Aflicción por las almas perdidas

Aflicción por las almas perdidas

3/21/2017

¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! (Mateo 23:57)

Jesús se interesaba profundamente por las personas. Nuestro Señor llevó a Felipe (Jn. 1:43), a Mateo (Mt. 9:9) y a Pedro y a Juan (Mt. 4:18-19) a la fe con el llamado: “Sígueme”. En Juan 4, junto a un pozo se encontró con una mujer y la llevó a la salvación. En Lucas 19, se encontró con Zaqueo, un recaudador de impuestos, a quien guió a la confesión de pecado, al arrepentimiento y a la fe. En Juan 3, enseñó a Nicodemo acerca del nuevo nacimiento. En Marcos 10, llevó al ciego Bartimeo a que creyera en Él. En Marcos 5, Jesús sanó a un endemoniado en la región de los gadarenos. Y Lucas 23 cuenta de su breve pero conmovedor encuentro con el ladrón en la cruz (vv. 40-43); antes de entregarse a Dios, Cristo lo rescató del infierno eterno.

El corazón de Jesús se afligió por las almas perdidas. En Juan 5:40, tenemos una vislumbre de la pasión de Cristo cuando dijo: “No queréis venir a mí para que tengáis vida”. Tienen un tono melancólico esas palabras. ¿Resuena en su corazón el afecto de sus palabras?

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La mejor promesa de Dios

Marzo, 21

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La mejor promesa de Dios

Devocional por John Piper

El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas? (Romanos 8:32)

La promesa de mayor alcance sobre la gracia venidera se encuentra en Romanos 8:32. Para mí, este es el versículo más precioso de la Biblia. Parte de la razón es que la promesa es tan vasta, que está presente para ayudarme en prácticamente cada paso de mi vida y ministerio. Nunca ha habido, ni habrá, una circunstancia en mi vida donde esta promesa sea irrelevante.

Por sí sola, esta promesa tan extensa probablemente no haría que este versículo fuera tan valioso. Hay otras promesas de gran amplitud, como Salmos 84:11: «nada bueno niega [Dios] a los que andan en integridad»; y 1 Corintios 3:21-23: «…todo es vuestro: ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios». Es difícil exagerar la espectacular extensión y alcance de estas promesas.

Pero lo que sitúa a Romanos 8:32 en una categoría única es la lógica que eleva la promesa y hace que sea tan sólida e inamovible como lo es el amor de Dios por su Hijo infinitamente admirable.

Romanos 8:32 contiene un fundamento y una garantía tan fuertes, tan sólidos y tan seguros, que no existe en lo absoluto la posibilidad de que la promesa pudiera ser quebrantada alguna vez. Esto es lo que hace que sea una fortaleza siempre presente en momentos de gran confusión. Sin importar qué ocurra, qué nos decepcione, o qué falle, esta promesa tan extensa de gracia para el futuro nunca puede fallar.

«El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros…». Si esto es verdad, dice la lógica del cielo, ¡entonces Dios ciertamente dará todas las cosas a aquellos por quienes él dio a su Hijo!

 

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Por qué los hombres no lideran

20 Marzo 2017

Por qué los hombres no lideran
por Charles R. Swindoll

Muchas iglesias y hogares cristianos tienen hombres pasivos pero pocas veces hablamos de ello de manera directa. ¿Por qué algunos hombres, en vez de dirigir, se han alejado y enmudecido frente a sus esposas, sus familias y sus iglesias?

Las siguientes son algunas de las posibilidades:

Falta de confianza en sí mismos. Algunos hombres nunca han tenido una buena autoestima. Fueron criados por padres que no los afirmaron o les amaron incondicionalmente. En otras palabras, nada de lo que hacían era suficiente.

Mientras que algunos hombres tratan de compensar esto y se convierten en personas agresivas, otros simplemente caen en la pasividad. Tienen miedo de tomar malas decisiones y por lo tanto prefieren evitarlas. Otros hombres, que tal vez antes fueron líderes con buena autoestima, experimentaron algo durante su matrimonio, su iglesia o su vocación que les afectó internamente. Ahora constantemente les cuesta tomar decisiones; se sienten desubicados e inseguros.

