¿CÓMO PUEDO SER SALVO?

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

¿CÓMO PUEDO SER SALVO?

a1A través de este libro se ha hecho referencia al hecho de que un hombre no puede ser la clase de esposo que Dios requiere aparte del poder habilitador del Espíritu Santo. Tú puedes estarte preguntando, “¿Cómo sucede esto? ¿Cómo recibe una persona el poder necesario para vivir una vida agradable a Dios?” Este apéndice procura responder esta pregunta.

El Espíritu de Dios habita sólo en aquellos que, por gracia, han puesto su fe en la muerte sustitutiva del Señor Jesucristo. Ellos son salvos por gracia por medio de la fe.

Todos los versos citados en este apéndice se encuentran en el Nuevo Testamento. Escúchalos por un momento:

Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Ef. 2:8–9).

Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios (Jn. 3:3).

Dios dice que nuestros pecados nos han separado de Él. Dios es santo y justo. Su santidad le hace odiar el pecado. Su justicia le demanda castigar el pecado. La paga o el castigo del pecado es muerte (Rom. 6:23). Para Dios, tolerar el pecado sin requerir el castigo apropiado sería una violación de su justicia.

Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron (Rom. 5:12).

Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Rom. 6:23).

Porque escrito está: SED SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO (1 Pedro 1:16).

Trata de verlo de esta manera: ¿Considerarías justo a un juez si, por parcialidad para con un asesino convicto, lo sentenciara sólo a 30 días en la cárcel en lugar de la sentencia mínima requerida por la ley? ¿Se le debería permitir a ese juez injusto sentarse en la banca de la corte? ¿Qué acerca de Dios? ¿Debería Dios, “el juez de toda la tierra,” simplemente no castigar a los pecadores que transgreden su ley? ¡Por supuesto que no! Si Dios eximiera a los hombres y mujeres pecadores sin demandar que paguen al menos la pena mínima por sus crímenes, esto lo volvería injusto. La sentencia mínima para el pecado de acuerdo a la Biblia es la muerte. Dicho simplemente: Dios tiene que castigar el pecado porque Su justicia se lo requiere.

Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio (Heb. 9:27).

El Señor, entonces, sabe rescatar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio (2 Pedro 2:9).

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda: el lago de fuego (Ap. 20:11–14).

Por otro lado, Dios es amoroso y misericordioso. Él “es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” ¿Cómo puede entonces Dios perdonar a los pecadores en amor y misericordia cuando su justicia requiere que los castigue por sus pecados?” ¡La respuesta es encontrar un sustituto!

Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio vuestro a través de Él, tal como vosotros mismos sabéis, a éste, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis, a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que era imposible que Él quedara bajo el dominio de ella (Hechos 2:22–24).

Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras (1 Cor. 15:3).

Si Dios pudiera encontrar a alguien que estuviese dispuesto a pagar el precio por la pena del pecado y que no tuviese que morir por su propio pecado, entonces Él podría castigar al sustituto en lugar del pecador. ¿Pero quién es sin pecado? Sólo Dios. Así que Dios, en Su amor y misericordia, se hizo hombre en la persona de Jesucristo (Fil. 2:7), vivió una vida sin pecado y luego murió en la cruz como sustituto por los pecadores que eran incapaces de redimirse a sí mismos. Luego, después de ser sepultado se levantó de entre los muertos y al hacerlo demostró Su poder sobre la muerte.

Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu (1 Pedro 3:18).

El mismo poder de la resurrección está disponible para aquellos que creen verdaderamente en el evangelio de la gracia de Dios. Para los que creen, el evangelio no es sólo poder sobre la muerte, sino también sobre el pecado – el mismo pecado que nos esclaviza y por el cual Cristo murió para salvarnos de él. Como ves, es sólo cuando alguien se convierte en cristiano que el Espíritu Santo habita en él dándole el poder para cambiar y obedecer a Dios.

¿Eres cristiano? ¿Qué te impide serlo? Oye de nuevo las buenas nuevas que son proclamadas a ti y a todos los que escuchan:

Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación … porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERÁ SALVO (Rom. 10:9–10, 13).

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna … El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él (Juan 3:16–36).

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 259–262). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

14-PERSISTE FIRME

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Catorce

PERSISTE FIRME

a1¿Te has sentido alguna vez como si tu matrimonio fuese una caja donde estás atrapado y que se hace más pequeña con cada día que pasa? ¿Te has preguntado si acaso esa caja te va a apretar tanto que te sofocará o te aplastará? Yo he conocido a muchos que se han sentido así. Es para ellos que se escribe este capítulo. Por supuesto, tú te vas a beneficiar leyéndolo aun si la caja donde Dios te tiene ahora no tiene que ver con tu matrimonio. También te vas a beneficiar si te has sentido tentado a tirar la toalla intentando hacer que tu matrimonio funcione, así que por favor quédate conmigo por las siguientes páginas finales.

Poner a dos pecadores juntos en la cercanía íntima de una relación matrimonial puede, por momentos, producir mucha presión. ¿Cómo has manejado esa presión?

Aquí estás tú en una caja. Estás encerrado, incómodo y progresivamente más frustrado con cada hora que pasa. Tú quieres que esa presión que sientes se levante para tener algún alivio. ¡Quieres que Dios te saque de esa caja de una vez por todas! La Biblia tiene algunas cosas importantes que decir acerca de esa caja.

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla (1 Corintios 10:13).

La primera cosa que Dios quiere que conozcas es que tú no eres el único que has estando encasillado en esta clase de caja. El problema en que estás no es nuevo, es “común a los hombres.” Es decir, aunque pueda tener algunos componentes únicos; sin embargo, es una clase de problema que ha encasillado o aprisionado a muchos antes de ti. Ciertamente, mientras lees esto hay otros (sí, aun otros cristianos) que están básicamente en la misma caja que tú, ahora mismo.

Otra cosa que Dios te dice en este verso acerca de tu caja es que Él ha puesto límites al problema en que estás, y lo ha hecho de dos maneras muy importantes. Esta promesa divina; sin embargo, sólo se aplica a los cristianos. Es decir, a aquellos que por la fe dependen sólo de la obra redentora de Cristo en la cruz para su salvación.1 Para ellos, Dios ha limitado la extensión y la duración de sus problemas.

La fidelidad de Dios hacia ti significa, primero, que Él “no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar.” Es decir, Él no permitirá que la tentación se vuelva tan difícil que no seas capaz de lidiar con ella bíblicamente. En otras palabras, ¡Él no dejará que tu caja se vuelva tan pequeña que te aplaste o te sofoque!

Segundo, la promesa de la fidelidad de Dios es que como cristiano tu prueba tendrá fin. Él “proveerá también la vía de escape a fin de que podáis resistirla.” Dios promete que algún día, de alguna manera, tu prueba terminará; que El te va a dejar salir de la caja.2 Él no te dice cómo, o cuándo, sólo que lo hará.

La “caja” en la que estás:

Tarde o temprano Dios va a sacarte de la caja. Él puede proveer tu vía de escape enviando un tractor que derribe la pared. O podría oprimir un botón que disparara silenciosamente una puerta de escape en el piso de la caja. Él puede enviar un abridor de latas gigante que rompa la tapa de la caja y lanzarte una escalera para que te subas de allí y salgas. Quizás podría enviar un ejército de ángeles que marche alrededor de tu caja y que con un grito las paredes caigan como los muros de Jericó. O con un simple chasquido de Sus dedos Él puede hacer desaparecer la caja.

La pregunta que quiero hacer es “¿Qué estás haciendo mientras estás allí?” Mientras esperas que Dios te saque, ¿estás cooperando con su plan o, como muchos, has sacado impacientemente tu navaja tratando de romper la caja y salirte a tu manera antes de que Dios te saque por medios legítimos y justos a su manera?

Puesto que he tratado de referirme en este libro a cada pasaje del Nuevo Testamento que contenga un mandamiento específico a los esposos, voy a incluir también una explicación de 1 Corintios 7:11b: “que el marido no abandone a su mujer.”

Tú, esposo cristiano, no debes abandonar a (divorciarte de) tu mujer aunque sea incrédula: “si un hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone” (1 Cor. 7:12).3 El debate sobre el divorcio y el re-casamiento continúa en este día. Con frecuencia produce más calor que luz. Pero una cosa en la que casi todos concuerdan es que el matrimonio es muy difícil de disolver.

Nada sino la infidelidad marital o la deserción de un cónyuge incrédulo constituye un divorcio bíblico (es decir, no pecaminoso).4 Aunque estés casado con una mujer que no profesa ser cristiana, mientras ella quiera vivir contigo, tu llamado es: “persiste” y trata de que tu matrimonio funcione.

En mis 13 años de profesión como consejero matrimonial, nunca he visto que un divorcio anti-bíblico cause menos dolor y sufrimiento de lo que causaría “reparar” el matrimonio. Ciertamente, es difícil resistir. Requiere mucha tolerancia y trabajo arduo. Pero por difícil que sea estar casado, es mucho más difícil proseguir con un divorcio pecaminoso porque “el camino de los [‘traicioneros’ RVA] transgresores es duro” (Prov. 13:15 RV60).

Cuando aconsejo a una persona que está pensando iniciar un divorcio anti-bíblico, usualmente le hago dos preguntas:5 La primera es: ¿Quieres lo mejor de Dios? La mayoría de la gente responde, “¡Por supuesto!” pero nunca se han detenido a considerar que su rebelión egocéntrica de iniciar un divorcio no sólo es un serio pecado contra el Dios Todopoderoso sino que tendrá un profundamente calamitoso impacto en su vida y felicidad futuras. El pecado causa miseria temporal y eterna. La gracia no es, como muchos suponen, pecado sin consecuencia. Tú no debes esperar que Dios bendiga tu desobediencia removiendo todas las consecuencias naturales (y sobrenaturales) de tu pecado. No importa cuán miserable piensas que eres en tus circunstancias actuales, si buscas un divorcio anti-bíblico serás, a largo plazo, más miserable de lo que eres ahora, aunque experimentes algún alivio momentáneo de tu sufrimiento. Recuerda la advertencia de Gálatas 6:7: “No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará.”

La otra pregunta que me gusta hacer a los que quieren desertar innecesariamente de su matrimonio es, “¿Estás dispuesto a demostrarle a Dios y todo el mundo que tienes un corazón duro?” La mayoría de cristianos entienden las claras implicaciones de esta pregunta. Jesús, cuando fue cuestionado por los fariseos sobre las regulaciones del divorcio, demostró que el pacto del matrimonio no es un contrato tan fácil de abandonar como algunos de ellos creían.

Y se acercaron a Él algunos fariseos para probarle, diciendo: ¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo? Y respondiendo Él, dijo: ¿No habéis leído que aquel que los creó, desde el principio LOS HIZO VARÓN Y HEMBRA, y añadió: “POR ESTA RAZÓN EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE”? Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe. Ellos le dijeron: Entonces, ¿por qué mandó Moisés DARLE CARTA DE DIVORCIO Y REPUDIARLA? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero no ha sido así desde el principio. Y yo os digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio (Mat. 19:3–9).

Cuando un cristiano inicia un divorcio anti-bíblico es siempre porque ha endurecido su corazón contra Dios.

Un tiempo atrás yo estaba en mi oficina tratando de convencer a una mujer que ella no tenía base bíblica para divorciarse de su esposo. A pesar de mi esfuerzo por hacerle ver lo que las Escrituras enseñan, ella no se convenció. Cuando comencé a presionar la autoridad de las Escrituras tratando de convencerla con ellas (“toda Escritura es inspirada por Dios y útil para … corregir … 2 Tim. 3:16), ella parecía ser inmune. Aunque le estaba lanzando todo lo que hay en el Libro, ella parecía impenetrable; no podía hacer llegar la verdad de la Palabra de Dios a través de los bloques que parecía haber levantado en su corazón. Finalmente, trató de justificar su pecaminoso plan diciendo, “Usted no conoce mi corazón, sólo Dios, y Él entiende.” A lo cual respondí, “¡Usted está en lo cierto, Dios conoce su corazón y entiende que es duro!”

Ahora, como hombre, tú podrías decir, “Yo se que sería un pecado, pero creo que Dios me perdonaría si me divorcio de mi esposa.”

¡No te apresures! Pensemos bien esto por un momento. Supón que tú eres el presidente de un banco y que entrando en tu oficina con una mirada sombría en mi rostro yo te preguntara, “¿Recuerda cuando su banco fue asaltado hace tres semanas?”

“Ciertamente sí,” replicas tú con un tono sospechoso en tu voz y una mirada suspicaz en tus ojos.

“Bueno, no sé como decirle esto exactamente pero … Bueno, eh, yo vine para confesarle el crimen y pedirle que me perdone. De verdad, de verdad lo siento mucho. Mire, yo sé que no lo merezco, pero ¿cree que podría perdonarme de corazón? ¡Por favor!”

“Ya veo. Bueno, ¿Dónde está el dinero que se robó?”

“¿El dinero?”

“Sí, quiero que me devuelva mi dinero”

“Pero yo vine a pedirle que me perdone. Yo no quiero regresarle el dinero. ¿No puede perdonarme y olvidarse del dinero?”

“Por supuesto que no, usted tiene que estar dispuesto a restituir lo que se robó antes de comenzar a pensar que lo voy a perdonar.”

¿Ves ahora cuán necio es esperar que Dios perdone tu divorcio pecaminoso sin primero estar dispuesto a arrepentirte y (si es posible) reconciliarte con tu esposa?

“¡Pero es que si sigo casado con esa mujer me voy a volver loco!”

“Es más probable que te “vuelvas loco” desviándote de la voluntad revelada de Dios que obedeciendo su Palabra y sufriendo por la justicia. Abandonar el lugar donde la Palabra de Dios dice que debemos estar es una cosa seria: “Como pájaro que vaga lejos de su nido, así es el hombre que vaga lejos de su hogar” (Prov. 27:8). El egoísmo y el descontento es lo que hace que un hombre abandone a su esposa y a su familia, separándose de ellos para buscar su deseo pensando que hay pastos más verdes en otro lugar (Prov. 18:1).

Yo he aconsejado a muchos hombres cristianos del otro lado de un matrimonio pecaminoso, quienes no quisieron reconciliarse con la esposa que desecharon antes de entrar en un matrimonio posterior. Pero no recuerdo ni uno que, después de todo, esté mejor ahora de lo que habría estado si hubiese estado dispuesto a persistir, a enfrentar la dificultad envuelta en enderezar su vida y a reconciliar su matrimonio.

Recientemente, un hombre que estaba separado de su esposa vino a mí de otra iglesia en el área para consejería. Le pregunté por qué venía conmigo en lugar de ir con el consejero de su propia iglesia. Su respuesta me enfureció.

“Ese consejero,” replicó, “me dijo que un buen divorcio es mejor que un mal matrimonio.”

El problema es que muchos cristianos no están dispuestos a sufrir por la justicia. Ellos parecen haber olvidado, si es que alguna vez lo supieron, que parte del paquete que viene cuando te comprometes con el cristianismo bíblico es que Dios te llama a sufrir (Mat. 5:10–12; 16:24; 2 Tim. 3:12; 1 Pedro 2:19–25). Algunas veces ese sufrimiento viene en la forma de un matrimonio difícil que hay que soportar. A menos, y hasta que Dios te provea una ventana bíblica por la cual puedas salirte (por ejemplo, la infidelidad sexual o la deserción matrimonial de tu esposa) mejor planea mantenerte allí a largo plazo.

La persistencia es otro de esos conceptos bíblicos que ha eludido de alguna manera a los cristianos hoy. El sufrimiento y la persistencia van mano a mano en la Biblia. Un importante efecto de la persistencia es la habilidad de soportar una prueba sin recurrir a medios pecaminosos de liberación (1 Sam. 24:1 y siguientes). Es decir, cuando Dios te pone en una caja, si tienes persistencia, no vas a sacar tu pecaminosa pequeña navaja para tratar de librarte a ti mismo con maneras que deshonran a Dios. Más bien, “persistirás allí” hasta que Dios te provea una manera honrosa a Él para salir de la caja. En relación a la dificultad del matrimonio, usualmente implica aprender a hacer funcionar un matrimonio. Para comenzar, primero debes sacar la viga de tu propio ojo (Mat. 7:5), esforzándote por ser un esposo bíblico integral.

Otro elemento de la persistencia que me gustaría mencionar tiene que ver con la forma en que percibes la prueba; en como ves el hecho de estar en una caja. Una persona persistente tiene la habilidad de mantener una perspectiva bíblica sobre sus problemas. Él o ella hacen esto rehusando magnificar una prueba tolerable para que parezca intolerable e insoportable.

Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón. Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre (Heb. 12:3–4).

Con toda probabilidad, las dificultades que estás atravesando y que te tien tan a tirar la toalla en tu matrimonio, no son en lo mínimo tan intolerables como te las imaginas. Seguramente son dolorosas, pero tienes que tener cuidado de no quejarte de una herida en la piel como si fuese un puñal atravesado en el corazón. También harás bien en considerar que Dios puede estar usando las pruebas de tu matrimonio para castigarte y santificarte para bien tuyo y la gloria de Su nombre. Él quiere producir en ti el fruto de justicia que sabe a paz.

Además, habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige: HIJO MÍO, NO TENGAS EN POCO LA DISCIPLINA DEL SEÑOR, NI TE DESANIMES AL SER REPRENDIDO POR ÉL; PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA, DISCIPLINA, Y AZOTA A TODO EL QUE RECIBE POR HIJO. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad. Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia. Heb. 12:5–11

Cuida de no pensar como Caín, quien neciamente se quejó de que su castigo era demasiado grande para ser soportado (Gen. 4:13). ¡La verdad es que tú aún no has recibido todo lo que mereces por tus pecados! Cristo ha tomado ese castigo sobre sí mismo. Si estás siendo castigado es para tu propio beneficio y para la gloria de Dios. Considera también que si Dios está usando tu matrimonio para disciplinarte, ¿Qué bien te hará evitarlo? Dios irá detrás de ti y te disciplinará más severamente – probablemente con una tabla más grande (y más dolorosa). Si te divorcias de tu esposa en contra de la Biblia y te casas con otra, no sólo estarás cometiendo adulterio, sino te estarás exponiendo a que Dios continúe el proceso de disciplina en tu próximo matrimonio. Créeme y cree en la Biblia: no vale la pena. A menos que tengas verdaderas bases bíblicas para el divorcio, es mucho más fácil soportar lo que sea para reparar tu matrimonio que abandonarlo y comenzar todo de nuevo.

Si lo que quieres es comenzar de nuevo, ¿Por qué no comienzas siendo la clase de esposo que la Biblia requiere de ti? Si en verdad eres cristiano tú puedes aprender a hacer cualquier cosa que la Biblia requiera. Puedes aprender a vivir con tu esposa “de manera comprensiva.” Puedes aprender a amar a tu esposa “como Cristo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella,” soportando su pecado (vea Luc. 9:41; Rom. 5:8). Puedes aprender a amarla con la misma intensidad que te amas a ti mismo. Puedes aprender a reemplazar cualquier amargura en tu corazón hacia ella con la generosidad, ternura y perdón de Cristo. Puedes aprender a honrarla como a “vaso más frágil.” Puedes aprender a “santificarla” y “limpiarla” lavándola con “el agua de la Palabra.” Puedes aprender a mejorar tu vida sexual y dejar de defraudarla a ella (y a ti mismo) en esta área. Puedes aprender a ser el líder espiritual y dirigente de tu casa que Dios quiere que seas. Y si lo haces, tarde o temprano tendrás la clase de matrimonio que no sólo será placentero para ti sino que agradará y glorificará a Dios; tendrás un matrimonio que realmente demostrará a todos la espectacular y amorosa relación que existe entre Cristo y su iglesia.

Al llegar al final de este libro, me gustaría tomar un momento para usar un poco de imaginación santificada. Imagina lo que será cuando, por la gracia de Dios, puedas presentar, a ti mismo y a Cristo (en el cielo), a tu esposa “en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante” (Ef. 5:27b) porque ella es “santa e inmaculada” (Ef. 5:27c). Que el Señor bendiga tu esfuerzo de llegar a ser, por el poder del Espíritu Santo y con la infalible asistencia de las Escrituras, un esposo integral.

1 Si estás inseguro acerca de lo que esto significa o acerca de si eres o no un verdadero cristiano, si aún no lo has hecho (este es tu recordatorio final), por favor toma un momento para leer el apéndice A “Cómo Puedo Ser Salvo.”

2 Aun aquellos cristianos que están sufriendo alguna enfermedad terminal o incurable tienen esperanza de que algún día Dios les sacará de la caja de su carpa carnal (su cuerpo físico) y los conducirá a la libertad de su casa celestial (Romanos 8:12–22) (“un edificio de Dios, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos” 1 Cor. 5:1–4).

3 De una serie de dos partes en cassette titulada “Cómo Vivir con un Esposo Incrédulo” (Título en inglés: “How to Live with an Unbelieving Spouse”).

4 Aunque todo divorcio es resultado del pecado, no todos los divorcios son pecaminosos. Para una explicación más completa sobre la posición protestante tradicional vea Matrimonio, Divorcio y Re-Casamiento, por Jay Adams (Grand Rapids: Zondervan, 1980) – Título en inglés Marriage, Divorce and Remarriage in the Bible.

5 Desde que yo recuerdo más mujeres cristianas profesantes inician divorcios anti-bíblicos de lo que lo hacen los varones cristianos profesantes. Esto es una realidad solemne. No pienses, “a mí y a mi esposa nunca nos sucederá.” El matrimonio es una cosa preciosa y debe ser tratado con cuidado.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 247–256). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

13-“¿YO, UN LÍDER ESPIRITUAL?”

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Trece

“¿YO, UN LÍDER ESPIRITUAL?”

a1¿Qué significa ser un líder espiritual?

En lugar de dar una respuesta corta a esta pregunta tan común, voy a pedirte que pienses acerca del liderazgo espiritual desde varias perspectivas. Como una pizza que se corta en varios pedazos, cada pedazo correspondiendo a una parte de la pizza entera, el liderazgo espiritual puede ser definido una parte a la vez.

De hecho, sin darte cuenta tú ya haz cortado al menos seis “pedazos” en el proceso de arribar a este capítulo. Cuando te detengas a analizarlo, la mayoría de los capítulos de este libro tienen que ver con varias responsabilidades del liderazgo espiritual. Déjame explicártelo analizando brevemente lo que hemos considerado en los capítulos previos sobre tu responsabilidad de ser un líder espiritual.

• Capítulos Uno y Dos: Un Líder Espiritual es un hombre que vive con su esposa de manera comprensiva.

• Capítulos Tres y Cuatro: Un Líder Espiritual es un hombre que sabe cómo comunicarse bíblicamente.

• Capítulos Cinco, Seis y Siete: Un Líder Espiritual es un hombre que ama a su esposa como Cristo ama a la iglesia.

• Capítulo Nueve: Un Líder Espiritual es un hombre que puede discernir la condición espiritual de su esposa y guiarla amorosamente hacia la madurez espiritual.

• Capítulo Once: Un Líder Espiritual es un hombre que está consciente de los peligros que enfrenta su esposa y que sabe cómo protegerla de esos peligros.

• Capítulo Doce: Un Líder Espiritual es un hombre que honra a su esposa como a un vaso más frágil (es decir, la trata como a un vaso frágil).

A estas definiciones activas del liderazgo espiritual sólo voy a agregar dos más. La primera se enfoca en un aspecto que tiene que ver con que seas cabeza de tu esposa.

Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo (Ef. 5:23).

¿Qué significa que seas cabeza de tu esposa? Ser cabeza de tu esposa significa que eres responsable. Eres responsable de presidirla y de proveerle. Ultimadamente tú eres el responsable de lo que sucede en su vida. Eres responsable de estar enterado de lo que tu esposa está haciendo y de cómo lo está haciendo. Eres responsable, como ya lo he explicado, de vivir con ella con conocimiento para santificarla y protegerla. Pero más que todo, como su cabeza, eres responsable de amarla.

Como suele suceder, Jay Adams lo dice bien:

Mira de nuevo Efesios 1:22, donde Pablo describe cómo es que Cristo es cabeza de la iglesia. Si un esposo quiere saber cómo ser cabeza de la esposa y cómo eso es paralelo con la forma en que Cristo es cabeza de la iglesia, lo puede encontrar en este verso. Dice: “Y todo lo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a [o mejor, por] la iglesia, la cual es su cuerpo.” En otras palabras, todas las cosas que han sido dadas a Cristo Jesús son dadas a Él para su iglesia, y Él ejerce como cabeza sobre Su iglesia para su bendición, para su beneficio, para su bien. El poder, autoridad, gloria, honor y posición de cabeza a la diestra del Padre le fueron dadas a Él para que pueda ejercer y mediar para Su iglesia. Su función como cabeza está orientada hacia la iglesia. La Iglesia es Su cuerpo. La cabeza alimenta al cuerpo, nutre al cuerpo y se preocupa por el cuerpo. La cabeza no anda por sí misma sino que se preocupa siempre por el cuerpo. Siempre está enviando los mensajes que traen restauración y proveen para la seguridad y bienestar de las varias partes del cuerpo, la cabeza preserva y se hace cargo del cuerpo.

La posición de Cristo como cabeza envuelve un interés profundo por la iglesia. Esta es la clase de liderazgo que los esposos son llamados a ejercitar con sus esposas. Ellos son cabeza de su esposa como Cristo es cabeza de Su iglesia, lo cual significa que no ejercen independientemente su tarea de cabeza colocados remotamente en un pedestal mientras sus esposas abajo se arrodillan y raspan el suelo. Más bien como cabeza ministran a su esposa pues son una cabeza que se preocupa de ella. Es una cabeza en amor orientada a hacer todo lo que pueda por la esposa. Cristo amó a la iglesia suficiente para morir por ella. ¿No le dará gratuitamente todas las cosas entonces? Por supuesto, dice Pablo. Y así debe ser con nuestras esposas. Ser tiranos y arbitrarios como cabeza no está permitido. Ser cabeza significa amor; es decir, entregarse uno a sí mismo [énfasis agregados].1

Al darte la posición de “cabeza,” Dios te ha dado un uniforme. Es un uniforme que probablemente te queda muy grande, para el cual tienes aún que crecer en tu plenitud. Todavía te falta amar a tu esposa como Cristo ama a la iglesia. Sí, es cierto que tu esposa tiene que aprender a distinguir entre tu posición como su cabeza y tu personalidad, la cual aún estás tratando de agarrarle el paso a la posición. Claro que sí; ella tiene que respetar ese uniforme aun si es siete tallas más grande que tú. Pero tú tienes que continuar haciendo todo lo que puedas para llenar ese uniforme. Tienes que aprender a ser el líder amoroso que Dios requiere que seas. Mientras más hagasmientras más te ajustes a ese uniforme viviendo a la altura de la posición de honor que Dios te ha dado por su gracia-más fácil le será a tu esposa hacer las dos cosas más difíciles que Dios le requiere: ser sumisa a ti (Ef. 5:22–24; 1 Pedro 2:1) y respetarte (Ef. 5:33; 1 Pedro 3:4–5).

