El ministerio a los abusados y a los abusadores

Por Sean Michael Lucas 

Nota del editor:Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ética sexual cristiana

Es un escenario de pesadilla para todos los implicados: un hombre llama a su pastor llorando y le pide una reunión urgente. Treinta minutos más tarde, está en el despacho del pastor, confesando que su mujer le ha sorprendido tocando sexualmente a su hija de trece años. Parece estar muy afligido, hasta que el pastor le insta a llamar a la línea de atención al menor y autodenunciarse. Entonces, el abusador comienza a evadir: «¿No destruirá eso a mi familia? ¿No me costará el trabajo? ¿No destruirá mi reputación?». El hombre se niega y se va de la oficina. Dos semanas después, toda su familia se muda fuera del estado a un lugar no declarado.

¿Qué debe hacer el pastor? Con demasiada frecuencia, el pastor no hace nada, a pesar de que en muchos estados existen leyes de denuncia de abusos sexuales que obligan al clero a denunciar dichos abusos, incluso cuando se alega el privilegio de pastor-penitente. Así también, los líderes de la iglesia no hacen nada, alegando que la familia ha huido a otro estado, fuera del alcance de su antigua congregación. El resultado es que un abusador sexual se sale con la suya en su pecado y crimen, y seguirá perpetrando ese pecado hasta que finalmente sea atrapado por las autoridades.

Piensa en la niña implicada: ¿qué le dice la iglesia en este caso? Piensa en la esposa y en los demás hijos; en el hombre mismo y en su alma inmortal; en la nueva comunidad a la que ha trasladado a su familia. ¿Qué dice la iglesia a estas partes? Piensa en la iglesia y en el evangelio: ¿qué está diciendo la iglesia sobre ellos?

Cada vez que la iglesia no se enfrenta al pecado, y especialmente a los pecados sexuales perturbadores, estamos diciendo algo muy claro: nos amamos a nosotros mismos, a nuestra comodidad, a nuestra reputación, más que a Dios, al evangelio y a los demás. Eso es lo que ocurre cuando no enfrentamos el mal.

Por supuesto, hay otras innumerables situaciones en las que nuestras iglesias y nuestros líderes no enfrentan el mal:

Cuando el esposo que es el apoyo económico más importante deja a su esposa por otra mujer y la iglesia no lo disciplina, dejando que «renuncie» a su membresía;
Cuando el cardiólogo amenaza a su mujer con un arma, después afirma que «solo estaba bromeando» y no sufre ninguna consecuencia;
Cuando la madre de mediana de edad de tres hijos decide dejar a su marido, su casa y su iglesia simplemente porque no es feliz y nadie se pone en contacto con ella.
En cada una de estas maneras y en innumerables otras, cuando la iglesia no persigue a los individuos con una disciplina formativa y correctiva con gracia y con amor, hacemos daño espiritual y realmente traicionamos el evangelio.

Entonces, ¿qué hacemos al respecto? ¿Cómo pueden nuestras iglesias brillar como luminares en medio de situaciones ciertamente difíciles, complejas y desordenadas? ¿Cómo pasamos de ser personas que no enfrentan el mal y aman su propia comodidad a ser personas que aman a Cristo y a Su pueblo sin importar el costo para nosotros?

Planifica por adelantado
Las iglesias a menudo fracasan a la hora de hacer lo correcto —tanto eclesiástica como civilmente— porque no han pensado de antemano cómo proceder en situaciones concretas. No podemos esperar a que se desarrolle un escenario de pesadilla. Si lo hacemos, seguro que lo trataremos de forma inadecuada. En lugar de eso, necesitamos tener por adelantado procesos claros y escritos que seguir.

Para las iglesias presbiterianas, hay un sentido en el que eso ya nos ha sido determinado. En la Iglesia Presbiteriana en América, por ejemplo, tenemos el Libro de orden de la iglesia de nuestra denominación, que establece un proceso disciplinario. Para las iglesias independientes, que no tienen reglas denominacionales de disciplina, es necesario que haya un proceso claro y escrito de disciplina eclesiástica. Independientemente del contexto denominacional, como líderes de la iglesia debemos estar decididos a seguir el proceso sin importar quién esté involucrado (Mt 18:15-20; 1 Ti 5:21).

Sin embargo, tenemos que admitir que podríamos necesitar otros protocolos para ayudar a guiar las respuestas a situaciones específicas. Por ejemplo, cuando se sospecha o se admite un abuso de menores, los líderes de la iglesia deben tener y seguir directrices específicas para informar a las autoridades civiles correspondientes. Para desarrollar tales protocolos, será necesario trabajar con un abogado local para asegurarse de que la iglesia cumple con las leyes estatales de denuncia aplicables. Disponer de un protocolo escrito de este tipo elimina las conjeturas de una denuncia. En muchos estados, el requisito es que los líderes de la iglesia informen del asunto tan pronto como se descubra, y luego permitan a las autoridades competentes investigar y determinar si se ha cometido un delito. Colaborar con el Estado en estos asuntos es apropiado y bíblico (Ro 13:1-7).

Sé firme pero manso
El apóstol Pablo nos insta a restaurar a los pecadores con espíritu de mansedumbre (Gá 6:1). Esa mansedumbre no es opuesta a la firmeza y la determinación; más bien, surge del reconocimiento de que nosotros también somos pecadores. Este reconocimiento debería eliminar nuestra jactancia farisaica o nuestra ira arrogante. Sin duda, en el caso de pecados como el abuso de menores, existe una justa ira por el pecado y sus efectos a largo plazo. Aún así, es la bondad de Dios la que lleva al arrepentimiento (Ro 2:4). Incluso cuando tratamos con suavidad y firmeza a los autores, buscamos su arrepentimiento y su restauración final.

