La formación espiritual del niño

Betty S. de Constance
Parte 3
Una metodología práctica para la enseñanza bíblica de los niños
Capítulo 15
Orientación para maestros de niños escolares de la serie “Héroes de Antiguo Testamento”
El rostro del niño de diez años reflejaba su deseo intenso de asimilar la información que recién había entendido.
—¿Cómo? —preguntó al maestro—. ¿Es el mismo país que hoy se llama Israel?
El maestro le aseguró que el mapa que estaban mirando de la “tierra prometida” de los tiempos de Josué era casi igual al que se usa hoy día y que identificaba lugares que llevan el mismo nombre y que se mencionan en los diarios casi todos los días. El niño volvió a su actividad de aprendizaje bíblico con nuevo empeño. De repente la Biblia había dejado de ser algo remoto de su mundo porque veía la relación con sus estudios de ciencias sociales en el colegio.
Este pequeño incidente ayuda a entender un poco el privilegio especial que goza el maestro de niños escolares. Esta edad representa un enorme desafío para la enseñanza porque son éstos los años cuando en el niño se ve el despertar de su intelecto, demostrado por su hambre de saber y sus incipientes capacidades de razonamiento y lógica. Todos los días el mundo a su alrededor le presenta innumerables interrogantes. Sus preocupaciones son múltiples y giran alrededor de las presiones que siente de su hogar, de sus compañeros y amistades, de sus estudios en el colegio, de su participación en los deportes y de lo que ve en la televisión. El niño de esta edad es sumamente sensible a las muestras de justicia o injusticia que recibe en el trato con sus padres, maestros u otro adulto. Se preocupa por los grandes interrogantes que le plantean el crimen, el sexo, la droga, las guerras y la lucha por la paz mundial.
El niño latinoamericano vive también otras tensiones. El deterioro en la economía en los países del hemisferio ha producido tremenda tensión en el núcleo familiar. Cada vez más los niños vuelven de la escuela a una casa vacía porque “mamá trabaja”. Otros se encierran en sus angustias particulares al vivir las incertidumbres causadas por la falta de dinero. Muchos conocen lo que es el hambre crónico. Las crisis causadas por estas realidades muchas veces estallan con violencia en el hogar y el niño, a menudo, se ve como el objeto del abuso verbal, físico y sexual. El niño ya no se siente protegido porque en alguna medida él recibe la descarga de todas estas tensiones vividas por los adultos.
Además, la desintegración del hogar causado por el abandono, la separación y el divorcio trae increíble dolor a la vida del niño. Igualmente, ese dolor es sentido por el niño que viene de un hogar donde él es un hijo de crianza o hijo de madre soltera. Niños que viven estas realidades se sienten indefensos, desprotegidos y vulnerables y casi siempre viven con una angustia apenas disimulada por otros males que les pueden llegar.
Una vez escuché decir a una maestra: “Yo quisiera tener alguna vez una clase de niños normales.” ¿Qué maestro alguna vez no ha tenido ese pensamiento? Pero, ¿qué es normal? Supongo que todos quisiéramos creer que una familia “normal” sería aquella donde el padre tiene un trabajo estable y bien pago, donde hay evidencias de amor entre los padres y los hijos, donde el trato mutuo entre padres e hijos es respetuoso y consistente y donde, como consecuencia, el niño da muestras de ser una persona contenta, segura y confiada. Gracias a Dios, hay niños así en nuestras iglesias pero han llegado a ser casi la excepción.
Sobre la base de mi experiencia, es mi convicción de que hoy el entorno que rodea al niño contiene uno o más elementos de tensión. El niño escolar que entra en una clase los domingos para “aprender de la Palabra de Dios” trae consigo todos las tensiones que son propias de su hogar y de su mundo. Él necesita recibir una enseñanza que admita y trate estas realidades. Aunque no lo dice, él busca a alguien que pueda amarlo sin condiciones y escucharlo sin reservas. Necesita soluciones basadas en la certeza de la Palabra de Dios, consuelo que la fe en Dios puede darle y las fuerzas que la oración le puede proveer.
Consciente de esta realidad, junto con mis colaboradores hemos tratado de estructurar lecciones que enfocan la problemática del niño a través de las verdades bíblicas y que, aplicadas correctamente, pueden transformar su vivencia. El niño escolar tiene una inmensa capacidad de pensar, aprender y memorizar, pero necesita sentirse protagonista en el proceso de su aprendizaje. Por eso en las lecciones se da prioridad a las actividades de aprendizaje donde el niño puede analizar, discutir, sugerir y dramatizar; actividades donde él es un participante activo en el proceso de descubrir las verdades de la Palabra de Dios que afectan su vida.
¿Cuáles son los elementos que componen las lecciones de los materiales VIVIR LA BIBLIA? Miremos cada uno por separado.
Notas al maestro
Para la preparación básica del maestro hemos provisto un recurso al comienzo de cada manual que se llama Notas al Maestro. Esta sección tiene como finalidad proveer un contexto histórico y cultural del período bíblico que abarcan las lecciones de la unidad. A veces hay un bosquejo que ayuda a tener una vista panorámica de los incidentes que aparecen en las lecciones. También hay mapas y diagramas para que el maestro adquiera un concepto de la geografía o del orden cronológico de los eventos.
Muchos maestros no tienen recursos propios para ampliar su estudio de la Palabra de Dios. Estos apuntes se han escrito como un intento de suplir, en una pequeña medida, esta necesidad. Sus autores son personas con estudios teológicos que ejercen su ministerio como pastores o profesores de teología. Han escrito estas notas con la esperanza de que por medio de ellas toda persona que use estos materiales ha de verse enriquecida en su vida personal y en su tarea como maestro de escuela dominical.