Un Líder Espiritual es un hombre que asume la responsabilidad de dirigir su casa

La escritura registra las características de la clase de hombres que son calificados para el liderazgo de la iglesia. Tanto a los pastores como a los diáconos se les requiere demostrar eficiencia como administradores de su casa.

Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?) … Que los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas (1 Tim. 3:4–5, 12).

Todos los hombres tienen que gobernar su casa. Los oficiales de la iglesiatienen que hacerlo bien. Un líder espiritual es entonces un administrador.Él maneja su familia de acuerdo a los principios bíblicos. No es que Él lo hace todo sólo sino que vela para que cada miembro de la casa cumpla con su responsabilidad bíblica. Tampoco es un micro-administrador que tiene que meter la mano en cada proyecto. Más bien está enterado de todo lo que sucede en su casa. Él sabe lo que se tiene que hacer, pero también sabe cómo delegar responsabilidades a los que son capaces de cumplirlas.

“Ser cabeza” no significa aplastar los talentos y dones de la esposa. No significa hacer todas las decisiones sin tomarla en cuenta a ella o a tus hijos, o no darle el poder de tomar decisiones o hacer algo por su cuenta. Precisamente lo opuesto es la verdad de la imagen bíblica. Un buen director sabe cómo poner a trabajar a otra gente. Un buen director sabe también cómo mantener a sus hijos y a su esposa ocupados. Ciertamente ese hombre que se sentaba entre los ancianos a la puerta era un buen director. Él había reconocido en su esposa toda clase de habilidades y dones de Dios, los cuales le había motivado que desarrollara y usara. Y ella estaba usando éstos para el beneficio de su esposo y de toda la casa. Esto es lo que hace un buen director. Él será cuidadoso de no descuidar o destruir las habilidades de su esposa. Más bien, usará estos dones al máximo. El buen director reconoce que Dios le ha provisto a su esposa como una ayuda. Él recordará que la Escritura dice “el que halló esposa halló el bien.” Él no considerará que ella deba ser arrastrada. Más bien, pensará de ella como una ayuda útil y dejara que le ayude. Él la motivará a que sea ayuda.2

En su libro, Manual de Tareas para la Consejería Bíblica (A Homework Manual for Biblical Counseling), el Dr. Wayne Mack tiene una sección titulada, “Distribuyendo Responsabilidades.” Yo he dado este material como tarea incontables veces a través de los años a parejas para ayudarlas a hacer eso mismo. Wayne, amablemente, me ha dado el permiso para reproducir esta hoja como un apéndice en este libro. Yo te animo a que te sientes con tu esposa y juntos revisen el material. Esto será un gran paso para que seas un buen administrador que sabiamente delega responsabilidades a su “ayuda idónea.”

Cuando hay problemas dentro de la casa, un buen administrador se encarga de que se resuelvan escrituralmente. Cuando hay conflictos en su casa, se encarga de que se resuelvan bíblicamente. Él ayuda a la coordinación del horario. Ve que cada uno en casa sea tratado con justicia y equidad. Además, si alguien es temporalmente incapaz de llevar su carga, él está dispuesto a arremangarse la camisa y “sustituir” al que no puede. Dicho de manera simple, un buen administrador está dispuesto a hacer cosas que no caen dentro de sus responsabilidades usuales tales como cambiar pañales, cocinar, pasar la aspiradora o ir a hacer las compras.

De acuerdo a la Escritura, él también tiene que poder “controlar” su casa. Cuando yo estaba en la universidad bíblica tuve una interesante conversación con la esposa de uno de mis profesores. Esta querida señora tenía una aversión a la palabra “control” en referencia a la relación del esposo y la esposa. Como consejero, y habiendo aconsejado a muchos hombres que habían abusado de su autoridad volviéndose tiranos, dictadores y abusadores dominantes que herían a sus esposas terriblemente, yo podía ciertamente simpatizar con tal sentimiento. Como un estudiante de la Biblia, sin embargo, no podía escapar del hecho de que la Escritura enseña que el hombre tiene que gobernar sobre su esposa:

Genesis 3:16 A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti.

Para entender mejor el significado de este texto, veamos más detenidamente la frase “tu deseo será para” tal como aparece un capítulo después en Génesis 4:7:

Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo.

Los académicos están en desacuerdo sobre el significado exacto de este texto. Algunos sostienen que el tema del cual Dios está hablando es el de la primogenitura (los derechos dados al hijo mayor). Esta opinión afirma que por la virtud de su primogenitura, Caín no debería haber tenido envidia de Abel porque tenía los privilegios de la primogenitura. Su hermano, entre otras cosas, tendría que haberse sujetado a esta regla. Esto parece ser la interpretación de los traductores de la versión Reina Valera: “a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.”

La otra opinión, que yo favorezco, conecta esta oración a la frase previa, “el pecado yace a la puerta.” De acuerdo a esta interpretación, el pecado debería regir (controlar) a Caín, pero Caín debería ser responsable de dominarlo (controlarlo). Por supuesto, ya que “ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal) (2 Pedro 1:20), sólo es un significado el que la Biblia intenta. Sólo una de estas dos opiniones (si es que alguna está correcta) es la que la que el Espíritu Santo transmite. Ambas interpretaciones, sin embargo, hacen esencialmente lo mismo con la frase “deseo será:” ambas lo interpretan como “regir sobre” alguien o algo.

Ahora, al poner ese matiz en el significado de Génesis 3:16 podemos decir que su significado básico es: “tu deseo será controlar a tu esposo, pero él se enseñoreará de ti.” Yo creo que como resultado de la caída, la proclividad de la mujer es controlar a su esposo. Pero Dios ha dicho que no debe ser de esa manera. El esposo debe controlar (dirigir) a su esposa. Déjenme apresurarme a decir, no sea que te vuelvas altivo en tu función de cabeza, que como resultado de la caída, tu proclividad como dirigente de la casa será la de ser intolerante, dominante y dictatorial como autoridad. Esto es algo contra lo cual debes estar constantemente en guardia porque es abuso de poder. También va contra la segunda definición activa del liderazgo espiritual que prometí que iba a darte en este capítulo.

Cuando piensas en ser dirigente, talvez visualizas a alguien que es el jefe y tiene el derecho de dar órdenes. El problema con este concepto de liderazgo es que es más pagano que cristiano. Es cierto que en un sentido, como cabeza de tu familia, técnicamente tú eres “el jefe.” Sin embargo tú no eres el dueño de la familia; es Dios, y Él tiene algunas instrucciones bastante rígidas acerca de la clase de “jefe” que tú debes ser. Sí, tú tienes el derecho de dar directrices, pero tienes la responsabilidad de hacerlo sólo de acuerdo a los principios bíblicos (ver el apéndice F: “Guía Para Darle Directrices a Tu Esposa,” para las limitaciones que Dios le pone a tu “derecho” de darle instrucciones a tu esposa). Sí; tú puedes “imponerte” sobre sus decisiones, pero sólo si tus motivos son puros, no-egoístas y si lo haces por razones bíblicas.

Un Líder Espiritual es un hombre que ha aprendido a ser un servidor de su esposa

Si tú eres realmente un servidor de tu esposa, no te convertirás en ese insoportable, dominante y dictatorial acosador del cual te he advertido. Ser un siervo y ser un acosador son mutuamente exclusivos. Examinemos una mirada a una importante lección que el Señor enseñó a sus discípulos acerca del liderazgo y entonces hagamos algunas aplicaciones a tu papel como líder amoroso de tu esposa:

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante Él y pidiéndole algo. Y Él le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron: Podemos. Él les dijo: Mi copa ciertamente beberéis, pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre. Al oír esto, los diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:20–28).

¿Qué es exactamente lo que Juan y su hermano están pidiendo aquí? Respuesta: ¡La posición preeminente de honor en el reino de los cielos sobre todos los santos de Dios que hayan vivido antes y después de ellos! ¡Eso es ambición!

Jesús, después de explicarles a los hermanos que tal posición requeriría un sacrificio personal tremendo y que sólo Dios el Padre puede otorgarlo, llama a todos sus discípulos. ¿Por qué hizo eso? Para enseñarles a todos una lección. La indignación de los otros diez discípulos (v. 24) destaca el deseo obvio por preeminencia de parte de Juan y Santiago. Pero esta indignación de parte de los otros diez revela también el conflicto de ellos con la codicia por la preeminencia. Note que Mateo dice que ellos no estaban “preocupados con” o “turbados por” sino que “se indignaron contra” los dos hermanos. El Señor Jesús les respondió diciendo, “Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos.”

Durante el tiempo de Cristo, prácticamente cada gobernante gentil tenía como sistema de administración alguna forma de dictadura. Los discípulos estaban bien familiarizados no sólo con la autocracia, pero también con el abuso de poder que frecuentemente le acompañaba. El término “enseñorearse sobre” es una palabra en griego. Literalmente se puede traducir, “regir subyugando.” La palabra significa “someter al poder de uno” o “mantener en sujeción,” y “ejercer señorío o dominio sobre alguien.”

El término “los gobernantes de los gentiles” se refiere a quienes tiene posiciones de autoridad gubernamental, mientras que el término “los grandes” se refiere a los que han obtenido posiciones de honor y distinción en la sociedad por otras razones. Ellos han logrado el status de “grandes” por su riqueza, linaje, intelecto, educación o personalidad carismática. Pero como sea que lo hubiesen logrado, eran tenidos en alta estima por la sociedad y usaban su “grandeza” para influenciar y controlar a otros de una manera que Jesús censura fuertemente.

El verbo traducido “ejercen autoridad” conlleva la idea de ejercer la autoridad contra alguien (es decir, antagonística u opresivamente). Estos grandes hombres usaban su influyente posición para ejercitar una clase de autoridad opresiva, dominante, dictatorial y aprovechada. Sin embargo, ésta no era la forma en que los discípulos debían de ejercer la autoridad dada a ellos por Dios.

Jesús continuó: “No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor.” Jesús está explicando a sus discípulos que tanto ellos como los gentiles estaban equivocados. Sus motivos egoístas habían invertido y pervertido la única manera real de obtener grandeza.

Cuando Jesús dijo, “el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor,” Él estaba hablándole a su ambición no mortificada. “es una cosa desear ser grande o aun el primero en el reino de los cielos cuando, de hecho, tienes también la disposición de ser el siervo y el esclavo de todos,” dijo Jesús. “Sin embargo, es una cosa diferente amar el primer lugar entre todos los ciudadanos del reino de los cielos porque deseas enseñorearte sobre todos.”

Entonces Jesús procedió a mostrarles dos puntos cruciales. El punto uno se halla en estas palabras:

El que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor.

Por supuesto esta grandeza es desde el punto de vista de Dios. John Mac-Arthur lo explica así:

[Jesús … estaba hablando de una clase de grandeza enteramente diferente a la que Juan y Santiago buscaban y que el mundo promueve. Esta clase de grandeza es agradable a Dios porque es humilde y sacrificada, no altiva y auto-complaciente. El camino a la grandeza es agradándole a Él y sirviendo a otros en Su nombre. A los ojos de Dios, el que es grande es el que es siervo voluntario.3

Note este espíritu humilde, no dictatorial, en el apóstol Pablo. Pablo le recuerda a los tesalonicenses que él y sus colaboradores en el evangelio no estaban “buscando gloria de los hombres, ni de vosotros ni de otros, aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido imponer nuestra autoridad” (1 Tes. 2:6). De nuevo, cuando le escribió a Filemón y lo urgió a perdonar a su esclavo fugitivo Onésimo y a recibirlo de regreso como a un hermano, Pablo le dice a su amigo, “Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte hacer lo que conviene, no obstante, por causa del amor que te tengo, te ruego” (Filemón 1:8–9).

Un “siervo” es uno que deja a un lado sus derechos y que ejecuta los mandamientos de otro. En los días de nuestro Señor, este término describía a una persona de posición inferior que realizaba una labor pagada, parecido a una persona que limpia casas.

El segundo punto que Jesús hace en Mat. 20:20–28 se encuentra en estas palabras:

El que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor.

Escuche unas pocas definiciones de la palabra que se traduce “esclavo” en el léxico griego: Uno que se entrega a la voluntad de otro; uno que se dedica a otro sin considerar sus propios intereses; uno que esta en una relación permanente de servidumbre a otro cuya voluntad es consumida totalmente por la voluntad de otro.

La humillación personal de uno mismo a la posición más baja entre los santos se halla en el mero corazón de los que nuestro Señor está enseñando aquí. Si tú quieres ser considerado “grande” por Dios, si quieres complacerlo a Él más que a los hombres, tú, como nuestro Señor, te convertirás en un siervo. Hombre cristiano, si quieres ser un “gran” líder espiritual para tu esposa, te harás su siervo. Es así de simple.

Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo (Fil. 2:5–7).

Esta emulación de la “actitud” o “mentalidad” de Cristo es el punto exacto que Jesús enfatiza cuando concluye su lección a sus discípulos interesados en sí mismos: “Así como” dijo Jesús. ¿“Así como” qué? “Así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28). Jesús está diciendo: “sigue mi ejemplo. Yo no vine a buscar una posición. Yo no vine para que otros pudieran satisfacer mis necesidades, sino para satisfacer las de ellos.” Si alguien tenía el derecho de demandar el servicio de otros, Él lo tenía. Pero en lugar de insistir en Su derecho a ser servido, Él dio Su vida para servir a otros. Esa es la clase de liderazgo que Dios está buscando. Esta es la clase de líder que tú debes ser para tu esposa – un siervo líder.

Wayne Mack ha capturado el corazón de este pasaje bastante bien:

De acuerdo a este pasaje, un líder es primero y sobre todo un siervo. Su interés no es él mismo; su interés no es dar órdenes, ser el jefe de la gente a su alrededor o imponer su opinión. Su interés es llenar las necesidades de otros. Ciertamente, si los mejores intereses de otros no están en su corazón, si no está dispuesto a sacrificarse a sí mismo – sus necesidades personales, anhelos, deseos, aspiraciones, tiempo, dinero – si las necesidades de otros no son más importantes que la propias, él no está calificado para dirigir.

Este mismo concepto de siervo-líder se puede ver en otros lugares del Nuevo Testamento (1 Pedro 5:3; 1 Tes. 2:5–11). En el capítulo trece de Juan, Cristo puede ser visto “tomando forma de siervo” mientras lava los pies de sus discípulos.

Entonces, cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, y sentándose a la mesa otra vez, les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y tenéis razón, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. En verdad, en verdad os digo: un siervo no es mayor que su señor, ni un enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis (Juan 13:12–17).

Cómo Ser un Siervo de tu Esposa

Ahora que entiendes la necesidad de servir (ministrar a) tu esposa, veamos algunas de las maneras específicas en que puedes llegar a ser más un siervolíder.

1. Haz una lista de las maneras en que has abusado de tu autoridad sobre tu esposa. Aquí hay algunas comunes con las que puedes comenzar:

• Pidiéndole que haga cosas pecaminosas.

• Pidiéndole que haga cosas que violan su conciencia.

• Prohibiéndole que haga cosas por egoísmo más que por amor.

• Siendo irrazonable y luego escondiéndote en tu posición de cabeza (“no tengo por qué estar explicándote porque yo soy la cabeza de la casa”).

• Tomando decisiones sin contar con su criterio.

• No permitiéndole apelar tus decisiones.

• Pidiéndole que haga cosas sin tomar en consideración sus flaquezas.

• No tratándola como un vaso más frágil.

• Dándole un número excesivo de órdenes y prohibiciones.

• Gritándole órdenes en lugar de pedirle con amabilidad.

• Usando formas de comunicación groseras o con actitud de superioridad.

• Usando reprimendas y críticas recriminatorias cuando hace algo errado en lugar de consolarla y animarla de forma amorosa para que cambie sus caminos.

• Siendo físicamente abusivo con ella.

• No buscando la asistencia del consejo de otros sobre los conflictos no resueltos, y prohibiéndole a ella que lo haga.

2. Pídele perdón por las formas específicas en que haz impuesto tu autoridad sobre ella y por no tener un corazón de siervo. Recuerda usar el formato discutido en el capítulo cuatro:

Primero: Reconoce que has pecado contra ella.

Segundo: Identifica tu pecado específico con su nombre bíblico.

Tercero: Reconoce el daño que le ha causado tu ofensa.

Cuarto: Identifica una conducta bíblica alternativa para demostrarle arrepentimiento.

Quinto: Pídele perdón.

3. Ora regularmente por ella y por tu actitud hacia ella, pidiéndole a Dios que te dé sabiduría y humildad para ser un siervo.

• Ora por su salvación (si ella no es creyente).

• Ora por su salud y seguridad.

• Ora por su crecimiento espiritual.

• Ora para que sea orientada a la obediencia antes que orientada a los sentimientos.

• Ora para que tenga discernimiento.

• Ora para que sea protegida de malas influencias y que sea una influencia piadosa sobre otros.

• Ora para que sea una madre piadosa para sus hijos.

• Ora para que su carácter desarrolle aspectos específicos que sean consistentes con el carácter de Cristo.

• Ora que Dios le dé la gracia de ser más como la mujer de Proverbios 31 y de Tito 2.

• Pregúntale regularmente por peticiones adicionales que ella pueda tener para oración.

4. Proponte ayudarla a lograr sus metas que honran a Dios.

Entusiásmate en ayudarla a ser exitosa. Pregúntale sus metas y cómo puedes ayudarla a lograrlas. Determina y escribe esas metas y busca ayudarla a cumplirlas por la gracia de Dios.

5. Busca oportunidades para ministrarla en otras maneras. Invierte tu tiempo, esfuerzo, pensamientos y dinero en ministrarle; descubre lo que necesita y usa tus recursos para satisfacerla.

6. Asístela en cumplir sus tareas y otras responsabilidades.

Algunos esposos piensan que hay algo no masculino en lavar los platos, limpiar la casa, cuidar a los niños o hacer compras … [ellos] no levantarían un dedo en hacer nada que consideren trabajo de la mujer. Él puede estar en el cuarto donde el bebé comienza a llorar, y la esposa puede estar en el otro lado de la casa, pero el esposo no sabrá por qué está llorando el bebé. En lugar de eso grita, “Juanita, el bebé está llorando. Ven y haz algo.” Y ella tiene que dejar lo que está haciendo y venir hacia donde él está.

Esta clase de esposos no entienden el verdadero liderazgo bíblico.

7. Aprende a estimarla más de lo que te estimas a timismo.

• Mira las características virtuosas de ella de las cuales tú mismo tienes más necesidad y pídele que te ayude a adquirirlas.

• Cuando hagas una decisión considera como esta afectará tus intereses y los de ella.

• Elógiala por sus cualidades que son bíblicamente dignas de reconocimiento. Recuérdaselo frecuentemente.

• Guarda tu corazón de desarrollar un patrón de pensamientos críticos, condenatorios, acusatorios y fiscalizadores. Tales pensamientos te harán muy difícil (si no imposible) estimarla más que a ti mismo.

Al cerrar este capítulo, me gustaría conectar estas dos definiciones activas del liderazgo espiritual mostrándote cómo se relacionan una a la otra. Talvez tú te preguntaste, mientras leías sobre tu responsabilidad de ser un dirigente (definición #1), “¿Cómo voy a lograr que mi esposa se ponga bajo mi autoridad? ¿Cómo voy a traerla y mantenerla bajo mi ‘control’?” La respuesta a esta frecuente pregunta se encuentra en la definición #2: Tú la controlarás siendo un siervo de ella; amándola de la manera que Cristo ama a la iglesia. Esta es realmente la mejor manera de motivarla a que sea sumisa a ti. A medida que seas un siervo (a medida que te pongas ese uniforme), ella, con toda probabilidad, paulatinamente encontrará más fácil someterse a tu autoridad. Ella, como la iglesia hace con Cristo, te amará porque tú la amaste primero.

Maneras Específicas en Que Puedo Servir a Mi Esposa

1. Asístela con algunas de sus tareas.

2. Asístela con algunas de sus otras responsabilidades.

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Agrega a esta lista algunos ejemplos adicionales de cómo puedes servir a tu esposa …

1 Jay E. Adams, Christian Living in the Home (Phillipsburg, New Jersey: Presbyterian and Reformed Co., 1972), pp. 95–96.

2 Ibid, p. 91

3 John F. MacArthur, The MacArthur New Testament Commentary, Matthew 16–23 (Chicago: Moody Press, 1988), p. 24.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 229–246). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

12-¿CUÁNTO VALE ELLA PARA TI?

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Doce

¿CUÁNTO VALE ELLA PARA TI?

a1Nota: Las Feministas Están Mortalmente Equivocadas

Yo estaba un poco incrédulo meses atrás respecto a la cobertura de los medios sobre la más grande vigilia de oración de hombres realizado en Washington D.C. Mi incredulidad se debía a la cantidad de tiempo dada a varias feministas “Cristo-fóbicas” para promover su idea de que la doctrina bíblica de la sumisión de la esposa a su esposo es de alguna manera una amenaza peligrosa para las mujeres. La verdad es que a través de la historia el cristianismo ha elevado consistentemente el lugar de la mujer en la sociedad donde ha sido introducido. Ha sido a causa del reciente ataque del humanismo secular que muchos se han vuelto sospechosos del cristianismo bíblico en lo que se refiere al papel de los géneros.

Fue un avance importante para la sociedad cuando la religión cristiana le dio una dirección como ésta [de darle honor a la esposa], pues en todas partes entre los paganos y bajo todos los sistemas falsos de religión, la mujer ha sido tenida como digna de poco honor o respecto. Ella ha sido considerada como una esclava, o un mero instrumento para gratificar las pasiones de los hombres. Es una de las doctrinas elementales del cristianismo; sin embargo, que la mujer debe ser tratada con respeto; y uno de los primeros y evidentes efectos del cristianismo en la sociedad ha sido elevar a la esposa a la condición en la cual ella es digna de estima.

El Cristianismo ha hecho mucho por elevar el sexo femenino. Ha enseñado que la mujer es heredera de la gracia de la vida tanto como el hombre; que aunque sea inferior en vigor corporal, es igual en el aspecto más importante; que es una compañera de viaje con él hacia la eternidad y que en todo aspecto tiene tanto derecho como el hombre a todas las bendiciones que confiere la redención. Esta sola verdad ha hecho más que todas las otras cosas combinadas para enaltecer al sexo femenino, y es todo lo que se necesita para elevarla de su degradación en todo el mundo. Por lo tanto, aquellos que desean la dignificación del sexo femenino en aquellas partes oscuras de la tierra donde se le ve ignorada y degradada, deberían ser amigos de todos los esfuerzos bien dirigidos para enviar el evangelio a las tierras paganas.1

Si tú has sido instruído en los principios elementales de las responsabilidades domésticas delineadas en la Biblia, probablemente ya sabes que una de las principales responsabilidades trazadas en el Nuevo Testamento para tu esposa es que ella debe honrarte y reverenciarte (su otra responsabilidad predominante es que sea sumisa a ti). Lo que puedes no haberte dado cuenta es que a ti se te manda a honrarla.2

Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo (1 Pedro 3:7).

Antes de ampliar mi explicación, déjenme señalar que es precisamente esta ausencia de honor a la esposa la que frecuentemente predispone al esposo a ser dominante, dictatorial e insensible en su propósito de ser cabeza de casa. Un esposo que no honra a su esposa como la Biblia lo manda tiende a ser déspota en lugar de “líder amoroso.” Si tu esposa te acusa de abusar de tu liderazgo espiritual, deberías leer este corto capítulo con especial interés. Puede ser que tu falta de respeto por ella, y por la posición y lugar que Dios le ha dado en tu vida, esté estorbando tu capacidad de guiarla eficazmente.

Para explicar mejor lo que está envuelto en tu responsabilidad de honrar a tu esposa, regresemos a nuestro ejemplo del vaso frágil. ¿Tomarías un caro vaso de cristal marca Waterford y lo arrojarías en un lavadero lleno de agua grasosa? No, lo tratarías como un valioso vaso cuidándolo más de lo que cuidas vasos más comunes y menos atractivos y delicados. Lo lavarías y secarías cuidadosamente con tus propias manos para luego ponerlo en un lugar prominente en tu casa. Lo honrarías así porque es valioso y más precioso.

La palabra traducida “honor” en 1 Pedro 3:7, se traduce ‘precioso” en 1 Pedro 2:7:

Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo.

Por ser Cristo quien es y por lo que Él ha hecho por nosotros, le honramos y le estimamos altamente. Él es precioso para nosotros los creyentes. ¿Cuán preciosa es tu esposa para ti? ¿En que medida la honras y estimas altamente por ser quien es y por lo que ha hecho por ti?

Pedro dice que deber honrar tu vaso frágil tratándola como si fuese preciosa-y en verdad lo es-no sólo para ti, pero también para Dios. Ten en mente que tu esposa creyente ha sido comprada con la preciosa sangre de Cristo y tiene que ser honrada como una de las herederas de Dios. Como explica un comentador:

El honor o la preciosidad que un esposo debe conferir a su esposa no es sólo el de reconocer su lugar en la ordenanza divina del matrimonio; es el honor que le corresponde como parte del precioso y santo pueblo de Dios.3

Como regla general, mientras más frágil o débil sea tu esposa, más ternura debes usar en la forma de tratarla. Si la fragilidad de tu esposa es el resultado de su inmadurez espiritual, tienes, por supuesto, que ayudarla a salir de esa fragilidad superflua (revisa el capítulo nueve, “Cariño, Necesitas una Ducha” para sugerencias sobre como ayudarla a crecer espiritualmente). Tú tienes, sin embargo, que continuar tratándola con la gentileza que corresponda a la medida de su debilidad. Si, por el otro lado, su fragilidad tiene que ver más son su constitución (no el resultado de pensamientos o motivos anti-bíblicos) tienes que enfrentar eso a su lado por toda la vida, pidiéndole a Dios que te dé la habilidad de honrar tiernamente su debilidad.

Tu esposa no es calificada como vaso “frágil,” sino como vaso “más frágil.” Tú no eres el “fuerte” sino el “más fuerte.” Tú puedes ser más fuerte que ella, pero siendo pecador, eres débil a tu propia manera. Ten esto en mente y te ayudará a caminar en humildad delante de tu esposa.

Otro elemento para honrar a tu esposa como un vaso mas débil tiene que ver con el hecho de que ella es el vaso o instrumento de bendición especial de Dios en tu vida. Una de las definiciones de la palabra “vaso” es la de “un implemento o instrumento diseñado o adaptado especialmente para un propósito o uso particular.” Dios te ha dado a tu esposa para ser tu ayuda y como tal Él la usa en tu vida de maneras variadas. Ella es el vaso que Él ha creado e instruído para que sea tu compañera, para cuidar de tu casa, para satisfacer tus muchas necesidades y deseos físicos y para compartir tus alegrías y tristezas. Ella es el vaso de Dios a través del cual tú puedes tener hijos y guiarlos y darles sustento y protección espiritual. Ella es el vaso a través del cual Él se propone darte los más grandes placeres terrenales. Como Salomón explica: Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque ésta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol (Ecl. 9:9). Tú debes honrarla porque ella es el instrumento ordenado por Dios para tu bien. Ella está diseñada para ser tu más grande recompensa en este lado de la gloria y tu coheredera en la gracia de la vida. Como cristiano tienes también el llamado a mostrar esta misma clase de honor a hermanos en la fe en la iglesia:

Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, daos preferencia unos a otros (Romanos 12:10).

