Jul 7 – Respuestas inesperadas

Aviva Nuestros Corazones

Serie: Habacuc: del temor a la fe

Jul 7 – Respuestas inesperadas

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Nancy Leigh DeMoss: Dios no hace las cosas como nosotros las haríamos. Si supiéramos cómo escribir este guion, entonces seríamos Dios, y no necesitaríamos a Dios.

Pero Dios nos dice, «Tú no eres Dios. Yo soy Dios. Yo estoy escribiendo este guion. Yo sé lo que estoy haciendo». Aquí es donde tienes que confiar en que Dios sabe lo que está haciendo y que Él tiene un propósito y su propósito es bueno.

Carmen Espaillat: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Nancy ha estado en una serie llamada Habacuc: del temor a la fe . Ha sido asombroso ver cómo las preocupaciones de un profeta del Antiguo Testamento se parecen mucho a los de nuestros días.

¿Por qué permite Dios que pasen cosas malas? ¿Es Él realmente bueno? ¿Puedo confiar en Él? Nancy continuará explorando las preguntas de Habacuc- y quizás las tuyas también.

Nancy: Espero que ya hayas encontrado en tu Biblia el libro de Habacuc- ese pequeño libroestá hacia el final del Antiguo Testamento, escrito alrededor de 600 años antes de Cristo.

Estamos pasando varias semanas caminando despacio, tomando nuestro tiempo, yendo versículo por versículo, frase por frase a través del libro de Habacuc porque en este pequeño libro, están las semillas de muchos temas bíblicos poderosos y verdades del Nuevo Testamento.

De hecho, vamos a ver las semillas del Evangelio en el libro de Habacuc. Vamos a ver la evidencia de Cristo en el Antiguo Testamento al estudiar el libro de Habacuc, y estamos aprendiendo mucho del corazón y de los caminos de Dios.

Hemos visto que Habacuc era un profeta de Dios. Era un hombre que tenía una carga en su corazón mientras miraba a su alrededor y veía la violencia y la injusticia y la opresión y la lucha que había entre el pueblo de Dios. Él vio al pueblo de Dios hacer alarde de su ley, rompiendo las leyes y nadie haciendo nada al respecto; la gente que se suponía debía estar a cargo no estaba haciendo nada.

Luego Habacuc miró hacia arriba y dijo, «Dios, tampoco parece que Tú estés haciendo algo al respecto». Él le hizo a Dios unas preguntas sinceras y honestas, «Dios, ¿por qué estás permitiendo que estas cosas pasen entre Tu pueblo? ¿Por cuánto tiempo oraré a Ti y no harás nada?

Bueno, después de que Habacuc ha derramado su corazón delante Dios en el primer párrafo del capítulo 1, Dios le responde a Habacuc, y le dice (como vimos en la última sesión) en el versículo 5 de Habacuc capítulo 1 : «Mirad entre las naciones, y observad.» En otras palabras, «abre tus ojos. Ten una perspectiva amplia. Obtén una visión más grande. Has estado muy limitado solo viendo lo que está pasando a tu alrededor. Levanta tus ojos».

«Mira y ve lo que estoy haciendo entre las naciones…porque estoy haciendo una obra en tu día que no lo creerías si te lo dijeran». Lo que Dios le está diciendo a Habacuc es, «Esto es algo que si lo pudieras ver y si lo supieras, te maravillarías. Te asombrarías de ver lo que estoy haciendo».

Dios desafía a Habacuc, «Mira lo que estoy haciendo. Observa que sí estoy obrando en tus días. No estoy dormido. No soy pasivo. No soy indiferente a tu apuro. Si estoy interesado. Y si estoy obrando».

Espero que, al mirar tu propia vida, esto te anime. Pienso en unos correos electrónicos que recibimos aquí en Aviva Nuestros Corazones, y nos encanta recibir esos correos. Tenemos un equipo de personas que ora por esas peticiones.

Pero algunas de ellas parecen no tener esperanza- mujeres que están enterradas en circunstancias de la vida que son realmente muy desesperantes. Nuestro corazón late con ellas, y clamamos y decimos, «¡Oh Señor, ayúdalas! ¿Qué se puede hacer?»

A veces parece que en medio de esas circunstancias estas mujeres sienten que no está pasando nada. Nada está cambiando. Estoy orando, pero Dios no está haciendo nada. Dios nos tranquiliza. Él dice, «Estoy obrando en tus días- en este mundo. Estoy obrando. Confía en mí. Yo sé lo que estoy haciendo, estoy obrando».

Ahora bien, mientras Dios le contesta a Habacuc y le dice, «Estoy escuchando tu oración, y estoy obrando,» Habacuc tenía una noción preconcebida acerca de cómo Dios le contestaría sus peticiones.

No estamos seguras de qué era lo que él esperaba , pero sí sabemos que lo que Dios procede a decirle no es lo que él esperaba. Habacuc pudo haber sido un niño durante los días del rey Josías, quien, si no recuerdo mal, fue el último rey bueno en Judá.

Y un hombre que daba honor a Dios, y bajo el reinado de Josías hubo un avivamiento. Dios trajo al pueblo a un lugar de arrepentimiento- a amar la Ley de Dios. Fue un tiempo de avivamiento espiritual en Judá.

Ahora vemos que Habacuc ya es un hombre adulto, y clama al Señor, y está viendo que el pueblo se está descarriando -otra vez. Me pongo a pensar si quizás él estaba esperando que Dios respondiera su oración mandando otro avivamiento para tratar con la corrupción y la maldad entre el pueblo de Dios.

Lo que fuera que él estaba pensando, lo que fuera que él estaba esperando, Habacuc no estaba preparado para la respuesta cuando Dios finalmente le da la respuesta a su oración. Dios le dice en el versículo 5, «haré una obra en vuestros días que no creeríais si se os contara,» y esa declaración termina siendo una descripción insuficiente de lo que realmente vendría.

Porque después que Dios le dice esto, Habacuc le dice , «Estas en lo cierto, ¡no lo creo!» Mira el versículo 6 del capítulo 1 de Habacuc. «He aquí» Dios le dice, «Yo levanto a los caldeos». Algunas de sus Biblias dicen los babilonios. Es lo mismo -los caldeos son los babilonios.

«Estoy levantando a los caldeos, esa nación feroz e impetuosa, que marcha por la anchura de la tierra para apoderarse de moradas ajenas».

Ahora, mira el panorama aquí. Habacuc está en Judá derramando su corazón delante de Dios acerca de la condición del pueblo de Dios. Se lamenta por la corrupción de la justicia que está ocurriendo entre el pueblo de Dios.

Al mismo tiempo, a 900 millas en Babilonia, Dios está organizando los eventos para contestar la petición de Habacuc- pero de una manera que Habacuc nunca lo hubiera soñado.

Dios le dice, «Estoy levantando a los caldeos». Ahora, en ese momento, como dijimos antes en la serie, los asirios eran el poder dominante del mundo, pero los babilonios, los caldeos apenas comenzaban a tener poder.

Estaban empezando a conquistar naciones. Unos 15 o 20 años después, tomarían el control sobre Judá. Pero era un pueblo muy poco conocido para Habacuc. Realmente no le era familiar. Es como cuando escuchas de una guerra en algunos países del mundo, y dices, «me parece que escuché de ese lugar cuando estaba en octavo grado en la escuela , pero no sé exactamente dónde está ese país».

Estos caldeos comienzan a hacerse más importantes a hacerse más poderosos, y luego Dios continúa describiendo cómo eran los caldeos (ya que Habacuc realmente no los conoce) .

Quiero leerles del versículo 6 al 11, y mientras lo hago, escuchen las características de los Caldeos. Dios dice que era un:

«Pueblo feroz e impetuoso, que marcha por la anchura de la tierra para apoderarse de moradas ajenas, imponente y temible es; de él mismo proceden su justicia y su grandeza.

Sus caballos son más veloces que los pardos y más astutos que lobos al anochecer. Al galope vienen sus jinetes, sus jinetes vienen lejos, vuelan como águila que se precipita a devorar.

Vienen todos ellos para hacer violencia, su horda de rostros avanza, recoge cautivos como arena. Se mofa de los reyes, y los gobernantes le son motivo de risa; se ríe de toda fortaleza, amontona escombros para tomarla. Entonces pasará como el viento y seguirá, y se le tendrá por culpable, porque hace de su poder su dios.»

Esa es la descripción que Dios hace del pueblo que Él está levantando para contestar la oración de Habacuc. Eran corruptos, agresivos, crueles, maliciosos, fieros, fuertes, y bestiales. Estaban decididos a dominar el mundo. Los puedes ver tomando el control como una tormenta -barriendo con todo y conquistando al mundo conocido.

Invencibles – por lo menos ellos pensaban que lo eran. Irresistibles. Todos caían como pequeñas víctimas bajo su ataque. Inconquistables, indomables, inquebrantables, abrumadores -ese es el sentir que nos da.

Arrogantes, orgullosos. Ellos adoraban su propia fuerza. «su poder es su dios» (versículo 11). Ellos piensan que son Dios. Se trata de un poder mundano, arrogante, despiadado, cruel y estos son los instrumentos que Dios ha escogido y tiene la intención de usar para cumplir Sus propósitos en el mundo.

Dios le dice, «Estoy obrando en tu día, y esto es lo que estoy haciendo. Estoy levantando un grupo de terroristas despiadados, arrogantes para cumplir mis propósitos y para contestar tus oraciones. Por medio de ellos trataré con el pecado y la injusticia de Judá».

Dios está obrando, pero no es lo que nosotros esperábamos. No es la manera que nosotros hubiésemos escrito el guión porque es una obra de juicio. Dios va a traer ira y juicio, y Él va a usar esta nación violenta, perversa, arrogante- a los babilonios – para hacerlo. La gente está anonadada. Por eso Dios dijo, «asombraos y admiraos».

No lo pueden creer. No es lo que ellos hubieran esperado que Dios hiciera. Dios dice, «Voy a tratar con los pecados de mi pueblo por medio de un pueblo que es aun más malo». Dios les dice, «Estoy levantando a una nación malvada, pagana, impía, despiadada, violenta para realizar Mis propósitos con Mi pueblo escogido».

Tienes que ponerte a pensar, así como Habacuc- nos daremos cuenta por qué Dios usó a los caldeos. Me pongo a pensar si quizás fue con la intención de ser la imagen en lo que Judá se convertiría si se dejaba sin corrección; si no era castigada por Dios. Allí es hacia donde te guiará el pecado.

Estaba con unas amistades, con una familia que estaba de vacaciones este verano pasado, y juntos estudiamos el libro de Habacuc, y había algunos jóvenes en aquella familia.

Mientras discutíamos el libro de Habacuc, surgió esta pregunta, «¿Por qué Dios escogería a los caldeos, un pueblo como ese para realizar Sus propósitos?» Uno de esos jóvenes dijo, «Dios ha de haber estado muy molesto con el pecado de Su pueblo para usar a gente como los babilonios para tratar con ellos».

Pensé que este comentario traía una buena perspectiva. Dios dijo, «Esto es lo mucho que me molesta tu pecado. Esto es lo mucho que me importa. Así de afligido estoy por tu pecado. Voy a levantar a un pueblo que es feroz e impetuoso, violento, perverso y despiadado para venir a castigarte».

Si estuviéramos escribiendo esto en estos días modernos, sería como si Dios nos dijera, «Estoy levantando a los de Corea del Norte, o a Al Qaeda, o a los iraquíes para aterrorizar tu nación, para conquistar, para perseguir y encarcelar a todos los creyentes».

«Van a venir. Van a dominar el mundo, y van a dominar tu país, y van a dominar tus familias y tu tierra.» Hemos estado orando por avivamiento, y decimos, «Señor, pero no es así como me imagine que lo harías!»

Bueno, quizás no sería un gran poder mundial como esas naciones que acabamos de nombrar. Quizás Dios diría, «Voy a levantar jueces, oficiales públicos y legisladores corruptos, un cónyuge abusivo, un jefe impío y malvado, un maestro escolar o un entrenador impío en la vida de tu hijo».

Dios en ningún momento está aprobando estas obras malvadas, pero lo que Dios está diciendo es, «Puedo usar cualquier instrumento para cumplir Mi propósito en las vidas de Mis hijos». A veces, Dios escoge y usa los instrumentos más inesperados, y esa es una clave para entender el libro de Habacuc. Dios a menudo obra de maneras inesperadas.

Dios no hace las cosas como nosotras las haríamos. De nuevo, si nosotras supiéramos cómo escribir este guión, entonces seríamos Dios, y no necesitaríamos a Dios.

Pero Dios dice, «Tú no eres Dios. Yo soy Dios. Yo estoy escribiendo este guión. Yo sé lo que estoy haciendo». Aquí es donde tienes que confiar que Dios sabe lo que está haciendo y que Él tiene un propósito y Su propósito es bueno.

Ahora, déjame hacer algunas observaciones y señalar unos puntos importantes que pienso tienen aplicación para nosotras. En primer lugar, es obvio por este pasaje que Dios conoce todo acerca de nuestros opresores.

Las circunstancias y las personas en nuestras vida que nos oprimen no toman a Dios por sorpresa. Dios es el que da la descripción que acabamos de leer en el capítulo 1. Habacuc no es el que da la descripción de los caldeos, la descripción la ofrece Dios.

Realmente al ver esto parecería que si Dios conoce a esta gente muy bien. Dios fue que dijo que eran despiadados; salvajes; aterradores. Dios los describió, y Dios conoce todos los detalles y las características de la gente y de las circunstancias que te están oprimiendo.

A veces nos preguntamos si Dios realmente sabe lo malo que son los malos, o cuánto nos están afectando o el mal tiempo que estamos atravesando, o lo que ellos están planeando. Solo quiero asegurarte por medio de este pasaje que- Dios sí sabe.

No tienes que ponerte a pensar -cuando te sientas ahogada por estas circunstancias terribles, «¿Tendrá Dios alguna idea de lo que está pasando aquí?» Él sabe. Dios fue el que la describió.

Dios sabe. Él ve. A veces él permite que hombres malos lo destrocen todo. ¿Puedo recordarte que aun los malvados son parte del plan de Dios para los justos? Aun los malvados son parte del plan de Dios para manifestar y exhibir Su gloria en el mundo.

Dios es quien dice, «Algún día causare que aun la ira de los hombres me alabe». No es como si Dios tuviera un plan, que esté tratando de realizar Sus propósitos en el mundo, pero que todos estos hombres y naciones y circunstancias malvadas están interrumpiendo ese plan de Dios. ¡No! No lo toman por sorpresa. Dios no tiene que estar a la defensiva.

