Nunca deberíamos subestimar la conexión entre la actitud de una congregación y la capacidad de sus líderes. Muchas situaciones infelices se resolverían si las congregaciones vieran a sus líderes como compañeros en el gran llamado de la iglesia para reflejar la gloria de Cristo y no como adversarios que vencer. Los líderes son seres humanos, que luchan con la indecisión. Pueden encontrar que las decisiones que deben tomar exceden su sabiduría y experiencia. Pueden luchar con la inseguridad. Pueden ser lastimados y desanimados en su trabajo por la ignorancia o la insensibilidad de los miembros de la iglesia. A menudo, suponemos implícitamente que nuestros líderes deben ser perfectos. Por lo que, cuando vemos señales de su imperfección, ya sea pecado, decisiones cuestionables o características irritantes, sentimos que podemos ridiculizar su liderazgo.

Recuerda que nosotros somos el objeto de la supervisión cuidadosa de los líderes. «Ellos velan por nuestras almas» (Hebreos13:17). Dios valora nuestras almas. Por tanto, él escoge líderes para advertirnos de los peligros espirituales. Así que, ¿cómo podemos ayudarles a cumplir con su labor? Aquí tienes algunas ideas. Como referencia, éstas están basadas en el libro de Wayne Mack y David Swavely llamado Life in the Father’s House: A Member’s Guide to the Local Church (La vida en casa del Padre: La guía de un miembro para la iglesia local).

A. Cree en Jesucristo y camina en obediencia
El primer punto es obvio, pero siempre vale la pena mencionarlo. Podemos alentar a nuestros líderes creyendo en el evangelio y caminando en obediencia a la Palabra de Dios. Piensa en la declaración de 3 Juan 4: «No tengo yo mayor gozo que éste, el oír que mis hijos andan en la verdad».

Da gozo ver la mano de Dios obrar en los miembros para conformarlos cada vez más a la imagen de Cristo. Da gozo ver al pueblo de Dios usar sus dones para la edificación del cuerpo. Da gozo ver a los miembros compartir el amor de Cristo entre sí. Da gozo ver a los santos perseverar en la fe en tiempos difíciles.

Por supuesto, ¿cómo podrán los líderes de la iglesia sentirse alentados por nuestro deleite y crecimiento en Cristo si no lo manifestamos? ¡Deja que los ancianos sepan lo que Cristo está haciendo en tu vida! Y cuando te pregunten cómo estás, diles. Lo que Cristo está haciendo en tu vida, y la forma en la que necesitas oración y consejo.

B. Cultiva y preserva la unidad en el cuerpo
Pablo escribió acerca de esto a los filipenses cuando dijo: «Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa» (Filipenses 2:1-2). Cuando los ancianos buscan candidatos para el diaconado, buscan a alguien que tenga un efecto «amortiguador» y esclarecedor en situaciones susceptibles. Y eso no es algo solo para los diáconos; es algo a lo que todos estamos llamados a hacer. Después de todo, como escribió Santiago: «Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (Santiago 3:18). Esa clase de congregación es de gran estimulo para sus líderes.

Ahora bien, ¿cómo podemos promover la unidad actuando como «amortiguadores»? De esto se ha tratado todo este seminario, por lo que algunas de estas sugerencias sonarán familiares. Pero es bueno refrescar nuestras mentes con estas cosas.

Primero, trata a los demás con amor. Recuerda lo que Pedro escribe: «Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados» (1 Pedro 4:8).
Segundo, y en ese mismo sentido, recuerda en medio del desacuerdo que aunque nuestras opiniones son temporales, las personas con quienes discrepamos son eternas. En medio de una discusión, ten cuidado de no tentar a un hermano o hermana a pecar enojado o con resentimiento.
Tercero, anima a otros a confiar en los líderes. Sí, los líderes no son perfectos. Pero aun así deberíamos inclinarnos hacia la confianza y no hacia el cinismo. Cuando alguien se nos acerca con una preocupación por la decisión de un líder de la iglesia, y nosotros sabemos el motivo de esa decisión, podemos explicarlo. Si no lo sabemos, o si una mejor explicación no alivia su inquietud, deberíamos sugerirle rotundamente que hable directamente con ese líder de la iglesia en vez de hacer que las cosas se agraven.
C. Ora por los líderes de la iglesia
En 2 Corintios 1:10-11, Pablo escribe: «En quien Cristo esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos». Este pasaje nos recuerda dos razones por las que debemos orar regularmente por los líderes de la iglesia. En primer lugar, ellos han recibido un deber formidable: actuar en su humanidad para pastorear una congregación de personas pecaminosas. Pero además, debemos orar por los líderes de la iglesia para que podamos regocijarnos y agradecer a Dios cuando nuestras oraciones sean contestadas. Entonces estaremos asombrados por su poder y experimentaremos la alegría que es nuestra en Cristo.

D. Expresa tu amor por ellos.
Más adelante en 2 Corintios, Pablo describe cómo esto lo hizo sentir. Dice: «Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito; y no sólo con su venida, sino también con la consolación con que él había sido consolado en cuanto a vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto, vuestro llanto, vuestra solicitud por mí, de manera que me regocijé aún más» (7:5-7).

Qué increíble giro el que Pablo describe aquí. De «ningún reposo tuvo nuestro cuerpo» a «me regocijé aún más». Considera el hecho de que tu ánimo podría ser el consuelo de Dios para un líder que está luchando con el desánimo. Y si no eres el tipo de persona efusiva que a menudo hace comentarios alentadores, tus palabras podrían hundirse incluso más profundamente.

E. Busca su consejo y acepta con gratitud su reprensión
El consejo de los líderes de la iglesia, solicitado o no, debería ser una parte valiosa de nuestras vidas. Parte de su trabajo como pastores es identificar y abordar los problemas en nuestras vidas antes de que se vuelvan dañinos. Dos comentarios al respecto: Primero, recuerda que para que su consejo o reprensión sea específico y bien concebido, nuestros líderes deben saber lo que sucede en nuestras vidas. Es un buen hábito asegurarnos de que al menos un líder de nuestra iglesia esté consciente de nuestras luchas, de futuras decisiones importantes y de lo que nos desanima. Así que, habla regularmente con los líderes de la iglesia, tanto con los ancianos como con los miembros del personal y los líderes de un grupo pequeño.

Y, por supuesto, ve la reprensión piadosa como una consideración cuidadosa. Como leemos en Proverbios 9:8: «No reprendas al escarnecedor; para que no te aborrezca. Corrige al sabio, y te amará».

Ora para que Dios nos ayude a crecer en la madurez de Cristo para que podamos reaccionar positivamente a la reprensión cuando se nos presente, y no de manera defensiva.

F. Cree lo mejor de su carácter y de sus decisiones
En 1 Tesalonicenses 5:12-13, Pablo escribe: «Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros».
Permíteme leerte un párrafo del libro que mencioné anteriormente de Mack y Swavely, ya que captura bien este punto de la Escritura.

«Aunque siempre somos propensos a darnos ‘el beneficio de la duda’, nuestra naturaleza pecaminosa siente la fuerte tendencia a ser desconfiada, escéptica e incluso cínica para con los demás. Esto es especialmente cierto con nuestros líderes. Muchos miembros desarrollan el hábito de disfrutar ‘quemar al pastor’ en su almuerzo, pero el amor bíblico según 1 Corintios 13:7: ‘Todo lo sufre, todo lo espera’. Un miembro amoroso supondrá lo mejor de sus líderes y confiará en ellos hasta que algunas palabras o acciones claras le hagan preocuparse legítimamente por su sabiduría o intenciones».

Debemos confiar en nuestros líderes si no hay razones claras para lo contrario. Y no deberíamos esforzarnos por suponer sus intenciones a no ser que exista un fin elemental para ello. Con mucha frecuencia, no nos molesta lo que se hace, sino el porqué se hace. Lo que, claro está, es totalmente presuntivo a menos que la persona nos diga por qué hizo algo.

A menudo, desconocemos el porqué de las decisiones que se toman. Es peligroso confiar demasiado en nuestra opinión de lo que debería haberse hecho, sin conversar con los líderes de la iglesia. Y es riesgoso suponer razones pecaminosas del porqué se hicieron las cosas. Solo Dios conoce el corazón del hombre, nunca deberíamos creer que nosotros conocemos sus motivos.

Este es el lugar apropiado para hablar de la crítica piadosa hacia los líderes de nuestra iglesia. Nuestros líderes son seres humanos. Son imperfectos como el resto de nosotros. Debemos recordar ser humildes, amorosos y amables al acercarnos a un líder con una crítica apropiada y constructiva. Debemos tener cuidado de no ser excesivamente críticos o directos con comentarios negativos con mucha frecuencia. Pero también deberíamos recordar que hay ocasiones en las que es necesario algo de crítica piadosa, y no deberíamos renunciar a nuestra responsabilidad en esta área. Recuerda esta sección de nuestro pacto congregacional: «Caminaremos juntos en amor fraternal, como miembros de la iglesia de Cristo; nos cuidaremos y supervisaremos en amor, nos amonestaremos y oraremos fielmente los unos por los otros según la ocasión lo amerite».

Aplica tanto para los líderes de la iglesia como para los miembros de la iglesia, ¿cierto? Debemos trabajar arduamente por cultivar una cultura en la que la crítica amorosa y considerada sea dada con prudencia y aceptada libremente. Recuerda Proverbios 25:11: «Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene».

Por tanto, seis formas en las que podemos obedecer el mandamiento bíblico de respetar a quienes nos sirven como líderes, especialmente los ancianos, y ayudarles a trabajar con alegría: (1) camina en obediencia a Cristo; (2) cultiva y preserva la unidad; (3) ora por los líderes de la iglesia; (4) expresa tu amor por ellos; (5) busca su consejo y acepta su reprensión, y (6) confía en su carácter y decisiones.

Y no puedo culminar esta sección sin señalar lo provechoso que es cuando el cuerpo de la iglesia hace esto. El cuidado y el amor que los miembros tienen por sus líderes es asombroso y evidente. ¡Alabado sea Dios por su gracia en eso!

  1. ¿Qué hacemos cuando no estamos de acuerdo?
    La segunda parte de nuestra clase es lo que deberíamos hacer cuando no estamos de acuerdo con los líderes de la iglesia. Permíteme decir desde el principio que hablaremos dentro de unas pocas semanas acerca de lo que debemos hacer cuando un anciano está en pecado.

Inevitablemente habrá veces para todos nosotros en la que los ancianos tomen decisiones con las que no estemos de acuerdo. Nuestra respuesta puede marcar la diferencia entre promover la unidad o fomentar el disentimiento.

Es posible que hayas visto un útil diagrama ser usado en nuestra iglesia antes, con un eje midiendo cuán clara es la respuesta a una pregunta en específico, y el otro midiendo su importancia. Está en tu folleto y me referiré a él el resto de nuestra discusión.

Comenzando en el cuadrante izquierdo superior, tenemos las cosas que están claras en la Escritura, pero que no son importantes. Honestamente, es difícil pensar en algo que encaje en esta categoría. Si Dios decide algo que es lo suficientemente importante como para que quede claro en la Biblia, deberíamos prestar atención.

Avanzando hacia el cuadrante izquierdo inferior, tenemos las cosas que no son importantes ni claras. Por ejemplo, ¿qué marca de fotocopiadora deberíamos comprar? ¿Cuánto debería durar nuestro tiempo de silencio luego de que culmina el servicio? Puede ser bueno tener discusiones sabias acerca de estos temas. Pero una iglesia haría bien en someterse a las decisiones de sus líderes, quienes probablemente están delegando muchas de estas preguntas al personal o a otros miembros de la iglesia. Si tienes algo qué decir acerca de esta clase de temas, hazlo, pero nunca de manera conflictiva.

Y ahora, en los dos cuadrantes derechos es donde las preguntas se ponen más desafiantes. ¿Qué pasa con los asuntos que son bastante importantes, pero nada claros? ¿Deberíamos reconocer a alguien como anciano o comprar una gran propiedad? Es en estas situaciones que la congregación debe escuchar cuidadosamente a los ancianos y darles el beneficio de la duda. Es por ello que Dios los ha puesto para guiarnos.

Ahora bien, eso no quiere decir que algunas de estas decisiones no sean difíciles de aceptar. Entonces, ¿cómo podemos discrepar de manera piadosa acerca de cosas que están lejos de estar claras, pero cuyas implicaciones son importantes para nosotros como iglesia? Aquí tienes algunas sugerencias:

Primero, debemos reconocer que tenemos un importante rol que desempeñar, y es informar a los ancianos. Los ancianos no siempre están conscientes de todas las necesidades de la iglesia ni están perfectamente informados. Como iglesia, creemos en esto tan fuertemente que hemos escrito en nuestra constitución la norma de que ningún miembro de la iglesia puede hablar públicamente contra un anciano o contra un candidato a diácono a no ser que haya hablado antes con un anciano. La razón para esto NO es que los ancianos tratan de controlar tu voto. Se debe simplemente a que si existe una razón por la que estás en contra de la nominación de esta persona, podría ser una buena razón para que los ancianos reconsideren su decisión.

Por tanto, puedes desempeñar un rol útil al informar a los ancianos. Pero luego deberíamos confiar en lo que ellos decidan hacer con esa información.

Segundo, si no estás de acuerdo con una decisión hecha por el liderazgo, siéntate y habla con ellos para entender su razonamiento. Los ancianos están dispuestos a hacerlo. Ellos ven su cuidado espiritual por la congregación como su máximo deber en la iglesia. Así que, date le oportunidad de ser persuadido por ellos, y abordar el asunto con un espíritu enseñable.

Tal vez te preguntes, ¿qué pasa si me siento intimidado por los ancianos? ¿Cómo puedo participar en esta clase de conversación? Bueno, a la larga, puedes contradecir ese sentimiento conociendo mejor a los líderes. A corto plazo, es probable que de todos modos debas hablar con ellos acerca de tu inquietud, aunque a veces tener una conversación primero con otro líder de la iglesia, como el líder de tu grupo pequeño, puede ser sabio.

Incluso si luego de hablar con los ancianos sigues discrepando acerca de un asunto en esta categoría, está bien. No todos los cristianos pensarán siempre del mismo modo. Puedes confiar en ellos y no discrepar al mismo tiempo. Aquí es donde realmente la teoría se pone a prueba en relación con Hebreos 13:17. Una cosa es obedecer a los ancianos cuando estás entusiasmado y crees que tienen una excelente idea. Otra cosa es sujetarte a ellos cuando no estás de acuerdo con su decisión. En el segundo caso, nos sujetamos porque actuamos en fe. Por fe confiamos en que Cristo nos gobierna por su Palabra y Espíritu y a través de sus líderes.

Y en este punto, solo déjame decir que esto es lo que los ancianos están llamados a hacer cuando discrepan entre sí. Están llamados a someterse a la mayoría de los obispos. Habrá un tiempo en el que cada anciano pertenecerá a la minoría en una votación acerca de un determinado tema. En esas circunstancias, ese anciano está llamado a sujetarse a la mayoría, confiando en que Dios está obrando a través los otros ancianos en la votación. Así que, si uno de los ancianos sale perdiendo en una votación, tiene que dejarlo pasar. No debe buscar apoyo moral luego de la votación ni guardar rencor porque el resto del equipo no compartió su punto de vista. Nuestros ancianos hacen lo mejor para ser un ejemplo de sumisión para la congregación.

Tercero, cuida cómo discutes este asunto con otros. Para los temas en esta categoría de importante, pero incierto, nuestra unidad como iglesia glorificará más a Cristo que el tomar decisiones óptimas. No vayas a espaldas de los ancianos, buscando el apoyo de la congregación, para tratar de derrocar su decisión. No te burles de la decisión de los ancianos al conversar con otros, y corras el riesgo de hacer que sea más difícil para ellos confiar en sus líderes. Y sí hablas acerca de tu posición en una reunión de miembros, hazlo con gracia, bondad y humildad. ¿Cuántas veces hemos escuchado acerca de reuniones de los miembros en las iglesias que terminan en gritos y sentimientos de dolor y enojo?

Finalmente, cuando otros intenten menospreciar al liderazgo al conversar contigo, explícales que deberían hablar con los ancianos directamente si tienen una preocupación. Que hay buenas y malas maneras de criticar esas decisiones.

Ahora, consideremos la última categoría en la matriz donde los asuntos son claros y también importantes. Aquí es donde la congregación se convierte en el respaldo final contra las malas decisiones hechas por los ancianos. Es en estos temas de disciplina y doctrina en los que los apóstoles apelan en el Nuevo Testamento a la iglesia para que actúe. ¿La iglesia en Corinto continuaría aceptando en su comunión a un hombre en grave pecado? ¿Las iglesias de Galacia cambiarían los requisitos del evangelio? Aquí la congregación debe actuar. En este punto, la reputación de Cristo será mejor servida si nos apegamos a la respuesta correcta en lugar de a la unidad visible. Pero incluso aquí las preguntas abundan. ¿Cómo se llevaría a cabo esta acción? ¿Y cómo podemos cumplir nuestro rol bíblico como congregación mientras cuidamos gentilmente la reputación de Cristo entre nosotros y las almas de aquellos con quienes no estamos de acuerdo?

La manera en la que esto sucedería es que la congregación votaría a favor de la moción en cuestión por parte de los ancianos, de nuevo si esa moción es claramente antibíblica. En algunas situaciones, también deberían pedir la renuncia de los ancianos. Pero a lo largo de esto, una iglesia debe tener varias cosas en mente.

Primero, una iglesia no es un lugar para campañas y escrutinios secretos. Si un miembro de la congregación siente que los ancianos están cruzando la línea en temas de disciplina o doctrina, él o ella debe ser franco con los ancianos. Incluso al hablar con otros miembros de la iglesia sobre el mejor curso de acción.

Segundo, si existe un problema en esta categoría en la que los ancianos defienden una posición no bíblica, este es un buen momento para buscar el consejo de líderes piadosos de otras iglesias. Preferiblemente aquellos que conozcan bien a la iglesia y a sus líderes. Simplemente el hecho de que la congregación es la autoridad final en asuntos de disciplina y doctrina, de ninguna manera insinúa que no deberían buscar el consejo piadoso en ninguna otra parte.

Tercero, debemos tener mucho cuidado para proteger el nombre de Cristo en medio de lo que bien puede ser un desacuerdo desgarrador. A veces lees una historia en el periódico de que miembros de una iglesia han contactado medios externos por un desacuerdo en su iglesia, probablemente para reunir apoyo y ejercer presión sobre sus oponentes. Qué espantoso. Qué mundano. El apóstol Pablo arremetió contra la iglesia en Corinto por llevar los desacuerdos entre los miembros de la iglesia ante un tribunal civil. Imagínate cómo habría reaccionado ante la trompeta del desacuerdo de toda una iglesia ante el mundo en general. Sin embargo, lo más importante es pensar en cómo Dios ve estas tácticas. La reputación de Cristo debe dominar nuestras mentes. No debemos tomar medidas ni decir algo, independientemente de las circunstancias, que podría llegar a difamar el nombre de Cristo ante los ojos del mundo que nos rodea. Aún más que la unidad de nuestra iglesia, Cristo debe ser nuestro gozo y nuestro tesoro.

Al ver esta última categoría de desacuerdo, oro para que nuestra iglesia nunca tenga que recorrer un camino tan difícil. Pero si ese día llegara, esperemos de la increíble manera en que nos ha perseverado como cuerpo a través de tres siglos diferentes. Y alegrémonos de que los propósitos de Dios triunfan independientemente de nuestro comportamiento.

