¿POR QUÉ ALGUIEN SE CONVIERTE EN CRISTIANO? | Tim Keller

Muchos dicen que los cristianos que mantienen las doctrinas históricas y tradicionales están detrás de los tiempos, son demasiado exclusivos y están “en el lado equivocado de la historia”. Dos libros recientes que ponen en duda este punto de vista son del historiador y biblista Larry Hurtado, Destructor de los dioses: La distinción de los primeros cristianos en el mundo romano (Baylor University Press, 2016) y ¿Por qué en la Tierra se hizo cristiano alguien en los primeros tres siglos? (Marquette University Press, 2016).

Los primeros cristianos fueron ampliamente ridiculizados, especialmente por las élites culturales, excluidos de los círculos de influencia y de negocios, y a menudo perseguidos y condenados a muerte. Hurtado dice que las autoridades romanas eran excepcionalmente hostiles hacia ellos, en comparación con otros grupos religiosos.

¿Por qué? Se esperaba que la gente tuviera sus propios dioses, pero que también estuvieran dispuestos a mostrar honor a todos los demás dioses. Casi todas las casas, todas las ciudades, todos los gremios profesionales y el propio Imperio tenían sus propios dioses. Ni siquiera podías ir a una comida en una casa grande o a cualquier evento público sin que se esperara que hicieras algún ritual para honrar a los dioses de ese grupo o lugar en particular. No hacerlo era muy insultante, al menos, para la casa o la comunidad. También era peligroso, ya que se pensaba que tal comportamiento podía traer la ira de los dioses. En particular, se consideraba traición no honrar a los dioses del imperio, en cuya autoridad divina se basaba su legitimidad.

Los cristianos, sin embargo, veían todos estos rituales y tributos como idolatría. Estaban comprometidos a adorar a su Dios exclusivamente. Aunque los judíos tenían el mismo punto de vista, en general eran tolerados, ya que eran un grupo racial distinto, y su peculiaridad se veía como una función de su etnia. El cristianismo, sin embargo, se extendió por todos los grupos étnicos, y la mayoría de ellos eran antiguos paganos que de repente, después de la conversión, se negaron a honrar a los otros dioses. Esto creó enormes problemas sociales, haciendo que fuera perturbador o imposible que los cristianos fueran aceptados en la mayoría de las reuniones públicas. Si un individuo en una familia o un sirviente se convertía en cristiano, de repente se negaban a honrar a los dioses de la casa.

La propagación del cristianismo fue vista como subversiva para el orden social, una amenaza para el modo de vida de la cultura. Se pensaba que los cristianos eran demasiado exclusivos para ser buenos ciudadanos.

Pero a la luz de los enormes costos sociales de ser cristiano en los primeros tres siglos, ¿por qué alguien se hizo cristiano? ¿Por qué el cristianismo creció tan exponencialmente? ¿Qué ofrecía el cristianismo que era mucho mayor que los costos? Hurtado y otros han señalado tres cosas.

En primer lugar, los cristianos fueron llamados a un “proyecto social” único que ofendió y atrajo a la gente. Los cristianos prohibieron tanto el aborto como la práctica de la “exposición infantil”, en la que los bebés no deseados eran simplemente desechados. Los cristianos eran una contracultura sexual en el sentido de que se abstenían de cualquier sexo fuera del matrimonio heterosexual. Esto estaba en medio de una cultura que pensaba que, especialmente para los hombres casados, el sexo con prostitutas, esclavos e hijos estaba perfectamente bien.

Además, los cristianos eran generosos con su dinero de manera inusual, particularmente con los pobres y necesitados, y no sólo con su propia familia y grupo racial. Otra diferencia sorprendente es que las comunidades cristianas son multiétnicas, ya que su identidad común en Cristo es más fundamental que sus identidades raciales y, por lo tanto, crean una diversidad multiétnica sin precedentes para una religión. Finalmente, los cristianos creían en la no represalia, perdonando a sus enemigos, incluso a aquellos que los estaban matando.

Segundo, el cristianismo ofrecía una relación de amor directa y personal con el Dios Creador. La gente alrededor de los cristianos quería el favor de los dioses, y las religiones orientales hablaban de experiencias de iluminación, pero una verdadera relación de amor con Dios era algo que nadie más estaba ofreciendo.

Tercero, el cristianismo ofrecía la seguridad de la vida eterna. Todas las demás religiones ofrecían alguna versión de la salvación a través del esfuerzo humano, y por lo tanto nadie podía estar seguro de la vida eterna hasta la muerte. Pero el evangelio nos da la base para una plena seguridad de la salvación ahora porque es por gracia no por obras y por la obra de Cristo no por la nuestra.

Espero que ya puedan ver la relevancia de estos estudios. La iglesia primitiva fue vista como demasiado exclusiva y una amenaza para el orden social porque no honraría a todas las deidades; hoy en día los cristianos están siendo vistos nuevamente como exclusiva y una amenaza para el orden social porque no honrará todas las identidades. Sin embargo, la iglesia primitiva prosperó en esa situación. ¿Por qué?

Una razón era que los cristianos eran ridiculizados como demasiado exclusivos y diferentes. Y sin embargo, muchos se sintieron atraídos por el cristianismo porque era diferente. Si una religión no es diferente de la cultura circundante, si no critica y ofrece una alternativa a ella, muere porque se le considera innecesaria. Si los cristianos de hoy fueran también famosos y estuvieran marcados por la castidad social, la generosidad y la justicia, la multietnicidad y la construcción de la paz, ¿no sería convincente para muchos? Irónicamente, los cristianos estaban “fuera de lugar” con la cultura del sexo para empezar, y no fue la iglesia sino la cultura la que finalmente cambió.

Otra razón por la que el cristianismo prosperó fue porque ofrecía cosas que ninguna otra cultura o religión ni siquiera afirmaba tener – una relación de amor con Dios y la salvación por gracia libre. Es lo mismo hoy en día. Ninguna otra religión ofrece estas cosas, ni tampoco el secularismo. Tampoco puede la opción “espiritual pero no religiosa” capturarlos realmente. Estas son todavía “ofertas de valor” únicas y pueden elevarse a una población espiritualmente hambrienta y sedienta.