El maestro debe entender que la información contenida en estas notas no debe ser enseñada a la clase de niños ni incorporada como parte de las lecciones. Sirven esencialmente para capacitar mejor al maestro y darle un conocimiento más cabal del material que está enseñando.
¿Por qué son importantes? A veces el maestro es una persona que hace poco ha comenzado su vida en el Señor y su conocimiento de la Biblia es limitado. O posiblemente es una persona que nunca ha tenido la oportunidad de realizar un estudio sistemático de la Biblia. Esto hace que su comprensión de la totalidad de la revelación de Dios en la Biblia sea sumamente limitada y que, a su vez, sus conceptos acerca del accionar de Dios con relación al hombre estén condicionados a sus escasas experiencias espirituales. También es probable que el maestro que es nuevo en la fe todavía guarda en su mente conceptos distorsionados recogidos por experiencias religiosas antes de convertirse. Estos conceptos se transmiten a los niños en forma inconsciente durante las clases y pueden establecer bases erróneas que afectarán la vida cristiana del individuo en su niñez y quizás durante toda su vida. Como ejemplo, basta con citar apenas dos creencias: el tema de la confesión de los pecados y el ganar mérito ante Dios por las buenas obras. Si uno ha tenido un trasfondo religioso católico romano, ambos de estos temas deben ser reacomodados a la luz de la Palabra de Dios.
Otra razón por la importancia de estas notas es porque ayudan al maestro a madurar en su vida espiritual. En muchas iglesias, lamentablemente, se usan adolescentes para la enseñanza de los niños. Generalmente, estos jóvenes no tienen madurez personal ni una definición propia como para hacerle justicia a su tarea. Las notas de alguna forma pueden ayudar en el proceso de crecimiento espiritual. Las actitudes de Jesús hacia los niños nos obligan a asumir la tarea de la enseñanza a los niños con toda seriedad y preocuparnos siempre para lograr un amplio conocimiento personal de las Escrituras.
La preparación personal
Como primer paso en la preparación para enseñar una clase, el maestro debe entregar su vida al Señor mediante la oración. Debe orar pidiendo que el Espíritu Santo haga de él un instrumento limpio y digno de transmitir la Palabra de Dios a los niños. A la vez, debe orar por su clase, nombrando individualmente a cada niño y pidiendo que el Señor le ilumine para discernir cuáles son las necesidades espirituales de cada uno. En su oración pide que el Espíritu Santo le haga entender correctamente la lección y aplicarla primero a su propia vida.
Después de orar, el maestro debe leer cuidadosamente el pasaje cuya cita se da al comienzo de la lección donde dice Base Bíblica. Esta porción bíblica es el fundamento de la lección. Pero no se debe leer el pasaje bíblico a los niños en la clase. La razón de esto es que ellos recibirán el contenido y la enseñanza de esa porción bíblica a través de los diferentes elementos de la lección que han sido cuidadosamente preparados para su edad.
Después de haber leído el pasaje bíblico que corresponde, el próximo paso es leer la lección en su totalidad que se encuentra en el manual. Esta primera lectura debe hacerse en forma rápida, sin detenerse en las partes de la lección, para tener una comprensión cabal de lo que se quiere lograr en cuanto a la enseñanza.
Los objetivos
La primera cosa que se define en cada lección son los objetivos. Éstos se definen por tres niveles: lo que el niño debe entender, lo que el niño debe sentir, lo que el niño debe hacer. Son de especial importancia porque establecen la importancia de todas las actividades que forman parte de la lección. Uno de los errores más frecuentes que se comete en la enseñanza bíblica es el de dar importancia únicamente al primer nivel de los objetivos, es decir, la enseñanza de la Biblia como información, enfatizando los datos y hechos históricos, sin que esa información tenga relevancia para la vida de los alumnos. Formamos como si fueran “cabezones bíblicos”, personas con mucha información pero poca habilidad de ponerlo en práctica. ¿Será ésta la causa de que en las iglesias haya tantas personas que habría que calificarlas como “cristianos inmaduros”, sin un compromiso coherente o profundidad espiritual?
Los materiales VIVIR LA BIBLIA están diseñados con la finalidad de ayudar al maestro a llevar la enseñanza bíblica a la vida diaria de sus alumnos, ayudándoles a lograr cambios en sus actitudes y conductas. Por supuesto, los cambios que se quieren lograr en la vida del alumno no son obra del maestro ni el resultado automático de las lecciones. El único que puede transformar la vida en forma profunda y duradera es el Espíritu Santo. El maestro que desarrolla correctamente el proceso de la enseñanza bíblica con su clase está abriendo el camino para que el Espíritu obre, nada más. Las partes de la lección que están estructuradas especialmente para facilitar esos cambios son las que se denominan Transferencia a la Vida (Aplicación) y Momento de Compromiso (Conclusión).
La incentivación
Esta parte inicial de la clase tiene como finalidad despertar el interés del alumno en el tema de la lección y la relación del tema con su propia vida. El maestro debe asegurarse que entiende bien cómo llevar a cabo las actividades sugeridas para captar el interés de sus alumnos. Es probable que sea necesario hacer algunas adaptaciones de las actividades pensando en el medio ambiente cultural de su clase y las experiencias vividas por sus alumnos. Me refiero, por ejemplo, a las diferencias que existen en una clase de niños de la ciudad y una clase de niños que viven en el campo. Cuanto más conocimiento tenga el maestro de la vida de sus alumnos, más eficaz será su enseñanza. Las preguntas que se utilizan en esta parte de la lección son especialmente importantes porque ayudan a los alumnos a pensar en sus propias necesidades, que luego serán respondidas por el contenido de la lección. Conviene que el maestro memorice estas preguntas.
