Cómo resolver el conflicto doctrinal

Cómo resolver el conflicto doctrinal
Por Fred Greco

Nota del editor:Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Conflicto en la iglesia

La historia de la iglesia está llena de conflictos doctrinales. Los cristianos modernos podrían pensar que esos conflictos son un fenómeno nuevo causado por nuestra distancia de las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia primitiva. Sin embargo, en los primeros siglos de la Iglesia primitiva, hubo debates sobre diferencias teológicas significativas, las cuales, finalmente, fueron zanjadas por concilios de la iglesia, como los de Nicea y Calcedonia. ¿Cómo, entonces, deberían resolverse los conflictos doctrinales? La buena noticia para nosotros es que no es necesario que adivinemos o inventemos un modelo o un método: en Hechos 15, el Espíritu Santo nos ha dado una historia inspirada sobre cómo lidiar con los conflictos doctrinales.

PASO UNO: RECONOCER EL CONFLICTO Y BUSCAR AYUDA

Hechos 15 comienza con un acontecimiento conocido: surge un conflicto en la iglesia local porque había hombres enseñando lo que ellos creían que era una doctrina obligatoria para la iglesia (Hch 15:1). Eso no concordaba con la enseñanza de la iglesia local, por lo que Pablo y Bernabé contendieron con ellos, lo que dio lugar a «gran disensión y debate» (v. 2). En vez de dividir la iglesia o aceptar sus discrepancias, los líderes enviaron un grupo a Jerusalén para pedir ayuda. Sabían que la importancia de este asunto doctrinal iba más allá de su asamblea local, así que buscaron la sabiduría de toda la iglesia. De la misma manera, cuando surge un conflicto doctrinal en la iglesia hoy, debemos reconocer que es mejor buscar solucionarlo y no dejar que el conflicto se encone y genere división. La iglesia debe estar unida en su testimonio ante el mundo que la observa. Buscar ayuda más allá de la iglesia local es fácil en mi contexto presbiteriano, que cuenta con una serie de tribunales a los que podemos apelar. Pero incluso en un contexto congregacionalista, es posible convocar a un grupo de iglesias con ideas afines para abordar los conflictos doctrinales.

PASO DOS: LA IGLESIA SE REÚNE PARA RESOLVER EL CONFLICTO
Buscar ayuda solo es valioso si la iglesia en general está dispuesta a ayudar a resolver los conflictos doctrinales y es capaz de hacerlo. Eso es lo que vemos que hace la iglesia en Hechos 15. Pablo y Bernabé llevan el problema ante la iglesia de Jerusalén, y «los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto» (v. 6). Aquí no hubo un concurso de popularidad ni un deseo de llegar a un término medio para evitar los efectos nocivos del conflicto. Por el contrario, los apóstoles y los ancianos se reunieron para escudriñar las Escrituras y debatir el tema en cuestión. No tenemos una transcripción del debate. Sin embargo, vemos que tanto Pedro como Santiago aplican la verdad de la Palabra de Dios, incluyendo su doctrina de la justificación por la fe y la profecía del Antiguo Testamento sobre el llamado de los gentiles, para resolver el conflicto. Hoy en día, sería sabio que siguiéramos el ejemplo de la Iglesia primitiva y nos reuniéramos para resolver las disputas doctrinales. La historia de la iglesia está llena de ejemplos de esta clase de resoluciones para guiarnos. Algunos conflictos antiguos han vuelto a surgir (como ciertos postulados sobre la Trinidad), y nuevas aplicaciones en nuestra cultura contemporánea de enseñanzas establecidas han causado conflicto en la iglesia (como la naturaleza de la tentación y el pecado).

PASO TRES: PUBLICAR LA RESOLUCIÓN DEL CONFLICTO
Después de zanjar la pregunta de si la circuncisión es necesaria para la salvación, la iglesia dio el paso importante de redactar una carta y enviar su decisión a la congregación de Antioquía y a las demás iglesias. Esto no solo sirvió para resolver el problema doctrinal, sino también para «animar y fortalecer» a las iglesias con la decisión. Las diferencias doctrinales habían producido una brecha en la paz de la iglesia local y también obstaculizado los esfuerzos de evangelismo y misiones.

El concilio de Jerusalén terminó con esa crisis mediante su pronunciamiento concluyente. Quizás nos preguntemos si esta es una solución posible para la iglesia de hoy, ya que no tenemos apóstoles como Pedro y Santiago para que nos corrijan. La tentación es decir que hoy los conflictos doctrinales nunca pueden ser resueltos por los concilios de la iglesia, pues no son exactamente iguales al concilio de Jerusalén. Sin embargo, eso es negar la realidad de que la iglesia a nivel mundial concuerda en las doctrinas de la Trinidad, la persona de Jesucristo y la autoridad de la Biblia porque los concilios del pasado se han pronunciado al respecto. Decir que la iglesia habla con autoridad no significa que hable de forma infalible (Confesión de Fe de Westminster 31.4). Los conflictos doctrinales son una oportunidad para que la iglesia adopte una postura clara en favor de la verdad de la Palabra de Dios. Debemos recurrir a la obra del Espíritu Santo al interior de la iglesia si queremos encontrar ayuda para nuestra fe y nuestra práctica.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Fred Greco
El reverendo Fred Greco es pastor principal de Christ Church (PCA) en Katy, Texas.

Cómo discernir y administrar el llamado de Dios para mi vida

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Serie: Cómo buscar la voluntad de Dios.

Cómo discernir y administrar el llamado de Dios para mi vida

Por Fred Greco

Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Cómo buscar la voluntad de Dios.

