La ceguera ESPIRITUAL de una generación PRIVILEGIADA | Sixto Dormi

Sixto Dormi obtuvo una maestría en Divinidad en The Master´s Seminary en el 2015 y desde entonces se desempeña como pastor de la iglesia Comunidad de Berea en la ciudad de Guayaquil. En el 2016 inició La Academia de Predicación Expositiva (LAPEX) en donde se prepara predicadores para interpretar y exponer correctamente las Escrituras.

Esclavos de Cristo | Michael Riccardi 


Michael Riccardi

Cuando empecé a predicar el libro de Filipenses hace un par de años, me di cuenta que Pablo y Timoteo son identificados de inmediato como esclavos de Jesucristo (Filipenses 1:1). Aun cuando la mayoría de las versiones escriben «siervos», la palabra griega es doulos, la cual es mejor traducida como «esclavo.»

Pablo sabía que los Filipenses habían estado luchando con problemas de firmeza en medio de conflictos (Filipenses 1:27-30; 4: 1), la unidad entre creyentes (Filipenses 2:1-2; 4:2-3), la humildad (Filipenses 2:3-9) y la alegría en medio de persecución (Filipenses 2:17-18; 3:1, 4:4 al identificarse como un esclavos de Cristo al comienzo de la carta. Por esa razón Pablo les quiso recordar que el mismo también era esclavo de Cristo.

Es interesante notar que el ser «esclavo» es una auto-designación favorita de los apóstoles y otros escritores de la Biblia. Santiago afirma este título en el versículo de apertura de su epístola (Santiago 1:1), lo mismo es cierto de Pedro (2 Pedro 1:1), Judas (Judas 1) y Juan (Apocalipsis 1:1). Además, Pablo repite que él es doulos de Cristo en otras cartas: Romanos, 1 Corintios, Gálatas, Efesios, Colosenses, 2 Timoteo y Tito. El término se utiliza por lo menos cuarenta veces en el Nuevo Testamento para referirse al creyente, y el equivalente hebreo se usa más de 250 veces para referirse a los creyentes en el Antiguo Testamento. Podemos concluir con seguridad que el Señor quiere que su pueblo se vean a sí mismos de esta manera.

Cinco paralelos

¿Qué significa ser un esclavo en el sentido bíblico? John MacArthur, en su excelente libro titulado Esclavo, nos da cinco paralelos entre el cristianismo bíblico y la esclavitud del primero siglo. El primero es: propiedad exclusiva. Los esclavos eran propiedad de sus amos. Como Pablo les dice a los creyentes en 1 Corintios 6:19-20: «Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio.» Como puede notar, los cristianos no existen en un mundo autónomo y sin reglas; nosotros no somos los dueños de nuestro destino, ni los capitanes de nuestras almas. Fuimos comprados con un precio, por lo que pertenecemos a aquel que ha pagado ese precio.

«Por lo tanto,» dice Pablo en 1 Corintios 6:20, ya que habéis sido comprados por precio, «honren con su cuerpo a Dios.» Propiedad exclusiva implica sumisión completa. Si pertenecemos a Cristo, si él es dueño de nosotros, entonces lo que debe gobernar nuestra vida no es nuestra voluntad, sino la voluntad de nuestro Amo.

En tercer lugar, uno de los paralelos entre un esclavo y el cristiano es: singular devoción. Ningún esclavo obedece a otros amos, pues su principal preocupación es llevar a cabo la voluntad de la persona a quien pertenece. Nuestro Amo, el Señor Jesús mismo, nos recuerda en Mateo 6:24: «Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro.» El esclavo de Cristo está dedicado a su Amo.

En cuarto lugar, un esclavo demuestra una total dependencia a su amo para la provisión de sus necesidades básicas de la vida. De la misma manera, el cristiano debe depender humildemente por completo de nuestro Maestro (Mateo 5:3; 1 Pedro 4:11). Y por último, el esclavo era personalmente responsable ante su amo. Y de la misma manera, nosotros somos responsables delante de Cristo, y un día le daremos cuentas (2 Corintios 5:9-10).

Una unión increíble

Al contemplar estas cinco características, espero que no penséis en la esclavitud a Cristo como un trabajo pesado. Esta no es una relación tiránica, despótica alimentada por el miedo y la sumisión forzada. La imagen no es de alguien cuya voluntad es constantemente frustrada por los caprichos de su amo, sino de alguien cuya voluntad es, con el tiempo y la exposición repetida a su Amo, conformada amorosamente y felizmente a la voluntad de su Amo. Alexander Maclaren llamó a esto: «la fusión y absorción de mi propia voluntad a su voluntad… yo hago lo que él quiere, no lo que yo quiero… Conforme él me enseña y me muestra más de sí mismo, más quiero conformarme a lo que él quiere.»

