¿A DÓNDE VAMOS CUANDO MORIMOS?

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ALLEN WEBSTER

Todas las culturas han mostrado interés en la vida después de la muerte. Los egipcios diseñaban pirámides para sus muertos. Los chinos construían tumbas inmensas para sus emperadores. Los vikingos vestían a los guerreros muertos y les ponían en botes ardientes que eran llevados por el viento. Los cruzados en la Edad Media creían que ganaban más vida favorable después de la muerte si morían en batalla, como también llegaron a creer los kamikazes japoneses tiempo después. Los indios norteamericanos sepultaban armas y herramientas con sus muertos, para que los usaran en los Felices Prados de Caza.

Los hombres también han temido a la muerte. El Rey Luis XV prohibió que sus siervos mencionaran la muerte en su presencia. Una superstición china sugería que mencionar la muerte la invitaba. Hoy la gente trata de ignorar la muerte o trata de posponerla tanto como sea posible. Woody Allen bromeó: “No es que tenga miedo a la muerte; simplemente no quiere estar allí cuando suceda”.

Pero nada en la vida es seguro. George Bernard Shaw observó que “las estadísticas en cuanto a la muerte son muy impresionantes—una de cada persona muere”. La Biblia dice: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). El enterrador que firmaba su correspondencia, “Finalmente suyo”, estuvo en lo cierto.

¿Qué dice la Biblia en cuanto al viaje del hombre hacia la eternidad?

La concepción: Dios une; el hombre comienza.

No podemos saber lo que pasa al hombre cuando muere a menos que sepamos lo que el hombre es cuando comienza. Génesis 1 muestra que los humanos difieren de todos los otros seres creados. El hombre es un ser trino; tiene un cuerpo, un alma (vida) y un espíritu (1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12). Los animales tienen cuerpo y vida, pero no espíritu eterno. Como John Piper señaló, “[l]o que separa al hombre de las ballenas y los delfines y chimpancés no es las mutaciones y los químicos, sino la personalidad a la imagen de Dios” (2012, p. 353).

Cada uno de los descendientes de Adán tiene dos dimensiones: una espiritual y una física. Dios hizo el cuerpo de Adán del polvo, pero eso no le hizo humano. Eso pasó cuando Dios le infundió con Su imagen y sopló en él un alma (Génesis 2:7; cf. 1:26-27; Mateo 10:28).

Ya que Dios es el Padre de todos los espíritus (Hebreos 12:9), la vida comienza para cada uno de nosotros cuando Él une a un alma con un cuerpo en la concepción (Salmos 139:14-16). El cuerpo es la parte que sostenemos con comida, aire y agua—esa parte que cesa, perece y muere (“Estudios Temáticos”, s.d.). Es un tabernáculo en el cual el alma vive por 70 u 80 años (2 Corintios 5:1; cf. Salmos 90:10)—un templo para el Espíritu (1 Corintios 6:19).

El alma es la parte que asemeja al hombre a Dios y que regresa a Dios en la muerte (Génesis 35:18; Lucas 23:46). El alma tiene una cualidad parecida al helio—asciende cuando se lo libera. Tiene una cualidad migratoria—regresa a su Amo.

Jesús dijo que si creemos en Él, no moriremos (Juan 11:26). Este es un pensamiento remarcable, ¿pero qué significa? Los cristianos terminan en cementerios como los ateos, budistas y judíos. Exploremos la próxima etapa de la existencia del hombre.

La muerte: el hombre se separa; Dios clasifica.

El hombre se separa. Según un punto de vista evolucionista, la muerte es el final. Los humanos simplemente dejan de existir. Ellos no sienten nada, no saben nada y son nada. Pero la muerte humana no es una extinción.

Según la perspectiva bíblica, la muerte es simplemente una transición de este mundo visible a uno invisible. La definición de la “muerte” es “el cuerpo sin espíritu” (Santiago 2:26). En la muerte, el alma se separa del cuerpo; luego “el polvo”—el cuerpo—vuelve “a la tierra, como era, y el espíritu [vuelve] a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). La parte biológica muere; la parte espiritual continúa.