Sin embargo, a menudo no mostramos una compasión similar hacia las víctimas. Las iglesias suelen aparecer en las noticias por no tratar con compasión a las mujeres que se divorcian de sus maridos que han sido descubiertos viendo pornografía infantil o por mirar hacia otro lado cuando se descubren patrones de abuso infantil. Otras iglesias, que se niegan a defender a las mujeres que sufren abusos físicos por parte de sus maridos o a los niños que sufren abusos sexuales por parte de sus padres, pasan desapercibidas. ¿Dónde está la compasión por estas víctimas? Como iglesias debemos estar decididos a demostrar compasión a los que han sido objeto de pecado, estando decididos a hacer con ellos lo que deseamos que otros hagan con nosotros (Mt 7:12).

Lidera y aplica el evangelio
Tanto el perpetrador como la víctima del pecado necesitan lo mismo: el evangelio de Jesús. Los que cometen pecados sexuales —ya sea inmoralidad sexual, adulterio o incluso abuso sexual— necesitan escuchar el evangelio. El punto de la disciplina es confrontar al pecador con los reclamos de Cristo, llamar al arrepentimiento, pero también buscar nuevos patrones de obediencia que solo pueden venir cuando el pecador corre diariamente a Cristo.

A menudo, quienes cometen pecados desordenados y atroces creen que sus pecados son demasiado grandes para ser perdonados. Necesitan que se les recuerde que «no hay pecado tan grande que pueda traer condenación sobre aquellos que se arrepienten verdaderamente» (Confesión de Fe de Westminster 15.4). Tal arrepentimiento genuino se produce «al comprender la misericordia de Dios en Cristo para con los arrepentidos» (CFW 15.2). ¿Cuán grande es la misericordia de Dios en Cristo? Tan grande que envió a Su Hijo único para morir por los pecadores, y esa muerte es suficiente para cubrir todos nuestros pecados, incluso los más atroces.

Las víctimas también necesitan el evangelio de Jesús: que Jesús es un Salvador que no quebrará la caña cascada ni apagará la mecha que humea (Mt 12:20); que se identifica con los heridos y quebrantados y pone en libertad a los oprimidos por el pecado (Lc 4:17- 21); y que también preguntó «¿Por qué?» cuando el dolor y el abandono de Dios fueron abrumadores (Mt 27:46).

Pero las víctimas del pecado también necesitan saber que Jesús hace algo más que identificarse con nosotros en nuestras heridas. Él realmente ha hecho algo al respecto. A través de Su resurrección, Él es capaz de traer nueva vida y nueva esperanza en el presente así como en el futuro. Hay poder en Él para que sigan adelante a través del dolor que conocen. Además, el evangelio nos proporciona la base para el perdón, al saber que nosotros también hemos cometido pecados atroces contra Dios (Ef 4:32).

Prepárate para un largo camino
En realidad esto es lo más difícil de todo. Como líderes del ministerio, nos gusta creer que cuando intervenimos, llevamos a cabo un proceso disciplinario, y vinculamos todo esto con el evangelio, ya hemos «arreglado» la situación. Pero esto no funciona así. Especialmente en las situaciones en las que hay una traición importante —como en una relación adúltera de larga duración, un divorcio o un abuso sexual— pueden ser necesarios meses o años de aplicación del evangelio para ver la sanidad y la esperanza.

Estas situaciones a menudo implican apoyo financiero (si el perpetrador arrepentido pierde su trabajo o si hay un divorcio), consejería o terapia a largo plazo (que puede o no estar cubierta por un seguro), o reuniones regulares y prolongadas de rendición de cuentas. Estas cosas cuestan tiempo, esfuerzo y energía emocional a los pastores y líderes del ministerio.

Sin embargo, Dios, a través de Su Espíritu, no solo nos sostiene para amar de estas maneras, sino que también nos señala el objetivo final de todo ello: «A Él nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo» (Col 1:28). Ver a los pecadores rescatados, a las víctimas restauradas, y a ambos camino al cielo… ¿qué más puede desear un pastor o una iglesia?

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.

Sean Michael Lucas
El Dr. Sean Michael Lucas es pastor principal de Independent Presbyterian Church en Memphis, Tennessee, y profesor principal de Historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary.

Cómo superar el legalismo

Por Sean Michael Lucas

Nota del editor:Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El legalismo

Jaime se crió en un entorno eclesiástico legalista. Profesó la fe desde niño y se le enseñó la gloriosa verdad del evangelio de que Jesucristo murió por los pecadores. Pero después de esa profesión de fe inicial, toda su experiencia cristiana se centró en el cumplimiento de normas. Se le enseñó que los cristianos debían cumplir normas, no solo mandatos bíblicos directos, sino también una serie de «principios» en el ámbito de las citas y las amistades, el consumo de alcohol, la cultura popular y otros aspectos similares. La principal preocupación era mantener a Jaime y a los jóvenes cristianos como él «sin mancha del mundo»; el resultado fue que el evangelio que él conoció quedó truncado en un conjunto de normas de comportamiento.

Cuando Jaime llegó a la universidad, ya estaba cansado de cumplir normas. No solo era agotador cumplirlas, sino que también lo apartaba de sus compañeros de piso y amigos, que no parecían estar sujetos a tales reglas. Y ellos parecían divertirse y ser felices. ¿No sería mejor, menos agotador, más satisfactorio, renunciar a las normas y simplemente disfrutar de la vida? Así, Jaime dejó de cumplir las normas; y al hacerlo, también se alejó de la iglesia. Al fin y al cabo, si el cristianismo consiste en cumplir normas y él ya no las cumplía, entonces ya no era cristiano. Y lo que es peor, el cristianismo ya no funcionaba para él.

Lamentablemente, la historia de Jaime no es inusual. De hecho, para muchos jóvenes criados en la iglesia, este es exactamente el camino que siguen. Es cierto que, tras abandonar su moralismo legalista y «vivir la vida loca», algunos de ellos llegan a ver que su comprensión del evangelio era anémica e incluso falsa. Sin embargo, la mayoría de ellos nunca vuelven a la iglesia y, por eso, nunca se dan la oportunidad de escuchar el cristianismo bíblico.