«Oh, ¿Qué voy a hacer con los caldeos?», o «¿Qué voy a hacer con este jefe malo o este entrenador o esta persona o esta nación?» No. En realidad Dios usa a los malvados como instrumentos y herramientas en Sus manos para realizar Sus propósitos.

Ahora, no me pidas que lo entienda enteramente o que te lo explique. Porque no puedo, y tú tampoco podrás. Pero puedes confiar que es cierto. Dios dice, «estoy levantando a los caldeos». Dios es el que está ordenando y disponiendo y organizando todas las circunstancias aquí para realizar Sus propósitos.

Vemos la soberanía de Dios sobre los asuntos mundiales. Dios es soberano sobre las naciones, sobre los reyes, sobre los eventos, sobre la historia. En última instancia cada nación en este mundo y cada persona en este mundo está bajo la mano y el control de Dios.

Si eres una hija de Dios, no hay persona o circunstancia o nación o terrorista o ladrón o cosa alguna que pueda venir a tu vida, fuera del permiso y del plan de Dios.

Ahora eso plantea algunas cuestiones difíciles. ¿Ordenó Dios que esta cosa mala ocurriera en mi vida? Dios nunca hace que ocurra el pecado, pero este es un mundo caído y un planeta caído. Dios está en el proceso de redimir y de hacer todas las cosas nuevas. Parte del proceso es que Dios obra soberanamente – aun a través de gente mala y de circunstancias y eventos malos.

Leer un versículo que dice «Estoy levantando a los caldeos,» es preocupante para nuestra teología, aflige nuestras mentes débiles. Sería una cosa si Dios dijera, «Los caldeos vienen, y voy a obrar a pesar de ellos,» pero eso no es lo que dice aquí.

Dios dice, «Estoy levantando a los caldeos -esas naciones, esos reyes malos, esos gobernantes malos». Dios los está moviendo como piezas en un tablero de ajedrez y usándolos para realizar Sus propósitos soberanos.

Los caldeos pensaban que ellos eran soberanos, independientes, y poderosos. Y no se daban cuenta que solamente eran instrumentos en las manos de un Dios soberano y que ese Dios los tomaría en Su mano y los levantaría de tal manera que tendrían un impacto significativo sobre Su pueblo y cumplirían Sus propósitos en el mundo.

Dios es soberano. Recuerda que Dios a veces contesta nuestras oraciones dejando que las cosas vayan de mal en peor. A veces, las cosas empeoran antes de mejorar, y gritamos chillamos y arrastramos los pies y decimos, «¡oh Dios, no! ¡Esto no es lo que quería decir! ¡esto no es lo que yo tenía en mente! ¿Cómo puedes hacer esto? No entiendo».

Lloramos, y nos quejamos, y nos preocupamos y nos estresamos, y batallamos, y peleamos con Dios. Pero entiende que a veces Dios contesta nuestras oraciones con aquello mismo que estamos resistiendo.

No le puedes decir a Dios cómo contestar tus oraciones ni cómo manejar tus preocupaciones. Habacuc le dijo a Dios, «¿Por qué no haces algo?» Dios respondió y dijo, «Sí estoy haciendo algo».

Cuando lleguemos a la próxima sesión Habacuc va a decir, «Dios, esto no es exactamente lo que tenía en mente. Esta no es la manera en que yo quería que actuaras». Estamos orando por avivamiento, y Dios dice, «¿Quieres avivamiento? Puedo escoger castigar y purificar Mi pueblo en esta nación con sufrimiento, con aflicción, con desastre financiero, con terrorismo».

Cuando leo esa frase en el versículo 10 acerca de Babilonia, «Se ríe de toda fortaleza, amontona escombros para tomarla… se mofa de los reyes y los gobernantes le son motivo de risa». Recordé el 11 de septiembre y vino a mi mente la idea de los terroristas yendo contra los símbolos de fortaleza más inquebrantables y riéndose mientras los volaban en pedazos.

Gente mala haciendo cosas despiadadas. Y pensábamos que éramos invencibles. Pero Dios dice, «¿Crees que eres invencible? Solo déjame enseñarte que no lo eres». Oramos por avivamiento, y Dios dice, «Voy a derribar las cosas en las que tú confías».

Todavía en mi país confiamos en el dinero. Confiamos en nosotros mismos. En realidad, no somos tan distintos a los caldeos. No somos tan distintos a los babilonios, y Dios dice, «Yo sé cómo tratar contigo. Yo sé cómo castigarte. Yo sé cómo cumplir Mis propósitos en tu vida».

Pides avivamiento, y luego Dios manda hambre o peligro o espada o desastre financiero o plagas o enfermedades. Y decimos, «Señor eso no es lo que tenía en mente. No era como esperábamos que ibas a contestar. No es lo que pensábamos que ibas a hacer».

Pero Dios dice, «Déjame a Mí contestar. Déjame hacerlo a Mi manera. Estoy obrando en tu día. Es Mi obra. Confía en Mí». ¿Quieres que Dios trate con tu esposo inconverso? ¿Quieres que Dios lo cambie? Ora por él.

Y quizás tu oración es «Dios, salva a este hombre,» o, «Dios salva a este hijo,» y luego Dios trae desastre a sus vidas. Quizás empeoran antes de mejorar. Si tu esposo pierde su trabajo por ser falsamente acusado, o tiene un jefe impío y tu esposo se siente miserable, y quizás estás pensando, «Oh Dios, yo no quiero que se sienta miserable. yo sólo quiero que sea salvo».

Dios está diciendo, «Puede que tenga que hacerlo miserable antes que llegue al fin de sí mismo y se salve». Y vemos a nuestros seres queridos y los vemos miserables, y los queremos rescatar de la Cruz. Pero Dios dice, «No, Yo estoy obrando. Yo estoy levantando a este jefe. Yo estoy levantando estas circunstancias. Yo estoy levantado estas situaciones. Déjame ser Dios, y déjame contestar la oración en la manera que yo sé que es mejor».

Sí se puede confiar en Dios. Él sabe lo que está haciendo. Él está obrando en nuestros días. Admiraos y asombraos. Él está haciendo una obra que si la pudiéramos ver ahora, nos asombraríamos. No lo creeríamos.

Cuando Dios nos dice cuál es la obra, Él nos ofrece una perspectiva fresca. «Estoy trayendo estas circunstancias, esta situación, este mal, esta atrocidad horrible, esta cosa en tu vida o en tu mundo o en tu casa o en tu iglesia». Deja que Dios sea Dios. Déjalo que use a los caldeos, si Él quiere, para cumplir Sus propósitos. Ahora bien, ese no es el final de la historia, y por eso espero que no dejes de escuchar esta serie porque no es el final, es solo un capítulo.

Es un capítulo importante. Es un concepto importante. Necesitas saber que más allá de utilizar a los caldeos, Dios tiene planes más grandes y magníficos. Admírate. Asómbrate, y confía.

Carmen: Si le has estado pidiéndole a Dios que conteste tu oración, la enseñanza de hoy de Nancy Leigh DeMoss puede ayudarte y ofrecerte una perspectiva más amplia de cómo Él podría responder. Esta enseñanza es parte de una serie llamada, Habacuc: del temor a la fe. Hemos estado estudiando el temor de Habacuc, pero no hemos llegado a la parte de la fe todavía .

Como Nancy mencionó, estamos viendo algunas de las partes más difíciles del libro, así que no te rindas. Si te has perdido alguno de los programas de esta serie, visita AvivaNuestrosCorazones.com.

Cuando Dios te disciplina, nunca es con un sentido de venganza. Él no te hace pagar antes de que esté dispuesto a perdonarte -entonces ¿por qué nos disciplina? ¿Cuál es su propósito? Exploraremos eso la próxima vez.

Para cerrar el programa de hoy, oremos con Nancy.

Nancy: Señor, estas cosas están más allá de nuestro entendimiento, y solo nos recuerdan que no somos Dios, pero Tú sí lo eres. Confiamos en Ti. Queremos confiar más en Ti. Necesitamos confiar más en Ti.

Quiero pedirte por aquella mujer escuchando hoy que está sintiendo que está siendo derrotada por los caldeos. Ayúdala a ver que Tú has levantado circunstancias en su vida, y que Tú las estás usando para Tus propósitos.

No traerás el castigo por un tiempo más largo o con más dolor que el que absolutamente necesitas para cumplir Tus propósitos. En medio de la dificultad, en medio de los desafíos, te pido que nos ayudes a confiar y a saber que Tú eres Dios, y que Tú estás cumpliendo Tus propósitos. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de Las Américas a menos que se indique lo contrario.

Música: Soberano Salvador, Jonathan & Sarah Jerez, Vivir Es Cristo ℗ 2013 Jonathan & Sarah Jerez

Permisos de publicación autorizados del Ministerio Aviva Nuestros Corazones para Alimentemos El Alma

Todos los Derechos Reservados

Disponible sobre el Internet en: http://www.avivanuestroscorazones.com

Jul 6 – Dios está trabajando

Aviva Nuestros Corazones

Serie: Habacuc: del temor a la fe

Jul 6 – Dios está trabajando

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Carmen Espaillat: Nancy Leigh DeMoss tiene una palabra importante para aquellas que han olvidado la habilidad que Dios tiene para cambiar vidas.

Nancy Leigh DeMoss: Dios está obrando en tu vida . Dios está obrando en países de los que nunca has oído hablar y de los que no sabes nada. Dios está obrando en el mundo musulmán. Dios está obrando en la China. Dios está obrando en países pequeñitos en los que el Evangelio está prohibido de manera oficial. Dios está obrando.

Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Imagina que le compraste un regalo a tu hijo. Y —mientras esperas el momento adecuado para dárselo— te suplica que se lo compres, como si dudara de que tienes la mejor de las intenciones, preguntándose si lo has abandonado. ¿Alguna vez te has dirigido a Dios como ese hijo?

Piénsalo al tiempo que Nancy continúa la serie llamada Habacuc: del temor a la fe.

Nancy: Alguna vez te han preguntado tus hijos «¿Mami, no me estás oyendo? Y tú les contestas, «¿te refieres a cuántas veces te he escuchado hoy o cuántas en el día de ayer?» «No me estás escuchando. Tú no me estás escuchando».

Ahora bien, también es cierto que tus hijos podrían decirte eso porque, verdaderamente, no los estás escuchando. Las madres tienen la capacidad de aislar lo que ocurre a su alrededor. De la misma forma, en algunas ocasiones sí los estás escuchando, pero lo que tus hijos realmente están diciendo es esto: «mami, no me estás respondiendo lo que yo quiero que me respondas»; «No estás haciendo lo que quiero que hagas». Por lo que entonces preguntan «¿me estás oyendo?»

Algunas veces pensamos que porque Dios no ha hecho lo que queremos que Él haga y lo que esperamos que Él haga no nos está escuchando. Como esos niños decimos «Dios no me estás oyendo?» o «¡No me estás oyendo!»

Mientras estudiamos la primera parte del libro de Habacuc, vemos que Habacuc acusa a Dios de no estarlo escuchando, de no estar oyendo sus súplicas.

Pero —a medida que avanzamos en el pasaje de hoy, nos daremos cuenta de que Dios lo había estado escuchando todo el tiempo. Y Dios respondió a las súplicas de su profeta. Dios no estaba callado.

El hecho de que Dios responde -y veremos lo que hace en el versículo 5 del capítulo 1- evidencia que Él sí ha estado escuchando las oraciones de su profeta.

Habacuc empieza su historia, este intercambio, diciendo: «Señor, ¿cuánto más tendré que suplicarte por las cosas que están pasando a mi alrededor? ¿Por cuánto tiempo voy a seguir orando mientras Tú no haces nada? ¿Y por qué estás permitiendo que todas estas cosas sucedan? ¿Por qué toda esta lucha, violencia, discusión y destrucción entre tu pueblo? Estás viéndolo sin hacer nada. Estás viendo lo que pasa, y no haces nada al respecto. No parece que estés escuchando.»

Finalmente, en el versículo 5 del capítulo 1, Dios habla. Déjame decirte, por cierto, como hemos dicho a lo largo de esta serie: espero que no estés splo oyéndome enseñar el libro de Habacuc. Espero que estés abriendo tu Biblia, leyéndolo por ti misma, haciendo anotaciones, buscando patrones, tratando de entender lo que Dios está diciendo.

Obtendrías muchísimo más de la Biblia si la escudriñas por ti misma. El Espíritu Santo te enseñaría cosas y aplicaciones del pasaje que quizás yo no he visto.

Ahora, en el versículo 5, Dios finalmente responde la oración de Habacuc. Y le dice a su servidor: «Mirad entre las naciones, observad, asombraos, admiraos, porque haré una obra en vuestros días que no creeríais si se os contara».

Dios le dice «Miren. Miren entre las naciones». Ese verbo mirar y el verbo observar en Hebreo están en plural. Dios no sólo le está hablando a Habacuc. Él le está hablando a todo Su pueblo, a la colectividad y les está diciendo «Ustedes todos». No sólo Habacuc, sino todos ustedes. Miren y observen.

El Señor le está diciendo a sus siervos -Habacuc y a todo el pueblo- «Amplíen su perspectiva. Miren entre las naciones y observen». Dios les está diciendo «La visión de ustedes no es lo suficientemente amplia. Ustedes han estado muy centrados en sus propias situaciones y circunstancias. Ustedes necesitan observar entre las naciones. Su perspectiva es demasiada estrecha».

Muy a menudo nosotros solo podemos ver un pedacito de todo el panorama. Vemos nuestra salud, nuestros problemas, nuestra familia, nuestra iglesia, nuestro país, nuestras circunstancias; y nos vemos absortas en lo que nos está pasando a nosotras. ¿Sabes por qué? porque vivimos como si todo se tratara de nosotras. Esa es nuestra perspectiva de la vida. Tenemos una perspectiva miope cuando estamos centradas en nosotras mismas. Todo se trata de lo que me esté sucediendo a mí. Todo se trata de cómo me afecta a mí.

Pero lo que Dios está diciendo es «Levanta los ojos y mira el panorama completo. No vivas tan absorta en tu situación personal».

Es más, desafortunadamente, tenemos la tendencia de leer la Biblia de esa misma manera. Siempre vemos «lo que dice para mí». Y eso es algo bueno de preguntarnos. Queremos ver cómo se aplica en nuestras vidas. pero también queremos decir «Señor, ¿cómo lo que estás haciendo, o lo que está sucediendo y lo que estás diciendo se aplica a tu plan cósmico del universo para darte gloria ante el mundo y ante las naciones?»