Dios clasifica. Al momento de la muerte, Dios clasifica a la gente en dos grupos—los salvos y los perdidos. El relato del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31) muestra que, después de la muerte:

  • Los muertos están todavía vivos. Ambos, Lázaro y el hombre rico, sobrevivieron a sus funerales.
  • La posición y condiciones terrenales ya no importan. El hombre rico ya no era rico; Lázaro ya no estaba enfermo. El rico era entonces un mendigo; Lázaro era entonces rico.
  • Los muertos ya no tienen un cuerpo. El hombre rico fue sepultado. Se dice que el hombre está “desnudo” en el estado intermedio—su alma está sin una “morada” (2 Corintios 5:1-8).
  • Los muertos están conscientes. Cuando el rico abrió sus ojos, tal vez se preguntó dónde estaba, pero con seguridad sabía que estaba. Podía ver, percibir, oír, sentir, reconocer, recordar, hablar y reflexionar. Abraham conversó con él. La Biblia nunca usa “dormir” con referencia al alma; solamente con referencia al cuerpo (cf. Juan 11:11).
  • Los muertos conservan sus identidades, personalidades y caracteres. Lázaro todavía era “Lázaro”, y el hombre rico todavía se consideraba como superior a él (“envía a Lázaro”). Él reconoció a Abraham y Lázaro (16:23-24). Algunos piensan que la muerte les cambiará en algo que no son. Piensan que pueden vivir como el rico y obtener la recompensa de Lázaro—morir en pecado, pero resucitar como santos. La muerte no altera el estado espiritual; solamente la sangre de Cristo puede hacerlo (Apocalipsis 1:5; Hechos 22:16; Efesios 1:7). El pecado nos separa de Dios y produce muerte espiritual (Isaías 59:2; Romanos 6:23), y solamente seguir a Jesús puede hacernos vivir nuevamente para ir al cielo (Juan 14:6; Hechos 4:12).
  • El hombre sabe si es salvo o si está perdido inmediatamente después de la muerte. El Día del Juicio dará la sentencia final, y revelará la razón por la cual alguien es salvo o no (2 Corintios 5:10; Eclesiastés 12:13-14).
  • Los justos muertos se unirán a los santos que les precedieron. Lázaro estaba con Abraham. Nosotros estaremos inmediatamente con nuestros familiares y amigos cristianos después de la muerte (cf. Apocalipsis 6:9-11).
  • El Más Allá contiene dos secciones: una de consuelo y otra de tormento. El “seno de Abraham” (o “paraíso”, Lucas 23:43) está lleno de gozo y consuelo. El tormento es un estado de sufrimiento personal (16:24-25). El hombre rico estuvo en llamas, tuvo sed, y rogó por ayuda.
  • El destino está fijado para siempre (16:22-31). La sima estaba “fijada”. El hombre rico no podía salir de allí, y Lázaro no podía ayudarle. La muerte marca una separación final de los salvos y los perdidos. Nada cambia una vez que la eternidad ha comenzado (sección adaptada de Johnson, s.d).

La resurrección: el hombre se reúne; Dios juzga.

El hombre se reúne. La muerte es tan necesaria para el progreso del hombre como romper el cascarón lo es para el polluelo o dejar el capullo lo es para la mariposa. Para vivir en un reino eterno, necesitamos un cuerpo espiritual (1 Corintios 15:50).

Aunque nuestros cuerpos finalmente regresan al polvo (Génesis 3:19), no se pierden completamente. La doctrina de la resurrección corporal es una marca del cristianismo. Dios dedicó un capítulo completo a este tema (1 Corintios 15; cf. Hechos 4:1-2), diciendo: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (15:22).

En el último día del mundo, cada sepulcro será abierto, y el mar entregará a sus muertos (Juan 5:28-29; Apocalipsis 20:13). Los que estén vivos al regreso de Jesús serán “transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles” (1 Corintios 15:51-52). Nuestros cuerpos resucitados serán inmortales—nunca se deteriorarán, sufrirán daño, envejecerán, enfermarán o morirán (1 Corintios 15:42-55). El cuerpo de nuestra humillación será hecho como el cuerpo glorioso de Cristo (Filipenses 3:20-21). Jesús traerá a nuestros espíritus inmortales con Él para entrar en esos cuerpos resucitados (1 Tesalonicenses 3:13; 4:13-17).

