«¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar?» (Sal. 42:5).

El Salmo 42 es un salmo de un hombre piadoso que está atravesando pantanos y oscuridad. Y, aunque no encontramos la palabra depre- sión en la Escritura, podemos deducir fácilmente que el salmista estaba atravesando por ella.
Tal vez tú te identificas con este salmo. Crees en el Señor, sa- bes que Él es suficiente para tu salvación, pero has pasado o estás pasando por un momento oscuro en tu vida. Tal vez sea por inse- guridad del futuro o tal vez sea por una crisis financiera. Una de las razones por las cuales este salmo es tan conocido, es porque el salmista es muy honesto en cuanto a su vulnerabilidad. Si le pre- guntas al salmista qué le sucede, él te lo dirá en este salmo. ¿Cuáles son los síntomas del salmista? Sequía (vv. 1-2), falta de apetito (vv. 3), confusión (vv. 5, 6, 11), nostalgia (v. 4), abandono (vv. 3, 9, 10) y opresión (vv. 3, 9-10).
Al analizar lo que le sucede al salmista, es seguro deducir que lo que está experimentando es una fuerte y dura depresión espiri- tual—no come, está confundido, se siente abandonado, oprimido, nostálgico. En palabras propias del salmista, se siente como un ciervo que brama por agua en la sequía (v. 1).
Aquí vemos a un hombre piadoso cuyo estado de ánimo es de- presivo, pero no lo vemos derrotado, sino luchando consigo mismo para poder apreciar la mano de Dios en su vida y para poder ver esperanza en medio de sus circunstancias. Si tú te encuentras en este día en una etapa oscura de la vida, estás en buena compañía, y el hecho de que estás leyendo este devocional me indica que estás luchando por ver esperanza en medio de tu oscuridad.
El Dr. Martyn Lloyd-Jones solía decir que la mayoría de nuestras depresiones son causadas debido a que pasamos mucho tiempo escuchándonos a nosotros mismos, en vez de hablarnos a noso- tros mismos. ¿Te habías puesto a pensar en eso? Escucharse a uno mismo es dejar pasivamente que nuestra mente vaya a la deriva y comience a caer cada vez más profundo en el hoyo. Hablarse a uno mismo requiere diligencia activa; requiere hablarle a nuestra alma con las verdades que sabemos sobre Dios. En otras palabras, requiere predicarse a uno mismo. Eso es precisamente lo que el salmista hace en los versículos 5 y 11: «¿Por qué voy a inquietarme?

¿Por qué me voy a angustiar?». Él se habla a sí mismo, se confronta y cuestiona. «¿Por qué me voy a angustiar?». ¡Conoces a Dios! ¡Es- pera en Él! ¡Él es tu roca, Él es tu salvación! ¿Por qué te angustias?
Así que, este salmo está en la Biblia porque Dios lo diseñó así, y si escuchamos con cuidado y vemos cómo lucha este salmista, y si meditamos en esta instrucción día y noche, si meditamos en nuestras emociones por un lado y en lo que sabemos del otro, nuestro carácter será más piadoso, y seremos como un árbol que da fruto y su hoja no cae cuando es abofeteado por los vientos del desánimo y la opresión.