¿Qué tanto te preocupa esto? ¿Qué tanto énfasis y tiempo le dedicas cuando estás orando? ¿O es casi todo «mi familia, mi iglesia, mi situación, mi salud, mis necesidades, mi trabajo -mi, mi y mi? Lo que Dios está diciendo es: «Tu mundo es muy pequeño. Mi corazón es para el mundo. Mira entre las naciones y observa».

A Dios le importa Su gloria y el destino de este planeta. Dios siempre está trabajando para llevar a cabo la inmensidad de sus propósitos. Lo que está pasando en nuestras vidas es un pedacito microscópico de un panorama mucho más amplio. Y nos vamos a desencantar y a frustrar mientras mantengamos los ojos puestos solo en lo que está pasando a nuestro alrededor.

La pregunta que debemos hacer es «Señor, ¿cómo encaja esto en la totalidad de Tu panorama? ¿Cómo se acomoda en el todo? Dame la perspectiva». Mirad a las naciones y observad.

Luego dice «asombraos, admiraos». Si pudiéramos ver lo que Dios ve y supiéramos lo que Él sabe, nos asombraríamos y admiraríamos. La palabra asombraos habla de «ensimismamiento, de estar estupefactas». Nos asombraríamos si pudiéramos ver lo que Dios ve y saber lo que Dios sabe acerca de lo que está pasando en el mundo, pero desde Su punto de vista. La perspectiva de Dios es mucho más grandiosa y diferente que la nuestra. ¡Si pudiéramos tener ojos para ver!

¿Recuerdas al sirviente de Eliseo cuando vio la casa en la que ellos se hospedaban rodeada por el ejército Sirio… que se llenó de espanto de miedo? El Se asustó muchísimo. Eliseo oró pidiendo «Dios, abre sus ojos para que vea lo que en realidad está pasando». Y el sirviente vio los ángeles de Dios, los guerreros, las carrozas de fuego rodeando al enemigo (2 Reyes 6: 15-17, parafraseado)

Una vez el sirviente tuvo ojos para ver la realidad espiritual, ¡quedó asombrado! No tuvo más temor, ni desencanto ni depresión. Si pudiéramos ver la realidad espiritual como Dios la ve, nos maravillaríamos. Nos asombraríamos. Nos quedaríamos estupefactas y sin habla.

Ahora bien, esas dos palabritas «mira y observa, mirar y observar» -una vez más, cuando estés estudiando las Escrituras busca las palabras que se repiten. En el libro de Habacuc es imposible obviar el hecho de que las palabras «mirar y observar o ver» se repiten muchas veces. De hecho, ¡9 veces en los primeros 18 versículos! Mirad, observad, mirad, observad. ¡Abre tus ojos!, es lo que dice Dios.

Tenemos que preguntarnos ¿Qué es lo que estamos viendo? ¿Estás obsesionada con tu propio mundo, o estás mirando entre las naciones para ver todo el panorama de lo que Dios está haciendo?

Levanta tus ojos hacia arriba. Observa la mano de Dios en las cosas del mundo. Cuando leas las noticias en el Internet, las veas en la televisión o las escuches por la radio, no asumas que los periodistas saben lo que está pasando. Ellos pueden relatarte los hechos aparentes, pero lo que no te pueden, ni te van a decir es «¡¿Qué está haciendo Dios en todo esto?!»

Verás, todos esos asuntos mundiales y toda la historia de la humanidad es -en realidad- la historia del plan redentor de Dios para este mundo. Es la imagen y la historia del reino de Dios y la gloria de Dios avanzando en nuestro mundo.

Por lo que cuando escuches acerca de guerras, hambre, peligros inminentes, tsunamis, huracanes, terremotos, plagas, problemas de tránsito o de lo que sea- que no te quepa duda de que Dios está haciendo algo en este mundo para hacer avanzar Su reino, para promover Su gloria. Mira entre las naciones, mira y pregunta «¿Dios qué estás haciendo?»

Pídele a Dios que te de ojos para ver desde Su ventajosa posición – para que veas a tu familia, tu iglesia, el vecindario, el mundo, el gobierno, otros países-para que los puedas ver desde la perspectiva de Dios.

Tengo a un amigo, Dick Eastman, que me viene a la mente en este momento. Él es el líder de un gran ministerio internacional -uno de los ministerios más grandes del mundo. Por muchos años, décadas, Dick Eastman ha orado todos los días por 200 países y protectorados del mundo, con un mapa mundi, orando por cada país y llamándolo por su nombre. Nombres que ni siquiera puedo pronunciar, países que han sido puestos en el mapa desde que él ha estado orando.

Él los presenta al Señor. Él es un hombre que mira entre las naciones y observa. Él dice «Dios, ¿qué estás haciendo? Dios, que Tu Reino venga. Que Tu voluntad sea hecha en la tierra así como se hace en el cielo».

Él, aunque ora por sus asuntos personales, no se centra solo en ellos. Él ora por mí. Él ora por Aviva Nuestros Corazones. Él ora por su familia. Él tiene asuntos que le conciernen y ora por ellos, pero no limita sus oraciones a sus asuntos personales.

Al pensar en tu vida de oración, ¿está debidamente balanceada? ¿Estás buscando entre las naciones? ¿Estás observando lo que Dios está haciendo?

Hay un asunto con esto de ‘las naciones’ y la ‘tierra’. Esas son un par de palabras que se repiten a lo largo del libro de Habacuc. En trece ocasiones se hace referencia a las naciones o a la tierra. Dios quiere que sepamos que Su corazón es para el mundo. A Dios le importan las naciones. A Dios le importa la tierra. Hoy en día, Dios está lidiando con las naciones de este mundo.

  • Vamos a ver en este libro la soberanía de Dios sobre las naciones.
  • Vamos a ver que Dios juzga a las naciones malvadas.
  • Pero Dios tiene un corazón compasivo y tiene misericordia y anhela que las naciones se arrepientan y vengan a los pies de Cristo.

Quiero tener un corazón como el de Dios para con el mundo. Recuerdo que cuando era niña tenía un corazón más así que ahora. Mi familia solía tener un mapa mundi colgado en la pared de nuestro desayunador. Tenía fotos pagadas en el borde de los diferentes misioneros -a quienes mi familia apoyaba- y desde esas fotos salían hilos que los unían con los países en los que estaban esos misioneros trabajando. Orábamos por esos misioneros. Leíamos sus cartas. Mis padres querían que creciéramos con un corazón sensible al mundo.

Pero confieso que -algunas veces- solo me preocupo por mi mundo y el de nuestro ministerio. Una de las cosas que me retan -en el libro de Habacuc- es que necesito tener el corazón de Dios para con el mundo. «Miren entre las naciones y observen. Maravillense y quédense estupefactas».

¿Qué es lo que Dios quiere que Habacuc vea? Mira la segunda parte del versículo 5: «porque haré una obra en vuestros días que no creeríais si se os contara». Dios le dice «Habacuc estoy trabajando en tu época y en tus días».

Si has escuchado las primeras sesiones de esta serie, sabrás que Habacuc se estaba quejando de que Dios no estaba haciendo nada. «Oh, Dios, por cuánto tiempo clamaré por ayuda y no vas a escucharme? ¿O gritarte «¡Violencia!» y no salvas?» (1:2) Señor, ¿Por qué no haces nada?

Dios parecía ser indiferente. Dios parecía estar pasivo. Dios parecía estar inactivo. Y Dios le dice a Habacuc «Estoy trabajando en tus días. No estoy siendo pasivo. No estoy siendo indiferente. No estoy inactivo».

¿Podría sugerirte que Dios está siempre trabajando? Dios nunca duerme. Nosotras dormimos. Pero Él nunca está somnoliento ni duerme. Dios siempre está trabajando en cada tiempo, en cada circunstancia, en cada estación, en cada situación de la vida. Dios está trabajando en nuestros días.

Desde que era niña, siempre he tenido una carga en mi corazón por el avivamiento de la iglesia. Y tengo que decir -desde mi perspectiva- que no estoy segura de estar cerca de que ahora suceda uno. Cuarenta años atrás empezó a ser una carga en mi corazón y aun ahora no veo gran diferencia.

Pero esa es solo mi perspectiva. Algunas veces, me quedo mirando las iglesias y pienso «Señor, nada bueno está pasando, nada que evidencie Tu mano. ¿Por qué no lidias con la situaciones de estas iglesias, con esas «que dicen ser cristianas», pero viven como el mundo?»

Pero Dios dice «Mira. Abre tus ojos. Mira las realidades espirituales. Si no lo puedes ver con tus propios ojos, créelo por fe porque sí estoy trabajando en tus días. Dios siempre está trabajando. Incluso cuando aparenta estar en silencio, pasivo o ausente. Incluso cuando no podemos ver lo que está haciendo. Incluso cuando no sabemos lo que está haciendo. Dios está trabajando.

Esto se ha convertido en una de mis frases favoritas del libro de Habacuc: «Estoy trabajando en tus días.» Créelo por fe. Y veremos que en el libro de Habacuc, es la única forma de que encuentres paz en la vida. La única forma en la que tendrás gozo es si vives creyendo que lo que Dios ha dicho es verdad.

Ya sea que lo puedas ver o no, Dios está trabajando.

  • Él está trabajando.
  • Él no es pasivo.
  • Él está presente.
  • Él está activo.
  • Él está comprometido.
  • Él está involucrado.
  • Él es soberano sobre las vidas y los asuntos de Su pueblo y los de este mundo. El hecho de que no lo podamos ver, no quiere decir que Él no esté trabajando.

Jesús dijo en Juan capítulo 5 versículo 17, «Hasta ahora mi Padre trabaja y yo también trabajo». Dios está trabajando. Y Jesús está trabajando. Él está edificando Su iglesia. Él está forjando Su Reino. Él está planificando y trabajando para mostrar Su gloria en la tierra. Y vamos a ver, cuando veamos Habacuc capítulo 2, que el día llegará cuando la gloria de Dios llene y cubra la tierra así como las aguas cubren los mares.

Dios está trabajando para ese día. Su verdad está en marcha. Dios trabaja y Su trabajo es asombroso. Es sobrenatural. Está más allá de todo entendimiento humano. Por lo que el mensaje aquí es créelo dentro de tu corazón. Ten fe. Anímate. Dios está trabajando.

William Cowper fue un poeta y escritor de himnos del siglo XVIII. Él fue un hombre interesante. Era amigo de John Newton y ambos sirvieron y trabajaron juntos en una iglesia de Olney, Inglaterra por muchos años. Pero Cowper sufrió severas depresiones casi toda su vida. Él trató de suicidarse y por momentos pensó en que iba a perder la cabeza. Él tuvo una vida de altas y bajas.

Pero en sus momentos de mayor oscuridad escribió-en medio de lo que llamaríamos una enfermedad mental. No sé exactamente de lo que se trataba, pero -en esos períodos oscuros de su vida- afloraron las ideas más asombrosas acerca del corazón y de los caminos de Dios.

William Cowper escribió un poema que quizás es familiar para algunas de ustedes, pensé en él mientras leía este pasaje de Habacuc que describe cómo Dios está obrando en nuestros días, dice así:

«Dios se mueve de manera misteriosa» :

Dios se mueve de manera misteriosa

para realizar maravillas;

Sus huellas planta en el mar

cabalga sobre la tormenta.

En la profundidad inescrutable

El guarda destrezas y habilidades

Donde atesora sus brillantes diseños

Y obra Su soberana voluntad

Santos temerosos, cobrad nuevo valor;

las nubes que tanto teméis

están llenas de misericordia y se abrirán

con bendiciones sobre vuestras cabezas.

No juzguéis al Señor con vuestros

débiles sentidos,

sino confiad en Su gracia;

detrás de una providencia fruncido

Él esconde un rostro sonriente.

Sus propósitos cumplira con rapidez,

Revelandose hora tras hora;

el capullo tendrá amargo sabor,

mas dulce será la flor.

La fe ciega nos llevará al error,

Y en vano discernir su obra.

Dios es su propio intérprete y lo dejará ver claramente.

(William Cowper. «God Moves in a Mysterious Way»)

Puedes ver aquí un corazón que tiene fe en que Dios siempre está trabajando. Siempre se está moviendo para llevar a cabo Sus santos, maravillosos y eternos propósitos sobre nuestras vidas en esta tierra.

Alguien me señaló recientemente uno de mis versículos favoritos, Isaías capítulo el 50 versículo 10, dice «¿Quién hay entre vosotros que tema al SEÑOR, que oiga la voz de su siervo, que ande en tinieblas y no tenga luz?

Él está hablando de una persona que trata de agradar al Señor, que trata de servir al Señor, pero en un momento de la vida en el que no puede ver lo que está sucediendo.

No lo puedes descifrar. Estás, más bien, confundida y sin respuestas.

¿Y cuál es la respuesta de Dios? ¿Qué debemos hacer? Confía en el nombre del Señor y en Su palabra. Caminamos por fe, no por vista.

El piloto de un avión no se guía por lo que ve. Él confía en sus instrumentos. Incluso cuando no puede ver hacia dónde va y no puede ver lo que está sucediendo, él confía en sus instrumentos.

Confía en quien controla todos los instrumentos. Que no te quepa duda de que Dios está trabajando en nuestros días. Dios está trabajando en tu iglesia, independientemente de si las circunstancias son exasperantes o no. Dios está trabajando en la vida de tu esposo cuando parece que él no le está prestando atención a Dios, que no está cambiando en lo absoluto, que no está siendo sensible. Dios trabaja en tus días.

Dios está trabajando en tus hijos universitarios aunque estén lejos de ti, no los puedas ver y te preguntas con quienes se estarán juntando. Recuerdo llevar al hijo de una amiga a la universidad -hace unos años atrás- dejarlo en el dormitorio que le correspondía, ver algunos carteles colgados en la pared y pensar «Oh, Dios, ¿cómo podemos dejar a este muchacho aquí?»

Y recuerdo orar como una loca cuando partí dejándolo allí. «Señor, mantén el temor de Dios en ese joven mientras sus padres y amigos lo dejan en ese campus». Dios está trabajando y Dios trabajó durante ese tiempo en el que estuvo en la universidad. Dios está trabajando. Cuando no lo puedes ver, cuando no puedes retener el control, cuando no puedes hacer que las cosas sucedan, Dios está trabajando. «Estoy haciendo una obra en tus días».