Todos queremos que nuestras vidas tengan propósito. Queremos asegurarnos de que estamos siguiendo un curso de vida conforme a la voluntad de Dios, e incluso podemos temer que nos sucedan cosas malas si estamos fuera de la voluntad de Dios. El deseo de estar en la voluntad de Dios no es algo malo, después de todo, Jesús mismo oró «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22:42). La verdadera dificultad es cuando tratamos de discernir cuál es la voluntad de Dios para nuestras vidas. Sería mucho más sencillo si el Señor escribiera un mensaje en el cielo o diera a cada creyente alguna señal sobrenatural. No habría duda alguna si despertara una mañana y las nubes formaran de manera legible «¡Sé un ingeniero!» (o mejor aún, «Sé un ingeniero eléctrico de la Compañía XYZ»). Sin embargo, el Señor ha determinado en Su infinita sabiduría, no revelar Su voluntad particular para cada creyente de esa forma. Si lo hiciera, me temo que aún a pesar de eso yo malentendería Su voluntad. Hay una vieja historia sobre un hombre que vio las letras «V.P.C.» en el cielo y concluyó que era Dios diciéndole: «¡Ve a predicar a Cristo!». No obstante, la dificultad era que este hombre prácticamente no tenía buenas habilidades de comunicación, además de tener muy poco conocimiento bíblico. Cuando fue a ver a un amigo y le contó sus planes, el amigo le contestó: «Tal vez el mensaje era: «¡Vete a plantar cebollas!»».

Ahora bien, no es prudente pensar que todas las personas están igualmente dotadas para todas las vocaciones. La palabra vocación viene de la palabra en latín para «llamar», lo que implica que cada uno de nosotros ha sido llamado por Dios para usar los dones que se nos han otorgado. Los cristianos no deben negar que tienen habilidades, talentos e intereses, porque la Biblia nos dice que el Señor les da estas cosas a los cristianos. Cada uno de nosotros es diferente del otro porque Dios ha determinado que así es como Él edificará Su Iglesia y la sociedad. El apóstol Pablo nos dice que «los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables» (Rom 11:29) y que esos dones son diferentes (12:6). Esto lo vemos todos los días en las personas a nuestro alrededor: algunos sobresalen en matemáticas y números, mientras que otros brillan en idiomas; algunos se sienten atraídos por vocaciones que requieren colaborar con otras personas, mientras que otros prefieren trabajar en soledad; algunos siempre están iniciando nuevos proyectos y empresas, mientras que otros se deleitan en trabajar en áreas ya establecidas. Las diferencias no son malas, pero es crucial entender que esas diferencias no son el resultado de nuestros propios esfuerzos, sino que las recibimos del Señor (1 Cor 4:7).

¿CÓMO PUEDO DISCERNIR MI LLAMADO? 

Si cada uno de nosotros tiene diferentes dones e intereses, la siguiente pregunta que surge es: ¿Cómo sé cuál es mi llamado? Esta pregunta es esencial para aquellos que quizás han sido llamados al ministerio vocacional, pero es también aplicable a quienes están en alguna vocación secular. Anhelamos éxito y satisfacción en nuestra labor, por lo que tiene sentido pensar en qué es nuestro llamado. Lo primero que debemos entender, es que no hay diferencia significativa entre el llamado al ministerio y el llamado a cualquier otra vocación. Lo que quiero decir es que no es menos cristiano ser mecánico, médico o arquitecto que ser pastor o misionero. Hay diferentes dones y habilidades necesarias para cada uno, pero un creyente no debe considerar que es un fracaso trabajar en un empleo «secular» en lugar de en una iglesia o ministerio. Este fue uno de los grandes principios de la Reforma, expresado mejor por Martín Lutero. Lutero enseñó que el trabajo, o nuestra vocación (llamado), es agradable al Señor sin importar su carácter religioso. Esto fue revolucionario en los días de Lutero porque se le había enseñado a la gente que ser monje o sacerdote era la más alta vocación y que todas las demás ocupaciones eran inferiores. Se daba a entender que Dios no estaba muy complacido con los granjeros, panaderos y zapateros. Estar involucrado en cualquier cosa que no fuese el ministerio vocacional era perder las oportunidades de completar tu fe a través de buenas obras y perder la seguridad de la salvación que viene de tal llamado. Lutero enseñó que todos los cristianos tienen una posición en la vida dada por Dios, una vocación que sirve a los demás a nuestro alrededor. Lutero añadió que aun la humilde lechera era, a través de su vocación, el instrumento por medio del cual «Dios ordeña las vacas». 

Debido a este importante principio, cuando examinamos nuestro llamado no debemos buscar un escalafón de posibles vocaciones y elegir la «mejor»; en cambio, debemos examinar nuestros dones e intereses para discernir para qué profesión somos más adecuados. Nuevamente, si Dios es el dador de dones y talentos, y si Dios no suele dar señales sobrenaturales para dirigir a Su pueblo hacia sus vocaciones, entonces la mejor dirección que podemos tener para nuestra vocación es buscar aquello para lo que Dios nos ha equipado mejor. Así, el ministerio vocacional no es diferente de otros llamamientos, nos miramos a nosotros mismos y a nuestras capacidades y buscamos la afirmación y el consejo de aquellos a nuestro alrededor para ayudarnos a determinar si un llamado es el adecuado. Estas dos evaluaciones se han descrito históricamente como el «llamado interno» y el «llamado externo» cuando se aplican a un llamado al ministerio del evangelio. Al observar el llamado interno y el externo, es importante reconocer que también se aplican en un contexto secular, solo que con circunstancias diferentes. 