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Mike Riccardi, graduado de The Master’s Seminary con una Maestría en Divinidad y en Teología, es el pastor de evangelismo local de la iglesia Grace Community Church en Los Ángeles, California.

La humildad que Dios odia

La humildad que Dios odia
Corey Williams

Hay un tipo de humildad que Dios odia. Conozcamos a un hombre que encarna esta odiosa humildad. Veamos cómo vive el día a día.

En primer lugar, fijémonos en lo mucho que habla de la humildad. Es su adverbio preferido. En la conversación, este hombre dice a menudo «me someto humildemente» o «pienso humildemente» o «me pregunto humildemente». Nótese el uso farisaico del lenguaje. Sutilmente, este hombre se ha apoderado de la moral. Ha puesto en evidencia a su compañero de trabajo, a su amigo, a su familiar: «Debido a que hablo desde un sitio de humildad, entonces hablo con autoridad superior, excelencia y sabiduría». Fíjate también en cómo prefiere la autopromoción con frases como «No pretendo presumir» o «Me sorprendí igual que todos cuando yo» o «Soy un tipo humilde, así que no se lo tome a mal». En casi todas las frases de este hombre que pregona la humildad, utiliza el pronombre personal «yo». Además, confía humildemente en que tiene mucho que aportar a la conversación, así que ¿por qué iba a contenerse? Sería un perjuicio para la audiencia a la que siempre quiere hacer crecer, ya sea en línea o en persona. En las conversaciones con él, las preguntas son escasas. Si hay preguntas, las hace al principio, como preparación—es una introducción y oportunidad—para que los demás participantes se sientan incluidos una vez que ambos están inmersos en el tema que elija este humilde hombre.

Ahora pasemos a los ojos del hombre cuando entra en una habitación llena de gente. Busca al rico, al bien relacionado, al atractivo, al inteligente, al gracioso. Pasan por alto al solitario, al inadaptado, al socialmente torpe (ver Stg. 2:1–9). Debido a que este hombre quiere la proximidad al poder, no el poder en sí, no se considera orgulloso. Con toda humildad, cree que puede beneficiarse de los que están por encima de él en el estrato social y que no tiene nada que sacar de la multitud que está por debajo de él. Para este hombre, los títulos son importantes. Otorgan propósito, dignidad y autoridad. Mientras se hable de su título, y no de sus talentos, entonces es humilde. Si se elogia o promociona el cargo, y no al individuo que lo ocupa, entonces el individuo conserva su humildad. Esta división entre el título y el individuo exime, al que ocupa un puesto tan prestigioso, del mandato de Jesús: «el mayor de vosotros será vuestro servidor» (Mt. 23:11).

Ningún retrato de este hombre estaría completo sin una descripción de su ética de trabajo. Es implacable. Las jornadas de diez horas son días de descanso. Quince horas en el trabajo es la norma, aunque el empleador no exija jornadas tan largas. Este hombre humilde trabaja duro porque no cree que esté dotado por naturaleza. Piensa humildemente que debe compensar sus debilidades. Lo hace a través de la fuerza de voluntad. Por supuesto, lo que subyace es la desesperación por hacerse notar. El deseo de ser grande. Así que una humilde desconfianza en su propia capacidad le lleva a trabajar duro porque quiere esa grandeza. Anhela que su vida cuente, por lo que piensa que únicamente contará si cada momento se contabiliza. Le falta confianza en su agenda. Se niega a delegar, temiendo que un subordinado no cumpla su voluntad a su manera. Le aterra el fracaso. El pasaje favorito de este humilde adicto al trabajo es Proverbios 6:10–11: «Un poco de dormir, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para descansar, y vendrá como vagabundo tu pobreza, y tu necesidad como un hombre armado». Pero aún no se ha empapado del Salmo 127:2 «Es en vano que os levantéis de madrugada, que os acostéis tarde, que comáis el pan de afanosa labora, pues Él da a su amado aun mientras duerme». Esta es la humildad del tipo «arréglatelas por ti mismo», no la versión que dice «Dios gobierna soberanamente todos los aspectos de la creación, incluido mi trabajo, y Él decidirá la cantidad de mi éxito». Hay una humildad que glorifica a Dios y que duerme ocho horas por noche, y no trabaja los fines de semana, especialmente durante el día del Señor. Pero hay otra forma de humildad—un tipo insidioso—que dice «No tengo suficiente talento para tomarme tiempo libre». Nadie es tan importante. Nadie es tan necesario. Este hombre humilde ha olvidado ese hecho glorioso.

Por último, esta humildad se manifiesta en la perspectiva que este hombre tiene de sí mismo. Es salvajemente autocrítico. Si se enfada, lo hace consigo mismo. Se castiga a sí mismo después de cometer errores y se critica por sus defectos. Es un tipo de humildad que se deleita en su insuficiencia. Es la humildad contra la que advirtió C.S. Lewis: la de un hombre «que la mayoría de la gente llama ‘humilde’ hoy en día… una especie de meloso grasiento que siempre te dice eso».