Cuando tú “das preferencia” o “prefieres” a otros con honor, les estás dando la eminencia que merecen. En cada área donde es legítimo hacerlo, debes preferir darle honor a otros antes que a ti mismo. En las áreas donde ellos son más dotados, capaces, hábiles y eficientes, debes ceder y permitirles que reciban la honra que les corresponde recibir. Aun si realmente crees que tú te mereces tanto o más que ellos esa honra, no debes resentirte con ellos o envidiarlos. Más bien, regocíjate en que Dios sea complacido esta vez en darles a ellos ese honor antes que a ti.

Si otros se merecen esa honra y no se les da como se te ha dado a ti, tú deberías buscar sacar a la luz sus obras buenas. En lugar de esperar que otros te honren, tú deberías ganarles procurando honrarlos a ellos primero. Deberías procurar ponerlos a ellos antes que a ti mismo en el centro de la atención. Así es como Pablo nos dice que debemos ‘honrar” a otros cristinos en nuestras vidas.

Pedro, usando la misma palabra, te manda como esposo a mostrar esta clase de honor a esta “otra” hermana en Cristo, que es la mujer con quien estás casado. De hecho, debes honrar a tu esposa de esta forma, como un vaso más frágil, aunque no sea cristiana. Debes colocarla en un lugar de honor así como colocas un vaso de cristal marca Waterford en un lugar especial en tu casa. Visualízala, por decirlo así, detrás de un gabinete de vidrio, o en un pedestal con una lámpara arriba de ella iluminando su multifacética belleza.

¿Cuán valiosa es tu esposa para ti? ¿Cuánto valor le atribuyes? ¿De qué manera la estimas como merecedora de más honor que tú? ¿Cuán agradecido estás al Señor por habértela dado? ¿Cuán mejor estás ahora de lo que estabas antes de casarte con ella? ¿Cuántas de las necesidades y deseos, que tú das por hecho, te ha satisfecho ella? ¿Cuánto más bendecido (y menos miserable) eres ahora de lo que eras siendo soltero? Las respuestas a estas preguntas son mayormente cognitivas, pero son extremadamente importantes. Las cosas que te dices a ti mismo sobre el valor que tu esposa tiene para ti (qué tanto valor le atribuyes) determinará mayormente el grado de honor y gloria que le asignas en maneras tangibles cada día de tu vida.

Así que, lo primero que debes hacer si no has estado honrando a tu esposa de forma práctica, es cambiar la manera que piensas acerca de ella. Debes comenzar a valorarla más de lo que lo has hecho. Probablemente deberías recordarte a ti mismo con más frecuencia cuánto hace ella por ti y cuán egoístamente tú la has dado por hecho; también deberías considerar cuán bendecido eres de que Dios te la ha dado. Sólo entonces podrás mostrarle de forma genuina, a ella y a los demás, el honor que la Biblia dice que ella merece.

Aquí hay algunas preguntas más que podrías hacerte a ti mismo una vez que te hayas arrepentido de cualquier actitud malagradecida que hayas desarrollado hacia Dios y tu esposa. ¿Cómo puedo honrar a mi esposa? ¿Cómo puedo exactamente mostrarle a otros lo que ella vale para mí? ¿Qué formas usar para asegurarme que ella reciba esa honra? Si no tienes muchas respuestas para estas preguntas, te recomiendo que examines la siguiente lista que te sugiere formas que puedes practicar para darle a tu esposa la honra que se merece. Podrías incluso considerar revisar esta lista con ella, pidiéndole que comente sobre cada opción y que agregue a la lista cualquier forma adicional en que a ella le gustaría que la honraras.

Maneras específicas en que los esposos pueden honrar (mostrar respeto por) a sus esposas

• Aprendiendo a usar una etiqueta adecuada.

• Rehusando usar formas rudas o displicentes de comunicación al hablarle.

• Enalteciéndola delante de otros (especialmente tus hijos).

• Siendo atento cuanto te habla (deja lo que estás haciendo, si es posible, mírala a los ojos–y escucha con atención lo que te dice).

• Siendo considerado de su tiempo y sus planes para que cumplasus otras prioridades bíblicas además de la de ser tu esposa.

• Pidiendo y tomando en cuenta su opinión, especialmente al hacer planes que la involucren a ella.

• Proveyéndole suficientes recursos financieros para facilitarle sus responsabilidades bíblicas.

• Protegiéndola del pecado y la tentación.

• Siendo considerado de (y ayudándola a priorizar) sus planes.

• No avergonzándola frente a (o revelando sus debilidades a) otros.

• Enfocándose en sus cualidades positivas tanto como sea posible, y encubriendo sus idiosincrasias negativas.

• Hablando bien de ella y aprobándola frente a otros (Prov. 31:29).

• Ayudándola a establecer y mantener su “buen nombre” de acuerdo a Proverbios 22:1.

• No permitiendo a tus hijos que le hablen irrespetuosamente (Ef. 6:2).

• Usando ternura y amabilidad en tu trato con ella (Col. 3:12–13; 1 Cor. 13).

• Atribuyendo los mejores motivos posibles a sus acciones (1 Cor. 13:7: “el amor todo lo cree”) especialmente cuando ella no sigue tus instrucciones claras.

Quiera Dios capacitarte para que cada vez honres más a tu esposa de esta manera y en todo lo que sea conforme a las claras directivas de la Palabra de Dios.

¿Cómo Debe Ser Honrada mi Esposa?

• ¿Qué formas debo preferir para honrar a mi esposa?

• ¿Cuáles son las áreas de su vida que merecen especial honor?

• ¿En qué formas debe ser mi esposa considerada un vaso más frágil?

• ¿Cómo exactamente debe ser ella tratada como un vaso frágil y precioso?

• ¿En qué otras maneras puedo mostrar mi respeto por ella? ¿Qué mas puedo hacer para honrarla?

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Agrega otras maneras a esta lista …

1 Barnes, Albert, Notes on the New Testament, Vol 10, (London: Blackie & Son, 1884), pp. 162–164.

2 La palabra griega “honrar” usada por Pablo para exhortar a la esposa a “respetar a su marido” en Efesios 5:33 es una palabra que tiene la connotación de un temor reverencial. La palabra griega usada por Pedro en el capítulo 3:7 de su primera epístola tiene que ver más con el valor asignado a (o cuán precioso es) un objeto tal como un “vaso frágil.” Las implicaciones prácticas de estas dos clases de honor con frecuencia parecen ser similares, si no idénticas, en la vida cotidiana.

3 Edmund P. Clowney, The Message of 1 Peter (El Mensaje de 1 Pedro) (Leicester, England: Inter-Varsity Press, 1988), pp. 134–135.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 219–227). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

10-RELACIONES SEXUALES EN EL MATRIMONIO

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Diez

RELACIONES SEXUALES EN EL MATRIMONIO

a1¿Te sorprendería saber que tener relaciones sexuales con tu esposa no es un acto menos honorable a los ojos de Dios que leer tu Biblia u orar? La Biblia no es escrupulosa en sus muchas proclamaciones sobre el sexo. De hecho, el primer mandamiento dado a Adán y Eva en el jardín del Edén tuvo que ver con el sexo: Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructifi cad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla (Génesis 1:28). Más aun, hay un libro entero en la Biblia, el Cantar de los Cantares, que toca bastante gráficamente el tema de las relaciones sexuales en el matrimonio.

Pero tristemente, muchos cristianos creen que las relaciones sexuales en el matrimonio son sucias o son tabú. Ellos parecen haber olvidado que Dios no sólo creó el sexo, sino que lo hizo de tal forma que fuera una de las experiencias más placenteras en la vida.

Por supuesto, la pecaminosidad del hombre ha pervertido el diseño de Dios y con frecuencia ha convertido una tremenda bendición en una mal dición. Lo que Dios ha diseñado para ser un deleite, el hombre, por causa de su corrupción, ha encontrado que es una profunda decepción.

Las dificultades sexuales en el matrimonio encuentran su camino a la agenda de los consejeros matrimoniales con bastante regularidad. Difícilmente una en diez de las parejas que vienen por consejería matrimonial no experimentan alguna clase de problema sexual en su relación. Lo que la mayoría de estas parejas fallan en entender es que las dificultades sexuales son típicamente sintomáticas, es decir, ellas no son usualmente el verdadero problema, sino que son un producto derivado de otros problemas en la relación.

La alarma sonó a las 5:45 a.m. Tom y Shirley luchan por levantarse de la cama. Están especialmente cansados esta mañana porque la noche anterior discutieron hasta la madrugada sobre una decisión que tenían que tomar, pero terminaron yendo a dormirse enojados y sin resolver con éxito su conflicto. En lugar de estar contentos esta mañana, están lacónicos y críticos. Su conversación está llena de sarcasmo, falsas acusaciones, epítetos y otros comentarios peyorativos. Su comunicación verbal y no-verbal revela el enojo y la amargura que han invadido recientemente sus corazones.

Lo que Tom y Shirley no se dan cuenta es que con cada comentario hiriente que hacen y con cada expresión ofensiva que exhiben, están saboteando su relación sexual. Es como si estuvieran ensuciando su lecho matrimonial con toda clase de desechos y basura. Los pijamas con los que durmieron, las toallas mojadas que usaron en el baño por la mañana, los desechos del percolador de café, los platos sucios del desayuno y las varias secciones del periódico matutino, todos termina tirados en la cama antes de las 7:30 a.m. Mientras Tom camina hacia la puerta, en lugar de su usual beso de despedida, murmura, “no sé como terminé casado con esta indomable y contenciosa esposa.” En esencia, él está abriendo la puerta de su cuarto y lanzando otra libra de basura sobre lo que ya se ha acumulado. Durante todo el día, mientras Tom y Shirley revisan en sus mentes los eventos de las pasadas horas, continúan ensuciando su lecho matrimonial. Cuando Tom llega a la casa desde la oficina, el montón de basura sobre la cama tiene tres pies de alto.

Mientras avanza la tarde, el montón crece aun más como resultado de que el uno se muestra indiferente hacia el otro. Cuando llega la noche, si alguno de ellos deseara tener relaciones sexuales tendría que hacer el amor encima de toda esa basura. Sus “problemas” sexuales en realidad no son sexuales para nada, son relacionales. Los consejeros matrimoniales saben que con mucha frecuencia los problemas sexuales en el matrimonio son indicadores de otros problemas en la relación. Cuando estos otros problemas en la relación son resueltos bíblicamente, los problemas sexuales tienden a desaparecer casi por si mismos.

Hay una actitud en particular que afecta adversamente la relación sexual entre un hombre y su esposa, la cual he observado una y otra vez en muchos de los hombres que conozco. Yo mismo he luchado con ello de tiempo en tiempo. Por años, me he preguntado por qué muchos esposos dan a sus esposas por hecho. R. C. Sproul, en su libro “El Matrimonio Íntimo” aborda sucintamente esta cuestión común:

Es demasiado fácil para los hombres casados ver a sus esposas con una persistente disminución de su importancia una vez que la boda ha pasado. Antes de casarse, el hombre invierte una enorme cantidad de energía para cautivar y conquistar a su esposa. Él inicia la relación de cortejo con el celo y la dedicación de un atleta olímpico. Le da a su chica su atención completa haciéndola el centro de su devoción. Una vez el matrimonio se ha consumado, nuestro atleta vuelve su atención a otras metas. Se imagina que el aspecto romántico de su vida ya está bajo control y se dedica a escalar nuevas alturas. Le dedica menos y menos tiempo a su esposa y la trata como si fuese menos importante. Mientras tanto la mujer, habiéndose acostumbrado al proceso del cortejo, entra al matrimonio esperando que esto continúe. A medida que el matrimonio avanza, ella le dedica más y más atención a su esposo, mientras él le dedica menos. Ahora ella le lava su ropa, le cocina su comida, le hace la cama, limpia la casa–quizás hasta le haga su maleta; mientras tanto, él se vuelve menos afectuoso (aunque quizás mas erótico) saliendo menos con ella y generalmente poniéndole menos atención.

Cuando este síndrome continúa sin control, el resultado es, frecuentemente, una aventura extramarital. Estas aventuras, popularizadas por las novelas y romantizadas por Hollywood y la televisión, se han convertido en una epidemia. En cierto momento de mi ministerio yo aconsejé a dieciséis parejas que estaban teniendo problemas con una tercera persona. En cada caso le hice a la parte infiel la misma pregunta, “¿Qué te atrajo de la otra persona?” En cada caso la respuesta fue esencialmente la misma, “él me hizo sentir como una mujer,” o “ella me hizo sentir como un hombre de nuevo.” Es fácil hacer sentir a una mujer como mujer durante el cortejo. No es tan fácil durante el matrimonio. Simplemente no puede hacerse si la esposa es considerada secundaria en importancia. Cuando Pablo habla de la necesidad de un esposo dándose a sí mismo a su esposa como Cristo se dio a sí mismo por la iglesia, él esta tocando el verdadero corazón del matrimonio.1

Una de las claves para mantener el romance en el matrimonio y no dar por hecho a tu esposa es nunca cesar de cortejarla. Esto es talvez el mejor consejo sobre la sexualidad que puedo ofrecer. Talvez has oído que se dice que “el juego amoroso para el coito comienza cuando te levantas por la mañana, no cuando te acuestas por la noche.” ¿Recuerdas lo que leíste en el capítulo nueve?

Contrario a lo que pudieras pensar, cuando te “enamoraste” de tu esposa no fuiste impactado con alguna clase de estímulo externo como una “flecha de cupido” o la descarga de algún otro mediador matrimonial. Mas bien creaste (internamente) los sentimientos románticos a través de lo que te dijiste a ti mismo sobre ella y lo que hiciste a, por y con ella. Es decir, tu propio corazón produjo esos maravillosos sentimientos como resultado de tus pensamientos y acciones. Muy probablemente tú desarrollaste esos cálidos sentimientos amorosos durante el cortejo. Si ahora sientes amargura hacia ella es porque de una u otra manera has dejado de cortejarla. Tu falta de cortejo ha aminorado el “generador emocional del amor” (por decirlo así) en tu corazón. Además, los pensamientos innobles y la falta de perdón que tienes hacia ella (en contraste con los nobles y amorosos pensamientos que experimentabas durante el cortejo), han lanzado un alicate en el generador y evitan que esos sentimientos amorosos se desarrollen. Es así de simple.

Si quieres revivir el romance que tuviste una vez con tu mujer, tendrás que cambiar la forma en que piensas de ella y las cosas que haces por ella. Tendrás que comenzar cortejándola de nuevo y hacerlo-aunque aún hubiese en tu corazón sentimientos de amargura contra ella.

Aquí esta el punto central: si quieres reavivar la pasión que una vez hubo en tus relaciones sexuales y que probablemente se han perdido, tendrás que cortejar a tu esposa diaria y regularmente.

La actitud amorosa que muestres hacia tu esposa (1 Cor. 13:4–7; Col. 3:12–14) desde el momento que la saludas al levantarse hasta la forma en que la halagas por la cena que te preparó, muy probablemente determinará el placer que ambos disfruten la próxima vez que tengan relaciones sexuales.

Principios Bíblicos Para el Sexo2

Los siguientes siete principios están en su mayoría basados en un entendimiento correcto de 1 Corintios 7:1–6. Examinemos este pasaje antes de desenvolver su significado (otros pasajes Escriturales serán citados cuando sea necesario).

En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Más esto digo por vía de concesión, no por mandamiento (1 Cor. 7:1–6).

Principio # 1: Las relaciones sexuales dentro del matrimonio son santas y buenas. Dios alienta esas relaciones y nos advierte contra su interrupción.

Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios (Heb. 13:4).

La versión Reina-Valera destaca correctamente la construcción gramatical imperativa de este verso. Los cristianos tienen que ver el matrimonio como una institución honorable diseñada por Dios. Ellos no deben hacer nada que le robe al lecho matrimonial su honor y bondad (sea de pensamiento, palabra o hecho). Cuando tú dejas de cumplir tus obligaciones conyugales en el área sexual, la Biblia dice que estás defraudando a tu esposa y exponiéndola innecesariamente a la tentación (1 Cor. 7:5). Recuerda que de acuerdo a este pasaje hay dos soluciones bíblicas para el problema de la inmoralidad sexual–dos maneras para que puedas evitar la fornicación. Una es el auto-control (vv. 5 y 9), y la otra es la relación sexual regular entre esposos (v. 2).

Principio #2: El placer en las relaciones sexuales no es pecaminoso sino asumido (los cuerpos de los cónyuges se pertenecen el uno al otro).

Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre (Prov. 5:18–19).

El propósito de Dios es que seas sexualmente saciado por tu esposa. Supongamos que hoy es el Día de Acción de Gracias. Tú has estado esperando este día por semanas porque tu madre prometió hacerte tu postre favorito. Cuando la fiesta del Día de Acción de Gracias comienza, tú estás ansioso por llegar al final de la comida para poder saborear ese delicioso postre. Mientras masticas la deliciosa porción de tu comida con acrecentado placer, de repente pierdes de vista el hecho de que tienes que dejar lugar en tu estomago para aquel delicioso postre. Tú sigues disfrutando plato tras plato hasta que finalmente quedas totalmente saciado. Cuando traen el postre de la cocina estás tan lleno que tienes que explicarle a tu madre que “no puedes comer ni otra mordida.”

Ésa es la clase de satisfacción que la Biblia implica cuando dice: “Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre.” Tú debes estar tan satisfecho con tu esposa que no podrías ser fácilmente tentado por nadie más. Tanto las palabras “satisfagan” como “recréate” en este verso conllevan la idea de estar intoxicado. Éste es el único verso en la Biblia que yo sé que nos incita a embriagarnos–no con alcohol sino con el placer que viene de tener las relaciones sexuales ordenadas por Dios con tu esposa.

Principio # 3: El placer sexual debe ser regulado por el principio de que la sexualidad no debe ser egocéntrica (en el matrimonio “los derechos” de nuestro cuerpo le pertenecen al cónyuge). La homosexualidad y la masturbación van en desacuerdo con este principio fundamental. La idea aquí, como en otros lugares, es que “es más bienaventurado dar que recibir.”

Probablemente la manera más grande en que un esposo cristiano falla en el rol sexual en su matrimonio es siendo egoísta. Vivimos en una sociedad de auto-erotismo, es decir, una sociedad que ve el sexo primariamente como algo de lo cual se recibe placer más que como una oportunidad para dar placer. La masturbación es vista no sólo como aceptable, sino en algunos casos como terapéutica. Muchos hombres, aun hombres cristianos, ven las relaciones sexuales con sus esposas como un poco más que una oportunidad para masturbarse. Su preocupación es complacerse a sí mismos. No se dan cuenta que Dios les dio sus órganos sexuales no primariamente para su propio placer, sino para el placer de sus esposas (1 Cor. 7:4). Nunca han aprendido que en las relaciones sexuales, como en las otras áreas de la vida, es más bienaventurado dar que recibir (Hech. 2:35).

Aunque la masturbación no es identificada por nombre en la Biblia, deber ser vista como pecaminosa al menos por tres razones. Primero, porque es una perversión del propósito del sexo. Es más egoísmo que amor–es tomar, no dar. Dios no te dio los órganos sexuales para que te complazcas a tí mismo con ellos, sino para que le des placer a tu esposa y que ella pueda expresarte su amor dándote placer sexual. Segundo, porque casi siempre envuelve una lascivia pecaminosa. Jesús hizo esto absolutamente claro: Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (Mat. 5:28). Tercero: porque es una actividad que hace experimentar culpabilidad a los cristianos que la practican. La Biblia también es muy clara acerca de la pecaminosidad de los cristianos que participan voluntariamente en cualquier actividad por la cual su conciencia los condena.

¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Rom. 14:22–23).

En todos mis años de consejería a hombres cristianos, nunca he conocido aún a uno a quien su conciencia no le perturbe cuando sucumbe ante esta actividad. Muchos hombres cristianos han sucumbido tan habitualmente a esta tentación que han sido atrapados por su transgresión y consecuentemente han perdido la comunión con Dios. En lugar de confesar su conflicto y buscar ayuda de algún consejero piadoso y/o de su esposa (que con frecuencia están en la posición maravillosa de “ayuda idónea” para apoyarlos a través de varios medios), estos hombres viven con su culpa por años, atados por su concupiscencia y privándose del gozo y los frutos prometidos por Dios a los que tienen una limpia conciencia (Hechos 24:16; 1 Tim. 1:5–7, 18–20).

Principio # 4: Las relaciones sexuales deben ser regulares y continuas. No se aconseja un numero exacto de veces por semana, pero el principio es que ambos cónyuges provean una satisfacción sexual tan adecuada, que tanto el ‘quemarse’ (con deseo sexual) como la tentación de buscar satisfacción sexual en otra parte sean evitadas.

“Tu asignación para esta semana es tener relaciones físicas con tu cónyuge al menos X veces-y cuando lo hagas quiero que te concentres más en complacerla (o) a ella (o a él) que a ti mismo (a).”3 Yo he dicho esto a quienes he aconsejado más veces de las que recuerdo. Recientemente, “advertí” a dos parejas que si la frecuencia de sus relaciones sexuales no mejoraba en las próximas semanas, les iba a asignar como una tarea las veces que deberían tener sexo. La construcción gramatical del mandato en 1 Corintios 7 asume que algunos de los lectores estaban en el proceso de defraudarse sexualmente mutuamente y el mandato es “no os neguéis el uno al otro.”

Contrario a la creencia popular, no todos los esposos tiene mayor deseo de relaciones sexuales que sus esposas. En realidad, un porcentaje de mujeres más grande que el que uno esperaría, desean más encuentros sexuales por semana que sus esposos. Cada persona es diferente y cada pareja tiene su propia serie de factores internos y externos que afectan tal deseo. El principio bíblico requiere que cada cónyuge conozca y responda a los deseos de su esposo o esposa. Parte de tu responsabilidad como hombre que vive con su esposa de una manera sabia, es que conozcas esa información sobre “tu esposa” y respondas adecuadamente. Parte de la responsabilidad de ella para serte “ayuda idónea” (o complemento) es hacer lo mismo para contigo. Generalmente hablando, el cónyuge con el menor deseo debería estar dispuesto a ceder a los deseos de la pareja con el mayor deseo para que no se “queme” (“Pero si no tienen don de continencia [los solteros o viudas] cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Cor. 7:9). Por supuesto, como el próximo principio implica, el cónyuge con el mayor o más frecuente deseo debe estar también dispuesto (a) a limitar algunas veces la frecuencia de sus encuentros sexuales por amor y en deferencia a su pareja. La clave principal para ambos cónyuges se halla en Filipenses 2:3–4:

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

Si tu esposa desea más frecuencia en las relaciones sexuales que tú, debe haber veces cuando debes estar dispuesto a ministrarle sexualmente-aun cuando pudieras no tener interés, estar cansado, absorto en otros intereses o responsabilidades, desanimado o molesto. Si tú eres el cónyuge con el mayor deseo sexual y tu esposa está dispuesta a ministrate sexualmente cuando ella no está tan amorosa como tú o no tiene ganas, debes tener cuidado de no mostrarte decepcionado o dejar que tus sentimientos se hieran porque el encuentro no fue tan apasionado, excitante o placentero como esperabas. En lugar de decepcionarte, deberías estar agradecido por tener una esposa dispuesta a ministrarte sin egoísmo.4 En lugar de pensar, “si ella realmente me amara, me estaría haciendo el amor salvaje y apasionadamente,” recuerda que en realidad es una manifestación más grande de su amor por ti cuando sin egoísmo ella te hace el amor aun sin sentir esa pasión enloquecedora.

Por supuesto, tú siempre debes prepararla sexualmente (con suficiente afecto y juego amoroso anticipado) de modo que ella pueda tener también un tiempo placentero. Pero si ella está simplemente interesada en complacerte, ¡no lo tomes personalmente! Sólo disfrútalo y da gracias por tener una esposa que sin egoísmo se preocupa así por ti. Muestra tu aprecio con palabras de afirmación y agradecimiento y con otras expresiones físicas de afecto. Recuerda que muchas mujeres parecen experimentar mucha más “satisfacción sexual” que los hombres aun cuando no logran un orgasmo. Esto puede parecerte difícil de comprender porque como hombres nos cuesta concebir el tener un encuentro sexual placentero que no termine con un orgasmo. La manera en que muchos hombres razonan es “el sexo sin orgasmo es como un banquete sin comida.” Esta noción, sin embargo, no se basa en la Escritura. Probablemente ésta no es la manera en que tu esposa piensa sobre el sexo y tampoco debería ser la tuya.

Principio # 5: El principio de la satisfacción significa que cada cónyuge debe proveer placer sexual (que es “debido” a él o a ella en el matrimonio) tan frecuentemente como el otro lo requiera. Por supuesto, hay otros principios bíblicos que entran en juego (la moderación, complacerse el uno al otro antes que a sí mismo, etc.). La consideración a nuestro cónyuge debe regular nuestro requerimiento del sexo. Pero esta consideración no debe ser excusa para fallar en satisfacer las necesidades legítimas. Por otro lado, los requerimientos sexuales no deben ser gobernados por una lascivia idólatra.

La moderación (autocontrol) debe ser ejercido en todas las cosas (1 Cor. 9:25), incluyendo el sexo marital.

Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna (1 Cor. 6:12)

Así como tienes que controlar tus deseos por la comida, el dinero y otras actividades buenas y placenteras evitando los excesos, debes aprender a moderar tus deseos por el sexo para que no ocupen un lugar más grande en tu vida que el que es debido. Recuerda que casi cualquier buen deseo (como la comida, el techo, el sueño, el respeto y el sexo), pueden convertirse en idolatría si los deseamos excesivamente.

¿No es la vida más que el sexo? No para algunos hombres que he conocido. Sus mentes están tan excesivamente consumidas por el sexo que piensan poco en sus otras responsabilidades bíblicas en la vida como ministrar a su esposa, a sus hijos y a su prójimo. Si esto te sucede a ti, te recomiendo que ores diariamente para que el Señor te ayude a reemplazar esos pensamientos y deseos con otros que estén en línea con la realidad bíblica. Considera también buscar la ayuda de tu esposa y de los líderes de tu iglesia.

Así como tu esposa debe “considerar” la intensidad de tu deseo sexual (si éste es más grande que el de ella), tú debes considerar las cosas que pueden interferir con el deseo o la habilidad de ella para ministrarte a ti. Pueden haber ocasiones cuando tu esposa se ofrezca para satisfacer tus necesidades sexuales, pero tú tendrás que considerar si es realmente lo mejor para ella el hacerlo o no.

“¿Está ella demasiado cansada?” “¿Será más placentero para ella si yo espero hasta mañana cuando esté más descansada?” “Si posponemos nuestro encuentro, ¿le dará eso a ella una sensación más grande de privacidad?” “¿Ha sido su día tan lleno de tensión que sería egoísta de mi parte esperar que ella haga esto?” Un esposo amoroso se hace estas preguntas antes de aceptar el ofrecimiento que su esposa le hace de tener relaciones sexuales.