Dios juzga. Juan describió la escena del juicio: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:12-15; cf. Mateo 25:31-33).

En el Juicio, la gracia de Dios recompensará a los cristianos por sus buenas obras (Mateo 10:41-42; 16:27), y la justicia de Dios castigará a los incrédulos por su pecado (Gálatas 5:21; 1 Corintios 6:9-10). Pablo explicó: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

La eternidad: Dios reina; el hombre vive.

Dios reina. Se puede resumir la eternidad con estas palabras: “[E]l Señor nuestro Dios Todopoderoso reina” (Apocalipsis 19:6).

El hombre vive. Solamente hay dos destinos en la eternidad: el cielo y el infierno. Hay tres cosas asociadas con la “resurrección de condenación” (Juan 5:29).

  • Fuego. En profundidad, es un bautismo; en reclusión, un horno; en duración, interminable; en tamaño, un lago (Mateo 3:11-12; 13:42; Marcos 9:43-48; Apocalipsis 20:14).
  • Dolor. “Geenna” es un lugar donde el gusano no muere, una prisión sin descanso, un fuego que nunca se extingue, una región de oscuridad con llanto y crujir de dientes continuo (Mateo 8:12; Marcos 9:43-48; Apocalipsis 14:11).
  • Vergüenza. Los impíos serán despertados “para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).

Naturalmente nosotros tememos tales pensamientos. Pero gracias a Dios, tenemos el privilegio inmenso de determinar dónde pasaremos la eternidad (Filipenses 2:12). Lo que pasa al alma en la muerte depende de lo que pasó con el alma antes de la muerte. Si fuimos lavados con la sangre de Jesús, no necesitamos temer la muerte (Apocalipsis 1:5; 7:14; Hechos 22:16; Hebreos 2:14-15). Pero debemos morir “en el Señor” para ser bendecidos en la muerte (Apocalipsis 14:12-13). Para morir en el Señor, debemos estar en el Señor. Pablo escribió: “[P]ues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:26-27). Dios no ajusta arbitrariamente nuestro destino; toda la “gente buena” no va necesariamente al cielo; la ciudadanía en un país avanzado no es sinónimo de la ciudadanía en el cielo. No despertamos accidentalmente en el cielo sin prepararnos para ir allá. Las decisiones determinan el destino.

El cielo producirá sanidad física y emocional completa (Apocalipsis 21:4). Nuestros cuerpos resucitados estarán libres de discapacidad, debilidad y enfermedad. Nuestras cicatrices emocionales serán removidas, y seremos libres de toda neurosis, complejos y síntomas de depresión. Iremos al cielo con el Señor para disfrutar, adorar, servir, regocijarnos, cantar y celebrar para siempre (1 Tesalonicenses 4:17). La Biblia describe el viaje al cielo como:

  • Un traslado angelical al gozo (Lucas 16:22).
  • Una llegada al paraíso (Lucas 23:43).
  • Un dormitar para levantarse en un lugar mejor (Juan 11:11-14).
  • Una mudanza de un tabernáculo a una mansión (2 Corintios 5:1; Juan 14:2).
  • Una ganancia de algo mejor que vivir (Filipenses 1:21,23).
  • Un abandono de la oscuridad para entrar a un lugar bien iluminado (Apocalipsis 22:5).
  • Un encuentro con nuestros familiares y amigos (Génesis 25:8).
  • Una liberación de la prisión (2 Corintios 5:2-4).
  • Un viaje largo a una tierra nueva (Mateo 7:13).
  • Un viaje a la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 3:12).
  • Una mudanza a una comunidad elegante (Eclesiastés 12:5).
  • Una entrada por las puertas de un mundo nuevo (Hebreos 11:14-16).
  • Un viaje a una patria mejor (Hebreos 11:14).
  • Una reunión con Cristo (Filipenses 1:21-24; 2 Corintios 5:6-8).
  • Un despertar del sueño para vivir con Jesús (1 Tesalonicenses 4:13-14; 5:9-11).
  • Un descanso de nuestros trabajos (Apocalipsis 14:13). (Algunos de estos puntos se encontraron en “Estudios Temáticos”, s.d.).