¿Cómo respondemos a esto? ¿Existe alguna esperanza para los que se han criado en círculos eclesiásticos legalistas, para esos que quizá están maltrechos y magullados, en conflicto y confundidos sobre el verdadero significado del evangelio?

Sí, hay esperanza. Y esa esperanza se encuentra al volver al evangelio de Jesús.

PECADORES COTIDIANOS, EVANGELIO COTIDIANO
Al volver al evangelio, lo que debemos confesar es que nunca pasamos de la puerta del evangelio. Porque somos pecadores cotidianos, necesitamos un evangelio de todos los días.

Mientras vivamos, estaremos luchando con el pecado remanente. Sí, para aquellos que hemos confiado en Jesús, ha ocurrido algo decisivo. Hemos sido unidos a Cristo. Nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos revestido del nuevo. Por la fe, hemos sido bautizados en Cristo.

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas. Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió con Él mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; es decir, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con Él mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación (2 Co 5:17-19).

Pero, aunque somos nuevas criaturas en Cristo, también tenemos patrones aprendidos, deseos caprichosos y hábitos insensatos que permanecen. Además, a medida que aprendemos más sobre el Dios santo que nos ha amado con un amor inquebrantable, vemos los laberintos de nuestro corazón, los subterfugios que practicamos y la naturaleza de cabeza de hidra del pecado.

El arma que Dios nos ha dado para combatir el pecado remanente en nuestros corazones y cuerpos es el evangelio. Así traemos nuestros corazones de vuelta a quién y de quién somos en Jesucristo: estamos unidos a Jesús, somos aquellos a los que Él ha declarado justos y santos. Además, Él ha concedido al Espíritu Santo que entrene nuestras mentes y corazones para decir sí a la justicia y no a la injusticia. En el poder del Espíritu, damos muerte a los delitos de la carne y vivimos para las prácticas virtuosas de la santidad.

Debido a que pecamos todos los días y a que somos pecadores hasta el día de nuestra muerte, necesitamos el evangelio todos los días. A medida que meditamos en lo que Cristo ha hecho por nosotros a través de Su vida, muerte, sepultura, resurrección y ascensión, y a medida que vemos cada vez con más claridad cómo toda la Escritura trata de la obra de Cristo, nos formamos como una clase diferente de personas. El propio evangelio nos moldea cada día en mujeres y hombres nuevos.

EL PROGRESO DEL PEREGRINO
Esta transformación por el evangelio implica que el cristianismo no consiste en cumplir normas. Sin duda, un cristiano obedece la Palabra de Dios, pero el camino hacia la obediencia no consiste en centrarse en el cumplimiento de normas, en volar correctamente y en hacerlo mejor. El núcleo de lo que hace Jesús en el Sermón del monte, en Mateo 5, es destruir la idea de que la justicia consiste en la obediencia externa a la ley. Cuando dice: «Porque les digo a ustedes que si su justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos» (Mt 5:20), nos dice que el camino hacia la justicia no es la mera obediencia externa. En cambio, el camino hacia una vida justa es la transformación interior del Espíritu a medida que progresamos en la vida del evangelio. Cuando utilizamos los medios de la gracia —incluyendo el culto corporativo centrado en la Palabra, los sacramentos, la oración y el compañerismo, así como la adoración privada—, Dios se encuentra con nosotros, introduce el evangelio en nuestros corazones, confronta nuestros patrones de pensamiento, palabras y actos pecaminosos, y nos hace nuevos.

Pero este tipo de transformación por el evangelio lleva tiempo. Progresamos en ella a medida que somos formados y moldeados por la obra del Espíritu. A medida que avanzamos y nos adentramos, vemos más pecados, nos enfrentamos a más engaños, creemos más en el evangelio y recibimos más consuelo divino. Aprendemos por experiencia y ganamos sabiduría y perspicacia a medida que pasamos de la insensatez a la reverencia y al amor al Señor.

Y esto es lo que ocurre: cuando vivimos al ritmo del Espíritu, en realidad vivimos de forma que «guardamos las reglas». Los que den el fruto de amor del Espíritu serán los que guarden las dos tablas de los Diez Mandamientos. Los que tengan gozo conocerán la fuerza para decir no al pecado y sí a la justicia. Los que lleven la paz serán íntegros y sanos, no inquietos ni ansiosos. Y así sucesivamente. Cumplimos normas, pero no centrándonos en ellas como meras obras que hay que hacer, sino centrando nuestro corazón en Jesús, en quién es Él, en lo que ha hecho y en lo que está haciendo en nosotros por medio del Espíritu para hacernos cumplir la ley.

CARÁCTER Y VOCACIÓN
En otras palabras, el evangelio de la gracia de Dios transforma nuestro carácter. Empezamos a vivir en la realidad de la nueva creación que es nuestra porque estamos unidos a Jesucristo. La imagen de Dios comienza a restaurarse en nosotros a medida que el Espíritu obra en nosotros la santidad, la justicia y el conocimiento genuino de Dios. Nos convertimos en las personas que Dios siempre quiso que fuéramos.

Este tipo de formación del carácter no puede ocurrir cuando un cristiano individual solo estudia la Palabra de Dios u ora por su cuenta. Más bien, se produce a través de la comunidad llamada «iglesia», a medida que aprendemos a amar y a vivir entre personas dramáticamente diferentes a nosotros. Las nuevas formas de vivir que Pablo detalla en Efesios 4-5 y Colosenses 3 solo pueden darse en comunidad: desechamos la falsedad y aprendemos a decir la verdad, ¿por qué? «Porque somos miembros unos de otros» (Ef 4:25). No permitimos que la ira se arraigue en nuestros corazones, ¿por qué? Para no dar «oportunidad al diablo» de dividirnos unos de otros (v. 27). No dejamos que salga de nuestra boca ninguna palabra mala, ni amargura, ira, enojo o malicia, ¿por qué? «Para que imparta gracia a los que escuchan» (v. 29). ¿Te das cuenta? El carácter nuevo y renovado que el Espíritu obra en nosotros es para los demás. Y solo puede formarse y expresarse en comunidad con los demás.