EL LLAMADO INTERNO 

La primera evaluación relacionada con la vocación es la evaluación que la persona realiza de sus propios dones, talentos, e intereses. Es lo que se ha denominado el llamado interno. Sin embargo, esto no significa que consista completamente de sentimientos y deseos internos. Esos deseos son un componente del llamado interno, pero hay más que considerar. El llamado interno también implica una autoevaluación. Es apropiado y bueno que los individuos reflexionen sobre las habilidades que tienen, los dones que se les han dado y los deseos que tienen para ciertas vocaciones. Cada una de estas áreas es importante para una adecuada autorreflexión. No le hace ningún bien a una persona ignorar sus dones o habilidades. En nuestros días, se ha difundido ampliamente la idea de que una persona debe seguir solamente la vocación que le apasiona, que uno nunca debe «conformarse» con otra vocación, y que debes siempre «seguir tu corazón». El anhelo por abrazar una vocación es importante, pero no es suficiente. Si así fuera, yo estaría jugando béisbol en las Grandes Ligas. 

En el contexto del llamado al ministerio del evangelio, por ejemplo, se necesita mucho más que el deseo de ayudar a otros o de intentar hallar propósito en la vocación como tal. Si un llamado viene del Señor, entonces Él te habrá de equipar para que florezcas en ese llamado. Esto comienza con el cumplimiento de los requisitos para el ministerio del evangelio. El llamado de Cristo no llega hoy al futuro ministro como lo hizo con Mateo, con la persona de Cristo diciéndole directamente: «Sígueme», sino que el llamado al ministerio comienza con el llamado de Cristo a llevar Su nombre y seguirlo. Con mucha frecuencia, los hombres buscan el ministerio como un medio para calmar la voz de descontento en sus propios corazones. Es fácil caer presa del pensamiento de que si dedico mi vida al servicio del evangelio, Dios me aceptará y recompensará ese compromiso con la vida eterna. El prerrequisito absoluto para el ministerio del evangelio es ser llamado personalmente por Dios y ser reconciliado con Él a través de la obra terminada de Cristo, para que sea tu nombre el que Dios llame. Horatius Bonar señaló lo mismo hace más de un siglo: «El verdadero ministro debe ser un verdadero cristiano. Debe ser llamado por Dios antes de poder llamar a otros hacia Dios». 

El futuro ministro del evangelio debe tener cuidado de no caer presa de tendencias perfeccionistas, y tampoco debe confiar demasiado en su capacidad. La naturaleza misma del ministerio debe hacer que un hombre se detenga antes de embarcarse en ese camino y debe hacer que un hombre vea la grandeza de la obra y clame junto a Pablo que no es suficiente para estas cosas (2 Co 3:5). Cuando se ve a sí mismo, debe ver a Aquel que da dones a los hombres. Es Dios quien hace a la persona suficiente al proveerle las habilidades, destrezas y conducta que necesita para tener éxito en el ministerio vocacional. Estos dones no tienen todos que existir en su forma completa antes de que un hombre se dedique al ministerio del evangelio, pero una humilde autoevaluación debe mostrar la presencia de los dones requeridos (por ejemplo, un entendimiento de la Escritura y la capacidad de enseñar). El aspirante al ministerio debe también hacerse preguntas difíciles sobre las calificaciones de carácter establecidas en 1 Timoteo 3 y Tito 1. Él debe saber que los requisitos de carácter no son solo obstáculos a superar, sino que son el porte y los rasgos necesarios para tener éxito en el ministerio vocacional. Finalmente, el aspirante debe mirarse a sí mismo para determinar si está comprometido con el ministerio vocacional. El compromiso es vital para el ministerio, un compromiso de fe hacia el crecimiento espiritual, la humildad, el conocimiento, la disciplina, la sabiduría y el liderazgo, entre otras cosas. Cuando un hombre pone su mano en el arado, no puede mirar atrás (Lc 9:62). Pablo nos da una excelente guía para la autoevaluación: él sabía que no era perfecto, sabía que aún no se había convertido en lo que sería, pero también sabía que tenía que seguir adelante hacia la meta (Flp 3:12). Una visión adecuada del llamado interno se toma esto muy en serio. 

EL LLAMADO EXTERNO 

Aunque el llamado interno es muy importante, no es la única parte al discernir el llamado de Dios. Incluso una cuidadosa autoevaluación tiene sus puntos ciegos. Por esta razón, el sentido subjetivo del llamado se confirma mejor por medio de una afirmación externa. En el caso del ministerio del evangelio, esto sería una confirmación del llamado del aspirante por el cuerpo de Cristo. Ya que Cristo no da dones a un hombre sin la oportunidad de ejercerlos. Los dones de un hombre pueden ser evaluados y estimulados por la iglesia. La mejor ayuda para determinar si eres llamado al ministerio es que sirvas a Dios en el presente, y por medio de la evaluación de tal servicio, poner a prueba tus dones. De hecho, en la mayoría de los casos, el llamado al ministerio viene mientras se sirve a la iglesia. La presencia de dones para el ministerio en un hombre lo marcará ante el pueblo de Dios como alguien que es llamado al ministerio, porque todos los dones que tiene son para ser usados en el cuerpo y tales dones son dignos de ser honrados por la iglesia. 