No es una sorpresa que la Biblia diga: “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos” (Salmos 116:15). Dios recibe a Sus Hijos como un padre recibe a un hijo en sus brazos (Hechos 7:54-60). ¡Imagine eso!

Dios todavía está tomando reservaciones. Vaya a casa con nosotros.

Referencia

“Estudios Temáticos” [“Topical Studies”] (sine data), Bible Study Tools, http://biblestudytools.com/bible-study/topical-studies/.

Johnson, Lowell (sine data), Bivocational, http://bivocational.org/BIVOS/SermonArchives/LowellJohnson/.

Piper, John (2012), Gracia Futura [Future Grace] (Colorado Springs, CO: Multnomah).

http://www.ebglobal.org/inicio/a-donde-vamos-cuando-morimos

PROPÓSITO DE VIDA

PROPÓSITO DE VIDA

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Audio

Pablo Martini
Programa No. 2016-07-21

Familia, carrera, sueños cumplidos y logros a nivel social parecen ser sinónimos de una vida con sentido y de un ser humano plenamente realizado. Pero en realidad estamos comenzando totalmente al revés si planteamos la búsqueda de la felicidad partiendo desde estos valores preconcebidos como únicos a alcanzar en la vida. En realidad, no depende de ti o de tus propios logros el verdadero propósito en la vida, sino de algo más grande, más sublime, que lo encontrarás solamente en Dios. Fuiste creado por Él y para Él y allí comienzan todas las respuestas de tu vida. Este tema de: “¿para qué estoy aquí en esta tierra?” ha intrigado a millones de personas a lo largo de la historia humana y ha  perturbado a tantos que han llegado hasta el suicidio por no encontrar  respuesta alguna a esta inquietante pregunta. Sucede que empezamos a buscar la respuesta desde el punto de partida errado: nosotros mismos. Desde chiquitos, los más grandes condicionan nuestra manera de pensar preguntándonos: ¿Qué quieres ser cuando seas grande? O más adelante: ¿Qué vas a hacer con tu vida? ¿Cuáles son tus metas y sueños?… ¿Te das cuenta? Nos inculcan que en realidad todo depende de mí, cuando la verdad es que todo depende de Dios y de su voluntad para mi vida que es única, agradable y perfecta. No está tampoco en tu interior la respuesta a estos interrogantes. Sistemas de autoayuda son ineficaces al momento de proporcionar la verdadera paz de saber que voy en sentido correcto en este mundo. La razón simple es que tú no te creaste a ti mismo, por lo tanto el propósito de tu existencia nunca lo encontrarás en ti sino más bien en Aquel que te creó y te conoce a la perfección. El Salmo 100:3 invita a reconocer que Jehová es Dios, Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos y es en ese reconocimiento que se alumbra toda tu existencia y la vida empieza a tener sentido. Reconoce a Dios en todos tus caminos, y Él hará derecho tu andar por este mundo.

PENSAMIENTO DEL DIA:

El propósito de tu existencia nunca lo encontrarás en ti mismo sino más bien en Aquel te creó.

Disponible en Internet en: http://www.labibliadice.org

Contenido publicado con autorización de:
La Biblia Dice
Av.Galo Plaza Lasso N63-183 y de los Cedros
Telf. 00593-2-2475563
Quito-Ecuador

Preceptos y amonestaciones

Proverbios 22-24

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22:1 De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas,
Y la buena fama más que la plata y el oro.

El rico y el pobre se encuentran;
A ambos los hizo Jehová.

El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan y reciben el daño.

Riquezas, honra y vida
Son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.

Espinos y lazos hay en el camino del perverso;
El que guarda su alma se alejará de ellos.

Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.

El rico se enseñorea de los pobres,
Y el que toma prestado es siervo del que presta.

