27/27 – La segunda venida de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

27/27 – La segunda venida de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/reflexionando-sobre-la-cruz/

Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss te recuerda que por siglos  la esperanza  del regreso de Cristo ha animado a los creyentes, esto debe alentarte.

Nancy Leigh DeMoss: Es esta  esperanza la que los ha animado en tiempos oscuros.  La que los ha sostenido en temporadas de sufrimiento y opresión.

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Nancy: Pues bien, hoy llegamos al cierre de nuestra serie El Cristo incomparable, y qué travesía ha sido esta serie para muchas de nosotras. Sé que durante los seis meses que nos ha tomado grabar la serie—incluyendo las horas y semanas de estudio y preparación para mí—han sido de tanto gozo, aliento y  estímulo. Me he sentido emocionada por  el impacto que la serie ha tenido en la vida de las personas, así como, la respuesta que hemos recibido de parte de nuestras oyentes.

Permíteme compartir algunos de los comentarios que hemos recibido recientemente.  Estoy segura  que te animaran. Recibí un correo electrónico de una joven de nuestro equipo de trabajo en Aviva Nuestros Corazones que me dijo:

«La serie El Cristo incomparable ha sido tan enriquecedora y convincente; me ha ministrado de tal manera que me he enamorado de Cristo al aprender cosas sobre las cuales honestamente ni siquiera había pensado. Me asombro continuamente de que Él en Su grandeza y perfección me permite ser llamada Su hija. Asombroso este amor, ¿cómo puede ser?”

Otra señora que nos escribió recientemente dijo: «Escuchaba a Nancy en la noche oré y acepté a Cristo en mi corazón».  A lo largo de esta serie estuvimos orando para  que aquellas que no tenían una relación personal con Cristo llegaran a tener fe  y arrepentimiento genuino. Creo que hay más personas, a las que incluso hoy o tal vez esta semana Dios quiera salvar a través de este libro, “El Cristo incomparable”.

Otra mujer comentó: «Ahora más que nunca mi corazón clama ‘Creo en ti Jesús'». Me encantó esto, y espero que tu corazón esté gritando de igual manera. Ayer recibí otra nota —y no la leí hasta tarde en la anoche —de una persona de otro estado que decía:

«¡Este enfoque en Cristo ha sido como beber agua pura y limpia del manantial —ha refrescado completamente toda la existencia de esta mujer! ¡Cuarenta días de enseñanzas sobre Jesús no son suficientes! ¡Necesitamos cuarenta semanas! ¡Y luego más!”

Deseo animarte a que nos escribas y nos cuentes lo que esta serie ha significado para ti. Puedes dirigirte a5 Comentarios y subir tu comentario al blog que se encuentra allí. Puedes enviarnos un correo electrónico a través de nuestra página. Puedes publicarlo en nuestra página de Facebook. Tan solo déjanos saber cómo te ha ministrado, pues sé que esto a su vez ministrará a nuestro equipo.

Si te perdiste  algunas de las sesiones o deseas compartir esta serie completa de fundamento doctrinal sobre ¿quién es Jesús? y ¿por qué vino? Está disponible en nuestra página de internet www.AvivaNuestrosCorazones.com. Si no pudiste escucharla completamente, quizás desees guardarla para la próxima temporada de Cuaresma.   O usarla como una ruta que te guiará  a través de la vida de Cristo.

Así que hemos visto el transcurso de la vida de Cristo y Su ministerio.

  • Comenzamos con su preexistencia eterna —lo que hacía antes de venir al mundo como hombre.
  • Vimos Su encarnación —como Se humilló a Si mismo y tomó forma de hombre.
  • Vimos Su niñez, Su juventud y adultez temprana.
  • Pasamos con Él por el bautismo y por la tentación en el desierto.
  • Consideramos Su deidad y Su humanidad, Su ministerio de enseñanza y Su transfiguración.
  • Vimos Su humildad y Su serenidad —que por cierto fue una de las cosas que más me impresionó. La serenidad de Cristo —esta es una palabra que casi no conozco. Quiero saber más acerca de ella y la veo en Cristo.
  • Vimos Su vida de oración.  Le vimos clamar al Padre en Getsemaní.
  • Pasamos varios días hablando acerca de Su juicio, Su obra expiatoria en la cruz, las siete palabras de Cristo en la cruz, y todo lo que nos dicen sobre el ministerio de redención.
  • Esta semana hemos estado viendo Su resurrección, los 40 días de ministerio después de Su resurrección, Su ascensión, y Su ministerio sacerdotal en los cielos a nuestro favor.

Así que nuestro retrato del Cristo incomparable está casi completo.  Pero no del todo.

Existe un aspecto importante de este Salvador incomparable que todavía no hemos tocado. Es la piedra angular, el punto culminante de la vida y el ministerio de Jesús. Al hablar de Cristo, celebramos no tan solo Su vida pasada, sus sufrimientos y triunfos, no tan solo su ministerio presente —aun con lo maravilloso que es —sino que por fe, anticipamos con ansias y celebramos el punto hacia el cual avanza toda la historia. Se nos informa que debemos anticipar y esperar la promesa hecha por los ángeles a los discípulos de Jesús que acababan de verle ascender al Padre en una nube.  ¿Recuerdan cuál fue esa promesa?

En Hechos  capítulo 1 leemos:  

Y estando mirando fijamente al cielo mientras Él ascendía, aconteció que se presentaron junto a ellos dos varones en vestiduras blancas, que les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Aquí está la promesa: Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo (Hechos 1:10-11).

El regreso de Cristo.  Él se fue y ascendió a los cielos, pero regresará.  Esta venida de Cristo es el clímax y la consumación de los tiempos.  Es un evento que se menciona más de 300 veces en 210 capítulos del Nuevo Testamento. El retorno de Cristo siempre ha sido la gran esperanza y la gran añoranza de Sus seguidores. Es esta esperanza la que los ha animado en los tiempos difíciles.  La que los ha sostenido en temporadas de sufrimiento y opresión.

Ahora bien, hay muchas cosas que las Escrituras no nos dicen acerca  de la segunda venida; no nos suministra muchos detalles. De manera que esto ha dado pie a muchas especulaciones y debates —quizás gran parte de ellas innecesarias. Pero sabemos lo suficiente por la Palabra de Dios  para que nuestros corazones se sientan seguros y que nos motivemos a estar preparadas para Su regreso.

Ante todo sabemos que Él regresará.  No hay incertidumbre acerca de eso. Sabemos que así como Su partida fue literal, visible y física, de igual manera será su regreso desde el cielo a la tierra; también será literal, visible y corporal. ¿No fue esto lo que dijo el ángel? «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo».   Apocalipsis  capítulo 1 versículo 7 dice  «todo ojo le verá, aun los que le traspasaron»   El regreso de Cristo a esta tierra será físico, literal y corporal.

Por las Escrituras conocemos que Su venida será repentina —como un relámpago, dijo Jesús en Mateo capítulo 24 versículo 27. Sabemos que será inesperada.  Lo leemos en 2 Pedro 3:4 y Mateo 24:44. Sabemos que cuando Él regrese será en gloria y poder. En múltiples versículos de las Escrituras se habla de ello. Vamos a echarle un vistazo a eso en un segundo.

Les invito a buscar en sus Biblias un pasaje maravilloso  sobre la segunda venida de Cristo que es clave, es 2da a los Tesalonicenses capítulo 1. Pudiéramos ir a muchos lugares, pero este era el pasaje que estaba en mi corazón mientras consideraba como compartir esta sesión sobre la segunda venida de Cristo. En realidad voy a leer el capítulo completo  —no es un capítulo largo —y haré algunas observaciones. Por supuesto Pablo le está escribiendo a la iglesia en Tesalónica poco tiempo después de que Jesús ascendió  al cielo.

Él dice, comenzando en el versículo 3,

Siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe aumenta grandemente, y el amor de cada uno de vosotros hacia los demás abunda más y más; de manera que nosotros mismos hablamos con orgullo de vosotros entre las iglesias de Dios, por vuestra perseverancia y fe en medio de todas las persecuciones y aflicciones que soportáis.

Pudiéramos hacer una sesión completa acerca de este párrafo. Encontramos características increíbles y evidencias de que este pueblo verdaderamente era el cuerpo de Cristo, de que ellos pertenecían a Cristo.  Tenían una fe que estaba creciendo abundantemente. Tenían un amor creciente el uno por el otro. No permanecían estáticos en su fe. Estaban creciendo espiritualmente, estaban madurando espiritualmente. Y Pablo dijo que tenían una fe firme en medio de sus persecuciones y aflicciones. Ellos estaban sufriendo por su fe, pero estaban perseverando.  Estas eran las evidencias de que pertenecían a Cristo.

Ahora, a ese grupo de creyentes, a esa iglesia, y a todas iglesias verdaderas de Cristo, a todos aquellos verdaderos creyentes, en el próximo párrafo Pablo les introduce el concepto de la segunda venida de Cristo. Estás aquí.  Estás creciendo en gracia y amor.  Estás perseverando.  Estás pasando por aflicción.  Pero ¿qué te puede mantener fiel cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Qué te puede hacer madurar cuando solo deseas tomarlo a la ligera y sin esfuerzo en el avance espiritual?

¿Soy yo la única en este lugar que tiene este sentimiento? Como de: «Oh estoy cansada de la santificación.  ¡Es muy difícil!»  No recomiendo esta actitud. Pero ¿Qué es lo que nos ayuda a seguir adelante en Cristo, creciendo y perseverando en los tiempos difíciles? Es la promesa de la segunda venida de Cristo.

Esto es lo que dice Pablo al principio del versículo 5 de 2da a  Tesalonicenses  capítulo1.

Esta es una señal evidente del justo juicio de Dios, para que seáis considerados dignos del reino de Dios, por el cual en verdad estáis sufriendo. Porque después de todo, es justo delante de Dios retribuir con aflicción a los que os afligen,  y daros alivio a vosotros que sois afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús.  

Estos sufrirán el castigo de eterna destrucción, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,  cuando Él venga para ser glorificado en sus santos en aquel día  y para ser admirado entre todos los que han creído; porque nuestro testimonio ha sido creído por vosotros.

Permíteme desglosar esto de una manera más simple. En el pasaje que acabo de leer, los versículos del 5-10, ¿pueden ver dos categorías de personas? ¿No es así? Primero están aquellos que no obedecen el Evangelio de nuestro Señor Jesús. Esa es una categoría. Aquellos que no se han arrepentido de sus pecados. Esa es una categoría.  La otra categoría es aquella a la que Pablo se refiere como Sus santos, aquellos que han sido santificados por Cristo, aquellos que han creído en Cristo. Aquellos que no obedecen el Evangelio y aquellos que son santos porque han creído.  Estas son las dos categorías de personas.

Vemos que hay dos resultados muy diferentes en cuanto a la venida de Cristo, dependiendo de a qué grupo perteneces. Déjame decirte que formas parte de uno de estos dos grupos.  Estás en uno o en el otro. El hecho de que seas un miembro de la iglesia no significa que pertenezcas al grupo de los santos que han creído en Cristo. Solo aquellos que han creído en Cristo son santos, esos que se han arrepentido de sus pecados y han puesto su fe en Cristo.  Si no has creído, entonces estás en la categoría de esos que han rechazado obedecer el Evangelio de Dios.

¿Cuáles son los dos  resultados diferentes? Para aquellos que están en la primera categoría que son no creyentes —aquellos que no han obedecido el Evangelio de nuestro Señor Jesús —este pasaje dice que ellos experimentarán la venganza  terrible, y la espantosa ira de Dios. Sufrirán el «castigo de la destrucción eterna, separados de la presencia del Señor y de la Gloria de Su poder.»

Hoy en día algunos círculos evangélicos cuestionarían esto diciendo que la destrucción y el castigo no  son eternos.  Este es uno de los pasajes que lo afirman más claramente, si el castigo es eterno, no termina nunca, un castigo y una destrucción interminable, lejos de la presencia del Señor y de la Gloria de Su poder. Aquellos que se encuentran en esa categoría, dice Pablo, que serán condenados con aflicción debido a la manera en que han afligido al pueblo de Dios.  Así que este es uno de los resultados de la segunda venida de Cristo.

Pensamos en la segunda venida de Cristo como algo glorioso y maravilloso. Y lo es, pero solo para los creyentes, solo para Sus santos.  Para aquellos que no han creído en el Evangelio de Dios, la segunda venida es algo a lo que se le debe tener pavor, algo a lo que se le debe de temer.   Pienso en ese antiguo himno: ¿En ese día, hacia donde huirás pecador? No habrá lugar donde esconderse, no habrá lugar donde correr. Solo condenación, maldición eterna y destrucción.

Pero qué diferente es el resultado para los que pertenecen a la segunda categoría, para aquellos  que son Sus santos que han creído en Cristo.  Dice que cuando Cristo regrese, Él será glorificado en Sus santos.  Él será admirado por  ellos. A esos santos se les concederá alivio por todas la aflicciones que han sufrido.

Existen aquellos que ahora afligen a los demás. Su pago llegará algún día.  Existen aquellos que ahora están afligidos. Su alivio llegará algún día. Puedes obtener tu alivio ahora o más tarde.  Para aquellos que ahora sufren por su fe en Cristo, Pablo dice que cuando Jesús  regrese, les concederá  alivio a aquellos que están sufriendo.

De manera que el cierra este capítulo diciendo:

Con este fin (a la luz de lo que hemos dicho) también nosotros oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os considere dignos de vuestro llamamiento y cumpla todo deseo de bondad y la obra de fe, con poder, a fin de que (este es el fin último) el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Uno de los pasajes bíblicos más claros respecto a que la venida de Cristo trae tanto juicio como salvación, ira y rescate de la ira, ira para aquellos que no han obedecido el Evangelio.  Si me estás escuchando hoy y nunca has obedecido el Evangelio, arrepiéntete.  Las Escrituras nos ordenan arrepentirnos y creer en el Evangelio, en que Cristo murió por ti y resucitó para que fueras justificada, para que cuando regrese, puedas experimentar alivio, gozo, la plenitud de la vida eternal y la bendición eterna en Su presencia.

Así que la segunda venida de Cristo será en muchos aspectos muy diferente a Su primera venida.  Mientras meditaba en ello el otro día, hice una lista de algunas de las comparaciones y diferencias entre la primera venida de Cristo, Su primera venida —la cual vimos en sesiones anteriores —y Su segunda venida.

  • La primera vez que Él vino, vino como un niño, que nació en un espacio y tiempo determinado, pequeño y débil.
  • Pero Él regresará como El Rey eterno, grande en fuerza y gloria.   
  • Cuando vino la primera vez, Su gloria fue cubierta y oculta de los ojos humanos.
  • Cuando Él venga la segunda vez, Su gloria brillará intensamente.
  • Su primera venida fue oscura. Fueron testigos de ella solo unos pocos pastores.  Pocos reconocieron quién era Él.
  • En Su segunda venida, todo ojo le verá a Él, todos conocerán quién es Él.
  • Vino primero como el Cordero de Dios.
  • Cuando Él vuelva lo hará como el León de la tribu de Judá.
  • En Su primera venida Él fue juzgado y condenado a morir por hombres pecadores.
  • Pero regresará como el Juez, para impartir justicia y juicio sobre todos aquellos que han rechazado arrepentirse de sus pecados.
  • La primera vez Él vino a esta tierra como Varón de Dolores.
  • Cuando Él regrese lo hará como el Dios Todopoderoso.
  • En Su primer adviento Él cabalgó hacia Jerusalén en un pollino de asno.
  • Cuando Él regrese cabalgará en un caballo blanco.
  • Cuando Él vino la primera vez, solo algunos se postraron ante Él para rendirle homenaje.
  • Cuando Él regrese toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor.
  • La primera vez Él vino a la tierra a morir.
  • La segunda vez Él viene a la tierra a reinar.
  • La primera vez Él vino como un humilde siervo.
  • La segunda vez Él vendrá como el comandante en jefe de los ejércitos celestiales.
  • La primera vez Él lavó los pies de Sus discípulos.
  • Cuando Él regrese todos Sus enemigos serán estrado de Sus pies.
  • La primera vez que vino Él  usó una corona de espinas.
  • Cuando Él regrese será coronado con muchas coronas, el Rey se sentará en Su trono.
  • Él vino la primera vez a establecer la paz entre Dios y el hombre.
  • Cuando el vuelva será para hacerle la guerra a aquellos que se han rebelado contra Él.
  • La primera vez vino como nuestro Salvador sufriente.
  • Él regresará  a reinar como nuestro Señor soberano.

Así que a la luz  de la promesa de Su segunda venida, las Escrituras nos dicen varias cosas. Nos dicen que debemos «amar Su venida» y añorarla (2 Timoteo 4:8). Esto significa que no debemos echar raíces profundas aquí en la tierra. Debemos mantener nuestros corazones desligados de este mundo y apegados al cielo.

Nos dice que debemos estar alertas, vigilantes y esperando Su retorno, dándonos cuenta que puede ser en cualquier momento (ver 2 Pedro 3:12-13). Debemos vivir vidas santas a la luz de la promesa de Su regreso (ver 1 Juan 3:3). Y además debemos servir y proclamar a Cristo  de manera celosa y fielproclamarlo  a los demás hasta que Él regrese, hasta que Él vuelva. (Ver Lucas 12:43).

Este no es solo un tiempo de espera.  No es un tiempo en suspenso.  Las Escrituras dicen que es un tiempo de anticipar con ansias, con prisa y anhelando, el día de Su venida —preparándonos a nosotros mismos y a los demás para ese gran día.

Cuando el general Douglas MacArthur fue obligado a dejar las Filipinas al inicio de la 2da Guerra Mundial para escapar de la ofensiva japonesa, el dio un corto discurso que terminó con la frase por la cual se hizo famoso: «Regresaré».

Más de dos años después, el 20 de octubre de 1944, el general MacArthur cumplió su promesa. Regreso victorioso a las Filipinas. Momentos después de desembarcar en Playa Roja, le habló con gran emoción al pueblo Filipino.

General Douglas MacArthur: Pueblo Filipino, he regresado.  Por la gracia del Dios todopoderoso nuestras fuerzas están de nuevo en pie en tierra filipina —una tierra consagrada con la sangre de nuestros dos pueblos.  Hemos vuelto, con dedicación, compromiso y con la tarea de destruir cualquier vestigio del control enemigo sobre su  pueblo… La hora de su redención ha llegado.

Nancy: Pues, hace 2000 años, el Señor Jesucristo, el gran general de nuestra fe, dejó este mundo en medio de una muy reñida batalla.  Cuando se fue Él hizo una promesa: «Regresaré».  Año tras año, generación tras generación de sus seguidores, se han aferrado a esa promesa, aun cuando parecía que el enemigo estaba ganando terreno.

Pero un día el cumplirá Su promesa,  Así como dice la Escritura: «cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención. (Lucas 21:28 NVI) Y ese día, la trompeta de Dios sonará, el hombre del caballo blanco aparecerá desde los cielos.  Y una vez más sus pies  se posaran sobre esta tierra. Destruirá de una vez y para siempre todo vestigio del control del enemigo sobre Su pueblo.  Y reinará por siempre y para siempre. Amén.

Leslie: Jesús regresará a esta tierra de nuevo.  Este es un mensaje de la serie, El Cristo incomparable.  Ha sido un estudio profundo y lleno de significado, que nos muestra quién es Jesús y lo que ha hecho por nosotras.

Hemos podido realizar este profundo estudio de Jesús gracias a las generosas ofrendas de nuestras oyentes.  Si aprecias la enseñanza que escuchas en Aviva Nuestros Corazones, ¿ofrendarías hoy para  apoyar el ministerio?

El número es 1-800-569-5959, o haz tu donativo en línea en AvivaNuestrosCorazones.com.

Una relación de intimidad. ¿Describe esto tu relación con Dios? Cada día nos acercamos más a Dios o nos alejamos más de Él.  Nancy te ayudará a perseguir la cercanía en la relación más importante de tu vida, el próximo lunes en Aviva Nuestros Corazones. Ahora Nancy regresa con nosotras para orar.

Nancy: Señor,  te damos gracias y te adoramos.  Tú eres el Cristo incomparable.  No hay nadie como Tú.  Gracias por estas semanas  en que hemos meditado en Ti; hemos reflexionado en Ti; hemos explorado los misterios inescrutables de quien Tú eres, de Tu grandeza, de Tu obra de redención a nuestro favor. Oh Señor, tan solo hemos tocado la superficie.  No hemos podido hacer justicia en cuanto a Tu grandeza.

Te agradecemos por haber tocado nuestros corazones y por haberte manifestado a nosotras. Nos has dejado con la esperanza y la gran promesa de Tu regreso. Haz que podamos seguir conociéndote y permite que otros Te conozcan a través de nosotros; que el mundo pueda ver, conocer,  adorar  y creer que verdaderamente Tú eres el Cristo incomparable.  Oramos en Tu santo Nombre. Amén.

 

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

Cristo Viene, Nimsy López, ¡A Propósito! ℗ 2012 Nimsy López.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

26/27 – El gran ministerio sacerdotal de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

26/27 – El gran ministerio sacerdotal de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/el-gran-ministerio-sacerdotal-de-cristo/

Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss te recuerda que Jesús está intercediendo por ti hoy.

Nancy Leigh DeMoss: Quiero que te quede claro — Él no es un Salvador del pasado, y esto no  se trata solo de que Él está vivo, de que  nosotros estamos aquí esperando poder ser rescatadas de este desastre y ser llevadas al cielo. ¡No! ¡Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!

Leslie: Este es Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Al inicio de la temporada de Cuaresma, Nancy comenzó una serie llamada El Cristo incomparable. Ella la está concluyendo esta semana, reflexionando en lo que Jesús está haciendo en estos momentos.

Nancy: Estoy muy agradecida por la manera en que el Señor ha estado utilizando la serie El Cristo incomparable en la vida de nuestras oyentes.  Permíteme leerte lo que una oyente escribió,  que fue muy alentador para mí. Ella dice:

Después de 25 años de tratar de cambiarme a mí misma con libros de autoayuda para ser una mejor persona, una mejor esposa, madre, etc. creo que finalmente entendí. ¡Todo lo que realmente necesitaba hacer era enfocarme en Cristo! Siento como si hoy me hubiera quitado de encima una enorme carga.

Así es, Cristo levanta las cargas. Él levanta tu carga. Él levanta las mías. Al mirar a Cristo, nuestras cargas son levantadas.

Hemos visto que Jesús murió, que se levanto de la tumba, que ascendió al cielo, y prometió que un día Él regresaría para llevarnos a estar con Él. Pero hoy quiero hacer esta pregunta: ¿Qué está Él haciendo mientras tanto? Es decir, ahora mismo, ¿Qué está haciendo Jesús?

Nosotras sabemos algunas cosas acerca de lo que Él está haciendo. Sabemos que Él está preparando un lugar para nosotros (ver Juan 14:3).  Que Él vendrá y nos llevará a ese lugar un día no muy lejano. Sabemos que Él está disfrutando de la íntima y gozosa comunión que tenía con el Padre antes de la fundación del mundo. Él está disfrutando esa comunión. Y, maravilla de maravillas, Él nos ha traído a ese círculo eterno, de la comunión y unión de la Trinidad. Esto no nos convierte en parte de la Trinidad, sino que nos han hecho participes de Su comunión.

Colosenses capítulo 3 lo dice de esta manera:

Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Porque habéis muerto [con Cristo], y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (vv. 1, 3).

No puedes estar más cerca de ahí al trono de Dios  —levantado, sentado con Cristo en los lugares celestiales, como leemos en el libro de Efesios. Y ahora Colosenses nos dice que nuestra vida esta “escondida con Cristo en Dios” —disfrutando esa comunión con el Padre, el  Hijo y el Espíritu Santo. Sabemos que Jesús es hoy la cabeza de Su Cuerpo, la iglesia. Apocalipsis capítulos 2 y 3 nos dicen que Él está “caminando entre los siete candelabros de oro” (las iglesias locales). ¿Y qué está haciendo?

  • Él está reinando.
  • Él está observando.
  • Él está guiando.
  • Él está supliendo.
  • Él está protegiendo.
  • Él está proveyendo.

Él tiene hoy este ministerio activo a favor de Sus iglesias. Él no es solo un distante y lejano gobernante que mira las cosas que están sucediendo aquí abajo en la tierra, pero tiene una vida totalmente diferente allá arriba en el cielo. Él está activamente comprometido con nosotros por Su Espíritu aquí en la tierra como Cabeza de Su iglesia.

