4. Las fuentes antagónicas extrabíblicas confirman los milagros de Jesús

Autor: LEE STROBEL

4. Las fuentes antagónicas extrabíblicas confirman los milagros de Jesús

a1Hay unos antiguos documentos judíos conocidos corno el Talmud que contienen comentarios despectivos acerca de Jesús. Sin embargo, también confirman ciertos hechos históricos acerca de él, entre los que se incluye el hecho de que hacía prodigios sobrenatutales (aunque el Talmud denigra a Jesús atribuyendo su poder a «hechicería»).

Norman Geisler también ha señalado que Mahoma creía que Jesús había sido un profeta que había realizado milagros, entre los que estaba la resurrección de los muertos. Geisler agrega: «Eso es bien interesante porque en el Corán, cuando los no creyentes retaban a Mahoma a que hiciera un milagro, él se negaba. Simplemente les dijo que debían leer un capítulo del Corán».

Hay incluso algunas indicaciones de que los propios verdugos de Jesús pudieron ser testigos de sus poderes sobrenaturales. El apologista cristiano, Justino Mártir, advierte que, alrededor del año 150 d.C., los Hechos de Pilato, un documento oficial que aparentemente habría sido enviado a Roma, daba testimonio de la crucifixión así corno atribuía varios milagros de sanación a Jesús. Aunque las afirmaciones de Justino hoy tienen poco valor apologético porque el informe auténtico de Pilato, si alguna vez existió, ya no está disponible, es fascinante darse cuenta de que animó a sus lectores a confrontar su testimonio con los Hechos de Pilato. ¿Por qué habría de hacer algo así a no ser que tuviera la más absoluta confianza de que los escritos de Pilato confirmarían sus dichos?

¿QUIÉN CREO A DIOS? Edición en español publicada por Editorial Vida – 2007 Miami, Florida

© 2003 por Ravi Zacharias y Norman Geisler

3. Los líderes judíos y los opositores de Jesús admitieron que realizó milagros

Autor: LEE STROBEL

3. Los líderes judíos y los opositores de Jesús admitieron que realizó milagros

a1En Juan 3, un fariseo llamado Nicodemo, miembro del consejo de dirigentes judíos, le dijo a Jesús: «Rabí … sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él» (Juan 3:2). Es la confirmación de una persona ajena a su grupo de seguidores de que Jesús era conocido por los milagros que hacía. Pablo registra en 1 Corintios 15:7,8 que él, que había perseguido a los cristianos, y Santiago, que había sido un escéptico de Jesús, se convencieron de su divinidad corno resultado de su encuentro con Jesús milagrosamente resucitado.

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© 2003 por Ravi Zacharias y Norman Geisler

2. La inclusión de los detalles históricos aporta credibilidad

 

Autor: LEE STROBEL

2. La inclusión de los detalles históricos aporta credibilidad

a1Algunos estudiosos han notado que algunos relatos de los milagros incluyen elementos históricos sobre detalles circunstanciales que dan credibilidad a las crónicas. Por ejemplo, la mención específica de Lázaro como el nombre de la persona que Jesús levantó de entre los muertos, permitiría a los escépticos del primer siglo investigar el asunto por su propia cuenta. Además, los relatos de los Evangelios son sobrios y simples, escritos en un estilo casi periodístico, a diferencia de los extravagantes hechos sobrenaturales descritos en los evangelios apócrifos más tardíos.

El académico, Stephen Davis, señala que en la historia, cuando Jesús convierte el agua en vino, se incluye material que podría ser contraproducente para Jesús. Por ejemplo, resulta difícil explicar la manera en que se dirige a su madre. Incluso el incorporar esta historia podría servir para que los detractores de Jesús lo acusaran de ser un glotón y un borracho (Mateo 11:19). Por lo tanto, es muy poco probable que la iglesia hubiera inventado luego esta historia.

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1. La fiabilidad del Nuevo Testamento

Autor: LEE STROBEL

1. La fiabilidad del Nuevo Testamento

a1En el capítulo anterior, vimos que los Evangelios que describen los milagros de Jesús se remiten a material aportado por testigos oculares, han sido confirmados por la arqueología en los casos que pueden verificarse y nos llegaron a través de los siglos con fidelidad. Además, el historiador Gary Habermas, autor de The Historical Jesús [El Jesús histórico], detalla treinta y nueva fuentes extrabíblicas de la antigüedad que corroboran más de cien hechos acerca de la vida, las enseñanzas, la muerte y la resurrección de Jesús.