No debemos pensar en cosas como la necesidad de recomendaciones personales, exámenes de ordenación, o la elección de una congregación como si fueran necesidades burocráticas. Más bien, estas son manifestaciones de la importante validación del llamado externo. Una persona no es completamente soberana sobre su llamado, especialmente el llamado al ministerio del evangelio. Que los demás afirmen esos dones es vital para determinar si se debe buscar una vocación. Si a un hombre se le han dado oportunidades para ejercer y probar sus dones para el ministerio, y si esas pruebas han sido recibidas con el estímulo y la aprobación de otros en la iglesia, ¿Cuánta más confianza tendrá el hombre en su llamado? Si el hombre ha sido examinado por aquellos a quienes ya se les ha encomendado el ministerio del evangelio, y los exámenes muestran que está calificado en carácter y dones, eso es una bendición. Al mismo tiempo, si el hombre recibe advertencias de sus hermanos cristianos de que no parece estar bien preparado para el ministerio, y no es capaz completar los exámenes satisfactoriamente, entonces debe detenerse y hacer un balance de su deseo por el ministerio vocacional. Puede muy bien ser la misericordia de Dios que le protege del potencial dolor, sufrimiento y fracaso. 

Este llamado externo se extiende más allá del ministerio hacia otras vocaciones. Está bien establecido que, para aspirar a muchas ocupaciones, la persona debe recibir aprobación externa, los médicos deben aprobar los exámenes de la junta médica, los abogados deben aprobar los exámenes del colegio de abogados, y así los arquitectos, ingenieros y técnicos todos tienen que aprobar requisitos de licencias y certificación. Estos exámenes y certificaciones sirven, en efecto, para prevenir a los no calificados de tales profesiones, pero también ayudan a ratificar las habilidades y dones de las personas. Recuerdo que hace muchos años aprobé el examen del colegio de abogados del estado, esto me animó a que realmente podía ser un abogado. Esa reafirmación fue de mucha ayuda en los meses y años que siguieron, durante los días largos y los proyectos exigentes. El que debía ejercer esa vocación no solo era una idea en mi cabeza sino que los expertos en este campo también creían que yo tenía las habilidades necesarias para tener éxito. Es por eso que, aunque no se requiera una prueba o certificación formal para la vocación que quieres seguir, te aconsejaría que obtuvieras una opinión sobre tus dones para esa vocación fuera de ti mismo. La sabiduría y el apoyo que recibes de otros es invaluable. 

¿CÓMO PUEDO ADMINISTRAR MI LLAMADO? 

Por último, debemos considerar cómo debemos administrar mejor nuestros llamados. Las personas pueden examinar su propio sentido de llamado, sus dones, habilidades e intereses y luego someterse a una evaluación externa de los mismos sin llegar a una conclusión infalible. A veces nos damos cuenta de que no hemos tomado la mejor decisión y necesitamos cambiar de rumbo. Lo más insensato sería seguir adelante ante la evidencia de que hemos elegido la vocación equivocada. También está el hecho de que las personas cambian con el paso del tiempo, cuando nos casamos, tenemos hijos, nos mudamos a nuevos lugares, o incluso tenemos nuevas experiencias, nuestros intereses pueden cambiar. Podemos desarrollar nuevos dones y habilidades que no sabíamos que teníamos. Si este es el caso, la providencia de Dios puede traer nuevas oportunidades para nuevas vocaciones. Una vez más, si tomamos en cuenta todos los parámetros mencionados anteriormente, no hay nada malo en encontrar una vocación diferente. Dios a menudo cambia las circunstancias y vidas de Su pueblo para ayudarles a crecer en Cristo. 

Lo importante al pensar en el llamado es buscar usar los dones que Dios nos ha dado y glorificarle en el ejercicio de esos dones. Si eso significa elegir una nueva vocación, que así sea. Creo que Dios me ha dirigido al menos hacia tres llamados: Empecé convencido de que sería un académico y busqué confirmar esa vocación a través de la educación. Entonces me convencí de que la academia no era el mejor llamado para mí y en lugar de eso me dediqué a las leyes trabajando como abogado durante casi una década. Fue mientras estaba en esa vocación que sentí el llamado a entrar en el ministerio del evangelio (llamado interno), y fui animado por aquellos en la iglesia a seguir ese rumbo (llamado externo). Espero servir al Señor de esta manera hasta el final de mis días, pero siempre debo permanecer abierto a la dirección del Señor. Que el Señor te lleve a una confianza similar en Él, para que conozcas que Él sostiene todos tus días y todas tus vocaciones en Sus manos. 

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Fred Greco
Fred Greco

El reverendo Fred Greco es pastor principal de Christ Church (PCA) en Katy, Texas.

¿La oración cambia las cosas?

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Serie: Preguntas claves sobre la oración.

¿La oración cambia las cosas?

Fred Greco

Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Preguntas claves sobre la oración.

El tema de la oración al principio le resulta fácil a todo nuevo creyente. Como un niño ante el Padre (Lc 18:17), al llegar a la fe en Cristo, nos damos cuenta, no solo de que tenemos necesidades, sino de que el Señor es el mejor y único proveedor de nuestras necesidades. Por esta razón, vamos rápida y voluntariamente al Señor en oración, presentando todas nuestras preocupaciones ante Él, sabiendo que Él se preocupa por nosotros (1 Pe 5:7).

Debemos orar en el nombre de Jesús, bajo Su autoridad y de acuerdo con la voluntad de Dios.