Ahora que hemos conocido a nuestro «hombre de humildad», consideremos su futuro. No es prometedor. Sus constantes referencias a sí mismo—a su humildad—lo alejarán de relaciones profundas e íntimas en las que conozca a otra persona. No habrá «amigo más unido que un hermano» (Prov. 18:24) porque nadie puede acercarse a alguien con este tipo de humildad. Más adelante en la vida, se encontrará cada vez más solo, hasta que los que estén junto a su lecho de muerte serán pocos, y los que estén en su funeral apenas conocerán al hombre que están recordando. Encontrará decepción en su carrera, aunque tenga éxito a los ojos del mundo. Uno que no desea el poder—sino solo estar lo suficientemente cerca—nunca tendrá suficiente proximidad. El que quiere influencia, quiere llenar un pozo sin fondo y si nuestro humilde hombre—tan inseguro de sus talentos, y tan obsesivo con su ética de trabajo—es capaz de mantener una familia sin verla, lo más probable es que no viva para disfrutarla. La falta de sueño, la comida a deshoras, el estrés del trabajo, el descuido de los buenos dones de Dios en esas áreas, quebrarán su cuerpo prematuramente. Su corazón fallará antes de lo que debería, y no vivirá para ver que «en los ancianos está la sabiduría, y en largura de días el entendimiento» (Job 12:12). Es como si Dios se resistiera a este hombre (ver 1 Ped. 5:5).

Afortunadamente, aún hay tiempo. Nuestro hombre es joven (como muchos con este tipo de humildad). Hay abundante sabiduría en la Palabra de Dios. Dios puede aborrecer a este hombre ahora, pero su gracia está disponible. La verdadera humildad todavía es posible. Y Dios no quiere más que un pecador contrito y humillado. «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás» (Salmo 51:17). La verdadera humildad procede del verdadero arrepentimiento. Se aparta de sí misma para dirigirse al Salvador. Uno con verdadera humildad ve el orgullo como lo hizo John Bunyan cuando dijo: «¡La mejor oración que he orado tiene suficiente pecado para condenar al mundo entero!» El tipo de humildad que Dios ama no ve ninguna diferencia entre él mismo y lo más bajo de lo bajo. Tampoco ve la necesidad de trabajar constantemente. Se deleita en el descanso, en el juego, en las maravillas de la creación de Dios, en la familia y los amigos que Dios, en su gracia, le ha proporcionado. Comprende la sabiduría de Salomón: «He aquí lo que yo he visto que es bueno y conveniente: comer, beber y gozarse uno de todo el trabajo en que se afana bajo el sol en los contados días de la vida que Dios le ha dado; porque esta es su recompensa» (Ecl. 5.18). Esa es la verdadera humildad. La que Dios ama.

Corey Williams
Corey Williams is the Chief Communication Officer at The Master’s Seminary.

Querido pastor: No te compares

Querido pastor: No te compares
Michael Staton 

Este es un artículo de nuestra serie «Querido pastor», en el que proporcionamos a pastores reales situaciones ficticias y les pedimos que respondan en una carta. Esta situación—aunque inventada—representa a innumerables pastores que experimentan luchas similares.
Nuestra meta es servirte, querido pastor.

Situación: 

Un querido amigo te llama. Ha sido pastor durante varios años. El desánimo en su voz es evidente. Admite que su iglesia se está reduciendo, pero que parece que todas las iglesias de sus amigos pastores están creciendo. Sus iglesias tienen múltiples servicios y contratan nuevo personal para mantener el ritmo de crecimiento. Mientras tanto, recientemente, su pastor asociado tuvo que pasar a tiempo parcial porque el presupuesto es demasiado reducido. Se esfuerza mucho, dice, pero nada parece funcionar.

Oras por tu amigo y haces lo poco que puedes para animarle en el momento, pero no puedes sacártelo de la cabeza ni siquiera después de la llamada telefónica. Así que te sientas al día siguiente y le escribes una carta.

Querido pastor,

Gracias por tu honestidad al compartir conmigo lo que hay en tu corazón. Tal y como lo describiste, es desalentador trabajar con todas tus fuerzas sólo para ver que otras iglesias están cosechando recompensas más visibles. Tal vez algunas personas se sorprendan al escuchar que los pastores luchan con los celos ministeriales, pero permíteme asegurarte que esa lucha es común. Debes entender que esta preocupación no es inusual entre los pastores.

Dicho esto, no importa su prevalencia, el pecado debe ser tratado rápida y completamente. De hecho, los celos son un asunto que debemos confesar. Solo cuando deseamos las cosas del Señor podemos dejar atrás la envidia terrenal. Te animo a que te desprendas de los grilletes de la envidia pastoral y encuentres un sentido más profundo de confianza en el Señor. Considera estas tres preguntas para ayudarte.

