La inerrancia e infalibilidad de la Biblia
La inerrancia e infalibilidad de la Biblia
Autor: Harold O. J. Brown
“Inerrancia» e «infalibilidad» son términos teológicos que muchos cristianos usan cuando definen la singularidad de la Biblia. Los cristianos creen que Dios ha comunicado las buenas nuevas de la salvación tanto «en persona», a través de Jesucristo, como «por escrito», a través de la Biblia. Por lo tanto, los cristianos siempre han considerado a la Biblia como un libro único y, por su naturaleza, diferente a otros libros.
Trasfondo histórico
El pueblo de Dios siempre ha tenido una relación intensa con la Escritura escrita: los judíos con el Antiguo Testamento, la iglesia cristiana con el Antiguo y el Nuevo Testamento. Tanto los cristianos como los judíos han sido llamados «la gente del Libro». Desde el comienzo de la iglesia, los cristianos han reconocido que las Escrituras (primero el Antiguo Testamento y luego también el Nuevo) han sido inspiradas por Dios. La palabra griega para «inspirado» significa literalmente que «Dios lo espiró»: «Toda Escritura es inspirada por Dios» (2 Timoteo 3:16). Los conceptos de inerrancia e infalibilidad surgieron en las discusiones teológicas concernientes a la inspiración de la Escritura. Los teólogos se preguntaron cómo un libro que «Dios espiró» sería diferente de los demás libros.
Desde una época temprana se entendía que la inspiración de Dios se extendía no simplemente a los escritores de la Escritura o a los conceptos expresados en la Escritura, sino a todas las palabras escritas en las Escrituras. Ese concepto, conocido como la doctrina de inspiración «verbal» o «plenaria» (completa), fue manifestado por Ireneo, un obispo del siglo II de Lyon en Galia (Francia), en su obra Tratado contra las herejías. Agustín (del siglo IV), obispo de Hipona en el norte del África, expresó la misma convicción—a saber, que la inspiración significaba dictado por el Espíritu Santo. Para Ireneo y Agustín, la inspiración no era una toma de poder estática de la consciencia humana del escritor, sino más bien un alto grado de iluminación y conocimiento de la revelación de Dios. Clemente de Alejandría, su alumno Orígenes, y Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín, todos hablaban de la inspiración como extendiéndose a cada palabra de la Escritura. Los primeros eruditos cristianos, quienes confiaban en Dios como el Dios de toda verdad y considerándolo incapaz de decepción o confusión, consideraban que su Escritura inspirada verbalmente era igualmente confiable.
El significado de los términos
Puede decirse que la «infalibilidad» es la consecuencia subjetiva de la inspiración divina; es decir, define a la Escritura como veraz y digna de confianza para aquellos que se vuelven a ella en busca de la verdad de Dios. Como una fuente de verdad, la Biblia es «indefectible» (es decir, no puede abandonar o apartarse de la verdad). Como consecuencia, nunca le fallará o engañará a nadie que confíe en ella.
«Inerrancia» es un concepto estrechamente relacionado, pero un término posterior y menos aceptado en general. Implica que la Biblia no contiene errores de hechos (errores en el material) ni contradicciones internas (errores formales). El concepto de infalibilidad encara el conocimiento personal de Dios y la seguridad de la salvación. La inerrancia trata más específicamente de la transmisión exacta de los detalles de la revelación.
Aunque en muchos de los escritos teológicos los dos términos se usan en forma intercambiable, infalibilidad es un término más amplio. Los que creen en una Biblia inerrante también creen en una Biblia infalible. Lo contrario no es necesariamente cierto. Aunque mucho depende de cómo se define «error», algunos eruditos argumentan que la Biblia puede ser infalible (en lograr el propósito de Dios) sin tener que estar libre de error. Proponen una doctrina más «dinámica» de infalibilidad que continuaría operando aun si se descubrieran errores bíblicos.
Varios escritores evangélicos contemporáneos, tales como el difunto Francis A. Schaeffer y Juan D. Woodbridge, han objetado a cualquier doctrina de «infalibilidad dinámica» como no bíblica, dualista o aun desatinada. Sin embargo, muchos evangélicos respetables creen que uno puede considerar la Biblia como «la única regla perfecta de fe y práctica» sin requerir o insinuar inerrancia estricta.
