La predestinación y las acciones humanas

Ministerios Ligonier

Serie: Doctrinas mal entendidas

La predestinación y las acciones humanas
Por James Anderson

Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Doctrinas mal entendidas

a leyenda de Edipo a menudo se considera como el ejemplo clásico del fatalismo griego. Preocupado por las dudas sobre su origen, el protagonista consulta un oráculo que declara que está destinado a asesinar a su padre y casarse con su madre. Aunque Edipo repudia esa terrible profecía, los acontecimientos conspiran cruelmente para conseguir su cumplimiento. Todos sus esfuerzos por evadir su destino resultan inútiles. 

Las doctrinas reformadas o calvinistas de la providencia y la predestinación a menudo son acusadas de ser fatalistas. Sin embargo, esta caracterización se basa en algunas confusiones profundas. El calvinismo ciertamente afirma que todos los eventos de la creación están predeterminados por Dios. Como dice la Confesión de Fe de Westminster: «Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de Su propia voluntad, ordenó libre e inmutablemente todo lo que acontece» (3.1). Sin embargo, la confesión agrega inmediatamente que esta preordenación divina no deja sin sentido la voluntad de las criaturas de Dios. Por el contrario, Dios normalmente lleva a cabo Sus propósitos eternos por medio de causas secundarias, como agentes humanos y procesos naturales. Los ejemplos bíblicos de Dios dirigiendo las acciones humanas para lograr Sus propios fines incluyen la historia de José (Gn 45:5-850:20), la conquista asiria del reino de Israel (Is 10:5-11) y la crucifixión del Señor Jesús (Hch 4:27-28).

Entonces, ¿en qué se diferencia el calvinismo del fatalismo? ¿No debería un calvinista admitir que Judas estaba destinado a traicionar a Jesús (Jn 17:12Hch 1:16) así como Edipo estaba destinado a matar a su padre? En primer lugar, debemos señalar que los antiguos entendían que el «destino» era un principio o fuerza impersonal que se aplicaba por igual a hombres y dioses. Así como los griegos fallaron en reconocer a un Creador personal trascendente, también carecieron de la noción de un Dios soberano que dirige todas las cosas «para Sus propios fines santos» (CFW 5.4). Para el fatalista pagano, no hay una mano divina de la providencia, ni un plan general de Dios. No tienen sentido los resultados predestinados; el universo es un teatro del absurdo y la tragedia. Compara eso con la cosmovisión bíblica, según la cual Dios «obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad» (Ef 1:11) y «todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito» (Rom 8:28).

Ya se ha mencionado una segunda gran diferencia entre el calvinismo y el fatalismo. El calvinismo sostiene que Dios determina no solo los fines (los resultados finales de los eventos) sino también los medios para esos fines. En otras palabras, en la providencia de Dios los medios están coordinados con los fines de tal manera que los fines dependen de los medios. Por lo tanto, Dios no simplemente ordenó que José terminara siendo el segundo en autoridad después de Faraón; sino que ordenó toda la serie de eventos que culminaron en ese resultado, incluidas las acciones pecaminosas de los hermanos de José. No debemos imaginar que Dios planeó que José se volviera tan importante para el faraón, independientemente de cómo lo trataran sus hermanos.

El fatalismo, por otro lado, tiende a desconectar los fines de los medios, lo que implica que nuestras vidas terminarán de cierta manera sin importar lo que hagamos. Una ilustración contemporánea la proporciona una reciente serie de películas en las que un grupo de personas inicialmente engaña a la Muerte, pero su escapatoria siempre termina siendo inevitablemente efímera. La Parca finalmente alcanza a cada uno de ellos, a pesar de sus intentos de evitar su guadaña. El fatalismo sugiere que nuestras acciones son verdaderamente inútiles; no hacen ninguna diferencia práctica en el resultado. Sin embargo, esa idea es completamente ajena a la doctrina reformada de la providencia. Nuestros resultados futuros con toda probabilidad dependerán de las decisiones que tomemos en esta vida. No hay contradicción en afirmar que los resultados futuros dependen de manera crucial de nuestras elecciones y que Dios ordena soberanamente todas las cosas, incluidos los resultados futuros y las decisiones que conducen a ellos. Sí, Dios preordena las acciones de Sus criaturas, pero también preordena que dichas acciones tengan consecuencias significativas.

