Falsa seguridad

Falsa seguridad

8/22/2017

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 7:21)

El Nuevo Testamento presenta normas elevadas para distinguir la verdadera vida cristiana, y también da muchas advertencias para evitar el engaño de sí mismo respecto a la salvación (vea Mt. 25).

Una de las causas del engaño de sí mismo es una interpretación errónea de la doctrina de la seguridad. Muchos son engañados por testigos cristianos bienintencionados que les dicen que para ser salvos sencillamente tienen que tomar una decisión por Cristo y después, basándose en esa oración de decisión, nunca volver a dudar de su salvación.

Lamentablemente, tales evangelistas están tratando de garantizar la salvación de alguien sin la obra convincente del Espíritu Santo y la futura evidencia de los frutos espirituales acompañados de la obediencia a la Palabra (Jn. 8:31).

Solo Dios puede dar a una persona la verdadera promesa de la salvación, por el Espíritu obrando mediante su Palabra (vea Ro. 8:14-16).

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org
DERECHOS DE AUTOR © 2017 Gracia a Vosotros
Usted podrá reproducir este contenido de Gracia a Vosotros sin fines comerciales de acuerdo con la política de Derechos de Autor de Gracia a Vosotros.

¿Por qué demanda Dios que lo alabemos?

AGOSTO, 22

Complacido en alabar

Devocional por John Piper

Te alaben los pueblos, oh Dios; todos los pueblos te alaben. (Salmos 67:35)

¿Por qué demanda Dios que lo alabemos?

C. S. Lewis dice:

Así como los hombres alaban espontáneamente lo que sea que valoren, también espontáneamente nos instan a unirnos a ellos en la alabanza del objeto de su adoración: “¿No es encantadora? ¿No fue glorioso? ¿No cree que eso fue magnífico?”

Cuando los salmistas nos dicen que alabemos a Dios, lo que están haciendo es lo que todos los hombres hacen cuando hablan de aquello que les interesa. La única dificultad, y más general, que yo tenía respecto de la adoración a Dios dependía de que me negaba de un modo absurdo, en relación al Tesoro supremo, a hacer lo que todos nos deleitamos en hacer, lo que en verdad no podemos evitar hacer, con todas las demás cosas que valoramos.

Creo que nos gozamos al alabar aquello que disfrutamos porque la alabanza no es una mera expresión de ese disfrute, sino que lo completa: es su consumación establecida. No es tan solo con la intención de hacerse cumplidos que los amantes se dicen una y otra vez cuán bellos son; el deleite es incompleto hasta que se expresa.

¡Esa es la solución! Alabamos aquello en lo que nos deleitamos porque nuestro deleite queda incompleto hasta que se ve expresado en la alabanza. Si no se nos permite hablar de aquello que valoramos, celebrar aquello que amamos, y adorar aquello que admiramos, nuestro gozo no puede ser completo.

Por lo tanto, si el amor de Dios hacia nosotros es suficiente para completar nuestro gozo, él no solo debe darse a sí mismo, también debe ganarse la alabanza de nuestros corazones: no porque necesite reforzar alguna debilidad suya o compensar alguna deficiencia, sino porque nos ama y busca la plenitud de nuestro gozo —que solo se encuentra al conocerlo y alabarlo a él, el más magnífico de todos los seres vivientes—.

Si Dios realmente es por nosotros, ¡debe ser por sí mismo! Dios es el único Ser en todo el universo para quien la búsqueda de su propia alabanza es finalmente un acto de amor. Para él, la exaltación de su propio nombre es la mayor de las virtudes. Cuando Dios hace todas las cosas «para la alabanza de su gloria», preserva y ofrece lo único en todo el mundo que puede satisfacer nuestros anhelos.

¡Dios es por nosotros! Y el fundamento de este amor es que Dios ha sido, es y siempre será por sí mismo.


Devocional tomado del libro “Deseando a Dios”, páginas 48-49

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

«Las inescrutables riquezas de Cristo»

22 de agosto

«Las inescrutables riquezas de Cristo».

