¿Aniquilación o transformación?

WILL GRAHAM

En el mundo teológico, ha existido bastante debate en cuanto a los efectos del fuego escatológico sobre la tierra. La cuestión se puede resumir en la siguiente pregunta: ¿aniquilación o transformación?

Es decir, ¿el fuego mencionado por el apóstol Pedro aniquilará por completo el planeta como creían los luteranos o transformará la tierra como en el caso de los reformados?

El debate se centra principalmente en 2 Pedro 3:12-13 donde habla el apóstol sobre la venida de Dios diciendo, “en el cual los cielos, encendiéndose, serán desechos y los elementos, siendo quemados, se fundirán. Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”.

¿Qué vendrá? ¿Aniquilación o transformación?

Yo aquí me ubico en la escuela reformada. Creo que todo el consejo de Dios nos habla sobre una poderosa transformación mediante la cual el fuego purificador de Dios libra la creación de la maldición del pecado.

Será el mismo mundo que antes; pero liberado y transformado.

En cierto sentido, el ejemplo del diluvio de Noé nos viene muy bien para explicar esta idea. En un sentido, es cierto que aquel mundo “pereció anegado en agua” (2 Pedro 3:6); pero aun así, seguía siendo el mismo planeta después del juicio purificador.

Las aguas no acabaron con el mundo en los días de Noé.

Otro ejemplo será la regeneración de un cristiano. Es cierto que, espiritualmente hablando, llegamos a ser nuevas criaturas cuando Dios nos salva por su soberana gracia.

No obstante, no nos convertimos en otras personas. Seguimos siendo nosotros con la misma altura, la misma edad, la misma nacionalidad, el mismo acento y el mismo nombre y apellido. No somos aniquilados.

Y la misma regla se aplica a nuestra glorificación futura. Recibiremos un cuerpo glorificado pero seguiremos siendo nosotros. Jesucristo no se convirtió en otra persona el día que recibió su cuerpo glorificado.

Existía una marcada continuidad entre su cuerpo humilde y su cuerpo glorificado.

A nivel puramente lingüístico, Pedro emplea la palabra griega kainos y no el vocablo neos cuando alude a los nuevos cielos y la nueva tierra. Juan, de hecho, en Apocalipsis 21:5 utiliza el mismo término donde el Señor dice, “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”.

Por medio del fuego, nace un mundo renovado pero no otro mundo totalmente diferente.

En palabras del comentarista William Hendriksen, “De en medio de la conflagración grande ha nacido un universo nuevo. La palabra usada en el original implica que era un mundo nuevo pero no otro mundo.

Es el mismo cielo y la misma tierra, pero rejuvenecidos gloriosamente: no hay maleza, ni espinas, ni cardos, etc.”.1

Otro dato lingüístico clave en el pasaje de Apocalipsis es el verbo hacer. Dios hace nuevas todas las cosas. No utiliza el verbo crear, sino hacer.

Es decir, el hacer significa dar forma a algo que ha sido creado. En este caso, los cielos y la tierra.

Y además de estos dos datos lingüísticos, está el asunto teológico desarrollado por Pablo en Romanos 8. Allí el apóstol a los gentiles enseña claramente que la creación será libertada de la esclavitud a la corrupción. No será aniquilada; sino libertada (8:21).

¿Qué tipo de liberación sería si la creación fuese aniquilada? La creación está con dolores de parto; no con dolores de muerte ni de aniquilación (8:22).

Con todo, creo que es mucho más sabio aferrarnos a la postura reformada en cuanto a la renovación de la tierra.

Así que, en respuesta a la pregunta: ¿aniquilación o transformación?, contestaría con una rotunda: ¡transformación! ¡Renovación! ¡Liberación!

Al igual que la creación renovada en los días del diluvio, así habrá una tierra libertada después de haber pasado por el fuego del juicio del Señor.

1 HENDRIKSEN, William, Más que vencedores, p. 204.

La amenaza de la teología liberal

Protestante Digital

La amenaza de la teología liberal

10 características del liberalismo teológico.

WILL GRAHAM

En los últimos dos siglos, la amenaza más grande contra el cristianismo bíblico no ha surgido desde las otras religiones mundiales más destacadas tales como el islam, el budismo, sino dentro de la misma Iglesia.

Es el peligro de la teología liberal, la cual, haciéndose pasar por cristiana, niega prácticamente todo lo que enseña la Palabra de Dios.

La teología liberal vació una gran parte de las iglesias protestantes de Europa a lo largo de los siglos XIX y XX y ahora está haciendo exactamente lo mismo en países como los Estados Unidos.

Si los pastores no estamos preparados ni arraigados en las grandes verdades de las Escrituras, estamos en peligro de permitir que esta teología pervierta y desvíe lo que el Señor está haciendo en nuestra generación, sobre todo en el mundo hispano.

Entonces, aquí hay 10 características de la teología liberal y de los teólogos liberales para que podamos entender mejor este peligro y cómo protegernos de él.

  1. La teología liberal no cree en la infalibilidad bíblica

El punto de partida para la teología liberal no es la voz del Señor tal cual se revela en las Escrituras, sino la razón humana. Por esta razón, los liberales sacrifican cualquier enseñanza que no cuadre con su forma de razonar.

Esta observación explica la razón por la que el alemán Rudolf Bultmann (1884-1976) propuso su método de ‘desmitologización’, mediante el cual negó todos los milagros registrados en la Biblia en el nombre de la racionalidad moderna.

En palabras de Bultmann, “No se puede utilizar la luz eléctrica y la radio, usar medicamentos y medios clínicos modernos en casos de enfermedad, y al mismo tiempo creer en el mundo de espíritus y de los milagros del Nuevo Testamento”.

Para el liberal, en primer lugar está la razón y luego la revelación de Dios. El evangélico, sin embargo, invierte este orden, es decir, primero la revelación, luego la razón.

  1. La teología liberal no hace hincapié en la doctrina

La teología liberal critica el uso de credos, confesiones de fe y catecismos, ya que dichos documentos dan por sentado la importancia de la doctrina. La meta del liberal es tener “una mente abierta” y por lo tanto ataca cualquier sistema que atenta contra su libertad intelectual.

Puesto que la verdad no se puede transmitir mediante palabras, el liberal razona que puede creer lo que bien le da la gana. La doctrina, dicen, es para los “fundamentalistas” o “los que pertenecen a la Edad de Piedra”.

A los liberales no les gustan para nada las declaraciones doctrinales empleadas en las Escrituras (1 Co. 15:3-5; 1 Tim. 3:16, etc.)

  1. La teología liberal se enfoca en la experiencia

Ya que la doctrina no importa, los liberales priorizan la “experiencia” de Dios. El padre de la teología liberal, Friedrich Schleiermacher (1768-1834), definió la teología como el sentimiento de nuestra “absoluta dependencia de Dios”.

A nivel práctico, quiere decir que en vez de empezar con la revelación de Dios según las Escrituras, Schleiermacher arrancó con la subjetividad de la experiencia humana.

Lo más importante en la teología entonces no es hablar sobre Dios sino más bien nuestra experiencia de Él (o de Ella).

El teólogo liberal alemán, Federico Schleiermacher.

Las consecuencias de tal sistema liberal fueron desastrosas. Schleiermacher negó prácticamente todas las doctrinas cardinales del cristianismo (la Trinidad, la doble naturaleza de Cristo, la obra expiatoria del Hijo de Dios, la condenación eterna para los impíos, etc.) y al fin y al cabo, convirtió la teología en antropología.

En vez de someter sus experiencias a las Escrituras, sujetó las Escrituras a su experiencia. Con razón algunos han llamado a Schleiermacher el ‘Judas Iscariote’ de los siglos XVIII y XIX.

  1. La teología liberal solo cree en un Dios de amor

El único atributo de Dios que los liberales mencionan desde el púlpito y en sus círculos académicos es el amor de Dios. No se habla sobre Su santidad, Su justicia y Su ira contra los impíos.

Han creado a otro dios conforme a su imagen y semejanza. Por esta razón los liberales nunca predican sobre el pecado ni el peligro de la condenación eterna.

Dicen que todos somos buenos. Todos somos hijos de Dios. Todos vamos al Cielo. ¿Por qué? Porque Dios es amor, amor, amor.

  1. La teología liberal no predica el evangelio apostólico

Si Dios es amor y todos vamos al Cielo, entonces ¿qué necesidad hay de predicar el evangelio? Según el liberal, el evangelio no tiene nada que ver con la vida eterna ni con el perdón de los pecados sino más bien con la liberación socio-política o el progreso económico.

Dios no está airado contra los pecadores; por lo tanto, el evangelio apostólico que se centra en la sangre del Cordero de Dios derramada para redimir y hacer propiciación por el pueblo de Dios es abiertamente negado (Ro. 3:24-26).

Este mensaje, según el liberalismo, es “arcaico” y ya pasado de moda. Dado el hecho de que no se predica el evangelio bíblico desde los púlpitos liberales, sus ministros se limitan a hablar sobre la ética y la moralidad.