A medida que somos moldeados por el evangelio, Dios nos llama a la vida de los demás y a Su mundo. Se nos dan dones para que los compartamos con los demás, habilidades dadas por el Espíritu que edifican a los demás en el evangelio. Estos son diferentes y necesarios para que nosotros y los demás seamos las personas que Dios quiere que seamos (Ro 12; 1 Co 12). De nuevo, esto significa que debemos formar parte de la comunidad llamada «iglesia», no para que podamos marcar como cumplida en nuestra lista de reglas la asistencia a la iglesia, sino para poder contribuir a la formación de los demás en el evangelio.

Pero Dios también nos llama a Su mundo como señales y agentes de la nueva creación. Cuando vivimos como esposos y esposas, madres y padres, padres e hijos, trabajadores en nuestras carreras y en el hogar, miembros y líderes de la iglesia, y en varios otros llamados, lo hacemos como señales de cómo será cuando todo sea como debe ser. Somos señales de la nueva creación y a la vez sus agentes. Y eso es así porque Jesús nos ha encargado que hagamos discípulos, que ayudemos a otros a aprender la fe y los caminos del evangelio, no para conseguir más observadores legalistas de las normas, sino para formar más señales y agentes de los nuevos cielos y la nueva tierra.

Este es un evangelio que es mucho mejor que simplemente «cumplir normas». Este es un evangelio que da una esperanza genuina al legalista en recuperación, porque este es el evangelio de Jesús, Aquel que está haciendo todas las cosas nuevas.

Publicado originalmente en Tabletalk Magazine.
Sean Michael Lucas
El Dr. Sean Michael Lucas es pastor principal de Independent Presbyterian Church en Memphis, Tennessee, y profesor principal de Historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary.

La falsa enseñanza adentro y afuera | 4ta parte

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

La falsa enseñanza adentro y afuera | 4ta parte

Sean Michael Lucas

Nota del editor: Esta es la cuarta y última parte del articulo «La falsa enseñanza adentro y afuera«, que es el segundo capítulo en la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine.

Pastoreando con la Palabra

Al final, la única esperanza de preservarnos a nosotros mismos y a nuestra gente es enseñando y predicando todo el consejo de Dios. De hecho, el mejor medio que tenemos a mano para pastorear o guiar al pueblo de Dios es el ministerio de la Palabra desde el púlpito en nuestra reunión semanal de adoración corporativa. Eso significa que tenemos que ser intencionales en la forma en que predicamos y enseñamos la Palabra de Dios “a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo” (Col. 1:28).

Una forma de ser intencional al guiar al pueblo de Dios con la Palabra es abrazar la predicación expositiva consecutiva a través de libros bíblicos. Si bien puede haber temporadas en las que una serie temática sea de gran beneficio, la mayor necesidad que tiene el pueblo de Dios es comprender la Palabra de Dios y aplicarla a sus vidas. Y la mejor manera de ayudar a las personas a entender la Palabra de Dios es predicándola expositivamente para que puedan irse a sus casas no solo entendiendo el mensaje general de un libro bíblico, sino también de textos específicos dentro de este.

A medida que los pastores predican y enseñan a través de los libros de la Biblia, surgen oportunidades para abordar diversas formas de falsa enseñanza. Predicar a través de Gálatas naturalmente le permite a los expositores abordar el moralismo y el legalismo como formas de falsa enseñanza. Predicar el evangelio de Juan o sus cartas requerirá que el predicador aborde el antinomianismo. La predicación a través del evangelio de Mateo le permite al pastor lidiar con una variedad de problemas, que incluyen el divorcio fácil, la inmoralidad sexual y la idolatría política. La predicación a través de Génesis pondrá la mayor suposición cultural de autonomía bajo el microscopio. Y la predicación a través del Cantar de los Cantares brinda una manera natural de enseñar sobre la excelencia y la belleza del deseo sexual y el amor dentro de un matrimonio bíblico.

Mientras más podamos estar entre nuestra gente, escuchándola, y mientras más podamos escuchar y analizar nuestra cultura, más posibilidades tendremos de enseñar y aplicar la Palabra de Dios de una manera que nuestra gente pueda entender y aplicar en su vida.

Estos ejemplos sugieren otra forma de ser proposital en el pastoreo con la Palabra: los ancianos, maestros y pastores deben exponer al pueblo a varias secciones de la Biblia: yendo y viniendo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, navegando a través de la historia en el Antiguo Testamento y del evangelio en el Nuevo Testamento, explicando literatura de sabiduría o apocalíptica. Todo esto es necesario para enseñarle al pueblo todo el consejo de Dios, pero también para proporcionarle ejemplos de cómo estudiar y aplicar la Biblia por sí mismo. Además de que estudiar distintas secciones de la Palabra de Dios brinda oportunidades naturales para abordar la falsa enseñanza en sus diversas formas y ropajes y reemplazarla con la verdad.

Otro aspecto del pastoreo con la Palabra de Dios es la disposición del pastor para «redargüir, reprender y exhortar con mucha paciencia e instrucción» (2 Tim 4:2). La mayoría de los predicadores preferimos un modo particular en nuestra predicación y enseñanza; sin embargo, nuestra gente a veces necesita reproche y reprensión, otras veces exhortación y motivación. Si siempre estamos motivando pero nunca reprendiendo, nuestra gente quizá pudiera estar expuesta a distintas porciones de las Escrituras, pero no siempre la recibirá como la necesita en ese momento. Si siempre estamos reprobando pero nunca exhortando, es posible que la gente no reciba las fuerzas o el estímulo necesarios para seguir avanzando en la vida.