  1. Conclusión
    Cerraré con las palabras de un pastor anciano, Edward Griffin, hablando a su iglesia acerca de su jubilación. Estas son palabras que haríamos bien en prestar atención a todos aquellos que Dios nos ha dado como líderes.

«Por tu propio bien, y por el bien de tus hijos, cuida y respeta a quien has elegido para que sea tu pastor. Él ya te ama; y pronto te amará como ‘hueso de su hueso y carne de su carne’. Será igualmente tu deber y tu interés hacer que su trabajo sea lo más agradable posible para él. No exijas demasiado. No demandes visitas demasiado frecuentes. Si pasara, de esta manera, la mitad del tiempo que algunos exigen, deberá descuidar por completo sus estudios, si no se hunde antes bajo la carga. No le reportes todas las cosas desagradables que puedan decir en su contra; ni insinúes constantemente, en su presencia, oposición. Aunque es un ministro de Cristo, considera que tiene los sentimientos de un hombre». Que así podamos glorificar a Cristo a través del cuidado de nuestros líderes.

Viviendo como una iglesia – Clase 7: El descontento dentro de la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 6: La comunión de la iglesia

  1. Introducción
    El descontento es algo con lo que todos los luchamos de vez en cuando, y el descontento con la iglesia puede ser particularmente difícil. Levanta la mano si alguna vez has sido parte de una iglesia perfecta. Si lo hiciste, puedo garantizarte que estás equivocado, porque tú eras parte de esa iglesia. Las personas que más amamos son quienes más pueden lastimarnos. El grupo en el que colocamos nuestras expectativas más altas, —¡el cuerpo de Cristo!— es el que más puede decepcionarnos.

Me pregunto si puedes recordar la última vez que estuviste profundamente decepcionado por otro miembro de la iglesia. O piensa en la última vez que sentiste que una iglesia te desilusionó. Tal vez han pasado meses desde que te uniste a una iglesia, y aún te sientes como un extraño. O, quizá, la congregación pasó por alto una determinada prioridad que era muy importante para ti. Dificultades como estas pueden conducir muy fácilmente al descontento. Y la manera en la que respondemos al descontento puede ser un gran enemigo de nuestra unidad como iglesia. O puede ser una fuerza increíble para bien. En minutos, hablaremos más acerca de cómo surge el descontento. Pero al iniciar, me gustaría reflexionar sobre cómo el descontento puede ser tan dañino. ¿De qué manera nuestra respuesta al descontento puede dañar la unidad en la iglesia? Otra pregunta: ¿Cómo una buena respuesta al descontento puede fortalecer a la iglesia?

Como en toda adversidad, sabemos que Dios nos da la gracia para luchar contra el descontento, y su propósito es usarlo para su gloria y para nuestro bien. Así que, ¿cómo podemos promover la unidad cuando encontramos descontento en la iglesia? Esto es lo que estaremos considerando el día de hoy.

Antes de seguir avanzando, permíteme aclarar algo. La clase de hoy no abordará cómo deberíamos responder a un pecado evidente en la iglesia. Dios mediante, estudiaremos ese tema luego cuando hablemos de la disciplina en la iglesia. La clase de hoy tampoco abordará el descontento que proviene de no estar de acuerdo con el liderazgo. Cubriremos esa pregunta la próxima semana en nuestra clase acerca del liderazgo.

En cambio, piensa en el tema de hoy como una especie de réplica de la semana pasada, en la que examinamos cómo podemos crecer en la unidad juntos a través de nuestro amor mutuo. Hoy veremos cómo respondemos a los aspectos de nuestra iglesia que no son necesariamente pecaminosos, pero que pueden ser causa de infelicidad y, por ende, una fuente potencial de desunión y descontento. Y vale la pena señalar que el descontento no siempre es malo. Es posible que una iglesia te haya decepcionado porque no da aporta mucho para las misiones. Ese podría ser un descontento piadoso. Pero aún así podríamos responder de un modo que sea dañino para la iglesia.

Por tanto, comenzaremos examinando el efecto negativo que el descontento puede tener sobre la iglesia. A continuación, veremos algunas ideas de cómo deberíamos lidiar con el descontento de una forma que honre a Dios, y después consideraremos dos categorías específicas del descontento. En todo esto, mi oración es que todos estemos mejor capacitados para «guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de paz» como se nos ordena en Efesios.

Así que primero, ¿de qué manera puede el descontento afectar la unidad de la iglesia?

  1. El fruto amargo que proviene de una pobre respuesta al descontento
    Podríamos definir el descontento como el anhelo por algo mejor que la situación presente. Puede existir el descontento piadoso, sabemos con seguridad que este mundo está corrompido por el pecado y debería ser mejor; pero puede existir el descontento pecaminoso en el que nos rehusamos a confiar en la bondad de Dios y a ser agradecidos por su provisión en lugar de exigir más de lo que él ha ordenado. Además, incluso si nuestro descontento es piadoso, todavía podemos poner nuestra esperanza en las circunstancias y no en Dios para que éstas mejoren. Y el descontento, incluso cuando nace de deseos piados, puede producir frutos amargos si no respondemos como deberíamos. Así que veamos tres formas en las que el descontento, si no se maneja adecuadamente, puede perjudicar el testimonio de la iglesia:

A. El descontento puede provocar quejas y murmuración
Pablo nos advierte en el libro de Filipenses: «Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo» (2:14-15). Hazlo todo sin quejarte o murmurar nunca, es lo que la Biblia dice. Parte de la forma en la que nuestro testimonio debería ser convincente ante el mundo que nos rodea es que no nos quejamos (cf. Santiago5:9). Cuando no abordamos correctamente el descontento y, como consecuencia, nos quejamos, dañamos una de las características que nos caracteriza como cristianos. Lesionamos el testimonio de la iglesia.

B. El descontento puede provocar discordia
Cuando no somos felices sentimos la tentación de hablar al respecto. Sentimos la tentación de criticar. Buscamos apoyo intentando hacer que las personas vean las cosas desde nuestro punto de vista. Y sin importar la virtud de nuestra preocupación inicial, esta clase de comportamiento puede rápidamente causar divisiones y oposición dentro de la iglesia, algo que Pablo enlista junto a la idolatría, la hechicería y las enemistades cuando escribe acerca de los hechos de la naturaleza pecaminosa (cf. Gálatas 5:20). Debemos tener cuidado al abordar el descontento por la discordia que puede producir.

C. El descontento nos distrae de lo que realmente importa
Como individuos y como iglesia, nuestro deber es «aprovechar bien el tiempo» (Efesios 5:16). Pero el descontento consume nuestro tiempo y nuestra atención. Debilita nuestra energía. Monopoliza el tiempo y la atención de nuestros hermanos y hermanas, de nuestros ancianos y de nuestro personal. Puede distraernos de lo que en realidad importa.

Estas son algunas de las consecuencias que el descontento puede producir en nuestra vida como iglesia. Pero recuerda que el descontento también puede fortalecer al cuerpo. Cuando respondemos de una manera que es piadosa, cuando nos sometemos unos a otros por amor a Cristo y hacemos el arduo trabajo de amar, podemos glorificar a Dios grandemente. Demostramos que nuestra unidad no descansa sobre un acuerdo perfecto o personalidades compatibles, sino sobre la mutua esperanza y satisfacción que tenemos en Cristo. Para ver eso en acción, pensemos en formas en las que podemos abordar el descontento de una manera que glorifique a Dios.

  1. Cómo abordar el descontento en general
    ¿Cómo deberíamos abordar el descontento? Ofreceré cuatro sugerencias, pero esta no es una lista de cosas que hacer o una especie de fórmula. Como cualquier otra área de la vida cristiana, lo que necesitamos finalmente no es una lista de pasos de acción, sino entender cómo la gracia de Dios transforma la manera en la que respondemos al descontento. Queremos ser capaces de decir como Pablo: «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación» (Filipenses 4:11). Aquí tienes cuatro formas de aplicar la buena noticia de la paciencia de Dios para con nosotros, para que a través de su Espíritu y fortaleza podamos ser pacientes unos con otros.

A. Ora por la misericordia de Dios
Primero y principal, el evangelio nos dice que somos incapaces de hacer algo valioso en nuestras propias fuerzas, y eso incluye responder al descontento. Recuerda el Salmo 121: «Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra». Así que nuestra primera directriz es orar e invocar la misericordia de Dios. Es tonto pensar que somos lo suficientemente maduros para abordar el descontento nosotros solos. Cuando algo acerca de la iglesia o alguien en la iglesia te irrita, estás a punto de entrar en una batalla espiritual. Satanás quiere destruirnos con la amargura, el orgullo y la venganza. Podemos justificar ceder ante la tentación cuando sentimos que tenemos el derecho.

Por tanto, cuando te sientas descontento, ora. Necesitas orar. Estas librando una guerra que no puedes ganar por tu cuenta. Ora para que Dios te dé discernimiento y sabiduría a través de su Palabra. Ora para que identifique cualquier deseo pecaminoso que haya en tu corazón y lo reemplace. Ora para que encienda tu corazón con el amor de Cristo. Honraríamos más a Dios si intentáramos dejar de arreglar las cosas nosotros y pasáramos más tiempo suplicándole a Dios que nos arregle.

B. Examina tus deseos; confiesa y arrepiéntete de aquellos que son pecaminosos
Segundo, examina tu corazón para entender los deseos que se encuentran en la raíz de tu descontento. ¿Dónde hay pecado que debemos confesar? ¿Dónde hay deseos que deberían ser satisfechos en Cristo, pero que estamos buscando satisfacer incorrectamente en la comodidad o en el respeto de los demás? Santiago escribe en el capítulo 4: «¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis» (4:1-2a).

Santiago identifica la conexión entre el descontento y las circunstancias. A menudo nos sentimos descontentos porque hemos puesto nuestra esperanza en las circunstancias y no en Dios, pero las circunstancias cambian. Y Dios no cambia. Él es el mismo ayer, hoy y por siempre. ¿Hay una guerra o un pleito? Entonces hay deseos pecaminosos en tu corazón contra los que debes luchar.

Por ejemplo, quizá no eres feliz porque algunas personas son mejores amigos con un miembro específico de la iglesia de lo que tú eres. Entonces, ¿cuál es la raíz de ese descontento? ¿Es porque sientes que esa amistad sugiere un estatus especial que deseas? ¿Es porque estás celoso de una amistad que parece tan íntima? Pide a Dios que identifique el pecado en tu vida, y confiesa ese pecado. Piensa bien en la raíz del problema, en los deseos detrás de las emociones del descontento.

  • ¿Estás poniendo tu esperanza en la aprobación de las personas y no en la aprobación de Cristo por ti? El evangelio declara que la aprobación de Dios de ti en Cristo es suficiente.
  • ¿Estás frustrado porque parece que nadie en la iglesia entiende tus luchas y deseas ser escuchado? El evangelio declara que Dios te ve, te conoce, te perdona y te guía.
  • ¿Estás descontento porque sientes que mereces un mejor trato del que recibes? Recuerda el llamado del evangelio a entregar tu vida, y tus derechos, por amor a Cristo.

Esa es la directriz número 2, examina tus deseos y arrepiéntete.

C. Ve a los demás creyentes como Dios los ve a ellos
Tercero, debemos esforzarnos por ver a la iglesia y a todos como Dios lo hace. Eso significa que deberíamos ver a los demás a través del lente del amor, no de la decepción o de la desconfianza.

De nuevo, el evangelio es crucial aquí. Nos recuerda que en Cristo, Dios ha derramado sus riquezas del perdón sobre nosotros a pesar de nuestro pecado. A medida que crecemos en el entendimiento de la profundidad de su gracia y nuestros corazones se llenan de gratitud, podemos comenzar a ver a los demás como Dios los ve a ellos, como santos amados a quienes él ha lavado, limpiado y renovado. No son nuestros enemigos, sino nuestros queridos hermanos y hermanas. Sí, es posible que ellos puedan malinterpretarnos, defraudarnos, frustrarnos y decepcionarnos. Pero por el sacrificio de Cristo, Dios no se rinde ni se aparta de ellos, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.

¿Cómo podemos ver a otros no desde una perspectiva egoísta y descontenta, sino desde el ventajoso punto de Dios? Aquí tienes algunas ideas:

– Primero, ora por los demás y ámales en formas concretas. Cuando eres infeliz con alguien en la iglesia, ora por esa persona. Ora para que Dios prospere su deseo por él. Ora para que Dios te ayude a entender el valor que ellos portan como sus hijos.

Y expresa esa preocupación en otras formas de servicio. Envíales un correo electrónico alentador o provee para una necesidad física. Escoger amar a alguien a un nivel extremadamente práctico puede ser una de las mejores maneras de suavizar nuestros corazones en medio del descontento.

Ahora bien, podrías estar pensando: Pero si mi corazón dice cosas negativas en el interior mientras digo cosas estimulantes en el exterior, ¿eso no es hipocresía? No lo creo. Disciplinarte para trabajar por el bien de los demás, incluso cuando tus sentimientos se inclinan en otra dirección, es parte de lo que significa perseverar en amor como vimos la semana pasada, y Dios puede usar esa acción para suavizar nuestros corazones, para ganar ese afecto que hace falta.

– Segundo, considera lo valiosas que son las demás personas para Dios. En Filipenses 2:3, Pablo dice: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo». ¿Por qué deberías considerar a los demás miembros de la iglesia como «superiores» a ti? ¿Es porque son más capaces o más piadosos? No. Es porque son posesión de Dios; él los ha comprado con su sangre. Son preciosos a los ojos de Dios. Gran parte del descontento egoísta inicia porque hemos elevado nuestro valor e importancia por encima de los que nos rodean.

Así, por ejemplo, digamos que soy impaciente con alguien porque esa persona nunca se ofrece a hacer algo en la iglesia. Y mi actitud es: ¿¡Cómo se atreve a creer que su tiempo es más valioso que el mío!? ¿Acaso no puede ver lo ocupado que estoy, pero sigo sirviendo? Haría bien en reenfocar mi preocupación lejos del valor de mi tiempo y hacia el valor de ese cristiano. Dios dio su vida por él. Así es como haré que mis pensamientos pasen del contentamiento al amor. Todavía puedo hablar con esa persona acerca de cómo servir en la iglesia es algo bueno, por su propio bien y por el bien del cuerpo, pero Dios mediante, mi motivación será el amor.

D. Habla… en amor.
La manera en la que compartes los detalles de tu descontento con otros afecta si ese descontento crece o mengua. Así que, ¿qué deberías hablar y cómo deberías hacerlo? Permíteme darte algunas sugerencias.

– Es un buena entrenamiento estudiar estas cosas que hemos hablado hasta ahora (la oración, examinar nuestros deseos, ver a los demás como Dios los ve, etc.), antes de hablar con alguien acerca de tu área de infelicidad. ¿Quieres confesar tu pecado o colaborar para animar a la iglesia? Si tu conversación no cae en alguna de esas categorías, entonces podrías estar en peligro de caer en la categoría de las quejas y las murmuraciones.

– Cuando pienses que es bueno hablar con alguien, habla constructivamente acerca de cómo pueden ambos servir mejor a la iglesia. Es probable que si simplemente usas una conversación para desahogarte o para afirmar tu descontento, el mismo se propague. La tentación de pecar en la ira puede ser bastante fuerte, y algo de lo que debemos protegernos.

– Reconoce tu responsabilidad como miembro de la iglesia. Hablaremos más acerca de esto en dos semanas (si Dios quiere), pero basta con decir que Jesús en Mateo 18 presenta pasos muy claros para lidiar con el pecado en la iglesia, y el primer paso es confrontar a la persona que sospechas de haber pecado. Con muy pocas excepciones, si conversas con alguien más acerca de ese pecado, entonces estás actuando como un chismoso y un calumniador. Algunas veces las personas se me acercan preocupadas por lo que alguien más está haciendo y esperan que yo, como miembro del personal, solucione el problema. Salvo muy pocas excepciones, mi consejo para la persona que se queja, es hablar con la persona ofensora directamente. Así es como deben funcionar las cosas en la iglesia.

– Ten cuidado de cómo hablas acerca del tema en público. Algunas cosas en la iglesias son inciertas y carecen de importancia; otras son importantes, pero inciertas, allí es donde necesitas a los ancianos; si algo es importante y claro a la vez, como la divinidad de Cristo, la autoridad de la Escritura, etc., entonces hablarlo públicamente, como en una reunión de miembros, incluso contra los pastores, es potencialmente algo bueno. Por supuesto, quieres recibir consejo al respecto acerca del tema con antelación, tanto de los ancianos como de los líderes que respetas fuera de esta iglesia. Pero si no entra dentro de la categoría de importante y claro de la Escritura, no deberías hablar en público en contra del liderazgo de los ancianos, en cambio, debes revisar tus pensamientos con los ancianos en privado.

Así que nuevamente, cuatro directrices para abordar el descontento: Ora. Entiende tus deseos y arrepiéntete de lo que es pecado. Ve a los demás como Dios los ve a ellos. Y habla en amor.

  1. Áreas específicas de descontento en la iglesia
    En lo que resta de nuestro tiempo, me gustaría ser aun más práctico al discutir cómo debemos abordar tres situaciones comunes en la iglesia que causan descontento.

A. La iglesia no atiende mis necesidades
Un área específica de descontento que a menudo podemos sentir es que la iglesia no atiende nuestras necesidades. Sin importar lo común que esto pueda ser, necesitamos reconocerlo por lo que es: una exigencia egoísta para que la iglesia nos sirva. Pero hemos hablado extensivamente en este seminario acerca del propósito de la iglesia. No es rodearnos finalmente de relaciones sociales en las que encontramos realización; su propósito supremo es glorificar a Dios al mostrar su poder en una comunidad diversa de creyentes unidos y llenos de amor. Así que para luchar contra esta forma de descontento, debemos aprender que nosotros no somos lo más importante. Dios lo es.

Y tenemos que aprender cuál es la fuente del gozo verdadero. A diferencia de cómo el mundo piensa, el gozo en la vida cristiana no proviene de ser un consumidor de las bendiciones, sino de ser un dador de las bendiciones. El propósito de la iglesia no es atender nuestras necesidades. La iglesia es un organismo vivo en el que nos damos para satisfacer las necesidades de los demás y edificarles en Cristo. ¿Seremos bendecidos por quienes nos aman, sirven y enseñan? Sí. ¿Habrá ocasiones en las que estemos tan débiles que no podamos servir a los demás y dependamos del amor de otros? Sí. Pero nuestra postura normal hacia el cuerpo es buscar el gozo supremo al entregar nuestras vidas por el gozo de otros.

B. La iglesia ha decepcionado mis expectativas de la comunión y el crecimiento
Segundo, podríamos desear servir en la iglesia desinteresadamente y, sin embargo, aún así sentir una decepción persistente por cómo están algunas cosas dentro de ella: la falta de comunión o la sensación de que no perteneces; o la falta de crecimiento. Quizá has sido miembro de la iglesia por algunos meses, y te cuesta hacer buenos amigos. Tal vez quieres servir, pero nadie parece reconocerlo, o no puedes servir de la manera en que te sientes mejor dotado. A lo mejor te frustra la cultura de citas que hay en la iglesia. ¿Cómo podemos lidiar con esta clase de descontento?

