Aproveche la ola

Aproveche la ola

3/25/2017

Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. (Juan 4:35)

Todos los creyentes deben sentir pasión por los perdidos. John Harper tenía tal pasión. Era un joven pastor en la gran iglesia Moody Memorial de Chicago a principios del siglo XX, pero en 1912 iba de pasajero en el aciago viaje del Titanic.

 Cuatro años después, un joven escocés se puso de pie en una reunión y dijo que era sobreviviente de Titanic. Mientras flotaba a la deriva agarrado de un pedazo de madera, se encontró con un hombre que flotaba sobre restos del naufragio. El hombre le pidió al escocés que recibiera a Cristo. El joven escocés se negó. La ola volvió cerca del hombre, y este le preguntó al escocés si aun no era salvo. Poco después, el hombre desapareció en el agua, y el escocés decidió confiar en Cristo como Salvador. Identificó al hombre como John Harper. El joven escocés fue el último convertido de John Harper.

¿Puede ser usted uno de los John Harper de esta generación?

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El valor de los demás

25 Marzo 2017

El valor de los demás
por Charles R. Swindoll

Hechos 9:28-31

La paráfrasis de la Biblia, The Message (El Mensaje), de Eugene Peterson, resume hermosamente esta parte de la narración. “Las cosas se calmaron después de eso y la iglesia no tuvo problemas durante un tiempo. En toda la región —Judea, Samaria, Galilea— la iglesia crecía. Estaban impregnados por una profunda sensación de reverencia a Dios. El Espíritu Santo estaba con ellos, fortaleciéndolos. Y prosperaban maravillosamente.”

Las iglesias no necesitaban a Saulo. En Tarso, él tuvo tiempo para aprender que él era quien las necesitaba a ellas. No era independiente. Había descubierto el valor de la dependencia. Lamentablemente, hay quienes nunca aprenden esto.

Este es un buen momento para hacer una pausa y dar un salto de 20 siglos hasta el día de hoy. Aprenda a apreciar y aceptar el valor de las demás personas. No trate de ser autosuficiente. Antes de ver a quienes le rodean como estorbos, dese cuenta de su valor. Recuerde que ellas tienen un rol estratégico en su supervivencia y en su éxito. Dios rara vez nos pide que volemos solos. Cuando Él nos impulsa a remontar las alturas, hay seguridad cuando otros se elevan junto con nosotros.

Dios ha dispuesto que su iglesia sea esa clase de red de apoyo para todos nosotros. Nadie puede manejar todas las presiones por mucho tiempo. ¡El compañerismo y la responsabilidad ante los demás son esenciales!

Es posible que usted esté resistiendo la idea de ser un miembro activo de una iglesia, o ser parte de un grupo pequeño de compañerismo en ella. Piensa que no necesita de nadie, y hasta ahora su plan ha funcionado bien. Pero no pasará mucho tiempo sin que los fuertes vientos de la adversidad le derriben, y necesitará que alguien le levante. No permita que un terco espíritu de independencia le robe el gozo de compartir con otros su vida, sus debilidades, sus fracasos y sus sueños.

Usted y yo no somos indispensables. Usted y yo no somos irreemplazables. Dios sí es ambas cosas. Lo es su iglesia. Él está buscando vasos destrozados, corazones heridos y siervos humildes, incluso a quienes tienen un triste pasado con algunas cicatrices, y que han aprendido a no esconderlas ni negarlas, a personas que entienden y aprecian el valor de los demás. ¿Es usted ese tipo de persona?

¡El compañerismo y la responsabilidad ante los demás son esenciales!—Charles R. Swindoll

Tomado del libro Buenos Días con Buenos Amigos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2007). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmundohispano.org). Copyright © 2017 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

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“Manteneos en el amor de Dios”

“Manteneos en el amor de Dios”

25 MARZO

Éxodo 36 | Juan 15 | Proverbios 12 | Efesios 5

La Biblia habla del amor de Dios de diferentes maneras.

En algunos pasajes, el amor de Dios está dirigido hacia los escogidos. Les ama a ellos y no a los que no lo son. (p. ej., Deuteronomio 4:37; 7:7–8; Mal 1:2). Pero si deducimos de esto que el amor de Dios esté únicamente dirigido a los escogidos, acabamos distorsionando otras realidades: la provisión benevolente de la “gracia común” (¿no es Dios quien envía la lluvia sobre los justos y los injustos? [Mateo 5:45]), su paciencia (Romanos 2:4), sus ruegos a los rebeldes para que se arrepientan y así se libren de la muerte eterna, puesto que “no me alegro con la muerte del malvado” (Ezequiel 33:11). Por otra parte, si esto fuese todo lo que la Biblia dice sobre el amor de Dios, se vería reducido a una especie de amante impotente y frustrado que ha hecho todo lo que podía, pobrecito. Tal escenario no sirve para explicar la iniciativa amorosa ni el poder eficaz que hay detrás de ella y que se exponen en los primeros pasajes aquí citados, y en otros semejantes.