Dios está trabajando en tu comunidad. Dios está trabajando en países de los que nunca has oído hablar y de los que no sabes nada. Dios está trabajando en el mundo musulmán. Dios está trabajando en China. Dios está trabajando en países pequeñitos en los que el Evangelio está prohibido de manera oficial. Dios está trabajando.

«Yo estoy trabajando en esta época». Por lo que mira. Mira entre las naciones y observad. Maravíllate y sorpréndete. «Estoy trabajando en tus días y no lo creerías si te lo dijera».

Carmen: Nancy Leigh DeMoss va a regresar a orar con nosotras en un minuto. Basado en lo que hemos escuchado hoy, la respuesta a esa oración podría no parecer lo que esperamos. Pero será una buena dádiva de Su mano.

Quizás estás luchando con una oración sin contestar o las cosas no han salido como esperabas. ¿Podrías explorar el libro de Habacuc para que aprendas más de la oración, el silencio y las respuestas inesperadas? Te dará una perspectiva cuando Dios no esté contestando tus oraciones. Profundizará en tu entendimiento de la adoración.

Si estuvieses escribiendo el guión de tu vida, ¿estaría desarrollándose como lo está haciendo ahora? Aprende mañana acerca de cómo confiar en el autor de nuestra fe cuando Nancy continúe escudriñando el libro de Habacuc.

Ahora, Nancy nos va a guiar en oración.

Nancy: Padre cuanto te agradecemos el que estés trabajando en el hoy y ahora. Nunca cesas de glorificarte y redimir a este planeta y este mundo caído. Haces todas las cosas nuevas. Estás trabajando —indistintamente— en aquello que podemos ver y en lo que no podemos ver.

Por lo que ayúdanos, Señor cuando no podamos ver. Ayúdanos a confiar en que lo que has dicho es verdadero y que Tú siempre estás trabajando en aras de lograr tus propósitos para este mundo. Que esta realidad nos traiga gozo. Que esta realidad nos deje maravilladas y asombradas. Oro en el nombre de Jesús, amén.

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Jul 3 – ¿Por qué?

Aviva Nuestros Corazones

Serie: Habacuc: del temor a la fe

Jul 3 – ¿Por qué?

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/por-que/

Carmen Espaillat: Aquí está Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Nancy Leigh DeMoss: Podemos preguntarle a Dios ¿por qué? mientras no lo hagamos con un puño acusatorio, sino examinando nuestros propios corazones. Hay una diferencia entre esas preguntas sinceras, honestas que le hacemos a Dios y cuando le hacemos acusaciones o somos demandantes con Dios para que nos dé respuestas, queriendo que sean respuestas según nuestros deseos y en el tiempo que queremos. Hay una gran diferencia.

Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss ¿Le has preguntado a Dios por qué? Si es así, tú estás en la compañía de un grupo de personajes bíblicos que cuestionaron a Dios: Moisés, David, y el profeta del cual oiremos el día de hoy. Aquí está Nancy en la serie titulada: Habacuc: Del temor a la fe.

Nancy: Algunas de ustedes me han escuchado compartir esto antes, porque nunca lo voy a olvidar. Tuvo un gran impacto en mi vida hace muchos años atrás mientras estaba en el servicio fúnebre de mi hermano de 22 años de edad quien había muerto en un accidente automovilístico. Un hermano que había estado preparándose para el ministerio, un hermano que había llegado amar al Señor y que tenía un corazón genuinamente apasionado por Cristo y por las personas, y en un instante había perdido su vida. En la inescrutable elección, voluntad y providencia de Dios, David había partido.

Yo recuerdo estar sentada en el servicio fúnebre y escuchar a uno de los predicadores decir: Podemos preguntarle a Dios ¿por qué? mientras no lo hagamos con un puño acusatorio, sino examinando nuestro propio corazón. No con un puño amenazador sino para examinar la conciencia. Tú puedes decir las mismas palabras y solo Dios sabe algunas veces si tu corazón se está examinando o está amenazando.

Ayer hablamos acerca de Joni Eareckson y de cómo ella fue víctima de aquel accidente de clavado que la dejó paralítica del cuello hacia abajo, y como en los primeros días después de su accidente ella tenía muchas preguntas. Ella se sentía enojada con Dios. ¿Por qué pasó esto? ¿Por qué me pasó esto a mí?

Y después de estas preguntas Joni continúa reflexionando y dice,1

La mayoría de las preguntas que hice en los primeros días de mi parálisis fueron preguntas hechas con un puño amenazante, para descargar mis emociones, para desahogar mi ira. Yo no sé qué tan sinceras eran mis preguntas. Yo estaba simplemente enojada. Pero después de muchos meses, esas preguntas hechas con un puño amenazante hacia Dios se convirtieron en un examen de conciencia. sincera y honestamente, quería encontrar respuestas.

Podemos preguntarle a Dios ¿por qué? mientras no lo hagamos con un puño acusatorio, sino examinando nuestro propio corazón. Hay una diferencia entre esas preguntas solemnes, honestas que le hacemos a Dios y cuando le hacemos acusaciones o somos demandantes con Dios para que nos dé respuestas, queriendo que sean respuestas según nuestros deseos, en el tiempo que queremos. Hay una gran diferencia.

Ahora a medida que he estado estudiando el libro de Habacuc, me he preguntado muchas veces si Habacuc estaba haciendo estas preguntas con un puño amenazante o con un examen de conciencia. En el primer párrafo del capítulo 1, él hace dos preguntas que con mucha frecuentemente son hechas por todos los seres humanos: «Oh Dios, ¿hasta cuándo seguirá esto? ¿Hasta cuándo y Tú no haces nada con mis oraciones? Y Dios, ¿por qué?» (verso 2 parafraseado).

¿Hasta cuándo? y ¿por qué? -Las dos preguntas de la condición humana. Las dos cosas que queremos saber de Dios. Él hace estas preguntas, y él prosigue a formular preguntas severas en el transcurso del primer capítulo.

He tratado de entender el corazón de Habacuc y he tratado de discernir si él estaba haciendo preguntas solemnes y honestas o estaba acusando a Dios. «Tú no oyes. Tú no salvas. Tú no estás haciendo nada». Mientras leía unos comentaristas, algunos están muy seguros que él preguntaba con un puño amenazador pero otros comentaristas están igualmente seguros de que él estaba cuestionando con un corazón humilde.

Yo he concluido que sé la respuesta. y la respuesta es que: Nosotros no sabemos. Nosotros no sabemos qué había en el corazón de Habacuc. Yo no puedo saber qué hay en tu corazón, y tú no puedes saber qué hay en mi corazón cuando hacemos esas preguntas.

Dios es el único que escudriña nuestros corazones y Dios es el único que sabe.

  • ¿Estamos cuestionando a Dios con un puño amenazante?
  • ¿Estamos enojadas con Dios?
  • ¿Lo estamos acusando?
  • ¿Estamos demandando que Él haga las cosas a nuestra manera?
  • ¿O estamos cuestionando con humildad, concienzuda y honestamente a Dios.

Nosotros sabemos que Habacuc, independientemente de lo que había en su corazón en estas primeras preguntas y en el transcurso del libro, llega a un momento de fe. Tú vas a oír esta palabra una y otra vez durante en esta serie. Fe. Hay un punto decisivo en este libro donde su duda se convierte en fe. Su temor se convierte en fe. Su queja y su preocupación se convierte en adoración. En adoración basada en la fe.

No precisamente porque sus preguntas fueron contestadas, sino porque él llega al punto de descansar en Dios para sus preguntas y decir: «yo no tengo que saber las respuestas, pero si necesito conocer a Dios. Yo quiero conocer a Dios». El luchador (que Habacuc significa «uno que lucha») se convierte en uno que abraza, uno que se aferra fuertemente a Dios diciendo, «Yo confio en ti aunque Tú no me des respuestas».

Como empezamos a ver en la última sesión sobre las circunstancias y la situación de Habacuc, vimos que él estaba muy preocupado por la corrupción, la injusticia, la violencia que había entre el pueblo de Dios.

Esto no está simplemente ocurriendo en el mundo. Esto está sucediendo en medio del pueblo de Dios. Él no estaba tan preocupado por las naciones paganas. De hecho, en la primera parte de este libro, Habacuc no tiene ningún interés por lo que está pasando en las naciones para nada. Él está preocupado por lo que está sucediendo con el pueblo de Dios.

Él está perplejo por la supuesta indiferencia de Dios y por la falta de respuesta a sus oraciones. Él dice, «Yo he estado orando por avivamiento, he estado orando para que tú hagas algo, orando para que tú traigas convicción, orando para que tú cambies los corazones de las personas, pero nada está ocurriendo».

Te da la impresión aquí de que él ha estado orando por mucho tiempo. No era como que él había acabado de orar esa mañana y no había obtenido respuesta en la tarde y se haya enojado con Dios. No, esto ha estado sucediendo por mucho tiempo.

Así que él dice en el versículo 3 del capítulo 1, «¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar el sufrimiento?» (NVI). En la última sesión, vimos la pregunta del «hasta cuándo». Hoy veremos en este tercer versículo la pregunta del «por qué». Es una pregunta recurrente. ¿Por qué? El pregunta tres veces en este capítulo. ¿Por qué? «¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar el sufrimiento?» (NVI)

Mientras pensaba en esa frase, «¿por qué debo contemplar el sufrimiento?», recordé una experiencia de años atrás. estaba viajando, y tenía que trasbordar en el Aeropuerto Internacional de Baltimore-Washington. Y fui y me senté en uno de esos pequeños restaurantes del aeropuerto.

En esos días yo tenía un maletín, uno de esos maletines duros y yo lo deje en el piso justo a mi lado mientras ordenaba algo para comer. En un instante durante mi comida, un hombre que estaba sentado cerca de la mesa, vestido con un traje -si mal no recuerdo- se puso de pie de su mesa, caminó hacia mí donde yo estaba sentada, tomo mi maletín y se fue.

Claramente no era su maletín era mi maletín. Estaba justo a mi lado. Bueno, inmediatamente tomé dominio de la situación, y vi que allí cerca había un oficial de la policía, y le dije: «Ese hombre se llevó mi maletín». El oficial de policía no hizo nada.

Ciertamente, me siento agradecida de que la mayoría de los oficiales de policía hacen algo cuando están uniformados y están en la escena del crimen. No quiero decir que esto es una característica de los oficiales de policía, pero en ese momento -si mal no recuerdo la situación- simplemente recuerdo haber estado sorprendida de que este oficial de policía, teniendo una posición de autoridad, y escuchándome decir, que este hombre se había llevado mi maletín, solo se quedará ahí parado sin hacer nada. Y hoy puedes notar, veintitantos años más tarde, que todavía continúo irritada por esto.

Cuando pienso en Habacuc diciéndole a Dios, «Tú contemplas el sufrimiento. Tú ves lo que está pasando. Tú sabes acerca de la situación, y si no sabías acerca de ella, yo te lo acabo de decir, y aún así Dios no estás haciendo nada».

Bueno, tal vez te preguntes qué hice acerca de ese maletín. Hice algo que -en retrospectiva- no puedo creer que lo haya hecho. Fue muy insensato de mi parte pero yo camine tras este hombre yo misma. Él iba cambiando por un pasillo donde había mucha gente.

Caminé hacia él y le dije, «Discúlpeme, creo que eso que usted tiene es mío». Él simplemente me lo devolvió, me dio la espalda y se fue caminando. Cuando pienso lo que pudo haber sucedido, me doy cuenta de que no fue lo mejor que pude haber hecho, pero si el oficial de policía no estaba haciendo nada, yo sí tenía que hacer algo al respecto.

Bueno, hay muchas situaciones mucho más serias en la vida donde se están cometiendo crímenes, donde hay peligro, y hay gente que solo se para a mirar y no hace nada. Recuerdo a una mujer que recientemente escribió a Aviva Nuestros Corazones y compartió que desde niña su padre la había violado cada noche por años, mientras desde la perspectiva de esta niña pequeña, su madre se hizo de la vista gorda y no hizo nada.

Nos da un gran sentido de injusticia. ¿Por qué contemplas el sufrimiento? Dios tú lo estás viendo. ¿Por qué no estás haciendo algo al respecto?

John Stott dice,

La punzada real del sufrimiento no es la calamidad en sí misma, ni siquiera el dolor o la injusticia de esta, es más bien el abandono aparente de Dios en medio de ella. El dolor es soportable, pero la aparente indiferencia de Dios no lo es.

Por cierto, ¿no es esta una ilustración de lo que tal vez Jesús sintió en la cruz cuando dijo, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:47 RV-1960). En un sentir es, «Yo pudiera aguantar esto si tan solo supiera que Tú estás aquí haciendo algo al respecto».

Así que Habacuc le dice a Dios, «Tú me haces ver el mal y Tú ves la maldad, pero no haces nada». Él está preocupado por la aparente pasividad de Dios, Su indiferencia, Su inactividad». «¡No te quedes solo ahí, haz algo por favor! ¿Por qué contemplas el sufrimiento y no haces nada?»

Después él dice, «Veo ante mis ojos destrucción y violencia» (verso 3 NVI). Verás la palabra violencia aparece seis veces en el libro de Habacuc. Es un tema. Es algo por lo cual él está preocupado.

Esto está pasando entre el pueblo de Dios. Destrucción, violencia, riñas y contiendas. Versículo 4:

«Por eso no se cumple la ley y nunca prevalece la justicia. Pues el impío asedia al justo; por eso sale pervertida la justicia».

Ahora, es importante que mientras tú lees estos versículos te des cuenta que Habacuc está turbado por la maldad y la injusticia que está sucediendo entre el pueblo de Dios y por la aparente apatía y negligencia de Dios sobre la situación, aún a pesar de las constantes oraciones fervientes de Habacuc. Esto no le parece correcto.

Destrucción, violencia, riña, contienda. Los impíos sobrepasan en número a los piadosos en la iglesia, entre los que se llaman creyentes en la iglesia. Los impíos sobrepasan en número a los piadosos en la iglesia. La ley y el orden dejaron de funcionar. Las personas que deberían ejercer autoridad espiritual están cerrando sus ojos para no ver. Están escondiéndolo debajo del tapete. Ellos no están haciendo nada al respecto.

No te engañes a ti misma al pensar que las cosas que le preocupaban a Habacuc en su tiempo no están sucediendo en las cuatro paredes de nuestros propios hogares cristianos y en nuestras iglesias de hoy en día. La violencia y la injusticia prevalecen. Te preguntarás cómo. Divorcio. Si eso no es violencia, si eso no es riña y contienda, no sé entonces qué es.