Siguiendo el patrón que establecimos anteriormente, debemos abordar situaciones como esta en oración. Deberíamos examinar nuestros corazones y determinar si estos sentimientos emanan de deseos egoístas y pecaminosos. Deberíamos hacer las preguntas difíciles: ¿Hay cosas que deba hacer de manera diferente para experimentar una mejor comunión en la iglesia o para aprovechar las oportunidades para crecer? Deberíamos preguntarnos eso y deberíamos preguntarle a quienes conocemos y confiamos, para recibir sus consejos y opiniones. Y luego deberíamos procurar los pasos de acción apropiados. Esto podría implicar hablar con un pastor para ver qué opina acerca de lo que deberías hacer. Si te cuesta hacer relaciones, puedo decir que probablemente haya muchas otras personas que se sientan de la misma forma, te animaría a tomar la iniciativa para acercarte a ellos; sé un amigo para ellos. Dios puede satisfacer tus buenos deseos, pero a veces lo hace de una manera distinta a la que nosotros habíamos planeado. Prepárate para que Dios responda tus oraciones de forma sorprendente.

Permíteme agregar algo más acerca de este tema. Gran parte de lo que esta batalla implica es entrenar nuestras mentes para entender los muchos beneficios y las bendiciones que Dios, en su misericordia, nos ha dado en la iglesia. Mark explicó esto hace unos años cuando dio este increíble ejemplo de cómo recibimos bendición tras bendición, y lo damos por sentado, haciéndolo a un lado y buscando más. Y todo ese tiempo, mientras clamamos por algo más, hay una pila enorme de bendiciones alzándose sobre nosotros que ignoramos. Ora para que Dios nos entrene para ver todas las bendiciones que nos ha dado en la iglesia; y eso afectará nuestro corazón y nuestra actitud en aéreas de descontento.

Habiendo dicho eso, puede que llegue el tiempo en el que encuentres que una iglesia en particular, a pesar de su fundamento en la Palabra de Dios, no es un lugar en el que estés creciendo espiritualmente. ¿Qué deberías hacer? Habla con quienes te rodean luego de haber orado y confesado cualquier pecado. Habla con los ancianos, busca su sabiduría y consejería. Lo último que deberías hacer es decidir por tu cuenta si necesitas una iglesia diferente, solo para descubrir que los mismos problemas aparecen en tu nueva iglesia. Cuando hables con alguien, recuerda ser cuidadoso con la manera en la que hablas acerca de tu descontento, no permitas que se convierta en una causa de discordia dentro de todo el cuerpo de Cristo.

C. No me agradan algunos miembros de la iglesia
Otra causa de descontento es simplemente la antipatía hacia otros miembros de la iglesia. Tal vez se trata de un problema de envidia o enemistad: resientes las bendiciones que Dios ha derramado sobre alguien más. O quizá sea un sentimiento básico de incomodidad porque alguien se comporta de una manera totalmente diferente a la que estás acostumbrado. A lo mejor alguien trabaja para una organización o partido político que detestas. ¿Cómo luchas con el descontento en áreas como esta?

Una vez más, sigamos el patrón que hemos establecido. Ora para que Dios cambie tu corazón. Confiesa todo pecado y busca su perdón. Reconoce que el deseo de no amar es pecado, no es algo que podamos tildar a un lado como simple incompatibilidad. Aprende a orar por las personas que te desagradan, para que Dios las bendiga y les ayude a crecer. Considera que estos individuos, aunque hoy están rotos e imperfectos, están siendo transformados a la semejanza de Cristo con una gloria cada vez más grande. Amar a quienes consideras personas desagradables no es fácil, pero como miembros de una iglesia, es extremadamente importante, porque es a través de este tipo de relaciones que Dios se glorifica más.

  1. Conclusión
    En la raíz del descontento yace la idea de que las cosas serían mejor si cierta persona o cierta situación simplemente cambiara. Pero esa es la razón por la que precisamente debemos poner nuestra esperanza en Dios y no en nuestras circunstancias. Así que, alabado sea Dios porque no tenemos que aferrarnos a las esperanzas débiles y temporales de este mundo. Él se ha entregado a sí mismo como nuestro ancla. Él es soberano sobre nuestras circunstancias. Él seguía siendo soberano cuando Noé estaba siendo burlado, cuando José estaba en la fosa, cuando Israel se encontraba bajo esclavitud, cuando David estaba siendo perseguido, cuando Cristo estaba en la cruz. Su bondad siempre prevalece. Y en él podemos encontrar la alegría del contentamiento verdadero.

Viviendo como una iglesia – Clase 6: La comunión de la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 6: La comunión de la iglesia

  1. Introducción
    Piensa en todos los lugares en los que las personas experimentan cualquier tipo de compañerismo y comunidad. La fiesta luego de un partido de fútbol… la barbería… una reunión familiar… la iglesia local. Hechos 2:42 dice que los primeros cristianos: «Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones». Eso nos lleva a la pregunta que quiero que discutamos al comenzar la clase: ¿En que se diferencia la comunión cristiana de las amistades y las relaciones del mundo?

Lo que realmente diferencia a la comunión cristiana del resto de las relaciones es el amor de Cristo.

En las primeras semanas de este seminario vimos cómo se crea la unidad en la iglesia a través de la institución de la nueva identidad que todos compartimos en Cristo en los diferentes aspectos de nuestra vida juntos, desde la membresía de la iglesia, hasta la predicación, la oración y la manera en la que gobernamos la iglesia. El día de hoy, estaremos conversando acerca de la comunión que existe dentro de la iglesia, específicamente, cómo los miembros de la iglesia se aman unos a otros en base al vínculo de la unidad que Dios ha formado en nosotros. ¿Cómo son las relaciones en una comunidad espiritual sobrenatural?

La próxima semana veremos el lado negativo: Cómo lidiar con el descontento en la iglesia cuando la comunión no marcha bien. Pero antes de llegar allí, queremos declarar positivamente cómo debe ser nuestra comunión para tener un testimonio convincente a un mundo que nos observa.

  1. ¿Qué caracteriza a las sanas relaciones en la iglesia?
    Así que consideremos primero la pregunta de cómo nosotros, como cristianos, debemos relacionarnos unos con otros. Específicamente: ¿Qué caracteriza a las sanas relaciones en la iglesia? La respuesta es simple y profunda a la vez: el amor. El amor de Cristo es lo que distingue a nuestra comunión de cualquier otra comunidad terrenal. Jesús dijo en Juan 13:34-35: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros».

¿Por qué es importante el amor? Porque Dios se glorifica cuando personas que tienen poco en común excepto Cristo, conviven en amor genuino. Esta es la razón por la que Pablo se emociona tanto en el capítulo 3 de Efesios, porque pueblos que anteriormente estaban en conflicto, como los judíos y los gentiles, ahora son una familia unida en la iglesia. Esta reconciliación sobrenatural hace que los ángeles en el cielo se postren en asombro.

Piensa en ello: ¿Por qué Dios muestra su gloria al mundo a través de nuestro amor en la iglesia? Porque nuestro amor modela, aunque sea solo un pálido reflejo, la unidad del amor en el Dios trino. Esto es exactamente por lo que Jesús ora al Padre en Juan 17:22-23: «La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado».

Nuestro amor mutuo, arraigado en nuestra comunidad en Cristo, es una imagen de la amorosa unidad de la Deidad.

Breve panorama del amor cristiano
Por tanto, si el aspecto clave de la comunión cristiana es el amor, pasemos algo de tiempo reflexionando sobre lo que conlleva el amor. «Amor» es una palabra y un concepto tan común que tenemos que asegurarnos de que no se convierta en algo sin importancia. La sencilla definición de Jonathan Edwards es útil aquí. El amor es: «esa disposición o afecto por el cual uno es querido por otro». Como cristianos, nos amamos unos a otros porque Dios nos ama. Ser hijo de Dios implica amar lo que Dios ama. Y Dios ama a la iglesia, la ama tanto que la compró con su propia sangre. Así, el amor de Dios enseña que el amor no es simplemente una emoción o un sentimiento. El amor de Dios modela, entonces, que el amor no es meramente una emoción o un sentimiento, es una disposición hacia otro que se expresa en acciones concretas para lograr el bien supremo de esa persona.

Si eso es lo que es el amor, quiero que notemos algunas cosas. La primera es que, el amor cristiano es difícil. El amor nace en nuestros corazones, y nuestros corazones son el peor lugar de todos porque somos pecadores. ¿Por qué hay tantas exhortaciones en el Nuevo Testamento para que los cristianos se amen entre sí? ¡Porque necesitamos escuchar esto una y otra vez! En nuestra carne, preferimos una conversación fácil en lugar de una difícil. Preferimos relajarnos en vez de servir. Preferimos satisfacer nuestras necesidades que renunciar a nuestras preferencias. Y las personas a las que estamos llamados a amar también son pecadores. Nos decepcionan, dicen cosas incómodas e insensibles, rechazan nuestros consejos… lo que, por cierto, debería ayudarnos a apreciar más cuán paciente y misericordioso es Cristo con nosotros, porque nosotros hacemos lo mismo.

Lo segundo que quiero que observemos es que, si bien el amor cristiano puede ser difícil, podemos mostrar tal amor por la gracia de Dios. Amamos porque Dios nos amó primero (cf. 1 Juan 4:19). ¿Qué significa eso? ¿Se trata de un intercambio? Algo como por ejemplo: «¿Invitaré a esa persona a cenar porque ella me invitó la semana pasada?». No. Significa que nuestra capacidad de amor proviene del amor de Dios para con nosotros. Dios es la fuente y el modelo de nuestro amor. De nuevo, Edwards lo expresa maravillosamente bien: «Es a partir de los soplos del Espíritu [Santo] que surge el amor del cristiano, tanto hacia Dios como hacia los hombres. El Espíritu de Dios es un espíritu de amor. Y, por tanto, cuando el Espíritu de Dios entra en el alma, el amor entra. Dios es amor, y el que tiene a Dios viviendo en él por su Espíritu, tendrá al amor viviendo en él».

La manera más espectacular en la cual Dios nos ha mostrando su amor es entregándonos a su hijo unigénito para que no perezcamos, sino que tengamos vida eterna. Así, leemos en 1 Juan 3:16: «En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros, también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos».

En otras palabras, no podemos alcanzar la madurez para amar a los demás a no ser que nos esforcemos por alcanzar la madurez para comprender las dimensiones del amor de Dios. Mientras más apreciemos la magnitud del amor que Cristo nos has demostrado al morir por cada uno de nuestros pecados, más nuestras vidas estarán caracterizadas por el amor. ¿Quieres ser más amoroso? Jesús dijo: «Aquel a quien se le perdona poco, poco ama» (Lucas 7:47); cuando sabemos lo mucho que hemos sido perdonados, entonces nuestro amor fluye.

Y el tercer aspecto del amor cristiano es que, produce alegría. No solamente es difícil para los pecadores amar, es supremamente valioso. Amar a otros no solo les hace bien a ellos, nos da la clase de satisfacción para la que fuimos creados. El Salmo 133:1: «¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!». ¿Qué dice Juan en 2 Juan 12 cuando le escribe a una iglesia que conoce bien? «Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido».

  1. ¿Cómo es la comunión amorosa?
    Manteniendo estos importantes principios en mente, quiero pasar el resto de la clase considerando cómo, en la práctica, podemos cumplir este mandamiento de amarnos unos a otros dentro de la iglesia. Cuando nuestra comunión se caracteriza por el amor de Cristo, ¿qué clase de comunión será? Identificaremos seis aspectos de la comunión amorosa.

6 aspectos de la comunión amorosa

(1) La comunión en la diversidad: El amor busca el entendimiento
Como ya hemos discutido en este seminario, la comunión de la iglesia es única porque implica una diversa clasificación de personas todas unidas en torno a Cristo. ¿Qué significa esto para nuestras relaciones en la iglesia? Significa que el amor busca el entendimiento. El amor alcanza a quienes son distintos a ti, a quienes son «preciados» para ti a causa del evangelio, y busca entender sus anhelos y sueños, sus luchas y pecados, sus trasfondos y batallas. Busca la reconciliación donde ha habido desapego y busca una cálida amistad donde el mundo ha trazado líneas de separación.

Este es el motivo por el cual Santiago 2 es tan firme en señalar que no deberíamos mostrar favoritismo personal. Es la razón por la que Pablo dice en Romanos 12:16 que no debemos ser orgullosos, sino que debemos asociarnos con los humildes.

¿Puedes imaginar una iglesia así? Una comunidad en la que las personas se esfuerzan por hacer amistades reales e importantes con quienes tienen un trasfondo cultural diferente, con quienes no están en su mismo rango de edad, con quienes se encuentran en una etapa diferente de la vida, con quienes tienen una personalidad distinta… ¿Todo con Cristo en el centro? Hablamos extensivamente acerca de esto hace unas semanas, por lo que no repetiré lo que ya dijimos, pero quiero señalar algunas advertencias. Primero: ten cuidado con los estereotipos. A lo que me refiero es, no busques acercarte a alguien diferente a ti solo para marcar tu casilla personal de diversidad. No, procura acercarte a otros porque Cristo murió por ellos y porque quieres verlos crecer.

Y segundo, sé sensible al intentar acercarte para conocer a personas que son diferentes, reconociendo que tu manera de buscar entablar una amistad con ellos proviene de tu propia personalidad y cultura. Un buen consejo que recibí luego de la última clase acerca de este tema fue recordar que si pretendes hacerle a la gente una larga lista de preguntas para conocerlas, eso puede ser intimidante para algunas personas, si siempre comienzas preguntándole a alguien de dónde se mudó y en dónde estudió, eso hace suponer que la persona no es de aquí y que estudió, ¡pero esas cosas no siempre son ciertas para todos! Esto es solo algo a considerar.

Alabado sea Dios porque hay muchos ejemplos del amor que traspasa fronteras en nuestra iglesia. Pienso en Homere Whyte invitando a familias a cenar cuando era un universitario soltero; el grupo que se reunió recientemente para hablar acerca del libro Bloodlines (Genealogías) y la reconciliación racial; cómo Maxine Zopf siemore asiste a todas las despedidas de soltera de mujeres más jóvenes, podría seguir y seguir.

(2) La comunión en el servicio: El amor requiere sacrificio
Segundo, nuestra comunión debería caracterizarse por un amor sacrificial. Somos una comunidad que se reúne no para ser servida, sino para servir. Escucha 1 Juan 4:10-11: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros».

Una forma de poder hacer esto en nuestra iglesia es llevando las cargas de otros, como dice Pablo que hagamos en Gálatas 6:2. Nuestro pacto congregacional declara que acordamos: «Llevar las cargas y los pesares de los demás». ¿Cómo? Esto significa estar al lado de alguien que atraviesa un tiempo difícil, espiritual, físico, el que sea y, literalmente, ayudarle a llevar su carga. Esto puede significar lidiar pacientemente con las luchas espirituales de alguien por un período de tiempo prolongado en una relación de discipulado. Es posible que signifique brindar recursos para ayudar a alguien que está en necesidad: alimentos, un préstamo, un aventón, entre otros. Puede significar renunciar a tus viernes por la noche para visitar a alguien que está enfermo. El servicio en la iglesia puede ciertamente implicar ofrecerse para ayudar en diferentes áreas: el cuidado de los niños, el sonido, el cuidado de los niños, la hospitalidad, el cuidado de los niños… Pero si eres la clase de persona que ama alistarse para «hacer cosas» en la iglesia, permíteme animarte a no ignorar el tipo de servicio que sucede principalmente en las relaciones personales que a menudo requieren más tiempo y pueden ser confusas.

Nuevamente, esto es, por la gracia de Dios, algo normal en nuestra iglesia; desde la máquina bien aceitada para proveer comidas para las familias que acaban de tener un bebé, o que están en enfrentando un tiempo de crisis hasta la forma en la que una multitud de miembros renunció a su servicio dominical para limpiar la propiedad de la señora Luisa y contribuir con su testimonio ante sus vecinos, hasta infinidad de otros ejemplos de amor como proveer a quienes están en necesidad con un lugar para alojarse, un empleo, un hombro para llorar toda la noche en el hospital.

(3) La comunión en la verdad: El amor conduce a la santidad
Tercero, una iglesia cristiana es una comunidad que anda en la verdad. A diferencia de otras comunidades, nosotros debemos caracterizarnos por una transparencia inusual y una honestidad audaz al hablar la verdad de la Escritura entre nosotros. Y hacemos esto por un deseo de ver a otros crecer en santidad. Jesús le preguntó al Padre en Juan 17:17: «Santifícalos es decir, hazlos más santos y puros en tu verdad, tu palabra es verdad». Pablo le dijo a los colosenses: «La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros sabiduría» (Colosenses 3:16).

Pensemos en dos aspectos de esta comunión en la verdad. El primero es la transparencia: decir las verdades embarazosas acerca de ti. Santiago 5:16: «Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados». Esto no quiere decir que debes abrirte y confesar tus luchas más oscuras a todos los miembros de la iglesia, pero si no estamos abriéndonos con 1 o 2 personas, deberíamos preguntarnos por qué. ¿Tememos ser expuestos? ¿Ser reprendidos? ¿Tememos admitir que no tenemos todo bajo control? Considera que si escondemos nuestros pecados y faltas de quienes nos aman, les robamos la oportunidad de hacer un bien espiritual. Considera que si das ejemplo de transparencia, eso enseñará a otros lo que es humillarse, y les hará un bien espiritual.

El segundo aspecto es la proclamación: decir la verdad acerca de Dios y de su Palabra en todo tiempo, incluso cuando no es fácil que alguien la escuche. Pablo dice en Efesios 4:15: «Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo». Esto incluye las interacciones normales en la iglesia. Incluye la relaciones de discipulado en las que nos reunimos con alguien del mismo género para leer un libro o estudiar la Biblia juntos con el único propósito de ayudarles a crecer espiritualmente.

Esto implica ejercer una supervisión espiritual mutua. Así, leemos en Hebreos 3:13: «Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado». Cultiva la capacidad de exhortar en amor. La mayoría de nosotros nos alejamos de esto porque queremos evitar la confrontación, pero esto es algo amoroso. El pecado aspira engañar y nuestras mentes son propensas a divagar. Deberíamos cuidar especialmente a quienes parecen estar alejándose de la verdad. Levítico 19:17 enseña: «Razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado». Cuando leemos en Santiago 5:19: «Hermanos, si alguno de entre nosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados».

¿Conoces a amigos que, durante un tiempo, parecían estar particularmente activos en la iglesia y se han apartado, o incluso han dejado de asistir a la iglesia con regularidad? Te animaría a hacerles una llamada o a almorzar con ellos para ver cómo están y qué está sucediendo.

Por supuesto, no solo debemos hablar la verdad unos a otros cuando se trata de un asunto de pecado. Todo el libro de Proverbios demuestra el valor de amigos sabios que pueden abordar hábitos y patrones generales en nuestras vidas. Un amor genuino por los demás examinará estas áreas: ¿Aceptar ese trabajo le ocasionaría estrés a tu familia?; ¿Hacer ese viaje de negocios te pondrá en una posición de tentación?; ¿Están orientados tus hábitos de invertir tiempo y dinero completamente hacia lo que Dios valora?

Alabado sea Dios porque esta es una iglesia en la que hablamos unos a otros con la verdad. Me encanta escuchar a Michael Reeb citar la Escritura los miércoles en las noches de estudio. Amo toparme con Alex Schuh en una cafetería, ver que se está reuniendo con una mujer de la iglesia y que su Biblia está abierta. Me encanta ver cómo Jean Durso comunica regularmente palabras de estimulo y aliento cuando hablo con ella antes de la iglesia.