Acabamos de pasar la Semana Santa y el Viernes Santo. Creo que la mayoría de nosotras estamos conscientes del trabajo realizado en el pasado por Cristo en la cruz a nuestro favor. Pero al ir trabajando en esta serie, he llegado a creer que muchas de nosotras vivimos sin reconocer conscientemente nuestra dependencia de un Salvador que está vivo y activo.

¿Con que frecuencia recordamos la cruz  —como deberíamos probablemente hacer más a menudo? La cruz excelsa  al contemplar…  Pensamos en Él que murió por nuestros pecados  —en tiempo pasado. Pero ¿qué pasaría si empezáramos a pensar en Él, no solo como el Salvador crucificado, sino como aquel que está vivo y actuando a nuestro favor hoy, ahora mismo, el Salvador que nos está sirviendo hoy?

Nos estamos perdiendo un de recurso increíble si no pensamos de esa manera. Necesitamos que se nos recuerde que Él no solo es el Salvador crucificado, sino que ascendió a los cielos. Él está sentado en el cielo, y hoy, por Su Espíritu, Él está presente con nosotros mientras nos reunirnos en Su presencia, para estar solos en comunión con Él.  Él está activamente trabajando a nuestro favor. No solo nos salvó  —en el  pasado  —en la cruz. Sino que también, de una manera gloriosa y maravillosamente nos sostiene y ministra nuestra vida diariamente, como un Sumo Sacerdote vivo.

En eso nos queremos enfocar hoy al acercarnos al final de esta serie El Cristo incomparable. Queremos hablar sobre el gran ministerio sacerdotal de Cristo a nuestro favor en el cielo.

Este es el enfoque de la mayor parte del libro de Hebreos. Quizás algún día, hagamos un estudio completo sobre esto. Fue difícil saber qué incluir y qué no incluir por lo mucho que  hay en el libro de Hebreos, pero en esta sesión, solo quiero que nos adentremos en algunos de estos pasajes que hablan de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo  —en como Cristo es nuestro Sumo Sacerdote.

El libro de Hebreos nos recuerda que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio del Antiguo Testamento. El sacerdocio del Antiguo Testamento fue solo una sombra, apenas un presagio, solo un vistazo del cual Cristo como nuestro Sumo Sacerdote es el cumplimiento.

También aprendemos en Hebreos que, a diferencia de los sacerdotes del Antiguo Testamento, Jesús no tenía pecados propios que expiar. Cuando los sumos sacerdotes ofrecían sacrificios, ellos tenían que ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados. Pero Jesús no tenía pecados propios que expiar (ver 7:26-28).

Aprendemos también en Hebreos que el sacerdocio de Jesús es permanente  —a diferencia del de los sacerdotes del Antiguo Testamento  —y además el de Jesús  dura para siempre. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento solo eran sumos sacerdotes mientras vivían. Cuando morían, era necesario un nuevo sumo sacerdote. Sin embargo, aprendemos que el sacerdocio de Jesús es para siempre a causa de Su resurrección y vida eterna. Hebreos capítulo 7 versículo 24 nos dice eso.

Hebreos también nos dice que Jesús tuvo que ser hecho completamente humano en todos los aspectos (excepto en el pecado) para representarnos como nuestro Sumo Sacerdote. Por eso es tan importante que nos aferremos no solo a la deidad de Cristo  —el hecho de que Él es Dios  —sino también a la humanidad de Cristo  —que Él se vistió de nuestra humanidad y se encarnó de manera permanente, un cuerpo humano permanente.  Él es permanentemente un miembro de la raza humana de modo que Él puede ser nuestro Sumo Sacerdote (ver 2:17).

También aprendemos que debido a que Jesús fue tentado como nosotros  —a pesar de que  nunca pecó; Él le dijo “No” todo el tiempo  a la tentación—pero el hecho de que fuera tentado y que tuviera que luchar con la tentación lo hace, para nosotros, un Sumo Sacerdote misericordioso (ver 4:15).

Vimos en la última sesión que Jesús está hoy sentado en el cielo. Permíteme leer un par de versículos en el libro de Hebreos. Ahora el punto de lo que estamos diciendo en este: tenemos tal Sumo Sacerdote, el cual se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Habiendo Cristo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios. (ver 8:1; 10:12).

Una vez más, tenemos a un Cristo incomparable quien es infinitamente superior a los sacerdotes del Antiguo Testamento, porque los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían tiempo de sentarse. Ellos estaban continuamente ocupados ofreciendo sacrificios, pero el sacrificio de Jesús fue suficiente para siempre. Así que no se requieren sacrificios adicionales  —  ¡nunca más! No hay condenación, ni culpa por el pecado.  Ha sido expiado de una vez y para siempre por el sacrificio de Cristo en la cruz. Es por eso que Él podía sentarse porque la obra redentora de amor ¡se hizo! ¡Está terminada!

Ayer comentamos que el hecho de que Él esté sentado no significa que sea sedentario. Él está activo. Él está presente. Él está trabajando aun cuando no podamos ver, sentir o percibir Su presencia. En este momento en el cielo y aquí en la tierra a través de Su Santo Espíritu, Él está trabajando realizando un gran ministerio sacerdotal a nuestro favor. Ahora, hablemos sobre ese trabajo. Una vez más, volvamos a los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento usaban un pectoral en el que estaban inscritos los nombres de las tribus de Israel —las  doce tribus.

Un día cada año — el Día de la Expiación — lees esto en Levítico 16  —el sumo sacerdote,  y solo el sumo sacerdote, y solo en ese único día, entraba al Lugar Santísimo — el lugar más santo, el santuario interior del tabernáculo o del templo. Nadie más podía entrar a ese lugar porque en ese lugar estaba Dios.  La gloria de Dios habitaba allí  —la presencia de Dios  —y los pecadores no podían acercarse a la santa presencia de Dios.

Ese santo lugar, ese Lugar Santísimo fue apartado del resto del templo por una gruesa y pesada cortina. La humanidad separada de Dios. Esa era la imagen que se pretendía comunicar. Entonces el sumo sacerdote una vez al año (esta fue una provisión que Dios había hecho en el Antiguo Testamento anticipando el último sacrificio de Cristo por nuestros pecados) ese sumo sacerdote entraría al lugar santísimo, representando al pueblo de Dios.

Cuando él iba al lugar santísimo, llevaba la sangre de un cordero expiatorio, y rociaba la sangre en la cubierta del Arca del Pacto, que era llamada el propiciatorio. De este modo, al poner la sangre derramada de un inocente cordero expiatorio, al esparcir esa sangre delante de Dios, él estaba intercediendo por el pueblo. Estaba confesando sus pecados.  Estaba clamando por la misericordia de Dios, basada en Sus promesas. Así que él representaba al pueblo de Dios, al llevar la ofrenda de sangre.

Cuando el sumo sacerdote salía, él representaba a Dios para el pueblo. Él bendecía al pueblo. Dios aceptaba el sacrificio, en  preparación para ese sacrificio que sería completamente aceptable, que fue el sacrificio del propio Hijo de Dios en la cruz. De modo que él era el representante del pueblo ante Dios cuando llevaba la sangre, y representaba a Dios delante del pueblo cuando salía dando el perdón, la paz y la bendición.

Bueno, en la cruz, Jesús sirvió de las dos maneras, como sacerdote para ofrecer sacrificio, y como el sacrificio mismo, al dar Su vida para la expiación del pecado. En Su ascensión, Jesús llevó Su ofrenda al Lugar Santísimo en el cielo  —el Lugar Santísimo en el templo aquí en la tierra era solo una imagen de ese templo celestial. Jesús ofrendó Su vida, Su sangre derramada, al Lugar Santísimo en el cielo, cuando ascendió a la diestra del Padre, y ofreció Su vida de perfecta obediencia y Su sacrificio por el pecado a nuestro favor.

Ahora, no puedo decirlo tan bien como lo dicen las Escrituras, así que déjame leerlo del Libro de Hebreos, capitulo 9 los versículos 6-7  —solo algunos versículos que nos muestran esta imagen:

Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto; pero en el segundo [esto es el lugar santísimo], solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.

Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, (no hecho con manos, es decir, no de esta creación) y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna. v.24 Porque Cristo no entró en el lugar santo  hecho por manos, una representación  del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros. (vv. 11, 12, 24).

Así que Él no solo murió en la cruz en nuestro lugar, sino que cuando ascendió al cielo, ofrendó Su vida perfecta, obediente, sin pecado y Su muerte sacrificial en la cruz, Él le llevó esa ofrenda y se la presentó a Dios, en la misma presencia de Dios a nuestro favor, como nuestro Gran Sumo Sacerdote.

Esto significa  varias cosas y  tiene una importancia increíble para nuestras vidas aquí en la tierra.

Primero, Él nos sirve como nuestro mediador en el cielo con el Padre hoy en día —Cristo es nuestro mediador.

Hebreos capítulo 12 dice, “Y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel” (v.24).

Primera a Timoteo capítulo 2: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre”. ¿Recuerdas que dijimos que Su humanidad era importante? Esa traducción podría ser: Cristo Jesús, Él mismo como hombre es el mediador entre Dios y el hombre. Ves, el mediador entre Dios y el hombre tenía que ser al mismo tiempo Dios y hombre. Solo Jesús, el Cristo incomparable, llena esa descripción. Él es el mediador entre Dios y el hombre, el hombre Cristo Jesús, “quien se dio a sí mismo en rescate por todos” (vv. 5-6).

Un mediador es aquel que interviene entre dos partes en conflicto. Solo Jesús, el Dios/hombre puede producir la unidad entre un Dios santo y un hombre pecador,  y restaurar la comunión y una buena relación. No hay ningún ser humano en esta tierra  —no importa cuántos títulos de seminario tenga  — no hay un ser humano que pueda hacer eso por nosotros. Solo Jesús, el Dios/hombre es el mediador entre Dios y el hombre.

Eso significa que podemos acercarnos al trono de Dios, a Su santa presencia personalmente. No tenemos que ir a través de ningún ser humano. No tenemos que ir a través de otra persona. Vamos a través de Cristo quien es nuestro mediador. Él nos lleva a la presencia de Dios. Podemos acercarnos con confianza, sin vergüenza,  vestidos únicamente con la justicia de Cristo, confiadamente de pie delante del trono del Dios Santo. Así que Él es nuestro mediador.

Y luego vemos que Él, como nuestro Sumo Sacerdote, nuestro abogado ante el Padre. Él aboga a nuestro favor.

Primera de Juan capítulo 2 lo dice de esta manera: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca…” ¿Alguien quiere levantar su mano aquí? Él dice, “Os escribo estas cosas para que no pequéis”.

Y tú dices, “Oh, bueno, ¿y qué de mí?”

“Bueno, si alguno peca…”

“Oh, está bien, esto es para mí. He pecado. Sí, ¿Entonces, qué tengo que hacer?

“Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (v.1).

Ves, Satanás actúa como un fiscal despiadado. Apocalipsis capítulo 12 nos dice “él es el acusador de nuestros hermanos” (v.10). Pero Jesús sirve, en cierto sentido, como nuestro abogado defensor. Él es quien defiende nuestro caso, y garantiza que seremos absueltos debido a Su muerte en la cruz en nuestro lugar.

Como dice Oswald Sanders, “Él aparece como nuestro abogado, no para apelar por clemencia sino para reclamar justicia por nosotros  —para reclamar a lo que tenemos derecho en virtud de Su sacrificio en el Calvario.” Satanás dice, “¡Ella debe morir!” Y eso sería cierto si no fuera por Jesús. Pero Jesús dice, “¡No! Yo ya he muerto”.

Satanás dice, “Ella merece sufrir la culpa, el dolor, las consecuencias y la condenación por ese pecado”. Y mi propia carne dice lo mismo, que yo merezco vivir con esa culpa, estar bajo el yugo, vivir bajo la condenación por un tiempo. “¡Oh, no lo puedo creer, lo hice otra vez!”

Pero Jesús dice, “¡No! Yo pagué el precio. Yo pagué la penalidad. Yo tomé la vergüenza. Yo tomé la culpa. ¡No hay más culpa! ¡Se acabó! Déjala entrar.” Él reclama justicia por nosotros aquí en la tierra. Él reclama lo que tenemos derecho en virtud de Su sacrificio en el Calvario. Y te damos ¡Gracias, gracias, Señor! Porque eres Abogado nuestro ante el Padre.

Y luego Él intercede ante el Padre a nuestro favor. Esto es parte de Su ministerio sacerdotal activo y permanente por nosotros en el cielo hoy. Quiero que te quedes con esto — Él no es un Salvador del pasado, y no se trata solo de que Él está vivo y de que nosotros solo estamos aquí  a la  espera de poder ser rescatados de este desastre y ser llevados al cielo. ¡No,  Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!

Cuando yo peco, Él está ahí ofreciéndole al Padre, Su sangre sacrificada, a Sí mismo y Su vida sin pecado. Cuando yo fallo, cuando tengo dudas, cuando le olvido, Él todavía está ahí fungiendo como mi Sumo Sacerdote, intercediendo ante el Padre en mi nombre.

Romanos 8 dice, “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió  —sí, más aun, el que resucitó  —el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (v.34)

Hebreos capítulo 7 versículo 25 dice, “Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”.

Eso es lo que Él está haciendo —intercediendo a nuestro favor.

Me encanta lo que Oswald Sanders dice en esta parte de su libro, “El Cristo incomparable”. Él dice:

Nuestro Sumo Sacerdote es capaz de salvarnos completamente. No hay ningún problema personal para el cual Él no tenga solución, ningún enemigo del cual Él no nos pueda rescatar, ningún pecado del cual Él no nos pueda liberar —porque Él vive perpetuamente para interceder por nosotros. . . No podríamos vivir la vida cristiana un solo día, si no fuera porque Él vive para interceder por nosotros.

A lo que yo añadiría esta reflexión: Y porque Él vive para interceder por nosotros, ¡no hay un día en que no podamos resistir y seguir adelante! Jesús está orando por nosotros sobre la base de Su sangre derramada, el sacrificio de Su vida sin pecado  —es un sacrificio aceptable—y porque Él está intercediendo por nosotros, podemos seguir adelante podemos perseverar.

Me encanta esa cita de Robert Murray M’Cheyne donde dice:

Si yo pudiera escuchar a Cristo orando por mí en la habitación de al lado, no temería a un millón de enemigos. Sin embargo, la distancia no hace ninguna diferencia. Él está orando por mí.

Es algo increíble que Él sea nuestro Sumo Sacerdote. He aquí como Hebreos habla acerca de nuestra respuesta a esto:

Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. (4:14-16).

Porque Él tomó nuestra humanidad y ha sido tentado como nosotros, se compadece de nosotros cuando somos débiles y tentados. Y porque Él nunca pecó, es capaz de ayudarnos cuando somos tentados. Nosotros necesitamos desesperadamente la gracia de Dios.

Mientras piensas en Jesús como nuestro mediador, como nuestro abogado, como nuestro intercesor, como nuestro Sumo Sacerdote celestial, hazte esta pregunta: Cuando me siento tentada, asustada, sola, enojada, luchando, deprimida, ¿Qué diferencia haría si yo estuviera consciente de lo que Él está haciendo de forma activa a mi favor en este preciso momento?

Así como tan hermoso lo dice este himno: 

Ante el trono celestial

Él intercede hoy por mí

Gran Sacerdote es Jesús

Quien por siempre vivirá

Y en Sus manos por Su amor

Mi nombre ya grabado está

Y mientras en el cielo esté

Nadie de Él me apartará

Nadie de Él me apartará  

 

Cuando he caído en tentación

De sentir condenación

Al ver al cielo encontraré

Al inocente quien murió

Y por su muerte el Salvador

Ya mi pecado perdonó

Pues Dios el justo aceptó

Su sacrificio hecho por mí

Su sacrificio hecho por mí

He aquí el Cordero Redentor

Quien al morir resucitó

El inmutable gran Yo Soy

El Rey de gloria y majestad

Unido a Él no moriré

Pues con Su sangre me compró

Mi vida escondida está

En Cristo Dios y Salvador

En Cristo Dios y Salvador

 

Leslie: Luego de ascender al cielo, ¿Qué ha estado haciendo Jesús? ¡Mucho!  Nancy Leigh DeMoss ha abierto nuestros ojos a todo lo que Jesús está haciendo por nosotras hoy en día.

Debido a la obra que hizo Cristo de una vez y para siempre en la cruz, puedes ser libre del legalismo. Puedes ser libre de condenación. No importa lo que estés enfrentando, no hay mayor fuente de esperanza que la próxima venida de Cristo. Mañana Nancy explorará Su promesa de regresar a la tierra. Por favor regresa a Aviva Nuestros Corazones.

 

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

Ante El Trono Celestial, Letty Guval, His Name Is Jesus / Su Nombre Es Jesús ℗ 2013 Letty Guval

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

 

25/27 –El ministerio de los 40 días

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

25/27 –El ministerio de los 40 días

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/el-ministerio-de-los-40-dias/

Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss, describe las apariciones que Jesús  hizo después de Su resurrección.

Nancy Leigh DeMoss: Es interesante el hecho de que estas apariciones no fueran llamativas, ni grandes. Jesús no estaba, en este momento, tratando de ser noticia de primera plana. La mayoría de estas apariciones fueron pequeñas, personales, encuentros íntimos con personas o con pequeños grupos.

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss, en la voz de Patricia de Saladín. Nancy continúa con la serie, El Cristo incomparable.

Nancy: He tenido que viajar mucho a través de los años a causa del ministerio. Pero soy una persona hogareña. Me gusta quedarme en casa. Acerca de viajar he dicho muchas veces, que no haría esto por nadie más que no fuera por el Señor Jesús. Pero lo he hecho por Él, y Él me ha bendecido. Pero cuando estoy viajando, fuera de la ciudad, estoy ansiosa por regresar a mi casa. Y a través de los años ha habido ocasiones, en las que me han retrasado el regreso, y me piden hacer otra parada o cumplir con otra responsabilidad. Tengo que decirte que es duro, porque quiero llegar a casa.

A mí me encanta servir, me encanta lo que el Señor me ha llamado a hacer. Pero también, me encanta dormir en mi propia cama. Y quiero llegar a casa. Pensé en esto cuando venía a hacer esta sesión de nuestra serie, El Cristo incomparable, y en lo deseoso en que después de Su resurrección, ¡Jesús debió de estar de regresar al cielo y ver a Su Padre!  Después de todo lo que Él había soportado, después de todo lo que había atravesado —desde el tiempo en que vino  a la tierra como un bebé, hasta hacerse hombre, Su vida adulta, Su ministerio, Su juicio, Su crucifixión—  después de toda esa prolongada separación física de Su Padre, cuán deseoso Él debió de haber estado de regresar a Su hogar.

Pero las Escrituras nos dicen que Él se quedó aquí en esta tierra por 40 días más después de Su resurrección—cinco semanas y cinco días. Bueno, eso pudiera parecer no mucho tiempo, pero cuando estás viajando y estás lista para regresar a tu hogar, puede parecer muchísimo tiempo. Pienso que este ministerio de Cristo durante los 40 días que pasaron entre Su resurrección y Su ascensión al cielo, nos muestran el corazón tierno y compasivo de Cristo. ¿Para qué o por qué pasar 40 días más en este mundo tan miserable  —quiero decir, quien quiere quedarse aquí cuando puedes estar en el cielo?

Pero a Él le importaban más sus discípulos que Él mismo. A Él le importamos más nosotros que Él mismo.  Él estaba más comprometido con la agenda y con el plan de Su Padre que con Su propia comodidad y Su propia agenda.  De hecho, Su agenda era la agenda de Su Padre. Él siempre dijo, «Yo vine a hacer la voluntad de mi Padre». Porque este período de 40 días  era parte de la voluntad de Su Padre, y por eso Él lo abrazó y lo completó.

Ahora, esa transición entre la resurrección y la ascensión dijimos que fue de 40 días. Y es algo interesante.

Pero ahora tenemos que preguntarnos. ¿Por qué Jesús se quedó en la tierra semanas después de Su resurrección? La respuesta obvia es que Su Padre quería que Él lo hiciera. Pero ¿por qué Dios no lo resucitó y lo llevó enseguida al cielo, de la tumba a la diestra del trono de Dios? ¿Cuál fue el propósito de esos días? ¿Qué hizo Él?

Permíteme pedirte que si tienes una Biblia, vayas al libro de los Hechos, capítulo uno. En el párrafo que abre el libro de los Hechos, encontramos el más breve resumen —en sólo tres versículos —que resume este ministerio de 40 días. Vamos a ver en la medida en que leemos en solo unos momentos, que esos 40 días no fueron un accidente. No fueron solo un paréntesis. Fueron una parte intencional del plan de Dios. Ten en cuenta que los discípulos acababan de perder a su amigo más querido y su Señor, por lo menos así pensaban. Él había muerto.  Estaban confundidos, estaban de duelo por su pérdida. Ellos pensaban que Él era el Rey, que había venido a traer el reino de Dios a la tierra, y ahora su Rey estaba muerto.

Ahora estaban recibiendo la palabra de la resurrección. Pero ¿cómo  creerían esto? ¿Cómo sabrían que era realmente cierto? Bueno Jesús usó este breve período de 40 días para alentar a Sus discípulos. Lo hizo principalmente de dos maneras que puedes ver en Hechos capítulo 1. Primero Él ministró a sus dudas proveyéndoles pruebas — pruebas sólidas — de Su resurrección, de que estaba realmente vivo. Y en segundo lugar, los preparó para el futuro durante esos 40 días. Les dio una esperanza, les dio una visión y la orden de marchar después de Su partida. Él utilizó este tiempo para darles  prueba de Su resurrección, y para prepararlos para el futuro.

Permíteme leer este párrafo de Hechos capítulo 1, y luego vamos a verlo por separado.

El primer relato que escribí, [refiriéndose al Evangelio de Lucas, porque ambos fueron escritos por el Dr. Lucas] Teófilo, trató de todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de que por el Espíritu Santo había dado instrucciones a los apóstoles que había escogido. A éstos también, después de su padecimiento, se presentó vivo con muchas pruebas convincentes, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles de lo concerniente al reino de Dios (Hechos 1:1-3).

Desglosémoslo ahora un poco:

Él proveyó pruebas o evidencias de Su resurrección durante esos 40 días. Las Escrituras afirman que fueron muchas pruebas. Se les presentó Él mismo a ellos, apareciéndoseles durante 40 días. La palabra prueba es una palabra fuerte en el lenguaje original.  Significa «prueba positiva»  «señal segura». Algunas traducciones dicen  «muchas pruebas convincentes» o «muchas pruebas infalibles».

Él usó esas semanas para construir la fe de Sus discípulos. Él los iba a dejar. Todo el futuro de Su misión dependía de que ellos  tuvieran confianza en que Él estaba vivo, que Él había vencido la tumba. Y no solo ellos tenían que tener confianza, ellos iban a tener que convencer a otros de que Él había sido crucificado, y de que este supuesto criminal, era el hijo de Dios que se había levantado de los muertos. Y eso no iba a ser fácil de vender. Así que primero ellos mismos tenían que estar seguros. Durante esos días, Jesús se presentó ante ellos con evidencias que no podían refutar.

Él hizo esto apareciéndose a ellos, como dice este pasaje ¿qué prueba mayor de la resurrección que el que ellos vieran a Aquél que ellos pensaban muerto, vivo y en persona? Él les dio evidencia física. Ellos vieron Su cuerpo físico. Era Su cuerpo glorificado. No era el mismo cuerpo, pero era reconocible. Pudieron ver las cicatrices de los clavos en Sus manos y en Sus pies. Lo vieron, lo tocaron, comieron y hablaron con Él. Él les dio evidencia física de Su resurrección.

Él lo hizo a través de múltiples apariciones, —apariciones después de la resurrección —a múltiples personas y en múltiples circunstancias. Tienes que poner los cuatro evangelios juntos para tener la lista completa de las  apariciones, y no es fácil armonizarlas, porque cada uno de ellos habla acerca de alguna aparición pero no de todas. Pero cuando las pones todas juntas parecen ser de 10 a 11 las apariciones después de Su resurrección.