La iglesia primitiva seguramente parecía que estaba en el “lado equivocado de la historia”, pero en cambio cambió la historia con una adherencia obstinada al evangelio bíblico. Esa debería ser también nuestra aspiración.

Tim Keller es el pastor senior de Redeemer Presbyterian Church (PCA) en Manhattan, Nueva York. También es el cofundador y vice presidente de The Gospel Coalition.

¿Por qué Dios no puede solamente perdonarnos? | Tim Keller

¿Por qué Dios no puede solamente perdonarnos?

por Tim Keller

En 2005, Rick Warren, pastor de una megaiglesia y autor del éxito de ventas Una vida con propósito, tuvo un intercambio de ideas con un destacado periodista en un foro de opinión patrocinado por Pew Foundation. A algunos de los allí presentes les suponía un problema la posible implicación civil de una creencia cristiana particular, a saber, que Dios condena a algunas personas a castigo eterno. Uno de los participantes se dirigió a Warren en los siguientes términos:

Puede que para Ud. no sea un problema la contradicción implícita en que Wendy [una de las periodistas presentes, no cristiana] sea plena ciudadana norteamericana, y merecedora por ello de toda la protección que en la vida presente pueda merecer el miembro más veterano de su congregación, y que cuando ella muera vaya a ir al infierno porque no es salva, tal como Vd. lo entiende en cristiano. La pregunta entonces es, ¿cree verdaderamente que los seguidores de su iglesia –o las personas que asisten a cualquier otra iglesia, las personas que leen los libros que Vd. escribe, y las personas a las que Vd. se dirige incluso al nivel mundial– tienen realmente una mente tan sofisticada como para poder aceptar semejante contrasentido?…1

A lo que Warren respondió que, en su opinión, no había contradicción alguna entre ambas cuestiones. Respuesta que, sin embargo, no convenció a la mayoría de los periodistas asistentes, y objetaron que el infierno como destino para algunos lleva implícita una desigualdad en cuanto a la dignidad y la valoración de las personas. Lo cual no hacía sino poner de relieve las dudas de muchos respecto al concepto cristiano de un Dios que juzga a las personas, condenándolas al infierno y que, además, semejante creencia resulta en exclusión, abuso, división y manifiesta violencia.

La Doctrina del Juicio de Dios es ofensiva.

En nuestro entorno cultural y social, el juicio divino es una de las doctrinas cristianas que más ofenden. Como ministro de culto y como predicador, me encuentro a menudo hablando acerca de textos bíblicos que tratan de la ira de Dios, del juicio final y de la doctrina de la condenación al infierno. Durante muchos años mantuve abierto un foro para responder dudas y preguntas tras los cultos del domingo. La dinámica era de “tormenta” de preguntas acerca de todas esas enseñanzas. Yo entendía perfectamente que les causaran problemas estos aspectos de la fe cristiana histórica. Y aun siendo, sin duda, la objeción al juicio y al infierno una actitud más visceral que duda metódica, siguen estando ahí presentes unas creencias muy específicas. Procedamos a examinar estas creencias erradas sobre Dios.

No puede haber un Dios de juicio

Robert Bellah, en su muy influyente libro Habits of the Heart, se ocupa del “individualismo de expresión” dominante en la cultura americana. En ese sentido, apunta que el 80% de los norteamericanos piensa que “cada individuo tiene derecho a su propia fe o religión con independencia de cualquier iglesia o sinagoga”.2 La conclusión de Bellah es que, para el común de la mentalidad nacional, la verdad moral es algo relativo que tiene que ver exclusivamente con la conciencia personal. Así, se piensa más bien en un Dios de amor, favorable al ser humano independientemente de su conducta. Pero, en el punto opuesto de la cuestión, se resiente la idea de que ese Dios pueda castigar a las personas por creencias personales que puede que sean erróneas. Lo interesante a notar es que tal actitud viene avalada por una visión del desarrollo de la cultura en la historia.

En su libro The Abolition of Man, ya todo un clásico, C. S. Lewis indica lo que él veía cómo las principales diferencias entre la visión antigua y moderna de la realidad. Para ello empieza por desmontar la creencia de que los antiguos creían en la magia y que después hizo su aparición la ciencia moderna y ocupó su lugar. Como experto en estudios medievales y la posterior transición a la modernidad, Lewis sabía bien que había habido muy poco de mágico en ese período y que la verdadera edad dorada de lo mágico habían sido los siglos XVI y XVII, coincidiendo justamente con el desarrollo de la ciencia moderna y, según contendía, con una misma génesis.

La indagación seria en lo mágico y en lo científico nació en parto doble: la primera de esas criaturas era débil y enfermiza y pronto murió, la otra era fuerte y prosperó. Aun así, fueron gemelas en su primer momento, naciendo de un mismo impulso.3

Lewis da razón de ese impulso como novel aproximación a la realidad moral y espiritual:

Hay un nexo de unión entre la magia y las ciencias aplicadas, pero desmarcándose ambas por igual de la “sabiduría” de épocas anteriores. Así, para los sabios de otros tiempos, el problema principal había sido cómo adecuar el alma espiritual a la realidad física, siendo su respuesta el conocimiento obtenido mediante autodisciplina y virtud. Tanto para la magia como para las ciencias aplicadas, el problema consistía en someter la realidad a los deseos del hombre: la solución era, pues, la técnica; y ambas disciplinas, en la aplicación de su técnica, se hallan en disposición de hacer cosas hasta entonces tenidas por deleznables e impías…4

En los tiempos antiguos, se daba por supuesta la existencia de un orden moral externo al yo, intrínseco al entramado propio del universo. El violar ese orden metafísico tenía consecuencias tan graves como las de la trasgresión de la realidad física al poner la mano en el fuego. La actitud sabia era la de obrar en conformidad con los distintos órdenes de lo creado. Sabiduría que, por otra parte, se adquiría ejercitando el propio carácter en humildad, en compasión, en valor, en discreción y en lealtad.

La modernidad cambio el paradigma medieval con respecto al bien y el mal.