“Hay que ser una buena persona”, “Hay que ayudar a los necesitados”, “Hay que ser amigo de todos”, “Hay que tolerarlo todo”. Es una teología humanista no fundamentada en la gracia salvadora del Dios trino.

  1. La teología liberal convierte a Jesús en un mero hombre

Los liberales no creen en la divinidad de Jesús. Argumentan que era un hombre inspirado e iluminado por Dios; pero de ninguna forma era Dios manifestado en carne (Jn. 1:14).

Consiguientemente, los liberales por un lado niegan que la crucifixión del Hijo de Dios fue una obra expiatoria en el sentido de que Cristo dio Su vida por nuestros pecados; y por el otro, niegan que Jesús resucitó literalmente al tercer día.

Según los teólogos liberales, Jesús resucitó en los corazones de los discípulos; pero no resucitó corporal ni históricamente.

Esto contradice expresamente la declaración apostólica: “Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Co. 15:14).

En cuanto al tema de la expiación, el liberalismo estipula que Jesús murió para darnos un ejemplo ético a seguir. No estaba efectuando la salvación de los escogidos del Padre en la cruz.

¿Por qué no? Porque era un mero hombre: nada más, nada menos.

El liberalismo niega que Cristo diese su vida en la cruz con el fin de hacer expiación por el pecado.

  1. La teología liberal promueve el movimiento ecuménico

En nuestros días muchos liberales están atacando a los evangélicos conservadores porque no se juntan con el movimiento ecuménico. El ecumenismo está centrado en la unidad eclesiástica a todo costo.

Para formar parte de la corriente, todo lo que hace falta es confesar algún tipo de “experiencia religiosa”.

No obstante, la fe evangélica —como explicó el amado príncipe de los predicadores Charles Spurgeon (1834-92)— cree en la unidad basada en la doctrina del Evangelio de Cristo.

Una unidad no fundamentada en la Palabra de Dios es falsa. “Unidad en el error…”, dijo el predicador inglés, “…es unidad en la perdición”.

El momento que alguien se adhiere al movimiento ecuménico, lo primero que tiene que hacer es olvidarse de todas sus convicciones bíblicas y prostituirse por amor a una unidad falsificada, anti-escritural, y no evangélica.

  1. La teología liberal elogia las demás religiones

Puesto que la base de la teología liberal es el ser humano juntamente con su razón, su experiencia y su afán por el ecumenismo, en las últimas décadas el liberalismo se ha abierto al diálogo interreligioso, alabando las virtudes de las religiones mundiales. ¡Incluso han llegado a participar en la adoración interreligiosa!

A principios del 2016 el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, y los líderes de las religiones musulmana, judía y budista, junto con representantes de diferentes confesiones cristianas, oraron por la paz en el mundo y la convivencia en un acto interreligioso en la Facultad de Teología de Valencia.

Dijo el cardenal, “Las religiones no dividen sino que unen y esta tarde lo hemos podido no solamente experimentar, sino gozar”. En cierto sentido, el cardenal lleva la razón.

Las religiones liberales centradas en la autonomía del hombre sí unen. Pero el evangelio de Jesucristo no trae paz, sino separación.

Proclama el Salvador: “No piensen que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada. Porque vine a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su misma casa” (Mt. 10:34-36).

No puede haber paz verdadera entre la fe evangélica y la teología liberal.

  1. La teología liberal no cree en la exclusividad de salvación en Jesucristo

La razón teológica por la que los liberales se abren al movimiento ecuménico y a la adoración interreligiosa es porque ya no creen en la exclusividad de salvación en Jesucristo.

De acuerdo a su sistema filosófico, el apóstol Pedro se equivocó cuando predicó: “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hch. 4:12).

Si Dios es únicamente un Dios de amor, entonces la doctrina del castigo eterno necesariamente tiene que ser falsa.

Por consiguiente, los liberales —al no estar satisfechos con la impecable obra de Jesucristo realizada según el evangelio— van buscando cosas loables en las demás religiones que, en última instancia, esclavizan al ser humano.

Al no creer que solo Cristo salva, los teólogos liberales inventan su propia religión. En palabras de Pablo, “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios” (Ro. 10:3).

La teología liberal cree que todas las religiones tienen acceso a lo divino.

Imagen de Helena Cuerva.

  1. La teología liberal no cree en nada ofensivo para el hombre natural

En sus exposiciones sobre el Sermón del monte, Martyn Lloyd-Jones (1899-1981) tomó tiempo para instruir a su congregación en Londres sobre el peligro de los falsos profetas.

Basándose en Mateo 7:15 – “Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”— el predicador destacó que la primera característica del falso ministro es que no tiene “puerta estrecha” en él.

Con esto quiso decir que en el teólogo liberal, no hay nada que ofenda al hombre natural. Es el tipo de mensajero que agrada a todos por ende todos hablan bien de él.

No tiene enemigos. Nadie le persigue por sus sermones. Sabe comportarse en cualquier contexto y “se hace todo a todos”. Es carismático, dinámico, popular, agradable a la vista y al oído.

En suma, “Muy consolador, muy tranquilizante; siempre es así el falso profeta, en su vestido de oveja; siempre inofensivo y agradable, siempre invariablemente atractivo”.

Casado con Ágota y padre de dos hijas, Will Graham (1985) sirve como pastor evangélico, profesor y blogger en la cuidad española de Almería (ubicada en el extremo sureste de la península).

Escribe semanalmente en sus blogs en Protestante Digital Evangelical Focus y colabora con Unión BíblicaCoalición por el Evangelio Pasión por el Evangelio.

http://www.pastorwillgraham.com

¿Me puedo casar con un incrédulo?

Protestante Digital

¿Me puedo casar con un incrédulo?

WILL GRAHAM

Pregunta: ¿Puede un cristiano casarse con un no cristiano?

Respuesta: ¡No, no, no, no, no, no, no, no!

Aquí van ocho razones…

Razón 1: No glorifica a Dios.

¿Cuál es la gran meta de la vida cristiana sino glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre? 1 Corintios 10:31 se lee, “Si, pues, coméis o bebéis o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Podríamos añadir a la lista paulina: “Si, pues, os casáis, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Dios ha estipulado muy claramente en su bendita Palabra que sus hijos se casen con hijas del Señor y viceversa. Casarse con un incrédulo no glorifica a Dios.

Razón 2: No honra a Cristo.

¿Por qué murió Cristo? ¿Por qué se entregó por nosotros? Explica Tito 2:14 que lo hizo todo con el fin de “redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Morimos con Cristo. Ahora andamos en el poder de una nueva vida. Agradecidos por su preciosa obra de salvación, seguimos al Señor gozosa y libremente. Por lo tanto no nos hagamos esclavos de los hombres (1 Corintios 7:23).

Cristo es nuestro Señor. Sólo Él es digno de nuestra obediencia. No pequemos contra el Salvador que nos rescató y nos redimió para sí. ¿Cómo podemos casarnos con alguien cuya vida no se centra en nuestra joya más preciosa, el Señor Jesús? Casarse con un incrédulo no honra a Cristo.

Razón 3: Ofende al Espíritu Santo.

El Espíritu de Dios es santo, santo, santo. Su labor en la economía del Nuevo Pacto es la de santificarnos y hacernos semejantes a Cristo en todo. El Espíritu no quiere que nos casemos con incrédulos. Razona 2 Corintios 6:16 de la siguiente forma: “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente”. Al casarnos, nos hacemos una sola carne con nuestro cónyuge así que es necesario que nos casemos con alguien en el Señor. ¡No frustremos el propósito del Espíritu en nuestras vidas! Casarse con un incrédulo ofende al Espíritu divino.

Razón 4: Es una violación de la Palabra de Dios.

La Escritura dice textualmente que un cristiano no se puede casar con un incrédulo. 1 Corintios 7:39 revela que un cristiano puede casarse con quién él o ella quiera bajo una sola condición: “con tal de que sea en el Señor”. Los creyentes solteros son libres para casarse solo con un seguidor de Jesús. La Biblia no está en contra del matrimonio; pero sí se opone a los matrimonios mixtos entre creyentes e incrédulos. Casarse con un incrédulo es una violación de la Palabra.

Razón 5: Es un yugo desigual.

Pablo ofrece la analogía de un yugo desigual para defender la idea de que un cristiano no debe tener compañerismo con la injusticia. Aludiendo a Deuteronomio 22:10, manda 2 Corintios 6:14, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” Explica John MacArthur: “Con esta analogía, Pablo enseñó que no es correcto unirse en iniciativas espirituales comunes con aquellos que no son de la misma naturaleza (incrédulos).

Es imposible que todas las cosas se hagan para la gloria de Dios en una situación así”. El matrimonio es la forma más íntima de compañerismo espiritual que hay. Por esta razón los cristianos, si no tienen el don de continencia, se tienen que casar con otros creyentes. Casarse con un incrédulo es un yugo desigual.

Razón 6: Es egoísmo.