A la luz de las presuposiciones contra todo lo sobrenatural propuestas por el Seminario de Jesús, y otros, la evaluación del estudioso del Nuevo Testamento, el inglés R.T. France, es de particular pertinencia:

«En cuanto a su carácter literario e histórico, tenemos buenas razones para tomar en serio a los Evangelios como fuente de información acerca de la vida y las enseñanzas de Jesús y, por lo tanto, como prueba de los orígenes históricos del cristianismo … A partir de allí, la decisión de cuánto el académico está dispuesto a aceptar la veracidad de los hechos documentados dependerá más de su apertura a una cosmovisión «sobrenatural» que de consideraciones estrictamente históricas».

Hay milagros en todo el estrato de las fuentes de los Evangelios. Por ejemplo, muchos eruditos sostienen la hipótesis de que Mateo y Lucas usaron como fuente un antiguo documento que contenía los dichos de Jesús, conocido como «Q», en donde habría información muy primitiva cuya confiabilidad esencial no podría haber sido arruinada por el desarrollo legendario. «Aun en Q, hay claramente una percepción del ministerio de milagros de Jesús», observa Craig Blomberg, autor de The Historical Reliability of the Gospels, [La historicidad de los Evangelios]. Por ejemplo, cuando los discípulos de Juan el Bautista le preguntaron a Jesús si era realmente el Cristo, les respondió en esencia que consideraran los milagros de sanidad y las resurrecciones como evidencia ( Mateo 11:2-6; Lucas 7:18-23).

Además, el milagro de la alimentación de los cinco mil aparece en todos los Evangelios, así que   «reafirman los múltiples testimonios de estos hechos», dice William Lane Craig, profesor de investigación de Filosofía en la Facultad de teología Talbot. Y recalca: «En ninguna de las fuentes hay vestigios de un Jesús de Nazaret que no fuera milagroso».

Esto es aún cierto para el caso de las cuatro fuentes independientes que los escépticos del Seminario de Jesús reconocen como base para Mateo, Marcos y Lucas.

En consecuencia, la mayoría de los críticos del Nuevo Testamento, incluso algunos de los más escépticos, se han visto obligados a admitir que Jesús, efectivamente, realizó milagros. «Quizás no todos crean que estos fueron milagros genuinos -observa William Lane Craig- pero la idea de
Jesús de Nazaret como un hacedor de milagros y exorcista es parte del Jesús histórico que por lo general aceptan los críticos hoy».

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¿HABRÁ HECHO VERDADERAMENTE MILAGROS?

Autor: LEE STROBEL

¿HABRÁ HECHO VERDADERAMENTE MILAGROS?

a1En el siglo veintiuno, cuando los científicos han desentrañado el genoma humano, diseccionado el átomo y observado los límites del universo a través del telescopio Hubble, muchas personas creen que la racionalidad de la ciencia debería dejar fuera cualquier creencia ingenua en lo sobrenatural.

El astrónomo y agnóstico ya fallecido, Carl Sagan, enseñó: «No hay otra cosa además del cosmos, no la hubo ni la habrá». Charles Templeton, que pasó de evangelista a agnóstico, insistía en que «ya es hora de acabar con especulaciones y supersticiones primitivas y observar la v1da de manera racional». RichardDawkins,evolucionista ateo, se burlaba de los milagros del Antiguo y Nuevo Testamento diciendo que «eran muy eficaces con el público no sofisticado y los niños». El profesor liberal, John Dominic Crossn, se burlaba: «No creo que nadie, en ninguna parte, y en ningún tiempo, pueda hacer que una persona que esté muerta recupere la vida».,

Con el propósito de «encajar» los hechos concretos de la ciencia en los hechos sobrenaturales de las Escrituras, el libro del Seminario de Jesús, The Five Gospels [Los cinco evangelios], declara de manera tajante: «El Cristo de los credos y los dogmas doctrina firme desde la Edad Media, ya no convoca el asentimiento de aquellos que han observado los cielos a través del telescopio de Galileo. Las viejas deidades y demonios han desaparecido de los cielos gracias a esa lente asombrosa».