Otra parte importante de esta sección es la frase de transición que se utiliza para pasar de la incentivación a la Historia bíblica. Esta frase de transición (que aparece al final de la incentivación y que se introduce con la palabra “decir”) es el puente que abre la mente del alumno al aprendizaje que se encuentra en la historia bíblica. También es necesario que el maestro aprenda esta frase de memoria para asegurar que se pase de esta actividad a la próxima con toda naturalidad.
La historia bíblica
Cada lección incluye una narración de los incidentes bíblicos seleccionados para esa clase. La historia bíblica está escrita en la forma en que el maestro la debe narrar, puesto que los autores han seleccionado los datos pertinentes y eliminado los que no lo son. Cada narración está elaborada para resaltar el objetivo de la lección. Por eso, el maestro debe cuidarse en no agregar otros detalles. Tampoco, el maestro no debe leer la historia bíblica del manual a la clase. Debe estar tan bien compenetrado del contenido de manera que lo pueda narrar casi de memoria, mirando a los ojos de los niños. Debe fijarse especialmente en las instrucciones que indican cuándo se muestran y cuándo se quitan las láminas y figuras durante el desarrollo de la historia.
El maestro debe recordar que su propósito en la narración de la historia bíblica no es el de entretener a los niños. Desde luego, si la historia está bien narrada, ellos estarán atentos e interesados. Pero la meta final de la historia bíblica es impartir a los niños verdades de eterno significado. Dada la importancia de la historia bíblica, es aconsejable que el maestro se capacite en las técnicas de la narración, utilizando la imaginación, el drama y el suspenso, elementos que son esenciales en comunicar eficazmente cualquier anécdota de la vida real. Éstos son:
La expresión del rostro
Es obvio que la cara del maestro debe reflejar lo que está narrando. Si el relato comienza con un incidente o emoción triste, el rostro del maestro debe expresar tristeza. Si los personajes tienen miedo o están cansados o enojados, el rostro debe expresar esas actitudes. La cara es un poderoso instrumento para reforzar la narración, especialmente para con los niños, porque puede transmitir la realidad del sentimiento con más fuerza que las palabras. Pero ¡cuidado! Hay algo que el maestro NO debe mostrar con su cara: disgusto con algún alumno revoltoso o rechazo por uno antipático. El maestro no debe demostrar su cansancio o desánimo. Las emociones reflejadas por el maestro tienen un efecto inmediato sobre los niños.
Los gestos
Toda persona utiliza ciertos gestos habituales cuando conversa con otros. Pero no toda persona se siente cómoda ante la necesidad de usar gestos para relatar una historia. Quizás esto se deba a que en alguna ocasión hemos tenido que aprender ciertos gestos en relación con una declamación formal donde los gestos parecían exagerados. Para darle vida a un relato, se tienen que usar gestos, pero éstos deben ser naturales y sueltos. Es decir, el gesto tiene que corresponder con la acción que se relata.
El buen narrador es la persona que sabe “meterse en los zapatos” del personaje, es decir, imaginar lo que el personaje está sintiendo y expresar lo que es la probable reacción o acción corporal. Todos tenemos emociones comunes: el miedo, el susto, la preocupación, el enojo, la vergüenza, la felicidad. Y todas estas emociones son, y pueden ser, expresadas con gestos espontáneos y naturales.
Cambios en el tono de voz
El uso correcto de la voz es otro elemento que crea interés en la narración. Por medio de las variaciones en la voz los alumnos perciben las emociones y vivencias de los diferentes personajes. Por ejemplo, se susurra para crear suspenso; se habla fuerte para expresar autoridad; bajito y pausado para expresar timidez; lento para expresar cansancio, triste para expresar pena. Estos cambios de voz no son difíciles y con un poco de práctica el maestro podrá enriquecer la narración en forma significativa.
El ritmo de la narración
El hecho de acelerar o disminuir el ritmo de la narración se llama “marcar el paso” y es otro elemento utilizado para crear interés. Hay varias formas de marcar el paso: utilizando pausas para dar mayor énfasis; silencios para crear suspenso; hablando en forma pausada para denotar tristeza o cansancio; hablando rápido para mostrar sorpresa o felicidad. Estos cambios introducen el elemento dramático en la más sencilla historia y deben ser utilizados en toda narración.
La imaginación
Aunque el uso de la imaginación es un elemento positivo para agregar vitalidad y emoción a la historia, en el caso de las historias bíblicas hay que tener cautela para no agregar detalles que pudieran distorsionar la verdad. Es cierto que la Biblia no nos da muchos detalles que quisiéramos saber. Pero eso no nos da libertad para inventar y agregar detalles a nuestro antojo. Una regla básica es que todo detalle imaginario debe ajustarse a las realidades histórico-culturales de los tiempos bíblicos. Por ejemplo, el alumno debe entender que Abraham viajaba en una caravana de camellos y no en un tren. El maestro de la Biblia está restringido por los límites que imponen los personajes y los acontecimientos en el relato. En otras palabras, hay que tener cuidado de no inventar personajes que no estén en el relato bíblico. No obstante, sí podemos usar la imaginación para darle vida a las emociones y expresar actitudes que serían lógicas dentro del contexto del incidente vivido. El narrador se “pone los zapatos” del personaje y le da emoción a lo que dice y hace.
La conversación dramatizada
Este elemento puede transformar un relato aburrido en uno que tiene emoción y vida. El maestro trata de decir las palabras que probablemente hubiera expresado el personaje, utilizando el tono de voz adecuado y la correcta expresión en el rostro. Por ejemplo, en lugar de decir: “Dios dijo que Abraham tendría que salir de su país para ir a otro que él le mostraría”, el maestro cuenta el incidente como una conversación dramatizada:
—¡Abraham! —dijo Dios—. Quiero que prepares todas tus cosas para viajar.
—¿Cómo? —preguntó Abraham—. ¿Adónde debo ir, Señor?
