Fe para el futuro

JUNIO, 11

Fe para el futuro

Devocional por John Piper

Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí. (2 Corintios 1:20)

Si «tantas como sean las promesas de Dios, en [Jesús] todas son sí», entonces confiar en él ahora en el presente es creer que sus promesas se harán realidad.

No se trata de dos tipos de fe separadas: confiar en él y creer en sus promesas. Creer en Jesús es creer que él cumple su palabra. Estar satisfechos en el Jesús crucificado y resucitado incluye el creer que, en todo momento futuro y hasta la eternidad, nada nos separará su amor o impedirá que él haga que todas las cosas ayuden para nuestro bien.

Sumando todo esto, yo diría que la belleza espiritual que necesitamos abrazar es la belleza de Dios que estará a nuestra disposición en el futuro, garantizada para nosotros por la gloriosa gracia del pasado.

Necesitamos saborear ahora la belleza espiritual de Dios en todas sus victorias pasadas —en especial en la muerte y resurrección de Cristo por nuestros pecados— y en todas sus promesas. Nuestra seguridad y confianza deben estar en todo lo que Dios mismo hará por nosotros en el próximo instante, y en el próximo mes, y por los siglos infinitos de la eternidad: «la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo» (2 Corintios 4:6).

Él y solo él es quien satisfará nuestra alma en el futuro. Y es el futuro el que tiene que estar garantizado y satisfecho con riquezas espirituales de gloria, si hemos de vivir la vida cristiana radical que Cristo nos llama a vivir aquí y ahora.

Si nuestro deleite presente de Cristo ahora —nuestra fe actual— no incluye el sí para todas las promesas de Dios, entonces no abrazará el poder para el servicio radical en la fuerza que Dios (a cada momento en el futuro) suplirá (1 Pedro 4:11).

Mi oración es que reflexionar de esta manera sobre la esencia de la fe nos ayudará a evitar caer en afirmaciones superficiales y simplistas acerca del creer en las promesas de Dios. Es algo profundo y maravilloso.

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Cuando la razón sirve a la rebelión

JUNIO, 10

Cuando la razón sirve a la rebelión

Devocional por John Piper

El perezoso dice: Hay un león afuera; seré muerto en las calles. (Proverbios 22:13)

Eso no es lo que esperaba que dijera el proverbio. Esperaba que dijera: «El cobarde dice: Hay un león afuera; seré muerto en las calles». Pero dice perezoso, no cobarde. Así que la emoción determinante aquí es la pereza, no el miedo.

Pero ¿cuál es la relación entre la pereza y el peligro de que hay un león en las calles? No solemos decir: «Este hombre es demasiado perezoso para ir a hacer su trabajo porque hay un león afuera».

El punto es que el perezoso inventa situaciones imaginarias para justificar el hecho de que no esté haciendo su trabajo y por eso, en lugar de enfocarse en el vicio de su pereza, dirige la atención al peligro de los leones. Nadie aprobaría que se quedara en su casa todo el día solo porque es perezoso.

Una verdad bíblica profunda que necesitamos conocer es que nuestro corazón hace uso de la mente para justificar lo que el corazón quiere. Es decir, nuestros más profundos deseos preceden al funcionamiento racional de nuestra mente, e inclinan la mente a percibir y pensar de modo tal que nuestros deseos parezcan correctos.

Eso es lo que el perezoso está haciendo. Tiene un profundo deseo de quedarse en su casa y no trabajar, pero no tiene una buena razón para quedarse en casa. ¿Qué hace entonces? ¿Se sobrepone al deseo incorrecto? No, más bien hace uso de su mente para inventar circunstancias irreales que justifiquen su deseo.

Hacer el mal que amamos nos hace enemigos de la luz de la verdad. En esta condición la mente se convierte en una fábrica de verdades a medias, estratagemas, sofismas, evasiones y mentiras —todo lo que le permita resguardar los malos deseos del corazón con tal de no ponerlos al descubierto y destruirlos—.

Tengámoslo en cuenta y seamos sabios.

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Glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo

JUNIO, 08

Glorifiquemos a Dios en nuestro cuerpo

Devocional por John Piper

Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. (1 Corintios 6:20)

«Adoración» es el término que utilizamos para abarcar todos los actos del corazón, la mente y el cuerpo que expresan de manera intencional el infinito valor de Dios. Es para esto que fuimos creados.