Pero luego algo le sucede a nuestra sencillez infantil, a medida que estudiamos más la Biblia. Llegamos a una mayor comprensión de la naturaleza de Dios: que Él lo sabe todo (Sal 145:17Jn 16:30) y que Su voluntad no puede ser frustrada por alguna criatura o circunstancia (Sal 46:10Pr 19:21). Estas verdades pueden afectar nuestra visión de la oración. ¿Por qué orar si, después de todo, Dios ya sabe lo que necesitamos? Jesús nos dice en el Sermón del Monte que Dios ya conoce nuestras oraciones incluso antes de que las pidamos (Mt 6:8) y que Él conoce tan bien nuestras circunstancias que incluso los cabellos de nuestras cabezas están contados (Mt 10:30). ¿Por qué orar si no hay ninguna diferencia fundamental, ya que, después de todo, Dios obra todas las cosas según el consejo de Su voluntad (Ef 1:11)?

Necesitamos pensar en la oración menos en términos de cómo obtenemos las cosas que necesitamos de Dios y más en términos de nuestra relación con Dios. Dicho sin rodeos, Dios no necesita la oración. Él no cuenta con nosotros para que le hagamos ver nuestras necesidades, y tampoco está esperando que le pidamos para Él actuar. No, Dios es Dios, y Él es el gobernador soberano del universo. Pero también es nuestro Dios, y ha entrado en una relación con Su pueblo, convirtiendo en hijo Suyo a cada persona que confía en Jesucristo. Dios ha dado la oración como un medio para que podamos acercarnos a Él, confiar en Él y comprender que Él nos ama y se preocupa por nosotros. Podríamos decirlo de esta manera: si la Biblia es la forma en que el Señor se comunica con nosotros, la oración es la forma en que nosotros nos comunicamos con Él. La comunicación es crítica para cualquier relación y esto es verdaderamente cierto en nuestra relación con Dios.

Dios también usa la oración para provocar cambios en nosotros. Debemos orar en el nombre de Jesús, bajo Su autoridad (Jn 14:13) y de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Jn 5:14). Seguir este modelo bíblico de oración nos enseña a buscar la voluntad de Dios y a venir al Señor con el deseo de que nuestras vidas reflejen la gloria de Dios y la imagen de Jesucristo. Piensa en esto por un momento: ¿Qué tiene más significado eternamente: que nuestras circunstancias cambien o que seamos más como Jesús? Cuando miramos la oración bajo esta luz, vemos el verdadero poder de la oración. La oración es un medio de gracia que el Señor usa para moldearnos más y más a la imagen de Cristo (ver Rom 8:29).

Finalmente, la oración es también un medio que Dios usa para traer a cumplimiento Su voluntad, no porque Él dependa de la oración, sino porque ha elegido usar la oración para ese fin. Un ejemplo de esto en el Antiguo Testamento es el clamor de los israelitas en Egipto (Éx 2:23-25). El Señor ya había prometido liberar a Su pueblo de la esclavitud (Gén 15:13-14), ya había afirmado esa promesa en Su pacto, y aun así escogió usar las oraciones de Su pueblo para iniciar Su liberación. Recordemos esto cuando estemos desanimados o nos sintamos impotentes. Vayamos al Señor en oración y oremos para que Él cambie tanto nuestras circunstancias como a nosotros mismos.

Este articulo fue publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Fred Greco
Fred Greco

El reverendo Fred Greco es pastor principal de Christ Church (PCA) en Katy, Texas.

El origen y la presencia de la falsa enseñanza | 3ra parte

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El origen y la presencia de la falsa enseñanza | 3ra parte

Fred Greco

Nota del editor: Esta es la tercera y última parte del articulo «El origen y la presencia de la falsa enseñanza«, que es la introducción a la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine.

En esta oportunidad veremos cómo la falsa enseñanza echa raíces y qué podemos hacer para estar listos a combatirla.

Cómo la falsa enseñanza echa raíces

Hemos visto algunas de las maneras en que surge la falsa enseñanza en la iglesia. ¿Cómo es, entonces, que se arraiga y permanece, a pesar de ser contraria a la verdad de la Palabra de Dios y la misión de la iglesia? Si podemos ver cómo la falsa enseñanza se propaga y se hace aceptable, estaremos mejor preparados para enfrentarla. Hay una variedad de factores involucrados aquí, pero, por brevedad, veamos tres: uno educativo, uno institucional y uno relacionado con el liderazgo.

Uno de los contribuyentes más comunes a la difusión de la falsa enseñanza en la iglesia es la falta general de conocimiento y discernimiento bíblico entre la gente. Puede parecer contradictorio decir que los estudiantes deberían ser capaces de corregir a los maestros cuando traen falsedad a la iglesia, pero eso es exactamente lo que la Biblia nos enseña. Cuando Pablo estaba en Berea, su enseñanza no fue simplemente aceptada por su propia autoridad, sino que sus oyentes la examinaron diariamente mediante las Escrituras para ver si era verdadera (Hch 17:11). Por esto, fueron elogiados por Lucas como «más nobles». Todos los creyentes deben leer las Escrituras por sí mismos y comparar lo que se les enseña con las Escrituras. Esto no requiere un escepticismo radical, pero sí significa que los creyentes no deben confiar ciegamente en palabra de hombres. Deben confiar solo en las Escrituras de esa manera. Surge un problema cuando los creyentes no tienen la voluntad o la capacidad de estudiar las Escrituras por sí mismos. Esto conduce a una dependencia de la autoridad humana y permite que la falsa enseñanza se arraigue y se extienda. El objetivo educativo de la iglesia no debe ser simplemente transmitir el conocimiento de la Biblia, sino también transmitir el amor por la Biblia y el deseo de estudiarla.

La falsa enseñanza es un peligro para la iglesia de Jesucristo, y puede surgir de diferentes partes y florecer si no se confronta.