¿Por qué luchamos con celos ministeriales?

El pastoreo puede ser sumamente desalentador. Amas a la gente, oras por ellos, trabajas para alimentarlos con la Palabra, y sin embargo puedes experimentar un crecimiento mínimo. ¿Pasas semana tras semana entregándote a tu preciosa gente sólo para ver que la asistencia disminuye? ¿Murmuran y parecen desinteresados en compartir la carga del ministerio? Eso duele. Mencionaste que sigues a otros pastores en Facebook. Cuando observas las publicaciones o escuchas las historias de otras iglesias que se ven obligadas a añadir múltiples servicios y a contratar personal adicional para mantenerse al día con el aumento de la asistencia, te haces vulnerable a la desesperación. Cuando dejas que la desesperación eche raíces, no pasará mucho tiempo antes de que las alegrías de otros se conviertan en una fuente de celos para ti.

En nuestro mundo de las redes sociales, vemos el «lado bonito» de innumerables iglesias. A veces, parece que todas las iglesias están floreciendo excepto la nuestra. Aunque es un gran regalo, la tecnología puede ser una fuente constante de inseguridad, alimentando nuestros sentimientos de insuficiencia. A menudo experimentamos celos ministeriales porque comparamos los puntos bajos de nuestro ministerio con los más destacados de otros. Te pido que no lo hagas.

¿Por qué los celos ministeriales son tan peligrosos?

Cuando permitimos que los celos habiten en nuestros corazones, no ponemos la gloria de Dios por encima de la nuestra. Si el Señor decide que una iglesia, un pastor o un ministerio específico reciba frutos visibles de su trabajo, es una oportunidad para que adoremos y alabemos al Señor por eso. Pero, cuando la envidia echa raíces, le robamos al Señor la gloria debida a su nombre y, en cambio, alimentamos esa semilla de la envidia y permitimos que crezca.

Además, los celos ministeriales convierten a otras iglesias en nuestra competencia, en lugar de colaboradores. Nunca debemos olvidar que dondequiera que veamos al Señor trabajando, Él nos está dando razones para alabarlo. Por supuesto, queremos que a nuestra propia iglesia local le vaya bien, pero debemos mantener una visión de la obra de Dios que es más grande que nosotros mismos. En otras palabras, el ministerio tiene que ver con el Reino, no con nuestro domicilio. Si olvidamos esto, comenzaremos a ver a otras congregaciones como rivales en lugar de verlas correctamente como hermanos y hermanas, que se asocian con nosotros para servir al Rey.

¿Cuáles son algunas maneras prácticas de superar los celos ministeriales?

Me gustaría ofrecer algunas maneras prácticas y útiles para combatir los celos. En primer lugar, comienza con un método estructurado para orar genuinamente por otros pastores. En mi caso, oro por otras iglesias y pastores cuando pienso en ellos, pero también he implementado un sistema para orar por otras congregaciones. Llego a mi estudio temprano el domingo por la mañana, saco mi «lista de oraciones por los pastores» y empiezo a orar por los nombres de estos hombres y sus iglesias. Tengo mi lista dividida en tres categorías: pastores de mi estado, pastores con los que estoy en contacto desde el seminario, y pastores que conozco de todo el país y de otras naciones. Al orar por estos hombres cada semana, le pido al Señor que los bendiga y fortalezca sus iglesias. Después de haber hecho esto durante años, me siento parte de sus ministerios al orar por ellos.

En consecuencia, cuando escucho que Dios está obrando entre ellos, mi corazón se llena de alegría. Los celos se alejan cuando nos apoyamos mutuamente en la oración. Cada victoria se comparte entre todos nosotros, ¡para la gloria de Cristo!

Una segunda estrategia práctica es mantenerse en constante comunicación con los hombres por quienes estás orando. Después de orar por estos hombres (mi lista tiene alrededor de 65 pastores e iglesias), les envío un breve texto haciéndoles saber que he orado por ellos. Quiero recordarles—a ellos y a mi propio corazón—que estamos trabajando juntos en la labor de predicar el Evangelio. Por supuesto, hay veces que sus iglesias pueden tener más señales visibles de crecimiento que la mía. Puede haber otras temporadas en las que mi ministerio tenga más fruto discernible que el de ellos. Sin embargo, he descubierto que la comunicación semanal con estos hombres fieles me ayuda a anhelar genuinamente que sucedan cosas buenas en sus ministerios y permite que mi corazón siembre semillas de apoyo, no de envidia. Después de todo, cuando escucho informes de la obra de Dios entre ellos, eso es literalmente una respuesta a mis oraciones.

