La emoción de la gracia

La emoción de la gracia

3/9/2018

Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. (Juan 1:16)

¿Es la experiencia de la gracia de Dios en su vida algo emocionante? ¡Lo es para mí! Es conmovedor el solo pensar en el hecho de que Dios, por su propio plan soberano, decidió tener misericordia conmigo.

Él derramó su gracia sobre mí. Él perdonó todos mis pecados. Me dio la presencia interior del Espíritu Santo. Me dio el entendimiento de su Palabra. Me llamó al ministerio espiritual. Todos los días me da abundante comunión con los santos, y me gozo en ser parte de su pueblo redimido. Él me permite ver el mundo como la obra de sus manos. Soy su hijo, y Él me ama de una forma personal.

No hay nada mejor que recibir gracia sobre gracia. Pido a Dios que esa sea la experiencia de usted.

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Dios tiene cuidado de nosotros

MARZO, 09

Dios tiene cuidado de nosotros

Devocional por John Piper

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo,echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5:6-7)

¿Por qué la ansiedad acerca del futuro es una forma de orgullo?

La respuesta de Dios sería algo así:

Yo —el Señor, tu Hacedor—, Yo soy quien te alienta, quien promete tener cuidado de ti; y aquellos que te amenazan son simplemente seres humanos que mueren. Entonces el miedo debe significar que no confías en mí; y a pesar de que no estás seguro de que tus propios recursos cuidarán de ti, aun así optas por la frágil autosuficiencia, en lugar de tener fe en mi gracia para el futuro. Entonces, todo tu temblor —tan débil como sea— revela orgullo.

¿El remedio? Dejar la autosuficiencia para volverse a la dependencia en Dios, y poner la fe en el poder completamente suficiente de la gracia venidera.

Vemos la ansiedad como una forma del orgullo en 1 Pedro 5:6-7. Notemos la conexión gramatical entre versículos: «Humillaos… bajo la poderosa mano de Dios… [versículo 7] echando toda vuestra ansiedad sobre Él». El versículo 7 no es una nueva oración; es una cláusula subordinada. «Humillaos… echando toda vuestra ansiedad sobre Él».

Esto significa que echar nuestras ansiedades sobre Dios es la manera de humillarnos bajo su poderosa mano. Es como decir: «Coman de manera educada… masticando con la boca cerrada». «Manejen con cuidado… manteniendo los ojos abiertos». «Sean generosos… invitando a alguien a su casa en el Día de Acción de Gracias».

Una manera de humillarnos es echar toda nuestra ansiedad sobre Dios, lo que significa que un impedimento para echar nuestra ansiedad sobre Dios es el orgullo, de lo cual inferimos que la preocupación excesiva es una forma de orgullo.

¿Por qué es que echar nuestra ansiedad sobre el Señor es lo opuesto al orgullo? Porque al orgullo no le gusta admitir que tiene alguna ansiedad. Y si el orgullo tuviera que admitirlo, aun así no le gustaría admitir que el remedio pueda ser confiar en alguien más, que es más sabio y más fuerte.

En otras palabras, el orgullo es una forma de incredulidad y no le agrada confiar en la gracia venidera de Dios. La fe admite que necesita ayuda; el orgullo no lo hace. La fe cuenta con Dios para dar ayuda; el orgullo no lo hace. La fe echa la ansiedad sobre Dios; el orgullo no lo hace.

Por lo tanto, la manera de combatir la incredulidad del orgullo es admitir abiertamente que tenemos ansiedad, y deleitarnos en la promesa de la gracia venidera que se halla en las palabras: «Él tiene cuidado de vosotros».


Devocional tomado del libro “Gracia Venidera”, páginas 94-95

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Éxodo 20 | Lucas 23 | Job 38 | 2 Corintios 8

9 MARZO

Éxodo 20 | Lucas 23 | Job 38 | 2 Corintios 8

Nos acercamos al final de la historia y Dios se dirige directamente a Job por primera vez (Job 38); lo seguirá haciendo hasta el capítulo 41. En 1 Reyes 19, Dios habla a Elías con voz apacible y delicada; aquí, lo hace desde un torbellino (38:1), porque quiere que incluso su forma de comunicación y el escenario corroboren los profundos conceptos que quiere dejar claros.