—A un lugar que yo te mostraré —respondió Dios.
Con cara preocupada Abraham se fue a su casa. Al entrar por la puerta, llamó:
—Sara —le dijo a la esposa—, tenemos que preparar todas nuestras cosas para salir de viaje.
—¿Qué? —respondió Sara sorprendida—. ¿Adónde vamos a ir?
—Eso no lo sé —respondió Abraham.
—¡No te entiendo! —exclamó Sara—. Si me dices que tenemos que viajar, supongo que debes saber adónde vamos a ir, ¿verdad?
—Bueno —respondió Abraham inseguro—, esta vez no sé adónde tenemos que viajar, pero Dios me ha dicho que él nos mostrará el lugar cuando fuere necesario.
Es evidente que, al emplear este elemento de conversación dramatizada, el maestro tiene que usar su imaginación para atribuirles palabras y actitudes a los personajes. En este sentido, como se ha dicho arriba, hay que tener cuidado de no expresar actitudes y reacciones que no estén implícitas en el pasaje. Por ejemplo, hay una diferencia importante entre decir que Abraham estaba preocupado por las instrucciones que Dios le había dado, y decir que por eso estaba enojado con Dios. En la primera instancia el maestro está agregando el elemento natural (preocupación por lo desconocido), que es probable y lógico. Pero en el segundo caso (una reacción de enojo) el maestro estaría agregando algo que la Biblia no dice y dando por ello una interpretación errónea.
Las ayudas visuales
Las láminas y figuras provistas en estos materiales pueden servir de ayuda o pueden ser un estorbo. ¿Por qué digo esto? Uno pensaría que las láminas siempre van a ser un elemento positivo para reforzar la narración. Pero las láminas pueden ser un estorbo en este sentido: el fluir de la narración es el aspecto más importante de la historia bíblica. Pero a veces la narración se interrumpe mientras el maestro, por no tener todo en orden, busca una lámina o figura. En otros casos el maestro tiene una lámina en una mano y la mueve de un lado para otro, como si fuera un abanico, y con la otra mano hace diversos gestos. En estos casos las ayudas visuales se transforman en un estorbo, porque los niños se distraen.
La solución para este problema es tener un lugar donde apoyar las láminas. Este puede ser un tablero o un pizarrón plegado que esté a la altura de los ojos de los niños, por lo general sobre una mesa baja. Entonces el maestro fácilmente coloca y saca las láminas del pizarrón plegado en su secuencia correcta en la historia, sin interrumpir la narración. Esto deja sus manos libres y fija la atención de los niños en un solo lugar.
¡Practicar, practicar y practicar!
El maestro con verdadera vocación dedicará tiempo a perfeccionarse en el método narrativo para que su enseñanza cree interés en sus alumnos. Esto se hace leyendo la historia bíblica varias veces antes de la clase. Conviene que el maestro haga sus propias anotaciones en un papelito aparte, para recordar los detalles importantes en su orden correcto. No está mal ensayar la narración en voz alta con alguien o a solas, a veces frente a un espejo, antes de ir a la clase. Esto demanda trabajo y tiempo, pero no hay otro camino fácil para lograr destreza en el arte de narrar.
Quiero insistir sobre algo. Siempre hay que guardarse de la tentación, lamentablemente bastante común, de leer el relato del manual. Si el maestro cae en este hábito, perderá contacto visual con los alumnos y le quitará el elemento de drama de la historia. El resultado será que enseguida logrará aburrir a los niños.
La transmisión de un concepto de Dios
Es necesario señalar que, además de los objetivos delineados para la lección, el maestro está enseñando otro elemento no especificado. Está transmitiendo al niño en forma indirecta, aunque quizás sin darse cuenta, su concepto de Dios. Lamentablemente, la mayoría de las personas tienen conceptos distorsionados en cuanto a Dios y su obrar con el hombre. Hemos encasillado a Dios dentro de las limitaciones de nuestro modo de pensar y reaccionar ante las experiencias que hemos vivido en el contexto religioso. Si esas experiencias religiosas han sido negativas, frecuentemente llevamos arraigado un resentimiento contra ciertas doctrinas, o contra cierta iglesia o contra algún siervo de Dios. Esta cortina de resentimiento distorsiona nuestro concepto de Dios. De la misma forma, por no tener una amplia comprensión teológica del obrar de Dios entre su pueblo, caemos en el error de interpretar a Dios según nuestro estado anímico o las experiencias vividas la semana pasada. A lo mejor, el Dios que “manejamos” es un Dios que se complace o se enoja según nuestra conducta o según el cumplimiento de ciertos ritos y obligaciones impuestos por la iglesia.
Un ejemplo nos puede ayudar a captar esta realidad. Un maestro contó a su clase la historia de Job. El objetivo de esa lección, de acuerdo con los materiales que usaba, era mostrar que, a pesar de su sufrimiento, Job aprendió que nada podía separarlo del amor de Dios. Sin embargo, por ciertas experiencias de sufrimiento propio en su pasado, el maestro dejó bien en claro en su lección que Dios hace sufrir a sus hijos, no sólo una vez sino muchas veces. Sus resentimientos no resueltos, que venían de una niñez llena de abuso físico de parte de su padre, condicionaban negativamente su enfoque en cuanto al sufrimiento. Para él, dada su historia personal y su falta de madurez espiritual, Dios era un Dios castigador.
