Identificarse con el sufrimiento de Cristo

Identificarse con el sufrimiento de Cristo

3/27/2017

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos. (Hebreos 2:10)

Los cristianos pueden identificarse con su Maestro porque, como Él, sufren para entrar en su gloria.

Cristo les dijo a los discípulos en el camino a Emaús: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Lc. 24:25-26). Nuestro Señor tuvo que explicar que la gloria futura exigía que Él sufriera. Nosotros debemos esperar lo mismo.

La senda hacia la gloria para Cristo fue la senda del sufrimiento injusto. Esa es también nuestra senda. Jesucristo soportó el sufrimiento con paciencia fue exaltado a la más excelsa gloria. Él es nuestro ejemplo de cómo reaccionar ante el sufrimiento.

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«Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos».

Charles Spurgeon  H

27 de marzo

«Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Mateo 15:27

Esta mujer halló aliento en su desgracia, al pensar en Cristo de una forma elevada. El Maestro había hablado acerca del pan de los hijos. «Ahora bien —arguyó ella—, como tú eres el dueño de la mesa de la gracia, sé que también eres un administrador generoso y que, sin duda, hay abundancia de pan en tu mesa. Habrá tal abundancia para los hijos que quedarán también migas que se arrojen al suelo para los perros, y los hijos no lo pasarán peor porque los perros se alimenten». Ella pensaba en Jesús como en uno que mantenía una mesa tan buena que todo lo que ella necesitaba era una migaja en comparación. Recuerda, sin embargo, que la necesidad de la mujer era que el demonio saliera de su hija. Esto era para ella una cosa grande; pero, como tenía un alto concepto de Cristo, se dijo: «Para él esto es nada: solo como dar una migaja». Ese es el camino real hacia el aliento. El tener pensamientos exagerados en cuanto a tus pecados, solo puede llevarte a la desesperación; pero el tener un alto concepto de Cristo te dirigirá al puerto de paz. «Mis pecados son muchos; pero, ¡ah!, a Jesús nada le cuesta el quitarlos todos. El peso de mi culpa me aplasta como aplastaría a un gusano el pie de un gigante; pero esa culpa no es más que una partícula de polvo para él, porque él ya llevó la maldición de la misma en su cuerpo sobre la cruz. El darme plena redención será una insignificancia para él; aunque el recibirla sea para mí una infinita bendición». La mujer abre muy ampliamente la boca de su alma, esperando grandes cosas de Jesús, y él la llena con su amor. Querido lector, haz tú lo mismo. Ella reconoció lo que Cristo le decía, pero se asió fuertemente de él y extrajo argumentos aun de las duras palabras del Señor. Ella creyó grandes cosas de él y así lo conquistó. Ganó la victoria creyendo en él. Su caso es un ejemplo de fe victoriosa: si queremos vencer como ella lo hizo, debemos imitar sus tácticas.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, pp. 95–96). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

EL ROL DE LA IGLESIA EN LA ESFERA POLÍTICA

​Sugel Michelén (MTS) ha sido por más de 30 años uno de los pastores de Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en República Dominicana, donde tiene la responsabilidad de predicar regularmente la Palabra de Dios en el día del Señor. Es autor de Palabras al Cansado, Hacia una Educación Auténticamente Cristiana, de un libro ilustrado para niños titulado La más Extraordinaria Historia Jamás Contada, y recientemente de De parte de Dios y delante de Dios: Una guía de predicación expositiva. El pastor Michelén y su esposa Gloria tienen 3 hijos y 4 nietos. Puedes encontrarlo en twitter.

Jesús ora

Jesús ora

27 MARZO

Éxodo 38 | Juan 17 | Proverbios 14 | Filipenses 1

Juan 17 se cita muy a menudo en círculos ecuménicos. Jesús ora a favor de “los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti… y así el mundo reconozca que tú me enviaste” (17:20–23). Lo que esto implica es que, al apoyar el movimiento ecuménico de todo corazón, uno contribuye a que la oración de Jesús se cumpla.

En efecto se trata de una oración muy importante. Pero hay que destacar el resto del contenido de su oración en este capítulo:

(1) Jesús ora para que Dios proteja a los primeros discípulos del “maligno”, especialmente ahora que él mismo desaparecerá de la escena (17:11, 15). Tal vez piensa especialmente en los terribles golpes que se asestará a su fe cuando vean crucificado y enterrado a su Maestro.

(2) Jesús ora también para que sus discípulos sean santificados en la verdad – comprendiendo muy bien que la Palabra de Dios es la verdad y que el propósito principal de esta es su propia santificación (es decir: “se santifica” a sí mismo – al someterse a los propósitos santos de Dios, obedeciendo al Padre y yendo a la cruz, así es como él será santificado (17:17–18).