Una ilustración deportiva puede ayudar a aclarar el punto. Imagina que estás jugando al golf con un amigo, Jacobo, que tiene la costumbre de combinar calvinismo y fatalismo. En el quinto tee, realizas un buen golpe por el fairway. La bola aterriza de lleno en el green y rueda triunfalmente hasta dentro de la copa para un hoyo en uno.

En lugar de felicitarte, Jacobo tiene una sonrisa traviesa en su rostro. «Eres calvinista, ¿no?». «De hecho, sí», respondes, intrigado por saber hacia dónde va esto. «Entonces crees que Dios ha preordenado todas las cosas desde la eternidad, incluido este hoyo en uno. Bueno, si Dios lo preordenó, en realidad no tiene importancia la manera que le pegaste a la pelota. Estaba predestinada a terminar en el hoyo».

Jacobo no es tan inteligente como cree que es. Según su confuso razonamiento, la pelota habría aterrizado en el hoyo incluso si yo ni siquiera la hubiera golpeado. Pero claramente eso es absurdo. El hoyo en uno dependía de que uno golpeara la pelota y que la golpeara bien. El calvinista consecuente dirá que Dios preordenó, no solo el hoyo en uno, sino también que sucediera como resultado de golpear la pelota con precisión. Un golpe bien dirigido fue realmente importante.

Esto no es minuciosidad filosófica. La distinción entre calvinismo y fatalismo tiene implicaciones enormemente significativas para la vida cristiana. Significa que nuestras oraciones realmente marcan la diferencia, porque Dios ha ordenado que los eventos futuros ocurran en respuesta a nuestras oraciones. Significa que el evangelismo es esencial, porque Dios ha decretado que Sus elegidos serán salvos al escuchar y creer en el evangelio. Significa que debemos ser diligentes para hacer firme nuestro llamado y elección (2 Pe 1:10), porque aunque el Pastor no perderá ninguna de Sus ovejas, esas ovejas finalmente serán salvas solo si perseveran en la fe hasta el fin.

Al comprender que Dios ordena tanto los medios como los fines, los calvinistas pueden decir verdaderamente: «Si no hubiéramos orado, no habría sucedido; si no hubiéramos compartido el evangelio, ellos no lo habrían escuchado; si no nos mantenemos firmes en la fe, no recibiremos la corona de la vida». Sin embargo, al mismo tiempo, los calvinistas darán el máximo crédito por todo esto a la gracia soberana de Dios.


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
James Anderson

El Dr. James N. Anderson es Profesor Carl W. McMurray de Teología y Filosofía en el Reformed Theological Seminary en Charlotte, N.C., y es ministro ordenado en la Associate Reformed Presbyterian Church (Iglesia Presbiteriana Reformada Asociada). Es el maestro de la serie de enseñanza de Ligonier Exploring Islam y autor de What’s Your Worldview?

Cómo aplicar la ética cristiana a problemas específicos

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Serie: La ética cristiana

Cómo aplicar la ética cristiana a problemas específicos
Por James Anderson

Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ética cristiana

ué es la vida cristiana? Cuando añadimos el adjetivo cristiano al sustantivo vida, hacemos un enorme anuncio: la resurrección de Vivimos en una época de confusión moral sin precedentes. El consenso público sobre cuestiones morales básicas —el fruto de la influencia cristiana en la civilización occidental— ha sido erosionado de manera trágica. A medida que reinan el pragmatismo y el relativismo, estamos reviviendo el período en el que «cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus ojos» (Jue 21:25). En medio de esta niebla, la fe cristiana nos presenta una cosmovisión coherente que proporciona una guía directa sobre cuestiones éticas centrales. En este artículo, consideraremos cómo la ética cristiana se refiere a una serie de cuestiones muy controvertidas de nuestro tiempo.

