La oveja perdida

La oveja perdida

3/18/2017

Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. (Lucas 15:7)

Al principio de la parábola de la oveja perdida, Jesús pregunta: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” (Lc. 15:4). Lo que Jesús quiso decir es que cualquier pastor buscaría una oveja perdida, ya que no se trata solamente del deber, sino también de afecto.

Después de encontrar a la oveja, el pastor en esa parábola fue a su casa e invitó a sus amigos y vecinos para celebrar con ellos. El gozo del pastor era tan grande que tenía que expresarlo.

El versículo de hoy es la conclusión de esa parábola y una esperanza para los cristianos de hoy. Así como el pastor se regocija por la oveja perdida, nuestro buen pastor se regocija por el pecador arrepentido, por haber encontrado a su oveja perdida.

Disponible en Internet en: http://www.gracia.org
DERECHOS DE AUTOR © 2012 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros (http://www.gracia.org/acercaDeGAV.aspx?page=derechos).

Por qué debemos asirnos de nuestra esperanza

MARZO, 18

Por qué debemos asirnos de nuestra esperanza

Devocional por John Piper

Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. (Hebreos 6:17-18)

Dios no es inconsistente. No se afana con promesas y juramentos y la sangre de su Hijo para simplemente anclar una parte de nuestra seguridad mientras que deja la otra parte colgando en el aire.

La salvación que Jesús obtuvo a través de su sangre era todo lo que se necesitaba para salvar a su pueblo, no solo una parte.

Entonces tendemos a preguntar: ¿por qué el autor de la carta nos alienta a asirnos de nuestra esperanza (versículo 18)? Si el estar asidos de esta esperanza es algo que Cristo obtuvo y que quedó irrevocablemente asegurado a través de la sangre de Jesús, entonces ¿por qué Dios nos dice que nos aferremos?

La respuesta es la siguiente:

  • Lo que Cristo compró para nosotros al morir no es la libertad para no tener que asirnos, sino el poder para hacerlo.
  • Lo que él compró no es la invalidación de nuestra voluntad, como si no tuviéramos que asirnos, sino el fortalecimiento de nuestra voluntad porque queremos asirnos.
  • Lo que compró no es la cancelación del mandamiento de asirse sino el cumplimiento de ese mandamiento.
  • Lo que compró no es el cese de la exhortación, sino el triunfo de la exhortación.

Él murió para que nosotros hagamos exactamente lo que Pablo hizo en Filipenses 3:12: «sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús». No es necedad —es el evangelio— decirle a un pecador que haga lo que solo Cristo puede darle la capacidad para hacer; es decir, tener esperanza en Dios.

Por eso, los exhorto de todo corazón: busquen y alcancen aquello para lo que Cristo los alcanzó, y agárrense de eso con todo el poder que él les da.

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

Segunda Temporada – Programa 3 – «Existe Dios»

«Existe Dios»

Segunda Temporada – Programa 3

Eduardo Saladin – Sugel Michelén – Marcos Peña

 

ENTENDIENDO LOS TIEMPOS

Surge en el 2013 como programa de radio bajo la cobertura de la emisora cristiana Radio Eternidad en la estación 990am. Las temáticas de nuestro programa son diversas y contemporáneas con las necesidades que se presentan  hoy en día en la sociedad. Todo tema es llevado a la luz de la Palabra de Dios que es la única mediadora entre los hombres y la única verdad que puede hacerle libre. Tratamos diferentes temas con el propósito de entender el presente bajo una cosmovisión bíblica y actuar en base a esta. Con nuestro productor Andrés Figueroa y el equipo de Gracia TV, quienes semanalmente transmiten este programa en un formato para Radio y TV.

http://www.entendiendolostiempos.org/

Un héroe olvidado

18 Marzo 2017

Un héroe olvidado
por Charles R. Swindoll

Hechos 9:20-25

La transformación es asombrosa. Saulo, quien sin duda tenía todavía sobre sus ropas las manchas de sangre de los cristianos que había torturado, está ahora con los brazos extendidos y anunciando: “Estoy aquí para darles testimonio de que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios”. La gente que lo escuchaba estaba boquiabierta. El texto griego utiliza el término del cual tenemos nosotros la palabra extasiada. Respondieron con extasiada fascinación por la súbita transformación que se había producido en la vida de Saulo.

Imagine que usted está sentado en la sinagoga, y frente a usted está predicando Jesús como el Mesías el mismísimo hombre responsable de haber condenado a muerte a inocentes cristianos. A otros los había echado en la cárcel, y quizás algunos de ellos eran sus parientes y amigos. La sinagoga estaba llena de personas que lo miran boquiabiertas. La siguiente afirmación nos asegura que Saulo no aflojó el paso: “Pero Saulo se fortalecía aún más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo” (Hechos 9:22).

La cosa se pone mejor. Saulo no sólo predicaba a Cristo, sino que también lo hacía con una habilidad impresionante. La palabra traducida como demostrando tiene su raíz en un verbo griego que significa “unir con varios hilos diferentes”. Los sermones de Pablo estaban hábilmente entretejidos, eran de una sola pieza y los predicaba con una lógica convincente. Todo revelaba en él a un genial expositor.

Palabra por palabra, oración por oración y punto por punto, Saulo paseaba a sus oyentes por los portentosos pasajes de las escrituras del Antiguo Testamento y los escritos de los profetas, para presentar con argumentos a toda prueba que Cristo era el Mesías prometido en quien se debía creer. Hasta que Pablo expuso sus argumentos, la mayoría nunca había hecho esa conexión. ¡Qué comunicador tan convincente!