Un segundo contribuyente a la difusión de la falsa enseñanza es institucional: el hecho de no responsabilizar a las personas por su falsa enseñanza. A menudo se ha enseñado que hay tres marcas de una iglesia verdadera: la predicación fiel de la Palabra, la administración correcta de los sacramentos y el ejercicio de la disciplina. La tercera marca existe para asegurarse de que las primeras dos sean sostenidas. Cuando la iglesia se hace de la vista gorda a la falsa enseñanza porque sus proponentes son populares o tienen «ministerios exitosos» (más personas o más dinero), o simplemente para evitar conflictos, la iglesia entonces permite que esta falsa enseñanza se extienda y sea la fuente de mayor división y conflicto. La disciplina de la iglesia existe para defender la gloria de Cristo y Su verdad y para proteger al pueblo de Dios del error y sus consecuencias.

Hay un tercer contribuyente al avance de la falsa enseñanza en la iglesia, y está relacionado con el liderazgo. Incluso cuando el pueblo de Dios está ansioso por estudiar Su Palabra y la iglesia está preparada para ejercer disciplina, la falsa enseñanza puede florecer cuando el liderazgo de la iglesia está mal preparado y mal entrenado. Mientras más sacrifiquemos los estándares de entrenamiento ministerial a pastores y ancianos, menos preparados estarán para reconocer la falsa enseñanza. Los pastores y ancianos que no están entrenados en teología histórica no se darán cuenta cuando falsas enseñanzas de la antigüedad se presenten con ropa moderna. Aquellos que no han sido entrenados bien en la Biblia, sus idiomas y los principios de su correcta interpretación, pueden ser presa fácil de nuevas enseñanzas que parecieran explicar problemas o contradicciones. Para combatir la falsa enseñanza, la iglesia necesita pastores, ancianos y maestros que estén dispuestos y sean capaces de confrontar la falsedad (Tito 2: 81 Pe 2:15).

Qué podemos hacer con la falsa enseñanza

La falsa enseñanza es un peligro para la iglesia de Jesucristo, y puede surgir de diferentes partes y florecer si no se confronta. ¿De qué manera el conocer el origen y la presencia de la falsa enseñanza nos ayuda a combatirla? Dicho brevemente, tal conocimiento nos impide ser complacientes con la falsa enseñanza y el peligro que esta presenta. Saber de dónde proviene la falsa enseñanza nos mantiene alerta. Y quizás lo más importante, si somos conscientes de la realidad de la falsa enseñanza, nos veremos obligados a estudiar nuestras Biblias cada vez más, y a estar preparados para defender la verdad que el Señor nos ha dado y que graba en nuestros corazones por la obra del Espíritu Santo.

Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine.

Fred Greco

Fred Greco

El reverendo Fred Greco es pastor principal de Christ Church (PCA) en Katy, Texas.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

El origen y la presencia de la falsa enseñanza | 2da parte

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El origen y la presencia de la falsa enseñanza | 2da parte

Fred Greco

Nota del editor: Este articulo, que consta de 3 partes, es la introducción a la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine.

En esta oportunidad analizaremos las tres vías por las que la falsa enseñanza puede entrar en la iglesia: la búsqueda de alguna enseñanza o doctrina nueva e interesante, una reacción exagerada ante otros errores de enseñanza en la iglesia, y un afán de evitar las críticas, particularmente las críticas del mundo que nos rodea.

La búsqueda de nueva enseñanza

Tal vez la forma más «inocente» en que la falsa enseñanza puede llegar a la iglesia es cuando alguien intenta encontrar una forma nueva e innovadora de entender la Biblia. La Biblia es un libro antiguo que pastores, ancianos y eruditos han estudiado durante milenios. Es difícil pensar en un tema bíblico sobre el cual no se hayan escrito cientos de libros. En los temas más polémicos, como el bautismo o la escatología, prácticamente todas las posiciones teológicas han sido replanteadas. No todos los maestros están satisfechos con relatar las diversas interpretaciones históricas o presentar la verdad bíblica histórica de una manera clara y convincente. Para algunos, es necesario ir a donde nadie haya ido antes, enseñando la Biblia de una manera que no dependa de ningún predecesor.

Un ejemplo de esto fue John Nelson Darby, cuyo deseo de organizar la Biblia y su profecía en un solo sistema definitivo produjo lo que ahora se conoce como dispensacionalismo. Sus enseñanzas llevaron a desviaciones de la comprensión histórica de la iglesia, los sacramentos y, de alguna manera, el pecado original.

Para otros, existe ese afán de resolver definitivamente algún tema bíblico espinoso sobre el cual teólogos han debatido durante siglos. Esto los lleva a un territorio inexplorado, expresando ideas e interpretaciones no probadas de la Biblia. El erudito jesuita Luis de Molina pensó que había descubierto una manera de reconciliar el conflicto antiguo entre teólogos sobre el libre albedrío y la predestinación en su nueva enseñanza del «conocimiento medio». Al final, todo lo que logró fue confundir a la gente acerca de la voluntad de Dios y Su cuidado providencial. Un ejemplo más actual sería aquellos que han presentado la idea del «teísmo abierto» en un esfuerzo por proteger a Dios de ser acusado de responsabilidad por el mal en el mundo. El resultado ha sido presentar a un Dios que es débil, incapaz de proveer a Su pueblo y, finalmente, a merced de las acciones de los hombres. Deberíamos estar conscientes de este punto de entrada a la falsa enseñanza, tanto cuando otros vienen a convencernos de una gran nueva revelación que nunca se ha escuchado antes, así como cuando nosotros somos tentados a hacernos famosos con alguna nueva enseñanza. Es mucho mejor ser considerado como monótono o aburrido mientras nos mantenemos firmes y «contendemos ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» (Jud 3).