Estas opiniones están en franca contradicción con las afirmaciones bíblicas que declaran que Dios ha hecho milagros a lo largo de toda la historia. En realidad, Génesis insiste en que toda nuestra historia comenzó con un increíble milagro cuando Dios creó todo de la nada. En el caso de Jesús, los milagros son importantes para confirmar su identidad divina.

En realidad, declaró abiertamente: «Si no hago las obras (es decir, los milagros) de mi Padre, no me crean» (Juan 10:37). El profeta Isaías indicó que los milagros serían una de las maneras en que el Mesías se autenticaría (cf. Isaías 35:5~6). y el Nuevo Testamento habla de los prodigios sobrenaturales que Jesús obró al sanar a los enfermos, convertir el agua en vino, multiplicar los peces y los panes, caminar sobre el mar, y aun resucitar a los muertos.

Es importante sentar las bases y observar que si Dios existe, no deberíamos tener problema en creer que es capaz de intervenir de manera milagrosa en su creación. Durante mucho tiempo, los cristianos han usado el argumento cosmológico, el argumento teleológico, el argumento ontológico, el argumento con base en la ley moral, el argumento de necesidad religiosa, y otros razonamientos y pruebas para construir un caso contundente a favor de la existencia de Dios.

«La única manera de demostrar que los milagros son imposibles observó Norman Geisler es negando la existencia de Dios». Hasta el momento, nadie ha podido probar su no existencia.

La autenticación de la divinidad de Jesús, por medio de los milagros que realizó, puede demostrarse con seis puntos.

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Más preguntas difíles acerca de Cristo

Autor: LEE STROBEL

Más preguntas difíles acerca de Cristo

a1El pastor inglés, John Stott, ha señalado que Jesús cla~ ramente afirmó que «conocerlo a él era conocer a Dios; verlo era ver a Dios; creer en él era creer en Dios; acep~

tarlo era aceptar a Dios; odiarlo era odiar a Dios; honrarlo era honrar a Dios»’. Pero la pregunta crucial es: «¿Cómo saber que Jesús decía la verdad?».

En mi labor corno periodista para The Chicago Tribune había conocido a varios excéntricos que decían ser Dios, pero no me sentía en la obligación de inclinarme ante ellos y ado~ rarlos. Necesitaba más que una mera afirmación a secas; necesitaba pruebas. Y lo mismo era cierto en mi investiga~ ción espiritual de Jesús. Él podría haber afirmado ser el Unigénito Hijo de Dios, pero ¿qué había hecho para respal~ dar sus palabras?

Este asunto me condujo a tres cuestiones más difíciles, que tienen que ver con si él fue capaz de hacer milagros, cumplir las profecías mesiánicas de la antigüedad y resucitar de entre los muertos: logros que, de ser ciertos, aportarían confirma~ ción convincente a sus palabras de ser el Unigénito Hijo de’ Dios.

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Jesús tenía los atributos de Dios

Autor: LEE STROBEL

Jesús tenía los atributos de Dios

a1Por supuesto, cualquier persona puede creer que es Dios. Jesús no solo se consideraba el Hijo de Dios sino que tenía los atributos que solo Dios tiene. Filipenses 2 describe cómo Jesús se vació a sí del uso independiente de sus atributos, un fenómeno denominado kenosis, que significa vaciamiento, cuando se encarmó. Esto explica por qué no siempre optaba por exhibir sus «omnis», la omnisciencia, la omnipotencia y la omnipresencia, en su existencia terrenal. No obstante, el Nuevo Testamento confirma que todas estas cualidades eran, en última instancia, verdaderas en su caso. Por ejemplo, en Juan 16:30, Juan afirma de Jesús: «Ya podemos ver que sabes todas las cosas», se trata de su omnisciencia. En Mateo 28:20, Jesús dice: «Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo», que es su omnipresencia. Y él declaró: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mateo 28:18), que es su omnipotencia.