El advenimiento de la modernidad alteró por completo ese modelo. En última instancia, la realidad era cosa no tanto de un orden sobrenatural sino de un mundo natural maleable. Así, en vez de tratar de amoldar nuestros deseos a la realidad, nos afanamos por controlar y configurar la realidad según intereses personales. Donde antes se discernía ansiedad, prescribiéndose un cambio de carácter espiritual, la modernidad habla de técnicas de manejo del estrés.

Lewis era consciente de que sus lectores podían pensar que estaba en contra del progreso científico como tal, asegurando vehemente todo lo contrario. Su intención era hacernos ver que la modernidad se había gestado en un ámbito de “sueños de poder”. Escribiendo durante la Segunda Guerra Mundial, Lewis era consciente de vivir en medio de uno de los más amargos frutos del espíritu moderno. J. R. R. Tolkien, amigo de Lewis, reflejó en su trilogía, El Señor de los anillos, las consecuencias de un ansia desmedida de control y poder, que para nada tiene en cuenta la sabiduría y el disfrute gozoso de la creación de Dios, tal como ésta es.5

La determinación del bien y el mal en nuestras manos: La consecuencia del modernismo.

El espíritu de la modernidad nos dejó la carga de discriminar entre lo que está bien y lo que está mal. Esa recién adquirida confianza en que podemos controlar el entorno físico a nuestro antojo ha ido creciendo hasta el punto de hacernos creer que podemos incluso remodelar el ámbito de lo metafísico. De ahí que no nos parezca justo que podamos primero determinar que el sexo fuera del matrimonio es algo permisible, para luego encontrarnos con que existe un Dios que va a castigarnos por ello. Estamos tan convencidos de que nos asisten derechos personales que la mera idea de un Día del Juicio Divino nos parece imposible. Aun así, y tal como Lewis se esfuerza por hacernos ver, esa renuencia va ligada a la búsqueda desmedida de control y poder que tan terribles consecuencias ha tenido en la historia más reciente. Pero no toda la raza humana ha aceptado la visión de las cosas de la modernidad. ¿Qué razones hay para que pensemos que es un proceso ya irreversible?

¿Cómo puede Dios ser moral si pasa por alto los pecados negándose a juzgarlos?

En una de las sesiones del foro tras el culto, una de las personas presentes dijo que la mera idea de la existencia de un Dios que juzga era ya algo ofensivo. A lo que yo respondí preguntando: “¿Por qué en cambio no le ofende la idea de un Dios que perdona?”. Ante su expresión de perplejidad, proseguí: “Con todo respeto, le animo a que reflexione acerca del origen y trasfondo cultural de ese rechazo suyo de la doctrina cristiana sobre el infierno como algo ofensivo”. Acto seguido, procedí a señalar que el espíritu secularizado actual de Occidente se siente incómodo con la doctrina acerca del infierno, pero consideran en cambio muy aceptable la enseñanza bíblica que insta a poner la otra mejilla y a perdonar al enemigo. Finalmente, le pedí que se detuviera a pensar en cómo ven el cristianismo gentes de otras culturas. En sociedades tradicionales, la enseñanza de “poner la otra mejilla” no tiene ningún sentido. De hecho, ofende sus más íntimas convicciones acerca de lo que está bien y es justo. En cambio, la doctrina de un Dios que juzga no es algo problemático. Rechazan, pues, lo que en Occidente se considera aceptable, y se sienten atraídos por aspectos que el Occidente secularizado no puede tolerar.

Como apunte final, ¿qué razones pueden aducirse para que las sensibilidades occidentales se arroguen el derecho de juzgar si el cristianismo es válido o no? Mi pregunta a esa persona fue entonces si creía que su cultura era superior a otras distintas. Su respuesta fue un claro y rotundo “no”. “En ese caso –proseguí– ¿qué razones hay para que las objeciones de nuestra cultura al cristianismo trastornen sus distintas opiniones?”.

Conclusión.

En un deseo de profundizar aún más, imaginemos que el cristianismo no es producto exclusivo de una cultura particular, sino que es de hecho la verdad definitiva y transcultural sobre Dios. Si esa fuera la realidad del caso, cabría esperar que generara polémica y ofendiera a toda posible entidad cultural en alguno de sus puntos, y ello por la simple razón que no hay cultura o sociedad que no sea imperfecta y que no esté en perenne cambio. Si el cristianismo es cierto tendría al mismo tiempo que ofender y corregir en sus pronunciamientos. La doctrina cristiana del juicio divino podría ser ese punto de inflexión. Si Dios es Dios, entonces tiene que juzgar el pecado, si Dios es Dios, El no podia perdonarnos sin la muerte de Cristo. La Doctrina del Juicio de Dios ofende, dejemos que ofenda.

Adaptado de: Timothy Keller, La Razón de Dios: Creer en una época de escepticismo, trans. Pilar Florez, 1a Edición. (Barcelona: Andamio; Gbu Conecta, 2014), 123-129.

Sobre el autor:
Timothy J. Keller (1950-), es un pastor, teologo y autor estadounidense. BA. Bucknell University, M. Div. Gordon-Conwell Theological Seminary, D. Min. Westminster Theological Seminary (PA). Keller fue profesor por en Westminster Theological Seminary (PA), donde enseñaba eclesiologia y plantaciones de Iglesias. Keller es uno de los teólogos mas influyentes en el cristianamos en la actualidad tanto en Estados Unidos como Europa. Entre sus temas de interés e investigación estan: Apologética, Religion versus evangelio, Ministerio Urbano, Justicia Social y Política, Idolatría versus Adoración, entre otros. Keller es pastor de la Iglesia Presbiteriana del Redentor en Nueva York, (USA). Entre sus numerosos libros se encuentran: “La Cruz del Rey”, “La Razon del Matrimonio”, “Iglesia Centrada”, ” Justicia Generosa”, entre muchos otros disponibles en español.

Notas:

1 23 Mayo, 2005, Conferencia Bianual Faith Angle de Pew Forum sobre religión, política y vida pública, en Cayo Oeste, Florida. Con fecha 5 de Septiembre, puede consultarse la correspondiente transcripción en http://www.pewforum.org/Christian/Evangelical-Protestant-Churches/Myths-of-the-Modern-Megachurch.aspx ID=80.