Tristemente, una presentación así puede causar mucho daño en el desarrollo espiritual de un niño. Como él no tiene experiencia ni vocabulario para hacer preguntas ni mucho menos para plantear grandes interrogantes teológicos, las ideas sembradas en su mente en esta etapa crucial de su desarrollo espiritual afectarán en el futuro su modo de pensar acerca de Dios. Por eso, no se puede enfatizar demasiado la enorme responsabilidad que tiene el maestro cuando está interpretando y enseñando la Palabra de Dios a los niños. Cae sobre él la responsabilidad de ser sumamente claro y sencillo en sus presentaciones, cuidando de transmitir verdades bíblicas acerca de Dios y no opiniones personales. Esto obliga al maestro a examinar cuidadosamente su propia vida, admitiendo y examinando actitudes arraigadas que pueden afectar su vida espiritual. Debe reconocerlas, confesarlas y experimentar la transformación que obra el Espíritu Santo en los hijos de Dios: “…cambien su forma de pensar para que así cambie su manera de vivir” (Romanos 12:2, VP). Ese proceso continuo es nuestra única seguridad contra el error.
La transferencia a la vida
En los materiales de VIVIR LA BIBLIA, la parte de la lección que se llama La transferencia a la vida, tiene una importancia fundamental. El nombre que le damos a esta parte de la lección refleja esto. Las actividades delineadas en esta sección son las que trasforman los objetivos originales de enseñanza en pasos concretos de aplicación a la vida. Las actividades han sido elegidas y planificadas con cuidado para hacer fácil la transferencia de la enseñanza a la realidad de la vida del niño. Con la finalidad de que el alumno participe plenamente en este aspecto del aprendizaje, se proveen elementos visuales como figuras y láminas, se hacen dramatizaciones con títeres, rol-plays, estudios de casos, trabajos en grupos y juegos diversos.
Es importante reconocer que este proceso ha de lograrse mejor cuando el maestro se haya esforzado por conocer la vida cotidiana de sus alumnos. Con esa información podrá adaptar las actividades sugeridas en la lección a la realidad de sus alumnos o podrá agregar otras que se apliquen más directamente a su situación. Es bueno recordar que estas actividades de aplicación, aunque estén diseñadas para niños, deben ser procesadas primeramente en la vida del maestro antes de que los utilicen con los niños. Podemos llamar este proceso “auto-aplicación” de la verdad.
Igualmente es necesario señalar que la meta del maestro para esta parte de la lección es obtener la máxima participación de todos sus alumnos. La mayoría de los niños tiene una capacidad especial de cerrar sus oídos a cualquier consejo que suena a ser una predicación, un discurso o una moraleja. Por eso el maestro debe “escucharse” continuamente para ver si está predicando (“ustedes tienen que…”, hábito muy común en maestros y predicadores) o si está realmente guiando a los niños a descubrir por sus propios medios la relación entre las verdades bíblicas y sus propias vidas. Una buena pregunta de evaluación para el maestro es ésta: ¿tuve que decirles lo que Dios quiere que hagan o ellos mismos lo descubrieron?
La conclusión
La conclusión es la parte de la lección donde se busca el compromiso personal del niño ante Dios. Esto se hace por medio de la reflexión personal y la oración. Es aquí cuando el alumno puede reconocer nuevamente que Dios, y no el maestro, es el autor de las enseñanzas que acaba de recibir. Recordemos que desde temprana edad el niño aprende que los adultos son personas que saben todas las cosas y que su deber es aprender de ellos. El peligro que esta actitud puede crear en una clase de enseñanza bíblica es que el niño se sienta motivado a responder solamente por obedecer al maestro. Esto es especialmente cierto en la iglesia, ya que muchas de las enseñanzas recibidas tienen que ver con conductas. Es muy fácil, entonces, que el niño mida su obediencia en términos de lo que le pidan sus padres o sus maestros. Por eso, en el tiempo de compromiso es muy importante hacer entender al niño que él está respondiendo a Dios únicamente y no a la voluntad de su maestro.
El compromiso se hace por medio de la oración. El hecho de terminar la clase en oración ayuda al niño a formar el hábito de depender de Dios para lograr los cambios deseados en su vida. El maestro debe utilizar este momento en la clase para orientar y animar al niño a expresar con sus palabras lo que desea de Dios, es decir, aprender a usar palabras y frases propias en sus oraciones. Esta expresión individual es una tarea difícil, porque los niños tienden a orar imitando frases que han escuchado en las oraciones de los adultos, sea en la iglesia o en el hogar. Lo hacen sin entender ni siquiera el significado de las palabras. Un niño oró fervientemente: “Te suplicamos, oh Cordero de Dios, que cubras nuestras transgresiones con tu sangre.” Luego miró a la maestra y con orgullo dijo: “Mi padre ora así.” Es evidente que esa frase, y otras aprendidas de los adultos, no son expresiones genuinas de un niño. El maestro tiene la importante tarea de guiar a los niños a expresar en sus oraciones lo que realmente sienten, utilizando palabras sencillas y acordes con sus experiencias.
En la mayoría de los casos las lecciones traen una sugerencia específica en cuanto a la forma de oración que se debe utilizar para concluir la lección. No obstante, aquí señalo algunas formas de oración que el maestro puede usar.
La oración silenciosa
El maestro dice a los niños el motivo por el cual deben orar y ellos lo expresan a Dios en silencio. Ejemplo: “Ahora vamos a pedirle ayuda al Señor para alguna tarea difícil que tengamos que cumplir esta semana. Cada uno piense en una tarea difícil que le va a tocar. Vamos a orar en silencio y sólo Dios nos escuchará.” Después de un tiempo breve, el maestro ora diciendo: “Gracias por escuchar nuestras oraciones, Señor. En el nombre de Jesús. Amén.” Para ayudar a los niños a definir el elemento que van a pedirle a Dios en oración, se puede tomar unos minutos antes de orar para que cada alumno diga la tarea difícil que le toca hacer y por la cual necesita la ayuda de Dios.
La oración guiada
El maestro explica que van a orar todos juntos repitiendo las frases que él dice primero. Ejemplo: “Vamos a orar y ustedes van a repetir las frases que yo digo. Querido Dios… te pido ayuda… para ser honesto en la escuela esta semana… “, etcétera.