Las primeras palabras de Dios son aterradoras: “¿Quién es este, que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido? Prepárate a hacerme frente; yo te preguntaré, y tú me responderás” (38:2–3). Esta salva inicial puede llevar a los incautos a pensar que Dios está principalmente disgustado con Job, y que los tres miserables amigos se han regodeado bastante. Sin embargo, como relato que va pasando de una perspectiva a otra, el libro no ha acabado aún. Después de todo, el primer capítulo recoge la gran estima que Dios tenía por Job, y no hay nada en estos últimos que modifique este hecho. Además, ya hemos llamado la atención sobre 42:7, donde el Señor dice estar enfadado con los tres amigos (algo que nunca dice de Job), porque estos no hablaron de él de la forma apropiada (algo que Job, el siervo de Dios, sí hizo). El terrible desafío del Todopoderoso a Job en estos cuatro capítulos debe colocarse en el marco más amplio del libro, si queremos captar su sentido en su totalidad.

Job ha dicho repetidas veces que desea cuestionar a Dios. Ahora es el Señor quien lo hará (38:3). No obstante, la naturaleza del bombardeo de preguntas retóricas que Dios lanza en estos capítulos no es precisamente la de las que Job quiere plantear. Él quiere hablar de sus propios sufrimientos, de la justicia de los mismos, del papel de Dios aprobándolos. Quiere hacerlo sobre todo porque desea mantener su reputación de integridad y justicia. Sin embargo, las preguntas del Señor se centran en una escena mayor. En otras palabras, le está diciendo: “Job, ¿estabas tú presente al principio de la creación? ¿Posees un conocimiento profundo del mundo entero, no digamos ya de los cielos? ¿Controlas el curso de las constelaciones, como las Pléyades u Orión? ¿Fuiste tú quien creó la mente humana, de forma que puedes explicar cómo funciona? ¿Ejerce tu palabra el tipo de influencia providencial que da de comer a los cuervos hambrientos o a la leona que sale a cazar?”.

Por una parte, por supuesto, esta contestación no responde a todas las preguntas que Job estaba haciendo. Por otra, sí lo hace. Advierte a Job de que su capacidad de entender es más limitada de lo que cree. Nos prepara para la conclusión de que Dios quiere algo más de nosotros que un simple entendimiento.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, pp. 68–69). Barcelona: Publicaciones Andamio.

La cruz de Jesucristo, el Justo

Viernes 9 Marzo

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Cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron.

Juan 19:17-18

La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

1 Corintios 1:18

La cruz de Jesucristo, el Justo

La cruz de Cristo fue levantada en el Calvario, en Jerusalén. Los romanos practicaban, al igual que los persas anteriormente, el suplicio de la crucifixión. Cicerón lo consideraba como «un castigo de los más crueles y viles en extremo», y Tácito lo veía como «el más vergonzoso».

Sin embargo, la cruz estaba en el centro de los planes de Dios para eliminar el pecado (Juan 1:29). Jesús “sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (Hebreos 12:2), “haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8).

Algunas personas ven en Jesús a un hombre solidario con todos los miserables, los ajusticiados, los que sufrieron una muerte atroz. Sin embargo, Jesús es mucho más que eso: es el Hijo de Dios, y su muerte no tiene nada en común con la de los demás hombres. Cristo no solo fue la víctima de la injusticia y de la crueldad de este mundo, sino que solo él, el justo, sufrió en la cruz la ira de Dios contra el pecado, el castigo que todos nosotros merecíamos. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, la oscuridad invadió el país. Jesús fue abandonado por Dios debido al pecado. Solo él, víctima irreprochable, podía llevar la condenación y morir en lugar de todos los que creerían en el amor de Dios, quien entregó a su Hijo.

Querido amigo, “la palabra de la cruz”, el mensaje de esta terrible crucifixión, ¿es para usted una “locura”, incomprensible, imposible de recibir? Acéptela y descubrirá el poder de Dios, que nos salva completa y eternamente.

Éxodo 21 – Hechos 15:36-16:10 – Salmo 31:14-20 – Proverbios 11:7-8
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