Sueños rotos. Siempre llega un momento en la vida de los hombres cuando al considerar diferentes aspectos de sus vidas piensan que la vida ha sido excelente y que nada podría superar ese momento en sus vidas. Quizás se encuentran en el escalón más alto de su trabajo y sus opciones para ascender son limitadas. Para otros, el sueño del éxito nunca se materializó. De hecho, sufrieron un gran fracaso, fueron despedidos o cayeron en bancarrota. Su salud, que antes era excepcionalmente buena, ahora está por debajo del promedio. La vida que soñaron se ha convertido en una existencia monótona.

Abrumados. Parte del liderazgo es la capacidad para tomar decisiones. Un hombre puede sentirse muy abrumado por el número de demandas diarias y decisiones que le acosan. En esos casos, la parálisis de la pasividad toma prioridad ya que parece ser mejor que no hacer nada. Utilizan la táctica de la evasión y piensan que con ello la situación va a cambiar sin que sea necesario tomar una decisión o esperan que alguien más la tome por ellos.

La oposición. Algunos hombres cuando intentan liderar sus hogares encuentran oposición por parte de sus esposas. Cuando tratan de iniciar algo, sus esposas se sienten obligadas a hacer un comentario, controlar, criticar o hacer una comparación. Desde la perspectiva de esa mujer, ella está intentando ayudar. Desde la perspectiva de ese hombre es más fácil seguirle la corriente, al menos exteriormente. Para ellos es preferible tener una paz relativa en el hogar y ser acusado de ser un mal líder que tener un conflicto constante con ella cada vez que él intenta liderar. Simplemente, no vale la pena. De manera irónica, si en respuesta a la oposición que recibe por parte de su esposa él comienza a tomar el control y actuar como el líder de la familia, siente que es él quien sigue el liderazgo de ella. Y si por el contrario él se niega a liderar, será visto como un hombre pasivo y obstinado.

Una palabra a los esposos

La Escritura le habla a los esposos y a las esposas sobre el liderazgo del hombre.

Efesios 5:23 dice: «Porque el esposo es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia…» Ser cabeza significa tener un liderazgo amoroso. Este es un mandamiento para todos los esposos, incluyendo los pasivos. Pero sólo puede lograrse por medio del poder del Espíritu Santo (5:18). Solamente por medio del Espíritu se puede reconocer y vencer ese comportamiento pasivo. Es al confesar esa pasividad y dársela al Espíritu Santo que recibiremos la habilidad para liderar.

  • Reciba el ánimo que necesita para tener confianza en sí mismo y para dar el primer paso.
  • Reconozca el propósito del Espíritu en su vida para que pueda tener nuevos sueños para Él.
  • Experimente una paz mental de tal forma que no le abrumen las complejidades de la vida.
  • Responda a su esposa de una manera sabia mientras busca mostrar ese liderazgo amoroso que usted y Dios desean. Deje de reaccionar ante ella y responsabilícese por ser el líder que ella necesita.

Una palabra para las esposas

Efesios 5:33 dice: «La esposa debe respetar su marido». Los siguientes consejos pueden ayudarle a mostrar ese respeto.

  • Ore por él. Alguien dijo sabiamente: «Cambie las cosas que usted puede cambiar y ore acerca de las cosas que no puede cambiar». Las personas son una de esas cosas que usted no puede cambiar. Sólo Dios puede cambiar las personas, incluyendo su esposo.
  • Elógielo. El hombre necesita sentirse apreciado. En vez de pensar que las cosas que él hace son su obligación, exprésele su gratitud. Quizás la reacción de su marido sea muy simple pero él necesita sentirse apreciado y con el tiempo aprenderá a aceptar sus elogios.
  • Escúchelo. Muchas esposas necesitan escuchar más y hablar menos. Eso significa poner atención para comprender lo que dice y lo que no dice. Ya que su esposo no está acostumbrado hacerlo, tendrá que esperar a que él hable primero. No lo presione. Cuando él sepa que usted está dispuesta a escucharle de verdad y no va a discutir o presionarle, él se abrirá a usted.

En resumen: sea una persona compasiva, amorosa, humilde y solidaria. Eso es para ambos, sin excepción. No busque la venganza ni el sarcasmo. Al contrario, bendiga a su cónyuge. Su trabajo es bendecirle (1 Pedro 3:8-9).

 

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¡Israel!

¡Israel!