2 Robert Bellah, et al., Habits of the Heart: Individualism and Commitment in American Life, 1.ª ed. (Universidad de California, 1985), p. 228.

3 De C. S. Lewis, The Abolition of Man (Collins, 1978), p. 46. En relación con este tema, véase también el libro de Lewis, English Literature in the Sixteenth Century, Excluding Drama en la serie Oxford History of English Literature (Oxford University Press, 1953), pp. 13–14.

4 Lewis, Abolition of Man, p. 46.

5 Alan Jacobs, en su biografía de Lewis, hace notar que insistió repetidamente en que no disentía del método propio de la ciencia como tal. Dicho método asume, de entrada, la uniformidad de la naturaleza, y no pocos estudiosos han hecho notar, en ese sentido, que ha sido el cristianismo la fuerza impulsora de las investigaciones por su propia cosmovisión. Pero lo que Lewis está ahí tratando de hacer ver es que la ciencia moderna nació ya con claros “sueños de poder”. Véase Jacobs, The Narnian: The Life and Imagination of C. S. Lewis (Harper San Francisco, 205), pp. 184–187.

ESPERANZA VIVA EN MEDIO DEL SUFRIMIENTO

ESPERANZA VIVA EN MEDIO DEL SUFRIMIENTO
POR TIMOTHY KELLER

Entonces esos poderes, que trabajan para el sufrimiento, tendrán su recompensa, y día a día producirán Tu alabanza, y mi alivio; me edificarán con cuidado y valor, hasta que llegue al cielo y, aún más, a Ti.

— George Herbert, “Aflicción IV”

Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán Su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir”.

— Apocalipsis 21:1-5

No hay nada más práctico para quienes sufren que tener esperanza. La pérdida de la esperanza es lo que hace que el sufrimiento sea insoportable. Y aquí, al final de la Biblia, está la mayor esperanza, un mundo material en el que todo el sufrimiento se ha ido, en el que toda lágrima será enjugada de nuestros ojos. Esta es una esperanza viva y transformadora.

¿A quién estaba escribiendo Juan en el libro de Apocalipsis? Estaba escribiendo a personas que sufrían cosas terribles. El versículo 4 nos muestra la lista. Estaba escribiendo a personas que estaban experimentando aflicciones, peligro de muerte, llanto y dolor. Este libro fue escrito cerca del final del primer siglo, cuando el emperador romano Domiciano estaba llevando a cabo persecuciones de cristianos a gran escala. A algunos les quitaban sus hogares y los saqueaban, y otros eran enviados a la arena para ser despedazados por bestias salvajes mientras el público observaba. Otros eran empalados en postes, cubiertos con brea y, estando aún vivos, les prendían fuego. Eso es lo que los lectores de este libro estaban enfrentando.

¿Y qué les dio Juan para que pudieran enfrentar todo esto? Juan les recordó la mayor esperanza de todas: la llegada de un cielo nuevo y una tierra nueva. Eso fue lo que les dio para enfrentarlo, y la historia nos confirma que funcionó. Sabemos que los primeros cristianos asumieron su sufrimiento con gran serenidad y paz, que cantaron himnos mientras las bestias los desgarraban y que perdonaron a sus verdugos. Es por esto que mientras más los mataban, más crecía el movimiento cristiano. ¿Por qué? Porque cuando la gente los veía morir de esa manera, decían: “Esta gente tiene algo”. Bueno, ¿saben lo que tenían? Tenían esto: una esperanza viva.

Los seres humanos son criaturas diseñadas para la esperanza. La forma en que vives ahora está completamente controlada por lo que crees sobre tu futuro. Estaba leyendo una historia hace algunos años sobre dos hombres que fueron capturados y arrojados a un calabozo. Justo antes de ir a prisión, uno de los hombres descubrió que su esposa y su hijo estaban muertos, y el otro se enteró de que su esposa y su hijo estaban vivos y lo esperaban. En los primeros años de su encarcelamiento, el primer hombre se consumió de tristeza y finalmente murió. Pero el otro hombre aguantó, se mantuvo fuerte y salió diez años después. Ten en cuenta que estos dos hombres experimentaron las mismas circunstancias pero respondieron de manera diferente porque, aunque experimentaron el mismo presente, tenían la mente puesta en futuros diferentes. El futuro era lo que determinaba la forma en que manejaban el presente.

Juan tenía razón, entonces, al ayudar a las personas que sufren dándoles una esperanza. ¿Crees que cuando mueras sencillamente te pudrirás? ¿Crees que la vida en este mundo es toda la felicidad que obtendrás? ¿Crees que algún día el sol va a morir, que toda la civilización humana se extinguirá y que nadie recordará nada de lo que se haya hecho? Esa es una forma de imaginar tu futuro. Pero aquí está otra. ¿Crees en “un cielo nuevo y una tierra nueva”? ¿Crees que toda maldad e injusticia será juzgada en el día del juicio? ¿Crees que te diriges hacia un futuro de gozo eterno? Esos son dos futuros completamente diferentes, y lo que creas determinará la manera en que vas a manejar tus prisiones, tu sufrimiento.


Este artículo Esperanza viva en medio del sufrimiento fue adaptado de una porción del libro Caminando con Dios a través de el dolor y el sufrimiento, publicado por Poiema Publicaciones. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace. Conoce todos los libros de Timothy Keller en español.

EL SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO

Esclavos de Cristo

EL SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO

TIMOTHY KELLER Y KATHY KELLER

Escribo esta recensión cuando no falta mucho para que cumpla cuarenta y dos años de matrimonio. A lo largo de este tiempo he leído bastantes libros sobre el tema y al serme propuesto éste, he pensado: ¿otro libro sobre el matrimonio? Con todo, he emprendido la lectura del libro de los Keller con interés porque alguien a quien aprecio y cuyos comentarios me merecen mucha confianza me dijo: «este libro de Tim Keller es quizás el mejor que se haya escrito sobre el matrimonio».

De entrada, cabe decir que es aleccionador que sean coautores el Sr. y la Sra. Keller, ya que un tema tan complejo como este, en el que intervienen invariablemente un hombre y una mujer, precisa –a nivel humano- de los puntos de vista complementarios del esposo y la esposa. Así lo ratifica Tim en la primera de sus notas: “Kathy y yo tenemos una concepción compartida de lo que es el matrimonio”. También es motivo de confianza el que en el momento de escribirlo, llevaban ya treinta y siete años casados.