La oración cantada
El maestro explica que van a orar pero que la oración será una canción. Hay canciones que se prestan especialmente para esto. Algunos ejemplos: “Enséñame a hacer tu voluntad”, “Mi corazón, oh examina hoy”, “Padre, te adoro”, “Con mis labios y mi vida”, etcétera. También se pueden usar las canciones que acompañan la serie de lecciones.
La oración memorizada
La clase aprende algún versículo bíblico que es a la vez una oración, y lo repiten al unísono en actitud de oración. También el maestro puede escribir de antemano una breve oración y hacer que los alumnos la aprendan para luego repetirla juntos. Este método es especialmente útil con un grupo de niños nuevos que no tienen la costumbre de orar. A veces es útil tener una breve oración modelo que se repite en todas las clases.
La oración susurrada
Los alumnos y el maestro oran juntos pero cada uno expresa sus palabras en voz baja. A veces es conveniente arrodillarse para lograr una participación más concentrada. El maestro puede terminar el tiempo de oración con una oración en voz alta. Ejemplo: “Gracias, Señor, porque siempre nos escuchas cuando venimos a ti en oración. En el nombre de Jesús. Amén.”
La oración en grupos
Esta forma de oración se presta especialmente para ocasiones cuando los niños han compartido varias peticiones. Los niños se forman en grupos de dos o tres y oran el uno por el otro o cada grupito ora por una de las peticiones.
La oración conversacional
Este tipo de oración requiere algo de práctica pero puede ser sumamente eficaz. El maestro explica que juntos van a conversar con Dios en oración. Les recuerda que Dios está en medio de ellos y que pueden expresar lo que sienten sin usar frases especiales. Explica que deben ser frases breves y que no hace falta decir “Padre celestial” o terminar diciendo “en el nombre de Jesús. Amén”. En las primeras experiencias con este tipo de oración conviene usar una frase incompleta que los niños van terminando en su oración: “Te amo porque…”, “Hoy quiero darte gracias por…”, “Gracias por ayudarme con…” Explicarles que pueden volver a decir una frase una o varias veces, según como sientan hacerlo. Si esta forma de oración no resulta la primera vez, no hay que desanimarse. Es una de las mejores formas de hacer que la oración sea espontánea.
No quisiéramos dejar la consideración del momento de compromiso sin recordarle al maestro que él es meramente el instrumento a través del cual el Espíritu Santo puede traer bendición a la vida del niño. Esta bendición será proporcional al hecho que la vida del maestro esté en correcta relación con Dios.
La memorización de los textos bíblicos
Todas las lecciones de los materiales VIVIR LA BIBLIA incluyen un texto para memorizar. En las lecciones para niños de siete a once años a veces se incluye un pasaje “lema” de varios versículos que encierran la enseñanza principal de toda la serie. El maestro notará que todos los versículos han sido tomados de la Versión Popular de la Biblia (identificados como DHH, Dios Habla Hoy) o de la Traducción La Biblia en Lenguaje Actual (identificados como BLA). La razón para esto es que estas versiones son más claras para el entendimiento del niño. Considero que la memorización de la Biblia es un elemento indispensable para el desarrollo espiritual del niño. La finalidad no es hacer una competencia en cuanto a las habilidades de los niños, ni tampoco es buscar la aprobación de los adultos. Este ejercicio sirve para proveerle al niño un tesoro de promesas y mandatos expresados por Dios mismo, que tendrán incalculable valor en su crecimiento espiritual actual y en su vida futura. Para lograr esto, es imprescindible que el niño comprenda lo que está memorizando.
Hay diferencias entre los niños en cuanto a la capacidad para la memorización. Generalmente, los de nueve a once años tienen mucha facilidad para ello; los de seis a ocho años tienen menos. En los casos donde hay un pasaje lema, sugerimos que se use con los niños de nueve a once años, pero esto queda al criterio del maestro ya que siempre hay niños más pequeños que lo pueden hacer. Para llevar a cabo la memorización de textos bíblicos en una manera eficiente, es necesario reconocer ciertas características de los niños.
El niño memoriza con facilidad cosas que no entiende en absoluto
El maestro debe recordar que el simple hecho de que un niño repita una frase no significa necesariamente que lo comprenda. Él puede memorizar una frase en chino si se la enseña. Repetir frases como un loro no significa que el niño entiende lo que está diciendo. No hay nada mágico en los versículos bíblicos que se memorizan como para creer que automáticamente tengan significado para el niño. Es por eso que no siempre el texto para memorizar contiene todas las palabras del versículo. Se han seleccionado las frases bíblicas que tengan relación directa y clara con la enseñanza de la lección.
El niño tendrá mayor grado de comprensión si el texto es enseñado mostrando el significado que tiene para él
Hay muchas maneras de lograr esto. Una forma es señalar cómo el texto es parte de las palabras dichas por Dios en la historia bíblica. Por ejemplo, si el texto a enseñar es Génesis 17:1, el maestro puede decir algo así durante la narración bíblica:
“Dios habló con Abraham y le dijo: —Abram, te voy a bendecir grandemente. Tendrás un hijo y tus descendientes serán muchísimos. Porque yo soy el Dios todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto.”
Otra forma es usar el texto como uno de los momentos de la adoración, con los niños repitiendo la frase al unísono. Por ejemplo, el texto a enseñar es Salmo 104:24. El maestro tiene en sus manos láminas de diferentes aspectos de la creación y dice:
“Vamos a mirar esta láminas y quiero que ustedes me digan qué cosas ha creado Dios en cada una de ellas (permitir que los niños comenten). Ahora vamos a repetir todos juntos estas palabras de la Biblia: ¡Cuántas cosas has hecho, Señor! Todas las hiciste con sabiduría.”