Si algún creyente insiste en casarse con su novio o novia no cristiano/a, hay que hacerle la siguiente pregunta: “¿Por qué quieres casarte con él o ella si sabes que esta forma de actuar no glorifica a Dios, no honra a Cristo, ofende al Espíritu, viola la Palabra y constituye un yugo desigual?” Invariablemente la respuesta que te da será algo como: “Es que no entiendes. Sé que no es del Señor todavía pero es una persona realmente maravillosa. Es casi cristiano/a. A veces viene conmigo al culto y me hace sentir tan especial. Me dice cosas bonitas. Me ama tal como soy. Me entiende. Nos llevamos tan bien”.

Se trata de puro egoísmo. En vez de colocar al Señor en primer lugar, tal creyente opta más bien por rendir culto a sus sentimientos personales y subjetivos. Por un lado está la voluntad inmutable de Dios. Por otro lado, la voluntad sentimentalista del creyente. Y se escoge conforme a las emociones. ¡Qué tragedia! De nuevo digo, ¡qué tragedia! Casarse con un incrédulo es egoísmo sentimentalista.

Razón 7: Estorbará la vida espiritual de tus hijos e hijas.

Después de la boda vienen los niños. ¿Qué clase de ejemplo piadoso va a ejercer un padre o una madre no creyente? ¿Cómo puede un incrédulo enseñar grandes verdades espirituales a sus niños y niñas? No puede. ¿Acaso los peques aprenderán de él o ella acerca de la belleza la lectura y meditación bíblica, de la comunión con el Señor a través de Cristo en oración o de la necesidad de congregarse semanalmente con otros hermanos en la fe? ¡Qué va! ¿No prefieres que tus hijos vean a sus padres cantando las maravillas del Señor en el hogar? Casarse con un incrédulo estorbará la vida espiritual de tus hijos e hijas.

Razón 8: Lleva a la depresión espiritual.

No me gusta emplear razones egoístas para obedecer a Dios. Pero coloco este octavo argumento porque es algo que he visto suceder decenas de veces a lo largo de los años. Quiero guardar a mis lectores de caer en la misma trampa. Ves a una jovencita cristiana toda emocionada porque se va a casar con su novio incrédulo. ¿Y qué pasa?

Pasa un año, pasan dos años y ve que el tipo no tiene ningún interés en las cosas del Señor (aunque debería de haberse dado cuenta de esto mucho antes de pensar en salir con él).

Y luego siempre acontece una de dos cosas: o después de un tiempo de enfriamiento espiritual la mujer se va definitivamente de la iglesia o simplemente sigue congregándose de forma deprimida en las reuniones pidiendo oración por la conversión de su marido. Anda amargada, triste, abatida, echándole la culpa a Dios, “¿Por qué no obras en mi marido, Señor?” Por algo será que Dios nos dijo que no nos casaremos con incrédulos. Casarse con un incrédulo lleva a la depresión espiritual.

Conclusión

Pregunta: ¿Puede un cristiano casarse con un no cristiano?

Respuesta: ¡No, no, no, no, no, no, no, no!

Casado con Ágota y padre de dos hijas, Will Graham (1985) sirve como pastor evangélico, profesor y blogger en la cuidad española de Almería (ubicada en el extremo sureste de la península).

Escribe semanalmente en sus blogs en Protestante Digital Evangelical Focus y colabora con Unión BíblicaCoalición por el Evangelio Pasión por el Evangelio.

http://www.pastorwillgraham.com

¿Es pecado tatuarse?

Alimentemos El Alma

¿Es pecado tatuarse?

Por: Will Graham

 Si un joven creyente quisiera hacerse un tatuaje, me gustaría hacerle algunas preguntas muy directas. Tal vez estas preguntas te puedan resultar útiles.

A lo largo de estos últimos años, he estado predicando la Palabra de Dios a los jóvenes de España. Y una pregunta recurrente que ha surgido en casi todos los campamentos cristianos ha sido: “¿Es pecado hacerse un tatuaje?” Quiero sumar mi voz al debate de hoy. Y recuerda: Me dirijo a la familia de la fe, no a los incrédulos.

Antes de empezar, quiero aclarar que yo no creo que podamos establecer una ley de Levítico 19:28 para defender una postura anti-tatuaje. Las marcas o señales hechas en el cuerpo mencionadas en este versículo tienen que ver con el ritual pagano de dolerse o lamentarse (guardar luto), no con la moda contemporánea que vivimos hoy día. Creo que el uso de este texto de Levítico puede ser una de esas ocasiones en las que tratamos de encajar la Palabra de Dios en nuestro plan preconcebido en lugar de hacer las cosas al revés. La fidelidad al contexto de la Escritura no me permite “golpear” a los artistas del tatuaje con Levítico.

Hecha esta aclaración, nos volvemos a preguntar: “¿Es pecado hacerse un tatuaje?”

Ahora, me dirijo a vosotros desde el mundo occidental. Nací y crecí en Europa. Sólo una vez en mi vida he estado fuera de Europa. Fue cuando prediqué en los Estados Unidos y México durante tres meses en 2009. Digo esto porque conozco la escena europea. Estoy familiarizado con la cultura europea. Entiendo la visión del mundo de la juventud europea. Y esa es la razón principal por la que veo los tatuajes como algo negativo. Creo que son un obstáculo para la causa de Cristo aquí en Occidente. Si un joven creyente quisiera hacerse un tatuaje aquí, me gustaría hacerle algunas preguntas muy directas. Tal vez estas preguntas te puedan resultar útiles.

1 – . ¿Glorificará ese tatuaje a Dios?

El cristiano tendrá que preguntarse a sí mismo si hacerse un tatuaje puede realmente glorificar a Dios o no. ¿Cuál es el motivo real que hay detrás de hacerse un tatuaje? Aquí es donde sí podemos hacer mención del principio ético fundamental de Levítico: “No ser como las otras naciones”. La persona que se tatúa su cuerpo, ¿lo hace para extender el Reino de Dios en el mundo o lo hace sólo para ir con el flujo de un mundo obsesionado por las apariencias superficiales, la moda y las tendencias? En la mayoría de los casos que conozco, esta última mentalidad es la que prevalece. El Nuevo Testamento nos llama a no conformarnos a este mundo (Romanos 12:2).

2- . ¿Qué dice tu conciencia?

Cuando Lutero se defendió en la Dieta de Worms, subrayó que él no iría en contra de la Palabra de Dios o de su conciencia. Si tu conciencia tiene algún escrúpulo con respecto al tema de los tatuajes, entonces definitivamente no debes tatuarte. Es pecado. Todo lo que no proviene de fe, dice Pablo, es pecado (Romanos 14:23). El mero hecho de que alguien se haga la pregunta “¿Es pecado hacerse un tatuaje?” me revela que su conciencia no está en paz respecto a este asunto y por lo tanto, él o ella, no debería tatuarse. Si tuvieras cien por cien de paz y tranquilidad en tu alma sobre el tema, no necesitarías preguntarle a nadie.

3- . ¿Va a ofender a otros creyentes que te tatúes?

Toda la epístola de 1ª Corintios gira en torno al tema del amor cruciforme (que toma la cruz como el centro). Pablo se enfrenta a diez situaciones pastorales diferentes con el mensaje radical de la cruz. Tus acciones, ¿beneficiarían o dañarían a los demás? ¿Van a bendecir u ofender? ¿Van a hacer bien o mal? El cristiano debe darse cuenta de que él (ella) ya no es de su propiedad. Él (ella) vive para el Señor y la iglesia. Si sospecho que un tatuaje puede alterar (perturbar o preocupar) a hombres o mujeres de Dios en mi congregación, entonces pongo mi amor por ellos antes que mis propios deseos y mantengo mi cuerpo limpio, sin tatuajes. Aplico la ley del amor para que otros no se escandalicen por mi acción. Mis acciones tienen efectos positivos o negativos en otros. No quiero hacer daño al cuerpo de Cristo. Así cumplo la motivación apostólica de 1ª Corintios de andar en amor.

4- . ¿Qué pensarán los no creyentes?

Y no sólo los cristianos deben pensar en los demás cristianos, sino en los no creyentes también. ¿Cómo van a reaccionar si me ven testificando de Cristo y también haciéndome un tatuaje? ¿No voy a ser piedra de tropiezo a ellos? ¿No van a pensar que soy un hipócrita? Después de todo, yo soy la Biblia que leen. La impresión que les voy a causar, ¿crees que será beneficiosa o perjudicial? Un chico me dijo: “Con un tatuaje cristiano puedo mostrar a los demás que soy cristiano.” Le respondí: “Creo que es muy triste que necesites un tatuaje para que alguien sepa que eres cristiano“. Seréis conocidos por los frutos, no por las marcas en el cuerpo (tatuajes).

5- . ¿Se tatuaría Jesús?