En realidad, Colosenses 2:9 dice: «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo». Su eternidad está confirmada en Juan 1:1, que declara de Jesús: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios». Su inmutabilidad se muestra en Hebreos 13:8: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos». Que era sin pecado, lo vemos en Juan 8:29: «El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada». Hebreos 1:3 declara de Jesús: «el Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es». Colosenses 1:17, dice: «Él es anterior a todas las cosas». Mateo 25:31-32 afirma que juzgará a la humanidad. Y en Hebreos 1:8, el Padre mismo específicamente dice con respecto a Jesús que es Dios.

De hecho, los propios nombres usados para la figura de Dios, en el Antiguo Testamento, también se aplican en el Nuevo para hablar de Jesús: nombres como el Alfa y la Omega, Señor, Salvador, Rey, Juez, Luz, Roca, Redentor, Pastor, Creador, Dador de Vida, Perdonador de Pecados, el que habla con autoridad divina.

¿Quién creía Jesús que era? En su libro New Approaches to ]esus and the Gospels [Nuevas aproximaciones a Jesús y a los Evangelios], Royce Gruenler, profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Gordon;Conwell, llega a la siguiente conclusión: «Es un hecho llamativo de las investigaciones modernas del Nuevo Testamento que las claves esenciales para entender correctamente la comprensión cristológica implícita que Jesús tenía de sí son profusas y claras».

Aparte de creer que era Dios, Jesús también lo demostró al hacer obras sobrenaturales, al cumplir las profecías de la antigüedad a pesar de lo improbables y, al final, venciendo la tumba: tres tópicos muy importantes que trataremos en el siguiente capítulo.

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© 2003 por Ravi Zacharias y Norman Geisler

¿AFIRMÓ JESÚS ALGUNA VEZ SER DIOS?

Autor: LEE STROBEL

¿AFIRMÓ JESÚS ALGUNA VEZ SER DIOS?

a1Escucho esta objeción todo el tiempo: Jesús nunca dijo que era el Hijo de Dios; se trató, en cambio, de una creencia que sus ardientes seguidores impusieron a la tradición después de su muerte. El verdadero Jesús no se consideraba nada más que un maestro, un sabio, un agitador, cualquier cosa menos Dios. 0, al menos, eso dicen lo críticos.

Pero no es lo que surge claramente de la evidencia. El teólogo escocés, H.R. Macintosh, resumió la verdad: «La conciencia que Jesús tenía de su persona … es el hecho más grande de toda la historia».

Kevin Vanhoozer, profesor e investigador de teología Sistemática de la Facultad Evangélica de teología Trinity, planteaba la cuestión en los siguientes términos: «Jesús entendía que era el amado Hijo de Dios, elegido por él para traer su reino y el perdón de pecados. Nuestro entendimiento de quién era Jesús debe corresponder con el entendimiento que Jesús tenía de sí. Si no confesamos a Jesús como el Cristo, alguien se engaña: él o nosotros».

Hay al menos diez factores que apuntan a que Jesús creía que era el Unigénito Hijo de Dios. En primer lugar, tenemos la manera en que se refería a sí. Ningún estudioso bíblico duda de que la manera más común que Jesús usaba para referirse a su persona era «el Hijo del hombre», la que aplicó más de cuatro docenas de veces, y ya figura en Marcos, que se considera en general el primer Evangelio. Si bien algunos críticos se confunden y consideran que es una mera declaración de su humanidad, el consenso académico es que es una referencia a Daniel 7:13-14, en que «alguien como un hijo de hombre» es llevado a la presencia del venerable Anciano, se le da «autoridad, poder y majestad», es objeto de la adoración de «todos los pueblos, naciones y lenguas» y «su dominio es un dominio eterno».

«El Hijo del hombre era una figura divina en el libro de Daniel en el Antiguo Testamento, que vendría al fin del mundo a juzgar a la humanidad y reinar para siempre», dijo el teólogo y filósofo William Lane Craig. «Por lo tanto, alegar ser el Hijo del hombre sería en efecto un alegato de divinidad».

Vanhoozer agrega un matiz interesante: «Lo curioso del uso que Jesús hace de este título … es que lo vinculó no solo con el tema de la gloria futura sino también con el tema del sufrimiento y de la muerte. Con esto, Jesús estaba enseñando a sus discípulos algo nuevo acerca del Mesías tan esperado, y es que su sufrimiento habría de preceder a su gloria (p.ej. Lucas 9:22)>>.