También el texto se puede presentar en forma personalizada. Cada niño piensa en algo propio que puede agregar en el lugar indicado en el texto. Por ejemplo, si el texto a enseñar es Romanos 8:38, 39, el maestro dice:
“Vamos a repetir el texto, pero cada niño va a agregar una frase que representa algo personal. Estoy convencido de que nada (ni que me haya salida mal la prueba de matemática) me puede separar del amor de Dios.”
El niño memoriza mejor cuando hay un ambiente ameno para hacerlo
El maestro quiere que el niño perciba en este aprendizaje el gozo y el privilegio que es suyo al memorizar la Palabra de Dios. Este ejercicio, entonces, es muy diferente a las tareas que se dan en el colegio de memorizar datos de una lección de geografía o historia. La memorización de la Biblia tiene una motivación más elevada. Las lecciones VLB sugieren métodos específicos para lograr que la memorización del texto sea amena y alegre.
El niño memoriza con facilidad, pero no lo retiene a menos que haya mucho repaso
Esta característica es normal en el niño y hace necesario repasar constantemente lo que haya sido memorizado antes. Cuando se hace el repaso en forma sistemática a través de muchas semanas, el niño ha de retener lo memorizado por un tiempo casi ilimitado. De allí la importancia de repasar y repasar y seguir repasando.
Las lecciones de repaso
Las series para escolares de VIVIR LA BIBLIA incluyen una o dos lecciones de repaso por unidad. Estas lecciones, que cubren el repaso de las lecciones de la serie y de los textos que han sido memorizados con relación a estas lecciones, se han estructurado sobre la base de juegos, trabajos artísticos y actividades dramáticas. Estas lecciones son distintas a todas las demás porque proveen actividades en las cuales el niño se divierte mientras repasa los elementos de las lecciones. No se puede enfatizar demasiado la importancia de estas dos lecciones. El niño escolar es muy apto para aprender, pero también es propenso a olvidar lo estudiado. Hacen falta muchas actividades de repaso para que los conceptos adquiridos queden grabados en su mente.
En estas lecciones hay instrucciones especiales para el maestro de niños de seis a ocho años. Esto se debe a que su capacidad para memorizar y su desarrollo intelectual no es tan avanzado como los niños mayores. Eso lo limita en lo que pueda aprender. El niño de seis a ocho años no captará, por ejemplo, la cronología de las lecciones ni los elementos histórico-culturales que pueden interesar a los niños más grandes. Los trabajos con mapas les serán difíciles. No tendrá el mismo interés en las competencias, el puntaje y los premios que les encantan a los niños de nueve a once. Se podrá observar, entonces, que las actividades para los más pequeños se basan en juegos mientras que para los más grandes se basan en competencias. El maestro debe ser consciente de estas diferencias, especialmente si tiene niños de ambas edades en una sola clase. Si sigue las indicaciones, podrá resolver este problema.
En los domingos en que corresponde la lección de repaso, el aula debe tener un ambiente diferente, casi de fiesta. El maestro puede llevar algo para tomar y una torta o masas para compartir. De este modo los niños tendrán gratos recuerdos de esas clases.
La manualidad
Las manualidades hacen posible que el niño tome parte activa en el aprendizaje bíblico, trabajando con sus manos para crear algo. A veces la manualidad tiene una relación estrecha con la aplicación de la lección. Otras veces tendrá más relación con la historia bíblica. En algunos casos es un trabajo relacionado con el texto para memorizar. En cualquiera de estas tres opciones, la manualidad tiene como finalidad profundizar las lecciones espirituales que se han enseñado.
Como en las otras partes de la lección, la relación de la enseñanza con la actividad tiene que ser hecha por el maestro. El niño no hará esa relación por sí mismo. El maestro tendrá que dar una explicación clara sobre esa relación, haciendo el puente entre las dos cosas. Aún más, el maestro no debería ni siquiera repartir las hojas de la manualidad a los alumnos hasta no crear primero en ellos cierta expectativa en cuanto al trabajo que van a hacer. Siguen algunos ejemplos de cómo el maestro puede hacer este puente entre la lección y la manualidad:
Ejemplo 1: Decir: “El trabajo que vamos a hacer hoy nos ayudará a entender mejor la maravillosa variedad en la creación de Dios. Mientras están haciendo el trabajo, vamos a pensar juntos en todas las distintas clases de árboles, flores y plantas que conocemos. A ver, ¿quién me puede nombrar una?” Mientras los alumnos trabajan, pueden compartir algo de lo que saben sobre distintos elementos de la naturaleza y también aprender algo más.
Ejemplo 2: Decir: “Al terminar de hacer el trabajo de hoy, cada uno de nosotros tendremos un recuerdo de cómo Dios provee para nosotros en darnos padres y hermanos que forman nuestras familias. Vamos a estar hablando sobre familias que conocemos que son diferentes al ideal que Dios planeó para todos pero que también tiene su ayuda para vivir en amor y armonía. Podemos pensar también en los cambios que nos gustaría ver en nuestras propias familias.” De esta forma el maestro estimula a los niños a hablar de sus situaciones en familia y las de vecinos o amigos.
Ejemplo 3: Decir: “El trabajo que haremos hoy es para ayudarnos a no olvidar los problemas que puede traer el pecado del orgullo. Quiero que ustedes piensen en personas que conocen que son orgullosas y por qué les molesta su conducta y sus actitudes. También podemos pensar en las cosas que hace una persona orgullosa. Esto nos ayudará a saber si nosotros somos orgullosos o no, y si lo somos, pedirle perdón a Dios.” De esta manera se utiliza el tiempo de la manualidad para que los niños piensen y reaccionen ante el orgullo de otros o del suyo propio.