En la Introducción se clarifica que se trata de un libro para gente casada y también para personas no casadas, y que aun estando basado en la experiencia personal de los autores, la principal fuente del material expuesto es la Biblia, ya que la Biblia tiene mucho que decir acerca de esta institución establecida por Dios “para bienestar y felicidad de la humanidad”.

En países del mundo occidental como el nuestro, para un elevado porcentaje de la sociedad, el matrimonio es una institución en descrédito, a tenor del alto índice de fracasos. Y en los casos en que se puede hablar de un camino de rosas, estas no carecen de espinas. Y es que, como empieza diciendo el libro, “el matrimonio es muchas cosas, lo que nunca va a ser es mero y banal sentimentalismo…. Es compromiso como marco de experiencias agridulces, en el que puede experimentarse el gozo más maravilloso, los momentos más difíciles de sangre, sudor y lágrimas…”.

Como hilo conductor que enlazará los diversos capítulos que componen la obra, el autor ha seleccionado el pasaje de Efesios 5:18-33. Pero antes de entrar en materia, en el primer capítulo pasa a examinar las diversas tendencias que se configuran alrededor del matrimonio en nuestro tiempo. Si bien los datos aportados se refieren mayormente a los Estados Unidos, es cierto que Europa -y en ella España- no está a la zaga, si no es que en algunos aspectos va incluso por delante. Estas tendencias nos hablan de un declive de la institución, promovido básicamente por el desenfoque ocasionado por la meta que se impone cada uno de los miembros de hacer que imperen “mis intereses para realizarme personalmente”. Esto hace que en tantos casos el objetivo para el matrimonio sea encontrar una pareja que sea una persona sana, interesante y satisfecha con su vida, y que no demande demasiado de uno. Los fracasos consiguientes han ocasionado que haya un gran sector de detractores del matrimonio y de la fidelidad al mismo, que propugnen alternativas, aunque no sean capaces de presentar evidencias de que sean más exitosas.

¿A quién se dirije el libro?

El significado del matrimonio Timothy Keller y Kathy Keller - tapaEl origen de este interesante libro fueron unas predicaciones sobre el matrimonio, resultando un libro fácil de leer y altamente recomendable para toda pareja que proyecte casarse, como también para las que ya llevan un recorrido corto o largo en el matrimonio. En el primer caso ayudará a algunos a ir enfrentando las dificultades que irán encontrando al caminar juntos. En el segundo, supondrá, desde un refuerzo a los aciertos que hayan tenido en su vida matrimonial, hasta una luz en medio de la tormenta para los que estén pasando por ella. Como dicen en el epílogo: El matrimonio “en su verdadera dimensión es algo abrumador y extraordinario.”

Finalmente cabe felicitar a la editorial por la presentación que han dado a la serie de libros de Tim Keller que los hace muy cómodos de leer.
¿Qué importancia tiene una concepción bíblica sobre el matrimonio? ¿La sociedad necesita ver un ejemplo bíblico sobre el matrimonio? ¿Estás preparado para vivir un matrimonio conforme a lo que Dios estableció?

Puedes adquirir el libro en Kindle:

El significado del matrimonio, Enfrentando las dificultades del compromiso con la sabiduría de Dios. 295 pg.

Libro físico a través de contacto Televentas de Editorial Peregrino o en Libros Desafio.

Daniel Pujol, Adjunto al Secretario General de la Alianza Evangélica Española y Secretario Comisión Teología.
Fundador y Director Creativo 

Esclavo de Cristo sólo por Su Eterna Gracia, esposo de Georgia Blidar y padre de Ecaterina Esperanza. Cristiano bautista Reformandose y miembro de la Iglesia Bautista Gracia Soberana en Santiago de Chile. De profesión Ingeniero en Informática y Developer & Web Design y apasionado por el dibujo.

¿Por qué es importante la doctrina del infierno?

Coalición por el Evangelio

¿Por qué es importante la doctrina del infierno?

TIM KELLER

En 2003, un grupo de investigación descubrió que el 64% de los estadounidenses esperan ir al cielo cuando mueran, pero menos del 1% piensa que podrían ir al infierno. No solo hay muchas personas hoy en día que no creen en la enseñanza de la Biblia sobre el castigo eterno. Incluso aquellos que sí creen en él lo encuentran un concepto irreal y remoto. Sin embargo, es una parte muy importante de la fe cristiana por varias razones.

1. El infierno es importante porque Jesús enseñó sobre esto más que todos los demás autores bíblicos juntos.

Jesús habla de “fuego y castigo eternos” como la morada final de los ángeles y seres humanos que han rechazado a Dios (Mt. 25:4146). Él dice que aquellos que se entreguen al pecado estarán en peligro del “fuego del infierno” (Mt. 5:2218:8-9.) La palabra que Jesús usa para “infierno” es Gehenna, un valle en el que se quemaban diariamente pilas de basura, así como los cadáveres de aquellos sin familia que pudiera enterrarlos. En Marcos 9:43, Jesús habla de una persona que va al “infierno [gehenna], donde su gusano no muere y el fuego no se apaga”. Jesús se refiere a los gusanos que viven en los cadáveres en el montón de basura. Cuando toda la carne es consumida, los gusanos mueren. Sin embargo, Jesús está diciendo que la descomposición espiritual del infierno nunca termina, y es por eso que “su gusano no muere”.

En Mateo 10:28, Jesús dice: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno”. Él está hablando a los discípulos, algunos de los cuales eventualmente serán torturados, cortados por la mitad, desollados, y quemados vivos. Sin embargo, Jesús dice que eso es un picnic comparado con el infierno. Claramente, para Jesús, el infierno era un lugar real, ya que dijo que después del juicio las personas lo experimentarían en sus cuerpos. El infierno es un lugar no solo de sufrimiento físico sino también espiritual.

Si Jesús, el Señor del amor y el autor de la gracia habló sobre el infierno con mayor frecuencia y de una manera más vívida y cruda que nadie, debe ser una verdad crucial.