Y por último, pero no menos importante, aquí está la gran pregunta que subyace bajo toda la conducta y la moral cristiana: “¿Qué haría Jesús?” Si Jesús de Nazaret o Juan el Bautista o el apóstol Pablo vivieran en el siglo XXI, ¿de verdad crees que irían corriendo a la tienda de tatuajes para unirse a la última moda? Por alguna extraña razón, no lo creo. Si soy sincero –totalmente sincero- de la mayoría de la gente “cristiana” que he conocido que se ha tatuado (repito “la mayoría”), no son demasiado serios en su vida espiritual. Pueden ser buenos chicos, dicen cosas buenas y son populares, pero casi todos carecen de madurez y peso espiritual. Esa ha sido mi propia experiencia personal. Todavía no he conocido a un guerrero de oración lleno del Espíritu Santo que me pregunte acerca de si puede o no tatuarse. Me pregunto por qué. Me parece ridículo que en varias partes del mundo nuestros hermanos  cristianos  están derramando su sangre por la extensión del Evangelio y aquí estamos nosotros viviendo para nuestra comodidad en el Occidente debatiendo sobre si debemos de hacernos tatuajes, fumar porros, emborracharnos en discotecas, tener relaciones sexuales antes del matrimonio y otras tonterías mundanas. ¡Qué vergüenza! Otra vez digo: ¡Qué vergüenza! ¿Qué clase de discipulado es éste que estamos viviendo? Es como si fuera otro tipo de fe totalmente distinta en la cual el concepto de ‘llevar nuestra cruz’ no existiera. ¿Qué pensará el Señor Jesús de semejante ‘fe’?

Conclusión

Creo que si algún cristiano responde a estas cinco preguntas con sinceridad y oración, dudo mucho que él (ella) siguiera sintiendo el deseo de hacerse un tatuaje. Es por eso que no tengo uno y nunca voy a hacérmelo. No veo cómo podría glorificar a Dios, mi conciencia está inquieta, no está tranquila al respecto, lo sé, ofendería a muchos hermanos y hermanas en Cristo si tuviera uno, estoy seguro de que algunos creyentes que conozco se sorprenderían demasiado y estoy absolutamente convencido de que ni Jesús (ni ningún otro hombre o mujer de Dios en la Biblia) se haría uno.

 Traducido por: Julian Esquinas

Tomado de la pagina web: Protestante Digital

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: https://protestantedigital.com/magacin/14608/iquestEs_pecado_tatuarse

¿ Por qué me opongo al cristianismo liberal?

Protestante Digital

¿ Por qué me opongo al cristianismo liberal?

WILL GRAHAM

Mi nombre es Will.

Will Graham.

Y tengo algo que confesaros…

Soy cristiano.

Cristiano bíblico.

Soy cristiano bíblico por la sencilla razón de que no puedo con el cristianismo liberal. No lo aguanto. Considero el liberalismo como una fuerza profundamente anti-cristiana que denigra la gloria de Dios, niega el Evangelio y escupe en la cara del Crucificado.

En este artículo quiero explicar algunas de las razones más significativas por las que me opongo al liberalismo teológico.

#1: No creo en la Biblia del liberalismo

La Biblia del cristianismo liberal es una recopilación de varios documentos de literatura hebrea escrita a lo largo de unos 1.600 años. Es de gran interés histórico-cultural pero no tiene nada que decirnos hoy en día. Se trata de un libro estancado, fosilizado, muerto que pertenece al pasado. Es como la Ilíada de Homero o la República de Platón.

Yo, en cambio, creo en la Biblia del cristianismo bíblico. Es decir, la Biblia que ha sido totalmente inspirada por el soplo del Omnipotente y que tiene tantísimas cosas qué aportar a nuestra fe y práctica en pleno siglo XXI. “La Escritura es un producto de la acción poderosa de Dios” (Pedro Puigvert). A través del Espíritu de Dios, las Escrituras siguen hablando, aconsejando, corrigiendo y edificándonos.

#2: No creo en el Dios del liberalismo

El Dios liberal es una mariposa, un osito de peluche, una energía positiva. Se dedica a decir cosas bonitas y nunca se enfada con nadie. Es un Dios acaramelado, azucarado, descafeinado que no confronta a nadie. Abraza a todos. Acepta cualquier tipo de comportamiento porque al fin y al cabo –pese a nuestras acciones- conoce nuestro precioso corazón. En fin, este Dios es un nuevo becerro de oro creado por los caprichos del ser humano actual.

Yo, en cambio, creo en el Dios del cristianismo bíblico. Esto es, el Dios trino que se caracteriza por bondad y severidad. Es el Dios que llama las cosas por su nombre y que nos manda que nos arrepintamos de todo pecado. Es un Dios con quien no se juega. Salva y juzga. Perdona y castiga. Ama y odia. Es el Dios testificado por los profetas y los apóstoles.

#3: No creo en el hombre según el liberalismo

Según el liberalismo, el ser humano es amable, dulce, inofensivo y, en última instancia, bueno. No es malo por naturaleza. Es la sociedad la que le corrompe. Pero su corazón sigue siendo recto.

Yo, en cambio, creo en la antropología del cristianismo bíblico. La postura conservadora enseña que en el principio Adán fue creado bueno e inocente; pero cayó. Desobedeció a Dios. Y por lo tanto, todos sus descendientes son rebeldes, enemigos –o para emplear la terminología bíblica- pecadores. Esto significa que el hombre no tiene un corazón hermoso sino engañoso y perverso. Sólo la gracia de Dios le puede liberar de semejante condición. La sociedad, entonces, no corrompe al hombre sino que la sociedad se corrompe porque está compuesta por hombres corruptos.

#4: No creo en el Cristo del liberalismo

El Jesús del liberalismo es un maestro moral especialmente dotado de la presencia de Dios. El predicador de Galilea se enfocó en el amor llegando a dar su vida como una muestra de amor por Dios. Tristemente, se quedó en la tumba. Pero la buena noticia es que resucitó metafóricamente (repito: metafóricamente) en los corazones de sus discípulos para que ellos también diesen a conocer el mensaje de que tenemos que sumergirnos en el amor, la tolerancia y la unidad.

Yo, en cambio, creo en el Jesús del cristianismo bíblico. Este Jesús es mucho más que un simple rabí. Es Dios mismo manifestado en carne. Su mensaje principal giró alrededor del Reino de Dios y dio su vida en rescate por los pecadores. Derramó su sangre con el fin de perdonar a su rebaño. Al tercer día, resucitó literalmente (repito: literalmente) triunfando sobre el poder de la muerte y posteriormente subió al cielo. Ahora esperamos ansiosamente su Segunda Venida con la misión de predicar su Evangelio a toda criatura.

#5: No creo en la salvación del liberalismo

Puesto que el ser humano no es del todo malo, el liberal cree que todo lo que le hace falta es un poco de educación. Podemos eliminar las guerras y los conflictos nacionales mediante una sociedad versada en los principios de la igualdad y la tolerancia. No hay necesidad de un nuevo nacimiento porque no se trata tanto de la salvación del individuo, sino más bien de la salvación de la sociedad en la que éste vive. La salvación, de acuerdo con esta escuela de pensamiento, se refiere al bienestar socio-económico y la paz política.

Yo, en cambio, creo en la salvación del cristianismo bíblico. Con esto quiero decir que la salvación tiene que ver principalmente con el perdón de los pecados. Esto no quiere decir que la fe no tenga una dimensión pública, no obstante, el problema cardinal del hombre no es su contexto socio-político (por muy deplorable que sea) sino el estado de su alma ante Dios.

 Conclusión

A la luz de lo antedicho, opto por creer la doctrina de mi Biblia antes que hacer caso a las teorías disparatadas de la teología libe

ral basadas en la sabiduría de este mundo. Creo en la Biblia, en el Dios de la Biblia, en el Cristo de la Biblia, en el hombre según la Biblia y en la salvación según la Biblia.

Y ahora: ¿en qué bando estás tú?

¿Liberal o bíblico? ¿Fe humana o fe verdadera?.

 

Resultado de imagen de Will Graham pastor

Iglesias sin fieles; cristianos sin iglesia

Protestante Digital

Iglesias sin fieles; cristianos sin iglesia

Máximo Gª Ruiz

En los últimos tiempos se están produciendo dos fenómenos aparentemente contradictorios, pero que guardan relación entre sí. Por una parte hay iglesias que se están quedando sin fieles, hasta el punto de que algunas de ellas, antes de cerrar sus puertas por falta de congregantes, han transferido sus locales a otras de similar confesión, que han aceptado el reto de re-impulsar con nuevas formas y recursos la iglesia local; algunas de estas congregaciones que estaban próximas a adoptar soluciones. Con ello se han producido cambios sustanciales en la liturgia y en la doctrina de dichas congregaciones, que terminan siendo privadas de sus señas de identidad histórica, situación que da origen al segundo de los fenómenos, aunque no sea ésta la única causa que lo produce.