Eso significa, entonces, que tenemos que conocer a nuestra gente. Una de las partes más difíciles del ministerio pastoral es nuestro aislamiento: en un ministerio de predicación semanal, tendemos a mantener un ritmo de vida definido, preparando sermones y lecciones. Con el tiempo, asumimos que todos ven el mundo como nosotros; pero de hecho, debido a que nuestros días están llenos de reflexiones bíblicas y cosas de nuestro ministerio, podemos llegar a perder el contacto con la realidad de nuestra gente y su manera de razonar o ver las cosas.

Entonces, mientras más podamos estar entre nuestra gente, escuchándola, y mientras más podamos escuchar y analizar nuestra cultura, más posibilidades tendremos de enseñar y aplicar la Palabra de Dios de una manera que nuestra gente pueda entender y aplicar en su vida. Esa es una de las razones, pienso yo, por la cual el modelo bíblico para el ministerio pastoral es el pastoreo o apacentamiento, y es una de las razones por las que las Escrituras nos llaman a «pastoread el rebaño de Dios entre vosotros» (1 Pe 5: 2). Existe la presunción de que vamos a conocer a nuestra gente, no solo por nombre, sino también en términos de lo que están pensando, lo que le da forma a su cosmovisión y cómo enfrentan la vida.

Creo que esta es la razón por la cual el apóstol Pablo le dice a Timoteo: «ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza» (1 Tim 4:13). La Palabra de Dios es el mejor medio para cultivar cristianos sólidos. Nuestro llamado como pastores y maestros es a equipar nuestra gente para que puedan discernir el camino correcto, el camino ordenado por Dios y caminar en él. Sabemos que los herejes siempre apelan a la Biblia, por eso debemos equipar a nuestra gente no solo para que sepan por qué algunas formas de enseñanza «cristiana» son falsas, pero aún más, para que sepan cuál es la forma correcta de enseñanza.

Al hacer esto, cumpliremos con este ministerio que Dios nos ha encomendado, un ministerio que tiene como objetivo el que cada persona confiada a nuestro cargo llegue al cielo de manera segura. Para ese fin, trabajamos y luchamos con toda la fuerza de Dios otorgada por el Espíritu Santo.

Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine. Lo hemos dividimos en 4 partes para facilitar la lectura:
Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine. Lo hemos dividimos en 4 partes para facilitar la lectura:
1ra parte: Introducción
2da parte: El peligro de adentro
3ra parte: El peligro de afuera
4ta parte: Pastoreando con la Palabra

 

 

Sean Michael Lucas

Sean Michael Lucas

El Dr. Sean Michael Lucas es pastor principal de Independent Presbyterian Church en Memphis, Tennessee, y profesor principal de Historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

La falsa enseñanza adentro y afuera | 3ra parte

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

La falsa enseñanza adentro y afuera | 3ra parte

Sean Michael Lucas

Nota del editor: Esta es la tercera parte del articulo «La falsa enseñanza adentro y afuera«, que es el segundo capítulo en la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine.

El peligro de afuera

Existen fuerzas culturales que ejercen presión sobre el mensaje y la misión de la iglesia, provocando que se desvíe del camino. Cuando la iglesia comienza a acomodar su mensaje a las normas culturales imperantes, inevitablemente su mensaje se convierte en una falsa enseñanza que aleja a los fieles del evangelio de Jesús.

Para muchas iglesias evangélicas aquí en los Estados Unidos, una forma de falsa enseñanza sería esa especie de evangelio engañoso de “Dios y patria». Tal vez hayas visto esas placas de carros y camisetas que unen la bandera cristiana y la bandera estadounidense, como si estas dos banderas se reforzaran mutuamente y nunca compitieran entre sí. O quizás te has encontrado con iglesias que ven a los Estados Unidos como una «nación redentora», que tiene un papel importante en la profecía o la historia de la redención.

Las presiones de nuestra cultura política conservadora de bautizar a los Estados Unidos como una «nación cristiana», sin ninguna calificación o requisito, en realidad representan una forma de falsa enseñanza. El reino de Dios no se identifica con ningún orden político o estado-nación, sino que es juez sobre todos ellos. Después de todo, el gobierno y el reinado de Dios son la roca que aplasta a las naciones y llena el mundo (Dan 2:44-45). Los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de nuestro Dios y de Su Cristo (Ap 11:15). No hacer distinción entre el reino de Dios y nuestro país es una forma de falsa enseñanza.

Otro género de falsa enseñanza que está «allá afuera» es una forma de enseñanza tipo “familiares y amigos”: uno que le da preferencia a una raza o color de piel sobre otras razas o etnias. Algunos evangélicos reformados han argumentado que la ley de Dios requiere la separación de las razas y una lealtad primaria a la herencia étnica propia. Si bien tal enseñanza se basa en motivos bíblicos muy inestables, esto no le impide a muchos que con el motivo de tener familias sólidas aceptan una forma de falsa enseñanza que se opone al mensaje general de la Biblia: que la cruz de Jesús derrumba el muro divisorio entre las razas para hacer una nueva humanidad en Él (Efe 2:14-16).

Estas dos primeras formas de falsa enseñanza en nuestra cultura tienen una orientación más «derechista». Pero, por supuesto, hay tensiones peligrosas desde el otro lado que buscan cambiar la enseñanza de la iglesia. A medida que nuestra cultura promueve la legitimidad de los matrimonios homosexuales, el cambio de sexo y otros estilos de vida y creencias alternativos, aumenta la presión sobre las iglesias evangélicas para que acomoden el mensaje bíblico. Algunos evangélicos profesantes argumentan que Jesús nunca habló de la homosexualidad, por lo que es un tema abierto para los cristianos; otros aceptan la afirmación o creencia errónea de que el apóstol Pablo no tenía en mente matrimonios homosexuales «monógamos» cuando escribió Romanos 1. Algunas iglesias, por otro lado, no abrazan tales puntos de vista, pero nunca hablan de ellos tampoco. Sin embargo, al permanecer en silencio sobre temas relacionados con la homosexualidad o el cambio de sexo, estas iglesias dejan la puerta abierta para que sus feligreses tracen su propio camino, fuera de la sabiduría bíblica disponible sobre estos temas.