Estas apariciones fueron impresionantes, porque ellos pensaban que Él estaba muerto,  pero es interesante el hecho de que estas apariciones no fueron llamativas ni grandes. Jesús no estaba, en este momento, tratando de ser noticia de primera plana. La mayoría de estas apariciones fueron pequeñas, personales, encuentros íntimos con individuos o con grupos pequeños. Por cierto, la mayoría sino todas fueron a creyentes en Cristo. Recuerda algunas de estas apariciones:

  • La primera aparición registrada, después de la resurrección fue a María Magdalena quien estaba perturbada y gimiendo fuera de la tumba. Como en muchas de las apariciones, puedes ver el tierno intercambio, y el estímulo personal que Jesús le da a esta mujer, esta mujer que amaba a Jesús tan profundamente y que había sido tan profundamente impactada por Su vida y por Su ministerio pero que estaba tan afligida por Su pérdida. Él viene y le ministra con tanta ternura en su dolor y lo puedes ver en  Marcos capítulo 16 en los versículos 9-10 y en Juan capítulo 20 versículo 11.
  • Luego tenemos otra aparición a María Magdalena, y a la otra María quienes estaban  regresando de la tumba vacía el día de la resurrección  y lees de esto  en Mateo capítulo 28 los versículos 9-10.
  • Luego se apareció a los dos discípulos que venían por el camino a Emmaus (  Lucas 24:13, y Marcos 16:12)
  • Y  también el asombroso encuentro con Pedro en Jerusalén que fue parte del proceso restaurador en su vida ( Lucas 24:34)
  • Otra aparición fue a los discípulos, en Juan capítulo 20 quienes estaban encerrados en una habitación en Jerusalén. ¿Recuerdas? En esa ocasión uno de los discípulos estaba ausente. Era Tomás— así que cuando él oyó acerca de esto tuvo mucha dificultad para creerlo y lo vemos Juan 20: de los versículos 19 al -23.
  • Pero la próxima vez que Jesús apareció fue a los 11 apóstoles en una casa. Él lo hizo a causa de Tomás, para asegurarse de que Tomás tuviera la misma evidencia, o la misma prueba de la resurrección (ver Juan 20: 26)
  • Y también está la aparición, en Juan capítulo 21, a los siete apóstoles que estaban pescando en el mar de Galilea (ver Juan 21: 1)
  • En 1ra. a los Corintios capítulo 15 dice que,  Él se le apareció a Su hermano Santiago, quien no había creído anteriormente, pero que se convirtió en un firme creyente  —uno de los líderes de la Iglesia, y el autor de la epístola de Santiago en el Nuevo Testamento (ver 1 de Corintios 15:7).
  • Después más de 500 personas le vieron al mismo tiempo.  Ese fue el grupo más grande del que sabemos. Pero la mayoría de ellos fueron encuentros mucho más personales e íntimos (ver 1 de Corintios 15:6)

En estos encuentros vemos que Jesús trata tierna y directamente con las dudas y con los temores de Sus discípulos. Por ejemplo, Lucas capítulo 24 dice:

Mientras ellos relataban estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Pero ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y Él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.

Y cuando dijo esto les mostró las manos y los pie Como ellos todavía no lo creían a causa de la alegría y que estaban asombrados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces ellos le presentaron parte de un pescado asado. Y Él lo tomo y comió con ellos. (vv. 36-42).

¡Más evidencia! Prueba de manera positiva la evidencia de que Jesús realmente estaba vivo.

Las pruebas eran convincentes. Eran indiscutibles. Tanto es así que los apóstoles nunca dudaron de nuevo,  desde el momento en que Jesús ascendió a los cielos.  Cuando lees el libro de los Hechos, ves esta poderosa y convincente, prédica persuasiva de la resurrección de Cristo. Ellos nunca más dudaron de esto. Predicaban con convicción porque Jesús se quedó el tiempo suficiente para darles prueba de Su resurrección.

Es interesante que en Hechos capitulo 1 versículo 3  dice “A éstos también, después de su padecimiento, se presentó vivo con muchas pruebas convincentes”, El hecho de que se haya presentando Él mismo a ellos después de haber sufrido era un recordatorio y una garantía de que el sufrimiento y la muerte no son el final.  Ves, ellos sufrirían también. Y Jesús los había llamado «a tomar su cruz y a seguirlo» (Mateo 10:38).  Pero ellos también tenían que compartir, después de haber sufrido,  Su resurrección.

Por lo tanto ellos podían proclamar a Cristo con valentía y sin temor incluso cuando se volvió ilegal hacerlo bajo el gobierno opresor de Roma. Porque lo peor que podía pasarles, ellos  sabían, era que podían morir. Pero aquí estaba Jesús frente a ellos como una evidencia de que ¡hay vida después de la muerte! La muerte no es el final.

Estoy tan agradecida de que Jesús proveyera esta prueba, de la evidencia de Su resurrección, no solo para Sus discípulos, sino como evidencia para las futuras generaciones de escépticos— los relatos de testigos oculares de la resurrección de Cristo son una de las grandes pruebas de la resurrección. Tenemos los testimonios.

Así que haciéndolo personal para nuestros propios corazones, se nos recuerda que Jesús está vivo.  Estamos llamadas a que desaparezcan nuestras dudas y nuestros temores.  Él se mostró vivo por un período de 40 días.  Lo nuestro es creer en la evidencia y recibir Su paz.

Así que Jesús durante estos 40 días dio pruebas de Su resurrección y preparó a Sus discípulos para el ministerio después de Su partida. ¿Cómo Jesús preparó a Sus discípulos para lo que les esperaba? Déjame sugerirte tres cosas que para mí sobresalen en estos recuentos después de la resurrección.

Primero, Él les proporcionó instrucción. Les estaba hablando acerca del reino de Dios. Éstas posiblemente fueron las cosas de las que Él les había hablado antes, pero que ellos todavía no habían entendido y comprendido. Y a medida que avanzas en el libro de los Hechos el capitulo 1 versículo 6 ves que aún estaban buscando algo terrenal, un reino político que los liberaría de los romanos. Pero Jesús les habla del reino de Dios, Su reinado y gobierno en el corazón de Su pueblo que transformaría las vidas y los hogares y que impactaría este mundo con Su Señorío. Él estaba tratando de instruirles en el significado real del reino de Dios.

Mientras lo hacía, les enseñaba las Escrituras. ¿Recuerdas los dos hombres en el camino a Emmaus que inicialmente no reconocieron a Jesús el día de la resurrección?  Dice, «Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras (Lucas 24:27). Él les señaló de nuevo la Palabra de Dios para instruirlos, a fin de prepararlos para proclamar el Evangelio después de que Él se fuera.

De nuevo vemos en Lucas capítulo 24 cuando se le aparece a los discípulos,

«Y les dijo: Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.45 Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras,46 y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día;» (Lucas 24:44-46).

Aquí están ellos, viéndole con sus propios ojos, pero Él les está diciendo que la cosa más segura que tienen, la evidencia más convincente, es lo que está escrito en las Escrituras. Yo estoy tan contenta de que tengamos esa Palabra, y de que Él nos haya dado Su Espíritu Santo para que ilumine nuestro entendimiento y nos enseñe cómo debemos trabajar en  el ministerio— como debemos contribuir a acercar Su reino a esta tierra. Así que la instrucción es parte de su preparación para sus futuros ministerios.

Y entonces, la misión, en esos 40 días, Él les confirmó lo que ellos tenían que hacer después de Su partida. Él les dijo, «21  como el Padre me ha enviado, así también yo os envío (Juan 20:21). Él los estaba enviando de la misma manera que el Padre lo había enviado a Él. Así que ¿cómo los estaba enviando? Los estaba enviando:

  • A vivir vidas santas, humildes, obedientes como Él lo había hecho.
  • A proclamar el reino de Dios como Él lo había hecho.
  • A llamar a la gente a arrepentirse y a creer en el Evangelio como Él lo había hecho.
  • A vivir en dependencia consciente de Su Padre celestial y el Espíritu Santo como Jesús lo hizo.
  • A vivir una vida de oración, de sacrificio y de servicio como Jesús vivió.

Ellos no debían solo  sentarse y hablar de los viejos tiempos y de lo que disfrutaron de las bendiciones de su relación con el Señor cuando Él estuvo aquí en la tierra. Porque entonces, si eso era cierto,  ¿por qué no llevarlos al cielo con Él?  Él se iba y los dejaba en la tierra con un propósito. Él les explicó esa misión.

Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,  enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19-20)

Él les dejó clara esta misión. Y les dice en Lucas capítulo 24:

Y que en Su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas (v. 47-48).

Esta era su misión, ser testigos. Ellos tenían que salir de su zona de confort. Había un arduo trabajo que hacer y un mensaje que proclamar.

Pues bien, Jesús nos ha dejado con una misión, con un mandato y un mensaje. Él va a regresar algún día, y en ese momento Él nos hará responsables de lo bien que hemos llevado a cabo nuestra misión en Su ausencia. Como Jesús dijo en Lucas  capítulo 12:  «Dichoso aquel siervo a quien, cuando su señor venga, lo encuentre haciendo así. (v. 43). ¿Seremos fieles cumplidores de la misión que nos ha encomendado hacer?

Durante ese período de 40 días, Jesús instruyó a Sus discípulos acerca del reino de Dios, Él les encargo una misión,  les dejó saber qué hacer. Luego hizo  provisión en la medida en que ellos eran dirigidos hacia el ministerio.

¿Cómo iban a cumplir su misión de proclamar Su Reino? Ellos tenían que  estarse preguntando «¿cómo vamos a poder hacer esto sin ti Jesús? Parece imposible.» El gobierno romano era tan grande, tan poderoso y tan opuesto a Cristo. Pues bien, en las últimas horas antes de Su crucifixión, Jesús les había prometido a los discípulos que cuando Él se fuera al cielo le pediría al Padre que enviara al Espíritu Santo. Ahora durante este período de 40 días, Él les recordó a ellos esa promesa y la provisión que les enviaría.

Puedes leer sobre esto en el último capítulo del Evangelio de Lucas y en el primer capítulo del libro de los Hechos.  Ambos libros fueron escritos por el doctor Lucas. Lucas  capítulo 24

Y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día… Vosotros sois testigos de estas cosas. Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto. (vv. 46-49).

¿Cuál era ese poder? El poder del Espíritu Santo. Ves lo mismo en Hechos capítulo 1 en el versículo 4

Y reuniéndolos, les mandó que no salieran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre: La cual, les dijo, oísteis de mí; pues Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días. pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (vv. 4-5, 8).

La venida del Espíritu Santo, la provisión prometida significaba que Jesús siempre estaría con ellos a través del Espíritu Santo que mora en nosotros. ¿No fue esto lo que Él dijo al final de Mateo capítulo 28?, «…y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (v 20)  Aquí Él se está preparando para partir. Pero Él les dice, «yo estaré siempre con ustedes.» Y eso fue por la provisión prometida del Espíritu Santo. Él no los enviaba a hacer esto de Su cuenta. Él no nos envía a servirle por nuestra propia cuenta.

¿No estás consciente, como yo lo estoy,  cuando el Señor nos pide servirle de diferentes maneras lo débiles e inadecuadas que somos? ¿Y cuán grande es nuestra necesidad de provisión, del poder del Espíritu Santo, del poder del Espíritu Santo y el aliento de que Dios ha dispuesto los recursos para ayudarnos a llevar a cabo Su misión y mandato de vivir nuestras vidas en el Espíritu Santo y la presencia de Cristo?

A lo largo de estos 40 días, Él le  recordó a Sus discípulos que la ventana de oportunidades no sería eterna —que había un tiempo limitado en el cual ellos estarían sirviéndole a Él y extendiendo Su reino de esta manera. Él les dijo a ellos, hagan  esto «hasta que yo vuelva» (Juan 21:22) «hasta el final  [la consumación] de los tiempos» (Mateo 28:20). Él les dejó saber que había un período de tiempo definido en el que ellos tendrían que completar su llamado.

El reto para los discípulos, y para nosotras hoy, es vivir para lo que realmente tiene importancia. No para nuestros programas, metas, agendas, sino para Él. Redimiendo el tiempo. Porque como Jesús dijo llegará la noche cuando nadie podrá trabajar. Y  cuán agradecidas debemos estar por esos 40 días de que Jesús se tomó esos días para proporcionarnos las pruebas de Su resurrección, para preparar a Sus discípulos para la tarea que tenían por delante dándoles instrucciones, un sentido de misión, la comisión de lo que tendrían que hacer  y luego Su provisión divina para este llamado.

Leslie: Nancy Leigh DeMoss ha estado explicando un asunto importante: ¿Por qué Jesús se quedó 40 días en esta tierra después de haber resucitado de entre los muertos? Toda la serie, El Cristo incomparable, ha sido así. Nancy ha hecho preguntas que nunca antes consideré. Las respuestas nos han dado un conocimiento mucho más profundo de Quien es Cristo.  La enseñanza nos ha ayudado a apreciar de manera diferente la obra que Él ha hecho.

Podemos hacer que el programa les llegue cada día gracias a las donaciones de nuestras oyentes. Llámanos si Dios te dirige a darnos una ofrenda; al número 1-800-569-5959. Puedes llamar desde los EE UU o Canadá. Cuando llames especifica que deseas que se aplique tu ofrenda al ministerio en Español.  También puedes hacer tus donaciones en línea al visitar AvivaNuestrosCorazones.com.

Bueno, 40 días después de haber resucitado de entre  los muertos,  Jesús ascendió al cielo. La mayoría de las iglesias no dan tanta importancia a este evento.  ¿Realmente Importa? En el día de mañana, Nancy analizará esta pregunta.  Por favor regresa con nosotras a Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

«Las apariciones del Cristo Resucitado» Sermón por Doremus A. Hayes, en Grandes Sermones sobre Cristo, Vol. 3: La Resurrección de Jesús, (Grand Rapids: Baker, 1991), Wilbur M. Smith, ed., 63 (citando «Westcott»).

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

24/27 – Reflexionando sobre la cruz

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

24/27 – Reflexionando sobre la cruz

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/reflexionando-sobre-la-cruz/

«Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de  cruz”  (Filipenses 2:8)

Leslie Basham: Este es su programa Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia Saladin. Te invitamos a que de forma pausada reflexiones en los eventos que sucedieron ese Viernes Santo. Hoy estaremos explorando varios textos de la Escritura que, unidos entre sí, nos cuentan acerca de esta importante historia, así que vamos a escuchar y dejar que la Palabra lave nuestros corazones.

«Le llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido significa: Lugar de la Calavera. Y trataron de darle vino mezclado con mirra, pero Él no lo tomó. Cuando le crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para decidir lo que cada uno tomaría. Era la hora tercera cuando le crucificaron”. (Marcos 15:22-25)

«Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a Las Escrituras». (1 Corintios 15:3)

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: maldito todo el que cuelga de un madero”  (Gálatas 3:13).

«Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21).

“Pilatos también escribió un letrero y lo puso sobre la cruz. Y estaba escrito: Jesús el Nazareno, El Rey de los Judíos. Entonces muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, en latín y en griego. Por eso los principales sacerdotes de los judíos decían a Pilatos: No escribas, «el Rey de los judíos»; sino que Él dijo: «Yo soy Rey de los judíos.» Pilatos respondió: Lo que he escrito, he escrito”. (Juan 19: 19-22)

«Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Porque a duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8)

«Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23:33-34a)

«En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7).“Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida”. (Romanos 5:9-10)

Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero”. (1 Juan 2: 1-2)

“Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una parte para cada soldado. Y tomaron también la túnica; y la túnica era sin costura, tejida en una sola pieza.  Por tanto, se dijeron unos a otros: No la rompamos; sino echemos suertes sobre ella, para ver de quién será; para que se cumpliera la Escritura: REPARTIERON ENTRE SÍ MIS VESTIDOS, Y SOBRE MI ROPA ECHARON SUERTES (Juan 19:23-24)

«Por cuanto todos pecaron y no alcanzaron la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús”. (Romanos 3:23-26)

«Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz. De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de Él, decían: A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en Él. EN DIOS CONFÍA; QUE le LIBRE ahora SI ÉL LE QUIERE; porque ha dicho: «Yo soy el Hijo de Dios.»En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con Él”.  (Mateo 27:39-44)

«Los soldados también se burlaban de Él, acercándose y ofreciéndole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo” (Lucas 23:36-37)

«Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: Que se encomiende al SEÑOR; que Él lo libre, que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita”. (Salmo 22:6-8)

“Esperé compasión, pero no la hubo; busqué consoladores, pero no los hallé.Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmos  69:20-21)

“Y uno de los malhechores que estaban colgados allí le lanzaba insultos, diciendo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! Pero el otro le contestó, y reprendiendo le, dijo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena? Y nosotros a la verdad, justamente, porque recibimos lo que merecemos por nuestros hechos; pero éste nada malo ha hecho. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23:39-43)

«Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu”. (1 Pedro 3:18).

“Y junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, la mujer de Cleofás, y María Magdalena. Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo! Después dijo al discípulo: ¡He ahí tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa. (Juan 19:25-27).

“Y Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).

“Cuando llegó la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: ELOI, ELOI, ¿LEMA SABACTANI?, que traducido significa, DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO? Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Mirad, a Elías llama. Entonces uno corrió y empapó una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si Elías viene a bajarle”  (Marcos 15:33-36).

“Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las que están en los cielos. Y aunque vosotros antes estabais alejados y erais de ánimo hostil, ocupados en malas obras; sin embargo, ahora Él os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte, a fin de presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de Él” (Colosenses 1:19-22).

Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo*: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y se la acercaron a la boca. Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.” (Juan 19:28-30)

Y ciertamente todo sacerdote está de pie, día tras día, ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Él, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, SE SENTÓ A LA DIESTRA DE DIOS, esperando de ahí en adelante HASTA QUE SUS ENEMIGOS SEAN PUESTOS POR ESTRADO DE SUS PIES. Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados. (Hebreos 10:11-14)

“Sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo” (1 Pedro 1:18-19).

“Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46).

“Así que, por cuanto los hijos participan de carne y sangre, Él igualmente participó también de lo mismo, para anular mediante la muerte el poder de aquél que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo,y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida” (Hebreos 2:14-15).

“En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:9-10).

“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos. El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:51-54).

“Porque convenía que tuviéramos tal sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores y exaltado más allá de los cielos, que no necesita, como aquellos sumos sacerdotes, ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo” (Hebreos 7:26-27).

“…y no para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra al Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario sufrir muchas veces desde la fundación del mundo; pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo. Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio, así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan”  (Hebreos 9:25-28).

“Los judíos entonces, como era el día de preparación para la Pascua, a fin de que los cuerpos no se quedaran en la cruz el día de reposo (porque ese día de reposo era muy solemne), pidieron a Pilatos que les quebraran las piernas y se los llevaran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y también las del otro que había sido crucificado con Jesús; pero cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua. Y el que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis. Porque esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: NO SERÁ QUEBRADO HUESO SUYO. Y también otra Escritura dice: MIRARÁN AL QUE TRASPASARON” (Juan 19:31-37).

“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro,  fue despreciado, y no le estimamos. Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores;con todo, nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Mas Él fue herido por nuestras transgresiones,  molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió Él su boca. Por opresión y juicio fue quitado; y en cuanto a su generación, ¿quién tuvo en cuenta que Él fuera cortado de la tierra de los vivientes por la trasgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida? Pero quiso el SEÑOR quebrantarle, sometiéndole a padecimiento.  Cuando Él se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación, verá a su descendencia, prolongará sus días,  y la voluntad del SEÑOR en su mano prosperará. Debido a la angustia de su alma, Él lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos, porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue contado,  llevando Él, el pecado de muchos, e intercediendo por los transgresores (Isaías 53:3-12).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:16-18).

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Juan 3:36).

“El cual no cometió pecado, ni engaño alguno se hallo en Su boca; y quien cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a aquel que juzga con justicia” (1 Pedro 2:22-23).

Pero vemos a aquél que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios probara la muerte por todos. Porque convenía que aquél para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos (Hebreos 2:9-10).

 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay , oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Y los cuatro seres vivientes decían: Amén. Y los ancianos se postraron y adoraron (Apocalipsis 5:11-14).

Canción:

Digno y Santo, el Cordero inmolado en la cruz
Nuevo canto levantaremos al que en Su trono está

Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso
Quien fue, quien es y quien vendrá
La creación te canta: Hosanna al Gran Yo Soy, Tú eres mi todo y yo te adoraré

De un arcoíris estás vestido
Tu voz resuena como los truenos
Recibe honor y gloria, poder y majestad
A ti, al único Rey

Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso
Quien fue, quien es y quien vendrá
La creación te canta: Hosanna al Gran Yo Soy, Tú eres mi todo y yo te adoraré

Tan grandioso, asombroso, con solo decir: Jesús
Cristo tu nombre es grande, fuente inagotable
Tu misterio glorioso es

Santo, Santo, Santo, Dios todopoderoso
Quien fue, quien es y quien vendrá
La creación te canta: Hosanna al Gran Yo Soy, Tú eres mi todo y yo te adoraré

Leslie: En este día hemos estado dejando que la Palabra de Dios sature nuestros corazones. Puedes encontrar las referencias a toda la Escritura que hemos acabado de escuchar visitando nuestra pagina www.avivanuestroscorazones.com. Solo tienes que hacer un clic en el tema de hoy y leer toda la transcripción del programa.

Espero que tengas un resto de la semana lleno de significado, recordando la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor. Te esperamos el lunes, en la próxima entrega de Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

1Kari Jobe. «Revelation Song.» Kari Jobe. Gateway Create Publishing, 2009.

Digno y Santo, Natalie Billini, Aquí Estoy ℗ 2010 Natalie Billini; O Sacred Head, Now Wounded, Our Daily Bread, Symphonic Hymns (Vol. 16) ℗ 2006 Discovery House Music; O the Deep, Deep Love of Jesus, Our Daily Bread, Hymns of the Night (Vol. 4) ℗ 2000 Discovery House Music; When I Survey the Wondrous Cross, Our Daily Bread, Hymns of the Night (Vol. 4) ℗ 2000 Discovery House Music.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

23/27 – El silencio majestuoso de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

23/27 – El silencio majestuoso de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/el-silencio-majestuoso-de-cristo/

Nancy Leigh DeMoss: Cuando estás segura de quien eres y del llamamiento que has recibido, no necesitas hablar mucho. He visto esta cualidad en pocas personas —no en muchas— pero sí en algunas mujeres cristianas. Ellas no tienen que defender lo que hacen. No necesitan hablar mucho—aun en ocasiones incómodas en que son mal entendidas por miembros de su familia o por sus amigos. Ellas simplemente viven la vida.

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss, en la voz de Patricia Saladín. Nancy continúa enfocándose en Jesús, en la serie llamada, El Cristo incomparable.

Nancy: En el programa anterior dimos un vistazo al juicio de Jesús—tanto al juicio judío como al juicio romano. Uno de los detalles que más me asombra de esos juicios es la manera en que Jesús se condujo a Sí mismo, con esa increíble calma, dignidad y dominio propio; especialmente cuando lo contrastas con la conducta de Sus acusadores, de Sus oponentes, quienes eran Sus enemigos y estaban enojados, determinados a deshacerse de Él hasta hacerlo morir. El contraste entre ambos es realmente marcado.

Quiero extenderme a otra sesión sobre el juicio de Cristo y simplemente estacionarme en un aspecto del mismo. El juicio fue relevante por las pocas palabras que Jesús dijo, pero lo fue más aun por lo que no dijo. Repetidamente—y me niego a creer que este fuera un incidente fortuito—Los evangelios registran que Jesús permaneció en silencio delante de Sus enemigos—Oswald Sandersen en su libro, El Cristo incomparable lo llama el majestuoso silencio de Cristo.

Permíteme leerte unos pasajes que lo evidencian. Iniciemos en el juicio a Jesús ante las autoridades Judías, estoy leyendo en Marcos capítulo 14

“Y los principales sacerdotes y todo el concilio [esto es el Sanedrín], procuraban obtener testimonio contra Jesús para darle muerte, pero no lo hallaban. Porque muchos daban falso testimonio contra Él, pero sus testimonios no coincidían. Y algunos, levantándose, daban falso testimonio contra Él, diciendo: Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este templo hecho por manos, y en tres días edificaré otro no hecho por manos’.  Y ni siquiera en esto coincidía el testimonio de ellos.” (vv. 55-59).

A estas alturas, el sumo sacerdote ve que su caso está como perdido, de manera que él intenta provocar al mismo Jesús para que se incrimine a sí mismo, testificando en Su propia contra; y sin lugar a dudas, el sumo sacerdote lo incita a pesar de saber que su artimaña está prohibida por la ley judía. Sin duda alguna el sumo sacerdote lo sabía.