Principio # 6: De acuerdo con el principio de los “derechos,” no debe haber negociaciones sexuales entre los esposos (“Yo no voy a tener relaciones a menos que …”). Ningún cónyuge tiene derecho de hacer tales negociaciones.

Cuando te casas tú cedes el derecho de usar tu cuerpo como te parezca. Ya no posees la autoridad única sobre tu propio cuerpo-tu esposa lo posee.5 Ahora ustedes son una sola carne. Tu cuerpo le pertenece a ella y viceversa. No le corresponde a ninguno condicionar la entrega de su cuerpo al otro sólo si (o hasta que) ciertos deseos egoístas se cumplan.

¿Eres más amable, gentil, generoso, atento, tierno y afectuoso con tu esposa cuando deseas tener relaciones sexuales que otras veces? Si es así, puedes tentarla a usar el sexo como una herramienta de negociación. Si ella intenta usar el sexo como una herramienta para negociar, debes considerar si la estás amando verdaderamente como Cristo amó a la iglesia. La pregunta que te debes hacer es “¿estaría ella usando el sexo para obtener lo que desea si yo estuviera realmente llenando sus necesidades y satisfaciendo tantos de sus deseos legítimos como me sea posible sin tener que pecar?

Principio # 7: Las relaciones sexuales son iguales y recíprocas. Pablo no le da al hombre derechos superiores que a la mujer. Es claro entonces que el estímulo y la iniciación mutua en las relaciones son legítimas. Ciertamente, la doctrina de los derechos mutuos implica también la de las responsabilidades mutuas. Esto incluye, entre otras cosas, la participación activa mutua en el acto sexual.

Muchos tabús no Escriturales abundan entre los cristianos acerca de las relaciones sexuales en el matrimonio. Entre éstos está la idea de que la mujer no debe iniciar o ser agresiva en la relación. Puesto que el cuerpo de cada cónyuge pertenece al esposo o esposa, se deduce que el estímulo, la iniciación y la participación activa mutua en el acto sexual son legítimos.

Por otro lado, Dios diseñó al esposo más adecuadamente para ser el iniciador y a la esposa para ser la que responde. ¿Cuán bien puedes iniciar el acto del amor sexual con tu esposa? Aquí hay algunas preguntas de auto-examen que puedes hacerte en relación a tus intentos:

• ¿Inicias la relación sexual con suficiente frecuencia?

• ¿Resientes el hecho de que tu esposa no inicia las relaciones sexuales tan frecuentemente como deseas?

• ¿Te sientes incúmodo cuando tu esposa toma la iniciativa en el acto del amor?

• ¿Cómo inicias las relaciones sexuales? ¿Lo haces usualmente pidiéndoselo verbalmente?

• ¿Usas siempre la misma invitación “enlatada”?

• ¿Tratas a veces de omitir la invitación rutinaria y tratas de estimularla románticamente sin pedírselo o sin palabras?

Las preguntas al final de este capítulo son una continuación de las sugeridas al final del capítulo dos. Éstas deberían ayudarte a entender y ministrar mejor sexualmente a tu esposa. No todas las preguntas pueden ser adecuadas o necesarias para tu situación. Ten cuidado de no ser demasiado sensitivo o de ofenderte con sus respuestas. A largo plazo tu vida sexual mejorará como resultado del tiempo que uses discutiendo y resolviendo bíblicamente estos problemas. Es aconsejable que no guardes ningún registro escrito de sus respuestas a estas preguntas. He incluido también en el Apéndice J, “Indicaciones, Sugerencias y Ayudas para la Actitud Sobre el Sexo,” algunos pensamientos adicionales que te pueden ayudar a ser un amante más completo para tu esposa.

Preguntas Que Me Gustaría Hacerle

1. Si pudieras cambiar tres cosas en nuestra vida sexual, ¿Qué cambiarías?

2. ¿Crees que he sido sexualmente egoísta? Si ha sido así, ¿Cómo?

3. ¿Tengo algún olor, manerismo o hábito que te impide disfrutar nuestras relaciones sexuales?

4. ¿Hay algo de lo que hemos hecho sexualmente que te ha hecho sentir incómoda?

5. ¿Hay algo que no hemos hecho sexualmente que crees que disfrutarías haciéndolo?

6. ¿Te brindo suficiente afecto y juego sexual previo al coito?

7. ¿Te sientes presionada a actur de cierta forma por lo que hago o digo?

8. ¿Soy suficientemente proactivo (agresivo) sexualmente?

9. ¿Hay algo de mi apariencia que te disgusta tanto que estorba tu capacidad de disfrutar el sexo?

10. ¿Hay alguna parte de tu anatomía con la cual te sientes tan desagradada que estorba tu capacidad de disfrutar el sexo?

11. ¿Has alcanzado el orgasmo alguna vez? (quizás ya conoces la respuesta, pero si tienes alguna duda deberías preguntárselo).

12. ¿Hay algún otro problema marital o personal que estorba tu capacidad de disfrutar el sexo conmigo?

13. ¿Me esfuerzo lo suficiente para brindarte una atmósfera placentera, confortable y segura en la cual hacer el amor?

14. ¿Qué hora del día y en qué situaciones preferirías más / menos hacer el amor?

15. ¿Te sientes cómoda con la frecuencia que hacemos el amor?

16. ¿Soy suficientemente creativo en mis intentos de iniciar el amor contigo?

17. ¿Hay algo más que puedo hacer, sea de palabra, actitud o hecho que podría darle más sentido a nuestra relación?

Agrega más preguntas aquí.…

1 R. C. Sproul, The Intimate Marriage (El Matrimonio Íntimo), pp. 42–43.

2 Los siete principios bíblicos del sexo en este capítulo fueron impresos originalmente en The Christian Counselor’s Manual (El Manual del Consejero Cristiano) por Jay Adams (Grand Rapids: Zondervan, 1973), p. 392. Usado con permiso.

3 “X” usualmente es un número derivado como resultado de mis preguntas a ambos cónyuges acerca de la frecuencia con la cual ellos prefleren tener relaciones sexuales.

4 La idea de ‘sentimientos heridos’ no es exactamente bíblica. En realidad no son tus sentimientos los que son heridos. Mas bien tus pensamientos, que son los que en parte producen tus emociones, no están en armonía con la Escritura. Como he aludido en una nota previa, si tu esposa peca realmente contra ti y termina “hiriendo tus sentimientos” es ella la que tiene que arrepentirse por su pecado. Sin embargo, si tus “sentimientos son heridos” por algo que ella hace que no es pecaminoso (como ser ocasionalmente menos apasionada que tú por el sexo), eres tú quien debe arrepentirse de tus pensamientos anti-bíblicos que son los que producen esa emoción.

5 En realidad, tú hiciste eso en un grado aún mayor cuando te convertiste. Los que promueven el derecho al aborto parecen haber olvidado estos dos puntos—si es que alguna vez los conocieron.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 179–195). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

 

9-“CARIÑO, NECESITAS UNA DUCHA”

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Nueve

“CARIÑO, NECESITAS UNA DUCHA”

a1“Mi esposa y yo hemos estado casados por cinco años y ella aún no ha aprendido cómo tratarme con el respeto y honor que la Biblia demanda que la esposa muestre a su esposo.”

Cuando escucho a un esposo quejándose de alguna deficiencia de carácter largamente establecida en su esposa, mi respuesta usual es pedirle que considere su liderazgo. “¿Cómo es que has estado casado con esta mujer por tanto tiempo y ella no ha cambiado? ¿Qué es exactamente lo que has hecho para ayudarla con sus problemas?”

R.C Sproul enfoca este problema de manera bastante similar:1

“Una vez casados, la más grande influencia en el desarrollo de la personalidad y el carácter de una esposa es el esposo. Cuando un hombre viene a mí y se queja de cómo su esposa ha cambiado desde que se casaron, yo le respondo ¿Quién supones que la ha cambiado? En un sentido, la esposa que un hombre tiene es la esposa que él ha producido. Si lo que tiene es un monstruo, quizá debería examinar su propia naturaleza.

En el pasaje de Efesios es claro que el esposo está llamado a ser el sacerdote de su hogar. El hombre es responsable del bienestar espiritual de su esposa. Su santificación es su responsabilidad. Probablemente no hay responsabilidad masculina que haya sido más descuidada que ésta.

La búsqueda del Señor por la santificación de la Iglesia es en un sentido el Señor buscando cambiar a su esposa. Así, el esposo está llamado a cambiar a su esposa. El cambio tiene que ser hacia una semejanza mayor a la imagen de Cristo. ¡Debemos buscar presentar a Cristo a nuestras esposas, santas y puras, sin mancha y sin arruga!”

Examinemos Efesios 5:25–27. Esta porción de la Escritura tiene algunas cosas interesantes que decir sobre tu papel en el crecimiento y desarrollo espiritual de tu esposa.

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.

Mientras que el verso 26 (“para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la Palabra”) se refiere al trabajo santificador de Cristo por su esposa en este mundo (en la tierra), el verso 27 (“a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”), se refiere a su trabajo santificador por su esposa en el mundo venidero (en el cielo). La primera oración del verso 28 (“Así también deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos”) es dada para que los esposos puedan aplicar lo que Cristo ha hecho por la iglesia a ellos mismos en su relación con sus esposas. El adverbio “Así que” apunta a la relación entre lo que Cristo ha hecho por la iglesia y lo que los esposos deben hacer por sus esposas.

“¿Cómo es que estas evidencias sobrenaturales del amor de Cristo por la iglesia se puedan aplicar a mí? ¡Sólo soy un ser humano! ¿De verdad Dios espera que un mortal como yo haga estas cosas por su esposa?”

Esta pregunta fue hecha y respondida hace más de 375 años por un hombre llamado William Gouge, en su libro llamado Treatise Of Domestical Duties2 (Tratado de las Responsabilidades Domésticas). Gouge indica que aunque no es posible para un esposo amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia en la misma medida (en el mismo grado o extensión), sí lo puede hacer en similitud.

“En esta declaración del amor de Cristo, hay dos puntos generales que deben ser notados.

1. Que la iglesia en sí misma no era merecedora de tal amor.

2. Que Cristo se entregó por ella para hacerla merecedora de su amor.

Ésta debe ser la mentalidad de los esposos en cuanto a sus esposas.

1. Aunque ellas no merezcan ser amadas, ellos deben amarlas.

2. Ellos deben esforzarse con toda la pericia y sabiduría que tengan para hacerlas merecedoras de su amor. Digo esforzarse porque simplemente ningún esposo tiene el poder para realizar esto; sin embargo, el esfuerzo fiel de su parte es aceptado como si lo hubiese realizado.”

Lo que Gouge está diciendo es que ames a tu esposa, no como el rey Asuero amó a Ester (después de buscar laboriosamente a la mujer más bella para luego seguirla embelleciendo por doce meses más)3, sino como Cristo amó a la iglesia, sabiendo que estaba llena de manchas, arrugas y cosas similares. Gouge también explica que aunque tú no puedes santificar a tu esposa de la misma manera que Cristo lo hace (sobrenaturalmente), debes usar todos los medios que Dios da para hacerla merecedora de tu amor.

Como lo señalé anteriormente, Cristo amó a la iglesia primero. Mientras aún era pecadora, Él derramó sobre ella su amor.

Él no escogió amarla porque hubiese algo atractivo en ella que lo haya cautivado. Por el contrario, Su amor brotó exclusiva y enteramente de Él mismo. No había nada que ella poseyera de antemano que moviera a Cristo a amarla – ninguna belleza, ninguna bondad, ninguna riqueza. ¡Nada en absoluto! Tampoco había nada en ella que Él quisiera o necesitara. Él no tenía la esperanza de que ella le devolviera algo, excepto lo que Él le había dado primero a ella. Él se deleita en la justicia con la cual, como una gloriosa túnica, ella está vestida; y en esas gracias divinas, como joyas preciosas, con las que ella está adornada. Pero esa justicia y esas gracias son las suyas propias – son los regalos gratuitos con los que Élla viste para presentársela a sí mismo en toda Su gloria.

Es así como los esposos deben amar a sus esposas. Aunque no haya nada en una esposa que haga que su esposo la ame, está el hecho de que es su esposa; y aunque él sepa que no obtendrá ningún beneficio en el futuro de parte de ella, él debe darle su amor. El verdadero amor se enfoca en la persona amada y en el bien que éste le pueda hacer a ella, no en la persona que ama y en el bien que éste pueda recibir por amar, pues el amor no busca lo suyo. Esta clase de amor debe mover a los esposos a hacer lo que esté en su poder para embellecer a sus esposas y hacerlas merecedoras del amor que reciben.4

Aunque muchos comentaristas están en desacuerdo con el significado exacto5 de la frase “por el lavamiento del agua con la Palabra” (vs. 26), los pocos que intentan aplicarlo parecen estar de acuerdo en que la aplicación práctica de este pasaje es alguna forma de ayuda que el esposo da a la esposa en el proceso de su santificación progresiva. Como su líder espiritual, tü debes “separarla” (o hacerla santa), purificándola mediante las Escrituras. Debes ayudarla por medio de la Palabra a remover sus manchas, arrugas o cosas semejantes (vs. 28) que no se conforman a la imagen de Cristo. La manera de hacer esto es obedeciendo y usando la Palabra en todos tus tratos con ella.

Es asombroso como muchos cristianos creen que pueden crecer espiritualmente sin un regular (quiero decir diario) estudio de la Palabra. Muchos parecen pensar que pueden crecer, desarrollar un carácter y resolver sus problemas con ningún o poco tiempo invertido para leer, estudiar, memorizar, y meditar en la Palabra de Dios. Parecen haber olvidado porciones de la Escritura como:

La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo. (Salmo 19:7)

Pero Él respondiendo, dijo: Escrito está: “NO SÓLO DE PAN VIVIRÁ EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS.” (Mateo 4:4)

Desead como niños recién nacidos, la leche pura de la Palabra, para que por ella crezcáis para salvación. (1 Pedro 2:2)

Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu. (2 Corintios 3:18)

En este último pasaje leemos que el Espíritu Santo nos transforma a la imagen de Cristo mientras contemplamos Su imagen en el espejo de la Palabra de Dios. De esta manera somos “transformados en la misma imagen de gloria en gloria” (de un nivel a otro de madurez espiritual).

Ahora, el Espíritu Santo puede trabajar de la manera que Él desee, pero nosotros debemos esperar que Él trabaje en nuestras vidas como la Biblia dice que Él lo hace, es decir, a través de la Biblia. Realmente no importa cuánto ores, cuánto testifiques de Cristo, o cuán frecuentemente participes de la cena del Señor, si no estás involucrándote en la Palabra de Dios (o para decirlo de una manera más precisa, si la Palabra de Dios no está morando dentro de ti; cf. Col. 3:16), te estás privando a ti mismo de uno de los recursos más poderosos e indispensables para el crecimiento espiritual. Dicho de otra manera, si la palabra de Cristo no habita en ti, no estás dándole al Espíritu Santo su más poderosa arma: “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” Ef. 6:17.6

La Teología de la Transformación Súbita: El Síndrome de “Un Beso y Todo Arreglado con Dios”

¿Has batallado alguna vez para vencer un mal hábito en tu vida? ¡Seguro que sí! Todos lo hacemos. Sin embargo, muchos cristianos, que “luchan” contra el pecado, en realidad no luchan. Lo que hacen es simplemente confesar su pecado, oran para que Dios los cambie y se levantan de sus rodillas esperando que Él súbitamente les infunda una medida especial de gracia o los impacte con un poder que los hará dejar de pecar sin ningún esfuerzo de su parte. A esto se le puede llamar el síndrome de “un beso y todo arreglado con Dios.”7

Desde luego, la santificación progresiva es algo que Dios hace, pero también es un proceso que requiere nuestra cooperación. No es suficiente orar que Dios nos cambie; debemos hacer lo que la Biblia dice que es necesario hacer, es decir, debemos despojarnos del pecado y luego revestirnos de Cristo. El cambio es un proceso doble: tenemos que despojarnos de nuestro pecado y vestirnos de su antítesis bíblica. Dicho de otra manera, los cristianos no “rompen” con sus hábitos como hacen los paganos. Los cristianos sustituyen los malos hábitos con buenos hábitos.

No es suficiente para el cristiano que habitualmente miente dejar de mentir. Él debe fijarse la meta de decir siempre la verdad. “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4:25). No es suficiente para un ladrón sólo dejar de robar. Él debe despojarse del hábito de robar, pero también debe adoptar el hábito de la diligencia y la generosidad. “El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad” (Ef. 4:28). Esta dinámica de despojarse y revestirse sólo sucede cuando la mente es renovada por la Escritura.

Que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad [énfasis añadido]” (Ef. 4:22–24)

La Palabra de Dios es indispensable para que permanezca el cambio en tu vida. El Espíritu Santo toma las Escrituras que tienes morando dentro de ti (a través de la lectura, el estudio, la memorización, y la meditación, etc.) y te cambia (transforma) desde el interior. “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Rom. 12:2). No puedes ser santificado apropiadamente sin la Palabra de Dios.

Tampoco tu esposa puede hacerlo. Ésta es la razón por la que debes aprender a utilizar las Escrituras eficientemente en cualquier ambiente de la vida diaria. Debes usarlas para enseñar, convencer, corregir e instruir en justicia. “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16).

Antes de explicar más esto, debo advertirte sobre una doctrina en particular que ha estado ganando influencia en los círculos cristianos por lo menos desde hace dos décadas. Variedades de esta enseñanza se encuentra en libros, revistas, seminarios e iglesias locales. Es algo como esto: los cónyuges cristianos no deben nunca aconsejarse uno al otro porque la consejería presupone un problema y por lo tanto coloca a alguno de los cónyuges sobre el otro (o daña la auto-estima del compañero).

Popular o no, este concepto no es bíblico. La Biblia abunda en versos que hablan de que los creyentes deben aconsejarse uno al otro (Rom. 15:14; Col. 3:16; 1 Tsl. 5:11–14; Heb. 10:24). Como de vez en cuando les digo a mis aconsejados, “Sólo soy un limosnero mostrándole a otro limosnero donde está el pan. Mañana quizá tú estés de este lado del escritorio (aconsejándome) y yo del otro.”

Más aun, Efesios 5:26 (“para santificarla, habiéndola purifi cado por el lavamiento del agua con la palabra”) implica el consejo de parte del esposo hacia la esposa. Por otra parte, Génesis 2:18 (Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea) deja mucho espacio para que una mujer aconseje a su esposo. Si hay algo en lo que Dios desea que una esposa ayude a su esposo, es a que sea un mejor cristiano. El uso de las Escrituras para confrontar amorosamente es una puerta que se abre de ambos lados en el contexto de un matrimonio bíblico.

“¿Cómo hago esto?”

Enseguida te ofrezco una lista con algunas ideas específicas de santificación para tu consideración. Al final de este capítulo encontrarás una hoja de trabajo para ayudarte a ti y a tu esposa a decidir la mejor manera de “lavarla con el agua de la Palabra.” Ella quizá decida modificar algunas de las opciones que menciono o añadir algunas ideas propias.

Maneras Específicas en las Que un Esposo Puede Santificar a su Esposa con la Escritura

• Asegúrate de que tu esposa tiene tiempo suficiente en su agenda diaria para el estudio de la Biblia y la oración personal. (quizá esto implique levantarte más temprano o reorganizar tu agenda para cuidar de los niños durante ese tiempo).

• Pasa tiempo con ella de manera regular (por lo menos una vez a la semana) estudiando la Biblia.

• Anímala a que busque tu ayuda para responderle preguntas sobre doctrinas bíblicas o aplicaciones.

• Pídele que memorice porciones de la Escritura junto contigo y ríndanse cuentas de esto el uno al otro.

• Haz y explica tus decisiones en base a la Escritura.

• Elógiala por las características bíblicas virtuosas que posea (reverencia, autocontrol, discreción, amor, gozo, paz, etc.)

• Haz el esfuerzo necesario para ofrecerle razones bíblicas válidas cuando no puedes darle lo que ella quiere (explícale esas razones).

• Está atento aun a la más mínima indicación de crecimiento espiritual y aprueba eso.

• Asegúrate de nunca criticarla (reprobarla) si no es en base a la Escritura y anímala a que haga lo mismo contigo.

• Aprende cómo restaurarla cuando peca, en base a pasajes como Mateo 18:15; Lucas 17:13 y Gálatas 6:1.

• Anímala a ser fiel en su asistencia a la iglesia donde pueda sentarse a escuchar la predicación y la enseñanza fiel de la Palabra de Dios. Sé un buen ejemplo de fidelidad en tu asistencia también.

• Busca otras oportunidades para que pueda estudiar la Escritura (individualmente o con otros).

• Provéele de música basada en la Escritura para que pueda disfrutarla mientras esté en casa o en el carro.

• Provéele herramientas bíblicas (y enséñale a usarlas si no sabe hacerlo).

• Aprende cómo relacionar la Escritura a la vida y la vida a la Escritura. Habla de ellas en toda circunstancia cotidiana (Deut. 6:7).

• Si ella disfruta de la lectura, invierte en literatura bíblicamente sana y en biografías cristianas.

• Haz la hora de la comida un tiempo agradable donde discutan verdades bíblicas y aplicaciones escriturales.

• Determina que áreas de su vida ella desea cambiar más y por qué desea cambiarlas. Usa estas áreas como la base para buscar juntos la respuesta de Dios en la Escritura. (Asegúrate de mencionarle las cosas que tú quieres cambiar en tu propia vida y pídele que te ayuda con sus oraciones).

“¡Pero mi esposa sabe más de la Biblia que yo! ¿Cómo voy a enseñarle?”

Buena pregunta. Pero recuerda que Dios te ha hecho el líder espiritual de tu casa y te ha encargado la responsabilidad de lavar a tu esposa con la Palabra. Esto debería responder a tu pregunta. Tú puedes enseñarle por qué Dios demanda de ti que lo hagas como la cabeza espiritual de tu hogar (cf. 1 Cor. 14:35). Como cristiano debes aprender a hacer todo lo que Dios demanda de ti. Es como si Dios te hubiese dado un uniforme con el que debes vestirte. Puede que el uniforme te quede un poco grande y hasta le quede mejor a tu esposa. Pero te lo ha dado a ti, no a ella. Si ella es cristiana, es necesario que ella respete ese uniforme aun si es demasiado grande para ti. Mientras vas creciendo conforme al tamaño del uniforme, pueda ser que ambos se sientan un poco incómodos con este arreglo, pero tú tienes que aprender a funcionar de acuerdo a él.

Por otra parte, ser el líder espiritual para tu esposa no requiere necesariamente que sepas más de la Biblia que ella – al menos no para empezar. Sé de algunos hombres cuyas esposas los aventajan tanto en el conocimiento de la Biblia, que quizá ellos nunca puedan saber más que ellas. El verdadero punto de ser un líder espiritual no es cuanto conocimiento bíblico poseas (por útil que éste sea), sino la dirección en la vas.

La siguiente ilustración demuestra este principio8:

¿Qué esposo está más cerca de Dios?

“Eso es fácil de contestar. ¡Por supuesto que el número uno!” El diagrama que estás viendo es una gráfica, no una película. Supongamos que te digo que el esposo número uno ha pasado los últimos cuatro meses alejado del Señor. El esposo número dos ha estado en el mismo lugar durante los últimos tres años. Pero el esposo número tres ha estado creciendo espiritualmente por los últimos dos años. ¿Cuál de estos esposos está “más cerca de Dios?.”

No te intimides por tu ignorancia de las Escrituras. Puedes aprender todo lo que necesitas saber de la Biblia para ser un líder eficaz. Además, es probable que no sea la falta de conocimiento bíblico lo que te impide santificar a tu esposa con las Escrituras, sino tu falta de iniciativa. ¿Por qué no te propones desde ahora usar las Escrituras como deben ser usadas en tu trato con tu esposa – para santificarla, limpiarla, y embellecerla – y así presentársela a Cristo (por no decir a ti también) en toda su gloria?

Como “Limpiar” a mi Esposa con las Escrituras

Muchos esposos se preguntan cómo pueden animar a sus esposas a crecer espiritualmente. La manera más práctica de hacerlo es saturarla (lavarla) con la Palabra de Dios. Usa como punto de partida la lista titulada “Maneras específicas en las cuales un esposo puede santificar a su esposa con las Escrituras.” Registra con tus propias palabras lo que puedes hacer para fortalecer a tu esposa y tu matrimonio con las Escrituras. Pídele a ella que te ayude a modificar cada punto y te dé sugerencias adicionales.

1 Sproul, R.C The Intimate Marriage, Wheaton: Tyndale House Publisher, Inc., pp. 45–46.

2 William Gouge, Of Domestic Duties, London 1622, pg. 76.

3 Ester 2:2, 12.

4 Estoy en deuda con William Gouge y su ensayo de of Domestic Duties del cual material he adaptado y explicado en los siguientes párrafos (pg. 415)

5 La mayoría creen que esta frase hace referencia al bautismo (i.e., el cual se fundamenta o basa en la palabra predicada). Otros creen que hace referencia a alguna forma de lavamiento ceremonial como se menciona en Ezequiel 16:9. El pasaje presenta otras dificultades exegéticas que están más allá de lo que este libro busca explorar.

6 Incidentalmente, el término para “palabra” en este pasaje es rhema, “la palabra hablada” (vs. Logos, “la palabra escrita”). Rhema es también el término para “palabra” en Efesios 5:26: “para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra.” Cada vez que le hablas la Palabra a tu esposa durante el transcurso de cada día, ésta tiene un efecto santificador en ella, y con eso la estás amando y santificando como Cristo lo hace con la iglesia.

7 Este término es usado por Jay Adams en varias conferencias y conversaciones personales en las cuales he tenido el gusto de estar presente.

8 Estoy en deuda con Bill Gothfard por este diagrama el cual aprendí hace algunos años en uno de sus seminarios avanzados.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 165–177). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

8-POSIBILIDADES DE COMPLACE

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capitulo Qcho

POSIBILIDADES DE COMPLACE

a1¿Cuándo fue la última vez que pensaste en cómo agradar a tu esposa? Como lo mencioné anteriormente, la Biblia asume que un hombre casado será cuidadoso de estas cosas.

Pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer.” (1 Cor. 7:33)

Sin duda alguna cuando la cortejabas usabas bastante tiempo averiguando cómo agradarla. Pero ahora que estas casado, ¿Cuánto tiempo te dedicas activamente a pensar en cosas especificas que puedes hacer y decir para agradarla?

“Bueno, aun pienso en cómo agradarla sexualmente.”

Eso está bien. Pero ¿cuándo fue la última vez que conscientemente apartaste tiempo para planear agradarla en formas que no necesariamente te proveen a ti el mismo tipo de placer? Lo sabes, ¡Lo hacías cuando estabas cortejándola! Hablando de esto ¿Recuerdas esas maneras no-sexuales en las que a ella le gusta que la agrades? ¿Has aprendido nuevas maneras desde que se casaron?