Una reacción exagerada ante el error

Una segunda manera en que la falsa enseñanza puede entrar a la iglesia es cuando algunos maestros intentan proteger exageradamente a la iglesia del error. Al decir «exageradamente», no me refiero al mero esfuerzo realizado para proteger a la iglesia del error, sino más bien a los extremos que algunos llegan en nombre de la protección de la iglesia. Las verdades más grandes y preciosas de la Biblia han sido explicadas y entendidas con gran cuidado a lo largo de los siglos. Doctrinas como la Trinidad, la persona de Cristo y la relación entre la fe y las obras se han desarrollado a partir de una comprensión de la totalidad de las Escrituras, y con el conocimiento de que existen errores iguales y opuestos en los que alguien puede caer. En El progreso del peregrino, Juan Bunyan describió el viaje del cristiano a través del valle de la sombra de la muerte como un caminar entre dos peligros: una profunda zanja a la derecha y un peligroso atolladero a la izquierda. Si uno se mueve bruscamente en una dirección para evitar un peligro, puede caer en el otro peligro opuesto.

Quizás el mejor ejemplo histórico de esto es la forma en que la falsa enseñanza sobre la persona de Cristo entró en la iglesia. Al tratar de entender cómo Cristo puede ser a la vez humano y divino, Nestorio y sus seguidores enseñaron una clara división en Cristo que esencialmente lo hizo dos personas, una humana y otra divina. La iglesia discrepó de esta enseñanza y la condenó en el Primer Concilio de Éfeso. Pero en un intento exagerado de corregir el error nestoriano, Eutiques y sus seguidores enseñaron que la manera de evitar concebir a Cristo en dos personas era entender que la divinidad de Cristo aplastaba Su humanidad, esencialmente negando Su verdadera humanidad. Ellos habían evitado exitosamente una falsa enseñanza solo para caer de cabeza en otra. Otro ejemplo es cuando varios falsos maestros a lo largo de la historia han intentado lidiar con el supuesto problema del triteísmo en la doctrina de la Trinidad (que la doctrina parece enseñar que hay tres Dioses). Desde Sabelio en el siglo III y Miguel Servet durante la Reforma, hasta los teólogos unicitarios de hoy en día, los intentos por «asegurar» que la iglesia enseñe el monoteísmo a menudo han resultado en falsas enseñanzas sobre la Trinidad.

Ser cristiano significa creer que lo que Dios dice en Su Palabra es verdad, aun cuando todos a tu alrededor no estén de acuerdo.

El afán de evitar la crítica

Una tercera manera en que la falsa enseñanza entra en la iglesia es cuando algunos maestros tratan excesivamente de evitar la crítica, especialmente cuando esa crítica proviene de la cultura que nos rodea. Aquí es donde interviene la naturaleza humana, especialmente nuestro orgullo pecaminoso. A las personas no les gusta que se les considere ignorantes, incultos o sin educación. No les gusta que otros les desprecien por cosas que creen o dicen. Y, sin embargo, esta es una parte fundamental de ser cristiano.

Ser cristiano significa creer que lo que Dios dice en Su Palabra es verdad, aun cuando todos a tu alrededor no estén de acuerdo. «Sea hallado Dios veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso», nos dice la Biblia (Rom 3:4). Martín Lutero lo expresó con su ingenio característico: «Uno con Dios es la mayoría». Pero a menudo es más fácil decirlo que hacerlo. Algunos maestros dentro de la iglesia pueden llegar a temer que no tendrán ningún impacto en el mundo a menos que enseñen de una manera que sea culturalmente aceptable.

Fue esta manera de pensar que llevó a una desviación de la verdad bíblica sobre la expiación y el sacrificio de Cristo. Los gritos contra el «abuso infantil cósmico» y un «Padre duro y vengativo» han llevado a algunos a enseñar en contra de la expiación sustitutiva de Cristo. Esto, a su vez, ha llevado a la redefinición del pecado, el arrepentimiento y la santidad. Una vez que el hilo comienza a deshacerse, toda la tela comienza a rasgarse.

Otro ejemplo de esta tendencia es la forma en que algunos maestros dentro de la iglesia se han alejado de la doctrina bíblica de la creación como se establece en Génesis 1-2, Isaías 40 y Colosenses 1, entre otros lugares. Con tal de no parecer ir en contra de un «consenso» científico, tales maestros negarán hasta que Dios es el Creador de todas las cosas.

Algo que es particularmente peligroso es que la falsa enseñanza puede entrar en la iglesia desde la cultura porque las personas tienen buenas intenciones: quieren llegar a los perdidos, por lo que intentan eliminar todo lo que consideran como una barrera. No deberíamos atacar intencionalmente a nuestros vecinos, pero tampoco debemos tener miedo de pararnos firmes en la Palabra de Dios, incluso cuando tal postura no sea popular. Eso también significa que debemos ser cautelosos con aquellos dentro de la iglesia que constantemente intentan acomodarse al último pensamiento cultural.

Nota del editor: En la tercera parte de este articulo, «El origen y la presencia de la falsa enseñanza»,  veremos cómo la falsa enseñanza echa raíces y qué podemos hacer para estar listos a combatirla.

Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine.

Fred Greco

Fred Greco

El reverendo Fred Greco es pastor principal de Christ Church (PCA) en Katy, Texas.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

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El origen y la presencia de la falsa enseñanza | 1ra parte

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El origen y la presencia de la falsa enseñanza | 1ra parte

Fred Greco

Nota del editor: Este articulo, que consta de 3 partes, es la introducción a la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine. 

