“Gad, ejército lo acometerá; mas él acometerá al fin.” Génesis 49:19.

11 de Mayo
“Gad, ejército lo acometerá; mas él acometerá al fin.” Génesis 49:19.

a1Algunos de nosotros hemos sido como la tribu de Gad. Por un tiempo nuestros adversarios fueron demasiado numerosos para nosotros, y vinieron en contra nuestra como una tropa. Sí, y por un tiempo nos acometieron y mostraron gran exultación por causa de su victoria temporal. Con eso únicamente demostraron que la primera parte de la herencia familiar es nuestra realmente, pues el pueblo de Cristo, como Dan, será acometido por una tropa. Ser acometido es muy doloroso, y habríamos desesperado, si no hubiésemos creído por fe, en la segunda parte de la bendición de nuestro padre, “él acometerá al fin.” “Bien está lo que bien acaba”, dijo el poeta del mundo; y dijo la verdad. Una guerra ha de ser juzgada, no por los primeros éxitos o reveses, sino por lo que ocurre “al fin”. El Señor dará la victoria a la verdad y a la justicia “al fin”; y, como dice el señor Bunyan, eso quiere decir para siempre, pues nada puede sobrevenir después del fin.

Lo que necesitamos es una paciente perseverancia en hacer el bien, y una tranquila confianza en nuestro glorioso Capitán. Cristo, nuestro Señor Jesús, quiere enseñarnos Su arte santa de poner nuestros rostros como un pedernal para completar nuestra obra o para atravesar nuestro sufrimiento hasta que podamos decir: “consumado es.” Aleluya. ¡Victoria! ¡Victoria! Nosotros creemos en la promesa. “Él acometerá al fin.”

La Chequera del Banco de la Fe. Traducción de Allan Román

Spurgeon, C. H. (2008). La Chequera del Banco de la Fe. Bellingham, WA: Logos Bible Software.

“De manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” Hebreos 13:6.

10 de Mayo
“De manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” Hebreos 13:6.

a1Debido a que el Señor nunca nos dejará ni nos abandonará, hemos de estar muy contentos con las cosas que tenemos. Puesto que el Señor es nuestro, no nos podemos quedar sin ningún amigo, sin ningún tesoro y sin ninguna morada. Esta seguridad debe hacernos sentir que somos muy independientes de los hombres. Contando con tal amparo, no nos sentimos tentados a amedrentarnos delante de nuestros semejantes, ni a pedirles permiso para considerar a nuestras vidas como nuestras propias vidas; por el contrario, lo que decimos, lo decimos valerosamente, y desafiamos la contradicción.

El que teme a Dios no tiene nada más que temer. Hemos de vivir en tal temor del Dios vivo, que todas las amenazas que pudieran ser usadas por el más altivo perseguidor no deberían tener más efecto en nosotros que el silbido del viento. El hombre en estos días no puede hacer tanto en contra nuestra como lo que podía hacer cuando el apóstol escribió el versículo que encabeza esta reflexión. El potro de tormento y la hoguera están fuera de moda. El Gigante llamado el Papa no puede quemar a los peregrinos ahora. Si los seguidores de falsos maestros intentan la cruel burla y el escarnio, no nos sorprendemos por ello, pues los hombres de este mundo no pueden amar a la simiente celestial. ¿Qué pasa entonces? Debemos soportar el escarnio del mundo. El escarnio no quiebra ningún hueso. Con la ayuda de Dios, seamos valerosos, y cuando el mundo se enfurezca, que lo haga, pero no debemos tenerle miedo.

La Chequera del Banco de la Fe. Traducción de Allan Román

Spurgeon, C. H. (2008). La Chequera del Banco de la Fe. Bellingham, WA: Logos Bible Software.