Antes de continuar revisando las aplicaciones específicas de 1 Corintios 7:33, examinemos este pasaje en su contexto:

En cuanto a las doncellas no tengo mandamiento del Señor, pero doy mi opinión como el que habiendo recibido la misericordia del Señor es digno de confianza. Creo, pues, que esto es bueno en vista de la presente aflicción; es decir, que es bueno que el hombre se quede como está. ¿Estás unido a mujer? No procures separarte. ¿Estás libre de mujer? No busques mujer. Pero si te casas, no has pecado; y si una doncella se casa, no ha pecado. Sin embargo, ellos tendrán problemas en esta vida, y yo os los quiero evitar. Mas esto digo, hermanos: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran; y los que lloran, como si no lloraran; y los que se regocijan, como si no se regocijaran; y los que compran, como si no tuvieran nada; y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera. Mas quiero que estéis libres de preocupación. El soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor; pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y sus intereses están divididos. Y la mujer que no está casada y la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.” (1 Cor. 7:25–34)

El capitulo siete de 1 Corintios es uno de los textos más importantes de la Biblia acerca del matrimonio. Pero frecuentemente se ha malinterpretado (especialmente por personas que no toman en cuenta el contexto histórico del Nuevo Testamento ni el de la Escritura en su totalidad).

En primer lugar, comparemos escritura con escritura. Pablo menciona (en el verso 26) que es bueno que el hombre se quede soltero. La aparente dificultad con esto es que parece contradecir lo que Dios dijo en Génesis 2:18, “Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea.” ¡Pablo dice que es bueno que el hombre se quede soltero; Dios dice que no es bueno! ¿Hay una contradicción en la Escritura? ¿Está Pablo en desacuerdo con Dios? La solución a este aparente dilema está en la frase “en vista de la presente aflicción.” Pablo aclara su afirmación con esta advertencia. Generalmente hablando la regla es que “no es bueno que el hombre este solo,” pero Pablo, hablando como profeta, está haciendo una excepción a la regla.1 La excepción tenía que ver con la gran persecución que había comenzado y que habría de hacerse cada vez peor.

Revisemos por un momento el contexto histórico. Bajo Nerón, Los Cristianos iban a ser torturados y a morir de las maneras más horribles que pudiéramos imaginar. Algunos de ellos habrían de ser crucificados. Otros serían sumergidos en brea y colgados en estacas en el jardín de Nerón donde él le prendería fuego para luego celebrar sus orgías salvajes bajo la luz de sus cuerpos siendo calcinados. Otros habrían de ser envueltos en pieles de animales salvajes para ser destrozados por perros. Otros serían exhibidos ante multitudes en los anfiteatros como alimento para los leones hambrientos o serian juguete de los gladiadores para luego despedazar su cuerpo miembro por miembro ante las enardecidas multitudes en el Coliseo Romano.

Esta era la “presente (o inminente) aflicción” a la cual Pablo, de manera profética, se refería cuando dijo que en vista de estas extraordinarias circunstancias, “es bueno que el hombre se quede como está (sin casarse).” En otras palabras estaba diciendo: “estoy tratando de evitarles este tipo de problemas en su vida.” Pero, aun bajo estas circunstancias hostiles Pablo dice (en el verso 28), “Pero si te casas, no has pecado.”

Es en este trasfondo histórico que debemos interpretar lo que Pablo les digo a los Corintios acerca sobre las responsabilidades del matrimonio.

Antes de regresar al tema de este capítulo (que es el de cómo agradar a tu esposa), debo mencionar, aunque sea brevemente, otro versículo en este pasaje porque tiene que ver con tu responsabilidad como esposo.

Mas esto digo, hermanos: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran” (1 Cor. 7:29)

Pablo dice que “el tiempo ha sido acortado.” La palabra traducida tiempo denota un periodo especial u oportunidad. Desde luego, la vida de los hombres en su totalidad ha sido acortada en el sentido de que “sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4:14). La duración de la vida de algunos en tiempos duros de persecución es aún más corta. Lo que Pablo en efecto está diciendo es, “el periodo de tiempo asignado a algunos de ustedes para servir al Señor ha sido acortado. De manera que a la luz de lo poco que les queda de vida, los que tienen esposa vivan como si no la tuvieran”

Con esta declaración Pablo no está invalidando los otros mandatos para los esposos claramente expuestos en el Nuevo Testamento y en este libro. Lo que está haciendo es advirtiendo a los casados que no dejen que sus responsabilidades maritales interfieran con sus otras responsabilidades de servir al Señor (cf. Lucas 14:20). Él está diciendo, “quienes están casados deben servir al Señor con el mismo fervor y celo que los solteros aunque tendrás mas distracciones por causa de sus responsabilidades familiares”

“Entiendo, pero ¿cómo exactamente puedo agradar a mi esposa?”

El verbo griego usado en el verso 33 el cual es traducido agradar es una palabra cuyo significado tiene diversos matices Su raíz puede significar: “encontrar lugar.” también puede significar “conformarse,” “adaptarse,” “satisfacer,” “ablandar el corazón,” “encontrarse aprobado” o “acomodarse.” La palabra implica una relación previa entre la persona que busca agradar y la persona siendo agradada.

Mientras que el cristiano soltero debería enfocar su mente casi exclusivamente en cómo agradar al Señor, el casado tiene que enfocarse no solo en agradar al Señor, sino también tiene en agradar a su cónyuge. La Biblia asume que los casados tendrán sus intereses divididos entre agradar a Cristo, lo cual es su más alta prioridad, y agradar a su cónyuge. Aunque agradar a la esposa es algo que la Biblia da por sentado muchos esposos nunca se detienen a considerar cómo pueden agradar a sus esposas (excepto, como lo he implicado, en el área sexual). Aquí te ofrezco algunas preguntas que pueden ayudarte a considerar algunas maneras concretas en las que puede cumplir esta responsabilidad implícita de todo esposo cristiano.

• ¿Cómo puedo complacer a mi esposa antes de complacerme a mí mismo?

• ¿Cómo puedo alterar mis planes para que se ajusten a los de mi esposa?

• ¿Cómo puedo conformarme a lo que le gusta y lo que le disgusta?

• ¿En qué maneras (no-sexuales) satisfago a mi esposa?

• ¿Cómo puedo “ablandar mi corazón” con ella respecto a sus deseos?

• ¿Hasta que punto lo que yo hago tiene la aprobación de mi esposa?

• ¿Que adaptaciones estoy dispuesto a hacer para agradar a mi esposa.

• ¿Cómo puedo acomodarme a sus anhelos y deseos?

Una de las inversiones obvias que un hombre tiene que hacer para con su esposa es tiempo. ¿Qué tanto tiempo dedicabas a hablar con tu esposa antes de que se casaran? ¿Inviertes ahora más o menos tiempo hablando con ella diariamente de lo que lo hacías tiempo atrás (antes de llegar a ser “una sola carne” con ella)?

“Bueno, la principal razón por la que pasaba mucho tiempo hablando con ella durante el cortejo es porque estaba tratando de convencerla de que se casara conmigo. Esa era mi prioridad principal. Ahora que estamos casados, tengo otras prioridades – como conseguir la provisión para sus necesidades.”

Tal razonamiento es común pero es egoísta también. Ahora que estás con ella, ¿haces bien en olvidar y descuidar las cosas desinteresadas que hacías por ella cuando estabas cortejándola? ¡Desde luego que no! Ahora que es tu esposa, una de las más altas prioridades de tu agenda diaria debería ser agradarla. Esto usualmente involucra llenar sus necesidades no-materiales y satisfacer algunas de sus deseos no financieros. Para hacer esto de manera efectiva debes invertir cierto tiempo regularmente (personalmente recomiendo por lo menos 20 minutos por día) para una comunicación ininterrumpida. Por “ininterrumpida” me refiero a que sea sin teléfono, sin niños, sin televisión u otra distracción. Si tu horario te lo permite te recomiendo hacerlo por la mañana. Este quizá sea uno de los mejores momentos del día para la mayoría de la gente. Si en la mañana no es posible, en la noche, cuando los niños estén en la cama (u ocupados en alguna otra cosa) quizá podría ser mejor. Te sugiero que discutas esto con tu esposa y planeen verse a la misma hora cada día (si es posible, hagan una cita diaria a una hora especifica).

Otra inversión que puedes hacer si quieres agradar a tu esposa es la del esfuerzo. Piensa de nuevo en los días cuando la cortejabas. Te gastabas gran cantidad de energía física y mental aprendiendo sobre sus gustos, disgustos, intereses, sueños y deseos. Te esforzabas no solo en estudiarla sino en hacer lo que ibas aprendiendo que le agradaba. Probablemente gastabas en ella una energía que no gastabas en otras cosas como tus pasatiempos favoritos, tus amigos o tus responsabilidades. Quizá hasta te privabas del sueño normal y necesario – todo porque querías agradarla.

Lo último que quiero mencionar en cuanto a inversiones relacionadas con agradar a tu esposa es la inversión de tus pensamientos. ¿Cuánto de tu tiempo libre dedicas a pensar cómo agradarla? Recuerda una vez más cuando la cortejabas. ¿No pasabas horas y horas pensando en formas específicas de serle agradable? Quizá pediste el consejo de algunos de tus amigos o de los amigos de ella para aprender lo que le complacía. ¿Acaso no se te ocurrían pequeños detalles creativos que sabías que iban a deleitarla más allá de lo que te imaginabas? ¿Recuerdas cuánto te estremecía pensar en la expresión de su rosto o la emoción de su voz mientras planeabas sorprenderla con ese “algo” que sabías que le iba a gustar? ¿Qué ha pasado que haz dejado de pensar de esa forma tan maravillosa?

Hay muchas posibles respuestas a esta pregunta, pero me gustaría sugerir una que creo es la más común. ¿Será que en relación a tu matrimonio has dejado tu primer amor? ¿Recuerdas lo que dijimos en el capítulo siete sobre lo que Cristo le dijo a la iglesia de Éfeso que caído de su primer amor?

Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor.” (Ap. 2:4)

¿Recuerdas El Consejo que les dio Cristo?

Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes.” (Ap. 2:5)

Como mencionamos anteriormente, el consejo de Cristo para quienes han perdido su primer amor es triple. Primero, Él dice, “Recuerda … de dónde has caído” (recuerda cómo solían ser las cosas cuando me amabas). Segundo, les dice que se “arrepientan” (cambia tu manera de pensar y la dirección de tu vida). Y por último les manda que “hagan las obras que hicieron al principio” (las cosas que solías hacer cuando te convertiste en cristiano – cuando verdaderamente me amabas).

Para que comprendas las cosas especificas de lo que significa “agradar” a tu esposa, miremos cómo es usada esta palabra en otros dos pasajes del Nuevo testamento. Primero consideremos Romanos 15:1–3.

“Así que, nosotros los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para su edificación. Pues ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: los vituperios de los que te injuriaban cayeron sobre mi.”

El contexto de este pasaje es la advertencia de Pablo a los Romanos para que eviten dos extremos pecaminosos concernientes a los pensamientos, opiniones y motivos de otros. Estos dos extremos son el juicio pecaminoso y el menosprecio pecaminoso (acompañado de pensamientos y sentimientos de desdén). El hermano débil cuya consciencia no ha sido completamente programada de acuerdo a los preceptos bíblicos, es mandado a no juzgar al hermano más fuerte cuya conciencia ha desarrollado madurez bíblica como pecador (“¡Que pecador es este hermano por comer comida pagana!”). El hermano maduro que sabe acerca que no es necesariamente pecaminoso participar de ciertas cosas si hace con acción de gracias es mandado a no menospreciar o tener en poco al hermano débil (“¡No puedo creer que este hermano tenga escrúpulos por lo que a mi me gusta comer! ¿Por qué no crece y vive su propia vida?”).

Después de advertirles a ambos lados en contra de ese comportamiento poco caritativo, Pablo se dirige de nuevo al hermano maduro.

“Así que, ustedes que son maduros (y conocen la verdad),” dice, “deben sobrellevar las flaquezas de los hermanos débiles limitándose en su libertad Cristiana si saben lo que los hace tropezar. Si ellos participan sin que sus consciencias hayan sido reprogramadas bíblicamente van a pecar porque estarán participando de algo que piensan que podría ser pecado. Cuando participen habrán pecado porque no lo han hecho en fe – y tú que los animas a hacerlo les pones tropiezo haciéndolos pecar, y por lo tanto tú también eres hallado culpable de pecado. Cuando te agradas a ti mismo en vez de agradar y hacer bien a tu hermano débil llevando su carga, ¡estas siendo egoísta!”

La aplicación para ti como esposo cristiano es que cuando no agradas a tu esposa es probablemente porque estás siendo egoísta. Yo sé por experiencia personal que lo que más hace que relegue mis pensamientos de agradar a mi esposa es la preocupación egoísta por mis propios intereses y planes. Con más frecuencia de lo que quisiera admitir, desperdicio tiempo pensando y haciendo cosas que realmente no le importaban tanto el Señor como le importa que me dedique a agradar a mi esposa.

¿Qué me dices de ti? ¿Qué es lo que ocupa más tu mente en tu tiempo libre? ¿Pasas ahora siquiera la mitad del tiempo que solías pasar antes de casarte con tu esposa pensando en cómo agradarla? ¿Haces ahora la mitad de las cosas que hacías por agradarla antes de casarte con ella?

Otro principio que vemos en este pasaje es que agradar a otros involucra sobrellevar sus cargas. Recuerda que debes de tratar a tu esposa como si fuera un “vaso más frágil” (1 Pedro 3:7). Por implicación esto significa que tú eres el más fuerte de los dos. Tú (cómo el más fuerte) debes de sobrellevar las cargas de tu esposa interesándote más en cómo agradarla a ella que en agradarte a ti mismo. ¿Cuán a menudo sobrellevas sus cargas escogiendo agradarla?

Un tercer matiz en este pasaje sobre el tema de agradar a otros tiene que ver con tu motivación.

¿Por qué quisieras agradar a tu esposa?

“¡Porque si ella es feliz, yo voy a ser feliz! ¿Correcto?”

¡Errado! Aunque probablemente serás más feliz en la medida en que la agrades (“El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” Efesios 5:28), no debes tratar de agradarla por motivos egoístas. En vez de eso, “cada uno de nosotros” debe “agradar a su prójimo por su bien, para su edificación.” Así que tu motivación para agradar a tu esposa debe ser para su bien, para su edificación.

“¿Cómo es que agradar a mi esposa le hace bien y cómo la edifica?”

• Modela para ella un amor sacrificial genuino como el de Cristo el cual ella puede imitar (cf. 1 Juan 4:19)

• Crea un ambiente a su alrededor que le hace más fácil obedecer a Dios.

• Le ayuda a evitar que se vuelva resentida por tu egoísmo.

Desde luego, como todo en la vida, tu mayor motivo para hacer todo lo que hagas debe ser agradar y glorificar a Dios (1 Cor. 10:31).

El segundo pasaje en el que se habla de agradar a otros en un buen sentido es 1 Corintios 10:32–33.

“No seáis motivo de tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios; así como también yo procuro agradar a todos en todo, no buscando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.”

Nuevamente, el contexto tiene que ver con la comida que se come (que en este caso había sido sacrificada a los ídolos). Aquí también, Pablo urge a su audiencia y a los lectores de esta carta a ser cuidadosos de que su libertad Cristiana no ofenda innecesariamente a otros (haciéndoles pecar). Pero en este caso expande el territorio de los posibles “ofendidos” incluyendo no solamente a los creyentes (“La iglesia de Dios”) sino también a los no creyentes (“judíos o griegos”). Pablo estaba dispuesto a dejar de lado sus derechos y libertades para agradar a “todos los hombres” (otra referencia a los creyentes y no creyentes) en todas las cosas. ¿Qué tan dispuesto estás tú a dejar de lado tus derechos y libertades para agradar a tu esposa? Pablo está otra vez desinteresadamente poniendo los beneficios de otros antes que los suyos. ¿Qué tan frecuentemente sacrificas tus propios placeres para agradar a tu esposa?

Déjame mencionar una cosa más acerca de los motivos. Tu motivación en este sentido es lo que determina más que cualquier otra cosa si estás agradando a los hombres de manera correcta o incorrecta (cf. Gal. 1:10; Ef. 6:6; 1 Cor. 10:33). ¿Quieres agradar a otros porque buscas el favor de los hombres y “amas más el reconocimiento de los hombres que el reconocimiento de Dios” (Juan 12:43), o porque los quieres ganar para Cristo o beneficiarlos bíblicamente de alguna otra forma?2

Otro elemento sobre agradar a tu esposa que quisiera tratar tiene que ver con tu conocimiento sobre las cosas que son importantes para ella. Probablemente hay muchas cosas que para ella son más importantes que para ti – cosas que ella aprecia más que tú. Mi esposa, por ejemplo, le da más valor que yo a tener nuestro hogar organizado para que todo sea hecho “decentemente y con orden.” Quizá esto esté relacionado con su responsabilidad bíblica de ser “hacendosa en el hogar” (Tito 2:5). Un poco de desorden no es tan perturbador para mí como lo es para ella. Mantener la casa ordenada, bien arreglada, sin desorden alguno es algo mucho más importante para ella que para mí. Si yo quiero agradarla, trataré, tanto como me sea posible de acomodarme a sus deseos.

A la luz de esto, quisiera darte un consejo que te ayudará a aprender un buen número de cosas que son importantes para ella. Cada vez que tú y tu esposa tengan un conflicto, pregúntate, “¿Qué es lo que ella espera de mi que piensa que no le estoy dando?” Desde luego, tienes que preguntárselo si ella no te lo hace saber de manera clara en el conflicto. La respuesta a esta pregunta usualmente te mostrará la esencia de lo que ella evalúa y la sustancia de lo que es más importante para ella.

Usualmente cuando tu esposa inicia el curso de una conversación que termina en conflicto es porque ella desea algo que no le estás dando, o que de alguna manera estás impidiendo que lo tenga. Ahora esos deseos pueden ser justos o injustos, pueden ser razonables o irrazonables. Quizá fundamentalmente son buenos deseos o quizá sean deseos desordenados, es decir, buenos deseos que ella desea con demasiada intensidad – quizá hasta el punto de llegar a la idolatría, pero todos estos deseos, son deseos de su corazón, y debes tratar de entenderlos. Tú, como su líder espiritual, debes de ayudarla a desarraigar (destronar) esos deseos que se han convertido en ídolos. (En el capítulo nueve, Cariño, necesitas una Ducha, encontraras ayuda adicional para trabajar junto con Dios en el proceso de la santificación progresiva de tu esposa). Aquellos deseos que son legítimos debes de hacer un esfuerzo para satisfacerlo como parte de tu responsabilidad de agradarla. Mientras aprendes las cosas que son importantes para ella (aquellas cosas que ella valora y en los cuales muy probablemente están basados sus deseos) y mientras empiezas a complacer esos valores y deseos que no son pecaminosos, estarás agradando a tu esposa de una manera muy loable. Así que, la próxima vez que tengan un conflicto no consideres haberlo solucionado hasta que hayas descubierto al menos alguna cosa que ella quiere, desea o valore.

Al final de este capítulo se encuentra una hoja de trabajo titulada Cosas Que Son Importantes Para Mi Esposa para que registres las cosas que ella valora más que tú. Quizá querrás escribir algunas cosas que hayas aprendido acerca de ella que deben estar en la lista. Después de escribir las primeras cosas empieza a registrar lo nuevo que aprenderás durante los conflictos que tendrás con ella en el futuro.

También al final de este capítulo encontraras una segunda hoja de trabajo que tiene por título Cosas Que Puedo Hacer Para Agradar A Mi Esposa. Esta es para que registres lo que hayas pensado sobre cómo agradar a tu esposa mientras leías este capítulo, como también otras formas en las cuales has pensando para el futuro.

Cosas Que Son Importantes Para Mi Esposa

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Cosas Que puedo Hacer para Agradar a Mi Esposa

1. Darle un tiempo especial de atención diario por al menos  minutos.

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1 Jesús en Mateo 19:10–12 da otras tres excepciones a la regla cuando habla de los tres tipos de eunucos en los cuales Él de manera deliberada pone en medio estas afirmaciones. “No todos pueden aceptar este precepto, sino sólo aquellos a quienes les ha sido dado” Estas dos afirmaciones directamente implican que Jesús estaba dando una excepción a la regla citada en Gen. 2:18

2 Hay tres secciones de una serie titulada, “Cómo Vencer el Deseo de ser Aprobado” que están disponibles en Calvary Press y que puedes obtener llamando al número 1-800-789-8175.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 151–164). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

7-CÓMO DEFENDERME SIN VENGARME

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Seite

CÓMO DEFENDERME SIN VENGARME

a1En el último capítulo quizá te preguntaste, “¿Cómo puedo vencer los sentimientos de amargura hacia mi esposa?” En este capítulo examinaremos detalladamente la respuesta a esta pregunta.1 Sigue leyendo mientras establezco las bases necesarias para hacerlo.

Contrario a lo que puedas haber pensado cuando te “enamoraste” de tu esposa, tú no fuiste impactado por algún estímulo externo como la “flecha de Cupido” o el “rayo” de algún personaje místico del matrimonio. Fuiste tú quien creaste esos sentimientos románticos con las cosas que te decías a ti mismo sobre ella y con lo que hacías por, para y con ella. En otras palabras, tu propio corazón produjo esos sentimientos maravillosos como resultado de tus pensamientos y acciones. Algo parecido a lo que sucede con el principio de la raíz de la amargura (Capítulo Seis), pero al revés. Cualquier amargura, herida o resentimiento que ahora tienes contra ella es el resultado de tus pensamientos y acciones. Muy probablemente tú desarrollaste sentimientos cálidos y amorosos hacia ella cuando la cortejabas. Si ahora tus sentimientos son amargos es porque de una u otra manera has dejado de cortejarla. Tu falta de cortejo ha quitado fuerza al “generador emocional del amor” en tu corazón. Además de esto, los pensamientos malos y reoncorosos que ahora tienes respecto a ella (en contraste a los pensamientos buenos y amorosos que tenías durante el cortejo) son como un tubo de hierro en el “generador” que impide que aquellos sentimientos amorosos se desarrollen. Es tan sencillo como esto.

Si quieres revivir aquel romance que alguna vez tuviste con tu esposa, tienes que cambiar tanto tu manera de pensar de ella como las cosas que haces por ella. Tendrás que empezar a cortejarla de nuevo, y tienes que empezar ahora mismo – aunque tengas algunos sentimientos de amargura en tu corazón.

¿Quién en la Biblia se enamoró?

¿Puedes pensar en alguien en la Biblia que se enamoró? Las personas en las que estoy pensando las encuentro en el Nuevo Testamento.

“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: “El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete candelabros de oro, dice esto: ‘Yo conozco tus obras, tu fatiga y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos. ‘Tienes perseverancia, y has sufrido por mi nombre y no has desmayado. ‘Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor. (Apocalipsis 2:1–4)

La iglesia en Éfeso había perdido la intensidad, fervor y devoción por Cristo. Sin duda, la intensidad de su fervor emocional había declinado. Nota, sin embargo, lo que el Señor no le aconsejó. Él no les dio una solución sentimentalmente orientada como: “Necesitan buscar más en lo profundo de su corazón y renovar ese sentimiento ardoroso que tenían cuando se convirtieron en cristianos.” De hecho, no les mandó a que se emocionaran de ninguna manera. En vez de eso, les dijo que cambiaran la manera en que pensaban tanto como la manera en que actuaban.

“ ‘Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar, si no te arrepientes.” (Apocalipsis 2:5)

Este mismo consejo puede ser legítimamente aplicado a los esposos que han dejado de amar a sus esposas como una vez lo hicieron. El consejo de Cristo a los efesios fue triple. En primer lugar, “Recuerda … de dónde has caído.” Esto es “recuerden cómo solía ser cuando me amaban fervientemente.” La memoria puede ser un arma espiritual efectiva (Salmo 42:6; 119:55; 143:5; Lam. 3:21). Es probable que si el amor por tu esposa se ha enfriado, hayas olvidado como solían ser las cosas. Cuando te casaste con tu esposa, tenías el hábito de hacer amorosamente ciertas cosas con ella, para ella, y por ella que has dejado de hacer, y de pensar ciertas cosas sobre ella que has dejado de pensar. El primer paso para recobrar el amor perdido por tu esposa es recordar qué tanto ha decaído tu amor por ella, y especialmente qué tanto has dejado de hacer las cosas amorosas que acostumbrabas hacer por ella.

La segunda cosa que Cristo mandó a la iglesia de Éfeso fue que se “arrepintiera.” Ellos fueron instruidos a cambiar su mente y sus acciones. Igualmente tú, debes cambiar los patrones de pensamiento pecaminosos que has desarrollado en relación a tu esposa, así como tus acciones (pecados de omisión y de comisión) en contra de ella.

El tercer y último consejo de Cristo a los efesios fue “haz las obras que hiciste al principio.” El Señor les mandó a hacer de nuevo las cosas que hacían al principio – cuando su amor por Cristo era ardiente y lleno de celo. Así también tú, tienes que hacer las obras que hiciste al principio, para, con y por tu esposa y reemplazar cualquier sentimiento de amargura por ella con sentimientos de amor. A medida que cambies la manera en que tratas a tu esposa y piensas acerca de ella, tus sentimientos también cambiarán proporcionalmente para bien.

Kim y yo habíamos estado casados por menos de un año. Un sábado por la mañana ella se sintió herida por algo que yo hice. A pesar de cuánto traté, no pude resolver el conflicto con palabras solamente. Después de 20 ó 30 minutos, decidí hacer algo radical. Le escribí una nota diciéndole que iba a salir a la tienda, aclarándole que estaría de regreso en un momento. Dejé la nota en la cocina y salí para comprarle unas flores. Recuerdo vívidamente el viaje mientras iba a la florería. Estaba herido y muy enojado con Kim mientras suplicaba al Señor: “Por favor ayúdale a darse cuenta de cuán irracional está siendo.” Repasaba en mi mente el conflicto y de manera parcial estaba cultivando una raíz de amargura; sin embargo, estaba en proceso de mostrarle mi amor. Mi mente luchaba contra el deseo de maldecirla, pero mi cuerpo estaba en el proceso de bendecirla. Me encontraba, como un acto de mi voluntad y en directa contradicción a mis emociones, tratando de vencer con bondad lo que yo percibía como su maldad. “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (Rom. 12:21).

Mientras continuaba manejando hacia la tienda, luchando con la amargura, mis emociones seguían atormentándome. Caminé a la tienda determinado a “defenderme” bíblicamente, aún batallando con mis sentimientos de amargura. Y entonces sucedió. En el momento que tomé aquellas flores, mi patrón de pensamiento y mi respuesta emocional cambiaron inmediata y radicalmente.

“No puedo esperar a ver la expresión de su rostro cuando le dé estas flores,” pensé. “Tan pronto las vea se va ablandar. No podrá seguir más molesta conmigo. Esto va a impactarle. ¡No podrá resistirse!”

El camino de regreso a casa fue bastante diferente que cuando iba hacia la florería. Estaba muy emocionado ensayando lo que iba a decirle (Prov. 15:28). Mi corazón se empezó a llenar de sentimientos de amor que estaban completamente ausentes por la mañana. De hecho estaba esperando la conversación que tendríamos.