Un último estímulo es hacerse esta pregunta regularmente: ¿He sido fiel al Señor esta semana? A menudo nos preguntamos qué piensa la congregación de nosotros. Nos preguntamos cómo evaluarían otros pastores lo que hacemos. Sin embargo, la única cuestión que merece nuestra atención constante es lo que el Señor piensa de nosotros. He descubierto que pedirle al Espíritu de Dios que escudriñe mi corazón y arraigue mi fidelidad sólo a Él es una manera eficaz de mantenerme satisfecho en el privilegio de ser un siervo de Cristo.

Cuando permitimos que los celos den su malvado fruto, nos sentimos insatisfechos y anhelamos lo que otro disfruta. Ninguno de nosotros es pastor del rebaño de Dios porque se lo haya ganado. Sin duda, esta vocación es costosa y supone un reto continuo. Sin embargo, tenemos el privilegio de ser portavoces del Dios altísimo. Él nos salvó, nos redimió, nos llamó, nos equipó y ahora nos utilizará como Él considere adecuado. Él ha sido más bondadoso con nosotros de lo que podríamos merecer. Servimos para Su gloria, y ninguna cantidad de reconocimiento o estima de los hombres podría igualar lo que ya se nos ha dado en Cristo.

Así que anímate, hermano mío. No estás solo en tu lucha contra los celos ministeriales. Pero también, toma acción, mi hermano. Los celos no son una debilidad que se debe tolerar. Acudamos al Señor en arrepentimiento y busquemos su ayuda. Ora por tus compañeros de milicia. Toma un papel activo orando por su éxito espiritual. Luego descansa sabiendo que el Señor te ha llamado al lugar en el que estás, y descansa en el gozo de saber que sólo su aprobación debe ser el deseo continuo de tu vida.

Tu hermano en Cristo,

Michael Staton

admisiones@tms.edu

Michael Staton

Michael Staton (D.Min., The Masters Seminary) is the Senior Pastor of the First Baptist Church in Mustang, Oklahoma, where he has served since 2000. He has been married to his wife Marcy for 24 years and they have two sons. For sermons and other writings, visit his ministry website at everywordpreached.com.

¿Qué es el nuevo pacto?

Lucas Alemán es Director de educación en español y profesor de Antiguo Testamento en The Master’s Seminary

Tiene una licenciatura summa cum laude en idiomas bíblicos (B.A.) por The Master’s University, dos maestrías summa cum laude (M.Div. y Th.M.) y un doctorado (Ph.D.) por The Master’s Seminary. Actualmente sirve no solo como director ejecutivo de la Sociedad Teológica Cristiana sino también como director de los ministerios en español de The Master’s Fellowship. Es anciano en la Iglesia Bíblica Berea en North Hollywood, California, y el editor general y uno de los autores de La hermenéutica de Cristo así como uno de los contribuidores de la serie En ti confiaré y El orgullo. Nacido en Buenos Aires, Argentina, Lucas emigró a los Estados Unidos en el 2008, donde conoció a su esposa Clara de origen brasileño. Juntos tienen tres hijos, Elias Agustín, Enoc Emanuel y Emet Gabriel.

¿Qué es el tribunal de Cristo?

Director de educación en español y profesor de Antiguo Testamento en The Master’s Seminary

Tiene una licenciatura summa cum laude en idiomas bíblicos (B.A.) por The Master’s University, dos maestrías summa cum laude (M.Div. y Th.M.) y un doctorado (Ph.D.) por The Master’s Seminary. Actualmente sirve no solo como director ejecutivo de la Sociedad Teológica Cristiana sino también como director de los ministerios en español de The Master’s Fellowship. Es anciano en la Iglesia Bíblica Berea en North Hollywood, California, y el editor general y uno de los autores de La hermenéutica de Cristo así como uno de los contribuidores de la serie En ti confiaré y El orgullo. Nacido en Buenos Aires, Argentina, Lucas emigró a los Estados Unidos en el 2008, donde conoció a su esposa Clara de origen brasileño. Juntos tienen tres hijos, Elias Agustín, Enoc Emanuel y Emet Gabriel.

Preguntas y Respuestas: El Espíritu Santo

The Master’s Seminary

Preguntas y Respuestas: El Espíritu Santo

TMS Staff

El artículo del día de hoy es una adaptación de uno de los puntos de nuestra Declaración doctrinalAquí puede leer el resto de nuestra declaración doctrinal, la cual cubre cada uno de nuestras creencias doctrinales de manera sistemática.

¿Cómo entender el Espíritu Santo como parte de la Trinidad?

El Espíritu Santo es una Persona divina, eterna, no derivada, que posee todos los atributos de personalidad y deidad incluyendo intelecto (1a Corintios 2:10-13), emociones (Efesios 4:30), voluntad (1a Corintios 12:11, eternidad (Hebreos 9:14), omnipresencia (Salmo 139:7-10), omnisciencia (Isaías 40:13-14), omnipotencia (Romanos 15:13) y veracidad (Juan 16:13). En todos los atributos divinos y en sustancia él es igual al Padre y al Hijo (Mateo 28:19; Hechos 5:3-4; 28:25, 26; 1a Corintios 12:4-6; 2a Corintios 13:14; y Jeremías 31:31-34 con Hebreos 10:15-17).