¿Cuáles son los principios que definen la ética cristiana? De manera inmediata, pensamos en los dos mandamientos más importantes, expresados por nuestro Señor Jesús: amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt 22:37-40). Es completamente cierto decir que la ética cristiana está centrada en el amor. Pero ¿qué significa en la práctica amar a Dios y a los demás? ¿Qué exige realmente de nosotros el amor cristiano?

Para responder esta pregunta crucial, debemos recurrir a las leyes morales de Dios, expresadas de manera más directa en Sus mandamientos. Los cristianos tradicionalmente han reconocido los Diez Mandamientos, entregados a Moisés en el monte Sinaí y escritos en tablas de piedra por el dedo mismo de Dios, como un resumen de la ley moral (Ex 20:1-1731:18). Estos mandamientos, que representan nuestros deberes fundamentales para con Dios y nuestros semejantes, se reafirman como principios morales permanentes en el Nuevo Testamento (Lc 18:20Rom 13:8-10Stg 2:11). Sin embargo, es crucial reconocer que incluso en el Sinaí estos mandamientos divinos estaban lejos de ser innovaciones éticas. Nadie debería pensar que la idolatría, el asesinato, el adulterio y el robo estaban permitidos antes del pacto mosaico. Los Diez Mandamientos reflejan lo que los teólogos reformados han llamado las ordenanzas de la creación: normas morales universales que se basan primero y principalmente en el carácter de Dios y, en segundo lugar, en la naturaleza de los seres humanos y sus relaciones sociales tal como fueron originalmente creadas y ordenadas por Dios.

Lo que esto implica es que la ética cristiana está arraigada en las doctrinas bíblicas de Dios, la creación y la humanidad. De hecho, cuando vemos que todos los fundamentos básicos están asentados en los primeros capítulos del Génesis, la mayoría de las cuestiones morales encajan con bastante facilidad, incluso teniendo en cuenta las decisiones éticas desafiantes que enfrentamos ocasionalmente. Las verdades bíblicas centrales que debemos reconocer en estos capítulos incluyen las siguientes: (1) Dios es el Creador soberano de todas las cosas, quien gobierna y habla con autoridad absoluta; (2) hay un orden natural en la creación, que debemos respetar; (3) Dios hizo a la humanidad a Su propia imagen; por lo tanto, tenemos una dignidad y un valor especiales, y debemos buscar reflejar el carácter de nuestro Creador en todo lo que hacemos; (4) el diseño de Dios para la humanidad incluye una diferenciación sexual y complementariedad básica: varón y hembra; (5) Dios estableció el pacto del matrimonio con el propósito de que tengamos compañía, procreación e intimidad sexual; de esa manera, la sociedad humana se estructura en torno a la unidad familiar básica: un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, criando hijos (si Dios los bendice con ellos) para formar nuevas familias; (6) Dios comenzó la raza humana con una sola familia, estableciendo de manera decisiva la unidad fundamental y la solidaridad de toda la humanidad.

Teniendo en cuenta estos principios creacionales de la ética cristiana, consideremos cómo proporcionan una dirección moral clara sobre siete temas en disputa en la actualidad: aborto, eutanasia, racismo, pena capital, divorcio, homosexualidad y transexualidad.

