Honrarse los unos a los otros

Honrarse los unos a los otros

7/12/2017

En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. (Romanos 12:10)

Si usted está consagrado al amor fraternal, es obvio que usted les dará preferencia a los demás creyentes. Eso quiere decir que usted tendrá una genuina humildad y no tendrá “más alto concepto de sí que el que debe tener” (Ro. 12:3; vea también Fil. 2:3). También significa que usted dará honra a sus hermanos en Cristo y tomará la iniciativa de ponerlos en primer lugar.

No halagará a otro creyente simplemente con la esperanza de que lo halague a usted también o para congraciarse con él. Más bien le expresará sincero aprecio, respeto y amor como un hermano en la fe y miembro de la familia de Dios.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
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La fe quita la culpa, la codicia y el temor

JULIO, 12

La fe quita la culpa, la codicia y el temor

Devocional por John Piper

Pero el propósito de nuestra instrucción es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera. (1 Timoteo 1:5)

La fe en la gracia de Dios expulsa de nuestro corazón el poder del pecado que detiene el amor.

Cuando nos sentimos culpables, tendemos a revolcarnos en una depresión egocéntrica y a sentir lástima por nosotros mismos. Nos volvemos incapaces de ver y mucho menos aún de preocuparnos por las necesidades de los demás. O jugamos al hipócrita para cubrir nuestra culpa, y así ?destruimos toda la sinceridad en nuestras relaciones; o hablamos acerca de las faltas de otros para minimizar nuestra propia culpa.

Es igual con el temor. Cuando nos sentimos atemorizados, tendemos a no acercarnos al desconocido en la iglesia que quizá esté necesitando unas palabras de bienvenida y de aliento. Podemos rechazar la oportunidad involucrarnos en misiones en lugares donde las personas aún no fueron evangelizadas porque suena muy peligroso; o podemos gastar demasiado dinero adquiriendo seguros en exceso, o sumirnos en toda clase de fobias minúsculas que nos hacen preocuparnos por nosotros y nos ciegan a las necesidades de los demás.

Si somos codiciosos, quizás gastemos dinero en lujos —dinero que más bien deberíamos invertir en la expansión del evangelio—. No emprendemos nada riesgoso, no sea que nuestras preciadas posesiones y futuro financiero se vean amenazados. Nos enfocamos en cosas en lugar de personas, o vemos a las personas como recursos para obtener ganancias materiales.

La fe en la gracia venidera produce en nosotros amor al echar fuera de nuestro corazón la culpa y el temor y la codicia.

Echa fuera la culpa porque se sostiene firmemente de la esperanza de que la muerte de Cristo es suficiente para asegurar justicia y absolución ahora y por siempre (Hebreos 10:14).

Echa fuera el temor porque descansa en la promesa: «No temas, porque yo estoy contigo… Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41:10).

Y echa fuera la codicia porque confía en que Cristo es más valioso que todo lo que el mundo entero pueda ofrecernos (Mateo 13:44).

En cada caso, la gloria de Cristo se magnifica cuando estamos más satisfechos con su gracia venidera que con las promesas del pecado.


Devocional tomado del libro “Future Grace” (Gracia Venidera), páginas 282-283

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«Su reino celestial»

12 de julio

«Su reino celestial»

2 Timoteo 4:18

La ciudad del gran Rey en el Más Allá es un lugar de servicio activo. Los espíritus redimidos le sirven de día y de noche en su templo. Nunca cesan de cumplir la buena voluntad de su Rey. Siempre «descansan» en lo que a tranquilidad y ausencia de ansiedad se refiere; y jamás «descansan» en lo que tiene que ver con la indolencia y la inactividad. La Jerusalén de oro es el lugar de comunión con todo el pueblo de Dios. Nos sentaremos con Abraham, Isaac y Jacob en permanente compañerismo. Sostendremos elevadas conversaciones con la noble hueste de los elegidos, todos los cuales reinan con Aquel que, por su amor y su brazo poderoso, los llevó con seguridad al hogar. No cantaremos «solos», sino que alabaremos a nuestro Rey en coros. El Cielo es un lugar de victoria consumada. Cristiano, cada vez que consigas alguna victoria sobre tus concupiscencias, siempre que tras un duro batallar dejes sin vida a tus pies a alguna tentación, obtendrás un disfrute anticipado de aquel gozo que te aguarda cuando el Señor aplaste en breve a Satanás debajo de tus pies, y serás más que vencedor por medio de Aquel que te amó. El Paraíso es un lugar de seguridad. Cuando gozas de la plena certidumbre de fe, posees una prenda de aquella gloriosa seguridad que tendrás cuando seas un perfecto ciudadano de la Jerusalén celestial. ¡Oh Jerusalén, mi dulce hogar, feliz puerto de mi alma! ¡Gracias, aun ahora, a Aquel cuyo amor me ha enseñado a suspirar por ti; pero más efusivas gracias aún daré en la eternidad cuando te posea!

