La actitud entusiasta

15 de julio

La actitud entusiasta

Fervientes en espíritu.

Romanos 12:11

Uno de los defectos más arraigados de la humanidad es la carencia de entusiasmo individual. A menudo, nuestros fracasos en lograr lo que deberíamos lograr, son resultado directo de la apatía y la falta de compromiso. Pero si usted es cristiano, eso no debe ser así.

El entusiasmo requiere resolución y persistencia respaldadas por el Espíritu, no simples buenas intenciones humanas. Henry Martyn, el incansable misionero de la India, dirigió su ministerio con entusiasmo y fervor bíblicos. Era su deseo «consumirse por Dios». Y el apóstol Pablo nos exhorta a que «no nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos» (Gá. 6:9).

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Trabajamos por gracia

JULIO, 15

Trabajamos por gracia

Devocional por John Piper

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí. (1 Corintios 15:10)

Pablo se dio cuenta que la primera parte de este versículo podrí?a malinterpretarse. Por eso continuó diciendo: «aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí».

Este pasaje no dice que Pablo obedece a Cristo como agradecimiento por la gracia que recibió en el pasado. Dice que, en todo momento, la gracia venidera de Dios capacitó a Pablo para hacer su trabajo.

¿Realmente dice eso? ¿Acaso no dice simplemente que la gracia de Dios trabajó con Pablo? No, dice más que eso. Tenemos que aceptar lo que las palabras «aunque no yo» significan. Pablo quería exaltar la gracia de Dios que recibía momento tras momento, de tal manera que quedara claro que no era él mismo quien en última instancia realizaba el trabajo.

Aun así, él tiene parte en el trabajo: «he trabajado mucho más que todos ellos». Él trabajó, pero dijo que fue por la gracia de Dios para con él.

Si tenemos en consideración todas las partes del versículo, el resultado final es el siguiente: la gracia es el ejecutor decisivo en la obra de Pablo. Como Pablo también es partícipe de su trabajo, la manera en que la gracia se convierte en el ejecutor decisivo es convirtiéndose en el poder que capacita a Pablo para hacer su trabajo.

Por esto entiendo que, mientras Pablo enfrentaba la carga diaria del ministerio, agachaba la cabeza y confesaba que a menos que le fuera otorgada gracia venidera para el trabajo de ese día, él no sería capaz de realizarlo.

Él recordaba las palabras de Jesús: «separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). Por eso oraba pidiendo gracia venidera para cada día y confiaba en la promesa de que esa gracia vendría con poder. «Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).

Luego él trabajaba con todas sus fuerzas.

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Apareció primeramente a María Magdalena

15 de julio

«Apareció primeramente a María Magdalena».

Marcos 16:9

Jesús «apareció primeramente a María Magdalena»: no solo por su gran amor, sino también probablemente porque, como indica el texto bíblico, ella había sido un trofeo especial del poder libertador de Cristo. Aprendamos de esto que la magnitud de los pecados cometidos antes de nuestra conversión no deberían hacernos pensar que no podamos vernos especialmente favorecidos con el más alto grado de comunión. María era una persona que había dejado todo para transformarse en una fiel servidora del Salvador. Él era su primer y principal objetivo: muchos que estaban del lado de Cristo no tomaron su cruz, pero ella la tomó. María invirtió sus bienes en aliviar las necesidades del Señor. Si queremos ver mucho de Cristo, sirvámosle. Dime quiénes son los que se sientan más frecuentemente bajo la bandera de su amor y beben profundos tragos de la copa de la comunión, y estoy seguro de que serán aquellos que más dan, sirven mejor y permanecen más unidos al corazón sangrante de su querido Señor. Sin embargo, observa cómo Cristo se revela a esta mujer apesadumbrada con una sola palabra: «María». Ella necesitó solo una palabra y, enseguida, lo reconoció; y su corazón manifestó la lealtad que le tenía mediante otra sola palabra, porque estaba demasiado lleno para decir ninguna más. Aquella palabra debió de ser la más apropiada para la ocasión, pues implica obediencia. Le dijo: «Maestro». No hay ningún estado de ánimo para el cual esta confesión de lealtad resulte demasiado fría. No; cuando tu espíritu arda más intensamente con el fuego celestial, entonces dirás: «Yo soy tu siervo […] tú has roto mis prisiones» (Sal. 116:16). Si puedes decir: «Maestro»; si sientes que su voluntad es tu voluntad, entonces, estás en una posición de felicidad y santidad. Él tuvo que decir: «María», de lo contrario tú no hubieras podido decir «Raboni». Observa, pues, en todo esto, cómo Cristo honra a quienes le honran a él; cómo el amor atrae a nuestro Amado; cómo no se necesita más que una palabra suya para cambiar nuestro llanto en regocijo; cómo su presencia ilumina nuestro corazón.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 206). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Nacimiento de la iglesia

