Las abejas, un ejemplo para la unidad | Jueces 14:8

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He aquí que en el cuerpo del león había un enjambre de abejas, y un panal de miel.
Jueces 14:8
Las abejas, un ejemplo para la unidad

¡Qué interesante es un enjambre de abejas! Ellas pueden vivir en un árbol hueco, en una caja de madera o incluso en el cuerpo muerto de un león. Su ciudad no tiene alcalde ni gobernador, ni municipio, y tampoco jefe político. Si bien posee una reina, ella no dirige sus políticas ni sus destinos.

Sin embargo, difícilmente encontraremos una comunidad tan eficiente dentro de todo el reino animal. Sus habitantes son todas para una y una para todas. Entre ellas hay cooperación perfecta y unidad de acción. No existen celos ni peleas, y no batallan entre ellas. Sí pelearán contra sus enemigos, e incluso el hombre debe tener cuidado de su ira. Su sistema de repartición de tareas y trabajos es el mejor del mundo. Cada obrera conoce su trabajo exacto, y lo lleva a cabo sin alardear o mostrarse a su patrón, ¡pues no existe un patrón! En la ciudad de las abejas no hay problemas de desempleo.

Quizás Dios quiere que consideremos a estas pequeñas y fascinantes criaturas y aprendamos cómo debemos funcionar en las asambleas de los santos. Cuán brillante sería el testimonio del Señor si existiera cooperación estrecha y unidad entre los creyentes; si reconociéramos que “el enemigo es el diablo” y no nuestros hermanos; si cada miembro del Cuerpo obrara según las habilidades que Dios le dio (véase Ro. 12:6-8).

A diferencia de las abejas, que actúan por instinto, nosotros tenemos un Patrón real y precioso, a saber, el Espíritu Santo. Él está en nosotros, y entre nosotros, para glorificar a Cristo y guiarnos a toda la verdad. Cuando estamos en verdadera sumisión a nuestro Patrón divino, ¡cuánta miel nutritiva se produce entre los creyentes para gloria de Dios y para la edificación mutua en amor! “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Ro. 15:13).

Grant W. Steidl
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Gloria terrenal, gloria celestial | 1 Corintios 9:25-26

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Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura.
1 Corintios 9:25-26
Gloria terrenal, gloria celestial
Un día, mientras leía mi Biblia, alguien encendió un televisor y me encontré con un constraste sorprendente. En la pantalla, un hombre saltaba en paracaídas desde la cascada más alta del mundo. No era ficción; era real. Esta persona estaba intentando realizar algo que le había quitado la vida a otros antes que él. Luego miré mi Biblia abierta y leí el relato de Hechos 7, donde vi a otro hombre arriesgando su vida. Este hombre no estaba saltando desde la cima de una cascada ante una multitud de fotógrafos y aficionados; estaba en medio de una multitud de personas hostiles y violentas que querían apedrearlo hasta la muerte.

Entonces me pregunté por qué el primer hombre se arriesgó. ¿Será que quería triunfar donde otros fracasaron? ¿O tal vez buscaba llevar sus habilidades al límite? ¿O quizás solo buscaba fama terrenal? No lo sé. Pero sé por qué el otro hombre, un creyente llamado Esteban, estaba dispuesto a enfrentar la hipocresía, la injusticia y las amenazas de muerte: no era un temerario ni un buscador de emociones, sino un seguidor fiel de Cristo que consideraba un honor morir por su Señor y Salvador.

El paracaidista vivió. Las cámaras captaron su momento de gloria mientras se levantaba y saltaba en el aire, con una sonrisa en su rostro por aquel momento de triunfo. ¡Qué emoción!

Esteban murió. Pero en sus últimos momentos los cielos se abrieron y vio la gloria de Dios. Lo suyo no fue la emoción de un momento, sino gozo eterno, justo en el momento en que la furia de sus enemigos se desvaneció y la gloria del Hijo del hombre llenó su visión. El odio de los hombres en la tierra fue sustituido por el amor del Hombre del calvario. La muerte corporal dio paso a la vida eterna, y la derrota fue absorbida por la victoria.

¿Cuál de estas experiencias cree usted que vale la pena buscar?

Grant W. Steidl
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