Así que Marcos capítulo 14 versículo 60 dice,  Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y le preguntó a Jesús diciendo, ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? [Esperando que cualquier palabra que respondiera lo incriminara] y he aquí el versículo  61,  Mas Él callaba y nada respondía. . .

Pero ahora avancemos rápidamente a Mateo capítulo 27, el juicio  ante Pilato,

“Y al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió. Entonces Pilatos le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? [ es como que Pilatos le ruega a Jesús que diga algo en su defensa para liberarlo] Y Jesús no le respondió ni a una sola pregunta, por lo que el gobernador estaba muy asombrado.” (vv. 12-14).

Ya son dos ocasiones, y ahora viene la tercera, Jesús ante Herodes en Lucas capítulo 23.

Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento; porque hacía tiempo que quería verlo por lo que oía acerca de Él, y esperaba presenciar algún milagro que hiciera Jesús [el quería algo de entretenimiento].  Lo acosó con muchas preguntas,(¿quién hablo muchas palabras? Herodes), dice pero Jesús no le contestaba nada. ¿No es eso un contraste aquí? Herodes no puede dejar de hablar, y en cambio Jesús no empieza a hablar. Jesús no responde a sus cuestionamientos. Y  allí estaban también los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, acusándolo con vehemencia. (vv. 8-10 NVI).

Pienso que a veces, tenemos en mente imágenes preconcebidas sobre cómo pudo haber pasado todo esto del juicio. Podríamos  olvidar que estas no eran audiencias muy tranquilas y muy decorosas. Por el contrario, había una tensión creciente. Había un clamor, ira , gritos, confusión, sangre y más sangre. Jesús, durante este tiempo, había sufrido crueles abusos, golpes, burlas dirigidas en Su contra por los soldados romanos y por una muchedumbre sedienta de sangre. Los acusadores de Jesús estaban airados y fuera de sí. Estaban fuera de control, y por ende al final  se formo un caos, como si el mismo infierno  desatara su furia sobre el inocente Hijo de Dios.

Y es en ese contexto de clamor que el silencio de Jesús es aún más sorprendente. La mayoría de las personas si sienten que sus vidas están amenazadas—justa o injustamente—tienden por lo menos a asustarse, tal vez a sentir terror. Si no les queda nada por hacer, por lo menos hablan en un intento por salvar su pellejo.

Cualquier otra persona que estuviese siendo juzgada por un delito que implicara la pena capital, y sabiéndose inocente, trataría intensamente de presentar su mejor defensa. Habría arrojado toda la evidencia posible de su inocencia. Insistiría en la comprobación del testimonio de los testigos. Habría apelado a cualquier autoridad y corte posible para conseguir una  vindicación.

Al pensar en ello, recuerdo  que de alguna  manera mucho menos intensa, en ocasiones yo he sido atacada y falsamente acusada. Mi impulso natural en esos momentos es el de hablar hasta por los codos para defenderme, si no podía hablar con la persona que me malentendió o que me acusó falsamente, lo haría con todos los demás. Y creo que ustedes saben de lo que estoy hablando.

Pero mira la diferencia de El Cristo incomparable, nadie es como Él. Al poner de manifiesto Su extraordinaria fuerza y Su dignidad, Él no se resiste; Él no grita para defenderse de las falsas acusaciones; no insulta a Sus enemigos; no defiende Su inocencia; no expone las mentiras de Sus acusadores, y no apela a un tribunal superior.

Es increíble cuando lo piensas; que Aquél que es la Palabra, la Palabra Viva, Él que con solo con Su Palabra llamo al mundo a la existencia, El que sostiene al mundo con Su poder, no habló ni una sola palabra para salvar Su propia vida. No tuvo nada malo que decir de Sus enemigos. Él no tuvo nada malo que decir acerca de Su Padre Celestial, cuya voluntad fue que Él sufriera y muriera. Él guardó silencio.

Ahora,  podemos ver a hombres enfrentar la muerte estoicamente. Pero éste no fue un asunto de estoicismo, esto no fue un asunto de ser estoico, ni tampoco fue un silencio de ira o de enojo. Más bien, por lo que  he meditado, lo veo como un silencio de sumisión total a la voluntad del Padre. Tal como lo dice Mathew Henry en su comentario de Isaías capítulo 53, “Él se mantuvo en posesión de Su propia alma”.

Esto es una evidencia de lo que hemos estado hablando en estos días, de la humildad y de la serenidad de Cristo. Aquí las vemos vívidas en todo su esplendor. Él no tuvo que luchar o esforzarse. No peleó por Su derecho a ser tratado como Dios, o al menos a ser tratado con justicia como a cualquier  ser humano.

Cuando estás segura de quien eres y del llamamiento que has recibido, no necesitas hablar mucho. He visto esta dignidad en pocas personas —no realmente en muchas— pero si en algunas mujeres cristianas. Ellas no tienen que defender lo que hacen. No necesitan hablar mucho—aun en ocasiones incómodas en que son mal entendidas por miembros de sus familias o por amigos. Ellas simplemente viven la vida. Y al hacerlo reflejan el corazón y el Espíritu de Cristo.

¿De dónde le vino esa calma y esa serenidad a Jesús mientras permanecía en silencio y de pie en ese juicio? Bueno en las pasadas sesiones  vimos a Jesús angustiado en el Huerto de Getsemaní, suplicar al Padre en oración que lo librara de tener que tomar la copa del pecado, del sufrimiento y de la muerte. Pero luego de haber confirmado que esa era la voluntad de Su Padre, después de haber sido fortalecido a través de la oración, Él sale del huerto sereno, sereno, decidido a no pedir ni una vez más la salvación de Su vida, y nunca perdió el control o golpeó a Sus enemigos.

Pienso en lo diametralmente opuesta que es esa postura a la forma en que usualmente manejamos nuestras tribulaciones. Pasamos poco o casi ningún tiempo hablando con nuestro Padre Celestial al respecto, más bien luchamos con Él para entender Sus propósitos, para lograr alinear nuestro corazón con Su voluntad, y para obtener Su perspectiva. Pero en cambio no cesamos de hablar con cualquiera que nos escuche sobre nuestra aflicción. Escribimos con enojo mensajes de textos y correos electrónicos. Rápidamente les explicamos  a los demás que hemos sido tratadas injustamente. Te lo digo, porque yo lo he hecho. Yo lo he hecho.

Luchamos contra quienes nos mal interpretan o nos difaman, intentando reivindicarnos a nosotras mismas,  exponiendo a nuestros adversarios, y presentándonos de la mejor manera posible. “Mi esposo,” “Mis niños,” “Mi patrón,” “Mi pastor,” “Mi ex” lo que sea— le decimos a los demás, lo que hicieron. Jesús solo le contó Sus preocupaciones a Dios,  las dejó en Sus manos y se fue sereno y decidido a Su juicio.

Me pregunto ¿Qué tan semejante a Cristo reaccionaríamos —serenas y decididas— ante la presencia de la maldad y de la gente malvada si fuéramos primeramente ante Dios y trabajáramos las cosas con Él?

El silencio de Jesús tuvo que haber desconcertado a quienes lo estaban juzgando. Indudablemente, jamás habían experimentado antes algo así. Ellos estaban acostumbrados a que se les rogara y que se arrastraran ante ellos; eso los hacía sentirse en control. Pero el silencio de Cristo fue de hecho un desafío a su autoridad.

Oswald Sanders dice en el libro que hemos estado analizando, “El Cristo incomparable” que

“Tanto por Sus palabras como por Su silencio, Jesús dejó en claro que eran Herodes y los judíos los que estaban ante Él y no Él ante ellos.” Y ellos debieron percibirlo. Yo pienso que por esto fue que Pilatos estuvo tan intranquilo y su esposa estuvo inquieta; porque entendieron “Nosotros no somos quienes lo estamos juzgando, sino Él a nosotros.”

¿Qué hacer con un hombre que no responde a la provocación, que se resiste a defenderse a Sí mismo, o a arremeter contra Sus acusadores? Sabemos que Jesús no estuvo completamente callado durante Su juicio;  Él habló en ocasiones. Por ejemplo en Mateo en el capítulo 26 en el versículo 63.  el sumo sacerdote le hizo una pregunta directa: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas ¿si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios? Sabiendo que Jesús estaba bajo juramento santo, y que legalmente estaba obligado a contestar. En 1ra a Timoteo capítulo 6 versículo 13 dice, “. . . de Cristo Jesús, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato. . .” Él nunca negó la verdad por lo que dijo ni por lo que no dijo.

Pero las pocas veces que Jesús habló, estuvo completamente en control. Solamente habló cuando fue mandado por Dios que necesitaba hablar. Él sabía cuándo hablar, y cuándo permanecer en silencio. El problema con nosotras es que nosotras hablamos cuando deberíamos permanecer calladas y nos callamos cuando debiéramos hablar. Creo que un claro indicador de cuándo debemos hablar  cuando somos acosadas o mal entendidas, es determinar  si es nuestro honor o el honor de Dios el que está en juego. Ahí hay una gran diferencia.

Quiero sugerirte algunas de las  razones por las que creo que Jesús permaneció en silencio ante Sus enemigos. Esas razones nos brindarán una mayor comprensión en cuanto al propósito de Su vida y de Su muerte. Nos ayudarán a entender mejor lo que significa ser un seguidor de Cristo y cómo responder cuando somos falsamente acusadas o tratadas injustamente. Las razones por las que Cristo guardó silencio, son primero, 

1. Ya había hablado. Durante tres años había dicho todo lo que necesitaba ser dicho—Su tiempo de enseñar, de entregar mensajes, de compartir la Verdad había pasado. Ahora era el tiempo del silencio. No tenia caso arrojar las perlas de Verdad ante aquellos que no tenían un corazón para la Verdad.

2. Él sabía que era inocente, y que las acusaciones eran falsas. Es como si alguien te dijera que tú eres una rana. Tú te reirías de lo ridículo que es eso. Nada podría estar más lejos de la verdad. Cuando acusaron falsamente a Jesús, fue tan absurdo. Cuando ves las acusaciones falsas desde esta perspectiva, esas acusaciones se tornan inofensivas.

3. Jesús rehusó defenderse a Sí mismo de esas absurdas acusaciones porque en Su corazón reinaba el supremo plan de Dios. Después de todo, Él había declarado en Juan capítulo 10 versículo 18, “Nadie me la quita (mi vida), sino que yo la doy de mi propia voluntad. Jesús sabía que aquí había un plan. Así que en vez de resistirse, Él abrazó el plan de Dios, la voluntad de Dios. Y otra razón por la que Jesus guardó silencio frente a Sus enemigos la vemos en el versículo de Ira de Pedro capítulo 2 que dice que “Cuando le ultrajaban, no respondía ultrajando; cuando padecía, no amenazaba, sino (aquí está la razón) que se encomendaba a Aquél que juzga con justicia” (1ra de Pedro 2:23).

Al no arremeter contra Sus acusadores, Jesús estaba diciendo, mi vida no está en sus manos, mi vida esta en las manos de Dios. Él confiaba en que DIOS en última instancia lo reivindicaría con justicia y les traería su recompensa a los hacedores de maldad.

La semana pasada, recibí un correo electrónico de una amiga cuyo esposo acababa de ser despedido de su empleo la noche anterior, después de haber trabajado 35 años en la misma compañía. Desde la perspectiva de mi amiga, el fue tratado injustamente por su empleador. Ella me dijo. Estamos pasando por las circunstancias descritas por Pedro, “. . . que si por causa de la conciencia ante Dios, alguno sobrelleva penalidades sufriendo injustamente. . . para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis Sus pisadas, (1ra Pedro 2:19 y 21). Ese es el corazón de Cristo. Cristo sufrió sin maldecir, sin amenazar, porque Él se encomendaba a Dios que juzga con justicia.

5. El silencio de Cristo manifestó el cumplimiento de la profecía mesiánica del Antiguo Testamento. En Isaías capítulo 53, tenemos el himno del siervo sufriente. Dice así, el versículo 7 de ese pasaje

“Fue oprimido y afligido [sabemos que Jesús soportó injusticia, humillación e intenso abuso, físico, verbal, mental y espiritual] Él fue oprimido  pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió Él su boca.” (v7).

Creo que una de las razones por las que Jesús guardó silencio es que Él siempre deseo que las Escrituras se cumplieran. Al permanecer en silencio, esta profecía del Antiguo Testamento se cumplió.

Este pasaje también habla de la gentil y callada naturaleza de las ovejas. Cristo, el Cordero de Dios, se sometió callada y voluntariamente a la muerte. Era la voluntad del Padre. Era necesario que sufriera y muriera por nuestra redención. Así que encontramos en Juan capítulo 18 versículo 11 encontramos a Jesús diciendo,

“. . .La copa que El Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber? Hay una mansa y tranquila resignación, a la voluntad de Dios. No solo en el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento, sino también en el hecho de que Él es el Cordero de Dios. Él no abrió Su boca.  Detrás de Su silencio había un corazón tranquilo y sumiso.

Quiero que ahora meditemos en lo que pienso es la causa principal del majestuoso silencio de Cristo. Que se ve en ese versículo previo, en  Isaías capítulo 53 en el versículo 6. Es un versículo conocido por la mayoría de nosotras. Este es el versículo que precede al que menciona que Él no abrió Su boca, que permaneció en silencio cual oveja conducida al matadero. ¿Qué dice el versículo anterior?

Dice, “Todos nosotros nos descarriamos como oveja, nos apartamos —cada cual— por su camino; pero el SEÑOR hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros.”

Y luego dice, “. ..En el versículo 7, no abrió Él su boca.” Esta es la causa de Su silencio. Él Sufría vicariamente, en nuestro lugar, como nuestro sustituto. Él recibió el castigo de este juicio—los latigazos, las burlas, el escarnio, el rechazo, y finalmente la cruz como si las mereciera. Él voluntariamente soportó el castigo por nosotros por nuestros pecados. Como dice el versículo 8 “por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida”. El Señor le cargó a Él, el pecado de todos nosotros.

El silencio con frecuencia se interpreta como la admisión de la culpa. Si tú le preguntas a tu hijo ¿Hiciste esto? Si no responde palabra alguna, sabes que su respuesta es “Sí”, pero no lo quiere confesar ¿Verdad? Y de hecho Jesús guarda silencio porque Él estaba tomando el lugar del culpable. Nuestros pecados fueron depositados sobre Él. Y Él estaba aceptando sobre Sí, delante de DIOS, cada pecado del que Se le estaba acusando, los pecados de los cuales nosotros somos culpables, no Él. Así que el Cordero de DIOS sufrió silenciosamente, como nuestro sustituto. Las iniquidades de todos nosotros fueron puestas sobre Él.  Él sufrió como nuestro representante, como el que llevo nuestros pecados, como el juzgado, el condenado bajo la ira de Dios, como nuestro sustituto, pagando la deuda por nuestro pecado.

Él sufrió de la manera que lo hizo porque Él estaba sufriendo todas las consecuencias y las ramificaciones  de nuestro pecado. Los golpes que recibió estaban destinados a nosotros y los merecíamos. En Su silencio Él estaba cumpliendo Su rol como mediador, representante y Salvador.

¿Qué provoca en tu corazón entender esto? Acaso, te hace decir “Señor, yo debí estar ahí. Yo soy la que merecía sufrir. Gracias. Gracias por soportarlo en silencio por mí.  No solo por haber sido acusado, sino, por haber tomado el lugar del acusado, cargando mi pecado.”

Leslie: Nancy Leigh DeMoss regresara para orar. Jesús guardó silencio ante Sus acusadores. Por siempre tendré una apreciación diferente después de haber escuchado la enseñanza de hoy. Esta enseñanza forma parte de la serie llamada, El Cristo incomparable. Si te has perdido algún programa de esta serie, espero que lo busques en www.AvivaNuestrosCorazones.com puedes escucharlo en línea o descargar el archivo. Ha sido una serie realmente enriquecedora—una serie que puede transformar tu manera de adorar y de agradecer en este tiempo de Pascua.

Algunas de nuestras oyentes le están dando otra dimensión a su enfoque en Cristo este mes. Están memorizando un pasaje de Colosenses 1, que habla de Cristo, el primogénito de entre los muertos. Estas oyentes han encontrado que se les facilita el memorizarlo si lo hacen en comunidad.

La próxima semana será muy especial en  Aviva Nuestros Corazones, pues como parte de la serie, El Cristo incomparable; nos estaremos enfocando en las últimas siete palabras que pronunció Cristo en la cruz. No hay mayor forma de prepararse para el Viernes Santo y la Pascua. Esperamos que aprendas, alabes, y sirvas en tu congregación este fin de semana, y luego vuelvas con nosotras a Aviva Nuestros Corazones. Nancy está de regreso para concluir.

Nancy: Al considerar el majestuoso silencio de Cristo, creo que es conveniente resaltar que Jesús aún hoy permanece callado ante el rostro de quienes le blasfeman. Piensa en todos los ateos que escriben libros, gente que falsamente lo acusan de ser injusto, falto de amor, un DIOS injusto; la gente que niega absolutamente que Jesús  es  Dios. La mayoría de las veces Jesús permanece en silencio, pero un día Él hablará.

También guarda silencio cuando nosotros, Su pueblo, protestamos en contra de Sus propósitos. Él sabe que un día nos vamos a dar cuenta de que Él lo ha hecho todo perfecto. Así que no hay que confundir el silencio actual de Jesús con Su silencio último. Porque Él hablará.

Cuando Jesús vino la primera vez a esta tierra, vino como un cordero a sufrir calladamente, a ofrecer Su vida como ofrenda de sacrificio por los pecadores. Pero quiero decirte que cuando Él vuelva, será como el León de la tribu de Judá, a darle su merecido a todo los hacedores de maldad,  a reinar y gobernar con aquellos que Él ha redimido a través de Su sufrimiento sustitutivo. ¿Amén? ¡Ven pronto, Señor Jesús!

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

León de Judá (Lion of Judah), Paul Wilbur, León de Judá ℗ 2001 Integrity Media, Inc.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

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Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

22/27 – El juicio de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

22/27 – El juicio de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/el-juicio-de-cristo/
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Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss señala una ironía en el juicio de Jesús.

Nancy Leigh DeMoss: Hubo muchas, muchas leyes que se violaron durante el juicio de Jesús, y, sin embargo, no es sorprendente que Jesús aun así eligiera morir por los infractores de la ley.

Leslie: Este es Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss, en la voz de Patricia de Saladín.

Hemos hecho  un estudio enriquecedor. Junto a  nuestras oyentes hemos estado leyendo el libro, El Cristo incomparable, y  Nancy nos ha ido  enseñando a través de los temas planteados en este libro. Ella  seguirá con la serie, El Cristo incomparable.

Nancy: En la última sesión,  entramos con Jesús a esa escena muy íntima en el Huerto de Getsemaní—“la prensa de aceite”. Fue al final de ese tiempo de oración, rendición , sumisión y consagración, que Jesús fue arrestado. En el Huerto de Getsemaní, alrededor de la medianoche, tal vez  en las primeras horas de la mañana.

A partir de ese momento, en menos de 12 horas, tal vez en tan solo 9 horas, Jesús pasó por un juicio judío y un juicio romano, fue declarado culpable, fue condenado a muerte, y lo crucificaron. Todo sucedió muy rápidamente. A veces  olvidamos esto cuando estamos leyendo los relatos de los evangelios.  Porque tenemos estos largos capítulos sobre la Pasión de Cristo, y olvidamos que desde el Huerto de Getsemaní hasta Su muerte en la cruz, hubo un período muy corto de tiempo -—solo fue cuestión de horas.

Hoy, al ver el juicio de Cristo, de nuevo, nos damos cuenta de que es algo que Lo hace incomparable; al ver Su juicio debemos reconocer que no hay nadie como Él. A menudo nos concentramos en las indescriptibles torturas físicas que le fueron infligidas a Jesús en el transcurso de Su juicio. Si has visto una película como La Pasión de Cristo, has visto una representación muy gráfica, muy viva de lo que la tortura física fue. Tal vez has leído también descripciones de esto.

Hay una ventaja en centrarse en esto, pero nosotras hoy queremos centrarnos en el juicio  en sí, en los aspectos legales de las pruebas y lo que fue indiscutiblemente la mayor farsa de la justicia en la historia del mundo —un brutal, y deliberado aborto de la justicia. Pero a pesar de todo, vamos a ver que tenía un propósito, y que incluso ese juicio, tan injusto como fue, era una parte esencial del plan de Dios para salvar y para redimir a los pecadores. Así que vamos a tener nuevos ojos de gratitud  al ver que, no solo fue Jesús a la cruz, sino que sufrió este juicio por nosotros, y al ver la implicación de lo que esto significa para nosotros.

Ahora, tienes que poner los cuatro evangelios juntos para poder obtener el cuadro completo del juicio de Jesús, e incluso entonces no está nada claro cuál fue la secuencia exacta y cuáles fueron todos los detalles, pero sí sabemos que tanto el juicio judío, como el juicio romano, cada uno tuvo tres etapas. Vamos a ir viendo cada una de las etapas de estos juicios en los próximos minutos.

Primero. El juicio judío, o el sendero religioso, se inició en medio de la noche después de la detención de Jesús. La primera parte, la primera etapa de ese juicio fue un examen informal de Anás, que era un ex sumo sacerdote.

En la segunda etapa, Jesús fue interrogado en privado por Caifás, que era el yerno de Anás y era el actual sumo sacerdote. Ahora, todo esto era un gran asunto familiar. Esta fue una dinastía, una alta dinastía sacerdotal que no fue en lo absoluto una dinastía piadosa. Caifás era el actual sumo sacerdote que había conspirado con Judas para traicionar a Cristo.

Luego, en tercer lugar, después de estas reuniones preliminares con Anás y con Caifás, Jesús fue juzgado formalmente por los miembros del Sanedrín, que había sido apresuradamente convocado en las primeras horas de la mañana.

El Sanedrín, como ustedes saben, era el equivalente a la Suprema Corte judía. Estaba compuesto por los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos. Estaba compuesto de 70 miembros, más el sumo sacerdote. Pero solo tenía que haber  23 miembros para que hubiera quórum, por lo que no sabemos si  los 70 estaban allí presentes para el juicio de Jesús. Porque tenían que haber  por lo menos 23. No sabemos más que eso.

Ahora, el sistema legal judío estaba basado en la Ley de Moisés. Era bien conocido por su compromiso con la justicia y con la equidad. Permítanme leerles, como ejemplo, un pasaje de Deuteronomio capítulo 16 que describe el corazón de Dios en cuanto a la aplicación de la ley entre su pueblo. Deuteronomio capítulo 16 versículo 18,

Nombrarás para ti jueces y oficiales en todas las ciudades que el Señor tu Dios te da, según tus tribus, y ellos juzgarán al pueblo con justo juicio.  No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo. La justicia, y sólo la justicia buscarás, para que vivas y poseas la tierra que el Señor tu Dios te da. (vv. 18-20)

De inmediato, tan pronto como lees ese pasaje, cuando piensas en el juicio de Jesús, te das cuenta de que violaba el sistema legal que Dios les había dado. No tenemos tiempo para leer todos los diferentes reportes del juicio —hay muchos versículos en las Escrituras —en Mateo, Marcos, Lucas y Juan—  que citan el juicio. Pero piensa en este pasaje de Mateo 26 que dice:

Y los principales  sacerdotes, y los ancianos, y todo el concilio, (ese era el Sanedrín) procuraban obtener falso testimonio contra Jesús, con el fin de darle muerte;  Y no lo hallaron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos; (vv. 59-60).

Ahora, ¿suena eso como que se está cumpliendo con la dirección dada en Deuteronomio 16? ¡No, en lo absoluto! Esto estaba fuera de contexto y fuera de lugar para el respeto con que el sistema judío funcionaba por lo general.

El juicio de Jesús ante las autoridades religiosas judías fue una burla a la justicia. Fue un tribunal ilegal. Se violaron casi todos los procedimientos legales que se habían puesto en marcha sobre la forma en que un juicio a un hombre judío debía llevarse a cabo. Hubo una ilegalidad y una irregularidad tras otra a lo largo de todo el proceso. Permítanme darles algunos ejemplos, de los muchos que hay.