Los evangélicos reconocen que la Biblia es humana como también divina. El erudito neo-ortodoxo Karl Barth (l886–l968) fue más allá, manteniendo que puesto que «errar es humano», un libro humano (aunque también divino) debe contener errores. Barth fue reacio en cuanto a atribuirle algún error específico a la Biblia, sin embargo argumentó que el error no se puede excluir en principio. La mayoría de los eruditos no evangélicos rechaza ambas, la infalibilidad y la inerrancia, y no ven ningún mérito en tratar de separarlas.
Controversia reciente
Una publicación de Harold Lindsell, The Battle for the Bible [La batalla por la Biblia] (1976), enfocó la atención en el «asunto de la inerrancia». El autor destacó que varios líderes evangélicos prominentes, incluyendo algunos de sus antiguos colegas, habían comenzado a apartarse de un punto de vista ortodoxo de la Biblia. Muchos de los que comparten la preocupación de Lindsell lamentan cualquier división entre los evangélicos, pero ven la inerrancia como un asunto importante. Otros lamentan la atención que ha recibido la inerrancia y están preocupados por la inerrancia más como una amenaza a la unidad evangélica que como un asunto teológico importante.
Un grupo, representado por el Congreso Internacional sobre Inerrancia Bíblica (fundado en 1977), considera la doctrina de la inerrancia como una coyuntura crítica en la ortodoxia cristiana. Un segundo grupo parece reclamar que aunque la inerrancia sea verdad, no debería ser una «prueba de membresía». Un tercer grupo, representado por Jack Rogers de Fuller Theological Seminary, mientras que no niega explícitamente que la inerrancia sea verdad, alega que es una formulación histórica condicional tardía de la posición cristiana.
Rogers manifestó su posición en su propia colaboración a Biblical Authority [Autoridad bíblica] (1977), un libro del cual fue editor. Rogers vio la doctrina de la inerrancia como derivada de raíces aristotélicas-tomistas. Él argumentó que la inerrancia chocaba con una posición más normativa basada en Platón y Agustín, y sostenida por Lutero y Calvino. Rogers señaló que la doctrina de la inerrancia no recibió formulación explícita hasta el siglo XVII.
De acuerdo a sus críticos, Rogers trató sin éxito de demostrar que puesto que Lutero y Calvino hablaron de los elementos humanos de la Escritura, también aceptaban el error humano en ella. Para tales críticos, un punto de vista más admisible es que Lutero y Calvino ni asumían ni admitían errores en la Escritura—es decir, que daban por sentada la inerrancia. Además, ellos no hicieron de la inerrancia una prueba de la ortodoxia, porque la pregunta todavía no había sido formulada en esos términos.
Los que afirman la infalibilidad o inerrancia ven su posición como una conclusión teológica de las doctrinas bíblicas de Dios y de la inspiración. Los que disputan este punto de vista, como Karl Barth, casi siempre concluyen que puesto que la Biblia es un libro humano, necesariamente debe contener error. En otras palabras, el asunto no es principalmente de interpretación bíblica sino de teología y epistemología (la rama de la filosofía que trata de la teoría del conocimiento). Por supuesto que los intentos para demostrar que la Biblia no tiene ningún error material o contradicción interna requieren interpretación bíblica.
Muchas declaraciones bíblicas se refieren a asuntos que no pueden ser probados ni desaprobados. Sin embargo, muchas supuestas contradicciones han sido resueltas, o reducidas considerablemente, por medio de una exégesis competente. Por ejemplo, esto se aplicaría a las aparentes discrepancias en las genealogías de Jesús (Mateo l; Lucas 3), las varias narraciones de la conversión de Pablo (Hechos 9; 22; 26), y los supuestos errores en cuanto a hechos—tal como la referencia a la liebre como un animal que rumia (Levítico 11:6), y el sol que se detuvo en Gabaón (Josué 10:12–14). Aunque todavía quedan dificultades lógicas y científicas, es imposible decir si esas dificultades son, estrictamente hablando, errores o sólo contradicciones aparentes, faltas de un copiador o traductor, o un problema de la brecha cultural, retórica o histórica entre el escritor y el lector.