El segundo fenómeno al que hacemos referencia es el de los cristianos sin iglesia. Esos cambios a veces muy sutiles en la liturgia, en la eclesiología o en la doctrina, unidos a una falta de acción pastoral responsable y adecuada, va produciendo el aislamiento de algunos o de muchos de los fieles más antiguos, más asentados en las tradiciones, incluso en muchos casos miembros fundadores de la iglesia, en primera, en segunda o en tercera generación. Son aquellos miembros a los que, en nombre de un mayor crecimiento de la iglesia, o de la necesidad de cultos “más alegres”, o de una alabanza más (¿más qué?), se les va privando de la forma de culto con la que se convirtieron y crecieron en la fe cristiana hasta tal punto que llega un momento en el que no son capaces de reconocer como propia la iglesia que les vio nacer espiritualmente y en la que desarrollaron durante muchos años su vida espiritual; iglesias en las que se ha desplazado la predicación y el cántico de los himnos por otras formas de celebración y proclamación, generalmente acompañadas de un tipo de música que para muchos de esos miembros resulta estridente, irreverentee inadecuada para la alabanza a Dios; iglesias en las que se penaliza la reflexión y se controla el pensamiento libre, por lo que poco a poco terminan por no reconocerlas como propias. Estos miembros de iglesia se van sintiendo desplazados, ajenos a las nuevas formas y maneras de hacer las cosas y surgen así los cristianos sin iglesia.

En algunas situaciones el problema de desplazamiento de miembros lo producen líderes foráneos o aquellos otros que, aún siendo autóctonos, se han “convertido” a las nuevas formas de “espiritualidad” importadas por lo general de otros continentes que, una vez que se han introducido en una iglesia determinada, ejercitan un poder despótico (¿apostólico?) e imponen formas de alabanza, de adoración y de administración totalmente ajenas a la cultura y a las tradiciones de la iglesia y de la denominación a la que pertenece. Cuando los miembros que se sienten negativamente afectados reaccionan reclamando sus derechos vulnerados en base a una determinada forma de espiritualidad, se produce un choque y la separación de ese colectivo de miembros desajustados, por lo regular en minoría, cuyos integrantes o bien se diluyen en otras congregaciones o bien forman otra iglesia con sus propios recursos, siempre arrastrando el trauma de la separación; o, simplemente, dejan de congregarse.

El fenómeno de iglesias históricas que se cierran por falta de miembros cuyos templos se venden y transforman en recinto de actividades muy dispares no es nuevo en Europa; está comenzando a ocurrir en España, pero en los países de nuestro entorno europeo hace tiempo que viene produciéndose. El fenómeno de iglesias emplazadas especialmente en zonas del casco antiguo, que son “tomadas” por colectivos de inmigrantes, con identidades teológicas y culturales diferentes, y que por su vigor y desarrollo terminan desplazando a sus congregaciones históricas a otros distritos residenciales, hace tiempo que viene produciéndose en muchos lugares de los Estados Unidos; a veces el proceso se lleva a cabo de forma traumática y otras mediante acuerdos fraternales. Lo mencionamos simplemente para que no nos rasguemos las vestiduras como si de un caso exótico se tratara. Otra cosa es que no nos guste, o que no sepamos cómo afrontarlo, pero debemos saber que también a nosotros termina alcanzándonos.

Las iglesias de la Reforma, evangélicas o protestantes, según se prefiera, forman un amplio espectro teológico y se manifiestan con formas litúrgicas diferentes. Esa pluralidad ha dado de sí una gran variedad de denominaciones: presbiterianos, metodistas, reformados, congregacionalistas, bautistas, hermanos, pentecostales, menonitas, adventistas… Algunas de ellas prefieren expresar su espiritualidad comunitaria a través de una liturgia clásica mediante himnos y una reflexión y predicación centrada en la Palabra de Dios, enfatizando una teología salvacionista y un marcado énfasis en la ética; otras ponen mayor interés en la alabanza, en fomentar las emociones, en el desarrollo de una teología de la recompensa. Sus formas de gobierno son igualmente muy variadas. Todo ello es posible por la defensa que unas y otras iglesias hacen del “libre examen” de la Biblia y la libertad de conciencia. Hasta ahí todo está bien; el fallo, si lo hay, está en no respetar la historia, la idiosincrasia, la cultura y las tradiciones de una determinada iglesia y, abusando de determinadas posiciones de poder, imponer una liturgia o una administración ajena, sorprendiendo la buena fe de los miembros y despojándoles así de sus señas de identidad, hasta convertirlos en “cristianos sin iglesia”.

Pues bien, es evidente que el colectivo de “cristianos sin iglesia” se hace cada vez más común, sea por una u otra causa. No tenemos herramientas para medirlo, pero el fenómeno está muy extendido. Son personas que se confiesan creyentes, mantienen sus creencias religiosas, su identidad teológica y su deseo de trascendencia espiritual, pero terminan abandonando los vínculos con la institución religiosa que les acogía, con la que pierden todo tipo de afinidad.

Los líderes religiosos, los pastores, o quienes les sustituyan, deberían desarrollar una gran sensibilidad para tomar conciencia de este fenómeno y ponerle remedio. Y, sobre todo, aun permitiendo que el soplo del Espíritu siga soplando de donde quiera y hacia donde desee, como no podía ser de otra manera, respeten las tradiciones de las iglesias, con su liturgia, con su doctrina, con su eclesiología, con sus formas de gobierno; que se sometan a Dios, pero también a la iglesia; que prediquen el Evangelio “a tiempo y a destiempo”, por supuesto, pero que sepan ajustarse a esa autoridad colectiva e institucional que es la comunidad de los creyentes, o el consejo de iglesia, o el sínodo, o cualquier otro tipo de gobierno que la iglesia, a veces centenaria, se haya dado a sí misma, y que no introduzcan, aunque lo hagan muy sutilmente y con el aplauso de unos cuantos, elementos que puedan distorsionar la vida de la iglesia.

Cristianos sin iglesia e iglesias sin fieles que se congreguen en ellas. No tenemos una carta paulina específica para poder tratar estos problemas del siglo XXI que, por otra parte, tampoco son tan diferentes de los del siglo I.

Tenemos la Biblia en su conjunto, pero también el sentido común, que se supone que es un don recibido de Dios; el sentido común y el amor fraternal; el amor fraternal y el propósito de hacer las cosas “decentemente y con orden”. Y hacer las cosas decentemente y con orden es tomar en consideración a la “oveja perdida”, extraviada, confusa, tal vez herida, y salir en su busca, sentarse a su lado, escucharla, atenderla, curarla, consolarla e integrarla en un redil en el que pueden y deben caber todos y todas. Y para eso hace falta tener corazón pastoral.

Leer más: http://protestantedigital.com/magacin/8200/Iglesias_sin_fieles_cristianos_sin_iglesia

 

Pecadores en manos de un Dios airado

ProtestanteDigital

Noticias cristianas evangélicas o protestantes, de religión y sociedad, de España e internacionales

http://protestantedigital.com/magacin/39766/Edwards_Pecadores_en_manos_de_un_Dios_airado

Edwards: Pecadores en manos de un Dios airado

Un análisis del sermón evangélico más famoso de todos los tiempos.

AUTOR Will Graham | 02 DE JULIO DE 2016 | 23:40 h

Esta misma semana hace 275 años, el gran teólogo norteamericano Jonathan Edwards (1703-58) predicó el sermón evangélico más famoso de todos los tiempos: ‘Pecadores en manos de un Dios airado’ (8 de julio 1741).

Hoy, entonces, queremos hacer tres cosas. Primero, resumir el bosquejo de aquel mensaje tan poderoso. Segundo, contrastar la homilética de Edwards con el tipo de predicación que predomina en el siglo XXI. Y tercero, defender a Edwards ante varias críticas injustas que se han lanzado contra él a lo largo de los años

1.- El resumen del sermón

Después de leer Deuteronomio 32:35 –“A su tiempo su pie resbalará”- Edwards hizo cuatro observaciones iniciales sobre los incrédulos mencionados en el versículo:

  • Estuvieron siempre expuestos a destrucción.
  • Estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina.
  • Estuvieron expuestos a caer por su propio peso.
  • La razón por la cual no han caído todavía es “porque el tiempo señalado por Dios no ha llegado”.

Siguiendo el método exegético puritano, antes de procurar aplicar la Palabra al pueblo Edwards primeramente estudia el pasaje bíblico con el fin de llegar a su médula doctrinal. Esta doctrina luego se convierte en el eje central de todo el sermón. ¿Cuál es la grandiosa verdad que Edwards encontró en Deuteronomio 32:35? Respuesta: “Que no hay otra cosa que mantenga a los hombres impíos fuera del infierno en todo momento que el mero placer de Dios”.

Edwards prosiguió a desarrollar diez observaciones evangélicas sobre esta doctrina bíblica. En sus propios términos:

  • A Dios no escasea en poder para arrojar a los impíos en el infierno el momento que lo quiera. Es fácil para Dios, cuando le place, arrojar a sus enemigos al infierno.
  • Los impíos merecen ser echados en el infierno.
  • Los impíos ya están bajo una sentencia de condenación al infierno.
  • Los impíos son los objetos de ese mismo enojo e ira de Dios que es expresado en los tormentos del infierno.
  • El diablo está lista para caer sobre los impíos y asirlos para sí; momento que Dios permitirá.
  • En las almas de los impíos reinan principios infernales que estuvieran actualmente encendidos y llameando en el infierno de fuego si no fuera por las restricciones de Dios.
  • No es seguridad para los impíos el que en ningún momento haya medios visibles de la muerte a la mano.
  • El cuidado de los impíos para preservar sus propias vidas o el cuidado de otros para preservarlos a ellos, no les brinda seguridad en ningún momento.
  • Todas las luchas y maquinaciones que los impíos usan para escapar del infierno, mientras siguen rechazando a Cristo, no les libra del infierno en ningún momento.
  • Dios en ningún momento se ha puesto bajo ninguna obligación por alguna promesa que haya dado de mantener al impío fuera del infierno.