(3) Jesús ora para que, tanto los primeros discípulos como los que acabarán creyendo a través de su mensaje, estén “en nosotros” (es decir, ‘en’ el Padre y el Hijo), “para que el mundo crea que tú me has enviado” (17:21).

(4) Jesús declara que desea que todos aquellos que el Padre le ha dado, estén allí donde él esté, y que vean su gloria, la misma gloria que el Padre le dio porque el Padre le amaba “desde antes de la creación del mundo” (17:24)

Además, por supuesto, Jesús ora también para que los discípulos sean uno. Sería deseable que todos aquellos que enfatizan esta petición lo hicieran también con el resto de sus peticiones con el mismo celo – o, asimismo, que los que enfatizan la segunda petición, también lo hagan con la que busca la unidad.

La pregunta que hay que plantear, sin embargo, es si las oraciones de Jesús siempre son contestadas. ¿No dice Jesús, en otro sitio, que el Padre siempre le “escucha” (11:42). Por supuesto que Dios protegía a todos y cada uno de los primeros discípulos, con la excepción, claro está, de Judas, a quien incluso en esta oración reconoce ser “aquel que nació para perderse” (17:12). Las restantes peticiones también están siendo contestadas, y al final encontrarán su cumplimiento final en la consumación. Así es el caso de la oración de Jesús por la unidad: los verdaderos cristianos dan fe de una autentica unidad, a pesar de las estructuras jerárquicas y a menudo en oposición a las iniciativas ecuménicas, como respuesta a la oración de Jesús. Esto a menudo, atrae a la gente al evangelio. Debemos desear con pasión y luchar por el cumplimiento de todas las peticiones de Jesús.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 86). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Diez resultados de la resurrección

MARZO, 27

Diez resultados de la resurrección

Devocional por John Piper

Y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavía estáis en vuestros pecados. (1 Corintios 15:17)

He aquí diez cosas extraordinarias que tenemos gracias a la resurrección de Jesús:

1) Un salvador que no puede volver a morir nunca más: «…sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir» (Romanos 6:9).

2) Arrepentimiento: «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros habíais matado colgándole en una cruz. A éste Dios exaltó a su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel» (Hechos 5:30-31).

3) Un nuevo nacimiento: «…según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 Pedro 1:3).

4) Perdón de pecados: «Y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavía estáis en vuestros pecados» (1 Corintios 15:17).

5) El Espíritu Santo: «A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís» (Hechos 2:32-33).

6) Ninguna condenación para los escogidos: «¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra de Dios» (Romanos 8:34).

7) Una relación personal con Jesús y su protección: «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).

8) Pruebas de juicio venidero: «Él [Dios] ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos» (Hechos 17:31).

9) Salvación de la ira venidera de Dios: «…y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de entre los muertos, es decir, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera» (1 Tesalonicenses 1:10; Romanos 5:10).

10) Nuestra propia resurrección de entre los muertos: «…sabiendo que aquel que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. (2 Corintios 4:14; Romanos 6:4; 8:11; 1 Corintios 6:14; 15:20).

http://solidjoys.sdejesucristo.org/

Tú fuiste realmente misericordioso conmigo

Tú fuiste realmente misericordioso conmigo

Si confesamos nuestros pecados, él (Dios) es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

1 Juan 1:9

Habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.

1 Corintios 6:11

Testimonio

«Nací en una familia cristiana, pero realmente me convertí a los 17 años. Hasta ahí me debatía entre ser o no ser cristiano, pues sabía que si recibía al Señor Jesús como mi Salvador, tendría que aceptarlo como mi Señor.

Una noche estaba solo en mi habitación. Mi alma no estaba en paz. Sentado o acostado, no lograba hallar reposo. ¿Tenía que creer en el Señor Jesús, o no? Quería decir no, pero eso hacía que me sintiese incómodo en el fondo de mi ser. Había una verdadera lucha en mí. Entonces me arrodillé para orar. Al principio no sabía qué decir, pero finalmente muchos pecados vinieron a mi memoria. Nunca había vivido algo semejante hasta ese momento. Me vi a mí mismo como un pecador, y también vi la gracia del Señor. Fui consciente de toda la podredumbre del pecado, y también comprendí que la preciosa sangre de Jesús me purificaba y me hacía más blanco que la nieve. Era como si él extendiese sus manos para recibirme, diciéndome: ¡Te estaba esperando!

Antes me burlaba de los que creían en Jesús, pero aquella noche lloré y confesé mis pecados, buscando el perdón del Señor. Después de haber orado, comprendí que ya no tenía el peso de mis pecados, y me sentí lleno de gozo y paz. Solo en mi habitación, pude exclamar: Señor Jesús, tú fuiste realmente misericordioso conmigo».

W. N.

Ezequiel 21 – Hechos 27:1-12 – Salmo 37:8-15 – Proverbios 12:11-12

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