¡Oh célica Jerusalén!

¡Oh!, ¿cuándo te veré?

Tu gloria, que los tuyos ven,

¡oh!, ¿cuándo gozaré?

Al rey de gloria, mi Jesús,

allí veré reinar;

mi alma llenará de luz

en la Sion sin par.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 203). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

 

Soledad plena

12 Julio 2017

Soledad plena
por Charles R. Swindoll

Salmo 13

El Salmo 13 comienza en ese lugar donde la persona abatida se encuentra: de cara al suelo, aplastada bajo el peso del sufrimiento. En la primera sección de la canción leemos:

¿Hasta cuándo, oh Señor?
¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo tendré conflicto en mi alma
y todo el día angustia en mi corazón?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? (vv. 1-2)

David, hundido por las pruebas abrumadoras de la vida, decide enfrentar el abatimiento utilizando cuatro formas humanas y comunes. En estos dos versículos, podemos reflejarnos y ver esas cuatro rutas de escape mentales que con frecuencia utilizamos cuando estamos bajo presión.

1. Dios me ha olvidado para siempre. ¿Recuerda usted la última vez que se sintió abandonado? «¿Hasta cuándo, oh Señor?¿Me olvidarás para siempre?» Cuando una prueba ha continuado por tanto tiempo y parece no haber ninguna esperanza de alivio, David finalmente cae aplastado emocionalmente. Se pregunta si Dios le ha abandonado.

2. Dios no se preocupa por mí. Esto no es nada más que simple autocompasión. «¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?» Esta es una expresión que inevitablemente acompaña esos sentimientos de abandono y que susurra la mentira: «Dios sencillamente ha perdido interés en mí. Él dijo que me iba a cuidar e iba a llevar mis cargas, pero eso no está sucediendo». ¿Le parece familiar? La Palabra de Dios es muy honesta. Con qué frecuencia nos reflejamos en las páginas de la Biblia.

3. Voy a tener que resolver la situación por mí mismo. Aquí David está dudando de las promesas de Dios y sugiriendo que Dios no es confiable. «¿Hasta cuándo tendré conflicto en mi alma?» Ese término hebreo se traduce más bien como, «planear algo». David había comenzado a planear la forma de salir de esa situación, de resolverlo por sí mismo. Seguramente él pensó: «Después de todo, Dios me dio la mente para pensar y espera que la utilice».  El típico concepto de: «Ayúdate que yo te ayudaré»

Un momento. ¿Es eso cierto? Tal vez le sorprenda saber que esa frase no aparece en ningún lugar de la Escritura. Hagamos una pausa y recordemos algunos de los dichos de Salomón:

Confía en el Señor con todo tu corazón
y no te apoyes en tu propia inteligencia.
Reconócelo en todos tus caminos
y él enderezará tus sendas. (Proverbios 3: 5-6)

Encomienda al Señor tus obras
y tus pensamientos serán afirmados (Proverbios 16: 3)
Cuando los caminos del hombre le agradan al Señor,
aun a sus enemigos reconciliará con él.  (Proverbios 16: 7)

Las suertes se echan en el regazo,
pero al Señor pertenece toda su decisión. (Proverbios 16: 33)

¿Qué es lo que sucede cuando intentamos resolver las cosas por nosotros mismos? Exactamente lo que le ocurrió a David. ¿Y qué fue lo que le sucedió? Mire la última parte del Salmo 13: 2: «… y todo el día angustia en mi corazón».

Angustia, frustración y preocupación se vuelven los compañeros constantes de una persona abatida. Ese es el derivado de una actividad egocéntrica. ¿Cuándo aprenderemos a darle nuestras cargas al Señor y dejarle que el resuelva la situación?

4. ¡Esta prueba me enoja! Es humillante cuando nos pasan por encima. Sentimos que nos han herido el orgullo y por lo tanto pedimos venganza: «¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?»

No es esa una queja común? No obstante, tengo que recordarle una vez más que ello proviene de la arrogancia. Ella nos hace pensar que tenemos el derecho de defender la verdad, especialmente cuando algún enemigo está aprovechándose de nosotros. Peleamos armados hasta los dientes con tal de mantener nuestra arrogancia. Queremos que la gente nos aprecie y piensen bien de nosotros. Pero David, al igual que usted y yo tenemos que aprender que la verdad se defiende por sí misma. La verdad emergerá victoriosa en el propio tiempo de Dios.

Afirmando el alma
¿Cuáles de las reacciones de David resuenan más en usted en este momento?
1. Dios me ha olvidado para siempre.
2. Dios no se preocupa por mí.
3. Tendré que resolver la situación por mí mismo.
4. Esta prueba me enoja.
¿Cuál ha sido su reacción? ¿Le ha funcionado?

