El primer paso

El primer paso

3/17/2017

Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Mateo 28:19)

El bautismo es la señal exterior de la fe de uno en Cristo. Es un acto de obediencia mediante el cual una persona muestra la realidad de su salvación. La salvación no se ve con los ojos, sino que es algo sobrenatural y espiritual. Sin embargo, debe ser evidente el fruto o resultado de la salvación.

En la iglesia primitiva, el fruto inicial de la ­obediencia era el bautismo, y se puede esperar hoy día ese mismo fruto. Es el medio por el cual una persona da testimonio de su unión en la muerte, sepultura y ­resurrec­ción de Cristo (Ro. 6:3-4). Gálatas 3:27 dice: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”.

La Gran Comisión en Mateo 28 nos ordena que prediquemos el evangelio y bauticemos a otros. Eso quiere decir que debemos decir a las personas que la salvación es algo que no solo deben creer, sino también confesar públicamente, con el bautismo como el primer paso. Cuando alguien es reacio a confesar públicamente a Cristo de esa forma, tenemos razón para poner en tela de juicio la autenticidad de su fe. Jesús dijo: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:32). Esa es la confesión pública que todos debemos hacer.

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“Dignidad y honor”

“Dignidad y honor”

17 MARZO

Éxodo 28 | Juan 7 | Proverbios 4 | Gálatas 3

Las vestimentas sacerdotales prescritas por Dios (Éxodo 28) son coloridas y misteriosas. Tal vez ciertos detalles no tienen un peso simbólico específico, sino que forman parte del propósito del todo en su conjunto: revestir a Aarón y a sus hijos de “honra y dignidad” mientras alivian sus obligaciones sacerdotales (28:2, 40).

Algunos de los símbolos son evidentes. El pectoral del Sumo Sacerdote llevaba 12 piedras preciosas o semipreciosas, ordenadas en cuatro hileras de tres piedras en cada hilera, “una por cada uno de los doce hijos de Israel. Cada una de las piedras llevará grabada como un sello el nombre de una de las doce tribus” (28:21).

Al pectoral también se le llama “el pectoral para impartir justicia” (28:29). Probablemente, esto es porque lleva el Urim y Tumim. Tal vez, se trataba de dos piedras, una blanca y la otra negra. Se utilizaban en la toma de decisiones, pero nadie sabe con seguridad cómo era el procedimiento. Ante asuntos importantes, el sacerdote buscaba la presencia y la bendición de Dios en el templo y utilizaba el Urim y el Tumim, los cuales salían de alguna manera u otra, con lo que, bajo el cuidado providencial de Dios, recibían dirección y guía. De modo que, sobre su corazón, el Sumo Sacerdote tiene simultáneamente los nombres de las doce tribus, “para recordarlos siempre ante el Señor”, y el Urim y Tumim, “entre en el Lugar Santo”, llevando así “De esta manera, siempre que Aarón se presente ante el SEÑOR, llevará en el pecho la causa de los israelitas” (28:29–30).

Delante de su turbante, Aarón debe fijar una fina lámina de oro, en la cual estarán grabadas las palabras: “Santidad para el Señor” (28:36). “Esta placa estará siempre sobre la frente de Aarón, para que el Señor acepte todas las ofrendas de los israelitas, ya que Aarón llevará sobre sí el pecado en que ellos incurran al dedicar sus ofrendas sagradas” (28:38). De esto se desprende que “todas las ofrendas de los israelitas” eran principalmente diferentes ofrendas por el pecado, presentadas para expiar la culpa. El sacerdote, incluso con el simbolismo incorporado en su vestimenta, lleva la culpa a la presencia del Dios Santo, quien es el Único capaz de eliminarla. El texto da a entender que, si el sacerdote no ejerce esta unción, los sacrificios ofrecidos por los israelitas no serán aceptables ante Dios. La estructura compuesta del sacerdote/sacrificio/templo está cohesionada en una unidad completa.

Algunas de las siguientes meditaciones nos ayudarán a reflexionar en pasajes que anuncian la futura obsolescencia de este sistema, y que constituyen, por tanto, una proclamación de la venida del último sacerdote, la última comunidad de la alianza, la última autoridad para dar guía y dirección, la última ofrenda, el último templo. Su “dignidad y honor” no tienen límite (ver Apocalipsis 1:12–18).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 76). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Lanzarse por fe

17 Marzo 2017

Lanzarse por fe
por Charles R. Swindoll

Hechos 9:10-21

Lanzarse por fe nos sirve siempre para tener claro el plan de Dios. Cuando Ananías fue a ver a Saulo, recibió más información. Cuando Saulo se sometió al ministerio de Ananías, supo más del plan de Dios para su vida. “Eres mi vaso escogido. Voy a utilizarte para que des testimonio de mi nombre”. Saulo no había sabido eso antes (¡nunca antes había leído el libro de los Hechos!). No sabía nada de lo que estaba reservado para él, hasta que Ananías dio ese paso inicial de fe. Ambos hombres descubrieron que había sido Dios mismo quien escogió a Pablo para que fuera Su instrumento, y que un intenso sufrimiento caracterizaría su ministerio. Así es como Dios actúa.

