La oveja perdida

La oveja perdida

3/18/2018

Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento. (Lucas 15:7)

Al principio de la parábola de la oveja perdida, Jesús pregunta: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” (Lc. 15:4). Lo que Jesús quiso decir es que cualquier pastor buscaría una oveja perdida, ya que no se trata solamente del deber, sino también de afecto.

Después de encontrar a la oveja, el pastor en esa parábola fue a su casa e invitó a sus amigos y vecinos para celebrar con ellos. El gozo del pastor era tan grande que tenía que expresarlo.

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El versículo de hoy es la conclusión de esa parábola y una esperanza para los cristianos de hoy. Así como el pastor se regocija por la oveja perdida, nuestro buen pastor se regocija por el pecador arrepentido, por haber encontrado a su oveja perdida.

Por qué debemos asirnos de nuestra esperanza

MARZO, 18

Por qué debemos asirnos de nuestra esperanza

Devocional por John Piper

Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, los que hemos buscado refugio seamos grandemente animados para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros.(Hebreos 6:17-18)

Dios no es inconsistente. No se afana con promesas y juramentos y la sangre de su Hijo para simplemente anclar una parte de nuestra seguridad mientras que deja la otra parte colgando en el aire.

La salvación que Jesús obtuvo a través de su sangre era todo lo que se necesitaba para salvar a su pueblo, no solo una parte.

Entonces tendemos a preguntar: ¿por qué el autor de la carta nos alienta a asirnos de nuestra esperanza (versículo 18)? Si el estar asidos de esta esperanza es algo que Cristo obtuvo y que quedó irrevocablemente asegurado a través de la sangre de Jesús, entonces ¿por qué Dios nos dice que nos aferremos?

La respuesta es la siguiente:

  • Lo que Cristo compró para nosotros al morir no es la libertad para no tener que asirnos, sino el poder para hacerlo.
  • Lo que él compró no es la invalidación de nuestra voluntad, como si no tuviéramos que asirnos, sino el fortalecimiento de nuestra voluntad porque queremos asirnos.
  • Lo que compró no es la cancelación del mandamiento de asirse sino el cumplimiento de ese mandamiento.
  • Lo que compró no es el cese de la exhortación, sino el triunfo de la exhortación.

Él murió para que nosotros hagamos exactamente lo que Pablo hizo en Filipenses 3:12: «sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús». No es necedad —es el evangelio— decirle a un pecador que haga lo que solo Cristo puede darle la capacidad para hacer; es decir, tener esperanza en Dios.

Por eso, los exhorto de todo corazón: busquen y alcancen aquello para lo que Cristo los alcanzó, y agárrense de eso con todo el poder que él les da.


Devocional tomado del sermón “Esperanza anclada en el cielo”

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Éxodo 29 | Juan 8 | Proverbios 5 | Gálatas 4

18 MARZO

Éxodo 29 | Juan 8 | Proverbios 5 | Gálatas 4

Proverbios 5 se centra en advertir que no caigamos en la tentación de la adúltera, una advertencia que sigue apareciendo en los primeros capítulos de este libro (por ejemplo, 6:20–35; 7:1–27). Unas veces, parece que se está haciendo referencia a la prostitución; otras, al simple adulterio.

En una época en que la sociedad es extremadamente sensible ante los estereotipos, algunas personas se ofenden porque quien tienta es invariablemente la mujer. En el mundo real, ¿no es también el hombre quien lo hace, el adúltero?

Podemos decir muchas cosas, pero bastarán cuatro breves reflexiones. (a) El autor advierte contra la adúltera porque se está dirigiendo a su “hijo” (5:1), siguiendo la estructura fundamental del género (1:8; véase la meditación del 15 de marzo). (b) Incluso así, el “hijo” que tiene relaciones con la adúltera no está libre de culpa. El hijo errante de este capítulo se presenta como algo más que una víctima. Es aquel que “aborrece la corrección” y cuyo corazón “desprecia la disciplina” (5:12). De él se dice: “Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan” (5:22). Es culpable de “gran insensatez” (5:23). (c) En este libro, tanto la sabiduría como la necedad se personifican más adelante como mujeres (Proverbios 9; véase la meditación del 22 de marzo). En otras palabras, no existe una relación unívoca entre las mujeres y el mal. Tanto los hombres como las mujeres son malos. Se insta a todos ellos a buscar la “sabiduría”. (d) En cualquier caso, en muchos pasajes de las Escrituras la culpa de las malas conductas sexuales recae principalmente sobre los hombres, como en el caso de la aventura de Judá con Tamar, Amnón violando a su hermanastra o David seduciendo a Betsabé.

El adulterio en sí mismo es indebido, necio, pecaminoso, efímero o desobediente; no solo la adúltera. El capítulo expone advertencias, pero también ofrece una alternativa: un matrimonio amado, desarrollado, alimentado, especialmente en el ámbito sexual (5:18–19). No obstante, más allá de todas las razones inmediatas y culturales que defienden la fidelidad sexual en el matrimonio existe una de importancia trascendental: “Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas” (5:21). Por supuesto, en las Escrituras encontramos varios versículos parecidos, por ejemplo: “Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas” (Hebreos 4:13). Sin embargo, en el contexto de la literatura de sabiduría, hay un matiz adicional. No se trata solo de que Dios lo ve todo, incluyendo cualquier mala conducta, sino de que debemos agradarle con sabiduría, la de vivir a su manera en su universo.

Carson, D. A. (2014). Por amor a Dios: Devocional para apasionarnos por la Palabra. (L. Viegas, Trad.) (1a edición, Vol. II, p. 77). Barcelona: Publicaciones Andamio.

Descubrí a un Dios de perdón

Tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia.

Nehemías 9:17

Descubrí a un Dios de perdón

«Nací en Vevey (Suiza), en una familia cristiana. Crecí siendo consciente de que Dios existe. Sin embargo, no lo conocía realmente. Los numerosos sermones que oía y los libros que leía penetraban en mi cabeza pero rara vez llegaban a mi corazón. Todo esto me llevó a tener una vida de muchas reglas y costumbres religiosas sin significado real.

En mis estudios obtuve buenos resultados y decidí hacer la carrera de administración de empresas. ¡Todo parecía ir sobre ruedas, pero mi corazón seguía desesperadamente vacío!

Un día conocí a un hombre que tenía todo para lograr éxito en el mundo profesional, pero que había dejado todo para ayudar a los demás. Visitaba a los enfermos, a las personas que sufrían… ¿Por qué su ejemplo me llamaba tanto la atención?

En aquella época también conocí a la mujer que llegaría a ser mi esposa. Ella me hizo preguntas sobre mi relación con Dios. Me preguntó quién era ese Jesús de quien hablaba. ¿Por qué había muerto? ¿Cómo había resucitado? ¿Por qué nos ama? Durante varias semanas leímos la Biblia y debatimos. El amor de Jesús tocó su corazón. Ella aceptó al Señor Jesús como su Salvador. Entonces empezó una nueva vida para ella… y para mí también. Esas conversaciones y preguntas trabajaron en mí, de manera que a medida que los meses iban pasando, mi corazón se ablandó. En lugar de ver a un Dios de reglas y leyes, descubrí a un Dios de amor y de perdón. Por fin comprendí que Jesucristo no solo había muerto por mí, sino que también deseaba transformar mi vida».

Marc

Éxodo 30 – Hechos 21:1-16 – Salmo 34:7-14 – Proverbios 11:25-26

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