Jesús describió constantemente al infierno como fuego doloroso y “oscuridad exterior” (Mt. 25:30; cp. Jd. 6,7,13), un lugar de inimaginable y terrible miseria e infelicidad. Si Jesús, el Señor del amor y el autor de la gracia habló sobre el infierno con mayor frecuencia y de una manera más vívida y cruda que nadie, debe ser una verdad crucial. Pero ¿por qué era tan importante para Jesús?

2. El infierno es importante porque muestra cuán infinitamente dependientes somos de Dios para todo.

Prácticamente todos los comentaristas y teólogos creen que las imágenes bíblicas de fuego y oscuridad exterior son metafóricas. (Dado que las almas están ahora en el infierno, sin cuerpos, ¿cómo podría ser un fuego literal y físico?). Incluso Jonathan Edwards señaló que el lenguaje bíblico para el infierno era simbólico, pero, agregó, “cuando se usan metáforas en las Escrituras acerca de cosas espirituales… ellas no llegan a la verdad literal” (tomado de Los tormentos del infierno son excesivamente grandes, en el volumen 14 de la edición de Yale de las obras de Edwards). Decir que la imagen bíblica del infierno de fuego no es del todo literal no es nada cómodo. La realidad será mucho peor que la imagen. ¿Para qué sirven los símbolos de “fuego” y “oscuridad”? Son formas vívidas de describir lo que sucede cuando perdemos la presencia de Dios. La oscuridad se refiere al aislamiento, y el fuego a la desintegración de estar separados de Dios. Lejos del favor y el rostro de Dios, literalmente, horrorosamente y sin cesar, nos separamos.

En la enseñanza de Jesús, la condena final de la boca de Dios es: “apártense de mí”. Eso es extraordinario: ¡simplemente estar lejos de Dios es lo peor que nos puede pasar! ¿Por qué? Porque originalmente fuimos creados para caminar en la presencia inmediata de Dios (Gn. 2). En cierto sentido, por supuesto, Dios está en todas partes y lo sostiene todo. Solo en Él todos hablamos, nos movemos, y tenemos nuestro ser (Hch. 17:28). En ese sentido, entonces, es imposible apartarse del Señor; incluso el infierno no puede existir a menos que Dios lo sostenga. Pero la Biblia dice que el pecado nos excluye del “rostro” de Dios (Is. 59:2). Toda la vida, gozo, amor, fortaleza, y significado que hemos buscado y anhelado se encuentra en su rostro (Sal. 16:11). Es decir, en su favor, presencia, compañerismo, y placer.

El pecado nos separa de ese aspecto de su poder que nos sostiene y nos sustenta. Para nosotros es como el agua es para un pez que se aleja de ella. Nuestra vida se desvanece lentamente. Eso es lo que nos ha estado pasando a lo largo de la historia. Por eso, para Pablo, el fuego eterno y la destrucción del infierno es ser “excluidos de la presencia del Señor” (2 Ts. 1:9). La separación de Dios y sus bendiciones para siempre es la realidad a la que apuntan todos los símbolos. Por ejemplo, cuando Jesús habla de ser “destruido” en el infierno, la palabra que se usa es apollumi, que no significa ser aniquilado de la existencia sino ser destruido y arruinado para ser inútil para su propósito previsto.

La imagen del gehenna y los gusanos significa descomposición. Una vez que un cuerpo está muerto, pierde su belleza, su fuerza, y su coherencia. Comienza a romperse en sus partes constituyentes, apestar, y desintegrarse. Entonces, ¿qué es un alma humana “destrozada”? No deja de existir, sino que se vuelve completamente incapaz de todas las cosas para las que un alma humana es: razonar, sentir, elegir, y dar o recibir amor o alegría. ¿Por qué? Porque el alma humana fue construida para adorar y disfrutar al verdadero Dios, y toda la vida verdaderamente humana fluye de eso. En este mundo, toda la humanidad, incluso aquellos que se han alejado de Dios, todavía son sustentados por “providencias amables” o “gracia común” (Hch. 14:16-17Sal. 104:10-30Stg. 1:17) manteniéndonos todavía capaces de sabiduría, amor, alegría, y bondad. Pero cuando perdemos del todo la presencia solidaria de Dios, el resultado es el infierno.

3. Es importante porque revela la gravedad y el peligro de vivir la vida para ti mismo.

En Romanos 1-2, Pablo explica que Dios, en su ira contra los que lo rechazan, “los entrega” a las pasiones pecaminosas de sus corazones. Los comentaristas (como Douglas Moo) señalan que esto no puede significar que Dios impulsa a la gente a pecar, ya que en Efesios 4:19 se dice que los pecadores se entregan a sus deseos pecaminosos. Significa que el peor (y más justo) castigo que Dios puede dar a las personas es permitirles el deseo más profundo de sus corazones pecaminosos.

El peor (y más justo) castigo que Dios puede dar a las personas es permitirle el deseo más profundo de sus corazones pecaminosos.

¿Qué es eso? El deseo del corazón humano pecador es la independencia. Queremos elegir y seguir nuestro propio camino (Is. 53: 6). Esto no es un inútil “vagar por el camino”. Como Jeremías lo pone: “Ninguno se arrepiente de su maldad… Cada cual vuelve a su carrera, Como caballo que se lanza en la batalla” (8:6). Queremos alejarnos de Dios pero, como hemos visto, esto es lo más destructivo para nosotros. Caín está advertido de no pecar porque el pecado es esclavitud (Gé. 4:7; Jn. 8:34). Destruye tu capacidad de elegir, amar, y disfrutar. El pecado también te produce ceguera: cuanto más rechazas la verdad acerca de Dios, más incapaz eres de percibir cualquier verdad sobre ti o sobre el mundo (Is. 29: 9-10Ro. 1:21)

¿Qué es el infierno, entonces? Es Dios entregándonos activamente a lo que hemos elegido libremente: seguir nuestro propio camino, ser nuestro propio “amo de nuestro destino, el capitán de nuestra alma”, para alejarnos de Él y su control. Es Dios desterrándonos a regiones a las que hemos tratado desesperadamente de llegar todas nuestras vidas. J. I. Packer escribe: “Las Escrituras ven el infierno como elegido por las personas… aparece como el gesto de Dios de respeto por la elección humana. Todos reciben lo que realmente eligieron, ya sea estar con Dios para siempre, adorándolo, o sin Dios para siempre, adorándose a sí mismos” (Concise Theology, p. 262-263). Si lo que más deseas es adorar a Dios en la belleza de su santidad, entonces eso es lo que obtendrás (Sal. 96:9-13). Si lo que más deseas es ser tu propio amo, entonces la santidad de Dios se convertirá en una agonía, y la presencia de Dios en un terror del que huirás para siempre (Ap. 6:16; cp. Is. 6:1-6).