Cuando Cynthia y yo sentimos por primera vez que Dios nos estaba dirigiendo a salir de California para establecer nuestro ministerio en otro lugar, casi no podíamos creerlo. Habíamos planeado permanecer en el mismo sitio por el resto de nuestras vidas, sirviendo a Cristo en la Primera Iglesia Evangélica Libre de Fullerton, y continuar al frente del ministerio de Visión Para Vivir. Ni el espacio ni el tiempo me permiten hablar de las cosas que Dios nos ha mostrado desde que tomamos la decisión de mudarnos. Al comienzo, muy pocas personas fueron capaces de entender el plan de Dios para nosotros. Fue una sorpresa para todos. De hecho, hubo quienes lo rechazaron firmemente. Pero ahora, mientras Dios sigue poniendo los toques finales en su magnífico retrato, lo que vemos es absolutamente hermoso. Hasta que tomamos ese paso inicial de obediencia, lo único que sabíamos era: “Es tiempo de irnos”. ¡Eso sigue siendo maravilloso para mí, aun mientras escribo estas palabras! Las sorpresas sirven siempre para tener claro el plan de Dios.

La obediencia siempre estimula el crecimiento. A propósito, los Swindoll hemos crecido en nuestra relación con el Señor por haber confiado en Él sin conocer primero todos los detalles. Obedecer a Dios hace que las raíces de la fe se vuelvan más profundas. Y esa obediencia estimula el crecimiento de todas las áreas de la vida. Nos hemos ensanchado emocionalmente, y muchas veces físicamente, pero más importante aún, espiritualmente.

La obediencia de Ananías al sorprendente plan de Dios le permitió ser testigo del poder sobrenatural. Ninguna otra persona de la Biblia vio caer escamas de los ojos del contrito fariseo de una manera milagrosa, sólo Ananías; y cuando le volvió la vista a Saulo, los ojos de Ananías se abrieron también al maravilloso poder de Dios que es capaz de transformar una vida. La obediencia siempre estimula el crecimiento.

Láncese por fe, y siempre encontrará terreno sólido por donde caminar.

Láncese por fe, y siempre encontrará terreno sólido por donde caminar.—Charles R. Swindoll

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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El signo de exclamación de nuestras oraciones

MARZO, 17

El signo de exclamación de nuestras oraciones

Devocional por John Piper

 

Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí; por eso también por medio de Él, Amén, para la gloria de Dios por medio de nosotros. (2 Corintios 1:20)

La oración es una respuesta a las promesas, es decir, a la certeza de la gracia venidera de Dios.

La oración es como retirar de la cuenta en la que Dios ha depositado todas sus promesas de gracia venidera.

Orar no es tener esperanza, en la oscuridad, de que quizás haya un Dios con buenas intenciones por ahí. La oración va al banco todos los días y gira contra promesas de gracia venidera necesarias para ese día.

No perdamos de vista la conexión entre las dos mitades de este gran versículo. Observemos el «por eso»: «Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él [Cristo] son Sí; por eso (por lo tanto) también por medio de Él, Amén, para la gloria de Dios».

Para asegurarnos de que lo entendemos, vamos a invertir las dos mitades: Cuando oramos, decimos Amén a Dios a través de Cristo, porque Dios ha dicho Amén a todas sus promesas en Cristo. La oración es la súplica con la confianza en que Dios hará el bien según sus promesas de gracia venidera, por la causa de Cristo. La oración conecta nuestra fe en la gracia venidera con el fundamento de todo esto, que es Cristo Jesús.

Lo anterior nos lleva a un último punto: Amén es una palabra preciada y plena en momentos de oración. No significa principalmente: «Sí, ya he dicho toda esta oración». Fundamentalmente significa: «Sí, Dios ha hecho todas estas promesas».

Amén significa: «Sí, Señor, tú lo puedes hacer». Significa: «Sí, Señor, tú eres poderoso. Sí, Señor, tú eres sabio. Sí, Señor, tú eres misericordioso. Sí, Señor, toda gracia para el futuro viene de ti y ha sido confirmada en Cristo».

Amén es un signo de exclamación de esperanza después de una oración pidiendo ayuda.

Jesús, el Verbo eterno

Jesús, el Verbo eterno

Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. – Apocalipsis 1:8

Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. – Juan 6:67-69

Texto del evangelio según Juan

“En el principio era el Verbo (o la Palabra), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.

Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba (el Verbo o la Palabra), y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:1-14).

Ezequiel 12 – Hechos 20:17-38 – Salmo 34:1-6 – Proverbios 11:23-24

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