Aferrándose a lo que es bueno

Aferrándose a lo que es bueno

7/10/2017

Seguid lo bueno. (Romanos 12:9)

Como siervo de Jesucristo, Dios quiere que usted se comprometa con todo lo bueno, con todo lo que sea justo y digno. Esa tarea requiere el uso de discernimiento. Con la ayuda de Dios y su Palabra, usted debe evaluarlo todo con cuidado y decidir qué debe rechazar y qué debe seguir (1 Ts. 5:21-22).

A medida que se aparta de las cosas del mundo y que se satura de las Escrituras, lo que es bueno irá sustituyendo lo que es malo. Entonces usted hará realidad el mensaje de Pablo a los creyentes de Roma: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (12:2).

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
DERECHOS DE AUTOR © 2017 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.

Obras soberbias vs. fe humilde

JULIO, 10

Obras soberbias vs. fe humilde

Devocional por John Piper

Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” (Mateo 7:22)

Consideremos la diferencia entre un corazón de «fe» y un corazón de «milagros» u obras.

El corazón de obras se satisface con el estímulo al ego cuando logra hacer algo por sus propias fuerzas. Trata de escalar las paredes de rocas verticales, o de asumir responsabilidades adicionales en el trabajo, o de arriesgar su vida en la zona de combate, o de agonizar en una maratón, o de hacer ayunos religiosos por semanas —todo por la satisfacción de superar un reto por su propia fuerza de voluntad y la resistencia de su propio cuerpo—.

Un corazón orientado hacia las obras quizá también exprese su amor por la independencia y por elegir su propio camino y por la realización personal, al rebelarse contra la cortesía, la decencia y la moralidad (ver Gálatas 5:19-21). Pero es esta misma orientación hacia las obras —de determinación y de exaltación personal— la que se disgusta con el comportamiento grosero y se dispone a probar su superioridad por medio de la abnegación, la valentía y la grandeza propia.

En todo esto, la satisfacción básica de la persona orientada hacia las obras se agrada de ser enérgico, autónomo y, en lo posible, triunfador.

El corazón de fe es radicalmente diferente. Sus deseos no se debilitan al mirar hacia el futuro, pero lo que desea es la satisfacción plena de experimentar todo lo que Dios es para nosotros en Jesús.

Si «obras» busca la satisfacción de sentir que estas vencen un obstáculo, la «fe» se goza en la satisfacción de que Dios vence un obstáculo. El corazón de obras desea la alegría de recibir gloria por ser capaz, fuerte e inteligente. La fe busca la alegría de ver a Dios ser glorificado por su capacidad, fuerza y sabiduría.

En su forma religiosa, el corazón de obras acepta el reto de la moralidad, conquista sus obstáculos por medio de grandes esfuerzos, y ofrece la victoria a Dios como medio de pago para obtener su aprobación y recompensa. La fe también acepta el reto de la moralidad, pero solo como una ocasión para convertirse en un instrumento del poder de Dios. Y cuando la victoria llega, la fe se regocija en que toda la gloria y la gratitud le pertenezcan a Dios.


Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), páginas 278-279

El quebrantamiento de la desesperanza

10 Julio 2017

El quebrantamiento de la desesperanza
por Charles R. Swindoll

Salmo 13

Hace muchos años cuando vivía en Dallas y estaba estudiando en el Seminario, recibí una llamada telefónica que me llevó a un pequeño departamento de la ciudad. Toqué a la puerta y me abrió un hombre que tenía en su mano un rifle. Me invitó a pasar. Fuimos a la cocina donde había simplemente un bombillo y una pequeña mesa con dos sillas. Allí comenzó a contarme su triste historia. Acababa de salir del hospital después de una cirugía en la espalda. Él era un hombre solitario, que había perdido el contacto con su esposa y con su único hijo, muchos años antes tras el fracaso de ese matrimonio. Mientras hablaba con él acerca de sus luchas intensas, noté que el apartamento estaba lleno de fotografías de su hijo en diferentes etapas de crecimiento.

Había fotos de cuando el niño estaba en pañales. Otras cuando el niño estaba graduándose del jardín de niños. Fotos del niño jugando béisbol y muchas otras más. Todo el enfoque de ese hombre se centraba en su matrimonio fracasado y en su hijo con quien él ya no podía pasar el tiempo. Esos recuerdos nostálgicos del pasado lo tenían cautivo y llenaban su corazón de arrepentimiento y desaliento. Desafortunadamente, mis intentos de ayudarle a que viera más allá de su angustia fueron inútiles. Menos de una semana después, él manejó su auto hasta las afueras del este de Texas y allí se suicidó. Para él, la vida ya no tenía ningún valor.

Es normal sufrir después de una pérdida significativa. El dolor es ese proceso angustioso de ajustarse a un nuevo conjunto de circunstancias. Una vez que la aceptación llega a nuestras vidas, el dolor desaparece, cediéndole el paso al gozo nuevamente. Algunas veces, sin embargo, el dolor puede llevar a la desesperanza, en lugar de la aceptación. Eso es precisamente lo que es el abatimiento. Una caída perpetua a la desesperanza.