Después de compartir sus diez observaciones teológicas, Edwards –una vez más fiel al legado puritano- se preocupa por aplicar lo antedicho a la congregación. Se dirige a los incrédulos de su congregación explícitamente: “Este terrible tema puede ser útil para despertar algunas personas incrédulas en esta congregación. Esto que has oído es el caso de cada uno de ustedes que se encuentra fuera de Cristo.

Ese mundo de miseria, ese lago de azufre ardiente se extiende debajo de ti. Allí está el espantoso abismo de las llamas ardientes de la ira de Dios; allí está la ancha boca del infierno abierta de par en par; y no tienes nada sobre qué permanecer en pie, ni nada de donde agarrarte; no hay nada entre ti y el infierno sino sólo el aire; es tan sólo el poder y el puro placer de Dios el que te soporta”.

Mediante metáforas vívidas y con gran dolor en el alma, Edwards exhorta a los incrédulos a huir de la ira venidera. Aplica la doctrina a su congregación a través de los siguientes cuatro puntos:

  • Mira de quién es la ira. Es la ira de un Dios infinito.
  • Es a la furia de la ira de Dios a la que estás expuesto.
  • La miseria a la que estás expuesto es aquélla que Dios infligirá con el fin de mostrarte lo que es la ira del Señor.
  • Es una ira eterna.

Antes de cerrar el mensaje, Edwards siguió luchando por despertar y salvar las almas de los réprobos. Dice: “Hay razón para pensar que hay muchos ahora en esta congregación oyendo este discurso que eventualmente serán sujetos de esta miseria por toda la eternidad.”. Y de nuevo: “¡Cuántos de ustedes recordarán este discurso en el infierno!”

Como buen evangélico, señala a Cristo como la única vía de escape: “Ahora tienes una oportunidad extraordinaria, un día en el que Cristo tiene ampliamente abierta la puerta de la misericordia, permanece allí llamando y gritando con alta voz a los pobres pecadores […] Dense prisa y escapen por sus vidas; no miren tras sí, escapen al monte, no sea que perezcan”.

2.- El contraste entre Edwards y nosotros

Con tan solo leer el bosquejo del mensaje, no cabe duda alguna de que Edwards predicaba de una manera muy diferente a la nuestra. Antes que nada, su metodología era cien por cien exegética, doctrinal y teológica. Quiso encontrar las perlas escondidas dentro de un determinado versículo bíblico y se limitó a hablar únicamente sobre esta verdad doctrinal sin desviarse de ella en ningún momento.

Todo lo que dice en su sermón está explícitamente relacionado con la doctrina que sacó de su texto en Deuteronomio. Sólo después de esa labor exegética y doctrinal, empezó Edwards a aplicar el mensaje al pueblo. Hasta sus aplicaciones están fundamentadas en el texto.

Nuestra metodología evangélica actual es bien distinta. Sabemos de lo que queremos hablar en el púlpito aun antes de estudiar las Escrituras. Lo que hacemos es buscar cualquier texto bíblico que diga algo parecido a lo que ya tenemos en el corazón y empleamos aquel texto como un pretexto para dar nuestra charla. Prevalecen versículos como “Todo lo que puedo en Cristo” o “Yo sé los planes que tengo para vosotros” totalmente divorciados de su contexto inmediato.

En cuanto a contenido, he apuntado seis diferencias entre Edwards y el siglo XXI.

Primero, el mensaje de Edwards está saturado de la Palabra. No solamente se dedica a exponer un determinado versículo sino que apoya todo lo que dice a lo largo del mensaje con pasajes paralelos. ¡Menuda manera de fortalecer a una iglesia en las Escrituras! Nosotros, sin embargo, hacemos casi todo nuestro énfasis en ilustraciones, experiencias, testimonios personales, chistes y aplicaciones.

Segundo, el estilo de Edwards es teocéntrico. Todo el mensaje gira en torno a la grandeza de la gloria de Dios. Edwards despliegue la gloriosa soberanía de Dios de una manera sin precedentes.

En nuestros días, no obstante, los mensajes son antropocéntricos, centrados en el ser humano y su supuesta importancia, por ejemplo, “Tú eres un campeón” o “Sueña cosas grandes” o “Dios te necesita” o “Tú vales mucho para Dios”. Edwards nunca predicaría semejantes aberraciones.

Tercero, Edwards nos habla sobre todas las facetas de Dios. Es verdad que cuando leemos muchos otros sermones de Edwards, él habla más sobre el amor divino y su misericordia revelada en Cristo que sobre cualquier otro atributo divino; pero no se olvidó nunca de la justicia, la majestad y la santa ira y furia del Altísimo. Era valiente.

Predicó todo el consejo de Dios. Mas el siglo XXI ya no cree en la ira de Dios. El ‘dios’ de nuestros días es una mariposa, una muñeca de Barbie, un dios afeminado, dulce, un osito de peluche. Nunca se enfadaría con nadie. ¿Entonces quién tiene la razón? ¿Edwards o nosotros? La Biblia demuestra que Edwards está en lo correcto.

Cuarto, Edwards instruyó a los de su generación sobre la profundidad y la seriedad del pecado humano. Nos habla acerca del hombre en base a la doctrina de las Escrituras. Nosotros, sin embargo, creemos la mentira pagana de que todos somos buenos. “Todos metemos la pata pero en esencia somos buena gente”. Hemos resucitado la doctrina de Pelagio. En este sentido Edwards tiene mucho que enseñarnos.

Quinto, las cosas eternas se hacen reales mientras uno lee un mensaje de Edwards. No sé cuántas veces habré leído ‘Pecadores en manos de un Dios airado’, pero cada vez que lo hago, enseguida pienso en mi muerte, en la eternidad, en que no voy a estar aquí para siempre. Las predicaciones contemporáneas, sin embargo, nunca nos hablan sobre temas tan solemnes como la condenación eterna ni el infierno ni la muerte. ¡Ni pensarlo! ¡Algunos predicadores sencillamente no quieren perder a sus clientes!

Por lo tanto, los sermones de hoy se centran en cómo arreglar nuestros problemas y dolores de cabeza en el aquí y ahora. Impera un espíritu light, liviano, poco solemne donde nadie tiembla ante la Palabra del Altísimo. ¿Me pregunto si estamos bajo la maldición de Amós 8:11?

Sexto, la cristología de Edwards es excelsamente bíblica. En el sermón que hemos resumido la gloria de Cristo es anunciada a través de su grandioso ministerio de salvación. El Cristo de Edwards es un Salvador varonil e indomable. No es el ‘Jesús novio’ de nuestra generación que pasa todo el día llorando porque no le dejamos entrar en nuestro todopoderoso corazón.

En todos estos sentidos, se respira otro aire en los mensajes de Edwards que ya no sopla en nuestros días.

3.- Críticas injustas

Amé a Edwards y al Dios de Edwards mientras vivía en Irlanda. No fue hasta que vine a España en el 2007 cuando oí a ciertas personas hablar mal de él. Me molesto bastante. En realidad todos lanzaban la misma crítica una y otra vez, a saber, que “Edwards sólo habla sobre la ira de Dios”.

Debo mostrar mi desacuerdo con este juicio porque carece de solidez. No tiene justificación alguna. Basta con leer ‘Pecadores en manos de un Dios airado’ para entender que esta postura es insostenible. Hay que fijarse en cómo Edwards habla sobre el pacto de Dios con su pueblo a través de Cristo como el único lugar de refugio de la ira venidera. “Ciertamente Dios no ha dado promesas acerca de la vida eterna o de alguna liberación o preservación de la muerte eterna, sino aquellas que están contenidas en el pacto de la gracia, las promesas son sí y amén”.

Edwards explica la obra del Espíritu a lo largo del mensaje e insta a los pecadores a arrepentirse con la santa exclamación “¡oh!” continuamente en sus labios. “Oh pecador”, “Oh cuán terrible debe ser eso”, “Oh, si tan sólo consideraras esto, ya seas joven o viejo”, “Oh señores, es peligroso en extremo”. Edwards luchó con los pecadores para su bien eterno. Un varón que predica la verdad de Dios con dolores de parto en el alma merece nuestro respeto y admiración.