Efesios 3:8

Mi Señor tiene riquezas que sobrepasan los cálculos de la aritmética, la medida de la razón, la visión de la imaginación o la elocuencia de las palabras. ¡Son inescrutables! Tú puedes considerar y estudiar y ponderar, pero Jesús es un Salvador más grande de lo que llegues a imaginar cuando hayas imaginado lo mayor de todo. Jesús está más pronto a perdonar que tú a pecar; es más capaz de perdonar que tú de transgredir. Mi Señor está más dispuesto a suplir tus necesidades que tú a confesarlas. Nunca pienses despectivamente de mi Señor Jesús. Cuando pones la corona sobre su cabeza lo estás coronando con plata, cuando él se merece el oro. Mi Señor tiene riquezas de felicidad para concederte ahora. Él puede hacerte descansar en lugares de delicados pastos y pastorearte junto a aguas de reposo. No hay música como la suya cuando él es el Pastor y tú la oveja, y te acuestas a sus pies. No hay amor como el suyo: ni la tierra ni el Cielo lo pueden igualar. Conocer a Cristo es ser hallado en él. ¡Oh, esto es vida, esto es gozo, esto es meollo y grosura, vino sobre los posos, bien refinado! Mi Señor no trata a sus siervos brutalmente. Él los regala como un rey a otro rey: les da dos cielos, uno aquí mientras le sirven y otro allá, cuando se gocen con él para siempre. Sus inescrutables riquezas se conocerán mejor en la eternidad. Mientras te diriges al Cielo, él te dará todo aquello que necesites. Tu guarida serán las fortalezas de las peñas; se te dará tu pan y tus aguas serán seguras. Sin embargo, es allí, allí, donde oirás los cánticos de los vencedores, la aclamación de quienes se gozan, y donde verás cara a cara al Glorioso y al Amado. ¡Las inescrutables riquezas de Cristo! Este es el tono para los cantores de la tierra y el cántico para los arpistas del Cielo. Señor, enséñanos más de Jesús y nosotros daremos a otros las buenas noticias.

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, p. 245). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

Solaz en la naturaleza

22 Agosto 2017

Solaz en la naturaleza
por Charles R. Swindoll

Salmos 42 y 43

Las canciones de David sobre el conflicto interno no ofrecen respuestas sencillas; él es realista. David tuvo que enfrentarse a momentos muy difíciles varias veces en su vida así que sabía que solo pensar en sus bendiciones no iba a funcionar todo el tiempo. A veces, la situación es tan difícil que ningún recuerdo nos aleja del conflicto. El versículo 6 al 8, David nos ofrece otra técnica.

Mi alma está abatida dentro de mí.
Por esto me acordaré de ti
en la tierra del Jordán y del Hermón, en el monte de Mizar.
Un abismo llama a otro por la voz de tus cascadas;
todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
De día mandará el Señor su misericordia;
y de noche su canción estará conmigo,
la oración al Dios de mi vida (v. 6 -8).

Observe la expresión poco común: «un abismo llama al otro». El compositor evidentemente había viajado de Jerusalén hasta la parte norte de Galilea donde el río Jordán se origina en el Monte Hermón. En la canción, él se imagina asimismo en uno de los picos más pequeños de la cordillera del Monte Hermón. Allí, él piensa en esos sonidos increíbles y en el escenario que le rodea mientras escucha como «un abismo llama a otro abismo» y piensa en cómo Dios expresa su magnificencia por medio de la naturaleza y de esa relación inmutable que existe entre Dios y su pueblo. En este caso, la nieve de los picos del Monte Hermón se derrite, convirtiéndola en cascadas que subsecuentemente se hacen parte de los ríos en las partes bajas. Él ve sus problemas como si fuesen cayéndose y convirtiéndose en miles de galones de agua que se vierten en una cascada.

Lo «profundo» de Dios se ilustra por medio de lo «profundo» de un abismo y quiere dar a entender el cambio que se suscita en nuestras vidas. A todos nos ocurre. La naturaleza presenta muchos ejemplos sobre el cambio. Las hojas de los árboles, cuando llega el otoño, cambian su color y luego caen haciendo que el árbol nuevamente parezca estar seco. El salmón tiene que enfrentarse a la corriente e ir en contra de ella para poder desovar río arriba. En este caso, el salmista no está hablando de peces o árboles, sino de sí mismo. Él ve como su propio conflicto interno va cayéndose y eso le recuerda esa relación inmutable de amor y de gozo que existe entre Dios y nosotros.

Y así, una vez más, David vuelve a preguntarse en el versículo 11:

¿Por qué te abates, oh alma mía,
y por qué te turbas dentro de mí?
Espera a Dios, porque aún le he de alabar.
¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios! (v. 11)

Afirmando el alma
David encontró esparcimiento en la naturaleza. En esas metáforas divinas que se reflejan en la creación de Dios. Quizás es momento para que usted cambie su ambiente, que escape de la rutina al menos por unas horas y permita que la naturaleza le sirva de consejera. ¿Hay alguna maravilla natural cerca de usted? ¿Cuándo puede ir a visitarla?

Adaptado del libro, Viviendo los Salmos (El Paso: Editorial Mundo Hispano, 2013). Con permiso de la Editorial Mundo Hispano (www.editorialmh.org). Copyright
© 2017 por Charles R. Swindoll, Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.

“Adoración espiritual”

22 AGOSTO

1 Samuel 14 | Romanos 12 | Jeremías 51 | Salmo 30

Entre los temas principales de Pablo en su carta a los romanos se encuentra la absoluta gratuidad de la gracia, la asombrosa abundancia de misericordia que ha embargado a judíos y gentiles por igual. Somos igualmente culpables; de la misma manera, somos justificados, perdonados y renovados, debido a la insondable misericordia de Dios.