¿Qué función tiene el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo ejecuta la voluntad divina en relación a toda la humanidad. Reconocemos su actividad soberana en la creación (Génesis 1:2), la encarnación (Mateo 1:18), la revelación escrita (2a Pedro 1:20, 21) y la obra de salvación (Juan 3:5-7).

La obra del Espíritu Santo en esta época comenzó en Pentecostés cuando él descendió del Padre como fue prometido por Cristo (Juan 14:16, 17; 15:26) para iniciar y completar la edificación del Cuerpo de Cristo, el cual es su iglesia (1a Corintios 12:13). El amplio espectro de su actividad divina incluye convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio; glorificando al Señor Jesucristo y transformando a los creyentes a la imagen de Cristo (Juan 16:7-9; Hechos 1:5; 2:4; Romanos 8:29; 2a Corintios 3:18; Efesios 2:22).

El Espíritu Santo es el agente sobrenatural y soberano en la regeneración, bautizando a todos los creyentes dentro del cuerpo de Cristo (1a Corintios 12:13). El Espíritu Santo también mora, santifica, instruye y los capacita para el servicio y los sella hasta el día de la redención (Romanos 8:9-11; 2a Corintios 3:6; Efesios 1:13).

El Espíritu Santo es el Maestro divino, quien guió a los apóstoles y profetas en toda la verdad conforme ellos se entregaban a escribir la revelación de Dios, la Biblia. Todo creyente posee la presencia del Espíritu Santo quien mora en él, desde el momento de la salvación, y el deber de todos aquéllos que han nacido del Espíritu, consiste en ser llenos del (controlados por el) Espíritu (Juan 16:13; Romanos 8:9; Efesios 5:18; 2a Pedro 1:19-21; 1a Juan 2:20, 27).

¿Cómo entender los dones del Espíritu Santo?

El Espíritu Santo administra dones espirituales a la iglesia. El Espíritu Santo no se glorifica a sí mismo ni a sus dones por medio de muestras ostentosas, sino que glorifica a Cristo al implementar su obra de redención de los perdidos y edificación de los creyentes en la santísima fe (Juan 16:13, 14; Hechos 1:8; 1a Corintios 12:4-11; 2a Corintios 3:18).

Con respecto a esto, Dios el Espíritu Santo es soberano en otorgar todos sus dones para el perfeccionamiento de los santos en el día de hoy y que hablar en lenguas y la operación de los milagros de señales en los primeros días de la iglesia, fueron con el propósito de apuntar hacia y certificar a los apóstoles como reveladores de verdad divina, y su propósito nunca fue el de ser característicos de las vidas de creyentes (1a Corintios 12:4- 11; 13:8-10; 2a Corintios 12:12; Efesios 4:7-12; Hebreos 2:1-4).

The Master’s Seminary

Viviendo santamente como hijo

The Master’s Seminary

Viviendo santamente como hijo

Rodrigo Ávila

Hoy en día existe una tendencia mundial en favor de los derechos de los niños. Este es un esfuerzo admirable. Cada sociedad debe procurar que, en lo posible, se garantice la protección y el bienestar de los niños en cada área de sus vidas. Lamentablemente, algunas de las medidas que buscan un avance en estos derechos han llegado a extremos perjudiciales. Un ejemplo de estas medidas es aquella que permite a menores de edad «cambiarse de sexo» sin la aprobación de sus padres.

Afortunadamente, Dios provee en su Palabra un método inmensamente superior al que la sociedad ofrece. La sociedad solo puede ofrecer seguridad y bienestar pasajeros. Y muchas veces lo que logra es lo opuesto: vulnerabilidad y malestar duraderos. Dios, por otro lado, promete una bendición integral, tanto en esta vida como en la venidera, a todos aquellos niños, y no tan niños, que obedecen y honran a sus padres. Como se examinará a continuación, esta promesa se extiende también a aquellos que ya no viven bajo el mismo techo de sus padres.

En Efesios 6, el apóstol Pablo continúa su enseñanza sobre los diversos roles y responsabilidades de los respectivos miembros de una familia. En el contexto previo del capítulo 5, Pablo habló sobre los roles de las esposas y los esposos. Ahora es el turno del papel de los hijos con respecto a sus padres.