Pero la Biblia habla del amor de Dios de otras maneras. Una de ellas constituye el meollo de Juan 15:9–11. Aquí, el amor del Padre hacia nosotros se muestra dependiente de nuestra obediencia. Jesús pide a sus discípulos que le obedezcan de la misma manera como él obedece al Padre, para que permanezcan en su amor. “Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (15:10).

El contexto nos demuestra que esto no nos está explicando cómo alguien se convierte en seguidor de Jesús. Más bien, suponiendo que los que le escuchan ya son sus seguidores, Jesús insiste en que hay un amor relacional que debe ser cuidado y nutrido. De la misma forma, el amor del Padre por el Hijo no nos dice nada acerca de cómo nació este amor, sino que simplemente refleja la naturaleza de esa relación. En otros pasajes, el amor del Padre hacia el Hijo se expresa en el hecho de que el Padre le “muestra” al Hijo todas las cosas, de manera que el Hijo hace lo mismo que hace el Padre y recibe la misma honra que el Padre (Juan 5:19–23); el amor del Hijo hacia el Padre se manifiesta por la obediencia (14:31). Así como mis hijos permanecen en mi amor al obedecerme en lugar de desafiarme, los seguidores de Jesús permanecen en su amor. Por supuesto, hay un sentido en el cual yo siempre amaré a mis hijos, hagan lo que hagan. Sin embargo, este amor tiene una dimensión relacional que depende de su obediencia.

De este modo, Jesús es mediador del amor del Padre hacia nosotros (15:9), y el resultado de nuestra obediencia hacia él es el gozo profundo (15:11). “Manteneos en el amor de Dios” (Judas 1:21).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 84). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Satisfechos para siempre

MARZO, 25

Satisfechos para siempre

Devocional por John Piper

Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed. (Juan 6:35)

Este pasaje señala el hecho de que creer en Jesús es alimentarse y beber de todo lo que Jesús es. Abarca tanto como decir que la sed de nuestra alma se satisface con Jesús, de manera que no tenemos más sed.

Él es el fin de nuestra búsqueda de satisfacción.

Cuando confiamos en Jesús de la manera en que Juan quiere que lo hagamos, la presencia y la promesa de Jesús nos satisfacen tanto que ya no estamos dominados por la atracción de los placeres del pecado (ver Romanos 6:14). Esto explica por qué ese tipo de fe en Jesús anula el poder del pecado y hace posible la obediencia.

Juan 4:14 señala en la misma dirección: «pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna». De acuerdo con Juan 6:35, la fe que salva de la que se habla acá es como beber del agua que satisface los deseos más profundos del alma.

Ocurre lo mismo en Juan 7:37-38: «Jesús, puesto en pie, exclamó en alta voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva’”».

A través de la fe, Cristo se convierte en una fuente inagotable de vida dentro de nosotros que nos satisface para siempre y que nos guía al cielo. Esto lo hace enviándonos su Espíritu (Juan 7:38-39).

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

¿Muy pocos serán salvos?

¿Muy pocos serán salvos?

Alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. – Lucas 13:23-24

Algunas preguntas de la Biblia

Alguien preguntó a Jesús si son pocas las personas que se salvan. El Señor no respondió directamente la pregunta, pero explicó lo que cada uno debe hacer para ser salvo. “Esforzaos a entrar por la puerta angosta” (Lucas 13:24). El camino de la salvación es accesible a todos y es el mismo para todos: Hay que pasar por la puerta estrecha, es decir, por Jesús crucificado. “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:9).

Entrar por esta puerta es reconocerse perdido y creer que Jesús es el único medio para ser salvo. Hay que renunciar a cualquier otro medio humano, por ejemplo: obras religiosas, adhesión intelectual, tradiciones, educación…

Antes de su conversión el apóstol Pablo, hombre muy instruido, animado por un celo salvaje por su religión, perseguía a los creyentes. Pero luego estimó como “basura” todas las ventajas que había recibido de su educación y de sus funciones religiosas. Su fe contaba solamente con la justicia que Dios da a aquel que cree (ver Filipenses 3:9).

Si rehusamos ir al Señor, buscarlo y creer en él, entonces permanecemos lejos de Dios, unidos al mal, y nos exponemos a escuchar esta terrible frase del Señor en el día del juicio: “No os conozco” (Mateo 25:12).

Ser salvo es primeramente tener la vida eterna mediante la fe en Cristo. Solo entonces podremos llevar una vida que agrade a Dios, y esforzarnos en permanecer arraigados a su gracia.

Ezequiel 20:1-22 – Hechos 26:1-18 – Salmo 36:7-12 – Proverbios 12:7-8

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