El que sembrare iniquidad, iniquidad segará,
Y la vara de su insolencia se quebrará.

El ojo misericordioso será bendito,
Porque dio de su pan al indigente.

10 Echa fuera al escarnecedor, y saldrá la contienda,
Y cesará el pleito y la afrenta.

11 El que ama la limpieza de corazón,
Por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey.

12 Los ojos de Jehová velan por la ciencia;
Mas él trastorna las cosas de los prevaricadores.

13 Dice el perezoso: El león está fuera;
Seré muerto en la calle.

14 Fosa profunda es la boca de la mujer extraña;
Aquel contra el cual Jehová estuviere airado caerá en ella.

15 La necedad está ligada en el corazón del muchacho;
Mas la vara de la corrección la alejará de él.

16 El que oprime al pobre para aumentar sus ganancias,
O que da al rico, ciertamente se empobrecerá.

Preceptos y amonestaciones

17 Inclina tu oído y oye las palabras de los sabios,
    Y aplica tu corazón a mi sabiduría;

18 Porque es cosa deliciosa, si las guardares dentro de ti;
Si juntamente se afirmaren sobre tus labios.

19 Para que tu confianza sea en Jehová,
Te las he hecho saber hoy a ti también.

20 ¿No te he escrito tres veces
En consejos y en ciencia,

21 Para hacerte saber la certidumbre de las palabras de verdad,
A fin de que vuelvas a llevar palabras de verdad a los que te enviaron?

22 No robes al pobre, porque es pobre,
Ni quebrantes en la puerta al afligido;

23 Porque Jehová juzgará la causa de ellos,
Y despojará el alma de aquellos que los despojaren.

24 No te entremetas con el iracundo,
Ni te acompañes con el hombre de enojos,

25 No sea que aprendas sus maneras,
Y tomes lazo para tu alma.

26 No seas de aquellos que se comprometen,
Ni de los que salen por fiadores de deudas.

27 Si no tuvieres para pagar,
¿Por qué han de quitar tu cama de debajo de ti?

28 No traspases los linderos antiguos
Que pusieron tus padres.

29 ¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará;
No estará delante de los de baja condición.

23:1 Cuando te sientes a comer con algún señor,
Considera bien lo que está delante de ti,

Y pon cuchillo a tu garganta,
Si tienes gran apetito.

No codicies sus manjares delicados,
Porque es pan engañoso.

No te afanes por hacerte rico;
Sé prudente, y desiste.

¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?
Porque se harán alas
Como alas de águila, y volarán al cielo.

No comas pan con el avaro,
Ni codicies sus manjares;

Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Come y bebe, te dirá;
Mas su corazón no está contigo.

Vomitarás la parte que comiste,
Y perderás tus suaves palabras.

No hables a oídos del necio,
Porque menospreciará la prudencia de tus razones.

10 No traspases el lindero antiguo,
Ni entres en la heredad de los huérfanos;

11 Porque el defensor de ellos es el Fuerte,
El cual juzgará la causa de ellos contra ti.

12 Aplica tu corazón a la enseñanza,
Y tus oídos a las palabras de sabiduría.

13 No rehúses corregir al muchacho;
Porque si lo castigas con vara, no morirá.

14 Lo castigarás con vara,
Y librarás su alma del Seol.

15 Hijo mío, si tu corazón fuere sabio,
También a mí se me alegrará el corazón;

16 Mis entrañas también se alegrarán
Cuando tus labios hablaren cosas rectas.

17 No tenga tu corazón envidia de los pecadores,
Antes persevera en el temor de Jehová todo el tiempo;

18 Porque ciertamente hay fin,
Y tu esperanza no será cortada.

19 Oye, hijo mío, y sé sabio,
Y endereza tu corazón al camino.

20 No estés con los bebedores de vino,
Ni con los comedores de carne;

21 Porque el bebedor y el comilón empobrecerán,
Y el sueño hará vestir vestidos rotos.

22 Oye a tu padre, a aquel que te engendró;
Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies.

23 Compra la verdad, y no la vendas;
La sabiduría, la enseñanza y la inteligencia.

24 Mucho se alegrará el padre del justo,
Y el que engendra sabio se gozará con él.

25 Alégrense tu padre y tu madre,
Y gócese la que te dio a luz.

26 Dame, hijo mío, tu corazón,
Y miren tus ojos por mis caminos.

27 Porque abismo profundo es la ramera,
Y pozo angosto la extraña.

28 También ella, como robador, acecha,
Y multiplica entre los hombres los prevaricadores.

29 ¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas?
¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde?
¿Para quién lo amoratado de los ojos?

