De la santificación

LOS ESTÁNDARES DE WESTMINSTER

y

La forma de gobierno de Westminster

La confesión de fe, catecismos menor y mayor y la forma de gobierno con citas bíblicas completas

Capítulo Trece

De la santificación

XIII.1 Los que son eficazmente llamados y regenerados, al tener un nuevo corazón y un nuevo espíritu creado en ellos, son además santificados real y personalmente, en virtud de la muerte y resurrección de Cristo, por su Palabra y su Espíritu que mora en ellos:266 el dominio de todo el cuerpo de pecado es destruido, y los diversos deseos de éste son debilitados y mortificados más y más.268 Así, los santificados son vivificados y fortalecidos más y más en todas las gracias salvíficas, para la práctica de la verdadera santidad, sin la cual nadie verá al Señor.270

XIII.2 Esta santificación abarca cada parte de la persona total; pero es incompleta en esta vida, pues aún quedan algunos remanentes de corrupción en cada una de sus partes;272 de donde surge una guerra continua e irreconciliable: los deseos de la carne contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne.

XIII.3 En dicha guerra, aunque los restos de la corrupción prevalezcan mucho por algún tiempo; sin embargo, la parte regenerada vence, mediante el continuo suministro de la fuerza del Espíritu santificador de Cristo;275 de manera que los santos crecen en gracia, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.277

Alvarado, A. R. (Trad.). (2010). Los estándares de Westminster y la forma de gobierno de Westminster (pp. 49–50). Guadalupe, Costa Rica; San Juan, Puerto Rico: CLIR; Sola Scriptura.

Subversivo para el Salvador

MARZO, 15

Subversivo para el Salvador

Devocional por John Piper

Cuando [Jesús] llegó al otro lado, a la tierra de los gadarenos, le salieron al encuentro dos endemoniados… Y gritaron, diciendo: ¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes del tiempo? (Mateo 8:28-29)

Los demonios descubrieron un misterio aquí. Se dieron cuenta de que no tenían ninguna esperanza. Ellos sabían que el Hijo de Dios tendría la victoria, pero hasta entonces no sabían que Cristo vendría antes del tiempo de la victoria final.

Cristo no va a esperar a que la bomba atómica caiga para terminar con la guerra. Él ha empezado a dirigir fuerzas subversivas al territorio de Satanás. Ha entrenado a un «escuadrón» para hacer audaces operaciones de rescate. Cristo ha tramado muchas victorias tácticas antes de la estratégica victoria final.

El resultado de la mentalidad de tiempos de guerra es el siguiente: ya que la ruina de Satanás es segura —y él lo sabe— nosotros siempre podemos hacerle recordar esto cuando nos tiente a seguirlo. Podemos reírnos y decir: «Perdiste la cabeza. ¡¿Quién quiere unirse a las fuerzas de un perdedor?!».

La iglesia es el enemigo liberado del «dios de este mundo». Nosotros somos las guerrillas y los latosos. Somos la insurgencia en el reino rebelde del «príncipe del poder del aire».

No se está a salvo, pero es emocionante. Muchas vidas se pierden. Las fuerzas de Satanás están constantemente vigilando nuestra actividad subversiva. Cristo ha asegurado la resurrección para todos aquellos que peleen hasta la muerte, pero no ha asegurado comodidad, ni la aceptación del mundo, ni prosperidad en territorio enemigo.

Muchos con gusto han dado su vida tras las filas, haciendo mandados para el Comandante. No puedo imaginar una mejor manera de vivir… ¡o de morir!


Devocional tomado del articulo “Before the Time”

Éxodo 26 | Juan 5 | Proverbios 2 | Gálatas 1

15 MARZO

Éxodo 26 | Juan 5 | Proverbios 2 | Gálatas 1

Proverbios 2 es quizás el texto que deja más claro que el antónimo de la sabiduría del Antiguo Testamento es el pecado.

Salomón se dirige a su “hijo”. Puede tratarse de su hijo inmediato y heredero al trono, o de una referencia más general. Salomón quiere que su hijo “guarde” los mandamientos de su padre, que vuelva su oído a la sabiduría y su corazón al entendimiento (2:1–2). Si hace de ello su pasión, entonces (le dice Salomón) “comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios. Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios” (2:5–6). Esa búsqueda de la sabiduría no volverá a la persona maliciosa ni astuta en el sentido negativo de la palabra. Todo lo contrario: “Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la equidad y todo buen camino; la sabiduría vendrá a tu corazón, y el conocimiento te endulzará la vida. La discreción te cuidará, la inteligencia te protegerá. La sabiduría te librará del camino de los malvados, de los que profieren palabras perversas” (2:9–12).

Deberíamos reflexionar un poco sobre esta forma de entender la sabiduría. Los cínicos pueden decir de forma condescendiente que esta visión de la misma es demasiado limitada. No es sino el beneficio parroquial de las personas religiosas. En nuestro mundo, la sabiduría auténtica se relaciona frecuentemente con el tipo de “mundanalidad” que pulula cómodamente, y con la misma ausencia de compromiso, entre secularistas, cristianos, budistas, musulmanes y paganos, tomando un poco de cada grupo, rechazando otras cosas, todo en nombre de la sabiduría cosmopolita. Como alternativa, esta puede vincularse con la inteligencia necesaria para dirigir una gran corporación o abrirse camino en los negocios o las artes. No tiene nada que ver necesariamente con la religión.

No debemos despreciar en absoluto un regalo como la inteligencia, pero, por sí misma, esta “sabiduría” se consideraría insensatez absoluta según el punto de vista de la Biblia. Desde la perspectiva de Dios, ¿qué beneficio hay en conseguir la ovación de una cultura que reniega del Señor? Jesús dice: “¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde el alma? ¿O qué se puede dar a cambio del alma?” (Marcos 8:36–37). Si este es el universo de Dios, si él es nuestro Hacedor y Juez, ¿por qué iba a calificarse como “sabia” cualquier cosa que le ignore, en esta tierra o más allá de ella? ¿Cuánto menos si cae en acciones y actitudes prohibidas por él? Lejos de ser limitada o demasiado religiosa, la sabiduría del Antiguo Testamento es, para los cristianos, que conocen al Dios viviente, la única visión de la misma que tiene sentido. Cualquier otra postura es bastante triste y frecuentemente egoísta.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 74). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Con el puño levantado

Jueves 15 Marzo

Vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, (Jesús) ahora os ha reconciliado.

Colosenses 1:21

Con el puño levantado

El emperador Juliano reinó en Roma del año 361 al 363. Fue llamado el Apóstata, porque dejó el cristianismo para volver al paganismo. Renegar de su educación cristiana para volver a la idolatría pagana significaba declarar públicamente la guerra a Dios. Se cuenta que en el año 363, herido de muerte en medio de una guerra, levantó el puño hacia cielo gritando: «¡Venciste, galileo!». Así murió, sublevado contra Jesucristo.

Quizás usted también esté en guerra contra Dios, de forma más o menos abierta: no quiere aceptar el veredicto de su Palabra, la cual declara que todo hombre es pecador. “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Usted sigue siendo hostil a Dios, mientras su Hijo Jesucristo vino en persona a la tierra para que se reconcilie con él.

Dios está dispuesto a perdonar la actitud más violenta hacia él. ¡Jesús incluso pidió a su Padre que perdonase a los que lo crucificaron!

Hasta ahora usted está resentido contra Dios, pero si acepta inclinarse ante él, bajar ese «puño de sublevación» y apagar esos sentimientos de rebeldía, entonces esa Persona a quien odia aparecerá ante usted como lo que ella es en realidad: el Dios de paz, quien da una paz total y definitiva a todo el que se acerca a él. Esta paz fue hecha por Jesús crucificado: Dios le infligió el castigo que merecía nuestra rebelión.

No rechace ese plan de reconciliación cuya fuente está en el corazón del Dios que lo ama.

Éxodo 27 – Hechos 19:23-41 – Salmo 33:10-15 – Proverbios 11:19-20
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