En primer lugar, la detención y el juicio se llevaron a cabo en medio de la noche, según la ley judía, los juicios debían tener lugar durante las horas del día. Así que el hecho de que lo arrestaran en medio de la noche fue una violación de su propia ley judía.

En segundo lugar, el juicio se llevó a cabo en privado y no en público  —otra violación de la ley.

En tercer lugar, el juicio se completó en menos de un día  —menos de la mitad de un día, en realidad  —lo que era contrario a la ley judía. En la ley judía, un caso que involucrara la pena capital debía realizarse en dos días. No podía concluirse hasta el día siguiente para darles la oportunidad a los testigos de presentarse y hacerle al hombre un juicio justo.

El juicio de Jesús violó las leyes del Antiguo Testamento que requerían una investigación a fondo por parte de la defensa. En  lugar de esto, se apresuraron a enjuiciarlo y a pronunciar la condena tan pronto como  les fue posible.

Otra cosa con relación al juicio de Jesús; Él fue juzgado por jueces parcializados  —en lugar de imparciales—los miembros del Sanedrín que eran conocidos como enemigos de Jesús. Se dice en el pasaje que acabamos de leer, en Mateo 26, que lo estaban buscando para entregarlo a la muerte. No  dijeron este hombre es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Estaban convencidos de que era culpable. Tenían el objetivo final en mente antes de que el juicio, incluso comenzara, y solo impulsaron el juicio para lograr su objetivo, que era llevar a Jesús a la muerte. Así que estos no fueron de ninguna manera jueces imparciales.

Luego, Jesús fue condenado sobre la base de Su propio testimonio, lo cual era ilegal según la ley judía.

Hubo muchas, muchas leyes que fueron violadas durante el juicio de Jesús, las que acabo de nombrar son sólo unas pocas —y sin embargo, no es sorprendente que Jesús todavía eligió morir por infractores de la ley, incluso teniendo en cuenta el hecho de que muchas leyes fueran violadas cuando estuvo de camino a morir por esos infractores de la ley. Es irónico. Es increíble. Es asombroso que Él hubiera pasado por esto.

Al amanecer, después de haber soportado la burla de esta farsa de este juicio judío, se tomó la decisión formal de mandar a Jesús a la muerte. Sin embargo, los judíos no podían llevar a cabo la pena de muerte sin que esta fuera confirmada por parte de las autoridades romanas.  Sabemos esto por lo que dice Juan, en el capítulo 18, en el versículo 31. Así que muy temprano en horas de la mañana, -—según Mateo 27 — » lo ataron, lo llevaron y lo entregaron a Pilato » (v. 1).

El interrogatorio hecho por Pilato fue la primera fase del juicio romano. Ya vimos el juicio judío. Ahora tenemos el juicio romano, que también tuvo tres fases. Pilato era el gobernador romano de Judea. Ahora, a los romanos no les preocupaban las blasfemias, que fue por lo que los judíos juzgaron a Jesús.  Fue como, «Esa es tu religión—eso no nos importa». Así que los líderes judíos, cuando llevaron a Jesús a Pilato, cambiaron los cargos de blasfemia por los de sedición, que si era un crimen para los romanos.

Para los judíos, realmente no hacía ninguna diferencia la causa, la razón por la que lo iban a juzgar, ellos solo querían a Jesús muerto. Ellos levantaron falsos cargos. “Harían lo que fuera necesario y lo acusarían de lo que fuera, aportarían cualquier testigo falso, ellos lo querían muerto. »

Por supuesto, sabemos al estudiar los evangelios que fueron impulsados ​​por el orgullo, por la avaricia —por la codicia, por el poder, por la codicia por el puesto, por la posición. Las Escrituras nos dicen que fueron impulsados ​​por los celos. Jesús tenía seguidores que ellos no tenían, y Él los estaba haciendo quedar mal. Él los estaba cuestionando, los estaba llamando hipócritas, sepulcros blanqueados y denunciando los problemas que tenían.

Había celos. Estaban protegiendo sus propios intereses, su dominio, su control sobre la gente. Tenían miedo de perder el control, ese control que habían ejercido sobre el pueblo—ellos pusieron a las personas en  esclavitud en lugar de ser un liderazgo liberador. Así que impulsados por estos motivos ocultos, solo dijeron, «Queremos deshacernos de Él. »

Y es como una  imagen para mí, cuando pensamos en el juicio de Jesús 2000 años después, vemos que algunas cosas nunca cambian. Aún hoy en día, incrédulos, pecadores perdidos, en este incrédulo y  perdido mundo irán a cualquier medio y latitud para acabar con Cristo. Ellos lo odian porque Su pureza expone sus pecados. Su verdad expone su engaño. Su reinado y Su derecho a gobernar, Su autoridad desmantela su propia autoridad,  su facultad de pronunciarse y de ser dioses de sus propias vidas.

¿No es increíble cómo hoy en este mundo son respetadas otras religiones, que están protegidas —no puedes ser políticamente correcto y cuestionar algunos de sus postulados  —mientras que al mismo tiempo existe este esfuerzo concertado de acabar con Jesús. Mientras, hoy se puede  hablar libremente sobre otras religiones y cosas que no son ciertas, si empiezas a hablar acerca de Cristo como el camino, la verdad y la vida, vas a ser atacada —no porque nos odien,  y si nos odian  es porque odian a Jesús.

Bueno, y la conclusión de Pilato, después de probar o juzgar a Jesús, fue simplemente: «Yo no encuentro ningún delito en este hombre. No veo nada en Él que sea digno de muerte «(ver Lucas 23:4). Pero para los líderes judíos, esta no era una respuesta aceptable. Ellos insistieron.

Ahora imagínate, esto fue probablemente antes de las 6 de la mañana. Así que no sé si sacaron a Pilato de la cama, o simplemente sabían que él comenzaba su día temprano. Pero  puedo imaginarme a Pilato pensando: «¡Qué clase de dolor de cabeza para empezar el día de hoy!  No hay ninguna razón para que este hombre muera, pero estas personas están sedientas de sangre. Están decididas a deshacerse de Él”. Y los líderes judíos insistían en que el hombre era un alborotador y una amenaza para el César.

Bien, ahora los oídos de Pilato se  abrieron. Eso le importaba. Así que cuando Pilato se enteró de que Jesús era galileo, del distrito norte de Israel, que pertenecía a la jurisdicción de Herodes,  decidió  enviar a Jesús a la corte del rey galileo llamado Herodes, que se encontraba en Jerusalén en ese tiempo. Tal vez lo hizo para mantener el orden durante la temporada de Pascua, pero él estaba al otro lado de la ciudad. Y ahí estaba Herodes, y Jesús estaba bajo su jurisdicción. Me imagino que Pilato estaba más que contento de tener este confuso caso fuera de sus manos.

Y así llegamos a la segunda fase del juicio romano, que es Jesús ante Herodes. Ahora bien, hay diferentes Herodes, así que esto puede ser un poco confuso. Este era Herodes Antipas, que fue el rey que había decapitado a Juan el Bautista. Él era hijo de Herodes el Grande, quien había sido el que había ordenado la masacre de los niños judíos hacia treinta años. Vemos, pues, todo un legado de violencia, de odio y de  un comportamiento extraño en lo mejor de esta línea de Herodes.

Ahora, Herodes se alegró de ver a Jesús. Él había oído hablar mucho de Él, pero no había tenido la oportunidad de conocerlo, y durante mucho tiempo él había esperado para ver a Jesús.  Las Escrituras nos dicen que él había estado esperando ver a Jesús hacer un milagro. Entonces Herodes interrogó a Jesús por algún tiempo, pero como veremos en la próxima sesión, Jesús no contestó ninguna de las preguntas de Herodes.

Así que finalmente, después de haberse burlado de Jesús y de tratarlo con desprecio, Herodes lo envió de vuelta a Pilato para la tercera fase del juicio romano, y la escena final de este juicio. Y permítanme leerles un par de párrafos del Evangelio de Lucas, el capítulo 23, que nos muestra lo que pasó después. Una vez más, sé que estamos familiarizados con ellos, pero como nos acercamos a la semana santa en los próximos días, es bueno que meditemos y que reflexionemos una vez más sobre lo que realmente ocurrió allí. Comenzando en el versículo 13 de Lucas capítulo 23:

 Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, y les dijo: Me habéis presentado a este hombre como uno que incita al pueblo a la rebelión, pero  habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado ningún delito en este hombre de las acusaciones que hacéis contra Él.  Ni tampoco Herodes, pues nos lo ha remitido de nuevo; y he aquí que nada ha hecho  que merezca la muerte.  Por consiguiente, después de castigarle, le soltaré.» (vv. 13-16).

¿Castigarlo? ¿Por qué? No porque Jesús fuera culpable de nada, solo para poner este problema fuera de sus manos, con la esperanza de poder satisfacer a  los judíos.

“Pero todos ellos gritaron a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! 19 (Este había sido echado en la cárcel por un levantamiento ocurrido en la ciudad, y por homicidio.) (vv. 18-19).

Así que aquí está Jesús, que no había hecho nada malo, y dicen: «Queremos verlo muerto, suéltanos a Barrabás, un hombre que era un insurgente conocido y asesino, queremos que lo dejen en libertad. Suéltenlo».

Pilato, queriendo soltar a Jesús, les volvió a hablar,  pero ellos continuaban gritando y diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!  Y él les dijo por tercera vez: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho éste? No he hallado en Él ningún delito digno de muerte; por tanto, le castigaré y le soltaré. Pero ellos insistían, pidiendo a grandes voces que fuera crucificado. Y sus voces comenzaron a predominar.  Entonces Pilato decidió que se les concediera su demanda.  Y soltó al que ellos pedían, al que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, pero a Jesús lo entregó a la voluntad de ellos. (vv.20 – 25).

Ahora, ya que consideramos que este juicio, con todas las ilegalidades e irregularidades, empujó  a Jesús a su juicio y ejecución, solo quiero sugerir que nos llevemos algunas consideraciones en nuestro propio corazón.

En primer lugar, los que traicionaron, juzgaron y condenaron a Jesús eran culpables de traición contra el Santo de Dios. Ellos fueron culpables, ellos eran culpables —tanto los judíos como los romanos. Pero esto es lo que debemos recordar -—que ellos estaban cumpliendo el plan que Dios había orquestado, para que pudieran ser redimidos de sus pecados. ¡Imagínate! ¡Piensa en esto! Ellos eran culpables. No tenían excusa.  Enviaron Cristo a la muerte. Asesinaron al Santo de Dios. Pero también estaban cumpliendo con el plan que Dios había diseñado desde eternidad pasada con el fin de que pudieran ser expiados sus pecados.

Entonces, en segundo lugar, veo que el juicio de Jesús es una apologética poderosa del hecho de que Él verdaderamente no tenia pecado. Si alguna vez te preguntaste, Su juicio demostró Su inocencia claramente.

Pablo predicaba en Antioquia años más tarde, y dijo en Hechos capítulo 13: « Y aunque no hallaron causa para darle muerte, pidieron a Pilato que le hiciera matar.» (v. 28).

Escucha, Pilato era un gobernador experimentado. Sabía cómo darse cuenta de quién era culpable y quién no. Él sabía que Jesús no era culpable, e incluso en la valoración secular, de este líder pagano, encontramos la verdad de que Jesús fue sin pecado. . . Si alguna vez te lo has preguntado.

Entonces, cuando las autoridades nos ofendan, abusen de su poder y  mientan, recordemos  a Jesús ante Herodes, ante Pilato ante el Sanedrín y esto puede consolar nuestras almas. Él ya ha estado allí, Él ha experimentado eso, Él lo hizo por nosotros, lo que realmente me lleva a este punto importante:

El juicio, una vez más, señala el carácter sustitutivo de la obra de Cristo al salvarnos. El Santo Hijo de Dios soportó los juicios —ya que eran falsos — como representante de los pecadores. Se quedó allí, en nuestro lugar, llevando nuestros pecados, fue a juicio por nuestros pecados.

En el libro que cité esta semana de F.W Krummacher llamado “El Salvador sufriente”, que está disponible en inglés.  (Y de nuevo, es un libro muy rico. Es posible que desees obtener una copia.) Él dice:

El Señor está delante de Herodes, como lo hizo ante Anás , Caifás y Pilato, no solo para ser juzgado por los hombres, sino por Dios, y al mismo tiempo, y es mi pecado el que Él expía y mi deuda la que Él liquida.

Estaba allí de pie, no solo siendo juzgado por los gobernantes humanos, sino también siendo juzgado como mi representante por Dios. . . de pie en mi lugar. . juzgado por mis pecados. Así que un hombre culpable que merecía morir, es decir, Barrabás —fue liberado, como nosotros fuimos liberados. Y Jesús, que no había hecho nada digno de muerte, fue ejecutado en su lugar y en el nuestro—una imagen de la muerte sustitutiva de Jesús en nuestro lugar.

Y ahora solo un recordatorio. Al considerar el juicio de Cristo, recuerda que en Su juicio terrenal, Jesús fue juzgado, pero un día el cuadro cambiará  y Él será el Juez Supremo que hará un juicio justo.

Si has confiado en Cristo como tu Salvador, que murió en tu lugar, por tus pecados (¿has puesto tu fe en Él?). Entonces no tienes nada que temer ese día cuando el Juez Justo venga blandiendo Su espada para reivindicar toda justicia y juzgar todos los males. No tienes nada que temer. Pero si has rechazado a Cristo, no creyendo en Él, si no has confiado en Él, o si estás tratando de salvarte a ti misma, entonces puedo decirte que tienes mucho que temer cuando el Juez Justo venga  a pronunciar Su juicio justo.

Leslie: El juicio de Jesús fue un aborto de la justicia. He oído esta alusión antes, pero aprecio la forma en Nancy nos llevó con profundidad por este tema. Su aplicación ha sido convincente. Toda la serie, El Cristo incomparable, lo ha sido. A medida que escuchas, tu comprensión de la historia del Evangelio te irá enriqueciendo. Y más que eso, te  animará a conocer y adorar a Jesús de una manera más profunda.

Para obtener más detalles sobre esto y sobre cómo escuchar El Cristo incomparable en línea, solo tienes que visitar www.AvivaNuestrosCorazones.com.

¿Cómo reaccionas cuando alguien te acusa de algo? La mayoría de las personas se defienden, pero cuando fue acusado, la respuesta de Jesús fue increíble. Hablaremos de eso mañana en Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

No Merecía Tanto Amor, Jesús Adrián Romero, A Sus Pies ℗ 2002 Vastago Producciones.

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Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

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21/27 – La angustia del alma de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

21/27 – La angustia del alma de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/la-angustia-del-alma-de-cristo/

Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss ha estado meditando en la oración de Jesús en Getsemaní, y hay un punto en el cual las palabras no son suficientes.

Nancy Leigh DeMoss: No podemos comprender la profundidad de los horrores que Cristo enfrentó en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, mientras contemplaba la cruz.

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh Demos en la voz de Patricia de Saladín

Nancy: Hasta aquí en esta serie sobre El Cristo incomparable, hemos estado escudriñando la persona de Cristo. Hemos hablado de Su encarnación, Su nacimiento y Sus primeros años. Hemos visto Su humanidad y Su divinidad—el hecho de que Él es  hombre y es Dios. Hemos visto Su bautismo, Su tentación, Su transfiguración. Hemos considerado  Su inocencia y Su espíritu de oración. Hemos visto Su humildad y Su serenidad, y  estamos asombradas.

Nuestros corazones están diciendo: «¡Señor, Tú eres verdaderamente incomparable!»  Creo que en muchos de nuestros corazones, Dios nos ha estado dando una nueva visión de lo maravilloso que es Cristo. Pero quiero sugerir que no es suficiente solo ser sorprendidas con Cristo, el saber que Él es incomparable. El diablo sabe que Jesús es incomparable. Tenemos que hacernos la pregunta: «¿Cuál es el propósito de todo esto—el propósito de Su venida a la tierra; que Él sea Dios y    hombre, su oración, su ser sin pecado, Su humildad, Su serenidad? ¿Para qué fue todo esto? ¿De qué se trató todo esto? »

Así que en los próximos días, a medida que continuamos en esta serie y nos preparamos para la Semana Santa y el Domingo de Resurrección, queremos ver la obra de Cristo a  favor nuestro, que fue posible por ser quien Él era y a causa de Su vida sin pecado.

Hoy queremos ir con Cristo al Huerto de Getsemaní, donde vamos a ver lo que Oswald Sanders llama en su libro  “la angustia del alma” de Cristo, El Cristo incomparable”.

Cuando llegamos a Getsemaní, en cierto sentido estamos paradas en tierra santa, sentimos como si estuviéramos adentrándonos a una escena increíblemente íntima—sintiendo que tal vez no deberíamos estar ahí para esta visión profundamente personal de Cristo en un momento de debilidad y de intensa angustia y  de tentación.

Me encontré a mí misma resistente a entrar a través de mi propia meditación, y mucho menos para enseñarla a los demás, porque no hay manera de hacerle justicia a esta escena. Estamos hablando de misterios aquí que es imposible que comprendamos  totalmente. Pero el hecho es que este pasaje se registra en la Escritura, creo que eso significa que la intención de Dios para nosotros  es que seamos testigos de esta escena y meditemos sobre ella, recordando que era una parte muy importante de la pasión de Cristo.

Ahora, vamos a dar un paso atrás y a contextualizar  el  entorno y el escenario donde se encuentra el Jardín de Getsemaní. Recuerda que Jesús acababa de comer la última cena con Sus discípulos. Cuando se fueron recuerdas, ¿qué hicieron? Ellos cantaron un himno—ya hablamos sobre eso.

Jesús sabía que dentro de poco tiempo iba a ser traicionado, arrestado, juzgado y crucificado, por lo que tomó los tres discípulos más cercanos a Él, a Pedro, a Santiago y a Juan— caminó con ellos desde el aposento alto, atravesando el valle de Cedrón, hasta el Monte de los Olivos, que es más o menos una milla de largo de cadenas de colinas justo al este de Jerusalén. El monte está por encima del templo, es muy boscoso, con un montón de olivos.

Es posible que quieras ir a Google y hacer una búsqueda sobre el Monte de los Olivos. Encontrarás algunas fotos que te darán una representación real y visual del tipo de paisaje que había allí, todos estos olivos retorcidos en esa área.

En la parte inferior de la ladera del Monte de los Olivos se encuentra el Huerto de Getsemaní. Esa palabra viene de una palabra hebrea que significa «prensa de aceite». Como veremos, se le puso ese nombre de manera apropiada, ya que aquella noche en medio de los olivos, el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios fue «oprimido» más allá de todo lo que podemos imaginar.

Ahora, el mundo antiguo tenía una gran cantidad de usos para el aceite de oliva. Se utilizaba para cocinar, para conservación, para el cuidado de la piel, los cosméticos, para la curación. Las lámparas se encendían con mechas sumergidas en aceite de oliva. El aceite de oliva se utilizaba para la unción. Había un montón de propósitos para el aceite de oliva.

Es interesante leer sobre cómo las aceitunas se procesaban para producir ese aceite. Creo que ese proceso es una metáfora o una imagen de lo que Cristo sufrió en ese huerto.

Primero se golpeaban los olivos para que las aceitunas cayeran al suelo. Luego las aceitunas se recogían y se colocaban en un recipiente redondo de piedra; luego se trituraban o se pulverizaban haciendo rodar una gran piedra de molino sobre la cuenca. Cada célula de la aceituna contiene una pequeña gota de aceite de oliva, y cuando la piel de las aceitunas se rasgaba bajo el peso de la piedra, el aceite de cada célula era liberado. Curiosamente, a medida que  las aceitunas se trituraban, un líquido rojizo brillante comenzaba a fluir fuera de la fruta.

Vi una foto de esto en Internet, y me trajo  a la mente ese versículo en Lucas 22 que nos dice que cuando Jesús agonizó en oración ferviente, “su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra» (v. 44).

Un escritor ha dicho: «Su corazón fue aplastado como en un lagar, y esto forzó a salir un sudor de sangre de todas Sus venas».

Bueno, pero se requiere todavía una mayor presión para producir aceite de oliva, por lo que finalmente la pulpa de la aceituna se tritura hasta formar una pasta. Y esa pasta era untada sobre las esteras apiladas unas encima de la otra debajo de una gran piedra. Esa piedra fue llamada «Getsemaní», la prensa de aceite. Bajo el peso y la presión de esa piedra enorme, se sacaba más líquido fuera de la pasta, y entonces el aceite se separa de la pasta.

¡Qué imagen tenemos en todo esto, de lo que Cristo padeció en el huerto de esa “prensa de aceite”en Getsemaní!

En los relatos de los evangelios, hay palabras fuertes que se usan para describir la intensa presión por la que Jesús pasó, en esa «prensa de aceite» de Getsemaní. Escucha algunos de estos versículos y escucha la intensidad de estas palabras:

Mateo capítulo 26 nos dice: en el versículo 36

“Entonces Jesús llegó con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, [la prensa de aceite] y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí mientras yo voy allá y oro. Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse (esa es una palabra que significa «triste, hasta tener dolor interior)  y a angustiarse.” (v. 37)

En el idioma original significa «estar en angustia de la mente, sentirse lleno de tristeza. Uno puede sentir el peso de la piedra que descendía sobre Él, apretándolo, presionándolo.

El pasaje paralelo en Marcos capítulo 14 el versículo 33 dice:

“Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse mucho”.

Esa es una palabra diferente a la utilizada en Mateo. Esta significa «asombrarse por completo, estar aterrorizado”. Él comenzó a entristecerse y a angustiarse mucho.

Ahora, de vuelta a Mateo capítulo 26 dice:

Entonces Él les dijo: » Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras. (vv. 38-39).

Ahora, tomando en cuenta la versión de Lucas, en el capítulo 22 dice: «Entonces se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndole» (v. 43).

Ahora, veo eso, y yo pensaría, si no supiera el siguiente versículo: «¡Ah! ¡La presión le será quitada! Él ha sido fortalecido por un ángel. Pero, el versículo siguiente en Lucas 22, dice:

“Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra”.

El ángel lo fortaleció no para liberarlo de la presión, sino para darle la gracia y la resistencia para orar con más fervor en agonía.

La palabra griega es agonía—así como suena en español. Es una palabra que significa «un combate, un concurso, con un énfasis en el dolor y en el trabajo que implica el conflicto». Esa palabra agonía—Él estaba en una agonía—se usa para referirse a la emoción temblorosa y a la ansiedad producida por el miedo o la tensión antes de un combate, antes de una lucha o de una pelea.

Él sabe que irá a ese combate contra el infierno para la salvación de nuestras almas, y Él está en esta gran agonía, temblor y ansiedad frente al dolor y al trabajo que implica ese conflicto. Está bajo la piedra, apretado en esa prensa de aceite.

Hebreos capítulo 5 nos dice que: «Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte» (v. 7). Seguro haciendo referencia a  Getsemaní, y tal vez a otras oraciones, pero sin duda se refiere a las oraciones de Getsemaní. Gran clamor.

Estas son dos palabras que cuando las pones juntas significan «gritos bulliciosos, y poderosos clamores fuertes». Él está clamando a Su Padre. La piedra es pesada, está presionado hacia abajo. El sudor cae como sangre. Está saliendo aceite debido a la gran presión. Y cada célula de su cuerpo va a ser triturada en la cruz. Él grita. Él está preocupado, está triste. Está muy angustiado. Es muy triste. Está en una agonía. Él clama a gritos.

Y ahora, puedes preguntarte: ¿Por qué Jesús experimentó tal angustia de Su alma al momento de Su muerte inminente, cuando leemos que otros mártires han ido a la muerte con serenidad y cantando?

Bueno, el hecho es que Jesús no fue un mártir, y los mártires que murieron cantando y en paz no sufrían por sus pecados o por el pecado de otros. Debido a la muerte de Cristo en la cruz, la culpa y el castigo por sus pecados habían sido eliminados. Así que en los momentos más oscuros de aquellos mártires, que dieron sus vidas por Cristo, a través del peor de su sufrimiento, Dios nunca les dio la espalda o los abandonó, como lo hizo con su propio Hijo.

Eso pone nuestros problemas, nuestras presiones y las situaciones en perspectiva, ¿no es así? Nunca vamos a luchar como Él lo hizo, ni en los momentos más oscuros. No podemos ni siquiera entender la profundidad de los horrores de lo que Cristo enfrentó en el huerto de Getsemaní, al contemplar la cruz.