No me sorprende o me asombra que los no creyentes se divorcien. ¿Cómo podrían mantener un matrimonio unido? Tienes a dos personas egoístas que no conocen a Dios, pero el pueblo de Dios, que alega tener el amor de Cristo, que ha sido perdonado, ¿no puede mantener sus matrimonios unidos por medio del perdón?

Riña y contienda. Disputas familiares. Divisiones en la iglesia. Conflictos no resueltos. Relaciones rotas en el cuerpo de Cristo.

En las últimas semanas he estado escuchado muchas historias. Estoy prácticamente sola sentada en mi estudio la mayor parte del tiempo. No salgo ni ando por ahí la mayor parte del tiempo. Pero aun en mis breves encuentros y conversaciones con la gente, escucho historias de personas que se llaman cristianos haciendo cosas no muy cristianas. Algunas de estas personas participan activamente en el ministerio. Hay amargura, conflictos no resueltos durante mucho tiempo entre creyentes.

La semana pasada escuché acerca de dos profesores de una universidad cristiana que están involucrados en un romance. Ahora bien, los de la universidad todavía no lo saben, y me pregunto, ¿por qué no saben acerca de esto? Digo, uno escucha estas cosas. Uno piensa, estas personas están enseñando a nuestros hijos en una universidad cristiana, mientras ellos están teniendo una relación adúltera.

Pornografía. Adulterio. Bromas vulgares. Profanación. Baile vulgar. Lenguaje sugestivo. Todo esto he escuchado en tan solo las últimas semanas y está sucediendo dentro el pueblo de Dios. Y la gente lo está justificando, defendiendo, riéndose de esto a veces, siendo entretenido por esto. Personas en posición de liderazgo. Y uno clama con Habacuc, «¡¿O Dios, hasta cuando?! ¿Por qué dejas que esto siga? ¿Por qué te sientas y miras esto y no haces nada al respecto?»

Hace poco un amigo me dijo acerca de un jefe que él tiene que dice ser cristiano. Él es un miembro activo de su iglesia y también es dueño de un comercio, y abiertamente está admitiendo trámites ilegales en su contratación de empleados y en su ética laboral. Y después él va a la iglesia y está involucrado en grupos pequeños y en liderazgo, pero en su trabajo es un hombre completamente diferente, evade la ley, hace cosas que no son triviales y que son totalmente ilegales.

Este joven que trabaja para él está viendo todo esto y está hablando con el hombre, y el hombre reconoce que está mal, pero sigue haciéndolo. ¿Por qué Dios no hace algo al respecto? Uno ve personas en liderazgo que no están haciendo nada al respecto y que algunas veces de hecho están participando en ello. Y uno dice, «Dios, ¿Cómo puedes contemplar esto y no hacer nada?»

¿Quizás piensas que sueno preocupada y alterada en este momento? Ese es el espíritu que percibes de Habacuc a medida que él medita en estas cosas, a medida que él ve que estas cosas ocurren. Tú sientes su preocupación intensa acerca de la condición espiritual y moral de Su pueblo. Esto perturba a Habacuc.

Mientras meditamos en este pasaje, quisiera preguntarte, «¿Te perturba esto a ti?»

  • ¿Te duele ver el pecado, el pecado no arrepentido, el pecado continuo, el pecado habitual, los patrones de pecado en la conducta del pueblo de Dios?
  • ¿Te duele?
  • ¿Te rompe el corazón?
  • ¿Te asombra?
  • ¿Te sientes irritada por esto?
  • ¿Te lamentas del pecado y la violencia entre el pueblo de Dios?

Y pienso, desafortunadamente, que la mayoría de nosotras nos hemos adaptado a esta actitud complaciente: y decimos bueno así son las cosas. Los niños no dejarán de ser niños: esa fue la respuesta que una autoridad le dio a una amiga mía cuando ella le comentó su preocupación de algo que los jóvenes estaban haciendo en una escuela cristiana en particular. «Los niños no dejarán de ser niños. Así son las cosas. Somos solo humanos. Tú eres una perfeccionista. Tú eres una legalista».

Si tú expresas preocupación por algunas de estas cosas hoy en día, este es el tipo de respuesta que vas a recibir. Una amiga me dijo, «cuando menciono estas cosas, la gente me mira como si estuviera loca». «¿Estoy loca porque me preocupan estas cosas? ¿Soy la única que está perturbada por esto?» Bueno, es muy triste que nos tengamos que hacer esta pregunta, ¿verdad? ¿Te sientes contristada? ¿Te cargan las cosas que contristan el corazón de Dios?

Siglos atrás Juan Calvino escribió un comentario sobre el libro de Habacuc, él dijo,

Este pasaje nos enseña que todo aquel que realmente sirve y ama a Dios tiene que arder con una indignación santa en cualquier momento que vean la maldad reinando sin control entre los hombres, y especialmente en la iglesia de Dios. No hay nada que nos debe causar más dolor que ver a hombres violentos, con un desprecio profano hacia Dios y sin ninguna consideración hacia Su ley y por Su verdad divina.

Así que Habacuc hizo esto un asunto sobre el cual interceder; una petición de oración. Él llevó su preocupación a Dios porque él se dio cuenta que no había otro lugar donde llevarla. No hay nadie más que pueda hacer algo al respecto.

Amigas, una cosa es estar molesta, hablar una con la otra acerca de lo terrible que están las cosas, conmiserarse junto a otras, escribir cartas, quejarse, gritarle a la televisión cuando veas algo que te molesta. Pero, la pregunta es: ¿has orado al respecto? ¿Has orado por lo que estás viendo en tu familia, lo que estás viendo en tu iglesia, en nuestra cultura… has orado al respecto? Eso es lo que Habacuc hace.

Y porque la maldad sigue y sigue a pesar de sus oraciones, Habacuc equivocadamente concluye que Dios no está haciendo nada, que Dios es indiferente. Recuerda, Dios parece ser indiferente, solo desde el punto de vista de Habacuc. Pero Dios no es indiferente. Dios nunca está inactivo, Dios nunca está ocioso. Dios siempre está haciendo algo, y lo veremos a medida que avanzamos en este pasaje.

A medida que pensamos en esta maldad que continúa, déjame leerte unos cuantos escritos de creyentes antiguos que me han sido de gran ayuda al pensar en este pasaje.

Primero, he estado leyendo recientemente de uno de mis autores tradicionales favoritos, Fenelon. En su libro «Perfección cristiana» ( Christian Perfection ) él dice,2

Una cosa que me confunde es entender cómo Tú permites que tanta maldad se mezcle con lo bueno.

Él está hablando con Dios. Y él le dice,

Tú no puedes hacer el mal. Todo lo que haces es bueno. ¿Entonces por qué la faz de la tierra está cubierta con crímenes y miseria? Es como si el mal prevaleciera en todas partes por encima del bien. Tú hiciste el mundo solamente para Tu gloria, y estamos tentados a creer que se está volviendo en Tu deshonra. El número de los malvados infinitamente sobrepasa el número de los buenos, aun en la iglesia.

Esto fue escrito siglos atrás. Él sigue diciendo,

Toda carne ha pervertido su camino… todos sufren. Todo está en un estado de violencia… ¿Por qué esperas tanto, Señor, para separar el bien del mal? Apresúrate. Glorifica Tu nombre. Haz saber a esos que lo blasfeman lo grande que es. Te lo debes a Ti mismo, el restablecer el orden de las cosas.

Después él dice, «Pero oh mi Dios, cuán profundos son tus juicios». Aquí es cuando tu preocupación se vuelve adoración. Aquí es cuando el temor se convierte en fe. Él dice,

Tus caminos son más altos que nuestros caminos, así como los cielos están de la tierra. Nosotros estamos impacientes porque nuestra vida entera es solo un momento. En contraste, Tu gran paciencia está fundamentada en Tu eternidad, para la cual mil años son como un ayer que acaba de pasar.

Después está este recordatorio de Oswald Chambers, otro de mis autores favoritos, como lo escribe en » En pos de lo Supremo «3, él dice:

Hay momentos cuando tu Padre aparentarará ser… insensible e indiferente, pero recuerda que Él no lo es… Si hay una sombra en el rostro del Padre por ahora, puedes estar segura de que, al final, Él mal mostrará Su revelación y Él será justificado en todo lo que ha permitido… Mantente firme en tu fe, creyendo que lo que dijo Jesús es cierto, aun si por el momento tú no entiendes lo que Dios esté haciendo. Él tiene asuntos más importantes en mente que las cosas que tu estás pidiendo. Dios tiene un propósito mayor. Dios tiene un plan más grande.

Ahora bien, cuando volvamos en la próxima sesión, vamos a ver que Dios no está en silencio. Él oye las oraciones de Habacuc. Él responde a la oración de Habacuc. Él no es pasivo. Él no es indiferente.

Carmen: Nancy Leigh DeMoss volverá para orar con nosotras. Ella solo nos dio un adelanto de lo que escucharemos en la próxima sesión de la serie actual llamada Habacuc: Del temor a la fe. Hemos estado viendo unas preguntas serias que Habacuc hizo y a medida que la serie progrese, encontraremos por qué Habacuc pudo cambiar su enfoque para empezar a adorar a Dios.

Cuando Dios responde las oraciones, el resultado puede ser muy diferente a lo que esperabas. Esto es lo que descubrió Habacuc, y es lo que veremos en la próxima sesión. Por favor sintonízanos de vuelta mañana. Ahora oremos con Nancy.

Nancy: Padre, solamente quiero agradecerte porque podemos confiar en Ti. Si algo he aprendido en estos 50 años de caminar contigo, es que Tú eres fiel, sabio, amoroso, y bueno, independientemente de que tan nublada Tu providencia parezca ser a veces o cuán inescrutables tus caminos. Todas las cosas son conocidas por Ti. Todas las cosas son claras para Ti.

Es solo nuestra finitud, nuestra carne, nuestra debilidad que las hace misteriosas para nosotras. Pero gracias, Señor, que un día la fe será por vista. Todo será claro y todo el mundo adorará tus caminos y afirmara que Tú has hecho todas las cosas bien. Así que hasta ese día, Señor, ayúdanos a no vacilar en la fe y aferrarnos a Ti, aunque aún estés velado para nosotros. Te adoramos, Te esperamos y nos entregamos a Ti completamente. En el nombre de Jesús, amén.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se cite otra fuente.

1http://www.powertochange.com/changed/jeareckson.html 2 Fenelon. Christian Perfection. (San Francisco: Harper & Brothers, 1947). p. 125-6. 3 Oswald Chambers. My Utmost for His Highest. 9/12.

Música: Oh Que Amigo Nos Es Cristo (What a Friend We Have in Jesus), Integrity Worship Singers, Himnos de Inspiración ℗ 2001 Integrity Media, Inc.

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Jul 2 – Lidiando con oraciones no respondidas

Aviva Nuestros Corazones

Serie: Habacuc: del temor a la fe

Jul 2 – Lidiando con oraciones no respondidas

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Carmen Espaillat: Muy probablemente has leído pasajes en la Biblia que prometen que Dios escuchará y contestará la oración. Igualmente Nancy Leigh DeMoss.

Nancy Leigh DeMoss: Pero siendo honestas ¿acaso no es cierto que a veces nuestra experiencia parece contradecir esas promesas? ¡Sé honesta! No te ha sucedido que en ocasiones dices, “yo sé lo que la Palabra de Dios dice, pero he estado orando. He estado clamando, y no parece que Dios escuche ni conteste mis oraciones.”

Escucha. Cualquiera puede confiar en Dios un día malo o en situaciones de corta duración. Pero qué pasa cuando tienes un sufrimiento prolongado, y clamas, “¿Hasta cuándo, Señor? Sigo clamando a ti, Señor, ¡pero todavía no haces nada!”

Es esa pregunta “hasta cuándo, ¿Señor, no me escucharás?»

Carmen: Estás escuchando “Aviva Nuestros Corazones” con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.

Nancy continuará hoy una serie que iniciamos ayer sobre un profeta, y que nos ayuda a sobrellevar la oración no contestada. Con ustedes Nancy en la serie llamada: Habacuc: Del temor a la fe.

Nancy: Fue en una calurosa tarde de julio del 1967, cuando una joven de 17 años se tiró al agua en un clavado en un lago poco profundo, y su vida cambió para siempre cuando se fracturó el cuello; un accidente que la dejó paralítica del cuello hacia abajo por el resto de su vida.

Ustedes conocen la historia de Joni Eareckson Tada, sobre cómo sufrió esa fractura de su espina dorsal, algo que la dejó paralítica e incapacitada de sus brazos y sus piernas.

Joni ha hablado y escrito acerca de algunos de los sentimientos y pensamientos que tuvo unos días después del accidente. En una ocasión ella dijo:

“Yo tenía tantas preguntas. Creía en Dios, pero estaba enojada con Él. Si Dios era todo amor y todopoderoso, entonces —lo que me sucedió a mí— ¿cómo podía ser esto una demostración de su amor y de su poder? Seguramente Él pudo haberlo evitado. ¿Cómo puede una parálisis permanente ser parte de su amoroso plan para mí?”

Lo que Joni Eareckson Tada dijo en esos oscuros momentos de desesperación de su vida es muy similar a lo que el profeta Habacuc sintió al iniciar el primer capítulo de su profecía en Habacuc capítulo 1.

Él está clamado a Dios y en esencia lo que él está diciendo es: “¿cómo puedo saber que este Dios merece mi confianza a menos que obtenga una respuesta?

Él tiene preguntas y así lo dice en el capitulo 1, en el versículo 2:

¿Hasta cuándo, oh SEÑOR, pediré ayuda, y no escucharás, clamaré a ti: ¡Violencia! y no salvarás?

Y a propósito, al leer y estudiar todo el libro de Habacuc, busca referencias a la palabra “salvar” o “salvación”. Encontrarás varias. Porque hay un tema recurrente a través de este libro y es que Dios siempre está obrando para la salvación de Su pueblo.

Pero a Habacuc esto no le parece así en este momento. “Señor, estoy clamando a ti, ¡violencia! Pero no salvarás. No pareces ser un Dios que salva”.

Versículo 3:

¿Por qué me haces ver la iniquidad, y me haces mirar la opresión? La destrucción y la violencia están delante de mí, hay rencilla y surge discordia. Por eso no se cumple la ley y nunca prevalece la justicia. Pues el impío asedia al justo; por eso sale pervertida la justicia. (Habacuc 1:3-4)

Lo que Habacuc dice es, “tengo un problema sobre cómo Dios gobierna el universo, o como parece no estar gobernando el universo. Tengo interrogantes.”

