Dios hace que todo ayude para bien

Dios hace que todo ayude para bien

John MacArthur

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

  –Romanos 8:28

  ¿Es bueno todo lo que le ocurre a usted? Eso no es lo que dice este versículo. Dice que Dios hace que todas las cosas malas obren para el bien de quienes aman a Dios.

Los cristianos no niegan que hay muchísima maldad en el mundo. Ni siquiera niegan que hay muchísima maldad en ellos. Sin duda usted puede identificarse con la confesión de Pablo en Romanos 7:19: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. Él exclama: “¡Miserable de mí!” (7:24) Y confiesa: “en mi carne, no mora el bien: (7:18). Así que Romanos 8:28 no dice que no haya nada malo. Dice que aun lo que es malo en nosotros puede obrar para bien.

Observe que el versículo no dice que las cosas por sí mismas obran para bien. Eso es lo que el mundo piensa: Que las “cosas les ayudan a bien”. Pero los mejores manuscritos griegos de este versículo ponen en claro que el sujeto de la oración no es cosas sino Dios: “Sabemos que Dios hace que todas las cosas obren para bien”.

Eso nos señala un elemento muy importante del carácter de Dios. Podemos llamarlo la soberanía de Dios. Esa es su autoridad y su poder supremo sobre todos los asuntos de la vida, para producir por ellos sus propios buenos propósitos. También la pudiéramos llamar la providencia de Dios. Es decir, la forma maravillosa en que Dios toma todas las vicisitudes de la vida, todas las contingencias, todas las decisiones, todas las cosas buenas, malas e indiferentes y las entrelaza para un buen propósito. 

Esa promesa no es para todo el mundo. Dios no dice que todo obrará para bien para todas las personas en el mundo. Esa es una promesa hecha solamente para quienes aman a Dios, quienes han sido llamados a la salvación. No todo en su vida será bueno pero todo en su vida obrará por la soberana providencia de Dios.

Pudiera no ver eso en este momento pero cada sufrimiento, cada tentación, cada prueba, incluso cada pecado, Dios los teje en un tapiz que al final es para su bien. A veces mirar su situación es como mirar la parte de atrás de una alfombra oriental. Lo único que puede ver es un montón de hilos que van en todas direcciones. Parece algo caótico. Pero si da la vuelta a la alfombra, puede ver un diseño maravilloso. Cuando se le dé la vuelta a su vida algún día en la eternidad, usted verá el diseño. Verá cómo Dios hizo que todas las cosas obran para bien.

Aun en nuestras pruebas y tentaciones, Dios está obrando para bien. ¿Le sorprendió que yo dijera que incluso Dios hace que nuestros pecados obren para bien? Cuando veo pecado en mi vida, Dios usa esos tropiezos para aumentar mi aversión por el pecado. En cuanto a la vida venidera, Dios está obrando en todos los aspectos de nuestra vida presente a fin de producir una recompensa eterna que disfrutaremos por siempre en su presencia.

No espere que todo en la vida sea bueno. Eso no sucederá. No espere que todo en usted sea bueno. Eso tampoco sucederá. Pero lo que sí puede esperar es esto: Dios tejerá todas las cosas a favor de sus amados hijos para producir un buen resultado, ahora y por toda la eternidad.

 


 Extraído del libro, “El corazón de la Biblia escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.

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La hora de amenaza inusual

FEBRERO, 23

La hora de amenaza inusual

Devocional por John Piper

Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. (1 Pedro 4:14)

Muchos cristianos en el mundo hoy no conocen el peligro de vida que conlleva creer en Cristo. Nos hemos acostumbrado a estar libres de dicha persecución. Nos parece que es la manera como debe ser.

Por eso, nuestra primera reacción ante la amenaza de que las cosas podrían ser de otra manera es a menudo ira. Pero esa ira puede ser una señal de que hemos perdido el sentir de que somos extranjeros y peregrinos (1 Pedro 2:11 dice: «Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos…»).

Quizás nos hemos establecido demasiado en este mundo. No tenemos nostalgia por Cristo como Pablo la tenía: « Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo…» (Filipenses 3:20).

Muchos de nosotros necesitamos el recordatorio: «Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo…» (1 Pedro 4:12).

¿Se han preguntado alguna vez cómo responderían en la hora de la prueba final? Apuntando con un arma en la mano, un hombre pregunta: «¿Eres cristiano?». He aquí una palabra sólida para darles esperanza de que responderían mejor de lo que creen.

«Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros» (1 Pedro 4:14). Estas palabras de aliento de Pedro dicen que en la hora de amenaza inusual (ya sea insulto o muerte), habrá un «Espíritu de gloria y de Dios [reposando] en vosotros». ¿No significa eso acaso que Dios otorga especial ayuda en la hora de crisis a aquellos que sufren por ser cristianos?

No quiero decir que él esté ausente en otros de nuestros sufrimientos. Simplemente quiero decir que Pedro interrumpió el fluir de su discurso para decir que aquellos que sufren «por el nombre de Cristo» experimentarán un «reposo» en sí mismos del «Espíritu de gloria y de Dios».


