¿Cuál es nuestro objetivo?

DICIEMBRE, 27

¿Cuál es nuestro objetivo?

Devocional por John Piper

Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. (Hebreos 10:24)

Cuando se levantan en la mañana y ven el día que tienen por delante, ¿qué se dicen a sí mismos acerca de lo que esperan en ese día? Cuando consideran desde el principio del día hasta el final del día, ¿qué es lo que desean que suceda porque ustedes han vivido ese día?

Si su respuesta es: «Ni siquiera lo pienso, solo me levanto y hago lo que tengo que hacer», entonces se están privando de un medio de gracia esencial y de una fuente de guía y fuerza y fructificación y gozo. En la Biblia está claramente expresado, inclusive en este texto, que Dios quiere que tengamos en la mira, a conciencia, algo significativo para nuestros días.

La voluntad revelada de Dios para ustedes, desde el momento en que se levantan en la mañana, es que no caminen por el día a la deriva, dejando que solo las meras circunstancias dicten lo que tienen que hacer, sino que apunten hacia algo —que pongan la mirada en cierto tipo de propósito—. Aquí me refiero a niños, y a adolescentes, y a adultos —sean solteros, casados, viudos, madres, y en todo tipo de oficio—.

Una vida sin rumbo es como una vida sin vida. Las hojas secas en el jardín de mi casa podrían moverse de un lugar a otro más que ninguna otra cosa —más que el perro y más que los niños—. Si el viento sopla para un lado, las hojas van para ese lado. Si el viento sopla para el otro lado, las hojas van para el otro lado. Dan vueltas, se levantan, caen, se amontonan contra un cerco, pero no tienen dirección de ningún tipo. Están llenas de movimiento, pero carentes de vida.

Dios no creó a los seres humanos a su imagen para que anduvieran sin rumbo, como hojas secas que vuelan por el patio de la vida. Él nos creó para que tengamos un propósito, algo en qué enfocarnos, un objetivo en todos nuestros días. ¿Cuál es el de ustedes hoy?


Devocional tomado del sermón “Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor”

 

«Y el SEÑOR te guiará continuamente».

27 de diciembre

«Y el SEÑOR te guiará continuamente».

Isaías 58:11 (LBLA)

«El Señor te guiará». No te guiará un ángel, sino el Señor. El Señor había dicho que él no atravesaría el desierto al frente de su pueblo, sino que enviaría un ángel para que los guiara en el camino. Moisés respondió: «Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí» (Éx. 33:15). Cristiano, Dios no te ha dejado bajo el cuidado de un ángel en tu peregrinación, sino que él mismo va en cabeza. Quizá no veas la columna de nube ni la columna de fuego; pero, a pesar de ello, el Señor nunca te abandonará. Observa la construcción afirmativa del versículo: «El Señor te guiará». ¡Qué cierto es que Dios no va a abandonarnos! Sus preciosas promesas son mejores que los juramentos de los hombres: «No te desampararé ni te dejaré». Observa, también, el adverbio «continuamente». No tenemos que ser guiados simplemente algunas veces, sino que necesitamos contar con un instructor permanente. Tampoco hemos de confiarnos de vez en cuando en nuestra capacidad y así vagar de un lado para otro, sino que debemos oír en todo momento la voz rectora del Gran Pastor. Si seguimos de cerca sus pasos, no erraremos, sino que se nos guiará por un camino recto hacia una ciudad habitable. Si tienes que cambiar de posición en la vida; si necesitas emigrar a costas distantes; si, por casualidad, caes en la pobreza o te elevas de repente a una posición más alta que la que ahora ocupas; si te ves colocado en medio de extranjeros o echado entre tus enemigos, no tiembles, pues «el Señor te guiará continuamente». No hay dilemas de que no vayas a ser librado si vives cerca de Dios y tu corazón arde con un amor santo. No anda mal el que anda en compañía de Dios. Camina tú con Dios, como hizo Enoc, y no errarás el camino. Cuentas, para dirigirte, con una sabiduría infalible; para alentarte, con un amor inmutable; y para defenderte, con un poder eterno. «El Señor —observa esta palabra— te guiará continuamente».

Spurgeon, C. H. (2012). Lecturas vespertinas: Lecturas diarias para el culto familiar. (S. D. Daglio, Trad.) (4a edición, pp. 372–373). Moral de Calatrava, Ciudad Real: Editorial Peregrino.