El seguir la verdadera enseñanza del Señor Jesucristo es fundamental para lo que significa ser cristiano. La Gran Comisión (Mat 28:18-20), tal vez el pasaje más conocido sobre el propósito de la iglesia, tiene en su núcleo este concepto: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones… enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado». Como resultado, la iglesia siempre ha hecho grandes esfuerzos para enseñar la Biblia. Pero los esfuerzos no siempre producen resultados. La interacción con la cultura, los pasajes difíciles de la Biblia y el poder del pecado para afectar la mente han contribuido a la formulación y difusión de enseñanzas falsas o incorrectas. Las iglesias y los creyentes individuales cometen un grave error si piensan para sí mismos: «Eso no puede suceder aquí». Pensar que somos inmunes al error nos coloca en una posición muy peligrosa. Es exactamente lo que quiere el enemigo: que estemos dormidos y desprevenidos ante sus esfuerzos de atacar a los creyentes mediante la falsa enseñanza.

El testimonio de la Biblia sobre la falsa enseñanza debería dejar en claro que no somos invulnerables ante esta amenaza.

La realidad de la falsa enseñanza

La falsa enseñanza es una amenaza real para la iglesia. La falsa enseñanza no es una amenaza solo en ciertas circunstancias, o solo en iglesias con ciertas estructuras gubernamentales, o solo en ciertos lugares y culturas en el mundo. Debemos reconocerla como una amenaza porque la Biblia continuamente nos advierte que es una amenaza. Jesús nos advierte que los falsos maestros vendrán desde afuera de la comunidad de creyentes, tratando de ocultar sus verdaderas intenciones (Mat 7:15-20). Pedro nos dice que los falsos maestros también pueden surgir dentro de la comunidad de creyentes, trayendo una doctrina que es destructiva y venenosa (2 Pe 2:1). El apóstol Pablo continuamente advirtió a las iglesias que él servía que, si los falsos maestros entre ellos no eran controlados, los resultados serían desastrosos (Gal 1:6-92 Cor 11:1-211 Tim 6:3-5). En pocas palabras, la falsa enseñanza no es solo un problema para otras personas e iglesias; es un problema sobre el cual todos los creyentes deben estar atentos y contra el cual deben estar vigilantes.

El testimonio de la Biblia sobre la falsa enseñanza debería dejar en claro que no somos invulnerables ante esta amenaza. Cuando seamos tentados a pensar que estamos exentos de tales amenazas porque somos fuertes y muy espirituales, haremos bien en recordar la advertencia del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto, la cual pensaba que nunca caería en los errores que habían surgido en el Israel del Antiguo Testamento: «Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga» (1 Co 10:12). Si las aberraciones doctrinales pueden surgir en iglesias que fueron nutridas con las enseñanzas de los apóstoles, ¿qué nos hace pensar que somos inmunes? Pablo tuvo que advertir a los gálatas sobre las falsas enseñanzas con relación a la doctrina central de la fe —cómo el hombre es justificado ante Dios— cuando la generación de discípulos que Jesús enseñó directamente todavía estaba caminando por la tierra. ¿Cómo, entonces, podemos darnos el lujo de ser complacientes?

Cómo entra la falsa enseñanza

Ya que estamos llamados a estar alertas ante la amenaza de la falsa enseñanza en medio nuestro, ¿qué deberíamos tener en cuenta? ¿Deberíamos esperar a que alguien se ponga de pie en medio de un servicio de adoración y declare: «La iglesia ha estado equivocada por muchos años… permítanme decirles lo que la Biblia realmente enseña»? ¿Esperamos declaraciones fuertes que golpeen el corazón de enseñanzas bíblicas tales como: «Dios no es real» o «Jesús no es Dios»? Si creemos que una falsedad solo entrará a la iglesia de manera repentina y dramática, no estaremos bien preparados. Es cierto que se han encontrado grandes falsedades en la iglesia, pero no necesariamente de manera repentina. El enemigo de nuestras almas prefiere un enfoque más sutil, sembrando dudas y torciendo la verdad para lograr que la falsedad sea aceptable. Después de todo, el primer ataque al hombre no fue: «¿Cómo puedes creer eso?», sino: «¿Seguro que Dios dijo eso?»

Otra cosa que debemos recordar es que la falsa enseñanza no siempre llega a la iglesia como resultado de intentos deliberados de engañar a los cristianos y hacerlos que nieguen la fe. Tales tácticas ciertamente son posibles, ya que el Nuevo Testamento registra instancias de «los falsos hermanos… que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús» (Gal 2:4), y aquellos que «se han infiltrado encubiertamente… impíos que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje, y niegan a nuestro único Soberano y Señor, Jesucristo» (Jud 4). No deberíamos ser ingenuos e ignorar los signos de tales ataques, pero más a menudo, el peligro de la falsa enseñanza llega por otras vías. Tres vías a las cuales debemos prestar especial atención son: la búsqueda de alguna enseñanza o doctrina nueva e interesante, una reacción exagerada ante otros errores de enseñanza en la iglesia, y un afán de evitar las críticas, particularmente las críticas del mundo que nos rodea.

Nota del editor: En la segunda parte de este articulo, «El origen y la presencia de la falsa enseñanza», analizaremos las tres vías por las cuales la falsa enseñanza puede entrar a una iglesia.

Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine.

Fred Greco

Fred Greco

El reverendo Fred Greco es pastor principal de Christ Church (PCA) en Katy, Texas.