Hay mucho que los pastores y maestros evangélicos pueden y deben decir acerca de la belleza y excelencia del amor sexual dentro de los límites del matrimonio bíblico.

Ese es especialmente el caso con respecto a otras premisas culturales relacionadas con la sexualidad. Fue impactante para mí cuando un maestro de Biblia en una escuela cristiana me dijo en una ocasión que tal vez el 60 por ciento de sus estudiantes de secundaria creía que la convivencia antes del matrimonio es una forma aceptable de resolver la «compatibilidad». Por supuesto, sus iglesias no les enseñaban eso explícitamente, pero no les estaban enseñando nada sobre sexualidad más allá de un simple (y básicamente negativo) mensaje de abstinencia. Hay mucho más que los pastores y maestros evangélicos pueden y deben decir acerca de la belleza y excelencia del amor sexual dentro de los límites del matrimonio bíblico, pero a menudo nuestros jóvenes son dejados a la deriva, navegando las aguas de esta sociedad con las premisas básicas de la cultura.

Al final, sin embargo, el peligro más importante que nos presenta nuestra cultura es su constante ritmo de autonomía. Como occidentales, suponemos que somos individuos autosuficientes y autodeterminantes, y que podemos crear nuestras propias identidades y nuestro propio futuro. Como resultado, asumimos que nadie realmente tiene el derecho de decirnos cómo usar nuestros cuerpos o incluso pedirnos cuentas. Y así, en áreas de la sexualidad, definimos nuestras propias prácticas sexuales o de género; en áreas de concepción, racionalizamos el aborto; en las áreas de matrimonio, justificamos el divorcio fácil, el adulterio, el matrimonio abierto o el poliamor.

Pero esta autonomía también se desarrolla de otras maneras. Debido a que nosotros mismos determinamos lo que somos y nuestro destino, no hay un Dios que pueda o que en verdad pudiera enviar personas al infierno. De hecho, de todos modos no existe una verdadera religión; todas las religiones son simplemente medios privados por los cuales podemos funcionar en este mundo. Hacer proselitismo (predicar el evangelio y el peligro del infierno) no solo es de mala educación, sino que es una mala política ya que contradice la autonomía fundamental que cada uno de nosotros tiene para elegir nuestros propios caminos. Desde el jardín del Edén, seguimos la promesa del enemigo: «Serás como Dios», y hacemos la pregunta del enemigo: «¿En verdad ha dicho Dios eso?»

Si bien las formas de autonomía de nuestra cultura pueden no encontrar su camino directamente en una iglesia evangélica local, eso no significa que estemos libres de las tentaciones de la autonomía. Cuando las personas se rehúsan a unirse a una iglesia local que cree en la Biblia porque quieren permanecer independientes, esa es una forma de autonomía peligrosa, una que está alineada con las premisas fundamentales de nuestra cultura. Cuando otros huyen de sus iglesias en lugar de someterse al gobierno y la disciplina de la iglesia, eso también es obra de la autonomía. Cuando pastores o ancianos mantienen una reunión secuestrada con «su visión» para la iglesia en lugar de someterse a los demás hermanos, ese es un ejemplo de la peligrosa autonomía de nuestra cultura en acción.

Cuando fallamos en reconocer y señalar estos peligros culturales, o cuando nos acomodamos o conformamos, nuestra cultura—cualquiera que sea su forma—termina corrompiendo el mensaje de la iglesia y llevándonos a la falsa enseñanza. Como pastores y ancianos, tenemos que ser conscientes de la manera en que nuestra enseñanza y predicación pueden llegar a ser culturalmente prisioneras de derecha o de izquierda, porque almas preciosas están en juego.

Nota del editor: En la cuarta y última parte de este articulo, “La falsa enseñanza adentro y afuera”, veremos como la única esperanza de preservarnos a nosotros mismos y a nuestros feligreses es a través de la enseñanza y predicación fiel de todo el consejo de Dios.
Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine. Lo hemos dividimos en 4 partes para facilitar la lectura:
1ra parte: Introducción
2da parte: El peligro de adentro
3ra parte: El peligro de afuera
4ta parte: Pastoreando con la Palabra
Sean Michael Lucas

Sean Michael Lucas

El Dr. Sean Michael Lucas es pastor principal de Independent Presbyterian Church en Memphis, Tennessee, y profesor principal de Historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

La falsa enseñanza adentro y afuera | 2da parte

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

La falsa enseñanza adentro y afuera | 2da parte

Sean Michael Lucas

Nota del editor: Esta es la segunda parte del articulo «La falsa enseñanza adentro y afuera«, que es el segundo capítulo en la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine. 

El peligro de adentro

Ciertamente, dentro de la iglesia evangélica hay una variedad de errores que requieren corrección y reprensión ministerial. La mayoría de estos tienen algo que ver con el trabajo del evangelio en la vida del creyente; la falsa enseñanza en esta área inevitablemente plantea preguntas sobre la esencia misma del evangelio.

Quizás la falsa enseñanza que más comúnmente se disfraza del evangelio es el moralismo. Típicamente en las iglesias evangélicas el evangelio básico es predicado y enseñado: los pecadores que confían solo en Jesús tienen sus pecados perdonados y se les promete el cielo. Sin embargo, a partir de ahí, muchas de estas mismas iglesias enseñan a sus feligreses que una vez son salvos les corresponde a ellos «caminar bien y mejorarse». La vida cristiana es de esfuerzo, y Dios bendice a quienes se ayudan a sí mismos, trabajan duro, no se meten en problemas, dicen la verdad y «viven una vida buena «. Inconscientemente, tal vez, las personas comienzan a creer que este es el evangelio, una transacción casi económica en la que le damos a Dios nuestra obediencia y Él nos da bendición: suficiente comida y refugio, buenos matrimonios y niños bien educados, buen trabajo y vacaciones ocasionales.