(4) La comunión en el perdón: El amor extiende misericordia
Cuarto, nuestra comunión no solo se diferencia por nuestra disposición a decir la verdad, pero también por nuestra disposición a perdonar y reconciliarnos cuando la comunión se ha roto. Pablo dice en Colosenses 3:13: «Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros».

El perdón de Cristo es la base para el nuestro. Cuando alguien peca contra nosotros, ¿cuál es nuestro instinto? Bien sea, alejarnos llenos de amargura: «Ya no quiero tener nada que ver con ellos; o ¡me vengaré y los haré pagar!». Pero ninguna de estas dos posiciones debería tener lugar en la iglesia. Dios no se ha apartado de esa persona, la ha adoptado en su familia. Y Cristo ya ha absorbido la justa ira de Dios por el pecado de esa persona, ya no es necesaria la «venganza». Así, los aspectos relacionales y judiciales del perdón de Dios hacen posible nuestro perdón. Como alguien a quien Dios le ha perdonando mucho, ¿cómo podríamos dejar que el pecado que Dios ya ha resuelto se interponga entre nosotros y nuestros hermanos y hermanas en Cristo? Recuerda la parábola del siervo infiel cuya deuda de un millón de dólares fue cancelada, pero que luego se indignó cuando alguien más no le pudo pagar a él una miseria. Perdonar desde una postura de misericordia, significa rehusarnos a dejar que el pecado se interponga en el camino de una relación amorosa, y rehusarnos a guardar rencor por el pecado de alguien.

¿Cómo podemos cultivar esta postura de misericordia, sabiendo que personas en la iglesia pecarán contra nosotros? Por un lado, deberíamos creer que los demás tienen buenas intenciones en sus palabras y acciones en lugar de saltar a conclusiones en nuestras mentes, sospechando algún intento malicioso. Una buena regla de oro es nunca suponer las intenciones de alguien. Sabes, pues percibir los hechos. Pero no siempre puedes percibir las intenciones. La humildad brinda el beneficio de la duda.

Considera que como cristianos pertenecemos a Cristo en la eternidad unos con otros. Un día habitaremos juntos en perfecta comunión, sin pecado entre nosotros. Por tanto, cuando veamos a otras personas en la iglesia, deberíamos recordar que estaremos eternamente unidos en Cristo. Estás amando a alguien que está en su camino a la perfección de Cristo en el que no habrá nada desencantador o abrasivo en él. Eso debería darnos paciencia y perspectiva, esta persona no siempre será difícil de amar.

(5) La comunión en el sufrimiento: El amor produce comodidad
Quinto, la comunión cristiana es única porque el sufrimiento destruye nuestra comunidad, nos une. Pablo dice en 2 Corintios 1, versículos 4-5:

«[Cristo] nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación».

Esto quiere decir que nuestras relaciones deben caracterizarse por una compasión y una amabilidad que son un reflejo de la compasión de nuestro Salvador. Jesús amó de esta manera, me encanta el relato en Marcos 1:40-41: «Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio».

Jesús no tuvo que tocar al leproso para sanarlo, sino que lo hizo para expresar compasión y para demostrar que él no puede contaminarse, sino que él limpia al sucio y al abatido.

Como la iglesia, nosotros somos el cuerpo de Cristo. Experimentamos lo que Jesús experimenta. Esto significa que sufriremos y significa que seremos consolados por su Espíritu. Los cristianos no fueron hechos para sufrir solos. Si estás sufriendo, una de las formas en las que Dios quiere consolarte es a través de la iglesia. Si conoces a alguien que está sufriendo, es probable que ahora no sea el tiempo para esa palabra de reprensión, sino para el toque compasivo semejante al de Cristo. Es el tiempo para la palabra suave, el abrazo, la oración, para sentarse con alguien y escuchar.

Ofrecer consuelo a alguien que sufre realmente no es la clase de cosas que puedes marcar de tu lista ni es algo en lo que puedes alistarte. Primero debes construir relaciones, y luego cuando lleguen las pruebas, debes estar listo para estar disponible. Cuando nos reunimos los domingos, miro alrededor y veo a muchos que están sufriendo, con dolor y enfermedad, con infertilidad, con corazones rotos y duelo, con desesperación, con crisis financieras… pero también veo a muchos que hacen de su habito ofrecer consuelo a través de la oración, de su presencia, de ayuda práctica o simplemente cantando un poco más fuerte para que las canciones de ánimo puedan rodear a quienes se sienten demasiado débiles para cantar.

(6) La comunión como un solo cuerpo: El amor considera el todo
Finalmente, existe un sexto aspecto a considerar. Hemos hablado acerca de amar a los demás como miembros individuales de nuestra iglesia. Pero la Escritura nos llama a amar y a estar comprometidos con toda la congregación, no solo con un subconjunto. 1 Corintios 10 resalta la realidad de que tomar la Cena del Señor juntos como iglesia nos une como un solo cuerpo. ¿Pero cómo podemos ser fieles para amar a toda la congregación cuando simplemente no es factible conocer bien a todos los miembros de la iglesia? Cuatro sugerencias breves:

Primero, ora por el directorio de la iglesia, una página o dos cada día. Esa es una excelente forma de amar y servir a toda la congregación. Si no conoces las necesidades particulares de algunos miembros, entonces ora por ellos de manera general, usa algunas de las oraciones que vemos a Pablo orar en el Nuevo Testamento.

Segundo, podemos amar a toda la congregación al edificar a algunas personas a través del discipulado, la enseñanza, etc., para que a su vez ellos puedan tomar lo que han aprendido y ministrar a otros en la congregación. Por tanto, haz que sea una parte clave de tu discipulado, enseñarle a quienes discípulas cómo discipular a otros. Otro aspecto de esto es cuando sirves cuidando de los niños, amas a todas la congregación al permitir que muchos padres sean discipulados por la enseñanza de la Palabra. Gracias por hacer eso.

Tercero, una de las cosas más amorosas y prácticas que podemos hacer es dar nuestras ofrendas fiel y generosamente por el bien de toda la congregación.

Y cuarto, podemos comprometernos a asistir a las reuniones de miembros. Que no te engañen todos los folletos y las gráficas de presupuesto, estas reuniones no tratan únicamente de negocios. Aquí es donde mostramos amor a los miembros nuevos al afirmar su profesión de fe, y a los miembros que se van al aceptar sus dimisiones. Es donde supervisamos la misión y la salud de la iglesia, es decir, es donde mostramos amor por toda la congregación e interés por lo que hace el cuerpo.

  1. Conclusión
    Al preparar esta clase, observé que los apuntes acerca de este material tenían los nombres de muchas personas que fueron grandes ejemplos de amor en esta iglesia. Pero las notas eran de hace algunos años, y muchas de esas personas ya no están. Dios ha hecho que salieran o las ha llamado a casa. Eso fue aleccionador para mí. Me recordó que, siempre y cuando Dios esté con nosotros en esta tierra, seguiremos amándonos hasta el último día. Nosotros en CHBC nos derramaremos en amor por más personas cada año incluso cuando cada año, algunos de nuestros hermanos y hermanas digan adiós. Ese es nuestro llamado lleno de gozo. Y aun en el último día, ¿qué permanecerá cuando este mundo con todo su brillo y glamur pase? El amor. Pablo dice que las profecías se acabarán y cesarán las lenguas y la ciencia, pero el amor nunca dejará de ser (cf. 1 Corintios 13:8). Jonathan Edwards dijo: «El cielo es un mundo de amor». Allí, nuestro amor por los demás será perfecto y completo porque fluirá eternamente de Aquel que es Amor.

Viviendo como una iglesia – Clase 5: El gobierno de la iglesia

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 4: El gobierno de la iglesia

1. Introducción
Quiero iniciar haciendo una pregunta relacionada con quién toma las decisiones en nuestra iglesia. Si eres miembro de CHBC, cuando asistes a las reuniones de miembros, a menudo puede dar la sensación de que los ancianos son quienes toman las decisiones y lideran a la iglesia. Si ese es el caso, ¿cuál es el rol de la congregación en la toma de decisiones?

Eso es en lo que queremos considerar el día de hoy: el gobierno de la iglesia. No estoy seguro de que muchos de nosotros despertamos a mitad de la noche preocupados por el gobierno de la iglesia. Con toda honestidad, el gobierno de la iglesia no es algo en lo que la mayoría de los cristianos piensan. Es como un pistón en el motor de un carro. Sabemos que es importante, pero no pensamos mucho en ello. Sin embargo, si no estuviera allí o estuviera roto, definitivamente lo notaríamos.

Esa es la razón por la que queremos dedicar toda una clase para hablar acerca del gobierno de la iglesia, ya que es una parte fundamental para que la iglesia se mantenga fiel a su misión dada por Dios durante muchas, muchas décadas. Y mientras más conocemos cómo funciona el gobierno de la iglesia, podemos ajustar mejor la manera en la que vivimos como miembros de una congregación para promover la unidad de la misma.

Para comenzar, definamos qué es el gobierno de la iglesia. El gobierno de la iglesia es el sistema a través del cual se toman las decisiones en la iglesia, donde reside la autoridad. Así que, por ejemplo, ¿de la pregunta acerca de qué debería contener nuestra declaración de fe? La forma en la que decidimos esa pregunta depende de nuestro sistema de gobierno. El gobierno de la iglesia puede ser una gran herramienta para la unidad, o un gran oponente de la unidad en la iglesia. Si piensas en quién detenta la autoridad para la toma decisiones en una familia, demuestra cuán crucial es este concepto: cuando los niños quieren comer helado en la cena y quedarse despiertos hasta la 1 de la madrugada, necesitan que se les recuerde que mamá y papá están a cargo, no ellos. Asimismo, necesitamos saber quién detenta la autoridad en la iglesia.

El gobierno de la iglesia es importante porque Dios escribió al respecto en su Palabra. Por lo que él recibe la gloria cuando seguimos sus instrucciones. Y cuando lo hacemos, la autoridad correcta debería proteger y hacer prosperar la unidad de la iglesia.

Dicho eso, permíteme presentar un breve bosquejo para nuestro tiempo esta mañana. Veremos los dos principales oficios de liderazgo en la iglesia dados en la Escritura, los ancianos y los diáconos. Luego estudiaremos el rol de la congregación como la máxima autoridad en la toma de decisiones. Al considerar estos temas, queremos enfocarnos especialmente en la unidad: cómo organizar la iglesia según la Escritura promueve la unidad, y cómo podemos cada uno vivir dentro de esa organización para incrementar el amor y el testimonio de nuestra iglesia.

Los oficios bíblicos en la iglesia
Primero veamos los cargos en la iglesia que se describen en la Biblia: los ancianos y los diáconos.

No pasaré mucho tiempo describiendo estos oficios porque muchos de nosotros estamos familiarizados con ellos y habríamos sido presentados a ellos en las clases de membresía. Sin embargo, para nuestros fines de hoy quiero enfocarnos en el beneficio que estas estructuras de autoridad proveen para la unidad en la iglesia.

A. Los ancianos

Comencemos con el oficio de anciano. El término anciano (o, en griego, presbuteros), se usa de manera intercambiable para supervisor u obispo (Episkopus) y pastor (Poimenas)[1]. (cf. Hechos 20-17-37).

Los ancianos son responsables de la supervisión espiritual de la iglesia. Por eso, en Hechos 20:28, Pablo les dice a los ancianos de Éfeso: «Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre».

Vemos en Hechos 6 que los ancianos deben dedicarse especialmente a la oración y al ministerio del mundo. También son responsables de gobernar el cuerpo de la iglesia. 1 Timoteo 5:17: «Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor»; (cf. 1 Pedro 5:2-5).

Ahora bien, con ese trasfondo en mente, permíteme sugerir cuatro formas de tener un obispado bíblico que promueva y proteja la unidad de la iglesia:

Primero, este modelo de liderazgo delega la autoridad en quienes están más capacitados para ejercerlo. Encomienda los principales deberes de la predicación y la enseñanza, junto con la autoridad para tomar decisiones importantes, a quienes reúnen ciertos requisitos establecidos en 1 Timoteo 3 y Tito 1:6-9 (1 Timoteo 5:17; Hebreos 13:17)[2]. Así como es probable que no le confíes tu cuidado médico a alguien sin un doctorado médico, la iglesia se asegura de que a quienes se les encomiende las responsabilidades más significativas reúnan cierto criterio bíblico que determine su carácter y capacidad de servicio. Esto fomenta la unidad porque reconocemos un estándar común que los ancianos deberían cumplir.

Segundo, el liderazgo de los ancianos coloca la responsabilidad especial por la salud espiritual de la membresía en manos de quienes tienen una responsabilidad especial ante Dios. Así en Hebreos 13:17, leemos que los ancianos: «velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta». Esto quiere decir que si tenemos ancianos piadosos, ellos nos guiarán como hombres que temen a Dios primero, no a nosotros. Dios los responsabiliza de obedecer. Efesios 4:12-13 dice que el trabajo de los pastores es preparar a la iglesia para obras de servicio para que todos podamos llegar a la unidad en la fe.

Una tercera forma en la que el liderazgo promueve la unidad es por medio del mandamiento de Dios para los miembros de «obedecer» a sus pastores y «someterse a su autoridad» (cf. Hebreos 13:17). Cuando nos sometemos juntos a la autoridad, eso fomenta la unidad. ¿Por qué? Piensa en esta postura de sumisión: la sumisión hace que seamos más humildes y menos orgullosos, más respetuosos y menos desafiantes. Al igual que en el hogar, o en nuestra propia relación con Dios, reconocer con humildad la autoridad correcta trae beneficios. Hebreos 13:17 dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; para que lo hagan con alegría y no quejándose, porque esto no es provechoso».

Ahora bien, a muchas personas, principalmente en mi generación, les incomoda la idea de la autoridad en cualquier parte, sin mencionar la iglesia. La autoridad puede ser abusada. Puede ser desviada pecaminosamente. Pero Dios inventó la autoridad. Es por nuestro bien como congregación. También es por el bien de los miembros individualmente, porque aprender a confiar en la autoridad es bueno para nosotros espiritualmente. En la iglesia, cuando la autoridad de los ancianos se usa con el consentimiento de la congregación por su bien, la congregación se beneficiará a medida que Dios edifica a su iglesia.

Como miembros, estamos llamados a someternos; pero, por otro lado, los ancianos están llamados a ejercer su autoridad correctamente. Así, en 1 Pedro 5, dirigiéndose a los ancianos, Pedro les dice: «Apacentad la grey de Dios, no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey» (versículos 2-3). Los ancianos deben caracterizarse por usar su autoridad de una manera que demuestre que entienden que la iglesia no les pertenece a ellos, sino a Cristo. Deben tener un corazón de siervo y exhibir esa misma humildad que exhibió Cristo.

Cuarto y por último, el modelo bíblico del liderazgo de los ancianos promueve la unidad al establecer una pluralidad de ancianos, en lugar de hacer que el liderazgo de la iglesia descanse pesadamente sobre los hombros de un solo hombre. En Hechos 14:23, leemos: «Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído».

(cf. Hechos 14:23; 16:4; 20:17; 21:18; Tito 1:5; Santiago 5:14; Filipenses 1:1.)

Y muchos otros versículos respaldan esta idea de un liderazgo plural. ¿De qué manera el tener varios ancianos fomenta la unidad?

Por una parte, es más probable que las decisiones tomadas por los ancianos de manera colectiva y no por un solo anciano sean más apoyadas por toda la congregación. Piensa en Proverbios 15:22: «Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se afirman». Contar con una pluralidad de ancianos significa que los ancianos deben ser humildes al relacionarse entre sí, y su humildad debe ser un modelo para toda la iglesia. Por otra parte, una pluralidad de ancianos aumenta la confianza de los miembros en el proceso de toma de decisiones mientras que aligera la carga del pastor de tener que soportar todas las críticas por una decisión.

Además, la pluralidad de ancianos permite que el liderazgo conozca mejor a la congregación. Es más fácil que varios ancianos conozcan y cuiden de diferentes partes de la congregación que un solo pastor. Con una pluralidad de ancianos, es menos probable que los miembros de la iglesia se sientan olvidados, o que sientan que no tienen acceso al liderazgo.

Aplicación:

Entonces, ¿cómo este entendimiento del oficio de anciano cambia la manera en la que vivimos como miembros de la iglesia para que podamos desarrollar nuestra unidad como congregación?

Primero, y esto es obvio, deberíamos obedecer a nuestros ancianos y sujetarnos a su liderazgo. La autoridad de los ancianos en este asunto está vinculada a la fiel enseñanza de la Escritura, por tanto, Hebreos 13:7 dice: «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios».

Ahora, ¿esto significa que un anciano puede decirte que compres un carro azul en vez de uno rojo? No. Los ancianos tienen autoridad para guiar a la congregación al explicar la Palabra de Dios y aplicarla en circunstancias específicas. Ellos brindan sabiduría piadosa sobre principios y verdades bíblicas. Por lo que los miembros deberían obedecerlos. En unas semanas, dedicaremos gran parte de nuestra clase a la pregunta de qué hacer cuando no estamos de acuerdo con ellos. Pero, por lo general, debemos obedecerlos.

Segundo, esfuérzate por hacer que los ancianos trabajen con alegría y no quejándose. Sabemos de Hebreos 12:17 que esto no es bueno. Así que, busca formas de animar a los ancianos y de orar por ellos. Parte de eso implica la percepción que creamos de los ancianos ante los demás, especialmente ante creyentes más nuevos; la manera en la que hablan acerca de los ancianos con otras personas, y la forma en la que se acercan a los ancianos en las reuniones de miembros. Esto no quiere decir que nunca hagamos preguntas de los ancianos o les pidamos que expliquen a qué se refieren, significa que lo hacemos de un modo que supone lo mejor, y ayuda a que otros se alinean a la manera en la que los ancianos lideran.

Tercero, considera las capacidades de quienes son presentados como posibles ancianos. Aunque deberíamos darle gran peso a las recomendaciones que hacemos a los ancianos de un nuevo anciano prospecto, también deberíamos esforzarnos por conocerlos. Si no conoces a un posible anciano, busca la oportunidad entre el tiempo en que la persona es nominada y cuando la congregación vota por él (aproximadamente dos meses), habla con él, hazle preguntas. De hecho, la constitución de nuestra iglesia dice que solo podemos votar en contra de reconocer a un anciano prospecto si hemos hablado con ese anciano con tiempo de antemano acerca de nuestras inquietudes. La razón detrás de ello es simple: Si tienes alguna clase de preocupación por la capacidad de ese individuo de liderar a esta congregación que sea lo suficientemente significativa como para que retengas tu voto, podría ser una buena razón para que los ancianos remuevan la nominación de esa persona.

En todo esto, recuerda que nuestros ancianos sirven como pastores supervisados por el Gran Pastor. No serán perfectos como Jesús lo es. Cuando lideran como Jesús, debemos animarles. Deberíamos seguirles como ellos siguen a Cristo.

B. Los diáconos

La segunda clase de oficio claramente establecida en la Escritura es el oficio de diácono. En el Nuevo Testamento, la palabra diakonos puede traducirse como diácono o servidor, que se refiere al servicio en general. Los diáconos se encargan de los detalles prácticos de la vida de la iglesia tales como la administración, el mantenimiento y el cuidado de los miembros de la iglesia con necesidades físicas (cf. Hechos 6:1-6).