En segundo lugar, Vanhoozer señala que Jesús también declara su divinidad cuando se refiere a sí, diciendo: «Yo soy», yen una ocasión afirma: «Ciertamente les aseguro que, antes que Abraham naciera, ¡yo soy!» (Juan 8:58). Se trata de una alusión obvia a las palabras de Dios a Moisés desde la zarza ardiente y es una declaración tan inequívoca de igualdad con Dios que los oyentes tomaron piedras para arrojarle por la blasfemia.

En tercer lugar, Jesús se atribuye el derecho divino de perdonar los pecados del paralítico en Marcos 2: «La única persona que puede decir algo así con todo sentido es Dios mismo, porque el pecado, incluso si es en contra de otra persona, es primero y principalmente un desafío a Dios y a sus leyes».

En cuarto lugar, hay todavía una afirmación trascendental en la manera en que Jesús escogió a sus discípulos, según Ben Witherington III, autor de The Christology of ]esus [La Cristología de Jesús]: «(Jesús) no es simplemente parte de Israel, no es meramente parte del grupo redimido, él está formando el grupo; al igual que Dios en el Antiguo Testamento forma a su pueblo e instituye las doce tribus de Israel. Esa es una pista sobre cómo Jesús pensaba de sí».

Tenemos una quinta clave acerca de la percepción que Jesús tenía de sí en la manera en que enseñaba: «(Jesús) comienza sus enseñanzas con la frase: «Ciertamente les ase- guro», es decir: «Juro con anticipación sobre la veracidad de lo que les voy a decir». Esto era absolutamente revolucionario», según Witherington. Y, a continuación, explica: «En el judaísmo uno necesitaba el testimonio de dos testigos … Sin embargo, Jesús atestigua acerca de la veracidad de sus palabras. En lugar de basar sus enseñanzas en la autoridad de otros, habla con autoridad propia».

«Por lo tanto, es alguien que se consideraba que tenía una autoridad superior a la de los profetas del Antiguo Testamento. Creía que poseía no solo inspiración divina, al igual que el Rey David, sino también autoridad divina y el poder de expresión divina directa».

En sexto lugar, Jesús usó el término arameo Abba, o «Querido papá», para dirigirse a Dios. Esto refleja una intimidad extraña al antiguo judaísmo, en el cual los judíos devotos evitaban el uso del nombre de Dios por temor a pronunciarlo mal. El Dr. Witherington hace esta observación:

«La importancia del término «Abba» radica en que Jesús es quien inicia una relación íntima que antes no estaba disponible. La pregunta es: ¿qué clase de persona puede cambiar los términos para la relación con Dios? ¿Qué clase de persona puede iniciar una nueva relación de pacto con Dios?

«Jesús está diciendo que solo a través de tener una relación con él se hace posible este tipo de lenguaje de oración, este tipo de relación «Abba» con Dios. Eso habla mucho de cómo se consideraba».

Una séptima indicación de lo que Jesús pensaba de él puede verse en su encuentro después de la resurrección con el apóstol Tomás, en Juan 20. Al responder a la invitación de Jesús de comprobar personalmente que había resucitado realmente de entre los muertos, Tomás declara, en el versículo 28: «iSeñor mío y Dios mío!». La respuesta de Jesús es muy reveladora. Hubiera sido el colmo de la blasfemia aceptar la adoración de Tomás si Jesús no fuera realmente Dios. Sin embargo, en vez de reprenderlo, Jesús le dice, en el versículo 29: «Porque me has visto, has creído … dichosos los que no han visto y sin embargo creen». La decisión de Jesús de aceptar la adoración de Tomás significa claramente que creía que era Dios y, por lo tanto, digno de recibir ese honor. De manera similar, cuando Jesús pregunta: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?», y Simón Pedro responde: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente», la reacción de Jesús no fue corregirlo sino afirmar que esto le había sido revelado por el Padre (cf. Mateo 16:15,17).