Claro está que este no es el evangelio en lo absoluto, es moralismo. Y sin embargo, como el sociólogo Christian Smith nos mostró hace varios años en su libro Soul Searching: The Religious and Spiritual Lives of American Teenagers (Un examen de conciencia: La vida religiosa y espiritual de los adolescentes estadounidenses), esta es la fe básica de la mayoría de los adolescentes evangélicos y, por extensión, la de sus padres y sus iglesias. Dios está relativamente distante de nuestras vidas, excepto en tiempos de tristeza o dolor cuando se acerca para sanarnos; lo que Él realmente quiere de nosotros es que seamos buenos y amables con los demás, y Él les da la bendición del cielo a las personas buenas cuando mueren.

En el peor de los casos, este tipo de moralismo puede deslizarse hacia una versión ligera del evangelio de la prosperidad. Aquí las bendiciones no son meramente alimentos suficientes o refugio, matrimonios y niños relativamente buenos; más bien, nuestra obediencia es el camino hacia un fantástico éxito material . Aquellos que viven bien son los que conducen los Cadillac Escalades con un «Bendecido» escrito en letras brillantes en la ventana trasera; supuestamente, la bendición de conducir el Cadillac fue el resultado de que Dios honró nuestra obediencia. Los que agradan a Dios son esos que pueden pagar la educación privada de sus hijos o los campamentos de verano más caros. Aquellos que son cristianos obedientes son los que viven en las grandes comunidades privadas. Este tipo de compensación o “quid pro quo” es el corazón mismo del moralismo, que es el meollo del pensamiento en el evangelio de la prosperidad.

Necesitamos prestar atención a nosotros mismos y a nuestra enseñanza, incluso mientras tratamos de proteger al pueblo de Dios de los errores que puedan ocurrir adentro.

Otro tipo de falsa enseñanza es el legalismo. El legalismo y el moralismo están relacionados entre sí, pero mientras el moralismo afirma su intercambio con Dios en términos generales —moralidad por bendición— el legalismo tiene un entendimiento muy específico, aunque no bíblico, del tipo de obediencia que Dios demanda y bendice. En Gálatas, el legalismo tomó el aspecto de prácticas judías particulares requeridas para ser parte del pueblo de Dios: circuncisión, leyes dietéticas y días festivos. En nuestros días, el legalismo puede lucir como maneras muy específicas y extra escriturales de honrar el Día del Señor; puede lucir como prácticas o reglas especiales para el noviazgo; o puede lucir como una manera de rechazar o relacionarse con la cultura popular que hace de una preferencia personal o familiar un mandato bíblico. En el fondo, sin embargo, el legalismo es un tipo de moralismo que hace ver como el evangelio enseñara que ultimadamente nos ganamos el favor de Dios por lo que hacemos.

Lo que hace que el moralismo y el legalismo sean tan difíciles de manejar para nosotros es que el evangelio sí prescribe prácticas espirituales particulares. El evangelio dice que si en verdad estamos en Jesús daremos fruto visibles. Jesús dijo: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14:15), y: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor «(Jn 15:10).

La diferencia, sin embargo, entre la obediencia al evangelio y un tipo de pensamiento moralista o legalista es la siguiente: obedecemos en respuesta al amor de Dios que se nos muestra en Jesucristo. No obedecemos para obtener ganancias de Dios, ya sean Sus bendiciones o Su amor. De hecho, ninguno de nosotros puede obedecer a Dios en el estándar requerido para Su bendición; nuestras obras son aceptables para Él solo porque Él las recibe en y por medio de Jesús. Y nuestra obediencia no ocurre independientemente de la influencia y el poder del Espíritu Santo, quien trabaja en nosotros para querer y hacer Su voluntad.

Hay otro tipo de falsa enseñanza que es lo opuesto al moralismo y el legalismo. Algunos pueden ver todo esto y decir: «Todo este énfasis sobre la obediencia realmente distorsiona el evangelio. Dios no exige nada de nosotros, sino el confiar en Su Hijo. Mientras creamos en Jesús, Él nos recibe tal como somos con Su «amor unilateral». Como resultado, estos cristianos restan importancia a la obediencia hasta tal punto que se vuelven antinomianos.

Estrictamente hablando, los antinomianos están «en contra de la ley», negándole cualquier lugar legítimo a la ley de Dios como guía para la vida cristiana. La mayoría de los evangélicos no son tan tontos como para negar específicamente el lugar que ocupa la obediencia a la ley de Dios; no pueden negar las enseñanzas explícitas de Jesús, Pablo, Santiago y Juan sobre la obediencia cristiana. El antinomianismo contemporáneo tiende a ser un poco más sutil: denigrando el papel de los imperativos en la predicación, restando énfasis a la necesidad de cualquier esfuerzo en la vida cristiana, ofreciendo condiciones fáciles para la restauración en casos de pecados graves y restándole importancia a la disciplina en la iglesia.

De nuevo, lo que hace que el antinomianismo sea difícil es que está muy cerca de la verdad. Nuestra justificación se basa no en algo que hacemos, sino en la obra de Cristo que recibimos solo por la fe. Como ya lo dijimos, nuestro esfuerzo viene como resultado de la influencia y el empoderamiento del Espíritu. Y el perdón es gratuito para el arrepentido, ya que venimos una y otra vez al Padre arrepentidos de nuestro pecado y nuestra transgresión. La diferencia entre el antinomianismo y el evangelio, sin embargo, es una de énfasis. Somos justificados libremente en Cristo, pero eso nos lleva a actuar: debemos trabajar y luchar contra nuestro pecado. El arrepentimiento requiere que nos alejemos del pecado y nos sometamos a la disciplina de la iglesia.

Estos peligros están todos dentro de la iglesia evangélica. Tal vez los reconozcas y los hayas escuchado, o tal vez incluso los hayas creído. Y sin embargo, el moralismo, el legalismo y el antinomianismo son todas formas de falsa enseñanza. Necesitamos prestar atención a nosotros mismos y a nuestra enseñanza, incluso mientras tratamos de proteger al pueblo de Dios de los errores que puedan ocurrir adentro.