No es necesario leer el salmo 13 muchas veces para detectar el abatimiento en David. Al igual que mi amigo solitario en el apartamento, el salmista se siente desalentado y olvidado. Es el viejo síndrome de «nadie me quiere». La desesperación ni siquiera describe ese estado emocional. Mi abuelo lo diría de esta forma: «Se siente como cucaracha». Un dicho muy común pero muy claro. Estoy seguro que estos sentimientos mutuos son los que nos llevan a leer los salmos durante nuestros días tristes. David se siente miserable. Nadie sabe la razón. Sin embargo, sus palabras resuenan en nuestros sentimientos de dolor cuando nos sentimos «como cucarachas».

Afirmando el alma
Si usted o alguien que usted conoce, está sintiéndose abatido, ¿sabe usted cuál es el motivo? ¿Qué circunstancia causó ese dolor? Dedique unos momentos para describir eso de manera escrita. Hágalo en tercera persona como si estuviese contando la historia de un personaje ficticio.

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

El Señor es clemente y compasivo

10 JULIO

Josué 12–13 | Salmo 145 | Jeremías 6 | Mateo 20

Cuando reflexionamos sobre el Salmo 119 (ver las meditaciones del 22, 25 y 27 de junio), observamos que es un poema acróstico. En la primera sección, todos los versículos comienzan con la primera letra del alfabeto hebreo; en la segunda sección, todos los versículos empiezan con la segunda letra del alfabeto hebreo; y así sucesivamente durante veintidós secciones que corresponden a las veintidós letras del alfabeto hebreo. Pero hay otros siete salmos acrósticos en el salterio. En estos, sin embargo, a cada letra se le asigna un solo versículo (Salmos 9–10; 25; 34; 37; 111; 112; 145). Cinco de los ocho, incluyendo a este último (Salmo 145) se le atribuyen a David.

En la mayoría de los manuscritos hebreos de este salmo, no hay ningún versículo que empiece con la letra hebrea que corresponde a nuestra N. No obstante, la mayoría de las traducciones antiguas suplen el versículo que falta y apareció también un manuscrito hebreo con un versículo N, así que la mayoría de las versiones modernas incluyen los versos adicionales (13b en la NVI). Así que en este salmo tenemos la última composición de David que se conserva en el libro de los Salmos, un auténtico alfabeto de alabanza.

Hay varios temas que reciben un énfasis especial en este salmo.

(1) Aunque muchos de los salmos de David se centran en sus propias experiencias o, en ocasiones, en los gozos y tristezas de la nación israelita, aquí el horizonte se expande para incluir al reino universal de Dios (145:13a), su cuidado de todas las criaturas en su universo – en particular, al proveerles el alimento que necesitan (145:15–16). Nada de esto niega, desde luego, que sigue siendo un mundo caído. Las criaturas a veces mueren de hambre; envejecen y mueren. Sin embargo, vemos vida fecunda y esta vida sobrevive y florece mediante la provisión de la gracia de Dios.

(2) Se entremezcla maravillosamente la gloria de Dios con su compasión. “El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. El Señor es bueno con todos; él se compadece de toda su creación” (145:8–9). Por esto, todo el orden creado le alaba (145:10). A la vez, el pueblo de Dios es el primero en hablar acerca de sus proezas maravillosas del esplendor de su reino, de la gloria de su reino (145:11–12).

(3) No es meramente que la grandeza de Dios es insondable para los seres humanos (145:3), sino que el relato de su grandeza y bondad pasa de generación a generación (145:4), a medida que otros celebran la “inmensa bondad” de Dios y cantan con gozo sobre su justicia (145:7). De hecho, al leer las palabras del salmista y pronunciar nuestro propio “¡Amén!”, nuestra generación recibe esta gloriosa comunicación de hace tres mil años, y se compromete a proclamar las proezas de Dios y meditar en sus obras maravillosas (145:4–5).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 191). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Un testimonio proveniente de China (1)

lunes 10 julio

Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo.

2 Timoteo 2:11-13

Un testimonio proveniente de China (1)

Mabel era médica en Pekín. La gente sabía que ella era cristiana. En 1949 fue considerada como un miembro de la clase burguesa por tener una linda casa. Fue sacada de su hogar y se vio obligada a vivir en un cobertizo. Además, era una persona sospechosa debido a sus convicciones cristianas.

Cuando estalló la revolución cultural, no le permitieron seguir ejerciendo su profesión y la mandaron a recoger arena con los obreros de construcción. Ese trabajo era muy duro para ella. Además, un cartel instalado frente a su vivienda la acusaba de haber distribuido «literatura imperialista», es decir, Biblias.

Mabel sufrió mucho. Sus vecinos la rechazaban, su equipo de trabajo la humillaba y los guardias la azotaban regularmente. Un día entró en su cabaña y se dijo: «Ya no aguanto más. Tengo más de sesenta años, tuve una vida honesta, así que no creo que Dios vea ningún inconveniente en que vaya al cielo un poco antes de tiempo». Entonces tomó un hacha, la levantó y pronunció una última oración: «Señor, si me equivoco haciendo esto, ¡ayúdame!».

Mabel no pudo hacer caer el hacha. Se sentó y se echó a llorar. Soportó todavía ocho años más los golpes, el rechazo y la humillación. «Dios me dio la fuerza para perseverar, pero nunca supe cómo», cuenta ella.

“Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmo 73:26).

(mañana continuará)

Daniel 11:1-20 – Lucas 2:1-20 – Salmo 81:1-10 – Proverbios 19:5-6

© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch