¿Es necesario terminar cada oración con “en el nombre de Jesús”?

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Serie: Gratitud

¿Es necesario terminar cada oración con “en el nombre de Jesús”?

Mantle A. Nance

Nota del editor: Este es el noveno capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Preguntas claves sobre la oración.

Jesús enseñó repetidamente a Sus discípulos a orar en Su nombre (Jn 14:13-1415:1616:23-24). Orar en el nombre de Jesús es reconocer que nuestro acceso a Dios en oración es solo a través de Jesús. Como pecadores, estamos separados de Dios y hemos perdido la comunión con Él. A través de la fe en Cristo solo, nuestra comunión con Dios es restaurada. Por gracia, el Espíritu Santo nos une a Cristo y nos concede entrada a la comunión —la vida de oración— que Jesús tiene con Su Padre celestial, de tal manera que, como hijos adoptivos de Dios, podemos llamar al Padre de Jesús nuestro Padre y experimentar una comunión íntima y vivificante con Él (Mt 6:9Rom 8:15).

Cuando consideramos nuestra pecaminosidad y la santidad de Dios, podemos perder la motivación para orar. Puede que creamos que Dios no quiere saber de nosotros debido a nuestros fracasos o que Él está cansado de escucharnos confesar los mismos pecados o hacer las mismas peticiones una y otra vez. La buena noticia es que cuando los creyentes invocan al Padre en oración, lo hacemos en el precioso nombre de Jesús y cubiertos en Su justicia. El Padre se deleita en responder a cualquiera que lo invoque en el nombre de Su Hijo. Nuestras oraciones son «aceptas en el Amado» y son escuchadas tan claramente como las oraciones del Cristo intercesor (Ef 1:6Heb 7:25).

Es correcto y sabio decir las palabras «en el nombre de Jesús» cuando oramos.

Estas maravillosas verdades a veces llevan a los cristianos a preguntarse: ¿es necesario terminar cada oración con «en el nombre de Jesús»? O dicho de otra manera, ¿necesitamos decir las palabras «en el nombre de Jesús» cada vez que oramos? No creo que estemos obligados a decir «en el nombre de Jesús» cada vez que oramos. Lo importante es que reconozcamos en nuestro corazón que nuestro acceso a Dios en oración es solo a través del «[único] mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre» (1 Tim 2:5).

Habiendo dicho esto, es correcto y sabio decir las palabras «en el nombre de Jesús» cuando oramos. Hacer esto honra la exclusiva obra mediadora de Jesús y por lo tanto glorifica al Padre que lo escogió para ser el Sumo Sacerdote de Su pueblo (Heb 5:5). También honra y expresa la obra del Espíritu que, como dijo Benjamin Morgan Palmer, crea una «empatía viva» entre los santos que oran en la tierra y el Cristo que intercede en el cielo, conduciéndonos a orar con Cristo «Abba, Padre» (Gál 4:6). Además, decir «en el nombre de Jesús» cultiva la confianza en nosotros y en aquellos con quienes oramos para acercarnos al trono de la gracia con confianza, sabiendo que nuestro Padre se deleita en escuchar y responder a todos los que oran en el nombre de Su Hijo (Heb 4:16).

Este articulo fue publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Mantle A. Nance
Mantle A. Nance

El Dr. Mantle A. Nance es pastor de la iglesia presbiteriana Ballantyne en Charlotte, N.C.

Los medios ordinarios del discipulado

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

Los medios ordinarios del discipulado

Mantle A. Nance

Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie «Discipulado», publicada por la Tabletalk Magazine. 

En Hechos 2:42, Lucas proporciona un resumen de las formas en que los creyentes de la iglesia primitiva crecieron como discípulos. Él escribe: «Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración». Según Lucas, estos cristianos se consagraron a cuatro medios básicos por los cuales habían sido discipulados. Consideremos estos medios y la forma en que el Cristo resucitado todavía los usa hoy en la vida de Su pueblo.

Primero, Lucas nos dice que los discípulos primitivos se dedicaron a las «enseñanzas de los apóstoles». Debemos notar que Lucas elige caracterizar esta actividad en términos de devoción. En otras palabras, ellos hicieron del escuchar y estudiar la verdad tal como se revela en Jesucristo una prioridad, una parte regular e innegociable de sus vidas. Todavía hoy, la mayoría de los ministros te dirán que aquellos que hacen esto son los que, usualmente, llevan la vida cristiana más intensa y fructífera. Aquellos que asisten fielmente a la enseñanza pública de la Palabra con un hambre genuina son los discípulos que hacen discípulos. Cuando la Palabra es predicada con fidelidad, audacia y sabiduría en el poder del Espíritu, estos discípulos son equipados para ser fieles, audaces y sabios influenciadores de Cristo en cada esfera de sus vidas.

Sobrenaturalmente, incomprensiblemente, el Dios trino se comunica con nosotros, nos nutre, nos anima y nos equipa para ser discípulos a través de los sacramentos.

Lucas también habla de la devoción de los primeros discípulos “a la comunión». Nuestro Dios trino es el Dios de la comunión eterna, y nosotros, como aquellos hechos a Su imagen, fuimos creados para tener comunión con Él y con los demás. Nuestras vidas son deficientes sin un compañerismo genuino con otros, especialmente con otros que comparten nuestro amor por Cristo. A medida que nos animamos proactivamente unos a otros, el cuerpo de Cristo se edifica espiritualmente y, muy a menudo, numéricamente. Cuando somos conocidos por nuestro amor mutuo, aquellos que aún no han probado y visto que el Señor es bueno a menudo se vuelven curiosos y abiertos a escuchar más acerca del Jesús que está en el centro de toda nuestra comunión, y, por la gracia de Dios, también llegan a ser verdaderos partícipes de esa comunión.

Tercero, Lucas nos dice que la iglesia primitiva estaba dedicada “al partimiento del pan». Esto probablemente se refiere a su observancia de la Cena del Señor, lo cual hacían, junto con el bautismo (lee Hechos 2:41), de acuerdo con las instrucciones de Cristo. Metafóricamente, los sacramentos del bautismo y la Cena del Señor comunican el amor adoptivo del Padre, la gracia sacrificial del Hijo y la comunión vivificante del Espíritu de tal manera que transforman y equipan a los discípulos.

Los sacramentos, como la comunión de los santos, nos recuerdan que estamos destinados a reunirnos corporativamente para crecer como individuos. En una época donde somos tan bendecidos con tantos libros y sermones cristianos disponibles a través de Internet y de otros medios, los sacramentos nos mantienen regresando a la iglesia reunida, para la cual no hay sustituto. Dios se complace en encontrarse con Su pueblo reunido de una manera especial a través de nuestra observancia de los sacramentos.

En cuanto a la forma en que Cristo se encuentra con nosotros cuando participamos de la Cena del Señor por fe, incluso el erudito estudioso Juan Calvino tuvo que admitir: «Lo experimento en lugar de entenderlo». Sobrenaturalmente, incomprensiblemente, el Dios trino se comunica con nosotros, nos nutre, nos anima y nos equipa para ser discípulos a través de los sacramentos. No hay sustituto para ellos en la vida del discípulo.

Por último, pero no menos importante, Lucas nos dice que los primeros discípulos se dedicaron a «la oración». La oración corporativa ha sido referida como el último mandato de Cristo y la primera responsabilidad de la iglesia (ver Hechos 1:14). La iglesia primitiva conoció por experiencia propia el poder de la oración y se valió de este mientras los discípulos oraban por la llenura, la sabiduría, la guía y la audacia del Espíritu. Como dijo Spurgeon: «Las reuniones de oración fueron las arterias de la iglesia primitiva. A través de ellas corría el poder de sostener la vida».

«La oración» en Hechos 2:42 probablemente sea representativa de la adoración general de la iglesia primitiva. Todavía hoy, cuando la iglesia busca el rostro del Padre mediante la mediación del Hijo encarnado con la ayuda del Espíritu, el Dios trino se complace en habitar entre las alabanzas de Su pueblo para la gloria de Su nombre, la derrota de Sus enemigos. y la edificación de Su iglesia (ver 2 Cro 20:22; Sal 8: 2Col. 3:16).

Estos medios de gracia pueden parecer débiles a los ojos del mundo, pero a los ojos del Señor y del creyente que discierne, ellos son canales a través de los cuales los pecadores se relacionan con el Cristo resucitado y los discípulos son facultados para vivir vidas agradecidas que dan un maravilloso testimonio de su Salvador.

En lugar de confiar en la última innovación o novedad, sigamos los pasos de la iglesia primitiva y hagamos uso de estos medios ordinarios de gracia. Al hacerlo, Cristo equipará a Sus discípulos para hacer discípulos, y Su alabanza continuará extendiéndose hasta los confines de la tierra.

Este artículo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine.
Mantle A. Nance
Mantle A. Nance
El Dr. Mantle A. Nance es pastor de la iglesia presbiteriana Ballantyne en Charlotte, N.C.