A la luz de tal misericordia, Pablo exhorta a sus lectores a ofrecer “su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Romanos 12:1). Estamos tan acostumbrados a escuchar este versículo, que ya no nos choca lo raro que es. En el mundo antiguo, un sacrificio tenía que estar vivo, desde luego, pero lo que lo convierte en sacrificio es su muerte. Pero Pablo quiere que ofrezcamos nuestros cuerpos como sacrificios vivos, es decir, como “sacrificios” continuos que responden a la misericordia de Dios dedicándole a él, no sólo el cuerpo, sino todo nuestro ser. Tales sacrificios son “santos y agradables” a él. La idea es que, a la luz de la incomparable misericordia que hemos recibido, debemos querer, como mínimo, agradarle.

Estos sacrificios constituyen nuestra “adoración espiritual”. El adjetivo que se traduce como “espiritual” abarca tanto lo espiritual como lo “razonable” o tal vez, “racional”. Estos no son los sacrificios ofrecidos en un templo, que comienzan con un derramamiento de sangre, continúan con la quema del cuerpo y concluyen con la comida selectiva de la carne. La adoración del nuevo pacto ya no está atada al templo ni a las exigencias rituales del pacto del Sinaí. La manera como vivimos, en respuesta a la misericordia de Dios, es el corazón de la adoración cristiana.

Si queremos saber cómo se plasma en la vida cotidiana, el segundo versículo nos presenta los aspectos prácticos en principio y los siguientes versículos le dan una forma concreta. Ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios significa dejar de conformarnos al patrón de este mundo y renovar nuestra mente (12:2). En otras palabras, lo que está en juego no es meramente el comportamiento externo, mientras por dentro permanecemos atados por el odio, la lujuria, el engaño, la envidia, la avaricia, el temor, la amargura y la arrogancia; todos ellos, pecados que podemos esconder cuidadosamente. Lo que está en juego es la transformación de nuestra manera de pensar, alinear nuestra mente con los caminos y con la Palabra de Dios. Esto provocará el cambio de conducta que es necesario y sabio, y dicho cambio será radical. Mediante esta transformación fundamental, seremos capaces de comprobar en nuestra experiencia cuál es la voluntad de Dios y descubriremos que es “buena, agradable y perfecta” (12:2). A la luz de Romanos 8:9, sin duda el poder motivador para esta transformación es el Espíritu de Dios. Pero esa verdad magnífica no nos libra de tomar la determinación, sino que nos da el poder para hacerlo.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 234). Barcelona: Publicaciones Andamio.

 

¿Cuál es el objetivo de mi vida? (1)

Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma… Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.

Lucas 12:20-21

(Jesucristo dijo:) Haceos… tesoro en los cielos que no se agote.

Lucas 12:33

¿Cuál es el objetivo de mi vida? (1)

Cada cuatro años el mundial de fútbol enardece el mundo deportivo. Se estima que mil millones de personas a nivel mundial participaron, en 2014, en este evento ultra mediatizado. ¡Cuántos niños sueñan con un futuro tan glorioso como el de sus ídolos del fútbol! Celebridad, riqueza y honores están asegurados a los jugadores de los equipos vencedores.

Sin embargo, marcar goles no es lo más importante en la vida de algunos de ellos. El dinero y la gloria no consiguieron colmar sus aspiraciones más profundas:

–Wynton Rufer, neozelandés, «el jugador oceánico del siglo», dijo: «Durante un tiempo este deporte fue literalmente mi religión, y Pelé fue mi dios, pero luego la Biblia pasó a ser mi guía. Me abrió la puerta del cielo y me dio acceso al amor incondicional de Dios».

–Nicola Legrottaglie, italiano, defensa en la Juventus, afirmó: «En enero de 2006 encontré a una persona que transformó totalmente mi vida: Jesucristo. Desde entonces dirijo mi vida según las directrices de la Biblia, la Palabra de Dios. Por fin comprendí que es vital mantener una relación personal con Jesús».

–Cacau, alemán de origen brasileño, dijo: «¿De qué sirve marcar un gol ante 70.000 espectadores, si no tienes la vida eterna?».

–Zé Roberto, brasileño, club de Hamburgo, dijo: «Mi decisión de confiar mi vida a Jesús llegó a ser más importante que mi pasión por el fútbol. Saber que soy amado por Dios me da la fuerza para enfrentarme a todas las situaciones».

(mañana continuará)

2 Crónicas 7 – Lucas 24:36-53 – Salmo 98:1-3 – Proverbios 21:29-30

Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
ediciones-biblicas.ch – labuena@semilla.ch