En primer lugar, considera la doctrina de la imago Dei y sus implicaciones éticas. Toda vida es un don de Dios, quien es el único que tiene «vida en sí mismo» (Jn 5:26). Dios es el autor de la vida y, por tanto, tiene autoridad para dar vida y para quitarla. Esto es cierto para todas las criaturas vivientes, pero el hecho de que los seres humanos hayan sido creados de manera especial a la imagen de Dios significa que nuestras vidas son excepcionalmente valiosas y preciosas a los ojos de Dios. Maldecir a alguien creado a la imagen de Dios es nada menos que una ofensa contra Dios (Stg 3:9). Por lo tanto, tenemos el deber moral de honrar y proteger la vida humana de principio a fin. La ciencia moderna confirma de manera inequívoca lo que la Biblia siempre ha dado a entender: un nuevo ser humano empieza a existir en el momento de la concepción (Jue 13:3-5Job 31:15Sal 51:5139:13-16). Un niño en el vientre, incluso en las primeras etapas de desarrollo, lleva la imagen de Dios no menos que un bebé recién nacido o un adulto maduro. El aborto es, por lo tanto, la destrucción de un ser humano indefenso y un mal grave a los ojos de Dios. Esta debe ser la línea de base para el pensamiento cristiano sobre el aborto, incluso mientras luchamos con cómo abordar situaciones trágicas como las anomalías fetales y el embarazo a través de la violación.

La santidad de la vida se aplica igualmente a los problemas relacionados con el final de esta. La eutanasia es el término técnico para «asesinato por compasión», es decir, quitar de manera activa una vida humana para evitar o reducir el sufrimiento. La controversia actual se centra en la práctica del «suicidio asistido por un médico», en el que los médicos están alistados para ayudar a los pacientes a terminar con sus vidas sin dolor. De acuerdo con su ética provida, la Escritura siempre describe el suicidio —literalmente, matarse a sí mismo— en términos negativos, y mientras la Biblia tiene mucho que decir acerca de cómo soportar el sufrimiento, nunca presenta el suicidio como una solución. Por lo tanto, si bien debemos apoyar plenamente los cuidados paliativos compasivos, la eutanasia debe considerarse moralmente incorrecta según los estándares bíblicos.

El racismo ha traído un sufrimiento tremendo y división a las sociedades humanas a lo largo de la historia. Este es otro tema del que la ética cristiana habla de manera clara y contundente. Hemos notado cómo el relato bíblico de la creación subraya la unidad fundacional de la humanidad. Estrictamente hablando, solo hay una raza —la raza humana— aunque por diseño de Dios ha florecido en una maravillosa diversidad de etnias. Además, la imago Dei no viene en grados; todo ser humano porta por igual la imagen de Dios y, por lo tanto, debe gozar de la misma dignidad, valor y protección ante la ley. Como reconocen incluso los historiadores seculares, el concepto moderno de derechos civiles tiene sus raíces en la teología y la antropología de la cosmovisión cristiana.

El apoyo a la pena capital a menudo se presenta como algo contrario a las convicciones provida, pero en realidad está basado en la doctrina de la imago Dei. El fundamento bíblico es explícito: precisamente porque Dios nos hizo a Su propia imagen, los asesinos deberían perder sus propias vidas como un castigo justo y proporcionado (Gn 9:5-6). Al mismo tiempo, el respeto por la santidad de la vida requiere que apliquemos estándares rigurosos de evidencia e imparcialidad para asegurar que la justicia se defienda de manera consistente y transparente en nuestros sistemas legales, especialmente en el enjuiciamiento de crímenes capitales (Lv 19:15Dt 17:619:15-21).

Apliquemos ahora las ordenanzas de la creación del matrimonio y la sexualidad a algunos problemas morales contemporáneos, comenzando con el divorcio. En los Estados Unidos de hoy, alrededor de dos de cada cinco matrimonios terminan en divorcio, y la noción de «divorcio exprés» es ampliamente aceptada. Si un esposo y una esposa deciden que ya no están enamorados, eso se considera justificación suficiente para abandonar el matrimonio. Sin embargo, cuando Jesús fue interrogado de manera directa sobre el divorcio y el nuevo matrimonio, le señaló a la gente la institución divina del matrimonio en Génesis 2:24, enfatizando que cuando un hombre y una mujer entran en un pacto matrimonial, Dios los une en una profunda unión de una sola carne (Mt 19:4-6). Solo la infidelidad matrimonial o el abandono voluntario que viola la unión de una sola carne puede justificar la disolución de ese vínculo solemne (Mt 5:3219:91 Co 7:10-15).