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

“Alabad al Señor.”

12 JULIO

Josué 16–17 | Salmo 148 | Jeremías 8 | Mateo 22

Los cinco salmos de cierre empiezan con una misma palabra en Hebreo: “Aleluya”, la cual significa “Alabad al Señor.” Este salmo (Salmo 148) se destaca por la cantidad y la diversidad de seres y cosas en el universo que unen a la creación entera en alabanza. Los primeros seis versículos empiezan con ángeles y van mencionando a una serie de participantes sin conciencia que están en los cielos; los próximos seis versículos—reflejos de los primeros seis—comienzan con los participantes sin consciencia que están en la tierra y va ascendiendo hasta llegar a los seres humanos (148:7–12). Los últimos dos versículos (148:13–14) retratan al pueblo que tiene pacto con él. Algunas notas:

(1) Siempre ha habido gente que dirige su afecto y adoración a los ángeles (Colosenses 2:18, por ejemplo), a pesar de que los ángeles son siervos juntamente con nosotros (Apocalipsis 22:8–9). Otros piensan tontamente que su destino está controlado por los astros, a pesar de que estos no son otra cosa que creación de Dios. Tanto los ángeles como las estrellas—unos con consciencia y los otros sin ella—dan testimonio de la grandeza de Dios; en ese sentido, se unen a nosotros en adoración (148:2–3).

(2) La frase “altísimos cielos” literalmente significa “cielos de los cielos”, una manera de expresar el superlativo. La expresión “las aguas que estáis sobre los cielos” es una manera poética en hebreo de referirse a la lluvia (148:4). Ya sea que uno piense en “los cielos” como la esfera en la cual se condensa la lluvia de la atmósfera, o como la morada del Dios Todopoderoso, no hay nada que no haya sido creado: “porque él dio una orden y todo fue creado” (148:5). De manera que no hay nada que no testifique acerca del Dios Creador.

(3) Los moradores de los océanos, la precipitación variada que riega la tierra, la furia de las tormentas desencadenadas, la majestad y belleza de las montañas y colinas, la espectacular diversidad y color y belleza de la flora y la fauna, el casi inimaginable despliegue de las aves; todos ellos dan testimonio, de manera silenciosa pero poderosa, de la bondad y grandeza de Dios. Como parte de esa creación, los seres humanos, en toda la diversidad de sus clasificaciones y etapas de vida, se unen a este coro universal de alabanza (148:11–12), no meramente porque él es más grande que nosotros, sino porque, no importa cuán enaltecido nos imaginemos que es su glorioso esplendor, es más exaltado aún, más alto que todos y todo lo creado (148:13).

(4) Este Dios tan inimaginablemente grande no sólo ha llamado a su propio pueblo, sino que ha levantado para ellos un “cuerno” (símbolo de rey), la alabanza de todos sus fieles (148:14). Puesto que vivimos a este lado de la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, sabemos quién es realmente el máximo Rey del linaje Davídico. Así, nuestra alabanza se une a la del resto del universo con intensidad especial y gratitud.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 193). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El buen samaritano

En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?

1 Juan 3:16-17

El buen samaritano

Lucas 10:29-37

Un hombre preguntó a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29). Jesús le respondió mediante una parábola: un hombre cayó en manos de ladrones, los cuales lo dejaron gravemente herido al borde del camino. Por allí pasó primero un sacerdote, y luego un levita, pero ambos continuaron su camino sin hacer nada para ayudarle. Un hombre de Samaria, despreciado por los judíos, pasó por el mismo lugar. Y viendo al herido, tuvo compasión de él, lo curó, lo llevó a un albergue, lo dejó en manos del mesonero y pagó todos los gastos.

Entonces Jesús preguntó quién había sido el “prójimo” del hombre herido. De esta manera puso a su interlocutor, no en la posición del benefactor, sino en la del pobre que depende de los cuidados de un extranjero despreciado. El hombre reconoció claramente que el prójimo era el samaritano. Jesús concluyó diciendo: “Ve, y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37).

El herido representa al hombre maltratado por Satanás, quien abandona a sus víctimas. Los hombres religiosos no pueden hacer nada por él. Este samaritano es una figura de Jesús, quien se compadece de cada ser humano. Se encarga de él y lo salva por la eternidad.

La conclusión es importante: para ayudar a los demás eficazmente, hay que empezar por ser uno mismo el objeto de los cuidados de Jesús. Tenemos que conocerle como nuestro Salvador. Solo entonces, Jesús puede invitarnos a actuar como él.

Daniel 12 – Lucas 3 – Salmo 82 – Proverbios 19:9-10©

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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