En octavo lugar, Jesús claramente creía que el destino eterno del pueblo dependía de si creía o no en él: «Pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán», dijo en Juan 8:24. Además, en Lucas 12:8,9, dice: «Les aseguro que a cualquiera que me reconozca delante de la gente, también el Hijo del hombre lo reconocerá delante de los ángeles de Dios. Pero al que me desconozca delante de la gente se le desconocerá delante de los ángeles de Dios». William Lane Craig señala lo que esto implica: «No nos confundamos: si Jesús no fuera el Divino Hijo de Dios, esta afirmación solo podría considerarse como el más estrecho y objetable dogmatismo. Porque lo que está diciendo es que la salvación del pueblo dependía de que lo confesaran».

Encontrarnos una afirmación explícita de divinidad en Juan 10:30, donde Jesús afirma directamente: «El Padre y yo somos uno». No hay duda de que los que escuchaban a Jesús entendían bien que Jesús estaba diciendo que él y Dios eran una sustancia. Por eso no demoraron en recoger piedras para apedrearlo «por blasfemia», por hacerse «pasar por Dios» (v. 33).

El décimo factor que debería sopesarse al evaluar la identidad que Jesús tenía de sí son sus milagros, los que serán discutidos en la siguiente sección. Jesús recalcó que sus obras eran señales de la venida del reino de Dios; «Pero si expulsó a los demonios con el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el reino de Dios» (Lucas 11:20). Ben Witherington observa que, aunque otras personas de la Biblia también realizaron milagros, esta afirmación mostraba que Jesús no se consideraba a sí corno uno más entre varios que, hacía milagros: «(Jesús) se ve como el único en quien y a través de quien se cumplen las promesas de Dios. Y esa es una afirmación de trascendencia nada velada»34.

El experto británico, James D. G. Dunn, ha dicho:

«Independientemente de los «hechos» es evidente que Jesús creía que había sanado a los ciegos, los paralíticos y los sordos; en realidad, no hay razón para dudar que creía que los leprosos habían sido sanados y los muertos habían vuelto a la vida gracias a su ministerio».

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© 2003 por Ravi Zacharias y Norman Geisler

Salvando la prueba de los manuscritos

Autor: LEE STROBEL

Salvando la prueba de los manuscritos

a1Además, la riqueza de fuentes de manuscritos para el Nuevo Testamento nos infunde la confianza de que estos escritos nos fueron transmitidos de manera muy precisa a través de la historia. Los arqueólogos han recuperado más de cinco mil manuscritos griegos antiguos del Nuevo Testamento, con fragmentos que se remontan al segundo siglo. Si incluimos los manuscritos de la Vulgata Latina y algunos otros, obtenemos un total de veinticuatro mil manuscritos existentes. Fuera del Nuevo Testamento, la evidencia de manuscritos para cualquier otra obra clásica es La Ilíada de Homero, de la que hay menos de 650 manuscritos escritos unos mil años después de los originales.

«En ningún otro caso el intervalo de tiempo entre la composición del libro y la fecha de los primeros manuscritos es tan breve como en el caso del Nuevo Testamento», dijo Sir Frederic Kenyon, ex director del Museo Británico y autor de The Paleography oi Greek Papyri [La paleografía de los papiros griegos]. «El último fundamento de cualquier duda que pudiera haber de que las Escrituras nos llegaron sustancialmente tal como se escribieron ha sido derribado.

Dada la importancia fundacional del Nuevo Testamento, analizar si era digno de confianza me insumió gran parte de los dos años que dediqué a investigar el cristianismo cuando era un escéptico. Para determinar si los Evangelios eran dignos de confianza, los sometí a ocho pruebas que podrían enfrentar en un proceso judicial: la prueba de la intención, la prueba de la disposición de medios, la prueba del perfil, la prueba de la coherencia, la prueba circunstancial, la prueba del encubrimiento, la prueba de corroboración y la prueba aportada por el testimonio en contrario.

Mi veredicto fue que la fiabilidad esencial de éstos estaba fuera de toda duda.

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La datación temprana de los Evangelios

Autor: LEE STROBEL

La datación temprana de los Evangelios

a1Otro intento de los críticos por desacreditarlos es suponer que se escribieron mucho tiempo después de los acontecimientos, y que los relatos se poblaron subrepticiamente de leyendas, mitos e ilusiones. En realidad, aquellas personas, con una tendencia contraria a todo lo sobrenatural, están obligadas a datar los Evangelios en una fecha posterior a la caída de Jerusalén, en el año 70 d.C., porque no creen que Jesús hubiera podido predecir este evento, como se registra en Mateo 13 y Lucas 21. Incluso, Peter Jennings, intentó datar los Evangelios entre cuarenta y cien años después de la vida de Jesús. Sin embargo, hay fundadas razones para concluir que éstos en realidad se escribieron en fechas muy próximas a su muerte (la que posiblemente ocurrió alrededor del año 33 d.C.), y que el desarrollo legendario no podría haberles restado historicidad.

