16 JULIO

Josué 23 | Hechos 3 | Jeremías 12 | Mateo 26
Hechos 3 incluye un breve informe de un sermón que se predicó de manera imprevista. (Sin duda, como tantos otros sermones imprevistos, ¡seguramente se compuso con elementos que Pedro había utilizado antes!) Hay muchos puntos de gran interés.
(1) Pedro enlaza a menudo la venida de Jesús el Mesías con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob (3:13), con Moisés y la promesa de que Dios eventualmente levantaría un profeta como él (3:22; cf. Deuteronomio 18:15–18; ver también meditación del 13 de junio), con el testimonio profético del Antiguo Testamento (3:24) e incluso con la promesa de Dios a Abraham de que, a través de su descendencia, bendeciría a todos los pueblos de la tierra (3:25; ver meditaciones del 14 y 15 de enero). En este momento, Pedro no tenía una comprensión tan amplia de estos puntos como la tuvo más tarde, a juzgar por los capítulos 10 y 11. Pero el hecho de que haya entendido tanto, refleja ese período de capacitación con el Señor Jesús.
(2) Pedro ni por un segundo libera a sus espectadores de su responsabilidad (3:13–15). Muchos de sus oyentes fueron cómplices al exigir que se crucificara a Jesús; pero, como un profeta del Antiguo Testamento, Pedro vio al pueblo entero involucrado en la decisión de sus líderes. El pueblo puede haber actuado “por ignorancia” (3:17) – es decir, no pensaron: “Aquí está el Mesías. Vamos a matarlo.” –, pero en efecto lo mataron y Pedro les recuerda su culpa, no sólo como un hecho inalterable de la historia, sino también porque es esa misma culpa la que Jesús vino a resolver (3:19–20). Más aún, a pesar de que el pueblo es culpable, Pedro entiende que fue precisamente a través de la vil ejecución de Jesús cómo “Dios cumplió lo que había anunciado de antemano por medio de todos los profetas: que su Mesías tenía que padecer” (3:18). Esta es la suprema ironía de la historia.
(3) Hay una serie de características que relacionan este sermón con el sermón de Hechos 2 y algunos otros en el libro de los Hechos. Estos elementos incluyen: el Dios de nuestros padres ha enviado a su siervo Jesús; vosotros lo matasteis – desheredando al Santo y Justo, el autor de la vida –, pero Dios lo levantó de entre los muertos; somos testigos de estas cosas; por la muerte y resurrección de Jesús, Dios cumplió las promesas que hizo a través de los profetas; por tanto, arrepentíos y volveos a Dios. Desde luego que hay variaciones de estos temas, pero retornan una y otra vez.
(4) Aunque “muchos prodigios y señales… realizaban los apóstoles” (2:43), ellos mismos tenían claro que carecían del poder y de la santidad para hacer que un mendigo lisiado caminara (3:12). Su humildad es una lección perpetua. “Esta fe que viene por medio de Jesús lo ha sanado por completo” (3:16).
Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 197). Barcelona: Publicaciones Andamio.