Los hijos deben obedecer a sus padres 

Efesios 6:1 habla claramente acerca del rol de los hijos: «Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor». El verbo obedecer tiene que ver con hacer lo que es indicado o con cumplir las órdenes de alguien. El presente imperativo de este verbo señala que la obediencia de los hijos es una acción continua. Todo cristiano sabe que obedecer cualquier mandamiento divino requiere de mucho esfuerzo y dedicación. No sucede espontáneamente, sino que demanda un trabajo arduo en dependencia de Dios. De hecho, obedecer sin la ayuda y el poder del Espíritu de Dios es simplemente imposible. En esta misma línea de pensamiento, el Dr. Andreas Köstenberger comenta acertadamente lo siguiente:

En el pasaje más extenso de Efesios, Pablo indica que la sumisión de los hijos a sus padres es el resultado de la llenura del Espíritu (Efesios 6:1; cf. Efesios 5:18: «sed llenos del Espíritu»), lo que sugiere que solo los hijos que han sido regenerados pueden vivir consistentemente este patrón de relación en el poder del Espíritu Santo[1].

Es debido a la asistencia y a la llenura del Espíritu que los hijos creyentes son capaces de obedecer y honrar a sus padres de una manera que agrada a Dios.

Debe notarse también que esta obediencia se debe hacer «en el Señor» (Ef. 6:1a). Esta expresión indica que últimamente la obediencia de los hijos es a Cristo. En Colosenses 3:20, el pasaje paralelo de Efesios 6:1–3, se le ordena a los hijos a obedecer a sus padres en todo «porque esto es agradable al Señor». Además, Pablo continúa esta sección diciendo que se debe obedecer a los padres «porque esto es justo» (Ef. 6:1b). En otras palabras, «esta es la motivación para que los hijos obedezcan a sus padres»[2]. Eso no puede hacerse de otra manera que no sea dependiendo de Él.

Los hijos deben honrar a sus padres

En el versículo 2, Pablo exhorta a los hijos a honrar a ambos padres. ¿Qué implica poner en práctica este mandamiento? En palabras de Calvino: «el precepto, honra a tu padre y a tu madre, comprende todos los deberes mediante los cuales se puede expresar el afecto sincero y el respeto de los hijos hacia sus padres»[3].

Pablo continua diciendo que este «es el primer mandamiento con promesa» (Ef. 6:2b). Este mandato y las promesas adjuntas en el verso 3 hacen referencia al quinto de los Diez Mandamientos (Éx. 20:12). El aparente problema es que el segundo mandamiento del Decálogo incluye promesas, es decir, castigo para los que odian a Dios, pero misericordia o amor inquebrantable para los que aman a Dios (Éx. 20:4-6). ¿Cómo, entonces, puede ser el quinto mandamiento el primero con promesa? La solución consiste en notar que el quinto mandamiento es el primer mandamiento con una promesa específica, mientras que las promesas del segundo mandamiento son generales y, por lo tanto, deben aplicarse a todos los mandamientos.

El versículo 3, entonces, provee dos motivaciones extra, expresadas en dos promesas, para obedecer a los padres: «para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra». Köstenberger, una vez más, ofrece una excelente observación sobre este texto: 

La promesa de que le iría bien a los hijos que honran a sus padres se refería en el contexto original a una larga vida en la tierra (prometida) de Israel (Éxodo 20:12: «para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da»). Pablo universaliza la promesa y así indica su continua relevancia y aplicabilidad. La promesa ya no está limitada geográficamente; a los hijos obedientes se les promete una larga vida en la tierra dondequiera que vivan[4].

Esto no significa que no haya excepciones a esta regla general. La Escritura habla de impíos que prosperan (Job 21:7; Sal. 10:5; 73:3–9, 12; Jer. 12:1–3). El punto es, como dice Calvino, que «la promesa es una larga vida; de la cual somos guiados a comprender que la vida presente no debe pasarse por alto entre los dones de Dios»[5].

¿Qué hay de los hijos que ya no están en casa? 

Una importante pregunta que surje en este punto es: ¿están los hijos que ya no viven bajo el mismo techo de sus padres exentos de obedecerles y honrarles? Sobre esto, Hoehner observa correctamente lo siguiente:

Cuando los hijos se van de casa y/o se casan, serán responsables de sus propias decisiones y, si están casados, dejarán a su padre y a su madre y se unirán a su cónyuge (cf. Génesis 2:24; Efesios 5:32). Incluso entonces, aunque la obediencia ya no sea necesaria, el honor a los padres debe continuar (Éxodo 20:12; Deut. 5:16; Mateo 15:4; Marcos 7:10; Mateo 19:19; Marcos 10:19; Lucas 18:20)[6].