De manera similar, mientras que las relaciones entre personas del mismo sexo han sido normalizadas agresivamente en las sociedades occidentales, la enseñanza bíblica es inequívoca. El relato de la creación es claro en que el matrimonio fue ordenado por Dios como un vínculo entre un hombre y una mujer, para servir como base para la familia y la sociedad. Por diseño de Dios, Eva fue hecha «idónea» para Adán, no solo sexualmente sino como compañera (Gn 2:18). La Escritura y la naturaleza juntas atestiguan que una pareja del mismo sexo no puede formar una unión de una sola carne ni ser fecundos y multiplicarse (1:28). Incluso si no hubiera condenas explícitas de la homosexualidad en la Biblia, el asunto sería resuelto de manera decisiva por el relato bíblico de la creación y sus ecos en las enseñanzas de Cristo.

Los mismos principios se aplican a la transexualidad. Los cristianos deben ser compasivos con aquellos que sufren de disforia por su identidad sexual y sus cuerpos. No obstante, el plan de Dios para la sexualidad humana es claro: estamos hechos a imagen de Dios, varón y hembra, y nuestros cuerpos son los principales indicadores de quiénes somos (incluso teniendo en cuenta casos anómalos excepcionales debido a malformaciones en el desarrollo). Sencillamente no hay base en la Escritura para una categoría de «identidad de género» que sea independiente de nuestra sexualidad encarnada.

Se puede y se debe decir mucho más acerca de estos problemas y otros desafíos éticos a los que nos enfrentamos hoy. Aun así, los principios fundamentales de la ética cristiana se revelan claramente en la Escritura y están arraigados de manera profunda en las doctrinas de Dios, la creación y la humanidad. De hecho, como hemos visto, los fundamentos se establecen casi por completo en los dos primeros capítulos del Génesis.


Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
James Anderson
James Anderson

El Dr. James N. Anderson es Profesor Carl W. McMurray de Teología y Filosofía en el Reformed Theological Seminary en Charlotte, N.C., y es ministro ordenado en la Associate Reformed Presbyterian Church (Iglesia Presbiteriana Reformada Asociada). Es el maestro de la serie de enseñanza de Ligonier Exploring Islam y autor de What’s Your Worldview?

¿Hay solamente un camino de salvación?

Ministerios Ligonier

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Serie: Dando una respuesta

¿Hay solamente un camino de salvación?

James Anderson

Nota del editor: Este es el octavo capítulo en la serie Dando una respuesta,publicada por Tabletalk Magazine. 

“A tu manera”, proclamaba Burger King en la década de los 70 con un eslogan que reflejaba el creciente individualismo, consumismo y pluralismo occidental. Otras empresas siguieron su ejemplo al prometernos que podríamos tener sus productos a nuestra manera: personalizados a nuestros gustos particulares y entregados bajo nuestras condiciones específicas. Por lo tanto, no es de extrañar que los occidentales traigan la misma agenda a la religión. La idea de que no tenemos opción en cuanto a cómo ser salvos es un anatema para el consumidor espiritual de nuestros días; queremos la salvación a nuestra manera.

La objeción sobre lo injusto de la salvación también refleja presupociones erróneas sobre quién es el que define la salvación.

Parece que el pluralismo religioso se ha convertido en la opción por defecto en nuestra cultura. Sin embargo, no importa cuán grande sea la presión para conformarnos o transigir, los cristianos debemos permanecer firmes e insistir en que solo hay un camino de salvación, es decir, la fe en Jesucristo. La razón es simple: esto es exactamente lo que el mismo Jesús enseñó.

Jesús afirmó que había sido enviado al mundo con un propósito primordial: que los que crean en Él no se pierdan, mas tengan vida eterna (Jn 3:14-17). La fe en Jesús es tanto suficiente como necesaria para la salvación; los que no crean en Él no tendrán vida eterna (vv.18, 36; ver 8:24). Solo los que “comen” de Jesús vivirán (6:53-58). Y como si el asunto necesitara más aclaración, Jesús no dejó ninguna duda en estas palabras a Sus discípulos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (14:6; ver Mt 11:27).

