Él es profeta y orará por ti, y vivirás.

Audio: Él es profeta y orará por ti, y vivirás.

Génesis 20:7
Nuestra infidelidad y la fidelidad de Dios

Esta es una afirmación muy sorprendente si pensamos en su contexto. Dios es quien está hablando, y el hombre al que llama “profeta” es Abraham, que en ese momento tenía 99 años. Dentro de unos meses, él y su esposa Sara esperan recibir a Isaac, el hijo que Dios les había prometido. Sin embargo, durante su estadía en Gerar, Abraham le dijo a Abimelec, el rey de aquel lugar, que Sara era su hermana, y Abimelec la tomó como esposa. Dios entonces le habló a Abimelec acerca del mal que estaba cometiendo y le dijo que devolviera a Sara a su marido. ¡Es entonces que hallamos esta declaración tan sorprendente!

Abraham y Sara habían acordado mentir acerca de esto cuando salieron de la casa de su padre (v. 13). De hecho, ya habían sido expulsados de Egipto con anterioridad debido al mismo motivo. Sin embargo, Dios le dijo a este rey pagano que Abraham era profeta, es decir, alguien que hablaba en su nombre, y que iba a orar por él para que fuese perdonado y no muriera. Dios estaba del lado de su profeta que, por miedo, había expresado esta mentira (de hecho, una ’verdad a medias’) durante años. ¿Cómo pudo Dios utilizar a un hombre como Abraham, que había estado mintiendo durante tanto tiempo?

¿Y qué hay de nosotros? ¿Mentimos alguna vez para engañar a los demás? ¿Acaso nunca hemos sido hipócritas? Y, sin embargo, somos preciosos para Dios. Le pertenecemos, porque hemos sido comprados por la sangre del Señor Jesucristo. Incluso tenemos el privilegio de servirlo, de hablar en su nombre y de orar por los demás. Nuestro santo Dios no nos ha descartado como descalificados para su servicio. Dios se identifica con nosotros; somos suyos y él está por nosotros. Incluso quiere utilizarnos, aunque nuestro engaño haya sido expuesto y debemos, avergonzados, como Abraham, confesar lo que hemos hecho durante tanto tiempo. “Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos”.

Tal es la fidelidad de Dios, a pesar de nuestros fracasos. Esto debería humillarnos profundamente ante Dios y ante los hombres.

Eugene P. Vedder, Jr.
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Nuestra infidelidad y la fidelidad de Dios | Génesis 20:7

Nuestra infidelidad y la fidelidad de Dios
Él es profeta y orará por ti, y vivirás. Génesis 20:7
Audio: https://podcasts.captivate.fm/…/7dccd64b…/05-03-2024.mp3

Esta es una afirmación muy sorprendente si pensamos en su contexto. Dios es quien está hablando, y el hombre al que llama “profeta” es Abraham, que en ese momento tenía 99 años. Dentro de unos meses, él y su esposa Sara esperan recibir a Isaac, el hijo que Dios les había prometido. Sin embargo, durante su estadía en Gerar, Abraham le dijo a Abimelec, el rey de aquel lugar, que Sara era su hermana, y Abimelec la tomó como esposa. Dios entonces le habló a Abimelec acerca del mal que estaba cometiendo y le dijo que devolviera a Sara a su marido. ¡Es entonces que hallamos esta declaración tan sorprendente!
Abraham y Sara habían acordado mentir acerca de esto cuando salieron de la casa de su padre (v. 13). De hecho, ya habían sido expulsados de Egipto con anterioridad debido al mismo motivo. Sin embargo, Dios le dijo a este rey pagano que Abraham era profeta, es decir, alguien que hablaba en su nombre, y que iba a orar por él para que fuese perdonado y no muriera. Dios estaba del lado de su profeta que, por miedo, había expresado esta mentira (de hecho, una ’verdad a medias’) durante años. ¿Cómo pudo Dios utilizar a un hombre como Abraham, que había estado mintiendo durante tanto tiempo?
¿Y qué hay de nosotros? ¿Mentimos alguna vez para engañar a los demás? ¿Acaso nunca hemos sido hipócritas? Y, sin embargo, somos preciosos para Dios. Le pertenecemos, porque hemos sido comprados por la sangre del Señor Jesucristo. Incluso tenemos el privilegio de servirlo, de hablar en su nombre y de orar por los demás. Nuestro santo Dios no nos ha descartado como descalificados para su servicio. Dios se identifica con nosotros; somos suyos y él está por nosotros. Incluso quiere utilizarnos, aunque nuestro engaño haya sido expuesto y debemos, avergonzados, como Abraham, confesar lo que hemos hecho durante tanto tiempo. “Entonces Abraham oró a Dios; y Dios sanó a Abimelec y a su mujer, y a sus siervas, y tuvieron hijos”.
Tal es la fidelidad de Dios, a pesar de nuestros fracasos. Esto debería humillarnos profundamente ante Dios y ante los hombres.
Eugene P. Vedder, Jr.
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

La ciudad de Abraham | Hebreos 11:8-10, 16

Audio: https://podcasts.captivate.fm/media/08f4d0f4-4ad6-43ba-917f-4d2bab27290a/23-02-2024.mp3

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena… porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios… por lo cual Dios… les ha preparado una ciudad.
Hebreos 11:8-10, 16

Caín construyó la primera ciudad de la tierra y la nombró “Enoc” en honor a su hijo. Años después del diluvio, Nimrod salió de Babel y fundó un imperio de varias ciudades. Varios cientos de años más tarde, Dios llamó a Abraham para que dejara su ciudad, Ur de los Caldeos, y se trasladara a donde él lo condujera. Por la fe, Abraham obedeció a Dios.