Caminé hacia la puerta con una actitud totalmente distinta a la que tenía cuando salí. Cuando le di las flores, Kim reaccionó obviamente emocionada. Yo sabía que las flores no iban a resolver el problema, pero probablemente abrirían las puertas para que lo resolviéramos bíblicamente. Cuando Kim se dio cuenta que yo iba a mostrarle amor a pesar de que ella estaba siendo menos que amorosa hacia mí, simplemente se ablandó. En cuestión de diez minutos el conflicto fue traído a una resolución totalmente bíblica.

Tu dirás, “no puedo verme a mí mismo haciendo esto, mientras estoy molesto con ella.”

Es entonces cuando probablemente tienes que hacerlo. Veamos más detenidamente el pasaje que habla de “vencer con el bien el mal.”

Nunca paguéis a nadie mal por mal. Respetad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres. Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: MÍA ES LA VENGANZA, YO PAGARÉ, dice el Señor. PERO SI TU ENEMIGO TIENE HAMBRE, DALE DE COMER; Y SI TIENE SED, DALE DE BEBER, PORQUE HACIENDO ESTO, CARBONES ENCENDIDOS AMONTONARÁS SO-BRE SU CABEZA. No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.” (Romanos 12:17–21)

Me gustaría que enfocaras tu atención en la última parte del verso: esta declaración resume el párrafo precedente; el río hacia el cual todos los demás versos convergen. “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal.” Este imperativo contiene dos mandatos difíciles que necesitan explicación. El primer mandato es “No seas vencido por el mal.” Otra manera de decir esto es, “no querrás perder en tu batalla contra el mal.” Piensa en esto. Eres llamado a no perder esa batalla. Así que, si pierdes en la lucha contra el mal, has pecado.

“¿Es eso lo que quiere decir en verdad?”

¡Sí!

Sin embargo, antes de que explique más, debo señalar que el lenguaje de este párrafo entero es de guerra (Rom. 12:17–21). A pesar de que algunos creen que el cristianismo es pacifista, la Biblia está llena de terminología de guerra e instruye al creyente a tener la mente de un soldado. Este pasaje es un ejemplo claro de esto.

En el verso 17, se nos advierte del uso inapropiado de las armas y nos instruye sobre la importancia de desarrollar un plan de batalla. El verso 18 subraya la importancia de la paz (la antítesis y el resultado deseado en una guerra). El verso 19 nos advierte no tomar venganza personal, y nos brinda direcciones sobre qué hacer y qué no hacer en las represalias. El verso 20 nos ofrece instrucciones sobre cómo destruir al enemigo (con brasas de fuego). El verso 21 menciona dos veces el término usado en la guerra para conquistar (vencer).

Ahora, ¿Quién es el enemigo en este pasaje? El enemigo es el mal – gente mala y el mal que la gente hace. Así que aquí estás peleando contra el mal (digamos que algún pecado que tu esposa está cometiendo en tu contra), y Dios dice que tú no debes perder. Esto es, no debes permitir que el pecado de ella te venza.

• No debes retirarte.

• No debes rendirte.

• No debes renunciar.

• No debes tirar la toalla.

• No debes ser cobarde.

• No debes permitir que el mal prevalezca en contra tuya.

• No debes permitir que su pecado te haga pecar contra ella.

Síntomas de fatiga en la batalla

¿Cuántas batallas has perdido? ¿Tienes algunos síntomas de fatiga a causa de la batalla? He aquí unos pocos indicadores comunes de que quizá ya hayas sido vencido por el mal.

• Decir cosas como, “Ella nunca cambiará,” ó “ya no puedo vivir con esta mujer más tiempo.”

• Permitir que haya en tu corazón amargura contra ella.

• Renunciar a tu liderazgo espiritual (“Después de todo ella no me dejará dirigir”).

• Limitar innecesariamente el alcance de tu comunicación por los intentos fallidos para resolver conflictos en el pasado.

• Permitir que la ira evite que la confrontes bíblicamente.

• Enojarte de forma pecaminosa, estar ansioso o deprimido por las cosas dolorosas que ella te ha hecho.

• Permitir que tus “sentimientos heridos” eviten que cumplas tus responsabilidades bíblicas como esposo y/o padre. Recurrir a actos de venganza pecaminosos como: chisme, aislamiento, calumnia, apodos, quejas, berrinches, mal humor, amenazas, altercados, leguaje abusivo.

Si tienes aunque sea uno de estos síntomas de fatiga, es casi seguro que estás perdiendo la batalla permitiendo que el pecado de tu esposa te venza. Has respondido con pecado al pecado y este patrón es una violación de la primera parte de Romanos 12:21 que manda: “No seas vencido por el mal.”

Pero por difícil que pueda resultarte creer esto, el segundo mandato en este verso puede tentarte a la incredulidad porque es aún más difícil de obedecer.2 El mandato en la segunda parte de Romanos 12:21 es: “vence con el bien el mal.” Lo que Pablo en esencia está diciendo es, “No debes aceptar otra cosa menos que la victoria en la batalla personal con el mal.” Esto es, debes ganar la batalla. Para ponerlo de otra manera, Pablo está diciendo, “No debes dejar de perseguir al enemigo hasta que él/ella haya sido vencido.” Aquí no puede haber estancamiento, empate, tregua, acuerdos, desarme mutuo o cese de fuego antes de la victoria. No debes ser quien dice “no puedo más.” Tienes que luchar hasta vencer el mal con el bien. El asunto no es cuánto tiempo puedes soportar que ella te ataque. Más bien se trata de cómo usar los recursos que Dios te ha dado para derrotar al enemigo?” Este mandato no sólo requiere que ganes la batalla sino que define los medios que debes usar para garantizar esa victoria. Dios no sólo está interesado en si ganas o pierdes, sino en la forma en que vas a hacerlo. Los medios son muy importantes para Dios. Y el único medio por el cual debes derrotar al enemigo (de hecho el único medio por el cual podrás derrotar al enemigo), es a través del el uso del bien. Tus armas sólo deben ser aquellas que a los ojos de Dios son consideradas “bien.” Con estas armas de vanguardia que Dios te provee puedes pelear con más fuerza que tu oponente femenina. Golpe por golpe, el bien es más poderoso que el mal.

“Esta venganza no me suena tan cristiana. Además, Romanos 12:17–19 parece prohibir toda clase de venganza.”

Empecemos a desempacar todo este pasaje.

Nunca paguéis a nadie mal por mal.” (Romanos 12:17).

Este pasaje de hecho no prohíbe todas las formas de venganza. Prohíbe vengarse con los mismos métodos. No debes vengarte con las mismas armas – esto es, con el mal. Debes presentar batalla, pero sólo puedes hacerlo con el bien. Las municiones con las que cargues tu arma deben ser balas que sean certificadas bíblicamente como “bien.” Tu intención no es lastimar a tu esposa sino bendecirla con bondad, hasta que la bondad tome su pecado y la mueva a arrepentirse (cf. Romanos 2:4).

Considera dos pasajes más del Nuevo Testamento que contradicen el método de dejarse derrotar pasivamente.

No devolviendo mal por mal, o insulto por insulto, sino más bien bendiciendo, porque fuisteis llamados con el propósito de heredar bendición. (1 Pedro 3:9)

En vez de devolver mal por mal o insulto por insulto, debes (activamente) bendecir. Esto difícilmente es una respuesta pasiva.

Mirad que ninguno devuelva a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos. (1 Tes. 5:15)

El término “procurad” en este verso puede ser correctamente interpretado como “perseguir,” así como lo dice Romanos 12:14 “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.” El pasaje puede ser entendido de la siguiente manera: “vean que nadie pague mal por mal; más bien persíganse unos a otros con el bien.” Esto difícilmente es una respuesta pasiva.

“Pero, ¿qué hay de Mateo 5:39 que nos manda a poner la otra mejilla? Lo que tú estás diciendo parece contradecir las palabras de Cristo, ¿no es así?”

De ninguna manera. Mateo 5:39 es un mandamiento más agresivo de lo que te imaginas. De hecho, es un arma ofensiva diseñada para ganar la guerra contra el mal. Jay Adams escribe en su libro Cómo Vencer el Mal:

La falsa interpretación de que “poner la otra mejilla” equivale al derrotismo, a dejarse pisotear pasivamente (“todo lo que puedo hacer es quedarme aquí y dejar que limpies tus botas sucias conmigo”), al pacifismo o la no agresión debe ser expuesta por lo que es – una tergiversación no-cristiana de la verdad. La Biblia enseña en todas partes que el cristiano debe luchar agresivamente en contra del mal y vencerlo con el bien.

El cristiano no puede tomar una actitud en contra del mal más pasiva de la que tomó nuestro Señor. Él vino a este mundo para hacer cautiva la cautividad. Vino a destruir las obras del maligno y a anular su poder (Hebreos 2:14). Él “despojó a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público” (Colosenses 2:15). No hubo nada pasivo en la cruz. La cruz fue activa. Él se estaba sacrificando por los pecados de Su pueblo para liberarlos de las cadenas del pecado y del diablo. ¿Por qué entonces querrá el creyente de manera voluntaria someterse a esta clase de cadenas de nuevo?

La Biblia habla de un derrocamiento violento, no pasivo, del enemigo. Él debe ser despedazado, demolido y totalmente devastado. No se le debe ceder ningún territorio. Su poder debe ser destruído.

La posición del cristiano es la más violenta y agresiva de todas.3

Recuerda que el enemigo no es tu esposa, sino el mal con que ella ocasionalmente te aflige. No es que debas eliminar a tu esposa; debes eliminar el mal que ella hace. Déjame ilustrar con metáforas más vívidas la manera en que debes combatir el mal que tu esposa haga:

• Si tu esposa te dispara un mal como con una pistola de balas de corcho, dispárale tú un bien como con una pistola de gas lacrimógeno.

• Si ella dispara un mal como con una pistola de agua, responde tú con un bien como con un lanzallamas.

• Si ella te lanza un acto pecaminoso como arvejas a la cabeza con una cerbatana, respóndele con un acto de nobleza como con misiles.

• Si ella usa una honda haciendo un mal, usa tú una bazuca haciendo un bien.

• Si ella se aparece cometiendo un pecado como con un misil SCUD, lanza tú un acto bondadoso como con un misil Patriota.

El imperativo en Romanos 12:17b requiere que tengas un plan de batalla en mente: “Procurad lo bueno delante de todos los hombres.” (RV60)

Pocas traducciones expresan el significado literal del verbo con que comienza este mandato. Es un participio que literalmente significa “pensar de antemano.” Dios está diciendo que debes tener un plan de antemano para responder al mal antes de que comience la próxima batalla. Así es, tú debes anticipar de antemano (cf. Prov. 15:28) cómo vas a responder al conflicto para que cuando te encuentres en medio de la batalla, no respondas lo malo con lo malo, sino que respondas con lo bueno. Así es como son adiestrados los soldados para la guerra en su entrenamiento básico. A ellos se les instruye para pelear antes de enviarlos a la batalla, para que cuando estén en ella respondan automáticamente de la manera correcta.

¿Sabes cómo vas a responder a tu esposa la próxima vez que ella peque contra ti? ¿Tienes preparado tu arsenal? ¿Has limpiado y cargado tus armas? ¿Has practicado pelear con ellas? Sí no es así, lo más probable es que cuando ella comience a disparar, tú vas a echar mano de la primera y más familiar arma (aunque pecaminosa) a tu disposición y serás vencido por el mal con que ella te esté atacando, en lugar de vencer con bien ese mal.

El siguiente mandato tiene dos cláusulas – una es condicional, y la otra es incondicional.

Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.” (Romanos 12:18)

La primera estipulación es condicional, “Si es posible … estad en paz con todos los hombres” (creyentes y no creyentes). No siempre es posible para los cristianos estar en paz con los que no son creyentes – incluso en el matrimonio (cf. 1 Cor. 7:15). Pero no existe razón alguna para que dos creyentes no aprendan a estar en paz. De hecho, la Biblia les manda lo siguiente: “Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef. 4:3 NVI).

La segunda afirmación es incondicional, “en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres.” Debes “Buscad la paz con todos” (Heb. 12:14) a pesar de su respuesta para contigo. La obediencia a Dios no depende de la respuesta de tu esposa. Tu amor por ella no debe ser condicional, es decir, no depende del amor que ella te tenga. Independientemente de su disposición para estar en paz contigo, debes estar dispuesto a estar en paz con ella – especialmente si ella es una hermana en la fe.

Ahora, si tu esposa no está en paz contigo, no asumas que es porque no está en paz con Dios. Una razón podría ser por ciertas cosas que “dependen de ti.” Déjame sugerir con tres preguntas algunas razones por la cuales ella podría no estar en paz contigo.

1. ¿La he provocado yo al mal? El mal de tu esposa en contra tuya puede ser en parte una respuesta pecaminosa a un mal que tú le hiciste a ella primero. Aunque esto no la exonera de su error, tú debes buscar su perdón por cualquier cosa que hayas hecho para provocarla al mal.

2. ¿He agravado su mal con una respuesta pecaminosa? Es posible que, en vez de responder con bien a su pecado, hayas respondido de la misma manera (quizá hasta con más maldad que la que ella usó contra ti) y esa respuesta pecaminosa de tu parte haya contribuido en gran manera a la falta de paz entre ustedes.

3. ¿He prolongado el problema por no tratar con él de inmediato? De acuerdo a Mateo 5:23, 24 los conflictos entre los creyentes deben resolverse de inmediato: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” Mientras más esperes para resolver un problema, más será la amargura y la sospecha que pueda echar raíces y provocar resentimiento.

El siguiente mandato en nuestro texto se encuentra en el verso 19.

“Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

¿Alguna vez te has preguntado por qué la Biblia prohíbe que tomes venganza por ti mismo? ¿Por qué insiste en que Él lo hará por ti? Existen al menos dos razones. Primero, Dios no te ha dado a ti (ni a ninguna otra persona) la autoridad para tomar venganza personal contra alguien. En este pasaje, como recordarás, Pablo trata sobre los conflictos personales contra gente malvada, o el mal que la gente hace. En el capítulo siguiente (Romanos 13) Pablo se enfoca en el derecho corporativo o gubernamental de las autoridades establecidas por Dios para ejecutar venganza: “pues es ministro es de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo” (Rom. 13:4). ¿No acabamos de ver esos términos “ira,” “venganza” en Romanos 12:19–20: “Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”?

Como ves, la venganza no es para que tú la tomes de manera personal e individual. Es un asunto judicial, no personal. En última instancia, Dios es el único que corregirá todas las injusticias. La venganza es en contra de la ley moral de Dios porque no reconoce la justa y legal ejecución del juicio de Dios, el cual Él traerá a su debido tiempo. En otras palabras, la venganza implica ser impaciente con Dios. Debes recordar que los pecados de algunos hombres no siempre son corregidos de inmediato (cf. 1 Tim. 5:24).

La venganza no te pertenece a ti. Le pertenece a Dios. “Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” Si Dios te dijera, “Ésta es mi corona,” ¿caminarías hacia a Él y se la quitarías de la cabeza?

“Desde luego que no, ¡eso sería robar (sin mencionar que sería una tontería)!”

Entonces, ¿qué piensas que estás haciendo cada vez que quieres tomarvenganza? Le estás robando a Dios. No lo hagas. Él no te ha dado esa autoridad.

La segunda razón por la que te está prohibido ejecutar tu propia venganza es porque realmente no tienes la habilidad para hacerlo, es decir, no tienes toda la información necesaria para hacer un juicio justo.

Echa un vistazo a 1 Corintios 4:5

“Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de parte de Dios.”

Hay cosas ocultas que tú no conoces y que sólo el Señor las sabe. Supón que tu enemigo está sufriendo de un desorden físico que lo hace más vulnerable al enojo. Aunque esto no lo exonere de su culpabilidad, requiere de un poco más de misericordia de la que tú estarías dispuesto a tener si no tienes todos los hechos. O supón que esta persona ha hecho lo mismo a doce personas más en el mismo mes y merece un juicio más severo de lo que tú crees que se merece. Además, no sabes cuáles son sus motivos. Estos podrían ser mejores o peores de lo que te das cuenta. Sólo Dios sabe esto: “pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón” (1 Sam. 16:7). La medida de venganza requerida por la justicia de Dios está sujeta al conocimiento que Él tiene de los motivos de los hombres, un conocimiento al que tú no tienes acceso. Mantén esto en mente la próxima vez que te sientas tentado a vengarte de tu esposa.

Ahora estamos listos para develar la última arma para lidiar con aquellos que nos hacen mal (verso 20).

“Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza.”

“¿No hemos visto este verso en alguna otra parte?”

Sí y no. En el Capítulo Cinco vimos y explicamos el verso del Antiguo Testamento donde habló Salomón, el cual Pablo cita (y amplifica) en nuestro pasaje. Yo mencioné que “Jesús nos dijo que amáramos a nuestros enemigos,” y “Salomón nos dijo cómo hacerlo.” El punto, como recordarás, era que debemos amar a las personas satisfaciendo sus necesidades (no sus deseos). El arma principal que debemos usar contra los que nos hacen mal es amarlos – llenar sus necesidades. La mejor manera de vencer el mal que tu esposa te hace es amándola – llenando sus necesidades. Mira de nuevo la lista donde anotaste sus necesidades y tus recursos (al final del Capítulo Cinco). Examina también la lista de las formas en que puedes demostrarle amor a tu esposa (Apéndice D). Planea de antemano vencer su mal con el bien llenando sus necesidades en amor. La hoja de trabajo al final de este capítulo te ayudará a empezar a acumular un arsenal para enfrentar el próximo conflicto.

“Está bien, entiendo las instrucciones. Pero, ¿Qué es eso de los “carbones encendidos?”

Puesto que prácticamente todo lo que he escrito en este capítulo lo he “aprendido, recibido y oído” de mi amigo, mentor (y compañero de pesca), el Dr. Jay E. Adams, dejaré que sea él quien responda esta pregunta con sus propias palabras: “los carbones encendidos son las buenas obras amontonadas en él.” El Dr. Adams continúa,

“Recuerda que Pablo tiene la guerra en mente. En sus días, no había lanzadores de llamas, pero ellos sabían que el fuego era un arma efectiva. Si puedes poner ascuas (brasas sin humo que no se detecten, como la palabra indica aquí) en la cabeza de tus enemigos, te desharás de ellos eficazmente. Los someterás y vencerás. Imagina que tienes tus tropas arriba esperando tus órdenes cuando pase el enemigo. Secretamente has calentado grandes cantidades de carbones y cuando tus enemigos pasan debajo de ti, sin que ellos lo sospechen, tú ordenas a tus tropas que arrojen los carbones encendidos sobre sus cabezas. ¡Los tienes! ¡Los has vencido! ¡No podrán escapar! Los paraste en seco. Ésta es la imagen.”4

Ahora que tienes un entendimiento básico de las órdenes de guerra, déjame crear el escenario de un campo de batalla para veas por ti mismo cómo aplicar este pasaje en el contexto de tu matrimonio. Los ejemplos empleados en la próxima ilustración quizá no sean las mejores armas para que uses con tu esposa. Su propósito es solamente darte una idea básica de cómo defenderte sin que te vengues. Parte de tu responsabilidad con tu esposa es vivir con ella de manera comprensiva y esto implica conocer cuáles son las cosas buenas que pueden vencer efectivamente sus respuestas pecaminosas particulares.

Tu esposa te informa que necesita nuevos utensilios para la cocina. Tú no estás de acuerdo en que sea algo que realmente necesite, pero después de escuchar su apelación le autorizas que haga la compra. La única restricción que le pones es que no gaste más de $25.00.

Primer conflicto: Ella regresa a casa con la versión más cara de los utensilios. Le costaron $63.50. Eso ha sido como haberte impactado justo en el cuello con semillas lanzadas con una cerbatana.

Ahora, ¿Qué es lo que vas hacer? ¿Vas a liberar tu serpiente cascabel en su contra usando argumentos anti-bíblicos? No. Esta vez vas a hacer lo que has estado planeando hacer desde la última vez que ignoró tus instrucciones de manera descarada. Vas a sacar tu arma y cuidadosamente vas a cargarla con bien. Después de controlarte y decirle algo amable acerca de los utensilios de cocina, los cuales crees que son superficiales, te vas a sentar con ella y de manera gentil le vas a preguntar si recuerda tus instrucciones para asegurarte que tienes la información correcta antes de reprobarla. Si es necesario amonestarla asegúrate que entiende que no te desobedeció a ti sino a la Escritura que dice que la mujer debe estar sujeta a su marido en todas las cosas que no son pecaminosas (Ef. 5:22–24; 1 Pedro 3:1–6). Después de todo, la Biblia dice en 2 Timoteo 2:24–25: “… el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen …” Y ese tipo de respuesta bíblica es muy buena.

Segundo conflicto: Antes de que termines la primera oración de tu argumento, ella se pondrá a la defensiva. Mientras intentas de nuevo, ella levanta su voz, te acusa de ser “tacaño” y se pone a llorar, “¡No me amas! ¡Nunca me compras nada de lo que te pido sin que me hagas sentir miserable! ¡Lo necesito, y no lo voy a regresar!” Después de esto ella sale del cuarto apresuradamente hacia el dormitorio azotando la puerta tan fuerte que tres cuadros y un adorno se caen de la pared. Te ha abierto un agujero en la cabeza con una pistola calibre 45. ¿Qué es lo que harás?

Lo que harás es ir en oración a tu arsenal bíblico y sacar tu Magnum calibre. 375. Tú ya habías pensado en esto previamente. Así que no hay problema. Lo habías practicado muchas veces en tu mente. Decides que mientras ella está en la recámara enojada contigo, vas a lavar los platos, después de haber limpiado el piso. Entonces le harás una taza de té y se lo llevarás en una bandeja, junto con unas flores frescas cortada de tu jardín, en su florero favorito. “¡Sí!” afirmas para ti mismo. “Esto la hará entrar en sí. No se puede resistir a esto.” La anticipación crece.

Mientras haces esas cosas amorosas por ella, tus sentimientos empiezan a cambiar. Sientes como si un resorte te permitiera saltar a cada paso y una canción empezara a salir de tu boca. “¡Esto la hará volver en sí! ¡Victoria, la dulce victoria está cerca!”

Tercer conflicto: Mientras vas camino a la recámara con el té y las flores, ella se te queda mirando. Antes de que puedas siquiera pronunciar una palabra, ella clama, “Eres un egoísta. Me arrepiento de haberme casado contigo. Por favor vete de aquí y déjame sola.” Se niega a que le hables y te da la espalda. Mientras sales por la puerta, te sientes sorprendido y confundido de que haya rechazado tal amabilidad. Lo que hizo fue clavarte una daga en el corazón y te encuentras sangrando gravemente. Oras, “Señor, ¿Qué debo hacer? No estaba preparado para esto.”

Tu mente trata de recordar qué otra arma puedes sacar del arsenal, pero nada parece apropiado para esta batalla, así que tomas tu Biblia y empiezas a buscar pasajes apropiados que te ayuden en tu próximo plan. Empiezas leyendo Gálatas 6:1 “Hermanos, aun si alguno es sorprendido es alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo con un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Mientras oras encuentras en tu Biblia 23 pasajes de referencia cruzada. Poco a poco el nuevo plan empieza a hallar forma.

Te propones escribirle una carta. “Ella realmente ama cuando le escribo cartas,” piensas. Le confirmaré el amor que siento por ella, reconociendo cualquier falta de la que estoy consciente, y le haré saber que estoy dispuesto a hacer todo lo que la Biblia manda para resolver el conflicto. También le recordaré que ella como cristiana, tiene la responsabilidad de resolver este problema de manera bíblica. La Escritura será la base de mis argumentos.” Una vez que has terminado la carta, de manera amable caminas hacia la recámara donde está recostada en la cama, llorando. La abrazarás demostrándole tu amor y le darás la carta mientras le dices que la estarás esperando en la sala para que solucione el problema de acuerdo a los principios de la Biblia, asegurándole que tú harás lo mismo. Después de irte de la recámara, la dejas para que pueda “digerir la situación” mientras lee la carta, mira las fiores y el té que le trajiste, recuerda las cosas que hiciste, y sobre todo el amable espíritu con el cual le has implorando que se arrepienta.

Entonces sucede lo que esperabas. Mientras estás sentado en el sofá de la sala orando para una resolución, escuchas que se abre la puerta de la recámara. Mientras camina, notas que hay lágrimas en sus ojos. Camina hacia a ti abrazándote y agradeciéndote por la respuesta amorosa que le diste, y pidiéndote perdón por sus reacciones pecaminosas. Mientras continúas hablando con ella, el problema llega a una conclusión bíblica y así ambos caminan más cerca uno del otro y cerca del Señor.

Ahora, la idea de ver a tu esposa como un enemigo, como lo he sugerido en este capítulo, puede o no aplicarse a ti. Pero recuerda que la Biblia no sólo te manda a que ames a tu esposa (Ef. 5:25; Col. 3:19), también te manda a que ames a tu prójimo (Lev. 19:18)5 y a tu enemigo (Mat. 5:44). Como a veces le digo a mis aconsejados, “Si encuentras difícil amar a tu esposa como tal, trata de amarla como a tu vecino. Si eso todavía es difícil, entonces ámala como a tu enemigo.” El punto es que ya sea que la ames como si fuera tu enemigo, tu vecino o tu esposa, no tienes opción; como cristiano debes amarla y vencer el mal que hace con bien.

Maneras En Las Que Puedo Vencer El Mal Con El Bien

Haz una lista de las distintas formas en que puedes “vencer con el bien el mal” al responder a tu esposa cuando ella peque contra ti en el futuro. Revisa el Apéndice D: “Maneras Específicas de Dem ostrar Amor a Tu Esposa” para que te ayude a obtener armas precisas para la próxima batalla.

1 Una vez más estamos en deuda con Jay Adams y su libro How to Overcome Evil (Cómo Vencer el Mal) (Phillipsburg; NJ: Presbyterian and Reformed Publishing, 1977). La mayoría del material en este capítulo es tomado de este libro. Este material también está disponible en audio a través de Sound Word Associates, P.O Box 2035, Michigan City Indiana, 46361. Cuando los principios den Romanos 12:14–21 son aplicados a la realación marital son sumamente revolucionarios.

2 Es posible sólo por el poder del Espíritu Santo, quien habita exclusivamente en aquellos que han puesto su confianza en el Señor Jesucristo para la salvación eterna de sus almas. Sólo un verdadero cristiano puede amar continuamente frente al amor no correspondido. Sólo los cristianos están dispuestos a mostrar, frente al mal, el amor de 1 Corintios 13 que “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

3 How to Overcome Evil, pp. 22–23

NVI Nueva Versión Internacional

4 How to Overcome Evil, pg. 104

5 Es interesante notar, a la luz de éste y el capítulo anterior, como Levítico 19:18 (“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo”) es puesto en oposición a la “Regla de Oro” de la Biblia.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 131–150). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

6-CÓMO AMAR A TU ESPOSA (SEGUNDA PARTE)

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Seis

CÓMO AMAR A TU ESPOSA (SEGUNDA PARTE)

a1“Maridos, amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.” (Col. 3:19)

Frank llegó a casa tarde una noche de la oficina. Después de beber su sopa recalentada, subió a lavarse los dientes. Cuando abró la repisa vio el tubo de la pasta de dientes, y al darse cuenta que su esposa lo habia apretado otra vez por la parte de medio se encendió en ira. Cerrando violentamente la repisa y agitando sus brazos empezó a expresar su enojo en voz alta y con tono irritado.