Los requisitos para los diáconos aparecen en 1 Timoteo 3:8-12, y son similares a los requisitos de los ancianos. Sin embargo, existen dos diferencias notorias. A diferencia de los ancianos, los diáconos pueden ser mujeres y hombres. En segundo lugar, en contraste con los ancianos, a los diáconos no se les exige ser aptos para enseñar (cf. 1 Timoteo 3).

Entonces, ¿de qué manera un entendimiento bíblico correcto de la relación entre diáconos y ancianos fomenta la unidad dentro de la iglesia? En Hechos 6, vemos algo de la raíz de la distinción en los roles y las responsabilidad de los diáconos y de los ancianos. En el capítulo 6, versículo 1, leemos que los judíos griegos se quejaban de los judíos hebreos porque sus viudas estaban siendo desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.

Y así, en base a la recomendación de los apóstoles, la iglesia eligió diáconos para hacer que la distribución de la comida entre las viudas fuera más equitativa (versículos 2-5). De allí, vemos tres formas en las que los diáconos contribuyen a la unidad de la iglesia.

Primero, los diáconos cuidan de todos los miembros de la iglesia. Su trabajo entre las viudas en Hechos 6 era importante porque el descuido físico de las viudas griegas estaba causando desunión espiritual. Un grupo de cristianos estaba comenzando a quejarse en contra de otro grupo, y de una forma específicamente peligrosa, entre líneas culturales. Esto parece ser lo que, en particular, llamó la atención de los apóstoles, los diáconos resolvieron la situación y preservaron la unidad.

Segundo, los diáconos en Hechos hicieron posible que los apóstoles dedicaran su tiempo al ministerio de la Palabra y a la oración. En los versículos 2-4 de Hechos 6, leemos:

«Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra».

Actualmente, los diáconos desempeñan el mismo rol en el apoyo del ministerio de los ancianos. Nuestros ancianos a menudo pueden pasar 1 o 2 horas en oración en sus reuniones precisamente porque los diáconos coordinan gran parte del ministerio de la iglesia. Esta es una imagen viva de la unidad: los diáconos procurando servir con humildad mientras que los ancianos enseñan y dirigen, cada uno abrazando el rol que Dios les ha dado.

Finalmente, una tercera manera en la que los diáconos cultivan la unidad es distribuyendo el trabajo en toda la congregación. Esto evita que una cantidad desproporcionada del trabajo caiga solo sobre unos pocos miembros; y permite que todos los miembros tengan la oportunidad de participar en el gozo de servir a los demás.

¿Cuáles son algunas de las implicaciones del trabajo de los diáconos para el resto de nosotros? Un par de comentarios:

Primero, este entendimiento de los diáconos debería orientar nuestra elección de los diáconos. Si los diáconos son quienes deben estimular la unidad, entonces quienes sirven en esta área deberían ser «unidores y no divisores». No deberían preocuparse por proteger su territorio, no deberían ser la clase de personas que siempre están alardeando de sus grandes ideas. No son como una segunda casa de legislatura, compitiendo con los ancianos. En cambio, vienen en nombre de toda la congregación a servir necesidades particulares, sí, pero con el propósito de contribuir a todo el cuerpo.

Segundo, como miembros, debemos apoyar a los diáconos ofreciendo nuestra ayuda en sus distintos ministerios. Al hacerlo, promovemos la unidad en la iglesia al animar a los diáconos, servir a la congregación y ayudar a distribuir el trabajo equitativamente. Hablaremos más detalladamente acerca de servir en la iglesia en la semana 11.

El congregacionalismo
Bien, hasta ahora hemos considerado los oficios de la iglesia establecidos en la Escritura. ¿Pero qué hay de la forma de gobierno de la iglesia? ¿Quiénes deben tener la última palabra en asuntos de la iglesia?

Cuando leemos la Biblia, vemos que es la congregación la que tiene la autoridad suprema en tres asuntos particularmente significativos en la vida de la iglesia: la disciplina, la membresía y la doctrina. Así, el peso de la Escritura respalda una forma de gobierno congregacional (y con ello, me refiero a que la congregación es la corte de apelación final).

Así que, primero, sabemos gracias a Mateo 18 (versículos 15-17), que la congregación tiene la última palabra en asuntos de disciplina. Si un miembro ha pecado contra otro, y se rehúsa a escuchar incluso luego de ser confrontado por otros miembros, Jesús dice en Mateo 18:17: «Dilo a la iglesia».

Asimismo, en 1 Corintios 5, vemos que solo la congregación tiene la autoridad para disciplinar a los miembros. Pablo dice en 1 Corintios 5:4: «En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús». También, en 2 Corintios 2 (versículos 6-8), Pablo insta a toda la iglesia a readmitir a alguien que había sido expulsado previamente de la iglesia en Corinto, y que aparentemente se había arrepentido, así que vemos en este ejemplo que la congregación también posee la máxima autoridad sobre asuntos de membresía.

Por último, este es el caso en relación con asuntos de doctrina. En Gálatas 1:8 Pablo dice a los cristianos en las iglesias, no solo a los pastores: «Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema». Y muchas otras veces en el Nuevo Testamento, se responsabiliza a la iglesia por malas enseñanzas, no a los líderes (cf. 2 Timoteo 4:3-4). Por tanto, la iglesia es finalmente responsable por asuntos doctrinales.

La pregunta para nosotros es: ¿Esta autoridad congregacional ayuda a nuestra unidad como congregación?

Creo que la respuesta es sí. Por un lado, esta autoridad nos da como miembros una gran cantidad de mayordomía en la iglesia local. Hay una responsabilidad, un sentido de que tenemos que responderle a Jesús por la manera en la que desempeñamos nuestro rol. Si la salud de la iglesia dependiera finalmente de los líderes, podríamos sentarnos y relajarnos. Pero si depende de nosotros, deberíamos estar interesados en la salud del cuerpo, lo que debería llevarnos a cuidarnos y amarnos los unos a los otros, y hacer todo lo que podamos para procurar la unidad.

Esta autoridad también fomenta la unidad al permitir que la congregación proteja la pureza del evangelio, que es lo que nos une como cristianos. La congregación sirve como una cerca para proteger a la iglesia contra falsas enseñanzas o disciplinar a un miembro que está en pecado impenitente. Piensa en el observador que está por encima de alguien que está levantando pesas con una carga extremadamente pesada. Si el levantador de pesas está en peligro, el observador ejerce su autoridad, interrumpe el ejercicio y se hace cargo. Al igual que ese observador, la congregación está llamada a salvaguardar el evangelio y asegurarse de que se conserve. Y este arreglo tiene sentido. La historia nos enseña que es más probable que se descarríen algunos líderes de la iglesia que toda una congregación de creyentes regenerados que conocen el evangelio y están llenos del Espíritu Santo[3].

Eso nos lleva a nuestro último tema de hoy: el equilibrio entre el liderazgo de los ancianos y el congregacionalismo. Hemos visto que la Escritura enseña la idea del liderazgo de los ancianos en la iglesia (de hecho, Hebreos 13 declara que los miembros deben obedecer a sus líderes y sujetarse a su autoridad (cf. 1 Timoteo. 5:17)) y, sin embargo, hemos visto que la Escritura delega a la congregación la última palabra en ciertos asuntos de importancia. Esta tensión hace surgir dos preguntas:

La primera es: ¿Qué hay de los otros asuntos que se dan en la vida de la iglesia además de la disciplina, la doctrina, la membresía y las disputas personales? Así que, por ejemplo, en situaciones como: ¿Deberíamos hacer renovaciones en parte del edificio o proveer recursos para un misionero en el extranjero? ¿Debería la congregación tener la última palabra en esta clase de asuntos? Bien, el Nuevo Testamento no aborda esta pregunta. Por lo que, cuánto debería involucrarse una congregación corporativamente en asuntos de presupuesto, misiones, entre otros, es algo que debe tratarse con discreción y prudencia. Nuestra constitución, por ejemplo, exige una votación congregacional para aprobar el presupuesto anual; para escoger a los ancianos, elegir a los diáconos y convocar al pastor principal y a los pastores asociados, entre otras cosas.

La segunda pregunta es: ¿Cómo podemos obedecer el mandamiento bíblico de obedecer y sujetarnos a nuestros líderes y, al mismo tiempo, ejercer nuestra responsabilidad como miembros de guardar la pureza del evangelio?

Bien, una manera útil de pensar en esto es considerar la importancia y la claridad del problema.

Por ejemplo, digamos que el tema acerca de si la Biblia es la Palabra de Dios inspirada, o si solo partes de la Biblia son inspiradas. El asunto es importante y claro, la Biblia en su totalidad es inspirada. Esta es la clase de asunto doctrinal que si los ancianos enseñan algo falso, la congregación no debería posponer. Aquí es donde la congregación tiene el deber de intervenir como el observador para preservar la integridad del mensaje del evangelio.

Por otra parte, ¿qué pasa si la congregación debería aprobar la recomendación de los ancianos de que un posible miembro sea admitido en la membresía? Esto también es algo serio, pero en la mayoría de los casos, no será tan claro para toda la congregación porque no todos los miembros pueden conocer el testimonio de esa persona íntimamente. Esta es la clase de área en la que es más importante para la congregación confiar en los ancianos. En muchos sentidos, es en esta clase de problemas donde los ancianos sirven más particularmente a la iglesia al hacer el trabajo específico de entrevistar y considerar a los posibles miembros. Debido a que la membresía requiere la aprobación congregacional, debemos informar esa decisión lo antes posible, y si tenemos una buena razón para dudar de la recomendación de los ancianos, deberíamos avisarles, pero generalmente, esta es un área en la que debemos confiar en los ancianos.

Entonces, ¿cómo podemos nosotros, como miembros, contribuir a la unidad participando en el proceso de toma de decisiones de la iglesia? Déjame sugerir dos modos de hacerlo:

Primero, deberíamos tomar seriamente la responsabilidad que tenemos de proteger a la iglesia de las falsas doctrinas y del error. Me encanta cómo se describe a los bereanos en Hechos 17:11: «Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así». Si crees que existe un error doctrinal que se esté enseñando desde el pulpito, entonces eres responsable de aprender más al respecto, e ir a hablar con un anciano en persona para averiguar lo que el pastor o los ancianos creen acerca de ese punto. Si alguna vez llegan a alejarse de nuestra declaración de fe, la congregación debe intervenir.

Segundo, deberíamos considerar seriamente los privilegios y las responsabilidades de nuestra membresía, incluyendo nuestro privilegio de votar. Por tanto, deberíamos asistir a las reuniones de los miembros de la iglesia, que se llevan a cabo cada dos meses, y deberíamos participar en las diferentes votaciones que vengan. Esta es otra manera en la que podemos promover la unidad en la congregación. Al votar junto con el resto de la congregación en asuntos importantes tales como la aprobación del presupuesto o la elección de nuevos ancianos, demostramos nuestra conformidad (suponiendo que estamos de acuerdo) con los ancianos y el resto de la iglesia en estos asuntos.

Conclusión
Al reflexionar sobre nuestra autoridad como iglesia, no olvidemos que solo poseemos esta autoridad porque Cristo delegó su autoridad en nosotros. Él venció a la muerte por nuestros pecados y fue levantado a la vida por nuestra justificación. Debemos seguir su ejemplo de humildad al gobernar esta iglesia, su iglesia, para la gloria de Dios.

[1]Aunque algunas iglesias desde el siglo II A.D., han utilizado la palabra «obispo» para referirse a un solo individuo con autoridad sobre muchas iglesias, esto fue una posterior evolución del término y no se encuentra en el Nuevo Testamento.

[2]La Biblia es clara en que únicamente los hombres pueden servir como líderes. En 1 Timoteo 2:11-14, leemos que la mujer no debería enseñar o tener autoridad sobre el hombre. También puedes ver 1 Corintios 14:34-36; 11:2-16. Cualquiera que sea la autoridad exacta de la que Pablo intentó hablar aquí como inapropiada, claramente involucra a las mujeres enseñando.

[3]Históricamente, así es como han funcionado las cosas por lo general. Si el liderazgo nacional de una iglesia con gobierno jerárquico adopta una falsa doctrina, ese error puede ser impuesto en las iglesias locales, creando desunión y disputa entre los miembros de la iglesia. Así que, si bien queda claro que ninguna forma particular de política eclesial previene a las iglesias de equivocarse, políticas más centralizadas parecen tener un peor historial que el congregacionalismo en mantener un testimonio fiel, vital y evangélico. Además, considera lo que sucede cuando una iglesia congregacional cae en un error doctrinal. Con el tiempo, es probable que simplemente muera, no tiene la capacidad de imponer ese error en otras iglesias.

Viviendo como una iglesia – Clase 4: La predicación y la oración

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 4: La predicación y la oración

1.Introducción
La vida de nuestra iglesia debe ser evidentemente sobrenatural. Es decir, cuando las personas dan un vistazo a nuestra iglesia, deberían ver la profundidad y la amplitud de nuestras relaciones, algo que va más allá de lo que pueden explicar solo a través de medios naturales.

Dios ha revelado sus medios normales para hacer lo sobrenatural. En particular, el día de hoy queremos considerar los medios sobrenaturales de Dios para edificar su iglesia por medio de la oración y la predicación.

La predicación es uno de los medios normales de la gracia sobrenatural. Piensa en Romanos 10:17: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». El amor sobrenatural es resultado de la fe sobrenatural, ¿cierto? La predicación es el medio ordinario mediante el cual Dios otorga el don sobrenatural de la fe a su pueblo.

A continuación, como ya mencioné, el otro medio de la gracia que queremos estudiar es la oración. Jesús nos dijo en Juan 14:13: «Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré». Por tanto, otra manera de ver a Dios obrar sobrenaturalmente en nuestras congregaciones es acercándonos a él en oración sabiendo que en Cristo, Dios escuchará nuestra alabanza, nuestra confesión, nuestro agradecimiento y nuestras súplicas.

Durante el resto de nuestro tiempo quiero que examinemos cada uno de estos medios individualmente. ¿Cómo podemos ser parte de una comunidad en la iglesia con una unidad sobrenatural? Principalmente, escuchando la Palabra de Dios y orando. Comenzaremos con la Palabra de Dios.

  1. La predicación

A. La predicación importa
El hecho de que la predicación es el medio de Dios para llevar a cabo lo sobrenatural no debería sorprendernos. Al fin y al cabo, Dios siempre ha creado a su pueblo con su palabra. En el principio Dios creó todas las cosas por el poder de su palabra. Dios creó al pueblo de Israel por la palabra de su ley en el monte Sinaí. Dios da vida por medio de su palabra, por ejemplo; la visión de Ezequiel de un valle de huesos secos. Allí leemos:

«Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso… Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo» (Ezequiel 37:7, 10).

Imagina a un hombre hablando a huesos secos para que cobraran vida.

La palabra de Dios, hablada a través del profeta Ezequiel, es lo que trae a su pueblo a la vida. Esto es exactamente lo que vemos en el Nuevo Testamento. Jesús, la palabra de Dios hecha carne, enseñó al pueblo de Dios. Es la predicación del evangelio por parte del apóstol Pedro en Hechos 2 lo que primero enciende a la iglesia, y es la enseñanza fiel de los apóstoles la que la sostiene.

La Palabra de Dios es fundamental para la identidad de su pueblo. El cristianismo se trata primariamente de una experiencia espiritual, o de una comunidad cordial o de actos de servicio, aunque ciertamente implica estas cosas. Se trata antes que nada de un mensaje que puede ser respaldado en base a hechos históricos: «que Cristo fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció a Cefas, y después a los doce» (1 Corintios 15:4-5). Esta es la buena noticia: el evangelio. Y predicar ese mensaje es la fuente de nuestra vida como iglesia y de la vida eterna para cada uno de nosotros.

B. Específicamente la predicación expositiva
Puedes predicar y ver que nada sobrenatural acontece. No toda predicación es fiel. Y no todas las personas son oyentes fieles. Solo piensa en toda esa gente que escuchó a Jesús en persona, y después se alejó sin ningún cambio en sus vidas. Por tanto, primero quiero hablar acerca de qué clase de predicación debería verse como normal, y luego qué sucede cuando esa predicación se cruza con la comunidad del pueblo de Dios.

¿Qué clase de predicación creará sobrenaturalmente al pueblo de Dios de la nada? En una palabra, la predicación que es expositiva. Aquella que nos «expone» un pasaje de la Escritura. Cuando decimos que un sermón es «expositivo», queremos decir que está diseñado para explicar un pasaje en particular de la Palabra, de manera que la enseñanza principal del sermón es la enseñanza principal del pasaje.

La alternativa es lo que las personas llaman la predicación «temática», en la cual el predicador determina la enseñanza principal que quiere comunicar, y puede usar o no la enseñanza principal del pasaje bíblico para apoyar ese punto. La predicación temática no es de ninguna manera mala, tenemos sermones temáticos en esta iglesia, ¡nuestro pastor Mark predicó un sermón temático esta mañana! Sin embargo, un programa de predicación que es predominantemente expositivo hará que una congregación crezca mejor y con resultados más duraderos. ¿Por qué? Porque cuando un predicador enseña expositivamente, avanzando a través de sucesivos pasajes de la Escritura semana tras semana, la congregación entiende mejor la Escritura en su contexto general.

Permíteme explicar esto dando tres ventajas específicas de la predicación expositiva:

– Cuando el pastor predica una serie de pasajes, fundamentando cada sermón en la enseñanza principal de un pasaje de la Escritura (en lugar de un tema), la palabra de Dios marca la pauta para el sermón. En lo práctico, la predicación expositiva obliga al predicador a abordar versículos que puedan incomodarle o que no encajan tan claramente con su teología.

– La predicación expositiva es una mejor forma de enseñar la Biblia. Cuando el pastor predica un pasaje de la Escritura en contexto, tomando la enseñanza del pasaje como la enseñanza del mensaje, él y la congregación a menudo escuchan cosas de parte de Dios que desconocían cuando el pastor empezó a estudiar el pasaje.

– Y tercero, la predicación expositiva le enseña a los miembros de la congregación cómo leer y estudiar la Biblia por sí mismos. Cuando el sermón semana tras semana enseña a la iglesia a ser expositores y aplicadores fieles de la Palabra de Dios, la Biblia se filtrará en cada aspecto de la vida en comunidad.

C. Predicación = La Palabra de Dios + el pueblo de Dios

Pero si solo nos detenemos allí, aun no habremos trazado todo lo que la predicación hace en la iglesia. Porque predicar no consiste solo en exponer la Palabra de Dios; consiste en exponer la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Así que, ¿qué ocurre cuando la Palabra de Dios se topa con el pueblo de Dios? He aquí tres cosas a considerar.

– La aplicación
Más obviamente, aplicamos la Palabra de Dios. Considera el peso de la responsabilidad que descansa sobre nuestros hombros, los que tenemos el privilegio escuchar predicaciones centradas en el evangelio cada semana. Oro para que en el Último Día nosotros en esta iglesia veamos el fruto de dicha predicación en nuestras vidas.

Hay algunas cosas que podemos hacer para aplicar mejor los sermones. Podemos leer el mensaje en nuestros tiempos devocionales. Podemos orar por el predicador y por nuestra aplicación. Podemos tomar notas.

