De Dios y la Santa Trinidad

LOS ESTÁNDARES DE WESTMINSTER

y

La forma de gobierno de Westminster

La confesión de fe, catecismos menor y mayor y la forma de gobierno con citas bíblicas completas

Capítulo Dos

De Dios y la Santa Trinidad

II.1 Hay un solo Dios, vivo y verdadero,26 quien es infinito en su ser y perfección, un Espíritu purísimo,28 invisible, sin cuerpo, partes30 o pasiones. Es inmutable,32 inmenso, eterno,34 incomprensible, todopoderoso,36 sapientísimo, santísimo,38 totalmente libre y absolutísimo.40 Hace todas las cosas según el consejo de su propia inmutable y justísima voluntad para su propia gloria.42 Es amorosísimo, benigno, misericordioso, paciente, abundante en bondad y verdad. Perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado44 y es galardonador de aquellos que le buscan diligentemente. Además, es justísimo y terrible en sus juicios,46 que detesta todo pecado, y que de ninguna manera declarará como inocente al culpable.48

II.2 Dios tiene, en sí mismo y por sí mismo, toda vida, gloria,50 bondad y bienaventuranza.52 Él es el único todosuficiente, en y por sí mismo, no teniendo necesidad de ninguna de sus criaturas hechas por Él, ni derivando gloria alguna de ellas,54 sino que manifiesta su propia gloria en ellas, por ellas, hacia ellas y sobre ellas. Él es la única fuente de toda existencia, de quien, por quien y para quien son todas las cosas; teniendo el más soberano dominio sobre ellas para hacer por medio de ellas, para ellas o sobre ellas todo lo que a Él le plazca.56 Todas las cosas están abiertas y manifiestas ante su vista; su conocimiento es infinito, infalible, independiente de toda criatura58 de tal manera que para Él nada es contingente o incierto. Él es santísimo en todos sus consejos, en todas sus obras y en todos sus mandamientos.60 A Él son debidos toda adoración, servicio y obediencia que a Él le place requerir de los ángeles, de los seres humanos y de toda criatura.

II.3 En la unidad de la Divinidad hay tres personas, de una misma sustancia, poder y eternidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. El Padre no es engendrado ni procede de nadie. El Hijo es eternamente engendrado del Padre,63 y el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo.

Alvarado, A. R. (Trad.). (2010). Los estándares de Westminster y la forma de gobierno de Westminster (pp. 8–11). Guadalupe, Costa Rica; San Juan, Puerto Rico: CLIR; Sola Scriptura.

Final y totalmente justificados

Final y totalmente justificados

Devocional por John Piper

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. (Romanos 8:33)

Pablo podría haber dicho: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios?» y luego responder: «¡Nadie! Estamos justificados». Eso es cierto, pero no es eso lo que dijo. Su respuesta, en cambio, fue: «Dios es el que justifica».

El énfasis no está en el acto sino en el Actor.

¿Por qué? Porque en el mundo de las cortes y leyes —de donde este lenguaje proviene— la absolución dada por nuestro juez puede ser anulada por uno superior.

¿Y qué pasaría en caso de que un juez local nos absolviera siendo nosotros culpables, si tenemos en cuenta que un gobernador tiene el derecho de presentar un cargo en nuestra contra? ¿Y qué pasaría si un gobernador nos absolviera siendo nosotros culpables, si tenemos en cuenta que el emperador puede presentar un cargo en nuestra contra?

El punto es el siguiente: por encima de Dios, no existe una corte superior. Si Dios es el que nos absuelve —nos declara justos ante sus ojos— nadie puede buscar a otra corte a la que apelar en contra nuestra. La sentencia de Dios es final y total.

Escuchen esto, todos aquellos que creen en Jesús, y están unidos a Cristo, y se muestran entre los elegidos: Dios es el que los justifica. No lo hace un juez humano, ni un gran profeta, ni un arcángel del cielo. Lo hace Dios, el Creador del mundo y el Dueño de todas las cosas y el Soberano del universo y de cada molécula y persona que hay en él. Dios es el que los justifica.

El punto es este: tenemos una seguridad inamovible frente a un sufrimiento terrible. Si Dios es por nosotros, nadie podrá lograr nada en nuestra contra. Si Dios dio a su Hijo por nosotros, él nos dará todo lo que sea bueno para nosotros. Si Dios es el que nos justifica, ningún cargo en nuestra contra prevalecerá.


Devocional tomado del sermón “¡Dios es El que justifica!”