La inerrancia y los autógrafos
Hablando debidamente, la inerrancia se atribuye solamente a los escritos originales o «autógrafos» de la Escritura, los cuales ya no existen. Los eruditos bíblicos concuerdan por lo general que los manuscritos de la Biblia que existen contienen algunos errores cometidos por los que los copiaron, usualmente detectables al comparar manuscritos posteriores con los más antiguos que se tienen, y al aplicar la crítica textual. Los críticos de la inerrancia y la infalibilidad argumentan que puesto que la doctrina se aplica sólo a los autógrafos, en realidad es irrelevante en la actualidad.
Desde un punto de vista negativo, si los manuscritos originales contenían errores, entonces por supuesto que las copias y las traducciones disponibles hoy también los contendrían. Desde un punto de vista positivo, los defensores de la inerrancia, como Francis Pieper, presidente de Concordia Theological Seminary (St. Louis) a comienzos del siglo XX, han hecho una deducción significativa del estado infalible e inerrante de los autógrafos. Han insistido en que para todos los propósitos prácticos (es decir, para asuntos de fe y vida), los textos actuales y las buenas traducciones también pueden considerarse inerrantes. Los que apoyan la inerrancia sostienen que la confianza de los creyentes cristianos en las traducciones modernas de la Biblia descansa firmemente en la creencia de la infalibilidad de los escritos originales.
Si algunos de los errores de los copistas han sido detectados en los manuscritos bíblicos existentes, también pueden existir otros más difíciles de detectar. Aquellos que afirman la inerrancia en los autógrafos deben compartir la preocupación de otros eruditos bíblicos que reconocen y bregan con problemas textuales en las copias existentes.
Inspiración verbal e inerrancia
Jesús, al igual que los judíos en la época del Antiguo Testamento, creía que la veracidad de la Escritura extendía no sólo a sus enseñanzas más importantes, sino hasta los detalles más minúsculos: «Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido» (Mateo 5:18, NVI). El apóstol Pablo reiteró esta postura (Hechos 24:14; 2 Timoteo 3:16). La autoridad de Jesús y de Pablo apoya creer en todo lo que afirma la Escritura. Se debería esperar que los que llaman a Jesús Señor y aceptan sus enseñanzas tengan una perspectiva alta sobre la Escritura, tal como la tuvo Jesús.
Los conceptos de inspiración verbal y de infalibilidad pueden ser investigados en forma regresiva hasta los padres de la iglesia primitiva. No son ideas nuevas. La inspiración verbal parece implicar inerrancia, puesto que de otra manera el Espíritu Santo sería el autor de error. La iglesia medieval, aunque le daba autoridad a la tradición a la par que a la Escritura, continuó reafirmando la inspiración verbal y la infalibilidad, y aun (en principio) la suficiencia de la Escritura.
Martín Lutero y otros reformadores protestantes no tuvieron la necesidad de exaltar la autoridad e infalibilidad de la Escritura, que la iglesia romana católica también aceptaba. Más bien, trataron de combatir la exaltación católica de la tradición a un estado igual o aun superior a la Escritura. Por lo tanto, la Reforma no produjo declaraciones explícitas afirmando la inerrancia o infalibilidad de la Escritura. Los sucesores de Martín Lutero y Juan Calvino, sin embargo, sí hicieron tales afirmaciones explícitas.
Después de la Reforma surgió el racionalismo. En el siglo XVIII, el racionalismo estaba caracterizado por una confianza optimista en el razonamiento humano crítico y un desdén por las influencias sobrenaturales en los asuntos humanos. El racionalismo formuló las primeras afirmaciones serias de que la Biblia era como cualquier otro libro humano y por lo tanto falible. Esa presunción llevó a repetidos malentendidos (y, a veces, a falsificaciones) de la naturaleza y el contenido de la Escritura.
Las dudas contemporáneas acerca de la inerrancia e infalibilidad de la Escritura, de parte de eruditos evangélicos, a menudo nacen de un deseo de reconocer o de llegar a cierta clase de arreglo con el método histórico de estudiar la Biblia. Sin embargo, muchos piensan que ese método comienza con la suposición de que la Biblia no puede ser lo que afirma ser. Entre las denominaciones principales de Estados Unidos, el Sínodo de la Iglesia Luterana de Missouri, guiado por su presidente, Jacob A. O. Preus, tomó una postura definida sobre la inerrancia bíblica. Identificó y repudió todo el método histórico crítico, con sus suposiciones, como la raíz de donde crecen todas las controversias contemporáneas sobre la inerrancia. Los luteranos del Sínodo de Missouri argumentaron que el rechazo del método no implica el rechazo de la investigación erudita; lo que rechazaron es toda «investigación» en la que las presunciones impiden aceptar la Biblia como cualquier otra cosa que no sea un libro humano. Los que apoyan la inerrancia sostienen que el caso contra ella parte del prejuicio contra lo sobrenatural, el cual, en principio, repudiará no simplemente la inerrancia sino cualquier superintendencia o inspiración divina.
Dos teólogos evangélicos ortodoxos argumentando a favor de la inerrancia, Benjamin B. Warfield y Clark Pinnock, usaron la misma expresión gráfica acerca de la inspiración, a saber, que una «avalancha de textos» de la Escritura la apoyan. Sin embargo, cuando se examina, su «avalancha» parece consistir principalmente de unas pocas piedras grandes (Mateo 5:18; Juan 10:35; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:21). La Escritura parece presuponer su propia inerrancia sin declararla explícitamente. Para muchos cristianos, un argumento irresistible de la inerrancia se encuentra en el simple mandamiento de Jesús de que aprendamos de él (Mateo 11:29; compare con Juan 13:13), aunado al hecho de que Jesús aceptó las Escrituras del Antiguo Testamento como completamente confiables aun en sus detalles (Mateo 5:18; Juan 10:35).
Posiciones confesionales
La mayoría de las confesiones de fe afirma la esencia de la inerrancia. Fue la posición oficial de la iglesia católica romana hasta que esa posición, bajo la influencia liberal protestante, se mitigó un poco en el Concilio Vaticano II (1962–1965). Entre las declaraciones de la Reforma, la Confesión Bélgica (1561), y la Confesión de Fe de Westminster, ambas afirmaron la perfección de la Escritura. Se encuentran posiciones similares en la Confesión de Augsburgo (1530) del luteranismo, y en los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra (1563). Confesiones más recientes, como la Confesión Bautista de New Hampshire de 1832, se refieren a la Biblia como conteniendo «verdades sin ninguna mezcla de error en su materia».
¿Problemas o errores?
Todo lector alerta de la Escritura se dará cuenta de problemas en el texto, aunque muchas aparentes discrepancias o posibles errores desaparecen bajo un escrutinio hecho sin prejuicios. Sin embargo, aun después de un estudio cuidadoso, quedan algunos problemas. El debate sobre la inerrancia con frecuencia se reduce a elegir entre tolerar tales problemas como«preguntas no contestadas» o transferirlos a la categoría de «errores demostrados». A menudo esa decisión refleja la actitud inicial de la persona hacia la Escritura y hacia los métodos críticos. Si la Escritura es aceptada como la Palabra de Dios inspirada, como «la norma que pone la norma», la persona dudará en cuanto a cargarla con error—porque para hacerlo debe tener alguna otra norma, tal vez más alta, para evaluar la Escritura. Históricamente, la duda acerca de la inerrancia seguía, más bien que producía, la convicción de que la Biblia es simplemente un libro humano falible. Entonces, la persona debería considerar la posibilidad de que el reconocimiento de error en la Escritura es la consecuencia lógica de una decisión anterior de juzgar a la Biblia, más que dejar que la Biblia sea la norma de todos los juicios.
Algunos han dicho que las variaciones en el orden cronológico constituyen error—por ejemplo, en la secuencia de las tentaciones de Jesús (compare Mateo 4:1–11 y Lucas 4:1–13). Pero aun tan temprano como en el siglo II, un escritor cristiano llamado Papías informó que los escritores de los Evangelios no tuvieron la intención de registrar los eventos de la vida de Jesús en el orden en que ocurrieron, implicando que sus contemporáneos no encontraron nada extraño o incorrecto en esa práctica.