¿Por qué es tan importante enfatizar esto en nuestra predicación y enseñanza hoy? La idea del infierno es inverosímil para las personas porque consideran injusto que se impongan castigos infinitos por pasos falsos finitos, relativamente pequeños (como no abrazar el cristianismo). Además, casi nadie conoce a nadie (incluidos ellos mismos) que parezca lo suficientemente malo como para merecer el infierno. Pero la enseñanza bíblica sobre el infierno responde a estas dos objeciones. Primero, nos dice que las personas solo obtienen en la otra vida lo que más han deseado, ya sea tener a Dios como Salvador y Amo, o ser sus propios salvadores y amos. En segundo lugar, nos dice que el infierno es una consecuencia natural. Incluso en este mundo está claro que el egocentrismo, en lugar de centrarse en Dios, te hace miserable y ciego. Cuanto más egocéntricas, centradas en sí mismas, autocompasivas, y autojustificadas son las personas, más colapsos ocurren relacionalmente, psicológicamente, e incluso físicamente. También profundizan en la negación sobre el origen de sus problemas.

Por otro lado, un alma que ha decidido centrar su vida en Dios y Su gloria se mueve hacia el aumento de la alegría y la integridad. Podemos ver estas dos trayectorias incluso en esta vida. Pero si, como enseña la Biblia, nuestras almas continuarán para siempre, entonces solo imagine dónde estarán estas dos clases de almas en un billón de años. El infierno es simplemente el camino libremente elegido por uno para siempre. Queríamos alejarnos de Dios, y Dios, en su justicia infinita, nos envía a donde queríamos ir.

El infierno es una prisión en la que las puertas primero las cerramos por dentro y por lo tanto Dios las cierra por fuera.

En la parábola de Lucas 16:19 en adelante, Jesús nos habla de un hombre rico que va al infierno, y que ahora está atormentado y tiene una sed horrible debido al fuego (v. 24). Pero hay información interesante sobre lo que está sucediendo en su alma. Insta a Abraham a enviar un mensajero para ir y advertir sobre la realidad del infierno a sus hermanos que aún viven. Los comentaristas han señalado que esto no es un gesto de compasión, sino más bien un esfuerzo por cambiar la culpa. Está diciendo que no tuvo oportunidad, que no tuvo la información adecuada para evitar el infierno. Ese es claramente su punto, porque Abraham dice con fuerza que las personas en esta vida han sido bien informadas a través de las Escrituras. Es intrigante encontrar exactamente lo que esperaríamos: incluso sabiendo que él está en el infierno y sabiendo que Dios lo envió allí, está profundamente en negación, enojado con Dios, incapaz de admitir que fue una decisión justa, deseando poder ser menos miserable (v. 24) pero de ninguna manera dispuesto a arrepentirse o buscar la presencia de Dios.

Creo que una de las razones por las que la Biblia nos habla sobre el infierno es que puede actuar como “sales aromáticas” sobre el verdadero peligro y la gravedad de los pecados, incluso los menores. Sin embargo, he hallado que solo enfatizar los símbolos del infierno (fuego y oscuridad) en la predicación en lugar de ir a lo que se refieren a los símbolos (la descomposición espiritual y eterna) en realidad impide que las personas modernas encuentren al infierno como un elemento de disuasión. Recuerdo que hace algunos años un hombre me dijo que hablar sobre los fuegos del infierno simplemente no lo asustaba. Le parecía demasiado descabellado, incluso tonto. Así que le leí las líneas de C.S. Lewis:

“El infierno comienza con un humor gruñón, siempre quejándose, siempre culpando a los demás… Pero todavía eres distinto de eso. Incluso puedes criticarlo en ti mismo y desearte poder detenerlo. Pero puede llegar un día en que ya no puedas. Entonces no quedará nada para criticar el estado de ánimo o incluso para disfrutarlo, sino solo el gruñido en sí mismo, que continúa como una máquina. No se trata de que Dios nos envíe al infierno. En cada uno de nosotros hay algo que está creciendo, que será un infierno a menos que sea cortado de raíz”.

Para mi sorpresa, se quedó muy callado y dijo: “Ahora eso me asusta de muerte”. Casi de inmediato comenzó a ver que el infierno era perfectamente justo y correcto, y algo a lo que se daba cuenta de que podría ir si no cambiaba. Si realmente queremos que los escépticos y los no creyentes se asusten adecuadamente con el infierno, no podemos simplemente repetir una y otra vez que “el infierno es un lugar de fuego”. Debemos profundizar en las realidades que representan las imágenes bíblicas. Cuando lo hagamos, encontraremos que incluso las personas seculares pueden verse afectadas.

Salimos corriendo de la presencia de Dios y, por lo tanto, Dios nos entrega activamente a nuestro deseo (Ro. 1:2426). Por lo tanto, el infierno es una prisión en la que las puertas primero las cerramos por dentro y por lo tanto Dios las cierra por fuera (Lc. 16:26). Todo indica que esas puertas continúan permaneciendo por siempre cerradas desde adentro. Aunque cada rodilla y lengua en el infierno sabe que Jesús es el Señor (Fil. 2:10-11), nadie puede buscar o desear ese señorío sin el Espíritu Santo (1 Co. 12:3). Por eso podemos decir que nadie se va al infierno si no elige ir y quedarse allí. ¿Qué podría ser más justo que eso?

4. La doctrina del infierno es importante porque es la única forma de saber cuánto nos amó Jesús y cuánto hizo por nosotros.