Antes de que sigamos adelante, hagamos una pausa para recordarnos a nosotros mismos que ninguno de estos grandes acontecimientos pudieron haber sido presenciados, ni siquiera registrados, en realidad, de no haber sido por la valiente fe de Ananías. Es posible que usted no haya pensado en esto hasta ahora. Saulo habría seguido ciego y temblando si el discípulo de Damasco se hubiera negado obedecer e ir a la Calle Derecha. Todo esto se puso en movimiento porque Dios utilizó la fe memorable de un héroe poco conocido, pero fiel. Su trémula pero fiel obediencia cambió el destino de millones, entre ellos el mío y el suyo.

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

– See more at: http://visionparavivir.org/devocional#sthash.ZuSsgg2s.dpuf

“Aunque yo os digo la verdad, no me creéis”

“Aunque yo os digo la verdad, no me creéis”

18 MARZO

Éxodo 29 | Juan 8 | Proverbios 5 | Gálatas 4

Dos comentarios acerca de Juan 8:12–51.

(1) Ya en Juan 7:7, Jesús dijo a sus hermanos: “El mundo no tiene motivos para aborreceros; a mí, sin embargo, me aborrece porque yo testifico que sus obras son malas.”. Tanto en su propia persona como en sus palabras contundentes, Jesús resulta tan ofensivo, que el mundo lo odia. Es la encarnación de Juan 3:19–21: “la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos”.

Juan 8 va más lejos aun. Jesús insiste en que cuando el diablo miente, “Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!” (8:44). Luego Jesús añade, “Y sin embargo a mí, que os digo la verdad, no me creéis” (8:45).

Todo esto es asombroso. La primera cláusula de la frase no es concesiva, como si Jesús dijera: “Aunque yo os digo la verdad, no me creéis”. Esto ya sería suficientemente lamentable. Pero Jesús dice: “Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis?” Ante semejante actitud, ¿qué opciones le quedan? ¿Debería decir la clase de mentiras dulces y suaves que a la gente acomodada le encanta escuchar? Esto le garantizaría una audiencia, pero es impensable que Jesús proceda de esta forma. Por lo tanto, sigue exponiendo la verdad, y precisamente por actuar así, sus oyentes no le creen. Cuando alguien está ciego, decirle la verdad es precisamente lo que le endurece. Enciende el odio ardiente que desemboca en la conflagración de la cruz.

(2) Jesús insiste en que “Abraham, vuestro padre, se regocijó al pensar que vería mi día” (8:56): lo que Jesús probablemente tenía en mente era la promesa que Dios hizo y reiteró a Abraham: que en su descendencia serían bendecidas todas las naciones de la tierra (Gen 12). Es improbable que Jesús esté diciendo que Abraham hubiese tenido una visión en la cual pudiese ver la vida y los tiempos de Jesús. Lo que quiere decir, más bien, es que Abraham conocía a Dios, creía las promesas de Dios en cuanto a su descendencia, y, por fe, contemplaba el cumplimiento de estas promesas, regocijándose en la perspectiva de aquello que aún no podía comprender plenamente: “lo vio y se alegró” (8:56). Pero, como mínimo, estas palabras significan que Jesús es el objeto y el cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham y, por lo tanto le superaba en importancia. Además, si el Verbo eterno (Juan 1:1) había estado siempre con Dios, y era siempre Dios, incluso la contemplación de Dios por la fe por parte de Abraham era ni más ni menos que la contemplación de Aquel que se encarnó como Jesús de Nazaret. “Ciertamente os aseguro que” Jesús contesta “antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!” – el mismo nombre del Dios de la alianza (Éxodo 3:14).

Cuando sus adversarios recogen piedras para matar a Jesús a causa de su segunda afirmación, demuestran la verdad de la primera.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 77). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Esclavo del alcohol

Esclavo del alcohol

Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones. – Salmo 107:14

Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. – Efesios 4:32

¡Cuántas personas son esclavas de la bebida, como por ejemplo Andrés, un hombre de edad madura que cayó en el alcoholismo! Su mujer y sus hijos lo dejaron porque no soportaban vivir más con él. Perdió su trabajo, sus amigos y conocidos también lo abandonaron. Lo único que le quedaba era la botella, a la cual se aferraba, y un colchón en una habitación vacía…

¿Había esperanza para Andrés? Era un desdichado; sin embargo, no lograba liberarse de esas ataduras destructoras. Su fuerza de voluntad vacilaba cuando sentía su necesidad de alcohol; el engranaje parecía inexorable. A menudo tenía ideas oscuras y algunas veces trató de acabar con su vida. ¿Quién podría liberarlo?

En esa situación Dios intervino, ese Dios que saca al hombre “de las tinieblas y de la sombra de muerte”, y que puede romper las cadenas más sólidas. Condujo las circunstancias para que fuera a un centro de desintoxicación dirigido por creyentes. Allí Andrés tomó consciencia de que había caído muy bajo y de los sufrimientos que había causado a los demás. Reconoció que el alcoholismo forma parte de la lista de males provenientes del pecado, debido al cual Satanás mantiene esclavizado al hombre. Pero también descubrió que Dios es más fuerte que Satanás y que podía liberarlo. Le confesó todos sus descarríos y reconoció que era un pecador. Aceptó con gozo la buena noticia de que Jesucristo quería salvarlo, perdonar sus pecados y liberarlo del alcohol.

A partir de entonces pudo empezar una nueva vida con paz y gozo en el corazón.

Ezequiel 13 – Hechos 21:1-16 – Salmo 34:7-14 – Proverbios 11:25-26

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.chlabuena@semilla.ch