30 Para los que se detienen mucho en el vino,
Para los que van buscando la mistura.

31 No mires al vino cuando rojea,
Cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente;

32 Mas al fin como serpiente morderá,
Y como áspid dará dolor.

33 Tus ojos mirarán cosas extrañas,
Y tu corazón hablará perversidades.

34 Serás como el que yace en medio del mar,
O como el que está en la punta de un mastelero.

35 Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió;
Me azotaron, mas no lo sentí;
Cuando despertare, aún lo volveré a buscar.

24:1 No tengas envidia de los hombres malos,
Ni desees estar con ellos;

Porque su corazón piensa en robar,
E iniquidad hablan sus labios.

Con sabiduría se edificará la casa,
Y con prudencia se afirmará;

Y con ciencia se llenarán las cámaras
De todo bien preciado y agradable.

El hombre sabio es fuerte,
Y de pujante vigor el hombre docto.

Porque con ingenio harás la guerra,
Y en la multitud de consejeros está la victoria.

Alta está para el insensato la sabiduría;
En la puerta no abrirá él su boca.

Al que piensa hacer el mal,
Le llamarán hombre de malos pensamientos.

El pensamiento del necio es pecado,
Y abominación a los hombres el escarnecedor.

10 Si fueres flojo en el día de trabajo,
Tu fuerza será reducida.

11 Libra a los que son llevados a la muerte;
Salva a los que están en peligro de muerte.

12 Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos,
¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones?
El que mira por tu alma, él lo conocerá,
Y dará al hombre según sus obras.

13 Come, hijo mío, de la miel, porque es buena,
Y el panal es dulce a tu paladar.

14 Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría;
Si la hallares tendrás recompensa,
Y al fin tu esperanza no será cortada.

15 Oh impío, no aceches la tienda del justo,
No saquees su cámara;

16 Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse;
Mas los impíos caerán en el mal.

17 Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes,
Y cuando tropezare, no se alegre tu corazón;

18 No sea que Jehová lo mire, y le desagrade,
Y aparte de sobre él su enojo.

19 No te entremetas con los malignos,
Ni tengas envidia de los impíos;

20 Porque para el malo no habrá buen fin,
Y la lámpara de los impíos será apagada.

21 Teme a Jehová, hijo mío, y al rey;
No te entremetas con los veleidosos;

22 Porque su quebrantamiento vendrá de repente;
Y el quebrantamiento de ambos,
¿quién lo comprende?

23 También estos son dichos de los sabios:
    Hacer acepción de personas en el juicio no es bueno.

24 El que dijere al malo: Justo eres,
Los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones;

25 Mas los que lo reprendieren tendrán felicidad,
Y sobre ellos vendrá gran bendición.

26 Besados serán los labios
Del que responde palabras rectas.

27 Prepara tus labores fuera,
Y disponlas en tus campos,
Y después edificarás tu casa.

28 No seas sin causa testigo contra tu prójimo,
Y no lisonjees con tus labios.

29 No digas: Como me hizo, así le haré;
Daré el pago al hombre según su obra.

30 Pasé junto al campo del hombre perezoso,
Y junto a la viña del hombre falto de entendimiento;

31 Y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos,
Ortigas habían ya cubierto su faz,
Y su cerca de piedra estaba ya destruida.

32 Miré, y lo puse en mi corazón;
Lo vi, y tomé consejo.

33 Un poco de sueño, cabeceando otro poco,
Poniendo mano sobre mano otro poco para dormir;

34 Así vendrá como caminante tu necesidad,
Y tu pobreza como hombre armado.

Reina-Valera 1960 (RVR1960)Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.