Todos los derechos reservados ©2017 Soldados de Jesucristo y DesiringGod.org

Éxodo 11:1–12:20 | Lucas 14 | Job 29 | 1 Corintios 15

28 FEBRERO

Éxodo 11:1–12:20 | Lucas 14 | Job 29 | 1 Corintios 15

El resumen del Evangelio apostólico al principio de 1 Corintios 15 se establece en pocos puntos: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras. El último punto se desarrolla algo más: después de su resurrección, Jesucristo se apareció a Pedro, a los doce, a más de quinientas personas al mismo tiempo (algunos de los cuales han muerto, aunque, cuando Pablo escribía, muchos de ellos seguían vivos y podían dar testimonio), a Jacobo, a todos los apóstoles y, finalmente, a Pablo. La lista no pretende ser exhaustiva, sino ofrecer una visión más integral, con una atención especial sobre los portadores de la tradición cristiana y en el propio Pablo como uno de ellos. Parte del significado de la resurrección se descubre entonces en los siguientes versículos.

Algunas observaciones preliminares:

Primero, “el Evangelio” no trata en primera instancia de algo que Dios ha hecho por mí, sino de algo que ha hecho objetivamente en la historia. Trata sobre Jesús, especialmente sobre su muerte y resurrección. No hemos predicado el Evangelio cuando hemos contado nuestro testimonio y nada más, o cuando hemos transmitido una serie de bellos relatos sobre Jesús, sin alcanzar el telos (la meta o el fin) de la historia contada en los cuatro evangelios.

Segundo, los acontecimientos principales de este Evangelio se desarrollaron “según las Escrituras”. La forma precisa como estas predijeron lo que ocurriría, frecuentemente por medio de tipos, no es nuestra preocupación inmediata; más bien, lo es el simple hecho de su relación con la Escritura, realmente asombrosa. Ningún miembro de la iglesia primitiva consideró la trascendencia de Jesús como algo nuevo, o aislado de todo lo que había venido anteriormente. Realmente, lo veían como la piedra angular, la meta gloriosa, la culminación de toda la revelación precedente de Dios en su santa Palabra.

Tercero, este Evangelio nos salva (15:2). Estas pocas palabras presuponen una gran cantidad de teología: en particular, de qué se nos salva. Integrados aquí encontramos el entendimiento de Pablo acerca de los seres humanos creados a imagen de Dios, lo terrible del pecado y la maldición del Todopoderoso que nos ha separado de nuestro Hacedor, nuestra incapacidad de arreglar la situación. El Evangelio nos salva y siempre debemos tener en mente de qué nos ha salvado exactamente.

Cuarto, Pablo no sólo deja claro el objeto de su fe salvadora (es decir, el Evangelio), sino también la naturaleza de esta fe, una que persevera, que se agarra con firmeza a la palabra predicada por los apóstoles. “De otro modo, habréis creído en vano” (15:2), una reflexión que aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento (p. ej., Juan 8:31; Colosenses 1:23; Hebreos 3:14; 2 Pedro 1:10).

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 59). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La vida interior

(Jesús dijo:) Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Juan 15:4

Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre.

1 Corintios 15:58

La vida interior

En nuestra época agitada, en la que es necesario ocuparse de múltiples actividades, a veces el cristiano más valiente pasa por momentos en los que se siente agobiado. ¡Es demasiado! Entonces examina con ansiedad qué podría eliminar, trata de organizarse mejor… ¡Todavía sigue siendo demasiado! Está demasiado ocupado… ¡Todo parece imprescindible!

Cuando siente que ya no logra sobrellevar la situación, que se convierte en una máquina en vez de actuar con la fuerza de la vida cristiana, ¿qué puede hacer? Primero debe tomar conciencia de que antes de actuar, hay que ser.La condición primera para actuar es cuidar, con la ayuda de Dios, la vida interior, que debe ser vigorosa y profunda. Solo ella puede producir obras cristianas que Dios aprueba. Esta es una verdad fundamental, pero muy olvidada, pues a menudo nos agotamos, en todo tipo de ámbitos, en esfuerzos inútiles y que nos desaniman. Y si se trata de nuestro trabajo cotidiano, esta vida de comunión con el Señor nos ayudará también a organizarnos mejor para soportar una cantidad demasiado grande de trabajo.

¿En dónde se renueva esta vida interior? En la meditación, la oración, la paciente lectura de la Biblia, en escuchar la voz del Señor y en buscar su comunión íntima. ¡El tiempo que pasamos con él no es, en absoluto, un tiempo perdido! Todo lo contrario, es ahí cuando recibimos la energía espiritual necesaria para servirle.

Éxodo 12:21-51 – Hechos 9:23-43 – Salmo 27:9-14 – Proverbios 10:22-23