Quiero leerles varias citas de un libro que se ha convertido en una bendición para mí. Lo estoy sosteniendo aquí. Se llama El Salvador sufriente” de FW Krummacher. Krummacher vivió desde el 1796 hasta 1868, así que este es un libro antiguo. Tiene un lenguaje antiguo, pero es muy rico.

Simplemente te lleva a través de la semana de la pasión de Cristo. Cuando llegué al capítulo de Getsemaní,  casi me dejó sin aliento. Fue tan potente y los conceptos  realmente penetraron mi corazón. Quiero leerles varias citas de este libro escrito por Krummacher, El Salvador sufriente”.

Krummacher habla de tres causas en las que se basó la agonía, la angustia de Jesús en Getsemaní —ingredientes de la copa que le dio a beber  Su Padre celestial. Él dice que en primer lugar, y lo estoy citando:

Su  agonía [la agonía de Jesús] fue causada, en primer lugar, por Su horror al pecado, por el asombro ante las abominaciones de nuestras malas acciones. . . . Su visión de ellos es muy diferente a la visión adoptada por el hombre en su estado de oscuridad. Ellos [es decir, nuestros pecados, nuestras malas acciones] se presentan a sí mismos ante  Sus ojos santos en su deformidad desnuda, en su naturaleza indeciblemente abominable, y en su poder destructor del alma. [Él ve el pecado como lo que realmente es.]

En el pecado, dice Krummacher, Él [Jesús] ve apostasía desde el Todopoderoso, desafiando con rebelión la Majestad Eterna, y la revuelta de base en contra de la voluntad y la ley de Dios, registrando todos los frutos y resultados horribles del pecado, de la maldición, la muerte y la perdición sin fin.

¿Cómo era posible que el alma pura y santa de Jesús, a la vista de tales horrores, no iba  a temblar y a estremecerse?. . . ¡Uno solo puede imaginar la santidad personificada [Cristo] colocado en medio de una piscina [de un pozo negro] de la corrupción del mundo!

En segundo lugar él dice que Jesús estaba experimentando la maldición del pecado en la cruz, Jesús asumiría la culpa y pagaría el castigo de todos los pecados que había cometido toda persona que hubiera vivido alguna vez o que viviría — la maldición del pecado.

Krummacher dice:

Él se siente como se sentiría un proscrito delante de Dios. Todo lo que implica estar separados de Dios, privados de Su favor, alejados de Su afecto, y ser un hijo de ira, lo siente tan profunda e internamente, como si Él mismo estuviera en esa situación. . . .En ese momento Su alma no está consciente de la presencia de la gracia de Dios, y solo conoce el dolor y la angustia del abandono.

Y, en efecto, el hecho de que Jesús fue a la cruz como el substituto, tomando el lugar de los pecadores, es la clave para entender el significado de lo que ocurrió en Getsemaní.

2da a los Corintios lo dice de esta manera: «Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.»

En el libro  El Cristo incomparable” de Sanders que hemos estado siguiendo, Sanders dice: «Él tomó una copa de la ira sin misericordia, para que podamos tomar una copa de misericordia sin ira. La agonía no era el miedo a la muerte, sino el sentido profundo de la ira de Dios contra el pecado que Él iba a llevar. »

Así que lo vemos en angustia, por el horror del pecado que Él experimentó, en nuestro lugar, sufriendo la maldición del pecado. Luego, en tercer lugar, estaba el asalto del maligno y sus demonios que trataron de conducirlo a la desesperación, para  que Él dudara del corazón de Su Padre hacia Él. Ellos  trataron de disuadirlo para que no llevara a cabo la obra de la redención.

Escuché ayer un audio de un amigo pastor de nuestro ministerio que habló recientemente a nuestro personal en el tiempo de capilla. No pude estar allí, pero escuché ayer la grabación.

Hay un querido hermano que está ministrando a los creyentes y pastores perseguidos en el sureste de Asia. Él también tiene una profunda carga en relación al tráfico sexual de miles de jóvenes en Tailandia. Este pastor ha estado allí muchas veces y lo ha visto con sus propios ojos. Y  en este mensaje  dirigido al  personal de nuestro ministerio él dijo:

En los Estados Unidos, nuestro pecado en cierta manera ha sido lavado, ha sido limpiado, pero he estado en lugares donde el pecado no es tan limpio” Luego habló de las calles de Tailandia. Niñas de  12  y 13  años embarazadas y pensando que eso es algo bueno en su religión porque lo están haciendo para servir a sus familias. Es simplemente indescriptible.

Cuando voy a esos lugares, le pido a Dios que me permita conocer el corazón de Cristo en esos lugares.

Y entonces lloró mientras compartía con nuestro personal acerca de cómo, a veces, en las calles de la India, en las calles de Tailandia, se sentía tan abrumado y con una mezcla del sentido de  compasión,  misericordia, y  angustia parecida a la que siente Dios cuando mira esa escena.

Y él dijo: en ocasiones he sentido un dolor tan intenso que yo he dicho: «Dios tienes que retroceder porque  mi cuerpo humano no puede soportar esto.»

Yo he pensado: «Eso debe ser solo un poco de la angustia que Cristo sintió en Getsemaní». Porque en Su humanidad, Jesús experimentó el peso, la intensidad total de lo que significaría morir por nuestros pecados, no solo los tuyos, sino el de ella, y el de él, y los míos—todos los pecados de toda persona que haya vivido en la historia de este mundo.

El contenido de la copa servida ante Él por Su Padre era tan horrible que Él deseaba ser librado de tener que beber esa copa, pero si evitar la copa, o salvarse de esa copa significaría frustrar la obra de redención, entonces, Él estaba dispuesto a beber hasta la última gota.

Tres veces hizo Su súplica al Padre. «Si es posible que la redención pueda llevarse a cabo sin que yo tenga que beber esta copa, entonces no me hagas beberla.» Una vez más, no es el miedo a la muerte, sino el horror del pecado y de la maldición del pecado.

Pues bien, el silencio del Padre le aseguró que no había otra manera para que el mundo fuera redimido,  así que Él no le preguntó de nuevo, sino que se volvió a sus discípulos y les dijo: «¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad, está cerca el que me entrega.» (Mateo 26:46).

Krummacher dice en su libro, El Salvador sufriente”,

¡Qué petición tan trascendental es esta! [‘Levántate, vámonos.’] El campeón de Israel sale a atacar y a vencer, en nuestro lugar, la muerte, el infierno y al diablo. . .  Vamos en adoración a doblar nuestras rodillas ante Él y acompañarlo con aleluyas.

Oh, las innumerables bendiciones eternas que son ahora  nuestras, como resultado de la angustia del alma que Jesús sufrió en la prensa de aceite de Getsemaní.

Así que cuando sientas que estás siendo presionada más allá de tu capacidad de soportar, ve a Getsemaní y recuerda que Él fue presionado más allá de lo que cualquiera de nosotras va a tener que soportar.

  • Cuando llegue la tentación y te sientas que no puedes resistir al tentador, ve a Getsemaní y considera a Cristo que resistió  la tentación para beneficio nuestro.
  • Cuando tu carne quiere resistirse a la cruz, ve a Getsemaní, y da gracias porque Jesús dijo: «SÍ,» a la voluntad de Dios y deja que Él te de gracia para  negarte  a ti misma, toma tu cruz y sigue a Cristo.
  • Cuando tu corazón se duela al ver los horrores del pecado y en los estragos que  ves que está sembrando a tu alrededor (y a veces dentro de ti), ve a Getsemaní y  adora al Salvador que bebió la copa de la ira de Dios sobre el pecado, para que tú nunca tengas que probar la maldición del pecado.
  • Cuando te preguntes si puedes seguir soportando la presión  del dolor y la batalla, ve a Getsemaní, y deja que la victoria de Cristo  te dé el  valor para ser fiel en la batalla— en todo el camino hacia la  meta.

Amén.

Leslie: Este mensaje es parte de la serie, El Cristo incomparable. Para escuchar la serie completa, visita www.AvivaNuestrosCorazones.com.

¿Nancy?

Nancy: ¿Te imaginas vivir en un país donde no está permitido mencionar el nombre de Jesús, reunirse con otros creyentes, o  andar con una Biblia? Bueno, una mujer que está en esa situación exactamente nos contactó. Ella escribió:

Estaba desanimada y vacía, pero Dios es bueno. Él me mostró Su misericordia a través de Aviva Nuestros Corazones.

Gracias al Internet, pude oír la Palabra de Dios y obtener el estímulo diario a través de este ministerio. Agradeció a Aviva Nuestros Corazones tanto que ella trató de convertirse en una patrocinadora del ministerio, proporcionando apoyo financiero y de oración cada mes, pero su donación fue bloqueada. Para ella no es posible donar por las restricciones que tiene su país.

Ahora déjame preguntarte, ¿Hay algo que te impida a ti donar? Cuando le das a Aviva Nuestros Corazones, estás  ayudando a levantar algo de la carga a las mujeres que quieren donar, pero no pueden. Para algunas, las finanzas son demasiado apretadas. Otros, tal vez, no son capaces de donar por regulaciones gubernamentales. Pero si tú puedes donar, tu donación nos ayudará a transmitir la Palabra de Dios en los lugares donde rara vez se han escuchado estos mensajes.

Puedes llamar al 1-800-569-5959, o puedes donar en línea en AvivaNuestrosCorazones.com.

Leslie: ¿Cuál fue el mayor aborto involuntario de la justicia en la historia del mundo? Es probable que hayas leído sobre este incidente. Nancy  te ayudará a explorar sobre esto profundamente mañana en Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

1F. W. Krummacher. El Salvador sufriente, p. 102.

Getsemani, Cettina Marraffa, Easter Melodies ℗ 2010 Ill Millennio; Oh Que Inmenso Amor / Ven Amigo a Jesús, Steve Green, Toma la Cruz ℗ 1991 Sparrow Records.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

20/27 – La vida de oración de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

20/27 – La vida de oración de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/la-vida-de-oracion-de-cristo/

Leslie Basham: Aquí está Nancy Leigh DeMoss.

Nancy Leigh DeMoss: Yo debo confesar que a menudo, cuando oro, a nivel de mis sentimientos, siento que nadie me está escuchando. Yo no puedo ver a Dios. A veces no puedo sentirlo. Cuando oro, necesito fe para creer que lo que no veo y no siento, es aún real, y que Dios está ahí, y que está oyendo, que Él está escuchando, y que Él responderá.

Leslie: Estás escuchandon Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín. En las últimas semanas, hemos estado estudiando la vida de Jesús, siguiendo el bosquejo de un libro escrito por Oswald Sanders, El Cristo incomparable [The Incomparable Christ – disponible en Inglés]. Aquí está Nancy en la serie, El Cristo incomparable.

Nancy: Hoy queremos ver algo más que hace a Cristo incomparable, nadie es como Él.  Jesús fue un hombre de oración, y oraba porque era un hombre. Esto es parte de Su humanidad. Es una expresión de Su sentido de dependencia como hombre, el hecho de que Él oraba a Su Padre Celestial.

Como humanos, estamos necesitados y somos dependientes; no somos autosuficientes ni independientes. Necesitamos provisión, protección, dirección, sabiduría, ayuda, consuelo, y ánimo. Dios es el dador de toda buena dádiva y de todo don perfecto. Él es la fuente de todo lo que necesitamos.

La oración significa que nos humillamos y reconocemos que estamos en necesidad, y le pedimos a Dios—quien lo tiene todo—que nos ayude a suplir esa necesidad. Eso significa que la oración es la expresión más grande de dependencia que podemos ofrecer a un Dios todo suficiente. Es el reconocimiento de que sabemos que Lo necesitamos.

Mientras pensaba en eso esta semana, me impactó que si realmente creyeramos que somos personas necesitadas y que Él es todo suficiente, que está dispuesto, y que es capaz de suplir todas nuestras necesidades, ¡entonces oraríamos! Pero el hecho es que oramos poco. Permíteme hacerlo más personal. El hecho es que yo no oro más o porque no me doy cuenta cuán necesitada realmente estoy, o porque tengo un espíritu orgulloso y autosuficiente, o porque no creo que Él puede satisfacer mis necesidades, o porque no creo que Él quiera satisfacerlas.

Si yo creyera que estoy necesitada y que Él está dispuesto y es capaz, entonces oraría. Así que si no oro, entonces hay algo que está mal con lo que estoy creyendo.

Tú no puedes conocer realmente a Cristo sin considerar seriamente Su vida de oración. Definitivamente es una de las cosas más importantes acerca de Él. Es una de las cosas que sale a relucir en los evangelios –particularmente en el Evangelio Lucas—una y otra vez. Lee el Evangelio de Lucas en algún momento, y traza un círculo a cada referencia a la oración. Podrás ver que Él, Cristo, era un hombre de oración.

En esta sesión, quiero hacer 10 observaciones acerca de la vida de oración de Cristo. No es nada profundo ni que no hayas escuchado antes, pero al meditar en Cristo como un hombre de oración, y en mi deseo de convertirme en una mujer de oración, aquí hay 10 cosas que he observado acerca de la vida de oración de Cristo que deberían animarnos y motivarnos.  

1. Él oraba a Su Padre. Su vida de oración estaba basada en una relación familiar. El hecho de que Él orara a Su Padre revela la intimidad de Su relación con Él. Sus oraciones no eran solo listas de peticiones, como suelen ser las mías —por favor has esto, y has aquello, y no olvides esto, y necesito aquello. Sus oraciones eran mucho más que eso. Él estaba pasando tiempo con alguien que conocía íntimamente, a quien amaba, y sabía que lo amaba y con quien quería pasar tiempo.

Pienso que el Salmo 27 el versículo 4, que es uno de mis versículos favoritos, es algo que Jesús pudo haber dicho:

“Una cosa he pedido al SEÑOR, y ésta buscaré: que habite yo en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del SEÑOR, y para meditar en su templo.”

Jesús tenía ese deseo de estar con Su Padre. Así que Sus oraciones nacían de una relación con Él. 

2. Oraba con frecuencia. Él oraba mucho. No solo un poco, sino mucho. A veces Él se apartaba de la multitud con el propósito expreso de orar; pero a veces, oraba en el transcurso de su rutina diaria y de sus actividades. Mientras lees los evangelios, puedes darte cuenta de que los momentos claves de Su vida estuvieron marcados por la oración —Su bautismo, la elección de los doce discípulos, el Monte de la Transfiguración, la alimentación de los 5000, el Huerto de Getsemaní, la cruz — esos fueron momentos importantes que estuvieron marcados por la oración.

Pero Él también oraba en los momentos que no eran tan importantes, como una forma de vida. Él oró después de un día completo de ministrar, cuando estaba cansado. Él era un hombre. Un hombre de carne y hueso. Te imaginas cómo estaría, sumamente cansado. Él oraba antes de empezar un nuevo día de ministerio, con la gente presionándolo y con cosas pendientes por hacer y lugares a donde ir. Él oraba como parte de su rutina. Cada ocasión era adecuada para orar –para comunicarse con Su Padre, manteniendo esa línea de comunicación abierta. No había un evento, acontecimiento o detalle demasiado grande o demasiado pequeño para no fuera un motivo de oración. Él vivió orando y murió orando. Él oraba con regularidad. Esa era su forma de vida.

3. Él oraba solo y en compañía de otros.

En Lucas capítulo 5 versículo 15 vemos una ocasión en donde se nos dice que Jesús oró solo con Su Padre.

Ahora, Su fama crecía, y grandes multitudes se reunían a escucharle y a ser sanados de sus enfermedades; pero Él se retiraba a lugares desolados y oraba (v. 15-16).

Así que a veces Él dejaba la multitud —dejaba la presión, las responsabilidades, las fechas límites, y las demandas. Era un acto intencional de Su parte. Se retiraba y de manera intencional Él iba a sitios desolados donde no fuera interrumpido o distraído, y allí oraba. Sabemos también que hubo momentos en que Él fue a esos lugares desolados y trató de estar solo, y las multitudes le siguieron y se lo impidieron.

Una cosa me encanta del Salvador es que Él nunca se molestó con la gente. Me sucede a veces que cuando estoy en esos lugares desolados y quiero estudiar y buscar al Señor, cuando llega la multitud y me interrumpe puedo molestarme con la gente misma a la que el Señor me llamó a servir. Y digo esto por aquellas de ustedes que tienen niños pequeños y saben lo difícil que es apartarse de la multitud. A veces alejarse a un lugar desierto no significa enviarlos de campamento o que tú salgas de la casa por una semana. A veces significa que en medio de la multitud tú encuentres un lugar tranquilo en tu corazón.

Jesús sabía cómo hacer eso también, Él lograba estar sereno en medio de una multitud. Él oraba cuando estaba a solas con Su Padre, pero también en lugares públicos. Lucas capítulo 3 nos dice que Él oró en Su bautismo. Juan capítulo 6 nos dice que Él oró en la alimentación de los cinco mil, alzando los ojos al cielo y dio gracias —un lugar bastante público. Juan capítulo 11 dice que también oró ante la tumba de Lázaro. Así que Él oró en lugares públicos.

Luego Él también oraba con Sus discípulos. Yo creo que además de los momentos en que oraba sólo con Su Padre, esos tiempos de oración con Sus discípulos deben haber sido muy especiales para Él y también para ellos.

Lucas capítulo 11 nos dice,

Ahora Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dice, “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.”

Así que Jesús estaba con Sus discípulos. Ellos le veían orar. Ellos le escuchaban orar. De alguna manera, ellos estaban cerca cuando Él estaba orando, así que estaban motivados para decir, “Señor, enséñanos a orar.”

Versículo 2 Y Él les dijo, “Cuando oréis, decid: «Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino.” (v. 2).

Él se llevó a Sus discípulos al lugar de oración. Podemos verlo nuevamente en el Monte de la Transfiguración en Lucas capítulo 9, “Y como ocho días después de estas palabras, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar”. (v.28). Él los llevó consigo. Él oró con ellos.

En el Huerto de Getsemaní, Él estaba con Sus discípulos. Cuando fue a orar, se retiró a la distancia de un tiro de piedra, pero Él oraba fervientemente. No puedo dejar de pensar que los discípulos sabían lo que estaba sucediendo. Probablemente lo podían ver. Tal vez podían escucharle mientras oraba.

Yo creo que Jesús sentó el patrón para que nosotros oremos con la familia de Dios. Oramos juntos cuando decimos, «Danos hoy el pan nuestro de cada día.” (Lucas 11:3). Yo sé que hay algunas personas que no se sienten cómodas orando con otros, pero quiero decirles que cuando lo hacemos en nuestro equipo de trabajo, es algo dulce. Algunas veces, yo llamo a mi madre y hago una oración de bendición al final del día. Ora con aquellos que conoces y que amas. Busquen al Señor juntos.

En nuestro equipo de trabajo nos encanta orar juntos. No solo nos encanta, sino que lo necesitamos. Estamos desesperados. Nosotros tenemos reuniones de oración de pie. Si escuchamos de una necesidad de alguno de nuestros oyentes, o de algo que sucede en el ministerio, espontáneamente nos reunimos. Hay mucha oración por aquí. No porque somos súper espirituales, sino porque realmente necesitamos al Señor, y lo necesitamos juntos. Permíteme animarte a que aproveches esas oportunidades.

Bueno, y me detuve mucho en este punto. Así que movámonos hacia otros.

4. Jesús siempre encontró tiempo para orar

Sin duda alguna, Él estaba más ocupado que lo que cualquiera de nosotros jamás estará—cuando pensamos que su lista de cosas pendientes consistía en todo el plan de redención que tenía que completar en tres años. Pero nunca estuvo tan ocupado que no tuviera tiempo para orar. Siempre fue una prioridad para Él.

Yo me reuní con algunos amigos para escuchar sus comentarios sobre estas sesiones, y estuvimos discutiendo este capítulo. Una de las jóvenes dijo que una de las primeras cosas que notó en el capítulo del libro de Oswald Sanders sobre la vida de oración de Cristo fue el orar a pesar del sentimiento de culpa por no orar lo suficiente. Yo conozco ese sentimiento: “No soy una persona que ora mucho; me voy a sentir culpable”. Y esta joven siguiendo diciendo, “pero mientras leía este capítulo me di cuenta de que Jesús realmente veía la oración como Su trabajo más importante. Él ponía todas las otras demandas por debajo de esto. Leer este capítulo me inspiró a orar aun cuando mi trabajo es agobiante”. Esas palabras son buenas palabras de aliento. Jesús siempre encontró tiempo para orar.

¿Quién de nosotros puede comparar su carga de trabajo con la de Cristo? ¿Quién de nosotras tiene más distracciones e interrupciones que las que Él enfrentaba cada día? Las suyas eran situaciones de vida o muerte. Cosas como, “¡Ven pronto que mi hija se está muriendo!” “Ya es demasiado tarde; ya se murió.” Eran cosas reales las que lo presionaban. Él tenía emergencias donde quiera. Pero Él encontraba tiempo para orar. Si alguien podía justificar el saltar o apresurar su tiempo de oración, Jesús parecía ser la persona indicada. Pero en las temporadas más ocupadas y con más presión de Su vida Él oró más, no menos.

Estuve leyendo otro libro sobre la vida de Cristo, meditando para esta serie, y me encontré con otro antiguo escritor que dijo, “Nosotros hacemos de nuestras ocupadas agendas y de las presiones demandantes una razón para no orar; Jesús las hizo una razón para orar.”1 ¿No es eso una buena palabra? Jesús siempre encontró tiempo para orar.

5. Jesús oró por aquellas cosas que Él sabía agradarían y honrarían a Su Padre y que redundaban en el avance del Reino de Dios.

Él estaba más interesado en eso que en Su propio bienestar. Siempre estaba sometiendo Su voluntad a la de Su Padre.

Me encanta el pasaje de Juan capítulo 12 el versículo 27, donde Jesús dice,

“Ahora mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: «Padre, sálvame de esta hora?” Pero para esto he llegado a esta hora. [Yo vine para morir, por esa razón Él me envió aquí. ¿Cuál es entonces su oración? Él no ora al Padre que le salve de esa hora, sino que dice] Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo:  le he glorificado, y de nuevo le glorificaré.” (v. 27-28).

En Su caso, glorificar el nombre de Dios significaba sufrir la cruz. Sus propios deseos estuvieron siempre sujetos y dirigidos hacia aquello que glorificaría y honraría al Padre.

Juan 17 “Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti,” (Juan 17:1). Ese fue siempre el propósito. Has lo que sea necesario para que Tú seas glorificado.

6. Jesús creía que Dios le escuchaba cuando oraba. Él oraba con la fe y la confianza de que Dios le escuchaba y respondería Sus oraciones. En la tumba de Lázaro en Juan capítulo 11, dice “Jesús alzó los ojos a lo alto, y dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído.” (v. 41-42). ¿Sabías que tú puedes tener la misma confianza cuando oras? Tal vez tú pienses, “¡Pero es que yo no soy Jesús!” Pues escucha este versículo.

“Y esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.” (1 Juan 5: 14-15).

Él pensaba que Dios le escuchaba cuando Él oraba y que Dios le respondería. ¿Tú crees eso cuando tú oras? Yo debo de confesar que cuando oro, a nivel de mis sentimientos, a menudo creo que nadie me está escuchando. Yo no puedo ver a Dios. A veces tampoco lo siento. Mi vida de oración no es como esas que leo a veces donde la gente siente la presencia de Dios — eso no suele suceder conmigo. Cuando oro, necesito fe para creer que lo que no puedo ver ni sentir sigue siendo real, y que Dios está ahí y que Él está escuchando, y que Él va a responder.

7. Jesús oró mucho durante Su pasión. Es hacia esa semana que nos acercamos en esta serie; la semana del arresto, juicio y crucifixión de Cristo, también conocida como La Semana Santa. Él oró mucho en esos días en particular. En Lucas capítulo 22, vemos a Jesús en Getsemaní. Estaremos haciendo toda una sesión sobre ese evento. Escuchamos a Jesús orar en la cruz. Veremos de manera más breve lo que Él oró en la cruz.

Pero Yo quiero ver por un momento a Juan capítulo 17, la oración sacerdotal que hizo Jesús —la verdadera oración del Señor— la cual hizo entre el aposento alto y Getsemaní. Esta es una mirada íntima a la vida de oración de Cristo. Permíteme darte un bosquejo de ese capítulo.