2 Crónicas 32 | Apocalipsis 18 | Zacarías 14 | Juan 17

27 DICIEMBRE

2 Crónicas 32 | Apocalipsis 18 | Zacarías 14 | Juan 17

Si Apocalipsis 17 expone las abominaciones de “Babilonia”, Apocalipsis 18 anuncia su inminente destrucción. Gran parte del lenguaje surge de pasajes del Antiguo Testamento que predicen la destrucción de la Babilonia histórica o de alguna otra ciudad pagana que se caracterizara por la corrupción, violencia e idolatría.

Lee el capítulo otra vez, lentamente, y reflexiona. Vale la pena recordar que, si bien Roma se enfrentó a varios contratiempos durante los trescientos años siguientes, la ciudad no fue completamente saqueada por los bárbaros del norte hasta la época de Agustín. Así que mucha de la descripción de este capítulo se cumplió de manera muy brutal y literal. Pero, para ese entonces, el cristianismo ya se había convertido en la religión del Estado y a muchos cristianos, por tanto, les costó aceptar el saqueo y explicarlo.

Fue Agustín quien escribió un libro enmarcando el saqueo de Roma en un contexto teológico que ayudó a los cristianos a entenderlo todo. Su volumen Ciudad de Dios retrata dos ciudades: la de Dios y la del hombre. (Ver la meditación del 9 de enero.) Estas categorías se convirtieron para él en la tipología principal, no sólo para su repaso veloz de la historia bíblica, sino para su análisis del bien y el mal dentro de la historia. Es una obra maestra y merece una lectura cuidadosa aun hoy día.

Sobre todo, Agustín nos advierte en contra de asociar demasiado la iglesia y el evangelio con las ciudades y reinos de este mundo, ciudades que son todas temporales y destinadas a la destrucción, que han cedido sin esperanza. Como contraste, los cristianos deberían identificarse con la nueva Jerusalén, la ciudad del gran Rey, la Jerusalén que viene de arriba, cuyo edificador y hacedor es Dios.

Evaluar correctamente estos asuntos nunca es fácil ni sencillo. “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis cómplices de sus pecados, ni os alcance ninguna de sus plagas” (18:4). En el contexto del libro de Apocalipsis, esto es una exhortación convincente a no alinearse con ninguna de las riquezas que corroen y los valores pervertidos de Babilonia. Uno debe “salir” y abandonar esta ciudad maldita que está bajo el juicio del Dios Todopoderoso. Pero estas palabras se han usado para justificar separaciones de segundo y tercer grado, como si eso fuera lo que Apocalipsis enseña. Mientras algunos disfrutan tanto de Babilonia, que acaban siendo destruidos junto con ella, otros esperan construir sus propios centros, totalmente alejados de la influencia corruptora de Babilonia. No se dan cuenta de que, hasta que Jesús regrese, el pueblo de Dios estará constantemente atraído en direcciones diferentes por la ciudad de Dios y por la ciudad de los rebeldes portadores de la imagen de Dios. Nuestra esperanza máxima está en Dios mismo, quien no sólo introduce la nueva Jerusalén (Apocalipsis 21–22), sino que acaba con esta “madre de las prostitutas” en su propio juicio soberano.

Carson, D. A. (2013). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (R. Marshall, G. Muñoz, & L. Viegas, Trads.) (1a edición, Vol. I, p. 361). Barcelona: Publicaciones Andamio.

¡Mirad qué amor!

Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

1 Juan 4:8-10

¡Mirad qué amor!

¿Ha reflexionado alguna vez en el amor que Dios le ha manifestado? La Biblia revela este amor sin igual. “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Solo Dios puede amar de esta manera. El amor humano bien puede manifestarse hacia una persona digna de ser amada, pero el amor divino engloba de una forma unilateral a seres que le daban la espalda, pecadores, sus enemigos. Se manifestó hacia personas detestables, que se odiaban unas a otras (Tito 3:3). Dios dio a su Hijo unigénito y muy amado por estos hombres. “No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). Este sacrificio era indispensable para nuestra salvación, y Dios lo consintió por amor.

Solo Jesucristo podía expiar nuestros pecados, y lo hizo una vez para siempre. Ahora ofrece su perdón a todo aquel que cree. Además conduce al creyente a tener una relación de intimidad con Dios, la de un hijo con su Padre. Por ello el apóstol Juan puede exclamar: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).

El creyente aprende a conocer un amor así, inmenso privilegio en medio de un mundo tan duro. ¿No quiere usted experimentar tal amor? Lea la Biblia, en ella hallará a Jesús, quien revela plenamente ese amor infinito.

Zacarías 12-13 – Apocalipsis 19:11-21 – Salmo 147:12-20 – Proverbios 30:32-33