Pero incluso por encima de esas cosas, deberíamos meditar sobre la aplicación del sermón como un esfuerzo colectivo en vez de uno individual.
Una buena pregunta a considerar es: ¿Trabajas de manera fiel y humilde para ayudar a aplicar la verdad que recibiste en las vidas de tus hermanos y hermanas en Cristo? ¿Conocen tu vida lo suficientemente bien, y conoces tú las suyas, que puedes ayudarles a aplicar un sermón de una forma que quizá ellos no hayan pensado? Aquí tienes algunas ideas de cómo podrías hacer esto: (1) habla después del servicio/en el almuerzo acerca del sermón; (2) desarrolla puntos de aplicación en un grupo pequeño; (3) en relaciones de discipulado; (4) en devocionales familiares. (5) En lugar de intentar recordar páginas de apuntes de cada sermón, escoge una o dos cosas cada semana que aplicarás en oración a tu vida, y habla con otras personas al respecto. Dios nos da un banquete todas las semanas. Pongámoslo en práctica.

– La contextualización
Pero eso no es lo único que ocurre cuando la predicación se lleva a cabo en el contexto de la comunidad. La Palabra se aplica a necesidades específicas de nuestra congregación; a nuestros defectos; a la forma en la que Dios se ha estado moviendo entre nosotros; con nuestra demografía particular en mente.

– La autoridad
La predicación en una iglesia debería explicar, interpretar y aplicar la Escritura. Así que en cierto sentido su autoridad descansa sobre la Escritura. Pero sabemos que como seres humanos pecaminosos, podemos fallar en explicar e interpretar la infalible Palabra de Dios. La predicación va más allá de eso. Verás, la predicación en la iglesia está respaldada por el testimonio unánime de toda una comunidad de cristianos, cada uno con sus propios pecados, pero cada uno habitado por el Espíritu vivificador de Dios. Cuando la iglesia funciona como debería, entonces las palabras predicadas un domingo por la mañana son confirmadas tácitamente por los Ancianos, y finalmente por la congregación en general. Si un predicador comenzara a predicar lo que la iglesia considera contrario a la Escritura, entonces los miembros tienen el deber de actuar.

Mark lo ha dicho muchas veces: «Si comienzo a predicar un evangelio diferente, despídanme».

La congregación es la autoridad final en dichos asuntos doctrinales, vemos eso claramente en Gálatas 1 cuando Pablo demanda a la iglesia en general el exigir una verdadera predicación, y lo vemos puesto de forma negativa en 2 Timoteo 4:3, cuando Pablo advierte a Timoteo que algunos pueden empezar a exigir enseñanzas falsas, y así podemos tener gran confianza en la verdad de lo que escuchamos predicado en una iglesia sana porque está respaldada por el testimonio de una comunidad de cristianos. Mientras más conoces a la comunidad de una iglesia, más puedes confiar en su predicación. Una buena predicación producirá una buena comunidad.

Podemos ser parte de la comunidad sobrenatural de la iglesia local por medio de la predicación, cuando escuchamos un buen sermón, lo aplicamos a nosotros y a otros, y apoyamos la predicación correcta. Pero también sucede a través de la oración, que es el siguiente punto para el resto de nuestro tiempo juntos.

  1. La oración
    Quiero usar el resto de nuestro tiempo para pensar acerca de la oración en lo que se refiere a la iglesia local.

Creo que todos entendemos que la oración es importante. Pero cuando reflexionamos sobre la oración, lo primero que nos llega a la mente, al menos en mi caso, es la oración privada. No obstante, la Biblia también llama muy claramente a los cristianos a orar juntos. Piensa en la oración del Padre Nuestro que Jesús nos da en Mateo 6:

«Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal».

Cuando Jesús nos dio un modelo para la oración, lo hizo de una forma que la encomienda incluso más para nuestro tiempo juntos como cuerpo que para nuestro uso privado. Una de las principales maneras en las que podemos orar como congregación es cuando nos reunimos como iglesia. Así que empecemos examinando por qué la oración congregacional es tan importante.

A. ¿Por qué es importante la oración corporativa?

– Dios usa nuestra oración juntos para hacer avanzar su reino.
Oramos juntos porque, sencillamente, tenemos que hacerlo. Oramos por necesidad, porque necesitamos que Dios actúe. Así como lo vemos en el libro de Hechos. Allí, la iglesia primitiva tuvo una serie de obstáculos que vencer, incluyendo la persecución, pero continuó expandiéndose. En varias ocasiones vemos que cuando la iglesia enfrentaba persecución, se reunía para orar. Así, en Hechos 4, leemos que Pedro y Juan salieron de la cárcel y la iglesia se reunió para escuchar su informe. Creerías que con sus líderes en prisión, las personas orarían por su cuenta en lugar de arriesgarse a reunirse. Pero la oración corporativa era lo suficientemente importante que los creyentes se reunían para orar juntos, alabar a Dios por su soberanía y pedirle valentía ante las amenazas. Lucas nos dice: «Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios» (Hechos 4:31).

Y esto no se limita a las circunstancias particulares de la iglesia primitiva. A lo largo de la historia hemos visto la obra de Dios especialmente activa cuando su pueblo se reúne para orar.

– Dios se glorifica a través de la unidad de nuestra oración.
Como hemos escuchado en clases anteriores, la unidad entre el pueblo de Dios da gloria a Dios. Esa es la razón por la que en Efesios, capítulo 4, Pablo llama a toda la iglesia a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Orar juntos es una manera de cumplir este mandamiento al congregarnos visiblemente como el pueblo de Dios para orar.

La unidad que demostramos cuando buscamos a Dios juntos en oración es particularmente extraordinaria.

Dos cosas a observar en particular: (a) orar juntos es un medio de la gracia de Dios en el cual crecemos espiritualmente cuando escuchamos a otros comprometerse con la oración; y (b) la oración corporativa también puede servir como un testimonio poderoso para los no cristianos que ven el amor y el compromiso que los cristianos tienen entre sí en sus oraciones.

– La oración corporativa nos une.
La oración corporativa no solo se beneficia de nuestra unidad; en realidad nos ayuda a crear la unidad. Cuando oramos juntos, estamos, de cierto modo, dejando atrás nuestros deseos egoístas y nos enfocamos en Dios y en los demás. Así, por ejemplo, los domingos por la noche, oramos unos a otros de varias formas: agradecemos a Dios por su gracia en la vida de las personas; oramos por la salud física de otros; por su bienestar espiritual; oramos por sus ministerios, etc. Tanto orar por otros, como escuchar a otros orar por nosotros, naturalmente nos acerca más a medida que aprendemos más unos de otros y, al sentir el efecto de esas oraciones en la obra hecha por el Espíritu Santo. Escucharás a personas describir el servicio de oración como nuestro tiempo familiar. Y una razón fundamental por la que esta descripción es que tenemos ese tiempo de oración unida juntos.

Aquí tienes una idea de cómo podemos respaldar esa unidad: considera si hay peticiones de oración o testimonios acerca de la gracia de Dios que podrías compartir con la congregación que podría acercarnos y ayudarnos como cuerpo a maravillarnos ante el poder y la misericordia de nuestro Dos. Piensa en la oración corporativa como un servicio a esta congregación. Para algunos de nosotros, eso podría sentirse un poco extraño. Somos personas bastante privadas que pensamos que si otras personas oran por nosotros eso sería una carga. No obstante, la Biblia no ve las cosas de esta manera. Hay un pasaje grandioso en 2 Corintios 1 en el que Pablo comparte una situación particularmente difícil.

«Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aun nos librará, de tan gran muerte; cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos» (2 Corintios 1:8-11).

Ese último versículo da en el clavo: «para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos». ¿Era una carga para estos creyentes orar por Pablo? Absolutamente no. Era una bendición animarlo y compartir el gozo de su continua liberación en Dios. ¿Qué hubiese pasado si Pablo hubiese decidido que sus problemas eran una molestia para la iglesia? Deberíamos agradecer a Dios que no lo hizo.

Por tanto, piensa cómo puedes compartir tus necesidades con otros para que puedan acercarse como creyentes y ser alentados por la increíble obra de Dios. ¿Estás luchando con tu fe? ¿Estás luchando en el trabajo? ¿Estás luchando en tu matrimonio? ¿Estás luchando con la evangelización? Recuerdo que cuando un hermano en esta iglesia compartió un domingo por la noche que estaba batallando con su fe en Dios, su honestidad fue un buen ejemplo para nosotros, y cuando la iglesia lo cubrió en oración, fuimos capaces de alabar a Dios mientras nuestras oraciones eran contestadas. Deja que otros te acerquen a nuestro Señor en oración. Es un privilegio para ellos.

– La oración corporativa nos enseña cómo orar
Me pregunto si alguna vez has notado que nuestros servicios por la mañana siguen el mismo esquema que muchos cristianos usan en sus tiempos devocionales. Siguen el camino del evangelio: vemos la santidad de Dios, nuestro pecado, la obra de Cristo en la cruz y nuestra respuesta. Y nuestra oración corporativa sigue el modelo CASA: Confesión, Adoración, Súplica y Agradecimiento, aunque no siempre en ese orden. ¿Por qué? Porque oramos juntos en parte para enseñarnos cómo orar. Permíteme que explique a lo que me refiero.

Es una buena disciplina solo enfocarnos en alabarle. Por lo que nuestras oraciones de alabanza nos enseñan qué significa centrar nuestra mirada únicamente en la hermosura de Dios y deleitarnos en él. Asimismo, la confesión es incómoda, y rápidamente pasamos a pedirle a Dios que nos cambie. Pero cuando hacemos eso, perdemos la oportunidad de explorar nuestros corazones y reconocer lo que realmente hay allí. Tener un tiempo extendido solo para confesar el pecado hace que la seguridad del perdón que leemos en la Biblia, y el cántico que entonamos en respuesta, sea mucho más alegre. Y también podemos aprender de las oraciones de súplica y agradecimiento. En la oración de súplica, por ejemplo, Mark orará por mucho más que solo nuestras necesidades, que es donde sentimos la tentación de enfocarnos. Él ora por nuestro gobierno, por la iglesia perseguida, por las misiones, por la evangelización, por nuestra iglesia, y termina orando por los puntos de su sermón. Si lo sigues cuidadosamente mientras somos guiados en oración, espero que eso mejore tu propia vida de oración.

– Ora por tu iglesia
Antes de culminar nuestro tiempo juntos, permíteme darte algunas consideraciones de cómo puedes orar diariamente por tu iglesia. Espero que a medida que estas cosas se vuelvan parte de tu rutina diaria, veas grandes cosas suceder en tu iglesia.

– Ora por el predicador.
Piensa en Pablo al escribirle a los efesios: «[Oren] por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar» (Efesios 6:19-20). Si el gran apóstol Pablo necesitó que oraran por él para predicar, ciertamente nuestros predicadores también lo necesitan.

– Ora por el directorio de membresía.
Sé que has escuchado esto antes. Y sé que implica orar por muchas personas que no conoces. Pero la buena noticia es que al orar por ellos, los conocerás más rápido. Y así como Pablo oró por los cristianos en Roma que nunca llegó a conocer, orar diariamente por personas con las que no tienes una conexión en particular solo porque son miembros de tu iglesia, honra a Dios maravillosamente.

– Ora por tu iglesia como un todo.
La cultura de nuestra iglesia está conformada por los hábitos, expectativas y comportamientos que llegan a caracterizarla como iglesia. Es posible que hayas notado que Mark hace que oremos por muchas cosas diferentes los domingos por la noche, como orar para que podamos tener una unidad verdadera en nuestra diversidad. Para que podamos entablar relaciones trasparentes entre nosotros, para que podamos ver la hospitalidad como una parte importante de seguir a Cristo. Todo esto en base a una lista que elaboré hace algunos años en mi esfuerzo por capturar las diferencias de la cultura que Dios ha edificado en nuestra iglesia.

  1. Conclusión
    ¿De qué manera esperamos que lo sobrenatural obre en nuestra iglesia? Celebramos la predicación regular de la Palabra de Dios, y oramos. Esos son los medios que Dios usa naturalmente para hacer lo que es sobrenatural. Sus medios normales de gracia.

Cerremos en oración.

Viviendo como una iglesia – Clase 3: La diversidad

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 2: La diversidad

Introducción
Es posible que muchos de nosotros conozcamos a un miembro de nuestra iglesia llamado Bill Anderson. Bill comenzó a visitar nuestra iglesia cuando tenía 60 años de edad, y no era cristiano. En ese tiempo, era profesor de la cátedra de psicología de masas en Harvard, y dictaba una clase titulada: «La locura de las multitudes», en la cual se examinaban cosas tales como la casería de brujas de New England, leyendas urbanas y pánicos financieros. Sin embargo, una carrera estudiando multitudes no lo preparó para la iglesia local. En sus palabras, estaba «impresionado con la autenticidad de la diversidad de la comunión cristiana». Decía que las relaciones aquí parecían «muy poco comúnes», según él, estos cristianos interactuaban no como coaliciones de personas subdividas con intereses similares, sino como una sola unidad. Esto dio origen al proceso que eventualmente conduciría a Bill a una nueva vida en Cristo.

¿De dónde surge este testimonio corporativo? Finalmente, proviene de la gracia salvadora de Dios para con nosotros en Jesús. Cuando te conviertes en cristiano, experimentas un cambio de identidad total. Ahora eres una nueva creación (cf. 2. Corintios 5:17); formas parte de la familia de Dios (cf. Gálatas 4:5); estás unido con Cristo (cf. Romanos 6:1-8). Ser cristiano es más trascendental para tu identidad que tu familia, que tu etnicidad, que tu empleo, que tu nacionalidad, que tu sexualidad, que tu personalidad, o que cualquier otra forma en la que este mundo defina la identidad. Por tanto, la unidad que compartes con todos los cristianos es más profunda y permanente que cualquier otro vínculo concebible. Eso significa que donde sea que el evangelio exista, también debería existir la diversidad. La diversidad es una consecuencia natural del evangelio.

Así que es probable que la diversidad sea más importante, y a la vez menos importante, de lo que podrías haber creído. Es más importe porque, como descubrió Bill, cuando personas sin vínculos o conexiones seculares se aman sacrificialmente unos a otros en la iglesia, esto brinda un testimonio magnífico de la verdad del evangelio a un mundo que nos observa. La diversidad es esencial para nuestro testimonio. Es el resultado del amor fraternal.

Al mismo tiempo, la diversidad podría ser menos importante de lo que habías pensado, porque no es el fin en sí. Una iglesia puede ser diversa, pero no saludable, carecer de unión, de amor o del evangelio. La clase de diversidad que atrajo a Bill fue convincente precisamente porque destacaba la unidad del evangelio.

Entonces, si la diversidad es parte importante de nuestro testimonio, pero simplemente ser diversa como un fin en sí no es el propósito de la iglesia, ¿cómo deberíamos como congregación pensar en la diversidad entre nosotros? Comenzaremos esta clase examinando el propósito de la diversidad en Efesios 3, luego veremos detalladamente qué es la diversidad, cuál es su origen y, por último, tres maneras de cultivar nuestra unidad en la diversidad.

El propósito de la diversidad
Primero, ¿cuál es el propósito bíblico de la diversidad en la iglesia local? Para responder esa pregunta vayamos al libro de Efesios, realmente la base de todo este seminario. Ve conmigo a Efesios 3:8-10, donde vemos la declaración de propósito de Pablo para la iglesia local:

«A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales».

¿Cuál es el propósito eterno de Dios? Que la iglesia refleje su sabiduría a toda la creación. ¿Cómo? Pablo aquí dice que esto tiene que ver con un misterio que Dios ha revelado. ¿Cuál es este misterio? Ya nos lo ha dicho en el capítulo 3, versículo 6: «que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio».

¡Lo que Dios ha hecho es increíble! Él prometió en Isaías 49:6: «Poco es para mí que tú seas siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra». Ahora, en Cristo, usando el ministerio del evangelio de Pablo, Dios lo ha hecho. Ahora, en Cristo, los descendientes de Abraham no son solo los que comparten su sangre, sino los que comparten su fe.

¿Y por qué incluso «los principados y potestades en los lugares celestiales» ven la unidad entre judíos y gentiles en la iglesia? Por la gran separación que existía entre ellos antes de Cristo, una separación que Pablo llama en el capítulo 2, versículo 14: «la pared intermedia de separación». Estos dos grupos tenían etnicidades, culturas y creencias teológicas distintas, y esta separación era abiertamente adversa.

«Pero», un lector del primer siglo podría objetar: «¡Esa clase de unidad es imposible! ¡Se necesitaría un milagro!». Y ese es precisamente el punto. Observa la doxología de Pablo en Efesios 3:20-21:

«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén».

Pablo está consciente de que al describir el amor entre judíos y gentiles en la iglesia de Éfeso, a pesar de siglos de enemistad, está hablando acerca de una unidad que va mucho más allá de lo que nuestra capacidad humana puede lograr. Si es el poder de Dios el que «actúa en nosotros», Dios recibe la gloria cuando su sabiduría se manifiesta por medio de la iglesia.

En otras palabras, la diversidad no es el objetivo principal, la unidad EN la diversidad lo es. ¡Esta unidad es lo que demuestra el poder de la cruz! En el primer siglo, y únicamente en la historia de la salvación, eso significaba que judíos y gentiles adoraban juntos. El principio trascendental de Efesios 3 se mantiene: Dios se lleva la gloria cuando personas previamente separadas se unen en Cristo y se aman a pesar de todas sus diferencias[1].

Así que si el propósito de la diversidad es reflejar el poder del evangelio, deberíamos estudiar con más detenimiento lo que queremos significar por diversidad. ¿Qué clase de diversidad demuestra el poder de la cruz? Eso nos lleva a nuestro siguiente punto.

El carácter de la diversidad
Cuando Pablo habla acerca de los judíos y de los gentiles, está enfatizando el hecho de que de no ser por el poder del evangelio, estos dos grupos habrían permanecido separados. Así, la diversidad de la que estamos hablando incluye muchas áreas diferentes en las que el mundo mantiene las barreras, pero en las que la iglesia debe caracterizarse por la unidad y el compañerismo. Identifiquemos seis de ellas en particular:

A. Barreras de etnicidad: Esto es lo primero que podría venir a la mente de muchos de nosotros al decir la palabra «diversidad»: la diversidad étnica. Y como quienes vivimos en una ciudad donde el racismo no es solo un recuerdo inquietante, sino una realidad actual, debemos preocuparnos por el amor en las iglesias cristianas que traspasan límites étnicos. La Escritura celebra la diversidad étnica; ciertamente, eso es al menos parte de lo que Pablo habla en Efesios 3 con los judíos y gentiles. El evangelio es real sin importar el color de tu piel, y el evangelio no borra el color de tu piel. Judíos y gentiles, blancos y negros, latinos y asiáticos unidos en Cristo están «en Cristo», pero luego, claro está, todos tenemos una etnicidad. Aquí es donde el mundo puede ir en dos direcciones equivocadas. En primer lugar, encontramos el racismo del mundo que niega la imagen de Dios en otros; por otro lado, está el ídolo del pluralismo que deifica a una sociedad «diversa y tolerante», pero sin Cristo en su núcleo, una diversidad sin más finalidad. Como iglesia valoramos la diversidad étnica porque testifica que Cristo es nuestro todo y el centro de nuestra identidad. Pero eso no es todo.