15 JULIO

Josué 22 | Hechos 2 | Jeremías 11 | Mateo 25

A Hechos 2 a veces se le llama el día del nacimiento de la iglesia. Esto puede ser engañoso. En un sentido, a la comunidad del antiguo pacto se le puede denominar iglesia (7:38- “asamblea” en la NVI). Sin embargo, en este día comienza una “nueva salida”, una nueva etapa vinculada al don universal del Espíritu Santo, en cumplimiento de las Escrituras (2:17–18) y como resultado de la exaltación de Jesús “a la diestra de Dios” (2:33). El evento crítico que produjo esta incalculable bendición es la muerte, resurrección y exaltación de Jesucristo; evento que, a su vez, se había previsto en las Escrituras más antiguas.

Una de las cosas que resaltan del discurso de Pedro- aparte de lo amplio, valiente, directo y apasionado que fue- es la manera como el apóstol, aun en esta etapa temprana de su ministerio tras la resurrección, maneja lo que nosotros llamaríamos el Antiguo Testamento. Su uso de las Escrituras en este sermón de Pentecostés es tan rico y variado, que no podríamos analizarlo aquí en detalle. Pero observemos:

(1) Una vez más encontramos una tipología de David (2:25–28, citando al Salmo 16:8–11). Pero también hay una pequeña muestra del razonamiento apostólico en este sentido. Si bien es posible leer el 2:27 (“No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que tu santo sufra corrupción”) como la convicción de David de que Dios en ese momento no lo dejaría morir, el lenguaje es tan extravagante y el papel tipológico de David es tan común, que Pedro insiste en afirmar que la palabra apunta a algo más: hay uno mayor que David que, literalmente, no verá corrupción ni su vida terminará en el sepulcro. Después de todo, David era profeta. Puede que, en este caso, David, como Caifás (Juan 11:50–52), haya hablado más de lo que sabía, o quizás no. Independientemente, al menos sabía que Dios había prometido “bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes” (2:30).

(2) La profecía de Joel (Hechos 2:17–21; ver Joel 2:28–32) es más directa, puesto que hace una predicción verbal y no recurre a la tipología. El significado evidente es que Pedro detecta en los eventos de Pentecostés el cumplimiento de estas palabras: los “últimos días” (2:17) han llegado. (No debemos detenernos aquí a pensar si el sol oscurecido y la luna convertida en sangre fueron eventos en medio de las horas oscuras en las que Jesús estuvo en la cruz o si fue una exposición de simbolismo hebreo de la naturaleza.) Este pasaje del Antiguo Testamento es uno de varios textos que predicen la venida del Espíritu, o que la ley de Dios estaría escrita en nuestros corazones. En cualquier caso, profetiza sobre una transformación personal que ocurrirá en los últimos días a través de todo el pacto (Jeremías 31:31ss.; Ezequiel 36:25–27, por ejemplo).

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 196). Barcelona: Publicaciones Andamio.

El pecado original

sábado 15 julio

Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron… Si por la transgresión de uno (Adán) murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.

Romanos 5:12, 15

El pecado original

¿Qué significa esta expresión? Es una alusión a lo que sucedió en el huerto de Edén cuando nuestros primeros padres escucharon la voz del tentador e infringieron la prohibición divina de comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2:9). Adán y Eva podían comer libremente de todo árbol del huerto, excepto uno. Este límite les permitía no salir de su posición de criaturas dependientes y mostrar su confianza en su Creador.

Transgredir el mandamiento de Dios era decidir uno mismo lo que era bueno o malo. Adán y Eva estropearon la harmonía original. Se alejaron de su Creador y tuvieron miedo de él. “El hombre y su mujer se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del huerto” (Génesis 3:8). También se acusaron el uno al otro. Perdieron el gozo inicial y sintieron vergüenza. Desde entonces su voluntad se debatió entre el bien y el mal. Toda la humanidad quedó privada de la felicidad inicial del paraíso terrenal.

No podemos volver al huerto de Edén, pero Dios nos ofrece algo diferente, más grande, algo que produce más gozo. Envió a su propio Hijo para que vivamos por él, no en el estado de inocencia, sino conscientes del amor redentor. Cada persona que confía en él recibe una vida nueva, es adoptado por Dios y se convierte en un hijo o hija del Dios de amor.

Miqueas 5-6 – Lucas 5:1-16 – Salmo 84:1-4 – Proverbios 19:15-16

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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