No pensemos en cultos de adoración cuando meditemos en la adoración. Esa es una limitación enorme que no se encuentra en la Biblia. Todo en la vida debiera ser adoración.

Tomar desayuno, por ejemplo, o comer un bocado a media mañana: «Ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Comer y beber son de las actividades más básicas que podemos realizar. ¿Qué más podría ser más humano y real?

Tomemos el sexo como ejemplo. Pablo dice que la alternativa a la fornicación es la adoración:

Huid de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo (1 Corintios 6:18?20).

Consideremos la muerte como último ejemplo. Esto ocurrirá en nuestro cuerpo. De hecho, será el último acto del cuerpo en este mundo. El cuerpo diciendo adiós. ¿Cómo deberemos adorar en ese último acto del cuerpo? Vemos la respuesta en Filipenses 1:20-21. Pablo dice que su esperanza es que Cristo sea exaltado en su cuerpo por medio de la muerte. Luego agrega: «Para mí… el morir es ganancia». Expresamos el infinito valor de Cristo al morir considerando la muerte como ganancia.

Tenemos un cuerpo, pero no es nuestro: «Por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo».

Estamos siempre en un templo: adoremos en todo momento.

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Hablando a Tus Lágrimas

Hablando a Tus Lágrimas

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John Piper

Los que siembran con lágrimas segarán con gritos de júbilo. El que con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas.

alimentemos_el_almaNo hay nada triste en sembrar semillas. No lleva más trabajo que cosechar. Los días pueden ser hermosos. Puede haber una gran esperanza de cosecha. Sin embargo el salmo habla de «sembrar con lágrimas.» Dice que alguien «con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra.» Así que, ¿Por qué están llorando?

Creo que la razón no es que el sembrar sea triste o difícil. Creo que la razón no tiene nada que ver con sembrar. Sembrar es un trabajo que simplemente hay que hacer a pesar de que haya otras cosas en la vida que nos hacen llorar. Los cultivos no esperan a que nuestra tristeza pase o a que resolvamos todos nuestros problemas. Si queremos comer en invierno tenemos que ir al campo a sembrar, estemos llorando o no.

Este salmo nos enseña la difícil verdad de que hay trabajo que hacer aunque no estemos dispuestos emocionalmente; y que es bueno que lo hagamos. Supongámos que estás muy deprimido y es hora de sembrar la semilla. Dices, «no puedo sembrar el campo esta primavera, porque estoy deprimido.» Si haces eso, no comerás en invierno.

Pero supongamos que dices, «Estoy muy deprimido. Lloro si se me termina la leche en el desayuno. Lloro si el teléfono y la puerta suenan al mismo tiempo. Lloro sin motivo alguno. Pero el campo necesita ser sembrado. Así es la vida. No tengo ganas de hacerlo, pero tomaré mi bolsa de semillas y lloraré mientras cumplo con mi deber. Sembraré con lágrimas.»

Si haces eso, la promesa del salmo es que «segarás con gritos de júbilo.» Tú «Volverás con gritos de alegría, trayendo tus gavillas.» No porque las lágrimas al sembrar produzcan la alegría de segar, sino simplemente porque la mera siembra produce la siega, y tienes que recordar esto aún cuando tus lágrimas te tienten a abandonar la siembra.

Así que la lección es esta: Cuando haya trabajos simples y directos pendientes de hacer, y estás lleno de tristeza, y las lágrimas fluyen fácilmente, adelante, realizá los trabajos con lágrimas. Sé realista. Di a tus lágrimas: «Lágrimas, las siento. Me hacen querer rendirme. Pero hay un campo que sembrar (platos que lavar, coches que arreglar, sermones que escribir). Se que van a mojar mi cara varias veces hoy, pero tengo trabajo que hacer y simplemente tendrán que venir conmigo. Mi intención es tomar la bolsa de semillas y sembrar. Si vienen conmigo tendrán que mojar los surcos.»

Luego, tomando como base la Palabra de Dios, digan, ‘Lágrimas, se que no van a quedarse para siempre. El hecho de que acabe de hacer mi trabajo (con lágrimas y todo) traerá al final una cosecha de bendición. Así que podrán fluir si quieren. Pero creo (aún no lo veo o lo siento completamente)—creo que el simple trabajo de mi sembrar traerá gavillas de cosecha. Y sus lágrimas, se convertirán en alegría.»

Aprendiendo a sembrar firmemente,

Pastor John