Nada me faltará: 30 meditaciones sobre Salmos de esperanza

2020 por B&H Español

Porque el SEÑOR cuida el camino de los justos.. Salmo 1:6

Serie: Nada me faltará

«Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del SEÑOR se deleita, y de día y noche medita en ella». No existe mejor palabra para iniciar el Li- bro de los Salmos y este primer capítulo que la palabra «dichoso». Extremadamente feliz y afortunado, aquel cuya confianza y deleite no estuvo en el camino de los impíos, sino que encuentra su mayor placer y confianza en la ley del Señor. Son tiempos complicados y difíciles, tiempos donde el mundo corre de un lado para otro. No han encontrado refugio en el ejército, no han encontrado esperanza en la economía y no están encontrando soluciones en la medicina. El mundo corre y grita desesperado y el miedo y el pavor se van apoderando poco a poco del corazón de muchas personas alrede- dor del planeta. Vídeos con soluciones inefectivas, noticias que no auguran que en breve las cosas se solucionen, supermercados sin abastecimiento para suplir las necesidades de todos y los políticos y gobernadores de las naciones sin nada que decir porque no existen soluciones a la vista.
Sin embargo, en medio de todo eso, en medio de toda esa oscu- ridad, existe un brillo especial, un pueblo que refleja paz, un pueblo que refleja confianza, un pueblo que consigue tener un corazón gozoso y lleno de fe en un Dios soberano y todopoderoso, el pueblo del Señor, la Iglesia de Cristo.
Nuestros ojos no están en los sucesos, nuestros oídos no están en los consejos del hombre y nuestro corazón no se apoya en el cami- no del mundo, nuestros ojos están en la Palabra de Dios, nuestros oídos atentos a sus promesas y nuestros corazones practicando y poniendo por obra con cánticos y oraciones todo lo que hemos aprendido de las Sagradas Escrituras.
No tenemos miedo, no estamos asustados, no corremos desespe- rados, sino que hemos encontrado, en la Palabra de Dios, en la cual nos deleitamos, en la cual meditamos de día de noche, una fuente de gozo y confianza, hemos obtenido una paz que sobrepasa todo en- tendimiento y la seguridad de que en todo Dios tiene un propósito.
«Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera! En cambio, los malvados son como paja arrastrada por el viento» (vv. 3-4).
Apoyados en la Palabra de Dios, poniéndola por obra, creyéndola de todo corazón, tenemos la seguridad de que el Señor conoce nuestro camino, traza la senda por la que debemos andar y va delante de nosotros.
Tenemos la seguridad de que Dios va como poderoso gigante delante de Su pueblo, que lo guarda, que lo cuida, y por ello, por esa fe, sabemos que nuestro futuro está asegurado, está garantizado, porque el Dios de la historia ya se encuentra allí, trascendiendo el tiempo y el espacio, y en eso nosotros descansamos.
Cobra ánimo, sigue poniendo tus ojos en las noticias que muestra la Escritura y no tanto en las que muestra la televisión; y recuerda, si pones tu corazón en ellas serás, aun en medio de la tormenta, una persona dichosa.

Nada me faltará: 30 meditaciones sobre Salmos de esperanza

2020 por B&H Español

«El SEÑOR es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio»(Sal. 18:2).

«Gracias». En muchas ocasiones se ha convertido en una expresión de protocolo. Sin embargo, en la Biblia, las gracias vienen con una expectativa. Dios tiene el derecho y la expectativa de que el huma- no le dé gracias. No solo por lo que ha hecho sino por lo que va a hacer. Gracias por lo que vendrá. Sea bueno o malo a la perspectiva humana, todos debemos reconocer que nada es merecido.
Vivimos probablemente en la generación con el más fuerte senti- do de derecho e individualismo. Basamos nuestros deseos, reclamos y peticiones en cierto sentido de derecho y expectativa. La falta de acción de gracias es constantemente provocada por una mala memoria. Es común que evoquemos las memorias más dolorosas y empaticemos con el dolor a pesar de los años que puedan haber pasado, pero no hacemos lo mismo con los beneficios recibidos.
Diariamente necesitamos recordar que debemos dar gracias por aquellas cosas que en su momento fueron esperanzas y suspiros y que se han vuelto realidades. Y otras, que permanecen en el futuro, quedan plasmadas en la seguridad de que la voluntad de Dios será cumplida, y esta es «buena, agradable y perfecta» (Rom. 12:1-2). Pero para apreciar esa voluntad perfecta, con el mismo agradeci- miento del salmista, es necesario un cambio de perspectiva.
David inicia con acción de gracias por las generalidades con una actitud intencional y humilde. Él reconoce lo inmerecido del favor y la gracia de Dios para con él.
David progresa en su declaración, a mirar hacia atrás, a recordar esos tiempos en los cuales el favor de Dios y Su misericordia lo alcanzaron. A menudo no se siente así cuando esperamos, porque la providencia de Dios se entiende con lentes retroactivos. Cuando Dios actúa y orquesta situaciones a menudo es hasta que miramos retroactivamente que podemos ver cómo lo que se piensa para mal, Dios es capaz de orquestarlo para bien (Gén. 50:20; Rom. 8:28-38). Lamentablemente, cuando nos ponemos en el centro de la situa- ción y estamos atravesando por el sufrimiento, solo podemos ver nuestro dolor y no el propósito de Dios. Y es que el sufrimiento de alguien siempre resultará en beneficio para otros en las manos del Dios grande, poderoso y de misericordia. No fue justo que Cristo pagara por nuestros pecados, pero Su sufrimiento fue el medio de nuestra salvación y la salvación de muchos.
Aun en medio de estas declaraciones ante la acción de gracias universal, representada por «todos los reyes de la tierra», el salmista sabe que Dios salva a muchos, pero también es personal, recono- ciendo Su trascendencia e inmanencia. Dios grande e inigualable, y a la vez Dios cercano.
Ni el sufrimiento de David ni el nuestro caen en la categoría donde Dios tiene que priorizar, como si no pudiera atender a cada ser humano. Él es Dios. Es omnisciente, omnipresente, omnipotente. Conociendo sus atributos y capacidades, el salmista puede dar gracias por el favor y la esperanza futura. Tus sufrimientos y los míos pueden ser atendidos sin discriminación, ni necesidad de priorización por las manos todopoderosas y sabias que saben exactamente qué hacer y tiene recursos infinitos para hacerlo. Ni la pandemia, o un enemigo microscópico, ni el cáncer, ni el luto, ni la incertidumbre, ni los riesgos, ni la economía, ni las limitaciones, ni el cansancio que podamos experimentar evitarán que Dios cumpla Su propósito en nosotros, porque Dios no ha abandonado ni nunca abandonará la obra de Sus manos. En esto podemos estar tranquilos y tener esperanza.