Son preguntas intensas. Creo que algunas veces actuamos en nuestros mundo cristiano como si fuera un error, o fuera malo tener preguntas. Como que no deberíamos hacer preguntas, y deberíamos poner nuestras mentes a dormir y sólo decir: “Bueno, esas preguntas no importan.“

Lo que Habacuc está diciendo es, “tengo preguntas sinceras, y yo quiero consultar al que me las puede contestar. ¿Por qué me haces ver la iniquidad?, ¿Por qué me haces mirar la opresión?”

Nos encontramos en el principio del libro donde vemos este diálogo entre Dios y Su profeta, una mirada muy íntima a las preguntas que este hombre hace a Dios. Algunas de sus Biblias tendrán un título para este párrafo: “la queja de Habacuc.”

La queja de Habacuc. Él comienza derramando su corazón a Dios y lo notamos con las primeras dos palabras del versículo 2: “Oh Señor”. Oh Señor.”… Veremos esta pequeña frase seis veces en el libro de Habacuc.

Este es el clamor de un hombre desesperado. Se dice que sus oraciones son las oraciones más fervorosas. “Oh Señor.“ Ahora bien, notemos que Habacuc no clama a Judá, quien inicialmente es el pueblo por el que él está preocupado. Ellos son las personas sobre la que él habla en los primeros versículos; son las personas que han pervertido los caminos de Dios.

Ellos no están viviendo como creyentes.

Habacuc tampoco clama a los babilonios o a los caldeos, a quienes Dios va a usar para traer juicio a Judá. ¿A quién clama Habacuc? Él clama a Dios: “Oh Señor.”

La carga que se produce en su corazón al ver a su alrededor se vuelve una intercesión —se torna en una oración. Es lo que dice Oswald Chambers en “» En pos de lo Supremo” » [My Utmost for His Highest.]

No lo estoy citando exactamente, pero él dice que cuando Dios hace que te apercibas de una situación y pone la carga en tu corazón o en tu mente, Su meta es que la conviertas en intercesión.

“Oh Señor, yo veo esto. Estoy preocupada por esto. No entiendo esto. Oh Señor.” Habacuc sabe que Dios tiene el control. Él sabe que el Señor es el único que en realidad puede hacer algo con sus preocupaciones.

Entonces él dice, “»Oh Señor».” Él dirige su oración al que puede hacer algo por su situación. Y al ir directamente al Señor, él obtendrá Su perspectiva sobre lo que está ocurriendo a su alrededor.

“Señor, ¿cómo ves esto?” ¡Pregúntale a Dios! Medita sobre lo que está pasando en tu vida y pregúntale al Señor, “Señor ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Qué me estás tratando de decir?¿Qué estás tratando de hacer?

Él recibe el mensaje para ese día. Él obtiene la dirección para su ministerio. Él consigue Su consejo; obtiene su ayuda yendo directamente al Señor. “Oh Señor, oh Señor. “

Pienso en las personas que escriben a Aviva Nuestros Corazones con algunas preguntas y problemas realmente difíciles; ellas se desahogan acerca de esto o aquello que les está sucediendo. Lo leo, y solo pienso, “»Oh Señor, ¿qué hacer? ¿Qué decir?» “ y algunas veces lo mejor que podemos decir a estas mujeres es, ”¡Pregúntale al que sabe! Nosotros no podemos resolverlo, pero Dios tiene una respuesta. Dios conoce los misterios. Él sabe cómo resolverlo. ¡Ve a Él, acude a Él!“

Dile, “oh Señor.” Y viene a mi mente ese himno que dice: «¡Vives débil y cargado

De cuidados y temor? A Jesús, refugio eterno, Dile todo en oración. “¡Cuánto nos preocupamos y nos estresamos y luchamos y nos llenamos de ansiedad y y nos agitamos al contarle a otros nuestras cosas hasta que nos hacemos un manojo de nervios, cuando todo lo que necesitamos es decir “oh Señor!»

“Oh Señor. ¿Qué hacer? ¿Cómo debo ver esto! ¿Cómo responder?“ ¿Quieres un entendimiento de tus circunstancias? Pudieras estar en una situación imposible ahora mismo en el ámbito de tu vida.

¿Quieres entenderlo? ¿Quieres saber cómo responder a las circunstancias de la vida? ¿Quieres saber cómo entrenar a tus hijos cuando se encuentran en esa etapa imposible y nada parece funcionar?

Clama: “Oh Señor. ¿Qué hago? ¿Qué me estás diciendo?¿Cuál es tu propósito?¿Qué quieres? Oh Señor. “

¿Quieres saber cómo ministrar a una amiga en necesidad —a una hermana que te está llamando y te está diciendo: “mi matrimonio se está destruyendo” y tú no sabes qué decir porque no estás allí. No puedes escuchar ambos lados de la historia.

Aun si supieras todos los hechos, no sabes qué hacer. ¿Quieres saber cómo ministrar ánimo y gracia? No solo le des una cantaleta con tus opiniones personales. No le digas simplemente: “bueno, yo creo…”

Ayúdense una a la otra a llegar al trono de la gracia, al trono de Dios donde se puede encontrar misericordia y gracia para encontrar ayuda en el momento de necesidad diciendo, “Oh Señor.” La ministración efectiva de otros proviene de la comunión con Dios.

Ora por esa situación, y di: “Oh Señor, ¿qué debo hacer? ¿Cuál es Tu perspectiva? ¡Búscalo a Él. Escúchalo a Él. Dile, “Oh Señor!”

Necesitamos recordarnos a nosotras mismas que en última instancia, la paz y la perspectiva y las respuestas que necesitamos sobre los misterios de la vida no se encontrarán yendo a un consejero o a un terapeuta o leyendo un libro o desahogándonos con una amiga o un amigo confiable.

En última instancia, la perspectiva, la paz, las respuestas que necesitamos las vamos a encontrar al ir al maravilloso consejero, en clamor diciendo, “¡Oh Señor! ¡Oh Señor!”

Él dice,

Habacuc dice, ¿Hasta cuándo, oh SEÑOR, pediré ayuda, y no escucharás, clamaré a ti: ¡Violencia! y no salvarás? ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y me haces mirar la opresión? (Habacuc 1:2-3)

En esos dos versículos, Habacuc le hace a Dios dos preguntas fundamentales, y estas dos preguntas han sido hechas innumerables veces a través toda la historia de la raza humana. ¿Cuáles son estas dos preguntas?

La primera es : ¿Hasta cuándo? Y ¿Cuál es la segunda? ¿Por qué? Hasta cuándo y por qué. Habacuc hace estas preguntas repetidamente. Al final del capítulo 1, él dice: “¿Seguirá esto para siempre?“ ¿Hasta cuándo?

¿Por qué? Él pregunta otra vez en el versículo 13 del capítulo 1”¿por qué?” ¿por qué Dios no escucha? ¿Por qué Dios no socorre? Entonces Habacuc se encuentra a sí mismo enfrentando el desafío de la oración no contestada y la aparente indiferencia de Dios.

A Dios no parece importarle. No parece estar poniendo atención. Piensa en Joni Eareckson y como justo después de su accidente, en esos primeros días, ella clamaba a Dios, ¿Por qué? ¿Por qué a mi?

Y ella confesó cómo luchaba con el silencio de Dios. Dios no escribió ninguna respuesta en el cielo. Dios no envió ningún mensaje grabado, “bueno esto es lo que tengo en mente. He aquí lo que voy a hacer.” Los cielos parecían estar hechos de cobre; parecía imposible que Dios escuchara su clamor.

A veces tú oras por tu pareja o por tu niño o por tu empleo o tu iglesia o tu salud, y sientes como si tus oraciones no fueran a ninguna parte.

“Señor, ¿hasta cuándo? ¿hasta cuándo tengo que seguir orando y Tú sin contestar? ¿Hasta cuándo voy a clamar a Ti y no me das respuesta?”

¿Acaso no tenemos todas esas promesas en la Biblia donde Dios nos dice “»ora por eso y te contestaré. Clama a mí y te responderé» ?”

Pero si somos honestas ¿no es cierto, que a veces nuestras experiencias parecen contradecir esas promesas? ¡Seamos honestas! No te ha sucedido que en ocasiones dices, “yo sé lo que la Palabra de Dios dice, pero he estado orando. He estado clamando, y no parece que Dios escuche o conteste mis oraciones.”

Luego están las ocasiones en las que pedimos cosas que parecen estar alineadas con la voluntad de Dios, pero nada sucede —hasta donde podemos ver. O quizás sucede lo opuesto. Estás orando por algo, y luego parece que Dios hace exactamente lo opuesto.

Recuerdo hace unos años atrás cuando estuve orando por algo junto con un número de personas por mucho, mucho tiempo. Y luego la puerta se cerró totalmente, daba la impresión de que Dios hubiera causado un resultado el 100% contrario a lo que habíamos estado pidiéndole durante todos esos meses.

Les puedo decir que durante meses después, difícilmente podía leer mi Biblia porque cada vez que llegaba a esas promesas donde dice que Dios escucha y responde la oración, me sentía burlada.

Ahora, dentro de mi cabeza y de acuerdo a mi teología, sabia que no podía decir: “Dios no escucha, ni responde la oración,” pero así era que me sentía. Me sentía como “¿por qué puso Dios estas promesas en la Biblia? Parecen no tener veracidad alguna.”

Entonces, la siguiente pregunta es: “¿De qué sirve la oración?” ¿Por qué orar? ¿Por qué seguir orando? ¿En verdad hará algo la oración?¿Valdrá la pena continuar batallando en oración por la salvación de mi marido? O ¿Por el arrepentimiento de mi hijo o de mi hija? ¿Por un cambio en esta situación, por un avivamiento en mi iglesia?

Parece como si no pasará nada. Habacuc le dice a Dios: “»Estoy angustiado por la violencia y la corrupción que veo a mi alrededor, y Dios, te lo digo; clamo por ayuda, pero no hay muestras de que me escuches, y si me escuchas, no estas haciendo nada al respecto».”

Él dice “¿no salvarás?,” podemos escuchar el dolor en la voz de Habacuc, el corazón dolido. Su plegaria, “Dios, ¿por qué no haces algo?”

Algunas veces parece que Dios no está haciendo nada por el sufrimiento, la injusticia, y el abuso a nuestro alrededor. ¿Será Dios olvidadizo? ¿Sabrá Él lo que sucede alrededor? Y decimos, “por supuesto que sabe. Él es omnisciente. Él lo sabe todo.”

Bueno, pues si Él lo conoce todo, entonces ¿será que no le importa? Bueno, si, por supuesto. Él ama y se preocupa por nosotros. Bueno, pues si le importa, ¿será que es impotente para hacer algo sobre esta situación? Bueno, no, Él es todopoderoso. Bueno, pues si Él es todopoderoso, ¿Por qué no interviene?

Y de esta forma nos envolvemos en un círculo de preguntas sin respuesta, y cualquiera de esas posibilidades —la que “Dios no escucha” o que “a Dios no le importa” o “Dios es impotente” o la de que Dios simplemente ha decidido no intervenir— cualquiera de esas posibilidades hace que Dios quede mal parado.

Se estremece tu mundo. ¿Por qué Dios no salva ese hijo?¿Por qué Dios no cambia la situación?

No hace mucho tiempo tuve una conversación con una pareja que estuvo en el ministerio pastoral. Él había sido pastor por muchos años y luego él tuvo una cirugía de corazón, había sufrido casi un infarto y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente.

Como resultado, tuvo que dejar el ministerio, ya que físicamente no pudo continuar con las presiones que este le exigía. Ellos eran una pareja joven, y a raíz de esto vieron como él no pudo encontrar empleo. Tampoco ella pudo encontrar un empleo.

Estaban relatándome su historia, mientras cenábamos juntos esa noche, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras ella me describía la depresión en la que él había caído, después de años de servir al Señor.

La recuerdo diciéndome, “nos sentimos tan abandonados por Dios. Oramos; clamamos; miramos alrededor; y no podemos encontrar respuestas. Nos sentimos abandonados por Dios.”

¿No es así como ocurre algunas veces? Clamamos. Y aparentemente no hay respuesta, entonces asumimos que Dios no ha escuchado o que no está salvando, y terminamos desilusionadas con Dios.

Sentimos que nos ha abandonado, y en ocasiones, desafortunadamente, el próximo paso es que comencemos a acusar a Dios. Levantamos el dedo hacia Él y lo acusamos falsamente.

Es aquí donde entramos en peligro acusando a Dios falsamente, en el peligro de acusar a Dios, de algo que hizo mal, solo porque no ha llenado nuestras expectativas y nuestras demandas.

“Dios, no me escuchas,” dice Habacuc. “no salvarás. Ignoras la maldad”. Esto me recuerda la historia de Marta y María en Juan capítulo 11 cuando ellos llamaron a Jesús porque su hermano Lázaro estaba enfermo.

Ellas sabían que Jesús podía sanarlo, Él podía hacer algo al respecto, pero Jesús, por razones insondables, decidió quedarse donde estaba unos cuatro días más. Para el tiempo cuando Él llegó a Betania, Lázaro había muerto. Primero Martha y luego María le dicen a Jesús “Señor, si hubieras estado aquí esto no hubiera pasado. Nuestro hermano aún viviría.” Lo que quisieron decir fue, “¿Por qué? ¿Por qué no hiciste algo? ¿Por qué no te importó?

Otra vez el sentimiento de quizás acusar a Dios por el mal. En contraste, pienso en el capítulo 1 de Job. ¿Recuerdan cuando Job enfrentó crisis tras crisis en su vida, una después de la otra?

La Escritura dice que en medio de todo esto, Job no pecó ni acusó a Dios por el mal. Ahora, eso cambió más adelante en el libro del Job, pero al principio él nunca acusó a Dios por el mal. Él supuso que Dios sabía lo que él desconocía.

Bueno, muchas veces no vemos esto. Solo tenemos nuestra perspectiva de las cosas. Decimos, “Señor, ¿será que no te importa? Si hubieras estado aquí… por qué no hiciste algo?»

De manera que tenemos este desafío con los sufrimientos y con el dolor y con los problemas a largo plazo; con esos que perduran.

Escucha. Cualquiera puede confiar en Dios en el día malo o en situaciones de corto plazo. Pero cuando tienes un sufrimiento prologado, la cosa se pone difícil.