Los números en la Escritura, los cuales presentan problemas frecuentes, a veces se pueden explicar sobre la base de prácticas tradicionales de dar valores aproximados o números redondos. Por ejemplo, el valor de la constante trigonométrica (π) calculada de la descripción de la fuente de Salomón (1 Reyes 7:23) es acertada, pero como diría un científico, a «una sola cifra significante». La duración de la cautivad de Israel en Egipto se predice como aproximadamente 400 años (Génesis 15:13), y registrada más precisamente como 430 años (Éxodo 12:40–41). Los así llamados errores científicos a menudo surgen de una comprensión impropia del significado real de oscuros textos hebreos o griegos. Todavía quedan algunas dificultades, sin embargo, muchas que parecían enormes hace 50 años, o aun 20 años, fueron resueltas cuando se obtuvo nueva información arqueológica, textual o científica. Ninguna teoría, ya sea en la teología o en la ciencia, está completamente libre de dificultades. J. C. Ryle, un obispo evangélico de Liverpool (Inglaterra), dijo: «Las dificultades que se le presentan a cualquier otra teoría de inspiración son diez veces más grandes que las que se le presentan a la nuestra».
Posiciones evangélicas discrepantes
Entre los evangélicos, un grupo grande ha demostrado siempre poco interés en la doctrina de la inerrancia, y algunos de ellos inclusive la han rechazado. Por ejemplo, muchos cristianos británicos y alemanes mantienen un punto de vista uniforme y elevado de la confiabilidad de la Escritura sin adoptar la terminología de la inerrancia. Prefieren términos como «infalibilidad» o «confianza absoluta», etcétera. Algunos evangélicos europeos reconocen la presencia de errores menores en la Biblia; otros que no harían tal confesión todavía no quieren defender y apoyar la inerrancia.
En los Estados Unidos, la publicación del libro de Lindsell trajo la pregunta de la inerrancia a la atención del público evangélico. Muchos teólogos evangélicos, que preferirían dedicar sus energías a otros asuntos, se sintieron obligados a tomar una posición en cuanto a la inerrancia. Los líderes evangélicos «separatistas» algunas veces han expresado su sospecha de que otros evangélicos (tales como el teólogo canadiense Clark S. Pinnock) tomaron una posición «de mediador» en la inerrancia para obtener o mantener aceptación en los círculos teológicos liberales.
Para muchos cristianos de persuasión liberal, y generalmente para los inconversos, la discrepancia sobre inerrancia parece ser una pequeña objeción entre dos puntos de vista igualmente inaceptables de la Escritura. El concepto de un libro que tiene autoridad sobrenatural es extraño para el espíritu secular de la época. Aun Karl Barth, tal vez la mente teológica más notable del siglo XX, tuvo dificultades para lograr una audiencia para su punto de vista básicamente conservador (pero no «inerrantista») de la Escritura. Aquellos evangélicos que proponen un punto de vista «dinámico» de la autoridad bíblica probablemente están más cerca de la «neo-ortodoxia» de Barth que de la «ortodoxia de Princeton» de B. B. Warfield. Al igual que Barth, pueden encontrar difícil evitar que sus estudiantes y sucesores se muevan a un punto de vista más relativista y flexible de la Escritura.
Conclusión
No puede haber duda de que a través de la historia, la iglesia de Jesucristo ha estado dedicada a un punto de vista sobre la inspiración que para la mayoría de los cristianos implica inerrancia, aun cuando el término mismo no se usaba. El debate reciente sobre la doctrina de la inerrancia enfoca la atención tanto en preguntas de detalles como en la pregunta fundamental de cuál es la fuente final de la autoridad cristiana. Los cristianos afirman que Jesucristo, y no la doctrina de la Escritura o la infalibilidad bíblica, es la realidad central de la fe cristiana.
Aunque la inerrancia, formulada para explicar la doctrina de la inspiración, ha sido descrita como una «doctrina tardía y derivada», muchos creyentes evangélicos la aceptan sobre la base del testimonio de la Biblia sobre sí misma. Otros cristianos, que se consideran a sí mismos evangélicos, no aceptan la doctrina de la inerrancia. En el siglo XIX, el obispo Pole hizo una advertencia en cuanto a contemporizar con la infalibilidad bíblica y la inerrancia: «Una vez que permitimos que el gusano carcoma la raíz, no debemos sorprendernos si las ramas, las hojas y el fruto se pudren poco a poco».
Bibliografía
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