Nota del editor: En la tercera parte de este articulo, “La falsa enseñanza adentro y afuera”,  veremos como la cultura que nos rodea puede hacernos distorsionar el mensaje del evangelio.
Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine. Lo hemos dividimos en 4 partes para facilitar la lectura:
1ra parte: Introducción
2da parte: El peligro de adentro
3ra parte: El peligro de afuera
4ta parte: Pastoreando con la Palabra
Sean Michael Lucas

Sean Michael Lucas

El Dr. Sean Michael Lucas es pastor principal de Independent Presbyterian Church en Memphis, Tennessee, y profesor principal de Historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es

La falsa enseñanza adentro y afuera | 1ra parte

Ministerios Ligonier

El Blog de Ligonier

La falsa enseñanza adentro y afuera | 1ra parte

Sean Michael Lucas

Nota del editor: Esta es la primera parte del articulo «La falsa enseñanza adentro y afuera», que es el segundo capítulo en la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine.

 Una de mis materias favoritas cuando enseño historia de la iglesia a seminaristas trata sobre los primeros cuatro concilios ecuménicos. Mientras navegamos la historia a través de los Arianos y Nicea, los Capadocios y Constantinopla, una de las cosas que trato de mostrarle a los estudiantes es que cada hereje apela a la Biblia. De hecho, gran parte de la controversia cristológica en estos siglos se centró en cómo entender Proverbios 8.

El reconocer que las herejías a menudo comienzan desde una plataforma y base bíblicas debe humillarnos y advertirnos. Debería humillarnos, incluso castigarnos, el reconocer que podríamos propagar involuntariamente el error, incluso cuando enseñamos la Palabra inerrante de Dios. Aunque trabajamos en nuestros sermones y lecciones, luchando con el texto, tratando de hacerlo bien, siempre existe la posibilidad de que podamos enseñar el error de maneras que desvíen o confundan a los pequeñitos de Dios.

Pero esto también debería advertirnos que lo que pareciera ser una enseñanza bíblica obvia o útil podría en realidad ser una falsa enseñanza o incluso una herejía que pudiera destruirnos a nosotros y a nuestros oyentes. Especialmente hoy, cuando se empacan y se consumen tantas enseñanzas religiosas según la popularidad del maestro o el tamaño de su plataforma, no podemos simplemente decir que algo es «bíblico» y dejarlo así. Tenemos que poner la enseñanza a prueba, porque los pequeñitos de Dios son preciosos para Él y deben ser protegidos (Mat 18:6, 1 Jn 4:1).

Nuestra tarea es proteger al rebaño incluso mientras nos examinamos para asegurarnos de que nuestra enseñanza y nuestra doctrina sean puras.

Entonces, ¿cómo deberíamos responder ante el error? A lo largo del Nuevo Testamento, los apóstoles trataron de luchar contra la falsa enseñanza y la herejía. De hecho, en casi todas las epístolas alguna falsa enseñanza o herejía es puesta al descubierto y tratada. Por ejemplo, 1 Corintios trata con maestros que negaban la resurrección corporal de Jesús. Gálatas argumenta en contra de aquellos que decían que la justificación se recibía por fe en Jesús más el convertirse en judío, no por fe en Jesús solamente. En Colosenses, Pablo advierte contra una extraña enseñanza místico-judía que parecía combinar las leyes dietéticas judías con la filosofía griega esotérica. Primera de Juan se enfrenta a muchos que negaron que Jesús, el Hijo de Dios, vino en un cuerpo humano. Una y otra vez, los líderes de la iglesia lucharon contra la falsa enseñanza en sus iglesias.

Pero ese espíritu de lucha que mostró la iglesia primitiva parece estar muy lejos de la más refinada y posmoderna sensibilidad de nuestra cultura contemporánea. Inevitablemente, cualquier postura valiente en favor de la verdad bíblica es refutada con la simple acusación de que solo somos los «hijos guerreros» de algún maestro. O a veces aquellos que se esfuerzan por defender la sana doctrina son relativizados con la afirmación de que «en realidad no podemos conocer» la verdad después de todo. O algunos te dicen que tal o cual tiene el Espíritu sobre él, lo que significa que sus errores bíblicos no son realmente tan significativos. En fin, parece que nuestra generación está más preocupada por el tono que por la verdad.

Esto no quiere decir que al defender la fe podemos o debemos abandonar la amabilidad. Una señal de nuestra conversión es que tratamos a todos, incluso a los que están en error, con gentileza y cortesía (2 Tim 2:24, Tito 3: 2). Sin duda, podemos estar en desacuerdo sin ser desagradables. Y sin embargo, hay verdades en juego, e incluso más que verdades, hay personas preciosas a quienes Dios nos ha confiado para el cuidado pastoral y la supervisión. Nuestra tarea es proteger al rebaño incluso mientras nos examinamos para asegurarnos de que nuestra enseñanza y nuestra doctrina sean puras (1 Tim 4:16).

Nota del editor: En la segunda parte de este articulo, “La falsa enseñanza adentro y afuera”,  veremos las tres falsas enseñanzas que podemos encontrar dentro de la iglesia y cómo detectarlas y tratar con ellas: el moralismo, el legalismo y el antinomianismo.
Este articulo fue publicado originalmente en la Tabletalk Magazine. Lo hemos dividimos en 4 partes para facilitar la lectura:
1ra parte: Introducción
2da parte: El peligro de adentro
3ra parte: El peligro de afuera
4ta parte: Pastoreando con la Palabra

Sean Michael Lucas

Sean Michael Lucas

El Dr. Sean Michael Lucas es pastor principal de Independent Presbyterian Church en Memphis, Tennessee, y profesor principal de Historia de la Iglesia en el Reformed Theological Seminary.

R.C. Sproul es el fundador de Ligonier Ministries, el maestro principal de la programación de radio Renewing Your Mind, y el editor general de la Biblia de estudio Reformation

http://www.ligonier.es