Cuando tienes a ese padre envejeciente cuya vida pende de un hilo o atraviesa tanto dolor. El padre o la madre que está a punto de morir de cáncer y que está débil y que tú dices, “Señor, por qué no te lo llevas? ¿Por qué permites que sufra así?”

Es a largo plazo.. en el sufrimiento que se prolonga. Se trata de ese hijo o esa hija que se ha alejado de Dios por años y ha creado un desastre y dolor en tu familia. Y tú clamas, “¿Hasta cuándo, Señor? Sigo clamando a Ti, Señor, pero aún así, no haces nada.” Es esa la pregunta “¿Hasta cuándo?”.

“No escucharás”. Habacuc acusa a Dios de no escucharlo. En última instancia, al ir por este libro, veremos que Habacuc se da cuenta que él no había estado escuchando a Dios.

Dios lo había estado escuchando, pero él necesitaba aprender a escuchar a Dios; de eso se trata la oración. Se trata de aprender a escuchar a Dios. Sí, expresándole nuestras preguntas sinceras y luego escuchando lo que Él tiene que decirnos. Cuando le escuchamos, Él nos da Su perspectiva.

Entonces Habacuc clama persistentemente, él clama a Dios de manera prolongada. Y aparentemente no hay respuesta. A fin de cuentas, Dios va a responder, pero Él dice, “No voy a responder necesariamente de inmediato, y no responderé de la manera que tú esperas, necesariamente,.

Mientras leemos todo el libro de Habacuc, vemos que Dios no contesta todas las preguntas de Habacuc.

(Y a propósito espero que tú estés haciendo lo mismo con nosotras en estas semanas. Te quiero animar no solo a que leas una vez, sino que lo leas una y otra vez para que aprendas a tratar con lo que Habacuc trató).

No significa que Dios no conozca las respuestas, pero no se las da todas a Habacuc, y las respuestas que Dios si le da levantan aun más interrogantes como veremos al adentrarnos más en el capítulo 1.

Quiero decirte que Dios no va a contestar todas tus preguntas. Si conocieras todas las respuestas, serías Dios y no necesitarías de Él. Dios no responderá todas tus preguntas, pero te diré lo que si hará.

Mientras le haces preguntas a Dios y mientras luego lo escuchas, Él se revelará a ti. Dios le dio a Habacuc una perspectiva más amplia y eterna que lo ayudó a continuar y lo capacitó para hacerlo, aun sin conocer todas las respuestas.

Dios te quiere dar una perspectiva que te capacitará para enfrentar tu situación; para enfrentar tus circunstancias, aun sin conocer todos los “porqués”. Habacuc en última instancia, llega a un punto de poder adorar sin entender todo lo que sucede.

Eso requiere fe el tipo de fe que puede adorar cuando no sabes las respuestas es la que agrada a Dios. Joni Eareckson dijo en esos primeros días: “A menos que encontrara respuesta, no podía entender cómo Dios podía ser digno de confianza.”

Y a eso se reduce todo, Es a esa pregunta: “¿Es Dios digno de mi confianza?”¿Se puede confiar en Dios? Quiero decirte que la respuesta es un rotundo, SI!

Él puede ser confiado. Él es digno de tu confianza. Y mientras le haces tus preguntas honestas —sin acusarlo, sino colocándote en una posición donde Dios pueda revelarse a ti y pueda darte Su perspectiva sobre las circunstancias— encontrarás que si se puede confiar en Dios. Y entonces tu preocupación se tornará en adoración. Ya no habrá mas “por qué”, sino “Dios, yo te adoro a Ti.”

Carmen: Nancy Leigh DeMoss pone nuestra mirada donde necesita estar –aun si hay problemas sin resolver en la vida, problemas que no se irán, u oraciones sin respuesta. Nancy regresará en un momento.

Muchas mujeres están descubriendo palabras de vida a través de series como estas de Habacuc que escuchamos hoy. ¿Es correcto preguntarle a Dios “por qué? Escucha lo que Nancy tiene que decir acerca de esta pregunta mientras nos enseña sobre el libro de Habacuc en el próximo programa de Aviva Nuestros Corazones. Ahora está ella de vuelta para orar.

Nancy: Señor, gracias que no respondes a todas nuestras oraciones inmediatamente o en el tiempo que nosotras escogemos y de la forma que elegimos. Como lo dijo un escritor, “si lo hicieras, seríamos unos cristianos empobrecidos”.

No te conoceríamos. No tendríamos el tipo de fe que nos vemos obligadas a desarrollar cuando no podemos ver las respuestas. Cuando no podemos ver todas las respuestas. Por eso Señor, en nuestro cuestionar, recuérdanos siempre que Tú eres digno de nuestra confianza.

Te dejamos las respuestas a Ti. Ponemos nuestros problemas, nuestras preguntas, esos misterios sin resolver, a tus pies. Y queremos ver a través de nuestro estudio de este libro que podemos confiar en Ti.

Que nuestras quejas, nuestras preocupaciones, nuestro estrés, nuestra agitación, puedan convertirse en adoración al verte como en realidad eres. Oro en el nombre de Jesús, amén.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.

Música: Intercede Por Mi, Omar Salas, No me Dejarás, ℗ 2011 Omar Salas

Permisos de publicación autorizados del Ministerio Aviva Nuestros Corazones para Alimentemos El Alma

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Jul 1 – ¿Has orado por eso?

Aviva Nuestros Corazones

Serie: Habacuc: del temor a la fe

Jul 1 – ¿Has orado por eso?

https://www.avivanuestroscorazones.com/podcast/aviva-nuestros-corazones/has-orado-por-eso/

Carmen Espaillat: Aquí está Nancy Leigh DeMoss.

Nancy Leigh DeMoss: Algunas de nosotras estamos luchando con Dios. Quizás tú podrás estar luchando con Dios por una situación en tu vida o en tu hogar o en tu iglesia. Y está bien luchar, siempre y cuando llegues al punto de abrazar y aferrarte fuertemente por la fe.

Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh Demoss en la voz de Patricia de Saladín.

¿Es Dios realmente bueno? ¿Realmente existe? Si Él de verdad existe, ¿por qué pasan cosas malas? Parece que muchas mujeres están haciéndose preguntas como éstas. Pero el concepto no es nuevo.

Un profeta bíblico también tuvo algunas preguntas muy serias acerca de la bondad de Dios. Conoceremos más sobre esto a medida que Nancy inicia un estudio llamado: Habacuc: del Temor a la fe.

Nancy: ¿Cuántas de ustedes dirían que tienen una situación en su vida sobre la cual han orado por un largo, largo tiempo y parece que nada está pasando? Si yo les pidiera que levantaran sus manos…puedo asumir que casi todas las manos se levantarían. Nada parece cambiar, y tal vez en esta situación te sientes desalentada. Te preguntas, «¿Por qué Dios no está haciendo nada para cambiar esta situación?»

Tal vez sea que tienes un hijo o una hija que está tomando malas decisiones, y tú has orado y orado y orado, pero parece que ellos se están alejando cada vez más, yendo en la dirección contraria.

Tal vez, como algunas mujeres que nos han escrito, tú tienes un esposo que está tomando decisiones insensatas – un esposo que es adicto a la pornografía, o hace cosas que tú sabes que no son bíblicas. Y aún así dice ser cristiano. Tú has orado, Señor, cambia su corazón. Señor, háblale. Señor, por favor cámbialo. Por favor haz algo con esto». Pero parecería que nada está pasando.

Tal vez hay un conflicto en tu iglesia; y hay dos grupos y parece que sigue y sigue. Tienes a los Pérez por un lado y a los González por el otro, y no hay forma de unir estas dos partes.

Tal vez te sientas como algunas mujeres que nos han escrito diciendo, «entre los cristianos que conozco hay mucha falta de santidad, vemos muchas elecciones incorrectas hechas por creyentes o por supuestos creyentes, vemos acciones que no son piadosas». Y tú sigues orando.

Una mujer mayor me dijo esta mañana, «He estado orando por avivamiento en mi iglesia por años». Durante todos esos años me ha parecido que nada está pasando. Hay mucha mundanalidad. Hay indiferencia hacia las cosas de Dios. No hay pasión por las cosas de Dios. Aún así ella ha estado orando, pero parece como si Dios no estuviera haciendo nada.

Tal vez has tenido una experiencia donde Dios estaba haciendo algo, y era obvio que era Dios, pero lo que Dios estaba haciendo no tenía ningún sentido para ti. Parecía que Él se estaba moviendo en la dirección contraria o moviendo las cosas en la forma contraria a como tú sentías que Él debía hacerlo.

De hecho, vi una encuesta en internet esta semana donde se le preguntó a varias personas, «¿Qué te gustaría preguntarle a Dios?» Surgieron diez preguntas que la gente quisiera preguntarle a Dios.

La pregunta número uno, como ya se imaginarán, fue, «¿por qué no detienes el dolor y el mal? ¿Por qué permites que estas cosas sucedan? ¿por qué permites que sucedan desastres? ¿Por qué Dios? Sabemos que Tu mano está sobre todo. Creemos que Tú eres Dios. Creemos que Tú eres todopoderoso pero hay cosas que no tienen sentido. ¿Por qué?»

En las próximas semanas, queremos llegar a conocer en las Escrituras a un hombre que tuvo muchas preguntas, un hombre que supo lo que era orar y orar y orar por algo y ver que no parecía ocurrir ningún cambio. De hecho, parecía que empeoraba, y cuando Dios finalmente se reveló a sí mismo, las respuestas de Dios no tuvieron ningún sentido para el razonamiento de este hombre.

El nombre de este hombre es Habacuc. Quiero pedirte que vayas en tu Biblia al libro de Habacuc. Puede que se encuentre en un lugar en tu Biblia donde las páginas tienden a pegarse; porque no es un libro que frecuentemente leamos. Está en el Antiguo Testamento, escondido en una sección de la Biblia que llamamos los Profetas Menores -no porque sean profetas poco importantes, sino porque son libros más pequeños.

Al final del Antiguo Testamento encontrarás el libro de Habacuc, y consta solo de tres capítulos. y te preguntarás, «¿cómo podemos pasar varias semanas viendo solo tres capítulos?» Bueno, espera y verás.

Ahora bien, estos tres capítulos del libro de Habacuc son realmente un intercambio íntimo entre el profeta Habacuc y Dios. De hecho, este es el único profeta del Antiguo Testamento donde el profeta nunca se ve hablándole al pueblo, en lugar de ello él habla solamente con Dios acerca de su perspectiva de la situación.

De manera que este intercambio que se da entre Habacuc y Dios es como si se leyera el diario de oración de Habacuc. Obtenemos un vistazo del corazón de este hombre. Pero también es como leer el diario de Dios porque obtienes un vistazo del corazón de Dios.

Habacuc mira a su alrededor en su tiempo, y él se abate. Él ve cosas que le preocupan. Él está abatido por el comportamiento poco piadoso de la gente que se llama a sí misma el pueblo de Dios. Así que él le hace unas preguntas a Dios, preguntas honestas, y él lucha con unas situaciones difíciles. Él explora el corazón y los caminos de Dios.

Permítanme darle una sinopsis del libro de Habacuc. Habacuc vivió aproximadamente 600 años antes de Cristo. Él fue contemporáneo de un hombre mucho más conocido para la mayoría de nosotras: Jeremías, al que conocemos como el profeta llorón, un profeta que tiene inquietudes muy similares a las de Habacuc.

Cerca de los años 600 a.C. – esto fue hacia finales del Imperio Asirio. Recuerden que los asirios conquistaron la nación de Israel, al norte en Palestina. El Imperio Asirio era la potencia mundial.

Pero en este mismo tiempo había una nueva potencia mundial emergiendo, estos eran los babilonios.

Dependiendo de tu traducción, en el libro de Habacuc podrás leer acerca de los babilonios o de los caldeos, se trata del mismo grupo de personas. Los caldeos, o los babilonios, apenas estaban emergiendo como una potencia mundial.

De hecho, en el 586 a.C. ellos conquistaron Judá llevándola cautiva. En este momento donde se encontraba Habacuc esto aún no había sucedido, pero va a ocurrir. Dios lo sabía y va a revelarle Sus planes a Su siervo Habacuc.

Así que se le revela a Habacuc lo que Dios va a hacer, y él interactúa con Dios. Él intercede. Él dice, «Dios, ¿por qué estás haciendo esto? Quiero conocer Tus caminos».

Verán en este libro que es correcto hacerle preguntas honestas a Dios, batallar con Dios, luchar con preguntas serias. En este proceso, si decidimos hacerle preguntas a Dios si hacemos esto honesta y humildemente, encontraremos que conoceremos algo sobre Dios que de otra forma nunca llegaríamos a saber.

Hay una progresión en el libro de Habacuc. Nosotras vemos esta progresión del capítulo uno al capítulo tres. Warren Wiersbe escribió un libro sobre el libro de Habacuc, y él lo tituló «De la Preocupación a la Adoración». Ese título describe la progresión que vemos en el libro – que va de la preocupación a la adoración.

Martyn Lloyd-Jones, un gran predicador de la generación pasada, también escribió un libro sobre Habacuc, y lo tituló «Del Temor a la Fe». De la preocupación a la adoración; del temor a la fe. Esta es la progresión que verán del capítulo uno al capítulo tres de Habacuc.

Así que espero que ustedes nos acompañen durante toda la serie porque si solo escuchan la primera parte, solo obtendrán la preocupación y el miedo. Pero queremos permanecer y seguir adelante hasta ver cómo Habacuc llega a un estado de adoración, de fe y de gozo.

Una de las cosas que amo del libro de Habacuc es que contiene semillas de muchas, muchas verdades y doctrinas del Antiguo Testamento, en tan solo estos tres cortos capítulos. De manera que vamos a ver muchas cosas, muchos conceptos que podrás leer en otras partes de las Escrituras, particularmente en el Nuevo Testamento… Aquí ustedes verán la semilla, tendremos un pequeño atisbo de estos conceptos en el libro de Habacuc.

En este libro también aprendemos mucho sobre el carácter de Dios, sobre sus caminos. Permítanme listarles algunos de los temas. He estado estudiando el libro de Habacuc durante los últimos meses, y estos son algunos de los temas que han surgido.

Dos temas importantes que corren paralelamente a través del libro son el juicio y la salvación. De hecho, al estudiar la Palabra de Dios, encontrarás que estos temas corren a través de todas las Escrituras. Donde veas a Dios juzgando, también verás a Dios salvando, porque no hay salvación sin juicio. Juicio y salvación.