Craig Blomberg señaló que la datación normal de los Evangelios aun en círculos muy liberales es: Marcos en la década del setenta, Mateo y Lucas en la del ochenta y Juan en la del noventa; lo cual estaría dentro «de la vida de varios testigos oculares de la vida de Jesús, incluso la de testigos hostiles que hubieran servido de correctivo si se hubieran estado difundiendo enseñanzas falsas acerca de Jesús».

Sin embargo, Blomberg y muchos otros expertos del Nuevo Testamento creen que hay fundadas razones para datar los Evangelios en fecha incluso anteriores a estas. El destacado apologista, J.P. Moreland, profesor de la Facultad de teología de Talbot, articula varias razones que avalan que Hechos fue escrito entre el año 62 y 64 d.C. Por ejemplo, no menciona varios acontecimientos importantes que, sin duda, hubieran sido incluidos si el libro hubiera sido escrito después de que éstos sucedieron. Entre estos sucesos cabe mencionar la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., las persecuciones de Nerón a mediados de los 60, el martirio de Santiago en el 61, Pablo en el 64 y Pedro en el 65, y la guerra de los judíos contra los romanos a partir del 66. Además, muchas de las expresiones usadas en Hechos son muy tempranas y primitivas, y el libro trata asuntos que fueron especialmente importantes antes de la caída de Jerusalén.

Como los Hechos es la segunda parte de una obra en dos partes escrita por Lucas, esto significa que el Evangelio tuvo que haber sido escrito a principios de los años 60 d.C., o antes de que pasaran treinta años después de la vida de Jesús. Como Lucas tomó parte de su información del Evangelio de Marcos es lógico deducir que Marcos debió haber sido con anterioridad a Lucas. Moreland, concluyó: «La figura de Jesús presentada en los Evangelios Sinópticos [Mateo, Marcos y Lucas] no dista más de doce o veinte años de los sucesos propiamente dichos. Además, incorporan fuentes que son incluso anteriores».

Aun más, el Nuevo Testamento también incluye cartas del apóstol Pablo que pueden fecharse tan temprano como el año 49 d.C. Su cristología tardía, que Jesús es Dios y Señor de los cielos y la Tierra, no evoluciona en sus diversos escritos y, por lo tanto, «ya debió estar completa antes de que comenzara sus grandes viajes misioneros … o sea, alrededor del año 48», dice Moreland. Y luego, agrega que Pablo incluyó algunos credos e himnos anteriores a sus propios escritos que «presentan un retrato de un Jesús milagroso y divino que había resucitado de entre los muertos».

Moreland, concluyó: «En resumidas cuentas, la idea de un Jesús plenamente Divino, que hiciera milagros y que resucitara de entre los muertos estaba presente durante la primera década del cristianismo. Dicha perspectiva no era una leyenda que surgió varias décadas después de la crucifixión». En realidad, dice Moreland, los escritos de Pablo a los Gálatas, en donde describe sus encuentros con los apóstoles de Jerusalén y confirma que su mensaje de la deidad de Cristo era verdadero, asociado con uno de los primeros credos acerca de la resurrección que aparece en 1 Corintios 15, demuestra que «la creencia en un Jesús Divino y Resucitado ya existía pocos años después de su muerte».

Esto es más significativo a la luz de un estudio realizado por A.N. Sherwin’White, el respetado historiador del período clásico grecorromano de la Universidad de Oxford, que estableció que el pasaje de dos generaciones no era tiempo suficiente para que se desarrollara una leyenda en el mundo antiguo y borrara el núcleo sólido de verdad histórica. En el caso de Jesús, tenemos información fidedigna acerca de su divinidad y resurrección que cae holgadamente dentro de ese período.

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© 2003 por Ravi Zacharias y Norman Geisler