Estos ejemplos ilustran cómo el maestro puede crear un vínculo entre la lección y la manualidad, dándole un significado espiritual y ayudando a que no sea meramente un trabajo para llenar la hora. El maestro debe aprovechar el tiempo de la manualidad para dialogar con los niños mientras ejecutan sus trabajos.
Copias de la manualidad
En el Suplemento de Ayudas Visuales hay un solo ejemplar de la hoja de la manualidad. El maestro debe hacer las fotocopias necesarias de antemano, según el tamaño de su clase. ¡Ojo! Debe hacer una copia de más para usarla de muestra. Además, recuerde guardar el original en el archivo para usarlo nuevamente en el futuro.
Tiempo proporcionado
Es necesario recordar que la manualidad es solamente una parte de la enseñanza. El entusiasmo de los niños cuando se acostumbran a hacer los trabajos manuales creará una tentación de parte del maestro de acortar las otras partes de la lección para dedicar más tiempo a la manualidad. ¡Esto nunca se debe hacer! Es mejor que el niño lleve su trabajo a casa sin terminarlo y no que el maestro pase por alto la aplicación o la conclusión de la lección.
Preparación de la muestra
Es absolutamente imprescindible que el maestro haga una muestra de la manualidad antes de llegar a la clase. Para este fin, usará una hoja de las fotocopias hechas para la clase. Los trabajos no son complicados, pero los niños seguirán mejor las instrucciones si ven una muestra ya terminada. Es preferible que la muestra no esté coloreada, ya que la tentación del niño es hacer exactamente lo que hizo el maestro. Al armar la muestra, el maestro sabrá de antemano cuáles son los elementos que hacen falta para la realización de la manualidad y no pasará un mal momento delante de su clase por no haberse preparado adecuadamente.
Para que los niños disfruten plenamente de estos trabajos, es necesario que la clase disponga de una mesa, lápices de color, marcadores, crayones de cera, cola vinílica y tijeras suficientes para cada niño. En ciertas circunstancias donde la iglesia no ha provisto estos elementos, el entusiasmo de los niños en hacer la manualidad los ha obligado a trabajar agachados en el piso, con un solo lápiz de color cada uno, y una tijera para toda la clase. Pueden trabajar así pero no deben hacerlo. Como hemos dicho repetidas veces, el niño aprende participando y haciendo. Debe tener los elementos básicos para poder hacerlo correctamente. La iglesia, por medio de su tesorería, o la escuela dominical por la suya, deben hacer la inversión necesaria para asegurar que el maestro tenga los elementos que necesita para trabajar correctamente con sus alumnos.
Refuerzo en el hogar
Los trabajos de manualidad son para el alumno. Lo ideal es que lo lleve directamente a su casa cada domingo después de concluida la escuela dominical. Si el niño tiene su trabajo manual a la vista en su casa, éste le servirá de refuerzo de la enseñanza recibida. Además, sirve como un excelente eslabón entre la escuela dominical y los padres del alumno. El deseo natural del niño es mostrar a los padres lo que ha hecho y también explicar su significado. Más de una vez, estos pequeños trabajitos de papel han ocupado un lugar de honor adornando algún ambiente de la casa donde quizás el niño sea el único que conoce al Señor.
Oportunidad para la creatividad
El maestro necesita recordar que la finalidad de las manualidades es proveerle al niño una experiencia agradable en una actividad creativa. Por lo tanto, el niño no está obligado a producir obras de arte ni cumplir ciertas normas de prolijidad o de capacidad. El maestro debe permitirle libre expresión de sus gustos en cuanto a colores y formas y dejar que su trabajo sea completamente original. Tampoco se le debe exigir al niño hacer una copia exacta de la muestra. Recordemos que el niño expresa con sus manos lo que sus ojos ven. Nunca tendrá la misma prolijidad ni destreza del adulto. Pero una palabra de felicitación o elogio de parte del maestro sobre el trabajo realizado puede hacer mucho para crear esa sensación de logro que tanto necesita para adquirir un sano concepto propio.
Expresión afectiva
Existe un beneficio secundario del tiempo de la manualidad. La experiencia demuestra que el ambiente creado en una clase donde todos los niños están trabajando con alegría le permite al maestro expresar su cariño hacia el alumno en forma individual. Hay oportunidades naturales para una expresión afectiva mientras uno admira cómo se realiza el trabajo. Se pueden dar pequeños abrazos de felicitación y palabras personales de aliento cuando el niño viene a hacer una pregunta. Toda la dinámica de la clase cambia y provee para el maestro maravillosas oportunidades para acercarse a un niño con evidente necesidad de consuelo, aliento o afecto y asegurarle que realmente es una persona importante para el maestro y para Dios. La demostración afectiva del maestro hacia los niños hará de estos momentos algo realmente significativo y precioso.
La dedicación y el compromiso del maestro frente a estos procesos de formación espiritual en la vida del niño escolar produce grandes satisfacciones. Uno tiene el privilegio de ver cómo el niño crece en su relación con el Señor, en su amor por la Palabra de Dios y en su sensibilidad a lo que Dios desea para él. Uno puede ver cómo el niño va formando hábitos y actitudes que traerán la bendición de Dios por el resto de su vida. Muchos niños de esta edad hacen la entrega por primera vez de sus vidas al Señor. Otros sienten el llamado para ser pastores o misioneros o para realizar algún ministerio especial cuando sean grandes. Por eso, sin lugar a dudas, podemos decir que la edad de seis a doce años son los años cruciales en la formación espiritual del niño. Es un privilegio singular ser usado por Dios para instruir y guiar a estos niños. Sólo él sabe el resultado de nuestra inversión en estas vidas.
De Constance, B. S. (2004). La formación espiritual del niño (3a edición, pp. 135–159). Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza.