“¡Esa mujer! Siempre aprieta la pasta de dientes por en medio. Le he pedido miles de veces que la apriete por la parte de abajo pero ¿me escucha? ¡Nunca! Me hiría mejor si le hablo al tubo de la pasta en lugar de pedirle a ella que haga algo por mí. Es la mujer más egoísta y desconsiderada que he conocido. ¿Que tal si yo ignorara sus incesantes peticiones? No le gustaría en lo más mínimo.”

De repente, Frank deja de vociferar y mientras contempla la pasta de dientes comienza a planear la forma de vengarse.

“Le enseñaré una lección. Ella odia cuando alguien olvida ponerle la tapa a la pasta de dientes. No se la voy a poner. Cuando venga mañana temprano a lavarse los dientes, se pondrá furiosa de que no le puse la tapa y le arruinaré toda su mañana. Si tengo suerte la pasta se endurecerá y cuando apriete el tubo no saldrá. Y si realmente soy afortunado se pondrá a mirar por la entrada de la pasta mientras la aprieta y el pedazo seco le saltará en el ojo!”

Ahora te pregunto, ¿Vale la pena gastar tanta energía emocional por un tubo de pasta mal apretado? ¡Para nada! ¿Qué clase de respuesta merece una pasta de dientes que ha sido apretada por en medio? Si no puedes pasar por alto el incidente de la pasta de dientes, lo más que deberias dedicarle en tiempo, esfuerzo y pensamiento es diciendo: “¡Mira eso! Volvió a apretar la pasta de dientes en medio de nuevo. Se lo voy a seguir recordando hasta que aprenda a apretarla por la parte de abajo.”

El uso de cantidades desmedidas de energía emocional disgustandose por cosas tan triviales es una buena indicación de que puedas estar amargado.

“¿Qué es la amargura y cómo llega a amargarse una persona?” La amargura es el resultado de responder de manera inapropiadamente a las heridas. Echa un vistazo a Hebreos 12:15:

“Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados”

La Escritura describe la amargura como una raíz. Las raíces tienen que ser plantadas. Así que ¿cuál es la semilla de donde brota una raíz de amargura? Es el dolor. Cuando alguien te lastima1 es como si hubiese sembrado una semilla en la tierra de tu corazón. Tú puedes responder de dos maneras: puedes escarbar y arrancar la semilla perdonando a tu ofensor, o puedes cultivar la semilla contemplando tu dolor una y otra vez en tu mente. La amargura es el resultado de dejar que el dolor esté contigo demasiado tiempo. Es el resultado de no perdonar verdaderamente a tu ofensor (cf. Mat. 18:34–35).

Sam se casó asumiendo que su esposa Laura estaría interesada en tener relaciones sexuales tan frecuentemente como él deseaba. La primera vez ella parecía estarlo, pero después de la luna de miel las cosas empezaron a cambiar. Su deseo por las relaciones sexuales empezó a disminuir. Frecuentemente estaba “demasiado cansada” para tener sexo o tenía otra razón para no participar. Era difícil que ella iniciara las relaciones, y cuando participaba, era muy pasiva. Los días pasaron, y esos días se convirtieron en semanas. Un sábado por la mañana mientras estaban acostados en la cama, Sam intento iniciar un tiempo de intimidad. Laura parecía indiferente. Aunque verbalment no se negó a participar, tampoco parecía interesada. Sam se enojó y se sintió rechazado. Así de simple, ella sembró esa semilla en su corazón, tal como como lo había hecho en varias ocasiones anteriores. Sam se levantó rápidamente de la cama, lanzó su ropa y pisoteó mientras bajaba las escaleras, furioso y profundamente decepcionado.

El Monologo Interno de Sam (Cómo Sam Cultivó la Amargura):

• “No puedo creer que volvio a rechazarme.” Sam recoge la semilla en la tierra de su corazón con su dedo.

• “Ella nunca quiere tener sexo.” Sam cubre la semilla con más tierra.

• “Ella es tan frígida como un cubo de hielo.” Sam está dándole aire a la semilla.

• “¿Acaso no se da cuenta de lo egoísta que está siendo?” Sam está ahora regando la semilla.

• “Me está defraudando. Nunca debí de casarme con ella.” Sam esta fertilizando la herida. (Ahora está empezando a brotar.)

• “Yo también tengo necesidades y me está tentando a codiciar a otra mujer.” Sam esta deshierbando el brote (las raíces comienza a germinar).

• “Ella no puede hacerme esto. Le enseñaré a no rechazarme. No hablaré con ella por algunos días. Veamos cómo es que enfrenta este rechazo.” Sam ha construido un invernadero alrededor de Laura y ahora está cobrandole a la gente para que lo vea.

Sam debió haber removido la semilla explicandole su decepción a su esposa, perdonandola en cuanto se arrepintiese y buscando con ella una solución biblica al problema. En vez de eso, permitió que su herida le impidiera tomar una acción apropiada, repasó su ofensa una y otra vez en su mente y como consecuencia se llenó de amargura contra ella. ¿Has hecho esto alguna vez con tu esposa? Desde luego que lo haz hecho, tanto como yo. A esto la Biblia le llama pecado.

¿Cuáles son las evidencias2 de que un esposo tiene amargura contra su esposa? Estas son algunas que he encontrado durante mis doce años como consejero matrimonial. ¿Cuántas puedes identificar personalmente en tu matrimonio?

• Argumentos frecuentes (incapacidad de resolver conflictos)

• Arrebatos de enojo (Alzar la voz, tirar cosas, pegar, etc.)

• Aislamiento (guardar silencio o portarse indiferente)

• Disminución del afecto y la actividad sexual

• Sarcasmo (burla, ridiculo, grosería, bromas pesadas, etc.)

• Actos de venganza (tratar de lastimarla por lo que te hizo)

• Paternalismo (hablarle como si fuera niña o una persona inferior)

• Criticas (actitudes condenatorias y prejuiciadas)

• Sospecha y desconfianza

• Hipersensibilidad (tratar el piquete de un palillo como si fuese un puñal en el corazón)

• Intolerancia (no dejar pasar pequeñas ofensas que solían no ser notadas)

• Impaciencia

• Abuso de autoridad (actitudes dominantes, dictatoriales o tiránicas que exigen una obediencia absoluta innecesaria)

• Falta de amabilidad y simpatía

• Falta de interacción social con otras parejas

• Falta de respeto (deshonrándola abiertamente y en presencia de otros)

• Ausencia de compañerismo (la intimidad de la relación como “una sola carne” dañada y comunicación superficial.)

• Hijos resentidos (que han sido grandemente provocados por sus padres)3

“He tratado de perdonar a mi esposa por las heridas que me ha causado, pero es muy difícil hacerlo – especialmente porque vuelve a herirme vez tras vez.”

Quizá sea difícil porque no has entendido aún lo que significa perdonar. Quizá tengas, como muchos otros, un concepto sentimental del perdón.

Pues tendré misericordia de sus iniquidades, y nunca más de acordare de sus pecados.” (Heb. 8:12)

¿Qué es el perdón? El perdón no es un sentimiento. En primera instancia el perdón es fundamentalmente una promesa.

Obviamente, cuando Dios nos perdona, El no se sienta en el cielo y se emociona. Así que el perdón no es un sentimiento. Si así lo fuera, nunca sabríamos si hemos sido perdonados. No, cuando Dios perdona, Él lo deja bien establecido. Así lo dice así. El declara, “No recordaré tus pecados” (Isa. 43:25; vea también Jer. 31:34). ¿No es maravilloso? Cuando Dios perdona, Él nos deja saber que dejará de tener contra nosotros nuestros pecados. Si el perdón fuera una experiencia emocional, no sabríamos si hemos sido perdonados. Pero Gloria a Dios, que sí los sabemos, porque el perdón es un proceso en el cual Dios declara que el problema de nuestro pecado ha sido arreglado de una vez por todas. Pero, ¿cuál es esa declaración? ¿Qué es lo que hace Dios cuando se manifiesta diciendo que nuestros pecados son perdonados? Dios hace una promesa. El Perdón no es un sentimiento, ¡el perdón es una promesa!”4

Cuando perdonas a alguien le estás haciendo una promesa que implica tres cosas:

1. Estás prometiendo no mencionar la ofensa de nuevo a la persona en el futuro. No usarás la ofensa “en contra de la persona” de ninguna manera peyorativa.

2. Estás prometiéndole no hablar a otros sobre la ofensa. Esto es, cubrirás el pecado con amor, no exhibirás ante otros lo que ha sido cubierto.

3. Estás prometiéndole no vivir con la ofensa que te hicieron. Este es talvéz el paso más importante de los tres. Al prometer no vivir con esa ofensa estás prometiendo que no “cultivarás” la herida trayendola una y otra vez a tu mente. En lugar de ver el rostro de tu ofensor en una tabla de tiro al blanco lista para clavarle un dardo justo en medio de los ojos, (o en una pelota de golf la cual intentas lanzar a trescientas yardas de distancia), verás a esa persona con un letrero en el rostro que dice con grandes letras: “Yo te he perdonado.”

“Pero aún no entiendo cómo puedo perdonar hasta olvidar.”

Olvidar no es lo mismo que no recordar. Cuando tu perdonas, no recordarás los pecados de tu ofensor en su contra así como Dios, habiendote perdonado, ya no recuerda tus pecados en tu contra. ¿Padece Dios de amnesia? No, Dios es omnisciente y sabía acerca de tus pecados incluso antes que nacieras. Cuando la Biblia habla de que Dios “olvida” nuestros pecados, no quiere decir que Él deja de ser omnisciente. El olvido de Dios se refiere al hecho de que Él ya no rememora nuestros pecados en Su mente para acusarnos con ellos. Dios “recuerda” la justicia de Su Hijo y la imputa a nuestra cuenta cuando ponemos nuestra confianza en sus méritos y mediacion. Igualmente, estás llamado a “imputar” tu perdón a los que te lo piden. El olvido es un acto de la voluntad, no un acto de las emociones. El olvido no es el medio por el cual perdonas sino el resultado de perdonar. Es el último paso, no el primero.

“Mi esposa me ha herido tantas veces que ya no puedo perdonarla.”

Si eres cristiano, tú puedes y debes. No puedes decir “no puedo.” El cristiano dice con Pablo: “Todo lo puedo En Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). Cuando Dios te dice que hagas algo, debes de creer que Él te capacitará para obedecerle. Es decir, debes creer que Él te dará todos los recursos para hacer lo que te ha mandado a hacer. El ha prometido darte la sabiduría para obedecerlo. “Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stgo. 1:5). Él también ha prometido darte la habilidad y el deseo para obedecerlo. “Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito” (Fil. 2:13).

A los discípulos les costó aceptar el mandato de Cristo de perdonar a su ofensor siete veces al día si él decía haberse arrepentido.

“¡Tened cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo” (Lucas 17:3–4).

Piensa en esto por un momento. Tu esposa te rechaza siete veces en un día y siete veces viene a pedirte perdón, y tienes que perdonarla. Ahora después de la segunda o tercera vez vas a tener serias dudas sobre la sinceridad de su arrepentimiento ¿o no? Aún así, Jesús dijo que si regresaba contigo siete veces al día diciendo “Me arrepiento,” debías de aceptar su palabra y perdonarla. Esto es un poco difícil de creer, ¿no? Los discípulos también fueron incrédulos al oír esto y dijeron: “¡Auméntanos la fe!” (Lucas 17:5).

¿Aceptó el Señor su incredulidad? ¡ni por un momento!

Entonces el Señor dijo: Si tuvieras fe como un grano de mostaza, dirías a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar.” Y os obedecería. ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: “Ven enseguida y siéntate a comer”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso le da gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó? Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: “Siervos inútiles somos, hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho.” Lucas (17:6–10).

Jesús en efecto dijo, “Miren, lo que les estoy pidiendo no es opcional. No sean incrédulos. Ustede no necesitan más fe. Lo que necesitan es ser más obedientes. Ustedes sabían que sería difícil cuando los llamé para este trabajo. Lo que les estoy pidiendo es que hagan lo que el trabajo demanda.”

Quizá las palabras más convincentes que Jesús haya hablado acerca del perdón se encuentran en Mateo 18:21–35.

“Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?’ Jesús le dijo: ‘No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.’ Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré.’ Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: ‘Paga lo que debes.’ Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te pagaré.’ Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: ‘Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. ‘¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?’ Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.”

El rey en esta parábola (Dios el Padre) ha perdonado a su siervo (el cristiano) de una deuda que era tan grande que nunca podría haber sido pagada. Esta deuda es representativa de la incalculable e incomprensible deuda de pecado que le debemos a Dios y que nunca hubiésemos podido pagar. Cuando el sirviente rehusó perdonar a su compañero (probablemente otro cristiano) el rey se enfureció y le llamó “impío.” al sirviente que no perdonó.

El punto es que a la luz del perdón que has recibido, es una impiedad de tu parte no perdonar a tu ofensor (esposa) por lo que ella te haya hecho. Cuando comparas las ofensas triviales por las que debes perdonar a tu esposa con las enormes y eternas ofensas que has cometido en contra de un Dios santo este punto es irrefutable.

“¿Y qué hay acerca de los verdugos a los cuales Dios dice que me entregará si no perdono de todo corazón?”

Creo que esos verdugos son las consecuencias mentales, emocionales, psicológicas y sociales asociadas con la amargura. En otras palabras, Dios castiga el pecado de no perdonar a otros (cf. 1 Cor. 5:5; 11:30; Heb. 12:5–8; 1 Juan 5:6). El Insomnio, el miedo, la ansiedad, la depresión, las relaciones rotas con Dios y con los hombres, las oraciones no contestadas, y docenas de otras enfermedades psicosomáticas están asociadas con la amargura. Quizá una de las consecuencias más devastadoras de la amargura en el matrimonio es la contaminación de los hijos quienes se vuelven irritables, amargados y frecuentemente rebeldes como resultado de estar expuestos a la mala relación marital de sus padres:

Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados.” (Heb. 12:15)

“¿Cómo puedo sobreponerme a los sentimientos de amargura hacia mi esposa?”

La respuesta práctica a esta pregunta será detenidamente explicada en el próximo capítulo, Como Defenderme sin Vengarme. La respuesta corta es que habiendole otorgado el perdón como un acto de tu voluntad (internamente), luego tendrás que responder a las ofensas que te ha hecho con actos de amor y nobleza (externamente). Mientras vences el mal con el bien (Rom. 12:21), tus sentimientos de amargura serán reemplazados con sentimientos de amor compatibles con la amabilidad, la misericordia y el perdón (Ef. 4:31–32).

Sin embargo, antes de llegar allí, debo hablarte de un familiar de la amargura comúnmente conocido como la ira. ¿Qué es la ira pecaminosa? Para ponerlo de manera simple, la ira pecaminosa es un “sistema de alarma” incorporado por Dios para dejarte saber si estás deseando algo desmedidamente. He escrito sobre este tema en mi libro “The Heart of Anger” (El Corazón del Enojo). Lo siguiente es una cita extensa de ese libro:

El libro de Santiago fue posiblemente el primer libro del Nuevo Testamento que se escribió. Los cristianos a quienes el hermano del Señor escribió estaban teniendo tales conflictos unos con otros que Santiago usó las palabras guerras y pleitos para describir la manifestación externa de su ira. Al principio del capítulo cuatro él hace una pregunta que va más allá de las manifestaciones externas y se enfoca en los motivos y causas internas de la ira. “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos (Pleitos RV60) entre vosotros?” (Santiago 4:1) Santiago responde esta pregunta para revelar a sus lectores cuál es exactamente la esencia de sus airadas disputas (o lo que hay en sus corazones produciendo esas disputas). “¿No vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?” la respuesta obvia es .

Tenemos disputas airadas unos con otros por causa de nuestras pasiones (deseos que no necesariamente son pecaminosos en sí mismos) han llegado a ser tan intensas que están en guerra dentro de nosotros mismos. El término “combaten” es una palabra que tiene su raíz en la idea de “acampar”. Cuando nuestros deseos (por buenos que sean) se vuelven tan fuertes que “acampan” en nuestros corazones, estos se vuelven pecaminosos e idolatras, no porque sean pecaminosos en sí mismos sino porque se han vuelto desmesurados. Nuestros corazones los codician tan intensamente que estamos dispuestos a pecar (hacer guerra y pelear), ya sea para obtenerlos o porque no podemos obtenerlos.

En el capítulo 4, Santiago continúa concentrándose en los motivos del cristiano para demostrar más detalladamente lo que acaba de decir. “Codiciáis [una palabra distinta que implica deseo por algo que en sí mismo no es pecaminoso] y no tenéis por eso cometéis homicidio.” [un retrato bíblico de la manifestación del odio – Mat. 5:21–22; 1 Juan 3:15] “Sois envidiosos [otro sinónimo de deseo que implica codicia, algunas veces está asociado con ira – Hechos 7:9; 17:5] y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra” [formas verbales de las palabras guerra y conflicto del verso 1 que significan afanarse o disputar y contender ó hacer guerra respectivamente].

Habiendo desarrollado la idea del verso 1, Santiago continua enfatizando que los problemas entre ellos provienen de sus deseos egoistas y motivos idolatras como lo demuestran su vida de oración centrada en sí mismos: “No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlo en vuestros placeres [la palabra placeres es la misma que se usa en el v. 1 de la cual se deriva nuestra palabra en español hedonismo]. ¡Oh almas adulteras!, [sus motivos egoístas no solamente han dañado sus relaciones interpersonales sino que han afectan su relación con Dios al grado que Éllos ve como cónyuges infieles] ¿No sabéis que la amistad del mundo [amor al mundo hasta el punto de la idolatría] es enemistad hacia Dios? [han amado tanto al mundo que el amor de Dios no está en ellos (cf. 1 Juan 2:15) demostrando nuevamente que sus propios deseos han afectado no sólo la relación entre ellos pero también su relación con Dios]. Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”

Por otro lado, Dios desea que nosotros le deseemos con la misma clase de deseo con que Él nos desea. “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El celosamente anhela el Espíritu que ha hecho morar en nosotros?” El Espíritu de Dios desea intensamente que nosotros no suplantemos nuestro amor por Él por ningún amor que el mundo nos pueda ofrecer.

La mejor evidencia de que un Cristiano desea (ama) algo más de lo que desea (ama) a Dios es su disposición a pecar en contra de Dios, ya sea con el fin de adquirir ese deseo o porque no lo puede adquirir. Jesús dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos” (Juan 14:15). Uno de los pecados más comunes que demuestra la presencia de un deseo desordenado es la ira.5

Cuando te enojas pecaminosamente con tu esposa se debe casi seguramente a que deseas, quieres, esperas o se te antoja algo que ella no te está dando o está impidiendo que lo tengas. Quizá sea una buena cosa, como Frank que quería que su esposa apretara la pasta de dientes por la parte de abajo en vez de en medio, o como Sam, que quería tener relaciones sexuales con Linda de manera regular y continua. De hecho, quizá lo que deseas sea algo que la Biblia dice que tú deberías ser capaz de disfrutar de las relaciones sexuales con tu esposa o que tu esposa te honre, tiempo con el Señor, o respeto de parte de tus hijos.

Ahora, estamos discutiendo en este capítulo la responsabilidad que tiene el esposo de no llenarse de amargura y enojo contra su esposa. Veamos si podemos identificar exáctamente qué es lo que provoca tu ira. Pon una marca al lado de cada cosa que hace que te enojes de las que se mencionan en la lista de abajo. Mientras lees la lista preguntate a tí mismo qué es lo que más deseas de parte de tu esposa y qué es lo que te enoja cuando no lo obtienes.

• Que sea más respetuosa conmigo

• Que sea mi ayuda idónea

• Que pase menos tiempo en el teléfono

• Que cocina con variedad

• Que no sea mandona conmigo

• Que no sea mundana

• Que tengamos sexo con más frecuencia

• Que también inicie la relación sexual

• Que no sea tan seria

• Que disfrute intensamente el sexo

• Que controle mejor su lengua

• Que cuide mejor su apariencia

• Que no sea tan ansiosa

• Que no olvide lo que le digo

• Que sea más dadora/menos sustractora

• Que sea más paciente conmigo

• Que sea más autodisciplinada

• Que sea más sumisa

• Que no desafíe o apele mis desiciones

• Que gaste menos dinero

• Que confíe más en mí

• Que no quiera complacer a todos

• Que pierda peso

• Que sea más afectuosa

• Que sea apasionada en el sexo

• Que sea más atenta conmigo

• Que controle mejor su humor

• Que sea más femenina

• Que sea más hospitalaria

• Que me deje dirigir y detener

• Que no tenga falsas expectativas

• Que sea más piadosa

• Que sea menos crítica

• Que pida mi opinión más seguido

• Que sea más cortes

• Que imponga más disciplina a los niños

• Que no malgaste el tiempo

• Que mantenga la casa limpia y bonita

• Que me expresa verbalmente su amor

• Que sea más cercan a mí que a nadie

• Que se interese en mis amigos y gustos

• Que ore y lea más su Biblia

• Que sea menos perfeccionista

• Que no se oriente tanto en su carrera

• Que se involucre más en la iglesia

• Que sea más trabajadora

• Que coopere en el liderazgo familiar

• Que no espere que lea su mente

• Que esté más dispuesta a perdonarme

• Que no me descuide por los niños

• Que siga mis instrucciones

• Que no quiera tener la última palabra

• Que apoye más mis decisiones

• Que entienda mi presión laboral

• Que no se moleste publicamente

• Que no esté de mal humor

• Que se esfuerce en complacerme

• Que sea más discreta

• Que admita sus errores

• Que de prioridad a lo espiritual

• Que no coqueteé con otros hombres

• Que sea más puntual

“Ahora que he identificado lo que me molesta (mis deseos idolatras), ¿qué debo de hacer?”

Debes de trabajar en destronar tus ídolos. Debes orar de manera intensa y reemplazar activamente esos deseos desordenados con deseos que agraden y glorifiquen a Dios y no a ti mismo. Debes de aprender a cambiar tu manera de pensar acerca de tus deseos y la medida en que esperas que tu esposa los satisfaga. En vez de estar pensando “Mi esposa es … (pon tu adjetivo favorito) por no darme lo que quiero,” debes aprender a pensar, “Tener una esposa que no … (pon tu deseo desordenado), no es la peor cosa en el mundo. Debo de aprender a amar al Señor y a mi esposa más de lo que amo mi … (pon tu deseo desordenado).”

¿Cómo se relacionan la ira y la amargura?

¿Crees que Frank explotó con su esposa la primera vez que dejo la pasta de dientes desecha? Probablemente no. ¿Y acerca de Sam? ¿Crees que reaccionó tan airadamente la primera vez que Linda rechazó sus avances sexuales? Probablemente tampoco. Cuando Linda declinó los avances sexuales de Sam fue como si una pantalla de computadora se hubiese encendido en la mente de Sam. En la pantalla no vio una simple ofensa que pudo haber pasado facilmente por alto sino una lista de ofensas que categorizó bajo el tema (escrito en letras negra) “Maneras Específicas en las que Linda me ha decepcionado a través de los años.” En el primer lugar de la lista estaba el rechazo del sábado por la mañana: “Ofensa número 254.” Si Sam y Frank hubiesen respondido bíblicamente a todas las heridas y decepciones anteriores y hubiesen traído sus deseos bajo el control de Cristo, no se hubieran llenado de amargura en contra de sus esposas.

¿Qué acerca de ti? ¿Has perdonado a tu esposa por las cosas con que te ha lastimado por lo que ha hecho y dicho a través de los años? ¿Haces uso del enojo pecaminoso como una alarma de prevención que te ayude a identificar y quitar del trono los deseos idolatras de tu corazón? Si la respuesta es “sí” a estas dos preguntas, puedes estar seguro que la amargura está muy lejos de arraigarse en el terreno de tu corazón.

Quiero concluir este capítulo con otra cita de Richard Baxter. Esto debe servirte para recordarte que cuando hiciste un pacto con tu esposa en el matrimonio, lo hiciste sabiendo que ella es una pecadora, y como tal, necesitará de tu constante perdón.

Recuerda que los dos son personas enfermas, llenas de debilidades y por lo tanto deben esperar el fruto de esas enfermedades; y no te sorprendas, como si nunca hubieses tenido conocimiento de ello. Si te casaste con alguien que cojea, ¿te enojarás por su defecto? [cojera]? ¿O si te casaste con alguien que tiene una úlcera infectada, te decepcionarás porque le sale pus? ¿Acaso no sabías cuando te casaste que ella tenía tal debilidad y que tendrías que tolerar diariamente algun tipo de prueba y ofensa? Si no puedes lidiar con esto jamás debiste haberte casado con ella; Si estabas decidido a lidiar con ello, estás obligado a hacerlo ahora. Decidan entonces soportarse el uno al otro recordando que se aceptaron mutuamente siendo personas pecadoras, frágiles e imperfectas, no ángeles, impecables y perfectos.6

Esposo Cristiano, ama a tu esposa a pesar de lo pecadora que pueda ser a veces, y no permitas que sus pecados e idiosincrasias te llenen de amargura contra ella. Recuerda, ella tambien tiene que vivir, amar y perdonar a un hombre que es pecador y muy peculiar en su forma de ser.

Identificando lo Que te Enoja

Revisa la lista que discutimos antes de las cosas que te enojan. Esta lista registra los deseos y expectativas comunes que esposos tienen de sus esposas. La mayoría de estos deseos son básicamente cosas buenas las cuales se convierten en pecaminosas cuando son desordenadas. Pon una marca en las cosas que deseas tanto que haz estado dispuesto a pecar para lograr que tu esposa te las de, o que te hacen pecar cuando ella no te las da.

Cuando hayas identificado tus deseos potencialmente desordenados, compártelos con tu esposa, explicándole de manera gentil por qué son tan importantes para ti. Pídele perdón por todas las veces que has actuado airada, amargada o manipulativamente por codiciar estos deseos. Discute con ella cómo puedes comunicarle estos deseos en el futuro, y cómo deberías responder si ella te decepciona por no satisfacer cada deseo.

1 La herida puede ser real o imaginaria, no hay diferencia: el resultado es el mismo. Si no la confrontas bíblicamente te convertirás en una persona amargada. Si yo te lastimo como resultado de mi pecado y tú eliges no pasar mi ofensa por alto o cubrirla con amor (Prov. 17:9; 1 Ped. 4:8), de acuerdo a Lucas 17:3 debes hablar conmigo con el proposito de perdonarme; y yo debo arrepentirme. Pero si dejas que tus sentimientos sean heridos por algo que yo hice y que no es pecado, eres tú quien debe arrepentirse de esos pensamientos antibiblicos que hicieron que te ofendieras por algo que no es pecado.

2 Para una descripción más detallada de algunas evidencias de amargura de parte de un hombre a su esposa, vea The Family in its Civil and Churchly Aspects escrito por B. M. Palmer, Harrisonburg, Virginia: Sprinke Publications, 1991, pp- 32–40

3 He explicado de la influencia profanada (Heb. 12:15) de la no harmonia marital en los niños en The Heart of Anger (pp. 21–22.31) el cual esta disponible a través de Calvary Press (800) 789-8175.