Con respecto a los que siguen acusando a Edwards de hacer demasiado hincapié en la ira de Dios, he llegado a las siguientes dos conclusiones:

  • O simplemente no saben de lo qué están hablando porque nunca se han tomado la molestia de estudiar ‘Pecadores en las manos de un Dios airado’ ni de indagar en el ministerio tan eficaz que el Señor le concedió a su fiel soldado, Jonathan Edwards.
  • O son falsos maestros que nunca han pronunciando una solo palabra acerca de la ira de Dios desde sus púlpitos. “Son atalayas ciegos, todos ellos ignorantes; todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir”. Total, critican a Edwards con el fin de apaciguar sus conciencias.

Así que si tengo que elegir entre 1) un ignorante, 2) un perro mudo o 3) Jonathan Edwards, sé muy bien con quién me voy a quedar, con el hombre que dé más gloria a Dios.

Dios levante a 100.000 más como Jonathan Edwards en nuestros días para la gloria de Cristo y el bien del Evangelio.

Los pecadores del siglo XXI siguen estando en las manos de un Dios airado.

Los pecadores del siglo XXI siguen necesitando ser salvos a través del único camino de refugio, el bendito Salvador Jesucristo.

http://protestantedigital.com/magacin/39766/Edwards_Pecadores_en_manos_de_un_Dios_airado

Volvamos a los 5 pilares de la reforma

Protestante Digital

Miguel Núñez:

“Volvamos a los 5 pilares de la reforma”

Saludos en el amor del Señor, hermanos y hermanas. ¿Cómo estáis? Esta semana estamos en Brisa fresca estamos con Miguel Núñez, pastor titular de la Iglesia bautista internacional de Santo Domingo (República Dominicana). Médico de profesión y pastor de vocación, Núñez es fundador y presidente de Ministerios Integridad y Sabiduría. Actualmente es uno de los expositores bíblicos hispanoparlantes más conocidos a nivel mundial. ¡Espero que todos disfrutéis de la entrevista!

Will Graham (WG): Pastor Núñez, estoy muy contento de que puedas estar con nosotros hoy en Brisa fresca. Sé que muchos de mis lectores ya te conocerán, pero para los que no te conocen todavía, ¿les podrías comentar un poco sobre cómo conociste al Señor?

Miguel Núñez (MN): Con relación a mi conversión, esta ocurrió como fruto de un proceso. Uno de mis hermanos que era piloto murió en un accidente de aviación en Estados Unidos en febrero 1983. Su muerte sacudió emocionalmente a muchos de los miembros de la familia incluyéndome a mí. Para este tiempo yo estaba viviendo en Norteamérica comenzado a hacer mi especialidad en medicina interna. En ese momento comencé a leer la Palabra por mí mismo y a leer la historia del cristianismo para entender de donde habían salido todas las diferentes denominaciones y como habíamos llegado a donde estamos. En algún momento de ese mismo 1983 entiendo que nací de nuevo de una manera que no pudiera especificar ya que de repente me encontré un día con un deseo insaciable de leer la Palabra y habiendo experimentado arrepentimiento en algún punto del camino. Esa sed por su Palabra ha continuado hasta el día de hoy, y esto sería una forma muy resumida de explicar mi conversión.

WG: Gloria a Dios, ¿y tu llamamiento al ministerio?

MN: En cuanto a mi llamado al ministerio, a partir del año 1983 como ya mencioné se produjo un deseo monumental del estudio serio de la Palabra diariamente, hasta llevarme a enseñar la Palabra en la escuela dominical para adultos y en otras oportunidades. Ocasionalmente tenía la oportunidad de predicar y durante ese mismo tiempo formé parte del cuerpo de directores de una organización misionera que trabaja con adolescentes. Todo eso hizo que mi deseo por involucrarme en el ministerio a tiempo completo era inmenso, pero en aquél entonces pensaba que lo haría permaneciendo en Estados Unidos. Mi esposa estaba en contra de que yo abandonara mi práctica médica y entendí que esa era la forma en que Dios me estaba diciendo: “No, no ahora o no en este lugar”. Entre 1992 y 1994 mi esposa y yo tuvimos la oportunidad de regresar a Santo Domingo cuatro veces en jornadas médico-dentales. Durante ese tiempo también tuve la oportunidad de compartir la Palabra. El Señor usó estas oportunidades para abrirme los ojos a un sector amplio de la población dominicana con cierto nivel educativo pero que permanecían sin ser alcanzados con el evangelio. Eso puso en mí un deseo de regresar a Santo Domingo y para el año 1994 el Señor había cambiado el corazón de mi esposa quien también quería regresar a la nación dominicana conmigo y en esas condiciones ella ya estaba lista para apoyarme en la plantación de una iglesia. Regresamos a República Dominicana en mayo de 1997; iniciamos un curso bíblico en agosto de ese mismo año y plantamos la iglesia en enero de 1998. En esencia Dios puso un deseo ardiente por el estudio de su Palabra; su Palabra despertó un apetito mayor por ella misma y esto fue usado por Dios para amar al pueblo de Dios y para llamar al incrédulo a la conversión por medio de la predicación de la Palabra. Así fue mi llamado al ministerio.

WG: Gracias. Me encanta eso que has dicho sobre el hambre que el Señor colocó en ti por la Palabra. A nivel práctico, hermano, ¿cómo sueles preparar un sermón o una predicación? ¿Nos podrías dar algunas pautas?

MN: 1. Leo el texto del domingo siguiente el domingo anterior en la noche o al otro día, lunes.

2. Durante la semana mientras reflexiono en el texto trato de identificar el tema principal de ese mensaje y sus puntos secundarios.

3. Lo anterior me permite construir una estructura que salgo del texto mismo para exponer lo más fielmente posible lo que el texto dice.

4. Trato de escoger un título que pueda resumir el tema central del sermón.

5. Cuestiono el texto: ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Qué dijo quien? ¿Cómo lo dijo? ¿Por qué lo dijo? ¿En qué circunstancias lo dijo?… Las preguntas son interminables.

6. Presto atención a los verbos y sus tiempos. Los verbos frecuentemente llevan la “voz cantante” y sobre todo cuando estos están en imperativos. Estos verbos nos ayudan con frecuencia a encontrar el tema central del sermón.

7. Presto atención a las frases conectoras: “Por tanto”; “Por consiguiente”; “Así que”; “Desde entonces”; etc.

8. Presto atención a adjetivos que nos ayudan a ver como el autor describe las diferentes cosas a las que hace referencia: pequeño, grande, hermoso, malo, santo, justo, verdadero, etc.

9. Presto atención a los adverbios: de tiempo (entonces, luego, temprano); de lugar (arriba, abajo); de modo (a prisa, conforme).

10. Presto atención al número (singular o plural).

11. Trate de conocer todo lo que el texto dice para poder hacer una buena exposición pero al mismo no olvide que el texto se escribió hace dos mil años y que por tanto tendrá que encontrar la manera en cómo ese texto se aplica a su iglesia. Estas aplicaciones pudieran estar al final del mensaje como a lo largo de todo el mensaje. Yo prefiero hacerlas a lo largo de toda la exposición.

WG: Genial. Uno de mis héroes del siglo XVIII, Jonathan Edwards, siempre hacía la aplicación al final. Pero cuando predico, sigo más bien tu estilo aplicando el mensaje a lo largo de la prédica. Espero que el señor Edwards nos perdone. Pastor, en tu opinión, ¿cuáles serían dos o tres de los desafíos más importantes para los predicadores actuales?

MN: 1. Como hacer que una nueva audiencia pueda valorar un sermón verdaderamente expositivo, libre de emocionalismo, pero no de emociones.

2. Como mantener la atención por un período de 50-60 minutos cuando están acostumbrados a exposiciones más cortas.

3. Como lograr que la gente no simplemente acepte el sermón como interesante, sino que desee aplicarlo en su vida para el cambio. WG: Ahora una pregunta más personal. ¿Nos podrías nombrar algunos de tus héroes en la fe y explicarnos el porqué?

MN: En cuanto a mis héroes de la fe, uno de ellos es Juan Calvino, y una de las razones principales es como Calvino concibió el mundo como el teatro donde Dios estaba tratando de desplegar su gloria. De tal manera que, para Juan Calvino, todo lo que tenía que ver con la vida humana era importante para Dios, justamente porque en el quehacer diario del ser humano, Dios estaba tratando que su gloria fuera desplegada y de esa manera ser reflejado a los hombres. Y por tanto, bajo esa concepción el cristiano va a entender que él tiene una necesidad de impactar su sociedad, justamente por lo que ese mundo representa. Anterior a Calvino, Martín Lutero, me llamó la atención impresionantemente porque Lutero tuvo que enfrentar toda una sociedad que tenía un solo poder político-religioso, delante del cual tuvo que pararse prácticamente solo y poder confiar en el poder de Dios para triunfar en contra de ese poder político-religioso es algo que para mí es prácticamente inimaginable pero ocurrió. Lutero al contemplar o mirar hacia atrás lo que había sucedido, dijo que lo único que hizo fue predicar la Palabra y que el resto lo hizo la predicación de la Palabra. Eso es en héroes del pasado.

WG: ¿Y alguien más actual?

MN: En el presente, yo creo que Charles Spurgeon es otro de los grandes héroes de la fe por el impacto que tuvo en la sociedad de su tiempo con una iglesia con miles de miembros y la forma cómo pudo impactar su generación en medio de corrientes seculares y movimientos fuertes en contra de la fe cristiana.