Nada me faltará: 30 meditaciones sobre Salmos de esperanza

2020 por B&H Español

Inclina a mí Tu oído, rescátame pronto; sé para mí roca fuerte, fortaleza para salvarme (Sal. 31:2)

Si pudiera algún día conversar con David, el rey autor de muchos salmos, esto es algo de lo que quisiera decirle: «Gracias por ser real». No sé si en la eternidad será posible; pero si lo fuera, creo que esas serían mis palabras. Al menos, algunas de ellas.
El Libro de los Salmos está entre los favoritos de la mayoría de los cristianos, y creo que se debe al hecho de que nos podemos identificar mucho con esos versos. Los salmos fueron escritos por personas tristes, alegres, frustradas, a veces solitarias, temerosas, valientes, llenas de amor, llenas de rabia. Sí, así es. Aquí no tengo espacio suficiente, pero si estudias los salmos con cuidado verás que todas estas emociones figuran entre sus páginas.
Por estos días el mundo vive momentos oscuros, bajos; días en el valle de la tribulación, la incertidumbre, el temor, la ansiedad. Y, ¿sabes?, los momentos oscuros de la vida pueden llevarnos a muchos lugares, nosotros tenemos que decidir a cuál iremos. He llegado a la conclusión de que el único lugar seguro es la Palabra de Dios y Su presencia. En cuanto me salgo de allí el momento dif ícil se vuelve todavía más bajo y oscuro.
Así que, leyendo el libro de Salmos, llegué al 31, un salmo donde su autor, David, suplica a Dios protección y ayuda. Si leemos el ver- sículo 2 encontramos una oración suplicante: «Inclina a mí Tu oído, rescátame pronto; sé para mí roca fuerte, fortaleza para salvarme» (NBLA). Estas son las palabras de alguien que sabía dónde acudir en momentos de angustia y debilidad. Dios escucha. Nuestras oraciones no se quedan en el techo. En días como estos que hoy vivimos, la preocupación solo produce más preocupación y ansiedad. Corramos a Dios y abrámosle nuestro corazón, no solo porque nos escucha, sino porque es nuestra roca, Él permanece firme, nos sostiene.
Además, David dice: «Me gozaré y me alegraré en Tu misericor- dia, porque Tú has visto mi aflicción; has conocido las angustias de mi alma» (Sal. 31:7). ¿Te percataste? En medio de circunstancias difíciles, había un motivo de alegría: la misericordia de Dios. Esa nunca se agota, es nueva cada mañana, ¡y de ahí que podamos ale- grarnos! Es una alegría que no depende de las circunstancias, sino de Dios, que domina las circunstancias y que no solo nos escucha, sino que ve nuestra angustia. ¡No estamos solos en esta situación!
Nuestras vidas están seguras en Dios: «Y no me has entregado en manos del enemigo; tú has puesto mis pies en lugar espacioso» (v. 8). David escribió este salmo en medio de la angustia de la perse- cución. En esta pandemia nos «persigue» un enemigo microscópico, dañino y poderoso. Pero nuestro Dios es el mismo; incluso si nos tocara atravesar una enfermedad temible, ¡tenemos Su promesa de llevarnos más allá de la muerte porque Cristo la venció! Por su obra en la cruz sabemos que pase lo que pase, el Señor nos pondrá en ese lugar espacioso, hermoso, perfecto que es Su presencia eterna.

Nada me faltará: 30 meditaciones sobre Salmos de esperanza

2020 por B&H Español