Los apóstoles de Cristo confirmaron Su mensaje predicando de manera consistente que la salvación por la fe sola en Cristo solo (Hch 2:394:1216:3120:20-21Rom 10:9-171 Jn 2:22-254:14-155:12-13). El mensaje del Nuevo Testamento difícilmente podría ser más claro: si no eres salvo por medio de Jesús, no eres salvo. El pluralista moderno puede permitir que Cristo sea uno de los muchos caminos de salvación, pero, como expresó C. S. Lewis, Cristo mismo no dejó abierta esa posibilidad. O Él es Señor de todo, o no es Señor en absoluto.

Sin embargo, tales afirmaciones exclusivistas ofenden grandemente a la gente moderna. ¿Acaso no es arrogante que los cristianos insistan en que Jesús es el único camino a Dios? ¿No implica eso que los que profesan otras religiones están equivocados? Sí, lo hace. Pero observa bien: los pluralistas religiosos insinúan que los defensores del cristianismo están equivocados. De hecho, insinúan (y de forma arrogante) que Jesús estaba equivocado. Si es arrogante insinuar que las religiones no cristianas están en el error, los pluralistas deben ser igual de arrogantes al insinuar que el cristianismo, y cualquier otra religión exclusivista, está en el error. La acusación de arrogancia inevitablemente rebota en el crítico.

Otra objeción común es que es injusto negarle la salvación a los que sinceramente siguen otras religiones. ¿Por qué solo los cristianos debieran ser salvados? Esta queja expone una falta de comprensión fundamental del Evangelio. La salvación es por la gracia sola: Dios no tiene la obligación de ofrecerle a nadie ni siquiera un camino de salvación, mucho menos múltiples caminos. Cualquiera que oye el Evangelio, lo oye exclusivamente por misericordia divina.

La objeción sobre lo injusto de la salvación también refleja presupociones erróneas sobre quién es el que define la salvación. Ciertamente, le corresponde a nuestro Creador, no a nosotros, diagnosticar nuestro problema y prescribir un remedio. El pluralista aborda la salvación como si fuera un tratamiento para el pelo: deberías poder elegir tu color, tu estilo, etc., todo de acuerdo a tus propias preferencias. Lo que mejor funcione para ti . Pero ¿qué pasa si la salvación es más como un tratamiento médico para una enfermedad mortal? Si solo hay una medicina que en realidad puede curar la enfermedad, sería extremadamente necio abogar por el “pluralismo médico”, una visión de que el tratamiento debe ser “a tu manera”, y sería absurdo acusar al doctor de injusticia por prescribir el único medicamento que funciona.

El asunto debería ser obvio: la receta debe ser adecuada para el diagnóstico. Si el problema humano básico es como la Biblia lo describe, que somos pecadores bajo el justo juicio de Dios, incapaces incluso de comenzar a hacer una expiación satisfactoria por nuestros propios pecados, entonces solo el cristianismo presenta una solución que aborda el problema de forma adecuada. Ninguna otra religión ofrece un Mediador perfecto entre Dios y el hombre que quita la enemistad entre nosotros y nuestro Creador al soportar la pena por nuestros pecados en nuestro lugar (Rom 5:6-112 Co 5:18-211 Tim 2:5-6).

Si la Biblia tiene razón en cuanto a nuestra grave situación, Jesús debe ser el único camino de salvación, y nuestro deber tiene que ser proclamarlo a Él como el único camino. El amor a Dios, el amor a Cristo, el amor a nuestro prójimo y el amor a la verdad no nos dejan otra alternativa.

Este artículo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine.
James Anderson
James Anderson

El Dr. James N. Anderson es Profesor Carl W. McMurray de Teología y Filosofía en el Reformed Theological Seminary en Charlotte, N.C., y es ministro ordenado en la Associate Reformed Presbyterian Church (Iglesia Presbiteriana Reformada Asociada). Es el maestro de la serie de enseñanza de Ligonier Exploring Islam y autor de What’s Your Worldview?