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21 MARZO

Éxodo 32 | Juan 11 | Proverbios 8 | Efesios 1

Éxodo 32 narra al mismo tiempo uno de los momentos más bajos y uno de los más altos de la historia de Israel.
Sólo unos meses después de la esclavitud en Egipto, la fe los israelitas demuestra ser tan floja, que la tardanza de Moisés en bajar de la montaña les ofrece la excusa perfecta para iniciar una nueva ronda de quejas. Su retraso no les incita a orar, sino que despierta en ellos la ingratitud insensible y el sincretismo sin norte. Incluso, el tono de sus quejas es despectivo: “porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!” (32:1).
Aarón se revela como un pusilánime blandengue, incapaz de imponer disciplina alguna, o bien no dispuesto a hacerlo. Carece absolutamente de firmeza teológica – no tiene ni siquiera las agallas de ser un pagano consecuente, puesto que sigue invocando el nombre del Señor mientras él mismo se dedica a fabricar el becerro de oro (32:4–5). Sigue siendo pusilánime cuando, desafiado por su hermano, insiste y responde de forma ridícula: “Ellos me dieron el oro, yo lo eché al fuego, ¡y lo que salió fue este becerro!” (32:24). A pesar de las promesas del pacto que habían hecho, muchos en la nación querían todas las bendiciones que pudiesen obtener de Yahvé, pero daban muy poca importancia a la naturaleza de sus propias obligaciones hacia su Creador y Redentor. Era un momento bajo de vergüenza nacional – pero no sería el último en su experiencia, ni en la historia de la Iglesia confesante.
¿Cuál era el momento álgido entonces? Cuando Dios amenaza con liquidar a toda la nación, Moisés intercede por ellos. En ningún momento sugiere Moisés que el pueblo no merezca ser liquidado, ni que no sean tan malos como algunos pudiesen pensar. Más bien, invoca la gloria de Dios. ¿Por qué actuaría Dios de tal manera que los egipcios pudiesen mofarse, diciendo que Dios no era lo suficientemente poderoso como para lograr el rescate (32:12)? Además, ¿no está obligado Dios a guardar sus promesas a los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob (32:19)? ¿Cómo puede Dios renunciar a estas solemnes promesas? En último lugar, suplica el perdón de Dios (32:30–32), y si Dios no extiende su misericordia, Moisés no quiere fundar ningún otro pueblo (aunque él también está consumido por la ira, 32:19). Prefiere ser destruido junto con el resto del pueblo.
Aquí tenemos a un mediador extraordinario, un hombre cuyo corazón está centrado totalmente en Dios y su gracia salvífica y su revelación de sí mismo; un hombre que no presenta excusas por el comportamiento del pueblo, pero que, no obstante, se identifica tan plenamente con el mismo, que en caso de que el juicio cayese sobre ellos, suplica recibir también el castigo. He aquí un hombre que “se coloca en la brecha” (ver Ezequiel 13:3–5; 22:29–30).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 80). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Id y vedlo

Id y vedlo
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(El Señor) me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
2 Corintios 12:9
(Jesús dijo:) Separados de mí nada podéis hacer.
Juan 15:5
Lea Marcos 6:34-44

“¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo”, dijo Jesús a sus discípulos. Estaban ante una multitud de cinco mil hombres, y Jesús les había ordenado que los alimentasen. Los discípulos hicieron cuentas y respondieron: “Cinco, y dos peces” (v. 38). ¿Qué hacer?

Entonces Jesús les pidió que le trajesen los panes y los peces, y que hicieran sentar a la gente. ¡Por su poder, cinco mil hombres fueron saciados, y quedaron abundantes restos!

¿Por qué Jesús insistió en que sus discípulos contasen los panes? ¿Pensaba que tenían suficiente para alimentar a cinco mil hombres? ¡Seguro que no! Él conocía la respuesta. Y si hubiesen tenido la mitad o diez veces más, para él hubiese sido lo mismo. Podía alimentar a esa multitud a partir de nada, pero mediante esta pregunta quería que los discípulos se diesen cuenta de que sin él no podían hacer lo que les pedía.

Esta escena está llena de enseñanza para los creyentes. Incluso si no nos necesita, Jesús quiere que participemos en su trabajo. Si le llevamos lo poco que tenemos, puede sacar de eso una abundante bendición para los demás. ¡Incluso “sobró”, es decir, no saldremos perdiendo! No seamos, pues, presuntuosos ni perezosos. Presuntuosos, pensando que podemos hacer mucho por nosotros mismos. Y perezosos, estimando que no vale la pena poner lo “poco” que tenemos al servicio del Maestro.

Ezequiel 16:35-63 – Hechos 22:22-23:11 – Salmo 35:9-14 – Proverbios 11:31
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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