Ur era una ciudad hermosa y muy culta, pero estaba completamente entregada a la idolatría. Allí vivía Abraham cuando el Dios de gloria lo llamó para ir a una tierra que le iba a mostrar. Después de detenerse en Harán por un tiempo (hasta la muerte de su padre), Abraham siguió su camino, como un extranjero y peregrino, morando en tiendas como si estuviera en un país extranjero. Dios le había prometido que le daría esa tierra. Sin embargo, aunque tenía muchas posesiones y 318 siervos entrenados, que habían derrotado al ejército unificado de cuatro reyes, Abraham no realizó ningún movimiento para conquistar la tierra o construir una ciudad en ella. La única tierra que poseía era el campo y la cueva que compró para enterrar a su esposa cuando esta murió.

En la Epístola a los Hebreos, Dios nos dice lo que hizo que la vida de Abraham fuera tan diferente a la del resto de sus contemporáneos (¡y Dios quiere lo mismo para nosotros!). Él buscaba una patria mejor, una patria celestial, una ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios. Se ganó el profundo respeto de las personas que lo rodeaban, entre quienes vivía en separación. Ellos le llamaban “un príncipe de Dios entre nosotros” (Gn. 23:6). Dios lo apreciaba a él y a su forma de vida. Lo visitó, compartió sus planes con él y más tarde se refirió a él como su “amigo” (Is. 41:8). ¡Qué ejemplo es Abraham para nosotros!

Eugene P. Vedder, Jr.
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Babel: confusión | Génesis 11:1, 3-4

Audio: https://podcasts.captivate.fm/media/c9b7738e-6f60-48b6-90b6-abe3ec18150c/14-02-2024.mp3

Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras… Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre.
Génesis 11:1, 3-4
Babel: confusión
Esto sucedió después del diluvio. Noé, sus hijos y sus esposas se salvaron, mientras que el resto de la humanidad pereció. Pero este juicio, por severo que fuera, no logró cambiar el corazón perverso del hombre. Romanos 1:21-32 nos muestra el camino descendente del hombre. Las personas conocían a Dios, pero no lo glorificaron como Dios y no fueron agradecidas; sus pensamientos eran vanos y sus corazones se oscurecieron, como muestran los versículos de hoy.

Dios había dicho a Noé y a sus hijos que fuesen fructíferos, se multiplicasen y poblaran la tierra. Ellos y sus descendientes tenían una misma lengua y, por tanto, se entendían. Se habían trasladado juntos a una llanura en la tierra de Sinar y se habían establecido allí. En sus corazones perversos, ellos pensaron que podían desafiar a Dios y tener éxito. Seguirían desobedeciendo, construirían una torre inmensa que alcanzaría los cielos y se harían un nombre para sí mismos.

Ahora bien, ¿cuál es la actitud del ser humano en la actualidad? ¿Obedece a Dios y glorifica su nombre? ¡No! Muchas veces ni siquiera piensa en Dios. El ser humano continúa emprendiendo proyectos enormes de su propia imaginación e inventa toda clase de religiones en sus vanos intentos de alcanzar el cielo.

Dios vio todo lo que estaba sucediendo en la llanura de Sinar, así que detuvo el proyecto de construcción de la torre de Babel. Lo hizo confundiendo su lenguaje de manera que se les hizo imposible trabajar juntos. Hasta el día de hoy, el ser humano se esfuerza por superar este problema de comunicación. Sin embargo, a medida que avanza en su superación humana, también lo hace en su depravación pecaminosa. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que el juicio de Dios vuelva a caer sobre este mundo?

Eugene P. Vedder, Jr.
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Nimrod y sus ciudades | Génesis 10:8-12

Audio: https://podcasts.captivate.fm/media/91afe35f-d72c-4d91-9e7d-7c5ff31e827f/01-02-2024.mp3

Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. Este fue vigoroso cazador delante de Jehová… Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. De esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala, y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.
Génesis 10:8-12

Nimrod y sus ciudades
Nimrod fue un líder. De hecho, muy probablemente haya sido el líder que, antes de que el Señor confundiera los idiomas en Babel, comandó los intentos para construir una ciudad, y una torre cuya cúspide llegara al cielo, buscando así hacerse un nombre (véase Gn. 11:1-9). “Y fue el comienzo de su reino Babel” (es decir, “confusión”), aunque Nimrod, un rebelde, pronto añadió más ciudades a su reino.

Nimrod es llamado “vigoroso cazador delante de Jehová”, una expresión que siempre se utiliza negativamente en las Escrituras. Contrasta vivamente con el oficio de pastor. Muchos líderes piadosos de las Escrituras comenzaron su carrera como pastores. El Señor Jesús se refirió a sí mismo como el Buen Pastor en Juan 10. El cazador es alguien que acaba con la vida de su presa, mientras que el pastor se dedica a proteger su rebaño, alimentándolo y guiándolo, incluso dando su vida por él.

Nimrod construyó un imperio de ciudades aquí en la tierra, ciudades que reflejan su carácter a través de la Palabra de Dios. Babilonia es conocida por su idolatría. Abraham, por el contrario, “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10). Nínive es conocida por su ferocidad y crueldad en el Antiguo Testamento. Nuestro bendito Señor es completamente diferente; el apóstol Pablo habla de “la mansedumbre y ternura de Cristo” en 2 Corintios 10:1.

A lo largo de los siglos, los reinos terrenales han seguido el modelo de Nimrod. Se trata de un modelo de rebelión contra los mandamientos de Dios y engrandecimiento a través de la fuerza y la conquista militar. La ciudad que esperamos pronto descenderá “del cielo, de Dios, teniendo la gloria de Dios” (Ap. 21:10-11).

Eugene P. Vedder, Jr.
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.