¿Salvación por haber visto milagros o por la fe |Marcos 7:37

¿Salvación por haber visto milagros o por la fe?

En gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír, y a los mudos hablar.

Marcos 7:37

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Las multitudes que seguían a Jesús quedaban maravilladas después de contemplar los milagros que él hacía. Todas las obras maravillosas que Jesús hizo trajeron sanación y bendición a las personas. Nunca alguien había visto algo parecido. Muchos comenzaron a seguirlo por las cosas extraordinarias que hacía, y el testimonio de sus obras se difundió por todo Israel. Muchos se preguntaban: «¿Quién es este Hombre?»

Esta es una pregunta que el Señor le hace a usted hoy mismo: “¿Quién decís que soy yo?”. Pedro respondió lo siguiente: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:15-16). ¿Está usted dispuesto a responder de la misma manera?

Muchas personas creyeron porque vieron la gran cantidad de milagros que Jesús realizó, pero “Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos” (Jn. 2:24). Él sabe lo que hay en el corazón del hombre. La fe no viene por ver señales y milagros, sino por creer el mensaje vivificante del Evangelio de salvación a través del Señor Jesucristo. El apóstol Pablo también lo expresó claramente: “Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10:10).

Hoy en día, muchos afirman realizar milagros y sanaciones por fe. ¿Cómo podemos distinguir entre lo verdadero y lo falso? Dios mismo nos da la respuesta en su Palabra. El resultado de una fe genuina es que nuestros ojos se apartan de nosotros mismos y de los hombres para fijarse solo en Jesús, el Hijo de Dios, y Salvador de los pecadores.

Los numerosos milagros que Jesús hizo, especialmente la resurrección de los muertos, y las verdades que enseñó, dieron claro testimonio de que él era el Hijo de Dios. Sin embargo, solo su muerte en la cruz y su sangre derramada podían expiar el pecado. ¡Qué obra tan maravillosa hizo por nosotros en la cruz del Calvario! Sin duda alguna, “bien lo ha hecho todo”.

Jacob Redekop

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Servir y volver al Señor | Marcos 6:30-32

Servir y volver al Señor

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Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco… Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto. Marcos 6:30-32

En Marcos 3, Jesús eligió a doce discípulos para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar cuando llegara el momento. Durante aproximadamente un año lo acompañaron, observando su andar perfecto y la mansedumbre con la cual interactuaba con las personas. En Mateo 11:29, Jesús dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Esta es una lección importante para todos nosotros. Necesitamos aprender de ese carácter manso que emana del corazón amoroso de Cristo. Cuanto más tiempo pasemos con él en secreto, más útiles le seremos en público.

Entonces llegó el momento en que Jesús envió a estos doce discípulos a predicar. Recibieron instrucciones específicas acerca de su comportamiento, el mensaje que debían dar y a dónde debían ir, y el Señor les dio su autoridad para cumplir su misión. No se nos dice cuántos días pasaron yendo de aldea en aldea, pero cuando su misión terminó, ellos volvieron a Jesús. ¡Qué buena práctica! ¿Tenemos este mismo hábito? Los discípulos debían estar entusiasmados, porque habían tenido una experiencia inolvidable: habían expulsado a los demonios y sanado a los enfermos. Esto es lo que Jesús había hecho anteriormente, ¡y ahora ellos habían sido capaces de hacer lo mismo! Sin embargo, habían olvidado que el Señor es quien les había dado la autoridad para hacer tales cosas. Jesús no los reprendió, sino que los invitó amablemente a apartarse a un lugar desierto y descansar un poco.

Después de mucha actividad, sirviendo aquí y allá, nosotros también necesitamos estar a solas con el Señor en tranquilidad, permitiendo que él refresque nuestros corazones y nos libere del enfoque en nosotros mismos. Necesitamos que el Señor vuelva a llenar nuestros corazones y nos dé descanso.

Jacob Redekop

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El amor divino, el vínculo que une a los hijos de Dios | 1 Juan 4:7-8

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Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
1 Juan 4:7-8
El amor divino, el vínculo que une a los hijos de Dios
Juan fue uno de los doce discípulos que Jesús eligió para seguirlo durante sus años de ministerio público. Por inspiración divina, Juan fue el autor del Evangelio y de las tres Epístolas que llevan su nombre, así como del libro del Apocalipsis. Exceptuando el Apocalipsis, nunca menciona su nombre en sus escritos, pero cinco veces en su evangelio se refiere a sí mismo como “el discípulo a quien amaba Jesús”. Juan, que había convertido el pecho del Salvador en su hogar, ciertamente era el más capacitado para escribir acerca del bendito tema del amor.

Aunque los cristianos profesantes habían dejado su primer amor (véase Ap. 2:4), Jesucristo nunca falla. Su amor por los suyos permanece inalterable. Juan comprendió que el amor es de Dios. Todo el que ha nacido de Dios ha recibido una nueva vida y, por lo tanto, una nueva naturaleza divina, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro. 5:5).

En nuestro versículo de 1 Juan, el apóstol se dirige a los cristianos como “amados”. Le escribe a toda la familia de Dios, la cual es muy numerosa. Abarca una gran variedad de nacionalidades, idiomas y culturas, pero se trata de una sola familia. Cada miembro de esta familia ha nacido de Dios y el Espíritu Santo habita en él. ¿Forma usted parte de esta familia, la familia de Dios?

Hay un vínculo que une a todos los hijos de Dios, y este vínculo está destinado a ser visto abiertamente en el mundo. ¿Cómo se ve? Por nuestro amor mutuo. No es un amor natural. Es el amor divino que se eleva por encima de todas las diferencias naturales. Si digo que amo a Dios, entonces estoy obligado a amar a todos los hijos de Dios, porque ellos también han nacido de Dios, y Dios es amor. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Jn. 13:34).

Jacob Redekop
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