4 Adams, Jay. E. From Forgiven to Forgiving (Amityville: Calvary Press), 1994, pp. 11–12.

5 The Heart of Anger, Amityville: Calvary Press. 1997, pp. 105–107.

6 Baxter, pg. 433, [énfasis añadido]

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 113–129). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.

5-Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

EL MARIDO INTEGRAL

Guía Práctica Para Ser un Esposo Bíblico

Por Lou Priolo

Capítulo Cinco

CÓMO AMAR A TU ESPOSA (PRIMERA PARTE)

a1Se cuenta la historia de un hombre que buscó el consejo de su pastor. El pastor le preguntó al hombre “¿Qué puedo hacer por ti?”

“Pastor, creo que tengo un problema.”

“¿Cuál es tu problema?”

“¡Creo que amo demasiado a mi esposa!”

“Está bien. Respóndeme, ¿la amas tanto como Cristo ama a la Iglesia?” “¡No, no la amo tanto!”

“Entonces tu problema no es que la amas demasiado. ¡Tu problema es que aún no lo amas suficiente!”

El problema real de muchos hombres que están “enamorados” de sus esposas es que piensan en el amor como un sentimiento. Como una persona mencionó, “El amor es un sentimiento que sientes cuando sientes que vas a sentir algo que nunca habías sentido antes.” Hasta donde el amor es un sentimiento (y en cierta medida es una emoción), es posible amar a alguien demasiado. De hecho puedes amar a alguien (o algo) hasta el punto de idolatrarlo(a). Cuando un hombre desea y adora a su esposa de una manera anormal (hasta el punto de esperar que ella haga por él lo que sólo Dios puede hacer) él la ama, de forma pecaminosa, “demasiado.”

El amor bíblico, sin embargo, no es primordialmente un sentimiento. De hecho, ese amor no es primariamente ni siquiera una emoción. ¿Qué función tiene, gramaticalmente, la palabra “amor” en una oración?

“Amor es un sustantivo.”

No, amor es fundamentalmente un verbo.

“¿Un verbo?”

¡Así es!, ¿Recuerdas el pasaje clásico que define el amor bíblico?

“Seguro, es 1 Corintios 13.”

Así es. Veamos ahora detenidamente este pasaje tan conocido que aun a los ojos de muchos paganos es insuperable por su precisión y genio literario.

El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Cor. 13:4–7).

Dejame dividir este pasaje en sus componentes gramaticales para que veas por ti mismo de lo que estoy hablando. “El amor es paciente.” “Es paciente” en el griego original del Nuevo Testamento es un participio y por lo tanto es verbal por naturaleza. “El amor es bondadoso.” “Es bondadoso” de la misma manera es un participio. “El amor no tiene envidia” es un verbo. Y es así con el resto:

El amor no es jactancioso

Verbo

No es arrogante,

Verbo

No se porta indecorosamente;

Verbo

No busca lo suyo,

Verbo

No se irrita,

Verbo

No toma en cuenta el mal recibido,

Verbo

No se regocija de la injusticia,

Verbo

Sino que se alegra con la verdad,

Verbo

Todo lo sufre,

Verbo

Todo lo cree,

Verbo

Todo lo espera,

Verbo

Todo lo soporta.

Verbo

¿Ves el cuadro? Cuando Dios quiso definir el amor Él uso verbos porque el amor es algo que haces más que lo que sientes. ¡Involucra acción mucho más que emoción!

Puesto que el amor es algo que haces, ¿es realmente posible amar a alguien demasiado? Puedes comenzar a meditar en esto; te daré la respuesta antes de terminar el capítulo. El verdadero problema que enfrentamos no es que amemos demasiado a nuestras esposas; el problema real, como el hombre que describimos al principio del capítulo, es que no las amamos lo suficiente.

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella. (Efesios 5:25)

¿Amas a tu esposa como Cristo amó a la iglesia?

“No estoy seguro de saber lo que es el amor. Ahora sé que es un verbo y no un sustantivo, pero ¿cómo lo defino? Quizá cuando entienda lo que es el amor verdadero pueda contestar tu pregunta.”

Con esto es suficiente. Empecemos nuestro intento por definir el amor encontrando un término equivalente preciso o un sinónimo. Aquí hay algunas referencias que arrojan luz sobre el tema:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella. (Efesios 5:25)

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)

Y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma. (Ef. 5:2)

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gal. 2:20)

Jesús nos dice que amemos a nuestros enemigos.

Habéis oído que se dijo: “AMARAS A TU PROJIMO y odiarás a tu enemigo.” Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (Mateo 5:43–44)

Salomón nos dice cómo hacerlo.

Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale de beber agua.” (Prov. 25:21)

“Ya veo. Amar es dar y entregarse.”

Eso es un buen comienzo, pero no podemos detenernos solamente allí. El amor bíblico requiere más. Echemos otro vistazo a 1 Corintios 13.

Si yo hablara lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, he llegado a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no tengo amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me aprovecha (1 Cor. 13:1–3 énfasis añadido).

“¡Espera un momento! ¡Ahora estoy muy confundido! Si el amor es dar, ¿Cómo puede una persona dar todas sus posesiones para alimentar al pobre y hacer el sacrificio supremo de dar incluso la vida – y aún así no tener amor?”

¡Buena pregunta! Muchas personas son generosas dando – incluso los pecadores le dan a los pecadores (cf. Mat. 5:44–47). Lo que falta en la definición de amor como “dar” es tu motivación. Si tú das (todas tus posesiones e incluso tu vida) esperando obtener algo de regreso, realmente tu amor no llena los requisitos de genuino amor bíblico y perderás tu recompensa eterna (cf. Hechos 8:18–20; Mat. 6:2). El amor genuino da sin esperar algo a cambio. El amor genuino no necesita que sea correspondido para que le amen.

“De acuerdo, lo entiendo. El amor es dar sin que nuestro primer motivo sea que nos den algo a cambio.”

Bien, pero hay algo que nos falta para completar nuestra definición. ¿De qué forma lo vas a dar? Si alguien te dice, “Si me amas debes darme todo lo que te pido,” ¿lo harías?

“¡Por supuesto que no! Dependería en primer lugar de qué es lo que la persona necesita.”

Así es. No necesariamente tendrías que darle lo que la persona quiera pero si pudieras le darías lo que necesita. Hoy en día, la línea que separa las necesidades de los deseos es muy borrosa – aun en la comunidad cristiana, que debería conocer la diferencia. Hemos sido instruídos una y otra vez que nuestras dos necesidades básicas son seguridad y significancia, que necesitamos amor incondicional y aceptación, que necesitamos autoestima positiva y amarnos a nosotros mismos antes de poder amar a Dios y a otros. Estas “necesidades” simplemente no son identificadas en la Biblia como tales. De hecho, si cambias la palabra necesidad por la palabra deseo cada vez que lees libros cristiana serás teológicamente más preciso.

Marta pensó que necesitaba algo –ayuda en la cocina.

“Mientras iban ellos de camino, El entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada [énfasis añadido].” (Lucas 10:38–42)

Lo que Marta quería era que su hermana le ayudara. Lo que ella necesitaba era sentarse a los pies de Cristo y escuchar Su Palabra. Creo que las dos más grandes necesidades del hombre no son la seguridad y la significancia sino (1) amar a Dios con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas, y (2) amar al prójimo (con la misma intensidad que él ama) como a sí mismo (cf. Mat. 22:36–40). Mas allá de eso, el hombre tiene otras necesidades válidas como el consejo de Dios a través de Su Palabra y comida y refugio (cf. Mat. 4:4; 1 Tim. 6:8).

Esta es entonces nuestra definición revisada del amor: Amor es dar a otros lo que necesitan sin que el motivo primario sea alguna recompensa temporal. El amor en el contexto del matrimonio es darle a tu esposa lo que la Biblia dice que ella necesita sin que el motivo principal sea alguna recompensa temporal. Desde luego, como veremos después, tu puedes (y en algunos casos también debes) darle lo que ella quiera cuando es bíblicamente apropiado.

¿Es posible, a la luz de esta definición amar demasiado? Es probable que no. Si estás dando por los motivos correctos para suplir las necesidades (más que los deseos) de la persona que amas, será muy difícil amar a alguien desordenadament (a menos que estés dando a esa persona lo que verdaderamente le pertenece a alguien más).

Ahora, de acuerdo a esta definición, ¿qué es lo que dirías es la antítesis o lo opuesto al amor?

“Siempre pensé que lo opuesto del amor es odiar, pero ahora no estoy tan seguro”.

En la medida en que se hable del amor como un sustantivo, odiar puede ser buena construcción antitética. Pero cuando se habla del amor como un verbo, quizá sea más preciso identificar su antónimo como egoísmo. Digo esto, no porque una de las características del amor en 1 Corintios 13 es que “no es egoísta,” sino a causa de que quitar es lo opuesto a dar. Dar, como hemos visto, es la esencia del amor. Amar es dar. El egoísmo es quitar. “¿Soy un dador o un substractor?” Esta es la pregunta que deberías hacerte mientras evalúas tu amor hacia tu esposa.

La Raíz Que Causa Todos los Problemas Maritales

Puedo decirte sin temor, contradicción ni simplificación que la raíz que causa todos los conflictos maritales es el egoísmo. Puedo decir eso porque quizá no haya mejor sinónimo en términos prácticos del pecado que el egoísmo. El pecado (i.e., egoísmo) es la esencia de todos los problemas maritales. Así como nuestra definición “amor es dar” era deficiente por ser muy limitada en extension, así “el pecado es egoísmo” es demasiado estrecha para ser precisa teológicamente. Cualquier definición completa del pecado debe hacer referencia al hecho de que este se comete contra un Dios Justo y Santo. Pero para nuestro propósito práctico, me gustaría desarrollar el concepto del pecado como egoísmo un poco más ampliamente.

Como escribió el prolífico autor puritano Richard Baxter, “el egoísmo … es el pecado radical y positivo del alma que abarca seminalmente (en forma de semila) y causalmente todos los demás pecados.”1 Esto significa que nuestro más grande pecado de comisión, del cual los demás pecados fluyen, es el egoísmo. Hablando de manera práctica, es el egoísmo en nuestros corazones el que genera todos los demás pecados.

Tu corazón es como una moneda de dos caras. En un lado de la moneda lees egoísmo. En el otro lado lees falta de amor a Dios y al prójimo. Esta moneda de dos caras (¿O podríamos decir, “monstruo de dos cabezas”?) es nuestro gran pecado de omisión. La manera en que lo puso Richard Baxter es la siguiente:

La caída del hombre consistió en que se apartó Dios para volverse a sí mismo; su regeneración consiste en que se aparta de sí mismo para volverse a Dios … y a la mortificación del amor propio. Por lo tanto el egoísmo es todo pecado positivo en uno, así como la falta de amor a Dios es todo pecado privativo en uno.2

A causa de que el hombre es pecador (i.e., egoísta), el remedio práctico de Dios es que aprenda a amar a Dios y a su prójimo.

Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARÁS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.” (Mat. 22:36–40)

Estos dos grandes mandamientos, de los cuales dependen todos los demás, son los dos grandes antídotos prácticos para batallar contra el pecado que habita en nosotros. Entre más amas a Dios y a tu prójimo, serás menos egoísta (pecador).

Ahora, ¿quién es tu prójimo más cercano? ¿Quién comparte tu casa, tu alimento, tu cama? ¿Con quién eres una sola carne? Tú no eres una sola carne con tus padres, ni siquiera con tus hijos, pero si lo eres con tu esposa. Ella es tu prójimo más cercano, como tal es a quien más debes amar (darle de manera no egoísta).

La Biblia nos manda a amar a nuestra esposa no sólo de manera general como a nuestro prójimo, sino de manera específica, como nuestra esposa.

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido. Efesios 5:25–33

Este pasaje está lleno de instrucciones que expondré y aplicaré de varias maneras a lo largo del libro. Por ahora me gustaría que observes que las instrucciones específicas para iniciar el amor en el contexto del matrimonio han sido dadas claramente al esposo. De hecho, la Biblia no manda especificamente a que la esposa ame al esposo de la manera en que le manda a ellos que a sus esposas..

“¿De verdad? ¿Pero no hay un pasaje en Tito el cual dice que me debe amar?”

No exactamente, el pasaje que quizá estés pensando es Tito 2:3–4.

“Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos …

La frase “que amen a sus esposos” es una palabra compuesta en el griego original del Nuevo Testamento que tiene diferente significado que el amor (ágape) en el que nos hemos estado enfocando en este capítulo. El significado de “amor” en el pasaje de Tito donde las mujeres jóvenes deben ser instruídas por las mujer ancianas (o más maduras), está más ligado al concepto de “afecto.” La mujeres ancianas deben enseñar a las jóvenes a ser afectuosa con su esposo. El tipo de amor que debes mostrarle a tu esposa es un amor mucho más poderoso.

“Bueno, eso no me parece justo.”

Ten presente que Dios hizo al hombre para ser el que toma la iniciativa y a la mujer para ser la que responde. Recuerda también que la Biblia te manda a amar a tu esposa “como Cristo amó a la iglesia” ¿Quién tomó la iniciativa en esa relación? ¿Fue la iglesia quien le suplicó a Cristo por miles de años ser su esposa, como diciendo: “Señor Jesús, ¡te amo tanto, por favor, ven y ámame!”? No, Cristo inició el amor y la iglesia respondió. “Nosotros le amamos, porque Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). A pesar de que la Biblia no manda a tu esposa a amarte de la misma manera que tú debes hacerlo, si ella ama a Dios le será difícil no responder calidamente a tu amor si la amas cada vez más como Cristo amó a la iglesia.

“Así que, además de entregarme a mi esposa de manera no egoísta y tomar la iniciativa para amarla, ¿qué más involucra amar a mi esposa como ‘Cristo amó a la Iglesia’?”

¡Bastante! Pero por ahora déjame mencionar sólo una cosa más. La iglesia por la cual Cristo murió es una iglesia de gente pecadora. Considera el siguiente pasaje:

Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom. 5:6–8)

¿Cómo respondes a tu esposa cuando peca? Es en amor con perdón o con enojo y amargura. ¿Mantienes una cuenta de sus pecados (el amor “no toma en cuenta el mal recibido” 1 Cor. 13:5) o los cubres con amor? “Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8).” ¿Estás consciente de que estás casado con una persona pecadora quien constantemente necesita ser perdonada? ¿O esperas que sea perfecta? ¿Eres paciente con ella mientras ella trata de cambiar? ¿O esperas que cambie de la noche a la mañana? ¿Amas a la persona pecadora con la que te casaste, así como Cristo ama a su esposa pecadora, la iglesia?

¿Cómo debo amarte? Déjame enumerar las maneras

Hay mucho que se puede decir sobre amar a tu esposa como Cristo amó a la iglesia. He dicho todo lo que puedo para justificar este capítulo. Sin embargo, debes continuar estudiando y meditando sobre las maneras en que Cristo demostró Su amor por la iglesia. Al final de este capítulo encontrarás una hoja de trabajo que te será de ayuda en tu estudio. Mientras lees el Nuevo Testamento, explora los ejemplos y las maneras en que Cristo amó a su iglesia y te asombrarás de lo que vas a descubrir. Anota estos descubrimientos en la primera columna (“Pasaje de la Escritura”). En la segunda columna (“Cómo Ama Cristo a la Iglesia”) puedes registrar la interpretación o explicación de cómo exactamente Cristo demostró Su amor por Su Esposa. En la tercera columna (Aplicación: “Cómo Puedo demostrarle Amor a Mi Esposa”) anota cuántas de las aplicaciones de este pasaje puedes hacer en tu matrimonio (cómo puedes de una manera similar amar a tu esposa). Recuerda que a pesar de que pueden haber muchas formas de aplicar un pasaje de la Escritura (columna tres), sólo existe una interpretación (columna dos) — la que el Espíritu Santo puso allí. “Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal” (2 Ped. 1:20).

Otro elemento del amor bíblico mencionado en el pasaje de Efesios 5 no tiene que ver en la manera en la que Cristo ama a la iglesia, sino con la manera en la tú que te amas a ti mismo:

“Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo y que la mujer respete a su marido.” Efesios 5:28–33

La llegada del movimiento moderno de auto-estima ha traído consigo mucha confusión en la iglesia acerca del amor a uno mismo.3 Muchos autores y maestros de la Biblia bien intencionados, distorsionan las enseñanzas de Cristo tratando de hacer que la Escritura sea compatible con la psicología popular.4 Quizá una de las mayores distorsiones es la mala interpretación del pasaje que ya hemos mencionado en Mateo 22:36–40.

“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el más grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARÁS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.”

La esencia de esta doctrina erronea es algo como lo siguiente: “realmente no puedes amar a Dios y a tu prójimo a menos que, y hasta que aprendas a amarte a ti mismo.” Esta enseñanza convierte por completo los dos grandes mandamientos en tres y hace que los dos originales dependan del que se le agrega.

Mandamiento Numero Uno: Amate a ti mismo.

Mandamiento Numero Dos: Ama a tu prójimo.

Mandamiento Numero Tres: Ama a Dios.

No existe ningún pasaje en la Biblia que instruya que te ames a ti mismo. De hecho, la Biblia enseña en muchos lugares lo opuesto: Debes negarte a ti mismo (cf. Mat. 10:39; 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23; Juan 12:25–26; Rom. 8:13; Col. 3:5; y Tito 2:12). Cuando Jesús dijo “Ama a tu prójimo como a ti mismo,” Él no quiso decir que debes amar a tu prójimo necesariamente en la misma forma que te amas, sino que con la misma intensidad con la que tú te amas naturalmente ti mismo. El no está dando un tercer mandamiento como algunos dicen; simplemente está reconociendo que nosotros nos amamos a nosotros mismos de forma natural con cierto celo y ardor – y Él nos está mandando que amemos a otros con la misma intensidad.

Esto es lo que Pablo reitera a los esposos en nuestro pasaje. Léelo de nuevo con esto en mente.

“Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros bros de su cuerpo. POR ESTO EL HOMBRE DEJARÁ A SU PADRE Y A SU MADRE, Y SE UNIRÁ A SU MUJER, Y LOS DOS SERÁN UNA SOLA CARNE. Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo y que la mujer respete a su marido.”

Lo que Pablo está diciendo aquí es: “Esposo cristiano, tú necesitas amar y cuidar a tu esposa con la misma intensidad con la que de manera natural cuidas y amas tu propio cuerpo. Cuando amas a tu esposa te estás amando a ti mismo. Después de todo, ella es una sola carne (una persona) contigo. ¿Tú no odias o maltratas tu propio cuerpo, o sí? Lo alimentas y lo sustentas. Te aseguras de satisfacer sus necesidades para que funcione y crezca adecuadamente. Eso es lo que hace Cristo por su Iglesia, y esta es la manera en que Dios nos llama a pensar de nuestra esposa y a conducirnos con ella. Has dejado a tu padre y a tu madre y haz llegado a ser una carne (una persona) con ella. Necesitas tener cuidado de esta nueva parte de tu cuerpo. Sé que este concepto es difícil de comprender, pero piensa en la manera en la que Cristo ama a la iglesia y haz que tu meta sea amar a tu esposa de la misma forma. Debes amar y cuidar a tu esposa con el mismo fervor y vehemencia con el que amas y cuidas tu propio cuerpo.”

¿Cómo se compara el amor a tu esposa con el amor que te tienes a ti mismo? ¿Provees para sus necesidades tan prontamente como lo haces con las tuyas? Si no la amas y la cuidas con la misma intensidad que te cuidas y amas a ti mismo, no la amas suficientemente.

“¿Lou, que hay de la palabra ‘cuida’? Soy un hombre y los hombres no se andan cuidando ellos mismos. ¡Ese léxico ni siquiera está en mi vocabulario! ¿Cómo voy a cuidar a mi esposa cuando ni siquiera entiendo bien lo que significa ‘cuidar’?”

¿Recuerdas lo que hiciste la última vez que accidentalmente te cortaste el dedo en casa? Lo más probable es que hayas corrido al fregadero más cercano y abierto la llave para que cayera agua fría sobre tu herida. Después la observaste para determinar que tan profunda era y hasta qué punto estabas perdiendo sangre. Luego quizá presionaste alrededor de la herida para que dejara de sangrar y fuiste corriendo a la caja de primeros auxilios a buscar algo con que desinfectar y vendar la herida. Con cuidado limpiaste de nuevo la herida con un desinfectante sin aplicar demasiado para que no te ardiera. Entonces, abriste la venda y te envolviste el dedo herido con ella con la presión precisa para que no te volviera a sangrar y cuidando que la sangre del dedo pequeño pudiese seguir circulando.

El Dr. Wayne Mack, en su excelente libro de estudios bíblicos con ejercicios para parejas Strenghtening Your Marriage (Fortaleciendo Tu Matrimonio) nos aporta un valioso explicacion adicional sobre este pasaje.5

“Normalmente, el hombre utiliza mucho de su tiempo, esfuerzo y dinero en cuidar de sí mismo … sus necesidades, deseos, aspiraciones, esperanzas, cuerpo y comodidad son demasiado importantes para él. El se sustenta y cuida a sí mismo. De manera cuidadosa protege y provee para las necesidades de su cuerpo. Jamás se haría daño. Cuando está hambriento, come. Cuando tiene sed, la mitiga. Cuando está cansado, duerme. Cuando tiene algún dolor, va al doctor. Cuando se corta, limpia la herida y la cubre. Cuando observa que algún objeto viene hacia él, pone sus manos para protegerse. De manera natural, cuidadosa y fervientemente se sustenta y se cuida a sí mismo.”

Éste es el tipo de cosas que tienes que hacer para con tu esposa puesto que ella es ahora hueso de tus huesos y carne de tu carne (Gen. 2:23).

“Bueno, pero, ¿Hasta qué punto debo darle a mi esposa lo que ella quiere?”

La respuesta a esta pregunta es un poco más difícil. En el capítulo ocho trataré este tema de manera más completa. Sin embargo, la respuesta corta es que debes tratar de darle la mayoría de las cosas que quiere según puedas y sin que tengas que pecar o tentarla a ella para que peque.

Mas esto digo, hermanos: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran; y los que lloran, como si no lloraran; y los que se regocijan, como si no se regocijaran y los que compran, como si no tuvieran nada; y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera. Mas quiero que estéis libres de preocupación. El soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor; pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y sus intereses están divididos. Y la mujer que no está casada y la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.” (1 Cor. 7:29–34).

El principio (que, de nuevo, es asumido por Pablo) es que una persona casada está naturalmete interesada en agradar a su cónyuge. Esto implica que no sólo necesitas conocer las necesidades de tu cónyuge sino, de cierta manera, satisfacer sus deseos. La Biblia da por sentado que necesitarás tiempo, esfuerzo y reflexión para complacer a tu esposa. Sin embargo, la moderación (y el dominio propio) deben ser mostrados en todas las cosas: “y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente” (vs. 31; ver también 1 Cor. 9:25). Otros asuntos que se deben incluir son la administración del tiempo y del dinero (Lucas 16:1–8; 19:12–27; Ef. 5:16), ya sea que complazcas o no algún deseo particular de tu esposa, no debe ser piedra de tropiezo para ella (Lucas 17:1, 2; Rom. 14:1; 1 Cor. 8).

En la siguiente página encontrarás una hoja de trabajo que te ayudará a evaluar las necesidades de tu esposa como también los recursos con los que cuentas. En la parte izquierda de la página anota las cosas que creas que constituyen sus necesidades y deseos bíblicos válidos. En la parte derecha de la página anota los recursos que Dios te ha dado para satisfacer sus necesidades y deseos. Una vez que hayas acabado, pídele que te ayude a completar y poner en orden de prioridad ambas listas.

Hay un punto muy importante que debemos ver antes de terminar este capítulo: Ningún esposo puede amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia a menos que y hasta que él mismo sea cristiano. El amor descrito en 1 Corintios 13 no puede hallar cabida en el corazón de un hombre que no conoce a Cristo. Un pagano quizá pueda producir algunos cuantos elementos del verdadero amor ágape por períodos breves de tiempo, pero sólo un cristiano (alguien que tiene al Espíritu Santo residiendo con él) puede día tras día amar a su esposa con el tipo de amor sacrificial que Dios requiere. Sólo los cristianos tienen la habilidad de sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo y soportarlo todo.

Si tienes preguntas acerca de cómo ser cristiano o acerca de tu relación con Cristo y aún no lo has hecho, toma un momento ahora y lee el Apéndice A, “Cómo puedo ser salvo.”

Sus Necesidades y Deseos/ Mis Recursos

Necesidades de mi Esposa

Mis Recursos

1. Tiempo en la Palabra

1.

2. Tiempo contigo

2.

3. Alimento y refugio

3.

4. Descansar lo suficiente

4.

5.

5.

6.

6.

7.

7.

Deseos de mi Esposa

Mis Recursos

1. Salir juntos / viajar juntos

1.

2.

2.

3.

3.

4.

4.

5.

5.

6.

6.

Maneras Específicas en las que Cristo amó a la Iglesia

Al leer el Nuevo Testamento observa cuantos ejemplos del amor de Cristo por su Iglesia puedes descubrir. Anotalos en la primera columna (“Referencia Escritural”). En la segunda columna (“Cómo Cristo ama a la Iglesia”) anota debes la interpretación o explicación de cómo Cristo demostró ese amor. En la tercera columna (“Aplicación: Cómo muestro amor por mi esposa”) apunta las aplicaciones personales del pasaje que puedas implementar en tu matrimonio (ejm. cómo puedes de manera similar demostrar tu amor a tu esposa). Recuerda que aunque pueda haber distintas aplicaciones de un pasaje de la Escritura (columna tres), sólo hay una interpretación (columna dos) de la Escritura: esta interpretación es la que el Espíritu Santo quiso dar cuando inspiró a los autores bíblicos. “Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal” (2 Ped. 1:20)

Referencia Escritual

Cómo Cristo ama a la Iglesia

Aplicación: Cómo puedo Amar a mi esposa

1. Romanos 5:6–8

1. Siendo aún pecadores

1. Perdonándole su pecado de manera inmediata

2. 1 Juan 4:19

2. Él nos amó primero

2. Tomar la iniciativa para

3. Juan 3:16

3.

3.

4. Efesios 5:2

4.

4.

5. Mateo 20:8

5.

5.

6. Juan 15:13

6.

6.

1 The practical Works of Richard Baxter Volume One: A Christian Directory, Ligonier, PA: Soli Deo Gloria 1990, pg. 868

2 Ibid, pp. 868–869

3 Para un tratamiento excelente en este tema vea The Biblical View of Self-Esteem. Self-Love, Self-Image por Jay E. Adams, Eugene, Oregon: Harvest House Publishers, 1986.

4 Para un tratamiento conciso de la suficiencia de las Escrituras en consejería, vea mi folleto ¿Es la Biblia un libro de texto para consejería?, el cual está disponible a través de Calvary Press-1-(800)789-8175.

5 Wayne Mack, Strengthening Your Marriage, Philipsburg, New Jersey: Presbyterian and Reformed Publishing Co., © 1977. Pg. 31.

Priolo, L. (2012). El marido integral: Guía práctica para ser un esposo bíblico (pp. 93–111). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.