WG: ¿Y alguien vivo?

MN: En nuestros tiempos modernos, yo creo que vale la pena citar a John MacArthur que tiene cuarenta y tantos años predicando la Palabra, defendiendo el rol de la iglesia local y defendiendo el rol de la predicación expositiva; y ver todavía a sus 70 años la integridad que ha mantenido y lo derecho de su caminar. Y R.C. Sproul es otro de los maestros contemporáneos que vale la pena citar por su énfasis en la santidad de Dios y en su despertar en la doctrina de la reforma.

WG: ¡Vaya! Calvino, Lutero, Spurgeon, MacArthur y Sproul. Hermano, me parece que nuestros héroes son los mismos. Ahora, más seriamente, te comento con el corazón quebrantado que aquí en España algunos líderes e incluso denominaciones liberales se están abriendo a la teología gay. ¿Ha pasado algo parecido en la República Dominicana?

MN: En nuestro país recientemente hemos tenido una gran influencia en esa dirección porque el embajador norteamericano que nos ha sido enviado, justamente es un activista gay; sin embargo la iglesia ha estado teniendo un rol protagónico en pronunciarse en contra de la influencia que él ha estado ejerciendo. Lo hemos hecho a través de los periódicos y otros medios de comunicación; visitando el Congreso Nacional; orando y ayunando. Hemos tenido entrevistas con diputados y con la presidenta del Senado, expresándoles nuestra preocupación, los efectos negativos de movimientos como estos sobre todo en la sociedad, y la inestabilidad que eso causaría a la familia de una nación y como consecuencia a todo lo que es la nación.

WG: ¿Cómo podemos responder ante todos estos movimientos pro-homosexuales?

MN: Yo creo que el cristiano tiene que pronunciarse y usar tantos medios como sea posible para expresar su opinión, pero tiene que hacerlo de una manera racional, no fanática, que sea clara y convincente.

WG: Y ya que estamos hablando de la República Dominicana, ¿cómo está siendo recibido el evangelio en Latinoamérica?

MN: Creo que Latinoamérica está en una nueva etapa, donde recibió el evangelio, yo creo que del 70 para acá uno pudiera hablar de la evangelización verdadera de Latinoamérica, pero fue un evangelio muchas veces un tanto diluido, una evangelización masiva que no produjo los mejores resultados. Últimamente ha habido un resurgir de las doctrinas de la reforma y son esas nuevas enseñanzas para muchos, lo que sorprendentemente está teniendo tanta aceptación de parte de jóvenes entre la edad de 20 a 40 años que han ido despertando a la realidad del poder de la Palabra y a las verdades que el movimiento reformado propulsó en un momento dado, que cambiaron la faz de Europa y que yo tengo la esperanza que puedan cambiar la faz de nuestro continente.

WG: Amén. Comparto tu anhelo por Latinoamérica. Deseo que este continente de Europa vuelva a percibir la gloria de las doctrinas de la reforma también. Hablando doctrinalmente, ¿cuáles son las verdades que más tendríamos que volver a proclamar hoy en día?

MN: 1. La Biblia como la verdad infalible, inerrante, no negociable, como la revelación de Dios, que el hombre debe estudiar, escudriñar y manejar con precisión. Yo creo que ha habido mucha imprecisión en el manejo de la Palabra.

2. Nuestra predicación tiene que ser cristocéntrica. El Antiguo Testamento, apunta a Cristo de principio a fin y el Nuevo Testamento gira en torno a Cristo.

3. Enfatizar el valor de la predicación expositiva. Hemos escuchado mucha predicación temática, emocional con revelaciones extra-bíblicas, tenemos que volver a predicar lo que el texto dice, no determinar lo que quiero decir y luego buscar un texto que apoye lo que quiero decir. Si eso no cambia, no tenemos esperanza porque seguiremos predicando opiniones de hombre y no la opinión de Dios.

4. Enfatizar lo que fueron las 5 solas de la reforma. Sola Scriptura: la Palabra de Dios es la máxima autoridad en materia de fe y práctica. Sola gratia: salvación por gracia solamente. Sola fide: salvación a través de la fe solamente. Solus Christus: salvación en Cristo solamente. Soli Deo gloria: salvación para la gloria de Dios solamente. Yo creo que esos

5 pilares representan verdades que tienen que ser proclamadas nuevamente y finalmente, predicar un evangelio que no sea antropocéntrico sino completamente centrado en Dios. La Biblia está centrada en Dios de principio a fin y lo mismo todo el universo.

WG: Sí, señor. ¿Y cuáles son dos o tres de los libros cristianos que más le han influenciados?

MN: En cuanto a los libros que me han influenciado quizá sea una pregunta difícil de responder simplemente porque los tengo categorizados en mi mente de acuerdo a la temática. Cuando pienso en la santidad de Dios, yo creo que el libro de R.C. Sproul “La santidad de Dios” es un libro que tuvo un gran impacto en mi vida. Cuando pienso en Dios como Dios, el libro de J.I. Packer “Conociendo a Dios”. “El conocimiento del santo” de A.W. Tozer fue un libro que también impactó mi vida. Cuando pienso en la soberanía de Dios, el libro de A.W. Pink “La soberanía de Dios” me ayudó a entender como Dios es soberano y como se extiende su soberanía a todos los ámbitos de la vida del hombre. En cuanto a liderazgo espiritual, el libro de Henry Blackaby “Spiritual Leadership”. “Liderazgo espiritual” de Sanders, ese libro también marcó mi vida bastante.

WG: Excelente. No conozco los últimos dos libros que has mencionado. A ver si los busco. Pero los de Sproul, Packer, Tozer y Pink me han impactado también. Pues, una pregunta final, hermano Núñez. Tenemos miles de lectores jóvenes en Protestante Digital, si podrías darles unos consejos, ¿cuáles serían?

MN: Recordando que yo fui joven… cuando nosotros somos muy jóvenes, tenemos mucha pasión pero nos falta experiencia; en la medida que los años van pasando muchas veces vamos acumulando experiencias, pero quizá nos faltan energías. Entonces una de las cosas que yo quisiera recomendar al joven es que él necesita esperar por el acumulo de experiencias. En segundo lugar, hay una prueba que yo llamo la prueba del tiempo. Necesitamos la prueba del tiempo para ver si la gente va a perseverar en el camino y para ver si la gente es lo que aparenta ser en un momento dado, eso es vital; y por tanto necesitamos tener paciencia para en el tiempo mostrar consistencia. En tercer lugar, creo que el joven necesita cultivar su carácter que es lo que va a eventualmente garantizar que pueda mantener una vida de integridad. La integridad es un valor casi en extinción hoy en día que se compromete a todo paso. En cuarto lugar, el joven (y yo fui joven como dije) es muy orgulloso, cree que lo sabe todo (y yo estuve ahí) y cree que lo puede todo. Y luego tú aprendes que ni lo sabes todo, ni lo puedes todo. No solamente que es Dios el único que lo sabe y puede todo, sino que hay personas a tu alrededor con más experiencia, con más años que saben más que tú y que incluso pueden más que tú; y eso va a ser cierto de cualquiera de nosotros y esa realidad también nos ayuda a vivir de una manera más humilde. En quinto lugar, en la medida en que tú vives, vas aprendiendo que en el camino mucha gente te va a herir intencionalmente y no intencionalmente, y que necesitas desarrollar un piel gruesa y un corazón grande, de lo contrario nunca podrás imitar a Cristo, quien fue tan ofendido, potencialmente herido, físicamente y emocionalmente, pero que continuó amando todo el tiempo. En sexto lugar, tienes que ser un gran lector, no puedes liderar bien sin ser un gran lector. Dios nos ha dado dos mil años de historia de iglesia con gente sabia, gente a quien Él le ha dado dones y talentos, sabiduría y ese legado se ha acumulado, nosotros tenemos que aprender de ese legado.

WG: Muchas gracias, hermano, por estos consejos. Gracias por dedicarnos algo de tu tiempo libre. Deseamos que el Señor le siga respaldando en todos los sentidos. Recibe un fuerte abrazo de parte de todo el equipo de Protestante Digital en España.

 

El Dr. Miguel Núñez sirve como Pastor Titular de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo y es el presidente y fundador del Ministerio Integridad & Sabiduría, que tiene como visión impactar la generación de hoy con la revelación de Dios en el mundo hispano-parlante. Tiene una maestría en teología del Southern Baptist School for Theological Studies y un doctorado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary. El pastor Núñez,forma parte del cuerpo docente del Instituto Bíblico de Integridad & Sabiduría y de la facultad docente del Southern Baptist Theological Seminary. Además es autor de varios libros y contribuidor en varias otras obras.

 

 

 

Will Graham Predicador, escritor y profesor.

 

Leer más: http://protestantedigital.com/magacin/37424/Miguel_Nunez_%E2%80%9CVolvamos_a_los_cinco_pilares_de_la_reforma%E2%80%9D