En una ocasión Cristo confrontó a ciertos escribas y fariseos (Mt. 15:1-20). La razón fue porque ellos quebrantaban el mandamiento sobre honrar a los padres con una excusa aparentemente piadosa. Ellos decían a sus progenitores que no podían proveer para sus necesidades debido a que el dinero que poseían lo ofrendaban a Dios. Cristo rechazó esas excusas tajantemente. Él los acusó de invalidar el mandamiento de Dios por su tradición y de enseñar como doctrinas, mandamientos de hombres. Las acciones de estos líderes religiosos estaban llenas de hipocresía y maldad al punto de que merecían ser castigados severamente. El maldecir a los padres era condenado en el Antiguo Testamento por medio de la pena capital (Éx. 21:15, 17; 20:9; Dt. 21:18-21, 27:16). Martyn Lloyd-Jones dice lo siguiente sobre esta actitud: 

Ese fue un peligro muy sutil, y es un peligro que todavía está presente con nosotros. Hay jóvenes que hoy están haciendo un gran daño a la causa cristiana al ser engañados por Satanás en este mismo punto. Están siendo groseros con sus padres, y lo que es más grave, son groseros con sus padres en cuanto a sus ideas cristianas y su servicio cristiano. Por lo tanto, son un obstáculo para sus propios padres no convertidos. Tales cristianos no pueden ver que no dejamos de lado estos grandes mandamientos cuando nos convertimos en cristianos, sino que, más bien, debemos vivirlos y ejemplificarlos más de lo que lo hemos hecho antes[7].

La necesidad de brillar en medio de la oscuridad

En la que se cree fue su última epístola, Pablo le dice a Timoteo que en los postreros días vendrían tiempos peligrosos (2 Ti. 3:1). En los versículos siguientes el apóstol pasa a dar una lista del carácter impío de los hombres de esa época. Lo que llama la atención en esta terrible lista es la inclusión de aquellos que son desobedientes a los padres. Esta es una clara indicación de que para Dios la obediencia a los padres no es un pecado menor sino un pecado grave y que por ende tiene consecuencias devastadoras.

No cabe duda de que actualmente estamos viviendo en tiempos en que la depravación de la sociedad ya casi no conoce límites. Es entonces crítico que la Iglesia brille en medio de las tinieblas. No será fácil. Nunca lo ha sido. Sin embargo, la Iglesia brillará si sus miembros continuamente están siendo llenados del Espíritu Santo. De esta manera, tendrán el poder para asumir sus roles dentro de la familia y de paso disfrutar las maravillosas bendiciones que Dios les ha prometido.

[1] Andreas Köstenberger, God, Marriage, and Family: Rebuilding the Biblical Foundation, 2nd. ed. (Wheaton, IL: Crossway, 2010), 105–106.

[2] Harold W. Hoehner, Ephesians: An Exegetical Commentary, (Grand Rapids: Baker Publishing Group, 2002), 787.

[3] John Calvin and William Pringle, Commentaries on the Epistles of Paul to the Galatians and Ephesians (Bellingham, WA: Logos Bible Software, 2010), 327.

[4] Köstenberger, God, Marriage, and Family, 106.

[5] Calvin and Pringle, Commentaries on the Epistles of Paul to the Galatians and Ephesians, 328.

[6] Hoehner, Ephesians, 789.

[7] D. Martyn Lloyd-Jones, Life in the Spirit: In Marriage, Home, and Work – An Exposition of Ephesians 5:1–6:9 (Grand Rapids: Baker Book House Company, 1975), 240–241.

Rodrigo Ávila

Rodrigo Avila es graduado de The Master’s Seminary (B.Th.). Durante su tiempo en esta institución trabajó como editor y coordinador de internet en Gracia a Vosotros. También fue miembro de Grace Community Church en Los Ángeles, California, donde sirvió como diácono y maestro de estudios bíblicos. Él escribe en su blog llamado «Teología en Llamas». Actualmente se encuentra terminando un interinato en Kerrville Bible Church en Kerrville, Texas. Él y su familia tienen planes de moverse pronto a Chile con el fin de plantar una iglesia en la ciudad de Valparaíso. Rodrigo está casado con Sheila y tienen tres hijos: Ian, Evan y Susana.

¿Es bíblica la membresía?

The Master’s Seminary

Serie: 90 Segundos de Teología

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Josías Grauman

Josías Grauman

Josías Grauman

Josías Grauman es decano de educación en español y profesor de exposición bíblica en The Master’s Seminary. El Dr. Grauman comenzó su ministerio a tiempo completo como capellán de hospital, sirviendo durante 5 años en el Hospital del Condado de Los Ángeles. Más tarde, él y su esposa sirvieron en la Ciudad de México como misioneros, donde Josías ayudó al Seminario Palabra de Gracia a lanzar su programa de idiomas bíblicos. Josías fue ordenado en Grace Community Church, donde actualmente sirve como anciano en el ministerio en español, junto con su esposa y tres hijos. Josías estudió un B.A. en idiomas bíblicos en The Master’s University, un M.Div. y un D.Min. en The Master’s Seminary. Entre sus obras se encuentran las siguientes: Griego para pastores y Hebreo para pastores.