Cristo, la perfecta sabiduría | 1 Corintios 1:30-31

Cristo, la perfecta sabiduría.
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Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. 1 Corintios 1:30-31

Los cristianos hemos sido trasladados por Dios a una posición que la simple sabiduría humana nunca podría entender. Estamos “en Cristo Jesús” y, por lo tanto, ya no debemos vernos “en la carne”. No se trata de una experiencia especial, sino de una posición dada por Dios que es válida para todo creyente, independientemente de nuestros sentimientos. No importa la cantidad de sabiduría humana que poseamos, pues esta es dejada de lado ante la sabiduría perfecta que poseemos en Cristo Jesús.

En primer lugar, esta sabiduría se caracteriza por la justicia. La justicia es ignorada grandemente por la filosofía humana, pero se vio en perfección en el Señor Jesús mientras estuvo en la tierra y, por medio de la justificación, forma parte de quienes están “en Cristo Jesús.” En segundo lugar, la santificación también forma parte vital de la sabiduría, ya que implica el amor a lo que es bueno y el odio al mal. La santificación aparta de la impiedad a los que están “en Cristo Jesús”. El mundo no desea esto. Finalmente, la redención saca de la esclavitud a los que antes eran esclavos del pecado. Esta es una maravillosa liberación para todos aquellos que ahora están “en Cristo Jesús”, es decir, quienes lo han recibido como Señor y Salvador.

Al ver tan grandes bendiciones que poseemos “en Cristo Jesús”, no es extraño que se nos diga: “El que se gloría, gloríese en el Señor”. Cuánto contrasta esto con el orgullo que vemos a nuestro alrededor, con la jactancia del hombre en su supuesta sabiduría, quien sigue edificando cosas nuevas y llevando a cabo muchos proyectos. El hombre quiere todo el crédito para sí mismo. Pero nosotros, los creyentes, podemos gloriarnos en Aquel que es perfecto y digno de toda nuestra alabanza. “Al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre Amén” (Ro. 16:27).

L. M. Grant
© Believer’s Bookshelf Canada Inc.

Obreros para la mies | Mateo 9:36-38

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Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
Mateo 9:36-38

Obreros para la mies
Con frecuencia los medios de comunicación nos informan de grandes aglomeraciones de personas, ya sea para celebraciones varias, funerales de celebridades, eventos deportivos, fiestas religiosas, etc. Cuando vemos esas multitudes, ¿se conmueve nuestro corazón al pensar en esas preciosas almas, deseando que se den cuenta de su profunda y gran necesidad de conocer al Señor Jesucristo como Salvador?

Ciertamente, la mies es mucha. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros somos lo suficientemente conscientes de que tenemos que asumir nuestra responsabilidad de ser verdaderos obreros en la cosecha de tan preciosas almas? Con total razón sentimos nuestra debilidad e impotencia ante la indiferencia de muchas personas, el odio genuino de muchas otras, e incluso la persecución, ya sea física o verbal.

Sin embargo, ¿existe una buena razón en todo esto como para vernos derrotados incluso antes de comenzar a dar un verdadero testimonio de nuestro Señor? ¿Nos sentimos como Jeremías?, que dijo: “Porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre”. ¿Podía hacerlo? No, el Señor no lo iba a permitir. Al contrario, Jeremías tuvo que añadir: “Había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude” (Jer. 20:8-9).

Ciertamente deberíamos desear que este tipo de obreros sean enviados a la mies del Señor: un creyente tan conmovido por la pura verdad de la Palabra de Dios que anhele fervientemente que esta verdad sea recibida en los corazones de todos aquellos con quienes entra en contacto. ¡Oh, que todos conozcan la gracia salvadora del Señor Jesús! Seamos fieles en anunciar fielmente las buenas nuevas de salvación.

L. M. Grant
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