  • Él oró por Sí mismo en Juan  17 de los versículos 1-5)
  • Él oró por Sus discípulos de los versículo  6-19

Él dijo en el versículo 11 “Guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como nosotros; “No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno (v.15)”; “Santifícalos en la verdad (v.17)”. Él oró primero por Sí mismo y luego por Sus discípulos.

  • Y entonces me encanta esto, de los versículos 20-26 ¡Él oró por nosotros!

“Más no ruego solo por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos [¡Esos somos nosotros!], para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria…” (v.20-21, 24).

Piensa en Jesús orando estas cosas por nosotros. Esto muestra Su corazón, ya que oró por otros cuando probablemente estaba siendo consumido con Sus propias necesidades. Él oró por Sí mismo, oró Sus discípulos, oró por nosotros, pero sobre todo—en Su vida de oración durante la semana de su pasión y durante toda su vida—Él oró por la gloria de Dios, para que se hiciera Su voluntad.

Tan solo unas horas después de la oración de Juan 17, Él oró en Getsemaní, y le dijo a sus discípulos, “Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mt. 26:41). ¿No es interesante que sus discípulos se durmieron y cayeron en tentación? Jesús oró (mientras ellos dormian) y venció la tentación. Él conquistó al pecado y a la muerte. Él compró nuestra salvación. Y me llegó el pensamiento mientras meditaba anoche en este pasaje, imagínate¿Y si el Señor no hubiera orado? ¿Y si Él se hubiera quedado dormido cuando se suponía que estuviera orando?

Nosotros no podemos responder esa pregunta, porque Él hizo siempre la voluntad de Su Padre, pero piénsalo. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera dormido en vez de orar? ¿Hubiera caído Él también en la tentación? Sé que es una pregunta absurda porque Jesús no pecó ni podía pecar, pero ¿No te alegra saber que Él oró? Yo me pregunto cuál sería la diferencia en nuestras vidas si nosotras oráramos en vez de dormir. Por supuesto que el sueño es un buen regalo. Hay un tiempo de dormir, pero hay un tiempo de levantarse y orar.

8. Jesús oró de manera fervorosa y apasionada. No oraciones monótonas. Yo pienso que, si fuera posible, nuestras oraciones harían que Dios se durmiera. Él debe estar allá arriba preguntándose si realmente nos interesa que Él nos conceda lo que le pedimos. ¿Realmente esto les importa? Yo creo que Dios podría pensar así acerca de muchas de mis oraciones. ¡Pero no de las de Jesús!

En Hebreos capítulo 5 nos dice que, “Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.”

Estamos casi llegando al Huerto de Getsemaní en esta serie. Cuán pocos de nosotros conoce aunque sea un poco lo que significa agonizar en oración como Jesús lo hizo.

9. Aun cuando fue abandonado por Su Padre, y Dios rehusó responderle, Él oró.

Nosotras sabemos que el Salmo 22 es un salmo mesiánico. Jesús oró parte de él en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo.” (v. 1-2).

Cuando Jesús se hizo pecado por nosotros, Dios le dio la espalda a Su Hijo. Pero Jesús siguió orando. En la hora más oscura y desolada de su vida, a través de sus oraciones en la cruz, Él demostró fe de que Dios aún estaba allí. Incluso cuando Él no podía sentirlo.

Gloria a Dios. A aquellos que estamos en Cristo, Dios nunca nos abandonará ni nos dejará. Pero a veces es así como nos sentimos, ¿no es cierto? No podemos sentir Su presencia, ni podemos ver lo que Él está haciendo. Pero la pregunta es, ¿oraremos de todas maneras como lo hizo Jesús?

10. Jesús sigue orando. Él continúa orando por nosotros en el cielo aun hoy. Él oró durante toda Su vida en la tierra. Él oró a través de Su pasión. Oró en la cruz. ¡Y sigue orando! Él no ha parado. “Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”. (Hebreos 7:25). En Romanos capítulo 8 versículo 34 nos dice que Él está “a la diestra de Dios intercediendo por nosotros”. ¿No te da gozo saber esto?

¡Gracias Jesús por tus oraciones por nosotras! Gracias Señor que oraste cuando era fácil y cuando no lo era, y oraste cuando estabas muy ocupado y cuando había calma, oraste con otros y oraste solo, oraste a Tu Padre celestial porque le conocías y le amabas, y querías estar con Él. Señor, hemos sido animadas por tu vida de oración y estamos agradecidas. Muchas gracias. Ahora junto con los discípulos te pedimos que Tú nos enseñes a orar. Oh Señor, Tú eres realmente incomparable. Te amamos y te adoramos. En el nombre de Jesús, amén.

Leslie: Esta es Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín, ayudándote a aprender más acerca de la oración a través de la vida de Jesús. Este mensaje es parte de la serie titulada, El Cristo incomparable. Para escuchar los mensajes de esta serie predicados hasta ahora, visita la página  www.AvivaNuestrosCorazones.com. Cuando estés allí puedes escuchar los programas anteriores o leer las transcripciones.

Esto es lo que descubrió una oyente del Reino Unido hace poco. Ella estaba enferma y en cama por muchas semanas, y quería usar su tiempo sabiamente. Ella no podía salir de la casa para ir a la iglesia, ni tenía la energía para leer. Cuando descubrió AvivaNuestrosCorazones.com dijo,

Yo absorbí tanto del ministerio en internet —escuchando las transmisiones cada día, pero también escuchando serie tras serie de los archivos. Había tal riqueza allí, y fui edificada en tantas áreas.

Estando ya fuera de su lecho, ella aún escucha las grabaciones del ministerio y continúa diciendo,

Me siento atacada por los valores del mundo desde todos los ángulos, y siento que he llegado a entender el patrón de Dios para la femineidad más claramente por medio de la enseñanza de Aviva Nuestros Corazones.

Alrededor del mundo, las mujeres pueden accesar a AvivaNuestrosCorazones.com gracias a los oyentes que contribuyen financieramente y hacen posible el ministerio. ¿Le pedirías al Señor que te muestre lo que Él podría haberte dado para apoyar a Aviva Nuestros Corazones?

Puedes hacer tus donaciones de cualquier monto en AvivaNuestrosCorazones.com, o puedes llamarnos al 1-800-569-5959, y especificar que deseas contribuir con el ministerio de alcance en español.

En el Huerto de Getsemaní, Jesús agonizó en oración. ¿Por qué Él asumió Su próxima prueba con tal angustia? No fue solamente el dolor de la cruz. Había algo más allá. Considera la angustia de Cristo mañana en Aviva Nuestros Corazones.

 

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

James Stalker. Pulpit Legends: Studies on the Person of Christ. (Chattanooga, TN: AMG Publishers, 1995), 195.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

19/27 – La serenidad de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

19/27 – La serenidad de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/la-serenidad-de-cristo/

Leslie Basham: Cuando Nancy Leigh DeMoss estuvo investigando sobre el tema de la serenidad  se encontró con el siguiente anuncio en la web:

Nancy Leigh DeMoss: Esto es lo que dice el anuncio:

La pastilla SERENIDAD. Manejo del ánimo en tiempo real.

¿Sufres de cambios repentinos en tu estado de ánimo?

¿Necesitas tener una actitud más positiva hacia la vida?

¿Te encuentras estresada o nerviosa?

¿Te deprimes con síndromes premenstruales o durante la menopausia?

¿Tienes arranques de ira inexplicables?

¿Te sientes triste o infeliz?

¡Podemos ayudarte! Nada ayuda tanto como la pastilla Serenidad.

Serenidad de venta en una cajita —¿qué les parece?

Leslie: Sin embargo,  este tipo de propaganda está destinada a no cumplir lo que promete.

Nancy: Donde quiera que busques serenidad aparte de Cristo, te darás cuenta que no  podrás alcanzarla.

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss, en la voz de Patricia de Saladín.

Estas semanas que preceden al Domingo de Resurrección estamos concentrando nuestro estudio en la persona Cristo, y al continuar hoy con  la serie sobre El Cristo incomparable veremos otro importante atributo de Jesús.

Nancy: Serenidad—esta no es una palabra que se escucha  frecuentemente en nuestros días. Rara vez oímos  que una persona es descrita como «serena». Esta palabra, serena o serenidad, ciertamente no describe la época en que vivimos, diríamos que estamos más familiarizadas con palabras como: prisa, o locura,  preocupaciones, ocupadas 24/7, estrés,  ataques de pánico,  crisis de ansiedad… Podemos ser descritas de cualquier forma,  menos como «serenas».

El diccionario nos da varios sinónimos de la palabra serenidad: tranquilidad, calma y paz.

Un corazón sereno es lo que tiene el salmista  cuando ora en  el Salmo 131:

«Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiados difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma». (vv. 1-2).

Me encanta ese salmo. No estoy muy segura, pero creo que pasé la mayor parte de la semana pasada estudiando solamente estos dos versículos de este salmo. Quedé fascinada con ellos porque describen el corazón sereno que  generalmente yo no tengo.

Serenidad—es algo que todas las personas anhelan. Piensen en la cantidad de mujeres que practican yoga—ellas buscan serenidad, ¿No es cierto? Pero en cualquier lugar que busques serenidad aparte de Cristo, te darás cuenta que no podrás alcanzar.  ¡No puedes pasarte todo el día practicando yoga!

Hoy veremos la serenidad de Cristo a través de algunas escenas a lo largo de Su vida. Al estudiar este tema, al igual que hemos  hecho  en los capítulos anteriores, veremos cómo verdaderamente Él es el Cristo incomparable. Cristo reflejó serenidad;  Él era una persona serena y Él nos da serenidad. Él es la fuente de la verdadera serenidad, esto podemos observarlo a lo largo de toda Su vida.

Medita en algunas de estas escenas y verás como las imágenes vienen a tu mente mientras las leo:

Piensa en Jesús dormido en la barca, mientras Su Creación rugía en medio una tormenta; piensa cuando Él se despertó y con serenidad calmó la ansiedad y el temor de Sus discípulos—  eso es serenidad.

Piensa en los  5,000 hambrientos—probablemente algunos miles más cuando se añaden las mujeres y los niños—conglomerados alrededor de Cristo, y vemos como Él mantuvo perfecta calma. Él no se estresó.

Piensa en Cristo cuando recibe la noticia de que su querido amigo Lázaro está enfermo de muerte—Él no hizo ninguna crisis emocional. Esto no fue estoicismo, tampoco indiferencia, o que no tuviera ningún tipo de emociones; Cristo lloró frente a la tumba de Lázaro. Él se dolió profundamente por aquellos que acababan de perder a su  hermano y a su amigo;  simplemente Cristo no perdió el control,  Él mantuvo Su compostura y  serenidad.

Piensa en Jesús—estaremos viendo esto en los próximos días—cuando Él se enfrentó a los líderes judíos, a Poncio Pilato y a Herodes frente al tribunal. Él siempre mostró perfecta calma y dignidad. Cristo fue injuriado, acusado falsamente y perseguido, pero se mantuvo en paz—como el Salvador sereno.

Hoy nos concentraremos en otra escena que nos refleja de una manera  exquisita la serenidad de Cristo. Esta escena se encuentra en un versículo del capítulo 26 del Evangelio de Mateo. Me fascina como el Evangelio de Mateo incluye esta frase que nos muestra una imagen tan rica de la serenidad del Señor

Este versículo se encuentra en el contexto del aposento alto, la noche cuando Cristo celebró la cena de la Pascua con Sus discípulos—lo que llamamos La Última Cena. Al terminar esta cena, Cristo y Sus discípulos se preparan para salir del aposento alto;  Cristo está consciente que pronto será arrestado, y que será traicionado y que además será abandonado por Sus discípulos y Sus amigos más cercanos—aquellos con los que acaba de cenar, y a quienes  acaba de lavarles los pies, es decir, aquellos a quienes acaba de servir.

Mateo 26, versículo 30, nos dice: “Después de cantar un himno salieron hacia el monte de los Olivos.»  Después de cantar un himno…

Oswald Sanders nos dice en su libro “El Cristo incomparable”, el libro cuyo bosquejo estamos siguiendo en esta serie:

El Salvador cantó bajo la sombra de la cruz. ¡Cuánta serenidad y sentido interno de triunfo es revelado en esta frase! Cualquiera puede cantar en un día soleado, pero no todo el mundo puede cantar en los momentos oscuros.

Ahora, la pregunta que todas nos hacemos es: ¿Qué himno habrán cantado Cristo y Sus discípulos? Las Escrituras no nos dicen, pero los comentaristas concuerdan en que probablemente Jesús y Sus discípulos cantaron un grupo de salmos de un Salterio Judío del  Antiguo Testamento. Este grupo de salmos era conocido como El Hallel.

¿Te suena esto familiar? Hall-el-lu-jah.” Hallel significa alabanza— aleluya, alabanzas a Dios. El Hallel, comúnmente conocido como el Hallel Egipcio, incluye los Salmos del 113 al 118. Se llamaba el Hallel egipcio porque estos salmos eran cantados en fiestas nacionales como la Pascua, en la que los judíos celebraban su liberación de Egipto. Esta era  una alabanza que conmemoraba la liberación de Egipto.

Estos salmos eran agrupados juntos y se cantaban como una sola canción durante las fiestas anuales de los judíos, y típicamente (según los comentaristas) se cantaba la primera parte del Salmo 113 y el Salmo 114, en medio de la cena; la segunda parte, y del Salmo  115 al Salmo 118 eran cantados al final de la comida.

Vayamos al Salmo 115 del  Hallel judío y veamos algunas de las palabras que probablemente Cristo cantó en la noche con Sus discípulos  antes de subir al Getsemaní y de ahí al Calvario.

Aquí podemos notar la serenidad de Cristo. No tenemos tiempo de estudiar todo el pasaje, pero sí podemos leer una gran parte; y quizás algún día hagamos toda una serie en Aviva Nuestros Corazones sobre El Hallel. Hoy no podremos leerlo completo, pero las animo a que en esta época previa a la Semana Santa todo el contenido de estos salmos, es decir del Salmo 113 hasta el Salmo 118. Veamos algunos de estos versículos:

Al comienzo del Salmo 115—probablemente lo que hubieran cantado al terminar la cena —vemos la primera estrofa de lo que Cristo y Sus discípulos quizás cantaron al salir del aposento alto. Leamos el Salmo 115, el versículo 1:

«No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu fidelidad. Por qué han de decir las naciones: ¿Donde está ahora su Dios? Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place.» (vv. 1-3).

Vamos a detenernos aquí por un momento. Desde la primera estrofa de este salmo vemos en Jesús el deseo supremo de glorificar a Dios; y de que la voluntad de Dios sea cumplida en la tierra sin importar el precio que Él tendría que pagar: «Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place».

Esto nos lleva a otro versículo, que seguramente Cristo conocía, de Isaías capitulo 53, el poema que hace referencia al siervo sufriente de Dios y que nos dice: “Pero quiso el Señor quebrantarle, sometiéndole a padecimiento» (v. 10). Jesús sabía que el placer de Su Padre, Su buena voluntad y Su Gloria, estaban ligados a que Él padeciera voluntariamente; a que fuera crucificado, quebrantado, y que sufriera y muriera en la cruz.  

Jesús cantó este salmo: «Dios está en los cielos, Él hace todo lo que le place.»  Cristo alabó a Dios y dijo: «Quiero que Tu gloria sea sobre toda la tierra, quiero aquello que te honra; eso es lo que quiero, aunque esto signifique que te complazcas en mi sufrimiento. Si te complace a Ti, me complace a Mi.»

Ellos no estaban simplemente abriendo sus Biblias y leyendo este salmo, estos eran pasajes que los judíos memorizaban y los cantaban con una melodía musical. Ellos lo cantaban juntos; así que Jesús estaba cantando junto con sus discípulos: «No a nosotros, Señor  no a nosotros, sino a tu nombre da gloria».

A la luz de todo lo que Cristo estaba enfrentando, las animo a que lean estos salmos hasta el Salmo 118; pero vayamos a la última estrofa del Salmo 118; al último versículo al versículo  24. Pensemos otra vez en que Cristo está saliendo del aposento alto,  listo para ir a Getsemaní y al Calvario; en el versículo 24 vemos a Cristo cantando junto con Sus discípulos:

«Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.»

En el  versículo 28 leemos:

«Tú eres mi Dios, y gracias te doy; tú eres mi Dios, yo te exalto. Dad gracias al Señor, porque Él es bueno, porque para siempre es su misericordia.» (vv. 28-29).

No solamente vemos a Cristo cantando al momento de enfrentar la cruz pero, ¿que está cantando?  Él está cantando alabanzas, adoración, acción de gracias y honra a Dios. Él comienza dirigiendo Su atención a la gloria y a la soberanía de Dios y termina en acción de gracias por la bondad y el amor  del Dios que guarda el pacto. Esto es lo que significa que «para siempre es Su misericordia». Aquí no hay dudas, no hay miedos, no hay ansiedad, no hay confusión. Solo la calma y la serenidad de saber que Dios es bueno,  que Él está en control y que Su voluntad será hecha.

El libro que hemos estado siguiendo, “El Cristo incomparable”, de  Oswald Sanders dice:

¿Qué podemos aprender de este salmo de la Pascua? Aprendemos que podemos convertir nuestros problemas en tesoros y nuestras tristezas en salmos de alabanzas. La fe puede cantar su poema aun en las horas más oscuras. La tristeza y la alabanza no son incompatibles.

Ver la serenidad de Cristo nos recuerda que «los problemas pueden ser convertidos en tesoros, y las tristezas pueden ser convertidas en alabanzas. Que la fe puede cantar sus poemas en las horas más oscuras;  y que la tristeza y la alabanza no son incompatibles.»

¿No les recuerda esta escena a algunos seguidores de Cristo unos cuantos años más tarde? A Pablo y a Silas en la cárcel en Filipos. Ellos fueron apedreados, heridos, atados de pies y manos con grillos, sin embargo los vemos a  la media noche “orando y cantando himnos a Dios»—al igual que Cristo—estaban serenos, en calma, en paz, tranquilos en medio de la lucha y afianzados en el Espíritu. (Hechos 16:25).

Ahora, si tú no conoces a Jesús como tu Salvador personal y si Él no está obrando en tu vida, esto puede sonarte a locura. ¿Cómo podía  Jesús cantar?—sobre todo lo que hemos visto en los salmos que ellos cantaban en estas ocasiones. ¿Cómo podía Él cantar las letras de estos salmos sabiendo que iba  ser traicionado y crucificado?

Primero, sabemos que Él podía cantar porque Su confianza estaba en el Padre. Vemos esto en el salmo que dice: «Tú eres Dios, Tú eres Mi Dios.» Sabemos también que dentro de poco tiempo —en unas horas—Él estaría clamando al Padre: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has desamparado?» Pero aún así Él sabía que el Padre era Su Dios, y que Dios es bueno. Él confiaba en Su Padre. Si confías en tu Padre Celestial también podrás cantar a la sombra de la cruz.

Cristo conocía, aceptaba y abrazaba el plan de Su Padre. “Estoy de acuerdo, lo compro, lo recibo. ¡Sí, Señor; Sí, Padre!» Él conocía el plan de Su Padre. ¡Lo aceptó y lo abrazó!

Él pudo cantar a la sombra de la cruz porque amaba a los demás -—te amaba a ti y me amaba a mí —más que a Su propia vida. Si amo mi propia vida más que a los demás, entonces me voy a quejar a la sombra de la cruz; pero si amo a Cristo, si amo a mi Padre Celestial más de lo que me amo a mí misma, entonces no solo voy a estar dispuesta y a ser capaz de hacerlo, sino que querré cantar a la sombra de la cruz.

Él pudo cantar a la sombra de la cruz aun sabiendo que la tenía por delante porque sabía que la cruz no era el final. Él sabía que había vida, gozo, gloria y esperanza por delante, y esto lo capacitó para vencer la cruz y cantar camino al Calvario.

Para algunas de nosotras es fácil entender la posibilidad de estar calmadas y serenas cuando no hay ningún problema en nuestras vidas, pero yo conozco personas que no pueden estar calmadas en ningún momento. Es fácil imaginarnos a alguien sereno y calmado cuando no hay ninguna tormenta, cuando no existe ningún problema, ninguna cruz que llevar. (Aun así,  te diré que es posible tener una vida color de rosa pero, si no tienes a Cristo, tu vida interior estará llena de conflictos, ansiedad y no podrás tener serenidad.)

Sin embargo, aunque vemos que nuestras circunstancias no deben gobernar si estamos serenas o no,  es asombroso ver como Cristo modela la serenidad cuando estaba atravesando los momentos más angustiantes de Su vida.  Podemos ver esta realidad en la vida de muchos de sus seguidores.  Es algo asombroso cuando vemos esta actitud en los santos al ser perseguidos o martirizados;  también lo podemos ver en otros casos cuando sus discípulos enfrentan los grandes y los pequeños retos y cruces que deben cargar en sus vidas. Ellos cantan a la sombra de la cruz y modelan un espíritu calmado y sereno.

De hecho, he aprendido que  muchas veces Dios utiliza las presiones, los sufrimientos y los problemas en nuestras vidas como un medio para producir en nosotros un espíritu calmado y sereno. Tú dirás, “Yo no soy una persona calmada, ciertamente no podré estar calmada en medio de mis problemas”.  Es posible que sea en medio de estos problemas, tristezas y sufrimientos que puedas desarrollar un espíritu sereno, que puedas ver a Cristo y puedas cantar a la sombra de la cruz.

Veamos algunos ejemplos de personas que vienen a mi mente, que han cantado y adorado a Dios a la sombra de la cruz:

Pienso en esos tres jóvenes hebreos de los cuales leemos en el capítulo 3 de Daniel, cuando el rey Nabucodonosor, el hombre más poderoso sobre la tierra, les dijo: “Póstrense y adoren la imagen que yo he creado, de lo contrario, los arrojaré al horno de fuego ardiente».  ¿Cuál fue su respuesta?

“Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado». (vv. 17-18).

Esto refleja serenidad en todo el sentido de la palabra. Es una calma y una seguridad total de que Dios está en control, de que Su plan es bueno, de que Él puede ser confiado y  por lo tanto no tenemos por qué preocuparnos.

También recuerdo a  Perpetua. Algunas de ustedes han leído la historia de esta mujer de 22 años, esposa y madre de un bebé lactante, quien en el año 203 DC, junto con otros cuatro fue arrestada y martirizada por su fe en Cristo. Según los historiadores, ella y sus compañeros de martirio entraron a la arena cantando himnos sostenidos por su fe. Ellos primero fueron mutilados por animales y luego muertos a filo de espada. La historia nos cuenta de cómo Perpetua guió la espada a su cuello cuando sus ejecutores fallaron.

Pienso también en Dietrich Bonhoeffer (de quien he estado leyendo su biografía recientemente), un pastor y teólogo  luterano alemán que fue encarcelado y ejecutado por su papel en la resistencia en contra del Nazismo. Su muerte fue particularmente brutal, le quitaron toda la ropa y fue llevado desnudo al patio donde sería ejecutado, allí lo colgaron con alambre fino y lo estrangularon.

El doctor del campamento que presenció esta ejecución escribió lo siguiente:

«Yo vi al Pastor Bonhoeffer arrodillarse en el piso y orar fervientemente a Dios. Fui  íntimamente conmovido por la forma en que este buen hombre oró, que devoción y que seguridad se observaba, de que Dios estaba oyendo su oración. Y otra vez, en el lugar donde sería ejecutado, elevó una corta oración cuando subió unos cuantos escalones hacia la horca, donde se mantuvo valiente y sereno. Su muerte duró solo unos cuantos segundos. En los casi cincuenta años que tengo ejerciendo la medicina nunca había visto un hombre morir de una forma tan sumisa a la voluntad de Dios».

Cantando a la sombra de la cruz, confiando en la bondad, en la sabiduría y en el plan de Dios.

Pienso también en el  correo electrónico que recibí de una señora hace una semana; ella me decía:

«Mi esposo me abandonó hace tres años, ni siquiera sé dónde está viviendo pues él no me lo quiere decir; pero después de escuchar mi primer programa de Aviva Nuestros Corazones en Noviembre del 2008, comencé a orar por una reconciliación. Hoy en la noche le escribí un corto correo electrónico donde le decía que yo comprendía lo que le había sucedido un tiempo atrás, cuando uno de sus proyectos financieros no había funcionado como él lo esperaba, también le recordé algo que yo admiraba en él y al final me despedí con un «te amo» y mi firma.