B. Barreras de edad: ¿En qué parte del mundo puedes ver a jóvenes almorzando con mujeres de 80 años con las que no están relacionados? No es algo común. Sin embargo, eso es lo que vi en mi primer mes en la iglesia en el año 2009. Vivo al otro lado de la calle en una casa de hombres solteros apodada el Toro Alce, y uno de nuestros compañeros invitó a todas las señoras de la iglesia para un almuerzo del día de San Valentín. Reclutó a un montón de jóvenes veinteañeros para que cocinaran Quiche y prepararan ensaladas. Los universitarios se arreglaron, y sirvieron el té a sus hermanas en Cristo, luego todos compartimos testimonios acerca de la bondad de Dios y cantamos «Sublime gracia». Es uno de los tiempos más memorables de comunión que puedo recordar, precisamente debido a que nuestras diferencias resaltaban nuestra unidad en Cristo.

C. Barreras económicas: Nuestro mundo está acostumbrado a que los ricos hagan cosas nobles por los pobres. Pero cuando esas personas ricas vuelven a casa en sus vecindarios, se reúnen con otras personas ricas, o al menos con aquellos con una genealogía educativa similar. Esto no debería ocurrir en la iglesia. Esa es la razón por la que Santiago ataca a la iglesia en Santiago 2 por mostrar parcialidad hacia los ricos. A Dios le disgusta el favoritismo. Algunos en la iglesia pueden tener dispositivos agradables o comer en restaurantes elegantes. Aquellos que no pueden costearse esos lujos necesitan proteger sus corazones de la envidia. Pero los que pueden hacerlo no deberían asumir que todos los demás están en la misma posición financiera que ellos.

D. Barreras políticas: La iglesia local debe hablar claramente acerca de temas morales. Pero rara vez esa autoridad moral se traslada limpiamente en aspectos específicos de política pública. Como resultado, la iglesia debería ser un lugar donde los cristianos con ideas divergentes pueden encontrar puntos en común en la realidad más suprema del reino de Dios. Para nosotros, estando en Capitol Hill, esto es especialmente crucial. Si trabajas en la política, puedes debatir sobre ello con otras personas en tu horario de trabajo, pero como iglesia estamos unidos en sumisión al rey Jesús.

E. Barreras de personalidad: 1 Corintios 12 dice que todos tenemos dones y que todos somos necesarios en el cuerpo. Si alguien es socialmente cohibido, ¿crees que encontraría en nuestra iglesia un lugar seguro? ¿O se sentiría igual de renegado que en el mundo? Las personas extrovertidas podrían hacer amigos en la iglesia con más facilidad, pero eso no hace que sean más esenciales para la iglesia que los introvertidos que escuchan, aman profundamente y sirven de todo corazón.

F. Barreras de trasfondo cultural: Especialmente para quienes crecieron en la iglesia, el trasfondo cultural conlleva expectativas de lo que debería ser una iglesia. Por tanto, se necesita cierto nivel de sacrificio para tener una iglesia conformada por cristianos con antecedentes suburbanos, rurales y urbanos; con tradiciones litúrgicas, pentecostales y afroamericanas, y muchos países de origen diferentes. Y eso está bien. Tenemos que ser honestos y admitir que toda iglesia tiene cierto tipo de cultura: nosotros usamos el idioma inglés, contamos con acompañamiento musical simple, nuestras canciones provienen de la tradición europeo-americana. Pero se necesita el sacrificio de todos, de la minoría cultural y de la mayoría. Para aquellos que forman parte de la mayoría, el sacrificio podría comenzar preguntando a personas de diferentes orígenes qué les podría resultar incómodo en la iglesia y cómo pueden servirles.

Es probable que este sea un buen tiempo para hacer una pausa y alabar al Señor por la diversidad que ya ha trabajado entre nosotros en todas estas categorías. ¿Tenemos espacio para crecer? Sí. Pero puedo pensar en decenas de ejemplos de personas en nuestra congregación que desinteresada y alegremente cruzan los límites para acercarse a otros por su bien espiritual. Esa es la clase de amor que confunde al mundo que nos rodea de la mejor manera. Tampoco es fácil. Permíteme alentarnos a no cansarnos de hacer el bien. Ánimo, 1 Juan 3:14 nos recuerda: «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos».

El fundamento de la diversidad
Ahora bien, podrías estar preguntándote, todo esto suena genial, ¿pero cómo podemos crecer en la diversidad en todas estas áreas? Puede que al principio mi respuesta suene ingenua, e incluso ofensivamente ingenua. ¿Qué debemos hacer para ver coexistir a la unidad y a la diversidad en nuestras iglesias? En el sentido más importante, no hacemos nada.

Considera la evidencia de Efesios 2-3 que vimos hace unos momentos. Pablo dice en Efesios 2:14-16:

«Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades».

¿Quién hizo esto? ¿Quién creó un nuevo hombre e hizo la paz? ¡Cristo! En estos capítulos, Pablo simplemente describe lo que pasó en nuestra salvación. No hay nada que hagamos para crear esta unidad, el único verbo imperativo en la sección es simplemente recordar lo que Dios ha hecho (2:11, 12). ¿Pero el hecho de que Dios establece nuestra unidad significa que deberíamos sentarnos sin hacer nada y esperar que personas con toda clase de personalidades y trasfondos diferentes se amen unos a otros automáticamente? Para nada. De hecho, podemos resistirnos a la unidad de manera egoísta y pecaminosa. Somos seres humanos caídos, enfrentamos constantemente la tentación de vivir en oposición a la unidad que Dios ha establecido. Y seríamos ingenuos en pasar por alto el hecho de que las realidades históricas nos influyen también en esta área. Las suposiciones acerca de las etnicidades, las clases sociales y las culturas a menudo se heredan y necesitan ser corregidas por la verdad de la Escritura. No abordamos el tema de la unidad desde un punto de partida neutral, sino como personas caídas y complejas. Así que comenzamos admitiendo que nuestra unidad del evangelio solo proviene de Cristo. Sin embargo, en lugar de resistir esa unidad, somos llamados a abrazarla e incluso cultivarla. Como un granjero que riega y fertiliza una planta, podemos reconocer que no somos quienes le damos vida a la planta de nuestra unidad, pero lo que hacemos importa muchísimo para que esa planta crezca y se conserva sana.

Momentos luego de que Pablo establece que solo Dios une a judíos y a gentiles en la iglesia en Éfeso, dice en Efesios 4:3: «Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz». Al igual que muchas de las cartas de Pablo, la primera mitad de Efesios dice: «Esto es quienes son en Cristo», no solo son pecadores que pasaron de muerte a vida, sino extraños que han sido hechos un solo pueblo. La segunda parte del libro dice: «Por tanto, vivan como quienes están en Cristo». El evangelio los ha unido, ahora esfuércense por mantener la unidad constituida a través del vínculo de la paz que Cristo obtuvo.

¿Cómo cultivamos nuestra unidad en la diversidad?
¿Cómo hacemos eso? Hay mucho que podría decirse. Primero deberíamos reconocer que la diversidad «total» o «suprema» no se encuentra en cualquier iglesia de la tierra, particularmente porque todos todavía hablamos idiomas diferentes. En el cielo eso ya no importará, pero hasta ese día, a Dios no le aflige el hecho de que su pueblo hable diferentes lenguas, y esto necesariamente significa que nuestras iglesias serán específicas en su idioma y, por tanto, hasta cierto punto serán específicas en cuanto a su cultura, dado que el idioma es uno de los elementos de la misma. Toda iglesia forma parte de una localidad, por lo que la diversidad de la misma está limitada naturalmente por su ubicación e idioma. Eso está bien.

Pero una vez que reconocemos eso, ¿cómo podemos cultivar la unidad en la diversidad en nuestro respectivo contexto? Por supuesto, comenzamos orando. Esa es la razón por la que oramos por nuestra unidad en la diversidad casi todos los domingos por la noche. Enfoquémonos en tres sugerencias.

A. Reconoce la invisibilidad de tu cultura

Me pregunto si alguna vez alguien te ha dicho que tenías un «acento» al hablar. Al principio, mi reacción a eso era: «No tengo acento. Las otras personas suenan raro». Puede funcionar de la misma manera en nuestra cultura. Ahora, quienes forman parte de una cultura minoritaria en la iglesia, por lo general, no tienen ningún problema con esto. Sin embargo, es posible que los que forman parte de la mayoría necesiten abrir sus ojos al hecho de que no todos comparten sus experiencias o puntos de vista. Por ejemplo, una de las primeras veces que tuve la oportunidad de dirigir la oración de confesión un domingo por la mañana, la mayoría de los pecados que confesé eran pecados con los que personas jóvenes, especialmente hombres jóvenes, tienden a luchar. ¡Y el pastor me desafío después de eso! Estaba actuando desde mi propia experiencia, suponiendo que básicamente todos eran igual que yo. En cambio, debía haber meditado más ampliamente y orado por cosas con las que mis hermanos y hermanas de 75 años de edad también luchaban.

En Hechos 6, cuando surgió el conflicto entre dos grupos diferentes en la iglesia, fue porque las viudas griegas estaban siendo «ignoradas» en la distribución diaria de la comida. El hecho de que la queja era contra los judíos de habla aramea, y que los apóstoles consideraron seriamente el problema, sugiere que pudo haber existido un problema con la cultura mayoritaria en no identificar las necesidades de los demás.

Cuando Pablo en Romanos 12:10-11 nos dice: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros», esto seguramente debe implicar trabajar para hacer que las suposiciones de mi cultura sean un poco más obvias para a fin de poder cuidar bien de otros. Una de las mejores maneras de hacer esto en nuestras relaciones es simplemente haciendo preguntas consideradas y abiertas para aprender acerca de la experiencia de otros de la vida cristiana y cómo podrían diferir de la nuestra. No estoy hablando de interrogar a alguien y hacerlo sentir incómodo o cohibido por ser diferente. Hablo de tomarnos el tiempo con toda sensibilidad y humildad para conocer a alguien para poder aprender acerca de su vida y trasfondo, de sus alegrías y de sus luchas.

Eso nos lleva a la segunda sugerencia:

B. Acepta a los que son diferentes a ti

Ve conmigo a 1 Corintios 12:13-14: «Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos».

Imagina conmigo que la iglesia en Corinto escucha ese versículo, y luego decide que dado que Pablo está llamando a la iglesia a la unidad, establecerán grupos dentro de la congregación para que las personas estén cerca de aquellos con los que se sienten más cómodos. Así que habrá un grupo para judíos y un grupo para gentiles. Nosotros diríamos: «¡No! ¡Eso no es lo que Pablo tiene en mente!». Sin embargo, si solo buscamos comunión con quienes son iguales a nosotros, así es como esencialmente aplicamos estos versículos.

Ahora bien, podrías decir: «Matt, ¿eso significa que no deberíamos tener grupos pequeños de hombres y mujeres? ¿O un grupo de jóvenes, o un retiro de mujeres?». No necesariamente. Tener amistades en la iglesia con personas que comparten tu misma edad, género, etnicidad u ocupación puede ser algo maravilloso. A menudo Dios usa esas relaciones para hacer una obra importante en nuestros corazones porque somos capaces de hablar entre nosotros por nuestras experiencias en común. Las relaciones de similitud no son malas, pero pueden ser peligrosas, si caracterizan tanto a nuestra comunidad al punto de oscurecer la diversidad natural que el evangelio produce.

La imagen de un «plato de comida balanceado» usada por el Departamento de Agricultura puede ser útil aquí. (De pequeño era la pirámide alimenticia, pero aparentemente se actualizaron). No es sano comer solo hamburguesas y papas fritas, el plato tiene una sección para frutas y verduras, para granos y para proteínas. Podemos pensar en intentar cultivar un plato de relaciones balanceado en la iglesia. Hay relaciones en las que alguien especialmente se acerca a ti y te anima. Hay relaciones en las que tú debes acercarte y discipular a alguien. Hay relaciones recíprocas. Y luego, aquí está la clave, hay relaciones en las que SOLO eres amigo de alguien porque eres cristiano, no por ninguna razón natural. Todas son saludables e importantes. Algunas de estas categorías pueden superponerse. Pero si no hay nadie en esa última categoría, deberíamos preocuparnos.

Un buen lugar para empezar es hacernos algunas preguntas de diagnóstico. ¿Cuán a menudo compartes relaciones significativas con personas que no tienen tu misma edad? ¿Quiénes están en una línea de trabajo distinta al tuyo? ¿A qué persona de la iglesia con un trasfondo étnico diferente al tuyo conoces lo suficientemente bien como para orar por cosas específicas que estén sucediendo en su familia o empleo? Si no eres afroamericano, ¿le has preguntado a cualquiera de nuestros hermanos y hermanas afroamericanos lo que piensan sobre las protestas en relación con el abuso policial? ¿Qué es lo que piensan sobre el movimiento «Las vidas negras importan» como cristianos? Pregúntate: ¿hay algo que, como persona no negra, crees que deberías saber o entender mejor? Y podríamos multiplicar esta clase de preguntas para diferentes etnias y áreas.

¿Qué pasa si te das cuenta de que no conoces a muchas personas que sean diferentes a ti? ¿O simplemente deseas crecer en esta área? Eso nos lleva a nuestra última sugerencia:

C. Haz sacrificios por el bien de la unidad

Pablo dice en Romanos 12:1: «Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». ¿Cómo se da eso en la iglesia? Él continúa en el mismo capítulo, 12:9: «El amor sea sin fingimiento». 12:13: «Practicando la hospitalidad». 12:16: «Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándonos con los humildes».

Es muy posible disfrutar la idea de asistir a una iglesia diversa, pero nunca levantar un dedo para conocer a alguien que realmente sea distinto a ti. En ese sentido, Dios no nos llama a ser «consumidores» en la iglesia, sino productores. Si valoramos la diversidad, deberíamos poner eso en marcha haciendo sacrificios personales para verla crecer.

¿De qué tipo de sacrificios estoy hablando?

Podemos sacrificar nuestra comodidad para alcanzar y relacionarnos con alguien a quien no nos sentimos naturalmente atraídos. Marcos 9:35: «Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos».
Podemos sacrificar nuestras preferencias en toda clase de áreas: qué tipo de comida en el evento de comunión, cuáles canciones deseamos que la iglesia cante con más frecuencia. Romanos 12:10: «En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros».
Podemos sacrificar nuestros recursos y nuestro tiempo para servir a otros hermanos de la iglesia que se encuentran en necesidad, recibirlos en nuestros hogares, darles un aventón a la iglesia, cuidar de sus hijos. 1 Juan 3:18: «Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad».
Podemos sacrificar nuestros hábitos para tener tiempo de conocer a otras personas que podrían tener agendas diferentes a las nuestras o que vivan en una zona distinta a nuestra ciudad. Si eres alguien que siempre planea su agenda con dos meses de anticipación, puedes acceder a salir espontáneamente a almorzar luego de la iglesia con alguien con quien no compartas y viceversa.
De nuevo, el punto en hacer estos sacrificios no es la diversidad en sí. No es tachar el recuadro de la lista y decir: «De acuerdo, genial, ahora tengo algunos amigos que no lucen como yo». La muerte de Cristo ya ha comprado y producido nuestra unidad fundamental. No obstante, al cultivar nuestra unidad en la diversidad, damos testimonio de su incomparable sabiduría y gracia. ¡Qué privilegio es poder colaborar juntos para cultivar nuestra unidad como iglesia por el bien de edificarnos mutuamente y de dar a conocer su nombre!

Por ahora, permíteme dejarnos con la increíble visión de cómo toda nuestra diversidad, y de la iglesia universal a lo largo de los años, se verá ante el trono de Cristo. Apocalipsis 7:9-12:

«Después de esto mire, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero».

[1]Una ilustración útil para esto es la del matrimonio. El matrimonio celebra la unidad y la diversidad simultáneamente. El poder del matrimonio es que el esposo y la esposa son diferentes entre sí: Eva fue creada para ser una ayudante «adecuada» o «idónea» para Adán (Gn. 2:18). Ella era diferente, pero al final de Génesis 2, leemos que Adán y Eva deben «sujetarse» entre sí y ser «una sola carne» (2:24). Como entiende toda persona casada, las diferencias de cada cónyuge ayudan a fortalecer el matrimonio, pero esas diferencias solo crean debilidad si no hay unión, unicidad, unidad.

Viviendo como una iglesia – Clase 2: La membresía

Viviendo como una iglesia

Por Capitol Hill Baptist Church (CHBC)

Clase 2: La membresía

Introducción
Me gustaría iniciar con una pregunta: ¿En qué se diferencia el compromiso que contraemos con otras personas en la iglesia de los otros compromisos que hacemos en la vida?

La semana pasada empezamos considerando la gloria de la iglesia. Nuestra iglesia está compuesta de personas cuyo conocimiento, amor y paciencia es limitado. Tenemos diferentes personalidades, diferentes expectativas, diferentes trasfondos, diferentes maneras de comunicarnos y diferentes prioridades. Mezclas todo eso y parece que es probable que termines en problemas. Pero gracias al poder del evangelio, en realidad obtienes una proclamación colectiva de la gloria de Dios.

¿Cómo es eso posible? Es posible cuando nos amamos unos a otros con un compromiso que es evidentemente sobrenatural. ¿Cómo es ese compromiso? Responderemos esa pregunta en el transcurso en dos semanas. El día de hoy, estudiaremos la profundidad de ese compromiso. Y la siguiente semana veremos la amplitud del mismo, amar a aquellos con los que tenemos poco en común, excepto Jesús.

Así que consideremos la profundidad de este compromiso. Una aclaratoria: En resumidas cuentas, realmente esta es una clase que trata acerca de la membresía de la iglesia. Podrías estar pensando: «Ya soy miembro. Me convenciste. ¿Debería irme ahora?». ¡No! Es mi deseo que al explicar lo que es la membresía, y cómo se diferencia de otros compromisos, seamos renovados y podamos recordar la dulzura única del profundo compromiso que tenemos entre nosotros en esta iglesia. Y lo que aprendamos nos ayudará a ser mejores miembros de la iglesia. Para ello, quiero dedicar algo de tiempo para hacer una distinción entre el compromiso natural de este mundo, que denominaremos: «COMPROMISO BASADO EN LA COMODIDAD», y el compromiso de la membresía de la iglesia, al que llamaremos: «COMPROMISO BASADO EN EL LLAMADO».

El compromiso basado en la comodidad
El compromiso es algo que nuestro mundo entiende. Los fanáticos de Redskins están comprometidos con los Redskins. Las personas se comprometen con sus trabajos, con sus destinos favoritos para vacacionar, con sus países. Y las personas se comprometen con sus iglesias. Pero la razón exacta por la que las personas se comprometen con sus iglesias puede variar un poco.

Diría que es común para las iglesias hacer que las personas se comprometan con ellas de la misma manera que lo harían con cualquier otra cosa en el mundo, a través de un compromiso basado en la comodidad. Permíteme ilustrar esto con un ejemplo secular: cómo podrías comprometerte en comprar productos de la marca Apple. Al principio, una computadora Mac es solo otra computadora y un iPad es solo otra pantalla. Pero tal vez termines pidiendo prestado la computadora Mac de un amigo para revisar un correo y te das cuenta de que la pantalla no se cuelga tanto como lo hace en tu computadora. Difícilmente podrías considerarte un usuario de Mac comprometido en este punto, pero estás intrigado. Así que cuando tu computadora finalmente muere, haces algunas compras en línea y decides darle a Mac una oportunidad, incluso si cuesta un poco más. Después tus amigos comienzan a notar que estás usando una computadora Mac, y los que parecen más emocionados son personas bastante geniales. Luego de que te acostumbras a ella, encuentras que realmente te gusta la manera en la que funciona y lo intuitivo que es todo. También la forma en que encajas mejor cuando trabajas en una cafetería. De repente, te das cuenta de que has estado hablando mucho acerca de tu computadora porque tu tía te da un iPad como regalo de navidad, que se convierte en una parte inseparable de tu cerebro. Antes de que lo notes, estás yendo a convenciones de Mac, vistes a tus hijos con trajes de Apple, y te preguntas cómo habías podido vivir sin tener todos tus dispositivos sincronizados.