Devocional tomado del articulo “Rest in the Final Hour”

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Éxodo 6 | Lucas 9 | Job 23 | 1 Corintios 10

23 FEBRERO

Éxodo 6 | Lucas 9 | Job 23 | 1 Corintios 10

Hemos escuchado dos rondas completas de discursos de los tres “consoladores miserables”, más las respuestas de Job. Hay una ronda más, truncada y desequilibrada. Elifaz habla y Job replica (Job 22–24); Bildad habla muy brevemente y Job le responde largo y tendido (Job 25–31), con extraordinaria contundencia y fervor. Los “consoladores” no tienen nada nuevo que decir y se están viniendo abajo. La persistente defensa de Job de su integridad, aunque no les convence, les obliga a callar.

El último discurso de Elifaz (Job 22), aunque amplía los límites de su imaginería poética, no añade nada a su argumento; simplemente lo expone de nuevo. Dice que Dios es tan inimaginablemente grande, que no puede obtener ningún beneficio de los seres humanos. Así pues, ¿por qué pensaba Job que su justicia debía impresionar al Todopoderoso? Esa misma grandeza garantiza que el conocimiento y la justicia de Dios son perfectos, por lo que los sufrimientos de Job tienen fundamento: el Señor ha sacado a la luz los pecados ocultos de Job, pecados que Elifaz quiere hacer públicos realizando conjeturas.

Mientras responde con algunas reflexiones que ya ha empleado anteriormente, Job se embarca en una nueva línea de pensamiento (Job 23). Ahora, no acusa a Dios de injusticia, sino de ausencia e inaccesibilidad: “¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! ¡Si pudiera llegar adonde él habita!” (23:3). No estamos ante un anhelo de escapar e ir al cielo, sino ante un deseo apasionado y frustrado de presentar su caso delante del Todopoderoso (23:4). Job no tiene miedo de que Dios le responda con terrorífico poder y le aplaste (23:6); más bien, teme que el Señor simplemente le ignore. Sin embargo, ninguna búsqueda geográfica que Job acometa encontrará a Dios (23:8–9).

Las palabras de Job son muy diferentes a la queja de la literatura moderna, que Dios está tan ausente que debe de estar muerto. Job no espera a alguien que no vendrá. Su fe en Dios no se tambalea. Está convencido de que su Señor sabe en qué situación se encuentra y conoce perfectamente la integridad fundamental de su vida (23:9–11). Esta no es la bravuconería de quien se define a sí mismo como independiente; Job ha obedecido minuciosamente las palabras de Dios, amándolas más que su comida diaria (23:12).

Esa es la razón por la que la ausencia de Dios no solo es desconcertante, sino aterradora (23:13–17). La confianza continua de Job en la soberanía y el conocimiento de Dios es precisamente lo que tanto le asusta, ya que la evidencia empírica demuestra que, al menos en esta vida, el justo puede ser destruido y el impío escapar. Los “consoladores” declaran que Job debería temer a la justicia de Dios; Job teme la aparente ausencia de Dios.

Cuando llegan esos días, es vital que recordemos el final del libro de Job y el de la Biblia.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 54). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Dios le tiende la mano

Viernes 23 Febrero

Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos.

Isaías 65:2

Agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

Colosenses 1:19-20

Dios le tiende la mano

Quizá no haya nada más opuesto a nuestros pensamientos naturales que la reconciliación tal y como la describe la Biblia. ¡Cuán sorprendente es que Dios, el gran Dios de los cielos y de la tierra, esté esperando nuestro  para perdonarnos! ¡Qué diferencia con lo que sucede entre los seres humanos! Nos parece normal que la iniciativa de la reconciliación proceda de quien actuó mal. Este debe pedir perdón, presentar sus disculpas y, si es posible, reparar el daño. A menudo cada uno reconoce su parte de error y así se soluciona el problema.

¡Pero entre Dios y los hombres es muy diferente! Dios mismo es el reconciliador, es decir, él toma la iniciativa y paga los daños.

Aunque siempre haya tendido la mano a los hombres, estos no siempre escucharon, pues son un “pueblo rebelde”. El hombre incrédulo es indiferente a Dios, incluso hostil, pero Dios se acerca a cada uno de nosotros. Si acepto tomar su mano, descubro que me ama y que quiere cambiar mi hostilidad por su amor. ¿Cómo es posible? ¡Mediante la muerte de su Hijo! Cuando Jesús fue crucificado, llevó sobre sí nuestra hostilidad y nuestro alejamiento de Dios; luego resucitó. Jesús destruyó la barrera de nuestros pecados, la cual se interponía entre nosotros y Dios.

La reconciliación que la muerte de Cristo produjo se hace efectiva para todo el que la acepta. No descansa sobre una mejoría de su comportamiento, sino sobre la obra cumplida por Jesús una vez para siempre en la cruz.

Éxodo 7 – Hechos 7:1-29 – Salmo 25:16-22 – Proverbios 10:13-14