Aprendemos mucho acerca del juicio de Dios, un tema que no es muy popular al día de hoy.

¿Por qué Dios juzga?

¿Cómo son Sus juicios?

¿Por qué debemos adorar a Dios por sus juicios?

Pero, alabado sea Dios… Él no es solo un Dios que juzga. Él es también un Dios salvador. Él es un Dios redentor. Un Dios que busca salvar a Su pueblo. Veremos unas verdades preciosas acerca de la salvación a medida que estudiamos juntas el libro de Habacuc.

Aprenderemos también muchas cosas acerca de Dios. A medida que leas el libro de Habacuc, o cualquier otro libro de las Escrituras, quiero animarte, a que escribas o te hagas una imagen mental de «¿qué es lo que Dios me quiere enseñar con esto?¿Qué me enseña este versículo acerca de Dios? ¿Qué me enseña este capítulo o este libro sobre Dios?»

Solo en el libro de Habacuc:

Veremos que Dios es eterno y lo que eso significa, veremos lo que esto implica.

Veremos que Dios es soberano.

Veremos la santidad de Dios. Habacuc pudo vislumbrar la maravillosa santidad de Dios.

Veremos el poder de Dios.

Veremos la ira de Dios.

Veremos la asombrosa misericordia de Dios.

Veremos mucho acerca de Dios en estos tres capítulos.

También aprenderemos mucho acerca de la fe. ¿Qué es la fe? ¿Cómo trabaja? ¿Por qué es tan importante? De hecho la fe, como veremos, es el tema central del libro de Habacuc.

Aprenderemos algo acerca de esperar, algo que la mayoría de nosotras no hacemos muy bien, algo que no nos gusta hacer. Pero aprenderemos cómo esperar en el Señor.

Aprenderemos sobre el sufrimiento. De hecho, desarrollaremos una teología del sufrimiento a medida que estudiamos este libro -por qué Dios envía adversidad a nuestras vidas y cómo tratar con ésta.

Pero no solo vamos a aprender acerca del sufrimiento y la adversidad. También vamos a aprender acerca del gozo, cómo obtener gozo en medio del sufrimiento y la adversidad.

Aprenderemos mucho en este libro sobre la oración y acerca del problema de la oración no contestada o cuando Dios tarda en responder la oración.

Aprenderemos acerca de la alabanza y la adoración y acerca del plan cósmico de Dios para revelar Su gloria en este mundo, sobre los grandes propósitos y el plan de Dios. Nos veremos a nosotras mismas y nuestro pequeño mundo y veremos que Dios tiene un plan mucho más grande y mucho mejor, superior; y veremos cuál es ese plan.

Aprenderemos acerca de la ley de siembra y cosecha, acerca de la retribución divina. Cosecharás lo que siembras. Aprenderemos sobre la depravación del hombre. Aprenderemos acerca del triunfo final del bien sobre el mal.

Aprenderemos también acerca de un concepto que los teólogos llaman teodicidad. Tal vez esta palabra no sea familiar para algunas ustedes, pero es una rama de la teología que defiende la bondad de Dios y su justicia ante la existencia del mal. ¿Cómo puede un Dios bondadoso, un Dios justo, permitir que sucedan cosas malas? Estudiaremos juntas acerca de esto.

Tomaremos un tiempo explorando estos temas, e iremos versículo por versículo, frase por frase, por todo el libro de Habacuc. Así que quiero animarlas, en estas próximas semanas, a que estudiemos juntas, y no simplemente a que me escuchen enseñar el libro de Habacuc. Quiero animarlas a encontrar Habacuc en sus propias Biblias, a abrirla y estudiarlo, leerlo una y otra y otra vez.

Mi Biblia ya se abre sola en el libro de Habacuc en este momento porque ahí es donde he estado por más de tres meses, examinándolo, meditándolo, memorizándolo. Y si escudriñan conmigo a medida que vemos el libro de Habacuc, estoy segura que le sacarán mucho más provecho.

Cuando ustedes escuchan la Palabra de Dios en su iglesia o en Aviva Nuestros Corazones o en una emisora de radio cristiana, no se conformen con ser alimentadas a cucharadas, no se conformen con dejar que otra persona prepare toda la comida y ustedes solo tengan que tomarla. Eso es lo que hacen los bebés. Hay que alimentarlos a cucharadas. Pero yo quiero animarlas a crecer espiritualmente y a aprender a alimentarse por ustedes mismas.

Algunas de ustedes se van a preguntar, «¿de dónde sacó ella esta enseñanza del libro de Habacuc?» Bueno, lo hice de la misma forma que ustedes pueden hacerlo. Te sumerges en la Palabra de Dios. Te arrodillas delante del Señor con humildad. Le dices, «Señor, no entiendo esto, ¿Tú me enseñarías?

Pídele al Espíritu Santo en ti que te enseñe la Palabra y los caminos de Dios. Ponla bajo un microscopio. Examínala. Permanece en ella. Centra tu atención en ella. Observa palabras y frases repetitivas.

Yo todavía estoy descubriendo cosas acerca del libro de Habacuc, y no estoy del todo lista para enseñarlo porque aún estoy aprendiendo cosas nuevas. Pero decidí que había llegado el momento de enseñar todo esto y mientras lo estudiemos juntas, sé que estaremos aprendiendo más cosas nuevas.

Bueno ahora, empecemos con Habacuc capítulo 1, versículo 1. Es todo lo que veremos en el día de hoy. El versículo 1 dice, «profecía que tuvo en visión el profeta Habacuc».

Habacuc: esta palabra significa «el que lucha» o «el que abraza». Las Escrituras casi no nos dicen nada del hombre que era Habacuc. Lo único que sabemos de él es lo que encontramos en este libro, y no hay mucho allí acerca de su vida personal.

Pero su nombre significa «el que lucha» o «el que abraza» o «el que sostiene fuerte» Así que nos preguntamos, «¿fue Habacuc alguien que abrazó o alguien que luchó? La respuesta es sí a ambas cosas.

Al principio del libro encontramos que Habacuc es un hombre que está luchando con Dios. «Dios, no te voy a dejar ir hasta que me des algunas respuestas». Él lucha con Dios.

Pero el llega al punto de abrazar a Dios, aferrándose fuertemente a Dios por la fe y diciendo, «Señor, aunque no tenga todas las respuestas, confío en ti».

Algunas de nosotras estamos luchando con Dios. Tú tal vez estés luchando con Dios por una situación en tu vida, en tu hogar o en tu iglesia. Está bien luchar mientras llegues al punto de abrazar o de aferrarte fuertemente a la fe.

«Profecía que tuvo en visión el profeta Habacuc». Esta palabra de «profecía» no la usamos todos los días. En algunas de sus traducciones, se traduce «carga», «la carga que vió Habacuc profeta». [Reina-Valera Antigua]. La palabra en Hebreo significa «una carga; algo pesado».

Cuando leemos los profetas del Antiguo Testamento, vemos que ellos tienen usualmente una carga [un pesar] que deben expresar -algo que Dios pone en sus corazones que tiene que salir. Es algo que tiene un peso divino. Es un mensaje, pero usualmente es un mensaje duro porque usualmente es un mensaje de juicio.

Una profecía en contra del pueblo o una profecía en contra de las naciones; ustedes encontrarán esta frase en el Antiguo Testamento. Era un anuncio de que Dios traería juicio al pueblo. Era una profecía, la carga que el profeta Habacuc vio.

Este tipo de profecía, este tipo de carga o mensaje no es fácil de recibir. Es uno difícil para recibirlo de parte de Dios. Pero es aún más difícil transmitirlo a otros, dar este mensaje duro de parte de Dios.

Pero cuando Dios pone ese tipo de carga o de mensaje en tu corazón, te das cuenta que no tienes otra opción que no sea la de recibirlo y transmitirlo porque es el mensaje de Dios. Es un mensaje, es una carga que es dada por Dios.

De manera que cuando los profetas del Antiguo Testamento tuvieron este tipo de cargas que Dios les dio, ellos transmitían este mensaje con autoridad divina. No era Habacuc hablando, ni Jeremías ni Isaías ni Malaquías. Era Dios hablando. El mensaje llevaba una carga divina porque era Palabra de Dios.

Algunos de los contemporáneos de Habacuc prefirieron dar mensajes más suaves; ustedes pueden leer acerca de estos en el Antiguo Testamento. Ellos eran los que decían, «Paz, paz. Todo va a estar bien. Queremos que se sientan bien con ustedes mismos». Ellos predicaron mensajes que la gente quería escuchar.

Puedo imaginarlos a ellos comentando sobre un mensaje de Habacuc, o de Isaías, o de Jeremías, de estos mensajes dados por Dios, «Esa no es la forma de atraer gente a tu iglesia. Ese es un mensaje cruel. Esa no es la forma de atraer a las multitudes. Guarda ese mensaje para otro día de la semana cuando los visitantes no estén aquí. No queremos ofender a la gente. No queremos que se vayan porque este mensaje es difícil de escuchar».

Recuerdo cuando primero comenzamos Aviva Nuestros Corazones años atrás, una de las cosas que Dios puso en mi corazón era que Él me iba a dar Su mensaje de Su Palabra, y que era mi trabajo ser fiel en transmitirlo aun si a la gente le gustaba o no, aun si fuera fácil o difícil de escuchar , aun si lo recibieran bien o no.

Estaba conversando con unas personas que me decían, «si quieres entrar en ciertas estaciones de radio, tienes que hacer más de esto en tu programa». Ahora bien, no había nada esencialmente malo con lo que ellos estaban sugiriendo que hiciéramos, pero mientras escuchaba, pensaba, «Oh, Señor, no quiero ser motivada por lo que se requiere para poder entrar a ciertas estaciones de radio o por lo que es necesario hacer para que un editor publique mi libro. Quiero ser motivada primero por lo que hay en Tu corazón. ¿Qué es lo que Tú quieres que hagamos?»

Quiero ser movida por lo que la gente necesita escuchar. No necesariamente por lo que ellos quieran escuchar, sino por lo que ellos necesitan escuchar. El reto en mi vida y en este ministerio no es ser motivados por el mercado, sino motivados por el mensaje; es poder decir, «Señor, ¿cuál es Tu mensaje, Tu carga, Tu palabra para esta generación?»

La medida del éxito en un ministerio, se trate de tu iglesia o de un ministerio para eclesiástico como el nuestro, no es a qué tanta gente le gusta tu mensaje o qué tan popular seas como predicador. Es simplemente qué tan fiel eres al proclamar la Palabra de Dios.

Habacuc debía rendirle cuentas a Dios. Los profetas del Antiguo Testamento también. Nosotros tenemos que rendirle cuentas a Dios de haber pasado Su mensaje a Su pueblo.

Dios nos ha dado Su Palabra. El libro que sostenemos en nuestras manos, esta Biblia, la Palabra de Dios, no es menos autoritativa o pesada que el mensaje que Dios le dio a Habacuc. Esta es la Palabra de Dios. Dios se ha revelado a Sí mismo a nosotros -ha revelado Su corazón, Su carga, Su mensaje- en este libro.

Una amiga quien ha sido cristiana por muchos años me dijo recientemente,

Nancy, en los últimos años, es como si un velo se hubiera levantado de mis ojos, y recién me he dado cuenta que esta es la Palabra de Dios. Esto ha cambiado mi vida. Ha cambiado la forma en que leo las Escrituras. Ha cambiado la forma en que pienso de las cosas que siempre he conocido de la Palabra de Dios, al darme cuenta que es Dios quien está hablando.

Volvamos a la profecía, a la carga que el profeta Habacuc vio. Dense cuenta que no dice que él la escuchó; él vio algo. Dios le mostró a Habacuc algo en este libro. Dios le mostró a él una carga. Dios le mostró a él la perspectiva de Dios de Su mundo y de la situación que Habacuc estaba enfrentando.

Y quiero decir que a medida que estudiemos este libro juntas, que Dios querrá mostrarles a ustedes algunas cosas. Él quiere mostrarnos Su perspectiva. Él quiere mostrarnos Su corazón. Él quiere mostrarse a Sí mismo a ti. Él quiere revelarse a sí mismo y Sus caminos a ustedes. Él quiere poner una carga fresca en sus corazones -Su carga, Su mensaje para nuestra generación.

A medida que Dios pone esta carga en sus corazones, en nuestros corazones, mi oración es que se convierta en un interceder por otros y en ser fieles en pasar ese mensaje a otros. No es casualidad que hoy ustedes estén oyendo este mensaje. Ustedes están escuchando porque tienen corazones hambrientos, porque necesitan oír a Dios, porque quieren saber lo que Él tiene que decir.

Mientras escuchamos, mientras esperamos en el Señor, mientras miramos y decimos, «Señor, te estoy escuchando; habla, Señor; tu sierva está escuchando», Dios te mostrará algunas cosas.

Tal vez no sea una carga fácil. Tal vez no sea un mensaje sencillo. Pero será el mensaje de Dios, y cambiará nuestras vidas, cambiará las vidas de las personas a quienes le compartamos el mensaje.

Carmen: Nancy Leigh DeMoss nos ha dado una vistazo preliminar de lo que esperamos ver mientras estudiamos juntas la historia de Habacuc. Nancy estará con nosotras de vuelta para guiarnos es oración.

Habacuc es un libro importante para cualquiera que esté luchando con el miedo, luchando con la voluntad de Dios, o cuestionándose sobre la bondad de Dios. ¿Estudiarás el libro de Habacuc más profundamente? Pasa unos minutos al día leyendo este libro y escuchando a Nancy. Espero que este estudio te lleve a entender a Habacuc más a fondo.

¿Por qué a veces no contesta Dios las oraciones? Habacuc se preguntaba esto. Escuchen acerca de sus preguntas y de sus revelaciones cuando regresemos en el próximo programa.

Ahora Nancy está con nosotras de vuelta para orar.

Nancy: Gracias, Señor, gracias porque en nuestros días Tú eres un Dios que le habla a Su pueblo por medio de Tu palabra. Es mi oración Señor que Tú nos des oídos para oír y ojos para ver la carga, el mensaje que está en Tu corazón para nuestra generación. Ayúdanos a ver y a entender Tu perspectiva sobre nuestro mundo, sobre nuestras circunstancias, sobre nuestras preguntas abrumadoras.

A medida que te traemos estas cosas a Ti y a medida que luchamos con estas preguntas, permítenos llegar al punto de abrazar, de aferrarnos, de sostenernos fuertemente a Ti por medio de la fe y por medio de Tu Palabra. Lo pido en el nombre de Jesús, amén.

Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.

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