¿Y cómo pasó? Ciertamente no sucedió todo de una sola vez y, de hecho, ni siquiera buscabas convertirte en un fanático de la marca Apple. Pero mientras más te adentrabas, más atractivo parecía todo, hasta que ya estabas en lo profundo.

Para muchos cristianos, así es como luce la iglesia. Comienzan enfatizando que no tienen ninguna expectativa con la iglesia, y la anuncian como un gran lugar para prosperar moralmente, educar a sus hijos, encontrar una comunidad, sentirse seguros, cómodos y atendidos. Luego te unes a un grupo pequeño y conoces a algunas personas que te agradan. En algún punto en el camino te conviertes en un miembro, pero la membresía no es el objetivo en sí. La meta es que dentro de algunos años, realmente te hayas comprometido con tu iglesia principalmente porque te gusta y lo ves como algo fácil.

Eso es lo que llamamos un compromiso basado en la comodidad. Funciona para los consumidores; funciona para las iglesias.

El modelo expuesto, sea la marca Apple o una iglesia, es el compromiso visto como un proceso. Con el tiempo, ves que la iglesia local suple tus necesidades y comienzas a sentirte más cómodo allí. Y mientras más cómodo te sientes, te comprometes más a profundidad. Así, suavizamos el camino a nuestras iglesias y resaltamos los beneficios de estar más involucrados. Con suerte, podremos atraer a las personas como consumidores y con el tiempo verlas convertirse en proveedores. Este es el compromiso basado en la comodidad, y se trata un proceso. Se caracteriza por un amplio, general e impreciso trato de la Palabra de Dios… y como podrás imaginar, a menudo puede llegar a fomentar el testimonio cristiano lo cual es muy débil.

El compromiso basado en el llamado
No obstante, no denigremos el compromiso basado en la comodidad en general, es natural correr hacia lo que es cómodo. Sin embargo, deberíamos hacer una diferencia entre dicho compromiso y lo que aspiramos en nuestras iglesias. El compromiso basado en el llamado se diferencia porque tiene una profundidad y una riqueza que el compromiso basado en la comodidad no puede reproducir. Consideremos algunas de estas diferencias:

A. El Nuevo Testamento describe a todos los cristianos como profundamente comprometidos con su iglesia local de maneras que son significativas, a veces dolorosas y bastante deliberadas. Toma las palabras de 1 Juan como un ejemplo: «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4:19-20).

Para Juan, el amor entre los creyentes es una señal de la fe salvadora. Compara eso con el compromiso basado en la comodidad, y verás que la Biblia nos llama a amar a los demás, la comodidad exige que nos amemos a nosotros y prioriza nuestras preferencias.

B. Una pregunta interesante de diagnostico que puedes hacerte es: ¿Por qué vas, y sigues yendo a la iglesia? ¿Qué te motiva a pasar gran parte de tu fin de semana en ese lugar? El compromiso basado en la comodidad podría señalar razones sociales, personales y profesionales. El compromiso basado en el llamado se enfoca en la obediencia a Dios y en un deleite en su iglesia como uno de sus principales motivadores.

El motivo de nuestra comunidad debería decir algo acerca de nuestra fe en Cristo. Nuestro compromiso como miembros de una iglesia deberá distinguirse del compromiso del mundo. Nuestras interacciones deberían parecerse más a las de Cristo y menos a las de nuestros compañeros de trabajo, amigos o vecinos.

El compromiso basado en el llamado se compromete primero, y luego hace preguntas sobre los beneficios recíprocos. El compromiso basado en el llamado busca la unidad de Cristo y crece con la diversidad como trasfondo.

C. Tercera distinción: La relación. Solía asistir a una iglesia en Sydney. Era una gran iglesia que dedicaba gran parte de su tiempo a pensar en formas de alcanzar a tanta gente como fuera posible. Querían atraer a las personas sin importar lo que hiciera falta. Realmente tenían buenas intenciones, el problema era que sin compromiso habían muy pocas relaciones profundas, ciertamente no existía una cultura de comunidad o un enfoque en un discipulado personal. Todo era superficial, ya sabes, es más cómodo de esa manera, y al final así es como florecerían la relaciones auténticas… desafortunadamente ese no era el caso.

Insólitamente, es con la formalidad de la membresía que se forman las relaciones profundas. Esto no significa que una relación verdadera no pueda darse sin la membresía de la iglesia, pero prácticamente… con cada miembro nuevo que se aprueba en nuestra membresía queda tan claro como el día a quiénes estamos llamados a amar, queda claro a quiénes debemos proteger, queda claro con quiénes debemos iniciar una relación en nuestra iglesia local. Ellos se han comprometido de manera obvia y pública con nuestra congregación, y nosotros nos hemos comprometido con ellos de la misma forma.

Una iglesia que se edifica en torno a la membresía es evidentemente diferente. Requiere de un compromiso significativo. Decides prometer amar a un grupo de cristianos de manera profunda y sacrificial incluso antes de realmente conocerlos bien. Así, tu compromiso no se basa en sentimientos de apego, de comodidad o de pertenencia, aunque esperamos que esas cosas se den eventualmente, sino que es un compromiso que haces simplemente porque es parte de seguir a Jesús. Puedes encontrar relaciones auténticas en una congregación que se toma en serio la membresía de la iglesia.

Por tanto, esta idea del compromiso basado en el llamado es un compromiso mutuo sencillamente porque forma parte de ser llamados a la familia de Dios. Comprometerse con otros creyentes por medio de la iglesia local es lo que caracteriza a un cristiano. Observa nuevamente el pasaje que leí en 1 Juan. Dice que toda persona amada por Dios, salvada por Dios, ama a otros cristianos en respuesta.

Eso quiere decir que tenemos que dejar de ver el compromiso con la iglesia local como un proceso y debemos comenzar a verlo como un acontecimiento. El acontecimiento es nuestra salvación y el compromiso es algo que se deriva inevitablemente. Eso no significa que todos nuestros compromisos con la iglesia local deben ser significativos, hay mucho espacio para el crecimiento. Quiere decir que hacemos un compromiso por adelantado, por lo que significa ser cristiano.

En ese sentido, encontrarás mucho del compromiso basado en la comodidad en iglesias cuyo compromiso se basa en el llamado. No hay nada de malo con el compromiso basado en la comodidad, el problema surge cuando se convierte en nuestro principal enfoque para hacer vida en la iglesia. Si esperamos facilitar nuestro caminar en la iglesia y ver que el compromiso basado en la comodidad surta efecto con el tiempo, tendremos una comunidad consumista, con relaciones superficiales, para nada diferente al mundo. En cambio, deberíamos reconocer que Dios nos llama a comprometernos de manera profunda y significativa con una iglesia local cuando nos llamó a la salvación. Si esa es nuestra actitud hacia la iglesia, encontraremos una comunidad que sea honesta acerca de lo que significa ser cristiano y que sirva como un rico catalizador para las relaciones cristianas.

El compromiso que es significativo
¿Cuáles son algunos de los componentes elementales de este compromiso del que hemos estado hablando? ¿Cómo es? Aquí tienes cuatro partes básicas a considerar:

A. El compromiso sacrificial. Romanos 12:13-16 nos dice que compartamos «las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad… Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros». Si mi esposa y yo no podemos tener hijos, debería alegrarme cuando otro miembro de la iglesia quede embarazado. Si acabo de conseguir un nuevo empleo, debería acompañar en su tristeza a la hermana que perdió el suyo. Debería dar mi dinero, mi tiempo y mi hogar para cuidar de otros en mi iglesia, simplemente porque ellos forman parte del pueblo de Dios. Amar de esta manera no es únicamente para un grupo de cristianos élite; esto es lo que significa ser cristiano.

B. El compromiso de reunirnos. Hebreos 10:25 nos dice que la vida cristiana consiste en no dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino en exhortarnos; y tanto más, cuando vemos que aquel día se acerca. Ser cristiano implica reunirnos con otros cristianos regularmente. El autor de Hebreos no visualiza otra categoría de cristianos.

C. El compromiso de esimularnos mutuamente. Utilizando ese mismo pasaje, el versículo 24 nos dice que debemos considerarnos unos a otros «para estimularnos al amor y a las buenas obras», algo que claramente se lleva a cabo por medio del versículo 25. Y esa clase de estimulo en el libro de Hebreos implica mucho más que una sacudida de manos momentanea al cruzar la puerta. Como vemos en el capítulo 3, el estimulo es el antídoto para la incredulidad. Estimular significa fortalecer la fe de otros. Un cristiano no solo está comprometido con su bienestar espiritual, también se compromete a ayudar a otros a luchar por la fe.

D. El compromiso de protegernos mutuamente. Mateo 18. Jesús dice que si un hermano peca contra mí, debo hablar con él al respecto. Si no se arrepiente, debo llevar conmigo a uno o dos hermanos. Y si todavía sigue sin arrepentirse, debo comunicarselo a la iglesia. «Y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano». En otras palabras, expulsalo de la iglesia. La última barrera para el autoengaño en este mundo es la iglesia local. Nadie más puede decirme tan fuertemente que la fe que profeso con mi boca se contradice con mi vida. Y es interesante que esta autoridad no se otorga al pastor, o a los ancianos, sino a la iglesia. Por supuesto, protegernos mutuamente del autoengaño de la inmoralidad o de la falsa doctrina es algo que hacemos bajo un liderazgo sabio y amoroso. Pero finalmente, el Nuevo Testamento delega la responsabidad de cuidarnos unos a otros a toda la iglesia.

Cristiano, Dios te ha llamado a hacer estas cosas: Amar a otros cristianos sacrificialmente. Reunirte con ellos con regularidad. Estimularlos a la fe. Y protegerlos del pecado y del autoengaño. Hacer estos compromisos no es algo que debamos dejarselo a los cristianos maduros; es lo que la Biblia supone que todo cristiano debe hacer. Así es la profundidad de este compromiso.

Si nos detenemos aquí, seguimos sin entender completamente la profundidad del compromiso que debemos encontrar en la iglesia local. Porque el compromiso bíblico en una iglesia no solo es importante, también se formaliza.

El compromiso que es formal
¿Es el compromiso cristiano en la iglesia local relativamente fluido y amorfo? ¿O nos llama la Escritura a formalizarlo? Para responder esa pregunta, observa cuidadosamente la manera en la que Pablo describe a la iglesia en 1 Corintios 5. Él explica que la iglesia no tiene la responsabilidad de juzgar a los pecadores impenitentes en el mundo, pero sí posee esa responsabilidad dentro de la iglesia. «Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará» (5:12-13a).

Lo que quiero que notes es la linea que separa lo que está «afuera» y lo que está «dentro» de la iglesia. De un lado de la línea están los que se llaman a sí mismos creyentes y someten esa profesión al juicio de la iglesia. Del otro lado, están los que no han hecho tal compromiso. Así que algunas personas hoy día hablan acerca de tener una comunidad definida en su núcleo en lugar de una comunidad definida por sus límites. En vez de obsesionarnos por quién está «dentro» y quién está «afuera», solo enséñale a las personas y anímalas, sin importar su estado espiritual, a buscar más de la buena comida espiritual. El problema es que, eso parece contradecir la forma en la cual el Nuevo Testamento describe a la iglesia.

También vemos esto cuando la Biblia habla acerca de los líderes de la iglesia. Debemos someternos a nuestros líderes (cf. Hebreos 13:17) porque ellos un día rendirán cuentas por nosotros. Pero si la afiliación con una iglesia no es de ninguna manera formal, ¿cómo saben estos líderes por quién habrán de rendir cuentas? ¿Y cómo podemos decidir nosotros a quiénes someternos?

Ya sea al lidiar con la disciplina o el liderazgo en la iglesia, queda claro en la Biblia que el compromiso con la iglesia tiene cierto nivel de formalidad. Los creyentes saben con quién se están comprometiendo; la iglesia y sus líderes saben de quiénes son responsables. Esto es lo que llamamos membresía de la iglesia, usando la ilustración de Pablo de la iglesia como un cuerpo y de nosotros como sus miembros. Ahora, ¿qué diferencia hace esta formalidad? Es importante por dos razones:

A. El compromiso formal sirve como una afirmación del compromiso informal. Encuentro que la analogía del matrimonio es útil aquí. Así es como Tim Keller describe la aplicación marital de esta verdad:

Cuando la Biblia habla acerca del amor, lo mide principalmente no en base a cuánto deseas recibir, sino en base a cuánto estás dispuesto a dar de ti a alguien. ¿Cuánto estás dispuesto a perder por el bien de esta persona? ¿A cuánto de tu libertad estás dispuesto a renunciar? ¿Cuánto de tu valioso tiempo, emociones y recursos estás dispuesto a invertir por esta persona? Y por eso, los votos matrimoniales no solo son útiles, también sirven como una prueba. En muchos casos, cuando una persona le dice a otra: «Te amo, pero no arruinemos esto casándonos», esa persona realmente está diciendo: «No te amo lo suficiente para cerrar todas mis opciones. No te amo lo suficiente para entregarme a ti por completo». Decir: «No necesito un pedazo de papel para amarte», es decir básicamente: «Mi amor por ti no ha alcanzado el nivel del matrimonio»[1].

Cierto. Existen todo tipo de discontinuidades entre el matrimonio y la membresía de la iglesia. Pero una de las formas en las que ambos son similares es en la interrelación del compromiso formal e informal. Si alguien dice que desea cumplir todos los mandamientos de la Biblia que implican el «unos a otros» en el contexto de su iglesia, pero se niega a comprometerse formalmente a hacerlo a través de la membresía, ¿qué clase de compromiso realmente pretende hacer? Usando las palabras de Keller, su amor por su iglesia no ha alcanzado el nivel de la membresía. El compromiso formal deja en claro quién verdaderamente toma la decisión de amar a su iglesia como lo describe la Escritura.

B. El compromiso formal hace visible el compromiso informal. La membresía en una iglesia local anuncia que esa persona ha hecho compromisos informales bastante importantes, lo cual ayuda a desarrollar relaciones mucho más rápidamente. Alguien podrá tener todo el deseo de amarte a la manera de Romanos 12, Hebreos 10 y 1 Corintios 5. Pero si no es miembro de tu iglesia, no tienes forma de saberlo. Cuando la membresía es significativa, hace que el compromiso informal sea visible para que las relaciones puedan crecer a un ritmo más acelerado.

Sugerencias prácticas
Pasemos el resto de nuestra clase examinando detenidamente maneras en las que esta visión bíblica del compromiso puede ser más práctica.

A. Únete a una iglesia. Algunos de nosotros, o algunos de nuestros amigos, todavía sopesan si la membresía realmente importa. En esas conversaciones, creo que es útil regresar a lo que significa ser cristiano. Seguir a Jesús es amar a otros que siguen a Jesús. Eso es lo que ocurre inevitablemente cuando somos perdonados de nuestros pecados. No se trata solo de una disposición general de amor, sino de un compromiso específico de amar a un grupo específico de cristianos, a una iglesia local.

B. Invierte en las relaciones. Luego están aquellos de nosotros que nos unimos, pero aparte de aparecer cada domingo para los servicios, unirse a la iglesia realmente no cambia nuestras vidas. Como ya hemos visto en esta clase, relacionarse con una iglesia local de manera bíblica significa confesar nuestros pecados para que otros puedan ayudarnos a luchar por la fe. Significa confesar nuestras batallas para que otros puedan ayudarnos de forma práctica. Signfica hacer preguntas complicadas y, en ocasiones, incómodas al cuidar de nuestros hermanos y hermanas. Y significa que la oración forma parte integral de cada relación.

¿Cómo podemos saber cuando esto no pasa? Te daré cuatro categorías:

El miembro casual que asiste con regularidad, pero que no hace mucho más que eso. Sus amigos más cercanos no están en la iglesia. (Comprometido).
El miembro fuerte parece involucrado, al menos en términos de servir a los demás. Pero por una presunción que le hace pensar que él o ella nunca está en necesidad, nunca deja que las personas le ayuden. (Vulnerable).
El miembro estático empieza con buenas relaciones en la iglesia, pero cuando los meses se convierten en años y los años en décadas, esas relaciones nunca se expanden. Y en una iglesia tan dinámica como la nuestra, esa comunidad congelada casi siempre deja de ser una comunidad (Activo).
El miembro consumidor tiene relaciones, pero queda claro desde una perspectiva mundana por qué cada relación sería importante para él o ella. No aspira, como dije anteriormente, a amar a otros de una manera que sea extraña al mundo, simplemente porque ha sido amado por Cristo. (Dado).
C. Comprométete a amar a todo el cuerpo. Creo que existe un verdadero peligro para nosotros en una era que está definida por el consumidor y, sin embargo, obsesionada con la comunidad. Podríamos estar en una comunidad real y satisfactoria en una subcultura de la iglesia, y nunca salir para comprometernos con la iglesia más ampliamente. Eso no quiere decir que necesitamos tener relaciones profundas con todos y cada uno de los miembros de la iglesia. Deberíamos encontrar que nuestras relaciones no están confinadas a un grupo pequeño en particular, o a un tipo de personalidad, o trasfondo étnico o profesión.

Si todos tomamos la iniciativa de incluir en nuestras amistades a personas que son muy diferentes a nosotros, veremos que en vez de una iglesia conformada por subculturas impenetrables, tendremos una iglesia donde las redes de relaciones se extienden y ensanchan para cubrir a toda la congregación.

Una diferencia verdaderamente práctica entre una comunidad basada en el llamado y una comunidad basada en la comodidad es que la comunidad que se basa en el llamado nos expande para formar relaciones que no son cómodas. Y eso es necesario para que esa red relacional sea tan inclusiva como debe ser.

Conclusión
Si observas cómo el Nuevo Testamento describe a la iglesia local, este es un pilar que sostiene a una comunidad bíblica: la profundidad del compromiso. Nuestra cultura nos dice que nos comprometamos solo hasta donde nos sintamos cómodos. Bueno, al igual que esa versión distorcionada del matrimonio, el compromiso basado en la comodidad en la iglesia no funciona muy bien. Es posible que atraiga a una multitud rápidamente, pero no produce mucha profundidad. Y sin profundidad, fracasa en ser el faro de luz sobrenaturalmente atractivo en un mundo de tinieblas. Incluso aunque ese modelo de compromiso de ser luz parece el mejor para alcanzar a este mundo para Cristo, a la larga, se suaviza en comparación a una comunidad verdaderamente sobrenatural. Por tanto, debemos aspirar a un compromiso basado en el llamado, donde nos comprometemos a amar a todas las personas desconocidas en una nueva glesia simplemente porque han sido llamadas por Dios para salvación, y llamadas por Dios para ser amadas. Y con eso como fundamento, las relaciones florecerán.

Ese es uno de los pilares: la profundidad del compromiso. El segundo es la amplitud del compromiso, el cual es nuestro tema para la próxima semana.

[1] Keller, Tim. The Meaning of Marriage (El significado del matrimonio), New York: Dutton. Print. Pág. 78.