En Mateo 10:28, Jesús dice que ninguna destrucción física puede compararse con la destrucción espiritual del infierno, de perder la presencia de Dios. Pero esto es exactamente lo que le sucedió a Jesús en la cruz: fue abandonado por el Padre (Mt. 27:46). En Lucas 16:24, el hombre rico en el infierno tiene una sed desesperada (v. 24) y en la cruz Jesús dijo: “Tengo sed” (Jn. 19:28.) El agua de la vida, la presencia de Dios, fue quitada de Él. El punto es este: A menos que nos enfrentemos a esta doctrina terrible, nunca comenzaremos a comprender las profundidades de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Su cuerpo estaba siendo destruido de la peor manera posible, pero eso era una picadura de pulga en comparación con lo que le estaba pasando a su alma. Cuando gritó que su Dios lo había abandonado, Él mismo estaba experimentando el infierno. Pero considera esto: si nuestra deuda por el pecado es tan grande que nunca se paga allí, sino que nuestro infierno se prolonga por la eternidad, entonces, ¿qué podemos concluir del hecho de que Jesús dijo que el pago estaba “consumado” (Jn. 19:30) después de solo tres horas? Aprendemos que lo que sintió en la cruz fue mucho peor y más profundo que todos nuestros merecidos infiernos juntos.

Solo a través de la cruz puede eliminarse nuestra separación de Dios y pasaremos toda la eternidad amando y alabando a Dios por lo que ha hecho.

Y esto tiene sentido emocional cuando consideramos la relación que perdió. Si un conocido leve te denuncia y te rechaza, eso duele. Si un buen amigo hace lo mismo, eso duele mucho peor. Sin embargo, si tu cónyuge te deja diciendo: “No quiero volver a verte nunca más”, eso es mucho más devastador aún. Cuanto más larga, profunda, y más íntima sea la relación, más tortuosa es la separación. Pero la relación del Hijo con el Padre no tenía principio y era infinitamente mayor que la relación humana más íntima y apasionada. Cuando Jesús fue separado de Dios, entró en el pozo más profundo y el horno más poderoso, más allá de toda imaginación. Él experimentó la completa ira del Padre. Y lo hizo voluntariamente, por nosotros.

Muy a menudo me encuentro con personas que dicen: “Tengo una relación personal con un Dios amoroso, y sin embargo, no creo en Jesucristo en absoluto”. ¿Por qué?, pregunto. “Mi Dios es demasiado amoroso para derramar sufrimientos infinitos sobre cualquiera por el pecado”. Pero esto muestra un profundo malentendido tanto de Dios como de la cruz. En la cruz, Dios mismo, encarnado como Jesús, tomó el castigo. Él no lo puso en un tercero, por más que aquella persona quisiera.

Entonces la pregunta es: ¿cuánto le costó a tu clase de dios amarnos y abrazarnos? ¿Qué soportó él para recibirnos? ¿Dónde agonizaba, gritaba este dios, y dónde estaban sus uñas y sus espinas? La única respuesta es: “No creo que fuera necesario”. Pero entonces, irónicamente, en nuestro esfuerzo por hacer que Dios sea más amoroso, lo hemos hecho menos amoroso. Su amor, al final, no necesitaba actuar. Era sentimentalismo, no amor en absoluto. La adoración de un dios como este será, a lo sumo, impersonal, cognitiva, y ética. No habrá un abandono alegre, ni una audacia humilde, ni una constante sensación de asombro. No podríamos cantarle: “¡Amor tan asombroso, tan divino, exige mi alma, mi vida, mi todo!”. Solo a través de la cruz puede eliminarse nuestra separación de Dios y pasaremos toda la eternidad amando y alabando a Dios por lo que ha hecho (Ap. 5: 9-14).

El Salvador presentado en el evangelio se adentró en el infierno en lugar de perdernos, y ningún otro salvador retratado jamás nos ha amado a tal costo.

Y si Jesús no experimentó el infierno por nosotros, entonces nosotros mismos somos devaluados. En Isaías se nos dice: “Debido a la angustia de Su alma, El lo verá y quedará satisfecho” (Is. 53:11). Este es un pensamiento estupendo. Jesús sufrió infinitamente más que cualquier alma humana en el infierno eterno. Sin embargo, nos mira y dice: “Valió la pena”. ¿Qué podría hacernos sentir más amados y valorados que eso? El Salvador presentado en el evangelio se adentró en el infierno en lugar de perdernos, y ningún otro salvador retratado jamás nos ha amado a tal costo.

Conclusión

La doctrina del infierno es crucial: sin ella no podemos entender nuestra completa dependencia de Dios, el carácter y el peligro de los pecados más pequeños, y el verdadero alcance del costoso amor de Jesús. Sin embargo, es posible enfatizar la doctrina del infierno de maneras imprudentes. Muchos, por temor a un compromiso doctrinal, quieren poner todo el énfasis en el juicio activo de Dios, y ninguno en el carácter autoelegido del infierno. Irónicamente, como hemos visto, este desequilibrio no bíblico a menudo lo hace menos disuasivo para los no creyentes. Y algunos pueden predicar el infierno de tal manera que las personas reformen sus vidas solo por un temor egoísta de evitar las consecuencias, no por amor y lealtad a la Persona que abrazó y experimentó el infierno en nuestro lugar. La distinción entre esos dos motivos es de suma importancia. El primero crea un moralista, el segundo un creyente nacido de nuevo.

Debemos aceptar el hecho de que Jesús dijo más sobre el infierno que Daniel, Isaías, Pablo, Juan, y Pedro juntos. Antes de descartar esto, debemos darnos cuenta de que le estaríamos diciendo a Jesús, el maestro preeminente del amor y la gracia en la historia: “Soy menos bárbaro que tú, Jesús; soy más compasivo y más sabio que tú”. ¡Seguramente eso debería darnos una pausa! De hecho, al reflexionar, vemos que es debido a la doctrina del juicio y al infierno que las proclamaciones de gracia y amor de Jesús son tan asombrosas.


Publicado primero en Redeemer Churches and Ministries. Traducido por Josué Barrios.

Tim Keller es un autor, teólogo y apologista. Fue el pastor fundador de Redeemer Presbyterian Church (PCA) en Manhattan, Nueva York, y es cofundador y vice presidente de The Gospel Coalition.