Sentí que pude decirle algo sin necesidad de cuestionarlo, sin necesidad de explicar algo y sin la necesidad de defenderme; yo espero haber sido de ánimo para él. También confío en que algún día pueda escribirles diciéndoles que mi esposo se convirtió y que volvió a la casa, pero si esto no sucede, quiero permanecer fiel no importa lo que pase”.

Entonces pensé, «serenidad» Esta es una mujer que está serena porque ha puesto su esperanza en Dios. No importa lo que pase, o lo que deje de pasar en su matrimonio, ella sabe en quien ha creído, y está convencida de que Él es poderoso para guardarla hasta aquel día.

Entonces. ¿Cómo podremos nosotras cantar a la sombra de la cruz,   cantar en medio de la oscuridad, en medio de las tribulaciones y en medio de los problemas que nos rodean?

Les recuerdo las palabras de Jesús en este maravilloso versículo de Mateo  capítulo 11, que dice:

«Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y mi carga es ligera.» (Vv.28-30).

¿Notan la conexión entre la humildad y la serenidad de Cristo? Nunca podrás tener un corazón sereno si no tienes un corazón humilde.  Él nos dice: “Venid a mí… aprended de mí… que soy humilde». Con la humildad viene la serenidad y el descanso que anhelan nuestros corazones. El corazón humilde, que acepta todo aquello que el Padre tiene para nosotros como algo bueno y sabio, será un corazón sereno —un corazón en reposo.

¿Cómo está hoy tu corazón? ¿Sereno? Bueno, es fácil estar serena mientras escuchas la Palabra de Dios y estás siendo enseñada; pero piensa en lo que sucedió esta mañana en tu casa. Piensa en lo que tendrás que enfrentar cuando regreses a tu trabajo, a tu iglesia, a tu matrimonio, a tus labores como madre, o en cualquiera que sea el área  en las que estés involucrada sirviendo al Señor.

Muchas dirán: «Yo no tengo esta serenidad, pero la quiero» Considera a Cristo, aprende de Él, quien es manso y humilde de corazón. A medida que Él te vaya transformando a Su imagen, verás como  Él trae serenidad a tu corazón y descanso a tu alma.  

Leslie: Nancy Leigh DeMoss nos ha dado una descripción de lo que es la verdadera serenidad. Sus palabras de hoy son parte de una serie llamada El Cristo incomparable.

Para escuchar esta serie completa visita AvivaNuestrosCorazones.com. Este material es el tipo de enseñanza bíblica sólida que muchos de nosotros queremos recibir; y Dios usa estas enseñanzas en Aviva Nuestras Corazones de maneras muy prácticas. Aquí está Nancy para dejarnos con algunas palabras adicionales.

Nancy: El estudio de hoy sobre la serenidad de Cristo ha sido todo un reto para mí.  Sé que los oyentes han estado escuchando mis palabras y pensando en todo  tipo de cosas que afectan su serenidad.

Una señora nos escribió comentando la paciencia que se requiere en el tipo de situación en la que ella se encuentra. Ella ha sido la encargada de cuidar a su esposo enfermo durante los últimos quince años y mientras cumple fielmente esta tarea, ella ha estado escuchando Aviva Nuestros Corazones día tras día. Esto la ha ayudado a recordar a quien ella está sirviendo, por lo que nos escribe diciendo: “Gracias por sus palabras de aliento ya que en muchos momentos me he sentido que ya no puedo más.»

Hemos podido alentar a muchas personas en situaciones como ésta gracias al apoyo financiero de los oyentes de este ministerio. Les animamos a que nos sigan apoyando en la medida que puedan.

Pueden llamarnos al 1-800-569-5959, o hacer sus donaciones en línea  a través de  www.AvivaNuestrosCorazones.com. 

Leslie: Si estudias la vida de Jesús te sorprenderás de ver cuán frecuentemente Él oraba. Podrás aprender más sobre la oración al considerar la vida de Jesús, mañana en Aviva Nuestros Corazones.

 

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

18/27 – La humildad de Cristo

Aviva Nuestros Corazones

Serie: El Cristo incomparable

18/27 – La humildad de Cristo

Nancy Leigh DeMoss

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Leslie Basham: Aquí está Nancy Leigh DeMoss.

Nancy Leigh DeMoss: Algunas de ustedes quizás están familiarizadas con los escritos de Andrew Murray, quien fuera escritor y pastor en Suráfrica.  Él vivió  a  finales de los 1800 y principios de los 1900.  Él dijo que si nosotros nos hiciéramos la pregunta,  “¿Cual es la característica más prominente de Cristo—la raíz y esencia de todo Su carácter como nuestro Redentor?  Solo podría haber una respuesta”. ¿Qué dirías tú? 

Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones  con Nancy Leigh DeMoss en  la  voz de Patricia de Saladín.

Nancy  está continuando su enfoque  en Jesús en la serie llamada, El Cristo incomparable. Entonces, ¿cuál dirías tú que es la característica número uno de Cristo? 

Nancy: Esta es la respuesta que nos da Andrew Murray: “Es Su humildad.”1

El llamado a la humildad es un tema recurrente en el ministerio de Jesús aquí en la tierra.  Él dijo:

“Bienaventurado los mansos—Los humildes en Mateo capítulo 5 versículo 5

“El menor entre ustedes será el mayor”. En Lucas 9 capítulo

“El que se humille será exaltado”. Lucas 14 versículo 11

Ahora, toda  esta enseñanza  sobre la humildad fue algo revolucionario en los días de Jesús,  De hecho, en  el mundo antiguo no existía en griego o en latín una palabra que comunicara el ideal cristiano de la humildad.  De manera que, el que Jesús caracterizara la humildad y la mansedumbre como una virtud positiva y deseada era algo radicalmente opuesto al pensamiento prevaleciente de la época, y, debo añadir, que de igual manera es totalmente contrario al pensamiento de hoy en dia.

En la Antigüedad, los filósofos consideraban la palabra ‘manso’, por ejemplo,  como  sinónimo de cobardía o de timidez.  Muchos consideraban la humildad como un vicio, y no como una virtud.  Entonces aquí viene Jesús a la tierra, e introduce todo un nuevo sistema de valores—todo lo opuesto a lo que el mundo valora.

Y por cierto, eso es lo que ocurre con el Reino de Cristo.   Es justamente  lo opuesto al reino de este mundo.  No hay  ningún  otro lugar donde esto sea  más evidente que con este tema de la humildad.

Por Su  ejemplo y por Sus enseñanzas, Jesús introduce el concepto de la humildad como una gracia.  Él eleva este concepto para convertirlo en una virtud.

Andrew Murray ha escrito un maravilloso libro llamado “La humildad”.

Él dice,

Humildad es el reconocimiento de que todo se lo debemos a Dios… Humildad es ser nada para que Dios lo sea  todo…Humildad, es un lugar de entera dependencia de Dios, es el primer deber y la más elevada  virtud del hombre.  Es la raíz de todas las demás virtudes.

El primer deber y la más  elevada  virtud del hombre; la raíz de toda virtud.

Ahora, si la humildad es la raíz de  cada virtud, entonces el orgullo está en la raíz  de cada pecado—comenzando desde el momento en que Lucifer se exaltó a sí mismo para ser como Dios. Él se reveló en contra de la autoridad de Dios, y fue expulsado del  cielo.

Fue  el orgullo que  rompió  nuestra relación con Dios  en el Huerto del Edén.   Así es que para poder ser reconciliados con Dios, para poder ser restaurados a la comunión con Dios, era necesario que se produjera una restauración de la humildad que perdimos en la caída. ¿Tiene sentido?  El orgullo cortó nuestra relación con Dios.  Así es que para que esa relación fuera restaurada, debía haber una restauración de la humildad.  Pero  ¿cómo iba esto a suceder?  Nosotros éramos muy orgullosos para ser humildes.

Y Andrew Murray dice—y me encanta esta cita,

Jesucristo tomó nuestro lugar  y cumplió a cabalidad el destino eterno del hombre a través Su vida de perfecta  humildad. Su humildad es  nuestra   salvación.  Su salvación  es nuestra humildad.    Por tanto, estudia   la   humildad   de   Jesús.  Este es el secreto; la raíz escondida de tu redención.

Así   que esto es  lo   que   quiero  que hagamos   hoy—estudiar la humildad de Jesús.    Ahora bien podríamos hacer  toda  una  serie  sobre la humildad de Cristo. Es  demostrada de tantas formas a   través de Su vida y de Su ministerio terrenal,  pero vamos a limitarnos a ver tan solo algunas de ellas.

Primero que todo, la humildad de Cristo es demostrada en Su encarnación.   Hemos  hablado  sobre esto en esta  serie del Cristo incomparable.   En el momento en que Cristo, quien es igual a Dios, tomó  la naturaleza humana y vino a la tierra.  Él puso a un lado la majestad,  y el  esplendor  del  cielo  y conformó Su naturaleza divina a las limitaciones de nuestra humanidad.

Su  humildad  se   ve   en   Su   nacimiento, al haber nacido de una pobre muchacha adolescente  bajo circunstancias humildes—no con pompa, ni con  fanfarria…  sino en un pesebre en un establo de animales.

Su humildad  se ve cuando Él puso a un lado Sus derechos, Sus privilegios, y el ejercicio independiente de Sus atributos divinos.

C.S. Lewis lo expresa de esta manera:

La  doctrina de  la  encarnación esta enfáticamente en  el  centro  del   Cristianismo, que el Hijo de Dios descendió a la tierra [humildad]. Jamás una semilla  ha caído tan lejos del árbol, en tan obscura y fría tierra, como lo hizo el Hijo de Dios [Su humildad]1

Hay un precioso poema navideño escrito por Richard  Crashaw en el siglo XVII que  expresa la humillación  de Cristo en Su venida a esta tierra.  A pesar de que el lenguaje es antiguo, creo que van poder captar el corazón del mismo, de manera que pongan  mucha atención:

Que  la luz enceguecedora  que destella el Gran Ángel  disminuyera Su centellear para  brillar en los ojos de un humilde Pastor;
Que  el Dios inmensurable descendiera tan bajo como prisionero  y en pocos  harapos descansara;
Que del seno de Su madre Él se alimentara;
Aquél  que se alimenta con el néctar de  la familia celestial;
Que un vil pesebre, de baja estima, Él probara;
Aquél que sentado  en las alturas en un trono de estrellas, en el cielo hace Su tronar;
Que Aquél  a quien  el  sol le sirve, apenas mirara como a través de las nubes de su infancia .
Que Él,  aquella antigua Palabra Eterna pudiera ser un Niño; y gimiera; Que Aquél que hizo el fuego, temiera  al frío;
Que la majestad de las alturas del Palacio de los Cielos, fuera cuidado en una choza de arcilla…
Que la gloria misma sirviera nuestras penas y temores, Y que la eternidad fuera sometida al tiempo,
¡Que esto sea nuestro sobrecogedor asombro y  maravilla!

La encarnación—Cristo inclinándose hacia nosotros. Es una demostración de Su humildad, pero la humildad de Cristo no fue solo demostrada cuando Él nació como un bebé en Belén.  Fue demostrada a través de toda Su vida y de Su ministerio aquí en  la tierra.

Ahora bien, a nivel humano, Jesús tenía mucho más en  lo que Él podía gloriarse—Sus antecedentes, Sus dones, Sus habilidades, Su conocimiento, Su herencia, Su realeza, y todo lo demás. Pero las Escrituras dicen—y Él lo dice de sí mismo—que Él era “humilde de espíritu”. (Por cierto, ¿no resulta irónico que  nosotros, los que no tenemos nada de qué gloriarnos, orgullosamente nos exaltamos a nosotros mismos? ¡Debería ser todo lo contrario!)

Entonces, ¿como fue que Jesús demostró humildad durante Su vida y ministerio aquí en la tierra? Bueno, las Escrituras dicen que Él no buscó honra ni alabanza de los hombres, solo de Dios.

En el Evangelio de Juan, Jesús dice, “No recibo gloria de los  hombres”; (5:41). “Yo no busco mi propia gloria” (8:50).  Cuando nosotros buscamos gloria y alabanza de los hombres, estamos demostrando un corazón orgulloso.  Pero Jesús tenía un corazón humilde.  Él dijo, “Yo no buco Mi propia gloria.  Yo no busco alabanza de los hombres”.

Vemos Su humildad en el hecho de que Él era totalmente dependiente de Su Padre Celestial—no independiente, sino  dependiente.

En Juan capítulo 5, Jesús dijo, “El Hijo no puede hacer nada por su cuenta” (vs. 19).”Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía” (vs.30).

Juan capítulo 8: “Yo no hago nada por mi cuenta sino que  hablo estas cosas como el Padre me ensenó” (vs.28). Por cierto, esa humildad y  dependencia de Su Padre en ningún otro lugar fue más claramente visible que en Su vida de oración. Hablaremos de esto en una próxima sesión.

Su humildad fue vista en Su servicio.  Él siempre buscó el mejor interés de los demás. Él puso las necesidades de los demás por encima de Su bienestar.  Vemos a Jesús acercarse a los discípulos luego de ellos haber tenido una discusión acerca de quién sería  el mayor, y entonces ellos entran a la cena, y ¿qué hace Jesús? Él adopta la posición más baja, la de un siervo esclavo,  y lava los pies de los discípulos.  Él se inclina para servir a los siervos.  Su humildad es vista en Su servicio.

Su humildad es vista también en lo que llamamos Su entrada triunfal en Jerusalén, lo que muchos celebrarán dentro de varias semanas, el Domingo de Ramos.  Esa entrada triunfal cumplió las palabras dichas por el profeta Zacarías. En Zacarías capítulo 9 “He aquí, tu rey viene a ti… [¿Cómo viene?] humilde, y montado en un asno” (9:9).  Los reyes guerreros, cuando entraban a un pueblo, lo hacían a caballo.  Pero si un rey entraba en un asno, era señal de paz y no de guerra.

Los judíos de esos días esperaban al Mesías como un rey conquistador, pero Él vino como un Rey humilde en misión de paz.  Porque y Él no llenó sus expectativas de cómo debía lucir un rey conquistador, ellos lo rechazaron. Éllos no se percataron de quien Él era.  Y fue Su humildad lo que hizo que no se percataran.

Su humildad no solo fue vista en Su servicio y en Su entrada humilde en Jerusalén, sino también fue vista en Su sufrimiento y en Su respuesta ante los insultos y las injurias durante toda Su vida, pero especialmente hacia el final de Su ministerio, durante la Pasión de Cristo, como vamos a estar estudiando en las próximas semanas. Él fue calumniado.  Su carácter difamado.  Él fue acusado de estar poseído por demonios, de ser un borrachón, un glotón un loco, un lunático.

Yo puedo decir solamente que mi instinto, bajo circunstancias similares, sería el defenderme a mí misma, el defender mi reputación, y el resentir a aquellos que me mal interpretan y me critican, y  vengarme haciéndole  exactamente lo mismo a ellos.  Pero Cristo no hizo nada de esto.  En cambio, Él se humilló a sí mismo.

Y Su humildad no solamente es vista en estos aspectos de Su  vida aquí en la tierra, sino que Su humildad es vista, en última instancia, en Su muerte.  ¿Qué dice Filipenses capítulo 2? “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”  (vs.8). Nosotros vemos esa humildad a medida que Él exhala Su último aliento, cuando  Él  dice, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu,” Lucas capítulo 23 versículo 46—una humilde sumisión de Sí mismo a Su Padre.

Su humildad es vista en la absoluta sumisión a la voluntad de Su Padre.  A través de toda Su vida, al venir a esta tierra, en la vida que el vivió aquí en la tierra, en Su sufrimiento, Su pasión y Su muerte—vemos Su sumisión a la voluntad del Padre.  Esto es una expresión de humildad, de Su humildad de  corazón.

Y  entonces debemos  recordar que Jesús será siempre humilde por toda la eternidad.  Él no solo fue humilde cuando fue a la cruz, sino cuando se levantó de los muertos y ascendió a los cielos.  Él no perdió Su humildad, Él aún es el humilde, Dios encarnado.

Primera a los Corintios capítulo 15 nos  dice:

“Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquél que sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (vs. 28).

¿Qué está diciendo? (Vemos mucha “sujeción” en este versículo.)  La Escritura dice en este pasaje que Dios está en el proceso sujetar todas las cosas a los pies de Cristo.  Pero cuanto todo este sujeto bajo los pies de Cristo ¿qué hará Cristo? Él mismo se  sujetará a Aquél que sujetó todas las cosas en Él para que Dios sea todo en todo— el siempre humilde Dios encarnado.

Y cuando vemos la visión de Juan  en el libro de Apocalipsis, capítulos 4 y 5 donde él ve el resplandeciente y santo Dios sentado en Su trono, ¿a quién ve Juan al lado del trono? ¿Cómo aparece Cristo en esa imagen? Juan nos dice, “Yo vi a un Cordero de pie, como inmolado” (5:6)—el humilde Hijo de Dios—Él  siempre humilde Dios encarnado, por toda la eternidad.

En su libro titulado “Los Milagros”, C.S. Lewis nos da una maravillosa descripción pictórica de la humildad y la humillación de Cristo.  Permíteme leerte parte de esto.  Él dice:

En la historia cristiana, Dios… desciende y desciende desde las alturas de Su ser absoluto, al tiempo y al espacio, baja a la  humanidad, baja a la raíz misma de la humanidad creada por Él mismo.  Pero Él desciende para volver a subir de nuevo y llevar Consigo a pecadores arruinados.

La imagen que tenemos aquí es la de un hombre fuerte, descendiendo  cada vez más y más para colocarse encima una gran y complicada carga. Él debe inclinarse para poderla levantar.  Él debe casi desaparecer, increíblemente, bajo la carga antes de poder enderezar Sus espaldas bajo este gran peso, y se  marcha con esta gran masa tambaleante sobre Sus hombros.

O también podemos pensar en un buzo, primero quitándose su ropa y luego mirando hacia arriba y luego lanzándose al mar,  desapareciendo, rápidamente descendiendo a través del agua tibia y verde, adentrándose cada vez más profundamente en el agua negra y fría, hundiéndose cada vez más hasta llegar a sentir la presión en aumento de una zona de muerte, de lama y de lodo y de podredumbre. Y  luego sube de nuevo, hacia la luz  y los colores,  sus pulmones casi al explotar, hasta llegar a la superficie, trayendo en Sus manos algo precioso, y aún goteando agua; algo que había bajado a rescatar.

¿No es esta una imagen grandiosa de la obra  redentora y  humilde de Cristo? Permíteme leerte este pasaje, tan familiar para muchas de nosotras, pero uno que debe ser leído una y otra vez.  Vamos a lavar nuestros corazones con esta Palabra:

Filipenses, capítulo 2, los versículos del 5 al 11—y piensen en este hombre fuerte descendiendo cada vez más bajo, colocándose bajo esta pesada carga para levantarla; piensen en ese buzo bajando a las partes obscuras, llenas de lama y podredumbre para rescatar aquello precioso y traerlo hacia arriba de nuevo.  Piensen en estas dos imágenes a medida de que les leo porciones de Filipenses capítulo 2:

“Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres.  Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra,  debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”

Para que Dios sea todo en todo.  Él descendió. Él bajó, bajó, y bajó, a rescatarnos, para llevarnos hacia arriba.  Dios le exaltó a Él.  Nuestra esperanza de exaltación eterna, habiendo sido rescatadas de las profundidades de nuestra pecaminosidad, está en el hecho de que Cristo se humilló a sí mismo y bajó  en esa misión de rescate.

Permíteme de nuevo ir una vez más a  una cita del maravilloso libro sobre la humidad, escrito por Andrew Murray.  Él dice,

¿Debe sorprendernos que la vida cristiana sea a veces tan débil y poco fructífera cuando la raíz misma de Cristo es dejada de lado, o es desconocida?… Si la humildad es el secreto de Su  expiación, entonces la fortaleza y salud de nuestra vida espiritual depende enteramente en que nosotros nos coloquemos esa gracia también, y que hagamos de la humildad lo que más admiremos en Él, lo que más le pidamos a Él, la sola cosa por lo cual sacrificaríamos todo lo demás… ¡O que la humildad de Jesus sea vista en mí y en todo lo que me rodea!

Entonces, ¿cómo cultivamos la humildad? Creo que el punto de partida es reconocer que no la tenemos, y que no viene de manera natural. Es una gracia.  Es algo que Dios nos da, pero también somos llamadas a humillarnos a nosotras mismas.  Es una elección que hacemos.  ¿Y qué es lo que nos lleva a tomarla? ¿Qué nos hace abandonar nuestra altanería, nuestro orgullo nuestra autosuficiencia y nuestro espíritu independiente? ¿Qué hace falta para llevarnos al lugar de la humidad donde preferimos ser humildes y no orgullosas?  Como Murray dice, “Estudia la humildad de Cristo.  Considera a Cristo”.

Jesús dice en Mateo capítulo 11:

“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mi, que soy manso [apacible, como dice la  NVI]  y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.” (v.29)

Murray dice,

Solamente a medida de que la  vida de Cristo en Su divina humildad  more en nosotros es  que podremos ser verdaderamente humildes.   Nosotros heredamos nuestro orgullo de otro, de Adán; debemos de obtener nuestra humildad de Otro, [con O mayúscula], también.

Es Cristo en nosotros, el perfecto y humilde Cristo, Quien es nuestra fuente de humildad.  Él nos motiva a ser humildes.  Él nos capacita para ser humildes.  Él es nuestra humildad—Cristo en nosotros.”Aprended de Mí  que soy manso y humilde de corazón”.

  • Medita en Él.
  • Contempla Su humildad, Su servicio, Su amor y la distancia que Él estuvo dispuesto a descender para rescatarnos.
  • Y sobre todo, medita frecuentemente en la cruz.  Vuelve tus ojos a Jesús.  Mira a la cruz.  Medita en Su sufrimiento, Su sangre derramada, Su muerte, la forma como descendió y descendió y descendió y descendió a los abismos para rescatar a seres como nosotros.

Medita en Cristo.  Medita en la Cruz:

La cruz excelsa al contemplar,
Do Cristo allí, por mí murió,
De todo cuanto estimo aquí,
lo más precioso es Su amor.2

Oh, gracias a Ti, gracias a Ti, Jesús, por escoger el  camino de la humildad.  Por descender, y venir; por descender  para alcanzarnos en nuestra bajeza, movido por Tu amor, por Tu sumisión y Tu obediencia a la voluntad de Tu Padre, y por el anhelo y el deseo de rescatarnos, para hacernos Tu más preciado tesoro y posesión.  Gracias a Ti por exaltarnos a través de Tu humillación.

De manera que hoy, Señor Jesús, levantamos Tu Nombre. Te exaltamos.  Elevamos Tu nombre, que es sobre todo nombre.  Tú eres el incomparable, y humilde Cristo, y te amamos. Perdónanos por exaltarnos a nosotras mismas, por nuestro orgullo, nuestra necedad, nuestro espíritu independiente, nuestras terquedades, por nuestras rebeliones contra Ti.  Oh que en este día nos humillemos como Tú te has humillado, para que Tú puedas derramar gracia, la gracia de Cristo sobre nosotras en este dia. Estas cosas las pido en el santo  nombre de Jesús, amén.

Leslie: Luego de haber oído este mensaje de Nancy Leigh DeMoss,  Yo me siento  motivada  adorar a Jesus por Su increíble humildad.

Ella está en una serie llamada El Cristo incomparable.  Ha sido un  enriquecedor estudio  sobre  la vida y persona de Jesús, un tema que todas necesitamos.  Si  te has perdido algún mensaje de esta serie, lo puedes oir en www.AvivaNuestrosCorazones.com.  También podrás encontrar allí las transcripciones para cada programa y  otros recursos que te pueden ayudar a darle seguimiento a  lo que has oído.

¿Te puedes imaginar la presión en la que Jesús se encontraba?  Él era constantemente criticado.  Él invirtió su vida en sus amigos que no lo entendían, mientras Él tenía una asignación inmensa de parte de Dios. Sin embargo, la vida de Jesús fue marcada por la serenidad.  Aprendamos de esta característica de Él el lunes, aquí en Aviva Nuestros Corazones.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

1C. S. Lewis.Miracles. p. 401.
2 Issac Watts. «When I Survey the Wondrous Cross.»

Rey Humilde, En Espíritu y en Verdad, Tu Reino Aquí ℗ 2010 En espíritu  y en verdad.

Usado con permiso del Ministerio Aviva Nuestros Corazones 

Tomado de: Aviva Nuestros Corazones

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Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com